Buenos samaritanos de hoy que hacen el bien al que sufre
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Buenos samaritanos de hoy que hacen el bien al que sufre
Buenos samaritanos de hoy que hacen el bien al que sufre Algunos testimonios Mi madre percibe el cariño y la compañía. Angelines, ama de casa Mi madre es una anciana de 85 años. Empezó con arteriosclerosis cerebral, demencia senil.... embolia pulmonar, edema pulmonar, y cuando estaba un poco recuperada se cayó. Se rompió la cadera. Después de cinco meses de hospital, nos la llevamos a casa en silla de ruedas, donde está desde hace casi dos años. Hay que hacerle absolutamente todo. Ya casi no habla, pero nos conoce, nos sonríe alguna vez y percibe perfectamente el cariño y la compañía. Tenemos la suerte de ser una familia profundamente creyente, practicante y comprometida. Jesús lo es todo para nosotros. De Él nos viene la fuerza interior que tenemos. El dolor es exacto, creas o no creas. El cansancio de noche tras noche, sin dormir... sólo lo quita el descanso; el profundo sufrimiento de la persona que quieres y la tienes ahí, te destroza y sufres a tope seas o no creyente.. Pero esa fuerza interior te ayuda de una manera sobrehumana a ver las cosas de distinta manera, a tener esperanza, valor, serenidad y alegría. Mi aportación a los enfermos. Alfonso Gil, capellán «Durante seis años he estado en este hospital muy a gusto. He aprendido de enfermos y de profesionales, y a unos y a otros debo agradecer su cercanía y su amistad. Siempre desde el respeto he intentado aportar lo que como persona y como sacerdote podía: atención, escucha, ánimo, cercanía…, la palabra de amigo y también la palabra de Jesús que conforta y da esperanza, los pequeños servicios con los que se puede hacer más llevadero el día a día de cualquier persona hospitalizada y el servicio no pequeño de la fe a quienes lo han solicitado. Me llevo muchos rostros y nombres… la entereza de muchos enfermos, la constancia de familiares acompañando día y noche al abuelo, el buen hacer de los profesionales de la salud a pie de cama.» Hice todo lo que estaba en mis manos. Madre de un enfermo de SIDA «La enfermedad de mi hijo ha sido un largo calvario. Es terrible ver a un hijo drogarse, pero más aún lo es, si cabe, el que sabiendo que su salud ya no aguantaba ni un pinchazo más continuara inyectándose hasta matarse. Yo he tenido medios económicos para proporcionarle médicos y cuidados, pero no he contado con lo más importante: su voluntad de curarse. He pasado mucho tiempo culpabilizándome por su enfermedad hasta que entendí que había hecho todo lo que estaba en mi mano. La enfermedad nos ha puesto a prueba a todos: la familia, los amigos muchos me han fallado; otros han estado conmigo y su apoyo me ha sido valiosísimo. Ha sido muy difícil, pero ahora sé bien quienes están conmigo». Me impacta la muerte de los jóvenes. Joaquín Yangüela, médico «Me paso el día viendo enfermos, muchos de ellos graves, cancerosos o de otro tipo. Sufren la enfermedad, el dolor, la duda, la tristeza, la muerte Me impacta especialmente la muerte de los jóvenes y el dolor que veo a su alrededor. A lo largo de los años he ido aprendiendo 1 conocimientos de mi especialidad (digestivo), pero he tenido que aprender otros conocimientos y habilidades que nunca me habían enseñado: mecanismos de relación con el enfermo, formas de transmitir malas noticias, cómo acompañar en el dolor y en las alegrías o serenar a quien lo precisa....» Intento dar a los enfermos lo mejor de mí. L. Caballero, auxiliar de clínica «Urgencias es para mí un lugar privilegiado de encuentro y de comunicación interpersonal. Desde que entra el enfermo hasta que sale, trato de ofrecerle un servicio adecuado a sus necesidades. Me pongo en su lugar para conocer sus necesidades y poder atenderlas debidamente. Me preocupo de aliviar en lo que puedo su dolor, comparto sus sufrimientos, le doy el confort que necesita y trato de mostrarle con todo mi ser y mi actuación la misericordia y ternura de Dios. Intento dar a los enfermos lo mejor de mí misma y recibo de ellos mucho más de lo les que doy. Así es como puedo curarlos y ser curada, alimentarlos y ser alimentada, descansar dándoles descanso en su dolor. Dar y recibir misericordia es para mí el gozo mayor y más profundo.» Trabajar por los demás da sentido a mi vida. Ana Jiménez, enfermera. «Ser feliz trabajando por los demás da sentido a mi vida. No puedo separar mi vivencia cristiana de mi vida, pues van unidas, son una sola cosa. Trato de vivir siempre como cristiana: cuando estoy en casa haciendo la faena, cuando voy a hacer la compra, cuando hago la comida para mi familia, cuando voy a buscar los hijos al colegio para llevarlos a sus actividades extraescolares, cuando trabajo en el hospital con los enfermos o con las personas que tengo a mi cargo, cuando hago alguna labor de voluntariado en el Centro de acogida para los sin techo.» Nuestro compromiso cristiano, personal y de pareja. J. Pifarré y M. Esquerda, Médicos. «Nuestro compromiso cristiano, personal y de pareja, nos ha llevado a ofrecer nuestras vacaciones para la ayuda de los demás (lo que se ha traducido en viajes de apoyo a diversas áreas desfavorecidas: Nicaragua, Guatemala, Tanzania), implicarnos localmente en nuestra ciudad en organizaciones de ayuda a los demás (Misiones, Médicus Mundi, Comité Oscar Romero, grupo de profesionales católicos), y, probablemente la tarea más importante y a la vez más difícil de todas, intentar llevar estos ideales de servicio a nuestro trabajo diario dentro de la sanidad pública, tanto con los pacientes y sus familias como con los compañeros de trabajo.» Cada día entro en contacto con el misterio del sufrimiento. Pablo Muñoz, Médico «Mi experiencia como médico de urgencias me permite entrar en contacto cada día con el misterio del dolor, del sufrimiento encarnado en el enfermo y su familia. Cada día puedo bajar de Jerusalén a Jericó varias veces cruzándome con el prójimo que siempre me aporta humanidad, paciencia y confianza el ciento por uno. Cada guardia necesito pedirle al Señor que me ayude a verlo al borde del camino, caído, desvalido y enfermo, para que mi profesión tenga sentido y yo sea redimido por mi falta de amor hacia El, que se esconde en los débiles, en los pobres, en los enfermos. Estoy más convencido de que muchos compañeros míos, muchos profesionales sanitarios acaban quemados precisamente por no dejarse abrasar por la luz de Cristo encarnado en el enfermo. El secreto de nuestra profesión radica en este descubrimiento que conlleva una serie de consecuencias luminosas.» La fe me hace más sensible al sufrimiento del enfermo. C. Belén López. Auxiliar Clínica. «Trabajo con un grupo de enfermos muy especiales. Les entrego mi tiempo, mi ternura, mi sencillez; y sobre todo les escucho. Hay momentos en los que me enfado y me pregunto por qué El puede permitir tanto dolor, tanta insensibilidad, tanta injusticia... Una fuerza interior 2 me apacigua y ayuda a poner calma, entereza y capacidad para afrontar esas situaciones. Esa fuerza la encuentro en la fe, que me hace ser más fuerte, a la vez que más sensible ante el sufrimiento del otro. Me parece inhumano el derroche de tantos millones en técnicas sofisticadas y no emplear, aunque sólo sean cinco minutos de nuestro tiempo, en estar al lado del enfermo, en preguntarle, en cogerle de la mano y darle un poco de calor humano, en sonreírle... Una palabra de aliento, una sonrisa, una mirada, un cumplido sincero, una caricia, y otras pequeñas cosas tienen un resultado muy positivo: hacer feliz a una persona. Es una excelente terapia y una forma de ser un buen profesional sanitario.» Trabajo por transformar la realidad que me rodea. H. Río López, Enfermera «Trabajo en un Centro de Salud de Linares, una zona “con necesidades de transformación social”. No sólo centro mi atención en el paciente, sino que también lo veo dentro de su contexto, de la familia y la comunidad en la que vive. La familia es la mayor fuente de apoyo social y personal de que pueden disponer las personas; sobre todo, en los periodos de dependencia como la niñez y la vejez. Por desgracia, muchas de las familias con las que trato no ejercen esa función; y esos niños y ancianos están expuestos y son vulnerables. En algunas ocasiones esto me hace sentirme impotente, pero en muchas otras me da fuerza para seguir realizando mi trabajo, desde un compromiso transformador de la realidad que me rodea y en la creencia de que el Reino se construye aquí.» Los enfermos me llenan de energía. MJ. Rubio, médico rural «Amo mi profesión, la miro cada día con más respeto y la ejerzo con entrega y pasión. Doy gracias por estar donde estoy haciendo lo que hago: llevar amor, mucho amor. Sólo así se pueden alcanzar "pequeñas victorias" que para mí son "grandes”: sacar una sonrisa, aliviar una soledad, calmar un dolor, coger la mano en el momento de la partida, compartir miedos que siempre resultan ser menos miedos... Me encuentro con no pocas dificultades en mi trabajo. Me mantienen y renuevan mi energía las personas. Ellas me enseñan cada día cosas nuevas, me ayudan a crecer y no dejan de regalarme una sonrisa, una mirada, un abrazo... El paciente no me cansa, sino que me empuja. Cuando estoy ante un enfermo mi boca se llena de risas y mi vida se llena de colores.» Mi fe me ayuda a ser samaritana de amor. S. Alvarez, enfermera Mi fe me ayuda a descubrir que una persona enferma tiene la misma dignidad que una sana, sólo que es más indefensa y vulnerable; a ser “samaritana de amor” curando sus heridas con el bálsamo del consuelo y la ayuda de la medicina. Mi fe en el Cristo del altar de la capilla me abre los ojos para verle en cada enfermo necesitado de cuidados. Mi fe me estimula a ser una buena profesional. Pero nunca lo seré si no soy profundamente humana. La humanización de los hospitales gravita sobre la humanización de nosotros, los cuidadores. “Se trara de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos.” (Mensaje JME 2013) Campaña del Enfermo 2013 “Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10,37) SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD DE TARAZONA 3