15. María Ángeles Castaño Molina. Mujeres

Transcripción

15. María Ángeles Castaño Molina. Mujeres
Actas II Jornadas de Investigación y Divulgación sobre Abarán y el Valle de Ricote
Mujeres Trabajadoras: las abaraneras de los años cuarenta
María Ángeles Castaño Molina
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Actas
II Jornadas de Investigación y
Divulgación sobre Abarán
y el Valle de Ricote
20 / 27 abril, 2012
Centro Integrado Multifuncional de Abarán (CIMA)
Museo de Siyāsa (Cieza)
Museo y Centro de Arte de Blanca (MUCAB)
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II Jornadas de Investigación y Divulgación sobre Abarán y el Valle de Ricote
Organizan:
Comité Organizador y Científico de la Jornadas de Investigación y Divulgación sobre Abarán y el Valle de Ricote y Asociación Cultural «La
Carrahila».
Comité Organizador y Científico:
Alfredo Jiménez Gómez, Constantino José González López, Cosme Jesús Gómez Carrasco, David Soto Carrasco, Enrique Miguel Pérez Gil, Félix
Martínez García, Jesús Joaquín López Moreno, Joaquín Caballero Soler, José María Gómez Manuel y José Raúl Gómez Sánchez.
Coordinador:
Jesús Joaquín López Moreno.
Colaboran:
Concejalía de Promoción Cultural del Excmo. Ayuntamiento de Abarán, Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Blanca, Concejalía de
Cultura, Museos y Patrimonio Histórico del Excmo. Ayuntamiento de Cieza, Grupo Europa, BdB-Jerónimo Gómez, Sonar-Asesoría Inteligente,
DR-Informática, Joyería «Georgina», Bazar Melilla-Tien 21, Papelería «Plis-Plas» y Variedades «La Ermita».
Diseño del cartel:
Josué Martínez Lozano.
Diseño del tríptico:
Constantino José González López.
Diseño del logotipo:
Constantino José González López.
Actas II Jornadas de Investigación y Divulgación sobre Abarán y el Valle de Ricote
Edición: octubre de 2014.
© Asociación Cultural «La Carrahila»
© De los textos y sus imágenes: los autores.
Edita:
Asociación Cultural «La Carrahila».
Coordinador:
Jesús Joaquín López Moreno.
Autores:
Álvaro Carpena Méndez, Cristina Lucas Rubio, David Soto Carrasco, Félix Martínez García, Govert Westerveld, Grupo de Trabajo «Valle del
Segura» (Ana Cascales Vicente, Ángel Cano Molina, Ángel Ríos Martínez, Fermín Gallego Medina, Fuensanta Yepes Hita, Gloria Durán HernándezMora, José Antonio Ramírez Parra, Mari Carmen Neira Fernández, Raquel Galera García y Remedios Martínez Martínez), Héctor Manuel Quijada
Guillamón, Jesús Joaquín López Moreno, Joaquín Caballero Soler, José David Molina Templado, José María García Avilés, José María Gómez
Manuel, José Monteagudo Fernández, José Raúl Gómez Sánchez, Manuel Enrique Medina Tornero, María Ángeles Castaño Molina, María Isabel
Rubio García, Mariano de la Cruz Pelegrín Garrido, Miguel Díez Rayo y Víctor Manuel Martínez Lucas.
Cubierta:
Fotografía de la entrada norte del Valle de Ricote (Abarán/Cieza). Josué Martínez Lozano.
Maquetación:
Jesús Joaquín López Moreno.
La presente edición puede consultarse en www.lacarrahila.org.
Depósito legal: MU 1048-2014
I.S.B.N: 978-84-616-3562-7
Reservados todos los derechos. De acuerdo con la legislación vigente, y bajo las sanciones en ella previstas, queda totalmente prohibida la
reproducción o transmisión parcial o total de este libro, por procedimientos mecánicos o electrónicos, incluyendo fotocopia, grabación magnética,
óptica o cualesquiera otros procedimientos que la técnica permita o pueda permitir en un futuro, sin la expresa autorización por escrito de los
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Índice
Prólogo
El exilio morisco: una lectura impolítica……………………………………………………...
David Soto Carrasco
9
Arqueología de las primeras poblaciones prehistóricas de productores
-Neolítico y Calcolítico- en el Valle de Ricote………………………………………………...
José Mª Gómez Manuel
13
Arte rupestre en Cieza: argumentos para la creación de un centro de interpretación…………
José Monteagudo Fernández
45
Aproximación al espacio irrigado andalusí de Negra (Blanca, Valle de Ricote)……………...
Jesús Joaquín López Moreno
55
La jerarquización de los espacios en la vivienda andalusí en el despoblado de Siyâsa.
Generalidades y ejemplos de alteración de la unidad domestica……………………………...
Miguel Díez Rayo
Los diferentes tableros del juego de alquerque de doce hallados en Siyāsa (Cieza)………….
Govert Westerveld
101
127
«Hisn Siyâsa»: aspectos históricos, paisajísticos, geográficos y cronológicos.
Estudio de un enclave estratégico……………………………………………………………..
Cristina Lucas Rubio
143
La enajenación de los bienes confiscados a la población de Abarán
tras su expulsión en 1613……………………………………………………………………...
José David Molina Templado
157
El valle de Ricote en los años centrales del siglo XVIII.
Análisis a través de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada……………………..
José María García Avilés
165
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Obras hidráulicas históricas en el Valle de Ricote……………………………….....................
Mariano C. Pelegrín Garrido
Presas de derivación de agua para riego asociadas a cauces temporales
en el Término Municipal de Abarán (Murcia), S.E. de España……………………..………...
Joaquín Caballero Soler
El Puente de Blanca: vía de unión en el Valle de Ricote……………………………………...
Grupo de Trabajo «Valle del Segura»
191
205
233
Iconografía del retablo del altar mayor de la Iglesia de San Pablo de Abarán………………... 257
María Isabel Rubio García
Hambre, miseria y represión. Archena (1939-1945)………………………………………….. 287
Manuel Enrique Medina Tornero
La educación de la mujer abaranera en la escuela de antaño:
de las cartillas de urbanidad a la glorificación de la maternidad…………….………..............
Álvaro Carpena Méndez
Mujeres Trabajadoras: las abaraneras de los años cuarenta…………………………………...
María Ángeles Castaño Molina
317
341
Evolución sociodemográfica de la inmigración extranjera
en el municipio de Cieza (Murcia)……………………………………………………………. 357
Víctor Manuel Martínez Lucas
Estudio hidrológico e hidráulico de la Rambla de Benito en Abarán.
Metodología y riesgos..……………………………………………..…………………………
Félix P. Martínez García
393
Sendas, veredas y caminos públicos en las sierras del Oro y Ricote.
Rutas por viejos caminos para el uso público y el acercamiento a la naturaleza……………... 437
Héctor M. Quijada Guillamón
La Casa de la Capellanía de Abarán………………………………………………….……….. 471
José Raúl Gómez Sánchez
Anexo fotográfico……………………………………………………………………………..
340
491
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Matrona
[email protected]
Resumen
La estructura del parentesco en el pueblo está determinada por el tipo de familia nuclear donde
el matrimonio es el centro de la vida social-reproductiva de las mujeres. Los temas de herencia, la
casa y el ajuar reflejan la constitución de una familia donde los hombres y las mujeres comparten
funciones diferentes, unos de producción y otras de reproducción.
Describiremos las características del terreno, los transportes, el comercio y el principal medio
de vida ligado a la producción agrícola. Esto nos hará entender la forma en que las mujeres y sus
familias se han relacionado con el trabajo. Nos referiremos a la actividad laboral y la evolución
histórica de los permisos por maternidad. Además, ampliaremos la visión desde la legislación, el
género y la división del trabajo tanto dentro como fuera del hogar, así como de la educaciónformación recibida por las abaraneras durante su juventud. Para terminar, haremos un inciso sobre
el estraperlo, a veces válvula de escape para poder obtener alimentos básicos.
La investigación concluye que los motores de la economía abaranera tanto en el ámbito
público como en el doméstico han sido las mujeres.
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Introducción
Lo que a continuación les exponemos son los resultados de un estudio llevado a cabo entre 2006 y
2008. Este trabajo tiene la intención de esbozar cómo era el trabajo (fuera de casa) de las mujeres abaraneras
en los años cuarenta, centrándonos en sus testimonios (11 entrevistas), así como la legislación laboral de la
época. La información acerca de la labor en las fábricas de conservas y esparto la pudimos completar con las
entrevistas realizadas en 2007 a D. Bienvenido Carrasco (1922-2009) y a D. José Vargas.
La estructura del parentesco en el pueblo está determinada por el tipo de familia nuclear donde el
matrimonio es el centro de la vida social-reproductiva de las mujeres. Los temas de herencia, la casa y el
ajuar reflejan la constitución de una familia donde la pareja comparte funciones diferentes, ellos de
producción y ellas de reproducción. Un aspecto social importante a subrayar desde 1938 es la derogación de
la Ley del Divorcio; en estos momentos se destaca la maternidad como fin de realización femenina, aspecto
que explica la situación laboral de las mujeres (como por ejemplo los bajos salarios). Es importantísimo
seguir las reglas sociales, ya que de la castidad de la mujer depende el honor de su familia y su marido, por
lo tanto, el matrimonio se consideraba socialmente necesario para tener hijos.
Los resultados nos dibujan una vida laboral en la que las mujeres accedían a la empresa a trabajar por
horas, aspecto que de alguna manera les facilitaba que prosiguieran con las faenas del hogar o el cuidado de
los hijos o sus mayores, aunque, por otro lado, las condiciones de los contratos no cubrían a éstas de sus
bajas laborales como actualmente conocemos; cobraban y cotizaban según los días de trabajo.
Abarán, tierra agrícola
Antes de considerarse como pueblo, Abarán era zona de cultivo perteneciente a localidades colindantes
como Ricote, Blanca, y Cieza (Lisón 1994). En el momento en que Murcia pasa a ser parte de la Corona de
Castilla, el otorgamiento de la Carta Puebla que establece las condiciones de asentamiento del territorio
favorece una nueva población con sus normas jurídicas. Los primeros pobladores eran mudéjares
procedentes de Hellín, un total de 20 familias. Se repartieron lotes de tierra que se donaron para cultivar,
pagando el diezmo a la Orden. La economía se desarrolla cuando la zona de cultivo se va ampliando a la otra
orilla del río. Aparte de la agricultura, una de las principales ocupaciones desde el siglo XVIII, es la arriería,
siendo el mismo arriero el propietario de las tierras (Molina Templado 1994). La crisis de la arriería hizo que
se aumentaran los regadíos para así incrementar la producción agrícola, especialmente de frutas, ácidos y
hojas de morera (Molina & Carrasco 1994). En el siglo XIX, el ferrocarril y la crisis arriera marca una nueva
época (Molina Templado 1994).
El pueblo ha ido creciendo de forma ininterrumpida, apareciendo los mayores incrementos en el primer
tercio de siglo XX y en la década de los 60, debido al crecimiento vegetativo y a la migración (Gómez Espín
1994). La distribución de la población no ha sido uniforme. Entre 1900 y 1940, parte de ella se asienta en
núcleos alejados del central, en zonas de secano y regadío eventual. Con el tiempo, estas zonas comienzan a
perder población, ya que ésta busca servicios que, alejados del casco urbano, no se pueden ofrecer. Entre uno
de los cambios más importantes a nivel económico del siglo XX, que modificó la vida cotidiana,
encontramos la construcción de la central eléctrica de los Sagrados Corazones, que contribuye en la
ampliación de la producción y de los asentamientos de la población en lugares más alejados del centro
urbano. El Motor Resurrección ayuda a elevar el agua a zonas alejadas del río y así obtener nuevas zonas de
cultivo. Además, se fundan las primeras fábricas de conservas y la instalación de varias fuentes que facilitan
la adquisición de agua a los hogares en 1948 (Gómez Cobarro 1996).
“Corrían los años cincuenta, años feos y duros. Recuerdo que nos despertaban los pitos de las
chimeneas de los almacenes de Nicolás Gómez Tornero, Aurelio Castaño, La Pacha, Macanás,
Champagnes, José Cobarro Carrillo, Félix Gómez Castaño, Nicolás Gómez García, Delfín Carrasco,
José Carrasco, etc… y oía preguntar a las mujeres, o bien qué hora era, o qué pito había sonado; todo
esto andando de prisa y mordiendo una cuña de pan casero de trigo o cebada, un tomate y una sardina
chafada en el marco de la puerta” (Maquilón Carrelón 1992: s.n.).
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Situación económica
El período de 1940 a 1956 se caracteriza por la autarquía económica y los salarios bajos. En
agricultura tuvieron su auge los secanos. Además, la industria espartera tomó protagonismo. La actividad
conservera y manipuladora de frutas que, a principios de siglo había sido importante, disminuyó su
producción. Esta última actividad se potencia de nuevo a partir del año 57 (Gómez Espín 1994). En el resto
de Europa nos encontramos una situación económica precaria debido a la II Guerra Mundial, la cual fue
reconstruida con el Plan Marshall, pero que, sin embargo, envolvió al continente en la Guerra Fría. En
España nos enfrentamos ante una gran pérdida económica y de capital humano en plena posguerra. La
política agraria no pudo evitar situaciones de hambre y mercado negro. Para hacernos idea de la situación
reflejamos el crecimiento interanual de la renta por habitante: ente 1900 y 1935 un 1,1 %; de 1935 a 1950,
0,9 % y desde 1950 a 1999, 3,8% (García Delgado 2000).
La estacionalidad del trabajo abaranero y la organización de los hogares
Existe una estrecha relación entre ecología, tecnología y trabajo, de manera que estos tres conceptos
son de gran importancia en antropología, siendo un punto de partida para analizar los procesos de producción
y los procesos sociales, así como la ideología que acompañan dentro y fuera del trabajo. Todo ello conlleva
una serie de factores limitantes y de oportunidades que deriva a una serie de adaptaciones ecológicas. Con
todos estos factores pueden comprenderse los procesos laborales, las relaciones sociales y las particulares
valoraciones o ideologías que los rodean (Contreras 1991). Las actividades rurales se caracterizan por estar
marcadas desde la estacionalidad, provocando la necesidad de adecuar los calendarios a las explotaciones
campesinas (Iturra 1991). La organización doméstica, en tanto que es unidad de producción y de
reproducción, se adapta a las necesidades del trabajo. El espacio familiar, la organización de la producción,
el tamaño y estructura del grupo doméstico estarán relacionados con las alternativas ocupacionales para cada
miembro (Contreras 1991). Cabe una consideración, y es que la organización del trabajo, así como la forma
de economía doméstica, viene heredada, es decir, el punto de partida de la economía de una nueva pareja
viene determinado por lo que ha heredado en estudios, bienes, relaciones sociales y condiciones que le
provee el medio laboral. Desde este punto de partida, podemos clasificar el trabajo del hombre y el de la
mujer como aquel que se realiza en casa y fuera de ella.
Género y División del trabajo
Desde la antropología, la historia o la sociología, el hombre ha sido estudiado como centro de las
culturas, adoptando el rol productivo y la mujer el reproductivo. Así se les asignan unos roles de género por
razones presuntamente naturales. A través del empleo, las personas entramos en contacto con otras
participando en lo público. Isidoro Moreno explica que este enfoque hace que se considere trabajo verdadero
al que realizan los hombres; la determinación de lo que es y no es trabajo está definida en la cultura de
tradición judeo-cristiana, así como las responsabilidades sociales entre géneros. Es a partir de la producción
capitalista cuando el “verdadero trabajo” queda definido al remunerado en el servicio de otros; aunque, en
ocasiones, las labores realizadas para sí no son consideradas como trabajo por los propios sujetos, reforzando
la definición de no-trabajo al realizado por mujeres en el ámbito doméstico (se considera tarea femenina).
Pero, incluso, cuando el trabajo de la mujer es remunerado se percibe como un complemento al salario del
marido. De todo ello también se deriva que el problema de un hombre sin trabajo afecte con mayor gravedad
a su estatus que cuando esto ocurre con la mujer, tan sólo cuando ella es la cabeza de familia y asume esa
responsabilidad (Moreno 1991). El trabajo de las mujeres fuera de casa, sobre todo el manual, ha sido y sigue
infravalorado. Sin embargo, el valor del trabajo manual en la vida cotidiana tiene gran importancia
humanizadora de las actividades domésticas que desde la solidaridad revalorizan y hacen comprender la
calidad de las demás actividades profesionales (Chirinos 2006).
“. . . ¿Y los cientos de mujeres anónimas que con su trabajo hicieron y han hecho posible aún hoy día
la economía de nuestro pueblo en el sector del manipulado de frutas? Eran verdaderas legiones de
mujeres de nuestro pueblo junto con otras que venían de otros pueblos vecinos de Cieza y Blanca, las
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que en la época de la uva y el albaricoque trabajaban afanosamente para llevar un jornal a casa. Por
cierto, ¿no os dice nada la palabra “velar”? Mujer abaranera trabajadora, en el almacén, en la
fábrica, o en su casa, y que cuando llegaba el momento, también sabía ser señora y estar en su lugar”
(Gómez Sánchez 2002:66).
Todas las economías asignan trabajos diferentes a niños, adultos, hombres y mujeres. Las sociedades
preestatales despliegan una serie de tareas que se siguen realizando en las sociedades contemporáneas
preindustriales agrícolas (sin entrar en detalles sobre agricultura intensiva o no). En ellas los hombres
realizan la mayoría del trabajo manual en materiales duros, aran la tierra y cuidan de los animales grandes;
en casi todas las sociedades las mujeres cocinan la mayor parte de los alimentos, acarrean el agua, hacen la
limpieza y otras labores del hogar, además cuidan de los niños pequeños; en general, en las sociedades
preindustriales, los hombres desarrollan actividades que requieren mayor esfuerzo muscular y libertad de
movimientos, en las sociedades industriales, el uso de las máquinas elimina la ventajosa fuerza física que los
hombres tienen sobre las mujeres (Harris (2006 [1983]). Marvin Harris sugiere que la menstruación,
embarazo y lactancia implican desventajas en ciertas situaciones laborales, es por lo que, de alguna manera,
la fertilidad se controla a la baja en las sociedades industriales, presentándose el embarazo pocas veces y
actualmente cada vez más tarde. Todas las sociedades tienen establecida una división del trabajo por género,
siendo a su vez un reflejo de la vida cotidiana. El trabajo de la mujer fuera de casa les ha convertido en
agentes de cambio social (Henshall 2005).
Dolors Comas nos explica que el análisis del parentesco es importante para entender el género y sus
relaciones con la división del trabajo, por lo tanto, proporciona el lenguaje de las genealogías para entender
las diferencias. Los modelos de representación sobre género y trabajo se construyen desde las diferencias
entre hombres y mujeres, y de lo que se considera trabajo o no. También se establece una relación entre
dentro y fuera del hogar, donde se vincula a la mujer en la vida doméstica que conlleva el cuidado de los
hijos y los ancianos, y al hombre como encargado de las relaciones sociales. En el contexto rural
mediterráneo, la casa tiene un significado amplio, ya que el trabajo de las propiedades agrarias hace de esta
actividad parte de la vida cotidiana; no obstante, se puede decir que, con el trabajo agrícola de las tierras
familiares, el hombre se ocupa en y para la casa. Las funciones para hombres y mujeres se han reservado por
tradición, sin embargo, en la sociedad patriarcal en la que han vivido nuestras abaraneras, su actividad
laboral no se ha considerado por los hombres como tal. Los discursos sobre la mujer desde el siglo XIX
afianzan la dicotomía tradicional en los términos de mujer-esfera privada/hombre-esfera pública.
Como decimos, la mujer ha trabajado durante toda la vida, pero su actividad se ha considerado una
ayuda al del marido y, por lo tanto, su papel ha sido secundario. En el ámbito rural ha salido al campo y a las
fábricas como los hombres, ha cuidado animales y, además, ha estado pendiente de las tareas de la casa, del
marido, de los hijos y de los mayores. A mitad del siglo XX, la mujer amplía su espacio al laboral, pero se le
admite en actividades profesionales asociadas a su estado civil o a su “sexo”; si la mujer asumía trabajos
“masculinos” se le calificaba de masculina (Esteban Redondo 2001). Con la Primera Guerra Mundial, las
mujeres debían encargarse de mantener las economías nacionales, desapareciendo las barreras en el acceso al
trabajo. Todas tenían capacidad para los oficios, entre ellos los de la industria metalúrgica, sin embargo, les
volvieron a desplazar al hogar tras el conflicto bélico argumentando su peligrosidad.
Entre 1918 y 1945, en toda Europa, se experimenta una caída del servicio doméstico, aunque en
España continúa siendo la ocupación del sector terciario más importante, se redistribuyen las obreras en la
industria, aumentan los empleos en el sector terciario y las mujeres tienen más acceso a los estudios. A
principios del siglo XX, la economía española se basaba en el sector primario; en 1900, el 68% de la
población se dedicaba al campo, la industrialización del país, iniciada en el siglo XVIII, se desarrolla entre
los años 60 y los 70, disminuyendo la población activa agraria desde 1940 a 1970 a más de un 30 %; sin
embargo, el descenso desde 1940 del sector agrario no influyó demasiado en la mujer, ya que su
desplazamiento en la industria le dejaba en las tareas agrícolas como continuación de las tareas del hogar.
Hasta 1950 se consideraba como población activa femenina sólo el 15,85% de las mujeres en España,
dedicándose a la agricultura un 7,9 %, un 15,7% en la industria y el 30,15% en los servicios (Weiler 1977).
Aunque el ideal de la época de tener a la esposa en casa al cuidado del marido, los hijos y el hogar era lo que
estaba en mente de los españoles, la necesidad económica hizo que muchas mujeres de familias obreras
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debieran trabajar fuera de casa, y, aun queriendo “protegerla” del taller y la fábrica, los trabajos estaban mal
pagados y, en su mayoría, no controlados y “sumergidos”, de ahí que los censos de sus labores apenas
existían, aunque en el campo, en la industria y en el servicio doméstico destacaran por su presencia; de ahí la
importancia de las fuentes orales para su reconstrucción (Babiano 2007). El trabajo de las mujeres va a
depender de la economía y, en España, hemos pasado de un déficit importante tras la posguerra a un
paulatino proceso de crecimiento a partir de los años 50 y 60, favorecido, sobre todo, por la industria. Este
proceso se ha producido por tres elementos principales: influencia del crecimiento económico, adhesión a
fondos internacionales y el crecimiento de la industria y los servicios (Sarasúa & Molinero 2008).
En los años cuarenta, de cada cien mujeres en edad de trabajar sólo estaba registrado que lo hicieran
menos de diez (8,3 %). Es en los años 60 cuando se registra la tasa más alta de todo el período franquista con
un 15,1% (Sarasúa & Molinero 2008). Con el paso de los años, el crecimiento de la ocupación femenina
produjo cambios entre maternidad y trabajo. Estas variaciones se ven reflejadas a partir de los años sesenta
en las gráficas de población activa, donde encontramos diferencias de empleo por edad y sexo, con la
consiguiente desigualdad de participación en la producción. Sin embargo, como hemos podido comprobar,
esta ocupación no se hace visible hasta pasados unos años de los del estudio, ya que no se les reconoce como
trabajadoras a unas abaraneras que, además de esforzarse en casa, también lo hacían en las empresas de
frutas del pueblo.
Legislación y trabajo
Los obstáculos y limitaciones que la mujer ha encontrado derivan del Derecho Civil que ha repercutido
a su vez en el Derecho del Trabajo. Se establecieron derechos y deberes diferentes entre hombres y mujeres,
discriminándole en muchos campos, como, por ejemplo, educación, subordinación matrimonial (no pudiendo
abandonar el domicilio parental hasta los veinticinco años o a los veintiuno si era para casarse) y en el
trabajo, impidiendo su emancipación económica (Sarasúa & Molinero 2008; Ruiz 2007). Las reformas
acerca de la capacidad jurídica de las mujeres en el derecho privado y público aparecen en las leyes de 1958,
1961, 1966, 1970, 1972 y 1975. A partir de los años sesenta, el trabajo en defensa de las discriminaciones
femeninas de un grupo de juristas españolas se ve reflejado en el Código Civil de los años 1970, 1972 y en la
del año 1975, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer (Ruiz 2007). Como ya constataba Weiler, el
matrimonio ha sido una herramienta que ha limitado a la mujer, así, por ejemplo, podemos citar la
imposición de la edad de casamiento, la fidelidad que se exige a la mujer y no al marido, la elección del
domicilio por el esposo, la actividad laboral fuera de casa o el permiso para estudiar. Hasta 1975 la mujer no
recupera la capacidad de obrar sin autorización.
La primera ley sobre regulación en el trabajo de la mujer en España tuvo lugar entre 1883 y 1900. Sin
embargo, las peticiones obreras para mejorar las condiciones laborales quedaron cortas, ya que se pedía la
prohibición del trabajo en la industria que afectara al organismo femenino y la abolición del trabajo
nocturno; no se mencionan las condiciones laborales antes y después del parto, las peticiones de las jornadas
de trabajo eran comunes a ambos sexos, reduciéndolas a ocho horas diarias. La comisión de Reformas
Sociales, teniendo en cuenta las peticiones obreras, la legislación exterior y las conclusiones de la
Conferencia de Berlín en 1890 sobre el trabajo de la mujer, realiza un proyecto de ley publicado el 14 de
abril de 1891. En este plan se prohíbe el trabajo nocturno de la mujer menor de 18 años, el subterráneo y, en
definitiva, el que se refiera a ocupaciones que pongan en peligro su organismo; además, la jornada de trabajo
de las mujeres entre dieciséis y veintitrés años no podría ser mayor de diez horas; y cuando el empresario
debiera dar alojamiento a los obreros los separara por sexos si no pertenecían a la misma familia. En cuanto a
los cargos administrativos femeninos, el gobierno determinaría la manera de acceder, ascender y cesar. El 13
de marzo de 1900, la ley prohíbe el trabajo en las tres semanas después del alumbramiento, sin embargo, no
se contempla la remuneración salarial en este período; la reducción de la jornada laboral y la prohibición del
trabajo nocturno no se contemplaba en la mujer adulta, ni el empleo en industrias peligrosas; además, no se
reglaba el trabajo a domicilio (Núñez 1987). En 1897 se le prohíbe a la mujer trabajar en las minas, la Ley de
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Mujeres abaraneras, años 50.
Jovencitas abaraneras,
años 40.
Útiles del campo de esparto.
Jóvenes abaraneros, años 60.
Familia abaranera, años 50.
Abaraneros y el campo, años 40.
Útiles del campo para almacenaje.
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1908 se presenta en contra de los trabajos insalubres de las mujeres y los niños; además, encontramos que la
Ley de 27 de febrero de 1912 establece la puesta a disposición de una silla a las mujeres en establecimientos
no fabriles; la Ley de 11 de julio de 1912 prohíbe el trabajo nocturno de la mujer; el Real Decreto de 21 de
marzo de 1926 instituye medidas protectoras a la familia numerosa; el Real Decreto de 23 de marzo de 1929
crea el Seguro de Maternidad. Ya en 1919, la que sería diputada socialista en la República Margarita Nelken
denuncia los partos en las fábricas, las pésimas condiciones del trabajo a domicilio y la desobediencia de las
leyes establecidas (Bussy 1993). Entre tanto, la aparición de la Organización Internacional del Trabajo,
nacida en Versalles en 1919, quiere tratar de manera urgente la precariedad del trabajo de las mujeres y la
desigualdad en derechos respecto a los hombres; así, como primer objetivo, se plantea mejorar las
condiciones laborales de las mujeres y de los niños. Tres de los convenios de 1919 estaban relacionados con
estos problemas: el número 3 sobre la protección a la maternidad, el 4 frente al trabajo nocturno de las
mujeres y la Recomendación número cuatro para la protección de mujeres y niños contra el saturnismo
(prohibición del trabajo a mujeres en industrias que conlleven riesgo ante la maternidad, a la vez que se le
garantiza unas buenas condiciones de trabajo). Por el Decreto-Ley del 15 de agosto de 1927 se reglamenta el
trabajo nocturno de la mujer obrera, estableciendo el descanso mínimo de doce horas entre cada dos jornadas
laborales consecutivas para todas las mujeres trabajadoras, excepto las dedicadas al servicio domestico, el
trabajo a domicilio y en talleres familiares. La jornada de trabajo se fija en 44 horas semanales para todos los
trabajadores, no pudiéndose trabajar más de nueve horas diarias. Además, se determina que los trabajadores
descansarán un día y medio ininterrumpido a la semana, que, salvo excepciones, será el domingo y la tarde
del sábado. Por la Ley de 1 de julio de 1931 se reglamenta la jornada máxima de trabajo; el Fuero del
Trabajo de 9 de marzo de 1938, al mismo tiempo que dice que todos los españoles tienen derecho al trabajo,
“libera” a la mujer casada del taller y de la fábrica. El Decreto de 9 de enero de 1941 reglamenta el descanso
dominical; la Ley del 26 de enero de 1944 regula el contrato de trabajo de las mujeres y el trabajo a
domicilio; el Fuero de los Españoles de 17 de julio de 1945, en su artículo 3, ampara por igual a todos los
españoles y, en su artículo 24, defiende que todos tienen derecho a un trabajo. La Orden del 26 de noviembre
de 1946 extiende el servicio social a las obreras y personal femenino subalterno; el Decreto de 24 de julio de
1947 regula el descanso del personal femenino en trabajos en equipo. En el año 1957 se regula de nuevo los
trabajos prohibidos a las mujeres y menores, en el 58 se reforma el Código Civil y en el año 60 se prohíbe a
las menores de 14 años trabajar como domésticas y el trabajo nocturno a menores de 18 años. Todavía hoy
nos encontramos en una situación laboral en la que se deben seguir revisando las condiciones desde los
preceptos constitucionales referidos a la igualdad y la situación de la que se parte para evitar la
discriminación (Fabregat 2008), añadiendo a la política de intervención la conciliación laboral, familiar y
personal (Candela 2008).
Durante la II República se propuso la creación del Ministerio de Sanidad y del Seguro Médico
Obligatorio, impulsando la labor con Servicios de Higiene Infantil hasta las zonas rurales. Con la guerra esto
se retrasa, pero la ampliación del seguro médico a más población mejoró la situación. La Obra Maternal
Infantil del Instituto Nacional de Previsión (INP) surge en 1922, creándose el subsidio Maternal y de
Enfermedad. En 1931 se establece el Seguro Obligatorio de Maternidad para la mujer trabajadora y en 1942
las mujeres de los obreros también adquieren ese derecho; sin embargo, los seguros médicos no cubrían a los
trabajadores agrícolas. En la época franquista se intenta mantener a las mujeres en el hogar, estableciéndose
normas como la autorización del marido para la realización de un contrato de trabajo, se permitía que el
salario de la mujer se pagara al esposo, excedencias forzosas por matrimonio, etc. (Charro 1995). En 1938,
con el Fuero del Trabajo, en las Oficinas de Colocación se separarían las inscripciones de las mujeres de las
de los hombres en paro, y las solicitudes de empleo femeninas necesitarían los datos del marido (nombre,
trabajo, salario, hijos, edad y sexo), además, se prohibía el trabajo de las mujeres casadas a partir de un
determinado salario del esposo. La Ley de Reglamentaciones de 1942 implantó la obligatoriedad de
abandonar el puesto de trabajo en el momento del matrimonio, pensando que se compensaba en cierta
manera con la dote. La Ley de Contrato de Trabajo de 1944 fijaba que la mujer necesitaba la autorización del
marido (aspecto reflejado ya en el Código Civil de 1851) (Nielfa 2003), el cual podía quedarse con todo su
salario (más bajo que el del hombre para la misma categoría), por ser considerada dentro del mismo cajón
que el menor de edad o el “incapaz” (Sarasúa & Molinero 2008). La Ley de contrato de trabajo de 26 de
enero de 1944 señalaba, en el artículo 164, que no se permitiera trabajar a ninguna mujer no vacunada o con
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Etiqueta de fruta.
Etiqueta de conserva, años 50.
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enfermedad contagiosa en un trabajo industrial o mercantil. Si la empresa no cumplía con estas normas,
estaba expuesta a sanciones desde la Delegación de Trabajo. Los movimientos internacionales de mujeres
han dado como uno de los últimos frutos en España la Ley de Igualdad 3/2007, que deja al mismo nivel
analítico producción y reproducción, donde esta última actividad se ofrece a los padres varones, ya que las
tareas productoras, tanto dentro como fuera del hogar, aparecen accesibles para hombres y mujeres.
Seguro de Maternidad
La protección a la maternidad está reglamentada por el Convenio 3 (OIT) de 1919 y revisado en 1952
por el Convenio 103 y la Recomendación 95 principalmente. De esta manera se asegura la protección de la
mujer mediante tres aspectos: protección de la salud y la de su hijo, protección de su empleo y garantía de
sus ingresos. Se plantea Licencia por Maternidad de 12 semanas, de las cuales 6 deben tomarse antes del
parto, prolongándose si hubiera error en el cálculo de la fecha o el caso de enfermedad. Durante este tiempo
la mujer tendrá derecho a prestaciones médicas y retribución salarial, prohibiendo en estos descansos el
despido de la misma. En cuanto a la lactancia, se deja legislar según los países, estableciendo dos descansos
de media hora, siendo retribuidos. La Recomendación 95 propone ampliar la licencia a 14 semanas y
aumentar las prestaciones económicas y médicas, además establece una serie de comodidades en el trabajo
para la mujer que, lacta protegiendo de forma especial la salud de la embarazada (Hong-Trang PerretNguyen, jefe de servicio de la igualdad de derechos OIT, 1990).
Como hemos mencionado, la Ley de 13 de marzo de 1900 (la reforma de esta Ley, en 1907, amplía la
ausencia en el trabajo desde que lo solicite en el octavo mes con informe facultativo hasta cuatro semanas
posteriores al parto, ampliable a 5 o 6 con certificación facultativa) exime a la mujer del trabajo tres semanas
tras el parto y, aunque no contempla la remuneración en este período, reserva el puesto de trabajo. Cabe
destacar que el Seguro de Maternidad creado en 1929 también se resistió hasta la segunda mitad del siglo
XX por parte de las trabajadoras debido a tres motivos principales (Bussy 1993): el primero, por el sueldo
que se desviaba; por otro lado, a las solteras sin expectativas de tener hijos no les interesaba estar
manteniéndolo y, en tercer lugar, porque las condiciones de trabajo eventuales no compensaban el
sostenimiento de un seguro que quizás no se podría disfrutar llegado el momento. Hoy, aunque en otros
países europeos el permiso por maternidad disfruta de más ventajas, en España se está reflejando un cambio
en los últimos años (L. O. 3/2007). El permiso tras el parto es de una semana más de lo que permitía la Ley
del año 1900, debiendo conservar la remuneración y el puesto de trabajo durante el período; además, se
amplía a las necesidades de los exámenes prenatales y técnicas de preparación al parto, el permiso por
maternidad desde diez semanas antes del mismo (desde el año 1907 es a partir del octavo mes si lo solicita
con informe médico), y se contempla el riesgo de embarazo según prescripción si no existe la posibilidad de
reubicación. Todo ello con la reserva del puesto de trabajo, retribución y vacaciones. Estas mejoras (aunque
mejorables) se amplían en determinadas situaciones, como, por ejemplo, el permiso de paternidad, el
nacimiento de hijos prematuros, el permiso de lactancia, excedencia voluntaria o reducción de jornada por
cuidado de hijos.
La mayoría de la población activa de esta década se dedica al sector primario, las mujeres registradas
trabajan en mayor proporción que los hombres al sector servicios, siendo este grupo el menos ocupado por
los españoles, invirtiéndose la proporción conforme llegamos a la década de los sesenta y en ascenso hasta
los noventa. Podemos comprobar también que, en el caso de las mujeres abaraneras, trabajaban en su
mayoría en las fábricas de conserva y fruta; no se consideraban trabajadoras activas, quizás por la
eventualidad de su actividad, aspecto que se debía a la estacionalidad de las cosechas o de la atención a la
familia.
Trabajo abaranero
Los trabajos a los que más se dedican los abaraneros son la conserva y la recogida de fruta, sobre todo
en verano. Para explicar la situación en el período en que nos encontramos, utilizaremos los testimonios de
las mujeres, así como las entrevistas realizadas a dos empresarios abaraneros, uno de ellos propietario de la
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Fábrica de conservas de Bienvenido Carrasco.
Etiqueta de conserva, años 40.
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fábrica de conservas y fruta Bienvenido, y José Vargas de una empresa de esparto. En ambas empresas se
repartía el trabajo por género. En la fábrica de esparto, las mujeres picaban con unas máquinas, con el riesgo
de picarse también algún dedo; de esta manera, se formaba un esparto más manejable para crear cordel,
también los separan por tamaños. Los hombres los rastrillan, “lo pasan por unas púas para que quede como
peinado y fino”; una vez hecho tiras, se lo ponen alrededor del pecho y un niño le va recogiendo el esparto.
La época de recogida del esparto era sobre todo en verano, como la fruta.
El tiempo trabajado a lo largo del día era el que necesitaba la producción y, como se pagaba según este
tiempo, se afanaban lo máximo posible con el fin de ahorrar para cuando bajara el nivel de ocupación; en las
empresas de fruta, los turnos eran incluso nocturnos: “Se trabajaba según las necesidades y no se pagan
horas extraordinarias”. “Abarán ha sentido la fruta, si se te iba a caer, todo el mundo te ayudaba para que
no se perdiera” (Bienvenido Carrasco).
En la empresa de esparto solían trabajar unas 5-10 mujeres, en las más grandes hasta 20, José nos
explica que los salarios eran bajos y que, además, esta labor se repartía a las familias fuera de la empresa, es
decir, en los domicilios, donde se daba esparto picado para hacer lía. Esta labor la destaca como función
“socializadora”, ya que los miembros de las familias se reunían charlando para hacer estas lías; las vecinas se
congregaban mientras cuidaban a sus hijos jugando en las calle y, al mismo tiempo, sacar un “dinerillo”. A
principios de siglo, el lugar donde se vieron las primeras proyecciones cinematográficas fue en la Plaza del
Ayuntamiento, más adelante, en el primer teatro del pueblo llamado Tío Pepe Juan, después Teatro Moderno
(más tarde llamado Teatro Guerrero). Se hacían lías en el cine para pagarse la entrada. El encargado de
proyectar las primeras películas (1905) en Abarán fue Perseverando Tornero, eran películas mudas y, por el
analfabetismo existente, este personaje iba leyendo los textos (Saorín 1998).
Este tipo de lías es para ensillar y atar árboles. La edad media de los trabajadores es de 18 a 30 años,
pero las mujeres de estas empresas no estaban bien consideradas al mezclarse con hombres en el mismo
espacio; murmuraban que surgían “noviazgos y cosas raras”, aunque José afirma que esa “mala fama” no
era cierta. Las mujeres que trabajaban en casa no cotizaban, en la fábrica sólo algunas; aún así, como se
cotizaba por días, cuando no iban a la faena no se cotizaba. No hay registros de todas las trabajadoras, tan
sólo de las dadas de alta. José cuenta que, en su empresa, las mujeres podían llevarse a los hijos al trabajo
cuando no tenían dónde dejarlos, pero tan sólo a los escolares. Cobraban el día que trabajaban y, si acababan
de parir, se incorporaban cuando podían.
Las empresas de conserva aparecen a raíz de los “Champanes”. El desarrollo de las comunicaciones y
de la producción hizo de Abarán uno de los núcleos más importantes de exportación frutícola desde
principios de siglo XX. En 1900 se inaugura en el pueblo la segunda conservera murciana con capital
francés. Más tarde esta empresa levanta una sucursal en Alcantarilla en 1922, pasando a ser años después de
la firma Hero-Alcantarilla con capital suizo. Champagne Frères, “los Champanes”, fueron escuela de
exportadores y conserveros abaraneros. Este negocio hizo famoso el dicho: Abarán-París-Londres (Maquilón
1998). El primer encargado de su fábrica Frères fue Nicolás Gómez Tornero, según Bienvenido, el hombre
más rico de España sin título nobiliario, con el tiempo, hizo una gran fortuna por su visión en los negocios.
En la fábrica de conserva y fruta las condiciones eran similares en muchos aspectos, parte del trabajo
se realizaba en la calle, la fábrica no tenía suficiente espacio y la vía no era transitable. Normalmente, los
hombres realizaban sus labores en el campo y unos pocos en la fábrica; las mujeres que iban al campo solían
ser “mozas de servicio” que trabajaban por las tardes en plena faena de verano. Dentro de la fábrica
ayudaban unos 6-8 hombres, los cuales se encargaban de lo más pesado y soldaban a mano la tapa de la
conserva “como un sombrero” con cobre y estaño.
Sobre las mujeres habla de centenares, alrededor de 300-350. Fuera de la fábrica, en el campo, y con
los camiones son en mayor número los hombres, aunque también trabajaban mujeres que macheaban la fruta
y, curiosamente, vivían en un barrio más alejado del casco urbano, son las de “Aguayá” o las del Agua Allá,
es decir, las que viven al otro lado del río. En cuanto a los salarios y contratos, Bienvenido tenía un libro de
matrículas donde se registraban las personas dadas de alta, de todas sabían firmar (unas 60), aunque no
significaba que supieran escribir.
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Membrete de sobre: remitente Champagne Freres.
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Conclusiones
Podemos afirmar que las abaraneras trabajaban tanto dentro como fuera de casa, su labor era dura ya
que se ocupaban de tareas asignadas tanto a mujeres como a hombres. Su actividad fuera del hogar se
caracterizaba por la eventualidad y discontinuidad, por ello, unas veces cotizaban y otras no. En ocasiones
cotizaban y cobraban según las horas trabajadas, es el caso de la maternidad o el posparto, no teniendo
acceso al Seguro por Maternidad, aunque algunas se beneficiaron del Seguro por Enfermedad a través del
trabajo de sus maridos.
Su actividad, al considerarse una ayuda al salario del marido, no se valoraba de igual forma, ya que su
principal función asignada en la familia era dedicarse a la casa, hijos y marido. Han sido mujeres
trabajadoras que, además de las tareas domésticas, la mayoría se han dedicado a trabajos agrícolas y no
dudan en incorporarse al ámbito laboral tras el parto en cuanto se han recuperado apenas unos días.
En las entrevistas realizadas hemos descubierto que la mayoría de mujeres aceptaban e incluso
aspiraban al rol social asignado, aunque hubieran querido mejoras, como, por ejemplo, poder estudiar y
haber vivido con menos penurias y una vida menos dura.
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