etologia del toro br..

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etologia del toro br..
“ETOLOGÍA DEL TORO BRAVO: ENTRE EL CAMPO Y EL RUEDO”
MARTA ELENA ALONSO
Producción Animal. Universidad de León.
1- INTRODUCCIÓN.
Podemos definir el comportamiento de los animales como el funcionamiento global y
apreciable a simple vista de éstos, considerados tanto individual como colectivamente (Fraser, 1974).
Se trata, junto con la respuesta fisiológica, del principal instrumento mediante el cual el animal
interacciona dinámicamente con el medio en su intento de adaptarse a los cambios ambientales y
mantener la homeostasis (Fraser, 1980). Si con ello no consigue controlar la causa agresora se suscita
la reacción de estrés o síndrome general de adaptación.
A modo de introducción histórica, hemos de decir que la Etología, como ciencia que estudia el
comportamiento, aunque tiene sus orígenes hace milenios, es con la concesión del premio Nobel a
Konrad Lorenz, Timbergen y Von Frich cuando cobra la dimensión actual.
La Etología se ocupa del estudio de la conducta animal y de sus causas internas (fisiológicas) y
externas (ambientales), tanto por medio de la observación (en el medio natural) como
experimentalmente (en el laboratorio), tomando en consideración los aspectos hereditarios y evolutivos
y su eventual aplicación.
La Etología aplicada es una ciencia más reciente y trata de estudiar el comportamiento de los
animales domésticos, en unos casos, o animales útiles al hombre, en otros, para racionalizar al máximo
su explotación y manejo.
Si el estudio del comportamiento es importante en todos los animales que rinden un beneficio o
producción al hombre, en cualquier clase de producción animal, lo es mucho más en la producción de
toro de lidia habida cuenta de que, ciertamente, se trata de una producción de comportamiento. Así
como una vaca Frisona se explota para producir cuantos mas litros de leche al día mejor durante los
meses que dura una lactación y a lo largo de sucesivas lactaciones, o un ternero Morucho se explota
para que crezcan sus músculos durante poco más de un año, el toro de lidia se cría durante cuatro
años para que rinda una producción de 20 minutos en forma de comportamiento en el ruedo.
Se trata además de una raza con una etología muy particular. En la mayor parte de los casos no
coincide con el que desarrollan otras razas vacunas más conocidas, no pudiéndose extrapolar los
resultados de la mayoría de los estudios de comportamiento efectuados en vacas Frisonas o Pardo
alpinas. Así, mientras en el resto de razas se buscan los ejemplares mas dóciles y mansos en el caso
del ganado de lidia se busca lo contrario.
Los patrones de comportamiento fueron definidos por Scott como "la parte organizada del
comportamiento que responde a una función específica".
Se caracterizan por ser estables e iguales en todos los animales de una especie, sin embargo, se
pueden modificar con el aprendizaje y a través de la experiencia y el entrenamiento. El conjunto de
todos los patrones de comportamiento realizados se denomina Etograma de la especie, raza o
individuo.
El comportamiento, que siempre tiene una base genética, puede desarrollarse o no (ontogénesis)
bajo determinadas condiciones, es sensible al efecto de ciertas experiencias (aprendizaje), modulado
por la neurofisiología de cada individuo y, en cualquier caso, muy lábil.
2- ENTRE EL CAMPO Y EL RUEDO
Si en cualquier especie y raza el comportamiento es como hemos visto fruto de la interacción de
varios factores: neurofisiología, ambiente, experiencias previas, aprendizaje... con lo cual se puede ver
muy modificado, en el caso del ganado de lidia que pasa por diferentes situaciones y ambientes este
puede ser aun mas variable, siendo especialmente destacable el efecto que sobre el mismo pueden
ejercer las diferentes prácticas de manejo. Por otro lado, debemos considerar que no es igual las
condiciones ambientales en las que se cría y desarrolla (CAMPO) que en las que tiene que rendir su
productividad (RUEDO).
Es, por otra parte, una raza muy poco estudiada desde el punto de vista etológico. Un mejor
conocimiento de su comportamiento nos proporcionaría respuestas adecuadas sobre aspectos como:
- El manejo más eficaz y racional de los animales en la dehesa.
- La estimación de las necesidades de los animales en el campo, en el transporte y en los
corrales de la plaza. Hoy en día existen numerosos test para hacer preguntas a los animales
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sobre si prefieren esto o aquello, para responder a viejas preguntas como la de si ven en blanco y
negro o en color y, si lo es en color, qué colores discriminan.
- Podría hacerse una valoración más objetiva de los animales para su selección como futuros
reproductores, en plazas de tienta, o valoración en la lidia para la concesión de la vuelta al ruedo
o incluso decidir su indulto.
Por ello vamos a desglosar algunos estudios realizados en nuestro grupo de investigación sobre
el comportamiento del toro bravo desde tres perspectivas:
En el campo, en situaciones experimentales controladas y en el ruedo.
A) Comportamiento en el campo
Comenzaremos recalcando que existen pocos trabajos científicos que puedan avalar la bondad o
no de algunas prácticas de manejo que se realizan en bravo, y entre los pocos existentes
comentaremos ahora un trabajo realizado por el equipo de investigación dirigido por el Dr. Gaudioso en
el Dpto. de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de León y publicado en la revista Biology of
Behaviour (Gaudioso y Sánchez, 1987). Los trabajos más recientes desarrollados conjuntamente por el
equipo del Departamento de Producción Animal de la Universidad de León y el Centro del Toro de Lidia
del Instituto Tecnológico y Agrario de Castilla y León, empleando tecnología GPS y GPRS no serán
tratados en esta intervención pues serán presentados por el Licenciado Juan José García García.
El estudio que nos ocupa consiste en comprobar el efecto que tiene sobre el comportamiento, en
este caso agonístico, la superficie disponible por animal. Partiendo de una situación inicial en la que 59
cuatreños se encontraban en una superficie de aproximadamente media hectárea por animal se
procedió en el mes de Mayo, entre las 11 y la 1 y entre las 3 y las 5 de tres días consecutivos, a evaluar
su comportamiento agonístico mediante la observación de los patrones habituales: amenazas con y sin
efecto, evitamientos, posturas de sumisión, golpes con y sin efecto, luchas, y juego de cabeza, usando
prismáticos y grabadora de voz. Con posterioridad, durante el mes de Junio, se introdujeron los
animales en un cercado de menores dimensiones, denominado comúnmente “cortina”, en el que
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disponían de aproximadamente 170 m por animal. Se introducían de 10 de la mañana a 5 de la tarde,
diariamente, de lunes a viernes. Se registró el comportamiento agonístico en la “cortina” una semana
después siguiendo la misma metodología descrita anteriormente.
40 días después, a finales de Julio se repitió el protocolo de paso por la “cortina” y se registró el
comportamiento en ella y, posteriormente, se evaluó el comportamiento en situación de normalidad en
la dehesa. Se observó una elevación del 300% de las interacciones agonísticas, comparando los
resultados obtenidos en la primera y las siguientes tomas de datos. Si se matizan los resultados se
comprueba que, en el primer paso por la cortina, son interacciones agonísticas con contacto pues hay
un mayor porcentaje de golpes, luchas y enfrentamientos directos. Posteriormente, se observa un
incremento de los patrones agonísticos ritualizados, es decir, que no implican lucha con contacto físico:
amenazas y evitamientos a distancia.
Esta práctica de manejo demuestra su utilidad en aquellas fincas de grandes dimensiones en las
cuales los animales están tan dispersos que no se conocen y de ese modo cuando se realiza la
selección de animales para componer un lote para una plaza pueden llegar a los corrales y pelearse
hasta matar a algún ejemplar o dañarlo seriamente. Este manejo forzaría a los animales para que se
conozcan y como ya a se han peleado anteriormente, cuanto tienen mayores posibilidades de huida y
las repercusiones pueden ser menores, llegan a los corrales con la escala jerárquica bien definida y se
mantiene esta mediante comportamiento ritualizado y no mediante luchas, no dañándose los animales.
B) Comportamiento en situaciones experimentales controladas
Uno de los aspectos que siempre han llamado la atención del desarrollo de la lidia es el uso de
elementos de vivo colorido, existiendo una cierta polémica sobre la utilidad y conveniencia o no de usar
el color rojo o rosa fuerte, dudándose de la capacidad de los animales en general y de los toros en
particular para ver en color.
Para estudiar la capacidad del ganado bravo de distinguir entre diferentes tonos cromáticos e,
indirectamente, su influencia sobre el manejo de los colores, se planteó la realización de el siguiente
protocolo experimental (Riol y col, 1989).
Se emplearon 8 hembras de mas de un año de edad mantenidas desde que tenían entre 1 y 4
meses separadas del resto del rebaño para que se acostumbraran a las dependencias de estabulación
libre en que se encontraban y a la presencia humana con el fin de poder desarrollar los protocolos sin la
interferencia del estrés motivado por estos dos factores. Se empleó un área de pruebas con un espacio
para mantener a los animales juntos, posteriormente eran separados y luego pasaban al área de
decisión donde se situaron dos comederos, uno en cada lado con un cuadrado de color o gris encima
del comedero. Ambos comederos se impregnaba de olor a comida para que el olfato no los orientara y
se estudiaron los 7 colores siguientes: violeta, azul, verde, verde-amarillento, amarillo, naranja y rojo
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con longitudes de onda y valores de brillo que se pueden ver en la tabla siguiente. Se disponía de un
tono de gris de brillo y luminosidad similar al de los colores para llevar a cabo el contraste.
Cada animal se sometió a 80 pruebas de discriminación visual y en cada una se le hacia pasar
por el área de prueba ofreciéndole la posibilidad de elegir entre un comedero con un cuadrado de color
encima y comida y un comedero con cuadrado gris encima y sin comida. Se entendía que el test era
positivo o acertaba cuando se dirigía al comedero con comida.
Los resultados fueron los siguientes: se observa como en el primer lote de pruebas, hasta 20, los
colores con longitud de onda mas larga roja, naranja y amarillo son con los que mayor número de
aciertos tienen, es decir van al comedero que tiene color y comida en mas ocasiones que al que tiene
gris y no comida. (es decir son capaces de asociar el color con la comida y ver el color). Sin embargo
en los de longitud de honda corta violeta, verde y azul, no pasan del 55 % de aciertos, es decir no son
capaces de diferenciar entre el color y el gris y van a uno u otro comedero sin tener una pista adicional
proporcionada por el color. En las siguientes pruebas se va aumentando mucho el porcentaje de
aciertos en los colores calientes, mientras en los fríos el aumento de los aciertos es discreto y no
supera nunca el 65%.
Así pues parece que el emplear engaños de colores de longitud de onda larga como el rojo,
amarillo o rosa supone un beneficio a la hora de llamar la atención y provocar el ataque o carga de los
toros durante la lidia.
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C) Comportamiento en el ruedo
Hay que partir de la premisa general de que el toro de lidia es un animal criado durante años, 3 o
4, para que rinda una producción de 20 minutos en forma de comportamiento en el ruedo, como ya
hemos comentado anteriormente. Así, su comportamiento de acometividad posibilita su uso en diversos
tipos de espectáculos taurinos. Es pues la única raza de ganado vacuno explotada por el rendimiento
etológico que produce. Ello plantea serias dificultades a la hora de planificar y desarrollar la selección de
los animales que van a ser empleados como reproductores, como bien saben los ganaderos de bravo.
Pues si en otras razas productoras de leche o de carne, los programas de selección y mejora aplicados
desde hace décadas, basados sistemáticamente en el control y la determinación de valores objetivos de
la producción de que se trate, los cuales son mas o menos fáciles de cuantificar, como son los
kilogramos finales de leche producida, el porcentaje de proteína, grasa o extracto seco, o los
kilogramos de carne, conformación de la canal, porcentaje de hueso/carne, etc., para el caso de la
producción de carne, además de aspectos como facilidad de parto, morfología, etc, ha permitido un
rápido y en ocasiones espectacular progreso genético manifestado en los rendimientos (baste constatar
que en la raza Frisona se ha pasado de producciones en torno a los 2000 kgs de leche a superar los
10.000).
En el caso de la raza de Lidia, el progreso genético parece no haberse producido de modo tan
espectacular, y según algunos autores, puede haberse producido incluso un retroceso en el mismo
(menor bravura, aparición del síndrome de caída).
Estamos de acuerdo en que uno de los mayores escollos con los que tropieza la selección de la
raza de Lidia es la dificultad para cuantificar el comportamiento, al no disponer de métodos objetivos de
clasificación de los animales en función de su aptitud para la lidia. El método más tradicional de
calificación del rendimiento etológico del toro durante la lidia es el utilizado por los críticos taurinos. Este
procedimiento se basa en el empleo de calificativos tales como reservón, encastado, noble, etc., que no
aportan sino una idea aproximada del papel productivo del animal, es decir, de su aptitud para la lidia,
resultando ineficaz a la hora de comparar ejemplares lidiados en plazas distintas y/o fechas diferentes.
Más acertados son los métodos de valoración basados en la apreciación de un número más o
menos elevado de características de comportamiento y, a veces, también morfológicas. Tal es el caso
de la tabla de calificación del toro bravo propuesta por Fernández en el 59 y del test de aptitud ideado
por Montero en el 74. Sin embargo, ambos procedimientos utilizan patrones ambiguos y de difícil
definición (viveza, poder, entero, etc.) o bien se apoyan en caracteres complejos integrados por
diversos actos y posturas, tales como suavidad o nobleza. En la actualidad la Unión emplea un sistema
de calificación similar a los anteriores en cuanto a que engloba diferentes patrones de comportamiento
y recientemente se ha publicado un trabajo que siguió una metodología similar a la empleada por
nosotros (Almenara y García (2011)).
Por otro lado, la concepción de la lidia ha cambiado notablemente a lo largo del último siglo. Así,
la preponderancia que el primer tercio tenía al comienzo de la centuria, cuando la lidia consistía
fundamentalmente en la lucha del toro y el picador, ha dado paso a la situación actual, en la que la
faena de muleta es el centro del espectáculo, mientras la suerte de varas no representa más que una
fase preparatoria. En atención a ello, debería ser el comportamiento en el tercio de muleta el que más
contribuyera a la valoración final del toro.
Además, ninguno de los métodos referidos, salvo el publicado por Almenara y García (2011), se
basa en el estudio científico preliminar de los patrones etológicos manifestados por el toro durante la
lidia, por lo que incluyen o consideran parámetros poco informativos o redundantes, al tiempo que
ignoran otros ciertamente relevantes. Es evidente que determinados patrones constituyen instrumentos
más significativos que otros en la calificación de los toros lidiados, pero la elección de los parámetros a
valorar no debe realizarse de forma arbitraria y subjetiva, sino a partir del oportuno análisis científico del
comportamiento de los animales.
La cría del ganado bravo pretende, en todo caso, producir un número máximo de individuos aptos
para la lidia en los diferentes tipos y categorías de las plazas así como para cada una de las edades
requeridas por el mercado: dos, tres y cuatro a seis años.
El valor de dicho producto va a estar muy condicionado por el sexo (en novilladas y corridas de
toros sólo se admiten machos), la edad y, de forma muy especial, la potencialidad de respuesta de
comportamiento en la plaza que la ganadería o línea de que se trate haya ofrecido en las últimas
temporadas.
No cabe duda de que la aptitud de la raza es la producción de comportamiento bajo unas
condiciones determinadas y ello condicionará el valor de un individuo, sus parientes y de forma singular
la elección de los posibles reproductores, tanto machos como hembras. En efecto, salvo excepciones
de indulto, todos los animales que participan en un espectáculo taurino, tras rendir una producción de
veinte minutos de comportamiento en la plaza, deberán ser sacrificados.
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Es pues de vital importancia conocer qué ejemplares tienen un mejor rendimiento productivo en
el ruedo e incluso qué individuos deben ser retirados del mercado y elegidos o seleccionados para
integrar, de forma permanente, el centro o futuro de la ganadería y cómo obtener el máximo
rendimiento en el proceso de reproducción.
La definición de los objetivos, o prototipo de comportamiento ideal de un toro, presenta serias
dificultades y una gran variabilidad de respuesta entre los ganaderos. Es más, la evolución de los
gustos de los aficionados (consumidores del producto) o el peso específico de cada uno de los tercios
de la lidia hacen variar, inevitablemente, la presión del ganadero frente a determinada condición del
animal o frente a la manifestación o ausencia de ciertos patrones de comportamiento.
En todo caso, el marco de referencia que define los objetivos de la elección y valoración de un
animal está conformado por la estampa (trapío) y el comportamiento ideales del macho de cuatro a
seis años en una plaza de toros. Todo ganadero pretende elegir los reproductores, machos y hembras,
que más se aproximen a dicho modelo.
Una de las dificultades adicionales con la que se enfrenta el progreso genético de la raza de lidia
es que, hasta fechas muy recientes, no se establecía un plan generalizado para toda la raza o grupo de
ganaderías integradas en una Asociación, sino que, bien al contrario, cada ganadero desarrollaba su
propio plan intentando plasmar el "toro ideal" que tiene en su mente, propiciando incluso las diferencias
(marcas de fábrica) con otras ganaderías.
Llegados a este punto, y para lograr el objetivo de “obtener una metodología que permita el
estudio y valoración objetiva del comportamiento manifestado por los toros durante la lidia y las vacas
en la tienta”, cabe preguntarse ¿qué patrones de comportamiento son los que realmente definen la
actuación del toro durante la lidia? Y, por consiguiente, ¿qué variables se han de ponderar para
conseguir una calificación y clasificación objetivas de los ejemplares? En definitiva, ¿qué actos y
posturas realizados por el toro durante la lidia son indicativos de bravura y cuáles de mansedumbre?.
Para dar respuesta a estos interrogantes en el proceso de desarrollar una nueva metodología
que permita la valoración del comportamiento de los animales se tuvieron presentes las siguientes
premisas:
1Estudiar un amplio número de patrones etológicos manifestados por los animales
durante la lidia o la tienta, para determinar qué parámetros recogen información
relativa a la idoneidad de los individuos para tal aptitud.
2Poner a punto una metodología que permita clasificar, instantáneamente, en una
escala de uno a diez, cualquier animal que se lidie, basada en la ponderación, durante
el festejo, de los patrones de comportamiento que realmente diferencian la conducta
de los individuos de cada categoría.
3Considerar la incidencia del síndrome de caída en el animal. Pues la aparición de este
Síndrome deprecia el trapío del animal dando la impresión de ser un bello estuche sin
ningún contenido. De igual modo, desluce la actuación del torero, mermando la
sensación de autenticidad y de riesgo que comporta la fiesta, pues da la impresión de
que el torero se está enfrentando a un animal “inválido” e impropio para tal fin, además
los valores estéticos y la plasticidad de la faena se ven seriamente dañados. A ello
contribuye la interacción de la caída con el comportamiento, impidiendo la
manifestación del potencial etológico del animal. Todo ello contribuye a impedir la
satisfacción del aficionado que acude a las plazas de toros, lo que supone un peligro
para el mantenimiento de la fiesta.
Ante la ausencia de información objetiva a este respecto y a la vista de las opiniones
contradictorias manifestadas por los distintos autores, resultaba imprescindible comenzar el estudio
considerando una amplia variedad de patrones etológicos del toro.
En primer lugar se procedió a enviar una encuesta a los propietarios de ganaderías inscritas en la
Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), solicitando que indicasen el significado (bravura, nobleza
o mansedumbre) que, a su juicio, poseían los distintos patrones de comportamiento incluidos en la lista
exhaustiva que se les facilitaba al efecto, rogándoles que añadiesen cualquier otro de interés que no
figurase en la misma.
A la vista de los resultados de dicha encuesta, la bravura sería el ataque decidido (no dubitativo),
inmediato y continuo, con independencia de la distancia a que se halle el estímulo agresor y/o del nivel
de injuria sufrido por el animal. Los patrones que, a juicio de los ganaderos, mejor reflejan esta
condición son: "acude de largo al caballo", "se crece al dolor", "repite de largo ante el caballo", "acude al
cite en banderillas", "embiste en todos los terrenos ante capote y muleta" y, en menor medida, un largo
etc.
Por el contrario, la huida o evitamiento del agente agresor implican miedo o sumisión y, por ello,
mansedumbre, Cuanto más intenso sea el estímulo ofensivo o más próxima la injuria, mayor grado de
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mansedumbre comporta el evitar el ataque o, lo que es lo mismo, más evidente es la sumisión del
animal: "querencia" (evita todo tipo de estímulo), "rehúsa" (evita al caballo o al banderillero), "huye del
capote o muleta", "se duele en banderillas", "salta la barrera", "recula", etc. En resumen, para los
criadores de toros de lidia, la bravura no es fruto de las intenciones de huida de los animales como
postulaba Sanz Egaña, sino más bien de su valentía o propósitos de ataque.
A partir de los resultados obtenidos en la encuesta, se elaboró una ficha de valoración con 47
variables, que se utilizó posteriormente para calificar el comportamiento ofrecido a lo largo de la lidia por
409 toros de cuatro o más años de edad, pertenecientes a distintas ganaderías de la UCTL, durante
seis temporadas taurinas de finales de los ochenta. Cada patrón de comportamiento se puntuó de 0 a 5,
concediendo el valor 5 a la máxima expresión de cada uno de ellos.
Tomando como base las calificaciones otorgadas a los animales en cada uno de los 47 patrones
etológicos incluidos en la ficha de valoración, se desarrolló una sucesión de análisis de componentes
principales con el fin de reducir progresivamente el número de variables, de tal forma que el proceso de
valoración se simplificase, al tiempo que la pérdida de información referente a la idoneidad de los
individuos para la lidia fuera mínima. Con estas premisas, fueron sucesivamente eliminados los
patrones de difícil observación, los portadores de información redundante o poco relevante y aquellos
más influidos por la conducta del lidiador que por la del propio animal. Como resultado final se obtuvo
un conjunto de 27 variables que, por sí solas, resultaban suficientes para definir el comportamiento de
los animales durante la lidia.
Por otro lado, se apreció que la correlación entre las puntuaciones obtenidas por cada animal
para los actos y posturas pertenecientes a un mismo tercio era estadísticamente muy significativa,
circunstancia que no se producía entre variables correspondientes a tercios distintos de la lidia. Aunque
es la primera vez que esta tesis tiene un sustento estadístico, la idea no es nueva, ya que numerosos
ganaderos y críticos taurinos han afirmado que el comportamiento del astado frente al caballo
difícilmente predice su posterior actuación en muleta.
Volviendo al tema que nos ocupa, los valores obtenidos por los 409 toros estudiados en las 47
variables estudiadas fueron sometidos a siete análisis discriminantes paso a paso con el objetivo de
encuadrar a los animales en grupos sucesivos del uno al diez, en función de su menor o mayor aptitud
para la lidia.
Así, se comprobó que el comportamiento global de los animales en la lidia se muestra como una
variable continua de distribución prácticamente normal. Por un lado, no existen dos ejemplares con
conductas idénticas y, por otro, las valoraciones extremas son menos frecuentes que los
"comportamientos intermedios". El método de clasificación propuesto permite encuadrar a los animales
en grupos altamente homogéneos, aunque resulta inevitable la existencia de individuos "frontera" con
similares probabilidades de pertenecer a dos categorías contiguas.
La valoración de los individuos lidiados ha venido apoyándose tradicionalmente en una pléyade
de términos, actos y posturas de los animales. Sin embargo, según se desprende de estos resultados,
es posible clasificar el comportamiento de cualquier toro lidiado a partir de la valoración de tan sólo 24
parámetros que realmente diferencian el comportamiento de los animales de cada categoría.
Utilizando tales patrones etológicos y las ecuaciones o funciones de clasificación obtenidas, se
elaboró un programa informático mediante el cual, con la ayuda de un simple ordenador personal,
puede conocerse automáticamente la calificación, de uno a diez, de cualquier individuo lidiado.
Inicialmente, el programa demanda del valorador a lo largo de las diferentes partes de la lidia la
calificación de cero a cinco puntos otorgada al animal en cada uno de los 24 patrones con poder
discriminante. A continuación, el programa utiliza las ecuaciones de clasificación pertinentes en las que
aplica las puntuaciones concedidas y, finalmente, muestra en pantalla el grupo o categoría, de "uno" a
"diez", a la que pertenece el ejemplar que está siendo lidiado, permitiendo reconocer antes de la suerte
suprema a aquellos toros que, por su excepcional comportamiento, podrían merecer el indulto.
En el programa se incluyo además de los patrones etológicos la manifestación del síndrome de
caída, utilizando como metodología de valoración de la misma la siguiente clasificación puesta a punto
por nuestro equipo de investigación (Alonso y col. 1995), en función de la sintomatología evidenciada
por el animal y que va desde el animal con locomoción perfecta al grado máximo o tipo 6 cuando
permanece en contacto con el suelo durante mas de 2 minutos, pasando por los tipos intermedios el
Tipo 1 cuando el animal manifiesta una locomoción irregular o un contacto breve de la cara dorsal de la
pezuña o zona articular interfalángea con el suelo, que se suele corresponder con lo que comúnmente
se denomina “blandear”. El Tipo 2 o flexión momentánea durante el apoyo bien de la zona articular
carpo-metacarpiana o tarso-metatarsiana existiendo o no contacto con el suelo, “perder las manos”. En
el Tipo 3 existe contacto con la arena durante menos de 10 segundos bien del corvejón, flanco y/o nalga
bien del esternón, papada y/o cabeza. Al Tipo 4 se llega cuando el contacto que produce el Tipo 3 tiene
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una duración entre 10 y 20 seg. o cuando existe un decúbito esternal o lateral total durante menos de
20 seg. Si las situaciones anteriores se prolongan entre 20 y 120 seg. se considera caída de Tipo 5.
Gracias a esta metodología de valoración del comportamiento de los astados durante la lidia y a
su aplicación en la prueba funcional de la tienta se han realizado diferentes trabajos encaminados a
conocer la relación existente entre el comportamiento, la manifestación del síndrome de caída y el
metabolismo durante la realización de ejercicios intensos y desacostumbrados como los que supone la
lidia, cuyos resultados han sido publicados en revistas científicas tanto de ámbito nacional como
internacional que aparecen reflejadas en la bibliografía anexa y no comentaremos en la presente
intervención por no resultar excesivamente prolijos.
Si comentaremos algunos de los resultados obtenidos en los estudios realizados durante la
prueba funcional de la tienta, puesto que la selección de reproductores de lidia se apoya en la respuesta
etológica que los animales manifiestan durante su desarrollo. En el caso de las hembras, la valoración
del comportamiento frente al caballo tiene tanta importancia como su actuación frente a la muleta, ya
que la tienta de hembras suele desarrollarse en plaza, simulando la lidia, y valorando ambas partes por
igual (Vicente, 2002). Sin embargo, la selección de sementales se fundamenta esencialmente en la
actuación del eral o novillo frente al caballo y sólo en casos contados se procede a la tienta con la
muleta. Teniendo en cuenta la escasa correlación existente entre el comportamiento mostrado por los
toros en el tercio de varas y en el de la muleta, las hembras estarían siendo seleccionadas de forma
adecuada, pero la elección de sementales no se estaría realizando en consonancia con la producción
que se va a exigir a su descendencia.
Si la tienta de machos utilizando la muleta es actualmente poco viable dada la capacidad del
aprendizaje del engaño por parte de los animales, deben investigarse soluciones como la posible
administración de fármacos inhibidores de memoria o la utilización de métodos etológicos indirectos
como el test de open-field, los cuales se muestran muy útiles en la selección de otras producciones
animales y que podrían complementar los resultados de la tienta frente al caballo.
Finalmente queremos dejar constancia que esta herramienta de trabajo, indispensable si
queremos realizar una valoración científica del comportamiento del ganado bravo, nos permitirá, en un
futuro muy próximo, conocer aspectos de gran interés como son la influencia que el manejo de la
alimentación y la preparación de los animales para las exigencias de la lidia, es decir el entrenamiento
de los toros, tienen sobre su rendimiento productivo. También permitirá conocer en profundidad la
relación entre los diferentes tipos de fibras musculares y el comportamiento en la plaza, valorando en
que medida afectan las mencionadas prácticas de manejo.
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