Parte 5: Perdiendo a Moony Noviembre 1975

Transcripción

Parte 5: Perdiendo a Moony Noviembre 1975
Parte 5: Perdiendo a Moony
Noviembre 1975
***
Los tres muchachos se reunieron bajo la sombra de un árbol y vieron las ramas del Sauce
Boxeador cambiar a voluntad. La brisa movida por la criatura tranquila y colosal hace que
el aire frío se ponga más frío. Los chicos son decididos en sus acciones; no permiten a la
noche hacerlos sentir como si fueran del tamaño de una hormiga corriendo de un lado a
otro. Son ellos mismos incluso en las verdades envueltas de la noche. Son independientes
de la luna. Tienen suerte.
El más alto de ellos ajusta sus lentes, atrapando la luz de la luna con fuerza en el cristal.
Brilla como una estrella no esperada. El muchacho más bajo observa los movimientos sin
blanco de las ramas del sauce moviéndose contra el cielo. A menudo le teme al olor
metálico del aire. El tercer chico se pasea cerca de ellos, contando silenciosamente cada
paso. Es impaciente, un manojo extraño de energía.
La luna se consume por las nubes momentáneas, que cubren el suelo en capas y capas de
oscuridad. "Ahora," dice el muchacho más alto. El cambio en el viento hace eco en sus
palabras sobre el pasto. "Ahora," dice, algo más duro, su voz como el filo del viento, y los
otros dos lo miran y luego se miran, y el tercer muchacho, el inquieto muchacho oscuro,
asiente.
Y luego sus sombras, oscuras contra la oscuridad más profunda, se tuercen. Ellos
cambian.
***
Padfoot se sacude. Mojado, frío pasando por su pelaje, ugh, como insectos. El olor fuerte
de la manada y el invierno. Sus orejas palpitan esperando. Ya viene, viene, corre,
compañeros, manada: pronto. Animado, el viento animado y el aullido en su garganta
animado y las orejas atentas por lo que viene de sus compañeros de manada. (Sirius lucha
por un momento: luego flota a la conciencia sobre la mente del perro, pasando la ola de sensación y la
alegría fácil del perro.) Pronto. Esperando. Temblor en los miembros. Picazón por correr.
Picazón por-Pulgas.
Maldición.
De cabeza al estómago para morder en la piel gruesa bajo el pelo, grueso, dientes,
cazando. Picazón en su nariz, picazón en sus lados, muerde y tormento bajo su espalda.
Piernas dobladas, levantadas, rascando, buscando, piel en fuego. El cuerpo del perro
forma un arco, levantando, rodando en la tierra fría. Cuando sea un mago famoso liberaré al
mundo de las pulgas. Panza descubierta-- aullido en el viento, esencia en el viento, lobo en el
viento-- espasmos repentinos, adelante, en las patas, maniobrando en grandes bocanadas
de aire. La lengua cuelga mojada, cálida en el aire helado para helar la sangre caliente
como el verano. No hay tiempo para dejar su estómago vulnerable, tierno, abierto; no hay
lugar para dejar su estómago vulnerable, tierno, abierto; el lobo está allá afuera, oliendo el
cambio, oliéndolos ahora, a través de las raíces bajas y la tierra.
(Sirius ama ser un perro, oler todo al mismo tiempo por todas las cosas que lo rodean.)
***
Wormtail gorjea recuerdos de roedores. Nariz limpia, bigotes limpios, siente temblar
pequeños cerca grandes animales. Gusanitos y gusanotes se mueven bajo sus patas a
través de la tierra. Perro moviéndose cerca. Venado pateando abajo. Saltando con
agitación. Corazón latiendo roedor roedor roedor demasiado rápido, tan rápido. (Peter se
encuentra más grande, aunque confinado en el pequeño cuerpo de la rata, escuchándose pensar,
recordando su tarea.) Donde están las tres raíces esperando. El nudo de madera. La meta.
Los bigotes estirados en el viento. Bigotes estirados por el pasto estirado por el viento.
Bigotes corren sobre pasos familiares. Carreteras a través del césped. Caminos. Pasadizos.
Bichos se enroscan. Pequeñas uñas de rata. Rasgando atrás, adelante, bajo patas listas;
cola de perro, incisivos cuidadosos; mugre en la nariz, mugre de los bigotes.
Una lechuza: hoo hoo hoo oo.
Ojos oscuros de rata vacía bajo la luz de la luna, mirando los árboles. Recuerda: Pico.
Garras. Olor a sangre. Ojos enemigos. Instintos interrumpen el propósito. Instintos lo
mantienen bajo en el césped. El césped lo mantiene a salvo. El venado se impacienta.
Instintos, esperando. Estos animales más grandes son seguridad.
(Peter no puede evitar ser pequeño, temblando con los ritmos de su pequeña vida.)
***
Prongs es grande y se siente grande. Se mueve grande. Patas grandes y el mundo más
chico. Rata bailando en sus tobillos, quiere estar saltando, pateando piernas delgadas y
persiguiendo con la nariz metida en el bosque. Hojas de árboles se mueven con las ramas.
Pájaros de la noche pasando de rama en rama. (James se sienta en alguna parte entre sus propias
antenas, mirando el mundo jugar en una geometría monocromática.) Perro a su lado saltando,
energía, calor corporal, pulsando ánimo. Baja su largo cuello y empuja la panza del perro,
nariz al calor, dientes sonriendo.
(James entiende que Wormtail necesita un empujoncito, y guía sus patas hacia adelante, sacudiendo la
cabeza en un reto a las lechuzas de la noche, escondidas pero listas para cazar. Tienen tareas que realizar,
razones para traicionar un instinto con otro.)
A través del túnel cerrado: atrapado bajo la tierra: cerrándose en las antenas: largas
paredes de mugre oscura: donde el lobo se separa de sí mismo, esperando.
***
No quiere recordar el cambio. Lo lleva a un estado de pánico frenético, un dolor residual a
través de sus músculos apretados. El dolor lo empuja en salvajes azotes. Separa las ya
separadas piernas de la silla y tira la tela de la cama en la esquina a pedazos de pedazos y
tira el dosel y saca rulos de madera desde el piso. La Casa no se queda tranquila, pedazos
de luz de luna aquí y allá, aquí y allá, aquí. Se acerca a la ventana, viendo la luz de la luna
cubrir el piso. Cada pedazo es una herida, cada herida buscándolo. Lo que la luz de la
luna ve, él ve.
No quiere recordar el cambio, aún pasando por él. Pequeñas nubes pasan sobre la luna.
Todas pasan sobre él, por el pelo parado. Sus ojos más nerviosos hacia atrás y adelante. A
veces se detienen en la luna justo afuera de la ventana. El hambre lo llena como cazando,
como sangre derramada, como el sol poniéndose.
No quiere recordar el cambio. Toca el vidrio, se queja profundo en su garganta, lanza su
peludo cuerpo a la puerta. Las cerraduras son firmes aunque las bisagras crujen. Si tira de
nuevo y de nuevo contra el marco hasta que sus amplios hombros están dormidos y no
recuerda el cambio. (Ondas estirándose, partiéndose, encogiéndose, esparciéndose. Músculos en
constantes movimientos miserables. La luna enviando luz a lo profundo de su sangre. Órganos empujados
y empujando, venas suntuosas, reformándose, sangre derramada en válvulas reacomodadas y huesos en su
barbilla crujiendo en el bozal, bozal en un hocico rojizo.)
No quiere recordar el cambio. Pronto, recuerda sólo la luna.
***
Wormtail rasca, palos secos rasgados, se detiene a revisar. Arriba, abajo, escuchando el
temblor, el gran árbol temblando. (Peter se impacienta, a veces, con el miedo de la rata: quizás
porque es demasiado como el temor humano, pero con un instinto físico de mil años detrás de él en vez de
apenas dieciséis.) Se para y avanza, adelante, en zigzag, el perro y el ciervo como una
muralla tras él, en sus bigotes, en su nariz. Wormtail pone su pata cuidadosamente en el
nudo secreto. El movimiento del aire apretando, el aire pesado, el aire que pesa en su
nariz, se va a un lado y se disipa.
Cuando las ramas dejan de moverse, algo se detiene en la piel de Prongs, y lo sabe. Arriba,
sintiendo el árbol quieto, sintiendo su sueño entre las ramas. Se mueve --duro a veces,
para forzar la mente del ciervo en su manada predatoria-- y el perro viene, ansioso, olas de
ánimo en sus patas voladoras y su gran boca brillosa.
En el túnel empuja a Padfoot, empuja la manada. Donde el olor espera.
***
El lobo está tirado y respirando fuerte, cansado. Respira pesado en sí mismo. Está hacia
atrás junto a la puerta y viendo la madera crujir, sintiendo la madera crujir, esperando
para el catalismo para aullar. Viene a él, de vez en cuando, la gran necesidad en su panza.
A veces es cuando la luna desaparece de vista. A veces es cuando la luna está desnuda, un
ojo que reta o un cuerpo con el que quiere acurrucarse o una criatura que quiere devorar.
El lobo hace sonidos cambiantes, labios negros sobre dientes desparramados. Gruñe a
intervalos. Se queja. Muerde el tendón bajo el pelo que llega a su pata, algo a lo que
hincarle el diente.
Los sonidos de ciervo, rata y perro viajando bajo tierra le llegan a través del piso. Las
pisadas son disparejas, viajando, circulando, rascando detrás de pulgas, el raspado de las
antenas en el techo del túnel. Las orejas del lobo se estiran. Se mueven. Espantan una
mosca invisible. Sus músculos se tensan, sus hombros rígidos, la luz de la luna bailando
sobre sus patas dobladas. Se levanta y avanza hacia la puerta, gruñendo, hasta que el olor
deslavado del perro y las pulgas saltarinas en medio de las paletas es casi propio, hasta
que se convierte en un rápido latido y las patitas pequeñas, hasta que es el pesado bulto
de antenas y el sonido de las patas en los pasos. El gruñido comienza profundo en su
pecho, haciendo eco sobre sus pulmones, elevándose en ladridos cortos. Escucha las
cerraduras abrirse, pasar, dejar, y sabe que se tira a la puerta justo cuando el perro cambia
y lo blanco en sus ojos brillan ciegamente.
***
Padfoot es más grande pero el lobo siempre ha sido más fuerte. La pelea de rutina no es
extraña. Hay codicia canina en ambos. Prongs y Wormtail esperan, preocupados, a un
lado. Padfoot se tira, el lado de sus encías mojadas contra nariz húmeda, pero es manada,
no es líder, y el lobo lo tiene con la panza arriba a veces, gruñendo y oliendo la esencia
triunfante y la amenaza. Padfoot se queja como vencido, tira hacia atrás su cabeza,
garganta vulnerable latiendo. El lobo lo huele, deja salir el aire con fuerza, y se retira.
Ojos dorados, el olor de otras victorias. Prongs se pasea, un paso adelante y un paso atrás,
su cabeza bajada en la muralla, cansado. Tras él, Wormtail tiembla, nervioso. Prongs
mueve su cabeza orgullosamente, cansado del juego loco de predadores, cansado de las
indulgencias caninas. Afuera la luna se mueve, y las ganas de correr bajo los árboles.
Animado, Padfoot se mueve para levantarse, ladra contento, se dirige al túnel pero el lobo
lo detiene, pausando para gruñir -- Padfoot se retira, aplazado-- y corre hacia el frío del
aire nocturno. Su manada lo sigue.
***
Las tres grandes figuras se mueven sin ser vistas en el bosque. Hay bestias oscuras en el
bosque. Una bestia oscura los dirige.
***
El lobo corre, músculos apretados, latiendo sobre el piso del bosque. Persigue animales
pequeños, metido en arbustos, rasgado por espinas, dirigiéndose a Padfoot cuando pierde
su presa y destrozando pancitas. Afuera derrama sangre caliente sobre la tierra para
mezclar con el hongo. El frío Noviembre se va, frescamente, fuerte bajo sus patas. Siente
la sangre hervir en su hocico, cayendo en las orillas desnudas de su boca. Su manada es
respetuosa, dedicada, dándole libertad para crueldades y salvajes atrapadas y cada ardilla,
cada conejo aterrorizado, pero está marcado a cada lado, vigilado. Se tira hacia los talones
de Prongs y muerde las patas de Padfoot, mostrando su descontento, pero permitiéndolo.
Por las intersecciones de las ramas arriba, la luna ilumina un mapache sin suerte. El lobo
se mueve por un lado, golpea un hombro por Padfoot, y persigue, golpeado por arbustos
enramados con espinas torcidas. Tiene a la criatura por la cola cuando el aullido viene-- a
través de los árboles-- en la noche-- buscando la luna y haciendo eco a través de las miles
de formas de la luz.
Cuando la manada llega al sangriento mapache, el lobo ya no está, dejando su olor por
todas partes, igual que la noche.
***
"Maldición y desastre," dice Peter frenéticamente, por casi décima vez. Inútilmente, mira
detrás de un árbol, como si de alguna forma el inmenso lobo se ha puesto de lado para
esconderse tras él. Sirius está meciéndose, pasando sus manos por su pelo, mascando la
uña de su pulgar con sus dientes. Han hecho esto antes-- han metido a Moony en
problemas, casi han perdido a Moony-- y fue culpa de Sirius antes. Incluso si no es su
culpa ahora, se siente dolorosamente responsable. Su nariz se siente limpia y vacía.
Un ciervo se tira hacia el claro y se sacude para revelar a James, desnudo y serio. "No
puedo olerlo. No está en el bosque. Este es un maldito desastre."
"¡Mierda!" Sirius se mece de nuevo, sacando su pelo violentamente de su cara. "Maldito
infierno joder puta mierda. ¿Por qué no le pusimos una correa?"
"Oh, quieres decir en el hombre lobo," dice James. "Wow, Sirius, no sé. ¿Por qué no le
pusimos una correa? Estúpido idiota. Sólo-- no. Lo encontraremos. Estará bien."
"¿No podemos rastrearlo?" se pregunta Peter. "¿Sabes un hechizo que pueda encontrarlo?"
James sacude la cabeza. "Si supiera uno ya lo habría usado. No hay nada que podamos
terminar en una noche-- un buen hechizo de rastreo tiene que estar atado a algo físico, un
pilar." Mira a Sirius, quien está casi atándose en nudos, tirándose el pelo con una mano y
golpeando la pared con la otra. El aire helado de Noviembre le pone la carne de gallina en
sus brazos desnudos.
"Agggghhhh", dice, inútilmente.
"Bueno, gracias, Sirius, tendré eso en mente." James se tira contra la Casa, con las manos
en la frente. "¡Mierda! ¿Qué vamos a hacer?"
"Maldición y desastre," dice Peter de nuevo. "Sirius, te vas a quedar pelado si sigues--"
Sirius se voltea, rápido en sus talones, con una mirada feral en sus ojos. La noche es de un
gris pálido cambiando en el pre-amanecer, hasta los confines del bosque se aquietan con
la humedad del rocío. No están acostumbrados a sus mitades animales, las naturalezas
por las cuales se mueven y donde tan preocupadamente se han separado poco después.
Peter traga fuerte. "No importa," murmura. "No importa. Tenemos que pensar."
"Lo estoy intentando," dice James. Golpea su cabeza levemente contra la muralla tras él,
demasiado preocupado con salvar la situación-- la noche, la terrible enfermante noche-para notar el temor en sus muslos o las manchas de pasto verde en sus tobillos. Todo
Hogsmeade está dormido justo abajo de la colina, tranquilos y sin sospecha. Podrían
encontrar sus ropas y caminar por las calles; podrían pasar por los límites del pueblo
como animales esperando oler al lobo entre los olores de los humanos viviendo,
respirando, comiendo, creando demasiado desperdicio para procesar; podrían sentarse
donde están y aguantar la respiración hasta que se les ponga la cara azul y contar con que
la suerte que los ha llevado hasta acá, siempre será suficiente. Pero ninguna de esas
opciones son lo suficientemente brillantes. Ninguna de ellas resuelve el problema de
inmediato, y el problema debe ser resuelto de inmediato. James recuerda otro pánico, el
pretzel anudado de su estómago, familiar ahora en sus nudos y birretes, y la simplicidad
del rescate, la solución instantánea. "Lo perdimos," dice James. "Maldito Merlín. Lo
perdimos."
"No," dice Sirius. La línea de sus hombros, desnudos y pálidos, se endereza con desafío.
"No. Hay-- Hay cuánto. ¿Hay dos, tres horas más de noche? ¿Antes de que salga el sol?"
Revisa el cielo, buscando las estrellas, buscando seguridad. Encuentra nada más que el
brillo parpadeante de la noche nubosa y sacude su cabeza para liberarse del hechizo.
"Tres, quizás," se corrige. "Tres horas. No puede-- bueno, son sólo tres-- maldición. Lo
perdimos. Está allá afuera, probablemente persiguiendo ardillas o, o conejos, eso es lo que
hace, y después se cansa y..." Sirius no termina.
"No se va a perdonar si llega a herir a alguien," dice James, quieto y premonitorio.
"¡Pero no será su culpa!" explota Sirius. Lanza su puño contra la muralla, siente sus
nudillos impactar contra el hueso y sisea por el dolor, la adrenalina liberada en alivio.
"Bueno, tampoco es tu culpa," contesta James, "así que puedes dejar de destruirte en
venganza. Te ves como un idiota. Mira, sabíamos que algo así podía pasar--"
"¡Es mi culpa!" grita Sirius. De pronto está furioso y asustado y perdido e inútil, una
combinación convertida en algo peor en la aparentemente relajada cara de James. Golpea
de nuevo su puño contra la muralla, haciendo que toda la Casa cruja. "Aaaaah," añade, y
sacude su puño, latiendo por todo su brazo. "Cristo."
"Córtala," dice James, completamente calmado.
"Jódete," le dice Sirius.
"Oh, madura," dice James, en una de sus abruptas y poderosas explosiones que son más
efectivas por su raridad, y Sirius, sorprendido, se detiene. "¡No tenemos tiempo para esto!
Necesitamos asegurarnos que nadie sea lastimado en la villa-- eso es primero. Haremos
patrulla. Wormtail, tu eres sigiloso, quiero que te asegures que nadie esté hablando de un
lobo en las casas. Padfoot, tú toma las calles. Yo revisaré el perímetro. Si no hemos
encontrado nada nos reuniremos aquí en una hora."
"Ninguno de nosotros sirve contra él," dice Peter, cuidadosamente, un hombre en arena
movediza.
"Entonces no lo provoquen," grita James y se transforma.
***
Las calles de Hogsmeade están abandonadas, el gris de la ceniza. No hay nada de los fines
de semana, rebozando con color y ruido, en las calles largas, las tiendas cerradas, en la
tranquilidad dormida, espeluznante. Donde la gente vive, los ruidos son diferentes. Los
ritmos pesados del sueño haciendo eco detrás de puertas cerradas. Algunos hombres
roncan, distraídos. El gran perro negro pasa silenciosamente por las sombras, invisible,
un espectro, una bestia fantasmal, oscuro como un Grim.
***
Casi todos están dormidos. Una chica se sirve un vaso de agua en el baño. Un anciano se
da vuelta en una cama que cruje. Dos hermanos, recién llegados del turno nocturno, se
hacen sándwiches en la helada cocina. Un bebé canta en su sueño; otro bebé, casas más
allá, contesta el llamado con un suspiro dormido. Pero Hogsmeade está libre de
conversación. No hay palabras que encontrar aquí.
La rata espera que tampoco haya gatos.
***
Los límites del pueblo mantendrán el bosque alejado. Los animales entienden la peligrosa
civilización del hombre, cada manifestación, y se mantienen alejados, incluso en la
oscuridad de la noche. Sólo unas lámparas siguen encendidas, brillando como estrellas
inalcanzables en el centro de Hogsmeade. El ciervo apenas molesta las hojas mientras da
vueltas una, dos, tres veces, en la patrulla de la villa, dejando que la gravedad de la noche
enfríe la rabia del chico adentro.
***
"Nada," dice Peter.
"Nada," repite Sirius.
"Nada," termina James.
Sirius está demasiado cansado como para pasearse. Sus ojos revisan el bosque
nerviosamente, los labios sucios con la tierra de sus uñas. James sigue lleno de energía,
calmado, y detrás de sus medio enfocados ojos los planes se desenvuelven, forman,
deforman, combinan, recombinan. Peter se sienta en una bola mojada contra el árbol
hueco, esquivando el mosquito ocasional.
"Nos falta algo," dice Sirius. "No está en el bosque. No está en Hogsmeade. ¿Dónde diablos
puede estar? No pudimos cubrir todo. Sólo pensamos que lo hicimos."
"Hogwarts," dice James.
"¿Qué?" Peter ve con emoción la postura de su amigo, parado en pies de gelatina.
"Tiene que haber dado la vuelta," explica James. "Mira, mira, es la única explicación
posible-- todo este tiempo hemos estado en este lado del bosque buscando porque
sabemos que no está en el bosque-- pero tiene que haber ido por el otro lado. Tiene que
estar en Hogwarts."
"Oh Dios," dice Sirius. "Brillante."
"¿Pero qué pasa si hiere a alguien ahí?" pregunta Peter. "¿Si alguien lo ve?"
"Oh Dios," dice Sirius de nuevo.
"Creo que deberíamos ir," dice James decidido, pero Sirius ya está corriendo en cuatro
patas, como un disparo a través del pasto.
No está seguro con quién está más enojado, ahora, la inútil fuerza de la rabia pasando por
sus piernas bajo él: si es Remus, por escuchar un aullido que no es de su manada; si es
Peter, por no ser lo suficientemente grande para ayudar; o si es James, por no hacer lo que
siempre hace, que es resolver el problema antes de que alguno de ellos se tenga que
preocupar. Sabe, por supuesto, que no los puede culpar, pero es más fácil pensar en el
tema de esa forma que tirarse de cabeza contra las cosas, que es lo que siente que quiere
hacer ahora mismo.
Y entonces, el cuerpo del perro se cubre, y puede sentir sólo los olores del viento.
***
"Qué hora," respira Peter, levantándose, su pequeña panza moviéndose. Sobre su cabeza
el cielo es rosa y brillante. El pasto seco se arrastra alrededor de sus tobillos.
"Absurdo," dice James. "Amanecer, y no hay gritos."
"Y no hay olores." Sirius se endereza y se levanta, cuatro piernas volviendo a ser dos. Acaba
de golpear su segundo aliento, puede pasar otra hora antes de que el golpe llegue más
fuerte. "Dios. Sin olores. Estamos en el claro, espero. No hay sangre esta noche, excepto
conejos y ardillas. Qué bueno que lo dejamos comer antes. ¿Dónde diablos está? Y quiero
mis pantalones."
"Pantalones," dice Peter esperanzadoramente. "Sueño con pantalones."
No hay nada más que hacer que esperar como han estado esperando toda la noche. Se
miran el uno al otro, inseguros, cuando la cabeza de Sirius se despierta, apuntando, como
un perro. Pone una mano en el hombro sudado de James. "Prongs."
"Ah," dice James, mientras sobre el horizonte una figura se mueve, pálida y temblorosa
contra la débil luz.
La fuerza de Remus J. Lupin es una cosa incalculable. Hubo veces en el pasado cuando
Sirius se preguntaba por sus silencios, cuando James pensaba que quizás era demasiado
tranquilo y reservado para un muchacho, cuando Peter no podía entender su lugar con
dos de los más bulliciosos y salvajes chicos que Gryffindor tenía que ofrecer. Hubo veces
cuando parecía que estaba hecho de libros y el polvo de la biblioteca y los suéteres
desgastados y la ropa que no le quedaba bien, una postura irregular y la inclinación de su
cabeza mientras se mordía su uña derecha. Después de descubrir su secreto, empezaron a
traducir las odiseas de lo que de verdad significaban, en el lenguaje de Remus, y
descubrieron lo fuertes que eran sus manos: saber cuánto dar y justo cuando detenerse.
El cielo está pálido, como el color del huevo de un picaflor. Sirius comienza a andar pero
James lo atrapa de la muñeca. "La luna," dice James. Todavía está ahí, pero desapareciendo
rápido, devorada ahora por la luz del amanecer. Sirius se libera. "Ya hemos sido poco
cuidadosos esta noche," insiste James.
"Necesita ayuda," dice Sirius. "Lo ves, ¡necesita que lo ayudemos!"
"No ayudará asustarlo," susurra James. "Sigue quieto, sigue en silencio. Espera a que la
luna se vaya."
Los ojos de Sirius se van desde el cielo a Remus al cielo a Remus, entre los dos tan rápido
que su cabeza comienza a doler. Nunca ha querido que el sol aparezca tanto en su vida.
Nunca ha amanecido tan lento. Remus se tropieza y se acerca tambaleándose, sombrío
pero derecho, los hombros caídos y Sirius sólo puede oler sangre en él.
"Jódete, James," dice Sirius, liberándose y moviéndose demasiado rápido para ser
detenido.
"Maldición, Sirius, ¡vuelve!" James grita detrás de él, pero Sirius no puede evitarlo: la
fuerza de Remus Lupin es una cosa incalculable, pero la fragilidad de él es más inmediata
y más aterrorizadora, y Sirius es medio perro y medio muchacho, y todo asustado.
"¡Moony--!"
Remus gruñe, se retrae, cada línea de su cuerpo tiembla. Más cerca ahora, y bajo la luz
gris, Sirius puede ver las heridas sobre él, sus brazos y su largo pecho abierto, y sus ojos
salvajes y llenos de luz de luna. El olor del dolor llena sus pulmones como el humo.
"Remus," dice Sirius, muy tranquilo, absolutamente quieto, a tres metros de él. Si no
tuviese miedo de que el movimiento más mínimo podría arruinar todo, levantaría su
mano, palma arriba, en suplicación. La cabeza de Remus está baja, las cicatrices rojas
brillando bajo su carne fresca. Su nariz está abierta. "Oye, Remus."
El labio superior de Remus se levanta, destapando dientes que se ven extrañamente
blancos contrastados con su cara sucia.
"Soy yo," dice Sirius, forzando a calmar su corazón. El pulso de su sangre en su garganta
es tan fuerte como la luna. "Me alegra que estés bien. ¿Estás bien?"
Remus se tambalea un poco, hacia atrás y de vuelta, sus ojos nunca dejan los de Sirius. Un
muchacho es ahora pero su cuerpo es todo lobo, curvado, herido pero aún peligroso,
quizás más peligroso y Sirius no se atreve a moverse mientras levanta la cabeza y--
El primer rayo de luz aparece sobre los árboles.
Remus se queda muy quieto, más blanco, se sacude por un momento y colapsa hacia
adelante, sin gracia, tan fuerte y tan rápido que Sirius casi no lo alcanza. "Sirius," dice
Remus, su voz quebrada y frágil. "Sirius, no tienes pantalones puestos."
La risa de Sirius es salvaje. "Moony," dice, "ninguno tiene pantalones puestos."
"Ni pueden mantener los pantalones puestos sin mí," susurra Remus y se desmaya.
***
"¿Orgía?" dice la Dama Gorda cuando llegan a la puerta de la torre, mirándolos con franca
sorpresa, y luego, rápidamente. "Quiero decir, eh, ¿contraseña?"
"Mallowsweet," dice Peter cansado. No está de humor para soportar nada de una pintura.
Ninguno de ellos.
"No preguntes," añade James. Su brazo está metido bajo el de Remus, Sirius al otro lado,
manteniéndolo levantado. Remus es más pesado de lo que ellos están acostumbrados,
más alto también, y no está ayudando.
"¿Quién preguntó?" dice el retrato pero se abre de todas formas. Los muchachos miran el
agujero. La subida de tres metros hacia el piso nunca ha parecido tan difícil como ahora.
"Salta," dice Sirius. "uno-dos. Sólo levántalo, estaremos bien--"
"-- Ten cuidado," sisea Remus.
"-- y no golpees nada importante," dice James con un guiño amplio.
"No llamaría eso Importante," dice Peter, "dado que nuestro Moony vive la salvaje vida de
un eunuco de todas formas."
"Oye," protesta Remus, "estoy demasiado débil como para pegarte, no es justo."
"No me odies porque soy tan Importante," dice Peter y se ríe.
"Todos aquí son muy Importantes," dice James calmadamente. "Una de las cosas
maravillosas sobre los Merodeadores es que todos somos... inmensamente... Importantes."
"Excepto Sirius," dice Peter, casi reflexivamente.
"No es lo que tu madre dijo anoche," contesta Sirius y le asiente a James. Levantan a
Remus, y lo depositan con poca ceremonia en un lado de la puerta, y luego pasan por ella
ellos mismos. La puerta se cierra con un crujido. A salvo finalmente en la Sala Común,
pausan por un momento para tomar cuenta del pelo loco en cada uno, ojos salvajes y la
falta de pantalones general.
"Tengo mucho frío," asegura la voz ahogada de Remus, desde el bullo de Remus en el piso.
"Puede alguien buscarme-- algo de ropa sería agradable."
"Yo iré," dice Sirius. Se siente como un cachorro, dispuesto a complacer pero dubitativo
en irse. James le indica con la mano que se vaya, explicando sin palabras que él y Peter
son perfectamente capaces de vigilar ahora que Remus no se va a ir a ninguna parte sin al
menos dos personas manteniéndolo de pie. Sirius mira a Remus por un momento, boca
abajo y acurrucado en sí mismo, alrededor de su estómago, en el piso. Tienen que llevarlo
donde Madam Pomfrey, pero necesitan ropa primero. Su tarea es de lo más importante.
Sube las escaleras al dormitorio de los muchachos, dos escalones a la vez. Algunos de los
otros chicos se mueven en sus camas con la luz del sol, ronquidos, a punto de despertar.
Sirius va en punta de pie a la cama de Remus, en la esquina, al lado de una de las tres
ventanas. Las cosas para escribir de Remus-- tinta, pluma, papel limpio-- están arregladas
cuidadosamente en el velador. Algo está escrito en una de las páginas en una letra que
termina en una marca distintiva de falta de puntuación. Estaba escribiendo aquí, antes.
Sirius pausa para mirar a las palabras, las que forman líneas impares. No es prosa. Se
acerca más, unas palabras arañescas, borrosas con la tinta, casi ilegibles. Con todo, Sirius
puede leer la agitación de Remus en el verso más sensible. "Moony," susurra Sirius,
notando el pequeño libro a un lado. "Copiando poesía. Loco."
Se aleja del escritorio de Remus y se arrastra debajo de la cama de Remus, esperando que
nadie lo descubra ahora con su trasero a la vista del mundo.
No es como que nadie se quejaría.
El viejo baúl de Remus es pesado y está cerrado dos veces. Sirius usa la propia varita de
Remus para abrirlo, sin poder buscar las llaves ahora. Calcetines. Ropa interior.
Pantalones. Suéteres. Todos doblados cuidadosamente. Todos rotos en las rodillas o en
los dedos o en los codos. Nada se ve lo suficientemente cálido. Limpio, ciertamente.
Calientito, ciertamente no. Sirius busca más abajo en el baúl. Huele dentro a lana vieja y
lana más vieja y cubiertas de cuero gastadas por el tiempo.
Sirius busca a través de dos capas de líneas y compartimientos, dejando un desorden
imposible en los confines del modesto baúl, antes de que sus dedos toquen algo que
reconocen. Esta es su chomba favorita de Moony, y lo sabe porque la ha robado unas doce
veces. No es del tipo que usa una chomba verde en público --no tiene la serenidad para
ello, todos rojos y azules-- pero en las noches heladas le gusta tenerlo puesto, y los codos
no están parchados. Lo toma, y un par de shorts con la otra mano, mientras está en eso se
levanta para sacar el sweater.
La manga se rasga.
Sirius maldice, silenciosamente, toda la gente es demasiado descuidada como para
mantener limpios los interiores de sus baúles. Sirius sabe que Remus ama este sweater;
sabe que Remus en realidad lo cuida y si hay un agujero en él (además del pequeño cerca
de la muñeca, que es perfecto para meter el pulgar) Sirius va a estar enojado.
Se acerca, cuidadosamente, para liberar la tela y su pulgar toca el lugar astillado donde
está atrapada.
Hay un pequeño snick! y un cajón se abre limpiamente desde un lado del baúl.
El aliento de Sirius sisea entre sus dientes. Siempre ha sabido que Remus mantiene
secretitos guardados, incluso cuando Sirius y James y Peter saben el más grande e
importante. Hay un aire de privacidad en su Moony, intrigante e hiriente a la vez. Sirius
entraría en cada compartimiento cerrado en la vida de Remus si supiera que es correcto,
pero no puede. En su lugar, paciencia es la llave, o las llaves; aunque la paciencia es
necesaria para entender todo y trabaja lentamente.
Igual, se dice, no cuenta si no fue su intención abrir el compartimiento secreto en la
gruesa madera.
Pasa sus dedos sobre la superficie y libera la manga del sweater, y logra sacar el cajón
completo en el proceso. Una pequeña nube de polvo se eleva. Remus no debe haberla
abierto en un tiempo pero hay algo ahí, escondiéndose, aún intentando parecer invisible.
Sirius mete la mano y pasa sus dedos sobre el suave cuero, letras impresas. Es un libro,
pero no cualquier libro. Un rayo de luz pasa sobre las letras-- doradas-- que dicen,
simplemente, Diario.
"Maldición," dice Sirius. James y Peter se deben estar preguntando si un monstruo bajo la
cama de Remus se lo ha comido, con todo lo que se está tardando, pero nunca tendrá una
oportunidad como esta otra vez. Remus guarda sus cosas con un poder protector que no
se puede contar con años. Es una fuerza para ser reconocido, y Remus podría pegarle con
un bate si alguna vez encontrara a Sirius sacando un diario muy privado de un
compartimiento muy escondido en las profundidades de su muy cerrado cajón. No es su
culpa, se recuerda Sirius de nuevo. Se abrió por accidente. Debió ser el destino, o una de
esas cosas kármicas que siempre están leyendo en Divinación.
Sin pensar, Sirius saca el viejo y usado diario de su compartimiento secreto y lo cierra,
luego toma una pila de los calcetines de Remus y su ropa interior y otras cosas para
cubrirlo. El sweater apretado contra su pecho sucio con tierra, se detiene junto a su cama,
mete el diario detrás de su colección de bombas de caca y Cosas Que Muerden en el
escritorio, y corre hacia las escaleras, los dedos le pican con el dilema.
Leer o no leer.
Ahora esa es la pregunta.
***
De Sirius Black a Remus Lupin; discretamente durante
Historia de la Magia.
De Remus Lupin a Sirius Black; discretamente en el filo de la
paranoia.
De Sirius Black a Remus Lupin; muy no discretamente, donde la
cara de Remus Lupin se pone algo borrosa.
De Remus Lupin a Sirius Black; aprovechando la falta de
discreción de Sirius.
De Sirius Black a Remus Lupin; junto a su patentada "Cara de
Zombie."
De Sirius Black a Remus Lupin; con arrepentimiento escondido.
De Remus Lupin a Sirius Black; tirado sobre su hombro en un
momento de audacia.
De Sirius Black a Remus Lupin; junto a la idea de una
idea.
De James Potter a Sirius Black y Remus Lupin; seguido de una cara de Muy Seria Reprimenda.
De Remus Lupin a James Potter; junto a un encogimiento de
hombros.
De James Potter a Remus Lupin, mientras James modula a
Sirius 'ahora sí que tienes algo de verdad'
De Remus Lupin a James Potter; considerando la logística.
De James Potter a Remus Lupin; oliendo un reto y
aceptándolo.
De Sirius Black a James Potter y Remus Lupin. Mientras, Peter lee la
colección de notas en el escritorio de Sirius y Remus se pone borroso
de nuevo.
De Remus Lupin a todos; todavía considerando la logística.
De Sirius Black a todos;
metiendo pedacitos de papel en la nariz de Peter.
De Peter Pettigrew a todos; casi ahogándose por un pedazo del
mencionado papel.
De Sirius Black a todos; seguido por palmaditas impresionantes en la
espalda de Peter para limpiar su pasaje nasal del mencionado
papelito.
De James Potter a todos; meramente exponiendo la verdad.
De Sirius Black a todos; ya no hay vuelta atrás.
De Remus Lupin a todos; recordándoles a todos que por favor
consideren la logística.
De Sirius Black a todos; un ejercicio de sutileza suprema.
De Peter Pettigrew a todos; un ejercicio de humor, resultando en
más papel metido en su nariz.
De James Potter a todos; negándose a aceptar la logística por
primera vez, ya que interrumpe el proceso de creación.
De Remus Lupin a todos. ¡Pero considerar la logística es bueno!
De James Potter a Remus Lupin; un entendimiento que Remus
Lupin pasará los siguientes tres meses en la biblioteca
haciéndole dulce amor a la logística.
De Sirius Black a todos. ¡¡ Pónganme atención!!
De Peter Pettigrew a todos. Bueno, si James dice que sí.
De James Potter a todos. Finalmente considerando la
logística.
De Remus Lupin a todos; consintiendo por el bien de la logística.
De Sirius Black a todos; seguido por su puño en el aire.
"-- um, eh, ¿Profesor? ¿Notas? Ehh, no... no, sólo le estaba pasando a James, ehh, papel-- sí,
Profesor. La próxima vez no tendrá notas, Profesor."
***
Sirius Black mira el diario. El diario lo mira. Sus dedos se mueven en sus muslos. Se
pregunta, ¿cuánto tiempo puede un muchacho y un diario jugar el partido de las miradas?
Revisa su reloj. Una hora y contando. Se mueve. Las horas pasan lentamente. Corre sus
dedos por el libro y saca el polvo de la cubierta. Estornuda. No está bien mirar los
pensamientos privados de otras personas, pero de nuevo siente que estos pensamientos
privados vinieron a buscarlo. Además, discute, son los pensamientos privados de Moony.
Los viejos pensamientos privados de Moony. (Un chico de once años con un diario.
¿Aprenderá Remus algún día lo que significa ser una presencia masculina normal o
seguirá llamando a los diarios 'memorias' o 'autobiografías en construcción' o cualquier
otra amable descripción que es fundamentalmente una excusa?)
Sirius mira el diario. El diario lo mira. Sus dedos se mueven sobre sus muslos.
***
shoebox_project por
Traducción al español por
ladyjaida y
mellafe:
Formato en PDF por
dorkorific
shoebox_espanol
mandysopranina.

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