Parte Cuatro: Halloween, 1975

Transcripción

Parte Cuatro: Halloween, 1975
Parte Cuatro: Halloween, 1975
Una Vieja Tarjeta.
***
"Sabes," dice James, tirando los rulos blancos que salen debajo de su nariz por centésima
vez, "es una maravilla que el viejo Dumbledore pueda terminar cualquier cosa con toda la
picazón y los rulos y el enredarse en cosas."
"Bueno, quizás usa algún tipo de pegamento para mantener sus bigotes puestos," sugiere
Sirius. "Además, ya sabes, es Inmortal y Sabio. Estos pueden ser obstáculos que ha
aprendido a manejar. Apúrate, muchacho, vamos a llegar tarde a nuestra propia fiesta."
"Bueno, lo que sea. Lo estoy intentando, sabes. Esto es-- ah-- ahh--" James estornuda
enfáticamente. Se suena y seca la nariz con la elaborada manga de su disfraz y lo mira con
asco. "Creo que soy alérgico-- gnuhh."
"Bueno, si te hace sentir mejor, te ves terriblemente buenmozo." Sirius favorece a su mejor
amigo con su mejor sonrisa, baja su inmenso sombrero y bate sus pestañas. "Siempre me
han gustado los hombres mayores."
"Oh, Minerva," dice James, en una pasable imitación del barítono de Dumbledore, "no sé si
ese es el comportamiento adecuado para una conversación entre colegas." Sirius se ríe y le
pega en el trasero, y luego—
"Por el contrario," dice una muy alegre y más rica versión frente a ellos. "Siempre animo
todo tipo de galanterías entre mis empleados."
Albus Dumbledore tiene la extraordinaria habilidad de aparecer en los cabos sueltos de
las conversaciones más tontas, o se las arregla para estar detrás de ti al minuto que
mencionaste su nombre. Detrás de sus lentes de media luna sus ojos son muy azules.
James intenta recuperar su quijada del piso y espera que ese sea otro disfraz de
McGonagall y no la McGonagall de verdad con su brazo entre el del director.
La tos firme y el muy bien escondido gusto indica que lo peor ha pasado. "Sí se dice,"
murmura la Profesora McGonagall, "que la imitación es la forma más sincera de
adulación."
Los ojos de James se disparan contra los de Sirius. Se han conocido por el tiempo
suficiente como para comunicarse sin palabras, movimientos de cejas, torcimiento de
labios, muestra de dientes, un toque nervioso en una oreja, un rasquido en la nariz. Para
cualquier persona son muchachos inquietos. Para James y Sirius, acaban de tener una
conversación completa extendida más allá del dilema actual.
James se rasca la nariz, desordenando sus bigotes blancos: No hagas nada estúpido, Sirius.
Sirius se rasca detrás de la oreja: ¿Qué podría empeorar las cosas ahora?
James presiona sus dientes sobre su labio inferior, la barba se mueve cosquillosamente en
su pecho: Sólo no hagas nada estúpido, Sirius, y no digas nada estúpido tampoco.
Sirius se arregla los lentes en la nariz, dejándolos en un lugar más cómodo: Lo siento pero ya
está hecho.
James juega con el borde de su bata-- de Dumbledore: Maldición.
Sirius lleva su pulgar al borde de su boca, espalda enderezándose, postura seria: ¿Y cuánto
Firewhiskey crees que deberíamos robar para después?
James arruga la nariz: Que sea mejor cerveza de manteca.
Una tos del par frente a ellos les devuelve la atención. Sirius mueve sus dedos por su pelo:
Que comience la función.
"Profesora McGonagall!" exclama, reuniendo todo el calor y la suavidad que su buena
crianza y la genética le han otorgado, e intentando ignorar el leve pánico en su voz. "Sabe,
pensé que está noche no podía ser más hermosa y usted aparece por esa esquina." Hay
una explosivo sonidito desde James.
Minerva McGonagall lo mira impasivamente sobre el tope de sus lentes, pero el lado de
su boca se mueve. "Sr. Black. Esto es-- Casi no sé que decir."
"¡Diga acepto, Profesora! Nunca me rendiré hasta que me acepte," grita Sirius. Tiene una
naturalidad para el dramatismo, cayendo en una rodilla y sacándose el gran sombrero
negro de la cabeza. Siempre ha sido bueno para esto, el teatro salvaje y la improvisación,
cosas que podrían ser impertinentes y estúpidas para todos los demás pero que para él --y
él lo sabe, no es sólo consenso-- son encantadoras y a menudo sorprendentes. Tiene que
ver con la confianza, se recuerda. "Es la única mujer que ha logrado tener mi atención
completa. No puedo dejar de pensar en usted, no puedo comer, no puedo dormir, no hago
nada más que sufrir y robar su ropa--"
"Estaba bajo la impresión de que nunca tuve su atención parcial por más de media hora."
McGonagall levanta la barbilla apenas, la orilla de su boca severa torciéndose más
energéticamente que nunca.
"Oh, no" respira Sirius. En un salto loco, le toma la mano. McGonagall mira a
Dumbledore, quien se encoge de hombros. Siempre inocente bajo el leve olor a limón.
"Profesora, si alguna vez parezco distante en su clase, es porque estoy soñando en nuestra
vida futura juntos: jugando junto al océano en las arenas de Tahití, esquiando de la mano
por los Alpes, alimentando huérfanos adorables en Bombay--"
"El parecido es absolutamente sorprendente," dice Dumbledore y Sirius nota con un leve
brillo de triunfo que sus hombros están sacudiéndose. "De verdad, Minerva, es como verte
ser enamorada por tu propia gemela."
"Bueno, no veo ningún intento por parte de tu malvado doble," dice McGonagall, quien
ahora-- para el gusto de Sirius-- tiene un tono rosado en las mejillas. "De verdad, es como
si no le importara."
"¡Mi contraparte," suspira James, gravemente, "ya ha usado todas las frases poéticas que el
libro tiene que ofrecer! ¿Cómo puedo yo, atorándome en mi propia barba, esperar
competir con sus protestas de amor inmortal hasta el fin del tiempo?" Dumbledore hace
un sonido como si se ahogara. "¡Pero!" continúa James, "¡la guerra no se ha terminado,
incluso si la batalla ya cesó!" Cayendo de rodillas, rezándole a cualquier dios de travesura
que le de importancia que no se tropiece con su barba, sus ojos enfocados, miopes y
salvajemente apasionados, sobre la cara risueña de Dumbledore. La reacción es de
sorpresa, shock, verdaderamente divina, de parte de todos los testigos. Se ha juntado un
grupo, lo que sólo alimenta la acción, la siguiente más ridícula que la anterior. "Estoy
confundido, Director-- ¡es como verme en el espejo--"
"Ama hacer eso, sabe," explica Sirius en un susurro teatral. "lo hace todo el tiempo. Es
como el cielo para él, el cielo en la tierra--"
"-- y ver por primera vez la verdad!" James lleva sus manos a su pecho, casi perdiéndolas
en el montón de pelo blanco, pero logra sacarlas con dignidad. "¡No tuvimos más opción
que sacar todos nuestros huevos de un canasto--"
"¿Y no somos atractivos? Qué dijo, sobre la forma más sincera de adulación." Sirius bate
sus pestañas.
"-- y esperamos que nuestra desesperación no pase desapercibida!"
La Profesora McGonagall logra aguantarse la risa que amenaza romper su mirada
calmada como el fuego sobre un créme brulé. Las mejillas de Dumbledore están coloradas
con diversión reprimida. "No sabía," murmura, con la mejor cara de póker de los cuatro a
pesar del siempre presente brillo en su ojo, "que enseñábamos actuación en nuestra
institución."
"Oh, no, Profesores," protesta James. "¡Somos serios!"
"Somos tan serios que es muy doloroso," concuerda Sirius.
"Dolorosamente serios," confirma James. "De hecho tendremos que faltar a clases el Lunes
para recuperarnos."
Sirius le da un codazo violento, mirando al frente: No lo arruines. James saca su lengua lo
más discretamente posible.
Los profesores se miran.
"¿Cuán dolorosa, exactamente, sería su seriedad?" pregunta Dumbledore. "Pregunto sólo
para saber si los dejamos ir con cargos o si los encerramos por su propio bienestar."
"¿Doloroso como para necesitar eutanasia?" murmura McGonagall y el Director le pisa
serenamente el pie. Los testigos ríen y Sirius se permite un momento para desearles la
muerte antes de continuar.
"Oh, terriblemente doloroso," dice muy sinceramente. "Como-- como que te comiera el pie
un flobberworm. Pero por supuesto, no hay dolor físico, no hay descripción que pueda
conjugar que pudiera compararse con los, eh, dolores del amor que sé que nunca podrá
ser--" Se levanta, aún tomando la mano de McGonagall, esperando que el momento
catapulte su inspiración. "Porque-- es un pensamiento doloroso, rogar por el favor de una
mujer que nunca se dignará a amarme, es mejor haber amado y perdido, eh, y eso--"
Piensa, abre la boca, la cierra-- James lo está mirando con algo de pánico, vamos, Padfoot,
¡haz algo!-- y finalmente piensa… a la mierda.
Sirius se lanza hacia adelante y besa a su Directora de Casa en la boca.
McGonagall hace un sonido de sorpresa y lo aleja. Sus sombreros se golpean. También
sus lentes. Sirius decide que después de un momento lleno de pánico que su punto ha
sido demasiado probado, y se aleja, mirándola ardientemente. Ella parece, él piensa con
admiración, algo magnífica: roja, confundida y probablemente enojada, pero en posesión
de su dignidad. "¡Lo lamento, Profesora! Sólo-- ¡no podía seguir aguantando! ¡La amo! ¡Y
me rompe por dentro!" Considerando el Hecho Hecho, Sirius toma a James de la muñeca
y corre por el pasillo, perseguido por el sonido de risas y un grito de "¡Señor Black! ¡Doce
millones de puntos de Gryffindor!" flotando tras él.
***
"Supe que tu y la Profesora McGonagall compartieron un abrazo muy apasionado."
Remus está usando una toalla. No. ¿Una sábana? Y hay hojas en su cabello. O algo. "He
escuchado todo sobre tus escapadas-- andan por todo el colegio, sabes; propuestas de
matrimonio e histrionismos y locuras y eso-- que te le lanzaste encima como un animal y
casi le sacaste la cara de-- bueno, le sacaste la cara de su cara." Remus ajusta las hojas en
sus orejas. Se están cayendo.
"Y que tu te pusiste de rodilla frente a Dumbledore, James," dice Peter. Su voz suena
apagada detrás de otra sábana blanca, puesta sobre él, dos agujeros revelan los ojos bien
abiertos de Peter. "¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo lo hiciste?"
"¿Por qué lo hiciste?" dice Remus. Está usando sandalias, también, cafés y con tiritas sobre
sus pies.
"Elemental, mi querido Moony," contesta James. Acaricia su bigote casualmente.
"¿Amas hacer eso, no?" Sirius sacude su cabeza. "Cochino acaricia-bigotes. No te
acostumbres. El pelo facial no se ve bien en ti."
"Dice eso porque esconde mi hermosa cara," susurra James fuertemente.
"Eres un idiota. Como sea." Sirius pone su atención en Peter y en Remus, quienes lo miran
con una mezcla de admiración y horror, respectivamente. "Por supuesto, hay una
explicación razonable que no tiene que ver conmigo estando borracho. ¡No me miren así!
Es una mujer terriblemente atractiva, saben, para su edad."
"Estaba tan asustado pensando que iba a tener que hacer lo mismo con Dumbledore, para
seguir el juego," dice James. "Imbécil Ambicioso."
"Bueno, ¡funcionó! ¿No recibimos detención, cierto?"
"No, ¡sólo perdimos doce millones de puntos!"
"Eso es ridículo, ni siquiera tenemos doce millones de puntos. Está jugando. Para
esconder su amor. ¿Moony, se supone que eres cupido?"
"No seas tonto, es una ninfa del bosque," interrumpe James, sonriendo razonablemente a
Remus. "¿Cierto?"
"Eh," dice Remus.
James frunce el ceño. "Supongo que no eres una ninfa del bosque, entonces"
"No."
"¿O Cupido?" pregunta Sirius.
"No."
"Ya adiviné Cupido," explica Peter. "Pero no es cupido. Tampoco es Zeus, y no es el
hombre de la sábana-- aunque pensé que esa era algo improbable desde el principio." En
alguna parte debajo de su propia sábana, Peter se está mordiendo el labio. "Y no es Julio
César y no nos va a mostrar nada tampoco así que no pregunten."
"Por supuesto que no nos va a mostrar nada." sonríe Sirius. "Es Moony."
"Para evitarles el dolor de cabeza," comienza Remus, "soy--"
"No, no, no puedes decir," insiste Sirius. "No lo permitiré."
"Es obviamente inútil." Remus cruza brazos con cicatrices sobre su pecho. Una cicatriz
aparece en su antebrazo desde su codo al dedo chiquito; tres líneas horizontales cortan
su muñeca. "Debí ir como Fantasma Número Dos."
"Uhm, espera, ¿cómo se llamaba ese tipo?"
"Vamos." James le da un codazo a Sirius. "O no quedará banquete en el banquete. Y yo no
fui el que nos retrasó poniendo en peligro la reputación de McGonagall."
"¡Esto no significa que me rindo!" Sirius toma a Remus de la mano y a Peter por su traje de
fantasma. "¡Sigo adivinando!".
"Hmm," murmura Remus.
***
"Ya sé!" Sirius dice con la boca llena de cerveza de manteca. Remus se agacha justo a
tiempo. "¡Yo la semana pasada cuando se me acabaron las toallas!"
"No," dice Remus.
"Buena, en todo caso," anima Peter. "No te rindas ahora."
***
"No, de verdad, Moony, esta vez lo tengo." Sirius hace un globo del tamaño de su cabeza y
verde como la espalda de una polilla. Cuando se rompe y se le pega en los lentes logra
decir, "Ese tipo que dijo Eureka!"
"Ese fue Euclídes." Sirius siente que la única razón por la que Remus no lo ha golpeado es
que todo el chocolate lo ha aplacado. "Euclídes no usaba una toga."
"Maldición," dice Sirius.
***
"¿Yo cuando estoy borracho? He hecho cosas muy--"
"No."
"Podría jurar que eres yo esa vez cuando--"
***
"No."
***
"No me estoy rindiendo." Sirius intenta verse calmado mientras mira por la ventana.
James está arreglando su barba en alguna parte y Peter se ha ido a vomitar en el baño y
casi es hora de irse a la Casa de los Gritos por la noche-- un ritual anual, y por eso
Sagrado. Ya las nubes son del color espectral de la Noche de los Muertos, amarillas y
grises y plata y cambiando de oscuridad en oscuridad.
"Por supuesto que no." Remus levanta la mano para arreglar sus hojas en sus orejas.
"Lo tengo en la punta de la lengua," insiste Sirius.
"Igual que el chicle de antes." Remus muestra con su pulgar y Sirius lo limpia
rápidamente.
"Mientras no me digas."
"Tienes hasta la mañana." Remus sonríe la sonrisa triste de una entidad acorralada.
"Maldición," dice Sirius.
***
***
La Casa de los Gritos siempre está helada, pero en esta frígida noche de Octubre, Peter envuelto en una sola frazada y la sábana de su disfraz- se siente algo abrigado, y es sólo
parcialmente por la enorme cantidad de dulces y cerveza de manteca que los cuatro han
consumido. Ha tenido un buen día, y les agradece por eso. Lleno de chocolate y las
variadas mutaciones de él, es difícil entrar en el ambiente del día de Todos Los Santos,
pero lo están intentando, y Peter quiere ayudarlos como agradecimiento por su amistad.
"Ohhh, ¡tengo una buena!"
***
"Es la del fantasma casi descabezado, porque esa no es muy buena, Wormtail."
"Cállate. Esta es buena. Es sobre--"
"¡No nos digas de qué se trata! Sólo cuéntanos la historia."
"Clarito. Entonces érase una vez un-- una noche oscura y tormentosa-- un chico llamado,
ehh, Mark. Su mamá le dice, 'Mark, anda donde el carnicero y compra hígado de cerdo
para nuestro, umm, nuestro hígado, que vamos a cocinar para la cena esta noche."
"Guácala, ¿hígado de cerdo? ¿Qué clase de mamá es esta mujer?"
"Me gusta el hígado de cerdo."
"Sí, bueno, eres una Criatura Oscura, Inhumana. ¿Quién sabe qué te gusta?"
"Sabes, sí siento que estoy desarrollando un gustito por la carne humana."
"¡Cállense y escuchen la historia! Ustedes dos no tienen respeto. Honestamente, caninos."
"Entonces-- entonces ella va. Él va. Va donde el carnicero y ahí está el hígado. Oh,
esperen, su mamá sólo le dio siete sickles, olvidé esa parte. Entonces él va y dice '¿Cuánto
cuesta el hígado de cerdo?' Y el carnicero dice 'Son siete sickles, pero también tenemos
pasteles de calabaza a siete sickles."
"¿Por qué el carnicero va a vender pasteles de calabaza?"
"Su esposa los hace. Como sea, Mark dice, bueno, ¡está bien! Porque le encantan los
pasteles. Así que los compra con el dinero y se va a su casa. Entonces justo cuando se iba
yendo, ¡se acuerda que su mamá le pidió comprar hígado!"
"Pero ya sabía eso, ¿no? O sea, recién preguntó por el precio del hígado, presumiblemente
sabía que tenía que comprar el hígado."
"Tenía mala memoria, Sirius, ya cállate."
"Sí, cállate. Como sea, con suerte en este punto pasa al lado de una funeraria. Y--ehh-afuera de la funeraria hay un ataúd abierto con una vieja bruja adentro."
"Eurgh!"
"¿Bajo el sol?"
"¿Como para señalizar un pub? Onda, ¿Cuerpos Adentro y eso?"
"¡No! No, es sólo, ehh, una muestra."
"¿Una muestra? ¿Un cadáver de muestra?"
"¡Es una funeraria Muggle! No sé. Como sea, a Mark se le ocurre algo brillante. Así que
saca su varita y le saca el hígado a la anciana."
"Ewwwww."
"Wormtail, esta es una historia vil."
"¡Pero emocionante! … en una forma algo caníbal. ¡Dejen de mirarme así!"
"Como sea, umm, le saca el hígado y se lo lleva a su casa y su mamá lo fríe para la cena. Y
es la cosa más deliciosa que han comido."
"¿Y no sospechan que no es hígado de cerdo?"
"Él sabe que no es hígado de cerdo, idiota, acaba de robarlo."
"¡Pero dijiste que tenía mala memoria!"
"Ustedes son la peor audiencia del mundo. Se lo comen y luego el sol se pone."
"¿Porque se comieron el hígado?"
"¡No! ¡Porque era de noche! El sol baja y Mark y su mamá se van a la cama. Y entonces
despiertan. Él despierta. Y escucha unos golpes. Thump, thump, thump. Oh no ¡espera!
No es así. Escucha una voz desde afuera, y dice: 'Mark. Maaaaaaaaark! Estoy afuera!
Quiero mi hígado de vueeeeeeeeelta!"
"¡Es un cerdo hablante!"
"Sirius, tienes prohibido hablar."
"Por favor, ustedes--"
"-- ¡Entonces! Entonces Mark está aterrado, obviamente, así que corre y se esconde en el
closet, llamando a su mamá pero no hay respuesta. Así que se está escondiendo ahí en la
oscuridad-- ¿quién está respirando así?!"
"Muu ja ja ja ja ja ja."
"Jódete, Sirius! No eres gracioso. Como sea él está escondido ahí y escucha un criiiiiick y
entonces la misma voz dice 'Mark, ¡Maaaaark! ¡Estoy adentro! ¡Quiero mi hígado de
vueeeeelta!' Él se queda quieto. Ni siquiera respira. Ni siquiera se mueve. Y entonces,
ahora es cuando escucha: Thump. Thump. Thump."
"Y la voz dice 'Mark, ¡Maaaaark! ¡Puedo verte! ¡Quiero mi hígado de vuelta! ¡Y la puerta de la
alacena se abre!"
"Por Dios ¡augh--!"
"¿Qué? ¿Qué?! ¿¿James??"
"Podría jurar que sentí algo-- garras--"
"Muuu ja ja ja ja ja."
"Jódete, Sirius! Dios. Casi me dio un ataque."
"¿Qué hay afuera de la alacena?"
"Bueno, nadie sabe, pero cuando los vecinos entraron al día siguiente, encontraron los
cuerpos de Mark y su mamá y los dos tenían los estómagos abiertos y no tenían hígados."
"Ohhhh."
"Hermoso."
"Estuvo buena, Wormtail."
"Pero esperen, sí sabemos qué fue, ¿no? O sea, fue la anciana."
"Black, ¡estás determinado a arruinarlo todo!"
"Creo que deberíamos pegarle."
"Claro que debería. ¿Almohada, Sr. Prongs?"
"Muchas gracias, Sr. Wormtail."
"¡No, no! No ¡el disfraz! Mis medias se correrán-- ohhhh noooooo-"
"Muuu ja ja ja ja ja ja."
***
En los dobleces blancos de tela sobre el regazo de Remus hay un libro, una fijación
permanente en su vida. El título está desgastado por el tiempo y las uniones están algo
rotas. Tiene su dedo índice derecho metido en el centro para guardar la página. Justo
debajo de su pulgar la letra es apenas legible. Poe. Es uno de los sueños irracionales de
Remus el leer Poe a sus amigos mientras están poniendo atención de verdad.
***
"Argh, quítate, ya me pegaste, ¿ya? Tú ganas. Ouch. Bueno, Remus. Es tu turno."
"¿Tienes una de esas historias Muggles de nuevo?"
"Esas no dan miedo, las historias Muggles nunca dan tanto miedo como las de los Magos."
"No tengo que leerlo, sabes."
"Bueno, sabes, sólo te decía."
"Vamos, Moony, lee."
"Sólo si están seguros que no se aburrirán."
"Vamos, Remus, sabes lo que quise decir."
"Bueno. Está bien. El Corazón Delator, por Edgar Alan Poe."
"¿No escribió el poema del Cuervo? Nunca más, y eso."
"Shhh."
"Claro, perdón."
"¡Es verdad! Soy muy nervioso, horrorosamente nervioso, siempre lo fui, pero, ¿por qué
pretendéis que esté loco? La enfermedad ha aguzado mis sentidos, sin destruirlos ni
embotarlos. Tenía el oído muy fino; ninguno le igualaba; he escuchado todas las cosas del
cielo y de la tierra, y no pocas del infierno. ¿Cómo he de estar loco? ¡Atención! Ahora
veréis con qué sano juicio y con qué calma puedo referiros toda la historia."
"No suena muy calmado."
"Métete un calcetín, Sirius."
"Calcetín. Metido. Listo. Sigue, Moony."
"Me es imposible decir cómo se me ocurrió primeramente la idea; pero una vez concebida,
no pude desecharla ni de noche ni de día. No me proponía objeto alguno ni me dejaba
llevar de una pasión. Amaba al buen anciano, pues jamás me había hecho daño alguno, ni
menos insultado; no envidiaba su oro; pero tenía en sí algo desagradable. ¡Era uno de sus
ojos, sí, esto es! Se asemejaba al de un buitre y tenía el color azul pálido. Cada vez que
este ojo fijaba en mí su mirada, se me helaba la sangre en las venas; y lentamente, por
grados, comenzó a germinar en mi cerebro la idea de arrancar la vida al viejo, a fin de
librarme para siempre de aquel ojo que me molestaba."
"Suena como ese-- claro, te acuerdas, no Prongs-- ese tipo Moody-- mpph."
"Buen calcetín."
"Ese es el punto. Me creéis loco; pero advertid que los locos no razonan. ¡Su hubiérais
visto con qué buen juicio procedí, con qué tacto y previsión y con qué disimulo puse
manos a la obra! Nunca había sido tan amable con el viejo como durante la semana que
precedió al asesinato. Todas las noches, a eso de las doce, levantaba el picaporte de la
puerta y la abría; pero ¡qué suavemente! Y cuando quedaba bastante espacio para pasar la
cabeza, introducía una linterna sorda bien cerrada, para que no filtrase ninguna luz, y
alargaba el cuello. ¡Oh!, os hubiérais reído al ver con qué cuidado procedía. Movía
lentamente la cabeza, muy poco a poco, para no perturbar el sueño del viejo, y necesitaba
al menos una hora para adelantarla lo suficiente a fin de ver al hombre echado en su cama.
¡Ah! Un loco no habría sido tan prudente. Y cuando mi cabeza estaba dentro de la
habitación, levantaba la linterna con sumo cuidado, ¡oh, con qué cuidado, con qué
cuidado!, porque la charnela rechinaba. No la abría más de lo suficiente para que un
imperceptible rayo de luz iluminase el ojo de buitre. Hice esto durante siete largas
noches, hasta las doce; pero siempre encontré el ojo cerrado y, por consiguiente, me fue
imposible consumar mi obra, porque no era el viejo lo que me incomodaba, sino su
maldito ojo. Todos los días, al amanecer, entraba atrevidamente en su cuarto y le hablaba
con la mayor serenidad, llamándole por su nombre con tono cariñoso y preguntándole
cómo había pasado la noche. Ya veis, por lo dicho, que debería ser un viejo muy perspicaz
para sospechar que todas las noches hasta las doce le examinaba durante su sueño."
"¿Entonces qué pasó?"
"Bueno, nos está contando ¿o no, Peter?"
"Nos está contando sobre un acosador loco, eso nos está contando."
"Lo que nos está contando."
"Llegada la octava noche, procedí con más precaución aún para abrir la puerta; la aguja de
un reloj se hubiera movido más rápidamente que mi mano. Mis facultades y mi sagacidad
estaban más desarrolladas que nunca, y apenas podía reprimir la emoción de mi triunfo.
Pensar que estaba allí, abriendo la puerta poco a poco, y que ¡él no podía ni siquiera soñar
en mis actos!"
"Ya sabes lo que eso significa--¡Au! ¡Eso dolió!"
"Esta idea me hizo reír; y tal vez el durmiente escuchó mi ligera carcajada, pues se movió
de pronto en su lecho como si se despertase. Tal vez creeréis que me retiré; nada de eso;
su habitación estaba negra como un pez, tan espesas eran las tinieblas, pues mi hombre
había cerrado herméticamente los postigos por temor a los ladrones; y sabiendo que no
podía ver la puerta entornada, seguí empujándola más, siempre más. Había pasado ya la
cabeza y estaba a punto de abrir la linterna, cuando mi pulgar se deslizó sobre el muelle
con que se cerraba y el viejo se incorporó en su lecho exclamando: —¿Quién anda ahí?
Permanecí inmóvil sin contestar; durante una hora me mantuve como petrificado, y en
todo este tiempo no le vi echarse de nuevo; seguía sentado y escuchando, como yo lo
había hecho noches enteras."
"¿Qué hace un reloj en la muralla?"
"Shhh!"
"Tu estás hablando, Sirius."
"Bueno, ahora se puso interesante."
"Pero he aquí que de repente oigo una especie de queja débil, y reconozco que era debida
a un terror mortal; no era de dolor ni de pena, ¡oh, no! Era el ruido sordo y ahogado que se
eleva del fondo de un alma poseída por el espanto. Yo conocía bien este rumor, pues
muchas noches, a las doce, cuando todos dormían, lo oí producirse en mi pecho,
aumentando con su eco terrible el terror que me embargaba"
"Está loco."
"Puedes repetir eso."
"Por eso comprendía bien lo que el viejo experimentaba, y le compadecía, aunque la risa
entreabriese mis labios. No se me ocultaba que se había mantenido despierto desde el
primer ruido, cuando se revolvió en el lecho; sus temores se acrecentaron, y sin duda
quiso persuadirse que no había causa para ello; mas no pudo conseguirlo. Sin duda pensó:
«Eso no será más que el viento de la chimenea, o de un ratón que corre, o algún grillo que
canta»."
"Sé cómo se siente eso-- ¡Ouch! ¡Deja de tirar eso!"
"El hombre se esforzó para confirmarse en estas hipótesis, pero todo fue inútil; «era
inútil» porque la Muerte, que se acercaba, había pasado delante de él con su negra
sombra, envolviendo en ella a su víctima; y la influencia fúnebre de esa sombra invisible
era la que le hacía sentir, aunque no distinguiera ni viera nada, la presencia de mi cabeza
en el cuarto."
"Ohh."
"Después de esperar largo tiempo con mucha paciencia sin oírle echarse de nuevo, resolví
entreabrir un poco la linterna; pero tan poco, tan poco, que casi no era nada; la abrí tan
cautelosamente, que más no podía ser, hasta que al fin un solo rayo pálido, como un hilo
de araña, saliendo de la abertura, se proyectó en el ojo de buitre. Estaba abierto, muy
abierto, y no me enfurecí apenas le miré; le vi con la mayor claridad, todo entero, con su
color azul opaco, y cubierto con una especie de velo hediondo que heló mi sangre hasta la
médula de los huesos; pero esto era lo único que veía de la cara o de la persona del
anciano, pues había dirigido el rayo de luz, como por instinto, hacia el maldito ojo. ¿No os
he dicho ya que lo que tomabais por locura no es sino un refinamiento de los sentidos? En
aquel momento, un ruido sordo, ahogado y frecuente, semejante al que produce un reloj
envuelto en algodón, hirió mis oídos; «aquel rumor», lo reconocí al punto, era el latido del
corazón del anciano, y aumentó mi cólera, así como el redoble del tambor sobreexcita el
valor del soldado."
"Definitivamente el Loco Moody; este Poe debió conocerlo."
"Pero me contuve y permanecí inmóvil, sin respirar apenas, y esforzándome en iluminar el
ojo con el rayo de luz. Al mismo tiempo, el corazón latía con mayor violencia, cada vez
más precipitadamente y con más ruido. El terror del anciano «debía» ser indecible, pues
aquel latido se producía con redoblada fuerza cada minuto. ¿Me escucháis atentos? Ya os
he dicho que yo era nervioso, y lo soy en efecto. En medio del silencio de la noche, un
silencio tan imponente como el de aquella antigua casa, aquel ruido extraño me produjo
un terror indecible. Por espacio de algunos minutos me contuve aún, permaneciendo
tranquilo; pero el latido subía de punto a cada instante; hasta que creí que el corazón iba
a estallar, y de pronto me sobrecogió una nueva angustia: ¡Algún vecino podría oír el
rumor! Había llegado la última hora del viejo: profiriendo un alarido, abrí bruscamente la
linterna y me introduje en la habitación. El buen hombre sólo dejó escapar un grito: sólo
uno. En un instante le arrojé en el suelo, reí de contento al ver mi tarea tan adelantada,
aunque esta vez ya no me atormentaba, pues no se podía oír a través de la pared. Al fin
cesó la palpitación, porque el viejo había muerto, levanté las ropas y examiné el cadáver:
estaba rígido, completamente rígido; apoyé mi mano sobre el corazón, y la tuve aplicada
algunos minutos; no se oía ningún latido; el hombre había dejado de existir, y su ojo
desde entonces ya no me atormentaría más."
"¿No podría hacerle eso a Moody, cierto?"
"Si persistís en tomarme por loco, esa creencia se desvanecerá cuando os diga qué
precauciones adopté para ocultar el cadáver. La noche avanzaba, y comencé a trabajar
activamente, aunque en silencio: corté la cabeza, después los brazos y por último las
piernas. En seguida arranqué tres tablas del suelo de la habitación, deposité los restos
mutilados en los espacios huecos, y volví a colocar las tablas con tanta habilidad y
destreza que ningún ojo humano, ni aún el «suyo», hubiera podido descubrir nada de
particular. No era necesario lavar mancha alguna, gracias a la prudencia con que
procedía. Un barreno la había absorbido toda. ¡Ja, ja! Terminada la operación, a eso de las
cuatro de la madrugada, aún estaba tan oscuro como a medianoche. Cuando el reloj
señaló la hora, llamaron a la puerta de calle, y yo bajé con la mayor calma para abrir, pues,
¿qué podía temer «ya»? Tres hombres entraron, anunciándose cortésmente como oficiales
de policía; un vecino había escuchado un grito durante la noche; esto bastó para
despertar sospechas, se envió un aviso a las oficinas de la policía, y los señores oficiales se
presentaban para reconocer el local. Yo sonreí, porque nada debía temer, y recibiendo
cortésmente a aquellos caballeros, les dije que era yo quien había gritado en medio de mi
sueño; añadí que el viejo estaba de viaje, y conduje a los oficiales por toda la casa,
invitándoles a buscar, a registrar perfectamente. Al fin entré en «su» habitación y mostré
sus tesoros, completamente seguros y en el mejor orden. En el entusiasmo de mi
confianza ofrecí sillas a los visitantes para que descansaran un poco; mientras que yo, con
la loca audacia de un triunfo completo, coloqué la mía en el sitio mismo donde yacía el
cadáver de la víctima."
"Los oficiales quedaron satisfechos y, convencidos por mis modales —yo estaba muy
tranquilo—, se sentaron y hablaron de cosas familiares, a las que contesté alegremente;
mas al poco tiempo sentí que palidecía y ansié la marcha de aquellos hombres. Me dolía la
cabeza; me parecía que mis oídos zumbaban; pero los oficiales continuaban sentados,
hablando sin cesar. El zumbido se pronunció más, persistiendo con mayor fuerza; me
puse a charlar sin tregua para librarme de aquella sensación, pero todo fue inútil y al fin
descubrí que el rumor no se producía en mis oídos. Sin duda palidecí entonces mucho,
pero hablaba todavía con más viveza, alzando la voz, lo cual no impedía que el sonido
fuera en aumento. ¿Qué podía hacer yo? Era «un rumor sordo, ahogado, frecuente, muy
análogo al que produciría un reloj envuelto en algodón». Respiré fatigosamente; los
oficiales no oían aún. Entonces hablé más aprisa, con mayor vehemencia; pero el ruido
aumentaba sin cesar. Me levanté y comencé a discutir sobre varias nimiedades, en un
diapasón muy alto y gesticulando vivamente; mas el ruido crecía. ¿Por qué «no querían»
irse aquellos hombres? Aparentando que me exasperaban sus observaciones, di varias
vueltas de un lado a otro de la habitación; mas el rumor iba en aumento. ¡Dios mío! ¿Qué
podía hacer? La cólera me cegaba, comencé a renegar; agité la silla donde me había
sentado, haciéndola rechinar sobre el suelo; pero el ruido dominaba siempre de una
manera muy marcada... Y los oficiales seguían hablando, bromeaban y sonreían. ¿Sería
posible que no oyesen? ¡Dios todopoderoso! ¡No, no! ¡Oían! ¡Sospechaban; lo «sabían»
todo; se divertían con mi espanto! Lo creí y lo creo aún. Cualquier cosa era preferible a
semejante burla; no podía soportar más tiempo aquellas hipócritas sonrisas. ¡Comprendí
que era preciso gritar o morir! Y cada vez más alto, ¿lo oís? ¡Cada vez más alto, «siempre
más alto»!"
"—¡Miserables! —exclamé—. No disimuléis más tiempo; confieso el crimen. ¡Arrancad
esas tablas; ahí está, ahí está! ¡Es el latido de su espantoso corazón!"
"Wow."
"Sí."
"Mejor que el poema del Cuervo"
"Oh, sí."
***
Sirius se mueve contento y se tira con las piernas abiertas sin cuidado, ni pensando en su
falda. Esta tiene que ser su festividad favorita que no tiene que ver con muérdago. Él y
James han tenido un buen día y si hay una forma de terminarlo con bombos, se va a
asegurar que sea así. Hay frío en el aire, sus pequeñas linternas se mueven y el viento se
mete en los alambres del piano. Se frota los brazos reflexivamente para calentarlos pero
sonríe ampliamente, inclinándose hacia ellos para que la luz brille amenazadoramente en
las facciones de su cara.
***
"Bueno, me toca. Mu ha ha ha---"
"Córtala."
"-- Perdón."
"Oh, supongo que puedes empezar."
"No lo lamentarán. Bueno, había una chica hermosa, ya. Y ella vive con sus padres en eh,
digamos, no sé, digamos en Surrey."
"Evans vive en Surrey!"
"Ya sé eso, idiota. Entonces esta chica, esta hermosa colorina, ella vive en Surrey con sus
padres y su desagradable hermana menor y su gran perro negro, quien es su mejor amigo
y querido compañero y con quien le gusta acurrucarse para dormir todas las noches,
acurrucada contra él en su camisa de dormir y acariciando su gran cabeza peluda--"
"Maldito seas, Black."
"¿Qué? No te pongas nervioso, Potter, es sólo una historia. ¿Qué te pasa, tienes miedo?"
"No, pero tú deberías tener miedo--"
"¡Oho! Alguien no está metido en el espíritu de Halloween!"
"Y alguien más no está teniendo nada a menos que sea un lastimado--"
"Honestamente, ustedes dos. Quiero escuchar la historia. ¿Sirius?"
"Perdón."
"Muchas Gracias, Sr. Moony, que agradable saber que alguien por aquí todavía le tiene
respeto al arte perdido que es contar historias. ¿Dónde estaba? Claro, entonces esta chica
y su perro--"
"Ya dijiste esa parte, como doce veces--"
"-- entonces una tarde sus padres deciden salir por la noche, okay, así que dejan a esta
hermosa chica de 16 años sola en la casa con su horrible hermana chica. Piensan que está
bien, porque tiene este maldito perro grande para protegerla de lo que sea, así que le
recuerdan cerrar todas las puertas con llave antes de irse a dormir. Entonces se van y la
chica va por la casa cerrando todas las puertas y las ventanas y las cierra todas, excepto la
del sótano porque no se cierra. A ella no le preocupa mucho, porque está en el sótano y
eso."
"¿Por qué no le hechiza para cerrarla?"
"¿Tienes que hacer preguntas estúpidas? No se supone que haga magia fuera de la escuela!
¡Es una Prefecto! ¡Podría ser terrible! El punto es que vuelve a subir las escaleras, cena algo,
y se pone su camisa de dormir, la que es muy corta y terriblemente asentadora, y se
acurruca en el sofá para dormir, sus dedos delgados apenas acariciando al perro en su
lugar favorito, entre las orejas--"
"¡No te atrevas a hablar de Evans así!"
"James, ¿podrías tener algo de dignidad? Deja eso, le vas a sacar el ojo a alguien. Esto no es
sobre Evans. Es Folklore."
"Prongs, ¡estás arruinando su historia!"
"Es cierto, sabes, James. Pero Sirius, no creo que puedes decir que algo es 'folklore' y
tienes que admitir que estás siendo algo obvio."
"Por el amor de Dios, Moony, ¿nadie me va a dejar contar esta historia?"
"¡No he dicho nada!"
"Y por eso te agradezco profundamente, Wormtail. Cuando venga la revolución, no serás
comido. ¿Puedo continuar?"
"Bueno, no dejes que te detenga, gran canino pervertido."
"Gracias. Bueno. Entonces se va quedando dormida, ya. Y entonces como dos horas
después, despierta al escuchar algo que viene del baño: drip. Drip. Drip."
"¡Sé lo que es!"
"Eres un hombre enfermo, Peter Pettigrew."
"¡Quise decir el agua!"
"¿Se pueden callar? Entonces escucha este ruido. Pero está oscuro, son como las dos de la
mañana y ella no se quiere levantar, tiene miedo-- como sea ella piensa, como nuestro
astuto Peter, que es el agua goteando, porque esta colorina imaginativa no es tan buena
en Hechizos Domésticos como en sus otras asignaturas. Entonces como que quiere estar
segura así que estira su mano hacia un lado de la cama para acariciar a su perro, y él le da
una lamida larga y aseguradora, porque es un Buen Perro."
"Padfoot, eres cochino y asqueroso."
"Este no soy yo, James Potter, ¿cuántas veces te lo tengo que decir? Honestamente,
Moony, ¿podemos enterrarlo en el piso?"
"No."
"¿Por qué no se pueden callar? ¡Nunca llegaremos a mi historia así!"
"La rata tiene razón. ¿Por qué no se callan? Excepto Moony, quien amablemente se ha
abstenido de corregir mi gramática por al menos el treinta por ciento de esta historia y de
nuevo, mi gratitud no tiene fronteras."
"No he dicho ni una palabra sobre tu gramática."
"Dijiste que era 'obvio'."
"¡Eso no tiene nada que ver con gramática! ¿Sabes lo que significa?"
"Shhh!"
"Por supuesto que sí. ¡Como sea! Entonces. Asegurada por su leal mascota ella vuelve a
dormir. Está así por un rato cuando de repente es despertada de nuevo: drip. Drip. Drip. Y
esta vez hay otro sonido: un sonido como garras en la madera. Skritch. Skrrrrriiiiitch. Tiene
algo más de miedo ahora, así que se sienta pero está tan oscuro en la casa y tiene tanto
miedo y está tan cansada como para salir de la cama, así que de nuevo saca la mano para
sentirse mejor. Y el perro la lame, todo protector y dulce y asegurador, ella se duerme de
nuevo. Entonces ella se despierta de nuevo. Esta vez el goteo es tan insistente y el sonido
de las garras es tan fuerte que suena como si estuviera dentro de su cabeza. Está aterrada,
hombres. Así que saca su mano pero el perro no está ahí. Claro, piensa, sólo iré a mirarlo,
es sólo una llave mala."
"No es una llave mala."
"Shhh!"
"Cállate, Peter--"
"Entonces va al baño. Está demasiado oscuro como para ver algo. Temblando, ella busca
el interruptor y finalmente lo encuentra. Lo primero que ve es su perro, atado dentro del
closet de las toallas, rascando franticamente la puerta. Skritch. Skirrrrriiiiitch."
"¿Cómo está rascando si está atado?"
"Potter, te mataré. Es como es. Cristo. Entonces está el perro, rascando y luchando y la
chica comienza a entrar en pánico. Así que se da vuelta. Lentamente. Y ahí, colgando de la
cuerda de la cortina, está el cuerpo mutilado de su hermana, bañando de sangre el piso.
Drip. Drip. Drip. Y en la muralla de la ducha, escrito en sangre, ve: Los humanos también
pueden lamer, querida."
"Ack."
"¡Brillante!"
"Gracias, Pete."
"Malditamente asqueroso."
"Horrible."
"Piensas eso, Prongs, sólo porque es sobre Evans siendo lamida-- ugh, eso es asqueroso."
"No seas así, Wormtail, y como sea, recuerda, no es sobre Evans!"
"Sabes, Pads, al principio pensé que el perro era tu pequeña intervención en esta historia
pero ahora empiezo a pensar que quizás tu eres el asesino."
"¡No lo soy! Por Dios, Moony, ¿qué estás insinuando?"
"Eres-- tan tirado a lamer a la gente. ¡Lo eres, lo sabes!"
"¡No a chicas de 16 años! Bueno, en realidad... Pero ¡no mientras pretendo ser un perro!
Bueno, en realidad--"
"Sabes, la versión que yo sé, el asesino mata al perro. Lo despela vivo. Ese es el goteo. Y no
hay una hermana."
"Mira, Prongs, hay una cosita llamada Libertad Artística. Si no te gusta, cuenta tu propia
maldita historia."
"¡Bueno! Quizás lo haga."
"Vamos, entonces."
***
James juega con el final de su larga barba blanca mientras intenta acomodar su pesada
capa púrpura. Tras él la cama suena con el viento de Halloween. Él y Sirius detonaron 17
bombas de caca sólo en el desayuno, y trece de ellas-- un número de mala suerte apto-- en
los calcetines de Snape. El último reto para esta noche es su historia antes que, llenos de
Pastel de Calabaza y demasiados dulces que contemplar, se les apaguen las linternas y
sus sueños los dividan.
"Sí, ¿qué tienes para nosotros, James?"
***
"¿Más corazones latientes y ojos de Moody y gente loca?"
"El Corazón Delator es un clásico, Sirius."
"Pfshh-- ¡OW!"
"Estás molesto porque casi te measte. Te vi."
"¡No es cierto!"
"Claro que sí."
"Estás tan loco como Poe."
"¡Es un clásico!"
"¿Sabes cuál es un clásico? La Garra de Clabbert."
"Ohh."
"Érase una vez--"
"No, eso no está bien. No puedes comenzar una historia de miedo con 'Érase una vez.'"
"Bueno entonces, érase una noche tormentosa, ¿qué te parece eso?"
"Mucho mejor."
"Érase una noche tormentosa por el bien de Sirius, cuando una familia se sentaba a cenar,
y alguien golpeó la puerta. '¿Puedes abrir madre?' dijo el anciano que era la cabeza de la
casa por como su esposa respondió. 'Yo iré' dijo su único hijo, la luz en sus corazones, el
gusto de su hogar, etcétera. Abrió la puerta y ahí en el umbral estaba un soldado cansado
y maltrecho, mojado por la lluvia y cansado con el viaje que hacía siendo soldado y todo
eso."
"Esto no da miedo."
"Bueno todavía no así que cállate y déjame contar la historia."
"Pero no la estás contando bien."
"Ya tuviste tu oportunidad."
"Bueno, bueno, arruina una perfectamente buena Garra de Clabbert, vamos."
"Entonces la familia invitó al pobre soldado a cenar con ellos y a tomar algo después. El
soldado solía tomar firewhiskey, igual que tu Sirius, ja, y después del tercer vaso se sintió
más cómodo y en el cuarto trago sacó de su bolsillo algo envuelto en un pañuelo. '¿Ven
esto?' dijo, sosteniéndolo en la luz de las velas. '¿Qué es?' preguntó el hijo. El soldado lo
desenvolvió y lo dejó en la mesa, una vieja garra de Clabbert cortada de algún animal hace
muchos muchos años, aunque la sangre aún lucía fresca. La mujer aguantó la respiración y
el hijo estaba naturalmente fascinado porque era súper genial y el anciano no podía evitar
mirar sus uñas peligrosas y se inclinó, atraído por sus terribles dedos."
"Apúrate, la garra de Clabbert, fea, sangrienta, claro."
"Entonces el soldado les dijo que esta no era cualquier garra sino una que había sido
hechizada hace mucho tiempo, para darle a tres personas tres deseos. 'Para probar la
naturaleza del destino', dijo el soldado, 'para ver si el hombre puede cambiar el suyo sin
enviarlo por el camino de la destrucción.' '¿Pero cómo sabes todo esto? preguntó la mujer,
habiéndose recobrado valientemente. 'Porque, señora,' contestó el soldado, 'Soy la
segunda persona en tener sus tres deseos.' '¿Y arruinó su vida, señor?' preguntó el
anciano. 'Les diré honestamente,' contestó el soldado, 'que desearía nunca haber puesto
mis ojos sobre esta garra fea y sangrienta."
"Ahí está de nuevo, fea y sangrient-- ¡Ow!"
"Así que antes de que el soldado se fuera esa noche le dijo al anciano, 'Gracias por su
hospitalidad, buen señor. Vi cómo estaba atraído a la garra a través de la mesa. Significa, a
pesar de su amabilidad, que debo darle la garra, junto con sus tres deseos.' El anciano
estaba sorprendido y nervioso pero secretamente contento; tres deseos completos
podrían ayudarlo con su casa y su pequeño negocio y no tendría que perderse como los
otros dos. Además, se dio, el soldado seguía con vida, ¿no? Y se veía bien. Sin embargo,
decidió preguntarles a su esposa y a su hijo sobre usar el deseo. 'Podríamos usarlo para
algo pequeño' sugirió el hijo, 'sólo para no tener más deudas no sería mucho, ¿y no
seríamos felices entonces?' El anciano estaba agradecido por la astucia de su hijo--"
"¿--qué hacía todavía viviendo con sus padres, ah, un joven tan bueno como él?"
"'-- agradecido de la astucia de su hijo así que hizo exactamente lo que su hijo sugirió.
'Deseo trescientos galleons para no tener más deudas,' le dijo a la garra. Pero nada pasó."
"Hablarle a una garra le hará eso a un hombre."
"La mañana siguiente todavía no había dinero. El anciano se encogió de hombros y se
preguntó si quizás el viejo soldado había confundido el número de personas que habían
usado la garra antes que él. Puso la garra junto a su cama y bajo a tomar desayuno."
"¿Qué iba a comer?"
"Pudín."
"Asqueroso. Debió desear huevos y tocino."
"Después ese día un mago en capa oscura apareció en su casa. La mujer lo dejó entrar, con
un presentimiento en el estómago. 'Es su hijo', dijo el mago. 'Hubo un accidente. No
tenemos responsabilidad, pero por favor acepte esta pequeña suma de trescientos
galleons y nuestras condolencias para mantener esto en silencio."
"Oh-ho, eso sí que es raro."
"Entonces el anciano y la anciana pasan por un período de luto, gastando todo el dinero
en un gran funeral para su hijo lo que es ridículo porque el hombre ya está muerto, cierto,
¿para qué necesitan un ataúd caro si lo van a meter en el suelo?"
"Estás hablando tonteras, Prongs."
"Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses y una noche, después de
llorar por horas en la almohada, la anciana se sentó en la cama. 'Esposo' dijo. '¡Esposo,
tengo una idea!' Se dirigió al velador y sacó la garra, la que estaba más fea y hedionda que
nunca. 'Deseo que nuestro hijo vuelva', dijo '¡Deseo que nuestro hijo vuelva a nosotros!' El
anciano estaba horrorizado. Supo inmediatamente que, en su dolor, su esposa había sido
poco específica y pensó instantáneamente en su hijo -- podrido y cayéndose a pedazos y
con pedazos de ataúd pegados a él-- caminando por la colina y derribando la puerta. Por
el momento, nada pasó y sólo podían escuchar sus propias respiraciones en la oscuridad.
Justo cuando el anciano se estaba relajando el viento cambió y las nubes cubrieron la luna
y una lechuza comenzó a cantar en un árbol afuera de la ventana como llorando, lo
escucharon: el sonido de pasos en la calle, levantados en la quietud de la noche. La
anciana salió de la cama y corrió hacia la puerta, luchando con las cerraduras. El anciano
no podía hacer más que esperar en la cama y aferrarse a las frazadas y temblar y vio justo
afuera de la ventana la forma desfigurada por la calle, cayendo, estirándose, tropezándose,
agarrando con dedos huesudos y acercándose más y más y más."
"Y más y más y más."
"Entonces la anciana gritó desde abajo 'Esposo, ¡ayúdame con el pestillo! ¡No puedo
alcanzarlo!' pero el anciano no se podía mover, la garra apretada en su mano. ¿Qué iba a
hacer? El podrido monstruo que era su hijo estaba a punto de entrar y su esposa estaba
abajo pasando el pestillo con todo su poder y ahí estaba él en la cama, rígido de terror
hasta que se dio cuenta: la garra tenía un deseo más. Sosteniéndola con fuerza sobre su
cabeza gritó, '¡Ojalá mi hijo volviera a su tumba!' justo cuando la anciana sacó el pestillo y
abrió la puerta y--"
"¿Y?"
"¿Y?"
"--y no había nada afuera más que las hojas y las ramas rozando la puerta"
***
***
Sirius yace completamente quieto, mirando hacia el techo oscuro y sombroso de la Casa.
No se puede mover. No es cosa de comodidad, es por Cosas que están Esperando en las
esquinas escondidas, Cosas horribles y muertas que están babeando para que él exponga
un pie o un dedo para que lo puedan destrozar de su carne y sus huesos y-Thump.
Sirius se sienta rápidamente, aferrado a su sábana. El viento silba por las rajaduras de la
muralla de madera. Nunca ha estado así de oscuro, en ninguna parte, en la historia del
mundo, piensa Sirius.
Thump.
"Prongs!" sisea Sirius lo más quietamente posible, tirando un pulgar hacia el bulto de ropa
que espera -- oh Dios, oh Dios-- sea James. "¡Oye, Prongs! Prooooongs. ¿Estás despierto?"
James ronca fenomenalmente y se tira de espalda, respirando sonoramente a través de su
nariz como una cadena mortal. Roncando, en un momento así. Completamente
inconciente de la Perdición, la que se acerca más. Sirius maldice y vuelve a su posición
defensiva, mordiéndose compulsivamente el pulgar. James duerme como los muertos
(Dios mío Dios mío); no se podrá despertar en esta etapa en particular. En otras
ocasiones, Sirius ha intentado todo, hasta incluyendo una aplicación judiciosa de saliva,
pero no vale la pena cuando James está roncando como ahora.
Thump.
"¡Cristo!" Sirius se tira fránticamente contra su última esperanza, que es Remus,
acomodado contra la pared. "Moony! Moony! ¿Estás despierto? ¿Moony?"
"Nnghf," dice el bollo, apagadamente. "Vete."
"No," dice Sirius. "Algo está haciendo ruidos. Despierta. Moony. Moony Moony Moony."
Thump.
Remus gruñe bajo y largo y se da vuelta hasta quedar de lado. Su cara sale en las sombras
carnívoras hacia una breve luz de luna. Sirius está aliviado al ver la nariz de Remus, la
boca, las mejillas y la barbilla, todas intactas. Nada lo ha comido. Nada lo ha comido
todavía. Remus se frota los ojos borrosos. "¿Qué pasa?" pregunta. "¿Qué hora es?"
"No sé." Sirius lo toma por los hombros. "Escucha, Moony, tienes que-- ¡shhh! ¡Quieto! -- y
escucha."
"Pero qué pasa--" Sirius pone su mano sobre la boca de Remus.
"Sólo espera," murmura.
El silencio se estira en la habitación. Lo está molestando, Sirius lo sabe, jugando con él,
prolongando la agonía de esperar. Las nubes cambian sobre la luna. El sonido de la Casa
crujiendo en sus inestables fundamentos da menos miedo que el silencio que obscurece,
el silencio enterrado más profundo, el silencio que es más insoportable mientras más
dura. Sirius puede escuchar su propio corazón latiendo, y el latido más tranquilo del
corazón de Remus contra su antebrazo, apenas acelerándose en la pereza del sueño.
Thump.
Sirius casi salta, el piso se sacude bajo él. "Eso," sisea. "¿Lo escuchaste? Está más cerca
ahora. Moony, se está acercando." Casi espera que Remus se ría de él, pero los ojos de
Remus se entrecierran, pupilas dilatadas. Se ve salvaje e inseguro y al filo, predatorio, o
instintivo. Es un Moony trasnochado con sus sentidos todavía borrosos, su intuición
todavía confundida. Este es un Moony sintiendo-el-aire, que le recuerda a Sirius que no
siempre es un muchacho que es su amigo, molestamente propio y demasiado razonable
para hacer algo. Este es un Moony decidido, el color de sus ojos más dorados que cafés y
la dura línea de su mejilla y su barbilla hacia adelante, pálido en la Hora Maléfica.
"Lo escucho," dice Remus.
Thump.
Está cerca de la pierna izquierda de Sirius ahora, como si supiera que el modo para ganar
es dividir y conquistar. Va a aparecer por detrás, se da cuenta Sirius, y va a arrastrarse
entre la pierna de Remus y la suya y los va a atrapar a los dos antes de que puedan
advertirse. Afuera un lobo aúlla. La nariz de Remus se tuerce.
Thump.
"No estoy asustado," insiste Sirius, en voz alta. "¿Y tu?"
Thump.
"Remus, di algo." No ayuda ver a Remus, estoico en su elemento, el corte de su barbilla en
su oreja, contra su cuello. Sirius se pregunta si Remus le tiene miedo a otra cosa que no
sea la luna y decide que probablemente no.
Thump.
"¿Es el hígado de cerdo? ¿Los hígados pueden hacer ruido?"
"No creo."
Thump.
"No puede ser la garra, esa sólo tenía a tres personas y tres deseos."
"No puede ser."
Thump.
"Remus. Remus, es el Corazón. Es tu maldito Corazón, ¡haz algo!" Sirius aprieta el
hombro de Remus, casi sintiendo el roce de algo innombrable subiendo por su espalda.
Thump.
Toma la parte de atrás de su capa con dedos delgados ni un segundo después. Sirius abre
su boca en un grito silencioso, intentando liberarse, pero la mano es fuerte y lo sostiene,
tirándolo al piso. Por un momento Sirius no recuerda que los corazones no tienen manos.
"¡Me tiene!" gruñe. "Oh Dios, me tiene, con sus dedos y-- esperaunminuto."
"Thump," dice Remus.
Sirius considera este nuevo desarrollo por precisamente siete segundos, lo que es
suficientemente largo como para que su corazón comience a latir de nuevo y entonces
dice muy calmadamente, "Lupin, estás a punto de aprender el significado de hacer ruido."
Remus se ríe, casi histéricamente, e intenta arrancarse con sus codos, lo que es
trágicamente ineficiente para alguien huyendo de la venganza de un Black. Sirius lo toma
del tobillo, grita y se tira hacia adelante para atrapar a Remus por la oreja, haciendo que
toda la Casa cruja y se sacuda bajo ellos.
"Aghn," dice Remus, "loco, ¡despertarás a todo el mundo!"
"Qué bueno, entonces verán cómo te mueres," dice Sirius. "¡Te muerdo!"
Lo hace.
Remus hace un sonido de indignación, lucha, y golpea el taco de su mano en la mejilla de
Sirius. Será un moretón glorioso en la mañana. Con un gran movimiento de sus hombros,
Remus lanza a Sirius de cabeza y directo al piso. Se abre, rodando en bisangras antiguas,
y de pronto están rodando en el piso. La rodilla de Sirius golpea la escalera, Remus tira el
pelo de Sirius. Sirius se da vuelta y se lanza y luego abruptamente recuerda que están en
la cima de las escaleras.
Hay un momento de miedo. Se miran el uno al otro; y luego la gravedad, como
inevitablemente lo hace, aparece.
Thump thump thump thump thump.
Al final de la escalera Remus gruñe por el dolor en la nuca. Sirius, tirado bajo él, deja salir
el aire de sus pulmones con un largo Ungh. Por un minuto completo se quedan donde
cayeron, haciendo un inventario de cada músculo doblado y articulación golpeada y
hueso doblado, los pequeños pedazos de piel pelados en sus pantorrillas, las grietas en
sus nudillos, las astillas en sus traseros. Lentamente la Casa se calma, moviéndose con un
ritmo casi melódico, la canción de cuna de un hechizo antiguo.
"¿Soy tan pesado como me siento?" Remus hace una mueca de dolor.
"Más pesado," dice Sirius.
"Tienes astillas en tu--"
"Una gigante justo en mi-," dice Sirius. Se da vuelta, intentando liberarse del pecho de
Remus que lo tiene atrapado, sobre el último escalón. "Ungh," dice de nuevo. "Unnngh."
Remus se encuentra rodando, estirando un brazo tembloroso para sostenerse, tirado
verticalmente sobre Sirius, tirado verticalmente. El olor a la madera y al dulce y a algo así
como sangre baila en el aire.
"Erm," dice Sirius después de un rato, habiendo asegurado que tiene la mayoría de sus
miembros, aunque algunos están dormidos o deberían estar dormidos. "¿Cómo sabes si
estás paralizado?"
"Bueno, primero que todo, no te puedes mover." La voz de Remus está a centímetros y a
kilómetros de distancia. Sirius se fuerza a respirar, empujando el tiritón en su diafragma,
e intenta moverse de nuevo, metiendo más la astilla en la parte de atrás de su muslo.
"Gnaa!" dice, con sentimiento, y se dobla para sacarla. El viento que levanta y esparce las
hojas por el piso le llega a sus oídos, pero sobre él está Remus, cálido, quieto, una presión
que es extrañamente pesada y extrañamente cómoda. Levanta la vista y encuentra los
ojos de Remus, y por ninguna razón su estómago se tuerce calientemente y tiene que
pestañear y respirar.
"Creo que no es una astilla, creo que es mi varita," dice algo secamente, intentando que su
voz esté ligera. "Puedes-- er. ¿Fuera?"
Remus pausa para contemplar. "¿Puedo afuera?" murmura, como si pensara en voz alta.
"Creo," dice finalmente, dándose vuelta hacia un lado y golpeando el piso con un ooph de
aire y un oooph de polvo. Su cara desaparece en una nube de sombra. Sirius todavía
puede escucharlo, respirando bajo, y recuerda el movimiento de sus pechos juntos sin
compás.
"Tres centímetros a la izquierda," murmura Sirius. Su risa es cálida como la broma. Hay
algo de risa cuando un tipo casi no puede moverse debajo de su abdomen, se dice. Por eso
que no hay risa bajo el pesar del dolor y el otro pesar, intangible, elusivo, innombrable.
Cierra sus dedos alrededor de su varita, el dolor pasando por sus venas hasta su brazo.
"¿Te rompiste algo?"
"Creo que me doblé la muñeca."
"A ver..." Sirius se tira hacia adelante, un momento mareado de silencio mientras reorienta
su cerebro en el nuevo ángulo. Remus tiene su brazo contra su pecho, todavía quieto, el
perfil en alivio duro de pálida sombra contra la sombra más oscura. Sus dedos se quedan
contra su codo. Tiene que parecer un animal herido, algo quieto y paciente pero listo para
correr, salvaje y saltante. Sirius se estira, lento, lento, y toca la mano de Remus. La parte
de atrás de Remus tiene nada que ver con su muñeca, que se empieza a hinchar y llenar la
piel alrededor del hueso.
"Estoy bien," dice Remus. "Estoy bien."
"Las pelotas," dice Sirius fuerte. "¿Puedes mover tus dedos?"
Remus logra reírse un poco. "Eh. Para ser honesto, no quiero ni intentarlo. ¿Quizás?"
Sirius aguanta la respiración por el dolor del otro, mordiendo su labio superior entre sus
diente. Estira sus dedos, suaves contra la muñeca de Remus, los huesitos ahí y las
delicadas venas azules debajo. Remus siente el calor inusual bajo sus dedos, quemando
contra la herida. "Está doblada. Debería llevarte a---"
"No," dice Remus suavemente. "Espera."
Sirius pausa. Contra la muñeca pulsando de Remus su corazón palpita contra su mano.
Remus cierra los ojos. Puede sentirlo, profundo como las raíces de los árboles: sus huesos
estirándose y tejiéndose, doblándose, el crujido y el dolor de la sanación. Sirius lo mira,
sin comprender.
"Cosa de Hombres Lobo," dice Remus, intentando ser claro pero su voz se quiebra con el
dolor. "No-- ¡ahh!-- no nos rompemos fácilmente. Y sanamos rápido." El último crack
ahogado del hueso más pequeño se pone en su lugar. Remus respira, tembloroso e
incómodo, y mueve su muñeca, la que sigue de un rojo furioso pero casi no se ha
hinchado.
Sirius pestañea y se mueve.
"Eh," dice Remus. "¿Arreglado?"
"Whoa," dice Sirius. Sus ojos están sobre Remus con una intensidad extraña y cálida; las
líneas de sus cuerpos se derriten juntas como agua. "Entiendo."
"Qué," dice Remus. "¿Qué entiendes?"
"Eres Aristóteles," explica Sirius. La boca de Remus trabaja por un momento antes de que
Sirius comience a reírse, bajo e infeccioso, lo que significa que Remus comienza a reírse
también y que entonces busca aire y Sirius se está torciendo como un pescado fuera del
agua, llorando de la risa, y James y Peter aparecen en la escalera, frotándose los ojos. Con
el sonido de James gritando "¿Qué diablos están haciendo?" Remus, con la mano de Sirius
y risa contra él, está contento, por una vez, que no es tan bueno para hacer como que
ronca como James lo es.
***
Remus estuvo aquí.
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