Todos los Santos

Transcripción

Todos los Santos
Todos los Santos
1 Noviembre
Las Bienaventuranzas
“Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus
discípulos. Él tomó la palabra y se puso a enseñarles así:
Dichosos los que eligen ser pobres,
porque ésos tienen a Dios por Rey.
Dichosos los que sufren,
porque ésos van a recibir el consuelo.
Dichosos los desposeídos,
porque ésos van a heredar la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de esa justicia,
porque ésos van a ser saciados.
Dichosos los que prestan ayuda,
porque ésos van a recibir ayuda.
Dichosos los limpios de corazón,
porque ésos van a ver a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.
Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad,
porque ésos tiene a Dios por rey.
Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier
modo por causa mía. Estad alegres y contentos, que Dios os va a dar una gran
recompensa; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido.”
Mt 5, 1-12
1. Para comprender el pasaje
a) El sermón del monte (Mt 5-7) es una síntesis de vida cristiana. En él, las palabras de Jesús tienen
un marco solemne: Habla desde un monte, lugar tradicional de la manifestación de Dios; y
sentado, cerca de sus discípulos, rodeado de las multitudes que le siguen, y en actitud de enseñar.
Los destinatarios son todos, somos todos.
b) Las bienaventuranzas forman la obertura de este gran discurso. Son como un resumen de lo que
viene después, la quintaesencia del estilo de vida que manifiesta y trae el reino. Sobre el soporte
de un esquema literario muy conocido en la tradición sapiencial judía (Sal 1,1; 33,12; Prov 3,3),
y utilizado otras veces por Jesús (Mt 11,6; 13,16;16,17;24,46), Mateo va señalando las pistas que
conducen a la verdadera felicidad. Los que viven según el estilo del reino y encarnan estas
actitudes (es decir, los que practican su justicia), aunque sean perseguidos, serán dichosos y
tendrán su recompensa en Dios.
c) Es notable la diferencia entre estas bienaventuranzas y las de Lc 6, 20-23. Mateo las amplía, las
espiritualiza y las aplica al comportamiento cristiano. Lucas sólo trae cuatro bienaventuranzas:
los pobres, los que lloran, los hambrientos y los perseguidos; Mateo trae nueve. Lucas habla de
pobres y hambrientos; Mateo precisa "pobres de espíritu" y hambrientos "de justicia". Ambas
precisiones orientan el discurso hacia posturas espirituales y éticas. En la misma dirección
apuntan las bienaventuranzas propias de Mateo: la bienaventuranza de los mansos, de los
misericordiosos, de los limpios de corazón, de los constructores de paz. Mas no se piense que la
orientación espiritual conlleva actitudes individualistas y abstractas. La pobreza de espíritu, por
ejemplo, no es un desprendimiento genérico ni cerrado, sino una actitud concreta, cuyo contenido
es la opción por los pobres. Lucas habla de situaciones concretas; Mateo describe más bien
actitudes del hombre justo. Mateo ha acentuado la dimensión exhortativa, mientras que Lucas
refleja el carácter social de las bienaventuranzas a través de su interés por los pobres reales. En
Lucas las bienaventuranzas van seguidas de cuatro "ayes" contra los ricos y saciados, que no
aparecen en Mateo. Los gritos de alegría de Jesús, por la llegada del reino de Dios y la liberación
que viene con él, fueron interpretados en la iglesia de Mateo como orientaciones para la
conversión y el cambio de vida que exige dicho acontecimiento.
d) En cada una de las bienaventuranzas existe una tensión entre la situación presente y la que está a
punto de brotar: el reino se hace presente de forma germinal en los pobres, los misericordiosos,
los pacíficos...; pero Dios está a punto de instaurar definitivamente su reino, y la situación va a
cambiar radicalmente. En conjunto son un mensaje de esperanza y una palabra de aliento para
descubrir la presencia actual del reino y anhelar su instauración definitiva.
e) Las bienaventuranzas declaran dichosos a personas consideradas de ordinario malditas y
desgraciadas. La primera de ellas resume de algún modo las demás: llama dichosos a los pobres
de espíritu, o sea, a los que han puesto su confianza sólo en el Señor, a los que tienen la actitud
religiosa de desprendimiento y confianza en Dios; y al mismo tiempo invita a adoptar esa actitud
a todos los que quieran tener parte en el reino. Es evidente que Jesús no proclama a los pobres
"dichosos" por el hecho de ser pobres, ni menos aún señala la pobreza como un ideal a vivir.
Esta interpretación del texto, que desgraciadamente se hizo y aún se hace, es una burla contra los
pobres y contra el mismo Jesús, que se rodeó de hambrientos y enfermos precisamente para
darles de comer y curarles. La dicha de los pobres radica en el hecho mismo de que ya ha
llegado para ellos el reino de Dios, y en que Dios los ama. Sin hacer presente el reino entre
nosotros es una farsa proclamar las bienaventuranzas.
f) Las bienaventuranzas son una proclamación mesiánica, un anuncio de que el reino de Dios ha
llegado. Los profetas habían descrito el tiempo mesiánico como el tiempo en que los pobres, los
hambrientos, los perseguidos y los inútiles iban a sentirse ricos, saciados, respetados, útiles.
Jesús proclama que ese tiempo ha llegado; de ahí que la alegría, la dicha, sea algo fundamental en
las bienaventuranzas. A la luz de la llegada del reino (reino que ha invertido los valores) se
justifica el carácter paradógico de sus afirmaciones. Las bienaventuranzas no son una ley ni
código ni norma moral; son evangelio, anuncio gozoso de la realización del reino.
g) Con las bienaventuranzas Jesús no sólo proclama que ha llegado el tiempo mesiánico, sino que
ha llegado para todos. Ante el amor de Dios no hay próximos y lejanos, no hay marginados; más
aún, los que nosotros hemos marginado son los primeros. Por otra parte las bienaventuranzas no
van dirigidas a individuos aislados, o una élite de consagrados, sino a los creyentes, discípulos de
Jesús, que forman la Iglesia.
h) Jesús no sólo proclamó las bienaventuranzas, sino que las vivió. Por eso, la proclamación de las
bienaventuranzas va precedida de un sumario de la actividad de Jesús: le rodeaban enfermos de
toda clase, aquejados de diversos males, endemoniados, epilépticos, paralíticos, y él los curaba
(4, 23-24).
i) Quienes viven con el Maestro, quienes viven las actitudes del reino, quienes viven las
bienaventuranzas, serán injuriados y perseguidos. La persecución es señal que, tarde o
temprano, acompaña a los que entran en la dinámica del reino y trabajan por él.
2. Reflexiones para nuestro tiempo al hilo de las bienaventuranzas
a) El peligro de la apatía.
Si algo aparece claro en las bienaventuranzas es que Dios es el Dios de los pobres, de los que lloran
y sufren. Dios no es insensible al sufrimiento humano. Dios no es apático. Dios sufre donde sufre
el amor. Por eso, el futuro proyectado por Dios pertenece a esos hombres y mujeres que sufren
porque apenas hay lugar para ellos en la sociedad en el corazón de los hermanos.
Vivimos en una sociedad cada vez más apática, en la que está creciendo la incapacidad para percibir
el sufrimiento ajeno, la incapacidad para sufrir. De mil maneras vamos evitando la relación y el
contacto con los que sufren. Levantamos muros que nos separan de la experiencia y de la realidad
del sufrimiento . Cada uno intenta vivir asépticamente en su mundo privado. La organización de la
vida moderna parece ayudar a encubrir la miseria y la soledad de las gentes y a ocultar el sufrimiento
hondo de las personas. Raramente experimentamos, de forma sensible e inmediata, el sufrimiento, la
soledad, la miseria y la muerte de los otros. En medio de esta apatía social se hace todavía más
significativo el mensaje de las bienaventuranzas y la fe cristiana en un Dios crucificado, que ha
querido sufrir junto a los abandonados de este mundo.
b) Mal programados.
Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas y conflictos que en cualquier
momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que la "felicidad interior" es
uno de los mejores indicadores para saber si una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se
puede incluso afirmar que la verdadera felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo vivida
con acierto y plenitud. Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para
buscar la felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de
manera desdichada.
Las bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o no, y nos urgen
a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir con un
corazón más sencillo, sin tanto afán de seguridad, con más limpieza interior, más atento a los que
sufren, con la confianza en un Dios que me ama de manera incondicional?.
c) La felicidad no se compra.
Nadie sabe dar una respuesta demasiado clara cuando se nos pregunta por la felicidad: ¿Qué es?
¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos?. Ciertamente no es fácil acertar a ser feliz. No se logra la
felicidad de cualquier manera. La felicidad no se puede comprar. Por eso hay tantas personas
tristes, a pesar de que cada vez aumentan más las ofertas y los caminos para ser feliz.
¿En qué creer: en las bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de nuestra sociedad? Uno se va
haciendo creyente cuando va descubriendo prácticamente que somos más felices cuando amamos,
incluso sufriendo, que cuando no amamos y por lo tanto no sufrimos por ello. Es una equivocación
pensar que el cristiano está llamado a vivir fastidiándose más que los demás, de manera más infeliz
que los otros. Ser cristiano, por el contrario, es buscar la verdadera felicidad por el camino señalado
por Jesús. Una felicidad que comienza aquí, aunque alcanza su plenitud en el encuentro final con
Dios.
d) Una buena noticia.
Si las bienaventuranzas aparecen como buena noticia quiere decir que su mensaje no es algo hueco o
vacío, sino una realidad presente en nuestra sociedad. Hay ya en nuestro mundo frutos y signos de la
buena noticia, del reino. Hemos de ser capaces de descubrirlos. Quien no percibe los signos del
reino ya presente, no puede experimentar su cercanía, seguir creyendo en su radical utopía de amor,
justicia, paz, fraternidad, verdad, solidaridad, pues sólo desde la experiencia se puede creer.
3. Sugerencias para orar
a) Escuchar. Prestar oído al mensaje de Jesús. Dejar que se introduzca en nuestro corazón.
Atender y entender sus palabras; dejar que éstas nos muevan y remuevan. Evitar otras ondas,
otras sintonías, otras vibraciones, otras modas, otros mensajes.
b) Creer. Dejar que las bienaventuranzas arraiguen en nosotros. Dar crédito a las palabras de Jesús.
Dejarnos influir por ellas. Creer en los pobres, en los hambrientos, en los que lloran, en los
misericordiosos, en los que trabajan por la justicia, en los limpios de corazón, en los desposeídos,
en los que trabajan por la paz. Creer que yo estoy llamado a la vida, a ser hijo de Dios. Creer
que voy a recibir ayuda y consuelo, que mi hambre y sed de justicia van a ser saciadas. Creer en
Dios, en los pobres, en mí...
c) Gozar. Alegrarse por un mensaje tan nuevo y radical. Saborear los pequeños o grandes logros.
Disfrutar del evangelio, de la novedad de la buena noticia. Saborear el ser creyente. No
aburrirse. Deleitarse con los triunfos de los pobres, de los marginados, de los últimos.
d) Vivir en positividad. Apreciar la vida, las opciones tomadas, el camino que voy recorriendo. No
caer en el pesimismo en la desesperanza, en la apatía. Mantener los ideales, la utopía, las
bienaventuranzas, aún en los momentos negros y de fracaso. Saberme llamado, invitado, amado,
enviado...
e) Anunciar. Recordar con frecuencia que soy dichoso, que estoy llamado a ser feliz. Recordárselo
a todos. Evocar los momentos y las decisiones “dichosas” de mi vida. Descubrir y difundir la
felicidad. Notificar todo lo bueno y positivo. Despertar, no dejarse engañar ni programar.
Anunciar: testimoniar lo que ya estoy viviendo.
BIENAVENTURANZAS DE LA MUJER
“Felices las que luchan por la igualdad, porque engendran una nueva manera de vivir.
Felices las rescatadoras de libertad, porque con su vida conquistan la justicia.
Felices las que descubren en su trabajo político una dimensión renovadora del amor.
Felices las que se convierten ellas mismas en Evangelio,
porque hacen creíble que Dios vive entre nosotros.
Bienaventuradas mujeres fuertes, generadoras,
que en búsqueda conjunta y solidaria con los varones,
testimonian que es posible ser iguales en la diferencia.
Bienaventuradas mujeres tiernas, diligentes,
que con su esfuerzo y trabajo realizan la transformación que soñaron.
Dichosas aquellas que expresando su sensibilidad, recuperan el rostro materno de Dios.
Dichosas aquellas que con su lucha persistente, manifiestan la misericordia del Padre.
Dichosas aquellas que con su resistencia y su constancia,
glorifican a Dios transformando la sociedad.
Dichosas aquellas que siendo fieles al Espíritu,
recuperan para nuestro tiempo la vida de la Iglesia de los pobres.
Alégrense cuando con paso orante y contemplativo,
saben descubrir la historia de la revelación y la interpretan para nosotros.
Alégrense cuando anticipando la utopía de la liberación,
cultivan, cosechan y reparten el pan de la fraternidad y de la solidaridad.
Alégrense cuando por su carisma de madres y padres,
se hacen responsables de la vida con espíritu combativo”

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