11 Belén La Casa del Pan - video-nano

Transcripción

11 Belén La Casa del Pan - video-nano
Edición 06
2006
“¡CAZUELITAS!…DOS CAZUELAS, UN PARCHE Y
UN MIPLE!, POR FAVOR”
“Mi papá era de la filosofía de que
había que matarse trabajando, y
¡olvídese del estudio maestro! eso
no sirve para un carajo”. Este es
uno de los muchos recuerdos que
con nostalgia relata Carlos Crane,
un administrador de empresas que
por diversas circunstancias de la
vida, optó por abandonar el paño y
la corbata por las que tanto luchó
para dedicarse al rústico oficio de
hacer pan.
Desde pequeño, Carlos siempre
trabajó. Justo después de
graduarse del colegio, se fue
durante casi tres años a Estados
Unidos. Cuando regresó continuó trabajando, pero aún no había tenido la oportunidad de
estudiar una carrera. Luego comprendió que la filosofía de su padre nunca cambiaría – trabajar,
trabajar y trabajar – y mientras viviera bajo su techo, tendría que ajustarse a sus reglas. Mientras Carlos atiende los pedidos, Pedro y Rosalba, sus ayudantes de
confianza, trabajan con una sonrisa.
Le pareció que la mejor alternativa para realizar sus sueños era irse de la casa. Así que luego,
cuando se casó, se fue a vivir con su esposa a un apartamento en la calle 72 cerca de la carrera
11. Aunque trabajaba de día, empezó a estudiar por las noches. Ingresó a la Escuela de
Administración de Negocios, ubicada en la Cra 11 con Cll 72, le quedaba muy cerca de la casa
y podía irse a pie. “Donde me tocara ir lejos hasta las diez de la noche en carro a pagar
parqueadero, eso sí ni de vainas”, recuerda. A los cinco años se graduó y como siempre lo
había hecho en su vida, continuó trabajando.
Carlos siguió en la afanosa batalla del rebusque laboral, ya era padre de tres niñas y esperaba
uno más, su último hijo. Sin embargo, nunca imaginó el giro que su vida tendría. En ese
entonces, este orgulloso administrador vivía preocupado por hacer dinero, porque no le robaran
su costoso esfero ‘Lamy’, por estar siempre bien presentado con un buen conjunto de paño y
corbata, por la subscripción a El Tiempo, en fin, todas esas pequeñeces que parecen consumir
la vida de las personas en la gran ciudad. Pese a que Carlos había logrado convertirse en un administrador y salía a luchar diariamente
por su familia, la vida le enseñó una lección que jamás olvidará. Así empezó su transición
laboral, pasó de ser un angustiado administrador citadino a convertirse en un exitoso panadero,
un hombre tranquilo y realizado. No obstante, el camino no fue nada sencillo. “Comenzamos en
mi casa, en una época en la que yo estuve perfectamente quebrado y no teníamos con que
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comprar el pan del día siguiente y la
leche, así de sencillo. Nunca pensé que
lo iba a vender”.
Un amigo de Carlos – que él llama su
‘ángel de la guarda’ – al ver la situación
en la que se encontraba le dio unas
formulas de pan para que hiciera en su
casa. Estas eran unas recetas muy
antiguas de pan integral (o pan natural),
es decir, un pan pesado y denso que en
vez de levadura y preservativos utiliza
un producto llamado ‘Sour Do’ (masa
agria), un líquido lechoso que tiene una
bacteria similar a la del kumis. Cuando
se fermenta, hace que el pan crezca
aunque nunca tanto como la levadura
convencional. Este es un pan integral negro, uno de los panes más pesados y
alimenticios que produce Belén.
Carlos y su esposa empezaron a hacer pan, al principio siguiendo las recetas y luego se
pusieron a experimentar. “Empezamos con el ensayo y el error, pero ¡ya teníamos pan en mi
casa! Luego comenzamos a hacerle modificaciones, a sacar un pan integral endulzado con
panela y uno de avena sin azúcar, el pan quedaba muy denso, era un verdadero pan diferente”,
explica Crane.
Sus amigos, familiares y vecinos, empezaron a encargarles pan. Al principio, Carlos no sabía ni
siquiera cuanto cobrar, no tenía empaques y todo era hecho a mano, sin ningún tipo de
máquina. El arduo trabajo de amasar este pan pesado, terminó enfermándolo de la espalda.
Estuvo varios días incapacitado y sus hijas tuvieron que ayudar. “Todos a la cocina y todos a
ayudar y todos a amasar, hasta que se me quitó la incapacidad”, recuerda orgulloso. Luego, tras un gran esfuerzo, compraron su primera batidora que aún conservan. La bautizaron
con el nombre de ‘Lucrecia’, “conseguimos a Lucrecia y se solucionó el problema de la espalda,
además ya tocaba batir mucho”, comenta Carlos con una risa tímida. El negocio empezó a
crecer, del horno pequeño de su casa, pasaron a un horno de panadería. Empezaron a tener
problemas de espacio en la casa y de nuevo, apareció el ‘ángel de la guarda’ de Carlos. Su amigo, le comentó que estaba construyendo unos locales en Chía, ofreció adaptarle un local
para que montara su panadería a cambio de un predio. Por supuesto, Carlos aceptó, se fue a
vivir a Chía e inauguró su panadería: Belén la Casa del Pan. Cuando se trasteó hace cinco años,
todavía estaba en obra negra.
El nombre, que desde el principio tenían escogido, surge de una de las traducciones
etimológicas de la palabra Belén (Beth Lehem) cuyo significado es precisamente: casa del pan.
Una vez instalados, su negocio empezó a crecer aún más. A pesar de que la panadería esta
instalada en Chía, sus principales clientes son de Bogotá. Comenzaron tímidamente con los dos
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hoteles más grandes de la
cadena Royal: El Radisson y el
Bogotá Royal. “Nos decían:
tráigame dos panes, para
ensayar. Yo visitaba mucho a
los clientes y de hecho, aún lo
hago. Eso fue de poquito a
poco, pero les gustó. Cuando
ya entramos al Bogotá Royal y
al Radisson nos contactaron
con el resto de hoteles de la
cadena”. Empezaron a surtir al hotel
Hacienda Royal, al Bohéme y
al Andino; que aunque son
más pequeños, son los
Pedro y Rosalba hacen pan nube, un pan muy blandito especial para
preferidos de Carlos. Dice que
sándwiches.
le va mejor con estos porque
son “hoteles de cariño”,
hoteles chiquitos donde su producto es consentido y valorado. “Hay tal amistad y tal cariño por
el pan que hay mucha cordialidad, mientras que en los grandes uno es un proveedor más, los
chiquitos aprecian más el trato y la calidad del pan. Aún los sigo llevando, me gusta levantarme
temprano y repartir el pan a nuestros clientes. Yo creo que eso es lo que nos ha mantenido,
además de la calidad, que por supuesto tiene que ser uno A”, sostiene con seguridad.
En estos últimos cinco años, su lista de
clientes ha crecido significativamente. Hoy
en día le están surtiendo al Hotel de la
Ópera, a un par de casas de banquetes y
a el Colegio los Nogales, a los clubes El
Rancho, Militar de Golf, La Pradera,
Chicalá (en Anapoima) y recientemente al
club Buena Vista (de Colsubsidio) y al club
La Colina (antes de Confenalco). Todos
son clientes que sólo aceptan productos
de excelente calidad, les exigen registros
sanitarios y análisis microbiológicos. No
obtante,pese a que las exigencias de
calidad son muy duras, los productos de
la panadería han aprobado
satisfactiramente estas pruebas, pues su
calidad es impecable. El logo de la panadería Belén, recuerda la significación etimológica de
esta palabra: Casa del Pan.
Sin embargo, a pesar de que sus clientes han aumentado, Carlos no quiere que su panadería
crezca más. Está convencido de que gran parte de su éxito y de la tranquilidad que ha
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encontrado con su nueva vida, se debe a estar enfocado en la calidad de sus productos, un pan
artesanal reservado especialmente para sus clientes consentidos que valoran y aprecian las
cualidades de este pan natural. Su finalidad con la panadería no es enriquecerse, es su nueva
pasión que le permite sobrevivir tranquilo, y que entre otras, le ha dado la satisfacción de sacar
adelante a su familia. Considera que el cambio de la agitada vida citadina por el oficio de hace pan artesanalmente es
uno de esos radicales giros que da la vida. Luego de estar en una desesperante situación,
encontró la felicidad. “Es una delicia –
dice – me cambió totalmente la vida,
ahora soy feliz. Los totazos en la vida
sirven para que uno piense y
recapacite en las pendejadas que uno
está haciendo. Cuando a uno le va
muy mal económicamente, en parte
es muy bueno, porque uno logra
valorar muchas cosas. Entonces se
da uno cuenta de las pendejadas
s u p e r fl u a s p o r l a q u e u n o s e
preocupa que en realidad no sirven
para nada y que fácilmente son
desechables como por ejemplo: los
esferos elegantes. Todo va de la
mano de haberme quitado el paño y
Tras el horno nuevo de la panadería, está ‘Lucrecia’, la primera batidora.
la corbata”.
Cuando Carlos Crane era un recién graduado, nuca contempló que tendría una panadería. Hoy,
orgulloso de sus logros sostiene que es algo de lo cual no se arrepiente, dice que hacer pan es
algo muy hermoso, de mucho ‘calor de hogar’. Y añade que “el pan es de hecho algo muy
significativo en un hogar, siempre lo he visto así. Y siempre que regalo un pan, lo hago con ese
cariño, esperando que por la noche, el pan llegue a la casa y ojalá que esté toda la familia
reunida para que se lo coman”.
Hoy en día, a Carlos le parece totalmente absurda la vida de aquella gente que busca la
felicidad en la plata. Personas que dejan de ver a sus hijos y a sus esposas por andar
consiguiendo dinero. “Cuando la plata es el fin en la vida, es ahí cunando uno la embarra. Uno
no puede trabajar sólo por plata, hay que amar lo que uno hace. Para mí, la panadería se
convirtió en eso: lo que amo hacer, que entre otras, me ha permitido sacar a los míos adelante”. Esta última es la filosofía de Carlos Crane, que sin lugar a dudas ha cambiado radicalmente
desde que vivía en la casa de su padre. Tuvo que pasar por unas circunstancias difíciles y
angustiantes. Sin embargo, hoy en día es un hombre tranquilo y realizado, que no le debe dinero
a nadie, que tiene tiempo para sus hijos y su esposa, que goza de buena salud, disfruta su
trabajo y en definitiva, considera que es una persona afortunada y completamente feliz. “Para mí
eso es productividad”.
ORIGINAL @
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Alejandro Posada Boada
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