Descárgate la Carta - Orden de las Escuelas Pías

Transcripción

Descárgate la Carta - Orden de las Escuelas Pías
Salutatio Patris Generalis
En salida.
El Reino de Dios está entre vosotros
Carta a los
Hermanos
SEPT 2016
H
abéis dedicado alguna vez una reunión de comunidad, o de un equipo de
trabajo, a reflexionar sobre lo que significa “una Iglesia en salida”? Es, sin
duda, una de las afirmaciones más significativas y cargadas de renovación del
Papa Francisco. Creo que vale la pena pensar sobre ello. Después de tres años
de pontificado, dos encíclicas, las exhortaciones sobre la evangelización y la
familia, el Año de la Misericordia, los significativos gestos y viajes que estamos viendo,
su insistencia sobre el tipo de sacerdocio y Vida Religiosa que propone o el papel de
la Iglesia en nuestra sociedad, creo que puede ser bueno hacernos conscientes de que
“algo está pasando”, algo se nos está proponiendo, algo cargado de Evangelio, de vida,
de compromiso y de autenticidad cristiana.
No pretendo responder a la pregunta en esta “Carta a los Hermanos”. Y no sólo porque estas páginas no dan para tanto. También porque todavía no tengo una respuesta
elaborada a esta pregunta tan profunda. Lo que busco es invitaros a todos a tratar de
responder y a pensar lo que puede representar para nosotros, escolapios, religiosos y
laicos, formar parte de una Iglesia invitada a salir de sí misma y caminar hacia las periferias existenciales, allí donde quizá las respuestas son más claras y espontáneas. Voy a
intentar aportar algo a vuestra reflexión.
Francisco invita a todos los cristianos a ser una Iglesia “en salida”. ¿A dónde tenemos que
salir? ¿Qué nos impide esta salida? Creo que salir es ponerse en marcha, “hacia dónde
Él diga”. Se trata de una invitación misionera, de un envío en el nombre de Jesús. Creo
que esta es una primera vía de reflexión. Y no creo que se trate de algo tan simple como
“cambiar de lugar físico, o de ir a otro lugar a anunciar el Evangelio”. No. El Evangelio
debe ser proclamado en todos los lugares, y la misión calasancia tiene sentido en todos
los contextos, no en uno más que en otro. Lo que cambia son las características, las ne-
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cesidades, quizá las opciones, no el sentido. No se trata de un cambio geográfico. Si
así fuera se trataría del algo demasiado sencillo.
Creo más bien que se trata, esencialmente, de una invitación a la autenticidad, a la
radicalidad de la fe y de la respuesta cristiana y, en nuestro caso, a una vivencia consistente, abierta, profunda y audaz de la vocación escolapia. Creo que esta es la vía de
respuesta. Estoy convencido de que sólo desde esta opción estaremos en disposición
de hacer de nuestras Escuelas Pías una “comunidad en salida”.
Calasanz impulsó unas Escuelas Pías en salida. Las dotó de un dinamismo apasionante
de misión, de una explícita llamada a la centralidad del seguimiento de Jesús, de una
generosa capacidad de respuesta a las diversas llamadas, de un proyecto transformador
de la sociedad y de la Iglesia, de una opción por el niño y por el joven, de una preferencia
por los pobres, de una formidable capacidad misionera.
Estos dones evangélicos siguen estando presentes entre nosotros, como reto y como
llamada. Estemos donde estemos, sea cual sea el contexto en el que nos encontramos
y al que hemos sido enviados.
Estos dones están presentes en Europa, en donde el proceso de secularización que
vivimos puede ser una buena ayuda para comprender dónde está la clave de nuestra
misión. Los vivimos en África, en dónde crecen tantos niños y jóvenes sin una escuela
en la que puedan tener oportunidades para construir un futuro y en la que no hay más
que abrir los ojos para sentir lo mismo que sintió Calasanz en los momentos fundacionales de la Orden. Están igualmente presentes en América, en unas Escuelas Pías ya
consolidadas y profundamente desafiadas por nuevos retos de misión en un continente
tan necesitado de nuestra respuesta educativa. Y están presentes en Asia, la plural y
religiosa Asia, en la que sigue siendo tan necesario no sólo el primer anuncio evangélico,
sino la construcción progresiva de unas Escuelas Pías capaces de sumar su esfuerzo a
la misión de la Iglesia en el continente.
Estos dones fundacionales, que son propios de una Vida Consagrada auténtica y de una
vivencia consistente del carisma, son los que nos harán capaces de ser “unas Escuelas
Pías en salida”. Para desarrollarlos, necesitamos poner un ojo en nosotros mismos, y
otro en la misión, siendo los dos una misma mirada: “Yo soy una misión en esta tierra, y
para eso estoy en este mundo” (EG 273). Propongo algunas pistas para el camino.
1. Una llamada a una creciente identificación con el Señor como eje de nuestra vida
escolapia. Todos tenemos “nuestra tarea” en este asunto. Y todos necesitamos
trabajar. Unos, porque vivimos demasiado centrados en nuestros esquemas y en
lo que siempre hemos hecho; otros, porque tenemos algunas tareas pendientes
en nuestro propio proceso de crecimiento personal; otros, porque la comunidad es poco significativa en nuestra vida real; otros, porque no trabajamos lo
suficiente; otros, porque bajo unas formas de fidelidad vivimos una realidad
autocomplaciente, y todos porque la llamada a la conversión es permanente.
Esta llamada debe ser escuchada por cada uno, y debe ser pensada por cada
comunidad. Dará frutos, estoy seguro.
2. Una invitación a dejarlo todo y ponernos a disposición de lo que se nos pida,
renovando la vivencia de envío que caracteriza a nuestra vocación. Ni la edad,
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ni la importancia de lo que estoy haciendo, ni mis planes y proyectos están por
encima de ese envío. Y quien tiene la responsabilidad, por mandato de los hermanos, de impulsar esa dinámica de envío, lo tiene que asumir e impulsar como
un auténtico servicio evangélico.
3. Una llamada a cuidar el don recibido, de modo que hagamos posible eso que todos escuchamos el día de nuestra profesión solemne: “El Señor, que inició en ti la
obra buena, Él mismo la lleve a término”. No pienso en los jóvenes religiosos de
votos simples que están, por definición, construyendo su respuesta vocacional,
sino en aquellos que asumieron de modo definitivo, y para siempre, ante Dios y
ante la comunidad, la profesión religiosa, y que de modo a veces inconsciente,
la ponen en riesgo por no cuidarla, por no dejarse ayudar, por una comunidad
que no les dice la verdad o por unas decisiones teñidas más de narcisismo que
de entrega.
4. Una Formación Inicial capaz de provocar auténtico seguimiento, es decir, deseo
y capacidad de caminar. Necesitamos unos procesos formativos que consoliden en cada uno de los jóvenes la experiencia de que la plenitud se consigue
desde la pequeñez de cada día. Sólo si aprendemos a valorar cada momento,
cada compromiso, cada envío, cada espacio de nuestra vida escolapia, sólo así
seremos capaces de vivir en creciente fidelidad vocacional. No hay excepciones
en nuestra vida, ni nos dispensamos de lo que somos llamados a vivir. La fidelidad es el resultado de cada pequeño momento de autenticidad. Y esto sólo se
aprende viviéndolo.
Estas y otras dinámicas semejantes, todas ellas contenidas en nuestras Constituciones, estos dones evangélicos, son los que pueden ayudarnos a responder a ese reto
de ser unas “Escuelas Pías en salida”. Por eso creo que la invitación de Francisco no
es en primer lugar una llamada a tomar decisiones estratégicas o de cambios –que
seguro que son necesarias- sino sobre todo a vivir el discipulado cristiano con ánimo y con verdad.
Esta dinámica de discipulado es lo que nos hará capaces de tomar decisiones relativas a promover un estilo de comunidad más significativo, a llevar adelante una nueva fundación escolapia o a trabajar de modo renovado por una presencia escolapia
o una Provincia que necesita “repensarse a sí misma”. Y sin este dinamismo, estas
opciones no darán el fruto del que son portadoras y que todos estamos necesitando.
Sólo el discipulado hará de nosotros apóstoles.
De cara al año 2017 estamos preparando unas opciones de misión profundamente
calasancias, y creo que muy “en salida”: alguna nueva fundación; la puesta en marcha de una institución de educación superior centrada en el Derecho a la Educación; la creación de una “Oficina de respuesta escolapia ante situaciones de crisis
humanitaria”, promovida por las provincias europeas, etc. Son respuestas generosas propias de los hijos de Calasanz. Pero no funcionarán, o no lo harán el modo que
pueden hacerlo, si no son llevadas adelante por escolapios comprometidos de modo
radical con su vocación y no son promovidas desde una conciencia escolapia basada
en los mismos dones fundacionales que dieron origen a nuestra Orden.
Termino esta reflexión haciendo una breve alusión a la Fraternidad Escolapia, que
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se va consolidando poco a poco en el seno de las Escuelas Pías. Lo que viva la Fraternidad y lo que podamos construir juntos en el conjunto de las Escuelas Pías deberá estar también tocado, en su eje, por esta dinámica de autenticidad que es la que
puede provocar que todos los que vivimos el carisma de Calasanz seamos capaces
de responder al desafío de impulsar unas Escuelas Pías en salida.
Para todos, un abrazo fraterno.
Pedro Aguado
Padre General
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