confidencias de señoras maduras

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confidencias de señoras maduras
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Primera edición
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
MONSERRAT BORRÁS
CONFIDENCIAS DE
SEÑORAS MADURAS
REUNIÓN DE AMIGAS
Desde que terminaron la escuela superior
solían reunirse una vez por año para cenar
juntas, para compartir sus confidencias
No podía sacarles los ojos de encima. Aunque se repetía que no tenía que curiosear, y que si
el gerente se daba cuenta podía perder el puesto,
no podía dejar de mirar a las tres señoras que
ocupaban la mesa nueve. Tres hermosas veteranas. Una rubia, una morena y una pelirroja. ¡Joder! Para todos los gustos. Pero él necesitaba el
trabajo y era un buen empleo en ese restaurante
céntrico de lujo. Buen sueldo, buen chef, un
franco extraordinario y excelentes propinas, como corresponden a un restaurante para gente
acomodada, de clase alta.
Pero la razón le susurraba sus argumentos en
el cerebro y la pasión le hacía cosquillas en la
entrepierna y, es sabido, que la mayor parte de las
veces en esa lucha interminable entre las razones
y el empalme, gana el empalme.
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Pero tenía que disimular y dejar de mirarlas,
de una vez, si no quería provocar un escándalo y
perder su puesto.
Porque esas tres señoras maduras estaban tan
lejos de él como Madrid de la costa Norte del
Mar Meridional de la China y así tenía que ser.
Cada cosa en su lugar. Él tenía que conformarse
con hacerlo de vez en cuando a su mujercita,
aunque después del segundo parto la figura de la
madre de sus hijos había engrosado demasiado y
era hora que hiciese algo antes que él decidiera
que sus caminos deberían bifurcarse.
Desde pequeño le llamaban la atención las
mujeres maduras. Eso era un hecho incontrastable. Se perdía por restregarse en un canalillo de
los senos como el de la pelirroja. Le había podido echar un buen vistazo mientras escanciaba las
copas de jerez que invitaba la casa antes de ordenar los platos.
La rubia le hizo una seña y caminó hasta la
mesa ocupada por las tres mujeres, esforzándose
en mostrarse profesional, aséptico, indiferente.
Pero el cosquilleo en la tierra de nadie que corre
entre el ombligo y el pelamen del pubis, lo estaba
torturando.
–¿Señora? –preguntó, con todo el profesionalismo que era capaz de desplegar y le echó una
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mirada de intensidad mediana a la rubia de cabello trigueño bien cuidado, buena piel, hermosas
manos con uñas pintadas de rojo sangre, cuello
largo, facciones proporcionadas.
Uno de los dedos de la mano derecha de la
señora rubia, tan perfecto como si hubiese sido
diseñado por el mismísimo Miguel Ángel, señaló
una línea de la carta.
Marqués de Griñón del Dominio de Valdepusa, un
excelente Cabernet Sauvignon de la cosecha 95.
Un muy buen vino de Castilla y León, casi cincuenta euros la botella. De tempranillos o vinos
livianos, nada. Un vino con cuerpo y carácter.
Hermosa mujer, excelente gusto.
–Estupenda elección, si me permite mencionarlo la señora –dijo. –El 95 fue un muy buen
año para los vinos de Castilla y León. Un bouquet singular –dijo.
“Singular sería la forma en que te haría el
amor”, pensó.
–Gracias –contestó ella con una sonrisa.
La sonrisa de la rubia le produjo taquicardia.
¡Por todos los santos! ¿Qué sería capaz de hacer
para poder retozar aunque fuera una sola vez con
aquella mujer?
Mientras preparaba las copas de cristal para
el vino y el agua, se esforzó mucho en disimular
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sus miradas detrás del gesto impersonal de quienes están habituados a servir a otros.
Pero, eso sí, le echó un buen vistazo a las
tres. La fragancia de tres distintas marcas de perfume francés le entró por las fosas nasales y debió golpearle directamente al hipotálamo en directa, a juzgar las imágenes que cruzaron por su
mente.
Terminó de acomodar las copas y se marchó
a por el vino.
–¿Qué les parece un brindis? –preguntó Inés,
levantando su copa de jerez. El licor tenía una
tonalidad apenas más leve que su cabello rojizo y
rizado.
–Por muchos encuentro como éste –Sofía se
quitó un mechón rubio de la cara y también levantó su copa.
–¿Y van...? –intervino Teresa, una llamativa
morena de cabello oscuro como la noche, recogido en un rodete demasiado cuidado como para
ser informal.
Se citaban en algún restaurante discreto para
cenar juntas una vez por año desde que habían
terminado la preparatoria y cada vez las sorprendía la madrugada, enfrascadas en el relato propio
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o ajeno, cotilleando acerca de lo que iba a ponerse de moda ese año o revelándose sus secretos
más íntimos, los más ocultos, de esos que a menudo sólo se comparten con la almohada en la
soledad de la habitación a oscuras, o se los guarda una para sí misma.
Cuando volvió con el vino, las mujeres conversaban en voz baja. Se puso al lado de la rubia
y le mostró el vino antes de descorcharlo. Aprovechó la ubicación para mirar otra vez el escote
salpicado de pecas de la pelirroja. Allí había un
buen par de senos que se adivinaban opulentos,
algo caídos pero con esa encantadora forma de
pera que deja el pezón directamente frente a los
ojos y la boca. Otra vez el cosquilleo en la entrepierna, que ya era una abierta amenaza de erección, en el lugar menos indicado.
“Debo pensar en otra cosa”, se dijo y se
concentró en descorchar la botella y servir la
copa de la rubia que, antes de probarlo, acercó la
nariz como lo hacen aquellos que conocen de
vinos.
En opinión del camarero, las mujeres eran
como los vinos, y aquellas tres eran como los
vinos de cierta edad, que han conseguido su ca-
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rácter, tienen el bouquet apropiado, un cuerpo
rotundo, un color acorde con las circunstancias y
un sabor especial que nos estimulan a probarlos
por lo menos otra vez más.
La rubia bebió un sorbo de la copa de cristal
e hizo un leve gesto de asentimiento. El vino
estaba bien.
–Si las señoras me disculpan –dijo, y escanció el vino en la copa de cada una de ellas.
Luego sirvió el agua. La morena estaba mirando la carta.
–¿Nos dará un minuto para ponernos de
acuerdo y decidir? –preguntó la morena.
El camarero, de haber podido, le hubiera
contestado que a una mujer como ella, le daba
todos los minutos que quisiera. Pero si le contestaba eso, lo más probable era que perdiera el
puesto y él estaba muy conforme con su trabajo.
La morena era dueña de una de las sonrisas
más seductoras que había visto en su vida y, por
cierto, también de unos senos de fábula, que se
adivinaban grandes pero duros, contenidos por el
encaje del sostén que se traslucía debajo de la
blusa.
Cuando caminaba hacia la cocina iba pensando que era común servir a muchas mujeres
como aquellas. Trabajaba en un restaurante que
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tenía muy buena reputación en la zona céntrica
de Madrid y que. por la excelencia de su cocina,
su ambiente sosegado y la atención que brindaba,
parecía ser el preferido de muchas mujeres. Casadas, divorciadas o viudas, solas, en parejas o
pequeños grupos. Mujeres de cierta edad que se
reunían para comer y a conversar. Qué hubiera
dado por escuchar la conversación de aquellas
tres mujeres que ocupaban una de las mesas redondas junto al ventanal que daba al jardín.
Definitivamente la pelirroja le aceleraba el
pulso. La piel salpicada de pecas, el canalillo de
los senos generosos, dos promesas de incontables delicias; dientes como perlas y un cabello
como fuego, para hundir el rostro en esos rizos y
quedarse dormido para siempre.
Mientras trajinaba con los entremeses, no
podía dejar de pensar cómo sería yacer con cualquiera de esas tres mujeres en una cama.
O con las tres juntas.
Podrá obtener el libro completo y
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OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN
Autobiografía de una Pulga
AUTOBIOGRAFÍA
llegó a ser llevado al cine en un
film de naturaleza poco usual en la industria de
la pornografía. Se muestra como la expresión
de una joven en la búsqueda de renunciar a lo
anormal para encaminarse a la normalidad
Con frecuencia –demasiada para nuestra desventura–, resultan ser aquellos que más reprueban las manifestaciones sexuales o amorosas, los que en la privacidad son poseedores de
una naturaleza más desenfrenada en su sexualidad. Este es el tipo de individuos elegidos por
el autor para integrar el elenco de personajes de esta obra, un clásico de la literatura erótica, donde una moral extremadamente severa
es sepultada por los deseos sexuales más voluptuosos y libertinos.
DE UNA PULGA
Los Infortunios de la Virtud
Esta obra, escrita en 1787 y perdida en la Bastilla, pasaría a ser la
primera versión de Justine, producida en 1791.
Transcurrió más de un siglo y medio para que
Los Infortunios de la Virtud se conociera,
reeditada con algunas variantes por Maurice
Heine. En Justine, esta primera versión fue
superada en lo detallado de los excesos sexuales
con los que el divino marqués escandalizó al
mundo de la época. Escándalos que no pasaban
exclusivamente por lo que escribía encaramado
en el más puro materialismo panfletario, la violencia erótica y la
crítica al doble discurso de la gran mayor parte de los miembros de
la Iglesia de la época, declamando el decoro y practicando el desenfreno. Precisamente es en esas contradicciones en las cuales se
apoya el autor para mostrar cómo siempre el vicio termina por
triunfar sobre la virtud.
OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN
Tabú
Bonnie Norton no teme enfrentarse al tabú del incesto en
esta espléndida novela. Desde el relato de
una terapeuta sexual que analiza las experiencias de un grupo de pacientes y con
excepcional maestría relata las intimidades
de varias madres que han seducido a sus
hijos, los han iniciado en su sexualidad, y
hasta algunas que han querido unirse a
ellos en la situación más reprobable y
prohibida de la civilización occidental, a despecho de comentarios incalificables y sin la más mínima culpa. Un desarrollo voluptuoso, exquisitamente transgresor, con un sorprendente desenlace para esta nueva obra de una de las
mejores escritoras contemporáneas de literatura erótica.
Quién, que no era yo,
te había marcado el cuello de esa manera
De Alejandro Margulis. "En la ajetreada redacción del gran
diario, los enredos del ambiguo Max Broden, casi adolescente, con el ya maduro
plumífero Luciano Quaranta tienen los
encantos -y los peligros- de un remanso.
Allí, Quién que no era yo... se complica
en mil intrigas cuya explicación, en la alternancia del hard-core, la ironía y la más
extraña liviandad de lo neutro, confunde
los humores de los personajes y del narrador a la vez que va
tejiendo la tela -delicada e implacable- en la que caerá el lector".
OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN
Memorias de una cantante
La pasión marcó la vida de Wilhelmine Schröeder-Devrient,
esta cantante de ópera, que mostró en todos los aspectos de su vida, y registró en
esta obra literaria compuesta por trece cartas –¿reales? ¿Imaginarias?– que una mujer
escribe a un anónimo amigo, relatándole
su vida sexual desde las primeras impresiones voyeuristas adolescentes hasta los
más desenfrenados encuentros de sadismo; prácticas todas del placer a los que la cantante revela y
confiesa haberse entregado en todas sus variantes, con
hombres y mujeres. Wilhelmine Schröeder-Devrient, autobiográfico.
Matrimonio Abierto
De SIMONE LONGMONT. Michelle ama a su esposo. Ella es
joven, hermosa, sensual, moderna y
liberada. Su marido es mayor que ella.
Ambos comparten una vida intensa, interesante, original y aventurera. Ambos saben
que el amor que se profesan es
perfectamente compatible con su mutua
disposición para explorar su curiosidad
sexual en total libertad. Por eso entre ellos
la infidelidad no tiene cabida ni representa un problema.
Michelle y su esposo han convenido en hacer de su vínculo
un MATRIMONIO ABIERTO.
OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN
Mi Primera Vez
¿Qué sucede cuando un grupo de adolescentes se reúne para
compartir el tema secreto de su iniciación
en la práctica del sexo? En Mi primera
vez, Elizabeth Holmes recrea las memorias y los secretos de un grupo de adolescentes, que deciden contarse con absoluto
desprejuicio su despertar al sexo. El resultado es una encantadora y excitante novela que provoca, excita y subyuga al lector.
La Filosofía del Tocador
En esta Filosofía... el Divino Marqués de Sade propone la
formación de estados ideales, virtualmente
utópicos, donde la presencia estatal no se
revele como opresiva. En tal sentido, Sade
escribe para convencer a quienes detentan
el poder que se torna imperiosa la reforma
del Estado que puede adjetivarse como
policial, y pretende mostrarlo estableciendo una relación entre la pasión sexual y la
forma de gobierno, a partir de la idea de que a partir del
momento en que los libertinos consiguieron llegar a ser jefes del gobierno, empezaron a gozar de un poder ilimitado
y, como consecuencia, de una absoluta impunidad. Y ante
este hecho, ¿qué valor tiene la ley ante el poder de las pasiones humanas y cuál es la reacción del libertino ante las
prohibiciones de la ley?
OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN
Inconfesable
Dos amigas de la infancia –Jo Anne y Sophie–, comparten un
secreto absoluta y definitivamente Inconfesable.
En esta nueva y magistral novela de alto voltaje
erótico Bonnie Norton vuelve a capturar al lector en una intrincada telaraña de juegos prohibidos. La iniciación al sexo de dos adolescentes.
Los juegos a solas, entre ambas y compartidos,
viviendo fuertes experiencias con un hombre
mayor muy cercano a Sophie. La historia comienza cuando Jo Anne despierta al sexo al descubrir ciertas prácticas que suceden en el seno de su propia familia.
Memorias de infidelidad
Sutilmente sugerente resulta esta novela -¿autobiográfica?- en la
que una mujer casada decide vivir una vida
distinta a la que le marca la sociedad, la moral
y el sentimiento de lealtad a su familia. Una
mujer que relata la manera en que comenzó a
ser infiel a su esposo, para entregarse a la más
absoluta voluptuosidad, porque para ella la vida
sin libertad no tenía el menor sentido. Una
mujer sensual que busca hasta en las entregas
más perversas, el desarrollo pleno de su sexualidad. Ésta resulta ser la primera y sorprendente obra de la autora,
que ahonda en las más profundas y secretas fantasías de todas las
mujeres... aunque se nieguen a reconocerlas.
Cuentos, historias y fábulas
El Marqués de Sade nació en el seno de una familia de la nobleza
de Aviñón, en París en 1740. Su vida y sus
obras, consideradas escandalosas, le condujeron varias veces a la cárcel, y ha sido dicho que
su actitud humanitaria lo llevó a oponerse a la
pena de muerte durante los terribles hechos de
la Revolución Francesa. Novelista eximio,
agudo pensador, filósofo ateo y político republicano y progresista, su actitud respecto de las
perversiones sexuales lo revelan como un iconoclasta dispuesto siempre a rebasar los límites de la condición
humana. Cuentos, historias y fábulas, constituyen un conjunto de
obras menores, pero en las que en apenas una página y algo más,
Sade supera la prosa de sus novelas más importantes.
Memorias de una Princesa Rusa
¿Quién escribió Memorias de una Princesa Rusa? ¿Es esta obra una
doble alusión respecto de la emperatriz
Catalina La Grande, en la cual es a la vez
personaje real y protagonista ideal?
En todo caso este libro –como Autobiografía
de una Pulga–, se transformó en un clásico de
los textos galantes que ha entrado en su
cuarto siglo de circulación, leído por
numerosas generaciones y traducido a decenas
de idiomas a lo largo del tiempo.
La obra refleja en toda su humanidad la vida licenciosa en el seno
de la nobleza rusa. Ahonda en la iniciación y la vida amorosa de la
princesa Vávara Sofía, hija preferida de uno de los privilegiados
señores feudales, quienes constituían esa aristocracia casi pueblerina, pretenciosa imitadora del savoir faire de la admirable cultura
del despotismo ilustrado francés, que deslumbraba a la emperatriz,
mecenas y amiga (y quizás algo más que simple amiga) de notables
de su tiempo, como lo fueron Diderot y de Voltaire.

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