Ellas los prefieren… ¿malos?

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Ellas los prefieren… ¿malos?
Ellas los prefieren… ¿malos?
Roberto Medina
Los caminos del amor son misteriosos, los mecanismos que definen a quién elegimos como pareja, o quién nos
elige para tal fin, son difíciles de identificar y definir. En este artículo, investigamos y planteamos teorías sobre el
misterio de las mujeres que deciden resistir años de abuso psicológico e incluso físico, todo en aras del “amor”
Lo que ellas quieren
Hay una pregunta que se dice que ni Freud con su psicoanálisis pudo responder: ¿Qué quieren las mujeres? Al
respecto se ha hablado y teorizado mucho, incluso ha sido eje temático de un par de buenas comedias hollywoodenses. Tal vez la pregunta está mal planteada de entrada. Primero, quizás no todas las mujeres quieren lo
mismo y, segundo y más importante, una mujer no busca lo mismo toda la vida. Dios, una mujer no quiere lo
mismo a veces ni a dos horas diferentes del día, seamos sinceros.
Hoy trataremos de averiguar qué es lo que hace que algunas mujeres prefieran andar con tipos que, a falta de un
mejor apelativo, son unos perfectos infelices. O unos “cabrones”, por darle el toque de idiosincrasia muy a la mexicana. Y no hablamos de cuando vemos a una chava demasiada guapa con un tipo que creemos no la merece y
soltamos el consabido (y ardido) “…che guey suertudo”. No, nos referimos a esa amiga que habla siempre para
quejarse de que su novio la maltrata, pero que a los pocos días (a veces horas), nos dice lo maravilloso que es y la
forma tan linda en la que le pidió perdón.
Nos referimos también a esa otra amiga guapa, exitosa, que ha sido amante de un hombre casado por años. Que
sigue esperando el divorcio o que, ya con algo de cinismo, dice estar cómoda con esa situación, que le presenta
varias ventajas. O sin ir tan lejos, nuestra ex compañera de universidad que sorprendió al novio en el antro con
otra mujer y que, asombrosamente, sigue junto al teléfono esperando una explicación al respecto. ¿Les suena
familiar? Hay cientos de historias similares. Hay algunas peores.
La industria de la “superación personal” ya se ha encargado de tratar (y sobre todo, comercializar) este tema. El
mercado está invadido de libros y panfletos del tipo de El manual de la perfecta cabrona, o ¿Por qué los hombres
aman a las cabronas? Dirigidos a mujeres que han sufrido abuso demasiado tiempo y concluyen que no queda
otro camino que contrarrestar “cabronez con cabronez”. Lenguaje florido aparte, la validez o sustento de estos
libros esta sujeta a juicio y opiniones, pero de que son leídos, son leídos. Conozco una amiga que lo puso como su
libro de cabecera. Y otra que me dijo que quisiera conocer a la autora para romperle la cara. Una vez más… no
todas las mujeres opinan igual.
Pégame, mátame… pero no me dejes
Pero como dijo Jack El Destripador, vamos por partes. Caso por caso. Respecto a las mujeres involucradas en
relaciones donde el maltrato es evidente, al menos en el aspecto emocional y psicológico, una experta consultada
por ProyectoC.com proporcionó una serie de características del perfil de las mujeres usualmente involucradas en
este tipo de relaciones: Baja autoestima, dependencia emocional, antecedentes de conflictos familiares y carencia
o deficiencia en la figura paterna o materna.
Suena bastante lógico, pero nos advirtió la psicóloga, y estamos más que de acuerdo, que no existe tal cosa como
una “fórmula mágica” que explique el porqué una mujer se involucra en una relación destructiva, mucho menos
una panacea general que funcione como tratamiento seguro. No es como “tres cucharadas de autoestima y una
inyección de 100 mg de dignidad, cuatro semanas y me vuelves a llamar”. Los factores sociales y culturales alrededor de la vida de cada individuo tienen demasiado peso, igual que la formación personal y profesional.
Estoy sentado en mi oficina cuando una de las reporteras a mi cargo llega a sentarse a mi lado, con los ojos llorosos. Comienza a platicarme las condiciones de la ruptura con su novio. Al poco tiempo se le une otra compañera
que, al igual que yo, apenas puede creer los desplantes del sujeto en cuestión. La insultó, la humilló enfrente de la
familia de él, sacó a relucir todas sus fallas de carácter, en fin, un lindo listado de manipulación y vapuleo emocional. Pasamos horas, literalmente horas, tratando de “terapear” a nuestra amiga. Muy difícil seguir el “nunca des
consejos” que todo mundo sabe respecto a este tipo de situaciones, pero nos enfocamos en el “tú vales mucho y
bla bla”, dicho con más gracia y estilo pues, tratando siempre de que ella sea capaz de ver la situación desde
afuera. Ajá, y al día siguiente pensamos en ir y pegarle al diablo en la nariz, más o menos igual de factible.
Creo que el rompimiento duró casi una semana. Al poco tiempo, excuso decirles que nuestra amiga había decidido ya no ser tan compartida respecto a sus malas experiencias, pero eso no quitó que su compañera y un servidor nos sintiéramos como perfectos idiotas por haber pasado tanto tiempo en la terapia y ahora ver nuestros
malos resultados. Quiero pensar que por eso somos mejores comunicólogos que sicólogos.
Ni princesa, ni esclava: redentora y aferrada
¿Por qué nuestra amiga había decidido volver con aquel tipo? No, en apariencia no era una mala persona, ni
espantoso, ni mugroso, pero era más que evidente que la trataba con la punta del pie. Y ella era una mujer muy
guapa, joven, noble y de buen trato. No le faltaban pretendientes, para nada. ¿Qué lleva a una mujer a elegir al
tipo malo por encima del tipo bueno?
Nuestra experta categorizó de la siguiente manera. Hay mujeres con complejo de “redentoras”, que sienten que
pueden cambiar a una persona, que dicen que “conmigo es diferente, no como con todas las mujeres que han
pasado por su vida, él me lo ha dicho…” Mmh, yo también me sé buenas historias de ficción como esa.
Otras, podrían considerarse como pesimistas, son incapaces de creer en que alguien sea bueno de verdad, especialmente con ellas, van por la teoría de “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. Una reflexión típica
de alguien que no se cree digna de ser feliz y se autocondena a relaciones donde debe sufrir.
Algunas mujeres se excusan bajo el argumento de la “química”, como que no sienten nada con los chicos
demasiado bien portados. Es más, ustedes lectores y lectoras, seguro han escuchado a alguien caracterizar a un
hombre como demasiado ingenuo, o noble, o aburrido, incluso hasta se le etiquetará como “gay”. Y claro, a veces
tienen razón, pero en muchos casos es simple prejuicio o falta de conocimiento.
Se ha declarado hasta una especie de dicho que indica que “lo bueno no enamora”. Creer en ese esquema es tanto
como pensar que el colesterol y la grasa son inventos de los dietistas, para ahuyentarnos de la comida rica y
dañina.
De tiempos perdidos, ganados y las consabidas etapas
¿Qué argumentos han escuchado de una mujer que se justifica por estar en una relación destructiva? “Llevamos
tanto tiempo juntos, no quiero pensar que todo esto fue tiempo perdido, por mí no va a quedar”. Lógica aplastante, recuperar el tiempo perdido… perdiendo aún más tiempo.
“Toda mi familia lo conoce, en mi casa no saben qué me trata mal, con ellos es tan amable y decente”. Buen
sistema, poner a una persona ajena por encima de nuestro soporte familiar. Confiar más en un extraño que en la
gente con la que vivimos y convivimos por tantos años. Claro, hay familias de las que sí amerita salir corriendo,
pero hay que ver de la mano de quién.
“Me sigue buscando, debe ser por algo, debe ser porque me quiere de verdad”. O podría ser porque nunca le
ponen un alto, porque siguen contestando sus llamadas, porque siguen contestando sus correos. Porque en el
fondo, siguen esperando que algo cambie, o simplemente desean convervar el falso poder que sienten derivar
del “todavía piensa en mí”.
Por fortuna, para muchas mujeres, este tipo de relaciones sólo se tratan de una etapa, de una fase que, en muchos
casos, es parte de un proceso de maduración, de autoaceptación. Con suerte, el proceso tendrá un final, pero no
llegará por sí sólo.
¿Recuerdan a una buena amiga que les mencioné en el artículo llamado El Amor Apesta? Ella es un buen ejemplo.
Ya tiene novio y se le ve bastante contenta. De repente se queja de tal o cual problema, ya no sentimentales, y yo
me encargo de inmediato de recordarle que ha perdido su derecho de queja, finalmente, encontró lo que estaba
buscando. Y tiene que construir sobre eso.
Ella era caso típico de esta especie de dolencia. Se quejaba y se quejaba y seguía saliendo a la calle con su letrero
de “abúsame” colgado en la espalda. Se jactaba de cómo le encantaban los bad boys, de cómo los niños bobos y
buenos la aburrían. De sus grandes romances y grandes affaires y grandes (y no tan grandes) amantes. De sus
aventurillas, de cómo se iba a cobrar todas las que su pareja abusiva le había hecho mientras vivieron juntos. Cada
cierto tiempo, me llamaba para llorar de desesperación. Al final, por suerte, parece que se le acabaron las lágrimas
y ya no le quedó otra más que buscar su felicidad y encontrarla.
Bien por ella. Bien por su decisión, por ignorar las condenas sociales que le decían que corría contra su reloj
biológico. Bien por aceptar que los antecedentes familiares no son una condena a muerte. Bien por saber qué lo
que buscas encuentras y que, para mejorar, de entrada tienes que cambiar tu frecuencia. Tal vez es como lo decían
los Stones: “no siempre puedes tener lo que quieres, pero si lo intentas, a veces… consigues lo que necesitas”.
Ojalá no me haya fallado el tono del artículo, no fue fácil escribirlo. Ojalá esto no suene a juicio. Todos tenemos un
derecho inalienable a vivir o desgraciar nuestra vida como mejor nos parezca. A experimentar las relaciones que
elegimos con toda la intensidad y contradicción y drama de los que nos creamos capaces. Sólo hay que recordar
algo: Todo en la vida tiene un precio. Para cada borrachera hay una cruda, para cada decisión una consecuencia,
que será válida para nosotros, si estamos dispuestos a vivirla.
Nosotros que tenemos amigas, hermanas, madres y, a veces, hasta abuela, y que no, definitivamente no somos
ángeles, sabemos que las mujeres, LA MUJER, como concepto, como ideal, pero sobre todo, como realidad que
vive y siente, es demasiado grande e importante como para dejar que nos las maltraten.
Después de todo, berrinchudas, a veces medio bipolares, con sus absurdas decisiones, con sus necedades y
desplantes… por Dios, ¿qué haríamos sin las mujeres?

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