Inmigración y temporalidad laboral: La experiencia de la

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Inmigración y temporalidad laboral: La experiencia de la
Nuestra historia
historia
En lucha Enero 2005
11
Inmigración y temporalidad laboral:
La experiencia de la IWW
La precariedad y la inmigración son dos de los temas a debate en los movimientos sociales. ¿Cómo podemos
organizar a estos sectores? ¿Nos sirven los sindicatos o debemos plantear nuevas formas de lucha? En este
artículo Carlus Jové expone la experiencia del sindicato estadounidense IWW.
Cuando a principios del siglo XX
centenares de miles de personas
emigraron a Estados Unidos, lo
hicieron con unas aspiraciones
similares a las de quienes hoy
emigran hacia otras partes del
mundo, entre ellas el Estado
español. La realidad que se
encontraban, una vez allí, también
es similar a la que se encuentran
la mayoría de inmigrantes hoy:
el no reconocimiento de sus
derechos, una mala vivienda y
el dilema entre el desempleo o el
trabajo peor remunerado.
La situación de los trabajadores
estadounidenses no era mucho mejor. Ellos sí tenían reconocidos algunos derechos políticos (excepto
las mujeres, negros y otros grupos
étnicos), pero las duras condiciones
laborales condenaban a una gran
parte de la población a una vida
corta y enfermiza.
Una doctora de la época, Elizabeth Shapleigh, escribió que “un
número considerable de chicos y
chicas [morían] en el primer o segundo año de trabajo” y que un 36
por ciento de ellos fallecían antes
de los veinticinco años de edad. Estas condiciones eran especialmente
duras en la minería y en la industria
textil donde, mayoritariamente, trabajaban mujeres y niños.
Otro elemento de similitud entre autóctonos e inmigrantes era la
existencia de miles y miles de trabajadores que iban de una parte a
otra del país buscando trabajo. Eran
contratados en empleos de pocos
días para, posteriormente, echarse
de nuevo a la carretera y buscar un
nuevo empleo.
Estos trabajadores, conocidos
con el nombre genérico de hobos,
eran el resultado de la depresión económica que había azotado a EEUU
a finales del siglo XIX y constituían
un sector importante de la mano de
obra. En su mayoría no eran inmigrantes, sino trabajadores industriales que habían sido despedidos
y que eran contratados por agentes
de trabajo que se quedaban con una
parte del sueldo. Estos agentes eran
conocidos con el sobrenombre de
“tiburones” y hasta cierto punto su
papel nos recuerda al de las ETT’s
con los trabajadores temporales.
Al contrario de lo que pudiera
parecer, los hobos tenían una fuerte
conciencia sindical, pero se encontraban con serios problemas a la
hora de organizarse.
La única central existente durante años, la American Federation of
Labor (AFL), tan sólo organizaba a
trabajadores cualificados, varones y
no inmigrantes. Muchos historiadores la han definido como una especie de aristocracia obrera que sólo
contemplaba la lucha económica y
que olvidaba cualquier otro tipo de
conflicto social.
Samuel Gompers, presidente de
la AFL, decía que el racismo del sur
era un “asunto interno” en el que
nadie tenía que interferir.
Con este panorama, los miles de
trabajadores inmigrantes que llegaban en barcos al país quedaban marginados de la mayor parte de la clase trabajadora y se veían forzados a
organizarse en grupos de extranjeros que, a su vez, no se relacionaban
con otros grupos extranjeros.
Esta pésima situación cambió
en 1905 cuando una reunión de sindicalistas y revolucionarios de distintas tendencias decidió fundar una
nueva central sindical, la Industrial
Workers of the World (IWW), también conocida como los wobblies.
Cartel de la IWW donde
proclamaba su Código
Industrial (arriba). El
candidato socialista a la
Casa Blanca, Eugene Debs
en un mitin (encima)
Reorganización
Desde su fundación, la IWW se propuso varios objetivos. El preámbulo de su Constitución empezaba con
unas palabras que no dejaban lugar
a dudas: “La clase trabajadora y la
clase capitalista no tienen nada en
común. [...] Entre estas dos clases
debe emprenderse una lucha hasta
que los trabajadores del mundo se
organicen como una clase, tomen
posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, y terminen
con el sistema salarial.”
Esto no era una simple declaración de principios, sino un objetivo
real que orientaba el trabajo diario
de la organización, dirigido a dotar
a los trabajadores y trabajadoras de
las herramientas necesarias para
controlar sus propias vidas.
Los trabajadores inmigrantes encontraron en la IWW un sindicato
que defendía sus derechos e identidad por igual. Decían que sólo
había dos naciones: la de los jefes
y la de los esclavos; por lo que todos los esclavos debían organizarse
conjuntamente en “Un Gran Sindicato”. Todos los trabajadores, independientemente de su género, raza,
categoría profesional o rama industrial, debían formar parte de una
misma organización para enfrentarse al capitalismo y construir una
nueva sociedad “en el caparazón de
la vieja”. Para ello la IWW se dotó
de interesantes mecanismos.
Cuando estallaba un conflicto, lo
primero que hacían los wobblies era
crear un comité con, al menos, un
representante de cada nacionalidad
presente en la empresa. En la impresionante huelga textil de Lawrence,
en 1912, hasta veinticuatro nacionalidades distintas formaron parte del
comité. Esto rompió los esquemas
de la AFL, que a pesar de su intento de liderar la huelga no consiguió
seguimiento alguno. Por otro lado,
la IWW, que solamente contaba
con mil afiliados entre la población,
lideró una huelga de 50.000 trabajadores y trabajadoras. Su apuesta
por la participación desde la base
y su incorruptible óptica de clase
garantizaban, como mínimo, la unidad necesaria para la lucha.
Otra táctica habitual consistía
en extender el conflicto e involucrar
a la población local. Los piquetes
no se concentraban en las puertas
de la empresa, sino que se dirigían
al poblado y recorrían las calles haciendo llamamientos a la huelga en
otras empresas y animando a la población a no prestarse como esquiroles. Si hacía falta, incluso evacuaban a la población infantil a otras
ciudades para que las familias pudieran concentrarse en la lucha. En
la huelga de Lawrence cerca de 300
niños y niñas fueron desplazados
mediante una campaña impulsada
por el periódico socialista Call.
La agitación era una herramienta imprescindible para los wobblies,
pues con cada huelga, con cada conflicto sabían que estaban cambiando
el mundo. Muchas de las experiencias de aquellos días nos pueden
servir para la lucha de hoy.
Reciclar la historia
En una ocasión el líder de los mineros, Bill Haywood, fue invitado
a hablar en Louisiana, donde la ley
prohibía que blancos y negros participaran en un mismo acto, y dijo
que si trabajaban en las mismas
fábricas entonces los negros tenían
que estar allí presentes. Estos fueron
invitados y se afiliaron en bloque a
la IWW. De no haber reaccionado
contra esta forma de discriminación,
seguramente los trabajadores blancos habrían seguido considerando la
situación anterior como normal.
Hoy en día, cuando no se invita
a las organizaciones de inmigrantes
a unirse a las luchas, se está cometiendo el mismo error.
Lo mismo pasa con los trabajadores y trabajadoras temporales.
Los grandes sindicatos dan por hecho que es difícil organizarlos porque van de un trabajo a otro y difícilmente pueden crear comités de
empresa. La IWW solucionaba esta
situación con los sindicatos locales,
eje de su trabajo, los cuales tenían
delegados en las empresas. Cuando
un conflicto tenía lugar, todo el sindicato local se movilizaba. Cuando
una parte de la clase está en lucha,
toda la clase debe estar apoyándola.
La IWW nunca logró tener un
nivel de afiliación elevado y estable.
Sin embargo, su abnegación por la
lucha y el énfasis en la unidad la dotaron de una capacidad de liderazgo
que podía movilizar a miles. Era un
sindicato revolucionario, no obstante la ideología nunca fue un impedimento para formar parte de la organización. Entre sus dirigentes había
anarquistas, socialistas y simples
sindicalistas. Uno de sus fundadores, el socialista Eugene Debs, fue
candidato a presidente de EEUU.
Hoy en día las centrales sindicales más radicales tienden a poner la
ideología por delante de la unidad de
clase, con lo que confunden el papel
del sindicato con el de la organización política. El resultado suele ser su
aislamiento de la mayoría de los trabajadores y la división sindical. Los
wobblies demostraron que la unidad
no está reñida con la radicalidad.
Por otro lado, la experiencia de
la IWW nos demuestra que los trabajadores temporales pueden y deben organizarse en los sindicatos.
Pero los sindicatos también deben
buscar las estrategias apropiadas
para la “nueva” realidad del trabajo. El dogmatismo organizativo es
el enemigo de la lucha, y debemos
esforzarnos por encontrar la táctica
apropiada para cada situación.
El dominio industrial en la economía estadounidense no impidió
que la IWW estuviera por encima
de las divisiones estructurales del
capitalismo y que buscara, ante
todo, la unidad de todos los trabajadores y trabajadoras, independientemente de su sector y categoría.
Todos sus esfuerzos se dirigían
a conquistar un mundo sin jefes ni
explotación. Por ello, se dejaron de
lamentaciones y se dedicaron a organizarse.
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