Texto íntegro del Pregón de Zabala de la Serna en

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Texto íntegro del Pregón de Zabala de la Serna en
Documento
Zabala de la Serna junto al alcalde de Valladolid, el promotor teatral Enrique Cornejo y el
empresario Ángel Gallego, al inicio del acto celebrado en la ciudad pucelana
Texto íntegro del Pregón Taurino de Valladolid
Zabala de la Serna:
Bases para la defensa de la
Fiesta en el siglo XXI
Zabala de la Serna, Jefe de la sección taurina del diario EL
MUNDO, pronunció este martes el IV Pregón Taurino Ciudad
de Valladolid, un texto con el que el periodista hizo una
defensa de la Fiesta por encima de su indudable vertiente de
actividad cultural sustentada en los marcos legales,
económicos y ecológicos. Por su interés literario y taurino
reproducimos en este documento el texto íntegro de este
Pregón.
Ilustrísimo alcalde de Valladolid,
querido Enrique Cornejo,
amigo Ángel Gallego y amigos todos,
señoras y señores.
Mi
infancia y juventud no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino
vivencias y experiencias de los campos, pueblos y ciudades de Castilla.
Mis raíces se bifurcan entre Sepúlveda y Madrid y por el camino se
enredan en Valladolid. En septiembre se cumplirán 20 temporadas
exactas de mi debut en ABC, que sucedió precisamente aquí en Pucela.
Corrían días de radio y las noches se eternizaban a las órdenes de
Antonio Herrero a la espera de que sonasen los clarines de “El Primero
de la Mañana” -¿recuerdan?- heredado desde los felices tiempos de
Antena 3. Por entonces, la Feria de la Virgen de San Lorenzo se anclaba
todavía en las postrimerías septembrinas. Mi padre, fiel y devoto de
Pucela, debía marchar a Sevilla para dar cuenta de las corridas de San
Miguel y me pidió que escribiese los últimos coletazos de las fiestas
pucelanas, que no por últimos se hacían menos importantes. Solicité el
pertinente permiso a mi maestro durante cinco años, Antonio Herrero,
pura sangre del periodismo, incansable azote de “políticorruptos” y
politicastras de mal agüero que hoy se hubiera calzado las botas de
cazar en aquella sección suya que llamábamos “Irregularidades”. Lo del
cafelito y el despachito de Juan Guerra, el hermanísimo, suena casi
ridículo y a risa visto desde la cruel perspectiva que nos vapulea el
presente y nos hace temer por el futuro.
Firmé aquella primera crónica abecedaria datada en Valladolid a 23 de
septiembre. Un mano a mano magnífico entre Espartaco y Manolo
Sánchez; cinco orejas para cada torero; la mejor faena en la mano de
Manolito; dos toros de vuelta al ruedo para mayor gloria de Don Álvaro
Domecq y Díez; y el diluvio universal que no impidió que la creatividad
y la inspiración inundasen el titular de mi debut: “Espartaco, Manolo
Sánchez y Álvaro Domecq salieron a hombros por la puerta grande”.
Hasta ahí alcanzó mi capacidad de ingenio. Pura y dura información con
la que convivía diariamente en las madrugadas de las ondas. Releída la
pieza con los años se ha quedado seca como la mojama al viento de
Barbate: se deja comer, pero cuesta meterle el diente. Al día siguiente
empeoró la situación con el análisis de los toros de rejones de mi
madrina de bautismo, Ángela Rodríguez de Arce, mujer de Emilio
Ortuño, Jumillano en los carteles, inseparable del hombre y el hombre
con el que conquistó la España taurina de los cincuenta: Pedro Martínez
“Pedrés”. La cosa es que los toros de mi madrina salieron mansos de
libro y yo qué iba a decir en aquel pacto cual juramento hipocrático que
hacemos los periodistas con la verdad, pues que fueron mansos de
libro. Aquello me costó al menos dos cumpleaños sin regalo de Angelita,
cuya melena rubia y generosa sonrisa, una escultura de mujer, no se
apagará nunca en mi memoria.
1 Por Ángela, y no solamente por ella, se me amontonan las ideas y los
lazos que unen a los Zabala de la Serna con Valladolid. Probablemente
más a los La Serna que a la rama Zabala. Don Victoriano de la Serna
toreó ya en Pucela sin picadores y mantuvo una amistad sincera, real y
epistolar con el genio de Fernando Domínguez; una amistad que con los
años se transmitió por distintos canales como el del señorío del Doctor
Mariano Zumel, rendido admirador de Roberto Domínguez, Roberto a
secas, como reza su biografía, cuando todavía tocaba el toreo por el
palo de lo artístico y no el del poder y el dominio que lo catapultó como
una soberbia figura de la década de los noventa y rindió también la
pluma y la escritura del viejo Zabala. Un día con el campo anegado de
agua y sin posibilidad de tentar, embarcaron Victoriano de la Serna y
Fernando Domínguez las vacas en un camión para hallar el terreno seco
de la arena del mismísimo coso del Paseo de Zorilla. Cuentan quienes
asistieron la lección magistral de aquel tentadero, entre ellos Manolo
Lozano, que hay verónicas que no ha acabado todavía en las muñecas
dormidas de aquellos hombres que ahondaron en el lance con una
profundidad únicamente comparable a la de otros dos monstruos de la
Edad de Plata y reyes también del capote, los primos trianeros Curro
Puya y Cagancho. Tanto La Serna como Domínguez cavaron la tumba
de aquella absurda frase caganchista que decía que “De Despeñaperros
para abajo se torea; y de Despeñaperros para arriba se trabaja”.
No quisiera que la ocasión de expresarme ante ustedes se convirtiera
en una retahíla de nostalgias y desaprovechar el momento y el auditorio
para trazar una defensa encendida y actual de la Fiesta de los Toros
como parte insoslayable de nuestra Cultura y nuestra Historia y más
allá porque el Toreo del siglo XXI ni se puede ni se debe explicar desde
el argumentario del siglo XX que, para más inri, se refiere al siglo
antepasado, al XIX, a la pasión de Goya, su Tauromaquia y todo lo en
un manoseado discurso que ya hemos tenido que escuchar
recientemente en el Parlamento para a continuación soltar un profundo
lamento ante los tres avisos de la opinión pública de aficionados y
profesionales.
Sería muy fácil para mí trenzar ochos líricos y literarios desde Miguel
Hernández, “se citaron las dos para en la plaza/ tal día, y a tal hora, y
en tal suerte:/ una vida de muerte y una muerte de raza); García-Lorca
(“la vaca del viejo mundo/ pasaba su triste lengua/ sobre un hocico de
sangres/ derramadas en la arena, y los toros de Guisando/ casi muerte
y casi piedra, mugieron como dos siglos/ hartos de pisar la tierra”);
Manuel Machado, el taurino de los dos hermanos, (“una nota de clarín/
desgarrada/, penetrante/, rompe el aire con vibrante puñalada”);
Gerardo Diego (“Lenta, olorosa, redonda, la flor de la maravilla/ se abre
cada vez más honda/ y se encierra en su semilla./ Cómo huele a Abril y
a Mayo/ ese barrido desmayo, / esa plaza de desgana/, ese gozo, esa
tristeza,/ esa rítmica pereza,/ campana del Sur, campana”), Blas de
Otero (“cruje la luz, la sombra suena al paso/ del repentino y fugitivo
2 quite,/ fino percal tendido hacia el ocaso), Falla, León y Quiroga,
Benlliure, Paco de Lucía, Camarón, Farina, Caracol, Picasso, Dalí,
Zuloaga, Miquel Barceló, José María Sicilia, Díaz Yanes, Vargas Llosa,
García-Márquez, Botero, hablo sin orden ni concierto, de tocaores,
cantaores, cineastas, pintores, compositores, escultores, nobeles y
literatos; cito si quieren al mismísimo Rafael Duyos que desde su
Valencia natal le escribió a Fernando Domínguez unos de los romances
más bellos que se recuerdan y que en la plaza de Valladolid luce como
extracto en un monumento de bronce cabal:
“Pero una cosa es bailar
en los rincones noctámbulos
cuando la guitarra suena
con la luna entre los álamos
y el vino de la Rioja
quema los ardientes labios...
Y otra, bajo el sol del Cid,
mantener los pies clavados
moviendo, leve el capote
con el irse de milagro;
tener la cintura andaluza,
siendo roble antes que nardo,
parecer débil infante,
siendo varón ya cuajado
hacer que el Pisuerga tenga
claveles en sus vegatos
Guadalquivir de repente
Y al conjuro de sus manos...
Porque Fernando Domínguez
nació con el poder mágico
de transfigurarse a tiempo
delante del toro bravo
llenando de giraldillos
los austeros campanarios,
haciendo sonar los bronces
que son de palmas paganos,
dándole a Valladolid
un temblor inesperado
de Córdoba sin Mezquita
para su gran Califato...”
Insisto
en el error que supone construir las murallas de la Fiesta del
siglo XXI con las almenas del pasado. Usemos sus cimientos culturales,
la raigambre, la historia, pero renovemos el discurso del toreo como
actividad cultural que es antes de que pase el último tren y el revisor de
la demagogia antitaurina con sus perfiles nacionalistas nos pique billete.
Sonó la hora ya de blandir las razones económicas que cuentan en la
3 Tauromaquia; suenan los clarines ya de esgrimir una ofensiva desde el
ángulo de la ecología; y por encima de todas ellas suenan las trompetas
del Séptimo de Caballería para plantear la batalla desde un ángulo
jurídico que nos ampara por delante del ámbito político que todo lo
contamina.
Por orden cronológico la percha jurídica de la Fiesta de los Toros, su
base legislativa, oscila desde la ley de potestades administrativas de
1991 en su artículo 4.1 redactado en plena consonancia con lo que dice
la Constititución Española (artículo 149.2) y consagra, sin perjuicio de
las competencias de las Comunidades Autonómicas, “ el servicio de la
cultura como deber y atribución esencial del Estado” y prescribe que el
mismo Estado pueda adoptar medidas destinadas a fomentar y proteger
las actividades a las que se refiere dicha ley, en atención a la vigencia
tradición y vigencia cultural del la Fiesta de los Toros. Y por si no
quedaba claro la Normativa sobre la Concesión de la Medalla al Mérito
de las Bellas Artes dice en su preámbulo que “se otorgará para
distinguir a las personas y entidades que hubieran destacado de modo
eminente en el campo de la creación artística y cultural o hayan
prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte
y la cultura o en la conservación del Patrimonio Artístico Nacional”. Y
como el Toreo, incluido en el Medallero dorado de Cultura desde 1996,
se encuadra en el mismo marco legal, ¿quién dudaría en que desde el
96 los Toros, nuestro planeta, nuestro mundo, nuestro universo táurico,
se engloba dentro del Patrimonio Artístico Nacional blindado en última
instancia por la Constitución? Pues como la ignorancia es la madre de
todas las dudas y el vientre de alquiler de un país de ignorantes,
caminamos en la búsqueda de una Ley Legislativa Popular que blinde la
Fiesta como Bien de Interés Cultural cuando el blindaje, si en Cataluña
no se pasasen la Constitución día sí y día también por el forro de la
taleguilla, ya está en las “sagradas escrituras” que rigen el destino de
España desde 1978. El artículo 149.1 de la Carta Magna es nítido: “El
Estado tiene COMPETENCIA EXCLUSIVA en la defensa del Patrimonio
Cultural”.
Sinceramente, lo que uno ya no sabe es si en España somos muy
tontos, que no creo, o en Francia respecto a la Tauromaquia son muy
listos. Ni una cosa ni la otra. La explicación se resume en los
sempiternos complejos que nos consumen y achican a los aficionados y
en la carencia de estructura del sector taurino que le impide funcional
como tal, como un solo hombre. Francia maneja un secreto a voces
concentrado en el Observatorio para la Defensa de las Culturas Taurinas
de París y su discreto y tremendamente eficaz funcionamiento. Por sus
resultados los conoceréis: nuestros vecinos franceses han conseguido
que la Fiesta figure en su Patrimonio Inmaterial Cultural a la chita
callando; de puntillas, han logrado que de la noche a la mañana el
Ministerio de Interior prohíba que los antitaurinos se manifiesten en las
inmediaciones de las plazas de toros al considerarlo una provocación y
4 un peligro para la seguridad del orden público (no se preocupen que
aquí tendremos que seguir soportando en España como cuatro gatos
fuertemente protegidos por la Policía nos insultan y agraden verbal e
impunemente a quienes caminamos por la senda de nuestro derecho en
son de paz); en Francia ya han conquistado que el Consejo
Constitucional reconozca la legalidad de los toros en toda la franja Sur
del país. Y saben lo más reconfortante y que provoca más envidia en
quien les habla: que allí tanto no importan los colores y las banderías,
que allí la Fiesta de los Toros la defienden gobiernos de Hollande o
Sarkozy, de izquierdas y derechas, porque la Tauromaquia vuela por
encima de las ideas para instalarse en el Patrimonio del pueblo en sus
raíces y costumbres. La partitocracia de España nos hunde en la
miseria. En todos los sentidos y en el taurino también. Los socialistas
pasan los Toros de Interior a Cultura por Real Decreto en 1151/2011 y
crean otra de las bases legislativas a las que agarrarse para un año y
medio después abstenerse en la tramitación de la ILP Taurina en el
Congreso porque interpretan que así debe ser al defenderla el Partido
Popular y la coyuntura y la grieta en el muro que en cuestiones de
Estado debían formar los dos grandes partidos la aprovechan
izquierdosos trasnochados de estalinismo, nacionalistas con “Z” y
estériles animalistas para sembrar la ponzoña de la demagogia y la
mentira. Y los otros, los nuestros o no nuestros, blancos o negros, igual
me da, los taurinos que habitan en PSOE y PP se esconden en sus
discursos apolillados sin saber blandir la importancia económica de la
Tauromaquia como motor generador de empleo y riqueza, ni comunican
que es el acontecimiento cultural que más ingresos proporciona a las
arcas del Estado en concepto de IVA, ni rebuscan en ejercicios pasados
para decir bien alto que la recaudación del IVA de 2009 sextuplicó la del
cine español y triplicó la del teatro con 41 millones de euros; ni suman
efectos directos ni los efectos indirectos en la economía local para
presentar una cuenta que en ferias de la transcendencia de San Isidro
alcanza un impacto económico de 50 millones de euros y superior a los
25 millones en Sevilla, que de capital del AVE ha pasado al capital del
ERE. Y ahí tienen en la red todos los estudios del profesor Juan Medina
en la Facultad de Económicas de Extremadura.
Y hablando de Extremadura, donde con el transcurrir de los años han
emigrado ganaderías de bravo en una concentración no conocida en
aquella tierra como en Salamanca o Andalucía, no nos hemos adentrado
en el tercer punto que se suma al cultural, legal y económico en la
defensa de la Tauromaquia: el ecológico. Bárbara barrera para quienes
nos atacan desde una supuesta ecología y un falso animalismo. La
importancia ecológica del toreo en España no conoce parangón en
Europa. El toro bravo, único en el mundo, es una joya genética de las
razas ganaderas españolas; los criadores españoles iniciaron la
selección del toro de lidia antes que Robert Bakewell comenzara hacia
1750 comenzara la especialización del bovino en producción de carne;
el toro bravo es el guardián de la dehesa, una dehesa de 540.000
5 hectáreas donde se mantiene y conserva un ecosistema único, donde la
biodiversidad se recrea como si de los ansiados, manidos y protegidos
Parques Naturales se tratase; las dehesas del toro bravo funcionan
como cortafuegos de la marea de incendios que nos arrasa, funciona
como muro contra el furtivismo, funciona con un profundo respeto al
medio ambiente que tanto importa a los verdes.
¿Quieren más? Volvamos al origen de estas hojas que espero queden en
sus memorias como argumentario del toreo. Volvamos a su valor
cultural, literario, escultórico y poético, a Lorca y a Goya y a Picasso.
Pero, por favor, practiquen el activismo taurino sin complejos,
reivindiquen nuestro sitio en medios sociales, redes sociales, la calle y
sembremos todos en la juventud, patrimonio de futuro, diamante que
cuando Juan Belmonte en tal día como ayer sintió perdida agarró el
revolver de cachas de nácar de mis sueños y se despidió del espejo
traicionero de la vida como si quisiera volver a oír los oles de sus
mejores tardes y la oda de Gerardo Diego:
“Yo canto al varón pleno,/
al triunfador del mundo y de sí mismo/
que al borde –un día y otro- del abismo
supo asomarse impávido y sereno./
Canto sus cicatrices/
y el rubricar del caracol centauro/
humillando a rejones las cervices/
de la hidra de Tauro./
Canto la madurez acrisolada/
del fundador del hierro y del cortijo/.
Canto un nombre, una gloria y una espada/
y la heredad de un hijo/.
Yo canto a Juan Belmonte y sus corceles/
galopando con toros andaluces/
hacia olivares quietos, fieles, /
y –plata de las tardes de lauralescanto un toro –bucólico- de luces.”
Gracias, Valladolid taurina, tan torera siempre a la vera del Pisuerga.
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