Pintura y predicación en la Orden Dominicana
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Pintura y predicación en la Orden Dominicana
mi si ones y predicación celebraciones y oración diálogo y comunidad estudios y reflexión 7 Pintura y predicación en la Orden Dominicana por Félix Hernández OP Félix Hernández ingresó en la Orden de Predicadores el año 2000, tras realizar estudios de Bellas Artes en las Facultades de Sevilla y de la Universidad Politécnica de Valencia. Se ha dedicado sobre a la ilustración y el diseño. El lenguaje artístico y su importancia La creación artística es inherente a la naturaleza humana, como prueban las realizaciones plásticas de los niños o las primeras manifestaciones artísticas de la historia; un impulso identificable con la fuerza vital, que hace que el arte sea un instrumento clave para conocer y comunicar la realidad del ser humano. Para poder expresar ideas o sentimientos, el ser humano ha necesitado crear una serie de códigos que están basados en sistemas de signos; por medio de ellos se incrementa el número de experiencias de la especie humana y además se les encuentra fundamentación. Uno de estos códigos es el lenguaje artístico. El arte, por tanto, es una vía de conocimiento y también un lenguaje por el que podemos expresar tanto imágenes de la realidad física y humana como diferentes aspectos de la vida psíquica y emocional. Si esto es así a nivel antropológico, evidentemente, la importancia del arte y la pintura se multiplica cuando nos adentramos en la dimensión espiritual, en el ámbito de la fe. Sirva de ejemplo esta cita del Concilio Vaticano II: También la literatura y el arte son, a su modo, de gran importancia para la vida de la Iglesia. En efecto, se proponen expresar la naturaleza propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse mejor a sí mismo y al mundo y de superarse; se esfuerzan por descubrir la situación del hombre en la historia y en el universo, por presentar claramente las miserias y las alegrías de los hombres, sus necesidades y sus recursos, y por bosquejar un mejor porvenir a la humanidad (GS 62). El Concilio comprende que no puede prescindirse de la dimensión artística del ser humano a la hora de entender y vivir la Salvación, pues ésta se realiza en la historia, es una consecuencia más de la Encarnación. La representación de la belleza siempre expresa los aspectos más elevados del ser humano y denuncia igualmente las situaciones de sinsentido, injusticia y violencia; destaca el valor de lo cotidiano, de lo que habitualmente no llama nuestra atención, orientándonos hacia un horizonte distinto, alimentando la esperanza de la humanidad. La pintura siempre ha tenido un papel fundamental en la Iglesia. A lo largo de la historia, ambas se han beneficiado mutuamente. Los artistas encontraron en la Iglesia el mecenazgo necesario, pero también y ante todo, la inagotable fuente de inspiración de la Fe y la Escritura. Los numerosos beneficios recibidos por la comunidad eclesial, por su parte, están hermosamente resumidos por Pablo VI, en la clausura del Concilio, en el Mensaje a los artistas: A vosotros todos, artistas, que estáis prendados de la belleza y que trabajáis por ella (…) La Iglesia está aliada desde hace tiempo con vosotros. Vosotros habéis construido y decorado sus templos, celebrado sus dogmas, enriquecido su liturgia. Vosotros habéis ayudado a traducir su divino 1 mensaje en la lengua de las formas y las figuras, convirtiendo en visible el mundo invisible (8.12.1965). El arte ha ido evolucionando a la vez que lo hacían las sociedades, el pensamiento, la autocomprensión del hombre. En esta evolución, cada nuevo estilo pictórico ha ido aportando nuevos elementos al lenguaje plástico, elementos que al principio no se comprendían, no gustaban hasta que se iban divulgando e integrando. La Iglesia siempre ha sabido valerse de los distintos estilos, expresión de las inquietudes humanas de cada época, para presentar el mensaje de Jesucristo. Son notables las contribuciones de la Orden de Predicadores a esta fértil simbiosis. Algunos dominicos destacados en la historia del arte ⦁ Beato Angélico (Florencia, h. 1400 - Roma, 1455) Es, sin duda, el principal exponente de los artistas dominicos. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1982, declarándolo también como el patrón universal de los artistas. Fue un hombre de su tiempo que supo escuchar y dar respuesta a las necesidades de la época: religioso de gran vocación, extraordinario artista, predicador del pincel, buen gobernante y amigo afectuoso. Recibió el apelativo de Fray Angélico por su santidad de vida y el modo en que esta se expresa en su pintura: únicamente temática religiosa, serena y cargada de un profundo valor teológico. En su obra, que supone una transición entre el gótico y el incipiente renacimiento, podemos destacar, desde el punto de vista artístico, el dominio de la perspectiva lineal, la elegancia y movimiento de sus figuras, la maestría en la expresión de los rostros y el manejo del color que llena de viveza y emotividad sus cuadros. El trabajo del Angélico es altamente significativo en cuanto a la predicación, pues afronta la amenaza de paganismo, que suponía la absolutización de la época clásica y los anhelos exclusivamente antropocentristas del momento, reconduciendo todo ello desde la fe eclesial. Expresa así, que todos los hallazgos de la época y los logros de la humanidad han de ser iluminados por Cristo para que reviertan en un auténtico desarrollo del género humano. Esquiva intencionadamente también el estudio anatómico del cuerpo y los desnudos para proponer otros caminos de acercarse al hombre más allá de la superficialidad: la riqueza interior y la espiritualidad. Finalmente, encontramos un énfasis constante en la vida contemplativa, la oración, el estudio y la predicación. En esta insistencia encontramos reflejada una declaración de intenciones hacia el interior de la propia Orden Dominicana y su proceso de reforma. ⦁ Fra Bartolomeo della Porta (Sovignano, 1472 - Florencia, 1517) Fue un pintor innovador en su momento, amigo de Rafael y Leonardo, es considerado uno de los mejores dibujantes de su tiempo. La novedad de su obra le ocasionó algunas incomprensiones en su momento, algunos criticaban que sus figuras eran demasiado pequeñas y expresivas. De cualquier modo, fue ampliamente reconocido tanto que Francisco I, rey de Francia, quiso tenerlo a su servicio; al declinar la invitación, fue Leonardo Da Vinci el que acudió en su lugar. En la pintura de Fray Bartolomé destacan su habilidad para plasmar luces y sombras, la abundancia y exquisitez cromática y, como ya hemos dicho, la perfección del dibujo en las figuras y sus vestimentas. Su predicación pictórica es significativa porque, como Fray Angélico, acompaña la 2 búsqueda del momento cultural y también en el interior de la Orden, pues estuvo inmerso en el movimiento de reforma. gélico a la estética y la sensibilidad del continente americano. Sus pinturas se pueden considerar como los primeros frutos del arte indohispánico. Realizó numerosas pinturas murales, adornó los claustros de San Pedro Mártir, de la Recoleta de Quito y del Rosario de Santa Fe, gran cantidad de viñetas y miniaturas para los libros cantorales del Convento de Santo Domingo de Quito. ⦁ Fray Juan Bautista Maino (Pastrana, h. 1581 - Madrid, 1649) Aunque injustamente desconocido para el gran público, es uno de los maestros más originales, sofisticados y elegantes del Siglo de Oro español, fue llamado a la corte de Felipe III, donde estableció buena amistad con Velázquez. Por su realismo y expresividad es considerado como un genio del color y del retrato; también desarrolló una técnica paisajística adelantada a su tiempo. Casi toda su obra es de temática religiosa y puede enmarcarse en el naturalismo tenebrista. De ella podemos destacar Recuperación de Bahía de Todos los Santos en Brasil, Retablo de San Pedro Mártir, Retrato de un Fraile Dominico (que posiblemente sea un autorretrato) y dos grandes óleos pintados en 1612: La Adoración de los Magos y la Adoración de los Pastores. Así, a modo de ejemplo, apreciamos que, en un tiempo en el que comienza a valorarse e incluso a endiosarse a los artistas, él da ejemplo de sencillez, ya que en lugar de firmar, escribía orad por el artista. ⦁ Fray Pedro Bedón (Quito, 1551 - 1621) Fue un fraile ecuatoriano y pintor de la Escuela Quiteña de Arte. El pueblo lo conoció como el Padre Pintor. Su pintura rebosa fuerza y expresividad y supone una adaptación plástica del mensaje evan- La ruptura El último tercio del siglo XIX es el tiempo en el que el mercado del arte se transforma y amplía, aparece la crítica artística, surgen los medios de masas de comunicación escrita, se extienden las técnicas de repetición de la imagen mediante la litografía y la fotografía etc. Aparecen las Vanguardias, la bohemia y la marginación de los artistas, que ya se niegan al sometimiento, al mecenazgo y a los poderes establecidos: comienza a lucharse contra el gusto oficial y el academicismo; el arte adquiere cierto compromiso con la sociedad más desfavorecida. El artista va convirtiéndose, poco a poco, en un intelectual que pretende –a través de la obra– ofrecer su propia visión del mundo. Todo ello hace que se multipliquen las discusiones y elucubraciones de los artistas, generán dose gran cantidad de movimientos, tendencias y estilos, que se suceden o superponen en espacios de tiempo relativamente cortos. Como consecuencia se produce una gran incomprensión para la mayor parte del público, algo corriente al comienzo de cualquier innovación o en el nacimiento de un nuevo estilo; pero en este caso no se dispone del tiempo necesario para que se popularicen y acepten los fundamentos ideológicos que maneja cada tendencia, ni de acceder a las claves de interpretación de cada nuevo lenguaje. Así, el arte se elitiza y queda solo al alcance de un reducido grupo de conocedores, críticos y estudiosos, produciéndose así una ruptura entre el arte moderno y la sensibilidad general de la sociedad, que, en gran medida, se mantiene hasta nuestros días. 3 A nivel eclesial, podemos decir que todo lo descrito potencia enormemente la brecha que, entre la Iglesia y el mundo artístico, se abría a comienzos del siglo XIX. Cuando los grandes artistas del momento abandonan a la Iglesia, ésta debe recurrir a otros mediocres y vuelve su mirada con nostalgia al pasado medieval, síntomas evidentes de esterilidad y de una actitud cobarde y pesimista respecto a la capacidad de creación artística. La Iglesia vivió totalmente desconectada del arte de su tiempo, encerrada en un academicismo devoto, híbrido y muerto. Las obras maestras del arte religioso son contadas y esporádicas, se continuaba viviendo bajo los preceptos de suavidad, nobleza e idealización de los personajes sagrados. En el nivel de la predicación, esto supone un desajuste entre el lenguaje, que manejaba la Iglesia, y el que utilizaban los destinatarios de su mensaje. Durante todos estos años, no podemos decir que se extingan las obras de tema religioso, por el contrario, y aunque es cierto que se reducen en número notablemente, encontramos grandes y numerosos ejemplos realizados por algunos de los más grandes artistas del momento. Sin embargo, estas obras no fueron aceptadas ni fomentadas por el ambiente eclesial, que las encontró desagradables e incluso ofensivas. En esta situación vive la comunidad creyente hasta la llegada del Concilio Vaticano II, momento en que la Iglesia decide romper con la distancia y buscar una reconciliación con el arte y el mundo en general. Con un decidido afán de actualizarse, los documentos conciliares invitan al diálogo, a la apertura y la renovación: La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico… aceptó las fórmulas de cada tiempo, creando así en el transcurso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente (SC 123). Actualmente, este deseo de acercamiento, de restaurar la colaboración entre la Iglesia y el arte contemporáneo, convive con un regreso a estéticas y lenguajes artísticos del pasado, que poco o nada tienen que decir hacia fuera, a la hora de proponer la fe a nuestros contemporáneos. Aún peor, colaboran incluso en el fortalecimiento de los estereotipos y prejuicios que los cristianos padecemos de cara a la sociedad. En otras ocasiones, se recurre a un persistente arcaísmo, que mantiene la tipología del medievalismo europeo, el barroco o a iconos de la Iglesia Oriental. Artistas dominicos actuales Es preciso, por tanto, buscar puentes, educar la sensibilidad, iniciar encuentros, diálogo, especialmente en nuestro mundo de hoy, donde tan importante es la imagen; podríamos decir que ahora, más que nunca, es necesario estar visualmente alfabetizados para poder comprender adecuadamente la significación de esas imágenes, a las que estamos continuamente expuestos, y poder disponer de ellas, de un modo inteligente, para poder comunicarnos con el ser humano actual. Porque el arte contemporáneo está expresando también las inquietudes, esperanzas y sufrimientos de la humanidad en nuestros días. Esto es lo que actualmente siguen haciendo numerosos artistas de la familia dominicana. A continuación presentamos muy brevemente a algunos de ellos, tratando de buscar una representación tanto geográfica como de estados de vida. ⦁ Brigitte Loire Es religiosa Dominica del Verbo Encarnado. De nacionalidad francesa, vive en México desde hace más de cuarenta años y sabe combinar su talento con su profunda fe, desarrollando no sólo su propio trabajo artístico, sino que también impulsa la creatividad mediante la enseñanza en sus talleres. 4 En composiciones dinámicas y llenas de movimiento encontramos un estilo figurativo, pero no realista, de tal forma que su mensaje es comprensible por todos, mas no cerrado, invita al espectador a ir más allá. Sus obras muestran motivos étnicos, enraizados en la tierra donde vive, y también explícitamente religiosos. Es una pintura colorista, plena de emociones y contrastes, fuerza y sensibilidad. Una alegría y luminosidad, que no ignora el drama del ser humano, sino que, como el cántico del Magníficat de María, hunde sus raíces en la precariedad, la injusticia y el dolor para convertirse en alabanza. ⦁ Fabio Bodi Laico dominico afincado en Turín, miembro de la misma fraternidad a la que perteneció Pier Giorgio Frassati. Se define a sí mismo más como dibujante que pintor. Licenciado en Teología, trabaja como ilustrador, grabador y pintor, colaborando con muchas de las más importantes editoriales. Contrario al mal uso que damos en occidente a los iconos, su obra trata de recuperar la tradición pictórica de la Iglesia Latina tras el distanciamiento, aportando elementos y valores de la civilización actual, como el cómic o la interculturalidad, por ejemplo. Así, disfrutamos de trabajos muy simbólicos, que nos invitan a la reflexión. Un simbolismo que se extiende incluso a los materiales empleados: la pintura al agua, el soporte de la madera sin tratar… Las líneas son marcadas y definidas, todos los elementos pictóricos se emplean para reforzar el dibujo. En medio del relativismo en que vivimos, el mensaje de Fabio es claro y definido: sencillez, rostros expresivos, colores vivos y planos que no distraen al observador del mensaje central. Otra característica interesante de sus cuadros es el habitual referente de la Palabra, que es empleada para generar texturas en la obra, así siempre aparece como el fondo, el sustrato de todo lo expresado. Todos estos elementos hacen que su trabajo posea una gran carga espiritual, pero una espiri- tualidad muy encarnada: sin excesivas referencias a otros mundos, encuadradas en paisajes naturales, en pueblos y ciudades, en entornos domésticos… Se trata de una espiritualidad que se vive y se disfruta aquí y ahora. ⦁ Kim en Joong Nacido en Corea del Sur en 1940, hijo de un calígrafo, es educado en la tradición taoísta hasta que, con 27 años, se convierte al cristianismo. En 1970 ingresa en la Orden y es asignado al Convento de la Anunciación en París, que se convierte hasta hoy en el hogar del artista. Como fraile dominico continúa pintando y conciliando sus dos vocaciones. Pronto se le empieza a conocer como el Pintor de Blanco o Pintor de la Luz. Ha expuesto en infinidad de galerías por todo el mundo: Roma, París, Venecia, Bruselas, Viena, Bonn, Tokio, Seúl, Chicago… En 1989 comienza a pintar también vidrieras. Actualmente son decenas los proyectos de creación de vidrieras que ha llevado a cabo en iglesias y catedrales de Francia y el extranjero (Irlanda, Italia, Austria...). En agosto de 2010 recibió, de manos del Ministro de Cultura, la insignia de Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. En nuestra sociedad globalizada, Kim en Joong presenta una obra, que es síntesis de varias civilizaciones: mundos opuestos que él ha llegado a conocer, domar y fusionar en una obra; él conjuga el arte oriental, el trazo caligráfico y la abstracción; la inquietud impresionista por la luz y muchas otras tendencias. 5 El ser humano hoy no acepta imposiciones, quiere y necesita ser protagonista de su proceso de fe. A través de su arte no figurativo, el P. Kim cultiva un camino a la belleza de Dios, sin dogmatizar, dejando al espectador que siga las líneas, curvas y colores, que no imponen nada, pero lo sugieren todo, permitiendo que el espectador realice su propio recorrido personal. Esta falta de preocupación apologética es una referencia discreta y de gran alcance a la Belleza Suprema; moderación y discreción, que hablan de una manera humilde de la grandeza de su origen divino y que nos invitan a la contemplación. Son colores intensos pero transparentes, aplicados de forma etérea, llenos de suavidad, dinamismo y siempre marcados por la presencia de la luz, una luz, que, a veces, se filtra a través de la pincelada, y otras, brilla con potencia. Una presencia constante de la luz de Dios en todo y en todos. Colores que parecen estar suspendidos en el espacio, replegándose sobre sí mismos y sugiriéndonos un dinamismo sereno. Este dinamismo está reforzado por las composiciones, que, aunque suelen ser equilibradas, rara vez se someten a la simetría. En su sencillez, trata de eliminar cualquier concreción o referencia sensible, ni siquiera pone título a sus obras, para no condicionar al espectador, para conectar directamente con la sed de profundidad y espiritualidad de nuestros contemporáneos. Fray Kim plantea así un despojamiento de todo lo accesorio, que permite hacer visible lo invisible, lo que es verdaderamente importante y que nos posibilita después el reconocimiento de esa aparente invisibilidad en todo lo que nos rodea, en nosotros mismos. Tras todo lo expuesto, podemos concluir que, hoy como ayer, la obra de los artistas dominicos es una respuesta actual al mundo contemporáneo, una auténtica adecuación del mensaje evangélico a nuestro tiempo, una respuesta de fe a las inquietudes y preocupaciones de los hermanos; una mano tendida al encuentro y al diálogo con las culturas y el pensamiento presente, una predicación alegre, esperanzada y significativa para nuestro mundo, este mundo nuestro, que tanto necesita de esperanza y alegría profundas. Ilustraciones: 1. Fra Angelico: La Transfiguración, fresco en una de las celdas del Convento de San Marcos, Florencia. 2. Fra Bartolomeo della Porta: Piedad, 1516, Palazzo Pitti, Florencia. 3. Brigitte Loire: ¿Dónde están? Homenaje a la mujeres de Ciudad Juárez. 4. Fabio Bodi: Margarita, 2013. 5. Fray Pedro Bedón: Virgen de la Escalera, Convento de Santo Domingo, Quito. 6. Kim en Joong: Pintura para la exposición Un chemin de lumière, Convento de la Anunciación, París, 2012. 7. Fray Juan Bautista Maino: Adoración de los Magos, 1613, Museo del Prado. * Este ensayo fue publicado en la revista TESTIMONIO (marzo 2016) de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile. 6