GERARDO CUADRA, UN NUEVO ESTILO DE SER SACERDOTE El

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GERARDO CUADRA, UN NUEVO ESTILO DE SER SACERDOTE El
GERARDO CUADRA, UN NUEVO ESTILO DE SER SACERDOTE
El día 6 de septiembre quedaba inaugurada en la Sala Amós Salvador de Logroño una
interesante exposición que recoge lo más significativo de la obra realizada por Gerardo Cuadra,
como arquitecto, a lo largo de su ya larga –y sobre todo fecunda- vida profesional. Pero yo no
me voy a referir aquí a los innegables valores que posee la obra de Gerardo Cuadra. El
acontecimiento que estoy reseñando sólo me sirve de excusa para escribir sobre otra vertiente
que marca la vida de este hombre polifacético. Porque Gerardo Cuadra, además de arquitecto,
es sacerdote.
Hace más de veinticinco años, cuando yo conocí por primera vez a Gerardo, tuve la convicción
de que este cura logroñés, culto y de modales educados, era el cura menos «clerical» que yo
había conocido. Se lo dije y él lo interpretó como un elogio. Acertó, porque esa era mi
intención. Hoy, después de muchos años de contactos habituales con él, sigo pensando lo
mismo. No sólo eso. Hoy conozco mejor a este gran sacerdote y creo estar en condiciones de
asegurar que, de manera callada y modesta, Gerardo Cuadra está marcando una clara línea de
comportamiento para quienes ejercen hoy el ministerio sacerdotal.
Porque Gerardo ha sabido conjuntar su trabajo profesional, como aequitecto, con su
dedicación incondicional al ministerio como sacerdote. No lo ha hecho en una parroquia, sino
que ha roto moldes y ha abierto nuevos estilos de presencia sacerdotal en el campo de los
grupos de cristianos y comunidades de base. Su contacto con el mundo laico y con la sociedad
ha sido constante. Ha mantenido permanentes relaciones con increyentes, con representantes
del arte, de la cultura y de la política. Gerardo Cuadra nunca ha sido un cura de sacristía.
Menos aún un cura «de misa y olla». Me atrevería a decir que este cura se ha movido siempre
en los ambientes más alejados de la práctica religiosa tradicional, en los que abundan con
frecuencia las posturas de increencia, entre los grupos de personas preocupadas por los
problemas de la cultura y del hombre. Gerardo Cuadra escapa al estereotipo habitual del cura
de siempre; no lleva nunca sotana, sus modales y sus gestos, junto al tono de su voz, siendo
educados, están siempre marcados por la afabilidad y la cercanía. Nunca son vulgares. Hay en
él un nuevo estilo de ser cura.
Por otra parte, Gerardo Cuadra no cobra por ser cura. Sus ingresos económicos provienen de
su trabajo como arquitecto. Su actividad ministerial es completamente gratuita, sin cepillos ni
aranceles. Nada más lejos de él que la tentación de mercadear con el ministerio. En este
sentido habría que decir que, en el caso de Gerardo, como seguramente en el de muchos
otros, la actividad sacerdotal está totalmente limpia y libre de cualquier impureza crematística.
Mi intención no es hacer un panegírico de Gerardo Cuadra. Tampoco deseo herir su modestia
innata. Sólo pretendo subrayar la trascendencia que tiene su forma de entender el ministerio y
la fuerza significativa de su estilo de vida en estos momentos en que tanto se reflexiona y
discute sobre el ministerio sacerdotal. Yo estoy convencido de que Gerardo Cuadra, sacerdote
y arquitecto, abre nuevos horizontes de presencia sacerdotal en esta Iglesia nuestra del tercer
milenio. Sin que ello sea obstáculo a una visión plural y complementaria en el ejercicio del
ministerio. Pero quizás nos haga falta liberarnos de esos anteojos que deforman la realidad y
no nos permiten mirar con ojos limpios.

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