formación semana 03 al 06 de Noviembre

Transcripción

formación semana 03 al 06 de Noviembre
La herencia de los que nos
precedieron
Lunes
2
de
noviembre
Ayer celebramos la fiesta de Todos los Santos. En ese día
recordamos a todas las personas de todos los pueblos y razas que han
pasado y han vivido como verdaderos cristianos a lo largo de toda su
vida ayudando a los demás, compartiendo lo que tenían con los demás,
superando las diferencias entre razas y naciones. Ellos pueden estar
satisfechos al final de su vida por lo que han hecho. Por eso la Iglesia los
recuerda en este día y celebra su fiesta.
Hoy, recordamos de un modo especial a todas esas personas que
se han preocupado por nosotros y de que un modo Oficial no han sido
reconocidas como “santas” pero que han sido “santas” en su vida…Entre
ellas se encuentran los seres difuntos de nuestros pueblos y familias…
Este día es una invitación a vivir nosotros también como los santos. No haciendo cosas
extraordinarias, sino cuidando los detalles de cada día, en nuestras obligaciones, en nuestros
trabajos, en la amistad con Dios y con los demás…
EL VIOLÍN
Después de un buen fin de semana, donde hemos descansado, hemos disfrutado, nos
hemos divertido, vuelve el lunes, un día de reencuentro con tus compañeros, con tus
profesores, con el trabajo… Ahora te invito a que por un momento escuches lo que te voy a
contar.
Se cuenta que con un viejo violín, un pobre hombre se ganaba la vida. Iba por los
pueblos, comenzaba a tocar y la gente se reunía a su alrededor. Tocaba y al final pasaba entre
la concurrencia una agujereada boina con la esperanza de que algún día se llenara.
Cierto día comenzó a tocar como solía, se reunió la gente, y salió lo de costumbre:
unos ruidos más o menos armoniosos. No daba para más ni el violín ni el violinista. Y acertó
a pasar por allí un famoso compositor y virtuoso del violín. Se acercó también al grupo y al
final le dejaron entre sus manos el instrumento. Con una mirada valoró las posibilidades, lo
afinó, lo preparó... y tocó una pieza asombrosamente bella. El mismo dueño estaba perplejo y
lleno de asombro. Iba de un lado para otro diciendo: “¡Es mi violín... es mi violín... es mi
violín...!”. Nunca pensó que aquellas viejas cuerdas encerraran tantas posibilidades.
No es difícil que cada uno de nosotros, profundizando un poco en sí mismo,
reconozca que no está rindiendo al máximo de sus posibilidades. Somos en muchas ocasiones
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como un viejo violín estropeado, y nos falta incluso alguna cuerda. Somos... un instrumento
flojo, y además con frecuencia desafinado.
Cuánto cambian las cosas, sin embargo, cuando dejamos que ese gran compositor,
Dios, nos afine, nos arregle, ponga esa cuerda que falta, y dejamos ¡que Él toque!
Pero también a nuestro alrededor existen violinistas que nos pueden afinar: un
amigo, un compañero, un maestro, o cualquier persona de la que podamos obtener
conocimientos, un consejo, una buena idea, una corrección fraterna. Luchemos constante e
incansablemente por ser un violín cada vez mejor afinado. Por ser cada vez más responsables
en conseguir nuestras metas, nuestros objetivos.
Para ser feliz
El día de todos los santos en multitud
de lugares se han escuchado unas palabras
muy conocidas de Jesús de Nazareth. Seguro
que no las has escuchado en los cuarenta o
en los mítines de los políticos. Y sin embargo
han movido a miles y millones de corazones a
trabajar por un mundo más justo y más
fraterno. Y han conseguido más felicidad y
más logros que un ciento y más de guerras.
Un buen día Jesús al ver al gentío que le quería escuchar, subió a la montaña y enseñaba así a sus
discípulos:
Dichosos los pobres de Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”
Dichosos si os persiguen por mi causa. Eso significa que estáis del lado de Dios que es el lado de la
vida, la vida auténtica...
Así siguió hablando hasta el anochecer. Muchos siguieron sus pasos y fueron semilla
para otros muchos que creyeron en este sueño de Jesús e hicieron un mundo más justo y mejor.
Sin embargo, todavía no nos hemos convencido de la eficacia de este proyecto y
seguimos empeñados en que con dinero, con influencia y con poder podemos hacer un mundo
mejor.
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¿Y tú que haces para ser feliz?
Un hombre tenía entre sus manos unas semillas. Las apretaba fuertemente entre sus puños y se
decía: “Son mías y las voy a retener para siempre”.
Otro hombre tenía también unas cuantas semillas y se decía: “son mías, pero me voy a desprender
de ellas”. Cavó en la tierra y las sembró.
Poco tiempo después, de las semillas sembradas aparecieron primero unos pocos tallos, luego hojas
y después espigas y granos.
El hombre que apretaba entre sus puños las semillas porque quería retenerlas, fue poco a poco
perdiéndolas, hasta que al final se quedó sin nada.
Hoy recordamos a una persona que se la reconoce como “santa” gracias al trabajo diario
que realizaba, se llama San Martín de Porres, aunque se le conoce con el nombre de “Fray
Escoba”. ¿Cómo llegó a ser reconocido como santo?
Era un hombre que desde su sencillez trabajaba de un modo desinteresado por los
demás. No reservaba ninguna de sus cualidades, siempre buscaba el bien para aquellos que le
rodeaban. Decidió sembrar sus semillas y que los demás compartieran de esos granos que
plantó.
A ti, Señor, presento mi ilusión y mi
esfuerzo;
ante ti, mi Dios, confío, confío, porque sé
que me amas.
Que en la prueba no ceda al cansancio,
que tu gracia triunfe siempre en mí.
Yo espero siempre en ti.
Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía.
Indícame tus caminos, Señor: enséñame tus sendas.
Que en mi vida se abran caminos de paz y bien,
caminos de justicia y libertad.
Que en mi vida se abran sendas de esperanza,
sendas de igualdad y servicio.
Tú eres bueno y recto
y enseñas el camino a los desorientados.
Porque eres bueno, perdona mi culpa.
Cuando te soy fiel, Señor,
tú me enseñas un camino cierto;
así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones.
Hay quien solo contagia amargura o escepticismo. Pero hay, también, quien con sus
palabras, con sus miradas, con sus gestos o con su calma, transmite serenidad, alegría, ayuda a
encontrar motivos y horizontes. Hay mucha gente así en la vida. Tal vez no copan titulares ni
acaparan portadas. No les verás desfilando bajo los flashes de los fotógrafos (o tal vez sí). Pero
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cuando compartes un rato con ellos, te ayudan a disipar problemas imaginarios. Y te hacen
pensar que la vida es bella y digna de ser vivida, y te ayudan a recobrar –si acaso lo has
perdido- el aprecio por los otros. No es la suya la alegría vacía o engañada de quien cierra los
ojos a la realidad, sino la alegría lúcida de quien sabe apreciar lo
importante. Seguro que conoces gente así.
Había una vez un pequeño niño que quería conocer a
Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios
vivía, así es que preparó su mochila con sándwich y botellas
de leche con chocolate y comenzó su viaje.
Cuando había andado un tiempo, se encontró con
un viejecita que estaba sentada en el parque observando a
unas palomas. El niño se sentó a su lado y abrió su mochila.
Estaba a punto de tomar un trago de su botella de leche con
chocolate cuando notó que la viejecita parecía hambrienta, así es que le
ofreció un sandwich. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era tan hermosa
que el niño quiso verla otra vez, así que le ofreció una botella de leche con chocolate. Una vez
más, ella le sonrió. El niño estaba encantado.
Permanecieron sentados allí toda la tarde. Cuando oscurecía, el niño se levantó para
marcharse. Antes de dar unos pasos, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un
abrazo. Ella le ofreció su sonrisa, aún más amplia.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa un rato más tarde, a su madre le sorprendió
la alegría en su rostro. Ella le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que estás tan contento?".
Él respondió: "Comí con Dios". Pero antes de que su madre pudiese decir nada, él
añadió: "¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que jamás he visto!".
Mientras tanto la viejecita, también radiante de dicha, regresó a su casa. Su vecina
estaba impresionada con el reflejo de paz sobre su rostro, y le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que
te puso tan contenta?".
Ella respondió: "Comí un sandwich con Dios en el parque". Y antes de que su vecina
comentara nada, añadió: "¿Sabes?, es mucho más joven de lo que esperaba".
Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante
la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría
del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría:
los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las
propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros
nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles
para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el
descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer
proyectos para el futuro. Disfruta de la alegría cada día y transmítela a todos los que caminen
a tu lado.
Y recuerda esta semana y siempre: SER SANTOS CONSISTE EN ESTAR ALEGRES.
Que nadie nos quite la alegría de contar con Dios para ser felices. Esto también nos hace más
valiosos.
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Tercer
misterio
nacimiento de Jesús
en Belén
gozoso:
El
Se ha promulgado un edicto de César
Augusto, y manda empadronar a todo el mundo.
Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde
arranca su estirpe. —Como es José de la casa y
familia de David, va con la Virgen María desde
Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea.
Y en Belén nace nuestro Dios: Jesús nació
en la humildad de un establo, de una familia
pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del
acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo
En la noche de Navidad, Dios demuestra que está tan
cerca que hasta es capaz de hacerse igual a nosotros. Esa noche
Jesús vino a ponerse en nuestro lugar, a ser uno de nosotros.
Eso es Navidad: Dios se hace como uno de nosotros
para que nosotros nos parezcamos un poquito a Él
Ofrecemos este misterio por la paz del mundo: Para que los gobernantes
de las naciones, responsables de promover el bien común y la concordia entre
las naciones, establezcan entre los pueblos relaciones de justicia, de
reconciliación y de paz.
Lectura del Evangelio de
Marcos:
Viernes
6 de
noviembre
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
Cuidaos de los letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los
saluden por la calle, buscan los primeros asientos en las sinagogas y
los mejores puestos en los banquetes. Con pretexto de largas
oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos recibirán una
sentencia más severa. Sentado frente a las alcancías del templo,
observaba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban
en abundancia. Llegó una viuda pobre y echó unas moneditas de
muy poco valor. Jesús llamó a los discípulos y les dijo: Os aseguro
que esa pobre viuda ha dado más que todos los demás. Porque
todos han dado de lo que les sobra; pero ésta, en su indigencia, ha
dado cuanto tenía para vivir. –
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Jesús criticaba a los escribas y fariseos porque hacían muchas cosas para ser
admirados: vestiduras, oraciones, limosnas, actos de piedad en público, etcétera.
Él veía cómo los ricos ponían muchas monedas en el tesoro del templo de
Jerusalén. Al igual que él, muchos peregrinos también contemplaban a esos
piadosos personajes y admiraban sus grandes limosnas.
Todos vieron a la pobre viuda poner sus
dos monedas, tan pequeñas, que ni ruido
hacían al caer en el recipiente. Sólo Jesús dijo
que ella había dado más que nadie, pues había
donado todo lo que tenía, mientras los demás
solo lo que les sobraba.
Esos ricos personajes no daban limosnas,
sino que “invertían” para ser admirados. Ellos seguían siendo el centro de sí
mismos y daban la limosna para conseguir su propio beneficio. La viuda daba
para agradar a Dios.
Jesús valora la acción de la viuda que pasando necesidad dio todo lo que
tenía. Los demás daban de lo que les sobraba, y se quedaban con mucho. Por
tanto su limosna no les supone ningún sacrificio.
Con la pequeña pero generosa limosna de la viuda, Jesús nos deja en claro
que vale más lo que damos a Dios y a los demás, con amor, esfuerzo y sencillez,
que aquello que hacemos sólo por ser admirados y reconocidos.
A todos se nos han dado capacidades, talentos, bienes, cualidades…, no
para nuestro exclusivo provecho personal, sino para que los compartamos y den
fruto para bien de todos. Por eso, cuando estés haciendo algo, siempre pregúntate
por qué lo haces, y si es todo lo que puedes hacer o puedes dar más de ti. Sólo
Dios y nuestra conciencia saben hasta dónde nos estamos esforzando en eso que
hacemos y si realmente lo hacemos por amor. Porque todo trabajo bien hecho y
con la intención de ser mejor y servir a los demás, es una forma de amar a Dios y
poner a trabajar los talentos que nos dio.
Busquemos que esas ofrendas de nuestros trabajos y de todo lo que
decidimos dar a Dios y a los demás, sea dado con amor, humildad y sencillez de
corazón.
Lo que damos con esfuerzo y sin que los demás lo noten, ¡Dios lo ve más y
mejor!
¿Hago el bien por amor a Dios y a los hermanos, o lo hago por aparentar y
ser admirado?+
¿Me “doy” con generosidad o estoy dando “de lo que me sobra”?
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