reportaje - Fundación Probono

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12 Febrero, 2013
Sexting
Una guía para padres y colegios
Una niña de 12 años que manda fotos de sus genitales a un joven de 15, al que nunca ha
visto en su vida. Un niño de octavo básico que tiene en su celular fotos de una amiga de su
colegio, desnuda. Un grupo de amigas que se saca fotos en ropa interior y que ven,
desesperadas, cómo esas imágenes se viralizan por las redes sociales sin que ellas puedan
hacer nada. En el mundo de los adolescentes e internet, el gran peligro no son solo los
pedófilos o el crimen sexual organizado. Las catástrofes más insólitas se producen entre los
mismos niños y adolescentes por su incapacidad de distinguir entre lo público y lo privado.
Y el gran problema es que pocos padres y colegios están preparados para enfrentar este
nuevo fenómeno.
Por Daniela González / Ilustración: Marcelo Pérez
Paula 1115. Sábado 16 febrero 2013.
Digamos que los integrantes de esta pareja se llaman Andrea y Pedro, que están casados
hace 15 años y que tienen tres hijos. Supongamos que la mayor tiene 12 años y que se
llama Anita. Es una adolescente tranquila, de pocos amigos y, hasta hace dos semanas,
nunca había dado una queja en su colegio.
Hagamos un zoom a esa casa. Andrea y Pedro están solos, los niños ya están durmiendo.
Andrea llora sin poder respirar. Pedro se agarra la cabeza. Discuten sobre qué van a hacer
con Anita, que acaba de ser expulsada del colegio después de que se descubrieran unas
fotos que ella misma envió a varios de sus amigos del colegio, y a otros hombres que nunca
conoció, donde posaba desnuda, sentada en su cama, de piernas abiertas, con una Barbie
que simulaba introducir en sus genitales.
“¿Pero cómo nunca le revisaste el celular, cómo no sabías a quién tenía de amigos en
facebook?”, le pregunta Pedro a Andrea, evidentemente molesto. Ella le dice que no tiene
derecho a recriminarla, que fue él quien le compró un celular con acceso a internet, que la
culpa es de los compañeros y no de su hija, que cómo los niños pudieron comportarse así,
que cómo el colegio actuó de esa manera. Mañana llamarán a un abogado para que
demande al establecimiento. Anita está con siquiatra, ellos están destrozados.
Este caso no es real. Es una ficción construida, pero a base de los detallados relatos que la
Brigada del Cibercrimen de la PDI y los especialistas dieron a revista Paula sobre el
fenómeno que en los últimos dos años los tiene trabajando a full: el sexting, una nueva
modalidad de comunicación entre niños y adolescentes que consiste en enviar y subir
fotografías y videos eróticos a través de las redes sociales y sus celulares. Es la versión
moderna de los “juegos sexuales”, pero que ya no quedan en la esfera íntima como antes,
ocultos en el patio trasero de la casa, sino que pasan rápidamente a la plaza pública, a vista
de todos. El tema es tan riesgoso que puede transformarse en delitos como almacenamiento
de pornografía infantil o acoso sexual por internet y un adolescente tenga que responder
penalmente.
Al contrario de lo que podría pensarse, las niñas que practican el sexting y que envían
directamente sus fotografías a adolescentes –que conocen o no– tienen autoestima baja y
una profunda necesidad de que sus pares le reafirmen su autoimagen. Las niñas esperan que
las encuentren bonitas. Los adolescentes les dicen que son “ricas”, pero ellas, inseguras,
dicen que no es verdad. Ahí comienza el juego, y esa conversación, explica Mauricio
Araya, subcomisario y sicólogo de la PDI, es el modus operandi más clásico que utilizan
los adolescentes para conseguir fotografías. Tal como sucedió en el caso de Anita.
–Eres
muy
–No,
nada
que
–Sí,
lo
–No,
mentira,
yo
soy
–De
verdad,
eres
rica.
Mándame
una
foto
–No,
es
que
yo
soy
fea,
no
te
voy
a
–No,
si
yo
te
encuentro
súper
–…
¿De
–Sí, de verdad. Quiero tener una foto tuya para mirarte, pero una foto sexy.
rica.
ver.
eres.
fea.
tuya.
gustar…
rica.
verdad?
Entonces, la bola de nieve se fue agrandando y Anita llegó a enviar más de 20 fotos, entre
ellas la de la Barbie en sus genitales.
¿Pero cómo se llegó hasta ese punto? ¿Cuáles fueron las decisiones que Andrea y Pedro
tomaron o dejaron de tomar para llegar allí? ¿En qué momento se pudo haber detenido esta
situación? Aquí, un intento de revista Paula para recapitular todas las preguntas que los
implicados debieron hacerse desde el día 1 y, así, evitar que chicos de 14 años terminen
cumpliendo condenas penales y chicas de 12 sean expulsadas del colegio, sumidas en un
drama, con el miedo de que sus fotografías íntimas estén dando vuelta por todo internet,
donde nada descarta que no se conviertan en un hit de las redes sociales.
El sexting es una nueva modalidad de comunicación entre los niños y adolescentes, que
consiste en enviar y subir fotografías y videos a través de las redes sociales. Es la versión
moderna de los “juegos sexuales” de antes, pero que uano quedan ocultos en el patio de la
casa, sino que se hacen públicos.
1. Pedro. Padre de una niña de 12 años. Le compra un smartphone con acceso
ilimitado a internet y Pedro se pregunta: “¿Tengo que darle reglas tan estrictas para
que lo use? Todos los niñoñs, todos sus amigos tienen Facebook, no entiendo para qué
tanta exageración, si ya saben perfectamente lo que es bueno y lo que es malo, ya tiene
criterio. ¿Cómo me comporto? ¿Será necesario estar siempre encima?
Usted es el responsable. No solo hay que poner reglas claras, sino que un contrato por
escrito podría ser la mejor solución. Tal como lo hizo en enero pasado Janell Hofmann, una
madre norteamericana, que como regalo de Navidad le dio a su hijo de 13 años un iPhone y
una carta con 18 condiciones para que pudiera utilizarlo. El caso, se hizo conocido por la
prensa y causó polémica. Se trataba de un contrato hecho por ella, con cláusulas como:
“Entrega el teléfono a tu padre o tu madre sin falta a las 19:30 en días de colegio y a las
21:00 horas en fin de semana. Permanecerá apagado durante la noche y lo volveremos a
encender a las 7:30 de la mañana”, o “No envíes ni recibas fotos de tus partes íntimas ni de
las de otra persona. No te rías. Algún día tendrás la tentación de hacerlo, a pesar de tu gran
inteligencia. Es peligroso y podría arruinar tu vida de adolescente, universitario o adulto. Es
una mala idea, siempre. El ciberespacio es vasto y más poderoso que tú. Y es difícil
conseguir que desaparezca algo de semejante magnitud, incluida una mala reputación”. La
madre, periodista del Huffington Post, publicó el contrato íntegro en dicho sitio web
norteamericano.
No se puede confiar solamente en el autocuidado que tengan los preadolescentes sobre sí
mismos. Por eso un contrato así sería totalmente válido. “Y que no solo sea verbal, sino
escrito, firmado por las partes contrayentes. Este acto simbólico le da mayor importancia al
acuerdo y mejora su efectividad”, comenta Mauricio Araya, de la PDI. Los especialistas
son claros:los niños a esta edad recién están en formación de sus habilidades
cognitivas superiores, como el criterio y la distinción entre lo que es público y es privado.
Una niña de 12 años no tiene las habilidades para enfrentarse sola a otro adolescente que le
pide fotografías desnuda, masturbándose o tocándose. Y no las tiene, porque le cuesta
controlar los impulsos, cuando lo único que quiere es ser aceptada por sus pares y ser
deseada por el sexo opuesto. Aunque generalmente las niñas que caen más fácil en este tipo
de conducta son tímidas e inseguras, también una adolescente con carácter fuerte podría
caer en estas conductas por exceso de confianza. “Todos son potencialmente víctimas y
potencialmente victimarios”, dice Pedro Rodríguez, sicólogo del Colegio Institución
Teresiana. Por eso, la responsabilidad está en los adultos, no en los niños. Más aún cuando
ya a los 10 años 64% de los niños tiene celular, según datos del estudio Radiografía del
Chile Digital 2.0, de www. serdigital.cl. En el caso de Andrea y Pedro, los padres de Anita,
la primera equivocación estuvo en tratar a su hija como una adulta. Pensaron que sabría
cuidarse, que podrían herirla con prohibiciones. Y eso, según los expertos, es no hacerse
responsables.
2. Ángela. Madre de una adolescente de 14 años. Su hija tiene cuenta en Facebook, en
Twitter, en Instagram, en Whatsapp, en ASK.FM. Ángela ni siquiera tiene Facebook,
y se pregunta: ¿Será bueno que revise sus cuentas en las redes sociales? ¿No es esto
una invasión a su privacidad? ¿Tendré que conocer a cada uno de sus amigos en
Facebook? No, cómo voy a hacer eso, qué ridículo, una madre metida en medio de un
grupo de amigos… ¿Será apropiado saberme sus claves?”.
Absolutamente. Eso se llama control parental efectivo. Un menor de 18 años no debe tener
de amigo en facebook a nadie que no conozca personalmente. De lo contrario, tendrá
acceso expedito a mundos que después no va a poder manejar. “La gran recomendación
para lograr un control parental efectivo es evitar la brecha digital”, comenta Miguel Arias,
sicólogo y director de www.serdigital.cl. Idealmente, los padres deben tener facebook y ser
amigos de los hijos en las redes sociales, monitoréandolos constantemente. Pero, además de
eso, es necesario conocer a los amigos que los hijos agregan y poner ojo en algo que varios
de ellos hacen: tener doble Facebook, uno para los amigos y otro para la familia. Los
preadolescentes suman popularidad cuando tienen más amigos en internet, pero es muy
improbable que a tan corta edad conozcan físicamente a 500 personas, que es el promedio
de amigos que tienen. En el anonimato hay más posibilidades de terminar compartiendo
imágenes de alto calibre. Nadie sabe si ese desconocido puede viralizar ese contenido por la
web antes de poder detenerlo. Por eso, los padres tienen que controlar que las cuentas en las
redes sociales tengan atributos de privacidad específicos, que compartan fotos solo con
personas que conocen y jamás publicar datos del lugar donde viven, colegio al que asisten o
rutina que tienen. Esa información la puede tomar una persona para construirse un perfil
falso y abordar a la adolescente bajo una supuesta coincidencia de intereses, y la conducta
es riesgosa aun cuando el desconocido tenga su misma edad.
3. Juan encuentra en el celular de su hijo de 14 años muchas imágenes de una
compañera de curso, en las que ella aparece desnuda y en posiciones extrañas. Juan se
pregunta: “¿Enfrento a mi hijo? ¿Hablo con los papás de la niña? ¿Hablo en el
colegio? O mejor lo dejo pasar. Si total esto es una cosa privada. Son los mismos
juegos que uno hacía antes, escondidos en la casa, pero que ahora se hacen en
Facebook. Es parte de su intimidad, mejor no me meto, es parte de madurar…”
Esto no es privado. Un adolescente de 14 años es imputable legalmente. Y tener una
imagen de una niña de 12, en posiciones directamente sexuales, puede ser considerado
almacenamiento de pornografía infantil. Así que, independientemente de que usted sea
liberal o de que la niña haya consentido en enviar sus fotos, podría ser que el padre de esa
chica denuncie a su hijo y que él deba responder a la justicia. Esto no es trivial.
El sexting, en sí, es una forma de comunicación que no está prohibida, por lo tanto no es
delito. Pero, como explica Felipe Barruel, abogado especialista en la materia, el uso
indebido de las imágenes o videos puede tener consecuencias penales que afectan a
cualquier persona mayor de 14 años en Chile, como almacenamiento, distribución,
adquisición, comercialización o difusión de material pornográfico infantil. Eso implica
utilizar material de menores de 18 años representando actividades sexuales explícitas,
reales o simuladas; cualquier representación de sus partes genitales con fines sexuales o
incluso que se emplee su voz o imagen, con los mismos fines.
Ese adolescente que responde ante la ley también es un niño que, antes de estar difundiendo
o almacenando fotos y videos de alta carga erótica, debió haber recibido una mejor
educación sexual. El sicólogo José Miguel Valenzuela, asesor de colegios como el San
Ignacio, Monjas Inglesas y Fundación Colegios Santa Cruz, plantea que si ocurre este
fenómeno, es porque hay niños y adolescentes con una necesidad insatisfecha de saber de
sexualidad. “Ellos legitiman emocionalmente el valor de la imagen y la comunicación por
medio de un teléfono o computador. Por lo tanto, el colegio tiene el mandato moral de
profundizar en las nuevas prácticas de comunicación de sus estudiantes. Trabajar con coraje
intelectual y emocional la vida sexual de sus estudiantes. No silenciarla ni evadir el desafío
de formarlos”. La idea es que padres y colegios los acompañen en su formación sexual en
vez de satanizarlos.
4. Silvia, inspectora general de un colegio, se entera por casualidad de que existe un
video erótico de una de las alumnas circulando por los celulares de los alumnos y se
pregunta: “¿Requiso los celulares de los alumnos? ¿Comunico a los papás o denuncio
directamente a la policía? Expulso a la adolescente en el proceso?”.
Denunciar y paralelamente avisar a los padres. Si el caso explota en el colegio, este debe
poner aviso en cualquier cuartel policial, con un plazo de 24 horas, una vez conocido el
hecho. Si no lo hacen arriesgan sanciones de carácter penal o civil. Sin embargo, en
términos legales, esa es la única facultad y obligación que tiene el colegio. No puede
requisar celulares, no puede revisar chats, ni registrar conversaciones de ningún tipo. Si lo
hicieran, se corre el riesgo que se declare ilícita la prueba, por infracción de garantías
constitucionales, principalmente por la forma que se obtuvo esa prueba.
Por otra parte, el colegio tiene una labor de prevención tan importante como la de los
padres. “Se trata de conversar con ellos, mostrar límites y acordar con los padres que
asuman una misma línea en sus hogares. Creemos que el acceso a las tecnologías de la
comunicación no es una decisión neutra. Niños hasta los 13 o 14 años que ya utilizan
celular, tablet o facebook, dado su desarrollo cognitivo y moral, es muy probable que se
metan en problemas. Conversar acerca de temas de sexualidad permite que salgan a la luz
situaciones conflictivas, para que se logren detener antes de que pasen a ser graves”,
comenta el sicólogo Pedro Rodríguez, del Colegio Teresiano.
5. Pedro y Andrea. Su hija Anita, la misma de 12 años que expulsaron del colegio, está
con siquiatra. Después de que sus compañeros vieron las fotografías, Anita sufrió
bullying y se sintió “marcada” por la situación. Pedro y andrea se preguntan: ¿No
hubiera sido mejor mantenerla en el colegio en vez de que tuviera que salir como si
fuera la culpable?
Una niña cuyas fotografías íntimas se propagan por otros, es una víctima. Independiente de
que ella las haya enviado. Decidir que la niña se quede o no en el colegio, dependerá
exclusivamente de cómo se ha comportado el establecimiento con ella. Si a los victimarios
no se les ha amonestado, se favorece la revictimización de la adolescente. Ante todo, lo
importante es que ella tenga la posibilidad de superar el trauma. Pero es necesario entender
que este es un problema sistémico. “Este conflicto compete en menor o mayor medida a
toda la comunidad educativa, por lo tanto, el hecho de que los estudiantes afectados se
retiren del colegio no implica que el problema esté resuelto al interior de este. Se requiere
de un compromiso importante del colegio de gestionar y facilitar cambios en pos de una
mejora de la convivencia escolar”, comenta Álvaro Ayala, sicólogo experto en educación.
6. Miguel, padre de Mariana, una niña de 11 años que le envió por facebook a un
desconocido un video donde sale desnuda y tocándose. Este desconocido, primero se
hizo pasar como un “amigo” de 14 años, siendo mayor de edad, y luego la presionó
para conseguir imágenes. Miguel se pregunta: ¿Fue esto un simple juego sexual de su
hija que traspasó los límites?
No. Estamos hablando de grooming: la extorsión o acoso sexual a través de internet. Parte
primero como un juego sexual igual que el sexting: un supuesto amigo le pide fotos a una
niña. Pero después, cuando ella quiere parar la situación, el desconocido la presiona,
atemoriza y manipula, diciéndole que si no le manda más fotografías, la acusará a sus
padres de haber enviado una primera imagen. La PDI asegura que ese desconocido que dijo
tener 14 años, suele ser un adulto encubierto, mayor de 20, que hace lo mismo con varias
niñitas. Este tipo de casos se da de manera exponencial. Mauricio Araya cuenta que las casi
40 personas que trabajan en la Brigada del Cibercrimen ven al menos 15 casos mensuales
de este tipo de situaciones. Y los desconocidos pueden ser parte de redes de pedofilia.
Fuentes
consultadas
para
este
reportaje:
Mauricio Araya, sicólogo y subcomisario de la Brigada del Cibercrimen de la Policía de
Investigaciones de Chile (PDI) / Miguel Arias, sicólogo y director del proyecto
www.serdigital.cl, de alfabetización y aprendizaje digital / Felipe Barruel y Romina
Zúñiga, abogados de Fundación Probono / Pedro Rodríguez, sicólogo de Colegio
Institución Teresiana / José Miguel Valenzuela, sicólogo y asesor de colegios como San
Ignacio, Monjas Inglesas y Fundación Colegios Santa Cruz / Álvaro Ayala, sicólogo
experto en educación de la Universidad Católica de Valparaíso.

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