Cuadernillo Recopilación Historiográfica
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Cuadernillo Recopilación Historiográfica
° Certamen Intercolegial de Historia Instituto Euskal-Echea 10 Euskal Etxeko Txapelketa X “Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Dirigido a Alumnos de Secundaria Básica y Superior Cada colegio podrá presentar hasta 15 alumnos por categoría Un docente tutor será el encargado de preparar y acompañar a los alumnos el día del certamen Primer Premio: Premio: En cada categoría, categoría, un viaje para el alumno ganador y un viaje para su docente tutor. Viernes 28 de septiembre de 2012 - 08:30 hs. Instituto Euskal Echea - Sede Llavallol Av. Antártida Antártida Argentina 1910 Llavallol (1836) - Buenos Aires Tel.: 42984298-0151/2 - Int.: 207 Bases e Inscripción: http://dgm.e-ducativa.com Consultas: [email protected] COMISIÓN ORGANIZADORA: Coordinación General: FLORES, Sonia Recepción y Acreditación: AINADJIAN, Graciela Evaluación: RIPA, Fernanda y COOPER, Linda Cómputos: MINIELLO, Daniel EVENTO DECLARADO DE INTERES MUNICIPAL "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" A m o do de Pr ól og o En el Gvre Postala (nuestro correo), periódico editado por la UPFIE (Unión De Padres de Familia de los Institutos Euskal Echea), el 1º de julio del año 2003 hubo una mención especial dedicada Euskal Etxeko Txapelketa,(competir en casa). La nota decía aquel día: "El desafío consiste en organizar las olimpíadas intercolegiales, como parte de las ciencias sociales… en el Instituto Euskal Echea; y que nuestro colegio sea, como lo fue siempre, un colegio abierto, tradicional, de sólidos principios, y de un nivel académico trascendente”. Hemos asumido la tarea con responsabilidad y entusiasmo, convencidos de generar con ello el amor por la lectura, seleccionando autores de excelente nivel científico, y un conocimiento profundo de las necesidades concretas en educación. Desarrollamos este proyecto integral desde nuestra institución cubriendo las expectativas necesarias y propias para un sujeto de aprendizaje distinto, que piense por sí mismo, resuelva problemas, y tenga actitud crítica y participativa en nuestra sociedad. Es nuestra intención resignificar valores tales como la pertenencia, el respeto, la solidaridad, la responsabilidad, la nacionalidad e identidad: desde lo institucional, con el compromiso y entrega hacia nuestra comunidad; desde el cuerpo docente, revitalizando un Euskal Echea capaz de consensuar, acordar, intercambiar y recibir a otras instituciones, en un proyecto de expansión académica. El colegio facilita una recopilación historiográfica de autores varios, en un cuadernillo cuidadosamente elaborado, sin cambiar la esencia de los autores, para la consulta del alumno participante. Diez años pasaron de aquel primer encuentro: las expectativas fueron logradas. Año tras año fuimos superando los obstáculos; y aquellos jóvenes, hoy son hombres y mujeres que nos llaman “colegas”. Estamos seguros de que nuestro proyecto favoreció el encuentro entre diferentes miembros de la comunidad educativa, que desean ver individuos dentro de una sociedad comprometida, llena de inquietudes personales, incluyendo lo espiritual e intelectual. La historia enseña a ver más allá de la luz y los resplandores, de los resultados, intereses y decisiones personales. La historia enseña el conocimiento de la naturaleza humana plasmada en lo más profundo de nuestro discernimiento. Así pues, hemos llevado a la realidad una década de nuestros sueños; y con motivo de ello, el tema de este año se vincula con Argentina, su historia, su realidad, su gente, la cruda guerra mundial, Yrigoyen y un país lleno de caminos para evitar una historia de muerte. El tema será: "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes”. El trabajo de recopilación historiográfica amalgama todos los ángulos posibles de nuestra historia, desde lo más simple hasta lo más complejo: a partir de la búsqueda de un personaje argentino descendiente de vascos, con lo cual tenemos la oportunidad de homenajear a nuestra institución, un hombre de profunda vocación política, enmarcada en una cosmovisión cristiana de vida, llegamos a la construcción de una Argentina contextualizada en el mundo como una nación capaz de decir “sí a la paz, no a la guerra” de la mano de su presidente, quien se enfrentó a sus propios contemporáneos, sosteniendo la neutralidad. El trabajo apunta a la conducción formativa de nuestros jóvenes con una parte de nuestra historia que merece ser conocida y analizada. El hombre político que no perdió la fe y la esperanza de ver una Argentina en paz. Flores Sonia Coordinadora General 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" M ANUEL G AL VEZ " V i d a d e H i p ó l i t o Y r i g o ye n - E l h o m b r e d e l m i s t e r i o " E di t or i al Tor S. R. L. Martín Yrigoyen Dodagaray era un muchacho vasco, de situación modestísima. No sabía leer ni escribir. A pesar de ser un contemporáneo nuestro —murió en 1888, como quien dice ayer— pocas noticias exactas tenemos de él. Era fornido, de anchas espaldas. ¿En qué se ocupaba en 1846? En una rama de la familia de su mujer persiste la tradición de que era repartidor de una panadería. Otros parientes creen que era herrero. Según cierta versión, el vasco trabajaba en las caballerizas de Rosas. Tenía veintiséis años cuando se casó. ¿Cómo a este muchacho tan insignificante se le ocurrió pretender a Marcelina? Los Alem eran de una condición social muy superior a la suya. Tenían bienes, espejos con marcos dorados, piano; él no tenía absolutamente nada. Marcelina sabía leer, escribir y algunas otras cosas; él era analfabeto. Los Alem tenían amistad y tal vez un parentesco Iejano con el gobernador, el Ilustre Restaurador de las Leyes; él era poco menos que un sirviente. ¿La raptó el vasco a la muchacha, como han asegurado algunos parientes de ella? Considero poco probable que el vasquito se atreviera a raptarle la hija a un hombre de la policía de Rosas... Más verosímil me parece que la familia consintiera, obligada por su mala situación económica en aquellos días. El matrimonio se realizó en Nuestra Señora de Balvanera, que quedaba cerca de la casa de los Alem, el 25 de enero de 1847. INFANCIA Y JUVENTUD La caída de Rosas es una catástrofe para los Alem. Han perdido protección y consideración y pueden perder hacienda y vida. ¡Semanas de angustiosa inquietud! La mayoría de la gente se ha convertido al unitarismo. Circulan pavorosas noticias sobre las persecuciones que comienzan y las que vendrán. Las familias rosistas, las que no pueden fingirse unitarias, se encierran en sus casas, atrancan sus puertas. Las mujeres rezan y lloran. Marcelina, que tiene ya dos hijos, tiembla por el que lleva en sus entrañas. Teme perderlo, o que sus aflicciones influyan en el carácter de la criatura. Años más tarde, Hipólito Yrigoyen, acaso pensando en los sufrimientos de Marcelina, dará un valor simbólico al hecho de haber estado en el vientre de su madre en aquellos días. Un día de julio, el 12, la casa de la calle Federación se alegra con una nueva vida. Marcelina ha tenido un hijo, al que llaman Hipólito. Pero el vástago no es bautizado en seguida, a pesar de ser esa la costumbre. ¿Por qué se tarda cuatro años? Indudablemente porque la situación política mantiene aterrorizados a los Alem. Tropas en las calles. Destierros, prisiones, clausura de periódicos. Urquiza es favorable a los federales, pero los Alem temen a las reacciones del pueblo, que está contra el "libertador" y contra los "rosines". Los días transcurren entre inquietudes hasta que, el II de setiembre, una revolución termina con el poderío del "libertador", que abandona Buenos Aires una semana después. La situación empeora para los Alem, porque ahora gobiernan los liberales, nombre que se dan los unitarios. Renacen las persecuciones. Leandro Antonio huye y va a reunirse con las tropas del coronel Hilario Lagos. Días de terror, los del sitio! Son registradas las casas de los federales. Se apalea y se encarcela. Tropas del gobierno entran en San Francisco mientras el sacerdote eleva la hostia. Los intrusos gritan, sacan las espadas, suben al púlpito, cometen robos sacrílegos. Al Padre Guardián —el fraile que preparará a Leandro Antonio a bien morir— lo meten en la cárcel, incomunicado. Se destierra a muchos ciudadanos. Prohíbese ejercer su profesión a los antiguos rosistas. Durante el sitio, los Alem han estado escondidos en una casa de la ciudad. Allí se enteran del retorno de Leandro Antonio y de su tragedia. ¡Espantosa tragedia! Tan grande es el terror de la pobre gente que no retiran el cadáver al ser descolgado de la horca. Sólo su hijo Leandro Nicéforo, de once años, ha ido a presenciar la ignominiosa muerte. Las hijas, desesperadas, piensan en la afrenta hecha a su padre y a los suyos; en la injusticia de la condena; en que, quien sabe por cuántos años, serán los hijos del ahorcado. ¿Cómo han de salir a la calle, en tales circunstancias, para bautizar al niño? Martín Yrigoyen, ciudadano 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 1 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" francés, piensa inscribirlo en el Consulado de Francia, para librarlo de peligros. Pero el tiempo se le va en dudas y averiguaciones al pobre vasco analfabeto. Es también seguro que la madre no consiente. Como buena rosista detesta a los franceses, que fueron enemigos de don Juan Manuel y de nuestra patria. No pasa un año —días de terrores— cuando el general rosista Jerónimo Costa invade la provincia de Buenos Aires. Vencido en el Tala, se renueva el furor de los unitarios. Exigen al gobierno que termine con los enemigos. Pasa otro año terrible para los vencidos, cuando se produce la invasión de otro rosista, el general José María Flores, y, luego, la segunda invasión de Costa, que es derrotado. La ciudad asiste desde lejos, horrorizada, a la matanza de Villamayor, que alegra a los unitarios. El general vencido, los jefes, los soldados, todos mueren, unos a tiros y otros a lanzazos. Son encarcelados o expulsados del país numerosos hombres distinguidos, entre ellos el que fuera defensor de Leandro Antonio. Se funda la logia de los Juan-Juanes, equivalente a la Sociedad Popular Restauradora, para auxiliar al gobierno en el descubrimiento de las conspiraciones. Los rosistas, implacablemente espiados y vigilados, no se atreven ni a salir a la calle. Los Alem tienen que ocultar su rosismo, que vivir disimulando. El niño Hipólito va creciendo en este ambiente de ocultación, que le dejará su marca para toda la vida. Pero con la matanza de Villamayor —enero del 56— terminan las persecuciones. Cambia de pronto la política. Antiguos federales y antiguos unitarios se entremezclan en los nuevos partidos. No ha disminuí do la pasión, pero los militantes han abandonado las viejas denominaciones que tanta sangre hicieron correr. Y entonces, aprovechando el relativo olvido que favorece a los rosistas, los Yrigoyen salen de su casa y hacen bautizar al niño. En el mismo acto, le imponen también los sagrados óleos a otro hijo de Marcelina, que nació dos años después. Esto sucede el 19 de octubre de 1856, a los cuatro años del nacimiento de Hipólito. Los niños son bautizados en Nuestra Señora de la Piedad. El nombre completo del mayorcito es Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús. Firma como padrino Juan Núñez. Hipólito es un niño triste. ¿Puede tener otro carácter quien ha estado en el vientre materno durante meses de angustia y carga con una herencia de tristeza, ya que su abuela y su madre son tristes por temperamento y' por las penas con que la vida las ha castigado? En su casa, Hipólito no ve sino mujeres que padecen y lloran; que hablan con veneración y con lágrimas de don Juan Manuel, desterrado en un pueblo de Inglaterra, en donde sufre pobrezas y soledades; y que se quejan de algunas amistades de otros años, ahora despreciativas con ellas porque son la mujer y las hijas del ahorcado. Por esos días un nuevo drama ocurre en la familia. Luisa, la mayor de las tías de Hipólito, ha abandonado la casa y ha tenido un hijo. Se ha ido o la han echado? La falta de Luisa es una de las más graves que pueda cometer una mujer, porque su tunante es un sacerdote: el preceptor de Leandro y, acaso, de las mismas muchachas. Hipólito —no hay para qué decirlo— nada sabe por entonces de este suceso que viene a aumentar el desprestigio de la familia. Sólo ve llorar a su abuela, a su madre y a su tía Tomasa, que es una niña todavía. Hipólito crece, en medio de estos disgustos, sin amigos, en la lenta soledad de los días tristes. Sus únicos compañeros son sus hermanitos Roque y Martín y, sobre todo, su tío Lucio, nacido el mismo año que él. Ignora, por su carácter retraído, lo que son los juegos infantiles. Pero a su lado está una persona que se interesa por el: El tío Leandro, que le lleva diez años y es ya un hombrecito. Su destino cruel le ha hecho a Leandro taciturno. Es de mediana estatura y muy delgado. No olvida, ni olvidará nunca, la misión de su padre deshonrado, colgando de una horca, sirviendo de' espectáculo. Para peor, desde ese día ha comenzado a sentir el desprecio de los otros. Los muchachos del barrio lo apedrean. ¡Con que tristeza recordará años más tarde, cuando es ya "el tribuno de la plebe", las represalias de los profesores universitarios! A un amigo le dirá le dirá con lágrimas en los ojos: "Yo era el hijo del ahorcado. En las mesas examinadoras se ejercía conmigo una venganza miserable. Muchos de los profesores habían vuelto del destierro con encono ciego contra todo lo que oliera a rosismo, Yo era el hijo del ahorcado. Yo era el hijo del mazorquero Alem". Es probablemente entonces cuando modifica su apellido: ya no será Alem sino Além. Pero si conoce desde niño la maldad humana, también conoce la bondad humana. Varios señores de la parroquia de la Piedad, impresionados por el desamparo y la inteligencia del niño, costean su educación y lo 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 2 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" vinculan con sus hijos y con otros jovencitos de la mejor sociedad. Desde temprano Leandro, que tiene un fuerte espíritu de familia, ejerce influencia sobre su sobrino. Tiene Hipólito siete años cuando su tío Leandro, muchacho de diez y siete, parte a incorporarse a las tropas del general Urquiza, que viene en guerra contra Buenos Aires. La Confederación argentina está compuesta por todas las provincias, menos la de Buenos Aires. Los antiguos resistas y los federales — vale decir, los opositores al gobierno de Buenos Aires —simpatizan con la Confederación, en cuya capital, Paraná, actúan numerosos porteños de esas tendencias. Leandro Além pelea en Cepeda, en octubre del 59. Para la familia constituye un peligro la actitud de Leandro, que la expone a las iras del gobierno. Muchos generales, altos jefes del ejército y abogados de prestigio son encarcelados o deportados. A los Além nada les ocurre. Se hace la paz, mientras Buenos Aires está sitiada, y Leandro vuelve a su casa. Pero la tranquilidad de los Além no dura mucho. Buenos Aires, excesiva en sus pretensiones, —hasta exige que Urquiza se retire a la vida privada— no se une a la Confederación. En 1862, por su culpa, lo mismo que la vez anterior, reanúdase la guerra. y Leandro Além vuelve a abandonar su casa para incorporarse al ejército de Urquiza. Pero ahora triunfa Buenos Aires en Pavón. La paz va a ser definitiva. Ha llegado para todos los argentinos el momento de unirse en una sola patria. El general Bartolomé Mitre es elegido presidente de la República. Y Leandro Além continúa sus estudios. ¿Hay alguna causa íntima en estas actitudes bélicas del joven Além? Es exaltado, patriota y valiente. Pero ¿cómo deja a su madre y a sus hermanos, cuya situación económica está lejos de ser holgada? Hay razones para creer que le ha movido el disgusto por la conducta de sus hermanas. La primera vez que va a la guerra —el 59— Luisa acaba de tener un segundo hijo con el clérigo español. La familia no la ve pero no ignora el hecho, pues Luisa vive con una parienta suya. Marcelina es ahora la dueña de la casa de la antigua calle Federación. Su padre, cuyo juicio sucesorio terminó el 62, se la ha dejado a ella. Su madre compra otra casa, que Leandro, menor de edad, pagará con el producto de su trabajo. Pero Hipólito no ha vivido siempre con su madre. En una ocasión ha pasado un tiempo, junto con sus hermanitos, en .la casa de su abuela y de Leandro, Tampoco ha vivido siempre en la ciudad. Por largas temporadas ha estado en Barracas, con su madre y sus hermanos, pero no con su padre, en la quinta de su padrino don Juan Martín Núñez. Va a cumplir diez años. Sabe leer y escribir y tiene otros conocimientos elementales. Ha debido adquirirlos en alguna escuelita del barrio, probablemente en la que funciona anexa a la iglesia parroquial de Balvanera. Pero sus padres tienen ambiciones, y, en ese año de la batalla de Pavón, envían a Roque y a Hipólito como internos al Colegio San J osé, de los Padres "bayoneses", y en el que se educan numerosos hijos de vascos. Los vástagos de Martín Yrigoyen no descuellan allí. En el primer trimestre, y en castellano, Hipólito ocupa el vigésimo lugar entre treinta y cuatro niños. Luego mejora. Y en el tercer trimestre llega a ser el quinto en castellano, el tercero en aritmética y el séptimo en escritura. En este tercer trimestre aparece estudiando francés, asignatura en la que queda rezagado en el trigésimo quinto puesto. Nunca intentará aprender este idioma ni ningún otro. Ese año hacen la primera comunión. Uno de los Padres ha recordado "la sincera devoción y la seriedad" con que se prepararon. Tanto Hipólito como Roque son retraídos. Hipólito es huraño por idiosincrasia, pero con seguridad agrava su retraimiento el saberse nieto del mazorquero fusilado. Son muy unidos los dos hermanos. Los otros muchachitos los provocan. La gravedad de Hipólito, su reconcentración, su reserva, chocan a sus compañeros. No admiten que los Yrigoyen se nieguen a jugar con ellos, a gritar, a correr. Los Yrigoyen, después de aguantar a los provocadores, arremeten contra ellos con furor, sobre todo Roque. Después del San José, en donde está sólo un año, Hipólito ingresa en el Colegio de la América del Sur, uno de cuyos fundadores fué el clérigo que enamoró a Luisa y que hace tiempo se volvió a España. Leandro es allí profesor. Dicta los cursos primero y segundo de filosofía. Hipólito termina en este colegio sus estudios secundarios. Fuera del colegio, ¿cómo se conduce Hipólito? Anda siempre solo y con libros bajo el brazo. No tiene amigos. No juega jamás con otros muchachos, no levanta la voz, no callejea y casi no ríe. Tampoco acude con sus hermanos a la ribera cuando los carros de su padre 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 3 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" que ahora tiene una regular tropa en un corralón de la calle Pichincha - "van al agua", como dice la gente. El muelle penetra poco en el río y los barcos anclan lejos de la orilla. Los carros de don Martín, tirados por bueyes, se adentran en el río y llegan hasta los barcos, para traer los pasajeros y las mercaderías. Estos viajes son motivo de fiesta para los muchachitos. Día que arriba un barco es día de rabona en el colegio. Pasan horas en la playa, bañándose, jugando, gritando, jaraneando. Se trepan a los carros y desde allí se tiran al agua. Aprenden a nadar. Hipólito jamás toma parte en estas diversiones, Como Maximiliano Robespierre, con quien tiene afinidades espirituales, no ha conocido infancia ni juventud. Abril de 1865. Guerra contra el Paraguay. Allá va Leandro a defender a la patria. Sus estudios de Derecho se interrumpen. Hipólito pierde por un tiempo su único protector, pues su padre, extranjero y analfabeto, no tiene la menor influencia. Entonces Hipólito empieza a trabajar. Una tradición familiar asegura que fué dependiente de tienda, oficio distinguido en aquellos tiempos. Pero a quien nació para mandar no podía gustarle el trabajo, en cierto modo servil, en una tienda, como tampoco le había gustado al niño Juan Manuel de Rosas. Entra en una empresa de ómnibus, o en la única de tranvías que existe. ¿Ha sido también cuarteador de carros? Es probable que don Martín lo tuviera un tiempo a su lado, sea por ahorrarse el sueldo de un muchacho, sea con un propósito educativo. Sólo en el caso de haber trabajado en los carros se explica la frase de Leandro, pronunciada un cuarto de siglo más tarde, alusiva al "carrerito". Leandro vuelve con una herida, después de un año y medio de guerra. Da exámenes brillantes. Se vincula, a pesar de ser hijo del mazorquero y del mal nombre de sus hermanas, con los jóvenes de más valer de su generación. Seguramente él se ha empeñado para que Hipólito continúe sus estudios secundarios Cuando su sobrino tiene quince años, lo hace entrar como pasante en el estudio de un abogado, hijo de una persona que ocupó altas posiciones durante el gobierno de Rosas. En este empleo, Hipólito perfecciona su escritura. Llega a tener una letra armoniosa y muy buena ortografía. El copiar los escritos sin equivocarse representa para él un ejercicio de su voluntad: no precipitarse, no distraerse. Modesta práctica de self-control, cualidad que poseerá en grado excepcional años más tarde. Tiene ya diez y siete años y ha terminado sus estudios secundarios. La falta de medios le impide ingresar en los de Derecho. Busca un empleo. El estudio del abogado, por causa de un tremendo drama, ha debido cerrarse; y Leandro, su única ayuda, ha partido para el Brasil, como secretario de nuestra legación. Leandro, que acaba de terminar su carrera, tiene veintisiete años y mucho prestigio. Es orador y poeta y va adquiriendo un regular saber en diferentes disciplinas jurídicas. Mas su prestigio le viene, principalmente, de la integridad de su carácter, de su caballerosidad, de su valor moral y físico, de su sinceridad. Lleva una harba que aumenta su representación. Felizmente vuelve del Brasil al cabo de unos meses. Demócrata auténtico, no ha querido usar traje diplomático ni frac, ni llamar "Su Majestad" al emperador, ni seguir soportando las reverencias y adulonerías de los palaciegos. Ahora, partidario del gobierno por su ingreso en el Partido Autonomista o alsinista, tiene influencias oficiales. Hipólito aguarda el empleo que necesita. No tarda en conseguirlo. El 29 de marzo de 1870, el presidente Sarmiento lo nombra escribiente primero de la Contaduría General, en la oficina de Balances de Importación. Hipólito tiene diez y siete años y unos meses. ¡Ya está en la administración! Pero no puede alegrarse mucho. Su empleo, por ser supernumerario, le durará poco tiempo. ¿Cómo Sarmiento, el implacable enemigo de Rosas, da un empleo al nieto de un mazorquero, él que, según sus palabras, sintiera placer al ver degollar por la nuca al mazorquero Santa Coloma? Es que Sarmiento, atacado por los mitristas, continuadores del Partido Liberal o antirrosista, gobierna con el partido de Alsina, en el que figuran los más conspicuos federales y antiguos partidarios de Rosas. Año 71. La fiebre amarilla devasta la ciudad. Leandro cae enfermo. Días de angustia para la familia. Leandro sana, pero su madre mucre, aunque no de la peste. Tomasa Ponce, la viuda del ajusticiado, va andando por la calle Piedras a la altura de Europa, una tarde de agosto, cuando cae sin sentido. Un transeúnte cree reconocer a una señora de su amistad. Conducen el cadáver a la casa, con el rostro cubierto. Las mujeres lloran desesperadas, hasta que alguien levanta el pañuelo y se evidencia el error. El cadáver es llevado a la comisaría próxima. Pasan horas. Nadie conoce a la muerta. Por fin, alguien afirma que es la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 4 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" madre de Leandro Além, el flamante" diputado alsinista, Se le avisa, y momentos más tarde entran Leandro e Hipólito. Leandro, el hombre perseguido por un destino cruel, se acerca lentamente, sombrío. A Hipólito no se le mueve un músculo facial. El también se ha acercado, meditativo, serio, con una expresión amarga. Leandro piensa en su padre, al que vió en la horca, y recuerda el dolor de su madre en aquellos días luctuosos. Hipólito ha de pensar también en el abuelo, y en otras causas íntimas que han acortado la vida de Tomasa Ponce. Los dos jóvenes besan la frente de la muerta, toman su mano helada. Y allí permanecen un largo rato, en dolorosa meditación frente al misterio, frente a los tristes recuerdos familiares. Un año más tarde, el 17 de agosto de 1872, Hipólito, seguramente por influencia de Leandro, es nombrado comisario de policía. Ha sido propuesto por el propio Jefe al Ministerio de Gobierno de la Provincia. Singular proposición, tratándose de un muchacho cuyo único título es ser sobrino de Além! Hace pensar en habilidades de Hipólito, que así empieza a ensayar su técnica años después formidable - en el manejo de los hombres. El joven comisario tiene veinte años, un mes y cinco días. LOS AÑOS DE APRENDIZAJE La policía, después del confesonario, es el mejor observatorio de la vida. Su ojo vigilante penetra en todas las casas. Lo que nadie ha descubierto en los otros, las virtudes que se esconden, los secretos más ocultos, son hechos conocidos para la policía. No se le escapa ninguna debilidad humana - amores ilegítimos, vicios tristes - ni ninguna situación anómala: el vivir roído por las deudas, el faltar de noche a su casa, el beber con exceso, el apalear a su cónyuge. Enseña a callar y a observar; a vigilar y a vigilarse; a ser cauto, disimulado; a servirse de la intriga, de la amenaza y aun de la mentira. El hombre de policía ha de poseer el don de autoridad y el de penetrar en las conciencias. Tiene algo del confesor: recibe confidencias y aconseja, da penitencias y absuelve. Puede hacer el bien y hacer el mal; ser despótico y generoso; inspirar el odio o el amor. En nuestro país, el comisario es personaje esencial de la vida política. Muchos gobernadores, legisladores, ministros, han sido hombres de policía. El comisario ejerce un poder omnímodo. Dispone de la tranquilidad de las gentes, de su honor y, en los pueblitos, hasta de sus bienes y su vida. Aun hoy, el comisario, fuera de Buenos Aires, es el héroe de los triunfos electorales. La frase popular "nadie le gana al caballo del comisario" es verdad en todas las cosas: en la política, en el juego, en el amor. Hipólito tiene la prestancia de un hombre. Es reposado y representa más edad. Siempre va de chaqué y galerita. Muy ponderado en su palabra. No gesticula. Sus modos son corteses, suaves. Con todo, y aunque se le llame "señor Comisario", es un muchacho. Y naturalmente, incurre en algunos desafueros. A los seis meses lo suspenden. Breve sumario por la queja de una extranjera: el comisario Yrigoyen le ha hecho una declaración amorosa, con "exigencias ofensivas a su decoro"; la ha amenazado; y, estando su marido en la comisaría, citado por él, le envió una negra con un mensaje. Al negocio no han concurrido alborotadores sino ahora: han intentado "producir gresca" para como prometer a su marido, "quizás estimulados por el mismo señor comisario". Tomemos nota. Años más tarde, los enemigos del presidente Yrigoyen lo acusarán de utilizar procedimientos semejantes, que fueron también los de Rosas. Pero el comisario niega. Ha llamado al almacenero porque advirtió en su casa reunión de gente que escandalizaba y por haber "estropeado y corrido a pedradas a dos niñas que habían hecho travesuras en el almacén". Conoce a la señora. sólo de vista, y la carta que ella se negó a recibir bien pudo ser mandada por su tío el capitán Lucio Além o por otra persona. Y afirma su incorruptibilidad: " ... jamás emplearía en este sentido los recursos que su posición le diera, porque sería cometer una falta en la que nunca incurriría, desde que la honradez y la rectitud son la base de sus procederes como empleado". En el mismo tono, pero con palabras menos claras, hablará de sí mismo el presidente Yrigoyen, cuarenta años más tarde. Como se ve, es ya el idealista, que no se atiene a lo concreto y real: cree en la eficacia del Verbo, en el valor probatorio de las frases, las que, para un espíritu realista, nada significan. Por fin, la acusadora, enterada, seguramente, dc que no conviene 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 5 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ponerse contra la Policía, reconoce que su marido tuvo algo con el padre de las niñas; que huho reunión, inocente, en su cuarto, y consistió en tocar la flauta su marido y cantar ella en presencia de dos vecinos; que ha sido el capitán Além, según supo después, quien le escribiera; y que de la conversación callejera con el comisario no hubo testigos. El Jefe manda archivar el asunto. No pasa un mes, y nuevo sumario. Un opositor, presidente de un comité, se queja de que, asaltado en su casa, el comisario Yrigoyen se opuso a la captura de los asaltantes. El cargo resulta falso. Trátase de una cuestión personal. El denunciante había abofeteado a Lucio Além y huído. El comisario, que sólo intervino para desarmar al agresor, es absuelto. Quince días más tarde, otro incidente. A la noche, en la puerta del Departamento de Policía, el adolescente comisario tiene un altercado con un oficial. Lo insulta y el oficial hace ademán de sacar armas. Empleados y particulares los contienen y nada ocurre. Yrigoyen es apasionado y agresivo. Pero su voluntad le dará el dominio de sí mismo y le conducirá a la serenidad. Han terminado los incidentes. Juzguemos con benevolencia los desafueros del comisario de veinte años. No nos indignemos porque, valiéndose de las ventajas de. su cargo, haya hecho el amor —harto inhábilmente, por cierto— a una mujer casada. iQué no hace un muchacho por triunfar en una aventura, en su primera aventura! Fuera hipocresía condenar a Hipólito Yrigoyen por tres o cuatro muchachadas que no volverán a repetirse. Que no volverán a repetirse... No es que él renuncie, por ser comisario, a las aventuras, ni que no aproveche, indirectamente, de las ventajas del cargo. ¿Cómo ha de dejarse de aventuras él, que ha nacido con el don de hacerse amar? ¿Y quién fija la línea que separa al hombre del empleado? En nuestro país, los descendientes de los grandes hombres consideran que el historiador los rebaja si cuenta sus amores. Pretenden que se les retrate sin debilidades: que sean estatuas, no hombres. No les interesa a esos envanecidos la verdad histórica y humana. Y así, son cómplices en muchas mentiras impuestas como verdades. El derecho y la libertad de la Historia no deben tener límites. Despojar a una figura histórica de las debilidades que, en distintos órdenes y grados, todos poseemos, es quitarle interés. Por dominar entre nosotros el criterio de los parientes celosos, nuestros grandes hombres, en su mayoría, son mármoles fríos. Tal vez porque nadie los idealizó, porque sus enemigos se ensañaron con sus faltas, viven con tanta verdad los personajes "malos" de nuestra historia. Sarmiento no aniquiló a Rosas ni a Quiroga; los dejó vivientes, por siglos, en las páginas tormentosas de su Facundo. No se puede penetrar en la psicología de un hombre sin conocer su vida sexual, pues la sexualidad es uno de los grandes imperativos humanos. Pero la mujer es tabú para el puritanismo de nuestra historia. Es lástima. Pues ganarían en humanidad nuestros grandes hombres si conociéramos sus amoríos. Aparte de que la vida pública no es independiente de la privada, sino su prolongación, su refracción en el espacio. Hipólito Yrigoyen no necesitará en adelante de sus cargos para atraer a las mujeres. Le bastará con su voz, que sabrá hacer "llave y acariciadora; con su serenidad y su vigilancia, que le impedirán perderse en el gesto o la palabra que ahuyentan; con "" habilidad para inspirar confianza; con su figura, que produce irnpresión de fuerza y seguridad; con su astucia de conquistador su palabra aduladora; con sus ojos, que miran, cuando él lo quiere, con ternura infinita o con honda melancolía. A los veinte años es natural que le falte la técnica de la seducción. Ya la irá aprendiendo. Por entonces, Hipólito tiene una aventura, la primera que se le conoce. Ha enamorado a una muchacha de condición modesta, hija de un empleado inferior de la policía y acompañanta o sirvienta de Luisa Além. Se llama Antonia Pavón y le da una hija. Hipólito Yrigoyen procurará a esta hija una buena educación, la vinculará a su familia y la tendrá a su lado durante su vida entera. Balvanera, la parroquia en donde Hipólito ha nacido, se ha formado y vive y de la que es comisario, ha progresado mucho desde la caída de Rosas. Tiene espíritu propio ese barrio, en el que hay pocos gringos. Barrio de los "compadres" y de los "galleros". Allí los amores se inician y se eternizan en los zaguanes o junto a las rejas. Pero la gran pasión de este barrio romántico es la política, Política de facciones, de fraudes, de balazos. Durante algún tiempo, la llamarán "la provincia de Balvanera". 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 6 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Pocos años atrás, ha sufrido la ciudad un recrudecimiento del compadraje, con el regreso de los militares que habían peleado en la guerra del Paraguay. Chambergos de grandes alas, requintados sobre la frente; quepíes o galeritas torcidas hacia la nuca; botas, bajo el pantalón, con altísimos tacos; miradas de perdonavidas o de insolente galantería; quebradas del cuerpo al andar; largas melenas nazarenas que algunos se rizaban. En Balvanera repercute, más que en otros barrios, esta invasión del compadraje. En el joven Yrigoyen influye el ambiente de Balvanera. Pero sin exageración. Está lejos de ser un compadrito o un compadrón. Tiene algo del compadre, que es el matiz moderado de un interesante tipo social. El compadre suele ser amable, con alguna afectación de finura. Exhibe cierta fatuidad en su persona, un aire digno, un poco de engreimiento. Es buen amigo y hombre sociable. Es un poco el gaucho de la ciudad: un gaucho venido a menos, ablandado, urbanizado, pacificado. Con su fachada vistosa quiere aparentar, sobre todo el coraje. No es incompatible el valer verdadero con el tener algo del compadre. Ahí está el caso de Além, Y el de Adolfo Alsina, hombre ilustre y de abolengo, a quien un escritor responsable ha llamado, y como elogio, "compadre lindo". Hipólito tiene algunos rasgos del compadre decente, como la galerita a un lado o hacia la nuca. Hipólito no es gallero, como su hermano Roque, dueño de muchos gallos. Personas verídicas que frecuentaron los reñideros, aseguran no haber visto nunca a Hipólito, Pero otras personas, no menos verídicas, aseguran que muchas mañanas lo veían pasar con un bataraz bajo el brazo. Tal vez, lo han confundido con Roque. Tal vez Hipólito, en alguna ocasión, y siendo adolescente, le llevó el gallo a su hermano. De todos modos, recordemos que las riñas eran entonces lo que hoy las carreras hípicas. Los gallos eran los racers de 1870. A pesar de su juventud, Hipólito es muy serio. Ni anda en parrandas ni frecuenta prostíbulos, ni es, como dirán años después sus adversarios, conquistador de zaguanes. Tiene un aire reconcentrado y digno. Ninguna insolencia en sus actos o en sus palabras. Si hay en él algo del compadre es en muy pequeña dosis. Tiene aspiraciones. Discípulo de Leandro, que es francmasón, como muchas eminencias de ese tiempo, presenta, a poco de ser nombrado comisario, un pedido de afiliación a una logia. No se sabe si lo aceptan o no, o si desiste al enterarse de la poca importancia de la logia elegida. No es de creer que quiera ser masón por liberalismo, sino en busca de apoyos y vinculaciones o empujado por su inclinación al secreto y al .misterio, Su escritura de los veintitrés años revela en él un carácter "particularmente bien ajustado" Así lo ve J. Crépieux-Jamin, el creador de la Grafología, que por mi encargo ha estudiado su letra. Hipólito Yrigoyen, —trascendental suceso— va a entrar en política. No en forma franca, porque no se lo permite su cargo; pero en forma disimulada, subterránea,.. más de acuerdo con su temperamento, al margen de sus funciones policiales, o como en una extensión, un poco arbitraria, de esas funciones. Su desempeño como In policía le ha granjeado prestigio. Se comentan su corrección y su raro desinterés al no aceptar un carruaje que le ofrecen los vecinos. Y más se comenta su obra de misionero entre los presos a quienes les muestra las desventajas de practicar el mal y el abismo a que conduce. Así inicia, a los veintidós o veintitrés años, su vida de apóstol y de moralista. Dos partidos existen en 1873, el Autonomista y el Nacionalista. Adolfo Alsina acaudilla al primero y el general Mitre al segundo. A Mitre le sigue la sociedad distinguida. A Alsina, el pueblo: las gentes de los suburbios, los negros, los compadritos. Mitre, poeta, hombre de estudio, orador de bellas arengas inflamadas, es admirado entusiastamente. Alsina, caudillo popular típico, es literalmente adorado. Sus fieles no se contentan con verle y oír sus discursos de barricada: quieren hablar con él, tocarlo, besar sus ropas. Hay un extraño magnetismo en sus ojos, en sus vastos ademanes, en su voz tormentosa y viril. Alsina es vicepresidente de la República. Ocupa la presidencia Sarmiento, a quien aspiran a suceder Mitre y Alsina, ¿Con quién están los antiguos rosistas y sus descendientes? Casi todos acompañan a Alsina. Los diarios mitristas llaman "rosines" y mazorqueros a los partidarios del caudillo popular. Além e Yrigoyen son alsinistas. ¿Cómo han de seguir a Mitre, ídolo de la aristocracia y que aun conserva su espíritu unitario? De origen modesto y rosista, ellos están con el caudillo del pueblo, que tiene espíritu y 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 7 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" temperamento federal, a pesar de su localismo, y que se halla rodeado de los antiguos federales. El mitrismo, liberal, europeizante, es continuación del Partido Unitario. El alsinismo, conservador —uno de sus candidatos a diputado será el arzobispo—, instintivo, vernáculo, es en cierto modo, a pesar de proceder en parte del unitarismo, un recuerdo, ya que no una renovación, del Partido Federal. Y por preconizar la pureza del sufragio, aunque no la practique; por gustar de los métodos violentos y expeditivos; por invocar declamatoriamente a las libertades; por tener algo de demagógico; por agrupar a la clase media y a la plebe, debe ser considerado como el precursor de la Unión Cívica Radical, que más tarde fundará Leandro Além y a la que Hipólito Yrigoyen dará forma definitiva. En diciembre de 1880, Hipólito Yrigoyen es nombrado profesor en la Escuela Normal de Maestras, que aun pertenece a la Provincia. Su cátedra comprende Instrucción Cívica, Historia Argentina y Filosofía. y en marzo del año siguiente, Sarmiento, que ahora, en su ancianidad gloriosa, está al frente del Consejo Nacional de Educación, nombra a Yrigoyen miembro de la Comisión Escolar de Balvanera, la que le designa presidente. No es trivial este hecho, que él recordará con orgullo. Ese mismo año, la Escuela pasa a pertenecer a la Nación. Yrigoyen dicta después Historia Argentina y Economía Política. En 1888 se le dá una segunda cátedra. Al año siguiente, vuelve a figurar como profesor de Filosofía. El profesorado tiene una importancia trascendental en la vida de Hipólito Yrigoyen. Le pone en contacto con la doctrina filosófica que le dejará su huella para siempre; le impone una disciplina salvadora y le obliga a estudiar materias esenciales para su vocación de político; le enseña a mandar —como en la comisaría, nadie puede en la escuela desobedecerle, — pero a mandar con suavidad, a señoritas; y le revela sus capacidades en el arte de seducir. ¿Le han nombrado profesor de Filosofía porque tiene alguna afición a estos estudios y es algo versado en ellos. o tan sólo porque ha cursado Derecho? Ya por entonces Yrigoyen leía libros filosóficos. Pero ha sido al ejercer su cátedra cuando se ha apasionado por la Filosofía. Hipólito Yrigoyen llega en la Escuela a adquirir fama —probablemente merecida— de mal profesor. No por falta de conocimiento. Estudia a conciencia. Con el tiempo demostrará que conoce a fondo la Constitución, base de la Instrucción Cívica. También llega a saber de la Filosofía lo suficiente como para enseñarla en una escuela normal. Y en cuanto a la Historia Argentina, no sólo la conoce, sino que la siente como cosa viva. Pero es mal profesor porque su idiosincrasia reservada le dificulta el salir de sí mismo y ponerse en el caso de los demás. Es lento, silencioso y carece del don de la palabra. Falta mucho a las clases, sin duda por sus estadas en el campo. Entra en el aula con la galerita y la varita en la mano, ya empezada la hora, pues se retarda conversando con alguna de sus colegas. Jamás explica: pregunta a las alumnas In lección de esa mañana e indica otra para el siguiente día. Permite que ellas le pidan ser interrogadas. Les hace comentar a algunos lo que otras han dicho — una especie de "crítica"— y él sintetiza. A veces la clase parece un congreso. No encarga trabajos escritos. Elogia el cooperativismo y otras ideas por entonces apenas conocidas entre nosotros. Y preconiza la fundación, en las escuelas, de tribunales de niños, para educarlos en la práctica de la justicia. Trata a sus alumnas con bondad y suavidad. Procede siempre justicieramente. Es benévolo, sin dejar de ser severo, e igual para con todas. Ninguna familiaridad. Nunca bromea. No las llama por sus nombres sino por sus apellidos, anteponiendo siempre la palabra "señorita". Cuando ha indicado un texto y una alumna le dice que no tiene cómo comprarlo, él le contesta: "La Escuela proveerá". Compra el libro y, por medio de la directora, se lo regala a la alumna, que lo supone donación de la Escuela. El no cuenta a nadie estas generosidades; pero por más reserva con que proceda —a su pedido— la directora, todo llega a saberse. A las alumnas recibidas, cuando puede, les hace dar puestos, y, como siempre, atribuye estos servicios a obra de la escuela. En cierta ocasión una ayudanta se pone tísica: faltará hasta el día de su muerte con licencia y sin sueldo, pero ella recibe un sueldo —silenciosa generosidad de Yrigoyen—, convencida de que se lo paga la Escuela. Los años van pasando con su carga de penas para Dominga Campos. Ha tenido tres hijos más, en los años 80, 81 Y 82; pero ha perdido tres. Uno ha muerto muy pequeño'; otros mueren grandecitos. En 1886 muere la madre de Dominga. Hipólito trató a su amiga 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 8 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" bondadosamente. La visita casi todas las noches y a veces va también de día. Pero es muy reservado con ella. Ha debido soportar Dominga algunas estrecheces económicas, hasta que Yrigoyen comienza a ganar dinero con sus negocios de campo. Por esos años algunas tristezas lo afligen. En noviembre del 86 muere su hermano Roque; y dos años después, su padre. La muerte de Roque le impresiona tremendamente. Pasa seis meses encerrado. Se aísla más y se torna más grave. A veces parece tétrico o sombrío. Las ganancias que le da el campo le permiten pagar las deudas de su hermano: más de veinte mil pesos. Como en el expediente han escrito que lo hace en memoria del muerto, él rectifica. La memoria de su hermano, que — según declara— ha llevado una vida de abnegaciones y cumplimiento del deber, no se afecta por algunas deudas; al pagarlas, él obedece "a los mismos sentimientos que los unieron siempre, que siempre fueron uno en sentimientos y deberes", por lo cual el pagar esas obligaciones es su consecuencia. Al dolor cansado por estas muertes, se agrega la enfermedad de Dominga. Le entristece profundamente. Es la madre de sus tres hijos, Y él no ignora el destino de la pobre criatura. El sabe lo que significa aquel viaje al Tandil. Hipólito vive por entonces en la casa de los Além, en la calle Cuyo. Es un caserón bajo, de ancha puerta y dos ventanas a cada lado. Vastos patios. Cuartos enormes. Hipólito es allí casi un huésped. Su pieza está en los fondos, sobre la cocina. Un lecho muy modesto, un roperito, una mesa de pino sobre la que hay algunos libros, y una silla. La celda de un monje. Su vida es de una austeridad impresionante. Se levanta apenas amanece. No se le las galerías ni en los patios. Siempre en su cuarto, leyendo. No sale de noche y se acuesta muy temprano. Nunca concurre al teatro, ni a fiesta alguna ni a los clubs. Mientras Leandro tiene siempre visitantes, a él nadie va a verle, salvo la hija que tuvo con '"Antonia Pavón y que es toda una moza. Viste bien, de traje negro, y usa varita y galerita. Sale a la calle solo y solo vuelve. Es serio, silencioso grave y muy cariñoso con los niños. A una vecinita que vive en frente, le corrige sus deberes-escolares. Mayo de 1896. Alem pasa 108 días y las noches encerrado en su cuarto. No sale para nada y no prueba la comida que le mandan. Noches enteras con la luz encendida. Se le ve pasearse, agitado. Un día viene su médico. Es un amigo y correligionario. Se niega a abrir la puerta. Ante el enojo del médico, le deja entrar. El cuarto está en tremendo desorden y lleno de humo. En el suelo, multitud de papeles rotos, de cigarrillos a medio fumar. El primero de julio varios amigos son citados a su casa, para un asunto urgente, a las cinco de la tarde. Uno o dos, que han ido demasiado temprano y se han retirado, son citados de nuevo para las nueve. Além se queda conversando con los que llegan en seguida. A uno de ellos le dice, refiriéndose a sus dos sobrinos: "Alimenté dos víboras en mi pecho, para que luego me mordieran el corazón". Luego hablan del porvenir del partido. Além cree en su pronta disolución. Les dice a los tres de sus amigos que en ese instante están con él: "Los radicales conservadores se irán con don Bernardo; otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Yrigoyen se arreglará con Roque Sáenz Peña; y los intransigentes nos iremos a la ... " Y un terno pintoresco termina la frase. Despide a sus amigos para que vuelvan a las nueve. Han de estar todos juntos. Minutos antes de las nueve, el primero que llega lo ve en la sala iluminada. Além, al oír los pasos del que entra en la casa, mira por la vidriera que da al patio, con expresión de angustia. "¿Por qué ha madrugado tanto?", pregunta a su amigo. No tardan en llegar los demás. Se reúnen en el comedor. Son media docena de fieles. Cuando llega el último, cerca de las diez, Além cierra con pasador una puerta que da a la antesala. Entra en su dormitorio y sale en seguida con la galera puesta y una gran boa de vicuña envuelta al cuello. Les ruega esperar cinco minutos: necesita buscar un dato indispensable. Sale luego al patio y penetra en la antesala. Dos de sus amigos, que han pasado a la sala para un aparte, al oír ruido en la antesala oscura, preguntan, alarmados, temiendo algún atentado contra el jefe: "¿Quién va?" Além exclama: "¿Qué hacen ahí?" Hay algo de extraño en su voz. Les pide que lo esperen cinco minutos más. Lo ven salir a la calle y subir a un carruaje que lo espera. "¡A escape, al Club del Progreso!", le oyen gritar. Un momento después, los amigos personales de Além que se reúnen siempre en ese Club son llamados a la puerta. Terrible 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 9 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" noticia les espera: i el doctor Além se ha suicidado! Ha dejado para publicarse unos párrafos que serán considerados como su testamento político. Es una página tremendamente desolada y amarga. En algunas frases se. han leído alusiones a Yrigoyen, como cuando confiesa: "He luchado de una manera indecible en estos últimos tiempos, pero mis fuerzas — tal vez gastadas ya— han sido incapaces para detener la montaña... y la montaña me aplastó". O como cuando afirma que el partido hubiera podido hacer mucho bien "si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores". El doloroso documento empieza así: "He terminado mi carrera; he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir". Y agrega la viril exclamación: "¡Sí, que se rompa, pero que no se doble!", que junto con esta otra: "¡Adelante los que quedan!", los radicales convertirán en lemas del partido. Ya está solo Hipólito Yrigoyen, sombríamente solo. A pesar de cuanto les ha separado en los últimos seis años, Hipólito sufre por la muerte del hombre generoso a quien tanto debe. Ya está solo. Se ha ido el Precursor. El recogerá sus sueños y sus doctrinas y, con más hábiles métodos, los hará triunfar. El duelo entre Yrigoyen y Além se parece bastante al duelo entre Stalin y Trotzky. Trotzky y Além representan la espontaneidad, la inteligencia, la cultura europea. Além no ha sido una lumbrera en este último aspecto pero sabía bien su Derecho y su Retórica. Stalin e Yrigoyen - aunque antípodas entre ellos representan la astucia. Stalin, como Yrigoyen, ha trabajado en la sombra y con profundo e instintivo conocimiento de los hombres. Si Stalin, al impedir que, enfermo Lenin, pudiera Trotzky subir al poder, ha realizado una obra maestra de astucia, no ha sido menor el arte de Hipólito Yrigoyen: surgido de la nada, sin vastas amistades, sin dotes oratorias, sin muchedumbres que lo sigan, llega a suceder al caudillo y a convertirse en el jefe del partido. Ya está solo Hipólito Yrigoyen. Las multitudes argentinas lo esperan. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 10 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" L UI S AL BERTO ROMERO " B r e v e H i s t o r i a d e l a Ar g e n t i n a " 1916 El 12 de octubre de 1916 Hipólito Yrigoyen asumió la presidencia de la Argentina. Fue una jornada excepcional: una multitud ocupó la Plaza del Congreso y las calles adyacentes, vitoreando a quien por primera vez había sido elegido por el voto universal, secreto y obligatorio, según la nueva ley electoral, sancionada en 1912 por iniciativa del presidente Sáenz Peña. Luego de la ceremonia, la muchedumbre desató los caballos de la carroza presidencial y la arrastró en triunfo hasta la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo. Su victoria, si no abrumadora, había sido clara, e indicaba una voluntad ciudadana mayoritaria. Visto desde la perspectiva predominante por entonces, la plena vigencia de la Constitución, médula del programa de la Unión Cívica Radical, el partido triunfante, se coronaba con un régimen electoral democrático, que colocaba al país a la vanguardia de las experiencias de ese tipo en el mundo. La reforma política pacífica, que llegaba a tan feliz término, se sustentaba en la profunda transformación de la economía .. la sociedad. A lo largo de cuatro décadas, y aprovechando una asociación con Gran Bretaña que era vista como mutuamente beneficiosa, el país había crecido de modo espectacular, multiplicando su riqueza. Los inmigrantes, atraídos para esa transformación, fueron exitosamente integrados en una sociedad abierta, que ofreció abundantes oportunidades para todos, y si bien no faltaron las tensiones y los enfrentamientos, éstos fueron finalmente asimilados y el consenso predominó sobre la contestación. La decisión de Yrigoyen de modificar la tradicional actitud represora del Estado, utilizando su poder para mediar entre los distintos actores sociales y equilibrar así la balanza, parecía cerrar la última arista conflictiva. En suma, la asunción de Yrigoyen podía ser considerada, sin violentar demasiado los hechos, como la culminación feliz del largo proceso de modernización emprendido por la sociedad argentina desde mediados del siglo XIX. Otra imagen era posible, y muchos de los contemporáneos adhirieron a ella y actuaron en consecuencia. Yrigoyen semejaba uno de aquellos caudillos bárbaros que se creía definitivamente sepultados en 1888, y tras de él se adivinaba el gobierno de los mediocres. La sociedad estaba enferma, se decía; los responsables eran los cuerpos extraños, y en última instancia la inmigración en su conjunto. Creció así una actitud cada vez más intolerante, que de momento se expresó en un nacionalismo chauvinista. Ambas imágenes de la realidad, parciales y deformadas, estaban presentes en 1916 y, cada una a su manera, eran producto de la gran transformación producida a lo largo del medio siglo anterior. Por mucho tiempo moldearon actitudes y conductas, modificadas por nuevos datos de la realidad que, incluso, corrigieron o rectificaron la imagen de la etapa de la expansión. LOS GOBIERNOS RADICALES, 1916-1930 Hipólito Yrigoyen fue presidente entre 1916 y 1922, año en que lo sucedió Marcelo T. de Alvear. En 1928 fue reelegido Yrigoyen, para ser depuesto por un alzamiento militar el 6 de septiembre de 1930. Pasarían 61 años antes de que un presidente electo transmitiera el mando a su sucesor, de modo que esos doce años, en que las instituciones democráticas comenzaron a funcionar regularmente, resultaron a la larga un período excepcional. Aunque los dos eran radicales, y habían compartido las largas luchas del partido, ambos presidentes eran muy diferentes entre sí, y más diferentes aún fueron las imágenes que de ellos se construyó. La de Yrigoyen fue contradictoria desde el principio: para unos era quien -toda probidad y rectitud- venía a develar el ignominioso régimen y a iniciar la regeneración; hubo incluso quienes lo vieron como una suerte de santón laico. Para otros era el caudillo ignorante y demagogo, expresión de los peores vicios de la democracia. Alvear en cambio fue identificado, para bien o para mal, con los grandes presidentes del viejo régimen, y su política se asimiló con los vicios o virtudes de aquél. Tan disímiles como fueran sus estilos personales, unos y otro debieron afrontar parecidos problemas, y sobre todo. el doble desafío de poner en pie las flamantes instituciones democráticas y conducir, por los nuevos canales de representación y negociación, las demandas de reforma de la sociedad, que el 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 11 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" radicalismo de alguna manera había asumido. Esa orientación reformista no era exclusiva de la Argentina: en el Uruguay la había encamado desde 1904 el presidente Batlle y Ordoñez, así como desde 1920 lo haría Arturo Alessandri en Chile. En México, con alternativas mucho más dramáticas, la revolución estallada en 1910 y consolidada en 1917 había emprendido igualmente una profunda transformación del Estado y la sociedad, mientras que otros movimientos reformistas, como el APRA peruano, aunque no llegaron a triunfar, conmovieron a algunos de los regímenes oligárquicos o dictatoriales que en general predominaban en América Latina. En todos los casos, los reclamos de participación política se relacionaban con mejoras en la situación de los distintos sectores sociales. Ese mandato y esa voluntad reformista, que sin duda caracterizó al radicalismo, y que había surgido en el proceso de expansión previa, hubo de desarrollarse en circunstancias marcadamente distintas e infinitamente más complejas de aquellas en que ambos se imaginaron. La Primera Guerra Mundial, particularmente, modificó todos los datos de la realidad: la economía, la sociedad, la política o la cultura. Enfrentado con una situación nueva; no resultaba claro si el radicalismo tenía respuestas o, siquiera, estaba preparado para imaginarlas. La guerra misma constituyó un desafío y un problema difícil de resolver. Inicialmente Yrigoyen mantuvo la política de Victorino de la Plaza, su antecesor: la "neutralidad benévola" hacia los aliados suponía continuar con el abastecimiento de los clientes tradicionales, y además concederles créditos para financiar sus compras. En 1917 Alemania inició, con sus temibles submarinos, el ataque contra los buques comerciales neutrales, empujando a la guerra a Estados Unidos, que pretendió arrastrar consigo a los países latinoamericanos. La Argentina había resistido tradicionalmente las apelaciones del panamericanismo, una doctrina que suponía la identidad de intereses entre Estados Unidos y sus vecinos americanos, pero el hundimiento de tres barcos mercantes por los alemanes movilizó una amplia corriente de opinión en favor de la ruptura, que era impulsada por los estadounidenses y entusiastamente apoyada por los diarios La Nación y.La Prensa. Las opiniones se dividieron de un modo singular: el Ejército –cuya formación profesional era germana– tenía simpatías por Alemania, mientras que la Marina se alineaba por Gran Bretaña. La oposición conservadora era predominantemente rupturista, al igual que la mayoría de los socialistas , aunque en abril de 1917 se produjo entre ellos una escisión que, siguiendo a la Unión Soviética adhirió al neutralismo. Los radicales estaban muy divididos en torno de esta cuestión, que prefiguraba futuras fracturas, y dirigentes destaca os como Leopoldo Melo o Alvear se manifestaron en favor de Inglaterra y Francia, mientras Yrigoyen, casi tozudamente, defendió una neutralidad que, si no lo enemistaba con los aliados europeos, lo distanciaba de Estados Unidos. Yrigoyen tuvo varias actitudes de hostilidad hacia ese país: en 1919 ordenó que una nave de guerra saludara el pabellón de la República Domícana, ocupada por los marines norteamericanos, y en 1920 se opuso al diseño que el presidente Wilson había hecho de la Liga de las Naciones. También, había proclamado al 12 de octubre –aniversario del viaje de Colón– como Día de la Raza, oponiendo al panamericanismo la imagen de una Hispanoamérica que excluía a los vecinos anglosajones. Fue una decisión fuerte valor simbólico, que entroncaba en una sensibilidad social difusa en sus formas pero hondamente arraigada. El sentimiento antinorteamericano había venido creciendo desde 1898, cuando la guerra de Cuba inauguró la fase fuerte de su expansionismo, y conducía por oposición a la postulación de algún tipo de identidad latinoamericana. En esta actitud los motivos tradicionales se mezclaban con los más avanzados y progresistas. José Enrique Rodó, un escritor de profunda influencia, había identificado en Ariel a Estados Unidos con el materialismo, contraponiéndolo al espiritualismo hispanoamericano. Yrigoyen se unió a quienes –poniendo distancia del cosmopolitismo dominante encontraban esa identidad en la común raíz hispana, mientras que otros distinguieron el filibusterismo depredador de los yanquis del más tolerable imperialismo, discreto y civilizador, de los británicos. En otros ámbitos, el antinorteamericanismo se vinculó con las ideas socialistas, como en el caso de Manuel Ugarte, que en 1924 escribió La patria grande. La postulación de una unidad latinoamericana militante contra el agresor fue reforzada por la Revolución Mexicana: en 1922, con motivo de la visita del mexicano José Vasconcelos, José Ingenieros y otros intelectuales progresistas impulsaron una Unión Latinoamericana, que recogía los motivos del antiirnperialismo también presentes en otro movimiento de dimensión latinoamericana: la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 12 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Reforma Universitaria. CRISIS SOCIAL Y NUEVA ESTABILIDAD En esta dimensión fuertemente simbólica y declarativa el gobierno radical pudo dar respuestas originales y acordes con las nuevas expectativas, pero no ocurrió lo mismo cuando debió enfrentar problemas más concretos, como los que suscitó en la sociedad la Primera Guerra Mundial. Las condiciones sociales, que ya eran complicadas en el momento de su estallido, se agravaron luego por las dificultades del comercio exterior y de la retracción de los capitales: en las ciudades se sintió la inflación, el retraso de los salarios reales –los de los empleados públicos incluso sufrieron rebajas– y la fuerte desocupación. La guerra perjudicó las exportaciones de cereales, y particularmente las de maíz, y en las zonas rurales agravó la situación ya deteriorada de los chacareros y también la de los jornaleros. Se conformó así un clima de conflictividad que se mantuvo más o menos latente mientras las condiciones fueron muy adversas para los trabajadores, pero que empezó a manifestarse plenamente desde 1917, apenas comenzaron a notarse en la economía signos de reactivación. Se inició entonces un ciclo breve pero violento de confrontación social que alcanzó su momento culminante en 1919 y se prolongó hasta 1922 o 1923. Esa ola de convulsiones se desarrollaba de manera parecida en todo el mundo occidental, recogiendo los ecos primero de la revolución soviética de 1917 y luego, de los movimientos revolucionarios que estallaron, apenas terminó la guerra, en Alemania, Italia y Hungría. La impresión de que la revolución mundial era inminente operó en cierta medida como ejemplo para los trabajadores, pero mucho más lo hizo como revulsivo para las clases propietarias. La revolución se mezcló con la contrarrevolución, y entre ambas hirieron de muerte a las democracias liberales: en medio de la crisis de valores desatada en la posguerra, éstas fueron ampliamente cuestionadas por distintos tipos de ideologías y de movimientos políticos, que iban desde las dictaduras lisas y llanas –como la establecida en España en 1923 por el general Primo de Rivera -hasta los nuevos experimentos autoritarios de base plebiscitaria, como el iniciado en Italia en 1922 por Benito Mussolini, cuyas formas novedosas ejercieron una verdadera fascinación Las huelgas comenzaron a multiplicarse en las ciudades a lo largo de 1917 y 1918, impulsadas sobre todo por los grandes gremios del transporte, la Federación Obrera Marítima y la Federación Obrera Ferrocarrilera, cuya fuerza se incrementaba por su capacidad de obstaculizar o paralizar el embarque de las cosechas, un recurso que usaron y dosificaron con prudencia. Conducidos por el grupo de los sindicalistas, que dirigían la FORA del IX Congreso (para distinguirla de la FORA del v, anarquista), tuvieron éxito en buena medida por la nueva actitud del gobierno, que abandonó la política de represión lisa y llana y obligó a las compañías marítimas y ferroviarias a aceptar su arbitraje. Coincidieron así una actitud sindical que combinaba la confrontación y la negociación y otra del gobierno que, mediante el simple recurso de no apelar a la represión armada, creaba un nuevo equilibrio y se colocaba en posición de árbitro entre las partes. Los éxitos iniciales fortalecieron la posición de la FORA sindicalista, cuyos afiliados aumentaron notablemente en los años siguientes, y que impuso su estrategia de confrontación limitada. No obstante, la predisposición negociadora del gobierno no se manifestó en todos los casos y –según ha señalado David Rock– parecía dirigirse especialmente a los trabajadores de la Capital –potenciales votantes de la tren, en un distrito en el que ésta dirimía una dura confrontación con los socialistas–, pero no se extendía ni hacia los sindicatos con mayoría de extranjeros ni a los trabajadores de las provincia de Buenos Aires. Así, la huelga de los frigoríficos de 1918 fue enfrentada con los tradicionales métodos de represión, despidos y rompehuelgas, que también se aplicaron en 1918 a los ferroviarios, cuando su acción traspasó los límites de la prudencia y amenazó el vital embarque de la cosecha. Tanto los sindicalistas como el gobierno transitaban por una zona de equilibrio muy estrecha, que la propia dinámica del conflicto terminó por clausurar a lo largo de 1919, cuando la ola huelguística llegó a su culminación. En enero, con motivo de una huelga en un establecimiento metalúrgico del barrio obrero de Nueva Pompeya, se produjo una serie de incidentes violentos entre los huelguistas y la Policía, que abandonó la pasividad y reprimió con ferocidad. Hubo muertos de ambas partes y pronto la violencia se generalizó. Una sucesión de breves revueltas no articuladas, espontáneas y sin objetivos precisos, hicieron 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 13 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" que durante una semana la ciudad fuera tierra de nadie, hasta que el Ejército encaró una represión en regla. Contó con la colaboración de grupos de civiles armados, organizados desde el Círculo Naval, que se dedicaron a perseguir judíos y catalanes, que identificaban con "rnaximalistas" y anarquistas. Todavía por entonces el gobierno pudo apelar a sus contactos con los socialistas y los dirigentes de la FORA para acordar el fin de la huelga inicial de Vasena, así como para negociar el cese del largo y pacífico conflicto que simultáneamente mantenía el gremio marítimo. La Semana Trágica –así se la llamó– galvanizó a los trabajadores de la ciudad y de todo el país. Lejos de disminuir, el número y la intensidad de las huelgas aumentó a lo largo de 1919: infinidad de movimientos fueron protagonizados por trabajadores no agremiados, pertenecientes a las más variadas actividades industriales y de servicios, entre quienes la consigna de la huelga general ayudaba a la identificación y unificación. Estos movimientos coincidieron con un nuevo pico de las movilizaciones rurales. Los chacareros, que dirigidos por la Federación Agraria Argentina mantenían desde 1912 sus reivindicaciones por las condiciones de los contratos, encararon nuevas huelgas, empujados por las difíciles condiciones creadas por la guerra. Su movilización coincidió con la de los jornaleros de los campos y de los pueblos rurales, generalmente movilizados por los anarquistas, aunque los chacareros procuraron diferenciarse de ellos con claridad. Pese a que los radicales habían simpatizado con ellos en 1912, el gobierno fue poco sensible a sus reclamos, y en 1919, acusando a los "maximalistas", encaró una fuerte represión. El año 1919 marca una inflexión en la política gubernamental hacia estos movimientos de protesta. Hasta entonces, una actitud algo benévola y tolerante, acompañada de la no utilización de los recursos clásicos de la represión –el envío de tropas, los despidos, la contratación de rompehuelgas– había bastado para ampliar el espacio de manifestación de la conflictividad acumulada y para equilibrar la balanza, hasta entonces sistemáticamente favorable a los patrones. Probablemente en la acción de Yrigoyen se combinaran, junto con mucho de cálculo político, una actitud más sensible a los problemas sociales y una idea del papel arbitral que debía asumir el Estado, y quizás él mismo. Pero esa nueva actitud estuvo lejos de materializarse en instrumentos institucionales, pese a la manifiesta voluntad negociadora de las direcciones sindicales. Los avances realizados a principios de siglo, cuando se creó el Departamento de Trabajo o se propuso el Código del Trabajo, no se continuaron, y el Poder Ejecutivo no supo idear mecanismos más originales que la recurrencia –igual que en 1850– a la acción arbitral del jefe de Policía, responsable desde tiempo inmemorial de los problemas laborales. Tampoco el Congreso asumió que debía intervenir en los conflictos urbanos, considerándolos una mera cuestión policial, aunque sí lo hizo con los chacareros: en 1921 sancionó una ley de Arrendamientos que tenía en cuenta la mayoría de sus reclamos acerca de los contratos, y que sin duda contribuyó –junto con un retorno de la prosperidad agrícola– a acallar los reclamos de quienes, cada vez más, se definían como pequeños empresarios rurales. Luego de la experiencia de 1919, y fuertemente presionado por unos sectores propietarios reconstituidos y galvanizados, el gobierno abandonó sus veleidades reformistas y retomó los mecanismos clásicos de la represión, ahora con la colaboración de la Liga Patriótica, que en 1921 alcanzaron incluso a la Federación Marítima, el sindicato con el que Yrigoyen estableció vínculos más fuertes y durables. Por entonces, y por diferentes razones, la ola huelguística se había atenuado en las grandes ciudades, aunque perduraba en zonas más alejadas y menos visibles: en el enclave quebrachero que La Forestal había establecido en el norte de Santa Fe, en el similar de Las Palmas en el Chaco Austral, o en las zonas rurales de la Patagonia. En esos lugares, los anónimos e impredecibles efectos de la coyuntura económica internacional, traducidos por empresas voraces e incontroladas en acciones concretas en perjuicio de los trabajadores, hicieron estallar entre 1919 y 1921 fuertes movimientos huelguísticos. El gobierno autorizó a que fueran sometidos mediante sangrientos ejercicios de represión militar que alcanzaron justa celebridad, como en el caso de la Patagonia. La experiencia de 1919 tuvo profundos efectos entre los sectores propietarios. Derrotados en 1916 conservaron inicialmente mucho poder institucional –que Yrigoyen fue minando en forma paulatina– y todo su poder social, pero estaban a la defensiva, sin ideas ni estrategia para hacer frente a un proceso político y social que les desagradaba pero que sabían 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 14 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" legitimado por la democracia. En 1919, los fantasmas de la revolución social los despertaron bruscamente: la Liga Patriótica Argentina, fundada en las calientes jornadas de enero, fue la primera expresión de su reacción. Confluyeron en ella los grupos más diversos: la Asociación del Trabajo –una institución patronal que suministraba obreros rompehuelgas–, los clubes de elite, como el Jockey, los círculos militares –la Liga se organizó en el Círculo Naval–, o los representantes de las empresas extranjeras. Conservadores y radicales coincidieron y se mezclaron en los tramos iniciales –su presidente, Manuel Carlés, fluctuó durante su vida entre ambos partidos– y el Estado le prestó un equívoco apoyo a través de la Policía. Lo más notable fue la capacidad que la Liga demostró en ese annus mirabilis para movilizar vastos contingentes de la sociedad, reclutados en sus sectores medios, para la defensa del orden y la propiedad y la reivindicación chauvinista del patriotismo y la nacionalidad, amenazada por la infiltración extranjera. También fue notable su capacidad para organizar gran número de "brigadas", que asumían la tarea de imponer el orden a palos –luego fueron muy activas en el medio rural–, y para presionar al gobierno, quien probablemente tuvo muy en cuenta la magnitud de las fuerzas polarizadas en torno de la Liga cuando a lo largo de 1919 imprimió un giro, sutil pero decisivo, a su política social. La derecha tenía un nuevo impulso y un argumento decisivo, aunque todavía impreciso, contra la democracia: voluntaria o involuntariamente, Yrigoyen era sospechoso de subvertir el orden. Desde entonces, cobraron forma una serie de tendencias ideológicas y políticas que por entonces circulaban ampliamente en el mundo de la contrarrevolución. La Liga aportó los motivos del orden y la patria. Los católicos combinaron el pensamiento social – capaz de competir con la izquierda– con el integrismo antiliberal, que empezó a difundirse a través de los Cursos de Cultura Católica y cristalizó más tarde en la revista Criterio, fundada en 1928. Jóvenes intelectuales, como los hermanos Irazusta, difundieron las ideas de Maurras y Leopoldo Lugones proclamó la llegada de "la hora de la espada". Sin duda había discordancias en estas voces, y no menores –Lugones era declaradamente anticristiano– pero esto no preocupaba a su auditorio, que probablemente no tomaba demasiado en serio mucho de lo que oía pero recogía en todas ellas un mensaje común: el rechazo a la movilización social y la crítica a la democracia liberal. La llegada al gobierno de Alvear, en 1922, tranquilizó en parte a las clases propietarias. La mayoría volvió a confiar en las bondades de la democracia liberal y patricia, pero el nuevo discurso siguió operando en ámbitos marginales. Mientras tanto, fueron otras poderosas instituciones las encargadas de dar progresivamente fuerza al nuevo movimiento, unificar sus acciones, dotarlas de legitimidad, y también reclutar sostenedores más allá de los propios sectores propietarios. La Liga Patriótica se dedicó al "humanitarismo práctico", organizando escuelas para obreras y movilizando a las "señoritas" de la alta sociedad. Mucho más importante fue la acción de la Iglesia que en 1919, en el pico de la crisis, organizó la Gran Colecta Nacional, destinada a movilizar a los ricos e impresionar a los pobres. Ese año fueron unificadas todas las instituciones católicas que actuaban en la sociedad –con tendencias y propuestas diversas– dentro de la Unión Popular Católica Argentina, un ejército laico comandado unificada mente por los obispos y los curas párrocos quienes organizaron una guerra en regla contra el socialismo, compitiendo palmo a palmo en la creación de bibliotecas, dispensarios, conferencias y obras de fomento y caridad, tareas éstas en las que los activistas reclutados en los altos círculos sociales adquirían la conciencia de su alta misión redentora. Sintomáticamente, la Iglesia –cada vez más reacia a las instituciones democráticas– clausuraba la posibilidad de crear un partido político. El Ejército, finalmente, que había sido organizado desde principios de siglo sobre bases estrictamente profesionales, empezó a interesarse en la marcha de los asuntos políticos, quizá molesto por la forma en que Yrigoyen lo empleaba para abrir o cerrar la válvula del control social, y quizá también preocupado por el uso que el presidente hacía de criterios políticos en el manejo de la institución. Lo cierto es que la desconfianza a Yrigoyen fue creando las condiciones para hacerlo receptivo a las críticas más generales al sistema democrático, que con fuerza creciente se escuchaban en la sociedad. El antiliberalismo que nutre todas estas manifestaciones resultó eficaz como arma de choque, como discurso unificador y como bandera de combate. Pero la reconstitución de la derecha política no se agotó en esto. No escapaba a nadie que no podía volverse a 1912, que el mundo había cambiado mucho desde la Gran Guerra, y que era necesario volver a 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 15 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" discutir cuál era el lugar de la Argentina, qué papel debía cumplir el Estado en los conflictos sociales, cómo podían articularse los distintos intereses propietarios, y muchas cuestiones más, acerca de las cuales el gobierno de Yrigoyen no parecía demasiado urgido en aportar soluciones novedosas. La Liga Patriótica organizó congresos donde representantes de los más diversos sectores discutieron sobre todo esto, y también lo hicieron a través de las publicaciones del Museo Social Argentino o en la Revista de Economía Argentina, que Alejandro Bunge fundó en 1918. Una Argentina distinta requería de ideas nuevas, y en ese sentido la discusión fue intensa. Es posible, incluso, que en ese clima algunos jóvenes militantes del Partido Socialista –con una sólida formación de raigambre marxista en cuestiones económico cas y sociales– pensara que los marcos del partido eran demasiado estrechos. ¿Hasta qué punto eran justificados los terrores de la derecha? La ola de huelgas, que culminó entre 1917 y 1921, había sido formidable, pero no estaba guiada por un propósito explícito de subversión del orden, sino que expresaba, de manera ciertamente violenta, la magnitud de los reclamos acumulados durante un largo período de dificultades de la Argentina hasta entonces opulenta. Por otra parte, entre quienes podían presentarse como conductores de ese movimiento, los que propiciaban dicha subversión –los anarquistas, y luego los comunistas– sólo tenían una influencia marginal e ínfima. Las direcciones y orientaciones más fuertes correspondían a la corriente de los "sindicalistas" y a los socialistas, y ambos bregaban tanto por reformas limitadas en un orden social que aceptaban en sus rasgos básicos, como, sobre todo, por encontrar los mecanismos y los ámbitos de negociación de los conflictos. Los sindicalistas, reacios a la acción política partidaria, apostaron a la negociación entre los sindicatos y el Estado, un camino que ya había sido propuesto desde el Estado antes de 1916 y que, retomado por Yrigoyen, debió ser abandonado en la convulsión de 1919, aunque ciertamente se mantuvo como "tendencia, para reaparecer en forma espectacular al fin de la Segunda Guerra Mundial. El Partido Socialista –fundado en 1896 y de una" fuerza electoral considerable en la Capital– estaba también lejos de posturas de ruptura. De acuerdo con lo que eran las líneas dominantes en Europa, el socialismo era visto como la coronación y perfeccionamiento de la democracia liberal, como la última instancia de una modernización que debía remover obstáculos tradicionales. Entre ellos, los socialistas subrayaban lo que llamaban la "política criolla", en la que englobaban, junto al conservadorismo tradicional, al radicalismo, al que se opusieron con fuerza. El Partido Socialista tuvo escasa capacidad para arraigar en los movimientos sociales de protesta: algunos éxitos entre los chacareros de la Federación Agraria no compensaron su escasísimo peso entre los gremialistas, que aunque votaran a los socialistas preferían seguir a los sindicalistas. El socialismo apostó todas sus cartas a las elecciones, y reunió en la Capital un importante caudal de votos, con el que compitió exitosamente con los radicales, pero a costa de diluir lo que quizás hubieran sido reclamos específicos de los trabajadores dentro de un conjunto más amplio de demandas, que incluía a los sectores medios. Esto dejaba libre un espacio a su izquierda, por el que compitieron diversos grupos, sobre todo luego del remezón de la guerra y la revolución soviética. Pacifistas, partidarios de la Tercera Internacional y de la Unión Soviética confluyeron finalmente en el Partido Comunista, que durante los años veinte tuvo escasísimo peso, aunque cosechó muchas simpatías entre los intelectuales. Pero otras tendencias progresistas, de alguna manera emparentadas con el leninismo, emergieron en el antiimperialismo de esa época y en el pensamiento de la Reforma Universitaria. Los socialistas apostaron a la acción legislativa y a la posibilidad de crear en el Congreso un ámbito de representación. Pero había en el partido una incapacidad casi constitutiva para establecer alianzas o acuerdos, y aunque impulsaron algunas reformas legislativas no lograron dar forma a una fuerza política vigorosa, capaz de equilibrar a la derecha reconstituida o, siquiera, de precisar los puntos centrales del conflicto que se avecinaba. Su otra apuesta fue –a largo plazo– la ilustración de la clase obrera que, según suponían, se esclarecería en el contacto con la ciencia. De ahí su intensa acción educadora, a través de centros, bibliotecas, conferencias, grupos teatrales y corales y la Sociedad Luz. La difusión de ciertas prácticas en los grandes centros urbanos atestigua adecuadamente los cambios que –superada la crisis social– estaban experimentando los trabajadores y la sociedad toda. El fin de la lucha gremial intensa, la reducción de la sindicalización y el debilitamiento de 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 16 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" la Unión Sindical Argentina dan testimonio de la atenuación de los conflictos sociales. La Unión Ferroviaria, fundada en 1922 y convertida en cabeza indiscutida del sindicalismo expresó el nuevo tono de la acción gremial: un sindicato fuertemente integrado, férreamente dirigido en forma centralizada, negoció sistemática y orgánicamente con las autoridades, descartó la huelga como instrumento y obtuvo éxitos sustanciales. Por su parte, el Estado manifestó la voluntad de avanzar en una legislación social –sancionada en su mayoría durante la presidencia de Alvear–, que suponía a la vez el pleno reconocimiento del actor gremial: propuesta de regímenes jubilatorios para empleados de comercio y ferroviarios, regulación del trabajo de mujeres y niños y establecimiento del 10 de Mayo –convertido en un conciliador Día del Trabajo– como feriado nacional. Más allá de las coyunturas y de las revulsiones la sociedad argentina venía experimentando cambios profundos, que .maduraron luego de la guerra y que explican este apaciguamiento. Aunque luego del conflicto se reanudó la inmigración, la población ya se había nacionalizado sustancialmente. Los hijos argentinos ocuparon el lugar de los padres extranjeros, las asociaciones de base étnica empezaron a retroceder frente a otras en las que la gente, sin distinción de origen, se agrupaba para actividades específicas y la “cuestión nacional", que tanto preocupó en el Centenario, empezó a desdibujarse. La acción sistemática de la escuela pública había generado una sociedad fuertemente alfabetizada, y con ella un público lector nuevo, quizá no demasiado entrenado pero ávido de materiales. Crecieron los grandes diarios, con linotipos y rotativas; en 1913 Crítica, que respondía a ese nuevo público, y a la vez lo moldeaba, revolucionó las formas periodísticas, y otra vez lo hizo desde 1928 El Mundo. Las variadas necesidades de información y entretenimiento fueron satisfechas por los magazines, que siguieron la huella de Caras y Caretas y culminaron en Leoplán, o un amplio espectro de revistas especializadas, como El Gráfico, Billiken, Tit Bis o El Hogar. En los años siguientes la guerra hicieron furor las novelas semanales –un género entre sentimental y tenuemente erótico–, mientras que las necesidades culturales o políticas más elaboradas eran satisfechas primero por las ediciones españolas de Sempere y luego por las bibliotecas de Claridad o Tor. En una sociedad ávida de leer, estas publicaciones eran vehículo eficaz de diversos mensajes culturales y políticos, que circulaban también por las bibliotecas populares o las conferencias. Muchos leían para entretenerse. Otros buscaban capacitarse para aprovechar las múltiples oportunidades laborales nuevas, pero otros muchos lo hacían para apropiarse de un caudal cultural –tan variado que incluía desde Platón hasta Dostoievsky– que hasta entonces había sido patrimonio de la elite y de las clases más establecidas. La expansión de la cultura letrada forma parte del proceso de movilidad social propio de una sociedad que era esencialmente expansiva y de oportunidades. Fruto de ella. eran esos vastos sectores medios, en cuyos miembros podían advertirse los resultados de una exitosa aventura del ascenso: los chacarero s establecidos, que se identificaban como pequeños empresarios rurales, o los pequeños comerciantes o industriales urbanos, de entre quienes surgían algunos grandes nombres o fortunas importantes. Junto a ellos, una nube de empleados, profesionales, maestras o doctores, pues ese título siguió siendo la culminación, en la segunda o quizá la tercera generación, de esta carrera en la que la fortuna no podía separarse del prestigio. Quizá por eso la Universidad constituyó un problema importante para esta sociedad en expansión, y la Reforma Universitaria –un movimiento que estalló en Córdoba en 1918 y se expandió por el país y por toda América Latina– fue una expresión de esta transformación. Las universidades, cuyo propósito dominante era formar profesionales, eran por entonces socialmente elitistas y académicamente escolásticas. Muchos jóvenes estudiantes quisieron abrir sus puertas, participar en su dirección, remover las viejas camarillas profesorales, instaurar criterios de excelencia académica y de actualización científica, y vincular la Universidad con los problemas de la sociedad. La agitación estudiantil fue muy intensa y coincidió con lo más duro de la crisis social, entre 19'18 y 1922, al punto que muchos pensaron que era una expresión más de aquélla. Otros advirtieron que se trataba de un reclamo tolerable. Los reformistas recibieron el importante apoyo de Yrigoyen, lograron en muchos casos que se incorporaran representantes estudiantiles al gobierno de las Universidades, que se desplazaran a algunos de los profesores más tradicionales y que se introdujeran nuevos contenidos y prácticas. También elaboraron un programa de largo plazo, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 17 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" que desde entonces sirvió de bandera a la actividad política estudiantil, un espacio que desde entonces sirvió de antesala para la política mayor. El reformismo universitario fue, más que una teoría, un sentimiento, expresión de un movimiento de apertura social e intelectual que servía de aglutinante a las ideologías más diversas, desde el marxismo al idealismo, pero que se nutrió sobre todo del antiimperialismo latinoamericano, todavía difuso, y de la misma revolución rusa, con su apelación a las masas. Se vinculó con otras vertientes latinoamericanas, creando una suerte de hermandad estudiantil, e inyectó "un torrente nuevo y vital en los movimientos políticos progresistas. Pero además, expresaba algunas tendencias hacia las que la nueva sociedad era particularmente sensible. A pesar de que, avanzando en la década de 1920, los movimientos sociales contestatarios estaban en declinación, y de que la fuerte movilidad social desalentaba los enfrentamientos de clase por entonces dominantes en Europa hubo en esta sociedad una fuerte corriente reformista. Confluyeron en ella diversas experiencias de cooperación y cambio –desde la de los chacareros aglutinados en sus cooperativas a las de las sociedades de fomento en los nuevos barrios urbanos– que se alimentaron con las corrientes del pensamiento social y progresista de Europa y dieron el tono a una actitud reflexiva y crítica acerca de la sociedad y sus problemas. Esta actitud se fue plasmando en una cierta idea de la justicia social, probablemente alimentada a su vez desde fuentes ideológicas más tradicionales –como la de la Iglesia– pero igualmente preocupadas por la necesidad de adaptar las instituciones a una sociedad en cambio. Se trataba de una idea aún imprecisa, que no alcanzó a concretarse en una representación política eficaz, pero que circulaba también en el mundo de los trabajadores. Ellos mismos, influidos por la movilidad social y por las imágenes que ella creaba, se identificaban cada vez en menor medida con aquel sector segregado de la sociedad que, a principios de siglo, inquietaba a los intelectuales. No era fácil distinguir, fuera del trabajo, a un obrero ferroviario de un empleado, o a su hija de una maestra. En las grandes ciudades, y en las áreas rurales prósperas, se estaba constituyendo una sociedad más caracterizada por la continuidad que por los cortes profundos. La aspiración al ascenso individual y a la reforma social son sólo un aspecto de esa nueva cultura que caracteriza a estos sectores populares, entre trabajadores y medios. Los cambios en las formas de vida estaban modelando nuevas ideas y actitudes, que resultaron perdurables. El acceso a la vivienda propia cambió la idea del hogar y ubicó a la mujer – liberada de la obligación de trabajar– en el centro de la familia, que pronto se reuniría en torno del aparato de radio. Por un movimiento complementario, las hijas aspiraron a trabajar, en una tienda o en una oficina, a estudiar, y también a una creciente libertad sexual. Una cierta holgura económica, y la progresiva reducción de la jornada de trabajo –que junto al domingo empezó a incluir el "sábado inglés"– aumentó el tiempo libre disponible. Ello explica el éxito de bibliotecas, conferencias y lecturas, pero también el desarrollo de una gama muy variada de ofertas para llenarlo. El teatro había llegado a su apogeo ya hacia 1910. En las ciudades las salas se multiplicaron, tanto en el centro como en los barrios, y los grandes actores, como Florencia Parravicini, fueron quizá las primeras figuras que gozaron de una popularidad indiscutida. Después de la guerra, los gustos se deslizaron del tradicional sainete a la nueva revista, con "bataclanas" y con canciones. El tango fue definitivamente aceptado por la sociedad, y despojado de los rastros de su origen prostibulario. El tango-canción y el fonógrafo hicieron la popularidad de los cantantes, mientras las partituras, junto con los infaltables pianos, lo afincaron en las casas de clase media. Por entonces se cimentó la popularidad de Enrique Delfina, Enrique Santos Discépolo y Carlos Gardel, quien sin embargo sólo alcanzó su consagración popular en la década siguiente, a través de las películas que filmó en el extranjero. El cine –mudo hasta 1929– ejerció una fuerte atracción; las salas proliferaron en las ciudades y la cultura popular que se estaba acuñando, quizá marcadamente criolla, se nutrió de algunos nuevos elementos universales. Así, los nuevos medios de comunicación multiplicaban su influencia sobre las formas de vida y sobre las actitudes y valores de esta sociedad expansiva. También operaron sobre la sensibilidad deportiva, asociada desde principios de siglo con una actitud vitalista y con las concepciones higiénicas y el placer por el ejercicio y el aire libre, que desde la elite se habían ido difundiendo en la sociedad. La creación de clubes deportivos fue una de las 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 18 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" formas características del impulso asociacionista general. Progresivamente, algunas de sus actividades se transformaron en espectáculos masivos, que los medios de comunicación proyectaban desde su ámbito local originario hacia todo el país. En 1931 se constituyó la Liga Profesional de Fútbol, y de la mano de la radio y la prensa escrita, los clubes de fútbol porteños agregaron un nuevo elemento de identificación nacional, quizá tan fuerte como los símbolos patrios o la figura de Hipólito y rigoyen. La tendencia a la homogeneización de la sociedad, en torno de una cultura compartida por sectores sociales diversos, se acompañó de un proceso igualmente significativo de diferenciación de funciones. Una de sus manifestaciones fue la constitución de un mundo intelectual y artístico que, aunque estuvo impulsado por la creciente demanda cultural de la sociedad, definió una forma de funcionamiento que le era propia. Como ha puntualizado David Viñas, a diferencia de los "gentlemen-escritores" de fines de siglo, los artistas y escritores se sintieron profesionales, y algunos lo fueron plenamente. Tuvieron sus propios ámbitos de reunión – cafés, redacciones, galerías y revistas– y sus propios criterios para consagrar el mérito o abominar de la mediocridad. Desde 1924 Buenos Aires tuvo una "vanguardia", iconoclasta y combativa: ese año Pettoruti trajo el cubismo, Ernest Ansermet introdujo la música impresionista y se fundó la revista Martín Fierro, que en torno de la estética ultraísta nucleó a muchos de los nuevos escritores, ansiosos de criticar a los viejos. Otros muchos abrazaron la consigna del compromiso social y la utopía del comunismo, y entre ambos grupos – identificados con Florida y Boedo– se entabló una aguda polémica. Los puntos de coincidencia y los intercambios eran probablemente más que los de oposición, pero lo cierto es que los intelectuales empezaron a practicar por entonces un nuevo estilo de discusión, en el que la realidad local resultaba inseparable de la de Europa, Estados Unidos y la propia Unión Soviética, quizá más idealizada que conocida. LA ECONOMÍA EN UN MUNDO TRIANGULAR Con la Primera Guerra Mundial –mucho más que con la crisis de 1930– terminó una etapa de la economía argentina: la del crecimiento relativamente fácil, sobre rumbos claros. Desde 1914 se entra en un mundo más complejo, de manejo más delicado y en el que el futuro era relativamente incierto, al punto de predominar las dudas y el pesimismo, que sólo en algunos círculos se transformaba en desafío para la búsqueda de nuevas soluciones. La guerra puso de manifiesto en forma aguda un viejo mal: la vulnerabilidad de la economía argentina, cuyo nervios motores eran las exportaciones, el ingreso de capitales, de mano de obra, y la expansión de la frontera agraria. La guerra afectó tanto las cantidades como los precios de las exportaciones, e inició una tendencia a la declinación de los términos del intercambio. Las exportaciones agrícolas sufrieron primero el problema de la falta de transportes, pero acabado el conflicto se planteó otro más grave y definitivo: el exceso de oferta en todo el mundo, y la existencia de excedentes agrícolas permanentes, que impulsó a cada gobierno a proteger a sus agricultores. Más profunda fue la caída de las exportaciones ganaderas luego de 1921. Durante la guerra hubo repatriación de capitales, pero al finalizar ésta fue evidente que los tiempos del flujo fácil y automático habían terminado, pues los inversores de Gran Bretaña y los demás países europeos no estaban ya en condiciones de alimentarlo. Su lugar fue ocupado por los banqueros norteamericanos, como Margan, que también estaban comprometidos con los préstamos a Europa, de modo que el flujo estuvo condicionado a la situación económica general. El país experimentó con violencia los efectos de la coyuntura europea: vivió una fuerte crisis entre 1913 y 1917, se recuperó entre ese año y 1921, especialmente porque regularizó su comercio de guerra, sufrió entre 1921 y 1924 el sacudón de la reconversión de posguerra, y conoció un período de tranquilidad durante los "años dorados", hasta 1929, que sin embargo bastó para dar el tono general al período. La principal novedad fue la fuerte presencia de Estados Unidos que, aquí como en otras partes del mundo, ocupó los espacios dejados libres por los países europeos, en mayor o menor medida derrotados en la guerra. La expansión económica de Estados Unidos en la década de 1920 se manifestó en primer lugar por un fuerte impulso exportador de automóviles, camiones y neumáticos –para los que la Argentina se convirtió en uno de sus principales clientes–, fonógrafos y radios, maquinaria agrícola y maquinaria industrial. Para 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 19 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" asegurar su presencia en un mercado tentador, y saltar por sobre eventuales barreras arancelarias, las grandes empresas industriales –General Motors, General Electric, Colgate, entre otras– realizaron aquí inversiones significativas, que al principio se destinaron sólo a armar localmente las piezas importadas. También avanzaron sobre las empresas de servicios públicos –electricidad y tranvías– como propietarias y como proveedoras, particularmente de los Ferrocarriles del Estado, los únicos que por entonces crecieron. A diferencia de las inversiones británicas, y salvo en el caso de la maquinaria agrícola, las norteamericanas no contribuían a generar exportaciones, y con ellas divisas. Como por otra parte las posibilidades de colocar nuestros productos tradicionales en Estados Unidos eran remotas –pese a algunas expectativas iniciales– esta nueva relación creaba un fuerte desequilibrio en la balanza de pagos, que se convirtió en un problema insoluble. Por otra parte, la vieja relación "especial" con Gran Bretaña se sostenía sobre bases mínimas: las compras británicas de cereales y carne, que los británicos pagaban con los beneficios obtenidos por la venta de mate rial ferroviario, carbón, textiles, y con las ganancias que daban los ferrocarriles y otras empresas de servicios. Sus insuficiencias eran cada vez más evidentes: los suministros eran caros, Gran Bretaña no podía satisfacer las nuevas demandas del consumo y el capital británico era incapaz de promover las transformaciones que impulsaba el norteamericano. Pero, a la vez, la Argentina carecía de compradores alternativos, particularmente para la carne, sobre todo después de 1921. Hostilizados de modo creciente por los norteamericanos –que ya antes de la guerra los habían desplazado de los frigoríficos– los británicos podían presionar sobre el gobierno argentino con volcar sus compras a los países del Commonwealth, una alternativa por otra parte reclamada por quienes querían introducir a Gran Bretaña en el nuevo mundo del proteccionismo. En suma, como ha subrayado Arturo O'Connell, la Argentina era parte de un triángulo económico mundial sin haber podido equilibrar las diferentes relaciones. Manejarse entre las dos potencias requería de un arte del que el gobierno de Yrigoyen pareció escaso, mientras que el de Alvear fue, al respecto, más imaginativo y sutil, aunque tampoco encontró la solución a los problemas de fondo, que probablemente no la tenían. Pero además, se requería un arte especial para enfrentar las situaciones de crisis, cuando los conflictos entre las partes se exacerbaban y las pérdidas se descargaban en los actores más débiles: los productores locales, o quienes trabajaban para ellos. Desde 1912 se había conocido este tipo de tensiones en la agricultura; desde 1921 se manifestaron en un punto mucho más sensible y que afectaba a intereses más poderosos: la ganadería. Gracias a las ventas de carne enlatada, los años finales de la guerra fueron excelentes, beneficiándose no sólo los ganaderos de la zona central sino los de las marginales, y hasta quienes criaban ganado criollo. La situación cambió bruscamente a fines de 1920, cuando los gobiernos euro peas, que habían estado haciendo stock, cortaron sus compras, y los precios y volúmenes se derrumbaron. Las mayores pérdidas fueron sufridas por los ganaderos de las zonas más distantes, mientras que quienes poseían las tierras de invernada y suministraban el ganado fino para ser enfriado –y para el que se conservó una cuota– lograron sortear en parte las dificultades. La crisis –que terminó de definir la diferenciación entre criadores e invernadores– desató conflictos que en épocas de bonanza se disimulaban, frente a los cuales el gobierno de Yrigoyen reaccionó tarde y mal. En 1923, por presión de los criadores y con e! respaldo de! presidente Alvear, el Congreso sancionó un conjunto de leyes que los protegían, en desmedro tanto de los consumidores locales como de los frigoríficos. La oposición de éstos y de sus voceros políticos –los socialistas– fue de escasa significación, pero la resistencia de los frigoríficos resultó demoledora: interrumpieron sus compras y en pocos meses obligaron al gobierno a suspender las leyes sancionadas. El episodio probó el enorme poder de los frigoríficos, y de los grandes ganaderos directamente asociados con ellos, que resultó confirmado poco después. En los primeros años de la posguerra los ganaderos se ilusionaron con la posibilidad de colocar sus productos en Estados Unidos -lo que hubiera solucionado al menos en parte el problema de la balanza desfavorable-, pero a fines de 1926 e! gobierno de aquel país, con el argumento del peligro de la fiebre aftosa, decidió prohibir cualquier importación de la Argentina. Gran Bretaña esgrimió una amenaza similar, logrando de los aterrorizados hacendados la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 20 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" aceptación de que la vuelta al bilateralismo era la única solución, para ellos y para el país. La Sociedad Rural invitó ahora a restringir en general la presencia norteamericana en la economía, y lanzó la consigna de "comprar a quien nos compra", lo que implicaba defender las importaciones y las inversiones británicas y hacer pagar sus costos al conjunto de la sociedad. Las cuestiones relacionadas con la agricultura despertaban menos preocupaciones, pese a que, como consecuencia de la crisis ganadera, hubo un notable vuelco hacia esa actividad. La frontera agropecuaria pampeana se estabilizó en 50 millones de hectáreas; la agricultura creció en ella enormemente, así como su papel en las exportaciones. Se inició entonces un largo período de estabilidad, una suerte de meseta sin el crecimiento espectacular previo pero también sin los problemas y el estancamiento posteriores a 1940. La expansión se proyectó en esos años hacia las zonas no pampeanas, en las que el gobierno, impulsado por e! ministro Le Bretón, encaró una vigorosa empresa de colonización que absorbió los excedentes de población rural pampeana, así como nuevos contingentes migratorios. Así entraron en producción la zona frutícola del valle del Río Negro, la yerbatera de Misiones y, sobre todo, la región algodonera del corazón de! Chaco, que habría de tener importancia decisiva en el futuro crecimiento de la industria textil Los observadores no se engañaban acerca de esta calma, pues para todos estaban visibles los límites que suponía tanto un mercado mundial cada vez más difícil como el fin de las ventajas comparativas naturales, por el cierre de la frontera agropecuaria y el encarecimiento de la tierra. A eso se sumaba la escasez de inversiones, salvo en la mecanización de la cosecha, que solucionó el problema de la reducción en la mano de obra disponible, sobre todo por la desaparición progresiva de los migrantes "golondrinas". La pauta de conducta que hacía preferible mantener la liquidez de! capital y oscilar entre distintas posibilidades de inversión, acuñada en la etapa anterior y amplificada por la diversificación de la economía –que hasta entonces había impulsado eficazmente el crecimiento–, dejó de cumplir esa función en las nuevas condiciones del mercado mundial. Tulio Halperin señaló esa conciencia incipiente de los males, y a la vez, la escasa propensión a hacer algo para enfrentarlos de parte de una sociedad que, en cambio, empezaba a interesarse en la cuestión industrial. La guerra había tenido efectos fuertemente negativos sobre la industria que se había constituido en la época de la gran expansión agropecuaria: dependiente en buena medida de materias primas o combustibles importados, no pudo aprovechar las condiciones naturales de protección creadas por el conflicto. Pero apenas éste concluyó, comenzó una sostenida expansión, que se prolongó hasta 1930, caracterizada por la diversificación de la producción, que alcanzó así a nuevas zonas del consumo. Los contemporáneos atribuyeron en buena medida estos cambios a la elevación de los aforos aduaneros establecida por Alvear en 1923, pero probablemente fueron las ya citadas inversiones norteamericanas el principal factor de esa expansión, que alentó también a inversores locales. Entre otros casos similares, Bunge y Born, la principal casa exportadora de granos, instaló por esos años la fábrica de pinturas Alba, y en la década siguiente la textil Grafa. En buena medida, las nuevas industrias se equiparon con maquinaria norteamericana. Mientras éstos trataban de conquistar simultáneamente un mercado apetecible y parte de las divisas generadas por las exportaciones a Gran Bretaña, los sectores propietarios locales comenzaron a deslizarse hacia una actividad que parecía más dinámica que las tradicionales. Por entonces el tema de la industria empezó a instalarse en el debate, y constituyó e! eje del discurso del más lúcido buceador de la economía argentina de entonces, Alejandro Bunge, inspirador de la reforma arancelaria de Alvear. Es posible, como ha planteado Javier Villanueva, que en escala limitada tal reforma apuntara a alentar –mediante alguna traba al comercio– las inversiones norteamericanas sin aumentar los conflictos con Gran Bretaña, preocupada tanto por el destino de las divisas como por la creciente competencia en algunos rubros de su antiguo negocio, y particularmente los textiles. De este modo, la incipiente corriente industrialista agregó un nuevo elemento al debate central sobre las relaciones entre nuestro país y sus dos metrópolis, y de momento al menos, quienes vislumbraban en el crecimiento industrial el camino del futuro carecieron de peso para imponer sus convicciones. La propia Unión Industrial se sumó al grupo de los partidarios de "comprar a quien nos compra", una fórmula que, por otra parte, había sido acuñada por el embajador británico. Ni la cuestión agraria ni la industrial estaban en el centro de la preocupación de los 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 21 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" gobernantes, mucho más angustiados por los problemas presupuestarios. La guerra había puesto en evidencia la precariedad del financiamiento del Estado, apoyado básicamente en los ingresos de Aduana y en los impuestos indirectos y respaldado por los sucesivos préstamos externos. Todo ello se redujo fuertemente en los dos períodos de crisis, y coincidió con el advenimiento de la administración radical, que por diferentes motivos debía encarar gastos crecientes. El gobierno de Yrigoyen necesitó primero recursos para su política social y luego para la amplia distribución de empleos públicos, que constituyó su principal arma política en los últimos años. Desde 1922, Alvear empezó con una política fiscal ortodoxa y redujo fuertemente los gastos hasta que, por necesidades de la lucha interna con el yrigoyenismo, debió apelar –aunque más moderadamente– a la misma distribución de puestos que su antecesor, quien cuando volvió al poder, en 1928, hizo uso generoso de ese recurso. En ambos casos, los gastos del Estado aumentaron respecto de épocas anteriores, pero sobre todo su composición difirió sustancialmente, reduciéndose la parte de inversiones en beneficio de los gastos de administración, donde los empleados públicos pesaban fuertemente. En cualquier caso, era claro que el Estado debía buscar otra forma de financiar sus gastos. Inspirándose en reformas similares emprendidas en Francia e Inglaterra, Yrigoyen propuso en 1918 un impuesto a los ingresos personales. El Congreso prácticamente no lo trató entonces, ni en 1924, cuando Alvear insistió en la idea. En cambio, hubo un amplio debate en aquellos círculos donde se estaban discutiendo las cuestiones del futuro y Alejandro Bunge, entusiasta sostenedor de la idea, le consagró un amplio espacio en la Revista de Economía Argentina. Se trató de una discusión elevada y principista, donde se analizaban las cuestiones de libertad, equidad y justicia social que por entonces se debatían en Europa. Es posible que allí se generara el consenso que luego llevó a su rápida aprobación en 1931, luego ya de la crisis y de la caída de Yrigoyen. Pero por entonces las razones del bloqueo parlamentario fueron más pedestres:" los opositores se negaban a cualquier legislación que diera al presidente más recursos que, según suponían, se volcarían en menesteres electorales. DIFÍCIL CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA El frustrado debate fiscal ejemplifica las dificultades para constituir un sistema democrático eficiente, en el que las propuestas pudieran discutirse racionalmente y donde los distintos poderes se contrapesaran en forma adecuada. La reforma electoral de 1912 proponía a la vez ampliar la ciudadanía, garantizar su expresión y asegurar el respeto de las minorías y el control de la gestión. En ninguno de estos aspectos los resultados fueron automáticos, o siquiera satisfactorios. Respecto de la participación electoral, la masa de inmigrantes siguió sin nacionalizarse, de modo que los varones adultos que no votaban eran tantos o más que los que podían hacerlo; esta cuestión sólo se resolvió de manera natural, con el tiempo y el fin de la inmigración. Pero incluso entre los posibles votantes la participación no fue masiva: en 1912 –quizá por efecto de la novedad– alcanzó el 68% en todo el país, pero enseguida cayó a algo más del 50%, tocando fondo en 1924, con el 40%; sólo en 1928 –con la elección plebiscitada de Yrigoyen– repuntó espectacularmente, con valores que desde entonces se mantuvieron, en torno del 80%. Concedida, antes que conseguida, la ciudadanía se constituyó lentamente en la sociedad. Las múltiples y diversas asociaciones de fines específicos que la cubrieron -desde las fomentistas urbanas hasta las cooperativas rurales– contribuyeron a la gestación de experiencias primarias de participación directa, y al desarrollo de las habilidades que, por otra parte, la política requería: hablar y escuchar, convencer, ser convencido, y sobre todo acordar. También contribuyeron a otra experiencia importante: la gestión ante las autoridades, la medición entre las demandas de la sociedad y el poder político. Funciones similares cumplieron los comités o centros creados por los partidos políticos, que fueron cubriendo densamente la sociedad a medida que la práctica electoral se convertía en rutina. En buena medida funcionaban al viejo estilo: un caudillo repartía favores –tanto mayores cuanto más directa fuera su conexión con las autoridades– y esperaba así poder influir en el voto de los beneficiados. Los radicales, naturalmente, pudieron expandir, gracias al apoyo oficial, esta red clientelar que de .todos modos ya habían constituido en el llano. El propio gobierno utilizó 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 22 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" los comités para desarrollar algunas políticas sociales masivas, que aunque tenían claras finalidades electorales apuntaban a una nueva concepción de los derechos ciudadanos: la carne barata, o carne "radical", y también el pan o los alquileres. En cierto modo –sobre todo entre los socialistas– apuntaban a la educación y a la integración del ciudadano y su familia en una red de sociabilidad integral: capacitación, entretenimiento, cultura ... Pero en todos los casos contribuyeron a desarrollar las capacidades políticas. En ese ambiente se formó el nuevo ciudadano, educado y consciente de sus derechos y de sus obligaciones, y progresivamente se fue revelando la dimensión política de todas las actividades, de modo que gradualmente la brecha entre la sociedad y el Estado se fue cerrando. El crecimiento de los partidos da la medida del arraigo de la nueva democracia. La Unión Cívica Radical fue el único que alcanzó la dimensión del moderno partido nacional y de masas. Templado en una larga oposición, y constituido para enfrentarse al régimen, pudo funcionar eficazmente aun lejos del poder. Basado en una extensa red de comités locales, se organizó escalonadamente hasta llegar a su Convención y su Comité Nacional; una carta orgánica fundamentaba su organización, y su doctrina era, ni más ni menos, la de la Constitución, como gustaba de subrayar Yrigoyen. Pero además el partido demostró una preocupación muy moderna por adecuar sus ofertas a las cambiantes demandas de la gente. Quizá la expresión más acabada de su modernidad fue su capacidad para suministrar una identidad política nacional, la primera y la más arraigada, en un país cuyos signos identificadores comunes eran todavía escasos. Pero esa modernidad se asentaba en elementos muy tradicionales: toda la compleja organización institucional pesaba poco frente al liderazgo de Yrigoyen, y en la identificación de sus seguidores, el partido se fundía con su figura. Caudillo silencioso y recatado, que se mostraba poco y que jamás hablaba en público, empezó luego a estimular una suerte de culto a su persona: el país se llenó de sus retratos, de medallones, de mates con su imagen, en los que la gente identificó al presidente con un apóstol o un mesías. El Partido Socialista también tenía una organización formal y cuerpos orgánicos, y además tenía un programa, pero carecía de dimensión nacional, pues aunque logró algún arraigo en Mendoza, Tucumán o Buenos Aires, casi toda su fuerza estaba concentrada en la Capital. Allí, gracias a la penetración de su red de centros, y a su éxito en ofrecer una alternativa de control al gobierno, compitió palmo a palmo con el radicalismo y lo venció a menudo. El Partido Demócrata Progresista, por su parte, arraigó entre los chacareros del sur de Santa Fe y de Córdoba, así como en la ciudad de Rosario; junto con los temas agrarios desarrolló los de la limpieza electoral, y tuvo un cierto peso en la Capital. Los partidos de derecha sólo se constituyeron en el nivel provincial; aunque el Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires ejerció un liderazgo reconocido, y pudieron ponerse de acuerdo para las elecciones presidenciales, no se llegó a estructurar una fuerza nacional estable, quizá porque tradicionalmente esto se había logrado a través de la autoridad presidencial. En las elecciones nacionales, la UCR obtuvo algo menos de la mitad de los votos, aunque en 1928, cuando Yrigoyen fue plebiscitado, se acercó aI60%. Los conservadores reunidos obtuvieron entre el 15 y el 20% y lo socialistas entre el 5 Y el 10%, con excepción de 1924 – el año de la mayor abstención– en que ascendieron al 14%. Los demócratas progresistas tuvieron una evolución similar, aunque con cifras algo menores. Así, la UCR fue en realidad el único partido nacional, y sólo enfrentó oposiciones, fuertes pero locales, en cada una de las provincias, incluyendo grupos escindidos de su tronco, como el bloquismo sanjuanino o el lencinismo mendocino. La participación, finalmente, arraigó y se canalizó a través de los partidos, como lo testimonian las cifras de 1928 y la intensa politización previa de toda la sociedad. que finalmente estaba haciendo uso de la democracia. Pero en cambio el delicado mecanismo institucional, que también es propio de las democracias, no llegó a constituirse plenamente, y la responsabilidad le cupo a todos los actores. La reforma electoral preveía un papel importante para las minorías, de control del Ejecutivo desde el Congreso. Esa relación, que de algún modo podía remitirse a las prácticas institucionales anteriores, se mezclaba con otra nueva, que debía aprenderse, entre el presidente y la oposición. Si bien las relaciones del gobierno con los sectores tradicionales no fueron malas al principio –cinco de los nuevos ministros eran socios de la Sociedad Rural–, las que mantuvo con la oposición política fueron desde el principio 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 23 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" difíciles. Yrigoyen comenzó su gobierno con un Parlamento hostil, al igual que la mayoría de los gobiernos provinciales, y buena parte de su estrategia se dirigió a aumentar su escueto poder. Para ganar las elecciones, usó ampliamente el presupuesto. del Estado, repartiendo empleos públicos entre sus "punteros", aunque en Buenos Aires la competencia con los socialistas lo llevó a emplear métodos más modernos. En 1918 logró obtener la mayoría en la Cámara de Diputados, pero la clave seguía pasando por el control de los gobiernos provinciales, decisivos a la hora de votar. No vaciló en intervenir las provincias desafectas, organizando luego elecciones en las que triunfaban sus candidatos, y así su poder aumentó considerablemente, aunque nunca logró afirmarse en el Senado, y tropezó con dificultades imprevistas en Diputados, donde los legisladores opositores empezaron a encontrar aliados en muchos radicales que no aceptaban los métodos del presidente. Yrigoyen planteó un conflicto con el Congreso desde el primer día de su mandato, cuando descartó la tradicional ceremonia de la lectura del mensaje, y envió una breve comunicación, que leyó un secretario. Simbólicamente, desvalorizaba al Congreso y desconocía su autoridad, del mismo modo que lo hizo todas las veces que aquél, por la vía de la interpelación, intentó controlar sus actos: el presidente y sus ministros no sólo no asistieron sino que le negaron injerencia en los actos del Ejecutivo. Este cortocircuito institucional fue más evidente aún con las intervenciones federales. Durante los seis años se sancionaron diecinueve, y sólo Santa Fe no fue intervenida nunca. Sólo en cuatro ocasiones se solicitó una ley parlamentaria para intervenir provincias administradas por radicales, en las que había que terciar en conflictos internos. En quince ocasiones se hizo por decreto, ignorando al Congreso, para eliminar gobiernos adversos y "dar vuelta" situaciones provinciales. El método, en nada diferente al de Juárez Celman o Figueroa Alcorta, fue exitoso: en 1922 el oficialismo sólo perdió en dos provincias. Si Yrigoyen reiteraba prácticas muy arraigadas, que otros retomarían luego, su justificación era novedosa: el presidente debía cumplir un mandato y una misión, la "reparación", para la que había sido plebiscitado, y eso lo colocaba por encima de los mecanismos institucionales. Quizá por eso el "apóstol" empezó a ser deificado por sus seguidores. Más allá del contenido de esa reparación, lo cierto es que los mecanismos democráticos difícilmente pudieron arraigar en ese clima de permanente avasallamiento autoritario. Es curioso que quienes se convirtieran en custodios de la pureza institucional fueran aquellos que," en otras ocasiones antes y después, manifestaron escaso aprecio por dichos mecanismos. Lo cierto es que tanto conservadores como radicales disidentes –encabezados por el hábil Vicente Gallo– se hicieron fuertes en la defensa del orden institucional, y lo hicieron enconadamente, junto con socialistas y demoprogresistas, v, hasta salieron a la calle, en el agitado año de 1918, para reclamar por sus fueros. De ese modo, mientras el radicalismo y su caudillo hacían una contribución sustancial a la incorporación ciudadana a la vida política –en un estilo tradicional y moderno a la vez– fallaban no sólo en el afianzamiento sino en la puesta en valor ante la ciudadanía del sistema institucional democrático. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 24 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" RIC ARDO F AL CÓ N " N u e v a H i s t o r i a Ar g e n t i n a : D e m o c r a c i a , C o n f l i c t o S o c i a l y R e n o v a c i ó n d e I d e a s ( 1 9 1 6 - 1 9 3 0 ) " E di t or i al Su dam er i c ana LA CIUDAD Y LA VIVIENDA COMO ÁMBITOS DE LA POLÍTICA Y LA PRÁCTICA PROFESIONAL POR ANA MARÍA RIGOTTI Durante los gobiernos radicales la ciudad y la vivienda fueron gradualmente incorporadas como una esfera más de intervención pública en procura de una regulación rudimentaria de los mercados, las actividades económicas y las relaciones sociales. El desarrollo productivo de algunas regiones geográficas, la expansión urbana y el acceso a la propiedad fueron identificados como potenciales campos de reforma. Reformas que, si bien no alcanzaron a constituirse en un eje significativo de las políticas del Estado nacional, colorearon la disputa partidaria, estimularon la profesionalización de los técnicos e introdujeron cambios notables en el mercado inmobiliario, la ocupación del territorio y el habitar cotidiano de una clase media de creciente importancia. Simultáneamente los profesionales —arquitectos, ingenieros, urbanistas— ganaron espacio en las decisiones institucionales e introdujeron nuevos recursos interpretativos y operativos, con la promesa de transformar prácticas hasta ese momento inorgánicas y libradas a la iniciativa privada. LA INERCIA DE LA ESTRUCTURA Entre 1916 y 1930 se verificó una relativa continuidad del esquema espacial consolidado a principios del siglo y funcional a la incorporación del país al mercado mundial. Sin embargo, la notable reducción de la dinámica comercial durante la Primera Guerra Mundial y la posterior caída de nuestras exportaciones (debido al desarrollo agropecuario en los países centrales) mostraron la obsolescencia de un territorio diseñado como un embudo para canalizar los productos pampeanos y distribuir las importaciones, del que sólo quedaban excluidos algunos sistemas mercantiles arcaicos del área andina. El incremento del intercambio con Estados Unidos y la tímida alineación con las políticas panamericanistas también incidieron en un cambio de perspectivas respecto al orden geográfico. El Estado sólo logró concretar algunas iniciativas tendientes a perfeccionar la estructura territorial, fundamentalmente la expansión de las tierras cultivables hasta el límite ecológico de la pampa y la incorporación económica de algunas regiones marginales mediante la monoproducción. Los índices demográficos son indicadores rudimentarios, pero ilustrativos, de esta continuidad del orden espacial y de los intentos inorgánicos de transformación. Los censos, a pesar del extraordinario vacío entre 1914 y 1947, muestran la continuidad de los procesos de concentración de la población, los mercados y los servicios en el Litoral respecto al país, en las ciudades respecto al campo, y en la Capital Federal y los nuevos centros industriales del Gran Buenos Aires (Avellaneda, San Martín y Tigre) respecto a otros centros urbanos. Más notable aún es el crecimiento relativo de ciertos núcleos regionales. Chaco cuadruplicó su población gracias a nuevas empresas colonizadoras y a la explotación del quebracho (compensada con el auge del algodón luego de las crisis de 1919 y 1925) en tierras "liberadas" de manos de los indios y vinculadas por recientes conexiones ferroviarias. Misiones creció con la colonización privada de tierras enajenadas a bosques particulares sobre el alto Paraná con inmigración polaca y alemana. Lo mismo ocurría en Río Negro luego de la fundación de Villa Regina y la plantación intensiva de frutales. Para esta región también resultó decisiva la fundación del Parque Nahuel Huapi por el perito Francisco P. Moreno y la acción de la Comisión Pro Parques Nacionales del Sur, que organizó las primeras excursiones en 1924. El poblamiento de Santa Cruz y Chubut estuvo vinculado al desarrollo del ganado lanar y al establecimiento de frigoríficos en Río Grande, Puerto Deseado, San Julián y Río Gallegos. El de Jujuy y Tucumán, a la expansión del cultivo de la caña de azúcar que, luego de un estancamiento entre 1915/19, repuntó en la segunda mitad de los años '20. Otro factor reequilibrante fue la industria petrolera, en cuyo desarrollo tuvo fundamental incidencia la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1922, que fijó precios, reglamentó las 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 25 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" adquisiciones de las empresas privadas, amplió la flota de barcos y sumó a la explotación de Comodoro Rivadavia los yacimientos de Plaza Huincul, Salta (descubierto en 1926), Jujuy y Mendoza, construyendo en estos puntos comedores, hospitales y viviendas que estimularon la radicación de población. Los índices también muestran una alteración sustancial en los factores de crecimiento demográfico: las mejoras en los índices de mortalidad eran contrarrestadas por una "alarmante" disminución de la natalidad y de los aportes inmigratorios y, consecuentemente, de los coeficientes de crecimiento vegetativo. Esta situación causó no poca inquietud, alcanzando su punto más álgido durante la guerra (con inmigrantes que retornaban a luchar o atraídos por una suba de salarios que se extendió a los trabajos de reconstrucción) y contribuyó a un desplazamiento de la preocupación hacia los migrantes internos. La mortandad infantil en las provincias del noroeste, las "debilidades raciales" debidas a enfermedades endémicas y la eugenesia como nuevo saber auxiliar de las políticas del Estado fueron tópicos recurrentes en la época. La drástica reducción de las importaciones sólo se extendió hasta 1918, pero bastó para estimular un desarrollo notable de la industria liviana y de la producción de ciertos materiales como el cemento. Y si bien este incipiente desarrollo manufacturero no logró consolidarse y retrocedió con la renovación del comercio exterior, al concentrarse en pocos puntos vinculados a los grandes mercados de consumo y mano de obra del Litoral, reforzó el desequilibrio regional ya enunciado. Para concluir es necesario señalar las ya evidentes debilidades del ferrocarril como sistema excluyente de transporte y vertebrador de esta estructura regional. Su decadencia, coincidente con la de otras redes mundiales, se vio agravada por los efectos de la Ley Mitre de 1907. A partir de esa fecha no hubo nuevos emprendimientos ni extensiones de importancia, los únicos ramales construidos fueron los de la red patagónica de Ferrocarriles del Estado que vinculaba Carmen de Patagones con Bariloche, Puerto Madryn con Las Plumas, Comodoro Rivadavia con Colonia Sarmiento y Puerto Deseado con Las Heras. Como alternativa a un sistema que parecía agotado se discutieron políticas de desarrollo vial convergentes con las estrategias norteamericanas formalizadas en el Primer Congreso Panamericano de Carreteras que se realizó en Buenos Aires en 1925. Sin embargo, el desarrollo vial fue casi nulo. El proyecto de una Ley Nacional de Carreteras presentado en 1925 quedó reducido a la ley N° 5.315, que destinaba el 3% de las ganancias líquidas de las empresas ferroviarias (debidamente compensadas con la exoneración de las tasas urbanas) al desarrollo de una red caminera que se limitó a la construcción de caminos convergentes a las estaciones ferroviarias preexistentes, reforzando el sistema vigente. UNA NUEVA GEOGRAFÍA URBANA Lo que caracteriza el período no es el crecimiento demográfico de las grandes ciudades, sino la notable extensión de las plantas urbanas y un nuevo tipo de agregación física, social y de servicios. Se modificaron los usos del espacio público, los modos de sociabilidad y participación política, con una fuerte impronta de los lugares de residencia. Este proceso coincidió con la extensión de la escolaridad, la reducción de la jornada laboral y la redefinición de la estructura familiar, promoviendo la emergencia de un nuevo grupo social: los sectores populares. La extensión urbana fue impulsada desde principios de siglo para disolver los efectos de la pobreza y la politización obrera, y recuperar los núcleos históricos como centros representativos y de residencia de las clases medias y altas. La localización periférica de las industrias y los inmigrantes-obreros se justificaba como solución para "los que menos tienen". Las promesas de acceso a "la casita propia con jardín" y la aparente "sensibilidad social" de los pagos en cuotas parecían confirmarlo. Sin embargo, y más allá de las "pingües" ganancias para los que lucraban con la ciudad, deben leerse como un intento logrado de segregación cuyos efectos de "pacificación e integración social" resultaron evidentes en estos años. Hasta 1910 se podía hablar de ciudades compactas (donde convivían las casonas de los pudientes con los conventillos e inquilinatos) y de arrabales sobre la costa o en torno de algunos núcleos industriales (el Riachuelo en Buenos Aires, la Refinería en Rosario). Desde 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 26 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ese núcleo central, una serie de lenguas avanzaba sobre el territorio hacia pueblos autónomos fundados en las últimas décadas del siglo pasado en torno de los necesarios servicios y espacios públicos, y asociados a concesiones tranviarias o ferroviarias. Nos referimos a Flores y Belgrano en Buenos Aires; a El Saladillo, Fisherton, Alberdi, Eloy Palacios en Rosario; a Pueblo Nuevo, El Abrojal, General Paz, Alta Córdoba y San Vicente en Córdoba; a barrio Candiotti en Santa Fe, y a Playa Grande y Las Avenidas en Mar del Plata. Pueblos de recreo o suburbios residenciales para los que podían costear el transporte al centro, integrados al ejido a principios de este siglo. Les siguió una segunda ola de urbanizaciones a lo largo de los mismos ejes circulatorios y más próximos al centro (San Cristóbal Sur, Almagro, Caballito, Bajo Belgrano, Palermo, Villa Crespo en Buenos Aires; Arroyito, Sorrento, La Florida, Godoy, Arrillaga en Rosario; El Campito, Barrio Centenario en Santa Fe; Argüello en Córdoba; las expansiones al norte y oeste de la ciudad nueva en Mendoza), que lucraron con el camino abierto por esos primeros empresarios o resultaron de la expansión gradual de la trama medianamente consolidada. Esta estructura de núcleo y seudópodos se colocaba sobre una grilla de calles que sólo tenía entidad en el papel y que cubría en forma regular todo el territorio de las ciudades. Definida por los "planos de extensión" confeccionados por las oficinas municipales, esta cuadrícula salvaba con indiferencia bañados, arroyos y barrancas, ignorando las grandes instalaciones ferroviarias o industriales y colisionando sin conflictos con lógicas previas de la propiedad de la tierra. Una trama omnipresente y rudimentaria que hizo posible la subdivisión y comercialización de la tierra rural como tierra urbana y estimulo la extensión de la planta en manos de pequeños inversores privados, asegurando la eventual continuidad de las calles, y con ella, el acceso y la participación en el espacio público de una ciudad entendida como neutra unidad. Una red vial universal tras cuya uniformidad Adrián Gorelik ha leído una promesa de equidad e integración, una manera de conducir esa sociedad convulsionada y heterogénea hacia una comunidad de pequeños propietarios; soporte material y metáfora de esa ciudadanización inducida mediante la universalización de los derechos públicos promovida por el reformismo oligárquico de principios de siglo. ENTRE EL CENTRO Y LOS BARRIOS La expansión de la ciudadanía a través del lote a plazos y la casita autoconstruida requería de la puesta en uso urbano de ese informe campo de nadie que se extendía entre el centro consolidado y los pueblos suburbanos, y que se confrontaba con una barrera concreta: la viabilidad. Por viabilidad entendemos el trazado efectivo de esas calles representadas con líneas de trazos en los planos municipales, haciéndolas permeables a la circulación y a la extensión efectiva de los servicios. Calles que debían franquear una red ferroviaria caótica y tierras subdivididas en fracciones heterogéneas en su dimensión y potencial urbano, como eran heterogéneos los intereses de los propietarios que se "interponían" entre las vías de circulación y los potenciales loteos. Los márgenes reducidos de rentabilidad y las contradicciones entre el trazado teórico y la forma de las propiedades atrasaban la decisión de lotear y poner en viabilidad al siguiente propietario. La superación de estas dificultades no podía quedar en manos del empresario individual ni de municipios con presupuestos exiguos: sólo podía ser una obra involuntariamente colectiva, inducida desde una gestión local capaz de imaginar recursos de promoción indirecta. Las medidas fueron múltiples y variadas, demostrando la coincidencia de los intereses económicos y la imaginación política en la expansión de la planta urbana como recurso para el progreso —aparentemente— de todos. El principal fue la autorización de la apertura de pasajes subdividiendo las manzanas y duplicando el número de lotes frentistas de menor profundidad para facilitar su venta. Su atractivo aumentaba con ordenanzas por las cuales se exoneraba la edificación de viviendas económicas periféricas del pago de derechos de construcción y de la supervisión de técnicos. Asimismo fueron importantes la concentración de la inversión municipal en la extensión del pavimento y el alumbrado público, el traslado de los mataderos municipales e insalubres, e iniciativas tendientes a reducir los costos del habitar periférico: el boleto obrero y la promoción del colectivo como sistema más flexible para penetrar en esas áreas intermedias a urbanizar acompañando, y construyendo, la demanda. Un similar sentido de estímulo hubieran tenido las diagonales de los planos de 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 27 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Joseph Bouvard para Buenos Aires (1909) y Rosario (1911), comunicando los escasos núcleos suburbanos efectivamente poblados. En la medida en que el mercado de tierras se ampliaba más allá de la demanda real, fueron necesarios otros recursos para guiar una descentralización selectiva de esa periferia interna anodina y establecer criterios de prioridad para la expansión de los servicios urbanos. La creación de espacios verdes equipados con juegos infantiles, la habilitación de un sistema de mercados y ferias francas y los proyectos de bibliotecas populares, guarderías, unidades sanitarias y escuelas de artes y oficios, estuvieron pensados para acompañar y estimular la incipiente densificación suburbana. Otros recursos mayores para la promoción a partir de la diferencia fueron la red de parques (los tempranos parques Patricios, Sur y Chacabuco en Buenos Aires, el San Martín, el Ludueña y el bosque La Florida en Rosario, el J. B. Justo en Santa Fe, el Urquiza y del Solar en Mar del Plata, la avenida Costanera en Mendoza), los barrios de casas económicas financiados desde el gobierno municipal, la autorización de urbanizaciones de calles curvas y plantas concéntricas, o los retiros obligatorios en zonas publicitadas como "barrios jardín". Si bien todas estas medidas eran enunciadas con el mismo criterio de homogeneidad en la distribución que había guiado los "planos de extensión" de décadas anteriores, su prioridad estuvo muchas veces determinada por demandas específicas. Demandas de grandes propietarios que "donaban" tierras de cota baja para plazas y parques con la intención de estimular la venta de las parcelas adyacentes, de "asociaciones de vecinos" formadas por grandes propietarios con intereses comunes (Amigos de la Ciudad, Pro Fomento Edilicio, de Propaganda y Fomento o Pro Mar del Plata, para nombrar algunas) o de las cada vez más numerosas sociedades de fomento, promovidas desde el gobierno municipal para regular las demandas y consolidar liderazgos naturales a escala local, que luego habrían de ser cooptados por los aparatos partidarios. EL URBANISTA COMO NUEVO EXPERTO: PROMESAS DE REFORMA Y NUEVA CENTRALIDAD La expansión de la planta urbana no era el único modelo de ciudad. Disputaba con otro proyecto que alentaba la concentración y la centralidad cuyos antecedentes pueden rastrearse varias décadas atrás, por ejemplo en la propuesta de Madero para el puerto de Buenos Aires o en las iniciativas de Ramón Araya que fijaban límites a la creación de nuevos barrios y bregaban por una mayor incidencia de los técnicos, en Rosario. Este proyecto de una ciudad unitaria con límites precisos —burocrática y comercial— era defendido por los propietarios céntricos que, desde un discurso de condena moral a la especulación, cuestionaban la expansión ilimitada de servicios e infraestructuras que "beneficiaba a pocos" y debía ser costeada "por todos", en realidad por sus contribuciones territoriales. Este sector veía amenazadas sus ganancias por la ampliación del mercado de tierras y el acceso a pequeñas viviendas periféricas financiadas por los numerosos bancos hipotecarios del momento como El Hogar Argentino, La Constructora Nacional, el Banco Edificador Santafesino, el Constructor de Córdoba o La Plata, el Banco del Bien Raíz, La Casa Popular Propia, etcétera. Cuestionaban las extensiones de pavimento, los pasajes y las urbanizaciones sin servicios, e incluso propusieron un gravamen a las tierras baldías, suscribiendo algo tan alejado de sus intereses como el reformismo de Henry George. Las palabras e imágenes en juego —costaneras, parkways, parksystems, servidumbres edilicias y arquitectónicas, barrios jardín— se nutrían de una nueva disciplina urbanística cuyos principios habían alcanzado difusión internacional y que —abandonando el restringido repertorio de diagonales y puntos focales del "arte urbano"— pretendía proyectarse como nueva profesión. Los escasos expertos locales paliaban la falta de credenciales con una asidua presencia en los periódicos y las salas de conferencias, difundiendo entre intendentes, empresarios y "fuerzas vivas" promesas de racionalidad en las inversiones públicas, gobernabilidad de los mercados inmobiliarios y, por qué no, bienestar, salud y sosegada felicidad entre las gentes del pueblo. Técnicos, políticos y propietarios llegaron a coincidir en la figura del plan regulador como instrumento capaz de otorgar respaldo "científico" a la gestión de la ciudad, controlar las tendencias expansivas del crecimiento urbano, redefinir el sistema circulatorio adecuándolo al tráfico automotor, expulsar las 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 28 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" actividades disfuncionales y resistir los "atropellos" de las empresas concesionarias de servicios, cuyos enclaves en las áreas centrales se habían transformado en una "rémora para el progreso edilicio". Los primeros "planos de embellecimiento y extensión" proyectados por Joseph Bouvard para Buenos Aires (1909) y Rosario (1911) y por Benito Carrasco para Mendoza (1915) fueron cuestionados por sus "perspectivas esteticistas ya superadas". Se comenzó a difundir un nuevo concepto de urbanismo racional y razonable, atento a la particularidad del contexto físico y social, y nutrido en la experiencia y las normas francesas y alemanas. Una primera experiencia fue el proyecto de una Comisión de Estética Edilicia para Buenos Aires durante la intendencia de Carlos Noel (1925), integrando proyectos parciales anteriores en un "plan orgánico de reformas" que redefinía a la ciudad con relación a una ribera redescubierta en sus dimensiones escénicas y ganada a las actividades productivas. Mediaba entre los dos modelos de ciudad en conflicto. Por una parte, apostaba a fortalecer la centralidad con un bordado de focos monumentales sobre una red de diagonales y ensanches que vinculaba el área central con un sistema de barrios parque (sumergidos en una costanera parquizada) y una avenida de circunvalación que —como muralla— definía los límites de la Capital como ciudad esencialmente administrativa, dejando afuera e ignorando los vínculos inevitables con las industrias y las masas obreras. Por la otra, atendía a la periferia interna de barrios suburbanos con una extensa trama de avenidas cuyas encrucijadas habrían de oficiar de plataforma para el sistema de centros barriales que reclamaban las sociedades de fomento. Este ensayo fue seguido por otros planes del mismo B. Carrasco para Concordia (1925) y Córdoba (1926), y de J. Durand y A. Guido para Santa Fe (1927), culminando la década con la contratación de los ingenieros Della Paolera, Guido y Farengo para el Plan Regulador de Rosario, sobre un proyecto de reestructuración ferroviaria que este último había realizado cinco años antes. Promovido por las asociaciones de propietarios del área centro y norte de la ciudad, este proyecto, que se completó en 1935, fue ejemplar por el empleo de innovadores recursos técnicos para recuperar la "unidad urbana perdida" con un sistema de parques y un anillo de ciudades satélites que remitían al núcleo central renovado en torno de dos ejes monumentales de alta densidad, todo protegido por un zoning severo para contener las áreas industriales y portuarias, los barrios obreros y otras actividades "inquietantes". EL MUNICIPIO COMO ÁMBITO DE UNA CONCEPCIÓN ALTERNATIVA DE LA POLÍTICA Para comprender este proceso de extensión urbana —y de paralelos intentos de reforma— resulta indispensable referirnos a la agencia de un nuevo tipo de gobierno municipal que, dejando atrás su carácter de mero regulador de las iniciativas privadas, asumió un rol activo en la administración de la ciudad como ámbito y materia del bienestar colectivo. Ampliada la participación electoral y consolidado el radicalismo como partido de gobierno, otras fuerzas encontraron en el ámbito local un espacio alternativo de participación y definición políticas, enarbolando las banderas de la autonomía municipal, la eficiencia administrativa, la municipalización de los servicios públicos y la recuperación de ciertas incumbencias (educación, policía) perdidas en la creciente centralización de la política. Los "programas mínimos" de los socialistas y las "plataformas electorales" del Partido Demócrata Progresista dieron forma a este concepto ampliado de la gestión, incorporando iniciativas relativas a la cuestión social y urbana. En los Concejos Deliberantes se maduraron innovadoras estrategias tendientes a asegurar la rentabilidad urbana, con iniciativas que reforzaban el modelo de ciudad dispersa pensada desde sus barrios. Estos espacios políticos fueron los que dieron crédito a los urbanistas y a sus promesas de racionalidad condensada en un plan que permitiera encarar un proyecto de reformas de la ciudad. Rosario nos ofrece un ejemplo notable de estos ensayos de redefinición de la gestión municipal, vinculado al intento del PDP de perfilarse como partido moderno, pero también a estrategias de supervivencia de esta segunda ciudad de la República ahogada por una dependencia y pugna irresuelta con el poder provincial radicado en Santa Fe. Una particular combinación de reforma cívica, ingeniería administrativa y filantropía científica culminó con la sanción de la Carta Orgánica Municipal de 1933 —primera carta libre en nuestro país— con el acuerdo unánime de ocho partidos políticos, incluido el Comunista. Autonomía y 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 29 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" autarquía municipales, referéndum y posibilidad de revocar mandatos electivos, voto femenino obligatorio, cuerpo estable de funcionarios regulado por tribunales administrativos, municipalización de los servicios públicos, construcción de barrios de viviendas baratas, fomento del deporte, creación de bibliotecas, cooperativas escolares, colonias de vacaciones y escuelas especiales, fueron los puntos salientes de este documento que sintetizaba más de quince años de iniciativas concretadas o no. De todos modos, este proyecto reformista con base en los municipios quedó trunco con las intervenciones que acompañaron la "revolución" de 1930. A partir de ese momento las propuestas en el campo social, y hasta el urbano, fueron gradualmente desplazadas al ámbito provincial y nacional. EL CENTRO Y LOS BARRIOS El resultado de estos procesos de crecimiento y extensión fueron ciudades con un área central densa, y renovada, y una serie de barrios periféricos de límites difusos, pero de fuerte identidad vivencial. La construcción compacta de escasa altura en las áreas centrales comenzó a ser interrumpida por los primeros edificios en altura. En su mayoría se trataba de departamentos de renta que inauguraban un modelo alternativo de vivir en la ciudad, sin vínculos con la tierra pero más próximos a los estándares de confort difundidos por el cine, la publicidad y las revistas femeninas: locales diferenciados según función, cielorrasos bajos con gargantas de luz, calefacción central, cocinas integradas con artefactos de gas, ascensor, baño inglés, incinerador de residuos, ventanas metálicas con grandes paños vidriados y cortinas de enrollar. En un principio resultaron de la multiplicación en vertical de plantas con habitaciones alineadas en lotes estrechos y profundos, demostrando la flexibilidad del tejido urbano para adaptarse a nuevas tecnologías y densidades. A la "arbitrariedad" formal de la arquitectura pretenciosa de bases académicas (con sus contornos "caprichosos", agujas y cupulines), estos primeros "rascacielos" agregaron fachadas estrechas en las que se forzaban adaptaciones del sistema clásico y la exhibición desvergonzada de medianeras desnudas, aparentemente imperceptibles en su promesa de provisionalidad. La creciente densidad del tráfico y la ruptura de cierta homogeneidad constructiva sustentada en la tradición advertían sobre el inminente colapso de las áreas centrales. Se buscaron nuevas reglas que pusieran coto al creciente desorden formal mediante la regulación de alturas y salientes y premios a la mejor fachada, y al empobrecimiento de las condiciones de asoleamiento y ventilación con medidas mínimas para los patios de aire y luz. Se reclamaron nuevos vínculos con las áreas ribereñas para aliviar estos centros abigarrados con composiciones monumentales sobre nuevos espacios verdes. Se urgieron reformas en el sistema circulatorio a través de ensanches, ejes monumentales y plazas de estacionamiento; se estimuló la renovación edilicia con alturas mínimas sobre línea de edificación, impuestos a baldíos y reducción de la altura de los locales habitables; y se dispusieron nuevos instrumentos para expulsar a la periferia actividades y personajes disruptivos como comercios mayoristas, talleres, galpones, lavaderos, ranchos e inquilinatos. Los instrumentos para esta renovación pautada del área central fueron los reglamentos de construcción (Mendoza 1927, Rosario y Buenos Aires 1928, Mar del Plata 1929), que reconocían el hormigón armado como sistema constructivo, regulaban usos permitidos y establecían índices para asegurar la habitabilidad en las viviendas de los pudientes. También imponían la participación de técnicos —ya fueran arquitectos, ingenieros o técnicos constructores—, con un saber consagrado por la educación formal, como reaseguro para la supervivencia de este artefacto complejo en que se estaba transformando la ciudad. Más allá del centro estaban la dispersión y el largo camino a la casa propia: loteos de papel donde se levantaban viviendas aisladas de dos habitaciones con retrete y, a veces, galería, quintas, pastizales, hornos de ladrillo, algunos galpones y calles apenas dibujadas cuando existían. Un magma chato e informe donde se destacaban ciertos núcleos de centralidad: la plaza e iglesia de antiguos pueblos, urbanizaciones unitarias con viviendas prototípicas, calles comerciales donde se agrupaban las tiendas, la escuela religiosa y la fiscal, los primeros cines, alguna biblioteca o comité, la cancha de fútbol y un tejido más compacto de departamentos de pasillo con la vivienda del propietario al frente, en cuya fachada se ensayaban lenguajes modernistas. Fueron los gérmenes de los míticos barrios. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 30 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Generalmente sin bordes ni características definidos, tomando como límites las barreras para la conexión efectiva con la ciudad (vías férreas, galpones, tierras bajas o vacíos desurbanizados), identificados por el nombre del loteador o el de aquella fábrica, parroquia, club o estación ferroviaria que había condensado a la población. El acceso a la propiedad en cuotas —si bien lejos de la pintura rosa que algunos redescubridores del barrio han querido imprimirle— supuso una mayor estabilidad habitacional, junto con la posibilidad de establecer lazos sociales más permanentes vinculados al lugar de residencia y potenciados por nuevas rutinas familiares y laborales. Como señalaron Leandro Gutiérrez y Luis A. Romero, la reducción de la jornada de trabajo, el desarrollo de la escolaridad, el retiro de las mujeres de las fábricas, el aumento del tiempo libre, fueron paralelos a la sentimentalización del hogar y la jerarquización del rol materno y la economía doméstica como sustentos del ahorro familiar y el acceso a la casa propia, modo primario de acumulación al alcance de los nuevos ciudadanos. Paulatinamente los vínculos de los trabajadores dejaron de estar asociados a la fábrica, al patio del conventillo o las colectividades de origen, para construirse en torno a los barrios. La identidad clasista, contestataria y segregada de la primera década del siglo fue sustituida por estas nuevas identidades colectivas que incluían gentes de oficios y condiciones diversas. Los esfuerzos para transformar esos descampados inhóspitos en nuevos trozos de ciudad impulsaron la colaboración y el trabajo colectivo. Surgieron nuevos espacios de sociabilidad vinculados a la esquina, el café, los clubes de barrio, las parroquias, las cooperadoras escolares, las asociaciones de fomento o la biblioteca popular. También a los comités y las cooperativas de consumo, imaginados por el radicalismo y el socialismo en concordancia con la nueva geografía social. Estas experiencias barriales, entrelazadas con los mensajes del Estado a través de la escuela, y los nuevos medios de comunicación, como la radio, el cine, los folletines y las revistas para la familia, concurrieron a la constitución de una nueva cultura popular. De ella participaban sectores heterogéneos como trabajadores especializados, pequeños comerciantes, empleados, maestros, profesionales, a los que unía la aceptación de los rasgos básicos del orden político sostenido en las expectativas de mejoramiento individual. Un nuevo conformismo que tuvo como centro la familia nuclear con roles cada vez más diferenciados (padre proveedor, madre confortante y niño escolarizado) y como correlato este redimensionamiento de la identidad y la participación en torno a los barrios, reconocidos y potenciados desde el municipio, los partidos y la iglesia, y prolíficamente mitificados desde el periodismo, la literatura y la música popular. LA VIVIENDA COMO CAMPO DE DISPUTA POLÍTICA Se ha señalado que una de las particularidades de este período fue la incorporación de lo espacial al ámbito de la política. Nos hemos referido a la inercia de una estructura territorial desequilibrada y a los primeros intentos del Estado por integrar nuevas regiones al sistema productivo. Nos detuvimos en el proceso de expansión de las grandes ciudades y el rol promotor de un nuevo tipo de gobierno municipal; en el barrio como nuevo tipo de experiencia social vinculada a los lugares de residencia y sostén de la gradual integración de los trabajadores guiados por expectativas compartidas de movilidad social a través de la instrucción pública y el acceso a la propiedad. Pero quizás el campo más relevante de esta inclusión de lo espacial en la política haya sido la construcción de viviendas con fondos públicos para los trabajadores y las nuevas capas medias. La sanción de la ley 9.677 por la cual se creó la Comisión Nacional de Casas Baratas en setiembre de 1915 fue la culminación de más de diez años de debates e iniciativas en torno a la incorporación de la habitación obrera como responsabilidad del Estado. A comienzos de siglo, una rama reformista del régimen oligárquico había reconocido el carácter inevitable de la "agitación social" (que asociaba al crecimiento explosivo de los grandes centros urbanos) y aceptado la necesidad de un Estado capaz de liderar estrategias efectivas de cohesión social. Las primeras políticas sociales fueron postuladas como estrategias alternativas —y complementarias— a la mera represión y orientadas a los obreros, asignados como clase, pero entendidos como inmigrantes extranjeros que debían ser estimulados en su laboriosidad e integración social. Dentro de iniciativas destinadas a demostrar la voluntad de 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 31 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" la elite por reconocer "algunas necesidades sociales", y desplazar el conflicto desde el ámbito laboral a la esfera del consumo, la "carestía de alquileres" fue jerarquizada como principal causa de iniquidad y descontento. Se aprobaron tres leyes nacionales en 1904, 1907 y 1911 de "casas para obreros", avalando una intervención inédita del Estado en el mercado inmobiliario. Evaluaban el problema como un desequilibrio coyuntural entre oferta y demanda y, desde una lógica utilitarista más que moral o humanitaria, pensaban en un Estado empresarial capaz de generar un mercado alternativo de tierras y viviendas, sin preocuparse demasiado ni por la selección de los locatarios, ni por la normalización de sus conductas sociales y reproductivas. Por eso se limitaban a prescribir la exclusividad de baños, cocinas e ingreso como modo de neutralizar la sociabilidad del patio de los conventillos, para ellos caldo de cultivo de "ideas disolventes". La Comisión Nacional de Casas Baratas recién se constituyó en 1917 y suponía un modo diferente de pensar las políticas de vivienda. Su mentor, Juan Cafferatta, diputado católico de Córdoba y luego militante del radicalismo, defendía la construcción de viviendas individuales para ser otorgadas en propiedad como premio a los trabajadores más disciplinados y conservadores. El objetivo no era ya crear un mercado alternativo para abaratar los alquileres: por el contrario, se redujeron los montos y endurecieron las condiciones para la adjudicación y tenencia. Las viviendas financiadas por el Estado adquirieron un carácter inevitablemente modélico, instrumentables como compensación a algunos trabajadores, en desmedro de un conjunto abstractamente en las mismas condiciones de necesidad. Su fin no era económico, sino moral y cultural. Las viviendas fueron concebidas como crisol de una nueva célula social —la familia argentina— capaz de resistir desde estos hogares individuales (preferentemente casitas con jardín asociadas a la estética "de la teja y el bungalow") el mercantilismo y la corrupción de la ciudad cosmopolita. No se dirigían ya a los inmigrantes apelados como obreros, sino a una difusa franja de sectores populares pensados como electores. Por eso se privilegió a los nativos, los empleados, las familias constituidas con cierta estabilidad laboral y cierta capacidad de ahorro para acceder a la casa propia con créditos baratos. Pocas viviendas modelo, frondosos discursos y complejos aparatos jurídicos fueron los baluartes de políticas orientadas a inducir una moral propia de los sectores medios: regularidad familiar, ahorro, buena conducta y la propiedad privada como máximo valor vital. Todo esto desde una institución permanente y autónoma, demostrando que la ampliación del aparato del Estado para el acceso de los nuevos sectores profesionales era un objetivo en sí mismo. El debate se desplazó al tipo de vivienda "adecuado" para "la nueva familia argentina". Católicos y socialistas coincidieron en la urgencia de una drástica innovación tipológica, de la cual se hicieron eco las revistas para la mujer, los textos escolares, la publicidad y el cine. Se ensayaron agrupaciones que suplantaran la "casa chorizo" que alentaba la "disgregación", el subalquiler, la superposición del habitar y el trabajar, y carecían de los focos y jerarquías que estas nuevas familias reclamaban como escenografía. Se buscaron "máquinas de habitar" que indujeran la sociabilidad familiar en torno del living, con espacios exclusivos para el descanso nocturno (aislando debidamente a padres de hijos), incorporando el baño (para una mejor supervisión de los momentos de intimidad) y la cocina (para facilitar la mirada vigilante de la madre). Esta innovación tipológica no era un simple problema técnico; los efectos buscados tampoco se restringían al ámbito del hogar. Suponían la reformulación de las unidades económicas de convivencia y de sus vínculos con los vecinos, los lugares de trabajo y la ciudad. Respaldaban la autonomía de los trabajadores a partir del ahorro y las instituciones de ayuda mutua constituidas en los nuevos barrios. Redefinían la colocación del Estado frente a la desigualdad, fijando estándares mínimos de habitabilidad, y a una incipiente industria de la construcción a través de la producción masiva de unidades estandarizadas. En ese contexto se deben interpretar las propuestas formuladas desde diversas colocaciones ideológicas y de intereses, que no eran el simple producto de la incorporación de demandas sociales como responsabilidades públicas, sino que sirvieron como instrumentos para la disputa electoral, del control de la ciudad y del crédito público. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 32 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" LA HABITACIÓN POPULAR COMO PROBLEMA Varios factores concurrieron a otorgar importancia a la promoción estatal de viviendas para trabajadores. Era una manera de circunscribir el problema social a las grandes ciudades, donde eran más graves la carestía de los alquileres, la potencialidad disruptiva de los conflictos y el número de votantes. Además, permitía reducir la injusticia del sistema a un desajuste temporario, propio de un país joven con altos índices de crecimiento no compensados por la construcción de suficientes unidades de vivienda y que redundaba en "los alquileres más altos del mundo". En efecto, mientras en Hamburgo y Liverpool el alquiler insumía el 15% y el 11,7% del salario obrero, en Buenos Aires ocupaba el 35% para simples piezas de conventillo. Si bien los índices de hacinamiento mermaban con el sostenido éxodo a la periferia, la preocupación persistía asociada a la degradación física y moral en conventillos que también se reducían en número: del 14,4% de población en inquilinatos en Buenos Aires se pasó al 8,9% en 1919 y al 4% en 1929. Los trabajadores habían aceptado el conventillo como alojamiento barato, próximo al centro, adecuado a la movilidad ocupacional y sus expectativas de retorno; pero al abaratarse el transporte y las tierras, y estabilizarse en su trabajo, se sumaron a la expectativa de acceder a una pequeña casa con servicios y patio propios, por autoconstrucción o mediante créditos baratos. La situación sufrió un grave deterioro durante la guerra. Cesó la importación de materiales, las construcciones se paralizaron y su costo subió significativamente. Cinco años de dificultades económicas, huelgas y desempleo, a los que se sumó el fantasma de la Revolución Rusa, tuvieron su climax sangriento en la Semana Trágica y los levantamientos patagónicos que crearon una sensación de riesgo que recolocó a la legislación social como una promesa convocante, aun entre los contribuyentes. Al iniciarse las sesiones de la Cámara de Diputados en 1920 se presentaron siete anteproyectos de ley para un congelamiento de los alquileres como medida efectiva y efectista para neutralizar uno de los aspectos más irritantes de la carestía de la vida. Conmocionados ante esta alternativa, los propietarios urbanos y los industriales de la construcción pasaron a ser los defensores más activos de la promoción pública de viviendas baratas y a gran escala. Las iniciativas fueron múltiples pero convergentes, y el Congreso de la Habitación Popular, convocado por el Museo Social Argentino, resultó un escenario privilegiado para su despliegue y puso en evidencia quiénes habrían de ser los nuevos protagonistas: los municipios, el catolicismo y el socialismo, algunos grupos empresariales y los arquitectos instituidos como profesión. CATÓLICOS, SOCIALISTAS Y LA VIVIENDA COMO INSTRUMENTO DE REFORMA SOCIAL La Iglesia había incorporado tempranamente el tema de la habitación obrera como una de sus demandas al Estado en procura de neutralizar desigualdades irritantes y sostener el orden social. Sin embargo, recién en 1919 creó una institución específica —la Unión Popular Católica Argentina—, que ese año organizó la Gran Colecta Nacional destinando la mitad de lo recaudado a la construcción de cinco conjuntos tutelados por organizaciones catequísticas. Una comisión de arquitectos seleccionó los terrenos y coordinó los proyectos que debían adscribirse al modelo de "mansiones": estructuras unitarias que remitían al falansterio de Fourier, con una serie de servicios comunitarios entre los que se encontraban cantinas maternales, bibliotecas, cooperativas, lavaderos, talleres y jardines, que oficiarían como faros, atrayendo y guiando a los pobladores circundantes. Para los dos conjuntos más importantes —en Flores y Barracas— se llamó a un concurso nacional de gran repercusión en la época. Las propuestas ganadoras de F. Bereterbide y Quayat y Serra Lima oficiaron de cabeza de serie de este nuevo tipo de casas colectivas inscritas en una manzana, con una construcción continua en planta baja destinada a los servicios comunes, y viviendas agrupadas en pabellones paralelos que pudieran aislarse en caso de epidemias. El Partido Socialista también contaba con una cierta tradición en el tema. Juan B. Justo fue quien, en 1905, había impulsado la creación de la Cooperativa El Hogar Obrero, siguiendo el modelo de las building societies norteamericanas, para promover la capacidad 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 33 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" de autogestión de los trabajadores y competir con otras instituciones capitalistas que medraban con las expectativas obreras de acceso a la vivienda propia. Desplegaron una acción educativa promoviendo innovaciones en el diseño de las pocas viviendas construidas en dos conjuntos suburbanos en Ramos Mejía (1911) y Turdera (1914), y en dos casas colectivas en calle Bolívar (1913) y calle Cangallo (1927) con sucursales de la cooperativa de consumo en planta baja. Estos prototipos de planta compacta, donde se introdujeron los conceptos de living room y cocina funcional, fueron propicios para desplegar sus objetivos de desproletarización del obrero en hogares que estimularan el ahorro, la sobriedad, la higiene y un ocio edificante en torno a la radio y los libros compartidos en familia. Objetivos de elevación moral y material que también se promovían en los proyectos individuales que la cooperativa financiaba mediante créditos personales, en las conferencias de Nicolás Repetto sobre la nueva vivienda funcional, y en la revista La Cooperación Libre. Esta publicación hacía una apología del consumo racional como base del ahorro y la buena alimentación, y ensalzaba el rol de ecónoma de una mujer, ama de casa, rescatada de la fábrica. La acción de estas dos fuerzas superó el ámbito de estas construcciones por fuera de las lógicas del mercado inmobiliario. Su defensa de la vivienda como ámbito de reforma social fue notoria en los debates del Congreso Nacional y en los Concejos Deliberantes de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, donde Cafferatta, Gastón Maceda, Bas, Estrada, Repetto, Dickman, Zacagnini y Campos confrontaron, con propuestas más maduras y pretenciosas, iniciativas restringidas a estimular las construcciones o abaratar el crédito. LA COMISIÓN NACIONAL DE CASAS BARATAS Entre 1915 y 1919 esta comisión se limitó a organizarse y formar su cuerpo técnico. Convencidos de que el problema residía en la excesiva concentración de inmigrantes en la Capital Federal, interpretaron que su labor debía orientarse a una demostración pedagógica de la conveniencia de construir viviendas en el interior del país destinada a los gobiernos provinciales y municipales, los empresarios y las organizaciones de trabajadores. Invirtieron gran parte del tiempo en la discusión del tipo de vivienda más adecuado, pasando de la defensa de la vivienda mínima en alquiler, desarrollada en las casas colectivas Valentín Alsina y Rivadavia, a una clara preferencia por el barrio jardín periférico ensayado en los barrios Alvear y Cafferatta. La etapa comprendida entre 1919 y 1923 fue eminentemente constructiva y evidentemente influida por los debates sobre la carestía de los alquileres. En 1920 inauguraron los 67 departamentos de la casa Valentín Alsina, al año siguiente 160 viviendas de tres y cuatro dormitorios en Barrio Cafferatta, en 1922 los 41 departamentos de la casa Rivadavia y en 1923 otras 50 casas en Barrio Alvear. Estas primeras realizaciones fueron duramente cuestionadas en su eficacia técnica: las unidades triplicaban en su costo la típica casita suburbana de dos habitaciones y servicios de la época, quedando fuera del alcance de los trabajadores de menores recursos que habían dejado de ser los destinatarios de estos emprendimientos orientados —con preferencia— a empleados nativos que acreditaran cierta estabilidad laboral. Entre 1923 y 1929 este ímpetu constructivo se detuvo. Sólo se habilitaron 77 casas en Barrio Alvear (1926) y otras 30 casas en Barrio Rawson (1928) y se realizó en 1929 el concurso para la futura casa América. Las razones deben rastrearse en la reducción de los ingresos genuinos de la Comisión, los conflictos por falta de pago y los abandonos de conjuntos imaginados como islas de compensación económica. Al tornarse evidentes las debilidades económicas y técnicas de estos emprendimientos, y reducirse la "presión" de los trabajadores sobre el área céntrica debido a su éxodo en pos de la casita propia periférica, el rol del Estado en la construcción de viviendas volvió a ponerse en cuestión. EL MUNICIPIO COMO CONSTRUCTOR No es aventurado afirmar que en este período fueron los municipios de las grandes ciudades los que hicieron avances más concretos en el tema de la vivienda pública. Tomaron bajo su responsabilidad la construcción de barrios de casas baratas como un modo 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 34 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" de intervenir en los procesos de construcción de la ciudad y resolver conflictos sociales que parecían concentrarse en sus ámbitos de administración. La crisis de los alquileres y de la construcción, profusamente comentada y divulgada por los diarios, tuvo amplia y rápida respuesta en la ciudad de Buenos Aires. En diciembre de 1919 el intendente Cantilo envió al Concejo Deliberante un plan de abaratamiento de los artículos de primera necesidad que, luego de algunos ensayos, tradujo en numerosos proyectos de ordenanza. Cinco de ellos proponían originales formas de colaboración entre iniciativa pública y privada para la construcción de casas económicas: municipalización de la fabricación de ladrillos, estímulo impositivo a los que construyeran grupos de más de diez viviendas en terrenos propios, planos tipo a disposición de aquellos que encararan la autoconstrucción de su vivienda y un programa de edificación con recursos municipales. En 1922, este mismo intendente retomó una propuesta anterior de la Compañía de Construcciones Modernas para la construcción de diez mil viviendas financiadas, en sus dos terceras partes, por el municipio. El primer proyecto, aprobado en 1914, había quedado sin efecto por las dificultades aparejadas por la guerra. En el nuevo contrato se modificó levemente el tamaño de las habitaciones principales, pero los precios se duplicaron. El tipo de las viviendas, sin autor conocido, era novedoso. Se trataba de unidades doblemente apareadas (aptas para su construcción en serie tomando al terreno como tren de producción) que posibilitaban la subdivisión de las manzanas por tres estrechos pasajes por fuera de las reglamentaciones en vigencia. La racionalización de la planta permitía la concentración de baños y cocinas y eliminaba las circulaciones externas propias de la casa chorizo, pero manteniendo la neutralidad de las "habitaciones" para facilitar el subalquilen A poco de iniciadas las obras comenzaron las denuncias por la mala calidad constructiva. Recién en 1926, cuando ya se habían construido 2.600 unidades, se nombró una comisión investigadora que —tres años más tarde y luego de numerosas denuncias, abandonos de vivienda y falta de pagos— rescindió el contrato en términos ventajosos para la empresa. El municipio terminó pagando al contado más de cuatro mil viviendas mal construidas que —al parecer— nadie quería comprar, con sólo una merma simbólica para acallar las denuncias de los concejales socialistas y de las asociaciones de adquirentes. Mientras tanto el Concejo Deliberante había encarado la construcción directa de tres conjuntos de los cuales sólo se levantó el Los Andes, con un diseño de F. Bereterbide que reeditaba su proyecto para la Unión Popular Católica. En este caso, la innovación tipológica no pretendía la transformación de los vínculos sociales, sino la racionalidad constructiva y la disposición higiénica de las unidades: los únicos espacios comunitarios fueron una serie de jardines comunes. Entre otras experiencias similares en Córdoba, Salta, Mendoza, Entre Ríos, Bahía Blanca y Tucumán, una digna de comentar fue la de La Vivienda del Trabajador en Rosario, institución autárquica municipal que tenía a su cargo la emisión en bonos de casi seis veces el presupuesto anual municipal para la construcción de viviendas. Tras una serie de maniobras, que denotan negociaciones previas con la ya mencionada Compañía de Construcciones Modernas, se llamó a un concurso que ganó esta empresa como única oferente, con la potestad de elegir los terrenos, definir los tipos de vivienda y fijar los precios. Entre 1927 y 1929 se construyeron 600 viviendas en tres barrios localizados en los extremos de la expansión de la planta urbana, que estimularon el tendido de infraestructura y el poblamiento de las áreas aledañas e inauguraron un nuevo concepto de ocupación del lote —retiro de la línea de edificación y construcciones compactas sobre el frente— sentando las bases de lo que se entendió como barrio jardín. En 1929 la empresa logró rescindir el contrato, aparentemente por la falta de demanda de casas con un costo superior a las de un mercado depreciado. En realidad fue una salida rápida frente a un movimiento de resistencia generado por las deficiencias constructivas que derivó en la formación del partido político Liberación, con representantes en el Concejo Deliberante entre 1932 y 1936. Un conflicto en el que el gobierno municipal debió conceder indemnizaciones abusivas a la empresa y una quita del 40% en el costo de viviendas que, en gran número, permanecieron desocupadas durante años. Un pésimo negocio cuyas costas debió afrontar la totalidad de los contribuyentes y que signó —en este como en otros casos— el fracaso de los gobiernos municipales como constructores, que se retiraron de la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 35 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" escena dejando la vivienda pública en manos del gobierno nacional o provincial, con más fondos y desde políticas fuertemente centralizadas. MODERNIDAD Y NACIÓN, NUEVOS CAMPOS PARA LA ARQUITECTURA COMO PROFESIÓN Hemos comentado cómo los urbanistas, a pesar de ser pocos y tener que justificar un nuevo saber, pudieron entablar un diálogo productivo con las autoridades municipales y las asociaciones de contribuyentes, introduciendo novedosos recursos que prometían las reformas de las ciudades y de sus modos de crecimiento. Éste fue sólo uno de los campos conmovidos por la aparición del experto como nuevo protagonista de la vida pública y de la toma de decisiones sociales cotidianas. La reforma universitaria de 1918 había buscado, y logrado, el acceso a los claustros de los sectores medios. Inmediatamente se verificó una notable multiplicación del número de profesionales que debieron luchar por delinear y asegurar la exclusividad de sus incumbencias en el campo de la salud, el derecho, la economía y la construcción. Los arquitectos comenzaron a diferenciarse de los ingenieros, respaldados por una formación específica en las nuevas Escuelas de Arquitectura que subrayaba el sesgo artístico y cultural de la disciplina. También disputaron por un mayor protagonismo a través de sus asociaciones, sus publicaciones, como Revista de Arquitectura (1915), El Arquitecto (1920), Arquitectura (1927), El Constructor Rosarino (1923), Nuestra Arquitectura (1929), y las legislaciones tendientes a asegurar la exclusividad de sus incumbencias como el primer proyecto de Ramón Araya, que fue aprobado a escala municipal en 1918. Hasta ese momento la construcción de la ciudad había estado en manos de idóneos que basaban su hacer en las llamadas "reglas del arte" y en la reproducción de tipos edilicios tradicionales (las numerosas variables de la casa chorizo), fruto de años de ajuste al clima, los materiales del lugar, la subdivisión de la tierra y a una industria de la construcción que proveía de gran parte de los elementos como aberturas, rieles, vidrieras, columnas, moldes para la ornamentación de fachadas ya estandarizados según normas de composición elementales y repetitivas. A los pocos arquitectos —la mayoría con diploma extranjero— les estaban reservados los edificios públicos y algunas grandes residencias. Los nuevos profesionales debieron ampliar su esfera de acción abarcando desde el diseño de espacios urbanos, el proyecto y decoración de viviendas para los nuevos sectores medios y, aun, las casas para obreros. Los concursos, la elección de estos temas como ejercitaciones durante la carrera o la publicación de soluciones ejemplares en revistas como El Hogar o La Novela Semanal, fueron algunas de las modalidades elegidas para justificar su intromisión en estas nuevas áreas. Debían diferenciarse, además, de las respuestas que los constructores o los viejos arquitectos de formación académica habían dado en años anteriores. Los caminos fueron dos: la modernización del hábitat y la ampliación rotunda de los recursos plásticos, ahora coloreados por un debate estético y cultural sobre la condición argentina y americana, y sobre su particular inclusión en los procesos universales de modernización. EL "HOME" La modernización del habitar fue el campo más exitosamente explotado por estos nuevos profesionales. Sus propuestas para la burguesía y los sectores medios altos se centraron en una reorganización de los modos de vida vinculada a la flexibilización de las convenciones, el confort, la higiene, y hasta la vida al aire libre y el sport. La palabra home sintetizaba esta metamorfosis que aludía tanto a un nuevo concepto de la casa, como a una alteración de los vínculos y las rutinas cotidianas. Una adaptación a lo que las publicaciones especializadas denominaban "neurosis contemporánea", combinación ambigua de "dinamismo" y tendencia a la "simplificación" que el arquitecto-intérprete traducía en una reorganización de los espacios para dar mayor "sensación de amplitud". Las aberturas se agrandaron para que el sol rompiera con la "atmósfera" y la penumbra victorianas, las salas se unieron con el comedor formando el living room, y el mobiliario se redujo incluyendo placards empotrados, o llegando a la extravagancia de elementos plegables análogos al equipamiento de los camarotes. Nuevos escenarios para una vida 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 36 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" más ligera, "efímera", "positivista", que parecía condecirse con una distribución "clara y precisa", con espacios neutros de distribución (halles, íntimos, escaleras y circulaciones de servicio), baños "profusamente repartidos", cocina y lavaderos entendidos como laboratorios iluminados supervisables por la dueña de casa, garajes y un jardín arbolado al fondo. Todo esto con un aprovechamiento desprejuiciado de todo "lo práctico y lo útil" que la ciencia —y la industria norteamericana— podía dar: ascensor, frigidaire, calefacción central y la electrolux. En cuanto a la ambientación, el tono elegido era el de una "exquisita sencillez" asociada a ciertos elementos rústicos como barandas de hierro forjado, hogares en piedra gris, galerías coloniales, tejas o la "sofisticada elegancia" de las dobles alturas, los puffs, los cortinados opacos, la luz difusa, el color negro y los detalles en acero, bronce o cromo difundidos en numerosas variantes por los sets de las películas de Hollywood. Asumir una mentalidad moderna suponía dar preferencia a lo práctico, lo sencillo, lo económico (no tanto como condición presupuestaria sino intelectual y estética) sobre antiguos valores de elegancia y distinción. Los arquitectos comenzaron a privilegiar lo funcional sobre lo compositivo, a hablar de la necesidad de adecuar las fachadas a las plantas, de la especialización y reducción de las circulaciones, de las facilidades para el mantenimiento. La otra divinidad fue la higiene, y de su mano la ventilación cruzada, el asoleamiento de los cuartos y las superficies brillantes en baños y cocinas. El nuevo concepto de confort se asoció a una reducción de las superficies y de los cubajes superfluos: la altura de los locales disminuyó y las plantas se racionalizaron de acuerdo con una estudiada disposición compacta de espacios pensados para una función específica y un amoblamiento limitado y definido. Al mismo tiempo las familias se reducían en número: los hijos eran menos, los tíos, abuelos y allegados ya no vivían en la casa patriarcal. Un proceso lento que no sólo modificó la distribución de las viviendas, sino la ocupación del terreno, la relación con los espacios abiertos, las plantas, los objetos y los muebles. Estuvo acompañado por un cambio en los procesos constructivos y los reglamentos que permitían locales de menor altura y endurecían los requisitos para los patios internos. Un proceso gradual que sólo se concretó en algunos departamentos y petit hotels durante la segunda mitad de la década del 20, publicados y difundidos como paradigma de un nuevo modo de vida y de un nuevo saber, que lentamente habría de trasladarse a las viviendas más modestas. Paradójicamente, el otro campo de experimentación —y demostración de la capacidad de los nuevos profesionales— fue el de las viviendas para trabajadores, del que ya hemos hablado. Los concursos fueron frecuentes, y en este proceso participaron profesionales de primer nivel como Pasman, Lanús, Medhurst Thomas o Bereterbide. UNA ARQUITECTURA PROPIA Los nuevos arquitectos también se abocaron a una renovación del repertorio estilístico, alimentando un debate estético de inusual trascendencia. Lo argentino fue considerado como una condición singular, distinguible de una producción disciplinar hasta ese momento considerada como universal y liderada por l'Ecole de Beaux Arts de París. Esta inquietud debe pensarse en relación con preocupaciones europeas contemporáneas en torno a las identidades nacionales y la necesidad de construir tradiciones que estabilizaran comunidades sacudidas por la ampliación de la participación política y forzados agrupamientos posbélicos. Problemas similares acosaban a las jóvenes repúblicas americanas, especialmente las que debían remontar el impacto de una numerosa inmigración extranjera difícil de integrar, que también habían recurrido a la invención de instituciones y símbolos (ciudades capitales, banderas, himnos, uniformes militares) para la construcción de "lo americano". Crecía la preocupación por los efectos negativos de la modernización y de un sistema liberal que, además de estimular un notable crecimiento económico, había redundado en el predominio de los valores materiales y los intereses individuales sobre todo marco de referencia colectivo. A esto se sumó el pánico frente a los efectos de la movilización política de las masas y su acceso al voto. Una nueva generación de pensadores redescubrió la productividad de los valores irracionales para fundar vínculos de pertenencia a un país o a una colectividad. Se formaron nuevas alianzas fundadas en la raza o la geografía, que 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 37 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" tuvieron su correlato continental en el panamericanismo auspiciado por el Departamento de Estado norteamericano y los movimientos americanistas que resistían la hegemonía del país del norte desde una revalorización de lo hispánico luego de la independencia de Cuba. En el proceso de construcción de la Argentina como Nación la arquitectura siempre tuvo un lugar de privilegio como recurso simbólico. El lenguaje clásico y los estilos del pasado fueron usados para atribuir respetabilidad a las nuevas instituciones, con una decoración alegórica que enmarcaba la puesta en escena de desfiles y fiestas patrias orientadas a consagrar una versión de la historia que legitimara a la República y a la clase dirigente como expresiones supremas de un proceso heroico y compartido. A poco de comenzado el siglo, los críticos culturales se vieron ingratamente sorprendidos por la aparición de nuevos lenguajes de un simbolismo curvilíneo desplegado en edificios privados e instituciones de colectividades extranjeras, que subrayaban el progreso personal y las nacionalidades de origen de estos estilos nuevos como art nouveau, Secession, floréale, liberty, representativos de sus burguesías industriales. Frente al "snobismo" de estas nuevas clases medias —a las que se atribuía vulgaridad, materialismo e indiferencia política— surgió un movimiento reactivo por parte de las antiguas elites provinciales y de sectores nativos que se sentían amenazados y traducían un riesgo de grupo en riesgo nacional. Las resonancias en el campo arquitectónico fueron recogidas y difundidas por la Revista de Arquitectura de la Sociedad Central de Arquitectos, que publicó las inquietudes de profesionales jóvenes, en particular los escritos de Martín Noel, a quien se atribuye la conferencia fundacional del llamado estilo "neocolonial" dictada en el Museo de Bellas Artes en 1914 a su regreso de París luego de haber completado sus estudios. Se sumaron los aportes críticos de Hary, Karman y Christophersen, consagrados representantes locales de academicismo, que apoyaron viajes al interior del país para el reconocimiento de las arquitecturas coloniales que habrían de inspirar a las nuevas generaciones. Relevamientos y reconstrucciones entre los que sobresalen los del arquitecto alemán Juan Kronfuss, editados en 1920. Tras la denominación de neocolonial desfilaron, convivieron y disputaron propuestas muy diversas por sus representaciones del período colonial, por las fuentes que pretendía revivir, continuar o renovar, por sus valores estéticos y las soluciones ensayadas. Contaban con el antecedente del mission style: una recuperación de las misiones españolas en California que se asoció a un universo de fraternidad y pureza contrapuesto al materialismo y la artificialidad de la cultura de la costa este norteamericana y devino en estilo consagrado por las Exposiciones de San Francisco y San Diego de 1915 como alternativa nacional desde la cual competir con los estilos europeos sobre una base académica común. Algo similar se pretendía desarrollar en nuestro país. Entre los profesores, Christophersen y Karman promovían una arquitectura adecuada al clima, la geografía y los materiales locales, mientras Hary advertía contra pintoresquismos exotistas y alentaba un acercamiento a la arquitectura monumental española y a la tradición clásica, "latina". Entre los jóvenes, Noel defendía la fusión de elementos europeos y americanos —en la base de la arquitectura peruana de los siglos XVII y XVII— como camino para una auténtica tradición americana y que lo llevó a buscar en Andalucía una mezcla y pluralidad análogas que pretendía trasvasar al contexto local por su adecuación a la sencillez criolla. En Eurindia, Ricardo Rojas también había hecho una defensa de lo propio como síntesis, en su caso entre lo europeo y lo indígena, entre la tradición y la modernidad. A esta línea se sumó Ángel Guido, que pregonó la potencia de una respuesta genuinamente americana que identificó en el mencionado mission style y en la "pujanza orgullosa" de los rascacielos neoyorquinos, tomándolos como base para su propuesta de "reargentinización" de nuestras ciudades a través del urbanismo. Estos debates encontraron un marco generoso de exposición en las publicaciones profesionales y en los cuatro Congresos Panamericanos de Arquitectos realizados en la década del 20 en distintos países de América del Sur. El neocolonial fue rápidamente aceptado y pasó a integrar el elenco de estilos disponibles. Se lo premió en los Salones Anuales de Bellas Artes, en el concurso de la Caja Nacional de Ahorro Postal y en el del Museo de Bellas Artes. En las ciudades y los suburbios reaparecieron los fantasmas de viejos patios, claustros sombreados y muros blancos, macizos, con revoques gruesos y 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 38 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" decoración concentrada en los portales. Se multiplicaron las tejas, las rejas, los azulejos sevillanos, los miradores y los balcones trabajados en madera. Blasones heráldicos, columnas torsas, estrellas de ocho puntas, águilas y efigies de conquistadores sustituyeron a las pilastras griegas y los jarrones palladianos en la decoración de las fachadas; aun las guirnaldas y rosetones comenzaron a ser desplazados por motivos de la flora y la fauna incaicos. Algunos de los ejemplos más destacados fueron los motivos arequipeños ensayados en las casas Guido y Fracassi en Rosario, el compendio de citas de la casa de Rojas también por Guido, la reproducción de la fachada renacentista de la Universidad de Alcalá de Henares en el Teatro Cervantes de Aranda y Repetto, el plateresco del Banco de Boston de los arquitectos norteamericanos Chambers y Thomas, el neomudéjar mezclado con elementos del Barroco americano del Museo Fernández Blanco de Martín Noel o la otra reinterpretación arequipeña de E. Pirovano para la fachada del Banco Nación. El nuevo estilo mostraba su flexibilidad adaptándose a edificios de oficinas (Edificio Escassany de Noel en Rosario), de departamentos (Córdoba y Balcarce en Rosario de De Lorenzi) o adjetivando estructuras que se preciaban por incorporar todos los criterios de confort moderno como el Banco Popular Argentino de los hermanos Vilar. Sin llegar a ser hegemónico, se difundió en algunos edificios públicos como el Puente de la Noria, los criticados mingitorios del intendente Noel en Buenos Aires y varios mercados. Fue el preferido para instituciones de la colectividad española, los clubes de pelota, las estancias y las casas de campo, y se volvió cotidiano en los suburbios como una variante de elección para los chalés pintoresquistas, germen del chalé californiano que en la próxima década se transformaría en el modelo casi exclusivo de la casa suburbana y que luego sería adoptado como estilo de Estado durante el gobierno de Perón... pero ésa es otra historia. UNA NUEVA SENSIBILIDAD La crítica más acérrima a esta arquitectura nuestra —de ambigua definición y plena de incertidumbres estilísticas— provino de un vanguardismo influido por las vanguardias europeas. Este vanguardismo maduró en consonancia con algunas aventuras editoriales, en particular la revista Martín Fierro, que comenzó a aparecer en febrero de 1924 asumiendo con entusiasmo las consignas de Le Corbusier publicadas en L'esprit nouveau que le acercaban arquitectos allegados como A. Prebish y E. Vautier, que estuvieron presentes en el manifiesto inaugural de Oliverio Girondo. Una serie de artículos del mismo Prebish sirvió de fundamento estético. Cuestionaban la falta de actualidad de las instituciones artísticas, acusaban a la Comisión de Bellas Artes por su falta de compromiso con una "nueva sensibilidad" vinculada a la vida contemporánea y las nuevas teorías científicas y filosóficas, y llamaban a abandonar las "supersticiones del estilo" y la persecución de "tradiciones inexistentes". Invitaban a asumir una actitud comprensiva, sensitiva, respecto de una época "eminentemente económica e industrializada" cuyas leyes debían traducirse en relaciones plásticas necesariamente abstractas, apoyadas en pocos y elementales medios de expresión: planos, volúmenes, luz y color. Una plasticidad liberada de todo localismo o pintoresquismo, apta para un mundo dominado por el dinero y la técnica, cuyas fronteras eran arrasadas por la gran corriente homogeneizadora de la civilización. Estos textos no eran mucho más que transcripciones de los artículos de L'esprit nouveau y recurrían a ilustraciones similares: puentes, automóviles, silos, artefactos sanitarios, radiadores, muebles estándar, destacados contra pseudo ruinas griegas, consolas Luis XV y stands de la última exposición de arte decorativo en París. Con un leguaje ácido criticaban la decoración aplicada, los adornos tortuosos, las fantasías caprichosas de "arquitectos atados al pillaje de experiencias pasadas", la "arqueología desafortunada" del teatro griego en el balneario municipal de Buenos Aires o los "pastiches" del pasaje Güemes y el palacio Barolo por su absurda pretensión de rejuvenecer estilos viejos. En éxtasis alababan las obras de ingeniería —"sujetas sólo al cálculo, las leyes matemáticas y del Universo"— cuya "grandiosidad despojada" era presentada como modelo para una "pura creación del espíritu". Los humildes objetos de producción industrial "carentes de pretensión pero de discreta presencia" —estilográficas, grifería, bañeras, inodoros, llaves de luz— eran elogiados como 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 39 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" los herederos de una tradición "verdadera" de adecuación a las necesidades funcionales. Las formas netas y simples de los puentes de Freyssinet y de los silos americanos en hormigón armado eran comparadas con las pirámides egipcias y el Partenón por su "sumisión al número" y potencia estética. En síntesis bregaban por esa estética de planos desnudos y amplitud espacial que admiraban en la obra de Loos, Perret o Le Corbusier. Pero en casa sólo podían alabar los primeros proyectos de los mismos Prebisch y Vautier: una ciudad azucarera con claras referencias a la ciudad industrial de Tony Garnier, un grupo de casas en Belgrano con una superposición de planos de bordes netos aparentemente producto de plantas "bien orientadas" capaces de satisfacer "las exigencias de la vida cotidiana", o el proyecto para el Museo de Bellas Artes en La Plata de volumetrías ascéticas y ritmadas por un aventanamiento uniforme. Éstas fueron las primeras obras, con revoques lisos y sin cornisas, imaginadas como testimonio de una posible estética de planos desnudos, sustentada en el equilibrio de las proporciones y asociada a la elegancia, la sobriedad y la honradez. Una estética que —repitiendo los adjetivos empleados por Le Corbusier para valorar a los ingenieros— calificaban como masculina, ajena a toda frivolidad, blandura o sentimentalismo, propia de hombres de acción capaces de un enfrentamiento decidido con la vida. Una virilidad, según ellos, necesaria para resistir los encantos de la "sensibilidad" (esa mala consejera capaz de temblar trémula frente a las falsas sugestiones del pasado) y "entregarse" a la fuerza controladora y purificadora de la ciencia y la industria. Una ascética curiosa para doblegar los instintos y las pasiones individuales, y sumirse dócilmente al ritmo de la época que seguía circunscripta a lo estético, a la búsqueda de un estilo asociado a la pureza de la línea, el color blanco y los interiores claros, producto de un ajuste paulatino entre forma y fin utilitario al igual que los productos industriales que le servían de modelo. EL ART DÉCO COMO ESCENOGRAFÍA PARA UN MUNDO NUEVO El neocolonial y este vanguardismo purista, por el momento reducido a pocas obras programáticas y a escritos polémicos, fueron las dos posturas abiertamente contrapuestas que tensaron la puesta en debate de la estética de una nueva arquitectura cuyos ecos alcanzaron las páginas de los suplementos culturales y los editoriales de los principales diarios del país. Sobre este debate se pretendió fundar la legitimidad de una disciplina renovada en su lenguaje que, superando la mera cuestión edilicia, pretendía poner en el tapete la urgencia de un debate cultural que excediera el campo profesional y se comprometiera con el porvenir del arte argentino y de su potencial rol como aglutinador social. El desarrollo de estos dos movimientos fue casi simultáneo, si bien son vinculables a dos momentos diversos de nuestra historia: uno a la xenofobia del Centenario y a la presión creciente del panamericanismo; otro a las postrimerías de la Primera Guerra y a la alucinación de una nueva sociedad sin conflictos ni historia. Mientras al primero todavía le preocupaban los riesgos de una desintegración nacional ligada al liberalismo y los extranjeros, el segundo se apoyaba en la certeza de una nueva época signada por lo colectivo y los ideales comunes de una civilización universal. Ambos, sin embargo, coincidían en reclamar una recuperación del espíritu, que uno asociaba a la tierra y la raza, y el otro a las leyes del universo y el protagonismo de un arte argentino liberado del provincialismo dominante en las décadas anteriores, que se sumara con voz propia a un mundo cultural cada vez más internacionalizado. Este debate estético fuertemente ideologizado sólo alcanzó a un reducido grupo de los nuevos profesionales, si bien brindó motivos decorativos de los cuales otros abusaron sin conflictos según la ocasión o el cliente. Simultáneamente otra corriente estilística, el art déco, comenzó a difundirse como escenario de elección para el ya comentado "aligeramiento" en los modos de vida, junto con el jazz, las faldas cortas, las melenas y una liberación de los cuerpos pedagógicamente estimulada desde el cine, las revistas y el diseño de nuevos productos. Se puede describir como una tendencia a la estilización geométrica de motivos naturales, históricos o rescatados de culturas exóticas (egipcia, precolombina, asiría), con composiciones sustentadas en el equilibrio dinámico de líneas rectas, circunferencias y zigzagues asociadas a una articulación efectista de volúmenes y a 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 40 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" superficies luminosas y lisas de neón, cromo, acero inoxidable, linóleo, vidrio esmerilado y enchapados lustrosos. Un estilo que debía su nombre a la Exposición de Arte Decorativo de 1925 en París, tan criticada por Prebisch y Le Corbusier, y era producto de una síntesis de experiencias diversas entre las que se destacaban las geometrizaciones de la Secesión vienesa, diseños de F. L. Wright inspirados en las culturas mesoamericanas y las escenografías de las comedias musicales de Hollywood. Estas nuevas formas sirvieron de adecuado acompañamiento a las transformaciones del home y a sus ideales de modernidad, dinamismo y simplicidad. Sencillas en su manejo geométrico y económicas por la sectorización de sus motivos planos, se introdujeron masivamente como elementos ornamentales de fachadas y mobiliarios, sin necesidad de discursos justificatorios, salvo vagas alusiones a la velocidad y a la abstracción. Rápidamente se convirtió en el estilo popular, en la "atmósfera" preferida para la arquitectura comercial, las estaciones de servicio, los cines y los edificios de renta de las nuevas compañías de seguro, aunque también para los petit hotels de cielos rasos bajos y planta reducida que comenzaron a multiplicarse en el pericentro de las grandes ciudades y en los focos más densos de los nuevos barrios. Los modelos no sólo estaban en las revistas profesionales: la publicidad, las películas, el diseño de artefactos del hogar, los interiores de los nuevos transatlánticos, proveían permanentemente de renovados motivos. Por su apelación al cambio en la vida cotidiana estuvo estrechamente vinculado a las innovaciones tipológicas promovidas por los nuevos profesionales. Incluso llegó a fundirse con algunas búsquedas desde el neocolonial (por ejemplo, el Club Gimnasia y Esgrima de Rosario, de Guido), y con un registro más complaciente de la llamada nueva sensibilidad. En los años '30 habría de alcanzar una difusión masiva al ser adoptado por los constructores como gestos mínimos de decoro en las reducidas casas cajón que densificaron los barrios periféricos. Una experiencia de modernidad sin riesgos ni grandes compromisos que habría de ser la matriz dominante en la cultura argentina. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 41 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" CARLOS ALBERTO FLORIA / CÉSAR A. GARCÍA BELSUNCE " Hi st or i a de l os ar g ent i n os" E di t ori al Lar ou ss e LA ÉPOCA RADICAL HIPÓLITO YRIGOYEN, CAUDILLO POPULAR En 1916, triunfó el primer partido orgánico nacional nacido desde la oposición: la Unión Cívica Radical. Y con él llegó a la presidencia de la República uno de los líderes más notables y originales de la historia política argentina: Hipólito Yrigoyen. En esos dos datos se encuentran las líneas maestras de la política nacional entre 1916 y 1930, época de predominio radical. Las elecciones de 1916 fueron reñidas. Sobre una población de 1916 de 7.704.383 habitantes, estaban inscriptos y habilitados para votar 1.188.904 hombres. Concurrieron a los comicios 745.825 y la U.C.R. obtuvo poco menos de la mitad de los sufragios — 339.332—; los partidos conservadores de la provincia de Buenos Aires, Corrientes, San Luis, Santiago del Estero, Jujuy, La Rioja, San Juan y Mendoza lograron menos de la mitad del caudal de los radicales —153.406 votos—; el partido Demócrata Progresista 123.637; el partido Socialista consiguió en la Capital Federal 52.895 sufragios y el radicalismo disidente de Santa Fe 28.267. Los votos consagraban el triunfo radical, pero el mecanismo constitucional trasladaba la cuestión al Colegio Electoral, como esperaba Ugarte, quien horas antes de constituirse aquel había logrado que los conservadores y muchos demócratas progresistas votaran la fórmula Angel D. Rojas-Juan E. Serú, mientras L. de la Torre pedía a sus electores leales de San Luis, Cata-marca, Santa Fe y Tucumán que votaran la fórmula Carbó-Carlos Ibarguren. Cuando los votos se tradujeron en electores comprobóse que la U.C.R. había obtenido 143, y la mayoría necesaria era de 151. Esto alentó las maniobras de Ugarte, frustradas por el radicalismo santafesino, que al fin votó en favor de Yrigoyen. La U.C.R. logró, finalmente, 152 electores. Uno más que los necesarios. Desde el punto de vista del mecanismo electoral, el triunfo radical fue ajustado. Si se consideran los votos, fue amplio, pero distó de parecerse a un "plebiscito" como interpretaría luego Yrigoyen. Si se aprecia el espectro político de la época, distinguiendo entre los votos favorables al reformismo y los partidarios de una suerte de statu quo ante, los primeros — U.C.R., P.D.P., P.S. y U.C.R. de Santa Fe— reunieron 544.131 sufragios y los segundos 153.406. Pero si se suman los votos conservadores de los partidos provinciales propiamente tales y los "progresistas", los caudales reunidos no alcanzaban al de la U.C.R. Si se juzga, en fin, la representatividad política del nuevo gobierno en función del sufragio universal cuya ampliación introdujo la ley Sáenz Peña, la elección de Yrigoyen fue un triunfo claro. "Nadie es tan consciente como el historiador de la infinita diversidad de las personalidades humanas", pero nadie —y menos aún el historiador o el analista político— desdeña comparar personalidades, hallar grandes "tipos" ideales y referirse, con obvia prudencia, a tipologías. La personalidad de Hipólito Yrigoyen es un dato indispensable para comprender la política argentina de la época que tratamos. Sé bien que no soy un gobernante de orden común, porque en ese carácter no habría habido poder humano que me hiciese asumir el cargo... Soy un mandatario supremo de la Nación para cumplir las más justas y legítimas aspiraciones del pueblo argentino... Sé bien que he venido a cumplir un destino admirablemente conquistado: la reintegración de la nacionalidad sobre sus bases fundamentales... Este pasaje de los fundamentos del proyecto de ley de intervención federal a San Luis, escrito en 1921, contiene la concepción que Yrigoyen tenía de su "misión política". Se pueden hallar frases semejantes en numerosos documentos salidos de su mano, o de su inspiración. No era un "doctrinario" —¿dónde hallar el sistema coherente de ideas al que refiriese sus actos y acomodarse sus decisiones?—, pero sí un idealista o, quizá mejor, un "principista". Era a la vez un luchador, que puso en la táctica intransigente más constancia que el propio Alem, y en la actitud permanente del conspirador que debía actuar desde un poder que hubiera querido conquistar por la revolución, una paradojal consecuencia. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 42 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Jugador, con la imagen del prudente; imaginativo para el ejercicio de la política, con el semblante de un rígido que hizo de la "Causa" o de la adhesión a su capacidad carismática el catecismo laico para la "reparación nacional" y el signo que señalaba la división entre aliados y adversarios, entre sus fieles y sus críticos. Cuando operaba en aras de la Causa, se aproximaba al cínico de la política, que apela al "egoísmo sagrado". Pero era difícil en su tiempo y no es sencillo ahora recrear lo que fue "el caudillaje por el silencio", esa manera casi arcana que tenía Yrigoyen para conducir a través de las "medias palabras" o de la convicción personal. Caudillo carismático, según la compleja clasificación de Max Weber, hizo del silencio un gesto. Gregorio Marañón lo comparó con Oliveira Salazar, el líder portugués, e intuyó con agudeza en sus Ensayos liberales el valor político de aquel gesto: El secreto está en que en esa clase de hombres el gesto es precisamente el silencio, y la misteriosa invisibilidad... Pero así como se constituyó en el representante simbólico de los sectores medios, ávidos de participación política, irritó a los adversarios, y afirmó la constante "personalista" —el calificativo nació, en el sentido de un poder personal encarnado, asociado a su persona—, uno de los hilos conductores de nuestra historia política. Lo que ocurrió era previsible: por su estilo y por su gravitación. Yrigoyen fue un factor de polarización política. Se estaba con él o contra él. El "yrigoyenismo" —luego el "personalismo"— atravesó las filas de la oposición y del propio partido Radical. Octavio R. Amadeo llamó al radicalismo "la fracción española de la política argentina". La frase, ingeniosa, sugiere algunas vías de análisis. No sólo la que se relaciona con la extraña adhesión doctrinaria al krausismo por parte del caudillo, sino la que se vincula con una vertiente de la historia española expuesta en su momento y que discurre por el español y el americano del siglo XVII, cuando España elaboraba su quehacer imperial sobre dos ejes paralelos: el de la ortodoxia-heterodoxia y el del maquiavelismo-antimaquiavelismo. Porque el radicalismo yrigoyenista fincó su desarrollo en la crítica moral, para lo cual su credo político interpretado por el caudillo se transformó en ortodoxia, y en una suerte de antimaquiavelismo que vio en el realismo político un pecado y en la oposición una expresión larvada de la "razón de Estado", traducida en alianzas contra el partido gobernante que su líder descalificaría con un término que hizo época: el "contubernio". Este aspecto del comportamiento radical parece ratificar una línea interpretativa apenas recorrida y que se esboza así: la U.C.R. tuvo su origen en la época de los notables del 80 y "completa en el plano político la asimilación al modelo europeo: es 'moderno' allí donde la elite de 1880 era 'tradicional' (por ejemplo, la participación política ampliada como índice de modernidad). En cambio en lo económico... el silencio de la Unión Cívica Radical (hasta 1916 especialmente) frente a problemas clave del proceso económico y su reacción tipo 'indignación moral' frente al acento que sobre la actividad económica ponen sus opositores, representa en cierta medida un recurso a valores de tipo 'tradicional': es 'tradicional' allí donde la elite de 1880 era 'moderna'..." El radicalismo representa, pues, una expresión de la participación política ampliada a sectores hasta entonces marginados por el régimen; demanda la vigencia de la Constitución y el sufragio libre y se incorpora al sistema político con una estructura partidaria orgánica y nacional. En su programa incluye la defensa de las autonomías provinciales, lo que contribuye a afirmar la "nacionalización" de su estructura. Tiene un estilo y una forma de prédica apropiada a lo que ya se denominaba nacionalismo, y un líder que reemplazó las expresiones programáticas con el atajo de la simbología política. La conformación policlasista del radicalismo —que contenía en su seno a hombres procedentes de todos los sectores sociales políticamente activos— no interfería la disposición populista de su líder — más bien presentida que real, o en todo caso embrionaria de un populismo de masas que se perfilará recién en 1928—. Los cuadros dirigentes de la U.C.R. estaban formados por muchos hombres pertenecientes, por su extracción social y por sus actividades económicas o profesionales, o por ambas cosas a la vez, a la denominada "elite tradicional". Este dato es importante para explicar, en parte, la afirmación del "antipersonalismo" dentro del partido Radical. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 43 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Su base para la acción en el comité —el de la provincia de Buenos Aires fue por mucho tiempo el baluarte de las conspiraciones y de la acción política de Yrigoyen—, que servía de medio para el ascenso de una suerte de nueva clase dirigente que podía o no mezclarse con la tradicional, sin afectar la fuerza política de la organización. El comité —temido ya por Juárez Celman en escritos que citamos y conviene recordar— reemplazó al club, fue el instrumento de difusión del partido y la garantía de su unidad, aunque fuera laxa. Pero sólo el estilo y la imagen populista de Yrigoyen disimulaba un partido en el que aún la mayoría de su elite estaba compuesta por hombres que creían en valores análogos a los de sus adversarios conservadores. El principismo yrigoyenista operaba como un elemento galvanizador. El partido no era, para el caudillo, una "parte", sino el intérprete de la razón pública y el representante de la soberanía nacional. El pueblo de la república, al plebiscitar su actual gobierno legítimo, ha opuesto la sanción soberana de su voluntad a todas las situaciones de hecho y a todos los poderes ilegales. En tal virtud, el Poder Ejecutivo no debe apartarse del concepto fundamental que ha informado la razón de su representación pública, sino antes bien, realizar como el primer y más decisivo de sus postulados, la obra de reparación política que alcanzada en el orden nacional debe imponerse en los estados federales, desde que el ejercicio de la soberanía es indivisible dentro de la unidad nacional y desde que todos los ciudadanos de la República tiene los mismos derechos y prerrogativas... Es una parte de los considerandos que preceden al decreto de intervención federal a la provincia de Buenos Aires, del 24 de abril de 1917. El análisis de su contenido es elocuente: los comicios fueron para el líder radical un plebiscito. Los gobiernos no radicales pasaron a constituirse, por su heterodoxia, en situaciones de hecho. El radicalismo era una suerte de depositario de la razón pública, y no sólo de la voluntad popular. La estructura federal del Estado no era una valla infranqueable, pues para el perfeccionismo político de Yrigoyen los demás ciudadanos tenían el derecho de tener un gobierno radical, es decir "legítimo", como el gobierno nacional. La soberanía popular había pasado a ser la soberanía del partido, y dentro del partido, de su príncipe. No era una consecuencia de la lógica interna de la "Argentina de los partidos", sino de la proyección perfeccionista y mística de un caudillo carismático. Pero esa y otras consecuencias pondrían pronto en cuestión aquella lógica interna, mientras desde esa perspectiva no carecen de explicación hechos insólitos como la "ruptura de relaciones" del gobierno nacional con el de la provincia de Córdoba, en mayo de 1922, a raíz del triunfo del candidato demócrata Julio A. Roca ante la denuncia de fraude y la abstención radical. Tampoco aparece inusitada la oposición rígida que acosó a Yrigoyen desde todas las tribunas y desde el Congreso, que aquél ni pisó, enviando sus mensajes anuales para que fueran leídos ante congresistas indignados. La primera presidencia de Hipólito Yrigoyen está condicionada por una preocupación dominante: consolidar la gravitación nacional del partido Radical y organizar definitivamente su estructura interna. Yrigoyen llega a la presidencia con 64 años. Para el primer objetivo usa el recurso de la intervención federal a discreción, a partir de su peculiar interpretación de la causa de la "reaparición nacional" que se ha analizado. Interviene provincias por decreto en quince oportunidades, y por ley del Congreso en cinco más. Para el segundo propósito emplea a sus fieles a través de los comités del interior. Ambos objetivos hallarán resistencias fuera y dentro del radicalismo, estimulando alianzas entre aquellos que terminaron por calificar al presidente como un "autócrata". Sin embargo, opositores y adversarios internos tuvieron durante su gestión absoluta libertad de expresión. Sólo que Yrigoyen confiaba en otros instrumentos más eficaces que la retórica para dominar, como al cabo lo haría, tanto el panorama político nacional cuanto las posiciones partidarias decisivas. Era presidente y jefe del partido, y no dejaría de cumplir ambos roles pese a las críticas de lo que con el tiempo constituiría el movimiento "antipersonalista". En parte por esas preocupaciones dominantes, y en parte también por su modalidad paternalista y popular, otros hechos y temas de la época, fundamentales para sectores importantes de la política argentina, fueron relativamente secundarios para el presidente, que los trató siguiendo el itinerario de ciertos principios en los cuales creía, o ateniéndose a su intuición de la oportunidad. El caudillo tenía su ritmo y su manera de entender la política, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 44 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" y con su estilo atravesó períodos difíciles y sucesos que podrían haber herido su popularidad. Pero si se atiende al comportamiento presidencial respecto de la constelación de poderes de la época, puede explicarse con alguna coherencia por qué ninguno de los sucesos que tuvo que superar fueron suficientemente decisivos como para afectar el liderazgo de Yrigoyen, por lo menos en los seis años de la primera presidencia radical. Lo que caracterizó la relación de Yrigoyen con el mundo obrero fue una cuestión de trato, más bien que el resultado de un cambio de política. El presidente dialogó con frecuencia con dirigentes obreros y usó del arbitraje para tratar conflictos gremiales, pero el partido Radical no trajo consigo ningún programa de cambio económico-social que pudiese alterar la relación de fuerzas entre empresarios y trabajadores. Representativo de los sectores medios; Yrigoyen respondió a las aspiraciones de participación política de éstos, pero no se introdujo en la compleja trama de intereses económicos que las organizaciones obreras, dirigidas por anarquistas o por socialistas, trataban de romper. Las "luchas por la producción de ganado y carne proporcionan —se ha expuesto en una investigación reciente— probablemente el barómetro más exacto del clima político general de la Argentina, o por lo menos ningún problema aislado de la época resulta tan sugestivo". Aunque la apreciación del investigador pueda parecer exagerada, los datos que proporciona muestran a un Yrigoyen indeciso frente a conflictos concretos. En 1917, obreros de los principales frigoríficos intentan organizarse dentro de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) y los dirigentes de Armour y Swift —norteamericanos— los despiden. Las peticiones obreras se dirigían a obtener la jornada de ocho horas, el pago de horas extras, aumentos graduales de sueldos, el feriado del 1º de mayo... y frente a la posición rígida y agresiva de los frigoríficos, van a la huelga. Esta progresa, y es apoyada por sectores portuarios. Los estancieros se unen a los frigoríficos y la Sociedad Rural auspicia una reunión de la que resulta un petitorio a Yrigoyen para que actúe contra la huelga conducida, según los empresarios, por "agitadores profesionales". Intervienen los diplomáticos norteamericano y británico invocando la carestía de las provisiones para las tropas aliadas. El presidente envía a la Marina para romper la huelga. En el plano económico las discrepancias de fondo entre radicales y conservadores serían, al fin, escasas. Frente al recrudecimiento de la "cuestión social" Yrigoyen deja operar al aparato represivo policial, como durante la famosa "Semana Trágica" del 19, suerte de putsch anarquista que ocasiona centenares de muertos y heridos por la intervención de la policía sin provocación obrera. Y aun parece impotente para desalentar organizaciones civiles como la "Liga Patriótica", célula extremista de una derecha ideológica y social que se lanzara a la "caza del obrero", mientras meses después, en Santa Cruz, una rebelión de peones es reprimida por el ejército, ocasionando una matanza. Un testimonio apasionado pero original de aquella persecución sangrienta que complicó a militares y terratenientes en el 22, es la obra "La Patagonia trágica" de José María Borrero. La palabra "tragedia" abundaba, como se advierte, en torno de los problemas sociales de una época signada, además, por la repercusión de la revolución bolchevique y de la revolución mexicana. Frente a un proceso tan complejo, el radicalismo carecía de una política social y económica suficiente, pero el caudillo asimilaba las crisis. Un tema que conmovió a los argentinos, como a todo el mundo informado, fue la Primera Guerra. Las consecuencias de su desarrollo y proyecciones fueron esbozadas en torno del contexto internacional, y la actitud del presidente Yrigoyen —como antes la de Victorino de la Plaza— no fue ajena a las influencias ya apuntadas, sobre todo en el plano económico. Pero en el plano político, el presidente sostuvo la neutralidad de la Argentina a pesar de presiones y de críticas de entidades, periódicos y sectores con influencia intelectual que pretendían la ruptura con Alemania. Cuando ésta decidió la guerra submarina a ultranza, algunos buques argentinos —el "Monte Protegido", el velero "Otiana", el vapor "Toro"— fueron al fondo del mar. La presión llegó a su límite a propósito de un episodio diplomático: la embajada de los Estados Unidos interceptó un telegrama enviado por el embajador alemán Karl von Luxburg en el que informa a su gobierno el rumbo de buques argentinos, recomienda su hundimiento y califica al ministro Pueyrredón de "asno". El episodio era, en verdad, de una factura tan grosera como agraviante y peligrosa para la Argentina. Si algún asno actuaba en la política de entonces, ése era el conde Luxburg cuya expulsión inmediata decidió el gobierno argentino, reclamando satisfacciones al alemán. Las obtuvo, así como el 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 45 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" desagravio a la bandera al terminar la guerra. Yrigoyen sorteó las demandas belicistas de la opinión favorable a los Aliados sacando provecho de la incoherencia de los críticos, que habían aceptado —y defendido, como hizo Lugones, entre otros— las excusas británicas cuando el hundimiento del vapor argentino "Presidente Mitre". Vista la cuestión retrospectivamente, nos parece que la conducta de Yrigoyen fue inteligente. En primer lugar hemos dicho algo acerca de lo que fue la Primera Guerra y de la forma en que dirigentes supuestamente capaces se zambulleron en el conflicto. En segundo lugar, el tema de la neutralidad estuvo presente en casi todos los países que no se mezclaron de inmediato en el conflicto y contaba con la mayoría de los pueblos. Sin necesidad de reiterar el proceso interno norteamericano, baste recordar lo que costó a Wilson sacar a su pueblo del aislacionismo. Por otra parte, los agravios al honor nacional se reunieron allí con intereses económicos y estratégicos concretos. Neutrales europeos, como Italia, escuchaban a un Salandra recomendar la práctica del "sagrado egoísmo", una versión de la neutralidad ayudada por el regateo diplomático. Y un hombre prestigioso como Gio-litti, alma del partido Liberal, coincidía en el neutralismo que apoyaban los socialistas —por su pacifismo—, y los políticos católicos, que seguían la consigna de la Santa Sede, benigna hacia el católico imperio austro-húngaro. ¿Para qué añadir más? ¿La Argentina estaba a merced de intereses que no dominaba? Yrigoyen interpretó a la mayoría, siguió en esto a de la Plaza y fue vocero del hombre medio. Se comportó otra vez como un principista, y acertó, pese a las críticas emotivas de muchos de los adversarios más inteligentes, algunos de los cuales irían luego a los Estados Unidos para explicar la política exterior argentina y justificarla ante esa potencia que había obrado, en todo caso, impulsada por su particular interpretación de su interés nacional en el mundo. Lamentablemente, ni Yrigoyen ni sus ministros tuvieron los recursos intelectuales para imaginar una política económica independiente —en términos relativos— como la que sostuvo en el campo internacional. Esta se prolongó en la Sociedad de las Naciones donde algunos de los Catorce puntos de Wilson parecían desvirtuados y las discrepancias entre los vencedores revelaron muy pronto el choque de intereses. Las instrucciones de Yrigoyen a la delegación argentina fueron que no se hicieran distingos entre neutrales y beligerantes, consagrándose el principio de la igualdad de los Estados. Otra vez aparece el principismo de Yrigoyen, que condicionó la permanencia de la delegación argentina a la aceptación de esos postulados. Alvear, entonces embajador en París y miembro de la delegación, se opuso. Yrigoyen insistió en un telegrama de antología, con su estilo, su lenguaje, sus frases insólitas. Sólo Honorio Pueyrredón respetó las instrucciones, pero intentó soslayar la conducta recomendada por el presidente. La delegación procuró que éste concediera una conducta menos rígida. Los telegramas no tuvieron contestación. El 6 de diciembre de 1920 se leyó la nota señalando la posición argentina, y la delegación partió en seguida de Ginebra. Según Yrigoyen, el radicalismo tenía una misión para la Argentina, y ésta para el mundo. Ni más ni menos. En 1919 la tensión social culmina con hechos sangrientos y más de 350 huelgas, y una demostración de fuerza de la F.O.R.A. que reúne en un mitin en la plaza del Congreso 150.000 asistentes y setecientos gremios representados, derivando hacia el comunismo anárquico. La renovación ideológica había llegado a los medios universitarios a través de la Reforma, que tiene su epicentro en Córdoba, entre 1917 y 1918, y se difundirá por toda América Latina. "El movimiento de reforma confiesa la doble inspiración rusa y mexicana; esos ejemplos le animan a luchar por una modificación de los estatutos universitarios que elimine el todo poder de los profesores (reclutados demasiado frecuentemente dentro de diques que son, a su vez, parte de los sectores oligárquicos) obligándolos a compartir el gobierno con los estudiantes (provenientes en parte de sectores sociales más modestos, pero sólo excepcionalmente populares)..." La Reforma universitaria se manifestó, pues, como una prolongación de la reforma política contra el "régimen", en la medida que la Universidad había otorgado a la estructura de poder vigente hasta el 16 la mayor parte de sus dirigentes, y la comunicación entre el sistema político y el subsistema universitario era entonces fluida. Los radicales adhirieron a la Reforma e Yrigoyen pudo eludir así la crítica ideológica, para concentrar su trabajo en neutralizar a los críticos políticos. Al promediar el período presidencial, Yrigoyen había provocado un clima de crisis en su propio partido y el acercamiento de los partidos opositores. Pero antes de esbozar esa problemática, que se plantea hasta el momento en que se decide la sucesión presidencial, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 46 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" es preciso observar aspectos de una crisis futura que se advierten en el paulatino reingreso a la arena política de un antiguo protagonista, ahora profesionalizado: el ejército. Los militares aceptaron sin problemas el acceso pacífico de los radicales al poder y asimilaron el neutralismo rígido de Yrigoyen. Pero al tratar más adelante la intervención política de los militares como una suerte de "partido político armado", ¿cómo no computar —entre causas más complejas— las reiteradas intervenciones federales que motivaron con frecuencia su convocatoria con fines que solían identificarse con objetivos partidarios y crearon un factor de diversión respecto de lo que los militares llamaban sus "actividades específicas"? Si este dato no es desdeñable para interpretar el proceso político futuro, también es interesante el hecho de que Yrigoyen aplicase su concepto de "reparación" al propio ejército. Pasó por alto los reglamentos de promoción militar para rehabilitar a ex revolucionarios del 90, del 93 y de 1905. Nada había por encima de la "Causa", y esos militares habían luchado por ella. Eso provocó el brote de facciones militares, y de logias para defender el profesionalismo, pero que a la postre se convertirían en una "oposición faccional" dentro del sistema. En 1920 surgió la Logia General San Martín. Varios factores incidieron en su formación: la tolerancia del ministro de Guerra hacia oficiales políticamente comprometidos con Yrigoyen y que demostraban públicamente su apoyo al presidente; favoritismo y arbitrariedades en las promociones; deficiencias en el entrenamiento de los conscriptos; y la defección administrativa tanto en la dotación de las fuerzas armadas como en formas de intervención que afectaron, desde la perspectiva militar, la disciplina interna de dicha corporación. La Logia General San Martín no surgió contra los radicales, sino por motivos corporativos fundados en políticas específicas que sus componentes no admitían. Pero expresó una manifestación política de los intereses de las fuerzas armadas. No fue extraña a la preocupación de éstas por la proclividad de Yrigoyen a designar civiles para el cargo de ministro de Guerra. Cuando se aproximaba el cambio de gobierno y se perfiló la candidatura de Alvear, la Logia presionó para que éste no designara, una vez electo, al general Dellepiane, próximo a Yrigoyen, sino al entonces coronel Agustín P. Justo, durante siete años director del Colegio Militar y vinculado a los círculos aristocráticos de Buenos Aires. En una oportunidad, incluso Justo puso de manifiesto una actitud elocuentemente crítica hacia Yrigoyen, realizando por su cuenta un homenaje a Mitre, formando a los cadetes frente al museo del procer y líder de la política del "acuerdo" —según la visión de Yrigoyen, que pasó por alto el aniversario—, o de la política liberal de la Organización —según quiso subrayar Justo—. Estos hechos fueron, tal vez los primeros pasos concretos en un itinerario que llevaría a la politización del ejército en términos del siglo XX. En 1922, la Logia había impuesto ajusto como ministro de Guerra de Alvear. Sin embargo, los propósitos dominantes de Yrigoyen en el escenario político nacional encontraron franca resistencia entre los políticos de la oposición y entre radicales que disentían con su conducción personalista. En 1918, Rodolfo Rivarola se lanzó a justificar la necesidad de un "tercer partido" en la política nacional, que reuniera a los que no eran radicales ni socialistas. Mientras tanto, el comité de la Capital de la U.C.R. designa una comisión compuesta por Carlos A. Becú, Santiago C. Rocca, José P. Tamborini y Enrique Barbieri, y ésta produce un documento titulado "Programa y acción del partido Radical", que acusa la derrota de los radicales capitalinos en manos del socialismo en ese mismo año y revela la crisis interna del partido oficial. El documento se manifiesta "antipersonalista", reclama "la separación entre el partido militante y el gobierno", exige que la U.C.R. se defina frente a los problemas políticos, económicos y sociales indicando "la necesidad de un programa", y recuerda que el electorado espera del radicalismo que asegure "una buena administración pública". Cuando se aproximan las elecciones presidenciales, sectores conservadores e independientes procuran organizar la Concentración Nacional de Fuerzas Opositoras cuyo candidato sería Norberto Piñero. El partido Demócrata Progresista no acepta integrarla. Se difunden escritos que denuncian el origen autonomista y la militancia juarista del joven Yrigoyen, ahora creador de un "binomio rompecabezas —régimen y causa—", mientras el nombrado Rivarola compara al presidente con el "único, Juárez Celman". Los esfuerzos para una coincidencia opositora contra el radicalismo oficialista aumentan a medida que se acercan las elecciones del 22, mientras los "manifiestos de los radicales principistas al pueblo de la República", publicados con la firma de Miguel 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 47 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Laurencena, Carlos F. Meló, Benjamín Villafañe y otros, el 22 de enero del año de los comicios, no difieren mucho en las críticas a la "autocracia" yrigoyenista con el discursoprograma que pronunciaría el candidato socialista Nicolás Repetto, el 5 de febrero. Pero la opinión popular —lejos de la memoria colectiva los graves momentos del 19— permanecía ajena a los ajetreos de los comités y al febril trabajo de opositores y disidentes. La percepción de la diferencia entre la opinión pública y la opinión popular era aguda en Yrigoyen, que impuso a su candidato en la Convención Nacional de marzo de 1922: el aristocrático, temperamental, inteligente y a veces trivial embajador en París: Marcelo Torcuato de Alvear. El radicalismo era mayoría, y la mayoría en el radicalismo había respetado una "vaga consigna" que circulaba desde fines del 21: EL VIEJO APOYA A ALVEAR La Convención radical eligió la fórmula Alvear-Elpidio González por 139 votos contra 33. Los argentinos que concurrieron a los comicios en abril de 1922 votaron por gran mayoría en favor de la U.C.R.: 458.457 sufragios. Esta vez representaban el triunfo radical en doce distritos y 235 electores. La Concentración Nacional apenas superó los 200.000 votos. Todos los otros partidos, reunidos, sumaron 364.923 sufragios. El triunfo radical fue, esta vez, rotundo. La fórmula de la U.C.R. obtuvo más de cien mil votos sobre la cifra de 1916. Pero el cisma radical estaba cerca. Alvear dejaba, mientras tanto, París para iniciar un brillante itinerario europeo y americano como presidente electo. Radical "afrancesado", el heredero del caudillo escribe primero su despedida a París: Au revoir, París... Je donnerai mon coeur et mon corp a la Presidénce... DEL PATERNALISMO POPULISTA AL ARISTOCRATISMO POPULAR "Probablemente era la de Alvear una de las pocas familias argentinas que podía jactarse de una real aristocracia." La vida del político radical fue una mezcla de compromiso y aventura, de trivialidades y períodos de lúcida inteligencia, de militancia comiteril y conspirativa y de tomas de distancia para no quedar atrapado por el pueblo y el comité. Alvear logró la confianza de "el Viejo" y a través de ella la adhesión prevenida de los yrigoyenistas. Pero era una personalidad diferente de la del "Peludo", como el humorismo político llamó a Yrigoyen, quien quizá lo creyó "seguro, ornamental y manejable", juzgándolo a propósito de sus itinerarios europeos, de su fascinación finisecular por París, de su persecución romántica a Regina Paccini y de su relativa incomunicación con el partido. Personalidades diferentes, eran también distintas las circunstancias a las que atendían, las influencias del contorno que predominaban en ellos, la percepción selectiva que conducía a ambos a responder con frecuencia de manera diversa a las solicitaciones del proceso político. La elección de Alvear para la sucesión parece a primera vista inexplicable. Angel Gallardo, ministro de Relaciones Exteriores desde el comienzo de la gestión de Alvear, sostiene que la intención de Yrigoyen fue integrar la fórmula con Elpidio González, porque consideraba a Alvear "fácil de desalojar". No hay ninguna prueba objetiva de eso. El historiador tiene ante sí presunciones, intrigas, versiones. No es fácil entender por qué Yrigoyen haría una maniobra tan complicada, que si fallaba conduciría a una crisis partidaria. Si Alvear fue votado porque era "su" candidato, lo mismo pudo imponer de entrada a González. Salvo que con seis años de atraso, Yrigoyen quisiera dar cierto aliento a una derecha exasperada por la influencia imbatible del caudillo para impedir la frustración del régimen nuevo cuya legitimación era todavía precaria. ¿No se hubiera asimilado mejor el tránsito hacia la "Argentina de los partidos" de haber sido Alvear, y no Yrigoyen, el presidente en el 16? ¿No fue demasiado brusco el tránsito para una derecha que se mostraba impotente para detener a ese nuevo populismo? Conjeturas quizás interesantes para otro tipo de especulaciones, no son suficientes para acordar consistencia a la versión de Gallardo, que muchos compartían y Alvear no desalentaba. Pero conviene tener presente, también, que Yrigoyen, por su estilo y por su comportamiento, no hizo lugar a la formación de dirigentes aptos dentro de la corriente de sus fieles. Los "azules" —fracción de la embrionaria oposición antipersonalista— promovieron precandidatos como Leopoldo Meló y Vicente Gallo, y luego a Arturo Goyeneche; el radicalismo "principista" a hombres como 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 48 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Laurencena y Carlos Meló. El viejo caudillo bien pudo preferir apoyarse en un hombre alejado desde 1917 de la política local —Alvear pasó esos cinco años en Francia como represenante diplomático—, confiando en que aceptaría su tutela, o que no podría eludirla, un hombre que había comenzado su carrera política al lado de Alem y que había participado en las aventuras revolucionarias del 90, del 93 y de 1905, y conocido la cárcel y el confinamiento en la etapa conspirativa del radicalismo. Además, el afecto de Yrigoyen por Alvear fue constante y, hasta donde podía escrutarse una personalidad como la del caudillo, sincera. Sin embargo, también en este caso adquiere relieve la personalidad del hombre de Estado. Alvear no era un principista sino más bien un realista que percibía la política como una mezcla de pragmatismo y compromiso. No era, pues, un intransigente, porque la vida política era para él la prolongación de su manera de ser y de ver la vida social. Carecía incluso de la constancia en el sacrificio que caracterizó a Yrigoyen. Era un remedo del "patriciado" actuando en un partido popular, pero guardando identidad de estilo con la elite social de la época y abierta comunicación con el establishment. Al cabo terminará por irritar a los yrigoyenistas, a la izquierda revolucionaria y a los nacionalistas de derecha. Y facilitará el aglutinamiento del "antipersonalismo" en sus distintas versiones y procedencias: conservadores, radicales no yrigoyenistas, socialistas, demócratas progresistas. No fue la consecuencia de una táctica; menos aún de una estrategia. Fue el resultado de la lógica interna de un estilo político, que Alvear dejó andar, favorecida por la acción correlativa de sus "hermanos-enemigos". Para la opinión popular, Alvear era sobre todo "el candidato de Yrigoyen". Para los sectores sociales conservadores, "la garantía anticipada de un gobierno recto y ecuánime, llamado a restablecer el imperio del régimen constitucional y de la libertad política, después del eclipse que han sufrido bajo el providencialismo de los últimos años". Durante la gestión de Alvear hubo 519 huelgas en las que participaron cerca de medio millón de trabajadores y, sin embargo, los conflictos no se tradujeron en un clima de tensión social constante y opresiva para los sectores dominantes ni para el pueblo. Fueron decretadas siete intervenciones federales y el Congreso dispuso tres más, pero salvo las situaciones de Córdoba y Buenos Aires, que dieron lugar a sucesos especiales, tales decisiones no privaron a la gestión de Alvear de elogios —procedentes de la opinión independiente y de la antipersonalista, sobre todo— ni del calificativo de "presidencia legalista". Pasó a la historia como una presidencia tranquila y ordenada, progresista y conciliadora. Verdaderamente, una presidencia típica de los "felices años 20", con una buena administración. Sin embargo, hay otra vertiente de la presidencia de Alvear, quizás más fascinante: para algunos observadores, la tranquila administración alvearista puede ser interpretada como una forma de morosa delectación en arreglos políticos que demoraron el despegue económico de la Argentina. Y para otros, el laboratorio de una polémica ideológica que atravesaría incluso a la "sociedad militar", y daría el tono al proceso político de los años 30. Por lo pronto, durante la presidencia de Alvear la sociedad política y la sociedad económica siguieron vías paralelas. Parecía al menos que esas vías paralelas podrían seguir su camino sin comprometerse recíprocamente. En la segunda, no hubo reivindicaciones —obreras o empresarias— tan significativas como para poner en cuestión al sistema económico vigente. En la primera, mientras el presidente actuaba procurando respetar las reglas de juego constitucionales, se articulaban dos tipos de alianzas: una, dentro del sistema, que atravesó al propio partido Radical y lo condujo a la escisión y consolidó la llamada corriente "antipersonalista". Otra, contra el sistema, encarnada entre varias, en la ideología militante más significativa para la época: el nacionalismo de derecha o, quizá mejor, el nacionalismo antiliberal. En la sociedad económica, la Argentina no mostró "una actitud industrialista", por lo que la gestión de Alvear no fue sustancialmente diferente en este aspecto de lo sucedido en el período 1914/1930. Un estudio reciente en torno de las etapas del desarrollo económico 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 49 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" argentino llama a dicho período, que extiende hasta 1933, "la gran demora", luego de crearse condiciones para el "despegue" industrial de la Argentina: La Primera Guerra Mundial puso fin a la euforia económica del período de preacondicionamiento. El comercio exterior quedó dislocado, creándose una escasez de productos básicos sin los cuales la economía no podía funcionar "normalmente", produciéndose así una crisis estructural. Sin embargo existían esperanzas de que el país volvería a la situación anterior a la guerra. Esperanzas que se fueron alentando después de la crisis ganadera de 1922, como consecuencia de cinco años de buenas cosechas y de la mejora de los términos del intercambio. Pero la aparente prosperidad ocultaba dificultades subyacentes (...) La gran demora se caracteriza por una contracción de la tasa de crecimiento de la inversión, particularmente de la inversión extranjera, y una detención en la evolución relativa entre la agricultura y la industria. Los sectores agropecuarios mantuvieron su influencia en la conducción de la política económica y trasladaron sus demandas al sistema político sólo cuando fue indispensable. Hacia 1922 el comercio de la carne pasa por una situación de crisis, pero Alvear tenía en Agricultura a un ministro ducho como Le Bretón —quien como embajador en los Estados Unidos habíase informado bien acerca de la inminente "guerra de la carne" entre británicos y norteamericanos— y por lo tanto adopta una actitud de intervención vigilante en el asunto. En la Sociedad Rural, un ganadero de Corrientes, Pedro Pagés, había logrado desalojar de la presidencia a un representante de los terratenientes bonaerenses. Eso facilitó la gestión de Le Bretón. Cuatro leyes revelaron que Alvear tendría una política agropecuaria más decidida y precisa que Yrigoyen, aunque sin neutralizar la acción de los grupos de interés tradicionales: se decidió la construcción de un frigorífico administrado por el Estado y ubicado en Buenos Aires; la inspección y supervisión gubernamental del precio de la carne; la venta del ganado sobre la base del precio del "kilo vivo" y el establecimiento de un precio mínimo para el ganado de exportación y uno máximo para venta local. Hallándose Luis F. Duhau, poderoso invernador bonaerense, en la presidencia de la Sociedad Rural (había derrotado a Pagés en elecciones de dicha corporación en 1926), ésta produce un importante y, para muchos, inusitado documento. Escrito por el joven Raúl Prebisch y publicado en 1927, fue titulado "El pool de los frigoríficos: necesidad de intervención del Estado". Paralelamente, sin embargo, la Sociedad Rural difundía el lema "comprar a quien nos compra", que en la práctica significaba alentar el retorno de las buenas relaciones económicas con Gran Bretaña y tomar partido en la "guerra de la carne". LAS LÍNEAS INTERNAS La sociedad económica permaneció atenta, pero no intranquila, frente a las cosas que sucedían, mientras tanto, en la sociedad política. Lo que preocupaba a aquélla era, sobre todo, que no se cortase la comunicación con el poder político, y ésta era asegurada por la presencia de Alvear y Le Bretón. La sociedad política estaba pendiente de lo que ocurría en las filas radicales. El gabinete de Alvear representó para el yrigoyenismo el signo de una "peligrosa tendencia"; había sectores afines con sectores sociales que proveían dirigentes hostiles al personalismo y al estilo del caudillo. Allí estaban Matienzo, un viejo jua-rista, aunque crítico veraz del "régimen", según vimos, no era por eso un converso total; Justo, el ministro de Guerra que había desplazado al yrigoyenista Dellepiane; y Le Bretón y Marcó, a quienes el diario La Epoca, vocero yrigoyenista, hostilizó de entrada. El último mensaje de Yrigoyen al Congreso, dado el 1º de julio de 1922, contiene frases de extraordinaria violencia contra la oposición conservadora. Cuando finaliza ese mismo año, la opinión conservadora es favorable al nuevo presidente. Pero en diciembre, al discutirse los diplomas de radicales alvearistas por Jujuy, el sector radical yrigoyenista impide sesionar al no presentarse, y la minoría compele a los ausentes ante la resistencia del vicepresidente González. Varios senadores logran un voto de censura contra el hombre de Yrigoyen; Meló, Torino, Saguier, Gallo —radicales antiyrigoyenistas—, se unen a los conservadores para esto. La tensión continúa en los meses subsiguientes. En 1924, se forma en Buenos Aires el "radicalismo disidente" dirigido 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 50 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" por Isaías Amado y Mario Guido. Es la primera consecuencia visible de los propósitos del nuevo ministro del Interior, Vicente Gallo, que trabajaría desde su incorporación en el gabinete de Alvear para desarticular el baluarte yrigoyenista que representaba Buenos Aires. La medida previsible era la intervención federal. El año de 1924 es decisivo: las elecciones de diputados incorporan ochenta legisladores radicales. Cincuenta, aproximadamente, pertenecen al yrigoyenismo. El cuerpo elige presidente provisional a Mario Guido, porque 26 diputados radicales, 2 "bloquistas" del cantonismo sanjuanino, 1 "principista" de La Rioja, 22 conservadores y 19 socialistas suman sus votos. Era el "contubernio", según el sambenito que el yrigoyenismo colgó a una nueva versión de la vieja "política del acuerdo". Una suerte de asociación ilegítima entre sectores que a su juicio debían estar en posiciones contrarias, pero que aceptaban aliarse con el único fin de vencer al radicalismo yrigoyenista. El cisma radical era un hecho, aunque no definitivo. A la diferencia entre las personalidades de Yrigoyen y Alvear, deben añadirse otras causas explicativas de la división. Causas de partido: la heterogeneidad social del radicalismo se manifestaba en un nuevo alineamiento que reunía a los afines entre sí; además, reaparecía la resistencia provincial: los caudillos que dominaban ciertas situaciones locales se oponían tanto al personalismo "unitarizante" de Yrigoyen y al comité nacional (por ejemplo, los Cantoni en San Juan), cuanto al predominio del comité bonaerense. Causas de política principista: como las que manifestaban los socialistas; o de táctica política: como las que articulaban los conservadores, quienes procuraban enfrentar a los radicales y socialistas más que por diferencias programáticas, haciendo hincapié en la rivalidad por el dominio del distrito de la Capital. Y causas sociales, en fin, que eran comunes a todos los hombres que compartían aquella "moral común" que otrora recordara Matienzo a propósito del régimen". En 1926, elecciones nacionales de Diputados pusieron en evidencia el estado de la cuestión política. Intervino el radicalismo antipersonalista, la U.C.R. tradicional, los conservadores, el socialismo. El sector de los Cantoni en San Juan y de los Lencina en Mendoza se alió a los antipersonalistas. Si bien la U.C.R. fue el partido que más votos obtuvo —335.840—, las fuerzas antiyrigoyenistas habían logrado cerca de treinta mil votos más. Mientras la U.C.R. había obtenido las mayorías de la Capital, Buenos Aires, La Rioja y Catamarca, los demás grupos habían logrado el control de once distritos. Por un lado, pues, el yrigoyenismo había sufrido una derrota parcial y sus posiciones principales, como su reducto bonaerense, serían amenazados por un Congreso hostil. Por otro lado, sin embargo, el radicalismo como tal, demostró seguir siendo la principal fuerza política nacional, pues en muchas provincias el comicio fue una lucha entre dos fracciones del radicalismo. Las interpelaciones en el Congreso, las acusaciones recíprocas, demostraban la voluntad de trazar una línea entre amigos y enemigos, afiliados y adversarios. La línea pasaba, otra vez, por la figura de Yrigoyen. "Llovía y tronaba", según Gallo, sobre la cabeza del ministro del Interior a propósito de Santiago del Estero, de Jujuy, de La Rioja, de Córdoba. El 27 de marzo de 1926 los diputados radicales yrigoyenistas dirigen una nota insólita al presidente, reclamando la intervención a Córdoba, donde se había impuesto el conservador Cárcano. La nota mencionaba "las perspectivas amenazantes que ofrecían las renovaciones provinciales y nacionales, por parte de los gobiernos que traicionaron a la U.C.R. y de los del 'régimen'...". Era una cuestión de partido, un "episodio ruidoso y estéril", una "rencilla intestina", como puntualizó en seguida un manifiesto de los senadores y diputados socialistas, que dio oportunidad de hacer un "manifiesto a las brigadas" a la Liga Patriótica que dirigía Manuel Carlés. Pero Alvear optó por contestarla, luego de una reunión de gabinete, con lo que dio al asunto un trámite irregular. Alvear sabía que la negativa a intervenir a Córdoba le costaría la hostilidad activa del yrigoyenismo, que posteriormente no haría quorum para votar leyes fundamentales para la marcha del Estado, como el presupuesto. Pero no intervino. Si Córdoba fue una prueba de los yrigoyenistas para Alvear, la provincia de Buenos Aires plantearía un desafío al equilibrio presidencial que surgió del antipersonalismo y los conservadores. La presión para desalojar de Córdoba a un conservador procedió del partido Radical. La presión para intervenir a Buenos Aires y desarmar el baluarte yrigoyenista tendría su punta de lanza en el seno del gabinete, a través del antipersonalista Gallo, ministro del Interior, apoyado por Molina. La conducta de Alvear fue, otra vez, serena y prudente. No hubo intervención, y sí una crisis de gabinete y el 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 51 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" reemplazo de Gallo por José P. Tamborini. En el diario El Orden de Tucumán aparece en ese mismo año un reportaje a Yrigoyen: "Creo que el radicalismo en las próximas luchas electorales... afirmará rotundamente su triunfo, una vez más sobre sus adversarios tradicionales" —habría declarado el caudillo—, quien se decía con una misión "superior a ese juego de mezquindades políticas". Pero añadía, según el periodista, un juicio significativo: "No he podido llegar a explicarme la política que, contra el radicalismo tradicional que lo encumbró al poder ha tolerado, si no fomentado, el doctor Alvear, de quien he sido y sigo siendo amigo..." Tendidas las líneas, se trataba de saber si al personalismo "yri-goyenista" se le iba a oponer el personalismo "alvearista", pues la oposición no había podido superar sus diferencias sustanciales, aunque coincidiese en luchar contra Yrigoyen. Pero muy pocos podían escrutar, a través de las cifras de las elecciones del 26, el estado de la opinión popular. Los más informados estaban al tanto de las "conspiraciones palaciegas", como las llamaba Molina, de las intrigas de comité, de los "manifiestos", de los inflamados discursos parlamentarios, de las actividades del general Justo —también partidario de la política intervencionista contra el yrigoyenismo—, y de los reclamos de éste a Alvear para que "pagase su deuda" del 22. Pero, ¿quiénes computaban las "razones del corazón", las sensaciones colectivas? Cuando se iniciaba 1927, no era un misterio para nadie que la contienda electoral próxima habría de obedecer a una sola alternativa: con Yrigoyen o contra Yrigoyen. Algunos observadores de la política argentina, y otros que habían sido además protagonistas principales, anticipaban pronósticos. En El Argentino de La Plata alguien que firmaba "Argos" coincidía con José Nicolás Matienzo, que analizaba la situación de las fuerzas políticas y sus posibilidades para las elecciones de 1928, en "dos puntos: a) en atribuir 22 electores a los socialistas en el Colegio Electoral, y b) en no atribuir la mayoría absoluta a la única candidatura visible hasta hoy, o sea la del ex presidente señor Hipólito Yrigoyen...". Los pronósticos tenían en cuenta grupos electorales que, en un caso, separaban a los yrigoyenistas de los antipersonalistas, conservadores y socialistas. Y en el caso de Matienzo, además de los yrigoyenistas y antipersonalistas, añadía a los "provincialistas" — partidos provinciales históricamente contrarios al radical— a los "izquierdistas" —radicales que actuaban en provincias como bloques independientes (Lencinas, Cantoni)— y "dudosos", teniendo en cuenta que había un caudal de 51,27% de votantes que, según algunos cómputos, np habían sufragado en 1926. Los comentarios socialistas y nacionalistas de la época no eran muy diferentes. El analista queda hoy un poco perplejo, pues puede disponer de los datos e información que manejaban los observadores y protagonistas de entonces. Los "números electorales" que usaba la Revista Argentina de Ciencias Políticas, al cabo uno de los voceros de las tendencias conservadoras, socialistas y antipersonalistas a pesar de la objetividad intentada en la mayoría de sus estudios, demostraban un aumento sustancial en el caudal del yrigoyenismo de la Capital Federal entre las elecciones de diputados de 1924 y las de 1926 (mientras los socialistas habían aumentado un 11,14% y los antipersonalistas un 4,93%, el yrigoyenismo lo había hecho en un 42,39%). No sólo comprobaban el escaso progreso del antiyrigoyenismo en la Capital, sino que concluían en que muchos de sus adherentes habrían pasado al yrigoyenismo y eso por dos motivos, aparentemente: porque la actividad desarrollada por los comités había dado un resultado extraordinario, o porque "no existe ya la misma confianza de hace dos años en la fracción del radicalismo antipersonalista".Como se advierte, ambos argumentos eran favorables a Yrigoyen. De tal modo, la experiencia de los movimientos populares —en la Argentina al menos— demuestra que los intelectuales son proclives a no estimar aquellas "razones del corazón", y los adversarios políticos a no aceptar la fuerza decisiva de los caudillos carismáticos cuando se trata de elegirlos a ellos o votar contra ellos. Los pronósticos apenas aludían al hecho de que habría un cambio cualitativo importante, quizá decisivo, entre elecciones de diputados y una elección presidencial. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 52 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" La campaña electoral mostró, en 1928, a una oposición segura del triunfo. Carlos Ibarguren, en sus escritos sobre la historia que ha vivido, describe con claridad el estado de ánimo del frente antiyrigoyenista. Fue tan entusiasta la exteriorización del "frente único" radical antipersonalista y conservador, en el que se reunían el régimen y "una fracción importante de la causa", que se creyó seguro el triunfo de esa conjunción política, que el doctor Alvear prohijaba con decidida simpatía. Ante esas perspectivas los gobernadores de la mayoría de las provincias decidiéronse por apoyar a Melo-Gallo: sin recato alguno hicieron pública su adhesión a éstos los gobernadores de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, San Juan, Córdoba, Entre Ríos, San Luis, Salta y La Rioja... El partido antipersonalista eligió su fórmula luego de complejas mediaciones y de la influencia personal de Alvear, para quien prescindencia no era indiferencia: éste se inclinaba por Leopoldo Meló. La convención antipersonalista proclamó, por fin, la fórmula presidencial Melo-Gallo. Según Angel Gallardo, "nació herida de muerte". Meló se encargaría de dar mayor ventaja a los "peludistas": por lo pronto reveló su desconfianza hacia la ley Sáenz Peña, mientras proclamaba su confianza en las mayorías supuestamente antipersonalistas, denunciaba "la encrucijada alevosa del cuarto oscuro"... El partido Socialista sufre la tensión entre su programa, la diversidad de sus tendencias, y el desgaste que produce en sus cuadros la negociación con antipersonalistas y conservadores. El problema de la intervención a la provincia de Buenos Aires —que reiteraba, en vísperas de elecciones presidenciales, la tentativa de neutralizar el reducto principal del yrigoyenismo—, fue puesto en circulación por un proyecto de ley del diputado Dickman, el Ia de mayo de 1927. Fue el tema que condujo a la escisión. Los disidentes —entre ellos González Iramain y Federico Pinedo— formarían el partido Socialista Independiente, aliado inminente de conservadores y antipersonalistas. Los conservadores deciden apoyar la fórmula antipersonalista en una convención que se realiza en Córdoba, en agosto de 1927. Como otras veces en la historia política argentina, desde Córdoba y Santa Fe se organizaba la ofensiva opositora. En setiembre se proclama la fórmula antipersonalista en Santa Fe. En noviembre en Córdoba. Pero las elecciones provinciales fueron mostrando que los pronósticos antiyrigoyenistas eran vulnerables: el personalismo —como se identificaba a la U.C.R.— comenzó el 28 ganando en Tucumán, en Salta, en Jujuy y "barriendo" los baluartes del antipersonalismo en Santa Fe y de los conservadores en Córdoba, donde los radicales triunfaron por 93.000 votos contra 77.000 de sus adversarios. Según parecía cada vez más claro, el antipersonalismo no neutralizaba la influencia de Yrigoyen ni siquiera con alianzas tan discutidas como la de Federico Cantoni en San Juan, o la del inescrupuloso caudillo bonaerense Barceló con su partido provincialista. En el "frente único" cundía la desesperación por la impotencia electoral. De ahí que sus protagonistas intentaran otra vez el atajo de la intervención federal a Buenos Aires como único medio para vencer al "Peludo". El dato tiene importancia decisiva para comprender la precaria legitimación de la "Argentina de los partidos". Ante el riesgo de una segunda administración de Yrigoyen, la oposición no vacilaba en proponer formas de fraude. Alvear recibió a los representantes del "frente" que fueron a pedirle que decretara la intervención a Buenos Aires. El presidente remitió el asunto a una reunión de gabinete. En sus memorias, Angel Gallardo relata su desarrollo: él tomó primero la palabra. Repetí, entonces, como había dicho varias veces, que me sorprendía comprobar que los políticos continuaban procediendo como si no existiera la ley Sáenz Peña... Y Alvear cerró el debate en el gabinete diciendo que la intervención era improcedente y que eso era un "asunto concluido". Era, también, la condición de la victoria para Hipólito Yrigoyen. Cuando llegó el momento de la convención de la U.C.R., ésta votó por aclamación al caudillo, y con 142 votos a Francisco Beiró para la vicepresidencia. Allí terminan las especulaciones en torno a un presunto "renunciamiento" de Yrigoyen en favor de una candidatura de conciliación. Pronto cumpliría 76 años, ¿pero qué caudillo carismático no se comporta como si fuera, de alguna manera, "inmortal"? Había dicho una y otra vez que su 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 53 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" "misión" estaba por encima de las ambiciones de poder. Mas ¿qué era Yrigoyen sino un político para quien el poder es el objetivo inmediato de su quehacer? Y por fin, ¿no sería que los que alentaban su "desinterés" o criticaban su "ambición", denunciaban simplemente que la presencia de Yrigoyen en la arena política significaba la frustración de otros intereses y otras ambiciones? En la hora de la verdad, el caudillo no haría autocrítica. Quería ser presidente, y tenía comparativamente más recursos políticos que sus adversarios para lograrlo. Eso era todo. Y Alvear, a pesar de sus predilecciones, fue un árbitro leal. La U.C.R. obtuvo 838.583 votos. Su adversario más cercano, el Frente Único, 414.026. Esta vez el fenómeno político era diferente: no había triunfado, en rigor, un partido, sino un movimiento popular... LA ARGENTINA ALTERADA. LA RESTAURACIÓN NEOCONSERVADORA. EL FIN DE UNA ÉPOCA Hay dos formas de cambio vital histórico, según enseñaba Ortega: cuando cambia algo en nuestro mundo y cuando cambia el mundo. Si sucede esto último, hay crisis histórica. Es decir, las generaciones que conviven sienten que se quedan sin las convicciones del pasado, que es como decir "sin mundo". A los argentinos —y a casi todos los que vivieron la feliz década del 20, como se decía entonces— les estaba por suceder eso. A partir del momento en que percibieron que el mundo que los rodeaba cambió, no atinaron a pensar una respuesta nueva o una nueva política, nacional e internacional. Se pusieron fuera de sí, se alteraron. La Argentina que sigue a la década del 20 será una Argentina crítica. Para algunos ordenada, para otros monótona. Para ciertos sectores, vivirá la restauración de la "dignidad perdida". Para otros, la "década infame", según una expresión que hizo época. Pero casi todos vivirán los tiempos nuevos con malhumor, impaciencia, tensión y cierto melodramatismo. Vivirán, en fin, una doble vida o una vida falsa, que es lo que ocurre con frecuencia al alterado. Quizás eso explica en parte las perspectivas contradictorias que los argentinos tienen de sí mismos y de lo que les pasa. "Algunos años, como ciertos poetas y políticos, y algunas exquisitas mujeres, gozan de una fama superior a la común de sus homólogos: sin duda alguna, 1929 fue uno de estos años..." Fue, como escribió Galbraith, un año digno de recordarse: uno fue al colegio antes de 1929, se casó después de 1929 o ni siquiera había nacido en el 29, "lo cual absuelve al interesado de toda culpabilidad". Fue también un año que los economistas se apropiaron para explicar muchas cosas, porque en él comenzó "el más monumental suceso económico en la historia de los Estados Unidos: la penosa prueba de la Gran Depresión". Baste decir aquí que el crac de Wall Street fue bastante más complicado que el resultado de la conspiración de aventureros tortuosos. Fue, según muchos aprecian hoy, una combinación extraña de ilusiones, esperanzas ilimitadas, optimismo sin cuento e irresponsabilidad, que envolvió al propio presidente Coolidge, quien en su último mensaje sobre el estado de la Unión en diciembre de 1928 dijo nada menos que: Ninguno de los Congresos de los Estados Unidos hasta ahora reunidos para examinar el estado de la Unión tuvo ante sí una perspectiva tan favorable... Según parece no sólo el presidente norteamericano fue incapaz de predecir un desastre. Economistas ilustres —hasta entonces al menos— como el profesor Irving Fischer de Yale, pronosticaban en la misma época que los precios de los valores habían alcanzado un nivel alto y que allí permanecerían. Pero —como ocurrió a los argentinos del 90— el poder del encantamiento se rompió, el sistema económico norteamericano comenzó a revelar serias fallas, muchos dirigentes y empresarios perdieron la lucidez elemental y el mercado de valores reflejó violentamente la situación. Luego sobrevino la depresión. En torno del 29 tejióse en Nueva York una leyenda que incluye a peatones "sorteando con delicadeza" los cuerpos de especuladores y financieros que se habían arrojado por la ventana. Parece que nada o poco de eso ocurrió y Galbraith se divierte ridiculizando la leyenda, dando pruebas de que la ola de suicidios fue apenas mayor que años antes, y que pocos eligieron el método de tirarse por la ventana. De todos modos, parece hoy claro que la economía 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 54 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" norteamericana funcionaba en el 29 de modo incorrecto, sea por la pésima distribución de la renta, por la muy deficiente estructura de las sociedades comerciales, por la mala estructura bancaria, por la dudosa situación de la balanza de pagos y por los míseros conocimientos de economía de la época o, mejor, por todas esas causas a la vez. El problema más grave fue que la recesión económica duró mucho tiempo, hizo temblar a los sistemas económicos y políticos de la época y estimuló experiencias que, al cabo, se vincularían con la gestación de la Segunda Guerra Mundial. La crisis económica norteamericana se extendió a Europa, al Extremo Oriente y a América latina entre 1930 y 1932, y no cedió hasta promediar la década. Si en su origen la crisis fue un "hecho norteamericano" ajeno a causas propiamente políticas, su propagación sacudió al mundo occidental y parte del oriental con intensidad sin precedentes. Los norteamericanos habían hecho muchas inversiones en Europa —especialmente en Alemania, Austria y Gran Bretaña— que procuraron repatriar, desistiendo de hacer nuevas. El encadenamiento de consecuencias fue prolongado y dejó ruinas y tensiones. Transformó, también, el orden social y político. Por lo pronto, en la vida económica triunfa el nacionalismo, el pragmatismo proteccionista exigido por la presión de empresarios y organizaciones obreras, y los lincamientos de formas de economía dirigida que en los Estados Unidos se tradujo en el New Deal (1933) de Franklin Delano Roosevelt. Gran Bretaña no sigue el camino tradicional del libre cambio, sino que se dedica a cultivar las relaciones comerciales con las regiones que se encuentran bajo su zona de influencia o su dependencia política: adopta el sistema de "preferencia imperial", que en 1932 se proyecta en los acuerdos de Ottawa. Los puntos fundamentales" de los doce acuerdos que constituyeron el resultado de la Conferencia de Ottawa fueron los siguientes: "a) Gran Bretaña se comprometió a mantener la preferencia del 10% de la ley de 1932, ventaja que no podía modificar sin consultas con los Dominios; b) a establecer derechos sobre los productos extranjeros, y c) a establecer cuotas sobre dichos productos". Por su parte, los Dominios se comprometieron a establecer preferencias recíprocas. Eso implicaba, asimismo, el propósito de restringir las importaciones de países que no formaran parte del Commonwealth. Entre ellos estaba la Argentina, que fue mencionada especialmente durante la Conferencia por la gravitación que tenía su competencia en el comercio de carnes y de trigo. La denuncia tuvo consecuencias graves para la economía argentina, afectada como todas las demás por la depresión.Todo eso, más lo acontecido en el resto del mundo, señaló la tendencia hacia el declive de los vínculos económicos internacionales, hacia el bilateralismo comercial, mientras las tendencias autárquicas y geopolíticas conducían a la reivindicación del "espacio vital". Aunque luego se volverá sobre el tema, la crisis del 29 creará a las finanzas públicas de los Estados latinoamericanos una situación tanto o más grave que la que sufrirá la economía en general, pues el poder de compra de los países periféricos —poder derivado de las exportaciones— disminuye bruscamente y el esquema de una política económica conducente a "sustituir importaciones" comienza a cobrar vigencia, mientras el Estado buscará controlar el ritmo de la producción y de las exportaciones. "En la Argentina —escribirá Carlos Ibarguren en La Historia que he vivido- sintiéronse en seguida las gravísimas consecuencias de la catástrofe... El sacudimiento imprevisto echó por tierra nuestra prosperidad mercantil y nuestra economía; el crédito se restringió de improviso y en muchos casos fue cortado en absoluto; los negocios paralizáronse; los bancos fueron corridos..." Mientras tanto, el desquicio administrativo que acusaba el segundo gobierno de Yrigoyen no permitía una respuesta adecuada a la crisis, aunque aun los sistemas mejor ordenados de esa época sintieron intensamente el cimbronazo. Los hombres que llegaban al fin de la década feliz del 20 se encontraron, pues, con la década difícil y amarga del 30. A la crisis económica y sus consecuencias agobiantes, se sumó el relieve militante de ideologías antiliberales pesimistas que ponían en cuestión la capacidad de los sistemas democráticos y parlamentarios para imponerse a la crisis y dominarla. Según algunos, se había llegado al apogeo de la "edad de las ideologías". Mucha gente que consideraba al comunismo como anatema, el elitismo voluntarista y eficaz de aquél le resultaba singularmente atractivo. Si un pequeño grupo revolucionario había sido capaz de dominar el imperio ruso, ¿qué impediría a grupos creyentes en otras "religiones seculares" hacer lo mismo a partir de otras ideologías o de otros absolutos temporales considerados, también, intérpretes del sentido de la historia? La dictadura se les aparecía, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 55 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" pues, como una forma adecuada a tiempos de crisis en los que los gobiernos constitucionales parecían impotentes. Surgió el fascismo sin ser al principio un movimiento internacional. Era necesario tener "suceso" en la conducción del Estado. Mussolini, en Italia, fue ejemplo para muchos. Pero el fascismo era ideológicamente débil. Apenas se aludirá en este lugar a ciertos conceptos orientadores, a algunos elementos constitutivos. Fascismos — más bien que fascismo, pues deberán añadirse la Alemania de Hitler, la Action Frangaise de Maurras, la España de Franco— y socialismos, doctrinas materialistas, tienen sin embargo puntos de partida diferentes. Los socialismos se apoyan en una esperanza, y la porción de verdad que les corresponde se traduce en un programa y en una ideología optimista. Los fascismos, por el contrario, se originan en un sentimiento angustiado de decadencia y de ruina. A partir de ese sentimiento sucede una suerte de retorno a lo elemental, a lo natural, a lo instintivo: el carácter biológico de los fascismos, mezcla de lo sano y lo morboso, y la búsqueda de un "salvador" que enderece la historia entusiasmó en su momento a las generaciones jóvenes de la década del 30. Estas hallaron, sobre todo en naciones que buscaban su resurgimiento, el atractivo del paroxismo nacionalista de los fascismos, acompañado de la pretensión de una profunda revolución social. Nacionalistas y en cierto sentido socialistas, los fascismos eran estatistas y totalitarios. En Alemania apareció un doctrinario, un fanático, un devoto de la ideología tal como él la concebía y le había dado contenido en Mein Kampf: Adolfo Hitler. Mientras el liberalismo y el comunismo se habían lanzado como creencias universales a la conquista de los hombres, un rasgo distintivo del nacional-socialismo de Hitler fue el mito de la raza, teorizado mediante un ensamble arbitrario de fuentes distintas. Con el antisemitismo, satisfizo las expectativas, cultivó los temores y exasperó las ansiedades del pueblo alemán. La ideología nacional-socialista surgió así como un fenómeno típicamente moderno, ávido de imponer un nuevo orden traducido en una autocracia totalitaria permanente por la cual la raza aria satisficiese las naturales y "rectas funciones" que su doctrinario le atribuía, ejerciendo el dominio casi absoluto de las razas y pueblos "inferiores". La elite no sería reclutada sólo en Alemania, sino en otros países como Gran Bretaña, los Estados Unidos de América, los reinos escandinavos y allí donde existiesen arios y nórdicos. La ideología nazi tenía, además, un culto apropiado a la sociedad de masas. Descansaba en la visión racista de la historia, y por lo tanto, en una visión regresiva: necesitaba de un factor dominante e impulsor. Por eso, y por la influencia recíproca que existía entre un doctrinario fanático como Hitler y sus seguidores, la ideología nazi hacía tanto hincapié en el culto del jefe. En España, mientras tanto, con el triunfo de la República en 1931 comenzó la actividad política de un personaje singular, cuyo pensamiento proyectóse en un movimiento ideológico y en una organización que marcaron buena parte de la historia española contemporánea. Apenas se encuentran rastros de tal ideólogo y de su ideología en las historias del pensamiento político contemporáneo y, sin embargo, sería vano tratar de entender el factor ideológico y sus matices en los movimientos latinoamericanos y en los argentinos sin registrar su presencia. Se trata de José Antonio Primo de Rivera y Sáenz Heredia, nacido en Madrid en 1903, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera que gobernó a España entre 1923 y principios de 1930. José Antonio, como le conocían los españoles, fundó en 1933 la Falange Española y en 1935 el Sindicato Español Universitario. En 1934 la Falange se fusionó con las J.O.N.S. (Juntas de Ofensivas Nacional Sindicalista) y fue perseguida luego del triunfo del Frente Popular en 1936, año en que, procesado, Primo de Rivera murió fusilado. Brillante, audaz, de heroica consecuencia incluso, José Antonio dejó un pensamiento político sobre cuyos rasgos aún hoy se discute. Lo que no se discute es su ambivalente influencia en el nacionalismo latinoamericano, especialmente en el nacionalismo de derecha católico, de la Argentina de los años 30. Para algunos europeos no españoles, el pensamiento de Primo de Rivera fue una versión del fascismo. Los textos dan para eso, pero también para interpretar una suerte de "centrismo" de José Antonio, situado entre el fascismo y el comunismo. Pero un centrismo muy particular, si se atiende a su discurso de fundación de la Falange Española, donde abomina del liberalismo, del sistema democrático, del sufragio universal, de los partidos políticos y se pronuncia en favor de la violencia para construir un "Estado futuro" nacionalsindicalista. Las corrientes ideológicas contemporáneas no se agotan en los fascismos, en el falangismo, ni en el comunismo. Surgen las "desviaciones de la izquierda", como el 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 56 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" socialismo trotskysta y la izquierda comunista internacional, que se proclaman observantes del marxismo integral y hacen suyas todas las posiciones doctrinales de Marx, Engels y Lenin, mientras acusan al partido Comunista y a Stalin de "desviaciones de derecha". Y aun se acentúan corrientes socialistas liberales y humanistas. El liberalismo, mientras tanto, se renueva o se "revisa". Surge la crítica contra "dejar hacer", el repudio de la creencia en la evolución ineludible hacia el colectivismo, la ratificación del individualismo como puerta abierta hacia la moral, y la original reivindicación de la intervención del Estado para atenuar los efectos, las consecuencias de la desigualdad en las condiciones humanas. El "neoliberalismo" rechaza, pues, la pasividad del Estado, los monopolios, el poder financiero, el espíritu conservador y la indiferencia frente a las consecuencias sociales de los desequilibrios económicos. Añade el intervencionismo estatal, la lucha contra los monopolios, la justicia social. Conserva el espíritu capitalista aunque observa con atención el proceso de socialización del mundo contemporáneo. Mientras en las corrientes profundas del pensamiento político se advierten el "llamado a la convergencia" de un Teilhard de Chardin, la "voluntad de ruptura y la apología de la violencia" de un Albert Camus, la "política desprendida de todo fundamento confesional" como el personalismo de Emmanuel Mounier, "de todo fundamento ético" como en Burnham y los maquiavelistas, o de "todo fundamento ideológico" como en Raymond Aron, según el derrotero señalado por Marcel Prélot, las ideologías perduran. Y el tema de la ideología se convierte, en tiempos de alteración, en un ingrediente decisivo del contorno internacional y en un factor relevante para explicar las crisis de muchas situaciones nacionales, entre ellas la argentina. Liberalismo, socialismo, fascismo, falangismo, y aun corrientes expresivas del llamado catolicismo social, disputaron la fidelidad de seguidores, la imaginación de propagadores, la formulación de programas de acción, la adhesión de los militantes y el sentido de la oportunidad de los políticos. En Estados Unidos de América, Francia y Gran Bretaña, la política interior y la política exterior seguían bajo el control de sistemas presidenciales y parlamentarios. En Alemania, la crisis política que siguió a la crisis económica y social condujo a Hitler al poder. En Italia, Mussolini procuraba para el Estado "el máximo de autonomía". Atravesando la depresión, la Primera Guerra había dejado Estados vencedores y con poder de recuperación y Estados vencidos e insatisfechos. Entre éstos estaba Alemania, conducida ahora por el autor de Mein Kampf. La paz comenzó a correr peligro, pues el régimen de Hitler se acercaba a los designios del fascismo italiano. Mientras tanto, las potencias "ricas" de Europa seguían una política de negociación y apaciguamiento que vaciló sólo en 1938, cuando suceden los golpes de fuerza alemanes. Los Estados Unidos siguieron dominados hasta 1935 por el problema de la Gran Depresión y los conflictos de intereses que produjo la política del New Deal, e incluso después su política económica no correspondería fácilmente al "espíritu internacional cooperativo" que sus estadistas decían apoyar. La amenaza alemana crecía, pues, mientras las barreras de seguridad que se intentaban levantar contra ella iban fracasando una a una. A mediados de la década del 30, el sistema de seguridad colectivo estaba en crisis y con él la Sociedad de las Naciones. En ese panorama crítico ingresó la guerra española, que estalló el 17 de julio de 1936. El conflicto español significó varias cosas a la vez. Fue un aspecto de los conflictos ideológicos que contraponían en Europa a los regímenes fascistas, comunistas y democráticos. Pero fue también un conflicto con perspectivas abiertas para las preocupaciones estratégicas —el control de rutas en el Mediterráneo y en el Atlántico, Gibraltar, etc.—, y aun para las preocupaciones económicas, a propósito de la carrera de armamentos que realizan los grandes Estados y su repercusión en las industrias metalúrgicas interesadas. En los orígenes de la guerra española, las potencias más activas fueron Italia y Alemania en favor del Movimiento "nacional" español. Pero luego, todos los Estados europeos tomaron posición. Los nacionales se beneficiaron con la ayuda italiana y alemana; los republicanos, con la de los rusos y en menor medida con la de los franceses y otros gobiernos extranjeros. Aunque todos habían acordado mantenerse prescindentes, el principio fue violado constantemente. Pero no se trata de exponer en este lugar aspectos de un conflicto terrible, sino de señalar su importancia en el contexto internacional de la década del 30, la tensión moral e ideológica que creó en la opinión pública europea y en países como la Argentina — donde el problema español se vivió con general angustia y alentó dilemas ideológicos—, así 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 57 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" como el hecho de que Hitler y Mussolini pudiesen comprobar hasta qué punto franceses e ingleses se mostraban dispuestos a conceder para evitar una guerra general. El proceso internacional —político y económico— de la década del 30 contiene, pues, el flujo de muchos factores e influencias que penetraron los sistemas políticos nacionales de los países de la periferia, condicionando su actividad y desafiando su capacidad de respuesta. En la mayoría de los casos, como en el de la Argentina, cambios en políticas específicas, como la política económica, fueron el resultado de esos factores más bien que de la decisión espontánea de sus conductores. Fueron, por lo tanto, respuestas dependientes, y no independientes o autónomas. Hacia 1930 terminó una época. Con ella se fueron muchas ilusiones y se detuvo la fragua de sistemas políticos que en América latina apenas habían logrado cierta precaria legitimidad. El subsistema latinoamericano, cada vez más ligado al rumbo norteamericano, era fuertemente tributario de un sistema internacional frágil y cuando éste estalló, la catástrofe arrastró no sólo a las metrópolis, sino que complicó la vida de aquellos que trataron de permanecer neutrales. El crac del 29 produjo en la economía latinoamericana consecuencias mucho más graves que crisis anteriores. Después del 29, y sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, se advirtió que la prosperidad financiera de ciertos países latinoamericanos no era suficiente para hacerlos invulnerables a los peligrosos cambios operados en las relaciones económicas internacionales. Estas iban hacia un "relativo divorcio entre las economías metropolitanas y las periféricas, de las que se espera ahora predominantemente ciertas materias primas, no todas por cierto indispensables" y según una difundida caracterización, las áreas periféricas amenazan transformarse en los slums del planeta, comparables a esas áreas urbanas cuya degradación, una vez comenzada, parece irrefrenable. No sólo los cambios en las relaciones económicas internacionales gobiernan o condicionan decisivamente el comportamiento de los sistemas políticos nacionales de América latina por la acción de los grupos de interés, sino que el factor ideológico operará como detonante de crisis políticas y sociales y retornará, aunque con nueva y sutil fisonomía, la intervención de las fuerzas armadas en la política como rasgo, desde entonces característico, del proceso latinoamericano. El Estado, a su vez, asume un rol activo que ni siquiera los partidos conservadores podrán soslayar. Estado, economía y política se vincularán desde entonces de manera diferente. La separación entre la sociedad política y la económica, que en los años 20 parecía imponerse como necesaria, aparecerá insostenible, máxime cuando la crisis afecta incluso a los sectores dirigentes de la economía. La diplomacia trabaja para evitar que la crisis económico-social afecte el sistema internacional. Pero la Conferencia Panamericana de Montevideo, de 1933, si bien se tradujo por iniciativa argentina en un tratado de no agresión y conciliación, tuvo su contrapartida económica en cuanto los Estados Unidos lograron evitar una condena masiva del proteccionismo aduanero que practicaba y la Conferencia se inclinó en favor de acuerdos bilaterales de liberalización aduanera recíproca. En 1936 y en 1938 —en Buenos Aires y en Lima—, los países americanos volvieron a reunirse bosquejándose paulatinamente un sistema panamericano que, sin embargo, dependía estrechamente del comportamiento de la potencia hegemónica de la región: los Estados Unidos. Si al principio el sistema parecía una "liga de neutrales", como las que Europa había conocido en el pasado pronto se vería asediado por el cambio insinuado hacia 1940 en la política norteamericana, como se advirtió ya en la conferencia de La Habana de fines de ese año. Para los norteamericanos, en efecto, el mecanismo panamericano sería desde entonces, y hasta su ingreso en la guerra, demasiado lento como para condicionar sus inminentes decisiones beligerantes. Sólo en 1942 se reuniría en Río de Janeiro una nueva conferencia panamericana, la que recomendó la ruptura de relaciones con el Eje. La guerra sirvió para recomponer el sistema panamericano según las posiciones relativas de sus componentes hacia la potencia hegemónica y hacia la guerra. Los países centroamericanos declararon la guerra, México y Brasil lo hicieron poco después —1942— con lo que lograron explotar política y económicamente a su favor, en el contexto latinoamericano, la crisis internacional, sobre todo en sus relaciones con el "poderoso vecino del Norte", mientras que la reticencia argentina, que luego se explicará, "no sólo se apoyaba —como querían los adversarios de su política— en el prestigio alcanzado por el Eje entre muchos de sus políticos 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 58 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" conservadores y jefes militares: se vinculaba también con la perduración del ascendiente británico, opuesto entonces como antes a la inclusión total de la Argentina en el área de predominio norteamericano...". La política exterior y las relaciones económicas internacionales se convirtieron, en la década del 30 y sobre todo en los años de la guerra, en ejes fundamentales de las políticas interiores de los Estados latinoamericanos, y en signos de referencia necesarios para hacer inteligibles los procesos internos. LA FATIGA DEL RÉGIMEN El contexto internacional esbozado es, a la vez, ambiente de la crisis de la Argentina de los partidos, de la restauración neoconservadora y del golpe de Estado de 1943 y sus consecuencias inmediatas. En la Argentina, el triunfo de Hipólito Yrigoyen en las elecciones nacionales de 1928 desconcertó a la oposición y a los observadores políticos. En realidad, era la primera experiencia contemporánea de los argentinos de lo que significaba un movimiento popular en acción. La Unión Cívica Radical no llegó a constituirse en un partido "burocrático" mientras dominó la jefatura personal de Yrigoyen. Su figura ejerció una influencia moral y legitimadora muy poderosa, carismática, que envolvía un control también personal sobre sus seguidores y descansaba a menudo en recompensas traducidas en la posibilidad de acceso a posiciones dentro del partido o de la burocracia estatal. Cuando sobrevino la reelección de 1928, vióse que la U.C.R. debía organizarse como un partido de masas o correría el peligro de la desintegración pues la vida de su jefe llegaba al ocaso. Para los radicales yrigoyenistas, sin embargo, el triunfo significó la ratificación de una línea política que incluía tanto medidas económicas —como la nacionalización del petróleo, debatida en 1927-28—, cuanto la intención —sin traducciones programáticas muy concretas— de promover una suerte de democratización social. Un conservador representativo, Matías G. Sánchez Sorondo, advertía en esos debates: "Ayer fueron los alquileres, hoy es el petróleo, mañana será la propiedad rural amenazada de ser redistribuida..." Para los conservadores y para los sectores económicos dominantes comenzaba a ser claro que la relativa escisión entre la sociedad política y la sociedad económica —o si se quiere entre el poder económico y el poder político— era una concepción peligrosa que podría terminar en una situación opuesta a sus intereses. Sin embargo, la segunda presidencia de Yrigoyen no puede ser entendida sin atender a ciertos procesos gestados durante el período presidencial de Alvear, condicionados por el contexto internacional en transformación. Esos procesos se vinculan con casi todos los miembros de lo que se ha llamado la "constelación de poderes" de la sociedad argentina, pero hay dos que son especialmente relevantes para explicar el desenlace del 30: la influencia del factor ideológico y el cambio de actitud operado en el poder militar. Ambos procesos se encuentran estrechamente relacionados. En primer lugar, con anterioridad a 1928 se gesta un movimiento ideológico complejo y militante conocido como nacionalismo de derecha, paralelo a los movimientos ideológicos europeos esbozados en páginas anteriores. Si bien el nacionalismo argentino no es reductible a una sola versión, tiene como denominador común su antiliberalismo y su crítica mordaz y constante al principio de legitimidad constitucional democrático hasta entonces compartido por la mayoría de las fuerzas políticas argentinas. En segundo lugar, antes de la segunda administración de Yrigoyen, se producen cambios significativos en las relaciones entre la sociedad militar y la sociedad política o, si se prefiere, entre las fuerzas armadas y la sociedad argentina. Pueden explorarse, sin duda, otros factores actuantes o convergentes en el desenlace del 30 y en las décadas posteriores, pero esos dos fueron, sin discusión, relevantes. El nacionalismo de derecha constituye un fenómeno demasiado complejo para el analista político y el historiador como para ser descrito aquí de manera exhaustiva. Sólo se brindarán, pues, algunos datos y elementos de juicio indispensables. El nacionalismo no es un movimiento unitario y continuo, aunque la palabra y ciertos análisis ligeros parezcan sugerirlo. No puede ser presentado como un bloque con unidad interna, pues ello se conciliaria mal con el espectáculo de sus contradicciones doctrinales y de sus discrepancias. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 59 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" El nacionalismo se diferencia en el tiempo y en las situaciones, así como por los temperamentos que convoca. Hay nacionalismos y nacionalistas. De ellos interesa aquí los que tuvieron gravitación decisiva en la década del 20 y sobre todo algunos de sus rasgos salientes. Hay toda una "geografía" de la derecha todavía por hacer que permitiría distinguir entre sus diferentes manifestaciones regionales, y una vinculación estrecha entre la derecha nacionalista y el llamado "integrismo" católico que tuvo señalada influencia en la década del 30. Existen modos de actuar de esa derecha que trasciende a los partidos —la Liga, por ejemplo, una estructura laxa que se adecuaba bien al modo de ser de la derecha extrema—, pues los partidos pasan y la derecha queda y al propio tiempo la organización partidaria le repugna. Y existe un vocabulario y ciertas convicciones que han caracterizado la derecha nacionalista —el orden, la grandeza, la raíz telúrica, etc.— así como la historia de las palabras constituye, casi siempre, una contribución sorprendente para entender la realidad política que pretenden designar. Elitista, partidario del orden que planteaba como uno de los términos de un dilema respecto de la libertad, autoritario y moralista, el nacionalismo dirá que ha llegado "la hora de la espada" y clamará por la intervención militar en la arena política para salvar la patria que considera amenazada por una conspiración internacional que los políticos profesionales y la democracia parlamentaria se les antojaba incapaces de neutralizar. Su temática intentará vincular tendencias e ideologías internacionales, como el fascismo, con fenómenos vernáculos como el rosismo y con actitudes de lucha frente al imperialismo, que durante más de una década estará representado por el predominio británico y luego también por los Estados Unidos. El nacionalismo retoma la bandera de la "hispanidad" y alienta toda una escuela histórica conocida como "revisionismo". Pueden distinguirse antes del 30, pues luego se incorporará el falangismo, tres corrientes principales en el nacionalismo de derecha argentino: el nacionalismo fascista, el nacionalismo maurrasiano y el nacionalismo conservador. Los tres coinciden en la crítica a Yrigoyen. Pero los dos primeros coinciden, además, en la crítica feroz a la Argentina de los partidos, al principio constitucional vigente y, al cabo, al liberalismo político. Los dos primeros son opuestos al sistema. El último comparte algunas de las banderas de aquéllos, pero se transforma en una oposición dentro del sistema que, sin embargo, pretende "revertir" transformándose en reaccionario y restaurador. Uno de los protagonistas principales del nacionalismo de derecha fue Leopoldo Lugones, para quien había llegado en los años 20 la hora de la espada porque "sólo la virtud militar realiza en ese momento histórico la vida superior que es belleza, esperanza y fuerza". Sus ideas se difundirán a partir de la segunda elección de Yrigoyen, con "La Nueva República", periódico que habían fundado el 1º de diciembre de 1927 los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Juan E. Carulla y César E. Pico. La prédica nacionalista contra Yrigoyen y la democracia fue constante, hábil y con un auditorio cada vez más amplio entre oficiales de las fuerzas armadas, jóvenes intelectuales y la derecha conservadora. Las corrientes doctrinarias europeas aparecían, transparentes, en discursos, folletos y periódicos de aquellos paradójicos críticos del "extranjerismo" que, según ellos, impedía la consolidación de la identidad nacional argentina. Si bien el fascismo, segmentos de la doctrina nazi y la evocación de Primo de Rivera transitaban por el ideario aparentemente nacional del nacionalismo, quizá ninguna doctrina perduró tanto como la de Charles Maurras. No parece exagerado decir que —aún hoy— hay maurrasianos que se ignoran. Si se quiere, el pensamiento de Maurras representa el más importante esfuerzo intentado en este siglo para dar a la derecha francesa una doctrina firme y coherente. La indigencia intelectual de la extrema derecha contemporánea muestra que Maurras no fue reemplazado. A diferencia de Bonald, por ejemplo, Charles Maurras no buscó determinar los fundamentos del poder, sino responder a la cuestión práctica de las condiciones en que el poder se podía ejercer normal y válidamente. Se hallan en su doctrina partes importantes de la construcción intelectual de los grandes reaccionarios del siglo XIX, pero amputada su pieza clave: Dios. Por eso se prestaba a críticas contradictorias: ¿laicista? ¿clerical? En rigor, una suerte de "teocracia sin Dios", un profundo escepticismo sobre la bondad de la naturaleza humana que conducía a la crítica implacable de la democracia, la repugnancia hacia el "caos obsceno", y una construcción estéticamente perfecta —que tanto atrajo a Lugones— de un orden político en el cual la Iglesia tendría un lugar privilegiado. Era un clericalismo sin Dios. Por eso, entre otros aspectos más sutiles, la condena pública de 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 60 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ciertas obras de Maurras por la Iglesia, condena conocida a fines de 1926. El nacionalismo aristocratizante de los años 20 volvía, a través de Maurras, a Francia..., a la que habían acudido antes sus mayores, pero orientados por doctrinas de distinto signo. La crítica ideológica del nacionalismo de derecha no fue el único elemento apto para el desgaste del segundo gobierno de Yrigoyen. Un proceso de importancia decisiva se gestaba en el ejército. Si bien el cuerpo de oficiales había comenzado a reflejar en los años 20 los cambios operados en la sociedad argentina —casi un tercio de los oficiales ascendidos a los grados más altos del ejército durante los gobiernos radicales eran hijos de inmigrantes—, y los asuntos profesionales absorbían la atención de la mayoría, no era un misterio para nadie que los principales miembros del ejército manifestaban cómo debía ser la política pública en la esfera económica y acerca de las posibilidades de desarrollo industrial por la alteración en las relaciones económicas internacionales. El general Mosconi, director de Y.P.F. entre 1922 y 1930, exponía la tesis de un incipiente nacionalismo económico. Paralelamente, no habían perdido vigor las ideas tradicionalistas en cuanto a un país básicamente agrícola y su situación necesariamente vinculada a los mercados de ultramar. Los movimientos gremiales eran observados con cierta aprensión, pues los conflictos anarquistas, las huelgas socialistas y los actos de violencia configuraban para los militares signos de desorden y de la potencial influencia comunista, luego que los bolcheviques habían tomado el poder en Rusia. Las reacciones no eran sin embargo uniformes, pues el propio director del Colegio Militar en 1920, entonces coronel Agustín P. Justo, describía a la Argentina como "una sociedad que cambiaba su estructura", en la que el papel de las fuerzas armadas debía ser el de "asegurar el libre ejercicio de todas las energías", pero no el de un "participante" en la lucha por el cambio. Pero cuando la década del 20 avanza, la actitud de Justo hacia los cambios sociales y su relación con los principios constitucionales no es compartida por oficiales jóvenes que ponían énfasis en otros valores: por ejemplo, el orden y la jerarquía. Para ellos, un general como José F. Uriburu veía más claro cuando demostraba su simpatía por regímenes como los de Primo de Rivera en España y Benito Mussolini en Italia. Para ese sector militar, ciertos intelectuales y políticos de la sociedad argentina que, como los militantes de la izquierda, veían al ejército en términos marxistas como instrumento de opresión de la clase dominante o eran simplemente antimilitaristas en el sentido tradicional de los socialistas liberales y de muchos radicales y demócratas progresistas, necesitaban una lección. Pero la posición crítica del ejército respecto de Yrigoyen empezó a crecer cuando su segundo período presidencial comenzó a caracterizarse por la inestabilidad y la ineficiencia política. Yrigoyen eligió como ministro de Guerra al general Dellepiane, entonces retirado, pero éste no pudo actuar con eficacia tanto por su precario estado de salud, cuanto por la interferencia del ministro del Interior, Elpidio González. Yrigoyen retomó, además, su inveterada costumbre de subordinar la conducción de los asuntos militares a consideraciones políticas o personales. El presidente "parecía ver al Ejército como una asociación de individuos, casi una familia o un club político, más bien que una institución jerárquica en la cual moral y disciplina se relacionan íntimamente con la cuidadosa observancia de normas establecidas..." La crítica ideológica se sumó a la crítica de la política militar de Yrigoyen, pese a que los gastos militares aumentaban, pero en beneficio de las personas, más bien que en el de un programa iniciado en la presidencia de Alvear para proveer al ejército de equipos modernos. Las expensas en armamentos descendieron de 42 a 16 millones de pesos moneda nacional entre 1928 y 1929, y el porcentaje del presupuesto militar respecto del presupuesto general bajó de 20,9 a 18,9% y luego a 18,6% en 1930. El descontento en los círculos militares fue estimulado por el favoritismo político de Yrigoyen en el tratamiento del personal militar, de las reincorporaciones, remociones y promociones, incluso retroactivas, que practicaba contra normas explícitas. La crítica militar fue asentándose, pues, en causas "corporativas" o profesionales. El tema militar se hizo casi obsesivo. Los oficiales identificados con la ya citada Logia General San Martín o con los seguidores del ex ministro de Guerra de Alvear, general Justo, eran relevados, cambiados de destino o puestos en disponibilidad. El coronel Luis García, que había sido cabeza de la Logia y director del Colegio Militar, escribió desde su retiro, en poco más de un año, más de un centenar de artículos desde el diario La Nación, puntualizando los "desarreglos" castrenses del gobierno yrigoyenista. Uriburu, también en 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 61 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" retiro, aprovechóse de la desafección creciente entre los militares hacia la política de Yrigoyen para comenzar sus trabajos conspirativos. El proceso de alienación del poder militar fue gradual pero constante. Había comenzado a gestarse antes del 28. Todavía en 1929 la presidencia del Círculo Militar fue ganada por 929 votos contra 635 por el "venerable general (R. E.)" Pablo Ricchieri, apoyado por el coronel Manuel Rodríguez, amigo de Justo, a la fórmula encabezada por el recientemente retirado general Uriburu. Pero en junio de 1930, el nuevo presidente del Círculo, general Francisco Vélez, se preocupó por señalar en su discurso inaugural que las relaciones con el gobierno se caracterizarían por una "escrupulosa consideración y prudencia, y no por obsecuencia y servilismo", lo que Potash interpreta bien como una manera clara de criticar implícitamente a los oficiales identificados con el yrigoyenismo. El 23 de julio, un editorial de La Prensa se titulaba, a propósito de un discurso del coronel García, "Ni obsecuencia ni servilismo en el militar". El poder militar no operaba en el vacío. Era solicitado por el ambiente y éste se había cargado de tensión e intolerancia. LA CRISIS DE 1930 Hipólito Yrigoyen contaba con un fuerte respaldo en la Cámara de Diputados. Sus partidarios ocupaban 91 bancas; la oposición 67. Pero en el Senado las posiciones se invertían: lo apoyaban 7 senadores; lo enfrentaban 19. Llegó al poder con un apoyo popular impresionante que aturdió a los opositores, pero éstos tardaron poco en recobrarse y la atmósfera se fue enrareciendo con asombrosa rapidez. La actividad legislativa fue al principio de relativa colaboración: se sancionaron en 1929 leyes como la 11544 sobre la jornada legal de trabajo, la ley 11563 disponiendo el censo ganadero nacional y otras leyes previsionales y de alguna repercusión social. Pero como observa Etchepareborda, quedan sin aprobar el plan de defensa sanitaria, un convenio comercial con Gran Bretaña — precedente del pacto Roca-Runciman, conocido como misión lord D'Abernon y aprobada en Diputados— y el proyecto sobre nacionalización del petróleo que queda en el Senado "en carpeta". Las obras públicas reciben algún aliento y se crea el Instituto del Petróleo en enero de 1929. Se fundan cerca de 1.700 escuelas y se mantienen en política exterior los lincamientos de la primera administración yrigoyenista. La lectura de los boletines oficiales no traduce el clima oprimente que se fue formando mes a mes, con la contribución de todos: el gobierno y la oposición; los periódicos, los universitarios, los militares y los obreros; la izquierda y la derecha. Los testimonios de la época —y de protagonistas que intentaron evaluar los sucesos con cierta objetividad años después— coinciden en la convergencia de factores que procedían de lugares diferentes. Del gobierno: pues la capacidad física del caudillo declinó rápidamente mientras mantenía su estilo centralizador. La consecuencia visible fue la acumulación de problemas, sin solución ni respuesta eficaz. Del partido Radical: sin cuadros de conducción suficientes, fue ganado además por la corrupción. De los partidos de la oposición: encabezados por el partido Socialista Independiente, cuyos hombres fueron "los promotores principales de un vasto movimiento popular que había de acabar con Yrigoyen, destruyendo su popularidad por una acción eficaz de las masas" —según uno de sus líderes, Federico Pinedo— tanto el conservadurismo bonaerense como el partido Demócrata de Córdoba y el Radicalismo antipersonalista de Entre Ríos llevaron a cabo una labor de desgaste facilitada por la inoperan-cia yrigoyenista. La oposición socialista y la demócrata progresista fue también rotunda, pero no conspirativa. Aun el partido Comunista fue arrastrado por "la ola antiyrigoyenista", como subraya uno de sus escritores. Los movimientos estudiantiles se unieron a la prédica opositoria o conspirativa que con facilidad realizaba casi toda la prensa porteña con difusión nacional: La Prensa, Crítica y La Nación, entre otros. De tal modo, cuando se sintieron las primeras consecuencias del crash del 29 y estaban madurando los procesos en gestación que se han descrito, el gobierno radical y el partido oficialista entraban con la sien herida a la batalla. En marzo de 1930, los comicios de renovación parlamentaria demostraron que el yrigoyenismo acusaba los golpes. Sumados los totales, y comparados con los sufragios de 1928, las distancias se habían acortado. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 62 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Otra vez, la evaluación de ese resultado debe ponderar el hecho de que la de 1928 había sido una elección presidencial y la de 1930 sólo de diputaciones. Pero de todos modos el impacto fue grande, sobre todo en Buenos Aires donde el radicalismo perdió frente al socialismo independiente y compartió la minoría con el partido Socialista. Hipólito Yrigoyen se había quedado sin apoyo del poder ideológico —incluso buena parte del clero católico había sido ganada por el nacionalismo—; sin apoyo del poder militar — aunque no tenía tantos opositores como los nacionalistas creían, tampoco disponía de adhesiones entusiastas, sino en un sector reducido—; incomunicado y sospechoso para el poder económico y a merced de la oposición política. La pregunta clave era, pues, en qué condiciones llegaba el presidente Yrigoyen al desenlace de una conspiración que preparaba, desde principios de 1930, el general Uriburu. La mayoría de los testimonios de la época denuncia una sensación de fatiga política y social, un estado de ilegitimidad sociológica, una suerte de resignación frente a la conspiración militar que según confiesa Palacio —espectador de los sucesos, participante en el movimiento nacionalista y en la Liga Republicana e historiador— "seguía, entretanto, sin que el gobierno tomara ninguna medida para conjurarla". La Liga Republicana convocaba a la oposición frontal, el llamado Klan Radical trató de neutralizar a los opositores con la violencia, y ésta llamó al combate callejero a la Liga Patriótica Argentina. La violencia ganó la calle, los incidentes menudearon y el ambiente de crisis económica, política y social se tornó, para muchos, insoportable. Los radicales llegaron, incluso, a hacer fraude electoral, utilizaron al ejército para las intervenciones federales y aparecieron contradiciendo ideales y banderas que habían difundido o agitado para fundar en esos signos una nueva legitimidad. Esa legitimidad nunca había superado cierta innata precariedad. El propio yrigoyenismo contribuyó a herirla de muerte. Oficialismo y oposición fueron cómplices, a su manera, de la agonía de la Argentina de los partidos. El general Uriburu era sobrino de un ex presidente y miembro de una familia aristocrática; con amplios contactos en el mundo económico y social, entre las elites ideológicas del nacionalismo de derecha y con los círculos políticos opositores, y considerado según el entonces capitán Perón como "un perfecto caballero... un hombre puro y bien intencionado", dio los últimos toques a la conspiración. Un grupo paralelo operaba, mientras tanto, bajo la inspiración del ex ministro de Guerra de Alvear, el general Agustín P. Justo. Ambos coincidían en el objetivo inmediato —derribar a Yrigoyen—, pero diferían en cuanto a los objetivos políticos mediatos y aun en sus ideologías correspondientes. En síntesis, Uriburu representaba la idea de una revolución de inspiración corporativa, en la línea del fascismo. Justo, el propósito de una reversión política, de una vuelta al pasado prerradical, en una línea conservadora. En los designios de Uriburu estaba la reforma institucional y un régimen tan largo como fuera necesario para realizarla. Entre las intenciones de Justo figuraban cierta adhesión condicionada a los principios constitucionales y la creación de un gobierno provisional de duración breve, que preparase rápidamente la transición. Sarobe fue un cronista fiel de ambas posiciones y, a la vez, partidario de una suerte de "legalidad sin Yrigoyen". Según el testimonio del propio Perón, la posición de Uriburu, a cuyo grupo estaba adscripto, tenía menos predicamento entre los oficiales dispuestos a participar en el movimiento que la posición del grupo de Justo. Perón tuvo la impresión de que el grupo de Uriburu carecía de habilidad para llevar a buen puerto la conspiración y buscó acercarse al de Justo, en el que jugaban un papel principal Sarobe y Bartolomé Descalzo. El primero de ellos trató de establecer, "en términos simples y en forma concreta, sin tergiversación posible, los objetivos y miras de la revolución", como escribe en sus memorias. La revolución iba "contra los hombres" y no tenía como finalidad cambiar las instituciones. En esto, la posición difería claramente de Uriburu y su grupo. El 5 de setiembre, Yrigoyen delega el mando en el vicepresidente Enrique Martínez — elegido en el Colegio Electoral a raíz de la muerte del candidato Beiró—, mientras la calle es tomada por manifestaciones estudiantiles. Hay heridos y la tensión parece haber llegado a un nivel insostenible en Buenos Aires, centro neurálgico de la conspiración. Sus autores discuten aún los términos de la proclama que fijaría los propósitos de la revolución, y Uriburu cede aparentemente a la insistencia de Sarobe y Descalzo, accediendo incluso a que aquél corrigiese un manifiesto preparado por el nacionalista Leopoldo Lugones. Todo eso puede 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 63 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ocurrir sin resistencias, pues días antes el ministro de Guerra Dellepiane no pudo convencer a Yrigoyen de tomar medidas militares y policiales para reprimir la conspiración en marcha. Dellepiane renuncia el 2 de setiembre. En la madrugada del 6, el gobierno está solo, el presidente ha enviado su renuncia manuscrita y el ejército, con la jefatura de Uriburu, toma el poder. Fue una operación política y militar, casi aséptica, preparada sin prisa y sin pausa, en la que los participantes tuvieron tiempo de pensar en lo que iban a hacer, pero sólo se pusieron de acuerdo en cuanto a la toma del poder. La primera prueba del ejército en el poder comenzó como un cuidadoso operativo militar y culminó en un "paseo" de seiscientos cadetes, novecientos soldados, decenas de automóviles rodeados por espectadores alborozados y un oficialismo paralizado. Al día siguiente de la crisis se mostraron las facciones de la revolución, su cuerpo bicéfalo y los rastros de la improvisación. El orden constitucional estalló sin que muchos lo deploraran. Los argentinos apenas se dieron cuenta de que, entre otros, habían llevado a su patria a la crisis de la crisis. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 64 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" DARÍO CANTÓN / JOSÉ LUIS MORENO " Hist oria Ar g e ntin a 3. 1º Parte. La Ex peri en cia Radi cal ( 191 6-1 93 0)" Bu en os Ai re s 1 99 8 - Mini steri o d e Cult ura y Ed u ca ció n Entre 1916 y 1930 gobierna en el país el radicalismo, representado por Hipólito Yrigoyen (1916-22), Marcelo T. de Alvear (1922-28) y de nuevo Hipólito Yrigoyen desde 1928 hasta su derrocamiento en setiembre de 1930. Si bien en el texto se harán referencias tanto a todo el período como a cada una de las divisiones dentro de él, es bueno señalar que lo que consideramos más característico de ese lapso es el impulso dado por Yrigoyen, a quien tomaremos como definitorio del radicalismo. Alvear significará así, inevitablemente, una desviación, un episodio menor dentro del proceso del radicalismo representado verdaderamente por Yrigoyen. Aun suponiendo que esto tenga algo de arbitrario —aunque no creemos que lo sea demasiado— nos permitirá formular algunas consideraciones iniciales a modo de introducción y resumen al mismo tiempo. La trayectoria del radicalismo se inicia con la fracasada revolución de 1890 y se precisa después al negarse a pactar con las fuerzas opositoras y reclamar la pureza del sufragio. Dos intentos revolucionarios, en 1893 y 1905, registra el partido antes de la puesta en vigencia de la ley Sáenz Peña; en los dos casos el motivo invocado es la libertad electoral como medio para asegurar la vigencia plena de la Constitución y, con ella, de gobiernos debidamente elegidos. Un fragmento del manifiesto de la Unión Cívica Radical al pueblo de la república en 1905, ubica su pensamiento con mucha claridad: "Las fuerzas conservadoras de la sociedad, comprendidas en su alto y verdadero significado, son las que realizan la labor común, cumplen con independencia sus deberes y revelan energías en la defensa de sus derechos. Los movimientos de opinión, cuanto más desinteresados llevan en su seno mayor suma de ellas. Singular inversión de juicio acusa el criterio que sólo considera fuerzas conservadoras los elementos afines a los gobiernos y sostenedores de su autoridad cualquiera que sea su origen y su forma de gobierno." Dicho de otro modo, el radicalismo se vive como "fuerza conservadora" —"cumplidora" de la Constitución— y ha de buscar realizar su ciclo de "reparación", no de innovación, dentro del orden preexistente. Si bien esto implica una limitación ideológica —el moverse dentro de los esquemas del liberalismo— señalada ya por otros autores, queremos enfatizar aquí, especialmente, las limitaciones de hecho para todo cambio de "raíz" que se hubiera podido intentar. En efecto, las limitaciones ideológicas cuando van acompañadas por situaciones o coyunturas históricas favorables que claramente son desaprovechadas, pueden llegar a ser el factor que impide el reconocimiento o aprovechamiento de un estado de cosas nuevo. Cuando no es así —y creemos que es éste el caso— parece más fructífero no especular acerca de limitaciones ideológicas y detenerse más en las fácticas. En primer término, que el radicalismo llega al poder por la vía pacífica de las urnas y no por la vía revolucionaria. Esto indica no sólo su fuerza para provocar cambios (o la aceptación de sus exigencias), sino también que su respaldo nunca fue suficiente como para tomar el poder por sí mismo. En segundo lugar, la llegada del radicalismo al poder es el fruto de una elección relativamente reñida, en la que los vencedores no están seguros de contar con los electores necesarios para consagrar su fórmula. Que pueda no permitírsele ocupar el poder es algo que se comenta abiertamente, lo que supone que existe la posibilidad de impedirlo. En tercer lugar, una vez en el poder, y dado lo precario del triunfo obtenido —luego de hacer, no lo olvidemos, "buena letra" ideológica— Yrigoyen deberá maniobrar con suma cautela para ir sumando puntos en su favor. En efecto, el voto universal y obligatorio implantado por Sáenz Peña hizo posible la llegada del radicalismo, pero significó sólo un punto de partida. Todo el aparato institucional preexistente no podía desmontarse de la noche a la mañana. En el Congreso, por ejemplo, si bien el radicalismo logró rápidamente la mayoría en la Cámara de Diputados, la de Senadores le fue siempre adversa, puesto que los titulares de las bancas las ocupaban durante plazos prolongados y su elección era indirecta, mientras obstáculos semejantes subsistían en muchas provincias para todos los niveles del gobierno y la administración. Además, si bien la política del gobierno le granjeó el apoyo de grandes sectores de la población, no le brindó un respaldo organizado. Su acción en favor de los trabajadores hallaba eco, pero el movimiento obrero, nucleado en distintas centrales, le era 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 65 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ideológicamente adverso o permanecía al margen de la acción política. Por ejemplo, Diego Abad de Santillán, el dirigente y escritor anarquista, debió lamentar la falta de acuerdo de los obreros ante el golpe ya inminente de 1930, que halló a la clase obrera sin respuesta. El apoyo de Yrigoyen al movimiento de la Reforma Universitaria tampoco le otorgó ningún respaldo apreciable para sus cuadros dirigentes ni le valió sostén intelectual para su obra. Mucho menos podía esperar ese apoyo, naturalmente, de los que resultarían afectados de modo directo por las medidas tendientes a inclinar la balanza más decididamente en su favor, como, por ejemplo, todos los que estaban al frente de las "situaciones" provinciales afectadas por las intervenciones, o los dirigentes patronales, o todos aquellos que podían interpretar que las medidas gubernamentales eran directamente perjudiciales para sus intereses. Tampoco tuvo la adhesión de una Iglesia nunca demasiado segura de que sus feligreses —que eran pocos, por otra parte— seguirían sus inspiraciones en momentos en que sus principios no estaban realmente en cuestión y que, además, aún no había alcanzado predicamento como para constituirse en sostén sólido de ningún gobierno. También careció del apoyo de una Suprema Corte con sensibilidad social, alerta a los tiempos que corrían. Yrigoyen la respetó, y la Corte, dentro del papel subordinado que por tradición desempeña entre nosotros, se limitó en general a ser un obstáculo que, por su orientación, tuvo características similares al constituido por el Senado. La prensa llamada "seria" y que era la que tenía mayor prestigio, difusión y recursos económicos, dejó de apoyar a Yrigoyen a poco de comenzar su primer gobierno, y se convirtió en encarnizada enjuiciadora. Los partidos políticos convergieron en la oposición al radicalismo yrigoyenista. Hay aquellos que, como el socialista, podían haberse hallado más cerca de él que de los conservadores o demócratas progresistas, hicieron activísima oposición y se aliaron con sus enemigos políticos en más de una ocasión. Dentro del mismo partido radical, la mayor parte de lo realizado parece haber sido obra exclusiva de Yrigoyen, no gracias al apoyo de personas de talento que lo secundaran o promovieran iniciativas, sino a pesar de no contar con nada de eso, y afrontar la oposición del sector más decididamente intelectual del partido, que en cambio rodeará a Alvear durante su presidencia y tratará de formar otro partido radical a espaldas de Yrigoyen. Muchas de las iniciativas de que se habla en el texto es probable que se debieran a su personal inspiración, lo que explicaría sus imperfecciones de concepción o de forma aunque no de fondo, pues en general ponen de manifiesto un adecuado enfoque de los problemas. Un ejemplo típico es su negativa a romper relaciones con Alemania cuando ambas cámaras así lo habían aprobado con el voto de los propios legisladores radicales, o las alteraciones y resistencias que debieron sufrir sus instrucciones a los delegados argentinos enviados a la reunión constitutiva de la Sociedad de las Naciones. En suma, lo que muy claramente se advierte es que nos hallamos ante un gobernante elegido por la mayoría popular, y que convertido en adecuado intérprete y guía de la misma, consolida su posición sólo en término de votos individuales, no de organizaciones o factores de poder que cuenten con medios regulares de acción o expresión. Es aquí donde debemos hacer mención de dos factores que hemos dejado deliberadamente para el final. Uno es el papel del ejército. Es nuestra impresión, aunque no podemos desarrollar aquí este punto, que el radicalismo revolucionario se apoya fundamentalmente en el ejército "viejo", vale decir, el anterior o contemporáneo de la reorganización que tiene lugar con motivo de la sanción de la ley de servicio militar obligatorio a principios de siglo. Muchos de sus miembros son los que han de ser "purgados" luego de 1905, dejando lugar para las nuevas promociones de "profesionales" con formación académica. Según nos parece, estos profesionales serán los que verán con alarma la agitación social durante la primera presidencia de Yrigoyen, o resistirán sus intentos para ofrecer reparación a los militares postergados en sus carreras por las sanciones que les acarreara su participación en los movimientos armados en favor del radicalismo. Son aparentemente los oficiales más jóvenes los que ya a principios de 1921, dando como justificación la necesidad de erradicar la política del ejército, tratarán de implantar una política de signo contrario que llevará muy lógicamente al golpe de setiembre de 1930. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 66 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Si nuestra interpretación es correcta, entonces el radicalismo cae porque se mueve en un permanente vacío institucional y se ha enajenado la voluntad de indudables factores de poder, tales como el ejército. Todo esto, naturalmente, aun cuando la situación estuviera lejos de estar claramente definida. Hay un último factor relacionado con la situación exterior, que tampoco obra en favor del yrigoyenismo. En una época anterior a la guerra de guerrillas contemporánea, acaso sólo la conquista y ocupación militares, o la caída estrepitosa de imperios podía alterar significativamente las relaciones de poder en el seno de países dependientes como el nuestro. Pero ninguna de esas situaciones se dio en la Argentina. Ubicada en la periferia del orden mundial entonces vigente, pero ligada muy estrechamente con Gran Bretaña por lazos económicos que (como diría Pellegrini) eran más fuertes que los políticos, su dependencia por un lado no era excesivamente insatisfactoria, ni por otro era vista con claridad. Cuando a poco de andar el siglo los capitales norteamericanos se insinuaron como competidores que llevaban las de ganar, el país acusó el impacto, pero otra vez la transferencia se hizo sin alteraciones fundamentales. Dentro de este marco, fuera o no consciente de ello, debe ubicarse la acción de Yrigoyen. Su intento puede rotularse como tibio e ingenuo esfuerzo independentista en el momento del pasaje de una sujeción imperialista (británica) a otra (norteamericana), y su fracaso no le quita su valor de antecedente. Para terminar, antes de entrar en materia, citaremos unos párrafos del último escrito presentado por Yrigoyen a la Suprema Corte luego de su derrocamiento. Está fechado el 8 de setiembre de 1932 y lo pintan de cuerpo entero: "Mi labor de gobierno, en medio de hondas perturbaciones, fue enorme como idealidad infinita y como eficiencia múltiple en todas las esferas, por lo que no hay un solo paraje de la Nación que no tenga recordaciones gratas y saludables de acción reparadora y benéfica, ni un solo acontecimiento internacional en el cual no haya dejado recuerdos imperecederos, por las actitudes asumidas, ora en el orden general, ora en los sucesos de nuestra América, en comunidad con nuestra madre patria, y en la unidad por siempre de la raza. "Y a más de todas las funciones que afronté y abordé, hice también un gobierno protector para todas las pobrezas o indigencias. "He desempeñado el cargo, pues, como las circunstancias de la hora en que lo asumí, reclamaba la Nación, sin prevenciones algunas, pero con una definición de conceptos inconfundibles en su esencia y aplicación; sin afinidades en ningún caso; pero con una ecuanimidad y circunspección inalterables en la línea de conducta trazada, con un solo punto de mira: la nacionalidad en su faz culminante y grandiosa. "Y termino contestando a las irreverencias de V. E., sean cuales fueren los eventos de sus definitivas soluciones, que la Nación no tuvo jamás un hijo más patriota que yo, ni más augusto en las idealidades de ese concepto, y que afrontara con más consagraciones los acontecimientos de su vida y los esclareciera con más esplendores y fulguraciones." LA ECONOMÍA. 1 - ARGENTINA Y EL MUNDO La guerra mundial de 1914 marcó un momento culminante en que se interrumpe el proceso de integración de la economía mundial. Las fuerzas motrices que impulsaban ese proceso dejaron momentáneamente de actuar. Por un lado se quiebran las rutas comerciales dejando aislados los mercados de los centros productores de abastecimiento, por otro se interrumpe la afluencia de capitales de las metrópolis a las regiones periféricas, así como se frenan las corrientes migratorias expulsadas de los países cuyos procesos de industrialización no alcanzaban a absorber la mano de obra disponible y que sí encuentran salida en países cuya economía estaba en proceso de expansión —aun con muy diferentes direcciones e intensidad— como Estados Unidos, Canadá, Argentina, Australia y Nueva Zelandia. La importancia que adquiere este hecho para nuestro país estuvo dada por el papel que éste desempeñaba dentro del esquema económico total. Efectivamente, el peso de la Argentina en el proceso de integración mundial tuvo su demostración clara a partir de la década del 70. Más todavía: la aceleración de la producción agropecuaria a partir de ese momento reforzó el puesto que le cabía dentro del orden mundial, al mismo tiempo que la absorción de capitales extranjeros, productos manufacturados e inmigración lo mostraba 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 67 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" como una de las plazas más fuertes. En efecto, entre 1857 y 1914 Argentina había recibido 3.300.000 personas, ocupando el tercer lugar en el mundo como receptora de inmigrantes en ese período. "En cuanto al total de capitales extranjeros invertidos ascendía a más de 10.000 millones de dólares de hoy, cifra que representaba el 8,5 % de las inversiones extranjeras de los países exportadores de capitales en todo el mundo, el 33 % de las inversiones extranjeras totales en América latina y el 42 % de las inversiones del Reino Unido en la misma región." "En cuanto al comercio mundial, la situación de Argentina no podía ser más clara; más de la mitad de las exportaciones de América latina a Europa procedían del país. Y en relación con el cuadro total de las relaciones bilaterales entre países latinoamericanos y europeos, Argentina ocupaba los seis primeros puestos con Inglaterra, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica-Luxemburgo y Francia." Dentro de este cuadro general, el país funcionaba como proveedor de materias primas casi exclusivamente del sector agropecuario, y era receptor de combustibles, maquinarias e insumos industriales al mismo tiempo que de artículos de consumo. Restablecidos los vínculos entre el país y las metrópolis, nuestra economía recupera en parte el equilibrio alcanzado antes de la crisis y su producción, fundamentalmente la cerealera, llega a niveles satisfactorios. Este aspecto "positivo" de nuestra economía que muestra un enorme potencial productivo tenía, sin embargo, su contrapartida negativa: la sujeción a las economías metropolitanas y a los movimientos inherentes a la marcha de la estructura capitalista, especialmente en lo que se refiere a capitales y precios. El capital extranjero, con su enorme poderío y con su tremenda influencia, producía resultados divergentes y aun contrapuestos según el movimiento de la coyuntura económica mundial: afluencia de capitales durante el alza y restricción en las épocas de crisis y depresión, pero con el agravante de que en esos momentos críticos la amortización de las deudas y la remisión de intereses y utilidades impactaban en forma tremendamente negativa nuestra balanza de pagos. Al mismo tiempo se manifestaban otros fenómenos —propios de la economía capitalista— que la misma crisis de 1914 acentuó: los precios de los productos manufacturados se movían mucho más favorablemente que los de los productos agropecuarios. Pero también otro hecho negativo —de carácter interno— comenzaba a surgir: la pampa húmeda, que con su enorme riqueza brindaba el 90 % de nuestras divisas, estaba en 1914 a punto de alcanzar el máximo de su potencial económico. Efectivamente, ya en ese año se habían ocupado en forma total sus espacios vacíos e incluso el desarrollo tecnológico alcanzado tenía muchas semejanzas con el de los países más evolucionados en ese momento (aunque no ocurría lo mismo con el sistema de propiedad, que era sumamente inadecuado para crear cambios sociales importantes). Esto significaba que en adelante el crecimiento de la población difícilmente sería acompañado por incrementos notables en la producción agropecuaria, que en el período 1924-9 llega al máximo de esplendor de toda nuestra historia económica. Favorecidos por el alza de la coyuntura y por precios agrícolas buenos, los productores se lanzaron al mercado cerealero en busca de pingües ganancias, objetivo que alcanzaron y que permitió al país obtener también enormes beneficios. Esta etapa podría interpretarse como el punto culminante de dos procesos: por un lado el de la evolución del sistema socioeconómico nacional generado a partir de los postulados de la generación del 80, adecuado a la expansión de la economía mundial, que alcanza su apogeo, y por otra parte el de esa economía mundial misma, en la que el esquema liberal se acerca a su crisis definitiva. En efecto, a partir de la crisis mundial de 1929, los países industrializados optarán por la participación del Estado como planificador y centralizador de la economía en oposición al Estado "orientador" de la etapa anterior; el proteccionismo desalojará definitivamente al libre cambio, la inconversión del papel moneda dejará el patrón oro como cosa del pasado. Dentro de este panorama, la Argentina deberá concentrarse en sí misma, buscará —con éxitos parciales— vías diferentes de desarrollo, y la industrialización, que aún no había sido fijada como meta ideal de las élites gobernantes figurará en la preocupación de los gobiernos posteriores, especialmente a partir de 1943. Las exportaciones que durante años habían alimentado el crecimiento del país, a partir de ese momento serán sólo uno de los factores del desarrollo económico-social. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 68 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" COMERCIO EXTERIOR. 1. LAS EXPORTACIONES El período que va desde 1916 a 1930 se caracteriza por los grandes altibajos que registra nuestro comercio de exportación. En efecto, durante los años en que transcurre la Primera Guerra Mundial se produce un alza del valor de los productos enviados del orden del 40 % con respecto a 1914. Al finalizar la contienda los valores habían crecido en casi un 300 % con respecto a 1914. En 1921, a causa de la crisis ganadera, dichas cifras caen en más de un 50 % y luego se produce una recuperación firme para llegar en 1928 a una cifra récord en nuestro comercio de exportación, y caer posteriormente, como consecuencia de la crisis de 1929, a valores anteriores a la Primera Guerra Mundial. En cuanto a la composición de las exportaciones, puede establecerse —aun con ciertas oscilaciones— una consolidación del predominio de los productos agrícolas, ya que los ganaderos habían sido desplazados durante el período anterior luego de un dominio secular de nuestro comercio de exportación. En primer lugar, los cereales más importantes (trigo, maíz y lino) se afirman, especialmente a partir de la década del 20, por cuanto los volúmenes físicos mantienen niveles cada vez más altos con menos alteraciones que en las primeras décadas del siglo. Al mismo tiempo otros rubros también van ganando terreno, como la avena, la cebada y el centeno. En cuanto al volumen físico de la carne exportada —congelada y enfriada—, registra a partir de la guerra un aumento importante, pero en 1921-2 sufre una caída considerable como consecuencia de la crisis ya señalada. Luego se recupera, pero no registra cambios notables hasta finalizar el período. Con respecto a los precios, tanto los agrícolas como los ganaderos también sufrieron alteraciones muy profundas. Mientras los ganaderos en la década del 10 tuvieron niveles muy altos respecto de años anteriores, los registrados entre los años 1922 y 1930 se mantuvieron en niveles mucho más bajos. En cambio, los precios agrícolas —dentro de las variaciones sufridas en todo el período— mantuvieron niveles relativamente altos y a partir de 1920 alcanzaron mayor regularidad que en los años anteriores. Esta regularidad en los precios durante la década del 20 explica entonces la mayor producción y exportación de cereales. A su vez estos dos elementos, volumen físico y precios, explican las cifras excepcionales de nuestro comercio exterior. Entre los países de destino de nuestros productos, Gran Bretaña era el comprador más importante. Aunque a causa de la guerra su comercio había mermado, luego de la estabilización de la situación mundial aumentó vertiginosamente sus volúmenes de compras. Y, si bien los Estados Unidos también incrementaron sus compras, los puntos de partida del comercio con ambos países eran tan diferentes que este aumento no logró ni siquiera acercarlos a Gran Bretaña. Alemania los seguía entre nuestros compradores principales y luego Francia, Italia y los Países Bajos, orden que no varió fundamentalmente en todo el período. 2. LAS IMPORTACIONES Si las exportaciones sufrieron las consecuencias de la guerra, las importaciones no quedaron a la zaga. Dentro de la división internacional del trabajo, la Argentina, lo repetimos, funcionaba como proveedora de materias primas e importadora de productos manufacturados y maquinarias, y en una situación como la que planteaba la guerra, los países europeos concentraron su esfuerzo industrial en el equipamiento bélico, de tal manera que los bienes ofrecidos fueron mucho menores. Si a ello unimos las dificultades del transporte, tendremos una idea de los problemas creados para el ingreso de los productos. Sin embargo, no todos los rubros recibieron el impacto de la misma manera. De acuerdo con el cuadro de la CEPAL para las importaciones, los valores totales caen entre un 40 % y 50 % con respecto a los niveles de preguerra. Salvo en 1915, en que la caída es mayor, los bienes de consumo "duraderos" y "no duraderos" sufren una disminución de un 35 % aproximadamente. En las mismas proporciones disminuyen los rubros de combustibles y 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 69 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" lubricantes y de productos intermedios. Por otra parte, los renglones que más se deterioraron son los de maquinarias para industria y materiales para la construcción. Las proyecciones planteadas por estos problemas las analizaremos cuando veamos el tema de la industria. Sólo hacia los años 1923-4 se alcanzarán los niveles de preguerra, a partir de los cuales se registrará un crecimiento sostenido hasta la crisis de 1929. En cuanto a la importación por países, podemos afirmar que los Estados Unidos dan un salto como proveedor nuestro en los años 1914 y 1915, y en 1916 superan ya con cierta amplitud a Gran Bretaña. Cuando Alemania se restableció de las consecuencias de la guerra, terció en la disputa sin llegar a alcanzar a ambos países. Sin embargo su participación parece haber avanzado a costa de nuestro comercio con los Estados Unidos, aunque éste continuó siendo nuestro principal proveedor. De cualquier manera, la importancia que adquiere este problema va más allá de las intenciones y alcances de este análisis. Lo cierto es que mientras Gran Bretaña continuó siendo después de la guerra un gran comprador de nuestros productos, no ocurrió lo mismo con los Estados Unidos, de tal manera que se compensó el saldo negativo con esta nación con el positivo de Gran Bretaña. Para este país la situación era motivo de hondas preocupaciones por cuanto estaba siendo desalojado del mercado importador argentino por un competidor que le disputaba la preeminencia del comercio mundial. Lo cierto es que a partir de la crisis de 1929 y la revolución de 1930, Gran Bretaña intentará "reajustar" sus posiciones económicas para hacerlas más favorables a sus intereses. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 70 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" FÉLIX LUNA "L L o s G o b i e r n o s R a d i c a l e s - D e s d e e l p r i m e r g o b i e r n o d e Y r i g o y e n h a s t a Al f o n s í n ( 1 9 1 6 - 1 9 8 3 ) " L a N a c i ó n - M o m e n t o s C l a v e d e l a N a c i ó n Ar g e n t i n a EL PRIMER GOBIERNO DE YRIGOYEN El 2 de abril de 1916 triunfa en las elecciones presidenciales la fórmula del radicalismo, encabezada por Hipólito Yrigoyen, a quien acompañaba Pelagio Luna como candidato a la vicepresidencia. Las elecciones provinciales de años anteriores habían mostrado importantes avances de este partido, lo que indicaba, a su vez, el debilitamiento de las fuerzas conservadoras. Había llegado un tiempo nuevo, y una multitud entusiasmada llevó en andas al nuevo presidente desde el Congreso hasta la Casa Rosada. LAS SEÑALES DEL CAMBIO En las elecciones de diputados de 1914, los conservadores habían ganado en la provincia de Buenos Aires por 3.200 votos, perdiendo en cuarenta de los ciento cinco partidos de la provincia. La gente de Marcelino Ugarte había ayudado al triunfo, impidiendo el voto de los menores de veintiún años, en flagrante transgresión de la ley electoral, así como adulterando urnas y poniendo en práctica un sinfín de artimañas para volcar ilegalmente la elección a su favor. Poco después, el radicalismo ganaba en Santa Fe, y dos años más tarde lo hacía en Entre Ríos. En noviembre de 1915 se había planteado en Córdoba una lucha electoral que enfrentó la fórmula radical Loza-Borda con el binomio liberal Cafferata-Igarzábal, avalado por Lisandro de la Torre, candidato presidencial por el Partido Demócrata Progresista. Instalado en un hotel cordobés, Yrigoyen aportó su presencia a la fervorosa e intensa campaña. Aunque nunca apareció en público ni pronunció ningún discurso, su presencia consiguió que en las filas radicales se superaran algunas discrepancias. Mientras el conservadurismo se desmoronaba, el avance radical era evidente. Las provincias en las que triunfaba el radicalismo aseguraban muchos votos, ya que eran las más populosas. Paralelamente, el prestigio de Hipólito Yrigoyen crecía y éste se transformaba en una figura casi mítica, esquiva a la prensa pero muy prestigiosa por haber conducido su partido durante los veinte años previos. En 1916 se renovarían las autoridades nacionales y una sombra amenazadora se cernía sobre el poder de los conservadores. El país asistía al nacimiento de un partido orgánico desde la oposición, y por primera vez la organización de ese partido mostraba una estructura democrática: contaba con un Comité Nacional, órgano ejecutivo, una Convención Nacional, órgano deliberativo al que iban delegados elegidos por el voto de los afiliados, y los comités de distrito, provinciales y de la Capital Federal, de los que dependían los comités o subcomités departamentales o parroquiales. Los comités locales estaban presididos por sus presidentes, caudillos cuyas relaciones con los afiliados se asemejaban a las de los patricios romanos con su clientela. UNA FIGURA ENIGMÁTICA El caudillo radical no se parecía a ninguno de los políticos que lide-raran anteriormente grupos y partidos. Sobrio, austero, silencioso, casi podríamos decir enigmático, Yrigoyen protagonizó un estilo nuevo en el que se unían el sentido ético de sus actos políticos y una modestia infrecuente. Lo más importante fue la claridad de su trayectoria política, cuando históricamente predominaban las alianzas coyunturales o el oportunismo más alevoso. Yrigo-yen era sobrino de Leandro Alem —hijo de su hermana—, y la figura fuertemente ética del suicida lo respaldaba. Su actuación en los acontecimientos del '90 había sido relevante, así como su responsabilidad de organizador en los sucesos de 1893, en los que se negó a aceptar la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Su duelo en el '98 con Lisandro de la Torre ilustró su oposición a la política de "las paralelas". Una vez más mostró su fortaleza en 1905, y al llegar Sáenz Peña a la presidencia, Yrigoyen lideraba la oposición. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 71 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Quienes se sintieron más atraídos por esta imagen de pureza política fueron los jóvenes, convencidos de que detrás del misterio que rodeaba al político —quien no solamente no concedía entrevistas ni se dejaba fotografiar, sino que casi no aparecía en público— se ocultaba la fuerte voluntad de alguien que tenía objetivos muy claros. Y no se equivocaban. Las ideas de Yrigoyen partían de una estricta concepción ética, que lo llevó, ya en el gobierno, a calificar de "contubernio" a cualquier alianza que se hiciera para oponérsele. Su principal objetivo era la Reparación, devolver su integridad a la nación bastardeada. "Cada vez es más imperioso hacer del ejercicio cívico una religión política, un fuero inmune, al abrigo de toda contaminación, hasta dejar bien cimentadas las prerrogativas inalienables e imprescriptibles de la nacionalidad", decía. Y añadiría, en su mensaje al Congreso del 15 de octubre de 1921: "Es indispensable fijar como condición irreductible que la moral política es la base de todos los progresos y de todas sus formas eficientes". Pronto comenzaron los ataques, precisamente a partir de este silencio tan característico del caudillo radical. El día de la asunción de la presidencia, dos diarios tan opuestos como La Nación y La Vanguardia coincidían en afirmaciones como las que siguen: "En los seis meses transcurridos entre la elección hasta hoy, el señor Yrigoyen no ha hecho ninguna declaración sobre las ideas que desarrollará en su presidencia; por otra parte, la naturaleza de su actuación política no proporciona ningún antecedente para estimar su capacidad de gobernante. Estamos en presencia de un enigma que no tardará en esclarecerse. Pero por el momento, es indescifrable". (La Nación, 12 de octubre de 1916). Y el órgano socialista sostenía: "No conocemos todavía la personalidad moral y política del nuevo mandatario, así como sus orientaciones gubernativas, pues hasta el momento mismo de su ascensión al mando ha creído prudente guardar el silencio característico de toda su vida. El señor Yrigoyen tendría así mayor discreción que Washington y Sarmiento, quienes no escatimaron nunca sus ideas y su palabra a los pueblos que los eligieron para regir sus destinos. El silencio podrá ser a veces una virtud, pero cuando se lo emplea por sistema, acaso sea revelador de segundas intenciones o de reconocida incapacidad". Con mayor o menor dureza, ambas apreciaciones reflejaban el temor de los sectores que, fuera del radicalismo, no sabían qué les aguardaba una vez instalado éste en el gobierno. Las actitudes de Yrigoyen no dejaban de sorprender, incluso a sus correligionarios. El 20 de marzo de 1916, apenas dos semanas antes de las elecciones, la Convención Nacional del radicalismo, presidida por quien después sería ministro del Interior, el doctor Ramón Gómez, eligió la fórmula Yrigoyen-Luna. Una comisión notificó al caudillo y éste, ante el desconcierto de todos, manifestó que no aceptaba y entregó un documento de una página en el que, con su peculiar estilo, decía, entre otras cosas: "Tengo la convicción de que haría un gobierno ejemplar, pero el gobierno no es nada más que una realidad tangible, mientras que un apostolado es un pensamiento único, una espiritualidad que perdura a través de los tiempos, cerrando un ciclo histórico de proyecciones infinitas". Finalmente, el fervor y a la vez el desánimo de sus correligionarios convencieron al caudillo, y se inició una campaña intensa, que culminó el 30 de marzo con un acto multitudinario en la Plaza de los Dos Congresos. UN PRESIDENTE VOTADO POR EL PUEBLO Las dos de la tarde. El presidente electo va a jurar ante el Congreso. Luego recorrerá, hasta la Casa de Gobierno, la avenida de Mayo, larga de un kilómetro y medio. Desde por la mañana ha ¡do reuniéndose la gente en la avenida. Los hoteles y otros establecimientos han alquilado, a precio de oro, lugares en los balcones. Jamás se ha visto tanta gente en las calles, ni cuando el jubileo de Mitre, ni cuando el entierro de Sáenz Peña. A las dos, los agentes de policía tienden cuerdas a lo largo de las aceras, para mantener libres las calzadas. En algunos tramos, las tropas del ejército en formación deberán contener a la multitud. A pesar de que a esa hora ya no cabe una persona más en la avenida, siguen llegando olas humanas. Las dos vastas plazas, la del Congreso y la de Mayo, están literalmente abarrotadas de gente. Imposible dar un paso ni moverse. Los canteros de las plazas han desaparecido bajo los pies de la multitud. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 72 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" En cada árbol, en cada columna del alumbrado, se aglomeran los hombres en apretados racimos. (...) En el Congreso, ante las dos cámaras reunidas, Hipólito Yrigoyen va a jurar Viste el indumento protocolar: frac y galera alta. Mucha gente ha creído que iría, agresivamente, con el democrático terno de saco de todos los días. Yrigoyen jura. Toda la asistencia aplaude, incluso sus enemigos. Seduce extrañamente aquel hombre sencillo, de exterior simpático, noble y bondadoso, que carece de empaque y solemnidad, que tiene un modesto origen y que, él solo entre los presidentes argentinos, ha sido elegido por el verdadero pueblo. Pero ya Hipólito Yrigoyen, presidente de la República, ha comenzado a descender por la teatral escalinata del palacio del Congreso. Espectáculo sensacional. Las cien mil personas que llenan la doble plaza del Congreso, las azoteas, los balcones, prorrumpen en una enorme algarabía de vítores y de aplausos. (...) ¡Nunca se ha visto un entusiasmo igual en Buenos Aires! La multitud parece enloquecida; y cuando el Presidente llega a la acera y sube a la carroza de gala, arrolla al cordón de agentes de policía que la ha contenido y rodea al carruaje. Yrigoyen, en pie dentro del coche, con el vicepresidente y los dos más altos jefes del Ejército y la Armada, saluda con la cabeza y con el brazo. Pero hay que partin y la policía se dispone a abrir calle. Yrigoyen hace un gesto con la mano y da orden de que dejen libre a la multitud. El coche está rodeado por el gentío clamoroso. De pronto, un grupo de entusiastas desengancha los caballos y comienza a arrastrarlo. En las cejas de Yrigoyen se marca una contracción de desagrado. Quiere bajar de la carroza, pero la multitud no lo consiente. (...) La escolta presidencial -un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballorota, por la multitud en cien partes, ha quedado dispersa: un soldado va por aquí, en medio del gentío a pie, y otro por allí. La formación de las tropas en las calzadas, junto a las aceras, también ha sido rota en infinidad de lugares por la multitud, que se derrama en la calle. Ahora, después del gran grupo de pueblo, vienen varios automóviles con ocho o diez personas cada uno, todas las cuales agitan banderi-tas en lo alto. Y por fin, la carroza presidencial. Llueven flores desde los balcones. La calle entera se estremece de aplausos, de vítores. Hombres del bajo pueblo gritan de entusiasmo. Jóvenes, viejos, mujeres, todos saludan, con amor o con respeto, al Apóstol de las libertades. Muchos hombres lloran. Hipólito Yrigoyen va a pie en medio de la carroza, descubierto, contestando al pueblo que lo aclama. No demuestra emoción alguna en su rostro impasible. Es el mismo hombre que no se quejó en el Ushuaia, ni se alegró al saber que acababan de elegirle presidente de la República. Los que han querido reemplazar a los caballos siguen tirando cansadamente. Al acercarse a la Casa de Gobierno, uno de ellos se desmaya. A Yrigoyen le amarga su satisfacción la actitud servil de estos hombres; y más tarde amonestará a los jefes y oficiales que lo acompañaban, por no haberlo impedido. Puede decirse que en ese momento de la llegada a la plaza de Mayo, el espectáculo es, acaso, único en el mundo. Un embajador dirá, al otro día, que los varios espectáculos análogos a que ha asistido -entre ellos la ascensión de un presidente en Francia y la coronación de un rey de Inglaterra- no son comparables a esta escena de un mandatario "que se entrega en brazos del pueblo, y es conducido, entre los vaivenes de la muchedumbre electrizada, al alto sitial de la primera magistratura de su patria", ni a ese momento "de la plaza inmensa, del océano humano, enloquecido de alegría", en que el presidente se entrega "a las expansiones de su pueblo, sin guardia, sin ejército, sin polizontes...". Manuel Gálvez Vida de Hipólito Yrigoyen LAS CIFRAS DE LA VICTORIA El triunfo del 2 de abril de 1916 fue amplio, aunque hubo algunas dificultades en el Colegio Electoral. El radicalismo ganó por 370.000 contra 340.000 votos de los partidos de la oposición, pero esta mayoría no se traducía en el Colegio Electoral. Allí el radicalismo necesitaba 151 electores, y contaba solamente con 143. La actitud de Yrigoyen fue, una vez más, de prescindencia: no solamente se negó a entrar en negociaciones, sino que, recluido 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 73 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" en su estancia, instruyó a su personal para que no dejara pasar a ningún visitante. Los radicales de Santa Fe fueron quienes definieron la elección: separados un año antes de la conducción nacional, fueron tentados con toda clase de promesas por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Marcelino Ugarte, pero finalmente optaron por respaldar al candidato de su partido, que obtuvo así 152 electores, uno más de los que eran necesarios para llegar a la presidencia. Este es un episodio que muestra los nuevos tiempos políticos que se habían ya inaugurado con la Ley Electoral de 1912: el caudillo que no quiere negociar y la disidencia que no acepta las tentadoras ofertas que le ofrecen sus opositores. Una tradición se inauguraba en política, aunque no fueran una constante la firmeza y el principismo de Yrigoyen. No fue solamente esta actitud de sana política lo que marcó los nuevos tiempos. Hubo otras, como por ejemplo el que el presidente Victorino de la Plaza, que entregó el mando a Yrigoyen, nunca lo hubiera visto antes de esta ceremonia. Lo cierto es que, entre el país que se lanzaba a la calle en las huelgas generales convocadas por los anarquistas, o las reivindicaciones, impensables para la época, de los socialistas, el radicalismo ofrecía un espacio de transición, un moderado proyecto en el que su máxima aspiración era, probablemente, la participación política de la clase media. UN GOBIERNO POPULAR Finalmente, el 12 de octubre, y violentando la natural sobriedad del nuevo presidente, el pueblo triunfante lo llevó en andas desde el Congreso hasta la Casa Rosada. Lo esperaba un país sacudido por alteraciones sociales y una inseguridad agravada por la guerra mundial. La paz y la confianza de 1910 se habían debilitado en 1914. El gabinete de Yrigoyen mostró el espectro social que apoyaba al nuevo gobierno: algunos miembros de la sociedad tradicional (Honorio Pueyrredón, Federico Alvarez de Toledo, Pablo Torello y Carlos Becú, en Agricultura, Marina, Obras Públicas y Relaciones Exteriores); un hombre vinculado con los intereses bancarios y comerciales (Domingo Salaberry, ministro de Hacienda) y varios dirigentes del radicalismo provincial (Elpidio González, de Córdoba, Ramón Gómez, de Santiago del Estero, y José Salinas, de Jujuy, respectivamente ministros de Guerra, Interior y Justicia e Instrucción Pública). El diario La Nación, que representaba sin duda los intereses de los conservadores, dijo en su momento: "Apresurémonos a decirlo: la impresión pública es mala. (...) De modo que el nuevo gabinete, si no ha producido propiamente sorpresa, ha causado notoriamente decepción". Pero la debilidad inicial del gobierno iba más allá de las advertencias generadas por la oposición a través de la prensa, o de la distinta calidad de sus ministros, que no representaban los viejos intereses: once de los gobiernos provinciales estaban en manos de miembros de otros partidos, mientras que de las 115 bancas de diputados, 70 estaban en poder de los partidos opositores. Las intervenciones federales fueron un arma política que Yrigoyen usó, no solamente para instaurar las nuevas autonomías provinciales y devolver a los pueblos sus derechos esenciales —frente a las aspiraciones de legítima representatividad, los gobiernos provinciales, en su mayoría inciviles y viciosos, como los califica Gabriel del Mazo, representaban a los viejos tutores políticos—, sino también para procurarse una mayor base de sustentación. UN PAÍS QUE NO ES EL MISMO El caudillo llegó a la presidencia a los sesenta y cuatro años. Sin pronunciar nunca un discurso, conocido por un reducido número de sus partidarios, lee el mensaje ante las Cámaras, con su maciza figura criolla ataviada de chaqué y galera alta. A partir de ese instante sentirá las presiones de las fuerzas que lo han apoyado: "Los católicos, los liberales, librecambistas, proteccionistas, los provincianos, los porteños, los del litoral, del interior, los hacendados, agricultores, peones, jornaleros, militares, marinos y trabajadores, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 74 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" los ricos, los empleados, todos fortifican nuestras filas y todos nos dan la certidumbre del triunfo", sintetiza Oyhanarte. Yrigoyen gobernará para una clase media de origen inmigratorio extendida desde las ciudades hasta la campaña y ocupada en el comercio y las pequeñas propiedades agrícolo-ganaderas, y para los obreros de las grandes ciudades, todos ellos vinculados a las posibilidades de crecimiento del mercado interno. Este era el nuevo país, y el radicalismo había llegado al poder sin pronunciarse por algo más que "el vago y el indefinido anhelo de reparación institucional". Como un hecho demostrativo de su futura conducta, Yrigoyen donó sus sueldos de presidente días antes de las elecciones. Durante seis años, la Sociedad de Beneficencia recibiría todos los meses 10.400 pesos. La verdadera oposición residía en el Congreso, y desde allí frenaría al yrigoyenismo. La Cámara de Diputados tiene 45 radicales, 55 conservadores que, junto a socialistas y demócrata progresistas, hacen 70 opositores. La de Senadores mantiene una mayoría conservadora que, de 25 representantes, bajará a 12 en 1922, mientras el radicalismo se inicia con 4 senadores. El Poder Judicial pertenecía en su totalidad a los conservadores. Y las provincias, con escasas excepciones, seguían controladas por las fuerzas tradicionales, que habían variado sus métodos adecuándolos a los nuevos tiempos que corrían. Organizaban escrutinios sin fiscales opositores, secuestrados con anterioridad o apresados por la policía; robaban las urnas, usaban el voto cantado y a la vista o el voto en cadena, que reemplazaba el sobre del votante por otro; era común la ausencia de cuarto oscuro, la presencia de la policía para dirigir la elección de boletas y, como siempre, el voto de los muertos. Tan sólo la Capital Federal disponía de las ventajas de la ley Sáenz Peña. En tanto, Yrigoyen toleraba en silencio las ofensas difundidas por la prensa oligárquica. Lo llamarán "el terror de los zaguanes de Balvanera", el "dios pardo", "el mazorquero de arrabal". Ya el diario La Prensa había hecho oír su amenazadora advertencia: "Somos, queremos ser, una sociedad orgánica, tradicional y definitivamente conservadora de sus conquistas institucionales, económicas y sociales. He ahí la sociedad entonces que gobernará el Partido Radical desde el 12 de octubre. He ahí el gran programa conservador que le impone la república, bajo el apercibimiento solemne de que de no observarlo, fracasará, y será batido y desalojado del poder". Un hecho que prueba la hostilidad de los sectores opositores es la acusación de malversación de la que es víctima el ministro Salaberry, a quien Yrigoyen le impide defenderse ante la comisión investigadora. Al terminar el período presidencial, y luego de que el hostigamiento padecido llevara a Salaberry al suicidio, se comprueba que la "campaña moralizadora" había sido usada para difamar al radicalismo. YRIGOYEN Y EL IMPERIALISMO EN AMÉRICA Había fallecido en Montevideo el ministro de México ante la república Argentina y la república del Uruguay el ilustre poeta Amado Nervo, y volvía el acorazado de nuestra armada "Nueve de Julio" de custodiar sus restos. Fue en enero de 1919. La pequeña república de Santo Domingo estaba ocupada por fuerzas militares de los Estados Unidos. El comandante de la nave consultó al ministerio de Marina sobre las alternativas posibles: si tocaba o no Santo Domingo y si en caso afirmativo saludaba la bandera norteamericana al entrar al puerto. La contestación fue inmediata y dictada por el presidente Yrigoyen. Decía: "Id y saludad al pabellón Dominicano". Dentro del tajante laconismo del despacho estaba el carácter de una nueva era argentina. Por una parte, no eludir sino afrontar las contingencias reales de los principios proclamados: ir; por otra, afirmar de nuevo ante el mundo, con todas las responsabilidades, que la soberanía de las naciones, aun de las más débiles, es de carácter "inmanente" y que su condición es "inmutable" cualesquiera sean los hechos que pretendieran abatirlas: saludar su pabellón. El barco argentino, al entrar al puerto izó al tope la bandera del país hollado, saludándola con una salva. Se corrió la voz en la ciudad. Gentes fervorosas compusieron con trozos de tela una bandera dominicana que izaron en el torreón de la fortaleza, y veintiún cañonazos de la nave argentina tributaron el saludo de la independencia a! pabellón nacional de Santo 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 75 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Domingo y no a la bandera norteamericana, es decir la del país extranjero que flameaba en la casa de gobierno. La multitud se lanzó a las calles y una gran manifestación se dirigió hacia la casa municipal, en medio de la perplejidad de las autoridades norteamericanas de ocupación, que no se atrevieron, por sí o tal vez con consulta, a impedir el pronunciamiento. Uno de los oradores dijo: "Loor al presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir siquiera dos horas de libertad dominicana". El ministerio de relaciones exteriores de los Estados Unidos pareció temer la denuncia al mundo de las situaciones recíprocas, y no pronunció una sola palabra. Dos años después llegaron dos emisarios delegados del partido nacional dominicano a testimoniar al presidente Yrigoyen el reconocimiento del pueblo de su patria por su extraordinario gesto. Gabriel del Mazo La primera presidencia de Yrigoyen LA "REPARACIÓN" La primera consigna de la Unión Cívica Radical al llegar al poder fue el cumplimiento de lo que Yrigoyen había llamado la "reparación", esto es, la corrección de los vicios políticos y administrativos propios del régimen conservador "Hemos venido a las representaciones públicas (...) acatando los mandatos de la opinión y estimulados por el deber de reparar; dentro de nuestras facultades y en la medida de la acción del tiempo, todas las injusticias morales y políticas, sociales y positivas, que agraviaron al país durante tanto tiempo. Por esto no habremos de declinan en ningún caso ni circunstancia, de tan sagrados fundamentos, porque ellos constituyen la salud moral y física de la Patria." Lleno de unción, movido por un sentimiento mesiánico,Yrigoyen -como lo había señalado muchos años antes Juan B. justo- creía que bastaba la llegada del radicalismo al poder para que se cumplieran sus aspiraciones regeneradoras. Pero la acción concreta de! partido no estaba movida por ningún sistema claro y orgánico de ideas, y sus enemigos políticos -especialmente Lisandro de la Torre, candidato opositor- señalaron que el radicalismo carecía de programa. (...) Yrigoyen había respondido ya antes a esta objeción, señalando que la significación de la Unión Cívica Radical implicaba ya de por sí un programa. "Extraviados viven los que piden programa de gobierno a la causa reivindica-dora. Como exigencia legal y como sanción de justicia me hace el efecto del mandatario pidiendo rendición de cuentas al mandante o del reo interrogando y juzgando al juez. Sería lo mismo que pretender el ejercicio de instituciones que no se han fundado o la aplicación de una constitución que no se ha hecho." Esta concepción podía ser tachada de antidemocrática, y así lo hizo De laTorre (...). Pero acaso fuera más justo ver en ella un rasgo de cierta tendencia antiliberal que se insinuaba en la indecisa actitud del radicalismo. En efecto, Yrigoyen recogía y llevaba al gobierno la antigua hostilidad del radicalismo contra la oligarquía; pero esa hostilidad se manifestó no sólo como repudio al régimen "falaz y descreído", sino también como repugnancia frente a la tradición liberal. (...) Frente a la ofensiva que había desencadenado el imperialismo extranjero en el país, Yrigoyen afirmó los principios del nacionalismo económico y la necesidad urgente de defender el patrimonio nacional. "Mientras dure su período -decía Yrigoyen en 1920- el Poder Ejecutivo no enajenará un adarme de las riquezas públicas ni cederá un ápice del dominio absoluto del Estado sobre ellas." Este pensamiento lo llevó a procurar un régimen de seguridad para la explotación de los yacimientos petrolíferos, régimen por el cual debía conferírsele al Estado "el monopolio de su explotación y comercialización." Esta actitud no era circunstancial y guiada tan sólo por cierta prevención contra la política económica de los Estados Unidos, prevención que, efectivamente, tenían Yrigoyen y muchos hombres prominentes del radicalismo; estaba movida, además, por una arraigada convicción acerca de la necesidad de acrecentar la ingerencia del Estado en la vida económica. José Luis Romero Las ideas políticas en la Argentina 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 76 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" LAS INTERVENCIONES FEDERALES Las intervenciones a las provincias fueron precedidas de una declaración donde Yrigoyen fundamentó su política intervencionista con el gobierno de Buenos Aires: "Las autonomías provinciales son de los pueblos y para los pueblos y no para los gobiernos... Debemos partir de las bases del derecho común. Suponer que pudiera cumplirse el veredicto nacional fragmentariamente, importaría no sólo descalificar a la reparación sino que justificaría el pasado". Inmediatamente el Congreso trató de oponerse. En abril de 1917 se intervino Mendoza, y en abril del año siguiente La Rioja, Catamarca y Salta. Sucesivamente, en 1919 se intervinieron San Luis, Santiago del Estero y San Juan. Un año después, Tucumán. Si las intervenciones organizaron nuevas elecciones sobre bases democráticas, no por eso se impidió a los grupos tradicionales ingresar en el radicalismo triunfante. Por esa razón surgieron algunos enfrentamientos que dividieron a los radicales y crearon fracciones como los oficialistas, en Jujuy; azules, en Córdoba; disidentes, en Santa Fe; blancos, en Santiago del Estero, y locales, en Mendoza. El yrigoyenismo encontró resistencias no sólo en la Capital. El cambio aportado por Yrigoyen fue sentido en todos los aspectos de la vida nacional. Carlos Ibarguren, el mismo que llama al fundador de la Liga Patriótica, Manuel Carlés, "bravo y romántico", elige para Yrigoyen calificativos menos halagüeños: lo llama "alucinado misterioso", "maestro en el arte de engatusar", ególatra con "perturbación en su mente". LA POLÍTICO DE GOBIERNO Como se ha dicho ya, la base de la política yrigoyenista consistió en apoyar el desarrollo de la clase media, en relación con los mercados interno y externo. En consecuencia, los sectores que resistieron al gobierno fueron, principalmente, aquellos vinculados a los intereses de los monopolios extranjeros. En 1921 Yrigoyen declara nulos los aumentos de las tarifas efectuados por las empresas ferroviarias y se planean nuevos ramales: el de Huayquitrina-Antofagasta, por ejemplo, que buscaba una salida de la economía norteña hacia el Pacífico. Un año antes, en circunstancias en que el Congreso había aprobado la formación de sociedades mixtas a las cuales el Estado debía entregar sus ferrocarriles, el presidente había vetado la ley considerando que su política era la de mantener "en poder del Estado la explotación de fuentes naturales de riqueza, cuyos productos son elementos vitales del desarrollo del país". Ante el descenso de las importaciones a causa de la guerra, Yrigoyen se atrevió a impulsar la explotación fiscal del petróleo. Las trabas planteadas por los legisladores hicieron que, en 1917, la explotación de Comodoro Rivadavia no tuviera otro recurso para su funcionamiento que los propios ingresos. Yrigoyen resuelve que la intensificación de la explotación debe obtenerse por medio de los capitales disponibles. El 23 de diciembre de 1919 plantea su defensa del petróleo. LA NEUTRALIDAD DEL GOBIERNO RADICAL Victorino de la Plaza había sido neutral. Yrigoyen continuó siéndolo. Esta posición favorecía a los ingleses, ya que los aliados tenían en el país la clave del abastecimiento de carnes. Si bien el ingreso de la Argentina a la guerra no tenía importancia militar, su neutralidad aseguraba a los ingleses la regularidad de los embarques. En 1917 se producen dos nuevos acontecimientos en el panorama de la guerra: Alemania incrementa la utilización de submarinos y los Estados Unidos se unen al frente aliado. A partir de entonces, este último país decide impulsar a la Argentina a la contienda. La neutralidad argentina no ponía a salvo al país de los ataques alemanes. La oligarquía estaba de acuerdo con los aliados: primero había sido neutral, luego se declaraba a favor de la ruptura con Alemania. En cierto momento Alemania manifiesta que "se impedirá sin dilación y con todas las armas disponibles el tráfico en las zonas de bloqueo", e inicia la guerra submarina; el gobierno de Yrigoyen lamenta que "el gobierno alemán se crea en el caso de emplear 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 77 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" irrestrictivamente su arma submarina" y le hace saber que acordaría su conducta según los principios del derecho internacional. Un escritor como Alberto Gerchunoff, representando a la mayoría, dice: "Si nuestro gobierno no nos coloca del lado de la civilización... habrá llegado el momento de hacer algo en el país que pruebe que somos dignos no de la misericordia actual, sino de la amistad y el respeto de las naciones empeñadas grandiosamente contra la barbarie de Prusia". Pocas publicaciones se enfrentaron a quienes pedían intervenir en la guerra. Entre ellas, La Unión, pro germana, dirigida por Belisario Roldán, y donde colaboraban Nicolás Coronado y Manuel Gálvez, y además, el diario yrigoyenista La Época. Mientras tanto, el embajador argentino en Washington abandonaba su cargo por desacuerdo con la política neutralista. En el país, senadores socialistas, conservadores y radicales votan por la ruptura Je relaciones con Alemania. Entre los diputados, el núcleo alvearista los apoya, y Rogelio Araya, presidente del Comité Nacional de la UCR, vota por el ingreso directo en la guerra. Se reúnen grandes manifestaciones para pedir la ruptura, con la presencia de políticos e intelectuales como Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones, Enrique Larreta, Alfredo Palacios, Alvaro Melián Lafinur. El director de La Fronda, Francisco Uriburu, sobrino del general, exacerbado desde su posición rupturista, ya había difundido el sobrenombre de "Peludo" para Yrigoyen. Su casa se transformaría en "la cueva del Peludo". Sus partidarios serán los "mulatos del Klan Radical". En abril y junio de 1917, Alemania hundía dos barcos argentinos: Monte Protegido y Toro. El gobierno argentino exigió ser desagraviado y que se reparara el daño material. Posteriormente, el ministro inglés en la Argentina declaró a La Nación que su país establecería preferencias para quienes, con la ruptura, demostraran su amistad al Reino, y además criticó velada-mente la orientación política yrigoyenista. Al mismo tiempo, los Estados Unidos descubren telegramas en clave enviados por el embajador alemán en Buenos Aires, informando sobre rutas de barcos y sugiriendo su hundimiento. En ambos casos Yrigoyen pidió explicaciones. El inglés se rectificó de los comentarios aparecidos, y el gobierno alemán comunicó su desaprobación hacia las actividades del embajador. Esta postura neutral del gobierno continuó, una vez terminada la guerra, en la Liga de las Naciones. En 1920, la delegación argentina llevó precisas instrucciones acerca de que no se hicieran distingos entre neutrales y beligerantes, consagrándose el principio de la igualdad de los Estados. Otra vez el principismo de Yrigoyen condicionó la permanencia de la delegación argentina a la aceptación de estos postulados. Los delegados eran Pueyrredón, Alvear y Pérez, este último embajador en Austria. La delegación, consciente de las consecuencias que esta postura les acarrearía, permaneció un año sin atreverse a presentar la posición argentina. Alvear, entonces embajador en París, se opuso, y fue Honorio Pueyrredón, como canciller, quien sostuvo la postura presidencial. LA OPINIÓN DE UN NACIONALISTA El espectáculo que presentaba la Casa de Gobierno, a la que yo no iba desde hacía varios años, y que observé al pasar por salas y pasillo, era pintoresco y bullicioso. Como en un hormiguero la gente, en su mayoría mal trajeada, entraba y salía hablando y gesticulando con fuerza; diríase que esa algarabía era más propia de comité en vísperas electorales que de la sede del gobierno. (...) Yrigoyen me esperaba de pie, me saludó con afabilidad excesiva, tomó mi sombrero y bastón, los depositó sobre el escritorio y me hizo sentar a su lado. Le expliqué el objeto de mi visita en carácter de miembro de la Comisión del Monumento al general Arenales. Mientras le hablaba se oían fuertes martillazos de obreros, que trabajaban en un cuarto vecino. El presidente me interrumpe y con voz suave, insistente, me dice: "perdone, señor este ruido que quizás le incomode, discúlpeme, si está molesto vamos a otra sala". "No, señor presidente -le manifesté-, no siento ninguna molestia". Terminé la explicación a mi pedido, a fin de que el Poder Ejecutivo adoptara las medidas pertinentes para inaugurar el monumento, y el señor Yrigoyen tomó la palabra y cambiando el tono afable por el solemne me expuso el sentimiento patriótico que inspiraba a su gobierno, la conveniencia de mantener siempre el amor a lo argentino y la glorificación, dijo, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 78 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" "en las simbolizaciones del bronce" a los que lucharon heroicamente para darnos la patria. Y agregó, con un gesto en que me indicaba me sentase a escribir en el escritorio:" Doctor; usted que está habituado a redactar decretos, hágalo aquí mismo, en la forma que le parezca más completa y honrosa para la memoria de Arenales". Decliné esa invitación tan extraordinariamente amable di ciéndole que el más elocuente y patriótico decreto de honores a la memoria del vencedor de Pasco y La Florida sería el inspirado por su gobierno. Finalizó la entrevista; el presidente me acompañó hasta la puerta del despacho y me dio un efusivo apretón de manos. (...) La impresión que dejó en mi espíritu esta breve audiencia con Hipólito Yrigoyen fue simpática; había indudablemente en el trato de este personaje una atracción singular; demostraba un deseo tan vivo de agradan de seducir que su afabilidad rayaba en lo melifluo. Su físico, nada vulgar; revelaba una personalidad original: alto, flexible, de ademanes reposados, de rostro moreno, diríase de Oriente, pues su fisonomía daba esa impresión, sobre todo cuando adoptaba actitudes serias o solemnes, que le imprimían un aspecto enigmátio de Buda. Carlos Ibarguren La historia que he vivido LAS ELECCIONES NACIONALES DE 1922 Los intentos de Yrigoyen de sostener una postura política original en el escenario nacional provocaron la resistencia no sólo de los dirigentes de la oposición sino también de aquellos radicales que disentían con su conducción personalista. En 1918, Rodolfo Rivarola se lanzó a justificar la necesidad de un "tercer partido" en la política nacional, que reuniera a los que no eran radicales ni socialistas. Mientras tanto, el comité capitalino de la UCR designa una comisión compuesta por Carlos A. Becú, Santiago C. Roca, José P. Tamborini y Enrique Barbieri, que elabora un documento titulado "Programa y acción del partido Radical". En él se acusa a Yrigoyen de la derrota de los radicales capitalinos en manos del socialismo en ese mismo año y se revela la crisis interna del partido oficial. El documento se manifiesta "antipersonalista", reclama "la separación entre el partido militante y el gobierno", exige que la UCR se defina frente a los problemas políticos, económicos y sociales, indica "la necesidad de un programa", y recuerda que el electorado espera del radicalismo que asegure "una buena administración pública". Ya cercanas las elecciones presidenciales, sectores conservadores e independientes tratan de organizar la Concentración Nacional de Fuerzas Opositoras, cuyo candidato sería Norberto Piñero. Los demócratas progresistas no aceptan integrarlo, y difunden documentos que denuncian el origen autonomista y la militancia juarista del joven Yrigoyen, ahora creador de un "binomio rompecabezas —Régimen y Causa—", mientras que el nombrado Rivarola compara al presidente con el "Único, Juárez Celman". Los esfuerzos para una coincidencia opositora contra el radicalismo oficialista aumentan a medida que se acercan las elecciones del '22; se conocen los "manifiestos de los radicales principistas al pueblo de la república", publicados con la firma de Miguel Laurencena, Carlos Meló, Benjamín Villafañe y otros, el 22 de enero del año de los comicios. Estos documentos no difieren mucho en las críticas a la "autocracia yrigoyenista" del discurso programático que pronunciaría el candidato socialista Nicolás Repetto, el 5 de febrero. La opinión popular, sin embargo, olvidada de los graves momentos del '19, permanecía ajena a los vaivenes de los comités y a las intrigas de opositores y disidentes. Yrigoyen probablemente haya percibido, con su agudeza política, la diferencia entre la opinión pública y la opinión popular. Por ello impuso a su candidato en la Convención Nacional de marzo de 1922: el aristocrático embajador en París, Marcelo Torcuato de Alvear. Desde fines de 1921, circulaba una vaga y misteriosa consigna: "El Viejo apoya a Alvear...". LAS RAZONES DE LA OPOSICIÓN Los ataques de la "prensa seria" o de los líderes de la Cámara contra la política de Yrigoyen y sus partidarios encuentran un eco cierto en las filas de un ejército descontento 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 79 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" con la política social y militar del gobierno. El ejército se siente interpretado y aun comprendido por los órganos de prensa de la élite establecida. De ahí a compartir por completo los puntos de vista del grupo dominante sobre los radicales en el poder no hay más que un paso que algunos oficiales no vacilan en dar De todas maneras, los grandes temas de la propaganda antigubernamental no pueden dejar de ser bien recibidos por el ejército, aun sobre todo cuando ésta se vuelve violenta, despiadada, y cuestiona, no tal o cual medida del gobierno, sino la legitimidad misma del poder. Porque los conservadores no se conforman con asumir los diversos descontentos, como conviene a una oposición "respetuosa"; intentan desacreditar a los novi homines del radicalismo o discriminar dentro de la UCR y sobre una base clasista, a los aliados potenciales de los outsiders peligrosos. El rencor de las "familias consulares", despojadas de un poder político que consideran que les corresponde por derecho, sólo puede compararse con su incapacidad para comprender la nueva realidad política. (...) Pero a la élite establecida le resulta fácil racionalizar la pérdida del poder en nombre de sus propios valores. Los representantes de las grandes familias ven la ampliación de la participación política, qué significa un paso adelante en el desarrollo institucional del país, como "una regresión en la evolución nacional". Para ellos, la victoria del radicalismo no es más que la revancha de las fuerzas oscuras de la tiranía rosista, el retorno de los vencidos de Caseros: el país retrocede más allá de 1852. La "razón" colectiva ha sido derrotada por el despotismo de las masas. Esas masas, en realidad la pequeña burguesía, encarnan a los ojos de los "oligarcas" altivos la incultura y la mediocridad política. Ahora bien, están por todas partes. En adelante tienen acceso físico al paraíso del poder de donde fueron echados los "preponderantes". La Casa Rosada ha dejado de ser "bien frecuentada". "El espectáculo que presentaba la Casa de Gobierno", escribe condescendientemente un conservador esclarecido, "...era pintoresco y bullicioso; como en un hormiguero la gente, en su mayoría mal trajeada, entraba y salía hablando y gesticulando con fuerza...". Además, a Yrigoyen le complace mucho hacer esperar a las personalidades y a la gente "distinguida", mientras recibe solícitamente a la gente simple. En los salones de los barrios residenciales las conversaciones de las familias tradicionales se nutren con un sinnúmero de anécdotas en las que se ve a Yrigoyen recibir con los brazos abiertos, ante un parterre de personalidades ulceradas, a un almacenero, un maestro o un "pedicuro desconocido". Alain Rouquié Poder militar y sociedad política en la Argentina LOS AÑOS DE PROSPERIDAD El gobierno de Alvear, en la memoria de los argentinos, se mantiene como uno de los períodos políticos más felices de la historia nacional. Por una parte, la democracia se había consolidado, y por otra, las élites consideraban un alivio la sustitución de la conflictiva figura de Yrigoyen por un hombre de familia tradicional. Esta tranquilidad, sin embargo, ocultaba crisis larvadas que no tardarían en estallar, y encerraba en su seno no solamente la impostergable crisis social, que el gobierno de Yrigoyen supo contener y orientar, sino también los problemas económicos posteriores a la guerra mundial. LA FIGURA DE ALVEAR Marcelo Torcuato de Alvear fue protagonista de una historia que reunió en sí múltiples significados: pertenecía a una de las familias proceres del país, la suerte lo había acompañado desde su nacimiento, y militaba en un partido popular. Aunque era rico, nunca se rodeó de un lujo estridente; su militancia radical significaba la expresión de un disconformismo con las condiciones de vida de su propia clase, en un momento en que sus amigos miraban con desprecio la lucha liderada por Yrigoyen. Al casarse con Regina Pacini, una mujer de teatro —la había conocido en Lisboa mientras ella cantaba en la Ópera—, mostró a la gente de su nivel social que podía actuar con independencia absoluta de sus cánones. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 80 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Para la opinión popular, Alvear era sobre todo "el candidato de Yrigoyen". Para los sectores sociales conservadores, si tomamos en cuenta el editorial de La Nación del 3 de junio de 1922, "la garantía anticipada de un gobierno recto y ecuánime, llamado a restablecer el imperio del régimen constitucional y de la libertad política, después del eclipse que han sufrido bajo el providencialismo de los últimos años". ¿Cuáles fueron las razones por las cuales Yrigoyen eligió a Alvear como sucesor? Algunos le atribuyen complicadísimas intenciones: lo habría propuesto a Alvear cuando en realidad su candidato para la fórmula era Elpidio González. Esta explicación encierra la idea de que hubiera sido mejor la transición hacia la "Argentina de los partidos" si el presidente en 1916 hubiera sido Alvear. Lo cierto es que el yrigoyenismo no promovió candidatos aptos, y que Alvear, apartado de la política local desde 1917, se convertía por ello en un hombre distanciado por igual de personalistas y antipersonalistas. La figura de Alvear probablemente fue la más adecuada —y el Yrigoyen político debía saberlo— para transmitir confianza: un hombre del patriciado en un partido popular, según afirman algunos historiadores, que finalmente iba a enojar tanto a los yrigoyenistas como a la izquierda o a la derecha nacionalista, y que haría posible la unión de los antipersonalistas, procedentes del radicalismo no yrigoyenista, del socialismo, de la democracia progresista. La convención radical eligió la fórmula Alvear-Elpidio González por 129 votos contra 33. En abril de 1922 se efectuaron los comicios: la UCR obtuvo 458.457 votos, triunfó en doce distritos y obtuvo 235 electores. Todos los otros partidos, reunidos, alcanzaron apenas 364.923, exceptuando a la Concentración Nacional, que rozó la cifra de 200.000 votos. Fue un triunfo radical rotundo, en el que la UCR superó por más de 100.000 votos la cifra de 1916. NUEVOS ALINEAMIENTOS POLÍTICOS Como Sáenz Peña, Alvear se benefició de la máquina montada, que en 1922 lo eligió canónicamente y con escasa oposición. Es posible que su elección por Yrigoyen apuntara a limar asperezas con unos sectores opositores cuya gravitación reconocía. Pero Alvear avanzó mucho más en ese camino. En su gabinete sólo se sentó un yrigoyenista, el ministro de Obras Públicas. Limitó la creación de nuevos empleos públicos y aceptó las funciones de control que institucionalmente le correspondían al parlamento, cuyas relaciones cultivó con cuidado. Sobre todo, no dispuso intervenciones federales por decreto. El aparato partidario reaccionó en primer término, pues la distribución de pequeños empleos públicos era la principal herramienta de los caudillos locales: el "popular" Yrigoyen fue contrapuesto al "oligárquico" Alvear Pero además Alvear se fue apoyando en quienes en distintas ocasiones se habían opuesto a Yrigoyen o habían cuestionado sus métodos, y los seguidores del viejo caudillo pronto formaron una corriente cada vez más hostil al gobierno. A fines de 1923 Alvear pareció inclinarse decididamente por el grupo opositor; al nombrar ministro del interior a Vicente Gallo, quien junto con Leopoldo Meló encabezaba la corriente denominada antipersonalista. La división del radicalismo se profundizó: en 1924 presentaron listas separadas y pronto constituyeron dos partidos diferentes. La disputa verbal fue muy intensa: unos eran "genuflexos", por su obediencia incondicional al jefe, y otros "contubernistas", según una nueva y afortunada palabra, que calificaba los acuerdos entre los antipersonalistas, conservadores y socialistas. El ministro Gallo quiso recurrir a los viejos y probados métodos para desplazar a los yrigoyenistas: dar empleos a los partidarios e intervenir gobiernos provinciales adversos, pero Alvear no quiso abandonar hasta tal punto sus principios. En julio de 1925 fracasó en el Congreso un proyecto de intervención a Buenos Aires, que era clave para la estrategia de Gallo, y éste renunció al ministerio. Desde entonces Alvear quedó en el medio del fuego cruzado entre antipersonalistas -que sólo pudieron arraigar firmemente en Santa Fe- y los yrigoyenistas, que hicieron una elección muy buena en 1926 y ganaron posiciones en un Congreso convertido en ámbito de combate de las dos facciones. La polarización fue extrema, sumándose al grupo antiyrigoyenista sectores provinciales disidentes, como el lencinismo mendocino o el cantonismo sanjuanino, de fuerte estilo populista, sólo unidos con sus socios por el odio al jefe radical. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 81 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Luis Alberto Romero Breve historia contemporánea de la Argentina BUENOS AIRES, EL PAÍS No sólo se trataba de una ciudad que encerraba el nudo político de los acontecimientos, sino también el lugar en el que el creciente valor del país era mostrado a los extranjeros. La terminación de las obras del Correo Central, la restauración de la Catedral, la ampliación de los hospitales de Clínicas y Mufiiz, fueron algunas de las obras en pro de la ciudad. Los intendentes Carlos Noel y José Luis Cantilo lucieron gestiones que permitieron destacar el brillo de la nación. No ocurría lo mismo en ciudades como Rosario, Córdoba, Mendoza o Mar del Plata, que padecían los problemas de la falta de una estructura urbana adecuada. Los visitantes que poblaron la ciudad durante los años 20 quedaron francamente sorprendidos por el bullicio de las calles céntricas, o por su vida nocturna, así como por la importancia de su vida cultural y lo selecto de sus temporadas teatral y musical. Los trabajadores habían obtenido mejoras durante el gobierno de Yrigoyen, pero de todos modos numerosas huelgas tuvieron lugar durante el gobierno de Alvear. Los socialistas promovieron la sanción de algunas leyes en favor de los trabajadores, tales como la jornada de ocho horas, el pago del salario en moneda nacional y no en especies, la reglamentación del trabajo de mujeres y niños. En el Interior, Carlos Lencinas había auspiciado en Mendoza la creación de la Caja de Pensiones a la Vejez e Invalidez, en el año 1923, y Federico Canto-ni creó en San Juan la Dirección del Trabajo, que recibía los reclamos de los trabajadores. Como había ocurrido desde tiempo antes, la Capital concentraba no solamente la suma del poder político sino también las inversiones más importantes y los niveles de vida, educación y salud más elevados. Allá lejos, en las provincias, la vida transcurría muchas veces como en el pasado, sin que la modernización en que estaban empeñados muchos políticos y hombres de partido tuviera mayor trascendencia... EL PROBLEMA DE LA CARNE Y LOS FRIGORÍFICOS Al terminar la guerra, el comercio exterior sufrió un desequilibrio que provocó la escasez de productos básicos, amenazando el normal funcionamiento de la economía. Después de la crisis ganadera de 1922, las esperanzas de normalización crecieron, como consecuencia de cinco años de buenas cosechas y de la mejora de los términos del intercambio. Los sectores agropecuarios mantuvieron su influencia en la conducción de la política económica, aunque la actividad comenzaba a declinar, dado que los precios de granos y carne no habían aumentado y sí lo habían hecho los costos de la producción. La sequía de 1922 motivó la liquidación de los rodeos y los ganaderos trasladaron sus reclamos al gobierno. Algunas iniciativas revelaron que Alvear tendría una política agropecuaria decidida y precisa: se resolvió la construcción de un frigorífico administrado por el Estado y ubicado en Buenos Aires; la represión de los trusts (ley 11.210 de agosto de 1923); la venta del ganado sobre la base del precio del "kilo vivo" (ley 11.228 de marzo de 1924) y el establecimiento de precios mínimos para el ganado de exportación y máximos para venta local. El documento producido por la Sociedad Rural en 1927, titulado "El pool de los frigoríficos: necesidad de intervención del Estado" y elaborado por un joven economista, Raúl Prebisch, contiene el pensamiento que sirvió de marco a la acción del gobierno. Sin embargo, la misma Sociedad Rural alentaba las relaciones económicas con Gran Bretaña y la necesidad de tomar partido en la "guerra de la carne" que comenzaba a librarse entre británicos y norteamericanos. El ministro de Agricultura, Tomás Le Bretón, que había sido embajador en los Estados Unidos, estaba al tanto de ese conflicto, circunstancia que permitió al gobierno argentino estar muy atento en la coyuntura. LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL Durante la gestión de Alvear hubo 519 huelgas en las que participaron cerca de medio millón de trabajadores y, sin embargo, los conflictos no se tradujeron en un clima de tensión 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 82 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" social constante y opresiva para los sectores dominantes ni para el pueblo. Con respecto al desarrollo de la industria, en los sectores económicos no hubo una actitud industrialista, por lo que la gestión de Alvear no fue sustancialmente diferente en este aspecto de lo sucedido hasta el momento. Un estudio reciente en torno de las etapas del desarrollo económico argentino llama a este período, que se extiende hasta 1933, "la gran demora", porque antes se habían creado condiciones para el "despegue" industrial de la Argentina. Sin embargo, el nivel de la producción había decrecido. En 1925 había 61.000 fábricas en todo el país, con alrededor de 600.000 obreros empleados en ellas. Después del incipiente proceso de sustitución de importaciones durante la guerra, la posguerra impuso el regreso de los productos importados, y la instalación de nuevas empresas: Palmolive, Colgate, Sylvania, RCA Victor, Iram, y se instalaron talleres de armado de automóviles cuyas partes venían de los listados Unidos. Las firmas tradicionales subsistieron, y empresas como la Compañía General de fósforos o Tamet —la mayor productora metalúrgica de América latina— eran las muestras de una poderosa expansión que alcanzó su punto culminante en 1923, para iniciar luego un lento proceso de declinación. Algunas industrias locales tuvieron inconvenientes: un ejemplo es el de los azucareros. Las huelgas de cañeros en 1923 y 1926 pusieron en riesgo la actividad azucarera, y el presidente auspició el llamado "laudo Alvear", con el cual se solucionaron los problemas entre cañeros y dueños de ingenios. En 1928 se repitió el problema de la superproducción, ya que se elaboraron 700.000 toneladas de caña cuando el consumo no iba más allá de las 365.000. La extracción de petróleo constituyó un sector clave del gobierno alvearista. En 1907 habían empezado las explotaciones de los yacimientos de Comodoro Rivadavia, y en 1918, de los de Plaza Huincul. Pronto irrumpe la fiebre especulativa y se constituyen más de treinta compañías que piden autorización para cateos. En 1926 la Standard Oil comienza sus explotaciones en Salta; la Royal Dutch ya lo hacía desde 1922 en Chubut. Bajo la conducción del general Enrique Mosconi, YPF compite con las empresas privadas. La demanda creciente de petróleo para la producción de naftas provenía del auge del automóvil, y este proceso de producción llevó a reflexionar acerca de la nacionalización de los yacimientos. En 1927 se discutió la ley que proponía el yrigoyenismo: nacionalización de los yacimientos petrolíferos y monopolio de explotación y venta por parte del Estado. Los conservadores defendieron el derecho de las provincias a establecer sus propios regímenes y cobrar sus regalías, mientras que los personalistas postulaban un régimen de asociaciones mixtas. Una fuerte corriente antiimperialista fue sustentada por los socialistas y, sobre todo, por ciertos intelectuales argentinos que, enmarcados en el pensamiento latinoamericano, sostenían la defensa del patrimonio económico como garantía de la independencia política. El gobierno de Alvear coincidió con la última gran expansión de los ferrocarriles. Treinta y seis mil kilómetros, en 1928, hacían de la Argentina el país latinoamericano con mayor extensión de vías férreas, Todos eran de propiedad británica —el del Sud, el Central Argentino, el Buenos Aires al Pacífico, el del Oeste— salvo los Ferrocarriles del Estado, que mostraban eficiencia y buenos servicios. Roberto M. Ortiz, ministro de Obras Públicas, rebajó mediante un decreto las tarifas indebidamente impuestas por algunas líneas ferroviarias británicas, medida que fue derogada por Yrigoyen en su segundo gobierno. ALVEAR ENTREGA EL GOBIERNO A YRIGOYEN El presidente ha hecho su examen de conciencia ante la asamblea legislativa. El tono general revela la insuficiente noción que el señor Alvear tiene de la responsabilidad gubernativa: la mayor excusa de los males que su incapacidad ha acarreado al país consiste en ampararse detrás del sufragio universal, a pesar de decir con alarde rumboso que "la confianza que se inspira es deuda que se contrae". Al hablar de sus antecedentes y de lo que éstos valieron para su elección se olvida el muy ingrato de la decisiva intervención del señor Yrigoyen, el cual lo impuso a la convención radical, con el designio de dirigir la política nacional, que sólo la presidencia de un sibarita frivolo ha podido permitirle. Eso es lo que ha determinado la presidencia del señor Alvear y no -como dice- "sus ideas principales, por lo menos, su orientación moral y su manera de ver 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 83 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" los problemas sustanciales de la vida nacional, han debido ser, sin duda, elementos de juicio en los cuales debió apoyarse el veredicto consagratorio. Y a todo ello, evidentemente, está comprometido quien acepta la misión de guiar los destinos de la colectividad". Este párrafo revela las ilusiones que el presidente tiene sobre su persona. Pero lo que realmente significa una declaración palmaria de impotencia, es la negación absoluta de la eficacia de la voluntad humana que encierran estas palabras insensatas; un proceso de selección que el fatalismo venturoso de nuestro destino propiciara, sin duda. Nosotros nos permitiremos opinar que ese destino venturoso y esperado, se perderá si la República tiene la triste suerte de contar durante varios lustros, gobernantes como el actual. Y bastará señalar a mayor abundamiento, la modestia intelectual que descubre el autor del lamentable documento, cuando declara; "los viejos métodos de selección forzada, aunque cuidadosa de los hombres, han asegurado el predominio veraz y definitivo de los valores representativos de la democracia". Esos viejos métodos hicieron la prosperidad del país, con la cual amenaza dar al traste el forzado sucesor del señor Alvear con esa política de derroche, que seis años de paliativos no han podido corregir ni impedir su repetición inevitable, aunque la invocación final del mensaje pretenda obligar "su prudencia y ecuanimidad, de la cual depende la laboriosa y fecunda del espíritu público y de su acción directiva y propulsora, y aceleramiento del progreso general". (...) Pero se engaña el presidente si cree que su infausta presidencia será olvidada; la Nueva República exhumará de la Historia Nacional, la más ilustre de las instituciones argentinas, la que sirviera para castigar a grandes gobernantes y procederá a levantar un juicio de residencia que selle su acción de gobernante y ocupe su conciencia por el resto de sus días. Rodolfo Irazusta De Alvear a Yrigoyen ALIANZAS POLÍTICAS Y ESCISIONES PARTIDARIAS La tranquila administración alvearista fue vista por muchos como una etapa en la que se consolidaron alianzas políticas y económicas que retrasaron el avance económico de la Argentina. Uno de los problemas políticos más importantes fue la escisión del radicalismo, que sirvió para consolidar la corriente antipersonalista. El gabinete de Alvear estaba integrado por representantes de los sectores sociales hostiles al "personalismo" y francamente refractarios al estilo político de Yrigoyen. Ejemplo de ello es el caso de José Nicolás Matienzo, un viejo partidario de Juárez Celman, si bien su posición tenía características de autonomía respecto del "régimen"; o de Agustín Justo, el ministro de Guerra que reemplazara al yrigoyenista Dellepiane, o de Tomás Le Bretón y de Celestino Marcó, quienes fueron objeto de duras críticas por parte del diario yrigoyenista La Época. Cuando Yrigoyen se dirige por última vez al Congreso, el 1 de julio de 1922, dirige frases de extraordinaria violencia contra la oposición conservadora. Al terminar el año, los conservadores apoyan a Alvear. Pero en diciembre, al discutirse los diplomas de radicales alvearistas por Jujuy, el sector radical yrigoyenista no se presenta en el recinto, impidiendo así la realización de la sesión, mientras la minoría compele a los ausentes ante la resistencia del vicepresidente González. Varios senadores logran un voto de censura contra el hombre de Yrigoyen; Meló, Torino, Saguier, Gallo —radicales antiyrigoyenistas—, se unen a los conservadores para esto. La tensión continúa en los meses subsiguientes. Los primeros encontronazos ocurrieron en el Congreso. La propuesta yrigoyenista de intervención a Córdoba, rechazada por Alvear, es el comienzo. La situación se complica cuando las dos fracciones se enfrentan a raíz de las dificultades creadas en Mendoza y en San Juan por el "lencinismo" y el "cantonismo", derivaciones radicales. Cuando en 1924 Alvear inaugura la asamblea legislativa, los legisladores yrigoyenistas no concurren, y tampoco lo hace el vicepresidente Elpidio González, quien debía presidir naturalmente la asamblea. Con ello, la ruptura se hace palpable y evidente. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 84 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" El primer paso estaba dado: se forma en Buenos Aires el "radicalismo disidente" dirigido por Isaías Amado y Mario Guido. El gestor en las sombras de este agrupamiento es el ministro de Interior de Alvear, Gallo, que más adelante sería reemplazado a causa de la presión ejercida sobre el presidente para intervenir Buenos Aires y desarticular así al yrigoyenismo. Las elecciones internas del radicalismo de la Capital habían mostrado paridad entre personalistas y antipersonalistas. Un comité yrigoyenista se instala en la calle Cangallo, mientras que otro, antipersonalista, lo hace en la calle Tacuarí. Hasta que, finalmente, una asamblea de diputados y senadores antipersonalistas, realizada en el Coliseo, constituye la comisión que debía reconstituir la UCR en todo el país. Los principales nombres son los de Mario M. Guido, Leopoldo Meló, José P. Tamborini, Fernando Saguier, Aldo Cantoni y Miguel Laurencena. Algunos de ellos eran hombres que, desde un auténtico liberalismo, se habían opuesto a decisiones de Yrigoyen acerca de la neutralidad, la Reforma Universitaria, la ley de alquileres. También estaban en contra de la nacionalización del petróleo. Entre ellos había dirigentes provinciales que guardaban las ofensas de las intervenciones dispuestas por su gobierno. El año 1924 es decisivo, ya que a partir de las elecciones de diputados se incorporan ochenta legisladores radicales, cincuenta de ellos pertenecientes al yrigoyenismo. Sin embargo, el cuerpo elige presidente provisional a Mario Guido, que concentra los votos de 26 diputados radicales, 2 "bloquistas" del cantonismo sanjuanino, 1 "principista" de La Rioja, 22 conservadores y 19 socialistas. Una muestra del "contubernio", calificativo dado por el yrigoyenismo a esta nueva manifestación de la "política del acuerdo". Curiosa unión —que volvería a repetirse en el '45, con la Unión Democrática— de tendencias que se alineaban en posiciones encontradas, pero se aliaban para vencer al radicalismo yrigoyenista. Las diferencias no estaban motivadas solamente por las distintas personalidades de Yrigoyen y Alvear. Había también causas partidarias, entre las que sobresalía la confrontación de sectores sociales que habían apoyado a Yrigoyen y ahora se veían mezclados con los partidarios de Alvear, así como las rivalidades regionales. Los caudillos del Interior se oponían no solamente al predominio personalista de Yrigoyen sino también al del comité bonaerense. Radicales y socialistas, en cambio, peleaban por la hegemonía en la Capital, enfrentamiento que era azuzado por los conservadores, con la idea de deshacerse de ambas fuerzas. O por lo menos, del ala más progresista del radicalismo, lo cual les permitiría negociar con los antipersonalistas, más cercanos a sus proyectos. Las elecciones de diputados de 1926 mostraron la relación de fuerzas entre los distintos sectores. Los partidarios de Cantoni en San Juan y los de Lencinas en Mendoza se aliaron con los antipersonalistas. La UCR consiguió 385.840 votos, pero los antiyrigoyenistas los superaron por 30.000. Estos lograron controlar once distritos, pero la UCR ganó por amplia mayoría en la Capital Federal, Buenos Aires, La Rioja y Catamarca. Esto significaba que el radicalismo era la principal fuerza política, y el yrigoyenismo, derrotado parcialmente, conservaba lugares importantes, de los que se trataría de desalojarlos desde el Congreso. El 27 de marzo de 1926 los diputados radicales yrigoyenistas reclamaron al presidente la intervención de Córdoba, donde había ganado el conservador Cárcano. Se hablaba de "las perspectivas amenazantes que ofrecían las renovaciones provinciales y nacionales por parte de los gobiernos que traicionaron a la UCR y de los del 'régimen'...". Alvear no intervino la provincia, aunque sabía que esto podría costarle la revancha del yrigoyenismo, que lo dejaría sin quorum a la hora de votar, por ejemplo, el presupuesto. Pero su actitud fue igualmente medida cuando el ministro del Interior, Gallo, presionó al presidente para que interviniera Buenos Aires y dejara en el aire a los "personalistas". Gallo fue reemplazado por José P. Tamborini, y la crisis de gabinete fue el precio de no querer profundizar la línea divisoria en el partido. "Creo que el radicalismo en las próximas luchas electorales (...) afirmará rotundamente su triunfó, una vez más, sobre sus adversarios tradicionales", contestó Yrigoyen a las preguntas de un periodista tucumano. Y añadía: "No he podido llegar a explicarme la política que, contra el radicalismo tradicional que lo encumbró al poder ha tolerado, si no fomentado, el doctor Alvear, de quien he sido y sigo siendo amigo...". ¿Cómo saber si Alvear se opondría a la candidatura de Yrigoyen? La oposición, aunque coincidía en combatir al caudillo, no había logrado superar sus diferencias sustanciales. Resultaba muy difícil saber qué opinión se encerraba, pese a que las elecciones del 26 mostraban claramente las líneas en juego. Sin duda la agitación política llegaba al corazón 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 85 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" mismo de los partidos, a través no solamente de los encendidos debates parlamentarios sino también de las intrigas de comité. Se sabe que el general Justo, que apoyaba las intervenciones a las provincias donde triunfaba el yrigoyenismo, exigía a Alvear que devolviese en hechos políticos el apoyo que se le había brindado en el 22. EL DESARROLLO DE LA INDUSTRIA La Primera Guerra Mundial y la consecuente merma en las importaciones que llegó casi a un 40% entre 1913 y 1915, provocó, puede decirse por necesidad, un cierto desarrollo de la industria nacional. Hasta entonces -lo hemos apreciado- el crecimiento industrial se había orientado hacia el asentamiento de ciertas industrias extractivas agropecuarias; complementadas, en pequeña medida, por la manufactura de determinados artículos de consumo inmediato, o de ayuda a la actividad constructiva, que tanto había cundido en el país. Claro está que el crecimiento no fue parejo; el mayor beneficio lo recibió la industria de la alimentación, especialmente los frigoríficos, y en grado menor la textil y algunas otras que utilizaban materias primas locales, como sea, por ejemplo, las derivadas de la explotación del cuero. Las actividades que manifestaron descenso fueron las de transporte y edificación. La defección de la primera de ellas afectó especialmente a la industria metalúrgica, incipiente aun, y compuesta en su mayor parte de pequeños talleres que realizaban una actividad fundamentalmente subsidiaria. Este inorgánico crecimiento llegó hasta 1923; después de este año el decaimiento fue notable. La recuperación económica de las naciones europeas produjo una avalancha de productos industriales. El período durante el cual habían disminuido los artículos importados de consumo directo no había sido suficientemente largo como para provocar un considerable aumento de las manufacturas nacionales destinadas a suplirlas en el mercado interno. Al unísono, y por tiempo más largo todavía, habían faltado las maquinarias y herramientas de uso indispensable, además de las materias primas y combustible. A todo esto deben sumarse otros agravantes: la falta de una firme política proteccionista y la persistencia de una conciencia no industrialista en gruesos sectores de la población. Esto último queda corroborado en el comportamiento de muchos industriales, sobre todo textiles, quienes en tejidos de lana o algodón por ellos fabricados colocaban inscripciones que los identificaban como procedentes del extranjero, comportamiento éste al que estaban obligados ante la presión de comerciantes y cierto público consumidor que menospreciaba el artículo nacional. Tan arraigada estaba dicha costumbre, que en 1923 fue necesario dictar la ley 11.275 sobre Identificación de productos nacionales. Años antes el ministerio de Agricultura había solicitado la colaboración de la Unión Industrial para que los artículos no tradicionales que se exportaran llevaran la leyenda "Industria Argentina". José Panettieri Proteccionismo, liberalismo y desarrollo industrial LA SUCESIÓN DEL PRESIDENTE En las modalidades políticas de la época sobresale una novedad: el caudillo de partido. Cada partido estaba formado por una estructura de caudillos que iba de mayor a menor. Durante las campañas electorales de la época la propaganda política se ejercía más bien sobre los dirigentes, como lo muestra la escisión "antipersonalista", que fue un prolongado censo de caudillos en todos los distritos, con el que se testeó el apoyo probable de cada una de las tendencias del radicalismo. Ganarse a alguno de los dirigentes significaba obtener los votos de su capital electoral. Esto no significa que los caudillos pudieran responder absolutamente por cada uno de sus votos: la elección de Yrigoyen en 1928 demostró que una fuerza opositora podía aventajar hasta a los oficialismos provinciales. El voto era un acto respetado, en el que la ley amparaba absolutamente la decisión de expresarse libremente. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 86 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Comenzó a hacerse más claro, en 1927, que la contienda electoral iba a tener como eje la figura de Yrigoyen. José Nicolás Matienzo analizaba la situación de las fuerzas políticas y sus posibilidades para las elecciones de 1928, conjeturando que había grupos de yrigoyenistas, desvinculados de los antipersonalistas, conservadores y socialistas. Se añadían a éstos los "provincialistas" —partidos provinciales históricamente contrarios al radical—, los "izquierdistas" —radicales que actuaban en provincias como bloques independientes (Lencinas, Cantoni)— y los "dudosos", ya que había un 51,27 por ciento de votantes que, según algunos cómputos, no habían sufragado en 1926. La Revista Argentina de Ciencias Políticas afirmaba un aumento importante en el caudal yrigoyenista de la Capital Federal: entre las elecciones de diputados de 1924 y las de 1926, el yrigoyenismo había aumentado un 42,39 por ciento, frente al aumento del 4,93 por ciento de los antipersonalistas. Por tratarse de un vocero de los antipersonalistas, conservadores y socialistas, su actitud es objetiva, sobre todo cuando termina admitiendo que muchos de sus adherentes habrían pasado al yrigoyenismo a causa de la actividad desarrollada por los comités o porque "no existe ya la misma confianza de hace dos años en la fracción del radicalismo antipersonalista". Estos análisis terminaban favoreciendo la candidatura de Hipólito Yrigoyen. EL COMERCIO EXTERIOR En la primera posguerra, las dificultades que venía experimentando la economía británica se profundizan. El viejo aparato productivo inglés no se adapta a los cambios tecnológicos que se producen en esa época y a la creciente demanda de nuevos tipos de bienes automóviles, electrodomésticos, derivados del petróleo, etc.- y es paulatinamente desplazado de los mercados de los otros países. En Argentina, uno de sus mercados protegidos, los Estados Unidos se convierten en el primer proveedor y financista y los ingleses sólo conservan su influencia por ser los principales compradores y por el volumen e importancia de sus inversiones pasadas. Se abre un nuevo período, que continuará hasta la crisis de 1930, en el que predomina el denominado "comercio triangular", por el cual la Argentina exporta, sobre todo, al mercado británico mientras que sus importaciones provienen en su mayor parte del país del norte. La avalancha de capitales norteamericanos que se produce en la década de 1920 y acompaña este proceso, parece presagiar el fin de la "relación especial" con Gran Bretaña. No obstante, el "viejo león" conoce quiénes debe tratar y cuáles son sus debilidades y logra recuperar posiciones. Lo que más preocupa a nuestras clases dirigentes, que ligadas a intereses rurales siempre dependieron de sus mercados compradores, es que no pueden colocar sus productos en el mercado estadounidense, ya que el gobierno de EE.UU., forzado también por su "lobby" rural, impone diversas restricciones e incluso un embargo a la entrada de carnes y otros productos argentinos. Alentados por los ingleses, los ganaderos locales lanzan entonces la campaña "comprar a quien nos compra" que, ayudada por las circunstancias -la crisis de 1930 qué afecta a los mercados exteriores y pone en peligro incluso, la continuidad de las compras británicas- culminará en el discutido Pacto RocaRunciman por el cual, a cambio de conservar las exportaciones de carnes, se privilegian nuevamente los intereses británicos. Mientras los demás países latinoamericanos entran plenamente, después de la crisis, en la esfera de Influencia norteamericana, la Argentina retorna de este modo al área de la esterlina y a un estrechamiento de las relaciones con Gran Bretaña. Mario Rapoport De Pellegrini a Martínez de Hoz: el modelo liberal LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 1928 La preferencia de Alvear por la figura de Leopoldo Melo hizo que los "antipersonalistas" proclamaran en su convención la fórmula Melo-Gallo, que puso de manifiesto la inclinación conservadora de este sector, la cual llegó a extremos tales como que el mismo candidato manifestara posteriormente su desconfianza hacia la Ley Sáenz Peña, proclamara su 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 87 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" confianza en las mayorías supuestamente antipersonalistas, y denunciara "la encrucijada alevosa del cuarto oscuro"... También el Partido Socialista se escindió, luego de que el diputado Dickman elaborara un documento sobre la intervención a Buenos Aires para neutralizar al yrigoyenismo. Los disidentes —entre ellos González Iramáin y Federico Pinedo— formarían el Partido Socialista Independiente, aliado de conservadores y antipersonalistas en las próximas elecciones. En una convención realizada en Córdoba, en 1927, los conservadores decidieron apoyar la fórmula antipersonalista. Esta se proclama en septiembre en esa provincia y en noviembre en Santa Fe. Misteriosamente, los pronósticos que mostraban al yrigoyenismo perdedor en las provincias se deshicieron en el aire. En el '28 el personalismo ganó en Tucumán, en Salta, en Jujuy y en Santa Fe, baluarte del antipersonalismo, y en Córdoba, provincia conservadora. Las alianzas del antipersonalismo con Barceló en la provincia de Buenos Aires o con Cantoni en San Juan no fueron lo suficientemente importantes como para lograr desalojar la atractiva figura de Yrigoyen del consenso popular. La oposición comenzó a bordear propuestas de fraude, y Alvear recibió el pedido del "frente" en torno a la intervención de Buenos Aires. Con su actitud prudente, concluyó la discusión diciendo que la intervención era improcedente y un "asunto concluido". De este modo, abrió la puerta a la victoria de Hipólito Yrigoyen. En la convención de la UCR, se votó por aclamación al caudillo, y con 142 votos a Francisco Beiró para la vicepresidencia. Alvear, a pesar de sus predicciones, fue un arbitro leal. La UCR obtuvo 838.583 votos. Su adversario más cercano, el Frente Único, 414.026. Esta vez se mostró un fenómeno político diferente: no había triunfado, en rigor, un partido, sino un movimiento popular. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 88 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" F É LI X LU N A " Y r i g o ye n " Edit orial Rai gal - Buen os Ai r es 19 54 Capítulo VII: Tránsito y permanencia de Hipólito Irigoyen. "Así murió, ¡oh Ekécrates! aquel hombre, nuestro amigo, de quien podemos decir que fué el mejor, el más sabio y el más justo de cuantos hemos conocido..." Platón, Diálogo sobre la inmortalidad del alma. Los procesos por la conspiración continuaban; Alvear y Güemes seguían en Martín García; Pueyrredón, Tamborini, Noel y otros habían sido confinados en San Julián (Santa Cruz). Algunos comprometidos lograron pasar al Uruguay, otros andaban escondidos. A principios de febrero, la Cámara Federal revoca la prisión preventiva dictada contra Alvear y Güemes: pero el gobierno "constitucional" no acata la resolución de la justicia y mantiene en prisión a los detenidos de la isla. Ante esta actitud, la esposa de Alvear presenta un recurso de "habeas corpus" que el juez resuelve favorablemente. Cuando se comunica el pronunciamiento judicial al Poder Ejecutivo, el ministro del Interior se imita a darse por notificado. Y Alvear y Güemes siguen presos. Más tarde se propone a Alvear que se comprometa a no residir en países limítrofes, en cuyo caso se lo dejaría salir en libertad: mas el ex presidente se niega a aceptar la condición, y en consecuencia, le mantienen la ilegal detención. Yrigoyen sigue sin salir de su casa. Está muy delgado y le persiste la afonía. Lee mucho. Lo visitan algunos pocos sobrevivientes de la "razzia". Elpidio González lo hace con cierta frecuencia. Así pasa el mes de febrero (1933). Recién en marzo empieza a salir en automóvil. Lo hace casi todos los días y lo acompañan generalmente su hija Elena y un antiguo comisario de la custodia presidencial, Fernando Betancour. Suele ir a plazas y paseos de la ciudad, pero no baja a caminar. Con el enflaquecido rostro apoyado en el vidrio del automóvil, contempla largamente los juegos de los niños, los árboles, las flores. A veces la gente lo reconoce y lo saluda de lejos. Él trata de evitar estas expresiones. Para distraerlo un poco, su familia y su médico le aconsejan que haga un viaje al exterior: al Brasil o al Uruguay. Al principio parece que optará por irse a Río de Janeiro, pero luego se decide que el viaje sea a Montevideo. El 5 de abril se embarca en el barco de la carrera con su hija Elena, la señorita Menéndez, su médico Landa, el fiel Scarlatto y Betancour. En el puerto, algunos adictos tratan de saludarlo. Apenas pueden verle. El anciano camina con dificultad y sube al buque apoyado en Betancour. Un repórter alcanza a tomarle una instantánea: aparece en ella demacrado y fatigado. Durante el viaje no sale de su camarote. Al llegar a la vecina orilla lo recibe el introductor de embajadores en nombre del presidente Terra. Yrigoyen retribuye la atención, visitando al presidente en su casa. Hacía cuarenta años que no iba al Uruguay, y cuando lo había hecho por primera vez, también estaba en carácter de revolucionario vencido (y también entonces como ahora, por causa de una revolución en la que no había participado). Se aloja en un hotel central. Allí lo visitan algunos exilados, periodistas y el canciller de la República. Su viejo amigo Luis Alberto de Herrera no, porque está en el Brasil. El médico le escatima las visitas y aconseja pasar una temporada en alguna playa marítima. Sale poco, porque el tiempo es lluvioso, pero a veces pasea a pie por las avenidas centrales de la ciudad, recordando con precisión fotográfica sitios y casas que existían cuando su primera visita. Se anuncia su próximo viaje a la orilla del mar y que en ese caso el gobierno oriental pondrá a su disposición un tren especial. ¡Uruguay no puede olvidar al presidente argentino que ofreció defender con las armas argentinas su soberanía amenazada! Así pasa el caudillo una temporada que no hace poco ni mucho por su restablecimiento, pero que, al menos, lo distraen y lo hacen olvidar un poco la desgraciada realidad de su patria. Decide regresar al país para el 22 de abril, pues ya se rumorea el próximo levantamiento del estado de sitio y la libertad de la mayoría de los detenidos políticos. Pero 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 89 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" un nuevo golpe le obliga a apresurar su retorno: el fallecimiento de su hermana Marcelina Yrigoyen de Rodríguez. Llega a tiempo para el sepelio. Así lo describe alguien que lo vió en ese momento: "Había regresado sigilosa y precipitadamente de Montevideo aquella mañana. Por la tarde sería el sepelio de la extinta, y a eso de las cuatro de la tarde un compacto gentío se agolpaba en la cuadra de la calle Ayacucho al doscientos. La gente que estaba en el interior de la casa mortuoria fué saliendo de a poco y silenciosamente. El tráfico estaba interrumpido y los curiosos iban duplicando el número de los asistentes reales. Salió por fin el ataúd llevado por sus deudos. De pronto la multitud se olvida que aquello es un sepelio y como si hubiera estado movida por una electrización, rugió con un grito brutal y ronco: "—¡Yrigoyen! "Es que en el umbral de la puerta de calle se destacaba imponente y fornida la gran figura nacional de Yrigoyen. La multitud quiso abalanzarse sobre él. Lo rodeó. A duras penas los amigos más cercanos pretendían salvarlo de aquel gentío que gritaba como en los días de sus grandes apariciones políticas... "—¡Viva el doctor Hipólito Yrigoyen!... ¡Yrigoyen! ¡Yrigoyen!... "Y el titán hacía esfuerzos sobrehumanos para contener el llanto. Ganó el coche de duelo y en la umbría que las cortinillas acentuaban en el fondo del carruaje, el jefe radical parecía una religiosa máscara de cera. La fatiga le agrandaba los ojos y le intensificaba la mirada. Fué la primera vez que acompañó un muerto y no descendió en el cementerio..." El 1º de mayo se pone en libertad a muchos presos. Ese día llegan Alvear y Güemes. Al día siguiente se levanta el estado de sitio y poco más tarde se ordena judicialmente la reapertura de los locales partidarios, aunque el central de la calle Victoria recién se habilita veinte días después. Van llegando los confinados patagónicos y algunos exilados. Lentamente empieza el partido a rehacerse. Se reúne la Mesa Directiva del Comité Nacional y delibera secretamente varios días. Mayo y junio. A principios de junio se dice que Yrigoyen tiene pensado viajar al Paraguay. Después se sabe que ha decidido permanecer en la Capital Federal porque desea conversar con algunos amigos. Ocurría que estaba por reunirse el nuevo Comité Nacional surgido de la reorganización del año pasado, y probablemente le interesaba estar al tanto del acontecimiento y ver a los correligionarios venidos de provincias. Efectivamente, el 5 de junio se constituye el cuerpo, reeligiendo presidente a Alvear y vicepresidentes a Güemes y Mosca. Se designan secretarios a Ricardo Rojas, Simón Avellaneda, Ernesto C. Boatti y José P. Tamborini, con Roque Suárez y Raúl Rodríguez de la Torre en la tesorería. Quince días después se conoce el manifiesto que con este motivo formula la dirección partidaria: "...por fin, después de vicisitudes ingratas la Unión Cívica Radical puede presentarse ante la República con sus autoridades libremente elegidas por el mandato auténtico de medio millón de ciudadanos que han tenido el coraje de proclamarse radicales en esta hora de persecuciones". Hace un llamado a la disciplina y agrega: "La propia magnitud de nuestra fuerza nos aconseja no malgastarla en conatos estériles ni en palabras impremeditadas". Yrigoyen asiste de lejos a estas actividades... Ya está en un plano distante, metafísico. Recibe a pocos amigos. Sus palabras, enronquecidas por la afección, cobran realce de mensaje postrero. El tema de la unidad partidaria alrededor de Alvear adquiere caracteres obsesivos: "Hay que seguir a Marcelo..." repite. Un día llama a don Carlos Rorzani y le pide que se acerque más al presidente del partido. —Marcelo ha estado mucho tiempo alejado del país, no conoce bien a los amigos... —le expresa—. Usted que ha actuado tanto tiempo a mi lado y tiene un gran conocimiento del partido, ayúdelo, asesórelo. Él necesita que lo rodee gente honesta, bien radical. ¡Hágalo! Mira con benévola simpatía a los que insisten en conspirar, aunque mantiene su escepticismo sobre el triunfo de una revolución. Al doctor José Renjamín Ábalos, que persiste en su terco planteo revolucionario, le pregunta con una sonrisa afectuosa: —¿Cómo andan los cuarteles... ? "Su figura había adquirido en esos meses que precedieron a su muerte una formidable fuerza sugestiva. Su cara toda era una ponderación del bronce recogido en la gloria de una figura. La palidez de su piel atenuaba el cobre de otros días y sus ojos centelleaban como 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 90 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" siempre, escudriñadores e inquietos. No obstante ser siempre él fornido titán del pueblo argentino, se notaba una cosa que trascendía de él como el ala suave de la ternura o la melancolía. Su pensamiento se volvía hacia el pasado con incontenida frecuencia y en la nostalgia de sus horas más batalladoras y crueles, hallaba el resplandor que se le iba yendo del corazón. Aquella parálisis del nervio laríngeo lo tenía ronco siempre, pero cuando la voz no expresaba su pensamiento fulmíneo, era su mano con el índice en punta, tal como un pararrayos, la que gritaba la violenta cólera de una idea que pretendía quedar muda y el titán necesitaba decir..." En los últimos días de junio, el intenso frío le provoca una bronconeumonia que al principio no parece revestir gravedad. Pero él sabe que no podrá sobrevivir. En realidad, el mal que lo aqueja es mucho más grave, es un mal incurable e implacable que ahora hace crisis. —Cómo me va a encontrar el Señor de destrozado, cuando me acoja en su seno... —le dice al doctor Ábalos. El 30 lo visita Alvear. Ese día, el enfermo había mandado decir a varios visitantes que estaba descansando, para evitar conversaciones que lo fatigaban: pero cuando se entera que estaba "Marcelo", se incorpora en el lecho, peina un poco sus cabellos e indica que lo hagan pasar, pese a los amistosos rezongos de una señora amiga de la casa que en ese momento lo velaba. Eran las últimas señales de su entrañable afecto por el viejo amigo. Con estas palabras y estos gestos, el guardián de los ritos y los altares ungía públicamente la frente del sucesor, con el óleo sagrado de los elegidos... Los médicos lo asisten puntualmente: tres veces por día lo ven los doctores Roque Izzo, José Landa y el especialista J. A. Buasso. El día 2 de julio, un sacerdote dominico, fray Alvaro Álvarez y Sánchez, viejo amigo del caudillo, lo confiesa y le administra la eucaristía: volvía así Yrigoyen a las prácticas religiosas de su niñez, volvía a reconciliarse formalmente con Dios, este gran cristiano de toda la vida. Los dirigentes partidarios empiezan a desfilar por su casa. Los diarios publican noticias dando cuenta de la preocupación que suscita su salud. En la noche del 2 al 3, el proceso se agudiza. Los médicos empiezan a ser pesimistas. El lunes 3, a la mañana, fray Alvaro le impone la extremaunción. El enfermo parece algo aliviado, pero no habla casi, sumido como está en un tranquilo sopor. El sacerdote le exhorta a confiar en la bondad divina: entonces Yrigoyen responde con una voz apenas perceptible, que tenía la certeza de haber hecho todo el bien posible a la patria, a sus conciudadanos y a sus amigos. Lo asisten en ese momento el cancerólogo Angel H. Roffo, el doctor José Uslenghi y los médicos de cabecera. Se le da oxígeno y se le aplican enérgicas inyecciones para sostener la actividad cardíaca, que falla por momentos. La casa está llena de gente. En la calle empiezan a aglomerarse nutridos grupos. Al mediodía queda un rato a solas con uno de sus hijos, de quien estaba distanciado tiempo atrás. Poco despuéi entra en agonía, serenamente, suavemente. Llega Monseñor Miguel de Andrea y le imparte la bendición papal. El día está nublado y a ratos quiere lloviznar. A las 17 hay una ligera reacción: se incorpora un tanto, y abre los ojos. Ansiosamente, los presentes le hacen preguntas para ver hasta qué punto ha mejorado: pero él sólo atina a mover flojamente las manos. Luego, vuelve a su letargo. Entonces, los familiares llaman a algunos de los que están en la casa, a la pieza donde agoniza el caudillo. Entran Alvear, Pueyrredón, Amancio González Zimmerman, Delfor del Valle, Vicente Scarlatto, Fernando Betancour, Andrés Ferreyra, Joaquín Costa, Juan B. Fleitas, Osvaldo Meabe, Monseñor de Andrea, fray Alvaro. También están sus familiares. Apiñados alrededor del sencillo lecho, muchos llorando, todos apichonados y en emocionado silencio, asisten a los últimos momentos del prócer. ~ ¡Qué de imágenes, qué fugaces recuerdos, qué espejeantes visiones desfilarían por su espíritu, ya copado por la fiebre y debilitado por la fatiga! Eran cosas viejas y cosas de ahora, fantasmas de un pasado lejanísimo, tan lejano que parecía pertenecer a otra vida. Hundiéndose en una acezante tiniebla, rescataba el moribundo los años de niñez, la visión del suburbio bravio, el rostro mate de la madre, los viejos Alem, siempre tristes... ¡Los Alem! Allí estaba Leandro, el mentor, el hermano mayor que lo iniciara en el arte fascinador de la política. ¡Pobre Leandro! No sabía conducir el partido, pero ¡qué calidad de hombre! 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 91 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" ¡Qué reciedumbre y que mansedumbre aleadas en su personalidad! El partido. .. Eso era lo que dejaba. Se moría, pero quedaba el radicalismo para sobrevivirlo. ¿Qué pasaría con el radicalismo? ¿Superaría los fracasos, los errores, la engañosa cordialidad que le ofrecía esa máscara sonriente y mofletuda que se desvanecía burlo-namente en su sueño febril? El partido... Todo se lo había dado: fortuna, esfuerzos, angustias, esperanzas... Hasta el amor había rechazado para consagrarse con más unción al partido: aquellas mujeres... ¡Pobrecitas! Él no era hombre para hacer feliz a ninguna mujer. Había nacido para cumplir un destino. Y lo había cumplido. Armoniosamente se había cerrado su parábola vital, hasta en la plenitud del dolor final. Un destino. Pero pesa y duele hacer ese recuento de cosas. Alguna injusticia, tal vez. Esos viejos amigos que se alejaron, esas debilidades hacia quienes no las merecieron... Y los desleales que lo traicionaron, los olvidadizos que se habían ido... Sí. Es duro recordar cuando se está al filo del tránsito. Pero también muchas buenas cosas quedaban: se habían hecho muchas buenas cosas: no todas las que hubiera deseado, pero bastante y siempre de buena fe, siempre creyendo estar en la verdad, nunca mintiéndose a sí mismo. ¡Cuántos lo llorarían! Lo llorarían muchos que el infausto seis habían voceado y bailoteado su caída. No importa. Los pueblos son un poco niños, veleidosos, inconsecuentes. Play que enseñarlos. "Educar al soberano..." ¡Qué razón tenía el viejo Sarmiento! Lo llamaron loco, como a él, porque andaba adelantándose a sus años... Sarmiento... Lo había nombrado en su ancianidad gloriosa, en el Consejo Escolar de su Balvanera... La comisaría destartalada... ¡Qué luchas aquéllas! Todo se confundía en una batahola de recuerdos. El pueblo... Había estado solo y lo había dado todo, pero había sentido también el don sobrecogedor del amor de su pueblo.. No se ve, no se toca ni se oye, pero se siente en todo el cuerpo como si mensajes sutiles que los demás no pueden recoger portaran las cosas que la gente siente. Es difícil llegar a interpretar esos mensajes: pero se puede: todo está en castigarse hasta quedar en estado de gracia, de pureza, presto a ser una varilla de rabdomante en busca de esas corrientes henchidas de soterrada claridad... Él nunca se había equivocado. Siempre había intuido los quereres de los suyos, como una madre se adelanta a los deseos de sus hijos... Tal vez en alguna cosa chica, sí: pero en las cosas grandes de la Patria no se había equivocado nunca... El pueblo... La Patria... Se moría Yrigoyen. Y mientras el rumor de la multitud congregada en suspendido recogimiento frente a la casa humilde bajo el persistente orvallo invernal llegaba apenas a su celda monástica, se le abrían al agonizante visiones de Patria en el trasfondo desvaído de su alucinación. Desfilaban visiones. Los viejos amigos. Los que se fueron. Los que quedaban. Se iba muriendo calladamente. El pueblo... Era como si se metiera en medio de la multitud, como si se hundiera lentamente en esa pulpa fragante, caliente, vibrante. Lo único que le quedaba... Pero ¡cómo cansa este ahondarse en el pueblo! Fatiga, sofoca. Aparecen rostros y sombras, los miles de rostros que en su comercio de ochenta largos años con los argentinos había estado conviviendo. Miles de caras. Lo aprietan a uno, lo ahogan. El pueblo... Se entrega uno a él; y él lo absorbe, lo exprime, lo extenúa. Es difícil sobrevivir a esa entrega. El pueblo lo pide todo, lo exige todo. Para dársele así, hay que tener alma de apóstol, hay que creer en cosas grandes y tener fe en la grandeza del holocausto. Aunque ni el pueblo mismo lo entienda. Algún día entenderá, algún día entenderá. Pero tal vez tarde ese día... No importa: hay que meterse en esa materia rica y pobre, hay que empezar de nuevo. Hay que bucear otra vez ese océano hondo y movedizo. Uno se hunde en ese mar helado cada vez más oscuro, cada vez más rugiente, cada vez más oprimente. Uno se va desgranando cansadamente en ese barro elemental que lo va tragando. Lo sofocan a uno. Cuesta respirar. Está todo tan oscuro... ¡Pero lejos, lejos, se divisa un levantado resplandor de amor y esperanza! Se apagó serenamente, como un cirio que deja de arder. Eran las siete y veinte de la tarde. Un gran sollozo sacudió al país. El viejo había muerto. "El día en que me echen mi última retreta, podrán decir en justicia: Acompañad a ese cadáver; no volveréis a tributar iguales honores a un argentino más ilustre." Sarmiento 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 92 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Descansaba ya el viejo luchador. Tendido sobre el ataúd, amortajado con el hábito dominico, dormía su último sueño ante la mirada afligida y numerosa del pueblo que desfilaba interminablemente. Al fin de sus trabajos y sus días, rescatado ya ese auténtico ser que sólo se inmoviliza y cobra permanencia cuando el hombre cesa de moverse en la posibilidad diaria que es la vida, Yrigoyen quedaba caracterizado definitivamente como el monje soldado que había sido siempre. Los terciarios dominicos fueron, primitivamente, una suerte de orden caballeresca civil, cuyos cofrades asumían la obligación de tomar armas por sus ideales cuando la ocasión lo requiriera. Ahora se cerraba misteriosamente el signo estelar de su vida, revistiendo este Templario de la Libertad el albo hábito de su caballería. La oración y la pelea, la meditación y la lucha. Tales habían sido sus soles y sus lunas. ¡Qué bien cuadraba la estameña monacal sobre sus viejos huesos martirizados! Tres días fueron de desfile. Para puntualizar mejor lo que tenía el homenaje de cosa espontánea, popular, la familia rechazó los honores oficiales que el Gobierno decretara. Se había pedido que dejaran hacer el velatorio en una plaza o en una iglesia: ambiente de ágora o de templo requerían los honores de este cadáver, pero el Gobierno había denegado la autorización. Miles de argentinos venían a velarlo desde las selvas boreales, desde las montañas cuyanas, desde los valles norteños, desde las pampas bonaerenses. Oyhanarte, su hijo casi, regresaba del exilio para dejarse tomar preso, con la condición de que le dejaran asistir al entierro. El partido Blanco uruguayo enviaba a su jefe para que lo representara. Toda América le dedicaba un recuerdo. Y el pueblo pasaba y pasaba frente al gran muerto, para dar su saludo último al hombre con quien tanto quiso. Después, el entierro. "Cantemos la apoteosis del patriarca" diría Ricardo Rojas: "éstos son funerales de epopeya". Y Arturo Capdevila: "No doblan campanas, no, ni bate el tambor los ecos. Corazones, corazones, estos solos van haciendo de tambores funerarios y bronce que toca a muerto..." Algunos quisieron encauzar la cósmica marea sobre cuyas olas viajaba hacia la postrer mansión el gran capitán: planearon torcer el rumbo de la procesión cívica y llevarla con su yerta bandera al frente, a tomar la Casa Rosada. Hubiera sido estremecedor este triunfo postumo: el viejo Cid ganando batallas después de muerto... Hubiera sido una revancha del destino, este reintegro del caudillo al templo de la ley de donde fuera expulsado por malandrines y felones. Pero la magnífica locura no pudo ser. Y aquel medio millón de almas —de almas— siguió desfilando entre pañuelos, entre flores, entre cánticos, durante más de cinco horas multitudinarias. Cerraba la noche y la ciudad vibraba con el dolor de todos. Hubo discursos, hubo crónicas, hubo homenajes. ¿Para qué? El pueblo estaba solo y todo estaba de más, todo parecía de más, como las inútiles palabras que se vierten cuando muere un ser querido. Yo era un niño, por entonces, y no pude entender el por qué de la voz apretada de mi padre, o el saludo tristón que nos hizo el chafe de la esquina, ni las caras serias de la gente que caminaba apurada por Rivadavia hacia el Congreso, ni los ojos llorosos de aquella señora desde los balcones de cuya casa asistimos al enorme desfile (todos silenciosos; yo suspenso y sin palabras). Era muy chico y no podía comprender el secreto sentido de aquel gran dolor. Cuando ahondé la vida del gran repúblico, recién entendí que al irse el gran viejo, todos ellos sabían que quedaban solos: que el custodio sin sueño de la República los dejaba, que se iba aquella presencia que había parecido eterna, exenta de muerte. Sabían que se iba — ¡para siempre!— el hombre que les había dado dignidad, derechos, que les había enseñado a luchar sin odio y a triunfar sin rencor. Y sabían que todavía quedaban en deuda con él, porque el gran faltazo del 6 de setiembre no se había reparado aún, y el anciano luchador se iba a la tumba sin haber palpado físicamente el supremo retorno de su pueblo. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 93 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Recién entonces comprendí. Por eso la voz apretada, por eso la venia melancólica, por eso las caras hoscas y los ojos llorosos. Porque el pueblo argentino quedaba en soledad. Después que desapareció Yrigoyen ocurrió en el radicalismo un lamentable fenómeno de aflojamiento, de distensión, un ablandamiento de sus defensas. Parecía que un poderoso anticuerpo hubiera desaparecido o que se hubiera abolido una guardia alerta. Cierta orientación cada vez más proclive a la conciliación con los usurpadores de la República empezó a prosperar. Algunos sectores provinciales se deslizaron hacia la concurrencia a los comicios del fraude. Los que andaban en conspiraciones eran tenidos por orates, o calumniados como agentes provocadores del oficialismo. El sentido heroico de la lucha contra el Régimen se ridiculizaba. Se olvidaban los grandes temas antiimperialistas y la vida interna del partido tornábase más y más ramplona, más trabajada por intereses mezquinos y por personajes oscuros. Las señales de seducción que brillaban todo el tiempo desde la Casa Rosada, eran recogidas vergonzantemente por ciertos dirigentes. Los partícipes de la iniquidad justista instaban al radicalismo el abandono de la posición abstencionista, para sobrellevar en corporación la vergüenza de su complicidad. Al mismo tiempo, era evidente que el pueblo radical quería votar: que le dolía este exilio de la actividad electoral en que el partido lo tenía ejercitado desde 1912, y con esa capacidad de esperanza infinita que siempre tuvo, quería creer en las promesas de legalidad que de tanto en tanto dejaba caer el presidente. No frenaron este desplazamiento hacia la cohonestación del Régimen, los evidentes síntomas entreguistas y antipopulares del gobierno, ni siquiera la brutal prisión de la Convención Nacional en pleno, a fines de 1933 entre los fragores revolucionarios que se produjeron por esos días en todo el litoral, así como la posterior desintegración del alto cuerpo mediante el confinamiento, el destierro y la cárcel. Poco a poco, una inasible relajación invadía la dirección del gran ejército cívico. Las leyes que integraban el "estatuto del coloniaje" aguardaban que los radicales se sentaran en las bancas del Congreso para asegurar su permanencia y legitimidad. Todos los que se sentían inseguros o culpables clamaban para que la Unión Cívica Radical concurriera a reforzar sus posiciones mal habidas. Entonces, a principios de 1935, se levanta la abstención. Precedió a la decisión una intensa campaña concurrencista a la que asintió Alvear y a cuyas seducciones electoralistas no se sintieron ajenos muchos respetables dirigentes. Voces patrióticas se alzaron en la deliberación para advertir el peligro y salvar su responsabilidad. Pero ¡qué podían hacer cuando oscuros intereses presionaban el cambio de táctica, cuando la mayoría del partido, embelesada en promesas y perspectivas creía sinceramente que la concurrencia al comicio significaba la salvación de la Unión Cívica Radical y del país! Si hubiera vivido Yrigoyen ¡quién se atreviera a abandonar la austeridad recoleta de la abstención! o ¡quién pudiera ir con mansedumbre a los comicios sin defenderlos revolucionariamente! ¡Quién osara puntear padrones y barajar listas mientras el país padecía gobiernos de fuerza y de vergüenza! Pero no estaba. Y el radicalismo, que ya había abandonado la Revolución, abandonó ahora la Abstención y estaba en vías de abandonar la intransigencia. Después vendría el sometimiento a las elecciones viciadas y la aceptación de las minorías que la voracidad justista les dejaba. Vendría la irrupción de los elementos menos deseables del partido a las representaciones públicas, para desprestigiarlo desoladoramente. Vendría el silencio ante el negociado, ante la entrega, la débil protesta contra el fraude. En algunas provincias, hombres abnegados limpiaron a balazos el camino de las urnas y enaltecieron al radicalismo con grandes gobiernos. Otros iniciaron desde el cenáculo, el comité, el mentidero, una lucha enconada y desesperanzada contra la conducción. Pero el jefe, despótico e imponente, aplastaba de raíz toda resistencia. Muchos radicales, por disciplina, lo siguieron rodeando; muchos no alcanzaron a percibir la declinación y siguieron arrimando su fe y su entusiasmo. Otros se fueron a sus casas. Cada triunfo electoral era una manea que ataba al radicalismo a un inconcebible legalismo; cada derrota era un factor más de desmoralización. Todos los días el radicalismo se iba quedando a la zaga de la realidad política, sin pujanza para imponer situaciones y orientar movimientos de pueblo, como si permaneciera en una espera ilusionada de que algún milagro habría de transformarlo en gobierno, de un día para otro. Sensualizado por las pequeñas posiciones obtenidas, cada día le era más difícil adoptar una 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 94 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" actitud de enérgico repudio hacia esta táctica suicida. Estaba atento, más que a replantear los grandes reclamos populares, a urgir su turno en el poder. Así fué dando tumbos; años de lucha serían necesarios y amargas experiencias, hasta tornarse de nuevo instrumento de liberación argentina mediante el reencuentro con las grandes orientaciones de Yrigoyen y una seria gana de servir al país. "Yo soy Arjona, señores, nombre que no se hai perder, y aunque lo tiren al río sobre la espuma hai volver. (Coplas para cantar con caja. Salta.) Pero entonces y después, aun desvirtuada su memoria, Yrigoyen seguía permaneciendo. Todavía lo está. Se mantiene Yrigoyen en estado de permanencia argentina. Es así, porque su nombre es bandera de lucha; hemos visto ganar campañas electorales con la sola invocación de su nombre y con la solemne seguridad de que su obra habría de ser continuada. Es así, porque día a día acrece el interés de las nuevas promociones cívicas sobre su personalidad —y este libro es un pobre testimonio de ello—. Es así porque cuando la representación nacional decidió tributar a su memoria el homenaje del monumento, no hubo voces contra la iniciativa, aunque sólo hacía quince años que había dejado de existir y aún vivían la mayoría de quienes lo combatieron. Es así, principalmente, porque la hueste cívica que él congregó y condujo, todavía perdura con la esencia y el designio que él supo infundirle, y todavía constituye (a través de fracasos, de errores, de pecados, de frustraciones, de infortunios sin cuento) la gran posibilidad de realización argentina. Es así, en fin, porque no es su nombre el de un procer archivado en cualquier casillero polvoriento de la historia, sino una afirmación, un término dialéctico, una militancia, una postura fecunda y definitoria. Todavía lo yrigoyeneano es una realidad: estilo de lucha y de gobierno: modo de vivir y de convivir. Yo mismo, a través de la labor realizada para desentrañar el sentido de su obra, he vivido en cada página la realidad actual y palpitante de Yrigoyen. Y sobre la relación verbal, sobre el documento muerto, sobre el periódico de la época y el libro en pro o en contra, sentía crecer entrañable y potente, no ya una personalidad ni una concepción ni una obra, sino la presencia tangible de una imagen, de un rostro argentino que intuímos como el genuino: toda una realidad nacional perdurable, bien que eventualmente soterrada. Hasta los hombres que lo rodearon tienen un tipo inconfundible, calcado de su ejemplo y de su sustancia vital. He tenido que tratar a muchos de ellos para escribir estas páginas: todos tienen un sello de decoro, de modestia, de idealismo, de hombría de bien, que es el testimonio más claro de lo persistente de su docencia. Yrigoyen vive, como viven los personajes cuyo quehacer no lo fué para un momento sino para siempre, "sub speciae aeternitatis". Hay figuras que aunque mueran, no mueren: su trayectoria se identifica de tal guisa con sus gentes, que adquieren para ellas estatura de mito y quedan consustanciados con la tierra y con los suyos para siempre. Estos tales permanecen, porque trascienden la mera vida física, para proyectarse en una segunda vida, más real tal vez que la primera. Al morir se convierten literalmente en tierra: se infunden en la materia elemental y generadora, dándole su ser y tornándola un poco a su semejanza. Sin vivir, protegen y defienden a los suyos: muertos, son bandera y reducto. Así ocurrió, por ejemplo, con Juan Facundo Quiroga. En los años en que Sarmiento se asombraba de su obstinada pervivencia entre sus paisanos, el arriero que conducía la tropa de muías en la que viajaba mi abuelo a Córdoba para estudiar Derecho, le confidenciaba con irreductible fe, que "el General estaba en los reinos de arriba, escondido, y de allí volvería cuando menos se lo esperara, para castigar a sus enemigos". Y a cien años corridos, todavía se oye en La Rioja a algún llanisto cantar esta copla estremecedora: "El general diz que ha muerto: yo les digo —así será...— ¡Tengan cuidao, demagogos, no vaya a resucitar! 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 95 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" También Yrigoyen ha muerto, y también sigue viviendo. "¡Tengan cuidao, demagogos, no vaya a resucitar...!" No resucitará físicamente, pero se infundirá en el espíritu de su pueblo cuando éste decida retomar nuevamente el empeño de su gesta. Él también hubiera podido afirmar, como el aeda salteño de la copla, que aunque su nombre se lo llevaran las aguas tumultuosas de la creciente, la espuma lo habría de retornar... Es que aparte de su obra, su figura, por lo original y sugestiva, es de esas que los pueblos no olvidan. Yrigoyen fué por su calidad humana, un verdadero producto de selección. No es común que sociedades en formación logren arquetipos tan firmes y originales como nuestro héroe: personalidad recia y definida, compleja en su intimidad psicológica bien que simple en sus motivaciones de conducta política. El hecho de que la Argentina haya logrado producir en sus crisoles un tipo de semejante ralea, es un signo de su pujanza y un presagio de su destino. Cualquier nación, cualquier conglomerado humano no produce un Yrigoyen, como no produce un San Martín o un Sarmiento. Se necesitan reservas intangibles de bienes espirituales, depósitos ancestrales de idealismos y de convicciones firmes sobre muchas cosas: se precisa una escala de valores que durante varias generaciones se haya afirmado en conductas que la sostengan, para que puedan surgir personajes de una contextura moral tan precisa, de una vibración humana de calidad tan depurada. Como hombre, solamente, no ya como político ni como estadista, Yrigoyen es fascinante para el que lo estudia, como fué inolvidable para el que lo trató. Difícilmente aquellos que le conocieron olvidan su simpatía, su delicadeza de espíritu, su magnanimidad, la firmeza inexorable de sus convicciones, la habilidad suprema de su conducción, su idealismo, su optimismo, su fe en los valores superiores, su callada generosidad, su escondido ardimiento disimulado tras las maneras serenas y un tanto anticuadas de su trato. Hasta sus pequeñas manías resultan en él simpáticas e integrativas. "El Doctor" vive en la palabra de quienes le conocieron, con una fuerza que no es hija de la nostalgia ni de la idealización postuma de una figura querida, sino el resultado de una poderosa personalidad que, aun cuando no hubiera asumido su maravilloso destino de pastor de pueblos, al menos habría sido muy superior a sus contemporáneos. Fué (parece extraño decirlo), un poeta y un aristócrata. Un poeta, al modo antiguo de los vates cuyo oficio era cantar y profetizar: puesto que su vida fué todo un canto de esperanza en sus gentes y en su tierra, rimada con palabras raras cuya melodía sólo pueden alcanzar los que en él creen. Sí. Una luminosa parábola ennoblecida con el alto ideal que la iluminó y cerrada por la tribulación, como una tragedia antigua. Fué un aristócrata también, porque la aristocracia —lo ha dicho Eduardo Mallea— consiste en un gran desapego por lo material y en una gran vocación de decencia y simplicidad. Fué, en verdad, un hombre entero, cabal, realizado genuinamente. La soledad es el gran mal que aqueja a los argentinos: no nos comunicamos sino lo superficial, lo nimio, y tememos darnos los unos a los otros. Esto engendra el temor y el egoísmo. Yrigoyen pretendió proveer a sus connacionales de una empresa común que acometer, a fin de que se reunieran plenamente en territorios espirituales, a través de vínculos sustanciales, con humana armonía. La falta de sentido religioso, de preocupaciones urticantes sobre las cosas esenciales y de una seria valoración de lo bueno y lo malo, lo perdurable y lo deleznable, es otro de los elementos que nos falta para una integración cabal: eso engendra el reino de lo provisorio, lo improvisado, la falta de seriedad para hacer cosas. Yrigoyen quiso crear ese sentido, y por eso dió a su lucha una densidad de causa con proyecciones que trascendían lo político, sentida con fe, con exigencia, y seguida con vocación de martirio. Cuando se empiece a pensar seriamente en reconstruir lo argentino, habrá que volver a llenar esos grandes vacíos de nuestro pueblo. Y entonces se sabrá hasta qué punto Yrigoyen supo conocer nuestra topografía espiritual, y recorrerla con ánimo reconstructor. Ese conocimiento acabado deriva de su profunda esencia argentina Con sus defectos, con sus errores, con sus pecados, Yrigoyen fué un producto genuinamente vernáculo; algo hondamente criollo, como un ombú, como un hornero. Tal vez sea por esto que lo sentimos tan nuestro, tan íntimamente apegado a todo lo que sentimos como realmente argentino, y tal vez por esto exaltamos su recuerdo como una grande, una limpia expresión telúrica, hija del pueblo y el paisaje, nacida al calor de los hirvientes procesos que bullen en el trasfondo 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 96 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" de la historia. En esto es en lo único que se asemeja a Rosas. Lo único. Es inútil que plumíferos de mentalidad siniestra hayan intentado paralelismos forzados: la popularidad de ambos (pero una y otra se obtuvieron por muy diferentes vías, a través de un sacrificado apostolado de Yrigoyen, mediante torcidas demagogias Rosas), la defensa que ambos hicieron de la soberanía nacional (pero Rosas la llevó a cabo para consolidar su poder mientras Yrigoyen la ejercitó en virtud de altos principios éticos), la habilidad política de ambos (pero Rosas fué por sobre todas las cosas, inescrupuloso e inexorable, mientras Yrigoyen respetó todos los derechos y fué hábil solamente en tanto sus férreas normas éticas se lo permitieran). Lo que diferenció a Yrigoyen del tirano porteño fué esencialmente el respeto que tuvo por la dignidad humana. En este punto se derrumban todos los paralelismos. El mismo caudillo pareció saberlo así, cuando escuchando producir a un allegado un entusiasta panegírico del Restaurador, se limitó a comentar pensativamente: —¡Mucha sangre! ¡Mucha sangre! Rosas e Yrigoyen sólo pueden parecerse en eso: en haber sido los dos, productos terrígenas en ancho y profundo. Eso ya es un mérito. Porque si las grandes naciones pueden permitirse el lujo de una complaciente universalidad en algunos aspectos porque en ella transmiten su propio espíritu al mundo, pueblos como los nuestros deben mantenerse en estado de autenticidad, elaborando sus propias posibilidades para que su entidad subsista con caracteres propios, fieles al estilo sobre el que han sido forjadas, a fin de poder entregar algún mensaje propio, original. Claro que en Yrigoyen, éste no es su solo mérito, porque su quehacer rebasó el mero intento de guarnecer lo vernáculo con avizoras defensas, para engrandecerse con su lucha por los fueros humanos sin tiempo ni fronteras. Porque la de Yrigoyen no es sino la gesta por los fueros del hombre. En momentos en que predominaba un sistema que lo subsumía bajo abstracciones hechas de palabras vacías, apareció Yrigoyen para defender su dignidad en todos los terrenos en que pudiera ser menoscabada. Sabía que el hombre "lleva impresa en su frente un rayo de la divinidad" y por eso trató de encumbrarlo, ingresándolo a la dirección de la cosa pública, resguardando su vida diaria con garantías de tipo social, otorgándole la posibilidad de dirigir su propio cultivo espiritual y, sobre todo, apuntándole constantemente la conciencia de su propio señorío. El país, América, el mundo (sabía Yrigoyen) cobrarían un orden más justo, más sensato, lograrían realizarse en la medida de lo posible a través del desarrollo de valores que connoten libertad, fraternidad, justicia, salud, alegría: mas para esto ocurrir, debía ser rescatado como bien primordial, el hombre en su sencilla y plena integridad: el hombre común, el de carne y hueso, el hombre con minúscula, aquél que tú, lector, y que yo, autor, vemos y palpamos y convivimos día a día en el cotidiano acontecer. Éste fué el sentido de la gesta yrigoyeneana. Tal pudo ser, porque el empeño que asumió le fué dictado por el amor, que es lo único que puede encaminar el mundo hacia tiempos mejores. Amor, aun para derribar situaciones de iniquidad, porque el amor es militancia y afirmación, y es lo único fecundo y perdurable. ¡No dejemos que ésta, su gran lección, caiga en el olvido! Hoy que la política, la filosofía, la literatura, están descubriendo de nuevo al hombre y se hace de él un valor supremo contra el Estado opresor en lo político, contra las creaciones explotadoras en lo económico, contra el adocenamiento del espíritu en lo cultural, la figura de Yrigoyer se nos aparece con contornos de iluminado, de gran adelantado a su tiempo, cuyo afán obsesivo por la reivindicación de las gentes apenas ahora entrevemos en su cabal grandeza. Solía decir Oscar Wilde que en toda época hay espíritus que formulan las grandes interrogaciones y otros que expresan las grandes respuestas: y que los personajes incomprendidos son quienes se adelantan a decir éstas antes de ser planteadas aquéllas. A nosotros toca, muchachos argentinos para quienes he escrito esta crónica, la misión de evitar que lo que hizo Yrigoyen permanezca incomprendido: que esa respuesta de afirmación humana que lanzó a través de su coloquio de cincuenta años, cobre sentido para todos. La cuestión es ésta: ¿podremos o no construir para la humanidad, sobre esta tierra de América condecorada desde el principio de los tiempos con aquellas "quattro stelle non viste mai fuor ch'alla prima gente"; podremos o no construir un modo de vivir que establezca el respeto del hombre dentro de los pueblos, y de los pueblos dentro del concierto universal...? En este rato del mundo en que prepondera la masa, la clase, la máquina, el número, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 97 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" expresiones inhumanas de una técnica sin alma y de una civilización víctima de sus propias creaciones, la cuestión es ésta: ¿podremos o no crear un estado de cosas que permita a cada cual la realización libre de su pleno destino, ese destino cuyo rescate decoroso es lo único que puede justificar metafísicamente nuestro paso por el mundo? Éstas son las preguntas que Yrigoyen se adelantó a responder. Su respuesta fué: Sí. Nos compromete y nos alienta. Porque es posible que las doctrinas que profesó en los distintos campos de la realidad sean superadas en el futuro por nuevas concepciones: y es posible también que su personalidad —rara, fascinante, personalidad difícil de Gran Iniciado— sea eclipsada por valores humanos cuya levadura tal vez esté fermentando en el misterio del histórico acontecer... Puede ser. Todo eso es contingente y tal vez en un momento dado, no signifique nada para nuestra sensibilidad o para la de aquellos que vengan detrás nuestro. Pero lo permanente, lo indestructible, aquello contra lo cual no han de prevalecer ni el tiempo ni el olvido ni las cosas nuevas que sobrevengan, es su alto ideal humano, su fe en el hombre, su respeto por el hombre. Eso y la sincera vocación con que supo consagrar su vida en aras de ideal tan levantado. Por eso tiene Yrigoyen estado de permanencia argentina, y por eso está en vigencia indestructible su nombre y su recuerdo. Por eso está presente en nuestra esperanza y en nuestro entrevero, luminoso, fijo: tal, una estrella benigna mejorando la noche larga. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 98 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" R O DO LFO P UI G G RÓ S " H i s t o r i a C r í t i c a d e l o s P a r t i d o s P o l í t i c o s Ar g e n t i n o s I I " Capítulo 3: El Yrigoyenismo en el estado liberal El 12 de octubre de 1916 una exaltada muchedumbre acompañó a Hipólito Yrigoyen desde el Palacio Legislativo hasta la Casa Rosada, a lo largo de la avenida de Mayo. Por momentos el caudillo radical parecía ser arrebatado y conducido en andas por sus partidarios. La victoria electoral del 2 de abril significaba menos que esa explosión pública del sentimiento de las masas populares. Había en la consagración espontánea una promesa de lucha por objetivos colocados más allá de los límites del Estado liberal, que faltaba en la disciplina racional de los comicios y en el tibio programa abstracto del radicalismo. Para el logos de los oligarcas quedaban demostradas la inmadurez cívica del populacho y la insensatez de haber alejado del gobierno a las minorías selectas. Para el logos de los socialistas quedaban demostradas la política de adulación de los bajos instintos del pueblo, instrumentada por el radicalismo y la necesidad de educar al soberano en el ejercicio de la verdadera democracia. Unos y otros coincidían en calificar a Yrigoyen de demagogo y en augurar tristes días a la República. El ideal democrático del liberalismo de derecha y de izquierda no compadecía con esa forma tumultuaria de manifestar la adhesión a un caudillo. En las notas periodísticas del día siguiente se actualizó, con significativa unanimidad, el recuerdo de aquellas montoneras que un siglo antes se introducían con sus caballerías en la urbe y obligaban a las excesivamente medrosas familias pudientes a refugiarse tras los cerrojos y rejas de sus casas. El símil se usó muchas veces hasta que murió Yrigoyen. La exhibición del pathos popular siempre repugnó al liberalismo. Nada teme tanto. Su ideal democrático se satisface con un equilibrio resultante de la dosificación en cantidad y calidad de las fuerzas sociales de un orden cerrado a toda movilización de masas sustraídas a la conducción de los demócratas diplomados. El socialista y el conservador medían nuestra barbarie política por los 339332 votos demagógicos a favor de Yrigoyen y se asociaban al desprecio que los observadores anglosajones ponían al llamarnos South America. Aquél confiaba en la multiplicación de sus 52895 votos para civilizara los argentinos; éste pensaba que sus 153406 votos, sin esperanza de multiplicación, hacían imprescindible el fraude patriótico. Los diarios serios interpretaron la indignación de los sectores cultos (de la oposición y del radicalismo) al enterarse de los nombres de los ocho ministros nombrados por el peludo. Decían: ¿Quiénes son? Unos ilustres desconocidos. Moscas blancas eran los apellidos de relumbrón incorporados al nuevo elenco de funcionarios, conjunto de maestros de provincia, abogados sin cartel, médicos de barrio, empleados, hijos de obreros. Yrigoyen respondía a sus críticos con una de sus sentencias de sabor délfico: "No es mi gobierno de orden común", pero los prohombres radicales a la espera del reconocimiento de sus cualidades personales y de su fidelidad a la causa no entendían esas cosas del Peludo, se sentían defraudados, se alejaban del despacho presidencial y comenzaban a refunfuñar quejas como justificativo previo a su conversión en adversarios. Alem había previsto que sin un gobierno fuerte no se destruiría a la oligarquía. En la Legislatura de Buenos Aires, al discutirse la federalización, señaló las diferencias entre un gobierno fuerte de tipo oligárquico y un gobierno fuerte republicano democrático. Más tarde sostuvo como punto esencial del programa revolucionario del radicalismo "el derrocamiento de todos los gobernadores y de todas las situaciones". Es difícil saber si en el pensamiento de Yrigoyen figuraba, al asumir la presidencia, cumplir con tal mandato de su tío, pero sí pueden inferirse las razones que le impidieron renovar totalmente las autoridades del país. Fueron: 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 99 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" 1. El temor de un golpe de Estado de la oligarquía. 2. La resistencia de los radicales elegidos para cargos nacionales y provinciales antes de 1916 o en los comicios de ese año, cuyas situaciones creadas los hacían conformistas y enemigos de los cambios bruscos. 3. Los escrúpulos constitucionales que nunca venció, que sus correligionarios intelectuales avivaron y que la prensa y los diarios opositores agitaron a cada momento. Redujo la renovación de sus más íntimos colaboradores. Inició la presidencia con la Cámara de Diputados desafecta en las dos terceras partes y el Senado erigido en fortaleza de la oligarquía. Los dirigentes radicales decepcionados en sus ambiciones personales encontraron los medios de introducir sus intrigas y de conservar sus influencias en las altas esferas gubernamentales, mientras frecuentaban con creciente asiduidad los círculos opositores. El liberalismo se confundió con la democracia y paralizó a la democracia. La oligarquía y los inversores extranjeros fomentaron esa confusión que obstruía el avance de la revolución democrática, sin el cual tampoco avanza la emancipación económica. El sabotaje a Yrigoyen se extendió por los tres poderes del Estado y por la administración pública. Ondas de difamación y de burla se difundían desde los clubes aristocráticos a las columnas de la prensa, a los escenarios teatrales, a las tertulias caseras, a la calle. Sus censores le culpaban de una corrupción que ellos eran los más interesados en estimular y los más ávidos en aprovechar. No le perdonaban que se rodeara de gentes de humilde extracción. Su autoridad sufrió, sin duda, irremediable deterioro al no destruir de entrada las bases políticas de la oligarquía. El frente blando por ésta opuesto desde el amanecer del siglo le envolvía, le apretaba, le anulaba. Solamente podía confiar en la adhesión de las capas populares que lo endiosaban. El imperialismo extranjero lo respetó y lo utilizó por saber que ningún otro político gozaba de su ascendiente para contener el desarrollo del movimiento de masas, y se volvió contra él cuando ese ascendiente se menoscabó por la acción de factores que analizaremos más adelante. Los efectos de esa campaña de la derecha fueron permanentes y erosivos, porque además de no tropezar con serias respuestas de un gobierno popular pero respetuoso de los dogmas liberales, se combinó con los ataques dirigidos desde la izquierda. Yrigoyen fue colocado entre dos fuegos. Descargaban sus baterías contra él, por el flanco derecho las fracciones de la oligarquía más los desprendimientos del tronco radical que formaron el antipersonalismo, y por el flanco izquierdo los socialistas, anarquistas y comunistas. Los de un lado le aplicaban calificativos inversos a los que le adosaban los del lado opuesto. Todos veían en Yrigoyen su antítesis. El Partido Socialista Internacional lo llamó conservador clerical, sectaria definición que mantuvo al separarse del Partido Socialista y trasmitió al Partido Comunista que originó. Ex post facto hubo un arrepentimiento casi general de las izquierdas, pero aunque después del niño muerto María tape el pozo, el historiador debe atenerse a la verdad por la verdad en sí y también para desentrañar la causa de la reincidencia de las izquierdas, en otras circunstancias, con la misma ceguedad y con el mismo desprecio de los movimientos nacionales de contenido popular seguidos del mismo tardío e inconsecuente arrepentimiento. Del sincronismo de las violentas agitaciones desatadas contra Yrigoyen por la izquierda y por la derecha suele extraerse la conclusión abstracta de que el radicalismo yrigoyenista era una fuerza del centro. El esquema liberal, vacío de contenido de clase, no va más lejos, pero con esa división tripartita de la sociedad argentina no adelantamos nada en nuestra pesquisa, pues siempre quedan por averiguar los motivos determinantes de la atracción ejercida por el yrigoyenismo en amplias capas nacionales (compuestas de obreros urbanos y rurales, agricultores, ganaderos, pequeño-burgueses e industriales) y las razones que tuvieron para combatir a ese movimiento heterogéneo tanto los conservadores cuanto los anarquistas, socialistas y comunistas. Decir, y entonces era un lugar común en el lenguaje de los opositores, que Yrigoyen debía la popularidad a su demagogia (y, repitiendo a los griegos, que todo demagogo termina en tirano), y que sus escrupulosos adversarios no conquistaban el favor del populacho por no rebajarse a halagarlo, aunque no pasa de un hipócrita y falso juicio moral, nos acerca a la verdad ai reconocer la existencia de un vínculo efectivo entre, el caudillo radical y las masas, vínculo que faltó a los antiyrigoyenistas no por 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 100 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" resquemores de conciencia, sino por no reflejar ni interpretar a los sectores fundamentales del pueblo argentino. La primera condición para comprender al yrigoyenismo es ubicarlo en el proceso histórico nacional, como resultado, parte inherente e impulso trascendente de él, rechazando el punto de vista de la mentalidad colonial que lo separa de sus causas internas concretas y le aplica la tabla internacional de valores del liberalismo. Sin embargo, esa conciencia colonial existe y actúa, razón por la cual hay que tener en cuenta la influencia de los agentes externos, que a ella generan, sobre el proceso histórico nacional y las contradicciones provocadas por tal influencia. Partiremos, pues, de la siguiente premisa: De la contradicción entre liberalismo y democracia se deduce la contradicción entre Estado liberal y movimiento de masas, es decir, la contradicción entre, por una parte, el Estado liberal concebido por los legisladores del 53 y consolidado por la oligarquía del 80 y, por otra parte, el yrigoyenismo que, como movimiento de masas, surgió desde abajo con independencia del Estado liberal creado desde arriba. La antítesis puede formularse también así: El yrigoyenismo, en la medida que era determinado por un movimiento de masas (contenido), chocaba con un Estado liberal (forma) que no le correspondía ni por su origen, ni por su estructura, ni por su finalidad. Pero el yrigoyenismo no se reducía a un movimiento de masas, y aunque éste influyera, presionara y hasta cierto grado determinara a aquél, separaban a ambos diferencias cualitativas específicas. El yrigoyenismo poseía un comando político que respetaba la legalidad y al Estado liberales en la práctica del gobierno. Por lo tanto, la contradicción que acabamos de enunciar se daba también dentro del propio yrigoyenismo. Al renunciar a la intransigencia revolucionaria y aceptar la solución pacífica transaccional ofrecida por la oligarquía, al no proceder al derrocamiento de todos las gobernadores y de todas las situaciones, Yrigoyen entró en un camino que le haría imposible superar esa contradicción y que iría a parar en lo que no se atrevió, no pudo o no quiso realizar con los oligarcas y éstos ejecutaron con él sin el menor escrúpulo legal: su derrocamiento por la violencia. Con el triunfo de la ficción democrática del liberalismo se frustró el desarrollo de la revolución democrática del pueblo. Poco antes de morir, el caudillo radical resumió la amarga experiencia de sus debilidades en cinco palabras de esperanza: "Hay que empezar de nuevo". La segunda vez no podía empezarse de la misma manera que la primera sin terminar también en el descalabro. Alberdi no sospechó al escribir Bases que el Estado liberal sería al concretarse un obstáculo al progreso democrático. Identificaba al liberalismo con la democracia y a las libertades liberales con las libertades en general, de acuerdo al criterio de la burguesía revolucionaria. Creía que las libertades de comercio, palabra, pensamiento, reunión y trabajo, concebidas desde el punto de vista del individuo y no de la sociedad, abrían los cauces positivos a la implantación de la auténtica democracia. Sus modelos eran las democracias anglosajonas con sus promesas de infinito progreso e infinito avance hacia la libertad absoluta. Acertó, sin duda, en cuanto esa profesión de fe liberal estampada en las leyes que la garantizaban atrajo a inmigrantes e inversionistas, en busca de riquezas bajo la protección asegurada de sus derechos individuales, a hacerse libremente ricos; inmigrantes e inversionistas que no hubieran ingresado al país sin esa condición previa. La oligarquía del 80 aplicó al pie de la letra la doctrina alberdiana; fue liberal hasta la médula. La situación cambió cuando la política liberal comenzó a dar sus frutos. Su libertad no hizo ricos a todos los inmigrantes, ni siquiera regaló bienestar a la mayoría de ellos. El esquema clásico de la sociedad capitalista se reprodujo en la masa extranjera asimilada por el país: terratenientes, burgueses, pequeño-burgueses, proletarios. Los que quedaron en los escalones inferiores de la jerarquía no se cruzaron de brazos: lucharon por elevarse y por conquistar su libertad de un modo distinto, del modo opuesto al previsto por Alberdi. Lucharon no individualmente por el predominio del más voraz en el reino de la libre 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 101 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" concurrencia. Lucharon en común, solidarios, organizados, por objetivos sociales. Formaron una masa indiferenciada con los hijos de varias generaciones del país. Los sindicatos y las huelgas violaban la legalidad liberal; el Estado liberal los prohibió y reprimió en nombre de una de las libertades más pregonadas por la burguesía revolucionaria, la libertad que suprimió las opresivas corporaciones de oficio del régimen feudal: la libertad individual de trabajo. También prohibió y reprimió la libertad de pensamiento, la libertad de palabra y la libertad de reunión cuando emanaban de la misma conciencia colectiva de los intereses de clase. Decretó la inexistencia de las clases, pues solamente reconocía una sociedad de individuos iguales ante la ley con prescindencia de sus desigualdades sociales: el obrero-individuo, el burgués-individuo, el campesinoindividuo, el terrateniente-individuo. Ilegalizó las libertades colectivas para defender las libertades que le son inmanentes, las libertades individuales abstractas. Pero las clases sociales existen aunque no lo quieran los idealistas liberales, y si los sindicatos obreros se desarrollaron al margen de la ley y a pesar de la represión, los clubes, bolsas, sociedades rurales, sociedades anónimas, corporaciones financieras y empresas imperialistas florecieron bajo la protección de la ley y para exigir la represión de sus opuestos. Para el liberalismo había hijos y entenados. A los entenados los trataba como a delincuentes. Los cambios que la política liberal promovió en el país se volvieron contra el liberalismo. Aquellas masas nativas que se opusieron al liberalismo de los unitarios y se separaron de los caudillos al convertirse éstos en liberales, encontraron nuevos motivos de lucha contra el liberalismo cuando, confundidas con las masas de origen inmigratorio, la expansión capitalista las dividió en clases y las enfrentó a la oligarquía liberal de grandes terratenientes, intermediarios y agentes del imperialismo extranjero. Tampoco sospechó Alberdi al escribir Bases que en la Argentina no se repetiría el proceso evolutivo de las democracias burguesas anglosajonas. Creyó que con inmigrantes, capitales y cultura tendríamos La democracia en América de Alexis de Tocqueville instalada en todo el continente. Su idea del progreso infinito en línea recta ascendente le impedía ver las contradicciones de un desarrollo desigual del capitalismo en el mundo. Enajenado por las maravillosas conquistas técnicas y científicas de la burguesía, se le escapaba no solamente la presencia revolucionaria del proletariado en lucha por un orden social superior, sino también cualquier posibilidad futura de que el capitalismo de las naciones más adelantadas llegara a ser lo contrario de lo que él esperaba que fuera para siempre, esto es, que de varita mágica generadora de riquezas se metamorfoseara en agente externo de expoliación y atraso de las economías latinoamericanas. Setenta años después, lo que Alberdi no sospechó estaba a la vista. Yrigoyen tenía que gobernar, con los instrumentos heredados de un Estado liberal, a una sociedad en la cual las formas típicas de la lucha de clases del capitalismo se daban en un autodesarrollo nacional (económico, político, cultural) deformado por la acción exógena de los monopolios imperialistas, acompañado de la complementaria presión política y de la correspondiente influencia ideológica. Repetimos: con los instrumentos heredados de un Estado liberal debía gobernar a una sociedad que había cambiado desde que se le dio ese Estado. Al respetar al Estado que recibió de sus antecesores se ató de pies y manos; aunque lo hubiera querido, no podría en adelante atacar a fondo a los agentes externos e internos que impedían el avance de la democracia del pueblo y el desenvolvimiento independiente de las múltiples energías de la nación. Su trayectoria desde el llano hasta el poder, jalonada de compromisos que afectaron el cumplimiento de la reparación integral enunciada como eje del programa principista del radicalismo, lo colocó en situación de aceptar como norma de gobierno el apotegma oportunista del general Roca: "En política se hace lo que se puede y no lo que se quiere". Su acción reparadora se contrajo, en consecuencia, a intentar hacer del Estado, el mediador en los crecientes conflictos entre las clases y en los problemas derivados de las contradicciones entre el autodesarrollo nacional y las exigencias del imperialismo extranjero. Tal intervención en el juego de intereses privados excedió, más de una vez, los límites de prescindencia postulados por el liberalismo puro, pero estaba en la corriente neoliberal 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 102 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" predominante en las democracias burguesas occidentales, en tren de reparar las deficiencias de una filosofía política inadecuada al capitalismo decadente. En varios documentos dejó estampada Yrigoyen su idea de la armonía entre las clases. Decía en su Mensaje al Congreso del 31 de agosto de 1920: "Tras grandes esfuerzos, el país ha conseguido establecer su vida constitucional en todos los órdenes de la actividad democrática; pero le falta fijar las bases primordiales de su constitución social. Esta no se alcanzará mientras los gobiernos no se compenetren de su esencial deber de propulsar los medios para que la justicia discierna sus beneficios a todos los rangos sociales, tal como los sentimientos humanitarios imponen a la civilización. La democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política: entraña a la vez la posibilidad para todos para poder alcanzar un mínimum de bienestar siquiera. Si esta posibilidad no existe, debemos reconocer que la situación por que se atraviesa puede llegar a ser desesperante y que ha de evitarse como una sagrada imposición de bien público, fijando una mejor y más justa distribución, siquiera a lo que se refiere a lo más indispensable para poder vivir modesta y honestamente, sí, pero tranquilos, sanos y vigorosos [...] El gobierno, inspirado en esos ideales, ampara todas las clases, porque el poder del Estado es un factor esencial de justicia y cuida de todos los intereses, buscando en el bienestar común la seguridad de cada uno; corrige la desigualdad en la órbita de sus facultades, proponiendo leyes como aconsejando soluciones, pero la obra será poco eficiente si los intereses egoístas persisten en prevalecer sobre las justas demandas que garantizan la tranquilidad de todos". La cuestión social asomaba por primera vez en el pensamiento de un presidente argentino. Los izquierdistas no vieron más que demagogia en el paternalismo con que Yrigoyen encaraba la lucha de clases; los oligarcas se limitaron a mofarse de las extravagancias de su estilo. Con motivo de una huelga ferroviaria, y mientras se discutía la ley de jubilaciones 11829, delegados de la Bolsa de Comercio y de la Unión Industrial visitaron a Yrigoyen para pedirle, además de la no sanción de la ley, la represión de la huelga y el empleo de soldados y marinos en el manejo de los trenes. "Debe aplicarse la fuerza para solucionar este conflicto", le dijeron. No irá el gobierno, a destruir por la fuerza esta huelga que significa la reclamación de dolores inescuchados. Cuando ustedes me hablaban de que enflaquecían los toros en la Exposición Rural (por falta de forrajes y la imposibilidad de transportarlos) yo pensaba en la vida de los señaleros, obligados a permanecer 24, 36 horas (ese era el régimen del trabajo ferroviario entonces), manejando los semáforos para que los que viajan, para que las familias puedan llegar tranquilas y sin peligros a los hogares felices; pensaba en la vida, en el régimen de trabajo de los camareros, de los conductores de trenes, a quienes ustedes me aconsejan que sustituya por las fuerzas del Ejército, obligados a peregrinar a través de las dilatadas llanuras, en viajes de 50 horas, sin descanso, sin hogar". En la misma audiencia Yrigoyen declaró que "no era enemigo en forma alguna de las clases adineradas, de las clases productoras, de las fuerzas sociales que ellos [sus visitantes] representaban". Acuciado por la combatividad del movimiento obrero contribuyó a elevar las condiciones de vida del proletariado (descanso dominical obligatorio, jornadas de 8 horas en los ferrocarriles, escalafón de salarios y ascensos en todas las empresas ferroviarias, proyectos de leyes de contrato colectivo de trabajo, inembargabilidad de los sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones menores de cien pesos, vivienda obrera, jubilaciones de ferroviarios, portuarios, tranviarios y bancarios, etc.), pero su pretendido equilibrio entre las clases, sueño de un idealista pequeño-burgués, se quebró bajo la presión de los intereses dominantes en la sociedad y con la incomprensión sectaria de los izquierdistas del todo o nada, Espartacos de una revolución al margen de la historia. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 103 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" El comunismo concreto, en marcha victoriosa en el extinguido imperio de los zares, no el fantasma del comunismo de los aquelarres imaginados por los señores absolutistas de la Santa Alianza, decidió a Yrigoyen a desencadenar en los años 1919 a 1921 una campaña de terror contra la clase obrera y los campesinos arrendatarios. Lo veía extenderse por la Argentina al calor de las luchas de masas en ascenso. Sus causas se le escapaban; sus finalidades se le aparecían teñidas del poder de hombres demoníacos inclinados a provocar el Apocalipsis. El creyente en los misterios y evocaciones espiritistas recibía ante la Revolución Rusa el impacto de una fuerza sobrenatural que amenazaba las ideas, los sentimientos y los dogmas de la única sociedad que consideraba humana. La Revolución Rusa apasionó y movilizó a las masas trabajadoras y a la intelectualidad avanzada y, por efecto contrario, espantó a las clases dominantes y las lanzó a sangrientas cruzadas represivas. En cada huelga por aumentos de salarios la prensa seria señalaba la mano oculta de agitadores extranjeros, de maximalistas pagos por Moscú. Para reprimir los movimientos de masas y evitar una revolución social como la de Rusia se fundaron la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina, organizaciones de provocadores y rompehuelgas que se bautizaron durante la Semana Trágica de enero de 1919 matando rusos, los cuales eran desprevenidos inmigrantes judíos de distintos países de Europa, tan preocupados de hacer la América como sus congéneres cristianos y ateos. El gobierno yrigoyenista, embarcado en esa campaña de miedo y odio, aplastó sin contemplaciones la huelga de los obreros de los talleres de Vasena, reprimió violentamente las luchas de los agricultores de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y La Pampa, ahogó en sangre los grandes movimientos proletarios de los Ferrocarriles del Estado, de la Patagonia y de La Forestal. Fue el instrumento del imperialismo, de la oligarquía y de la burguesía (en su totalidad) para inmunizar al país, mediante el terror, del contagio de la revolución social. Yrigoyen ofreció a los oligarcas las flores marchitas de las libertades del liberalismo salvadas por él de ser tronchadas por la guadaña de la democracia proletaria. La luna de miel duró lo que el miedo. Pronto volvió el caudillo a encontrarse como intruso en el Estado liberal y a descubrir de nuevo que sin el contrapeso de las gentes humildes sería fácilmente derribado por una minoría rica, experimentada y sin escrúpulos. Capítulo 5: Ubicación Histórica del Yrigoyenismo El desarrollo del yrigoyenismo como movimiento de masas canceló la concepción abstracta de la unidad nacional prevaleciente durante el período organizativo de la República. La oligarquía gobernante desde 1862 hasta 1916 se dio a la tarea de edificar un solo Estado para todo el territorio argentino por medio de las leyes, las instituciones, el partido único de los gobernadores, la centralización del poder en la Capital Federal, la política inmigratoria e inversionista, los bancos y la educación del pueblo en los dogmas del liberalismo. Para Alberdi y Sarmiento la nación debía construirse a la manera del arquitecto que traslada a la realidad el plan elaborado por su mente o del idealismo socrático-platónico que no veía en el Estado más que la obra de la inteligencia del hombre. A cumplir tal misión se creía destinada la oligarquía con su paternalismo ilustrado. No entraba en sus cálculos la germinación a corto plazo en la materia viva de la sociedad de los elementos populares que, a su concepción de la unidad nacional como creación de la minoría culta, le opusieron la unidad nacional en sí, como movimiento de masas que infundiera al Estado la sustancia democrática que le faltaba. Yrigoyen interpretó e instrumentó este movimiento latente y se diferenció de los políticos liberales que lo llamaban demagogo, volviendo en efecto, según ellos le acusaban, al caudillismo, pero no, como decían, al caudillismo del siglo anterior de imposible resurrección, pues no en vano la sociedad argentina había sido civilizada desde arriba y desde afuera, y su composición interna tenía ya estampada la marca de la colonización capitalista. Yrigoyen no fue el último caudillo, sino el nuevo caudillo, el caudillo de la democracia naciente en la Argentina, del primer estallido de las reivindicaciones reprimidas de las masas populares. Con el yrigoyenismo se inició la política popular y, en consecuencia, auténticamente nacional, a diferencia de la política oligárquica para la cual bastaba que el Estado, la unidad nacional y la democracia existieran como formas jurídico-políticas instrumentadas en provecho de minorías parasitarias de rentistas terratenientes, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 104 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" especuladores, intermediarios y accionistas extranjeros. Sin embargo, la política yrigoyenista, respetuosa de la Argentina modelada por la colonización capitalista, no clausuró la etapa precedente y dejó abiertas las entradas a las viejas y nuevas corrientes liberales, que si bien nunca tuvieron mayor ascendiente sobre las amplias capas del pueblo, orientaban la conducción política y económica del país. Esta contradicción entre las tendencias antiliberales de las masas yrigoyenistas y la estructura liberal del Estado hacía pensar a Carlos Pellegrini que Yrigoyen se hundiría en el gobierno. El yrigoyenismo intentó darse una doctrina propia, pero la Argentina carecía de tradición filosófica, ya que no podía calificarse de tal el complejo ecléctico de teorías recibidas del Viejo Mundo. En el pasado, y en función de los cambios políticos de mayor alcance, se entrevio la necesidad de arbitrar un sistema ideológico o concepción general del mundo que justificara, integrara y vitalizara esos cambios. Lo que dijeron los más profundos pensadores argentinos (Moreno, Echeverría, Alberdi) no pasó de buenos deseos, de esperanzas en alguien que lo realizara. El atraso social se manifestaba también en el encandilamiento ante la filosofía dominante en Europa. Yrigoyen apeló a una confusa espiritualización, a una especie de recogimiento místico que lo evadía de las maneras corrientes de expresarse y provocaba el desprecio y la burla de los intelectuales a la última moda. Sus biógrafos no aciertan a descubrir relación alguna entre su extravagante filosofía y su actividad política. A lo sumo destacan el contagio que denota del idealismo objetivo alemán, a través del sincretismo de Carlos Cristian Federico Krause (1781-1832), en quien la concepción hegeliana del Estado como realización de la idea amortiguaba su absolutismo al conciliarse con la alianza universal de la humanidad en una comunidad pacífica de naciones. Menéndez y Pelayo, y cuantos le siguen en sus críticas, solamente juzgan a Krause por su prosa estrafalaria y un tanto enigmática, sin detenerse a reflexionar en las causas del atractivo que ejercía sobre entusiastas adeptos fuera de Alemania y, ante todo, en España. Algo encontraban en sus ideas los republicanos españoles de la revolución de 1868 que les hacía abrazarlas con fanatismo. Más que el expositor de un sistema (el racionalismo armónico) formado de retazos de las distintas escuelas, de la filosofía clásica alemana (Kant, Fichte, Schelling, Hegel), veían en él el propagandista de una mística nacional, de una espiritualización de la política y de un inmanentismo del Estado como fin último que satisfacían las necesidades doctrinarias de los conspiradores antimonárquicos. Tal vez haya sido el erudito italiano Pedro Scalabrini el introductor en el Plata de las ideas de Krause acerca del Estado nacional-universal; en su libro Derecho Público Argentino (publicado en 1875) y en sus lecciones de la Escuela Normal de Paraná no ocultaba su devoción por el humanitarismo del filósofo alemán. De todos modos, el krausismo no parece haber dejado rastros en la generación del 80, demasiado ocupada en la conquista del progreso material y en oponer al individualismo absoluto a cualquier forma de endiosamiento o espiritualización del Estado, y aunque por su nacimiento pertenecía a esa generación, Yrigoyen era su antítesis a juzgar por algunos rasgos definidos de su carácter y de su pensamiento. Tan es así que sus contemporáneos intelectuales siempre lo despreciaron olímpicamente y la adhesión que obtuvo en su ancianidad, cuando era plebiscitado por el pueblo, de los jóvenes escritores martín fierristas duró menos que su gobierno zapado y abatido por la oligarquía. Sin exagerar la comparación al punto de considerarlo un mero repetidor de Krause es evidente que Yrigoyen trató de rescatar la política, argentina de su sumersión en el utilitarismo, haciendo de ella una especie de religión al servicio de la humanidad, a partir de lo nacional. Su asimilación del idealismo objetivo germano, tanto en la exposición cuanto en la estructura del pensamiento, fue más de forma que de contenido; se contrajo a tomar de él lo que necesitaba para afianzarse como caudillo de un movimiento popular cuyo móvil era la moralización del Estado o, en el lenguaje filosófico de sus maestros, la realización de la norma o idea ética. En Yrigoyen apuntó por primera vez en la Argentina un concepto de la libertad que se apartaba de las nociones corrientes del liberalismo, es decir de la libertad postulada en función del individuo abstracto, al margen de la sociedad, como ser total en una sola persona. Enseñaba que el radicalismo, en el cual veía a la patria definitivamente encarnada al término de largas luchas, ofrecía a los argentinos el único camino de liberación, y lo 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 105 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" identificaba con el Estado al inyectar a éste el contenido moral absoluto, la realización de la moralidad misma, que le faltaba mientras gobernó la oligarquía. Esta filosofía política no podía tener en la práctica otra traducción que el Estado democrático popular fuerte, el Estado más apto para la expansión de la actividad política y sindical de la clase obrera y de las luchas por la emancipación nacional de todo el pueblo, el Estado que al violar las reglas del liberalismo clásico desataba el odio y la ira de los liberales, quienes se arrojaban como fieras contra el tirano y el demagogo Yrigoyen y le obligaban a retroceder, a hacer concesiones, a claudicar ante la anacrónica legalidad oligarquía. Impotente para destruir el cerco dentro del cual lo encarcelaba el liberalismo de derecha, de izquierda y del centro, y al mismo tiempo obligado a diferenciarse del liberalismo para conservar su ascendiente sobre las masas, Yrigoyen se refugiaba en el esoterismo de una doctrina política espiritualizada. Escribe el historiador del radicalismo: "No somos un simple partido; menos aún de izquierda, o de derecha o de centro, como con mentalidad y lenguaje de copia e increíble desconocimiento de nuestra extraordinariamente afortunada realidad doctrinaria, hasta algunos radicales suelen pecar en el decir. "No somos un simple partido, como no pudo serlo el gran ideal congregante que reunió a los patriotas que fundaron nuestra Nación y las naciones hermanas en la lucha por la Independencia. Somos una fuerza de la historia nacional y continental, que consiste en darle constitucionalidad a la Independencia, en constituirla; en dar a la Nación en su pueblo, bases firmes para su desarrollo auténtico; otro gran ideal, que no divide sino que une en el reclamo esencial. "Más viva y exigente que nunca está presente la necesidad de ser un gran Movimiento que vuelve a las grandes bases espirituales y sentimentales de la nacionalidad, a sus verdaderos soportes humanos, sin mengua del interés despierto y capacitación en los aspectos concretos de la gran construcción o reconstrucción perentoria, conforme al estado del país y del mundo. Hay momentos en que se impone la prelación absoluta del plan fundamental para reconquistar o afirmar aquellas bases en la zona de profundidad en que se encuentren; entonces las formulaciones particulares y menores, así sean importantes, se repliegan sin desmedro. Callan estos intereses, volviéndonos todos hacia los de la Nación, para dar el primado a la unión civil intransigente en lucha por la Reparación, justamente llamada fundamental. "Este gran propósito no puede distraerse en plataformas minúsculas, o en formulaciones exclusivamente materialistas, que son en el fondo escépticas; ni replegarse a las granjerias de un triunfo efímero, ni enredarse en las sinuosidades de la habilidad. Su programa es suma de programas. Y esto es cuanto quiere significarse cuando se dice que el radicalismo —cuando es el gran radicalismo— es una religión civil de la Nación, una fraternidad de profesos; un planteamiento anterior y superior a toda simple parcialidad. "No advertirlo es caer en todos los errores de apreciación crítica o de conducta ciudadana en su seno". De atenernos a las palabras de del Mazo, el radicalismo -cuando es el gran radicalismo, lo que cabe interpretar como el fiel a la doctrina yrigoyenista- sería la nación misma, no un partido o una parte de ella. Configuraría una religión civil, una fraternidad de profesos, no una fuerza política. Sustentaría una suma de programas, no un solo programa. Si a veces descendiera al reino terrenal pronto regresaría a la zona de profundidad, a la prelación absoluta del plan fundamental. Así definió la filosofía esoteria del radicalismo yrigoyenista el teórico de la intransigencia y de la reparación veinte años después del derrocamiento del viejo caudillo, como si nada hubiese cambiado desde entonces y los misteriosos efluvios de esa religión civil sumieran en el nirvana al pueblo argentino. Nada podría objetarse a del Mazo de haberse colocado en la actitud del historiador que dictamina sobre el pasado, pero al atribuir al radicalismo yrigoyenista una existencia infinita y una inmovilidad ahistórica cae en una retórica chabacana. Bastó que en 1958 se les abriera a rezagados discípulos de Yrigoyen las puertas del poder -no por la vía de la amplia y libre consulta popular, la única que hubiera consentido el extinto caudillo, sino por medio de combinaciones de trastiendapara que se revelara la carencia de principios subyacente en la zona de profundidad y las 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 106 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" sinuosidades de un grupo pequeño-burgués enceguecido por las promesas de los inversores extranjeros y adormecido por los halagos de la corruptora oligarquía. Con la herencia de Yrigoyen ha sucedido lo mismo que con la de muchos fundadores de movimientos políticos o sociales: aquellos que se proclaman sus más fieles depositarios no tardan en subvertirla o traicionarla, y la continuidad aparece por caminos imprevistos y de otro origen. La historia no se deja engañar por juramentos de amor y el pueblo sólo cree en sus elegidos. La popularidad de Yrigoyen fue inmensa, la mayor que se conoció en la Argentina antes del advenimiento a la política de Juan y Eva Perón. No puede atribuirse a su oratoria, pues nunca pronunció un discurso y su prosa nada tenía de popular. Ni a promesas de transformaciones del orden social existente que no formuló. Ni a la agitación de consignas de lucha que interpretaran necesidades vitales de las muchedumbres. El magnetismo de su personalidad se comprende, una vez aceptado lo que había de peculiar en su carácter, por simbolizar tanto el desengaño como la voluntad de vindicación de los hijos del país y de los hijos de inmigrantes que en la Argentina de la vertiginosa prosperidad entre los dos siglos quedaron excluidos de la participación en el poder político y en los privilegios económicos. La mayoría que en 1916 llevó a Yrigoyen al gobierno era de composición en alto grado heterogénea; abarcaba desde estamentos campesinos del más lejano interior que comenzaban a quebrar el yugo de los viejos caudillos hasta sectores de la nueva burguesía manufacturera de Buenos Aires, Rosario y otras ciudades que reclamaban protección del Estado y se sentía el convidado de piedra en el banquete de la oligarquía vacuna y de la burguesía importadora librecambistas y antiindustrialistas; y la integraban también peones de estancia y chacra, chacareros, estancieros medios y algunos ricos, y una parte numerosa de los obreros industriales y de la pequeña burguesía urbana. Nunca fue el yrigoyenismo la secta budista, la cofradía pitagórica o la orden monástica que imaginan los historiadores de la mesa de tres patas. Tenía por objetivo bien material congregar en un movimiento político el máximo de fuerzas sociales para aislar y derrocar a la oligarquía gobernante. Yrigoyen lo definió así al referirse a la táctica de la abstención: Anotemos que en la frase transcripta, igual que en otros de sus pensamientos, Yrigoyen no aludía a su radicalismo como un partido dentro del juego de la democracia liberal pluripartidista. Lo identificaba con la nación misma a través de la soberanía popular y en oposición a los gobiernos ilegítimos de la oligarquía, a los cuales, por consiguiente, colocaba fuera de la nación. ¿Influencia de la concepción idealista del Estado de Krause? ¿Indicios de totalitarismo o totalitarismo franco? Dejemos a los historiadores liberales que divaguen con esas especulaciones. En un político del realismo de Hipólito Yrigoyen, la idea de la fuerza o movimiento único surgido de la soberanía popular para reivindicar para sí la representación de la totalidad nacional, tenía que elaborarse a lo largo de la intensa experiencia de su vida de lucha. Pero la aceptación de la candidatura presidencial y la asunción del mando en 1916 no armonizaban con tal idea, desde el momento que el radicalismo -primero al concurrir a los comicios y luego, con mayor razón, en el gobierno- reconoció el régimen pluripartidista, es decir no ser él la nación misma o toda la nación. Yrigoyen, y algunos de sus más ortodoxos correligionarios, interpretaron el haber aceptado el poder en las condiciones preexistentes no como una claudicación, sino como un compromiso momentáneo, un alto en el camino para reanudar luego la marcha intransigente hacia el plan fundamental. La verdad es que todos los intentos que se hicieron desde entonces, con Yrigoyen y después de su muerte, para revitalizar en el radicalismo el gran frente nacional antioligárquico terminaron en el fracaso. Quedó como un partido entre otros partidos. Cuando en 1929-1930 el movimiento de masas impulsó al octogenario caudillo a avanzar hacia la meta que tanto acariciara en sus años gloriosos de opositor revolucionario, las derechas y las izquierdas coincidieron y lo trituraron. Yrigoyen intuyó la necesidad histórica de unir en un solo movimiento a todo el pueblo para destruir el poder de la oligarquía y reemplazar la unidad nacional ficticia que ella fraguó por la unidad nacional auténtica nacida de la soberanía popular. Era, con todas sus limitaciones, una concepción antiliberal y se echó encima la oposición agresiva del liberalismo que impregnaba a los partidos, sin excluir al radicalismo. No obstante invocar a manera de programa la Constitución de 1853 también la contradecía, puesto que destruía lo esencial del régimen representativo de la democracia liberal al negar el pluripartidismo. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 107 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" El yrigoyenismo se gestó como rebeldía de las clases sociales excluidas (rente al régimen de minorías incompatible con la sociedad transformada por la colonización capitalista. Surgió de las contradicciones internas del orden social concebido en 1853 y moldeado por la colonización capitalista, e intentó establecer la armonía entre el Estado y la soberanía popular. Su concepción del movimiento que uniera a la nación sobre la base del gobierno del pueblo (no de un frente o unión de partidos como más tarde lo formularan los comunistas) dejó de alarmar a la oligarquía tan pronto como Yrigoyen se avino a concurrir a la compulsa electoral. La soberanía popular se diluía en el sistema de múltiples partidos que resultaba ser el mayor obstáculo opuesto a cualquier plan de unir al pueblo en un movimiento nacional. En la necesidad de poner ese obstáculo al avance del yrigoyenismo estuvieron de acuerdo las derechas y las izquierdas, los conservadores y los socialistas. Izquierdas y derechas competían en resucitar la vieja polémica entre civilización y barbarie. En el yrigoyenismo descubrían la barbarie de otros tiempos rediviva, pues al desarrollarse como movimiento de masas entraba en contradicción con el orden común, es decir, con la superestructura liberal (ideológica, constitucional, jurídica, política) que había organizado a la República. No se ubicaban en el proceso histórico nacional: los conservadores seguían aferrados a las tesis alberdianas de civilizar el país con trasplantes de capitales e inmigrantes europeos, y los socialistas, además de declararse también continuadores de Alberdi, se guiaban por la política del reformismo izquierdista del mundo occidental. Yrigoyen era para unos y otros una aberración o prueba de la inmadurez mental del pueblo argentino. El yrigoyenismo no cristalizó en el movimiento nacional y popular concebido por su fundador, y cayó vencido por la coalición de los liberales, debido a causas inherentes a su propia naturaleza originaria del medio social que lo alentó y lo hundió. Las transformaciones promovidas por la colonización capitalista (inmigración, inversión de capitales, ferrocarriles, agricultura y ganadería, manufacturas, educación pública, sindicatos, partidos organizados, etc.) despertaron en la clase media y en sectores del proletariado ambiciones políticas que en el yrigoyenismo se reflejaron en doble sentido: por un lado, un recogimiento absoluto y un total alejamiento de los poderes oficiales, ateniéndonos a lo expuesto por Yrigoyen, y por el lado opuesto, al mismo tiempo, el deseo de escalar posiciones y enriquecerse. La tentación flotaba en el ambiente de una sociedad de nuevos ricos, en la cual era espectáculo cotidiano la metamorfosis en potentado de la noche a la mañana del inmigrante que desembarcó con una mano atrás y la otra adelante. Hasta el más desarrapado gringo golondrina, hasta el más exaltado tirabombas de los grupos ácratas, podía aspirar a la fortuna y no en pocos casos la encontró tan pronto como resolvió ahorrar y andar por el buen camino. La presencia del Vellocino de Oro tornaba superfluo el recogimiento absoluto. Intransigencia y claudicación en una sociedad que seguía ofreciendo fáciles oportunidades de conquistar la riqueza y la jerarquía se convirtieron en sístole y diástole del radicalismo. Luego vinieron los epígonos a pretender resucitar lo que estaba muerto. Ricardo Rojas quiso otorgarle eternidad nacional: "Pues siempre hubo en nuestra historia un espontáneo sentimiento radical". Gabriel del Mazo descubrió en todo argentino un radical en acto o en potencia: "Los jóvenes argentinos que, actuando en la vida pública, llegaron a considerarse adscriptos a unos u otros de los extremos dictatoriales importados, en general no son esencialmente tal cosa: son radicales que no han encontrado al Radicalismo, como tantos hombres, como tantas mujeres". Tenía razón Yrigoyen. Había que empezar de nuevo. Antes de hacerlo el azote de la larga crisis debía poner al desnudo las lacras y miserias de una sociedad que dejó de ser opulenta. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 108 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Capítulo 6: El poder de los grandes ganaderos Entre los años 1900 y 1929 -período que coincidió con la lucha intransigente por el poder, la transformación en movimiento de masas, el ascenso al gobierno y la decadencia del radicalismo yrigoyenista- la economía argentina marcó el mayor ritmo de crecimiento del mundo. Aunque tan intenso progreso material quedó circunscripto a no mucho más allá de la pampa húmeda o de los pastos tiernos, fertilísima llanura del litoral cruzada de ríos y arroyos de alrededor de 57 millones de hectáreas y con mil milímetros anuales de lluvias, la ola de opulencia parecía cubrir el atraso y la pobreza de gran parte del país. Fue allí, en el humus pampeano de las vacas y las mieses, donde se incubó el poder de los grandes ganaderos, cuya historia expondremos en sus rasgos generales. En los años previos al desmoronamiento del régimen político rosista (1852) era visible la decadencia de la ganadería de viejo tipo que había sido su principal sostén socioeconómico (producción de tasajo, exportación a los mercados esclavistas de Brasil y Cuba, campos sin alambrar, saladeros, razas criollas, etc.) Junto con la introducción del alambrado, de las razas vacunas y ovinas inglesas y de la alfalfa, los campos bonaerenses y entrerrianos se poblaron de criadores de ovejas (vascos, irlandeses, escoceses), que poseían o arrendaban extensiones de 200 a 300 hectáreas. La lana pasó a ocupar, a partir de antes de la batalla de Caseros, el primer puesto en la producción y la exportación del país, mientras que las de tasajo se redujeron a cifras mínimas. La cría de ovejas fue en la pampa húmeda, hasta que se organizó la nueva ganadería con la implantación de la industria frigorífica, la actividad que rendía mayores ganancias. Exigía escasa mano de obra y tenía mercados permanentes en Gran Bretaña, Francia y Alemania. Sufrió por la paralización de la demanda que ocasionó la crisis mundial de 1890, pero pronto se repuso. Desplazó a los remanentes de la vieja ganadería criolla hacia zonas marginales y ocupó los mejores campos. Muchos pequeños y medianos ovejeros participaron en la fundación de la Unión Cívica Radical e intervinieron en las revoluciones de 1890 y 1893. Con mayores dificultades tropezó la agricultura engendrada por la colonización capitalista. Los primeros inmigrantes pasaron por mil penurias antes de arraigarse. Los gobiernos y las empresas ferroviarias se esforzaron en alentar el cultivo de la tierra. Mediante las leyes proteccionistas de la década del '70 se consiguió reservar el mercado interno para la producción agrícola nacional. Anchas fajas de tierra a ambos lados de las vías férreas se expropiaron para dedicarlas a la agricultura y se eximieron de impuestos los campos cultivados. También entre los fundadores de la Unión Cívica Radical y los revolucionarios de 1890 y 1893 figuraron colonos e hijos de colonos. En 1890 se dio el salto a la etapa agrícola-ganadera capitalista. La exportación agrícola (que en 1875 apenas alcanzaba al 0,3 por ciento de la exportación total y en 188 al 1,4 por ciento) ascendió en 1891 al 28,3 por ciento. El área sembrada se amplió de 580000 hectáreas en 1872 a 2459120 en 1888, a 2989400 en 1890, a 4835620 en 1895, a 7341000 en 1901 y a 8410000 en 1902. La demanda creciente del mercado inglés, la construcción de ferrocarriles de fomento de la producción de granos con destino a su exportación por el puerto de Buenos Aires y la política colonizadora de los gobiernos estimularon a la corriente inmigratoria a multiplicar el número de chacras en la pampa húmeda. Los capitales y la fuerza de trabajo inyectados en el campo argentino por la colonización capitalista dieron origen a nuevas clases sociales (terratenientes y arrendatarios capitalistas, obreros agrícolas, obreros del transporte, obreros de las manufacturas que elaboraban los productos agrícola-ganaderos, etc.) y acrecentaron a cifras absolutas fabulosas la renta de la tierra, cuya parte del león embolsaron los antiguos y los nuevos grandes terratenientes por el derecho que les otorgaban los títulos de propiedad heredados, comprados o recibidos en pago de servicios. La ganadería vacuna había quedado rezagada por los avances de la agricultura y la cría de ovejas. Los aumentos de la exportación de ganado en pie a Brasil y Cuba (72973 cabezas en 1880-1884 y 340046 en 1895-1899), mientras casi desaparecía la exportación de tasajo y se clausuraban saladeros, no daban una base comercial firme constante, como pronto se comprobó. Para que se invirtiera el proceso de desplazamiento de la ganadería vacuna se hacían indispensables tres requisitos: la demanda de Europa, el mestizaje de las razas y el empleo de métodos de conservación de las carnes. Estos tres requisitos se 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 109 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" dieron, al cabo de varios años de esfuerzos y ensayos, en la última década del siglo pasado. Serían en el futuro los cimientos del poder de los grandes ganaderos de las estancias modernizadas y de las relaciones de intercambio anglo-argentinas de tan condicionantes reflejos en los acontecimientos políticos. Las estancias y chacras, la ganadería y la agricultura, y las clases sociales modeladas por la colonización planificada integraron una estructura agraria típicamente capitalista. Antes de seguir adelante corresponde salir al paso de una torpe tergiversación de lo que es esa estructura. Era habitual hasta no hace muchos años, en una literatura que de marxista sólo tenía el nombre, clasificar a la Argentina dentro de la categoría de país feudal, semifeudal, con resabios feudales o feudal-burgués. Tal definición no había sido elaborada mediante el estudio de la historia y de la realidad del país. Provenía del traslado mecánico a nuestra sociedad de formas de producción y relaciones de clase existentes en Rusia zarista o en China prerrevolucionaria, o de una perezosa generalización de la economía rural de algunas regiones de América Latina. De tal premisa se extraían conclusiones no menos alejadas de la verdad: estancia equivalía a feudo y estanciero era sinónimo de señor feudal (en lugar del estanciero don Juan, escribía un autor, bien podemos decir el conde Juan), en el campo predominaba la servidumbre (el gaucho legendario que no sobrevive fuera de la literatura, estaría sometido a la corvea y hasta a la ley de la pernada) y se hacía imperiosa una reforma agraria a la manera de la francesa del siglo XVIII, con la expropiación de fabulosos señores feudales y el reparto de sus tierras entre siervos fantasmas. La prédica política reformista o revolucionaria inspirada en tan notoria deformación de la realidad no convencía ni a los obreros rurales, ni a los chacareros, porque presión demográfica de campesinos pobres, semejantes a los de la antigua China o de la antigua Rusia, no hubo en la pampa argentina y para encontrar minifundios era y es menester trasladarse a las zonas marginales. En vano se buscarán rastros de antifeudalismo en la gran huelga agraria de 1912, el grito Alcorta, en la zona cerealera más rica del país, movimiento prohijado por los colonos inmigrantes con el fin de participar en el colosal aumento de los ingresos de los grandes terratenientes y compartir con ellos la propiedad del suelo. Por suerte va desapareciendo de la literatura política y económica argentina la equivocada apreciación a que acabamos de referimos. La pampa argentina nunca conoció las unidades socioeconómicas de subsistencia o autoabastecimiento —y, por consiguiente, las relaciones de tipo feudal entre grandes propietarios y campesinos sometidos a la servidumbre-, características de otras partes en América Latina. La economía agraria se orientó desde su origen a la producción mercantil, principalmente para la exportación. En los comienzos del lejano siglo XVII aparecieron las vaquerías con el objeto de abastecer de cueros a los comerciantes extranjeros, y más tarde las estancias o criaderos de ganado que también se especializaron en la venta a los mercados exterior e interior de los productos vacunos. A nadie que profundice nuestra historia se le ocurrirá asimilar el gaucho al siervo de la gleba medieval. No obstante las relaciones patriarcales existentes entre él y el caudillo de la época de las montoneras, cuando se defendía de la miseria a que lo condenaba la burguesía intermediaria porteña, nunca estuvo pegado a la tierra en el sentido clásico del feudalismo. Si era libre vivía del contrabando; si se conchababa cobraba un salario. Las leyes contra la vagancia del siglo XIX se dictaron para convertir al gaucho en peón asalariado, el cual en Martín Fierro dejó para la historia sus últimas rebeldías antes de desaparecer, alienado por la colonización capitalista, no por un inexistente feudalismo. La estancia (igual que la chacra) es una unidad de producción capitalista; el estanciero pertenece a la clase de los terratenientes capitalistas, los arrendatarios son arrendatarios capitalistas y los obreros rurales, tanto si descienden de los románticos gauchos como si sus abuelos vieron la luz bajo el cielo de Genova, La Coruña o Sebastopol, forman parte del sistema capitalista de producción agraria. No faltará el turista que descubra en algún perdido rincón de las provincias pobres a un señor de horca y cuchillo que trate a sus puesteros y peones con despotismo medieval, pero esos casos excepcionales, que coleccionaría Ripley, también existen en la vieja Inglaterra, lo que no autoriza a pensar que el hacha de la revolución burguesa haya dejado allí sobrevivir el régimen feudal. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 110 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Tampoco debemos pasar por alto otras dos tesis izquierdistas falsas: la que presenta al arrendamiento como institución del feudalismo y la que considera feudo a toda gran propiedad terrateniente. El arrendamiento, aun en los casos de pagarse no en dinero sino en especie, no imprime carácter feudal al régimen agrario. Lo mismo sucede con el régimen de aparcería. En una economía mercantil tan desarrollada como la de la pampa argentina, cuya producción masiva se destina a la venta y se transforma en dinero, hasta formas que provienen de relaciones de clase precapitalistas, como los pagos del arrendamiento en trabajo o en especie, resultan ser variantes del capitalismo agrario dominante. Algunas tesis izquierdistas conceptúan feudal no esta o aquella forma de arrendamiento, sino el arrendamiento en sí. Como insistiremos en el tema al referirnos a los chacareros, nos limitamos a destacar que el arrendamiento, tal como lo explica Marx, corresponde a la economía agraria capitalista. Basta recorrer las estadísticas de Francia, los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países occidentales para comprobarlo. Casi el 40 por ciento de los campesinos franceses de la zona de los cereales son arrendatarios, y en los Estados Unidos, de acuerdo al informe de J. D. Blak, se pasó del 25,6 por ciento de unidades agrarias arrendadas en 1880 al 42,4 por ciento en 1930. A nadie se le ocurriría resucitar en Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos los desvarios de aquellos utopistas pequeño-burgueses del siglo pasado que proponían crear una sociedad ideal cuyos miembros fuesen todos propietarios. Todavía hay en la Argentina izquierdistas que agitan esa solución, porque dan por sentada la existencia de un feudalismo agrario que debe destruirse por medio de la distribución de la tierra en propiedad entre los arrendatarios y obreros del campo. En un país con agricultura y ganadería capitalistas, y sin presión demográfica, tal reparto se reduciría a cambiar la propiedad de manos y dejar las cosas como antes. La reforma agraria así concebida no logra movilizar a las masas campesinas. Examinemos la otra tesis errónea. ¿Es la gran propiedad de decenas o centenares de miles de hectáreas latifundio feudal por su tamaño y deja de serlo automáticamente al dividirse? Tendríamos que admitir entonces, de ser cierta tan pregonada tesis, que las diferencias entre los sistemas agrarios son de tipo cuantitativo y no cualitativo. Según Henri Pirenne, los feudos carolingios medían término medio cuatro mil hectáreas y los había de mil, de quinientas y de menos extensión; una estancia argentina puede abarcar cien mil hectáreas sin dejar de ser capitalista. No son las dimensiones de la unidad agraria, sino las formas de producción, las relaciones de clase y el carácter de su economía los que determinan si es feudal o capitalista. De la colonización capitalista (precedida de los repartos de la época de Rosas y de las donaciones ocasionadas por la conquista del desierto) arrancó la extraordinaria movilidad del régimen de la propiedad de la tierra en la pampa argentina. Si bien los apellidos tradicionales de la vieja aristocracia ganadera siguieron brillando, se mezclaron, a lo largo de un constante proceso de compraventa de estancias y chacras, de división y concentración, de autoexplotación y arrendamiento de las unidades agrarias, con los nuevos apellidos de los inmigrantes y sus descendientes. Los comerciantes de ramos generales, los abogados, los médicos, los farmacéuticos y otras gentes que se enriquecían en los pueblos de campaña y también en las ciudades, invertían sus capitales en tierras, además de las sociedades anónimas que se formaban para explotar grandes extensiones y de los industriales y comerciantes que desplazaban al campo sus ganancias. Cuando mencionamos a los grandes ganaderos no evocamos, pues, a una aristocracia tradicional con raíces en la Colonia o más acá todavía, en los tiempos de Juan Manuel de Rosas. Nos referimos a una clase social cuyo poder económico y político emergió de la colonización capitalista y se afianzó al abrirse el mercado inglés a las exportaciones de carnes. El enriquecimiento de los grandes ganaderos comenzó al implantarse la industria frigorífica y, ante todo, al pasar de la congelación del ovino a la del bovino. Su impulso inicial de proporciones data de la guerra angloboer (1899-1902) con las remesas de carne congelada a África del Sur. El gobierno argentino dictó leyes que otorgaban privilegios a las compañías frigoríficas: exención de impuestos, subsidios, garantías al capital invertido, etcétera. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 111 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Pronto la exportación de carne congelada se encauzó hacia el mercado inglés a causa de: 1) el abandono por Francia del interés que tuvo por la carne congelada argentina, al propiciar inicialmente la industria frigorífica; 2) la clausura de los puertos europeos al ganado en pie de la Argentina por considerarlo enfermo de fiebre aftosa; 3) la mestización del ganado de la pampa húmeda con razas importadas de Gran Bretaña; 4) la adaptación del consumidor británico a la carne congelada; 5) las inversiones de capitales británicos en la industria frigorífica; 6) el empleo por Gran Bretaña de una flota especial para el transporte de carne congelada que en 1900 contaba 40 unidades con una capacidad de bodegas de 7 millones de metros cúbicos; 7) el bajo costo de producción y transporte de la carne argentina por la baratura del ganado y de la mano de obra industrial, la menor distancia a Gran Bretaña (la mitad de la de Nueva Zelandia y Australia, los otros dos grandes países ganaderos) y la inexistencia de intermediarios que impidieran el monopolio; 8) el traslado a la Argentina de los frigoríficos norteamericanos que en un comienzo abastecieron desde los Estados Unidos a Gran Bretaña; y 9) la protección de los gobiernos argentino y británico a las empresas frigoríficas y al intercambio entre ambos países. Con el frigorífico apareció la tendencia a monopolizar la industria y el comercio de la carne congelada. Los primeros acuerdos de las empresas argentinas y británicas para imponer bajos precios al ganado se vieron momentáneamente desbaratados al traer las empresas norteamericanas la competencia de precios. Pero pronto se restablecería el monopolio como lo comprobaremos enseguida. El traslado de los frigoríficos norteamericanos a la Argentina hizo que la exportación de cuartos bovinos de los Estados Unidos a Gran Bretaña descendiera de 1900 000 en 1901 a cero en 1912, mientras subía la exportación argentina con igual destino de 24919 a 2200000. Las empresas norteamericanas desarrollaron un procedimiento técnico introducido por las inglesas en 1900: el enfriado o refrigerado, en base al ganado de alta mestización (Shorthorn, Hereford, Aberdeen Angus). Este procedimiento originó una rápida discriminación entre dos sectores de ganaderos: los invernadores y grandes criadores, invernadores que vendían la carne para el chilled (enfriado) y el resto de los criadores que producían reses para el congelado o las vendían a medio preparar a los invernadores. El trust organizado por las empresas frigoríficas inglesas y norteamericanas, poco tiempo después de instaladas estas últimas, abarcaba desde las compras de ganado en la Argentina hasta las ventas de carne al consumidor británico y se ensambló con el pequeño grupo de ganaderos del chilled para ejercer una influencia económica, financiera y política poderosa. Las empresas norteamericanas, sometidas en los Estados Unidos a la ley antitrust Shermann, contaron en la Argentina con la ayuda de los grandes ganaderos para monopolizar, de acuerdo con las inglesas, la industria y el comercio de la carne. El trust tenía por objeto evitar una competencia ruinosa para las empresas inglesas, como se infiere de la distribución de las cuotas de exportación que hizo la primera Conferencia de Fletes a regir desde el 1 de enero de 1912: 41,35 por ciento para las norteamericanas, 40,15 por ciento para las inglesas y 18,50 por ciento para las argentinas. A menos de cinco años de iniciadas sus actividades en el país, las empresas norteamericanas habían conquistado el primer puesto en las exportaciones. También las inglesas se dedicaron a preparar el chilled, pero a un costo superior al de las norteamericanas y sin aprovechar todas las partes del animal (patas, pelo, intestinos, etc.), ni elaborar una serie de otros productos (jabón, queso, manteca, crema, helados, aceites vegetales comestibles, margarina vegetal, dulces, frutas, huevos, aves, bebidas, gelatinas, etc.). La empresa norteamericana era más completa y adelantada que la inglesa y amenazaba con excluir a ésta del mercado. De ahí que, si bien el reparto de los cupos de exportación les favorecía, a los frigoríficos norteamericanos no les convenía un acuerdo que detenía su expansión y daba a los ingleses un medio de estabilizar y controlar la producción y la exportación. Querían hacer valer sus mejores equipos y su técnica superior para aumentar su cuota sin tope alguno. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 112 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Empresas que en los Estados Unidos incurrían en las sanciones de la ley contra los trusts, en la Argentina se erigían en campeonas de la libertad de comercio. Al año de la primera Conferencia de Fletes rompieron el acuerdo y se dispusieron a arruinar a las inglesas, aun a costa de soportar déficits iniciales. El ministro inglés en Buenos Aires las acusó de pretender monopolizar el comercio de carnes y pidió la intervención del gobierno argentino, pero éste, presionado por los grandes ganaderos y la Sociedad Rural Argentina, invocó la libertad de comercio y la Constitución para lavarse las manos. Las empresas norteamericanas prosiguieron su avance hasta que en 1915 las inglesas, amparadas en las necesidades de alimentos de los ejércitos aliados, convocaron una nueva Conferencia de Fletes que repartió así las cuotas de embarques: 58,50 por ciento a los frigoríficos norteamericanos, 29,64 por ciento a los ingleses y 11,86 por ciento a los argentinos. Estos últimos no faenaron en 1915-1919 más que el 5,7 por ciento del total y su producción descendió de 607000 cuartos en 1905 a 60000 en 1915. Al comenzar la década de 1920 Gran Bretaña era prácticamente el mercado único de las exportaciones argentinas de carnes (el 90 por ciento del chilled que compraba procedía del Plata), pero los frigoríficos norteamericanos dominaban al pool que abarcaba todo el proceso. La división del proceso productivo en cría e invernada se acentuó con la introducción de la técnica del enfriado y el sistema de compras traído de los Estados Unidos por los frigoríficos norteamericanos. A partir de 1912, con el incremento de la producción del chilled, se dedicaron a invernada los extensos alfalfares del oeste bonaerense. Allí los grandes ganaderos preparaban sus novillos que tenían venta segura y precios de privilegio en las plantas frigoríficas. A veces, la hacienda que el invernador, en calidad de simple intermediario, adquiría al criador, ya estaba en condiciones de industrializarse de inmediato y se entregaba directamente a la empresa, la que se negaba a recibirla del criador por no pertenecer al grupo de los favoritos. Por intermedio de los invernadores y grandes criadores invernadores —entre los cuales había dirigentes de la Sociedad Rural Argentina, ministros, legisladores, magistrados, etc.-, las empresas frigoríficas ejercían la influencia política que mantenía y acrecentaba sus privilegios. El área cubierta de alfalfa alcanzó el punto máximo en 1922, con 8400000 hectáreas (casi el doble de 1910), no igualado posteriormente, como resultado de la gran demanda de carne y de los altos precios del ganado durante la Primera Guerra Mundial y comienzos de la postguerra. La cantidad de cabezas vacunas subió de 26 millones en 1914 a 37 millones en 1922. Pero en 1921 los precios de la carne cayeron de golpe (la libra de carne limpia chilledbajó en el mercado de Liniers de 0,312 pesos en 1920, a 0,269 pesos en 1921, a 0,127 pesos en 1922 y a 0,182 pesos en 1923), mientras mejoraban las cotizaciones de los cereales. Muchos terratenientes arrendaron sus tierras de pastoreo para que fueran labradas. El área sembrada con cereales y lino ascendió de 13452815 hectáreas en 19191920 a 19962422 en 1930-1931 y el área alfalfada descendió de las 8400000 hectáreas mencionadas a 5711330 al final del período, reduciéndose la existencia de vacunos a 32 millones en 1930. Comenzó entonces a usarse el tractor en el campo. Los agricultores invertían sus ahorros, o se empeñaban con bancos y prestamistas, para adquirirlos, así como máquinas y otros instrumentos de trabajo. Las tierras de labranza se arrendaban a altos precios o se compraban a plazos por sumas elevadas. La crisis agitó a los ganaderos. Los criadores acusaron a los invernadores y grandes criadores invernadores de complotarse con las empresas frigoríficas en perjuicio de la economía general del país. Por primera vez se hicieron investigaciones y estudios serios sobre la producción, la industrialización y el comercio de carnes. Quedó probada la existencia del pool y de la sorda lucha intermonopolista. De nuevo la diplomacia británica hizo valer sus influencias para que el gobierno argentino interviniera en la industria de la carne. El diputado conservador Matías Sánchez Sorondo defendió esa idea en las sesiones de la Cámara de fines de 1922 y comienzos de 1923. Propuso el establecimiento de la Compañía Nacional de Frigoríficos con un aporte del Estado del 50 por ciento y hasta del 100 por ciento del capital. Dijo: "He buscado el principio a que debiera obedecer la legislación administrativa y lo he encontrado en el concepto de la utilidad pública que reviste la industria frigorífica como 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 113 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" transformadora y circuladora de nuestra riqueza ganadera, y de este concepto de la utilidad pública emana la legitimidad de la intervención del Estado, intervención que debe ejercitarse sobre ella como se ejercita con caracteres de concesión, control y vigilancia en la explotación de los ferrocarriles y en la explotación de las minas [...] El frigorífico no puede actuar independientemente, operar a capricho, establecerse cómo y cuándo quiere, vincularse con otros frigoríficos del país y del extranjero, sin permiso del Estado; el Estado debe actuar sobre ellos exactamente en la misma forma que actúa sobre otras empresas de utilidad pública [...]; el Estado debe intervenir en el establecimiento, la organización, en las vinculaciones y en las ganancias de los frigoríficos y debe crearse una oficina como la del proyecto llamándola la de la producción pecuaria, que centralice la contabilidad de esta rama del comercio y sea algo así como una oficina de ajuste de los frigoríficos. Los derechos de intervención del Estado son evidentes. Inglaterra los ha ejercitado siempre; Australia los ha ejercitado hace pocos años". Es significativo que la defensa de la intervención del Estado en la industria frigorífica haya partido del representante de una oligarquía librempresista por excelencia que siempre acusó al Estado de mal administrador y de perturbar el libre juego de las leyes del mercado. Encontramos la explicación en las siguientes palabras pronunciadas por el doctor Sánchez Sorondo en la Comisión Especial de Asuntos Ganaderos de la Cámara de Diputados el 15 de enero de 1923 (versión taquigráfica): "Aunque esto moleste nuestro orgullo nacional, si queremos defender la vida del país, tenemos que colocarnos en la situación de colonia inglesa en materia de carnes". También dijo el presidente de la Comisión Especial que por medio de la Oficina de Ajuste de los Frigoríficos o Comisión Reguladora del Comercio de Carnes se quería "crear un pool análogo al que hizo el gobierno inglés durante la guerra en salvaguardia del aprovisionamiento de carnes para su pueblo y para su ejército". En resumen: Gran Bretaña pretendía asegurarse, a través de la intervención del Estado argentino, un control de la industria y del comercio de carnes que le permitiera ajustar las clavijas a los frigoríficos norteamericanos. Era la misma política que siguió con el petróleo, con los transportes, con los bancos y con el comercio exterior de nuestro país tan pronto como advirtió la infiltración de los intereses de Estados Unidos. Los criadores de ganado la aplaudieron, puesto que para ellos la causa de la crisis residía en la extorsión a que los sometían los frigoríficos. El diputado socialista Juan B. justo opuso al proyecto intervencionista de Sánchez Sorondo el interés del consumidor. Dijo: "Los poderes públicos han estado siempre principalmente en manos de los estancieros. Son los estancieros los que han dado intendentes a la capital y senadores, y diputados al Congreso y a eso se debe que todavía se traigan estos asuntos tan mal tratados y traídos y que son siempre los que más apasionan a estas asambleas legislativas argentinas. La cuestión de los trusts no se ha tocado en este país, sino cuando llegó a alarmar a los ganaderos y a los estancieros la posibilidad de poder recibir menor precio del que creían deber recibir por sus novillos. Jamás se ocupaban los gobiernos argentinos de los monopolios cuando éstos eran una amenaza para los simples consumidores [...]". Justo proponía la formación de un gigantesco trust nacional de la carne, cuyo capital se integraría en el 53 por ciento por el Estado y el 47 por ciento restante con los bienes de los ganaderos y frigoríficos (tierras, ganados, instalaciones, fábricas, etc.) al valor del momento. Dos proyectos presentaron los demócratas progresistas: Luciano Molinas el traspaso del monopolio de la industria frigorífica a una de las empresas privadas existentes y Lisandro de la Torre la constitución de un trust de comercialización de la carne bajo el control del listado. Este último diputado atribuyó la crisis ganadera al latifundio y al predominio de los grandes ganaderos en la política y en la economía. Expresó: 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 114 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" "Hay un monopolio de hecho que domina la exportación de nuestras carnes y despoja a los productores argentinos del fruto de su trabajo. No se le puede vencer porque tiene recursos pecuniarios ilimitados. Establezcamos entonces el monopolio del Estado. Muerto el perro se acabó la rabia". El diputado yrigoyenista Guillot mencionó la desventaja que ocasionaba depender del mercado único inglés y de la inversión de 600 a 700 millones de libras esterlinas por el imperialismo británico, y se mostró partidario de "abrir nuevos mercados a las carnes argentinas, de modo que no tengamos que vivir estrechamente subordinados a las oscilaciones de los precios y de los intereses ajenos y políticos del Reino Unido". Los legisladores radicales —todavía no netamente divididos en yrigoyenistas y antiyrigoyenistas, pues se estaba a los comienzos del gobierno del presidente Marcelo T. de Alvear (1922 a 1928)— buscaron las medidas que menos afectaran las situaciones creadas. Si se exceptúa a Lisandro de la Torre, que con las reticencias de su formación liberal no se atrevió a ir más allá, sin embargo, de un trust de comercialización de la carne bajo control del Estado, nadie sugirió la nacionalización de las empresas frigoríficas. De los debates salieron las leyes 11205, 11226 y 11228 (de creación de frigoríficos y depósitos de distribución de carnes, de inspección de frigoríficos y control del mercado de carnes, y de peso vivo) de alcance administrativo. Ni el pool frigorífico ni los grandes ganaderos se debilitaron, pero se agudizaron las contradicciones entre las empresas, inglesas y norteamericanas y entre los invernadores y criadores de ganado. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 115 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" JO SÉ P. H. P AG E " Per ón" Capítulo 4: Maestro, Autor, Viajero La crisis que la Argentina sufrió en 1930 cenó un breve interludio democrático que se había interpuesto en la larga etapa de gobiernos conservadores. Un año después del derrocamiento de Rosas en 1852, una convención nacional adoptó una constitución cuyo modelo, en gran parte, había sido la constitución de Estados Unidos. A continuación, una serie de presidentes electos se embarcaron en la tarea de unificar la nación, asegurar sus fronteras y promover ideas de modernización. Los medios utilizados para desarrollar el país fueron el liberalismo económico, la inmigración y mejoras en la educación de las masas. El poder real nunca salió de las manos de la élite oligárquica que controlaba la economía. Debajo de las formas democráticas yacía la naturaleza autocrática de un sistema basado en el fraude electoral y la coerción. La clase media, cuyas filas se iban expandiendo con un contingente de inmigrantes de movilidad ascendente, se encontró separada de toda participación verdadera en el quehacer político. La primera protesta dramática contra esta exclusión ocurrió en 1889, cuando un grupo de intelectuales formaron una organización que llamaron la Unión Cívica y, sin éxito, intentaron derrocar el gobierno por la fuerza. De las cenizas de este fracaso surgió un nuevo partido político, la Unión Cívica Radical. Las protestas de los radicales contra él fraude institucionalizado y varios levantamientos fallidos pusieron tanta presión que en 1912 el Congreso aprobó una ley sancionando el voto secreto, la obligatoriedad del sufragio para miembros del sexo masculino y el registro honesto de votantes. Los radicales ganaron la siguiente elección, cuatro años más tarde. El líder del partido —y nuevo presidente— es uno de los personajes más fascinantes de la historia argentina moderna.Hipólito Yrigoyen era hijo natural de un herrero vasco. De índole reservada y taciturna, hizo un culto de estos rasgos durante la fase conspiratoria de la UCR. No era amigo de discursos ni de apariciones en público, sino que se manejaba a través de alianzas personales y negociaciones mano a mano, lo que erigió a su alrededor un amplio núcleo de seguidores leales. Ni siquiera su elevación al cargo de presidente alteró el estilo de vida ascético que era su sello identificatorio. Sumner Welles, quien fuera encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires durante el tiempo de Yrigoyen, descubrió que él poseía una enorme fortaleza innata y una grandeza de carácter inherente, que sus características físicas peculiares —cabeza en forma de ananá, una máscara mongólica con unas hilachas a los lados de la boca que le servían de bigotes y una mirada evasiva— no podía ocultar. Su sobrenombre era "El Peludo", por el animal. Ya tenía 64 años cuando asumió el cargo de presidente. Aparte de ampliar el proceso político, la victoria radical no anunció ningún dramático asalto a la estructura de poder existente. El partido no tenía ni el deseo ni la imaginación necesarias para traducir sus impulsos nacionalistas del campo de la retórica al de la acción electiva. Los integrantes de la clase media urbana, que en su mayoría eran asalariados, identificaron su propio poder económico con la prosperidad de la élite. Esto significaba que un gobierno que respondía principalmente a las necesidades de la clase media perpetuaría un sistema económico que estaba basado en las exportaciones de granos y carne, la importación de artículos manufacturados y captación de capitales extranjeros, en lugar de adoptar políticas de estímulo al desarrollo de la industria local. Aparte de estabilidad, los radicales ofrecían a la clase media el acceso a un número creciente de empleos de gobierno. El partido tenía poco que fuera de sustancia para ofrecer a los trabajadores urbanos. El estilo del Peludo, eventualmente, precipitó un cisma latente en el partido y la formación de una facción radical opuesta al personalismo característico de su gobierno. La constitución argentina establece períodos presidenciales de 6 años sin posibilidad de reelección 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 116 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" inmediata. En 1922, un radical del grupo llamado antipersonalista fue elegido presidente. Yrigoyen se negó a retirarse de la política y seis años más tarde, a la edad de 76 años, una vez más asumió la primera magistratura. La expansión de la depresión fue demasiado para su avanzada edad (algunos dicen que estaba senil) y la oposición resultante de sus maniobras poco claras y sus métodos más y más autocráticos generó el caos político. El ejército argentino no podía escalar a la turbulencia de esos tiempos. El gobierno de Yrigoyen había perturbado profundamente el cuerpo militar con sus poco sutiles despliegues de favoritismo político en el momento de las promociones y otros asuntos relativos a la oficialidad. El uso del ejército durante las intervenciones a las provincias tampoco era del gusto de los militares. Esto dividió a las fuerzas castrenses en facciones pro y anti-Yrigoyenistas y expuso a estos últimos a las propuestas tentadoras de los opositores políticos al régimen, que estaban ansiosos de conquistar el apoyo militar para sus intentos de derrocar a Yrigoyen. El Peludo podía contar con muy poco capital moral para contrarrestar estos cantos de sirena, ya que los radicales, en el pasado, también habían tratado de provocar intervenciones militares contra los gobiernos conservadores. Al comenzar 1930, dos grupos dentro del ejército estaban considerando seriamente la salida golpista. Uno de ellos, aglutinado detrás del general José F. Uriburu -un valiente y respetado oficial de caballería que había sido formado en Alemania, había actuado como diputado por el Partido Conservador y cuya familia estaba vinculada a la aristocracia — representaba la influencia de los nacionalistas ultra-católicos y de aquellos que abogaban por la supresión de los partidos políticos y el establecimiento de un sistema autoritario de gobierno basado en las teorías en boga en Italia, España y Francia. El miembro más distinguido de la otra facción era el general Agustín P. Justo, un ex ministro de Guerra durante la etapa anti-personalista del gobierno radical (1922-1928) y un líder carismático. Su grupo ambicionaba devolver al país la vigencia plena de la Constitución bajo autoridad civil y curar los males de la economía administrando dosis aun más poderosas del liberalismo económico del siglo XIX. En medio de esta convulsión el capitán Juan D. Perón se graduó de la Escuela Superior de Guerra y el 26 de enero de 1929 obtuvo un destino en el Estado Mayor General del ejército. Aunque Perón aseguraba haber votado por Yrigoyen en 1916 y se había casado con un miembro de una familia moderadamente activa en el Partido Radical, el aroma a conspiración pronto se le haría irresistible. En junio de 1930, un mayor conocido suyo desde años atrás lo persuadió a asistir a una reunión privada en la cual el general Uriburu arengaría a un grupo de oficiales. Perón encontró en el líder "un perfecto caballero y un hombre de bien", y quedó muy impresionado. Si bien entendía perfectamente las ideas políticas ultraconservadoras que Uriburu abrazaba, su determinación de apoyarlo no se basó en ningún compromiso político; sólo problemas tácticos monopolizaban sus propósitos. Durante julio y agosto, Perón trabajó a fin de solidificar y ampliar el movimiento. Su falta de éxito lo desencantó tanto como la incompetencia y desorganización de los oficiales que rodeaban a Uriburu. Una de sus tareas, asegurar la participación de la escuela de suboficiales, fracasó debido a medidas contraproducentes dictadas por el ministerio de Guerra en apoyo del gobierno. Como Perón tampoco esperaba la adhesión de los poderosos cuarteles de Campo de Mayo, el 3 de septiembre renunció — verbalmente- a participar activamente en el movimiento. Su disociación duró menos de 24 horas. Al día siguiente se reunió con los mismos oficiales con quienes antes había estado en contacto a fin de unificar el ejército bajo el mando de Uriburu pero que habían permanecido con la facción más numerosa —y opositora al gobierno encabezada por el general Justo. Estos oficiales favorecían la destitución de Yrigoyen pero no estaban listos para el golpe. Su mayor desavenencia con el grupo de Uriburu era el propósito de excluir a los civiles del futuro gobierno, paso que abriría la posibilidad de control militar total. Por todo ello muchos oficiales no adherían a la conjura inminente. Perón decidió apostar a favor de la facción pro-Justo. No está claro si su cambio se debió a que prefería los designios políticos de Justo o a que deseaba estar del lado de los que él pensaba que serían los triunfadores. El número real de tropas que marcharon hacia la capital en rebelión era más bien modesto. Uriburu condujo los cadetes y oficiales del Colegio Militar y otro pequeño grupo de 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 117 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" soldados. El gobierno de Yrigoyen sin embargo no contaba con apoyo militar alguno y las reacciones de las unidades acuarteladas en la ciudad no serían evidentes hasta último momento. Mientras la columna encabezada por Uriburu avanzaba hacia el centro de Buenos Aires, solo una bandita de francotiradores civiles los hostigó al pasar frente a la estructura palaciega que albergaba las Obras Sanitarias municipales y al aproximarse al edificio del Congreso. El capitán Perón tuvo una participación marginal en el desarrollo de los acontecimientos. El día 6 por la mañana visitó varias unidades militares de la zona y las instó a permanecer en sus cuarteles. También se aseguró el uso de un carro blindado y con él se abrió paso entre el fuego de artillería que reverberaba en las proximidades del Congreso a lo largo de las calles tomadas por los civiles que aprobaban el golpe. Su destino era la Casa de Gobierno en la histórica Plaza de Mayo. El edificio, conocido como la Casa Rosada, está ubicado en una barranca a un costado de la plaza rectangular. A su derecha está la mole del Banco de la Nación y la estructura neoclásica de la Catedral. La Casa Rosada fue originalmente construida como el anexo a un fuerte que -en los tiempos en que las aguas barrosas del Río de la Plata cubrían lo que ahora es tierra firme- reposaba sobre la orilla. Al llegar Perón a la Casa Rosada y abandonar la protección de su vehículo blindado, tuvo que enfrentar lo que mucho más tarde llamaría un "populacho ensoberbecido" que golpeaba las puertas. Era la primera vez que ponía sus pies en el edificio y vio hordas inciviles desplazándose por los salones. Luego de ayudar a crear un estado parecido al orden, regresó a su carro blindado y lo condujo lentamente por la Avenida de Mayo hacia el Congreso, donde el ruido de disparos aislados indicaba que un manojo de civiles partidarios del gobierno persistía en defenderlo. Perón pasó el resto del día y la mayor parte de la noche patrullando la ciudad para prevenir disturbios entre la población civil. Luego se enorgullecería de haber salvado del fuego varios edificios, incluyendo un hotel. Esta experiencia directa sería olvidada varias décadas más tarde cuando procuraría eludir la responsabilidad por haber fallado en controlar el comportamiento de las masas. El análisis que Perón hizo de lo que luego se llamaría La Revolución del 30, otorgaba un valor determinante a las acciones de un gran número de porteños que salieron a la calle en apoyo del golpe. Desde su perspectiva, el general Uriburu habría enfrentado problemas grandes cuando los francotiradores detuvieron a sus cadetes en las cercanías del Congreso. "Sólo un milagro pudo salvar la revolución. Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha humana se desbordó en las calles al grito de 'viva la revolución'..." Lo dudoso de esta conclusión tiene menos importancia que su influencia sobre sus futuras actividades respecto a la movilización de masas. La caída de Yrigoyen, quien fue trasladado a la isla de Martín García en la boca del Río de la Plata, puso término a la seguidilla de presidentes elegidos constitucionalmente (aunque también a veces fraudulentamente) que databa del año 1862. Algunos días después de la revolución, la Suprema Corte de Justicia de la Argentina reconoció legalmente el nuevo gobierno provisional. Quedaría sentado un precedente desafortunado. Mucho más ominosa sería la abierta toma del poder político por parte del ejército. La Argentina aún no se ha podido recobrar de esta corrupción de su proceso democrático. Un día después de la revolución, Perón fue designado secretario privado del nuevo ministro de Guerra, pero no duraría mucho en el cargo. El general Uriburu, luego de autoproclamarse presidente provisional, purgó inmediatamente de la administración todos los elementos pro-Justo, en cuyas filas militaba Perón por entonces. El 28 de octubre, el presidente firmó un decreto que lo separaba del cargo oficial y lo nombraba profesor de historia militar en la Escuela Superior de Guerra. Antes de asumir su nuevo puésto en 1931, el joven capitán debió participar como integrante de una comisión durante dos meses, en la investigación de denuncias sobre penetración extranjera de las fronteras en el norte de la Argentina. Quizás este fue su castigo por haberse cambiado de bando. Mientras Perón patrullaba la zona limítrofe con Bolivia, el presidente Uriburu trataba, sin éxito, de imponer sus ideas reformistas sobre el pueblo argentino, pero sus políticas y propuestas ultra derechistas despertaron tanta resistencia que finalmente se vio forzado a llamar a elecciones para noviembre de 1931. Al hacerlo, proscribió la participación de la Unión Cívica Radical. Los conservadores se reorganizaron dentro de una entidad llamada el 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 118 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Partido Demócrata Nacional y forjaron una alianza electoral, junto con radicales antipersonalistas y un grupo de socialistas, que se conocería como la Concordancia y que tendría como candidato presidencial al general Justo. Con la complicidad de la policía —que ignoró el fraude reinante durante los comicios- Justo derrotó la coalición de los Partidos Socialista y Demócrata Progresista, marcando con ello el comienzo de lo que los argentinos denominarían "la década infame". Juan Perón fue ascendido a mayor el 31 de diciembre de 1931. Su designación en la Escuela Superior de Guerra no lo mantenía totalmente ocupado; también servía como ayudante del jefe del Estado Mayor y ayudante de campo del ministro de Guerra, distinguiéndose por su actuación en estos cargos más que el resto de oficiales de su carnada. Sin embargo, el trabajo más importante de estos años fue el que desarrolló en la Escuela Superior de Guerra, piiliendo su talento docente y publicando varios libros de historia militar. El eminente historiador británico George Pendle señaló que "Perón no era ni un militar ni un político, sino más bien un estudiante y luego un profesor... cuando llegó al poder continuó enseñando, a su manera, a través de sus disertaciones al pueblo". La subestimación del talento político de Perón por parte de Pendle es discutible, pero su percepción del lado didáctico es genialmente acertada. La experiencia docente en la Escuela Superior de Guerra significó una etapa crucial en la preparación de Perón para su carrera política. Lo hizo sentir a gusto de pie frente a los espectadores y le dio coherencia para expresar sus ideas; lo hizo además ducho en la improvisación. El ámbito militar no concedía mérito especial al estilo de retórica elegante y elaborada típica de los políticos civiles, muchos de los cuales habían aprendido sus técnicas en las polémicas universitarias. El estilo directo de Perón lo diferenciaba de ellos de una manera que mucha gente encontraba positiva. Pasaría una gran parte de su vida dando conferencias ante audiencias grandes o pequeñas, aspecto de su carrera que sería poco valorado por algunos observadores. Los años en la Escuela también marcaron el nacimiento de Perón como autor. Su primera aventura literaria mencionable había aparecido en un periódico militar en 1928 y estaba dedicada a las campañas de la independencia del libertador argentino general José de San Martín, en el territorio actual de Bolivia. Como profesor publicó tres libros de historia militar: El frente oriental de la guerra mundial en 1914, en 1932; Apuntes de historia militar, un año más tarde; y un estudio en dos tomos sobre la guerra ruso-japonesa en 1934 y 1935. Luego de alejarse de la Escuela, continuaría su trabajo como historiador militar produciendo artículos sobre las distintas campañas de San Martín y la guerra franco-prusiana de 1870. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 119 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" G UILL ERMO G ASIÓ " Y r i g o ye n e n C r i s i s - 1 9 2 9 / 1 9 3 0 " E di t or i al Co r r e gi d or - 2 00 6 LA PRENSA La prensa de Buenos Aires fue un factor de primera magnitud en el proceso político de 1928-1930. Los principales medios de prensa periódica de Buenos Aires pueden clasificarse en: Diarios proclamados no voceros de partido político o grupo de opinión concretos. Matutinos: La Prensa, La Nación (los de mayor tradición y espectabilidad), El Mundo, El Diario, La Argentina. Vespertinos: Critica, La Razón, Ultima Hora. Diarios de agrupaciones políticas: La Epoca y La Calle (radicales); La Vanguardia (socialista) (también publicaba Anuario Socialista); ¡Libertad! (socialista independiente) (editor de Almanaque del Trabajo); El Pueblo (sectores católicos); La Fronda (ultraderechista); La Protesta (anarquista). Diarios de colectividades europeas: Giornale D 'Italia, La Patria degli Italiani, Diario Español, The Buenos Aires Herald, The Standard. Revistas de información general: Atlántida, Caras y Caretas, El Hogar, El Suplemento, Fray Mocho, Mundo Argentino, Plus Ultra; humorística y de notas pintorescas: Páginas de Columba; literarias: Nosotros y Síntesis. Publicaciones periódicas de grupos políticos: La Nueva República (nacionalista), Criterio (católica), La Internacional y La Correspondencia Sudamericana (comunistas), ¡Adelante! (comunista Región Argentina), Klan Radical (ultraoficialista). El gobierno dio garantías y respetó la libertad de prensa. Yrigoyen destacaría la tolerancia -y hasta la magnanimidad según su concepto— evidenciadas durante su segundo mandato. A la vez, el presidente radical expresaría su disgusto y lanzaría reproches contra ciertos órganos de opinión. LA NACIÓN Del período que abarca desde el 1º de enero de 1929 al 5 de septiembre de 1930 se han examinado cerca de 1200 comentarios editoriales (incluyendo los "ecos y sueltos") publicados por La Nación, los cuales han sido citados o referidos en las distintas secciones en que se presenta esta investigación sobre la segunda presidencia de Yrigoyen. Salta a la vista que La Nación —factor de prestigio y fuente de enorme influjo sobre la opinión política argentina— continuaba siendo claramente desafecta a la Unión Cívica Radical y, en particular, a Hipólito Yrigoyen. La enemistad de La Nación con Yrigoyen se fue acentuando en la medida en que el líder radical extremó su programa democratizador definido por el mandato histórico, obviamente incompatible con los principios e intereses que expresaba y defendía La Nación. La Nación presentaba en sus ediciones una amplia cobertura informativa, que incluía a activas corresponsalías del diario en el interior del país y en las principales capitales del mundo, además de los servicios de agencias noticiosas y la reproducción de textos de importantes órganos de prensa. La Nación contaba con el aporte de prestigiadas firmas argentinas e internacionales, entre las que se destacaban: Lucas Ayarragaray y Mariano de Vedia y Mitre, en política; los financistas Ernesto Hueyo, Diego Ortiz Grognet, Carlos A. Tornquist y Enrique Uriburu; el economista Alejandro Bunge; el industrial Luis Colombo; Leopoldo Lugones; Alfonso de Laferrére (también colaborador de La Fronda), en la sección literaria y cultural, donde también escribía Octavio Pico. José Ortega y Gasset publicó importantes artículos de octubre de 1928 a junio de 1930. También se publicaron en La Nación: la serie de notas firmadas por el general Miguel Primo de Rivera; "Grandezas y miserias de una victoria", por Georges Clemenceau; y "Mi vida" por León Trotzky. En su línea editorial, La Nación solía presentar identificados los conceptos de "orden constitucional" y "democracia", entendida como respeto a los derechos y garantías individuales y funcionamiento de las instituciones republicanas; describió al radicalismo dividido, prefiriendo a los antiyrigoyenistas; vio en el radicalismo "personalista" una típica 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 120 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" relación inorgánica entre el caudillismo y la masa y alertó sobre los riesgos del fenómeno popular, de masas en acción, que importaba. Imputó al gobierno de Yrigoyen graves, serios y constantes cargos, especialmente el "desquiciamiento de las instituciones" y la "abolición del régimen legal". Describió al gobierno oscilante entre la "dictadura" y el "caos", entre la "subversión institucional" y el "desgobierno". La Nación se ocupó en describir y alentar el progresivo descrédito de Yrigoyen ante la defraudada opinión ciudadana. Bastaría referir al menos un par de detalles que no dejan de hacer al fondo de la enemistad de La Nación contra Yrigoyen. El lector deberá prestar cuidada atención —en mayor grado si la lectura se realiza con la perspectiva que da el paso de los años— para advertir que "el Poder Ejecutivo", "el Presidente de la Nación" o "el primer magistrado" era "el señor Yrigoyen" (a quien ocasionalmente el diario mencionaba por su nombre), y que el partido en el gobierno era la Unión Cívica Radical y no el "personalismo". Por lo demás, en las páginas de La Nación aparecía altamente disimulado que las actividades que realizaba el "personalismo" eran mucho mayores y contaban con mucha mayor cantidad de participantes que las de los partidos de la oposición. La Nación disimuló todos los triunfos electorales del radicalismo yrigoyenista y destacó y aplaudió cada una de sus derrotas. Consecuente con la línea que había mantenido durante la campaña electoral de 19271928 en favor de la fórmula del Frente Unico Antipersonalista, La Nación planteó una temprana alerta contra los postulados del plebiscito y del mandato histórico. Desde el comienzo del nuevo mandato presidencial de Yrigoyen, octubre de 1928, La Nación levantó censuras contra el personalismo —que en la percepción del matutino llevaría a la perturbación política e institucional— y contra los ministros —a los que iría descalificando reiteradamente, acusándolos de falta de idoneidad y de protagonismo en la función de gobierno. Tras unas semanas de expectativa para el diario, que se extendieron hasta fines de enero de 1929, durante las cuales el presidente Yrigoyen tomó iniciativas de gobierno acerca de la producción agrícola (incluyendo la política crediticia para el sector), del comercio exterior (en particular, el congestionamiento del puerto de Santa Fe y las tarifas del puerto de Rosario), las inversiones ferroviarias (abarcando la construcción de los transandinos hacia Chile) y la industria azucarera en Tucumán; La Nación opinó: "Hasta ahora la actividad gubernativa no ha estado a la altura de los deberes que hay que cumplir". En marzo de 1929, el Presidente conversó asiduamente con las autoridades del Centro de Exportadores de Cereales sobre la colocación del trigo argentino; también se ocupó del problema de los contratos de ventas de cereales a fijar precio y encareció la puesta en ejecución de las obras del ferrocarril a Huaytiquina. La Nación reclamó, bajo el elocuente título "Necesidad de una orientación definida": "Puede considerarse a la administración que ha comenzado el 12 de octubre de 1928 como en su período de iniciación. De octubre a abril no se ha producido ningún acontecimiento de carácter particular que obligara al gobierno a señalar una orientación definida. [...] No se puede ser dogmático en política. El gobierno no tiene derecho, puesto que lo componen individuos tan susceptibles de acierto como de error, de invocar sacerdotalmente la consagración de las masas votantes. [...] Es de esperar que en su mensaje al Parlamento se aprecie su concepción, no ya como agente de un partido, o sea de un grupo político, sino de órgano funcional, que interesa con idéntica buena fe a la Nación toda". En el primer cuatrimestre de 1929, La Nación atacó al gobierno apuntando a la morosidad y el desorden administrativos. En particular, censuró la irregularidad perniciosa en el régimen de firma presidencial y la disposición de cesantías masivas con tintes de arbitrariedad y revanchismo. A esos cargos se agregó la cuestión de la mora en los pagos a los proveedores del Estado. La matriz de los reproches contra Yrigoyen en el terreno de la gestión gubernativa se orientaban hacia la perniciosa absorción de funciones por el Presidente. Otros temas reiterados en los editoriales de La Nación desde los primeros meses de 1929, que se prolongaron a lo largo de los meses de aquella presidencia radical yrigoyenista, se referían a las escandalosas intervenciones en San Juan y Mendoza, al derecho de reunión en la Capital Federal, a la deplorable situación institucional en Santa Fe, y a los conflictos laborales en esa provincia. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 121 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" La situación planteada en el Congreso Nacional entre los radicales yrigoyenistas y los legisladores de los partidos de la oposición dio lugar a graves censuras de La Nación contra el presidente Yrigoyen, atacándolo por el flanco de la desvirtuación de las instituciones. En ese sentido, La Nación planteó que la subordinación incondicional de los legisladores radicales al Presidente significaba la subordinación del Legislativo al Ejecutivo. Esto parecía evidente en Diputados, donde el oficialismo era mayoría. En esa Cámara, según La Nación, era apreciable e ilevantable el plan de obstrucción practicado por el oficialismo para evitar todo posible control parlamentario sobre el Gobierno. Las críticas de La Nación fueron duras contra el mensaje enviado por el Ejecutivo al Legislativo en la apertura del período de sesiones ordinarias. Con relación al Senado, La Nación encomió lo actuado por la Cámara con relación a la intervención a Corrientes y a la comisión investigadora enviada a las provincias cuyanas bajo intervención federal. La Nación dejó sentada contundentemente la estricta y exclusiva responsabilidad del gobierno radical por el malogrado año parlamentario de 1929. La política de las intervenciones federales por el gobierno de Yrigoyen dio lugar a reiteradas y contundentes críticas por La Nación. En el caso de la provincia de San Juan, a las dudas sobre la independencia e imparcialidad con que actuarían los jueces nombrados por la intervención siguieron las denuncias sobre la actitud de revancha y no de restablecimiento institucional con que operaban los comisionados federales. Los cargos que se tornaron más severos ante hechos concretos de "barbarie" perpetrados contra dirigentes bloquistas: el abogado Castellanos y el político Aldo Cantoni. Las censuras volvieron sobre el Poder Judicial, acusado de estar subordinado a la intervención y sobre el revanchismo con objetivos electoralistas partidarios perpetrado por la intervención. El arco de sospechas, agresiones y transgresiones hicieron eclosión tras el asesinato de Castellanos. Ante las elecciones de marzo de 1930, La Nación se ocupó en denunciar la preparación y la consumación del fraude, cargo agravado ante la convocatoria a elecciones para gobernadores provinciales y senadores nacionales. La Nación se hizo eco en la generalidad de los casos de las declaraciones del líder bloquista Federico Cantoni. Acerca de la intervención en Mendoza, a las denuncias sobre una judicatura sospechable, La Nación se hizo eco de las denuncias de Carlos Washington Lencinas e hizo responsable de su homicidio a la intervención, y por extensión al presidente Yrigoyen. La Nación reprobó sistemáticamente la decisión de intervenir las provincias de Santa Fe y Corrientes. Asimismo, alertó con firmeza sobre la amenaza de intervención a la provincia de Entre Ríos. En política exterior, La Nación se pronunció de manera crítica a la definición política de neutralismo por el gobierno de Yrigoyen, reputándolo como aislamiento negativo, agravado por falta de genuina política exterior y de acción diplomática. Sobre el acuerdo Oyhanarte-Robertson —sin dejar de sostener la importancia de la relación bilateral con el Reino Unido para los intereses argentinos—, La Nación pasó de cierto entusiasmo ante las posibles oportunidades del acuerdo a las dudas sobre la viabilidad de su financiación. Por otra parte, el diario se ocupó en dar señales de alarma ante los planteos de libre cambio imperial británico a la vez que denunciaba la inacción del gobierno radical. Asimismo, La Nación deploró la actitud de la Argentina hacia los Estados Unidos, a la vez que señaló como uno de sus efectos más perniciosos, el afectar la posibilidad de plantear la cuestión de las tarifas arancelarias. La política económica del segundo gobierno de Yrigoyen fue caracterizada inicialmente por La Nación en términos de falta de previsión. Tal cargo fue seguido de la formulación de perspectivas desfavorables atribuibles al gobierno. Ante la crisis desatada en Wall Street a partir de la cuarta semana de octubre de 1929, La Nación reprochó al gobierno por su falta de acción y de idoneidad para conjurar la crisis, sobre todo en las finanzas públicas, reflejada en la baja del peso. Consideró "indefensa" a la producción nacional. Aprobó coyunturalmente las operaciones de redescuento y el cierre de la Caja de Conversión. Finalmente, La Nación trazó un duro cierre sobre la crisis acusando al gobierno de practicar despilfarros irresponsables de los recursos financieros estatales. Las críticas de La Nación continuaron con dureza a lo largo del primer semestre de 1930. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 122 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Sobre la política laboral de la segunda presidencia de Yrigoyen, La Nación advirtió más vacilaciones e inoportunidad que logros; juzgó al gobierno más perturbador que conciliador entre el capital y el trabajo. Particulares reproches mereció la acción oficial en los prolongados e intensos conflictos que se suscitaron en la provincia de Santa Fe, tanto en las huelgas agrarias como en la agitación subversiva en Rosario, amparada por el jefe político radical. Otro tanto ocurrió ante los conflictos ferroviarios. Muy dura fue La Nación contra Yrigoyen por el decreto de indulto a Radowitzky y otros condenados. La Nación reprobó en materia de obras públicas la coherencia y oportunidad de muchas de ellas; formuló mayores dudas que oportunidades sobre los transandinos con Chile, y en particular, fue crítico de la obra a Huaytiquina. También La Nación deploró particularmente el déficit operativo en Ferrocarriles del Estado. Muy severas fueron las reprobaciones de La Nación contra el presidente del Consejo Nacional de Educación. También lo fueron contra las políticas derivadas de la reforma universitaria de 1919: los casos de las universidades del Litoral, Córdoba y Tucumán merecieron varios editoriales. La Nación se ocupó en particular del conflicto que hizo eclosión en diciembre de 1929 y se prolongó hasta la crítica semana de septiembre de 1930 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. El editorial del 13 de diciembre de 1929, titulado "Un retroceso en la cultura" resume las críticas de La Nación sobre política educacional tanto primaria, secundaria y universitaria. La política militar fue un tema de gran significación en la línea editorial de La Nación durante la segunda presidencia de Yrigoyen: a la ponderación del general Agustín P. Justo se agrega la contundente campaña de más de 130 editoriales redactados por el coronel Luis Jorge García, asociado del ex ministro de Alvear. La Nación estimuló la acción de los partidos de oposición, pasando de deplorar sus vacilaciones a encomiar su acción. Ante los comicios del 2 de marzo de 1930, La Nación alentó resueltamente el voto contra el radicalismo yrigoyenista y definió las consecuencias del contraplebiscito. Para examinar el tipo de prédica y de acción editorial de La Nación conviene atender a ciertas coyunturas: (1) Del 4 al 14 de mayo de 1929, La Nación atacó predominantemente a Yrigoyen por el flanco institucional. (2) Del 4 al 9 de julio de 1929, La Nación apuntó a diferentes climas perversos gestados por el radicalismo oficialista: de prepotencia ante el Senado de la Nación de arbitrariedad en las disposiciones de cesantías en la administración pública; de especulación electoral sin reparo en medios en las provincias intervenidas; de perturbación sindical en Rosario; de relajo en las actividades educativas; de indiferencia ante los reclamos de los productores agropecuarios. (3) Del 14 al 28 de julio de 1929, La Nación denunció variados desaciertos del gobierno: la vacancia de la Embajada ante los Estados Unidos ante los reclamos de diferentes países en Washington por la política arancelaria y la no adhesión al pacto Briand-Kellog; la política militar, iniciando la serie de editoriales debidos a la pluma de García; la huelga porturaria en Santa Fe; la mora en los pagos a proveedores; la anulación de la actividad parlamentaria; la persistente anormalidad en el desempeño de las intervenciones federales reflejada en el Senado de la Nación; las vacaciones de invierno en las escuelas y colegios; la impotencia ante la agitación obrera en Rosario. (4) Del 19 al 22 de agosto de 1929, La Nación reiteró sus ataques contra áreas sensibles del gobierno de Yrigoyen: las relaciones con los Estados Unidos, la política militar y las relaciones con el Legislativo. (5) Ante el primer año de gobierno, La Nación centró una vez más sus ataques contra Yrigoyen. Bajo el título "De orden común" publicó que el líder radical "es un gobernante de orden común, como los predecesores, con quienes no quiere que se le compare, y no sería justo compararlo, puesto que sus predecesores —hablando de los que fueron algo en la historia del desarrollo del país— poseían el sentimiento de su responsabilidad (...) y no se contradecían con tan visible frecuencia". En "Balance de un año turbio" sostuvo La Nación que "lo grave es que en el fondo de esa confusión, de esa declinación de la función de gobernar, de resolver problemas, de dirigir la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 123 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" vida del país, en el fondo de esa continua tentativa de alzamiento contra el sistema consagrado, no hay una finalidad, no hay un camino perceptible, ni se divisa una idea. Tal es el balance, y sus propios correligionarios han de sentirse penosamente desconcertados ante ese espectáculo de inactividad tenaz, de dilación perezosa y de estremecimientos inútiles, que ponen de relieve tanto la ausencia de rumbo como la debilidad sin disimulo". (6) Del 10 al 17 de noviembre de 1929, La Nación dejó planteada la importancia que tendrían las elecciones nacionales del 2 de marzo de 1930, a las que debía llegarse "en condiciones excepcionalmente propicias al bien entendido interés de la democracia". Conforme La Nación, el país reclamaba "una rectificación absoluta de métodos y de conceptos" (7) Los días 16 a 19 de diciembre de 1929 fueron ricos en hechos propicios para volver a enjuiciar al gobierno de Yrigoyen: las declaraciones del ex presidente Alvear sobre "el último período agudo del mal del caudillismo", la ocupación de la Facultad Derecho de Buenos Aires por los alumnos y el cierre de la Caja de Conversión. (8) Las denuncias sobre la dislocación del principio federal de gobierno, el sometimiento de las provincias al gobierno federal, es decir, al presidente Yrigoyen, abundaron.en los editoriales publicados entre el 7 y el 14 de enero de 1930. (9) Tras el contraplebiscito, abundó La Nación en editoriales que trazaban un cuadro sombrío sobre la situación en el Ejército como consecuencia de la politización del cuadro de oficiales. Por otra parte, arrancan de entonces al menos tres editoriales muy severos contra el presidente Yrigoyen. El primero se titulaba "El respeto a las leyes". Otro de los editoriales se refería a "Política pequeña y delictuosa". Finalmente, "El factor personal en la política gubernativa" trazaba un cuadro generalizado de desgobierno y prepotencia conjugados. (10) Del 21 al 27 de abril de 1930, los editoriales de La Nación atacaron al gobierno en diversas áreas: violencia en Santa Rosa durante un acto de los demócratas; desaciertos en el Consejo Nacional de Educación y en el Ministerio de Guerra; inoperancia de la intervención federal en Santa Fe; deficiencias en el abasto de la ciudad de Buenos Aires; falta de pedido de acuerdo del Senado para el Intendente Municipal de Buenos Aires; quid del comercio británico en la Argentina; disminución de la producción de petróleo en Comodoro Rivadavia durante 1929; suspicacias sobre la misión Espeche a San Juan y Mendoza; persistencia en la manipulación del quorum en la Cámara de Diputados por la mayoría radical; amenaza de intervención federal a Entre Ríos. A la vez, La Nación aplaudió las acciones proselitistas desplegadas por el Partido Demócrata Progresista en Santa Fe y por la Liga Republicana en homenaje a Daniel Videla Dorna. En particular, La Nación encomió lo actuado por el bloque parlamentario de las derechas para coordinar las actividades de la oposición. (11) Los editoriales "Métodos incorregibles", del 27 de mayo de 1930, y "Escamoteo de minorías", del día siguiente, cierran la descalificación trazada por La Nación contra el proclamado mandato histórico de Yrigoyen. A la vez, los editoriales "Acción popular", del 2 de junio, y "Entre Ríos", del día siguiente, consolidan el compromiso de La Nación con la actividad de los partidos de la oposición encaminada resueltamente hacia el abatimiento del presidente Yrigoyen. El mes de julio de 1930 fue decisivo en la prédica-actividad de La Nación contra Yrigoyen. La política militar fue otro tema de persistentes críticas en las columnas editoriales de La Nación durante aquel mes. La primera semana de julio cerró con el durísimo editorial titulado "Graves responsabilidades", en el cual La Nación publicó afirmaciones de éste tenor: "En la era constitucional no ha de ser posible señalar un período que ofrezca caracteres de descomposición de las instituciones y abandono de los intereses públicos comparables con los de la época actual. [...] De un manera inopinada, el régimen constitucional ha sido profundamente subvertido. Poco va quedando en pie de las partes fundamentales del sistema. [...] La síntesis de los sucesos y de los procedimientos puestos enjuego en menos de dos años de gobierno, revela que el país se halla abocado a una situación en que van desapareciendo las piezas más importantes del organismo constitucional y desatendiéndose en modo extraordinario el cuidado de los intereses públicos. Sería tarea vana la de negar la gravedad de la situación". 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 124 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" En el editorial "La parálisis oficial", del 11, La Nación concluía sin atenuantes: "La victoria electoral más importante que se haya producido en el país no ha tenido otra consecuencia que la supresión casi absoluta del gobierno. Esta aberración inconcebible no podrá ser contemplada con indiferencia por el pueblo porque sus efectos son cada día más graves, y no podrá transcurrir mucho tiempo sin que los indiferentes empiecen a descubrir la significación del problema". En "El criterio de los nombramientos", La Nación volvía a reprobar la política oficial con el personal de la administración pública, dado que "en los tiempos que corren, el requisito de la idoneidad no es tenido en cuenta a pesar del documento en que se le reclama [la Constitución Nacional], y ha sido reemplazado por el sentimiento de aparcería política". Sobre el cierre del mes, La Nación, en el editorial "Bajo la prepotencia presidencial", aseveró: "La tentativa del Poder Ejecutivo de la Nación no tendrá éxito. [...] Los hombres pasan y las instituciones quedan. Y las instituciones de la República quedarán y serán restituidas a su quicio por voluntad del pueblo que repudia las maniobras contrarias al desarrollo de la democracia tal como la han organizado los constituyentes". Los editoriales de La Nación del mes de julio acentuaron el sombrío cuadro que el diario venía presentando sobre la situación económica y, peor aún, sobre la conducta del gobierno de Yrigoyen ante la crisis. A modo de eco del Manifiesto de los 44, La Nación volvió a cargar contra el radicalismo yrigoyenista en el editorial "Sin parlamento y sin gobierno". El desenlace de la crisis de septiembre de 1930 contó a La Nación como un portavoz calificado. En sus columnas había quedado registrado durante aquellos trajinados meses su empeño por demostrar el ilevantable fracaso político y gubernativo de Hipólito Yrigoyen en su segunda presidencia. La Prensa, en los editoriales y comentarios, mantuvo una línea principista, a tenor de la cual: defendía las instituciones políticas demoliberales-republicanas y el liberalismo económico amplio; para ello, apelaba constantemente a normas consagradas por la Constitución Nacional; afirmaba como valores fundamentales los de legalidad y orden —los que solía equiparar—, oponiéndolos a arbitrariedad y anarquía; reclamaba asiduamente la necesidad de mejorar la educación, la moral y la responsabilidad cívicas; aprobaba los partidos políticos orgánicos y de principios claros; quejábase por el exceso de partidismo y de faccionalismo en detrimento de la unidad común, así como por la ausencia de una verdadera élite dirigente; presentaba a la Unión Cívica Radical como "personalismo", deplorando —en especial— la completa subordinación a Yrigoyen de sus simpatizantes y la falta de programa o plataforma; observó el retorno de Yrigoyen al gobierno con "serenidad y ecuanimidad de juicio", y devino implacable en señalarle desaciertos. El Mundo —el primer tabloide argentino— comenzó a publicarse en abril de 1928; incluía en sus ediciones bien informados trascendidos del ambiente político. En La Plata se editaban El Argentino y El Dia. LA EPOCA El vespertino La Epoca era informativo y doctrinario, reflejando la posición del radicalismo de Yrigoyen. La Epoca tenía como objetivos centrales la afirmación del radicalismo, la promoción pública de la obra de gobierno y la descalificación de la oposición. El análisis de los 679 editoriales que La Epoca publicó durante la segunda presidencia de Yrigoyen —uno por día, siempre en la primera página— se ha dividido en cuatro unidades. El primer ciclo, de 79 editoriales, abarca los publicados desde el 13 de octubre ("La apoteosis") hasta el 31 de diciembre de 1928 ("Dos meses de gobierno"), en los cuales se desarrollan como temas principales: 1) El advenimiento de una nueva era de reparación, signada por la unidad gobiernopueblo, por la plena representatividad; optimismo y confianza generalizados por acción y mérito personal del presidente Yrigoyen (14 editoriales) (17,7% sobre 79 editoriales). 2) La fecunda labor y serenidad de ánimo con que el presidente Yrigoyen resolvió importantes asuntos de gobierno (34,1%). En particular: — La defensa de la producción nacional. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 125 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" — La expansión del negocio ferroviario, en redes e inversiones, y, en particular, de las empresas ferroviarias británicas en la Argentina. — La acción social de Yrigoyen, desarrollada con la habitual actitud compatibilizadora de los intereses del capital y del trabajo; intervención presidencial conciliadora en varios conflictos obreros; otorgamiento de mejoras en las condiciones de labor de los gremios que se habían acercado a la Casa de Gobierno en busca de solución a sus reclamos. — El elogio de la actitud personal y de los conceptos de política internacional vertidos por Yrigoyen en ocasión de la visita del Presidente electo de los Estados Unidos de América, Herbert Clark Hoover. — El envío de los interventores federales a Mendoza y San Juan. 3) La persistencia en replicar específicamente a los comentarios y/o editoriales de La Prensa y La Nación. 4) Otros asuntos (7,6%). El segundo ciclo de análisis de los editoriales de La Epoca abarca los 417 editoriales producidos entre el 2 de enero de 1929 ("Ruindad, siempre ruindad") y el 2 de marzo de 1930 ("Los comicios de hoy"). Los planteos básicos estaban orientados hacia los siguientes aspectos: 1A) Carácter y acción positiva del presidente Yrigoyen, jefe del gobierno y líder partidario, identificado con la Nación y con el pueblo. 1B) Calidad y prestigio del radicalismo; al que se presentaba consustanciado con su líder y con la acción del gobierno, y cuyos méritos y virtudes cívicas se describían opuestas a los del régimen y el contubernio. 1C) Efemérides partidarias y efemérides nacionales a las que se relacionaba con el radicalismo. 2) Apoyo pertinaz del gobierno y la administración radicales, a los que se presentaba basados en sanos principios, de los que resultaba una gestión eficaz; satisfacción plena de las expectativas populares; tránsito de la reparación a la construcción; descripción de las dificultades de la coyuntura, a las que se enfrentaba con entereza y capacidad. 3) Insistencia en la ruptura crítica con el período de Alvear. 4) Presentación de la acción del gobierno en sus distintas áreas: 4A) Economía: promoción de las actividades productivas, finanzas nacionales, obras públicas. — Saneamiento administrativo y reactivación funcional de Ferrocarriles del Estado, considerado un eficaz factor de la integración nacional: ramal a Huaytiquina, obras portuarias en Formosa y Barranqueras, diversas extensiones de líneas en la región mesopotámica. — Etapa renovada en el Banco Hipotecario Nacional. — Petróleo, vinculado a la legislación propuesta por el radicalismo, conforme principios de ética partidaria y en defensa del interés nacional. — Defensa de la tierra pública, de la tierra de propiedad fiscal, particularmente en el caso de Santiago del Estero. 4B) Mérito de lo acordado con la misión británica encabezada por lord D'Abernon, presentada además como síntoma del crédito externo nacional. 4C) Política exterior: definiciones doctrinarias y políticas aplicadas. — Posición argentina ante el conflicto entre Bolivia y Paraguay. — Relaciones con los Estados Unidos. 4D) Política interior. — Normalización institucional por las intervenciones federales en Mendoza y San Juan. — Relaciones del gobierno nacional con las provincias; actos comiciales; pleitos provinciales; otras intervenciones federales. — Normalización administrativa; fundamento de las cesantías. — Resolución del conflicto laboral en Rosario. 4E) Instrucción pública; en particular, las actividades del Concejo Nacional de Educación. — Conflicto en la Facultad de Derecho. 4F) Salud pública. 4G) Ejército. 4H) Marina. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 126 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" 4I) Reprobación de actuaciones judiciales; juicios críticos a determinadas situaciones y pronunciamientos en la actividad jurisdiccional. 5A) Descripción crítica de la actitud de la oposición política en el Congreso Nacional: deslinde de responsabilidades por la actividad menguada en la Cámara de Diputados; descalificación de la oposición por el fracaso del año parlamentario. 5B) Descalificación del Senado, en diferentes aspectos y momentos: — Debates sobre los diplomas en el Senado (Cantoni, Porto, Lencinas). — Conflictos con el Ejecutivo; rol opositor; expresión del régimen y del contubernio; oposición sistemática; obstrucción parlamentaria y gubernativa; actitud ante las intervenciones federales. 6) Absoluta descalificación de los partidos políticos opositores, en particular, los conservadores y los antipersonalistas, invariablemente denostados como el régimen y su derivado, el contubernio, a los que se denostaba tanto en lo conceptual y como en lo operativo (desorbitados, insidiosos, vergonzosos, conspirativos). En esta segunda etapa, La Epoca acentuó la ya apuntada característica de polemizar con y de atacar a La Nación y La Prensa. Desató ataques directos contra los dos matutinos, sin escatimar agravios. El seguimiento comparativo de los editoriales y notas complementarias de La Epoca, en el período bajo investigación, demuestra que el afán denostador del vespertino radical hacia los diarios de mayor prestigio era constante y permanente, abarcativo desde posiciones de principio hasta factores de coyuntura. El tercer ciclo de análisis de los editoriales de La Epoca abarca los 178 publicados entre el 3 de marzo ("Las elecciones de ayer") y el 30 de agosto de 1930 ("Miedo al pueblo"). Los temas considerados pueden clasificarse en: 1) Evaluaciones y comentarios sobre las elecciones nacionales del 2 de marzo de 1930. 2A) Ponderación y difusión de la actividad del gobierno. 2B) Examen de asuntos específicos de política aplicada. — Resolución del conflicto ferroviario. — Instrucción pública. — Ayuda a los agricultores afectados por la sequía. — Asuntos de la Capital Federal. — Indulto a Radowitzky y otros. — Policía de la Capital. 3A) Relaciones con el Reino Unido. 3B) Relaciones con los Estados Unidos. Mensaje de Yrigoyen a Hoover. 4) Celebración de postulados y actividades del presidente Yrigoyen correlacionadas con la exaltación del radicalismo. 5A) Defensa de la política partidaria ante situaciones provinciales. 5B) La situación de Entre Ríos. 6A) Imputaciones a la oposición por: — Hechos de violencia política. — Obstrucción parlamentaria. Justificación de los rechazos de diplomas. 6B) Embates descalificantes contra la oposición política, expresada en el régimen y el contubernio, a los que relaciona habitualmente con La Prensa y La Nación. El cuarto y final ciclo de editoriales de La Epoca comprende los 5 editoriales aparecidos en la decisiva semana del 1º al 5 de septiembre de 1930, los cuales serán objeto de una presentación expositiva particular al examinar cada uno de esos días. Hacia el desenlace de la crisis, bajo el título "La traición al país", La Epoca redondeó su condena de La Nación y La Prensa. La Epoca lanzó como imputación directa —sobre la cual insistió con persistencia- contra La Prensa y La Nación haber lucrado con los avisos de reparticiones estatales durante la presidencia de Alvear. También La Epoca se descargó contra La Razón. No ha dejado de anotarse que el vespertino radical no logró competir con Crítica en la influencia sobre la opinión ciudadana. Ni tampoco con La Fronda. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 127 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" LA CALLE Con el propósito de insertarse en la opinión mediante un diario de matiz popular en su estilo periodístico, el radicalismo porteño lanzó el vespertino La Calle el 10 de enero de 1928. Con su habitual tono agresivo, La Calle también apeló al tema de los avisos oficiales para atacar a la prensa desafecta. Atento a su carácter popular, La Calle buscó rivalizar con Crítica. ULTIMA HORA Ultima Hora era otro de los vespertinos populares del momento. CRÍTICA Crítica fue el boom periodístico del momento. La progresiva influencia que ejerció sobre la opinión pública se apoyó en su carácter de verdadero diario para masas, de tono populista y sensacionalista; escrito con vocabulario llano, directo, atrayente resultaba muy original en sus abundantes titulares —desplegados con una peculiar tipografía—, así como en la presentación de las noticias y los comentarios, frecuentemente acompañados de caricaturas. Natalio Botana era su director y numen. Suele ser descripto como un empresario periodístico exhuberante, rotundo, vital e inescrupuloso. Crítica, que había apoyado decididamente a Yrigoyen en las elecciones de 1928 y durante los primeros meses de su segundo gobierno, cambió por entero su línea a mediados de marzo de 1929 de ausencia. Circularon versiones sobre las razones de aquel cambio. El vespertino de Botana alcanzó tirajes sensacionales para la época: 500.000 ejemplares, al anunciar el hallazgo del avión piloteado por Ramón Franco, perdido en el Atlántico (29 de junio de 1929); 560.000 ejemplares, el día del atentado contra Yrigoyen (24 de diciembre del mismo año). En agosto de 1930, el tiraje promedio diario de Crítica fue de 267.862 ejemplares, llegando en el decisivo mes de septiembre del 30 a 353.442. Probablemente, en las columnas de Crítica ha quedado registrado a lo largo de los meses el más contundente testimonio del panorama argentino en crisis, de la gravedad del momento, de la lamentable gestión pública atribuida al gobierno de Yrigoyen. Sin duda, Crítica contribuyó poderosamente a la arremetida última contra el gobierno de Yrigoyen. La Razón —el mayor competidor de Crítica—- era un factor de moderación y optimismo entre los vespertinos. LA FRONDA La Fronda tenía como finalidad esencial combatir al radicalismo de Yrigoyen, y lo hacía cotidianamente con un estilo pertinaz, agresivo, hiriente, desfachatado, burlón. Su sede, además, servía como lugar de reunión para grupos de ultraderecha. La Fronda circulaba con buena aceptación entre la clase alta porteña. La Fronda aludía a Yrigoyen como "peludo", "cacique", "santón de la calle Brasil", "megaterio"; lo descalificaba plenamente como gobernante, como político y hasta como persona; solía injuriarlo en los más diversos tonos. Se refería a los radicales "peludistas" en términos despectivos. La Fronda patentizaba y extremaba la descalificación de la tríada ley Sáenz Peña radicalismo- democracia, transferida ésta en demagogia, es decir, el consabido esquema dictadura-anarquía. Durante el segundo gobierno de Yrigoyen, La Fronda alentó, sin reservas, la misión que su nombre evocaba: la decisión de una minoría esclarecida de restaurar un orden sociopolítico preexistente. 1) Mostró su desazón ante las elecciones de abril de 1928. 2) Advirtió acerca de las iniquidades que a su juicio, sobrevendrían con el radicalismo en el gobierno. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 128 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" 3) Fijó una posición netamente opositora al gobierno yrigoyenista, desde su primer minuto. 4) En abril de 1929 planteó la necesidad de organizar la oposición, y de actuar resueltamente contra el gobierno radical. Fue su primera convocatoria al frondismo. 5) Reclamó de la oposición parlamentaria su "salida a la calle" para "mover a la ciudadanía", en septiembre. 6) Incitó nuevamente a la acción directa por la toma del gobierno, en noviembre. Fue la segunda convocatoria frondista. 7) Desalentó toda oposición por vía electoral, ante expectativas en ese sentido, luego de conocidos los resultados electorales de marzo de 1930. 8) Estimuló la pronta caída del gobierno radical a partir de enero de 1930. Fue su convocatoria golpista y frondista final. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 129 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Prólogo de HEBE CLEMENTI "Hipólito Yrigoyen - Mi Vida y Mi Doctrina" Editorial Leviatán PERSONAL I Los fundamentos de la restauración estaban para mí en la esencialidad de la obra constructiva que realizamos y en el alma de la Nación, que con acentos y reclamos tan poderosos nos impulsaba a implantarla. Los pueblos no se equivocan jamás en el ejercicio de los atributos de la vida pública, mientras elijan hombres libres y honorables que interpreten sus inquietudes espirituales y sus ideales. Hombres que sean capaces de llegar a conocer y dominar esas fuerzas imponderables que se generan en el sentimiento de la comunidad y representan los caracteres vitales de una raza. Los males que combatí se aumentaban por momentos, pero la grandeza inapreciable de los movimientos realizados, bastó, por sí misma, para poner término a ellos, e iniciar la época de la reforma —revolucionaria en sus fuentes más puras. Los pueblos desde que comenzó el imperio de su soberanía y el ejercicio efectivo de sus instituciones, por la representación del gobierno legítimo, supieron que no habría proscripción alguna que los detenga en la acción espontánea de sus pujantes expansiones. Asumí el gobierno de la Nación sin pronunciar juicio alguno, por mi parte, porque cualquiera que fueren los que hubiera emitido, no habrían sido sino redundancias, que nunca significarían tanto como los mismos acontecimientos que culminaron su finalidad en esa representación. Como durante mi gobierno, ahora, nada ni nadie me moverá una fibra, sino para afianzarme en los ideales que me animaron y encendieron mi pasión por la liberación y redención del pueblo. Por eso mismo callé muchas veces, prefiriendo cumplir mi obra en silencio, porque ese género de elocuencia majestuosa en su imponencia., lleva impreso en sí la franqueza y realidad de los hechos, que no dejan opacidad alguna en el pensamiento; y era, por lo tanto, el verbo apropiado al momento histórico que lo comprendió en sus deberes supremos y solidarios. Por otra parte, en tales hechos fundamentales, cobró vigencia el sentido cierto de las grandes palabras abolidas. Pensar que los gobiernos de hecho, pudieran convertirse un día en fieles custodios de las libertades, sería dar muestra de una evidente ineptitud o de una complacencia que no podía caber en un gobierno como el que presidí, que no tuvo otra norma irrevocable que la de cumplir con su misión histórica, aplicando los procedimientos que eran la esencialidad de nuestra prédica en el llano. Una actitud equívoca por parte de la autoridad que tenía misión tan terminante, hubiera sido también moralmente culpable. Tengo el sereno orgullo de decir que fui intensa mente comprendido por el pueblo argentino, que en homenaje y tributo de la patria asumió su defensa y resguardo con las contribuciones más abnegadas y heroicas. Creo, que fuí interpretado de esa manera, porque en mi lenguaje llegó a escuchar nítidamente el acento de su propia voz. La nueva época inaugurada es el resultado de esa labor gigantesca de la U. C. Radical, genial para concebirla, intrépida para ejecutarla, viril para sostenerla triunfal en la contienda, noble para no perseguir a los vencidos, ni siquiera con la espada de la ley; generosa y magnánima, en cambio, para entregar sus prestigios y conquistas al bien de todos abriendo ampliamente el vasto escenario de la Nación. II Es que mi apostolado era más que la efectividad de una jornada libertadora y reconstituyente. Era el "fiat Iux" de orientaciones permanentes que al señalar los destinos de la patria, acentuaba todas sus virtudes ingénitas y afianzaba sobre ellas su grandioso e infinito porvenir. Así llegamos a la cumbre del Ideal cívico, nítido y luminoso de democracia, fe republicana y de eminente patriotismo, a pesar de las duras penalidades en la larga jornada y de las encrucijadas del camino. Así llegamos a la magna sanción de sus postulados entre 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 130 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" resplandores de conquistas morales y proyecciones de política fecundante, que será triunfal en el futuro, cualesquiera que sean los trances de su consolidación definitiva. Después de realizar la obra, asumo toda la responsabilidad, afirmando que no renegaré jamás de mis convencimientos, porque ellos se subliman en mi fuero íntimo, para llenar el cometido de mi vida, y su desvío me espanta como una profanación. III La U. C. Radical fué el precioso instrumento de Ias Iibertades argentinas, y ante su imposición, a mi respecto me incliné reverente y asumí el gobierno con todas las significaciones patrióticas que simbolizaban su mandato y como imperativo de mi augusto deber. Mi compromiso —yo lo sabía— era difícil, pero tampoco ignoraba que no hay nada más noble ni más eficiente en el hombre que la conciencia de bastarse a sí mismo, en todas las contingencias y los órdenes de la vida. La política que apliqué en el gobierno era la que persigue la humanidad como ideal supremo de su progreso y bienestar. Aquella que hace plácida la vida de las sociedades y estimula sus actividades y venturas, en la vigencia de un ordenamiento legal equilibrado, entre las dos grandes fuerzas siempre combatientes: el capital y el trabajo. Naturalmente que me sentí atraído por el drama tremendo de los que nada tienen y sólo anhelaban un poco de justicia. Ese poco de justicia que representa el mínimo de felicidad a que tienen derecho los proletarios de todo el mundo. Esta política liberadora, no fue, a pesar de ello, ni parcial ni partidaria, ni menos excluyente; se fundamentó en el bien común y dio estabilidad á todos los avances y al desarrollo económico y social de la Nación. No he comprometido jamás la absoluta integridad de mi respeto en ninguna situación de la vida, ni como político ni como hombre. Ahí están mis actividades y mis ideas, todas transparentes como la misma intensidad de la luz, o más aún como el ideal soberano que las engendrara. Me explico la resistencia y la tenaz hostilidad que he provocado en los intereses creados, dentro del bastión inexpugnable de los antiguos privilegios, al operar la consagración definitiva de la representación pública, en todas las manifestaciones del gobierno por la contradicción con las modalidades y sistemas que han imperado durante tantos años. Creí sacrílega la pretensión del régimen de querer eslabonar su pasado con la actualidad en el escenario de la República, dentro de un acomodaticio determinismo histórico. No. Triunfaron mis ideas, mi concepción de la libertad y de la justicia, y las glorias y prosperidades futuras serán comunes, porque no trasuntan el triunfo de un partido político sobre otro, sino el triunfo de la Nación para bien de todos. Esta es precisamente la mayor grandeza del movimiento reconstructivo de la U.C. Radical en la abstención, en la revolución, en la intransigencia y en la hora de mi gobierno. Por ello pude expresar en el instante mismo del advenimiento: nosotros no venimos a vengar los daños producidos a la Nación, sino a repararlos. IV Estoy profundamente convencido de que he hecho a la patria inmenso bien, y poseído de la idea de que quién sabe si a través de los tiempos será superado por alguien, y ojalá que fuera igual, siquiera, en el esfuerzo ciclópeo que demandaron las actuales conquistas y los tributos de rígida moral que le consagramos. Los que nacen con la conciencia superior de los destinos de su vida, nada los fascina ni embriaga, porque no sólo tienen el más profundo desdén por todos los poderes de la tierra, sino también, por cuanto pudiera desviarlos de su propia recta orientación. Esto impone un riguroso estilo de vida y el sacrificio de todo lo que fuera personal. Las iras de los desplazados, sus ambiciones de regresión, sus reacciones esporádicas, sus pasiones incontroladas, no van a matar la eterna luz de mis infinitas concepciones, de integridades absolutas que constituyen mi vida en la patria y mi irradiación en el mundo. Representa todo ello, una trayectoria de principios inmanentes y directrices y de preceptos inmutables, que si no han anulado su conciencia para percibir la claridad, habrá de quemarles las pupilas con los esplendores que deslumbran. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 131 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" V Al terminar el período que cumpliera en la presidencia de la República, por primera vez, en la historia política del país, de índole constitucional ejercido en la más absoluta identidad con los preceptos que. lo fundamentaron y en los que se afirmaban mis mejores esperanzas patrióticas, me sentí inducido a exteriorizar algunos juicios de orden público, que las circunstancias de estar todavía en las funciones del cargo no me cohibían para hacerlo, desde que todas mis actividades y consagraciones son esencialmente de carácter nacional; pero preferí callar. La U.C. Radical, por sus orígenes, por los hechos producidos y actitudes asumidas para concretar en la realidad los ideales que sustentara, es una alta conquista de la civilización argentina y americana, que afrontó las contiendas del supremo deber, con toda abnegación y con el mayor denuedo, Fue, asimismo rígida escuela cívica del carácter y la conducta, donde se formaron varias generaciones argentinas, que sirvieron esta insigne causa de la nacionalidad con el más puro idealismo y las gallardías más varoniles. Consagrado a la reparación y restauración de los valores esenciales argentinos, no debí omitir nunca ningún esfuerzo a fin de que no se malograra tan justa empresa. Fue así mi gobierno un apostolado de moral política, el más eminente y trascendental de que haya memoria en la historia cívica de la República. Y no hay osadía más villana que la de intentar hacer creer al juicio público que a mi lado y en torno mío pudo haber improbidades en cualquier sentido que fuere, cuando es verdad categórica la de que jamás se ha respirado junto a mí, otro ambiente que el de todas las dignidades y las más acrisoladas virtudes. Ello vino a señalar la senda única con las normas señaladas en los orígenes de la patria, siguiendo sin desvíos ni desfallecimientos los principios cardinales de su augusta significación Y de su fecunda virtualidad. Las doctrinas y orientaciones que sustento no tuvieron correlación alguna con las distintas parcialidades partidarias que actuaron en los escenarios cívicos de la Nación, a las cuales consideré con igual criterio desde que eran idénticas, en cuanto no tenían otra finalidad que la de los aprovechamientos públicos y la detentación del poder o de ser, en otros casos, de un reaccionarismo disfrazado de principios nuevos. De tal modo se sobrepuso mi apostolado, cumpliendo su misión totalmente distinta en el plano superior de los vastos problemas nacionales y realizándose en la plenitud de sus concepciones creadoras. Mis sagradas convicciones han respondido siempre a los impulsos de un hondo y ferviente amor patrio. Quise que la Nación se perpetuara, derivándose más allá de las épocas tal como se inició en el escenario del mundo; libertadora heroica de los oprimidos; rompiendo los ajenos y propios yugos; sin más preocupaciones que las imperativas del deber y del trabajo que fecunda la vida y que, dueña de una superior civilización, cimentada por una intensa fraternidad humana, cumpliera ampliamente sus grandiosos destinos. Ese punto de vista, ese concepto que constituyó la orientación y el afán de mi vida, es el que formó mi conducta de argentino y mi acción de gobernante. Las actitudes ejercidas durante mi existencia y los actos producidos en el ejercicio de las funciones del poder, lo ratifican plenamente, sean ellos de carácter interno como externo, morales como políticos, sociales como administrativos, en una unidad absoluta de fundamentos, de finalidades y de principios. Por tal razón, puedo afirmar que no tengo en el corazón un latido de animosidad contra nadie. Jamás se ha cumplido un cometido de vida pública con mayor insobornable magnanimidad. Nunca he preferido una alusión personal acre, porque jamás he experimentado esa índole de sentimientos, y, hoy mismo, no obstante todas las oscuras y violentas irreverencias conjuradas, tengo la íntima satisfacción de decir, que si se me propusiera tener alguna prevención malsana y pequeña, no sabría en quién fijarla. VI Desde los albores de mi vida pública, me identifiqué con la empresa redentora de la patria, para mantener inalterable ese supremo ideal sin desviarme jamás del recto y duro rumbo. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 132 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Me he plantado con la integridad de mi temperamento y con toda la fortaleza de mi espíritu en contra de un régimen nefasto que ha malogrado, en gran parte, la existencia nacional y el destino del pueblo. Hay momentos en la vida de las naciones, en que los mandatarios deben erguirse simbólicamente para cumplir los designios sagrados que afrontaron como ciudadanos Y debían sancionar y hacer ejecutar como estadista. Yo sé bien que aunque la tempestad de los intereses conjurados haya crujido sobre mi frente sus más recios vendavales, no ha dejado ni dejará en su serenidad inconmovible el más mínimo vestigio, sino que resplandecerán en ella los fulgores de los deberes más solemnes que pudiera interpretar y realizar. Así me erguí en el poder como en el llano, provisto de toda la autoridad moral de mi historia política contra los falsos convencionalismos. La poderosa imposición de un régimen adueñado de todos los gobiernos y devorado por todas las concuspicencias públicas, requería un carácter inquebrantable en la lucha. Un alma olímpica con virtudes preclaras en la cual se estrellaran los dardos de los extravíos y los prejuicios; una clara conciencia del deber y un gran espíritu de sacrificio. ¿Qué más se necesitaba? Un pueblo grande, noble y valiente como el nuestro. A toda esa exigencia se respondió y culminó gallardamente en el curso de los sucesos, en la empresa magna de la Reparación, fueran cuales fueren las abnegaciones, las vicisitudes y los infortunios que demandaran. Por mi parte he de decir, al final de la contienda, que ni las persecuciones, ni la injuria, ni la conspiración del silencio, ni las acritudes del agravio, llegaron hasta mí; no fui enemigo de nadie, porque no son esas modalidades y sentimientos míos, y porque era demasiado idealista mi misión redentora, para ensombrecerla con prevenciones personales. VII Todo lo he recibido como reacciones naturales de la actitud que he asumido en esa misión que ha tenido el poder de incorporar tantas decisiones y de vencer tantas resistencias, porque es superior e inmensa en importancia para los destinos de la Nación. Las determinaciones de mi espíritu y aun los arrojos de mi carácter no tuvieron signo hostil contra nadie; por eso mi acción no fue nunca agresiva sino reparadora y aun protectora. La estabilidad de la patria sobre sus tradiciones de honor y sus bases constitutivas, su prosperidad creciente y sus glorias inmaculadas, fueron los impulsos, las iluminaciones de mi voluntad. Obedeciendo a esos imperativos que me absorbieron por completo, a cuya vanguardia estuve en todas sus irradiaciones, y de conformidad también con mis propias modalidades, he eludido todas las banales e incongruentes exteriorizaciones, como me sustraje a los atrayentes halagos de la superficialidad ambiente, entregado plenamente a las horas de amargura de la patria, a sus cruentas, vigilias y a sus trances aciagos. Todo ello comprometió mis totales dedicaciones que aparecían intencionadamente misteriosas para las incapacidades que siempre se evaden a la fecunda intensidad de las consagraciones superiores. Cuando en la ya secular perversión era desconocido el anhelo de todo bien público en formas distintas pero igualmente culpables, templamos el ánimo cada vez más a la serena contemplación del gran concepto reparador, sin sorpresa, pero con pena, por las defecciones de los apresurados, que son siempre fenómenos naturales de las imperfecciones humanas y sin desdén por las apreciaciones de los adversarios que la lógica de los sucesos los había desplazado de la responsabilidad del gobierno de la República. Trabajamos sin cesar aún para los mismos a quienes hubimos de remover en su resistencia al camino de su regeneración v de su nueva vida. La filosofía profunda de nuestra doctrina y el intenso amor que pusimos al crearla, idealizarla y propagarla en la conciencia del pueblo, nos hizo tolerantes y humanos en el gobierno. Representábamos el genio cívico de la Nación, y los genios que trascienden por sus virtudes, sus juicios y sus méritos iluminando los escenarios públicos con sus poderosas facultades, conducen a las naciones por el camino de la verdad y de la justicia y erigen las libertades en sus múltiples y vastas realizaciones. Ellos son los que determinan los magnos sucesos en las horas difíciles, no sólo para salvar a los pueblos, sino también para orientarlos por los caminos de su grandeza, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 133 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" haciendo que los propósitos que los dirigen impelan también de buen o mal grado, aún a aquellos que sólo los comprenden cuando sienten sus benéficos resultados. Los genios conciben y estructuran una gran causa y la realizan pero no se sirven ni se aprovechan de ella para sí. La gran satisfacción está en haber interpretado con fidelidad y lealtad los anhelos y las esperanzas del pueblo. VIII En mi gobierno, sin una sola desviación, se han cumplido todos los preceptos de la justicia y de la libertad, tanto en el orden social, político como económico. Tuvimos que hacer en un período de gobierno constitucional lo que no se había hecho en casi un siglo de existencia, y ahí está mi obra para probarlo. Convocados por la potestad de la Nación, hemos laborado con perseverancia y tenacidad, desde los más humildes hasta los más ilustrados ciudadanos, en íntima y armoniosa conjunción de idealidades patrióticas, habiendo elevado la representación pública al más alto e insigne magisterio político. Hemos señalado las funciones fundamentales que corresponde desarrollar a cada uno, conforme a los principios de la soberanía de la Nación, llamando a todas las fuerzas sanas y capaces del país, para robustecer todas las esferas de la acción en sus justas direcciones y en sus más fecundas aplicaciones. De tal modo se ha constituido así la más alta jerarquía pública con la más indivisible dignidad nacional. He ido al poder con las definiciones más categóricas y caracterizadas y desde el primer momento asumí una actitud que no dejara duda de su significación al renunciar a toda participación, contaminación o derivación benéfica con el medio que se proponía reparar. Por el contrario, no sólo infundí a mi misión cuanto hay de noble y puro en el alma humana, sino todo cuanto alcanza proyecciones elevadas de vida, rindiéndola también en holocausto a la causa reparadora. He vivido en la más absoluta integridad de mis respetos, para estar a la altura del honor de la Nación, absorbido por profundas meditaciones y, vigía insomne de su destino, para entregarle, así, las fuerzas de mi pensamiento y los frutos de mis desvelos y mis labores. Di todo lo que poseía en espíritu, en energía y en capacidad realizadora al ideal forjado para la patria, por mis fervores nacionales, a través de los más rudos sacrificios y los más amargos desencantos. IX El juicio público ha consagrado la obra de la Reparación nacional y la creación de la soberanía que esplende en las horas actuales ante el mundo y muestra a la República como un ejemplo de lo que puede el espíritu de un pueblo, cuando se eleva sobre la adversidad y cuando, idealizando sus aspiraciones —solidario en el bien se propone vencer para su buen nombre, para su salud y su gloria. Un pueblo que supo comprender, sin ningún esfuerzo, que el lema de la lucha debía ser, y lo fue, la conquista de un mínimo de dignidad dentro de un máximo de libertad, para el hombre. El ordenamiento admirable de los sucesos y el enlace dé los acontecimientos, que han iluminado los escenarios políticos de la República, por los principios sustentados y por la orientación de las experimentaciones consagradas, tienen una eminencia tal y una clarividencia tan ilustrativa, que no es concebible cualquier juicio contrario en su juzgamiento. La Nación ha conquistado en una hora prominente el rango y la espectabilidad que no alcanzó jamás, porque siempre he sostenido que el triunfo no está en el hecho ni en sus consecuencias, sino en su contenido espiritual, es decir, en el fundamento doctrinario de las causas y en la integridad insobornable para sostenerlas. La U.C. Radical, ha entregado toda su mentalidad, su carácter, su tranqujljdad.csu bienestar. su patriotismo, su sacrificio y su vida misma, a la realización de la empresa redentora, acumulando todas las calidades que mantendrán su recuerdo en la más viva admiración del futuro del país, renunciando a todos los beneficios y prestigios en el escenario de los gobiernos. Así le ha permitido conservar, a lo largo de la obra empeñada, su firme carácter y su pundonoroso decoro. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 134 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" La capacidad superior de que ha dado tan elocuentes testimonios para triunfar en el llano y organizar jurídicamente la República, desde el gobierno, en medio de una acción agobiadora y sin descanso, son el mejor augurio y la lógica de los acontecimientos también lo presagian, porque la Nación ha entrado por fin al pleno y libre ejercicio de su soberanía. No se sabe qué admirar más: ¡si la magnitud de su vasta y revolucionaria obra social y económica, o la claridad infinita de sus concepciones idealistas! X ¡Cuánto podrá decirse de sus beneficios actuando siempre para establecer la concepción generatriz del gran lineamiento que se ha trazado para salvar el principio de la nacionalidad! Dentro y fuera de su espíritu ha sido lo que el sol a la vida de la naturaleza. La teoría fundamental de sus idealidades fue plasmándose en la acción continua, abnegada, fecundadora del gobierno que elevó, para que marcara con rasgos inconfundibles su fisonomía moral ante el pensamiento del Universo. Más que para gobernar, se había congregado para vindicar el honor de la Nación y restablecer el imperio de sus instituciones básicas por la imposición de la propia soberanía y por la reorganización integral de los poderes. Sólo por un vigor ciclópeo en su acción y facultades, ha sido capaz de poner término a los graves males que se cernían sobre la República y salvarla de las irreverencias que manchaban su dignidad y deprimían sus preclaras tradiciones. No aplicó jamás en la contienda política ninguna medida que no fuera absolutamente compatible con la magnanimidad y altura de sus sentimientos y ni siquiera atribuyó a ciudadanos determinados las responsabilidades de los daños inferidos a la patria, sino a un "régimen" tan nefando, que no tiene calificativo que le alcance. Sólo buscó su derrumbamiento por el camino del honor, por las exigencias del deber y por cuanto hay de sagrado e intangible en el fuero de las naciones, sin prevención alguna contra nadie, y menos aún con propósitos inconfesables y mezquinos. XI Desde el día inicial de mi vida pública, únicamente me propuse como condensación de mis ideales, libertar a la Nación, renunciando irrevocablemente al honor de gobernarla, y Dios es testigo de que mis estímulos se hicieron tanto más sagrados con ese imperativo propósito. Mi obra no ha sido la de un tiempo dado ni de ninguna circunstancia accidental o intrascendente. Ella nació en el momento mismo de la causa que la inspirara y no ha tenido nunca atingencia alguna con las finalidades materiales del poder. Se concreta en una gran bandera que encarna los anhelos más elevados de la redención del pueblo y señala, por ello, el recto camino que habrá de recorrer la República para alcanzar la conquista de un luminoso destino. Todos los encantos y las complacencias de mi fuero íntimo, consistían en la satisfacción del deber cumplido como ciudadano argentino, en que debían concretarse los patrióticos esfuerzos nacionales. Afirmo que ese ensueño tan fervorosamente acariciado, fue uno de los impulsos fortalecedores de mi carácter al asumir las responsabilidades de las pruebas, a las que debía entregar mis abnegaciones y el propósito de mis renunciamientos a los beneficios que pudieran aportarme. Bien sabía que no era yo el ciudadano más indicado para asumir la presidencia de la República, porque así como fui fiel al punto de mira de las maquinaciones desde el llano, inevitablemente debía serlo desde el gobierno. Y no era ello porque motivara ninguna justa ni legítima resistencia o prevención por mis actitudes personales, públicas o privadas, sino porque sólo era concebible mi ascensión al gobierno para aplicar y caracterizar los principios de orden público que fundamentaron mi vida y contrastaron todos los intereses espurios creados al amparo de bastardas impunidades. Además ya había expresado que siempre es superior la abstracción del ideal sin mácula, a la dura materialidad del poder. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 135 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Inicié el gobierno afrontando todos los problemas y conflictos que planteaba la pavorosa situación engendrada, a lo largo del tiempo, por la prepotencia, la ilegalidad, el privilegio, la injusticia, el desquicio y el desconcepto. XII En el orden internacional tuve que plasmar nuevas normas jurídicas contra las establecidas, para poder así destacar el significado preciso de la independencia y la integridad de la Nación, en la plenitud soberana de sus atributos, a fin de que alcanzara el renombre que le correspondía en el concierto de los pueblos civilizados de la Tierra. Mientras el régimen debatía intereses menguados pretendiendo mistificar la conciencia pública, yo levantaba bien alto y para siempre las eminentes insignias de la Nación, demostrando cómo se resuelven las grandes y vitales cuestiones de un país, cuando las orientan las facultades y capacidades superiores de los pueblos. Las naciones más poderosas del mundo rindieron el homenaje debido a esas normas de un nuevo derecho internacional y reconocieron la plenitud justiciera de sus fundamentos. Señalamos, en un instante crucial de la historia de la humanidad, ejemplos de integridad soberana, en el resguardo celoso de nuestro derecho, que prestigiaron a la República. Propugnarnos en tales principios la igualdad de todas las naciones y enunciamos el precepto evangélico de que "los pueblos son sagrados para los pueblos y, los hombres son sagrados para los hombres". Los problemas más arduos y más complejos que pudieran condenarse por lógica gravitación de los sucesos mundiales, se presentaron a la consideración y solución de mi gobierno, y todos los afrontó con la más encomiable significación del concepto universal al que estaban vinculados y .con la más austera conciencia de la autoridad de la Nación. Los fundamentales principios que profesé siempre respecto a la soberanía y a la dignidad de mi patria, ya fuera por su concepto ante el país o ante el mundo, se pusieron en vigencia en el problema de la neutralidad argentina durante la guerra europea. La política deliberada y austera, que no improvisé por cierto, la había aprendido y experimentado en mis largas vigilias de ciudadano. La había ahondado y clarificado en el conocimiento de la ciencia política, en el estudio de los fenómenos sociales y económicos y en la íntima identificación de mi espíritu con el alma de la nacionalidad, fue por esto que en un momento de universal desconcierto, puso nuestra patria la nota de altivez y de cordura, tan alta y serena como rectora, atrayendo sobre sí, primero la sorpresa, la admiración inmediatamente y, por último, el homenaje de los grandes cerebros del mundo y la ratificación rotunda de los acontecimientos históricos. Fui ruidosamente injuriado y calumniado en esa emergencia, y el coro de imprecaciones y denuestos que en idénticas consonancias se conjuraron contra mí, venía enconado de todos los resabios del régimen, de los que habían causado el desastre de la República y de aquellos que dieron la espalda a la causa suprema de la Nación. Indiferente a la diatriba, continué mi obra pensando solamente en las grandes figuras de nuestro pasado histórico y en el pueblo. Los anhelos de éste, sus sueños y sus denodados esfuerzos, tuvieron en mí el custodio más celoso; y, consecuente con el deber que me impuse al aceptar estoicamente el gobierno —y aunque pareciera inmodestia—, afronté el propósito firme de sacrificarme por mi pueblo, entregándome por entero a su sagrada causa. XIII Frente a todo, me amparaban mis antecedentes, porque es de la más evidente notoriedad que desde que tuve uso de razón he sido una enseñanza viva del fuero sacro de la vida y un ejemplo de las virtudes más acrisoladas. Así se explica que haya alcanzado siempre escalas más encumbradas en que me anticipé a la generalidad. Así se explica, también, que en las horas de cruciales pruebas para la nacionalidad, haya sido buscado y requerido por los primeros hombres del país, para ocupar los cargos de mayor responsabilidad, ofrecimientos que decliné irrevocablemente. Ya se sabe que la U.C. Radical no luchaba por la obtención de posiciones públicas, al margen de las grandes soluciones de fondo: el restablecimiento de la legalidad y el Imperio del orden constitucional. Y es por ello que siempre me he sentido con autoridad, y más con derecho, para llamar a los hombres al deber supremo de todos los 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 136 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" argentinos, cualesquiera que fueran las insignias o los cargos públicos de que estuvieran investidos. Mis convicciones insobornables y arraigadas, han obedecido siempre a los impulsos de un fervor acendrado hacia mi patria. Quise en honor de ella que retornara a su posición histórica y, orientada hacia una positiva fraternidad universal, cumpliera ampliamente sus grandes destinos. Resuelto como estaba a libertar a la República, viviendo la hora de mi responsabilidad, he percibido plenamente la misión que ésta me deparaba y al sentir sus irrenunciables imposiciones, quise abarcar en una irreductible síntesis reparadora las desgracias colectivas para redimirlas y, eso ha llenado toda mi existencia, porque los deberes del patriotismo, son mandatos imperativos e imprescriptibles. XIV No obstante ello, el régimen me afrentó. El régimen al que yo he vencido rodeado de vientos y tempestades, en el más desamparado llano, y desde la presidencia de la República, liberando a las catorce provincias del sojuzgamiento de un poderío feudal y de cuantos privilegios y convencionalismos se congregaron en su torno; el régimen, al que he derrumbado por el impulso de las más puras y firmes integridades que haya memoria en las redenciones humanas y al que le he impuesto la regeneración bajo el bautizo de los preceptos de la moral política, de la dignidad nacional y de las virtudes ciudadanas; el régimen, que no pudo menos que declararse convicto y confeso del proceso de los males más irreparables, haciendo vivir a la Nación al margen de sus principios éticos y normativos, de sus preceptos constitucionales, sin brújula ni timón en las orientaciones, tanto en la vida interna como externa; el régimen, que durante más de dos años de la guerra mundial soportó abyecto, sumiso y silencioso los atropellos más inauditos a la soberanía de las naciones y las afrentas más bochornosas al honor nacional. El régimen, decía, me afrentó a mí, que volviendo por esos agravios y reivindicando su decoro y su insigne significación, y con actitudes conducentes le ha dado el rango más eminente y grandioso que una Nación pudiera alcanzar en las pruebas afrontadas; el régimen, al cual jamás rocé con la menor alusión o referencia personal, y para el que tuve todas las magnanimidades de mis sentimientos, no haciéndole pasible ni siquiera con la sanción de las leyes y de la justicia, me faltó durante mi actuación de gobernante a todos los respetos, que a justo título me guardaron los hombres más espectables del país, poniendo en mis manos, si yo lo hubiera querido, todos sus poderíos; el régimen me hizo desaforadamente punto de mira de todas sus vilezas, tramando inauditos planes de todo orden para desviar el juicio público sobre mi persona. Contra él, la opinión pública, vidente y resuelta me acompañó en sus determinaciones, exteriorizando su solidaria adhesión a mis actos de verdadero contenido colectivo; y la Nación después de haber pasado por todas las pruebas, ha restaurado, vivificante y sin sombra alguna, el culto de sus generosas consagraciones. XV Con prescindencia absoluta de mi bienestar personal, de los más simples goces de la vida, no tuve en la larga lucha de la empresa reparadora, ni una frase ofensiva o destemplada para nadie, ni la menor demostración de prevenciones; nada más grato para mí que ratificarme en esa modalidad, sin que ninguno pueda señalar una contradicción en todas las incidencias de mi azarosa vida. Yo afronté sistemas políticos y no personas. Ceñido a la justa interpretación del derecho público en su recta aplicabilidad y en honorable representación democrática, desenvolví mi conducta rectilínea, sometida al grave deber moral impuesto por el espíritu de la U. C. Radical, sin detenerme a pensar en nada que no se refiriera a la vigencia de la ética y del derecho, aun cuando con ello suscitara rebeldías inconcebibles ante el pensamiento guiador de una renovación impuesta por la historia. Hoy creo, como ayer, en la respuesta corroborante y definitiva del destino, ante la inflexibilidad del principio de justicia que no puede ser desestimado ni destruido por las 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 137 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" afirmaciones sigilosas del delito y sus complicidades, cuando median a su potente empuje, las virtudes firmes de una acción patriótica, sustentada en las fuentes más puras de la verdad y exhibida en todas las pruebas del sacrificio, con la alta dignidad de su misión. ¡Qué fuera, si no, del arduo y severo mandato que impone la vida a los que la comprenden en sus vastos lineamientos, si no hubiera un sereno panorama donde descansar las alas fatigadas del turbulento y recio rodar de las tormentosas adversidades! XVI Mi vida está en mi obra de demandas y de afanes infinitos donde para poder plantarse, desenvolverse y llegar a culminarla, eran indispensables las calidades y las condiciones esenciales a la magnitud de su histórica trascendencia. Esa ha sido mi única consagración, cuyos aportes morales y positivos sólo la patria que sintiera sus sublimes inspiraciones puede saberlo. Desde su incólume altura, enseñé siempre la justicia de sus idealidades y la probidad de sus credos, imprimiéndoles las características de una circunspección tan acentuada como uniforme. Esa ha sido mi conducta desde las gradas de la opinión pública y en todas las actividades que me correspondieron, y desde el gobierno todos mis actos llevaron el mismo significado de esa norma de conducta. Nacido en circunstancias azarosas y desgraciadas para mi patria, hemos asumido la actitud que la hora nos marcaba, no abdicando del deber que nos correspondía. Desde entonces no nos pertenecimos, nos entregamos a la lucha por la liberación argentina. Y supimos que todo taller de forja, parece un mundo que se derrumba. XVII No fui jefe de nadie ni de nada, porque me siento infinitamente superior a los menguados títulos de toda jefatura. Fui, en cambio, apóstol, en cuerpo y alma, de deberes consagrados al orden público, y de un ideal de redención humana, que será hito perenne de la historia de la nacionalidad. Por eso tengo la infinita satisfacción de saber que he cumplido cabalmente con mi responsable tarea, cambiando el curso del destino de la Nación. Sé bien que soy el símbolo de mi patria en todo cuanto enaltece y orienta su futuro luminoso. Ante esa verdad incontrovertible, que absorbió mi vida entera, nadie puede pensar que habré de defraudarla nunca en sus justas esperanzas y en sus legítimas aspiraciones. He pasado de las filas del pueblo a los estrados del gobierno, y desde mi vida de trabajo particular a las funciones públicas, sin transición alguna, porque desde el pueblo conocía la ciencia del gobierno como desde el gobierno conocía la psicología del pueblo. Dios y la patria saben que yo no tengo en mi alma sino fervores nacionales, y en mi espíritu solamente decisiones irreductibles para caracterizarlos. Mi esfuerzo desenvuelto durante tantos años, arriba o abajo, me permiten hacer estas declaraciones libres de toda suposición ególatra. Sé sencillamente lo que he hecho, y tengo conciencia de la magnitud de la obra. En casi toda mi vida de hombre, no he tenido un día de reposo; entregado y absorbido por una sola y absoluta preocupación sobre la que han gravitado todas mis actitudes y actividades: la de salvar a la Nación del desastre y el caos por que atravesaba. Cuando el predominio de las fuerzas oscuras y de los descreimientos confabulados y conjurados invadió el escenario de los gobiernos y absorbió todas las funciones públicas, me reconcentré a meditar sobre el hecho que tan inaudito atentado presentaba a la consideración del deber sagrado de la patria, profundizando todo cuanto podía dar mayores y más certeros juicios a la solución del problema que desde luego quedaba planteado por la lógica misma de las leyes universales. Ahí se generó el plan de la lucha: la abstención, la intransigencia y la revolución, como única forma de rescatar al país de la ignominia. y estuve, así, más de 30 años de pie, frente a la adversidad y la desesperanza, pero también, frente al pueblo argentino. XVIII ¡Benditos sean los que piden transigencia en las actitudes personales; pero los que la piden en el orden de los principios, malditos serán para siempre! No habrá poder humano que me haga transigir con las conculcaciones, con las irregularidades, con las agresiones, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 138 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" con la deshonestidad, ni con el vicio, en ningún sentido, en ninguna forma, ni por ninguna razón. Sabe la Nación que si las cruentas reacciones de la opinión no ensangrentaron los escenarios públicos que provocara la agresión de tantas injusticias, ultrajes y atentados a la dignidad nacional, fue porque impertérrito e inquebrantable puse mis esfuerzos para evitarlo, por más que algunas veces la dimensión de los escarnios se colmara y produjera dolorosos desgarramientos, que signaron viriles gestos de la ciudadanía argentina. El espectáculo de la absoluta unidad de mi vida, orientada por la ideología fundamental de la reparación nacional y mi inclinación total por todo lo que fuera propio de la obra que realizo por la patria y para la patria, constituyen el testimonio más integral de su significado y la explicación más responsable de mi rectitud en los juicios y de las exactitudes en sus explicaciones. XIX Ya he demostrado de la manera más palmaria y evidente que he ido al gobierno de la República bien capacitado para dirimir y resolver, sin hesitación alguna, todas las cuestiones y problemas que plantearan las gravitaciones de cualquier orden que fueran y en cualquier sentido que se exteriorizaran, y me he abocado a ellas con la misma serena entereza y segura confortación de juicio con que afronté la más formidable cruzada reinvindicatoria de los tiempos. Esclarecimos entonces la conciencia ciudadana, demostrando un concepto de los sucesos y acontecimientos y de los derechos primordiales del hombre de nuestra patria, que no fue ni siquiera vislumbrado por los que tan pérfida como malignamente querían negar, desconocer o dar aspectos distintos a las luminosas orientaciones de mi vida. Todo lo he contemplado en justa razón y apropiado tiempo en las concepciones más eminentes y con caracteres totalmente extraños al nivel común. Si esta marcha hacia un fin cual ninguno más justo y venturoso, ha despertado prevenciones y recelos, ellos guardan relación con el antagonismo de los móviles y los propósitos públicos. Son los contrastes de las distintas situaciones y actitudes, siempre antípodas, y así como no ejercieron ninguna influencia sobre el fundamento de mis ideales, siguiendo inmutable el apostolado que concebí y afronté desde el albor de mi vida, estaba resuelto, cualesquiera que fueran las contingencias que ello me deparara, a no desviarme por consideración alguna, desde que ese noble ideal representaba la redención del pueblo argentino. XX He obrado en todo con la devoción que requería la más bella de las empresas humanas: la salvación de la patria; y por el designio que me animaba, no podía distraer mis actitudes a otras consagraciones. Mi misión era desenvolver y afianzar los mandatos, para mi sagrados, de la revolución, acentuando sus consagraciones donde quiera que la seguridad del fundamento primordial lo requiriera, cual fuera la de mantener intacto y libérrimo el derecho electoral, base única y condición indispensable del honor político de la Nación, como al fin se ha logrado obtenerlo. Las críticas interesadas por perversas e intencionadas que fueran, no llegaron jamás a tocarme, porque demasiado sé que estoy acorazado con los respetos más altos de que pueda estar revestida la personalidad humana, y ellas no alcanzaron a tener influencia alguna en las decisiones de mi espíritu ni en la idealidad subjetiva de mis propósitos. No he deslumbrado, en nada ni a nadie con las insignias presidenciales, sino con las ideas y los bienes correlativos en los propósitos y en las medidas apropiadas. El honor nacional, la dignidad pública y la virtud representativa que los acontecimientos ejecutados lograron sancionar y cuyas idealidades surgieron de las profundas meditaciones de mi mente y de las santas inspiraciones de mi alma, no se malograrán en sus justas efectividades, mientras mis sienes alienten un soplo de vida y la Nación mantenga la austera integridad de su "apostolado redentor". 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 139 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" XXI He vivido en comunidad con el espíritu de la patria, y esa comunidad hace cada día más sublime la imagen de las mutuas ensoñaciones. Compartir tan solidariamente la dilucidación y la prueba del vasto problema, comprendiéndolo en absoluta identificación, es realizar en su expresión más superior y más noble los destinos de la Nación, después de haber reasumido la suma del ideal que naufragara en las infecundas turbulencias de la política militante. Esa impresión consoladora, esa idealidad plena de belleza, esa evocación se representaba siempre como una visión en mi espíritu, sea en las sugestiones del recogimiento meditativo o en la intensidad del genio universal que resplandecía en mis soledades. ¡Eran las eternas fuerzas del espíritu que se encendían en mi 'mente, en forma de transfiguración! ¡Esa potencia creadora me impulsaba al destierro voluntario de las vanidades humanas, y se erguían majestuosamente trazando los horizontes inefables, en los cuales se percibía una vibrante apoteosis de la grandeza de la patria! Fue, pues, en el ambiente de ese grávido recogimiento donde se gestaron los medios y las formas de la lucha, que servirían luego como técnica de acción, a la U. C. Radical, y que son: La Revolución, la Intransigencia y la Abstención. Con la Revolución se propuso mantener en pie de permanente rebeldía —en la conspiración constante— a la ciudadanía argentina, contra los usurpadores del poder. Con la Intransigencia se encerraban los postulados del Dogma, en una interpretación ortodoxa e intangible. De tal modo, se hacía imposible la desvirtuación de su sentido ético e histórico en entendimientos o uniones con facciones políticas a las que siempre habíamos combatido. Con la Abstención se lograba evitar que gran parte de los ciudadanos cedieran a los halagos de las prebendas y del usufructo de las cosas materiales a cambio del debilitamiento de sus conciencias de hombres libres. Era ese modo duro y sacrificado de probar el temple de los mejores y resguardarlos como reservas morales para continuar con la larga lucha, hasta el día final de la victoria. He querido, de modo sintético, demostrar cuánto afán y fervor se puso en la gran tarea, y cuán clarividente fue el espíritu de la nacionalidad y cuán definidos en sus juicios y su conducta al sus traerse, a costa de enormes padecimientos Y privaciones, de toda influencia perniciosa, Y que se conjugaba llevando en sus sentimientos los atavismos del pasado ilustre. He dicho otras veces que el movimiento no sólo salvaría a la Nación del presente, sino que germinaría en su magno porvenir, y para los que no se aperciban de que una generación de ideas nuevas y liberadoras avanza incontenible Y resuelta por los caminos de la patria, ésta es la hora de toda persuasión. XXII Ha sucedido ya 10 que yo hubiera previsto y manifestado a los gobiernos del régimen, que pre tendían la imposibilidad de mejoramiento alguno. porque los vicios y las declinaciones eran de todas las capas sociales; que tan pronto como hubiera un presidente de honor público, todo y todos se ajustarían sin conducta a esa atmósfera de probidad, de rectitud y de justicia. Acaba de exteriorizar el país y puesto en marcha la más austera moralidad política, con rígido y honesto proceder en su ejecución integral que representa las labores técnicas, administrativas, científicas y culturales. Como todas las grandes conmociones sociales, que procuran trascender en soluciones rectoras para el progreso de las naciones, he formado una escuela de ética superior y fundido su carácter en un modelo de estructura estricta e inquebrantable. Como todas las grandes conmociones sociales, que procuran trascender en soluciones rectoras para el progreso de las naciones, he formado una escuela de ética superior y fundido su carácter en un modelo de estructura estricta e inquebrantable. Son ésos los sucesos vitales que nos dan a conocer, traduciendo las fuerzas y las energías, y los sentimientos patrióticos, de que es capaz un pueblo que así se conduce, poseedor de bienes morales superiores. En un acontecimiento pasajero bien se conciben los entusiasmos que puedan emanar de muchas circunstancias momentáneas, pero la decisión de un pueblo por un lapso tan dilatado en la sucesión indeclinable de sus actitudes, pasando de generación en generación, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 140 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" no pueden nacer sino de causas fundamentales, que arraigan en la esencia de su espíritu, en su tradición histórica, en los llamados genésicos de su tierra, y en los solidarios deberes y responsabilidades para cumplirlos. XXIII Si no tuviera la seguridad de que he obrado en virtud de mandatos solemnes de la Nación que, Dios mediante, no habrían de malograrse ni en mi pensamiento ni en mi acción, la propaganda del régimen, síntesis de sus lógicas actitudes y de sus fraseologías empedernidamente falsarias, me hubieran dado toda la evidencia de que así era. Tengo tal y tan profundo convencimiento de la grandeza y magnitud de la obra realizada; la siento en el presente y la veo en el porvenir de proporciones tan vastas en el orden de las perfecciones constitutivas del espíritu humano; estoy tan poseído de que ella será foco permanente y cada vez más luminoso de las orientaciones Y conquistas del genio de la patria, que si no fuera por las lesiones irreparables Y las inmolaciones desgarradoras causadas por el régimen, miraría el contraste como una aparición propulsora de una prueba destinada a esclarecer y dar relieves inaccesibles a una predestinación infinita. Así el genio de la Nación alcanzará una vez más formidables dimensiones creadoras y el testimonio señero de sus perennes ejemplaridades. Así se han realizado todos los acontecimientos humanos: por la concepción del ideal primero, y por su íntegra materialización después; y sólo fracasaron por el desvío o por la apostasía, puesto que aun en el error, la pureza y honradez del concepto da siempre la solución, ya que el punto de partida ha sido justo. Así el ideal argentino se esparcirá en todo su magnífico brillo, reflejado en el espíritu de la Nación y en el progreso de sus instituciones democráticas, y de sus fuentes de trabajo y de riqueza. XXIV Desde cualquier punto de vista que se mire y cualquiera de la posición en que se encuentre, no se podrá dejar de reconocer que la acción repara dora ejercerá sobre el destino del país una gran influencia: y más en esta hora en que se abren nuevos horizontes. En efecto, todos los principios que promueven instituciones sabias y generosas y, en las relaciones que de ellas nacen, aseguran su influencia decisiva en el cumplimiento de los bienes inherentes a los fines humanos. Así es como la aurora de las instituciones libres ha resplandecido sobre los pueblos y el sol de la justicia no tardó en levantarse también sobre ellos para iluminarlos con radiante brillo. Quisiéramos tener poder, nada más que para realizar el bien que anhelamos y para probar a los descreídos los verdaderos problemas de la vida, demostrando así la enorme diferencia que va entre lo que es y lo que inevitablemente tendrá que ser. Un mundo nuevo nace. En ese mundo será protagonista del acontecer social y económico, el pueblo; esa entidad genial que suma en su masa anónima, lo auténtico y genuino de las razas. Cuando la vida se funde en una aspiración suprema de justicia, de derecho, de honor y de verdad, hacia los cuales nos llevan los impulsos generosos de nuestra propia alma, no sólo debemos resguardarnos de todo aquello que pudiera desvirtuarnos y empequeñecernos, sino que debemos transformarnos en apóstoles incorruptibles de tan nobles aspiraciones. Me fue dado asistir, naturalmente, al primer 12 de octubre de la libertad soberana y liberación redentora de la Nación. Fue la explosión inenarrable de los hosannas jubilosos que partían de la multitud enardecida y fervorosa, en el instante crucial del día esperado, que se transformaba en efemérides histórica de los grandes fastos nacionales. Esa vibración espiritual, esa arrebatada exaltación de pueblo, conmovió mi corazón hasta las fibras más íntimas, fijando en mi alma, la emoción de un acontecimiento entrañado e impar, tal vez el supremo de mi vida. Acababa de recoger, en un laurel ideal y sin mácula, el más alto y generoso premio a tantas consagraciones y tantas amarguras padecidas a lo largo de la áspera lucha por la libertad de mi patria. En ese instante solemne, desfilaron ante mi vista las figuras próceres del pasado glorioso y era en la plaza histórica el mismo fervor Y los mismos ideales que se encendieron en Mayo. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 141 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" XXV El día más venturoso, si cabe, será aquel en que veamos definitivamente consolidados los postulados ideológicos que integran Y definen la obra de la U. C, Radical, con la satisfacción de ver nuestra patria retomando sus amplias rutas en el libre ejercicio de su soberanía y bajo el amparo de las instituciones democráticas más sabias del mundo. Por eso concitamos a todo el país entero a cumplir ese programa, único, verdadero y fundamental, eslabonando el punto de partida con el presente, porque es necesario vincular la obra reparadora actual con la gesta de la Independencia, con la de la organización nacional, y con la reivindicación de sus atributos legítimos. Debemos lograr el éxito final, porque para ello le ha sido dada la capacidad revelada por el país en las duras pruebas de lucha, conservando intactos sus ideales, los sentimientos y los hábitos de nuestra tradición moral en el ejercicio reverente de las instituciones fundamentales. Para continuar siendo todo lo grande y constructivo que es este movimiento, debe prolongarse íntegro en sus luminosas idealidades. Es de tal modo, como por la escala ascendente del ensueño y del esfuerzo fervoroso se ha alcanzado la infinita conjunción de latidos que constituyen la prieta armonía de los sentimientos nacionales, sin la más leve disonancia. Y que nadie se extrañe que aluda al ensueño; esa fuerza imponderable del alma humana, que idealiza la vida y la sublima, ya que sin su influjo quién sabe si hubiéramos podido vencer la áspera dureza de la lucha. Penetramos en el santuario sagrado de nuestra conciencia, levantando el espíritu para considerar los grandes objetivos que nos animaran al asumir la recia prueba que hemos realizado con tanta virtud como patriotismo, con el claro y sereno conocimiento de la historia, y fortalecidos por nuestros propios principios y austeras normas de conducta, aplicando las facultades de las que estamos revestidos a las más rectas orientaciones v a las enseñanzas generosas y fecundas en condensación de un ejemplo rector que corone el fundamento de una trascendente trayectoria histórica. XXVI He sido injuriado y calumniado, pero hieran como quieran, que íntegro me encontrarán siempre con la conciencia de no haber hecho daño a nadie; y esas bajas villanías no llegarán jamás a alcanzarme en sentido alguno, cualquiera sea la imputación que me lancen, por más osada que fuere. Mediten ellos, los empeñados en seguir conspirando contra el bien, la prosperidad y la ventura de la Nación. Fracasarán en su vil intento. La Nación me sabe y me conoce por completo, porque no he vivido sino para ella, en las finalidades de mi pensamiento y trabajando en las soluciones de sus peligros y de sus destinos. Mi contextura interior, la calidad de mi espíritu, no tienen mezcla alguna. Como no la tienen mis ideas, ni mis ideales. Hasta ahora, deliberadamente he guardado un inviolado silencio, del cual salgo hoy para hablar al pueblo —en forma sencilla y llana—, pues él es el único juez de mis actos, y porque he querido que ellos fueran sometidos a su juicio inapelable. Pero yo sé quién es el pueblo. Nadie lo ha visto como yo; nadie, como yo, tampoco, jamás tan plenamente lo ha encarnado. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 142 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" G ABRI EL DEL M AZ O " E l R a d i c a l i s m o - E n s a yo s o b r e s u h i s t o r i a y d o c t r i n a " E di t or i al Rai gal Yrigoyen tenía un esquema para la política externa argentina al que ajustó su accionar coherente en cuanto a las iniciativas propiciadas por nuestro gobierno y las medidas tomadas en respuesta a hechos y situaciones provenientes de otros gobiernos. Sus notas características fueron: -Igualdad de todos los Estados y respeto a la soberanía y la dignidad de las naciones pequeñas. -Autodeterminación de los pueblos. -Solidaridad y cooperación iberoamericana sin hegemonías. -Comercio con todas las naciones. -Neutralidad activa ante la guerra europea. -Libertad de los Mares. -Protección de la propiedad privada en la guerra marítima. -Restricción del concepto de contrabando de guerra y su reglamentación internacional. -Declaración de que los productos naturales no deben ser considerados contrabando de guerra. -Credibilidad de la conducta exterior de los gobiernos. -Imperio del derecho --arma de los países materialmente débiles-- y vigencia de una moral internacional. Aquí es necesario acotar que las condiciones de la neutralidad argentina durante la "gran guerra" eran muy diferentes de las se dieron durante la segunda guerra mundial. Recordemos que en 1916 aún no habían aparecido el fascismo y el nazismo; la Argentina progresaba con vaivenes y lentamente pero con rumbo cierto y con una creciente movilidad social hacia una democracia mejor, sin aquellos virus mortales cuyas vertientes criollas se ensañaron con nuestra sociedad en las décadas siguientes. A comienzos de abril de 1917, un velero de bandera argentina, el "Monte Protegido", fue echado a pique por un submarino alemán. Galvez recuerda: <<Las manifestaciones se suceden de día y de noche. Los más patriotas de esos manifestantes asaltan a algunos comercios alemanes. Un diario acusa a Yrigoyen de sufrir una "crisis aguda de petulancia y engreimiento a la manera de Rosas" o de "estar en plena inconciencia, ajeno a sus responsabilidades". En las calles se canta La Marsellesa, se apedrea a un diario neutralista, se intenta incendiar la imprenta de un periódico alemán. Carga la policía y hay heridos. El gobierno restringe las manifestaciones callejeras.>> <<El país se ha dividido en dos campos: los rupturistas y los neutralistas. Los primeros son llamados también aliadófilos. Estos llaman germanófilos a los segundos. En el bando aliadófilo está casi todo el país.>>... <<Rupturistas y neutralistas son enemigos a muerte. Por causa de la guerra se rompen amistades, se deshacen matrimonos. El odio nos envenena, alimentado por una parte de la prena aliadófila. Los rupturistas hacen listas negras. Se boicotea a los comerciantes que simpatizan con la neutralidad o que llevan apellidos germánicos. Qué razones dan los rupturistas para exigir que el país abandone la neutralidad? Dicen que nosotros, como latinos, debemos estar del lado de Francia y de Italia; que debemos oponernos al despotismo germánico, porque somos un pueblo libre y democrático; que, por gratitud, tenemos la obligación de seguir a Inglaterra, pues ella, con sus capitales, ha creado nuestros progresos; que a Francia somos deudores de nuestra cultura; y en fin, que Francia, Inglaterra y Estados Unidos son los países de la libertad y en esta guerra combaten por la salvación del mundo. Pero el principal argumento de los rupturistas es éste: aseguran, con absoluta convicción, que la actitud de Yrigoyen crea al país un aislamiento suicida. Cuando pase la guerra --dicen--, los pueblos aliados no comprarán nuestros productos y no nos prestarán dinero, con lo cual nos arruinaremos y nos hundiremos en la barbarie.>>... 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 143 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" En el discurso con el que recibió las credenciales del representante diplomático de Bélgica, país avasallado por los ejércitos alemanes en violación de su declarada neutralidad, queda probado lo tendencioso de la acusación de germanófilo de sus enemigos: <<La causa de Bélgica>> --dijo-- <<es, además, en los momentos actuales la causa de la independencia y del derecho de las naciones; y la humanidad quedaría herida en sus sentimientos más profundos si los principios de justicia en que descansa no fueran perennes ni sagrados. Creo en el poder y en la soberanía de esos principios inmutables en la historia del mundo a pesar de todas las vicisitudes>>. Lo que acabamos de leer da la clave para seguir el hilo conductor de la posición de Yrigoyen ante el conflicto. No iba a tolerar que se tironeara a su gobierno en uno u otro sentido. Se abroquelaba en su decisión de adoptar las medidas que a su leal saber y entender eran las que convenían para su país y su pueblo. A eso se había comprometido al prestar el juramento constitucional; para él: <<desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidente de la Nación>> no eran palabras solamente. Su intransigencia principista se enfrentaba con las presiones externas y con las de la opinión pública. Nada más alejado de la demagogia que su política exterior. Los distintos episodios que jalonan esta época difícil sólo se explican mediante esta clave; de otro modo serían incoherentes y contradictorios. La visión de estadista de Yrigoyen se reflejó nítidamente, en su proyecto de convocar un congreso de naciones latino-americanas no beligerantes para coordinar su política con respecto a la guerra y evitar que <<cuando en el próximo Congreso de la Paz se modulen por medio siglo los destinos del mundo, se disponga de nosotros como de los mercados africanos>>. Durante la guerra Yrigoyen protesta con el mismo rigor por los atropellos y las prepotencias de uno y otro contendiente: es expulsado por inconducta en 1917 el representante diplomático alemán en Buenos Aires, el conde Von Luxburg, al haberse hecho públicas sus expresiones injuriosas para con el gobierno argentino. Pero también pone en su lugar a los aliados: con firmeza se niega a que la armada de los Estados Unidos, al mando del Almirante Caperton, entre al puerto de Buenos Aires "incondicionalmente", como pretendía la Embajada norteamericana. Yrigoyen le exige el cumplimiento del pedido de permiso previo y así convierte en una visita de cortesía, lo que estaba previsto como un atropello más. Siempre siguiendo a Galvez: <<La escuadra es recibida jubilosamente. El gobierno acoge a los jefes con clara amabilidad>>. (Se da un almuerzo a la marinería.) Así como consiguió hacer valer su posición frente Alemania, altivamente hace respetar la dignidad argentina por los Estados Unidos. Al producirse otros dos ataques a buques argentinos, el "Oriana" y el "Toro" por parte de submarinos alemanes, manifiesta su sorpresa por la reiteración de los ataques. El gobierno alemán contesta que: <<el sensible incidente no ha sido causado por la menor falta de respeto al noble pabellón de la República Argentina, ni de parte del gobierno alemán, ni de parte de la marina imperial>>. Y promete que desagraviará al pabellón. Hasta ahí llega el reconocimiento alemán; pretende haber procedido de acuerdo con normas internacionales vigentes sobre presas neutrales, en el caso de llevar contrabando, como sería el del "Toro". El gobierno argentino contesta exigiendo que el conflicto sea resuelto, no mediante <<convenciones que le son extrañas o por imposiciones de una lucha en que no participa>>, sino <<por principios y doctrinas inalterables>>. Finaliza la nota declarando que <<el gobierno argentino no puede aceptar que se limite la libertad de su comercio ni se menoscabe su soberanía.>> Para sorpresa general, --como lo dice Galvez en la biografía de Yrigoyen-- el orgulloso imperio alemán se aviene a la pretensión de la república sudamericana y propone <<reparar el daño moral y material y reconocer la libertad de los mares a los barcos argentinos, siempre que nuestro gobierno se comprometa a que no salgan más buques con su bandera hacia las zonas de guerra>>. Sigue diciendo Galvez: <<El triunfo ya está obtenido, con ese reconocimiento de la libertad de los mares para nuestros buques. La exigencia del gobierno alemán en poco o nada puede afectarnos>>... <<Por grande que sea el triunfo, él no puede aceptar el compromiso que se le exige. Y ante el estupor del ministro alemán, Yrigoyen rechaza en absoluto su proposición>>. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 144 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" En las calles el tumulto es incontrolable, parece que todo el país pide la ruptura con Alemania. <<Pero ¿cómo ha de incurrir Yrigoyen en la inmoralidad de esa ruptura cuando se está tramitando la solución del conflicto? Su deber es esperar la resolución alemana, que no tarda en llegar. El gobierno imperial accede a todo cuanto ha exigido el nuestro: indemnización del daño moral y reconocimiento a los barcos argentinos del derecho a la libre navegación de los mares. ¡Triunfo fantástico! La poderosa Alemania nos concede, a nosotros, solamente a nosotros, lo que ha negado al mundo entero. Jamás se ha visto nada semejante. Sólo Hipólito Yrigoyen ha podido conseguir una cosa así!>> <<Años después, terminada la guerra, se realiza, el 21 de septiembre de 1921, un homenaje a la bandera argentina. Puerto de Kiel. En el acorazado Hannover, donde está la enseña almirante, la oficialidad y la tripulación visten de gala. El ministro argentino pasa revista a la guardia de honor, que presenta las armas. Se iza nuestra bandera en el palo mayor. Himno Nacional argentino. La tripulación presenta otra vez las armas. El secretario de Estado interino pronuncia unas palabras, entre las cuales se oyen éstas: "...cumplir ante el pabellón argentino una deuda de honor que proviene de los años de la guerra.">>. Ese desagravio fue el resultado de la tenaz y genuina convicción de Yrigoyen sobre el car cter de la neutralidad que imprimió a su gobierno. Alemania no pudo menos que reconocer el coraje cívico del Presidente argentino, de negarse a romper relaciones y declararle la guerra a pesar de la presión de los otros países beligerantes. Prestemos atención a este hecho simbólico, que refleja un resultado político positivo para nuestro país, debido a la conducta principista y realista del Presidente Yrigoyen. Haremos estribo en él para demostrar que la actitud digna de su gobierno, de mantener a todo trance la neutralidad --actitud dictada por principios nobles y por un sentido genuino del verdadero interés nacional--, tuvo una impensada, extraña y sorprendente consecuencia muchos años más tarde. Volveremos sobre esto. <<Vista la cuestión retrospectivamente, nos parece que la conducta de Yrigoyen fue inteligente y adecuada>>. Esta es la opinión que merece esta etapa de nuestra política exterior, según Floria y García Belsunce en "La Historia de los Argentinos". Al respecto Félix Luna afirma: <<La conducta de Yrigoyen frente a la guerra fue la afirmación argentina de su independencia espiritual, de su anhelo de servir prácticamente a la realización de un mundo mejor, sin compromisos para nadie, pero tampoco sin temor a nadie. De nada valió que la presión para que abandonara esa línea se hiciera por momentos asfixiante. Formidablemente tozudo, Yrigoyen fue auténtico hasta el final. Por encima de la grita de los plumíferos, por encima de los editoriales agraviantes, por encima de las puebladas irresponsables, sintió Yrigoyen el mensaje oscuro y recio de la tierra.>> ... <<Por eso Yrigoyen persistió. Hoy nadie niega su visión. Pero en su tiempo debió echar mano a toda su entereza para mantenerse enhiesto en una postura que aún los que la defendieron no alcanzaron a sospechar hasta qué punto tenía importancia como intento de reenquiciamiento del país.>> Recordemos que en vasco el apellido Yrigoyen significa: "Señor de los Altos o Dueño de las regiones altas." ¡Hasta en esto cumplía su destino! Así como exigía con firmeza --tal cual lo hemos visto-- el respeto a la dignidad del propio país, sostenía los mismos principios con relación a los demás países hispanoamericanos. Recordemos que Colombia, México, Nicaragua y República Dominicana sufrieron el avasallamiento de sus soberanías por las intervenciones militares de los Estados Unidos y ocupaciones ilegítimas durante las presidencias de Teodoro Roosevelt, Wilson, Harding y Coolidge. En 1920 el crucero argentino "9 de Julio" navegaba por aguas del Caribe y se dirigía a Santo Domingo, que se encontraba ocupado por fuerzas norteamericanas. El comandante del buque recibe la instrucción del presidente Yrigoyen de entrar a puerto izando la bandera dominicana y sólo saludar a ese pabellón y no al de las fuerzas de ocupación. Advertido del gesto de la nave argentina, en la rada una multitud enarbola la bandera dominicana la que recibe así la salva de 21 cañonazos. Este episodio quedó grabado en forma indeleble en la memoria del pueblo dominicano, que bautizó con el nombre del presidente argentino el malecón donde se desplegó aquella bandera. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 145 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Su política económica externa fue sumamente exitosa. Creó la oficina comercial de la cancillería y abrió nuevos consulados en lugares en los que podían ampliarse las oportunidades de intercambio. Yrigoyen conducía personal y efectivamente la política exterior. Todas las decisiones de su gobierno en este campo tienen la impronta personal de su estilo. Tuvo para ello un inestimable colaborador e intérprete, el Canciller Honorio Pueyrredón. Dispuso el reconocimiento de los nuevos Estados que surgieron después de la guerra mundial, cuando estos cumplían con los estándares mínimos para desarrollar una vida independiente. Lo hacía por principio y al mismo tiempo previendo la apertura de nuevos mercados para nuestros productos. Pocos gobernantes han concitado sentimientos tan extremos como Yrigoyen. Hubo desmesura en exaltarlo y en denigrarlo. Con todo, en lo que hace a su política exterior --por la que recibió tantos ataques--, algunos de los más acendrados opositores reconocieron sus aciertos o al menos respetaron sus posiciones principistas. A lo largo de los años, Ibarguren, el propio Manuel A. Fresco y Emilio Hardoy reconocieron la grandeza que inspiraba sus actos y el error histórico de su derrocamiento por la revolución del 30. A poco de asumir en 1920 la presidencia de Chile, Arturo Alessandri recibe la visita de un joven diputado argentino, el Doctor Matías Sánchez Sorondo, orador incisivo, demoledor, jefe de la bancada conservadora y el más férreo e implacable opositor de Yrigoyen. Entre el presidente chileno y el diputado argentino surge una espontánea corriente de simpatía, diversas afinidades se hacen patentes y la entrevista formal se convierte en una charla amena que se prolonga más allá del tiempo protocolar. La conversación predominantemente de contenido político-- pasa a un plano más informal; Alessandri, entonces, con un gesto de complicidad y un poco en broma le dice a don Matías: “... y, ¿cómo anda el "Peludo"?. Sánchez Sorondo se encrespa, se terminaron las sonrisas, y con cortante gesto le contesta altanero: <<El Doctor Yrigoyen es el Presidente de la Nación Argentina>>. El patricio argentino no iba a tolerar, ni por asomo, que fronteras afuera de su país, nadie, y menos aún un Jefe de Estado extranjero, pretendiera hacerlo cómplice de referencias irrespetuosas a <<su>> Presidente, aunque éste fuera el odiado Yrigoyen. Para eso estaba él, Sánchez Sorondo, allá en el congreso, en Buenos Aires. La ropa sucia se lava en casa. Este hecho me fue relatado con legítimo orgullo por el Ingeniero Julio Sánchez Sorondo, hijo de Don Matías. La conducta del gobierno de Yrigoyen para con los países iberoamericanos y los vecinos en especial fue --en las formas y en sustancia-- clara, generosa y confiable. Recordemos que decretó la celebración del Día de la Raza el 12 de octubre como homenaje a la obra civilizadora de España en América. Desarrolló fuertes vínculos políticos y económicos con todos los países iberoamericanos, especialmente con los limítrofes y el Perú. Condonó la deuda del Paraguay, pendiente desde la guerra de la Triple Alianza. Se negó a reconocer un gobierno de facto en Bolivia, ejemplo seguido luego por otros gobiernos, con lo que aceleró la convocatoria a elecciones en ese país. En ocasión de la guerra civil paraguaya no autorizó la venta de armas para no involucrar a la Argentina en la lucha interna del país hermano. Cuando en 1918 se cernió sobre el Uruguay el peligro de una invasión alemana que provenía de la numerosa colonia de ese origen afincada en el Sur del Brasil, el gobierno del presidente Viera preguntó sobre la actitud que adoptaría la Argentina de concretarse la amenaza. Yrigoyen comprometió el apoyo del ejército argentino para defender la independencia de la patria de los orientales. Este gesto le granjeó el reconocimiento del pueblo oriental expresado por el presidente Feliciano Viera por mandato de la Cámara de Representantes. Yrigoyen cultivó la amistad del prócer del nacionalismo del Uruguay, el doctor Luis Alberto de Herrera, con quien tenía grandes afinidades. Posiblemente esa amistad se haya debido a la actitud solidaria y fraterna del Partido Blanco con los radicales exiliados en la otra banda del Plata, a raíz de la revolución de 1905. Con el Presidente Batlle, por el contrario, lo separaban profundas divergencias a pesar de coincidir en el apego a la democracia. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 146 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Una cuestión de política exterior en la que Yrigoyen mostró una firmeza inaudita, fue la de los principios y requisitos necesarios para asegurar la paz y la armonía de la sociedad internacional en el reordenamiento que se gestaba después de la guerra. El no entendía que la Paz y la seguridad internacionales se pudieran construir validamente con una <<Liga de las naciones en las que los vencedores impusieran por la fuerza sus intereses a los vencidos>>. Veía con premonición que la humillación innecesaria y el esquilmar a los perdedores sería el gérmen --como lo fue-- de nuevas y mayores tragedias para la humanidad. Quería una reconstrucción de la Paz hecha de manera ecuánime y no sobre la base de las imposiciones del Tratado de Versalles. Nosotros sabemos ahora cómo terminó la historia; Yrigoyen la antevió en su clarividencia, cuando alertó sobre lo ilusorio que es pretender asentar la Paz permanente sobre la injusticia. Los tratados de Versalles, impuestos por los aliados a los países vencidos en la contienda, Alemania y Austria, fueron la causa, por su inequidad, del resentimiento y el deseo de venganza de Alemania -aprovechados como pretexto por Hitler para construir su poder-- y lo que llevó al mundo a la catástrofe de la segunda guerra mundial. Hay un paralelismo entre la posición del presidente argentino y la del Presidente Wilson con respecto a las expectativas de que se respetaría la justicia en el futuro ordenamiento internacional de la posguerra. Investigaciones recientes revelan una raíz doctrinaria común: las obras de Kant de las que ambos eran asiduos lectores. Aquellas expectativas, creadas por Woodrow Wilson al enunciar los célebres 14 puntos de la política de los Estados Unidos para la posguerra, se vieron frustradas en la práctica cuando se llevó a cabo el injusto Tratado de Paz de Versalles impuesto a Alemania y Autria-Hungría sobre el que se pretendió fundar la Liga de las Naciones, excluyéndolos. Las instrucciones que Yrigoyen impartió a su Ministro de Relaciones Exteriores, el doctor Honorio Pueyrredón, que presidió la delegación argentina enviada a Ginebra para participar de la conferencia de la que surgió, en 1920, la Liga de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas, contenían los principios que nuestro país debía sostener para que la organización mundial fuera un garante efectivo de la paz y la seguridad internacionales. Al no obtenerse la aprobación de esos principios, que sobre bases justas habrían generado una entidad eficiente para preservar la Paz, Yrigoyen decidió que la Argentina no formara parte de la Liga de Las Naciones. Lo que se imponía en Ginebra no era lo esperado, no eran los principios del Presidente Wilson que tantas ilusiones habían despertado y con cuya filosofía y objetivos Yrigoyen coincidía. Finalmente los Estados Unidos tampoco se adhirieron a dicha agrupación por decisión del sucesor de Wilson en la Casa Blanca, el Presidente Harding. El primer gobierno de Yrigoyen culmina cuando el 12 de octubre de 1922 entrega la banda presidencial a su sucesor, el doctor Marcelo Torcuato de Alvear, quien había representado con eficiencia y brillo a nuestro país en Francia durante la última etapa de la gran guerra y que, si bien compartía con Yrigoyen los grandes lineamientos de política exterior, era proclive al ordenamiento internacional de posguerra propiciado por los aliados. Alvear, muy relacionado en París a los círculos políticos y culturales aliados, creía más conveniente para los intereses argentinos plegarse sin cortapisas a los proyectos de los países vencedores en la elaboración de la nueva Sociedad o Liga de las Naciones. Comienza entonces otra fructífera época de nuestra historia: la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear. Fue un período de progreso acelerado en el que nuestro país continuó su desarrollo económico e institucional, convirtiéndolo en una de las más importantes economías del mundo. Eramos, mutatis mutandis, lo que es hoy Japón. Cuando Alvear desempeñaba la jefatura de nuestra misión en París había sostenido ante el Presidente, con sincera convicción, que lo que convenía al país era la ruptura de relaciones con Alemania. Esta y otras divergencias no impidieron que Hipólito Yrigoyen lo ungiera su candidato a la sucesión presidencial pues creía --y de nuevo la historia le dio la razón-- que <<Marcelo sería un gran presidente>>. En varios aspectos sustanciales Alvear continúa la política exterior trazada por Yrigoyen: la de buena vecindad con los países limítrofes y la creación de condiciones óptimas para atraer capitales para el desarrollo. En la visión histórica Yrigoyen y Alvear no son antagónicos, son los dos estilos radicales, como decía Balbín. Recordemos que en 1931, 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 147 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Yrigoyen apoyó nuevamente la candidatura de Alvear y que poco antes de morir lo designó su continuador al frente del Radicalismo. Por otra parte, la gestión de gobierno del doctor Alvear es digna de que se la recuerde como una de las mejores administraciones de la historia argentina. El doctor Yrigoyen retorna al gobierno en 1928, electo por la mayor votación genuina registrada en el país. Designa Ministro de Relaciones Exteriores al doctor Horacio Oyhanarte. El estadista volvía más decidido que nunca a cumplir con lo que consideraba el <<mandato extraordinario>> que le otorgaba la ciudadanía. Iba a profundizar su obra renovadora, la reparación nacional; se empeñaría en el perfeccionamiento de la democracia real y de la justicia social, y en la defensa denodada del patrimonio energético de nuestra Patria. En política exterior proseguiría los mismos fines y postulados de su primera presidencia defendiendo la igualdad jurídica de las naciones como base del ordenamiento de la comunidad internacional y de la convivencia pacífica. Lo demuestran sus iniciativas legislativas y la coherencia de su accionar. El presidente electo de los Estados Unidos, Herbert Hoover, comenzando una gira de buena voluntad por el continente visitó la Argentina en 1929. En las entrevistas que mantuvo con el doctor Yrigoyen recibió las constantes exhortaciones del primer mandatario argentino para que los Estados Unidos respetaran la soberanía de nuestros países y se abstuviera de continuar la política intervencionista de sus antecesores. Hoover se comprometió a ello y cumplió. El Presidente Hoover manifestó su admiración por las dotes de estadista del presidente argentino. Lo cierto es que estos episodios constituyeron un precedente importante de la política del "buen vecino" que luego desarrollaría el Presidente Franklin Delano Roosevelt. No caben dudas de que Yrigoyen inclinó sus preferencias hacia Gran Bretaña en contraposición a los Estados Unidos. Los archivos de la diplomacia inglesa lo confirman. Tengamos presente que en aquel entonces esos países competían por los mercados de América Latina y que los Estados Unidos, como ya dijimos, venían aplicando la política del "gran garrote" en la región y también ponían trabas al ingreso de nuestros productos. Esta posición se reflejó en el hecho de que Yrigoyen dejó deliberadamente vacante el cargo de Embajador argentino en Washington. La convicción de Yrigoyen acerca de la conveniencia de profundizar nuestros vínculos comerciales con el Reino Unido --comprar a quien nos compre-- se trasuntó en la negociación de un tratado con Gran Bretaña a fines de 1929 da la pauta del empeño de Yrigoyen en afirmar el legítimo interés nacional en la conducción de la política exterior con una clara comprensión de la situación económica mundial y un hábil aprovechamiento de nuestra posición de abastecedor de productos de primera necesidad. En esto hay un nítido paralelismo con la política comercial desarrollada durante la primera guerra mundial posibilitando la colocación de nuestras cosechas. Como recuerda Gabriel del Mazo:...<<una inmensa masa de productos estaba acumulada en estaciones y puertos, y los mercados de consumo habituales se retraían desprovistos de medios, el crédito les dio los medios y para nosotros una salida. Prestó a pueblos de Europa un servicio vital incalculable y salvó de una tremenda crisis a la economía nacional>>. El Convenio de Crédito mutuo firmado por Lord D'Abernon por Gran Bretaña y por el Canciller argentino Horacio Oyhanarte, constituyó una innovación imaginativa. Al decir de Gabriel del Mazo: <<Su sencillo articulado rompía los hábitos en los modos del intercambio, y en lo interno aseguraba el futuro del trabajo y de la producción argentinos, señalando la función del Estado en el comercio exterior, para protegerlos en la vorágine internacional. Tanto el gobierno del Reino Unido como el de la República Argentina abrirían, cada uno, créditos por la suma de cien millones de pesos durante dos años. El gobierno argentino podía girar sobre el crédito en Londres para adquisición de materiales de fabricación inglesa, destinados a los ferrocarriles del Estado preferentemente, y el gobierno inglés podía girar sobre el crédito en Buenos Aires para la adquisición de cereales y otros productos de la República Argentina.>> <<La convención implicaba desde el punto de vista argentino, no sólo ensanchar un mercado, hasta ese momento reacio o indiferente a la exportación de granos (habla de adquisición de cereales y no de las adquisiciones habituales inglesas de carne); sino subvenir al propósito del Presidente Yrigoyen de movilizar intensamente la obra del ferrocarril a Huaytiquina paralizada durante seis años y la 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 148 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" proyectada ampliación de la red general del Estado, comprando materiales de construcción, rieles, vagones, locomotoras. Con la misión D'Abernon se conversó de varios temas, entre ellos de una transferencia de los ferrocarriles británicos al gobierno argentino; aunque no se tomó en cuenta este negocio, por varios motivos: el principal fue que el dinero a invertirse en la adquisición de los ferrocarriles, anticuados y caros, podía ser empleado en la construcción de la red caminera, cuya ley, con el correspondiente fondo de vialidad, el gobierno estaba redactando. De tal modo que, con el mismo dinero, el país realizaba los caminos necesarios, y por la competencia creada por los caminos, los ferrocarriles ingleses estarían obligados a mejorar sus servicios y rebajar sus tarifas o su precio de venta>>. Con clara concepción estratégica Yrigoyen buscaba, por medio del tendido de nuevas líneas férreas, la salida de la producción argentina también por el Pacífico, y corregir la distorsión de una red que finalizaba como un embudo en el puerto de Buenos Aires. Entristece ver como esta estupenda oportunidad se perdió por la negativa del Congreso a aprobar este tratado. Del Mazo comenta este episodio afirmando: <<...pero el Congreso procedió con ligereza por servir a pasiones políticas eventuales. Si tal sistema de adquisición recíproca hubiera persistido, otras hubieran sido las alternativas del comercio exterior de la producción nacional de granos, otras las cifras y perspectivas de la producción y otras las seguridades cuando llegó la crisis internacional de 1929.>> Por encima de los intereses de la intermediación financiera y acaparadora estaban los de los productores y de los consumidores. Aquí cabe comparar cómo se defendían en ese tiempo nuestros intereses con lo que ocurrió cinco años más tarde con el tratado RocaRunciman, en el que se firmaron cláusulas mucho más beneficiosas para el Reino Unido que para nuestra República, limitando sensiblemente su libertad de acción en lo comercial. Después de comerciar con Gran Bretaña, Italia y Alemania, Yrigoyen prevé la posibilidad de negociar con Rusia y colocar cueros, madera de quebracho, lana, ovejas en pie y caseina en trueque por petróleo, con lo que se abarataría el precio de la nafta con las consecuentes ventajas para el transporte; pero esas negociaciones, a punto de concretarse, se frustraron con el golpe del 6 de septiembre de 1930. Esto se vincula con el tema del petróleo, en el que Yrigoyen defendió a ultranza los intereses de nuestro país; pero este tema daría para otra extensa charla. Luna recuerda que una misión comercial soviética propuso vender petróleo a bajo precio como pago por productos agropecuarios. Retomemos ahora lo que veníamos diciendo sobre la tan comentada neutralidad de Yrigoyen durante la primera guerra mundial, que muchos años después tuvo inesperadas consecuencias. La moderna historiografía está en condiciones de demostrar que la insistencia de Yrigoyen en defender en aquel entonces la neutralidad argentina fue la causa de que, durante su segunda presidencia, una grave amenaza a la integridad territorial argentina pudiese ser conjurada eficazmente. Corría el año 1929, Yrigoyen había inaugurado su segunda presidencia en octubre del año anterior. Un emisario le comunica un mensaje secreto del Presidente alemán, el Mariscal Hindemburg, el mismo que durante la gran guerra había comandado el Estado Mayor del Ejército imperial. El mensaje era éste: Como prenda de gratitud por no haberse plegado a los enemigos de Alemania en la guerra del 14, el Mariscal advierte al presidente argentino que una gran concentración de fuerzas del ejército chileno se está preparando para invadir por sorpresa la Patagonia argentina en un punto estratégico de nuestra deshabitada frontera. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 149 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Ante el peligro inminente Yrigoyen reacciona de inmediato ordenando a sus ministros militares que, en el terreno, verifiquen la existencia de la amenaza. Se enviaron dos hidroaviones navales a sobrevolar la zona de los lagos. La fotografía aérea comprobó la veracidad del anuncio alemán a pesar de que la intensa humareda de un incendio de bosques intencional procuraba ocultar el movimiento de tropas. Por su gran conocimiento de la zona, también fue enviado rápidamente el Ingeniero Adolfo (Dago) Holmberg. Este eminente hombre de ciencia y gran patriota fue hecho prisionero por los chilenos; lo mantuvieron sentado en una silla durante tres días. Desaparecido el factor sorpresa Chile retiró sigilosamente sus fuerzas, liberó a Holmberg y procuró que el episodio pasara inadvertido. La amenaza de invasión quedó eliminada y el gobierno argentino mantuvo el secreto. Esta fue una consecuencia más, y no la menor, de lo acertado que estuvo Yrigoyen al defender con firmeza los principios que inspiraron su política de neutralidad. Este hecho poco conocido me lo contó mi padre. Luego pude comprobar su autenticidad en un trabajo histórico del profesor Caillet Bois y en el libro "El conflicto pendiente" de Ricardo Paz, a quien el propio Holmberg le dio los detalles. Al adentrarse en la documentación, y en el análisis de la información y la bibliografía sobre la gestión de gobierno de Yrigoyen, hay algo que llama poderosamente la atención. Es lo se nos presenta como desmesurado en la acción de Yrigoyen. Todo en él es sorprendente y como desproporcionado; empezando por el estilo particular con el que expresa y realza esa aparente desmesura. Este tema siempre me interesó, era parte del enigma de Yrigoyen. Sólo la madurez me ha dado lo que creo que es la clave para descifrarlo. Creo que su desmesura formal, su tenacidad al mantener sus posiciones principistas, obedece al acendrado sentido didáctico del estadista. Yrigoyen nunca dejó de ser maestro, profesor. Su forma primordial de ejercer la caridad con el prójimo, más que con las dádivas materiales y ayudas de todo tipo --en las que era pródigo, humilde y discreto-- estribaba en inculcar principios de conducta. Además, predicaba de la única manera válida, con el ejemplo. Para él gobernar era también dar al país un servicio de ejemplaridad. Vemos así que todos los documentos oficiales, especialmente los internacionales, emanados de su prosa barroca pero castiza, transmiten principios éticos. Toda actitud, toda posición política está fundamentada en su cosmovisión moral. Me parece que esos mensajes tenían otro destinatario fuera del declarado. Implícitamente, estaban dirigidos a nosotros, el pueblo argentino, el de entonces, su contemporáneo, y el de hoy. Yrigoyen gobernaba educando, su acción de gobierno era formativa de conciencias y voluntades. 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012 150 "Yrigoyen: Político, hombre de fe y esperanza. Entre la crisis mundial y una Argentina, tierra de sueños inmigrantes" Í ndi ce de Re co pi l a ci ó n Hi s t or i o gr áf i ca G ALV E Z, M ANUE L "Vida de Hipólito Yrigoyen - El hombre del misterio" Editorial Tor S.R.L. .......................................................................................................................1 RO ME RO, LUIS ALB E RTO "Breve Historia de los Argentinos" ........................................................................................... 11 F ALCÓ N, RI C ARDO "Nueva Historia Argentina: Democracia, Conflicto Social y Renovación de Ideas (1916-1930)" Editorial Sudamericana .............................................................................................................. 25 FLO RI A, C ARLO S ALBERTO / G ARCÍ A BE LSUNCE, CÉS AR A. "Historia de los Argentinos" Editorial Larousse ...................................................................................................................... 42 C ANTÓ N, D ARÍ O / MO RE NO , JOS É LUIS "Historia Argentina 3. 1º Parte. La Experiencia Radical (1916-1930)" Buenos Aires 1998 - Ministerio de Cultura y Educación ........................................................... 65 LUN A, FÉ LIX "Los Gobiernos Radicales - Desde el primer gobierno de Yrigoyen hasta Alfonsín (1916-1983)" La Nación - Momentos Clave de la Nación Argentina ............................................................... 71 LUN A, FÉ LIX "Yrigoyen" Editorial Raigal - Buenos Aires 1954 ......................................................................................... 89 P UI GG RÓS, R OD OLF O "Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos II" ......................................................... 99 P AG E , JO SEP H "Perón" ..................................................................................................................................... 116 G AS I Ó, GUILLE RMO "Yrigoyen en Crisis - 1929/1930" Editorial Corregidor – 2006 ...................................................................................................... 120 P ró lo go de HE BE CL E ME NTI "Hipólito Yrigoyen - Mi Vida y Mi Doctrina" Editorial Leviatán ..................................................................................................................... 130 DE L MAZO , G ABRI EL "El Radicalismo - Ensayo sobre su historia y doctrina" Editorial Raigal ......................................................................................................................... 143 10º Certamen Intercolegial de Historia - Instituto Euskal Echea - Llavallol - Año 2012