Los años 70 realismo conceptualismo y violencia. - nodos

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Los años 70 realismo conceptualismo y violencia. - nodos
LOS AÑOS 70.
REALISMO, CONCEPTUALISMO Y VIOLENCIA
Andrea Giunta
1968 fue un año de profundos quiebres para el arte argentino. Fue el
momento en el que los artistas se enfrentaron a las instituciones artísticas
más importantes de los años sesenta -fundamentalmente, el Instituto
Torcuato Di Tolla-, y fue también en ese momento cuando , se
replantearon la función social del arte: ellos sentían que tenían la
responsabilidad de colaborar en la transformación revolucionaria de la
sociedad y, para eso, debían unir sus obras a los reclamos de los
trabajadores. Para muchos artistas, el arte dejó de ser pintura o escultura
para ser, fundamentalmente, acción.El cuestionamiento de la pintura no
implicó, sin embargo, que ésta se reformulara en nuevos términos.
Durante los años setenta dos líneas de expresión adquirieron fuerza: el
conceptualismo (en el que es central el Grupo de los Trece, integrado por
Jacques Bedel, Luis E Benedit, G. Dujovny, Jorge Glusberg, Víctor Grippo,
Carlos Ginzburg, Jorge González Mir, Vicente Marotta, Luis Pazos, Alfredo
Portillos, Juan Carlos Romero, Julio Teich y Horacio Zabala; fuera de este
grupo también se destaca el trabajo de Roberto Elía) y el realismo
(podríamos mencionar a Jorge Alvaro, Miguel A. Bengochea, Alicia Carletti,
Ricardo Garabito, Héctor Giuffré, Hugo Sbernini, Juan Pablo Renzi, Pablo
Suárez o Diana Dowek). Los artistas conceptuales reflexionaron sobre las
convenciones del arte, las instituciones y el poder, y lo hicieron utilizando
materiales de la realidad. Así, Nicolás García Uriburu tino los canales de
Venecia de verde para hacer simbólicamente visible el problema de la
contaminación. En el mismo sentido elaboró una iconografía sobre
animales en extinción o realizó toda una serie sobre el ombú. La
naturaleza también tuvo una forma de representación más abstracta en
artistas como Josefina Robirosa, Hugo de Marziani o Américo Castilla. En
los setenta, Luis E Benedit construyó microam-hientes para animales y
vegetales: una analogía con la que reflexionaba sobre la vida humana. Los
textos y las representaciones de insectos que yuxtapone en sus acuarelas
reproducen la lógica del manual científico y de los estudios de Jean-Henri
Fabre sobre la anatomía y el comportamiento de los insectos. Aunque la
articulos
figuración realista adquirió una nueva jerarquía en el panorama del arte
internacional durante los años setenta, hay una fuerte tradición local en la
Argentina que los artistas de los setenta retomaron. Podemos referirnos a
diferentes tradiciones. Por un lado, aquel realismo que apunta a la crítica
social, como el de los llamados Artistas del Pueblo, en los años veinte
-Fació Hebequer, Abraham Vigo o Adolfo Bellocq, entre otros-, o el grupo
que integraron Antonio Berni, Demetrio Urruchúa, Juan Carlos Castagnino,
Enrique Policastro o Lino E. Spilimbergo, en los años treinta, reelaborando
también la propuesta del muralis-mo mexicano. Esta tradición la continúan
y reformulan de diversas maneras artistas como Ricardo Carpan! o como
Carlos Alonso en los años sesenta y setenta. Pero también podría señalarse
el realismo autorreflexivo que se desarrolla en torno a los artistas de
origen italiano que pintaron el puerto de La Boca (como Benito Quinquela
Martín, Víctor Cúnsolo o Fortunato Lacámera) o aquel realismo que hizo
del tema un pretexto para la organización de las formas y de los colores en
la superficie de la obra (como el de Leopoldo Presas, Raúl Russo o Santiago
Cogorno). Pero en los años setenta el realismo no sólo recuperó una
tradición, también se vinculó a un contexto preciso. En este sentido, no
estuvo al margen del clima que impuso el terrorismo de Estado y el
genocidio que perpetró la dictadura militar entre 1976 y 1983. La tensión
entre tradición y el contexto de los años setenta es importante en la obra
de Juan Pablo Renzi, artista central en la vanguardia de Rosario en los
sesenta. Renzi recuperó en sus pinturas las naturalezas muertas de
Augusto Schiavoni. Pero al mismo tiempo, sus mesas, ventanas y retratos
familiares también invitan a reflexionar sobre las relaciones entre los
objetos, sobre los interiores y sobre el aislamiento. Si en los primeros años
setenta la ocupación de la escena urbana había integrado el programa de
muchos artistas (las intervenciones que realizan los artistas en la plaza
Roberto Arlt -como el horno para fabricar pan de Víctor Grippo, en 1972—
son un claro ejemplo), ahora era fuerte la referencia a objetos que
planteaban una reflexión sobre la interioridad, el aislamiento, la violencia
y la censura (como los alambrados que pintó Diana Dowek). El realismo de
los setenta abordó con insistencia el tema del hombre, tanto en los
retratos de Héctor Giuffré o de Ricardo Garabito, como en los deportistas o
en los hombres caminando que realizó Jorge Demirjián. La represión tuvo
formas de representación más directa: las escenas de carnicerías que
realiza Carlos Alonso, así como sus pinturas sobre la tortura y el poder
militar, son extremadamente elocuentes. Junto al realismo de contenido
político, otras formas se ligaron a una poética su-rrealizante centrada en el
cuerpo (desde las mujeres de Guillermo Roux hasta los personajes
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circenses de Jorge Alvaro y las niñas de Alicia Carletti). La violencia se
mezcló con la ironía en las pinturas de Antonio Seguí. Sus temas nos
permiten, en una lectura posible, referirnos al tránsito entre los años
setenta y ochenta: la distancia entre sus personajes con sobretodo que, de
espaldas al espectador, miran al otro lado de un muro, y los personajes
multiplicados que circulan invadiendo toda la superficie de la tela,
confundiéndose con el espacio urbano. Como en sus pinturas, las calles
volvían a ser ocupadas por las multitudes.
fuente_ORIGEN DE DATOS: ARTE PARA TODOS

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