fidel castro y `la generación centenario` de chapingo

Transcripción

fidel castro y `la generación centenario` de chapingo
Fidel Castro y la Generación Centenario
Cuando la Escuela Nacional de Agricultura cumplió su primer centenario en mil
novecientos cincuenta y cuatro, el Presidente de México, Adolfo Ruiz Cortinez, fue a
inaugurar los cursos a Chapingo porque era tradición que el presidente en turno lo hiciera.
Ese año egresó Jorge Galindo Alonso, el científico chapinguero más conocido en el ámbito
fitopatológico mundial por su descubrimiento de la sexualidad del ‘tizón tardío de la papa’;
su grupo intentó, sin éxito, ser reconocido como la Generación del Centenario de la ENA.
El grupo que ingresó a Chapingo ese año y egresó en el sesenta también demandó,
con la lógica irrefutable de ser la generación número cien, el –¿fútil? – privilegio de portar
esa etiqueta. En realidad no era la número cien pues la ENA estuvo cerrada muchas
veces debido a turbulencias políticas de los siglo ixx y xx, pero al final se quedaron con el
titulillo.
En aquellos años Chapingo era una escuela militarizada y su banda de guerra solía
hacer honores al Presidente en funciones: esporádicamente como en el Día del Árbol que
se celebraba en Chapultepec, y de fijo el veintidós de febrero, durante la inauguración de
cursos, que ese año fue especial porque asistió un invitado honorífico: Haile Selasie, el
León de Judea y Emperador de Etiopía.
El mandatario abisinio nos visitó para agradecer la posición que México asumió ante
el gobierno gringo de Roosevelt y la Liga de las Naciones, cuando se declararon ‘no
intervencionistas’ frente a las sucias agresiones de los países nazi-fachistas. Sí, allá por
los años 35-36 Italia había invadido Etiopía, y la única voz de protesta que se escuchó fue
la de Lázaro Cárdenas, la de nuestro país, que así ponía sus barbas a remojar, siendo el
vecino débil de una nación poderosa.
Haile Selasie no llegó solo, le acompañó una pléyade de jóvenes que ingresaron al
Colegio Militar, la Médico Militar, Chapingo, y que, con el tiempo, llegarían a ocupar en su
patria los ministerio del café, de comercio y hasta el primer ministerio, que estuvo a cargo
del hoy occiso chapinguero Hailú Yemanú.
Pero también le acompañaba un ambiente oficial de oposición a las novatadas que
se practicaban en Chapingo; oficial porque fue por órdenes de Ruiz Cortinez que se
instruyó a la prensa nacional para que escribieran contra esas salvajes costumbres
medievales que aún se cultivaban en las escuelas militares y militarizadas oficiales o no.
En general, lo tolerable de las novatadas era andar pelón todo el año, servir de mano
de obra en el campo, o de mucama y limpiabotas en los dormitorios; lo salvaje y
retardatario eran los golpes obligados entre novatos o los que recibían durante las fiestas,
a manos de los veteranos que las organizaban. Pero lo que no tenía nombre era hacer
correr, entre dos filas de anónimos veteranos, a decenas de pelones también anónimos,
para golpearlos con la gruesa fajilla de cuero, con su hebilla, y hasta con palos o ramas.
Ocasionalmente algún veterano maniático ponía zancadilla a cualquier pelón para
aporrearlo, más a mansalva, caído. Sí, la pamba era el colmo de la cobardía anónima y
colectiva.
La Generación Centenario, inicialmente integrada por más de doscientos
estudiantes, hubiera pasado desapercibida pues no produjo en lo académico, científico o
deportivo, algo digno de ser llamado excepcional; y, aunque estaba compuesta en su
mayoría por jóvenes de origen campesino y popular, no faltaban los riquillos y
clasemedieros conservadores ni los mochos rurales. Aún así, puede decirse que era una
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generación representativa de su tiempo: «revolucionaria»; como las del Poli y la UNAM;
sólo que algo más.
¿Por qué algo más?; porque la ENA es revolucionaria desde su extracción popular,
su forma de gobierno y su manera de elegirlo: ninguna otra universidad de México o del
mundo elige, por votación mayoritariamente estudiantil, a sus órganos de gobierno y a su
rector. ¿Pero por qué entre comillas?, porque ninguna universidad, como tal, ha hecho una
revolución. Aún así, la Centenario destacó entre las generaciones politécnicas y
universitarias de su época. Veamos por qué.
Cuando esa generación terminaba la carrera en 1960, un año después del triunfo de
Fidel Castro, delegados de la revolución cubana recorrieron América Latina, de sur a
norte, para darla a conocer y, más que nada, para buscar y obtener solidaridad con su
orientación antimperialista. En ningún país la obtuvieron como aquí pues, exceptuando el
Brasil de Kubitschek, el Costa Rica de Echandi, y el México de López Mateos, el resto de
América Latina estaba condicionada para adorar lo gringo y capitalista. Y, de México, en
ningún otro lugar los recibieron como en Chapingo.
La Generación Centenario organizó una bienvenida que nunca sospecharon los
cubanos; incluso muchos de los próximos egresandos de la Generación se ofrecieron a
trabajar en el hermano país. El entonces Secretario de Agricultura, atento a los dictados
gringos o adelantándose a ellos, criticó a
los «malos estudiantes que glorificaban
ideologías extrañas a la idiosincrasia
mexicana, agraviando así a los héroes de
su propia revolución». En respuesta a tan
burda acometida de un gobierno servil y
agachón, el fogoso grupo, por aclamación,
solicitó a Fidel Castro, vía Antonio
Portuondo, su Embajador en México, que
apadrinara oficialmente a la Generación
Centenario.
Alarmado y furioso, el Secretario,
Julián Rodríguez Adame citó a los rebeldes
para –exigencia velada– pedirles que
reconsideraran esa afrenta a lo mexicano;
pero la Generación se negó en forma casi
unánime. Entonces, poco antes de la graduación, ordenó al Director de la ENA que los
amenazara con la sombra del desempleo, en una época en que el principal empleador de
agrónomos era el gobierno federal. El Director en turno los citó y les dijo: «el señor
Secretario me ordenó informarles que, de persistir en su decisión, van a tener problemas
de empleo en el futuro próximo; yo se los transmito como subordinado que soy de él; sin
embargo, como individuo, como Enrique Espinosa Vicente, les digo que sólo cuando uno
es joven puede darse el lujo de hacer lo que le dicta la conciencia».
Al final Fidel los apadrinó, y en la ceremonia de graduación fue representado por
Antonio Portuondo, pero antes los invitó a la conmemoración del veintiséis de julio, en mil
novecientos sesenta, en Cuba, y muchos de los que aceptaron ir tuvieron la oportunidad
de votar los decretos que Fidel proclamó en el campo de béisbol de La Habana, esas
históricas decisiones del seis de agosto del mismo año, mediante las cuales se
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expropiaban industrias azucareras y petroleras, como respuesta al gobierno gringo que, en
forma arbitraria y unilateral, había decidido no comprar un gramo más del azúcar cubano,
incumpliendo las normas internacionales y agrediendo, con descaro y desprecio de la
opinión pública mundial, al pueblo antillano.
¿Fue fútil el privilegio de pertenecer a esa generación? Nadie sabe cuántos de esos
jóvenes revolucionarios de antaño aceptarían hoy que lo hecho ayer fue por convicción y
no sólo un error de juventud, pero serían pocos, en realidad muy pocos. Los únicos que sí
permanecen fieles a sus principios son los reaccionarios, pero eso siempre ha sido así, los
derechistas rara vez cambian su ideología juvenil, los izquierdistas rara vez la conservan.
La franja generacional egresada en el 1960 ± 5 años, produjo todo tipo de
profesionistas: buenos y malos, verticales y agachones, rateros y honestos. ¿Gente de
principios?, pocos. Entonces: ¿qué somero perfil caracterizaría a tal franja?; la afición por
el alcohol, el ciego nacionalismo, bailar al ritmo de son.
¿Y los de la franja siguiente, 1970 ±5? También produjo todo tipo de profesionistas:
buenos y malos, verticales y agachones, rateros y honestos; incluso mártires. ¿Gente de
principios?, pocos. Entonces: ¿qué dejó el '68'?; fumar de tochomorocho, vendepatrias,
rocanrol... Salinax, Zedillox, Fox.
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