Hacer mas llevaderas nuestras ignorancias
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Hacer mas llevaderas nuestras ignorancias
Noviembre de 2011 Hacer más llevaderas Nuestras Ignorancias Quién no quiere razonar es un fanático El que no puede pensar es un necio Y quién no tiene la valentía de pensar es un esclavo William Drumont (1585-1648) Me parece útil para un análisis de la cuestión minera, traer la frase hecha célebre por el poeta e historiador escocés, William Drumont, ya que nos ayuda a caracterizar los diferentes grupos que se manifiestan a lo largo y ancho del país, cuando se somete al debate público la industria minera. Está claro que en el primer grupo se encuentran quienes forman parte de la eco-religión, los que representan una posición biocéntrica en contraposición con quienes pensamos que es inaceptable perseguir la sostenibilidad ecológica dejando de lado el interés por los aspectos sociales y económicos al punto de excluir a los seres humanos o condenarlos a seguir viviendo en la pobreza. El segundo grupo, dado el tiempo en que la frase fue realizada, debemos interpretarla como referidas a personas toscas e ignorantes, burdas, sin instrucción. Gracias al fenomenal esfuerzo civilizador y educativo realizado en el país desde la segunda mitad del siglo XIX, podemos afirmar que es muy distinta la situación ciudadana en nuestro tiempo de aquella, la que formó parte Drumont a principios del siglo XVII. Por lo que podemos concluir de que hoy este grupo, el de los mentecatos es irrelevante. El más importante y al que se debe prestar mayor atención es al grupo de los que se niegan a pensar. Los que animados por una preocupación legítima; prefieren quedar cautivos del slogan en lugar de sentirse libres con la verdad; la sentencia absurda al razonamiento argumental. Nuestros mejores esfuerzos deberían emplearse en comprender y lograr modificar esta actitud. No ayuda a poner claridad, el hecho de que ocho provincias argentinas hayan prohibido la actividad minera metalífera. Cuesta exigir razonabilidad, cuando los dirigentes políticos no la tuvieron. ¿En cuál de los grupos señalados por Drummont inscribiríamos a estos legisladores impulsores de la prohibición de una industria lícita? ¿Al de los fanáticos o al de los sin valentía para pensar? Enfrascados en su propia ignorancia, atemorizados por el escrache antidemocrático de la eco-religión y negándose a recibir información científica, es decir corroborable, prefirieron escaparle a sus responsabilidades de construir el “Bien Común” saliendo del paso con premisas falaces referidas a una actividad que desconocen: A pura demagogia prohibieron una de las actividades industriales más antigua llevadas adelante por el ser humano de todas las culturas y en todos los tiempos: la minería a cielo abierto. Es tan manifiesta la ignorancia de la mayoría de los legisladores, que en algunas provincias llegaron a prohibir también la utilización de cianuro, ácido sulfúrico y mercurio en los procesos mineros metalíferos de cateo, prospección, exploración y explotación, que para quien conoce y sabe del tema, es tan absurdo como pretender prohibir la pesca en alta mar en camiones con acoplados. Es fácilmente demostrable que ninguna de las catástrofes que se anuncian y atemorizan a la sociedad, han ocurrido. Catamarca, San Juan y Santa Cruz, provincias que con decisión e inteligencia han impulsado la explotación de los recursos mineros desmienten a diario, temerarias y falsas afirmaciones. En ningún caso falta agua para la agricultura o merma de su calidad para el consumo humano. La fauna se vio favorecida porque cesaron los tours de caza furtiva, hoy zorros, liebres y guanacos forman parte del paisaje que rodea los campamentos y frentes de explotación. El turismo encuentra un nuevo atractivo en la observación de las tareas culturales de una mina; los estados nacional, provincial y municipal se ven favorecido por el extraordinario aporte de impuestos, regalías y fondos fiduciarios de desarrollos regionales; los prestadores de servicios locales reinvierten sus ganancias en otras actividades productivas del lugar, pero por sobre todas las cosas: miles de compatriotas se convierten en verdaderos ciudadanos, con importantes ingresos en blanco, dejando atrás una vida de carencias, de subsidios al desempleo, agravada en muchos casos con la necesidad de tener que inclinar la cerviz ante otros hombres para conseguirlos. Sostenibilidad no es lo mismo que desarrollo sustentable. El pretender que nada cambie, que siga todo igual es una malicia para el caso de sociedades que contando con recursos naturales importantes, sus habitantes carecen de un adecuado bienestar. ¿Qué derecho pueden exhibirse para pretender seguir marginando a pueblos olvidados por décadas del progreso general? ¿O será que algunos no soportan el daño que a su autoestima les ocasionaría, que regiones que dan por atrasadas e inferiores, en un futuro cercano pasen a ser ejemplos de progreso y paradigmas de justicia social? Me pregunto qué sería de algunas localidades muy promocionadas por su actividad turística si hoy les quitaran subsidios, el empleo público innecesario, los recursos por regalías de la también denunciada “contaminante” actividad petrolera, recursos a los que no escuchamos que propongan renunciar. El avance social no puede detenerse por mucho tiempo, es más, nunca se detuvo en la historia, ni con ejércitos. Es sólo cuestión de tiempo para qué, minería y desarrollo sustentable de las comunidades y el medio ambiente se convierta en la combinación estratégica que impulse a los habitantes de centenares de pueblos de argentina, hacia un futuro de progreso económico y sobre todo, cultural. Para lograr que el buen cambio deseado llegue lo antes posible, debemos abocarnos al desafío de hacer que los ciudadanos piensen desde la ciencia. Que se liberen de repetir frases que llueven en panfletos y por Internet como una especie de misterios revelados desde una nueva religión. Más nos alejamos de la ciencia, más nos acercamos a la brutalidad. Ya Sócrates nos advertía y enseñaba que saber decir No Sé, nos liberaba de tener la pesada carga de tener que opinar sobre lo que no sabemos. No es malo que cuando debamos opinar en minería o en medicina, en robótica o en pesca, cenizas volcánicas, o del código penal: decidamos previamente recurrir a la opinión de los expertos, que sobre estos temas estudiaron en nuestras universidades, ya que ellos saben y pueden decirnos la verdad. Esta forma de actuar nos llevaría a una nueva forma de pensar que nos alejaría de la esclavitud de la que nos habla Drummont y que al decir de Sócrates, haría más llevaderas nuestras ignorancias. Mario Osvaldo Capello Ingeniero de Minas Secretario CADIM Diputado Nacional y Provincial M.C