BOLETÍN DE LA ASOCIACIÓN DE HERBARIOS IBERO

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BOLETÍN DE LA ASOCIACIÓN DE HERBARIOS IBERO
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Sobre la utilidad de los herbarios*
César DELNATTE**
Muséum d’histoire naturelle d’Aix-en-Provence, 6 rue Espariat.
F-13100 Aix-en-Provence, C. e.: [email protected]
Un herbario es un conjunto de muestras o especímenes
de plantas secas, presentadas en forma de pliego o lámina,
lo que antiguamente se llamaba hortus siccus u hortus
hiemalis. Por extensión esta voz califica igualmente el
edificio donde se lleva a cabo la gestión y conservación
de este tipo de colecciones. El “Muséum national
d’Histoire naturelle” de París es el más antiguo de estos
establecimientos ya que data de 1635 (BATEMAN, 1975).
Aunque las plantas secas constituyen la mayor parte
de las colecciones, ciertos especímenes se conservan en
otras condiciones o forman parte de colecciones especiales. En efecto, podemos encontrarnos colecciones en
alcohol, colecciones de modelos de flores y frutos en cera
o alabastro, de granos de polen (palinotecas), de muestras
de madera (xilotecas), de frutos o semillas (carpotecas),
de algas (ficotecas), de hongos (micetotecas o micotecas),
etc.; en ellas encontraremos desde pequeños fragmentos
conservados en gel de sílice para estudios genéticos hasta
colecciones de plantas vivas en jardines botánicos (hortus
vivus) e incluso un “droguier” que suele ser frecuentemente, aunque no siempre, una colección de las partes de
las plantas que sirven como base para la preparación de
medicamentos.
En su sentido moderno, la palabra herbario ha sido
empleada por primera vez por Joseph Pitton de Tournefort
(1656-1708) en 1694 en su obra editada en tres volúmenes bajo el título “Éléments de botanique ou méthode
pour connaitre les plantes”. Se trataba entonces de una
obra encuadernada e ilustrada. Durante la Edad Media, el
herbarium era una dependencia de los monasterios donde
se almacenaban las plantas de uso medicinal o culinario
(LANE, 1996).
En unos 180 países se han registrado más de 3000 establecimientos que conservan al menos 5000 muestras. En
conjunto llegan a contabilizar 360 millones de especímenes (THIERS, 2010). Francia es el segundo país del mundo
por el número de especímenes (20 millones) y de ejemplares tipo (300 000), detrás de los Estados Unidos y
delante de Inglaterra (DURAND RAMEL & LOUP, 2007).
De ello se deduce la responsabilidad internacional que le
toca (PIERREL & REDURON, 2004). A pesar de que más
del 80% de las colecciones francesas se encuentren depositadas en tres grandes herbarios –París, P, más de 9 millones; Lyon, LY, 4 millones y Montpellier, MPU, 4 millones–, muchas otras colecciones pequeñas todavía no se
han inventariado (VOLPES-BAHUAUD, 2008). A escala
internacional, cada herbario se identifica por un acrónimo
compuesto de 1 a 6 letras. Y desde 1935 forman parte del
Index herbariorum, una lista que se actualiza constantemente. Se trata de una base de datos consultable en línea
desde 1996 (THIERS, 2010).
El primer objetivo de las colecciones de historia natural no solo es el descubrimiento y la clasificación de las
especies, sino también la comprensión de los ecosistemas
a escala mundial (LANE, 1996). Así, estos establecimientos permiten conservar numerosas muestras de una sola
especie, las cuales constituyen el testimonio de las determinaciones confirmadas por los especialistas. Algunos
establecimientos guardan también ejemplares originales
llamados tipos nomenclaturales. Según las reglas internacionales de nomenclatura, cada especie nueva que se
describa tiene que llevar asociada una descripción o protólogo –incluye sobre todo una diagnosis en latín1– publicado en una revista especializada, así como un espécimen
de herbario depositado en un establecimiento reconocido
(MCNEILL & al., 2006).
En un sentido más amplio, el herbario es el depósito
de todas las muestras citadas en las publicaciones científicas (botánica, ecología, farmacología, ciencias forestales,
etc.). A diferencia de otras disciplinas de las ciencias
naturales, un herbario es el único testimonio válido de la
existencia de una planta en un lugar concreto y en un
momento dado.
La gestión de los herbarios abarca cuatro funciones
principales:
1) Conservación – En este apartado, más de un tercio
de las colecciones albergadas en los museos del
mundo estarían deficientemente mantenidas (DURAND RAMEL & LOUP, 2007). Hoy en día, la conservación curativa que pretende paliar los efectos
de la degradación (envenenamiento de los especímenes) se ha visto superada en beneficio de una
conservación preventiva que analiza las causas
(DELNATTE, 2012). El herbario más viejo de Europa se remonta a 1532; se trata del herbario de
Gherhardo Cibo que se conserva en la Biblioteca
*Versión española del artículo titulado “De l’utilité des herbiers”, publicado en Le Monde des Plantes 504: 27-29 (2011),
efectuada por L. Villar. La redacción del Boletín AHIM agradece a
G. Largier y demás editores de Le Monde des Plantes, así como a
C. Delnatte su autorización para traducir y publicar este trabajo.
** Dirección actual del autor: Chargé de mission écologie,
spécialiste du végétal. DEAL Martinique. Pointe de Jaham – BP
7212. 97274 Schoelcher Cedex.
1
Nota del T.: Desde el Congreso Internacional de Botánica
celebrado en Melbourne (julio de 2011), se acepta en inglés.
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Angélica de Roma (HOAREU, 2004). El más antiguo de Francia data de 1558, fue formado por Jean
Girault y comprende 310 pliegos de especies recolectadas esencialmente en la región de Lyon, y se
conserva en el “Muséum national d’Histoire naturelle” de París (P) (JOLINON, 2001). La Universidad de Bolonia (BOLO) posee la colección de Andrea Cesalpino que data de 1563 y la de Ulises Aldrovandi (1551-1590) (KUSHNER, 2011). Por su
parte, el herbario nacional de los Países Bajos en
Leiden (L) conserva el herbario de Petrus Cadé,
compuesto de 171 plantas, que data de 1566
(CHRISTENHUSZ, 2004). Estos herbarios pluriseculares demuetran que la materia vegetal se conserva
bien si se mantiene en buenas condiciones. El local
ideal carecería de ventanas, estaría construido a
prueba de fuego, equipado de aire acondicionado,
alumbrado por bombillas de baja luminosidad y
equipado por un compartimento estanco a la entrada. Los dos parámetros ambientales a controlar son
la temperatura y la humedad. Como resultan interdependientes parece obligado controlarlos simultáneamente. Una temperatura constante comprendida
entre 16 y 18ºC es la deseable, ya que si es más
elevada favorece el desarrollo de los insectos.
Fundamentalmente, las colecciones botánicas son
atacadas por coleópteros pertenecientes a las familias de los Anóbidos, Derméstidos y Pitínidos
(EHRET, 1990). Las tasas de humedad relativa no
deberían sobrepasar el 65% (CLARY, 1991), todo
ello con una circulación de aire que impediría la
aparición de mohos. Además de estos dos parámetros, resulta importante controlar la iluminación, ya
que los rayos UV provocan la pérdida de color o
desencadenan reacciones químicas (UNESCO,
2006). Asimismo resulta esencial limitar la acumulación de polvo, considerados elementos nutritivos
para hongos y ácaros así como vías de transporte
de las esporas. Además, el polvo tiene efectos
abrasivos sobre las colecciones (UNESCO, 2006).
2) Restauración – Originalmente, los especímenes no
se fijaban al pliego, a veces se cosían o se prendían
con alfileres. Pero su manipulación ha podido provocar la rotura y fragmentación de los especímenes, e igualmente la pérdida de los datos al perderse la etiqueta. Por eso, la operación principal consiste en fijar las muestras y sus respectivas etiquetas, ya sea al pliego original o en un soporte rígido.
Las tareas de restauración deben tener en cuenta
dos aspectos contradictorios, la consulta y la conservación de los materiales. El formato estándar internacional de los pliegos de herbario es de 45 ×
28 cm. No obstante, en las colecciones antiguas,
cada recolector adoptaba su propio formato.
3) Inventario – Resulta esencial con el fin de permitir
una mejor explotación tanto de los datos de los herbarios como de los taxones que albergan, el número de
muestras, el lugar de procedencia y los datos correspondientes, así como el nombre de los botánicos.
Aunque la idea de informatizar los datos de las colec-
ciones de historia natural surgió en los años 1970
(LANNE, 1996), en Francia fue el herbario de la Guayana en Cayenne el primero que empezó a informatizar sus datos en 1986 (HOFF & BRISSE, 1985). Además, la ley de 2002 sobre los museos de Francia obligó a inscribir sus colecciones en un inventario que se
deberá actualizar cada diez años.
4) Promoción y difusión de sus datos – Dado que los
dos principales papeles de las colecciones de historia natural consisten en la investigación y la educación, los herbarios deben permitir el préstamo de
materiales a especialistas de otras instituciones botánicas o bien la consulta de los especímenes en
sus instalaciones, sobre todo si se trata de los
ejemplares tipo que por lo general no se prestan.
Por añadidura, las bases de datos informatizadas
que se desarrollan en numerosos herbarios contribuyen a la difusión internacional de la información
y por tanto al mejor conocimiento de la biodiversidad vegetal. El GBIF (Global Biodiversity Information Facility) y la “Encyclopedia of Life”
(EOL) son dos de los portales para acceder a metadatos. No solo permiten la interconexión de dichas bases de datos sino que aumentan el valor de
las colecciones (HARPERSAUD, 2009) y maximizan
la recuperación del esfuerzo invertido en la recolección. Estas bases de datos internacionales parecen señalar el fin de la carrera que se había establecido por aumentar el número de especímenes
conservados desde que empezaron los “cabinets de
curiosité” gabinetes de estudio y curiosidades del
siglo XVI. Por su parte, la digitalización de los
pliegos de herbario permite limitar su manipulación y así reducir su deterioro.
FUNK (2003) alista en su artículo 32 utilidades relacionadas con los herbarios, las cuales resumimos a continuación. Aunque las plantas se hayan prensado y desecado, conservan su integridad y pueden rehidratarse o diseccionarse con el fin de estudiar sus tejidos. Por esa razón el
herbario constituye una base fundamental para un completo estudio de la planta por parte de taxónomos, sistemáticos, anatomistas, palinólogos, ecólogos, genéticos,
etnobotánicos, farmacéuticos, químicos, etc. Estos trabajos permiten confeccionar listas de caracteres que llevarán
a establecer claves de determinación por medio de las
cuales se identificarán las plantas y se elaborarán floras o
flórulas.
Los herbarios contribuyen a inventariar la diversidad
específica de un región concreta y al reunir especies de
orígenes geográficos diferentes permiten reconstituir su
evolución y parentesco (filogenia). Asimismo, gracias a
ellos se pueden delimitar las áreas de distribución en los
estudios biogeográficos; la cartografía corológica servirá
de base para establecer los correspondientes espacios
protegidos (TER STEEGE, 1998; HARPERSAUD, 2009). Por
último, también sirven para el seguimiento de la evolución a lo largo del tiempo. Con esta perspectiva histórica
podremos estudiar las migraciones de las especies, así por
ejemplo sabemos que el calentamiento climático provoca
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desplazamientos latitudinales y altitudinales. Esa circunstancia histórica evidencia igualmente cómo se vuelven
raras algunas especies, y ello marca las prioridades de su
conservación o la declaración de espacios protegidos.
También podemos seguir la expansión de una especie
exótica; de hecho ya sabemos que las invasiones biológicas representan la segunda causa de la pérdida de biodiversidad, por detrás de la destrucción de los hábitats.
Un herbario se compone de un vegetal desecado más
una etiqueta, y ambos componentes tienen la misma importancia, ya que cada uno por separado carece de interés
(FAURE, 2004). El trabajo previo del recolector resulta
muy valioso puesto que anota información preciosa que
luego pasa a las etiquetas. Entre los datos primordiales a
consignar citemos la fecha y la localidad, así como el tipo
biológico, tamaño del vegetal e incluso datos ecológicos
(hábitat, área de distribución, asociación vegetal…) y las
propiedades de la planta en cuestión. Todas esas informaciones adquieren gran valor en el caso de plantas raras o
consideradas extintas. Por otra parte, cabe recordar que
ciertos datos se pierden durante el proceso de secado y
preparación, por ejemplo el color, el olor y el porte de la
planta.
El método a seguir para la preparación de los herbarios se atribuye Luca Ghini (1500-1556), que fue profesor
en la Universidad de Bolonia. En aquella época los botánicos eran principalmente médicos o farmacéuticos, si
tenemos en cuenta que esta disciplina todavía se consideraba patrimonio de la medicina (VOLPES-BAHUAUD,
2008). Evidentemente, se formaban herbarios con el fin
de aprender a reconocer las plantas medicinales, conocidas como “simples”2; constituían la principal fuente para
obtener medicamentos y por ese procedimiento se trataba
de conocer sus propiedades (hortus sanitatis).
Así es como se fue desarrollando la “botánica científica” que permitiría el progreso de los estudios y dejaría
atrás la época de las copias, las cuales, de tanto repetirse
resultaban irreconocibles.
La edad de oro de los naturalistas exploradores se suele situar en el siglo XVIII. Aquellos personajes contribuyeron ampliamente al aumento de las colecciones. Entre
los franceses citemos tan solo una decena:
– Pierre Belon (1517-1564), precursor de los viajeros
naturalistas, recorrió Egipto, Grecia y Asia Menor de
1546 a 1549.
– Charles Plumier (1646-1704), quien llevó a cabo
cuatro viajes a las Antillas y América del Sur entre 1689 y
1704. Debemos a él particularmente la descripción de la
vainilla.
– Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708), superintendente del Real Jardín, que fue enviado por Luis XIV a
Asia Menor a través de Europa entre 1700 y 1702.
– Joseph de Jussieu (1704-1779), que recorrió el Perú y el Ecuador durante una treintena de años después de
acompañar a C. M. de la Condamine. Entre otros, a él
debemos los descubrimientos del caucho y la cocaína.
2
Nota del T.: Según el DRAE (2015), un simple sería un
“material de procedencia orgánica o inorgánica, que sirve por sí
solo a la medicina, o que entra en la composición de un medicamento”.
– Charles Marie de la Condamine (1701-1774),
quien descendió por el Amazonas y concretamente descubrió la quinina y el curare.
– Jean-Baptiste Aublet (1720-1778), que consagró
más de diez años de su vida a redactar la “Histoire des
Plantes de la Guiane Françoise”.
– Michel Adanson (1727-1806), quien recolectó más
de 24 000 muestras, algunas de las cuales traídas del Senegal (entre 1748 y 1754) y que le sirvieron para publicar
en 1763 su obra de clasificación titulada “Familles des
Plantes”.
– Louis-Antoine de Bougainville (1729-1811), que
dio la vuelta al mundo de 1766 a 1769 pasando por las
Islas Malvinas y el archipiélago de Tuamotu. Asimismo
descubrió el archipiélago de las Islas Samoa.
– Jean-François de la Pérouse (1741-1788), quien
junto con Joseph Hugues Boissieu de la Martinière (17581788) inició una expedición alrededor del mundo, concretamente para completar los descubrimientos del inglés
James Cook en el Océano Pacífico, donde desaparecieron.
– Aimé Bonpland (1773-1858), que acompañó a Alexander von Humboldt (1769-1859) por las cimas de América del Sur.
Sus colecciones, que albergan cierto número de tipos
nomenclaturales, se conservan principalmente en los
herbarios de París (P), Ginebra (G), Kew (K), Museo
Británico (BM) o también Montpellier (MPU). Su estado
de conservación varía en función de las muestras. Es
sabido que determinadas familias, como las Melastomatáceas, son conocidas por hacerse añicos rápidamente.
A pesar de las numerosas expediciones, ciertas regiones
del mundo todavía se conocen mal desde un punto de vista
botánico, dado que se han prospectado poco. Así, por ejemplo, en la Amazonia (NE de América del Sur), sólo se conoce bien la flora de cinco localidades: Kaieteur Falls National
Park, Maboura Hill, Iwokrama (Guayana), Reserva Ducke
(Brasil) y Saül, en el centro de la Guayana francesa.
Según un informe del World Wildlife Fund (WWF),
solo en los últimos diez años se han descubierto cerca de
500 especies vegetales nuevas en Madagascar. En 1988,
una expedición a las Marquesas (Polinesia francesa) permitió identificar 18 nuevas especies. Durante las expediciones llevadas a cabo en Borneo entre 1994 y 2004, se
descubrieron 68 especies vegetales nuevas. Asimismo,
otra expedición a Papúa Nueva Guinea en 2009 llevó a la
descripción de 9 nuevas especies. Todas estas cifras nos
indican la necesidad de continuar con las prospecciones y
recolecciones. Gracias a ese esfuerzo el Herbario Nacional del Muséum de París ingresa anualmente en sus colecciones más de 10.000 especímenes (JOLINON, 2002).
Según algunas estimaciones, las 250 000 especies de
plantas fanerógamas descritas a escala mundial corresponden aproximadamente al 80% de las especies existentes. Sin embargo, podría ser que la mitad de las 70 000
especies que faltan ya se encuentren en los herbarios, a la
espera de ser descritas (BERBER & al., 2010).
Es evidente que los herbarios forman parte de nuestro patrimonio cultural, histórico y científico (DURAND
RAMEL & LOUP, 2007). Puesto que constituyen lugares
donde se almacenan conocimientos, importa mucho
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conservarlos en las mejores condiciones posibles, es la
única manera de asegurar no solo su perennidad sino
también su transmisión a las futuras generaciones. Es de
lamentar que muchas veces no se les presten la atención
o los cuidados necesarios para dicha perennidad (PIERREL & REDURON, 2004).
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