Lobos con piel de cordero por Karasu

Transcripción

Lobos con piel de cordero por Karasu
Lobos con piel de cordero
por Karasu
<Nada es lo que parece>
Era otra concurrida y cálida tarde en el pueblo, cientos de vendedores ambulantes tenían
preparados ya, sus puestos desde la mañana para exponer en ellos sus pieles, telas, especias
y demás artículos al público en la Gran Galería con piso de lajas que constituía el centro de
comercios de aquella pequeña pero concurrida comuna. Por supuesto, no faltaban allí los
bandidos, corriendo de aquí para allá, los adivinos de pacotilla anunciando futuras
desgracias, las hermosas jóvenes que paseaban con sus cestas, los excéntricos actores
ambulantes que regalaban alguna que otra sonrisa a los casuales transeúntes y demás
personajes cotidianos, que añadían un tono extra de color al lugar. Sin embargo, un extraño
aroma se podía sentir allí en el aire, el cual brotaba casi imperceptiblemente. Desde un
pequeño puesto ubicado en una de las esquinas, se tramaba algo más que vender frutas
frescas a los compradores. Se trataba de un asunto de mayor envergadura…
-Muy bien, señores- Una maliciosa sonrisa se dibujó en el rostro de aquel joven
de
cabellos oscuros y desordenados, que simulaba negociar con el vendedor para conseguir
algún tipo de rebaja -Les he dicho todo que sé- Confesó en un tono susurrante, cruzándose
de brazos sin borrar su sonrisa.
-En ese caso…- Murmuró suavemente el Espectro, encubierto, sentado frente a él en un
banco de madera, siempre simulando ser un mercader más de la galería, escoltado por sus
tres subordinados, bastante bien camuflados entre el gentío -La orden le otorgará una
recompensa en oro como muestra de su gratitud- añadió, determinante.
El Guardián del Este se limitó a asentir ante su comentario, acompañado de un intrépido
brillo de satisfacción qué aparecía en sus ojos. Se haría justicia. Para él, ningún guardián
que violara los códigos sagrados de la Orden debía permanecer impune, por una simple
razón: El jamás había logrado estar con la persona que amaba, y si él no había podido
hacerlo… entonces nadie más lo haría. No importaba cuánto sufriese, ni siquiera si tenía
buen trato con el desertor. De este modo, solía tomarse estos temas con suma
responsabilidad, como una especie de venganza personal y esta vez, no sería la excepción.
Aquella impotencia guardada por tantos años, había desembocado al final en un odio
puramente egoísta, o más bien, una sádica envidia.
Entre tanto, Los profundos y desolados ojos del joven de diecinueve años perdían su brillo
en la espesura del bosque, a medida que su caballo avanzaba por un estrecho sendero que se
dibujaba en tenue claro a través de él. Por primera vez en estos dos años que había pasado
junto a Sastre, sentía que no había acabado de conocerlo en absoluto y que no tenía el más
mínimo indicio del porqué del comportamiento tan violento de su amante. Entrecerró sus
ojos lentamente, de los cuales se dieron origen unas rebeldes lágrimas que se dejaron correr
libres por sus pálidas mejillas, contorneándolas hasta llegar a ambos lados de su barbilla.
Golpeó fuertemente las ancas de su caballo, motivándolo a aumentar la velocidad del paso.
Hasta que, finalmente dio con el poblado vecino, al cual solía ir todas las semanas a vender
los frutos que le daba la caza con la que él y su pareja subsistían diariamente. Bajó entonces
de lomos del animal, y sin soltarlo de las riendas, comenzó transitar junto con él, las débiles
callejas de tierra. No sabía a dónde iba ni qué haría, simplemente caminaba sin rumbo
alguno, buscando despejarse.
De pronto, un fuerte ruido se escuchó de entre una de las avenidas, haciendo que Kaleth se
sobresaltara. El animal que el muchacho llevaba, jaló fuertemente de las riendas como
consecuencia del estruendo y aunque luchó unos minutos contra el corcel, éste acabo
escapando ya que sus riendas estaban mal colocadas. El joven de ojos y cabello claro
suspiró, definitivamente no era su día. Pudo darse cuenta que el ruido provenía de una
carreta cargada con metales que se le había roto una de las ruedas al engancharse con una
gran piedra que estaba en el camino. Aún así, continuó recorriendo las calles del pueblo,
con paso desganado y solitario, acompañado solo por un fuerte dolor en el pecho, que
parecía hacerse más fuerte conforme avanzaba. Dio entonces con la Gran Galería que ya
bien conocía, y se inmiscuyo en ella, perdiéndose entre la acelerada multitud.
Sin embargo, el indefenso muchacho no sabía que allí, unos gélidos y negros ojos
expectantes habían divisado su presencia casi de forma inmediata. Si éste no había sido su
día, entonces se convertiría en algo peor todavía.
-Ah, qué sorpresa… -¿Sucede algo, guardián?- El Espectro, quien mantenía su cabeza en dirección a Yinn,
frunció el ceño en una expresión de duda.
-Sólo no sabía que la mierda se servía en bandeja- Comentó con cierto entusiasmo, soltando
una pequeña risilla entre dientes, para luego chocar su decidida mirada con la del Espectro.
-Ese que buscan está aquí-¿De verdad? ¿Dónde se encuentra?- Habló con cierta adrenalina e inquietud, tanteando su
cintura, como si se preparase para entrar en acción de algún modo.
-Muy pronto les avisaré- Advirtió -Sólo estén atentos a mi señalSe incorporó con una radiante pero a la vez discreta sonrisa dibujada en el rostro, como si
acabara de encontrar a ese exótico pájaro que deseaba cazar. Se colocó la capucha de la
túnica marrón oscura que llevaba puesta y, sin tardar demasiado, se internó en el gentío,
con un paso recto, sin llamar la atención de nadie. Mientras tanto, el Espectro ordenaba a
sus ejecutores que se mantuviesen alerta a los movimientos del guardián. Yinn pensó que la
manera más adecuada para dar la señal sería simular que le estaban persiguiendo, como si
se tratara de un ladrón. Entonces, comenzó a trotar rápidamente entre la multitud, haciendo
un bulto al costado de su túnica, fingiendo haber hurtado alguna cosa, mientras poco a
poco, lograba acercarse a Kaleth. Finalmente, tras cruzar una buena cantidad de gente,
logró toparse a dos personas de su objetivo. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca
de su presa, le sestó un fuerte empujón, golpeando su brazo derecho con fuerza y haciendo
que el joven se tambaleara unos pasos hacia atrás, desorientado. Concluyó entonces su
marcha al alejarse rumbo a un callejón que terminaba en las afueras de la galería, optando
por dejar que los Ejecutores hicieran el resto del trabajo. Kaleth maldijo en voz baja al
aparente ladrón y continuó su camino sin más. A todo esto, Kamil, uno de los ejecutores, se
percató de este movimiento y alertó a sus compañeros y al Espectro, fue entonces cuando
decidieron cuál sería el procedimiento para capturar al amante del desertor. Para esto
deberían tener en cuenta dos cosas: Primero, Se encontraban en un lugar público y debían
pasar desapercibidos por ahora y segundo, la Gran Galería constaba con tres posibles
salidas.
-Escuchen todos- Habló dirigiéndose a sus subordinados –Kamil, tú distraerás a la personas
para que bloqueen la entrada principal de la galería- Ordenó el Espectro.
-Jarre, tú bloquearás el pequeño paso que se encuentra al norte- Llevó la mirada al más
fuerte de sus secuaces y posteriormente, sus ojos dieron reposo en los del Ejecutor del Este
–Y por último, Shen, te encargarás de ir al callejón ubicado sudoeste…En lo posible,
quiero que seas tú el que le de caza- Explicó–Algo me dice que no permanecerá mucho
tiempo aquí…- Concluyó, pensativo.
Sus subordinados asintieron con la cabeza sin chistar. Una sonrisa apareció en el rostro de
Shen, quién estaba considerando la oportunidad de poder cruzarse con aquel muchacho
bonito para divertirse.
-Una vez que le tengamos nos reuniremos en las afueras del pueblo, en la cabaña que está a
este, cerca del aljibe- Comentó el jefe, haciendo una seña con las manos, dando por
terminado el asunto.
Los ejecutores, entonces, se pusieron en marcha. Kamil se detuvo un momento para pensar
cuál sería el procedimiento que llevaría a cabo. Vistiendo un turbante y una larga túnica
gris verdosa, no tuvo mejor idea que hacerse pasar por un excéntrico vidente. Como
consecuencia se precipitó hasta la entrada principal de la galería y comenzó a anunciarse a
voz alta.
-¿Deseas saber qué es lo que deparará el futuro? ¡Haz tu consulta aquí!- Gritó
alevosamente, captando con rapidez la atención de los transeúntes. En poco tiempo, había
acumulado un buen número de personas alrededor de él, las cuales bloqueaban
perfectamente toda la extensión de la salida.
Por otro lado, Jarre, quién ya se había anticipado hacia donde le correspondía, no se dio
demasiado tiempo en pensar; había que actuar con rapidez. Esta salida era algo más
pequeña y su suelo era de tierra. El ejecutor convino en hacer un pozo en medio de la
callecilla, el cual debido a su condición física, no tardó más que unos pocos minutos en
realizar. Luego, se dispuso en medio de la salida y anunciaba a los peatones que allí no se
podía pasar. Con un hombre como Jarre parado en ese lugar, nadie se atrevía a cuestionar
su palabra, y quién lo hiciera sólo comprobaría lo que estaba diciendo.
Así mismo, Shen se había encaminado hacia el estrecho callejón que se ubicaba al sudoeste
de la Gran Galería. Allí, arrancó un trozo de tela de entre sus ropas y lo dobló haciendo un
cuadrado con ella. Tomó una botella de color violáceo desde dentro de un pequeño morral
de lana clara que llevaba consigo y empapó el trozo de tela con un líquido que se
encontraba en el interior, el cual tenía un olor a hierbas característico. Dejó a mano el trozo
de tela y se agazapó contra una especie de agujero bastante grande que había en la pared
derecha del callejón, no sin antes dar una muy sutil señal de su posición a sus compañeros.
El operativo estaba en marcha.
Kaleth frotó su brazo dañado por aquel empujón, quejándose en voz baja. Su todavía
aturdida mente convino en que no encontraría mucho que hacer allí, tenía algunos víveres y
por el momento lo más sensato sería asegurarse un lugar para pasar la noche venidera.
Entonces, alzó la vista y la tornó a la entrada principal, pero rápidamente descartó la
posibilidad de pasar, ya que estaba bloqueada por una densa multitud. Suspiró en busca de
otra de las salidas que conocía, hacia el norte. Allí, había un hombre fornido, de contextura
física fuerte y bastante alto, de aspecto serio. El muchacho se acercó hasta él con
incertidumbre y se dispuso a preguntar con total ingenuidad.
-Disculpe, ¿Se puede pasar?- Preguntó inocentemente al ejecutor, sin percatarse de que sólo
estaba haciendo mucho más fácil su misión.
-Lo siento, el paso está bloqueado momentáneamente - Habló con un aire que inspiraba
credulidad, luego, se acercó un poco más a Kaleth - Pero, puedes ir por allí- Anunció
señalando el callejón que se encontraba al sudoeste.
-De acuerdo, muchas gracias- Sonrió amablemente el joven y partió hasta el mencionado
callejón.
-No hay porqué…- Murmuró para sí mismo el ejecutor, para luego reír apenas entre
dientes.
El amante de Sastre dio un vistazo al callejón, a medida que se acercaba. Algo le daba mala
espina. Un aroma extraño circulaba en aquel pequeño paso, sin embargo, en lugar de seguir
su instinto decidió aventurarse, quería encontrar un refugio lo más pronto posible. Sus
pasos dieron finalmente con una oscuridad un tanto densa e intimidante, pero aún así optó
por creerle al guardia y continuó camino lentamente. De repente, un brazo emergió de entre
la penumbra, para tomar del cuello al chico de ojos claros, con un movimiento rápido y
atraerlo hacia la derecha.
-¿¡P-Pero Qué…!?Kaleth intentó zafarse con fuerza, apartando aquel brazo con los suyos e incluso clavando
sus uñas en él, pero otra mano extendió un trozo de tela, cubriendo su boca y nariz con ese
aroma embriagante. El muchacho continuó dando pelea por algunos momentos más,
sestando codazos en las costillas del desconocido. Pero el cansancio se apoderó del su
cuerpo instantáneamente, fruto de aquel aroma, haciéndole perder el equilibrio y
finalmente, caer desmayado entre los brazos de su agresor.
Shen sonrió con satisfacción, observando el frágil rostro de su víctima inconsciente. Tomo
el mentón de ésta y lo acarició, observando sus facciones con detenimiento. Una sonrisa
que oscilaba entre la maldad y la perversión se dibujó en su rostro, inevitablemente.
- Ya veremos cuánto más te resistirás al Ejecutor del Este…- Exclamó para sí mismo, sin
dejar de contemplar el rostro y ansiando poder humillarle de la manera más atroz posible.
Dió una fuerte bofetada a la mejilla del muchacho inconsciente, provocando un ruido seco.
- Ya deja de perder el tiempo, vas a llamar la atención de la gente – Irrumpió la voz de
Jarre, regañándolo. Detrás de él venían Kamil y el Espectro en su caballo. Éste último, se
asomó apenas y echó un vistazo a la persona que traía Shen entre brazos, con un gesto
gélido en la mirada.
-Encárguense de él, tengo que comunicar este asunto a la Orden- Comentó haciendo hacia
atrás una larga capa negra que caía por su espalda. –Una vez envíe la paloma, los veré en el
lugar acordado- Continuó hablando mientras buscaba la mirada de sus tres secuaces –Ya no
es necesario que se escondan, pero tampoco sean demasiado evidentes…- Jaló las riendas
de su caballo, haciéndole dar media vuelta –Ah, por cierto… Ni se les ocurra matarlo,
recuerden que aún es útil para el plan- Sostuvo el Espectro, para luego alejarse del lugar,
con un trote veloz de su caballo.
Entonces, los tres Ejecutores optaron por quitarse aquella ropa que traían encima, para dejar
ver aquellos atuendos de color negro que traían debajo y luego de esto, partieron rumbo a la
cabaña mencionada anteriormente. Jarre decidió por llevar el cuerpo, el cual cargó por
sobre su hombro sin mucha dificultad durante el camino, siempre con esa tranquilidad que
lo caracterizaba, como si estuviese llevando una simple bolsa. En su recorrido, se robaban
las curiosas miradas de los habitantes del pueblo, quienes no se atrevían a acercarse a
preguntar nada por miedo, puesto que se rumoreaba desde hacía algún tiempo que el
Espectro y sus ejecutores habían llegado, dato del cual se cercioraron sólo con ver sus
vestimentas. Arribaron finalmente a las afueras del pueblo y divisaron una construcción
bastante antigua y precaria, de apariencia abandonada. La puerta estaba mal cerrada, y las
paredes tenían algunos agujeros, francamente era difícil encontrar la razón por la cual aquel
edificio seguía en pie.
Kamil fue quién abrió la puerta y entró en primer lugar, seguido por Jarre, quién tuvo que
agacharse un poco para poder pasar por debajo de la puerta y finalmente, Shen. Jarre arrojó
con poco cuidado el cuerpo de Kaleth sobre el suelo de madera, haciendo un ruido un poco
fuerte. El muchacho aún no despertaba. Kamil tomó una cuerda que llevaba consigo y ató
las muñecas de Kaleth con firmeza, dejando sus manos por encima de su cabeza. Jarre optó
por quedarse fuera de la cabaña, vigilando la puerta para que nadie entrase.
Shen sonrió de lado con perversión, ahora tendría la oportunidad de torturar al culpable de
que el Guardián del Norte cayera en la tentación de pecar en contra de la Orden. Kamil leyó
aquel gesto en el rostro de su compañero y posó sus manos por sobre los hombros de su
compañero, mientras observaba al inconsciente joven.
-Te lo dejo a ti…- Declaró con tono firme. Conociendo al ejecutor del este, era consciente
de que él siempre se encontraba al límite y podría quebrantar una orden en cualquier
momento. Debía mantenerlo vigilado.
– Ni se te ocurra desobedecer a Nieve… La pagarás caro- Comentó con una voz
amenazante.
-Mah, no le haré nada malo…- Continuó observando al joven adormecido, en su mente éste
no era más que un inservible trozo de carne humana y ahora se encontraba por completo a
su merced.
Sin darle mucha importancia a la respuesta, Kamil abrió la puerta de madera y se alejó, para
disponerse afuera junto a Jarre, no sin antes dedicar una mirada desconfiada.
Kaleth entreabrió sus ojos, y poco a poco se dio cuenta de que encontraba recostado sobre
un húmedo suelo de madera, con un fuerte dolor en la espalda. No tardó demasiado en
darse cuenta de que ya no se encontraba en la Galería, más bien se encontraba en una
especie de lugar abandonado. Su cabeza daba vueltas, podía notar que aún se encontraba
bajo el efecto de aquella extraña droga que le habían proporcionado. Su vista se tornó
nublada y desentendida. Intentó mover sus brazos para incorporarse, pero sus muñecas
estaban fuertemente atadas con una cuerda. Comenzó a moverlas, tratando de aflojar las
ataduras, pero éstas no respondían bien y sólo se hizo presente un leve temblor en sus
manos. Entonces algo más llamó su atención. Un eléctrico escalofrío recorrió su cuerpo.
Era el roce de una pieza de metal, concretamente de una especie de cuchillo que cruzaba
por el exterior de una de sus piernas. Llevó la vista al frente, moviendo muy apenas su
cuello. Unos impactantes ojos azules chocaron con su mirada, como si quisieran
desgarrarla sin piedad alguna con el filoso brillo de sus pupilas. Un rostro con expresión
sádica, rodeado por largos y desordenados cabellos negros hacían de su compañía, seguido
por un cuerpo desnudo y de contextura delgada aunque de carácter atlético que se ubicaba
encima de él, entre sus piernas. Kaleth frunció el ceño, haciendo un esfuerzo por ocultar el
inminente rubor de sus mejillas.
- ¿Tratando de escapar, zorrita?- Comentó aquel extraño rostro acercándose al suyo
peligrosamente, y tomando bruscamente sus manos atadas, con fuerza.
-¡S-Suéltame!- Gritó con desesperación.
Shen bajó su mirada por su torso desnudo y echo un descarado vistazo a su entrepierna,
lamiéndose los labios. Alejó un poco el cuchillo, para luego posarlo sobre el delicado torso
de su víctima, contorneándolo a través de su abdomen hasta llegar a la parte baja de él, para
rasgar su cadera, provocándole una herida cortante, pero poco profunda de la cual comenzó
a salir sangre. Aquello significaba un placer para Shen, quizás aún más que el hecho tener
sexo en sí, entonces procedió efectuando un nuevo corte, pero esta vez, del lado izquierdo
de la cadera y un poco más profundo.
-¡Déjame!- Gritó Kaleth, con un gesto de dolor en su cara y con su cuerpo estremecido,
sintiendo el ardor en su cadera y viendo como brotaba la sangre de ella. Su arma, podía
reconocerla de algún sitio, pero su golpeada mente le impedía darse cuenta de dónde
provenía.
-Ya, deja de quejarte- Regañó Shen con la mirada encendida, complacido con aquella
expresión de sufrimiento. De pronto, arrojó su cuchillo a un lado y se lanzó al pobre
muchacho, dándole una fuerte mordida en su cuello, dejándole una marca rojiza.
-Veamos si esto te gusta más…- Susurró a su oído para precipitarse nuevamente a su
abdomen, esta vez bajando lentamente por toda su extensión, y finalmente, darse con su
cadera, para lamer sus heridas todavía sangrantes. El encantador sabor de la sangre de
Kaleth no hacía más que incrementar el deseo de poseerle, de humillarle. Hecho esto
separó un poco sus piernas para llevar sus lamidas, ahora por sobre su miembro,
sosteniendo la base de éste con una de sus manos.
Un pequeño gemido escapó de la garganta de Kaleth tras sentir el contacto y entrecerró sus
ojos. Trató de reaccionar, moviendo sus piernas pero fue en vano, a pesar de su esfuerzo
sólo consiguió, nuevamente, un leve temblor. Al parecer la droga además de golpear su
mente de tal forma, había paralizado sus músculos. Shen sonrió de lado para sí mismo y
volvió a lamer su miembro, haciendo un poco de presión con su lengua por sobre él durante
unos momentos, para luego introducirlo completamente en su boca. El muchacho de ojos
claros comenzó a suspirar, cuando se dio cuenta de esto, mordió su labio inferior con
fuerza. Quería que aquello terminara lo más pronto posible.
-No es tan malo, ¿verdad?- Mencionó el ejecutor, dejando su miembro, ya erecto para
volver a lamer las heridas, en la cual la sangre continuaba acumulándose y comenzaba a
sacarse. Entonces, bajó un poco más la mano que había sostenido para hurgar más debajo,
hasta dar con la entrada del chico, por la cual llevó su dedo anular sin previo aviso,
penetrándolo con él profundamente. Kaleth tragó saliva ante el repentino movimiento.
Comenzaba a ponerse nervioso.
-Parece que Sastre te ha enseñado malos modales…- Comentó Shen riendo por lo bajo,
mientras movía su dedo de adentro hacia afuera y notaba como el cuerpo de su víctima se
contraía. Estaba listo. Kaleth intentó moverse una vez más, pero sus entumecidos músculos
volvieron a impedírselo. Shen volvió a centrar su sádica mirada en la atormentada
expresión del rostro de su víctima. Cualquier súplica o movimiento sería inútil ahora. Tomó
entonces su propio miembro y penetró, de forma brutal el interior del joven de ojos claros.
Aquel cuerpo delicado siendo torturado de una manera tan deliciosa, la sangre que emanaba
de él, el dolor que le infundía y el placer recibido con cada penetración podían más que
cualquier otra cosa para el ejecutor. Un par de lágrimas comenzaron a correr por las
mejillas de Kaleth, sus gemidos empezaron a hacerse notar, al ritmo de las arremetidas de
Shen, tanto que inclusive Jarre y Kamil pudieron llegar a oírlos desde afuera, al menos
podían asegurarse de que no estaba faltando a la orden, pero aún así no podían confiarse.
-¡Eso es, sé que te gusta!- Dijo entre profundos suspiros el ejecutor para luego detenerse,
mirándolo. El interior de su presa se contraía ansioso, deseando que continuara. La
respiración de Kaleth intentaba normalizarse, se tranquilizó apenas.
-Para ya… Por favor…- Exclamó con la respiración todavía distorsionada, suplicante, el
joven con el rostro sonrojado, tratando de recuperar su aliento, sin embargo su cuerpo no
parecía apoyar esa idea en absoluto. La excitación ya se había hecho presente en él, y no se
iría a menos que terminara.
Por desgracia, la tranquilidad de la presa duró lo que rayo en surcar el cielo. Shen retomó
las embestidas en silencio, sestando sus penetraciones con violencia, ahora acompañando
estos fuertes movimientos con una de sus manos por sobre el enardecido miembro de
Kaleth, al cual estimulaba al ritmo de las arremetidas. Su otra mano seguía tomando con
fuerza sus muñecas, apretándolas. El placer, quién ya estaba instalado en el cuerpo de
ambos, se intensificaba cada vez más apoderándose de ellos por completo y manifestándose
en el sudor de su piel, en la respiración agitada y en aquellos profundos suspiros. Kaleth
cerró sus ojos con fuerza.
<Sastre…Perdóname.>
Fue lo último que su mente pronunció al tiempo que sus puños se cerraban con fuerza y
todo su cuerpo se contraía, liberando su masculina esencia por sobre la mano de su agresor
y manchando sus heridas todavía abiertas.
Entre tanto, Shen sintió aquella deliciosa contracción de su cuerpo, arqueó levemente su
espalda y no soportó mucho más hasta acabar en el interior del amante del desertor,
llegando también a esparcirse su esencia por el todo húmedo suelo de madera de la cabaña.
-Créeme, la diré al guardián del norte que ha sido un placer… - Susurró saliendo del
interior del muchacho, para acercarse a su rostro y ver la expresión que todavía prevalecía
allí y mordió el labio inferior del muchacho, casi como un signo de arrogante despedida.
Shen había sido precavido y había preparado con anterioridad otro trozo de tela, dispuesto a
uno de sus costados para tenerlo a mano. Tomó aquel trozo y volvió a embeberlo con
aquella extraña mezcla, con el fin de llevarlo, cubriendo la nariz y la boca de su víctima.
-Dulces sueños…- Rió por lo bajo el ejecutor, viendo como el cuerpo de Kaleth trataba en
vano de resistirse y finalmente, caía dormido nuevamente. De repente, el ruido de la puerta
abriéndose se adueñó de la atención del ejecutor. Giró la cabeza en dirección a ella. Se
trataba de Jarre, quién le llamaba.
-Eh, tú…- Dijo su compañero ejecutor haciendo un nuevo esfuerzo para pasar por debajo
de la puerta, esta vez golpeándose la cabeza con el débil marco de ésta –Nieve ya está
aquí… vístete- Concluyó intentando ocultar una pequeña mueca de enojo, frotándose la
cabeza. Mientras Shen se vestía, Jarre intentaba hacer lo mismo con Kaleth. Entre ello
pudo ver el semen que corría por entre sus piernas, confirmado lo que había oído con
anterioridad. Levantó una ceja tras ver esto y luego de vestirlo volvió cargarlo sobre su
hombro como si nada.
Unos minutos más tarde ambos salieron de allí, afuera los esperaban Kamil, quién traía
algunos caballos consigo y el Espectro, que se encontraba al lado del suyo propio, cruzado
de brazos esperando a que sus subordinados salieran. Examinó el cuerpo de Kaleth con
detenimiento, tenía pulso y respiraba, en efecto, no habían desobedecido su orden.
-No hay tiempo que perder, súbanlo a mi caballo- Ordenó el líder con un rostro sin gesto.
Jarre amarró el cuerpo al caballo del Espectro y luego fue en busca del suyo propio. La
verdad la información provista por Yiin sobre la pareja les había sido sumamente útil para
llevar a cabo su misión. Así, los cuatro se preparaban para concretar la siguiente fase del
plan a lomos de sus caballos, la cual sería ir en busca del desertor mismo, y ya tenían su
punto a favor.
El amante.
Karasu Kurayami

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