BYNACHOMONTES

Transcripción

BYNACHOMONTES
ALMAS
COMUNES
BYNACHOMONTES
TÓPICOS, CHOCOLATE, POLLEROS
CON BÍCEPS Y CULOS RESPINGONES
B
ueno es romper lanzas por los tópicos que a menudo criticamos. En eso ando hoy. Hace muchas noches cené con un amigo al que su chi-­
co le ha dejado por un vein-­
teañero de culo respingón y cerebro de medusa. Me contó que un día se levantó y su novio no estaba. Le extrañó porque no recordaba que hubiese madruga-­
do jamás en los últimos 15 años que habían dormido juntos. Le llamó por teléfono tres o cuatro veces, ya serían trece o catorce, in-­
cluso veintitrés o veinticuatro, pero aquello estaba mudo y seco, como el madero de la indiferencia. El caso es que no supo de él has-­
ta que horas después, cuando iba a salir de casa ya, desesperado, habiendo llamado a la Policía, a todos los hospitales de la ciudad, a los bomberos y hasta al departamento de ob-­
jetos perdido del ayuntamiento, se topó con aquel possit incrustado en mitad del espejo del hall. “Mandaré a buscar mis cosas. No me preguntes lo que hago porque ni yo lo sé. Lo siento, cariño”. Aquellas letras le penetraron en el abdomen hasta el dolor, según me cuen-­
ta. Era como una herida abierta en dos, con certera maestría, por el brillante cuchillo de Justino, su pollero. Dice que lloró tanto que cuando fue a ponerse las lentillas sus ojos, sedientos como dos Tuareg sin camello, ab-­
sorbieron las pequeñas lentes hasta desinte-­
grarlas por completo. Quiero pensar que no llevaba ese día los dos derrapes de eyeliner que suele garabatearse sobre los ojos desde que sigue, enloquecido, a Mario Vaquerizo.
borracho de vino blanco y comiendo cho-­
colate como si el mundos se acabase. Con-­
fiesa que se ha vuelto adicto al cacao puro y que no va a poder volver a mirar con deseo los pantalones de un hombre. Y todo, porque un puñetero niño de culo respingón y cerebro de medusa le ha birlado al hombre de su vida. Encima cuando lo cuenta la gente le dice que exagera, que seguro que cualquier día sale adelante y encuentra a un macizo que le hará ver las estrellas aunque esté cayendo la lluvia del Monzón. Estas cosas pasan. Pues vaya. Aquí me tenéis, comprando cacao para que no crea que soy un desalmado que no le entiende.
Ahí rompo mi lanza por los tópicos. El prime-­
ro, ese que todos usamos al decir “me ha con-­
tado un amigo” cuando lo que querríamos decir es “mira lo que me pasa a mí también”. El segundo, ese de “cuando no follo me harto de chocolate y soy feliz” cuando querríamos decir “estas dos puñeteras tabletas de cacao puro no me provocan ni medio orgasmo y me estoy poniendo como una vaca”. Pero queda mucho mejor usar el tópico que hundirse en la miseria de la realidad. Y digo yo, ¿qué más da si es tópico o no? Si a uno le apetece har-­
tarse de chocolate para no tirarse por el bal-­
cón cada vez que ve el possit arrugado en el espejo del hall con las letras de su verdugo, pues que lo haga. Y que le haga aunque él se lo crea, cuando todo el barrio sabe que en realidad se está tirando a Justino, su pollero, porque tiene bíceps de marinero turgente y mirada de embelesado besugo. ¿Qué importa más la verdad con una depre-­
sión o el tópico del autoengaño por un tiem-­
po mientras remontamos? Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a apostar por el autoengaño, porque mi amigo me lloriquea mientras me cuenta sus penas, tableta en ristre y casi abrevando litro y medio de vino blanco helado, cuando él y yo sabemos que según salga por su puerta llegará Justino sin más cuchillos que su lengua y su entrepier-­
Han pasado las semanas y mi amigo dice que na. Pero si eso le hace feliz y a nadie mata, está seco, que no tiene sexo, que no piensa que vivan los tópicos, los polleros con bíceps enamorarse nunca más y que se pasa el día y el chocolate con vino blanco!
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Nacho Monte

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