la noche del mago. - REYAM el escritor

Transcripción

la noche del mago. - REYAM el escritor
LA NOCHE DEL MAGO.
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LA NOCHE DEL MAGO.
Existió una vez un lugar muy apartado de la civilización, donde vivía un gran mago
al que casi nadie acudía, porque pensaban que la magia en la época moderna ya no
funcionaba, sin embargo, él era grande y tenía un poder inmenso por lo que se le tenía un
gran respeto.
En una ocasión, Pancho, Luis y Goyo, decidieron visitarlo pues era tal la duda que
saber cómo era un mago que se encaminaron sin pensarlo mucho, conforme se alejaban
de la ciudad, se fueron dando cuenta que todo lo que les rodeaba cambiaba de tal forma,
que pensaron haber hecho un viaje largo, de muchas horas, pero no era así.
Luis el más grande de los tres, empezó a platicar de cosas que le habían dicho
acerca de los magos.
- Los magos son gentes muy raras, que viven solos y lejos para poder hacer su magia sin
que nadie los moleste, pueden adivinar muchas cosas y convertir a la gente en animales,
en gente a los animales y también animales en otros animales.
- ¿Oye y también puede convertir a los niños en animales o algunas otras cosas? Preguntó
Goyo intrigado.
- Yo creo que sí, pero nosotros no lo vamos a molestar, solo vamos a visitarlo para hacerle
algunas preguntas. Respondió Luis a la pregunta de Goyo.
- Pero ¿y si no le gusta que lo visiten y nos convierte en animales? ¿qué vamos a hacer?
¿cómo vamos a regresar a nuestras casas? ¿y quién les va a avisar a nuestros padres?
Pancho hacía muchas preguntas con voz temblorosa y angustiada.
- No se preocupen, dicen que este mago es muy bueno y ayuda a la gente. Tratando de
calmar la angustia de sus amigos respondía Luis.
- ¿Que les parece si mejor nos regresamos y nos olvidamos del mago? Intervino Pancho.
- ¿No quieren saber entonces cómo es un mago y ver su magia? Insistió Luis.
- Pues sí, lo que pasa es que tenemos un poco de miedo. Decía Goyo.
Miren, si quiere convertir a alguien en animal o alguna cosa, que me convierta a mí y que
los deje ir a ustedes, así podrán avisar a mis padres lo que sucedió, ¿qué les parece?
Sugirió Luis.
- Está bien. Asintió Pancho
Y así habiendo tomado esa decisión y confiados en que su amigo Luis era el mayor
y que sabía más, se tranquilizaron.
En lo profundo de un bosque espeso, se empezó a observar una casita de madera de
pino, dividida en tres partes, con una chimenea en una de ellas, de la cual salía un poco de
humo, la puerta también de madera, no tenía ningún adorno en especial y las ventanas
abiertas con unas cortinas entreabiertas para que pudiera penetrar la luz del sol.
A unos diez metros de la cabaña, corría suave y lento un riachuelo de aguas claras
y muy poco profundo, con un sonido arrullador, al chocar con las piedras grandes que de él
sobresalían.
En el patio, había un pozo de piedra con un lazo y una cubeta colgante. Un jardín
se podía observar también pero en él además de hermosas flores y plantas bien cortadas y
cuidadas, había otras plantas con flores muy bonitas que no había logrado ver nunca,
quizá traídas de algún lugar lejano.
Llegamos hasta la puerta y tocamos, aunque para ser sincero primero dudamos en
ello. De adentro se escuchó un amable “pasen con confianza, están en su casa, la puerta
está abierta”.
Nos miramos entre sí, y por fin Luis se decidió a abrir la puerta por lo que antes de
entrar nos asomamos, para ver lo que había adentro.
- Pasen niños los estaba esperando. Dijo dulcemente el mago.
- ¿Nos estaba esperando usted? Sorprendido preguntó Luis al mago.
- Si así es, los magos tenemos el poder de adivinar quién viene y quién va por los caminos,
y también se que tienen miedo de que los convierta en algún animal o cosa, pero no se
espanten niños, a mi no me gusta tratar mal a mis amigos y ustedes son mis amigos,
porque vienen a visitarme sin malicia. Y ya que están aquí les empezaré a mostrar un poco
de la magia de los magos para que ustedes vean si todo lo que les han dicho es verdad o
mentira. Pero antes que nada, tomen un poco de agua.
Los tres niños que habían caminado por espacio de dos horas, aceptaron, aunque al
principio dudaron, pensando que el agua pudiera contener algo que los pudiera hechizar,
sin embargo, como la sed era muy grande la aceptaron y se la tomaron con mucho gusto,
su primera impresión de aquel tan poderoso mago los había dejado perplejos, mudos de
ver a tan amable persona.
El mago les miraba tiernamente, con un gesto de alegría en su rostro, era un
hombre de mediana estatura, maduro no muy grande de edad, sin embargo, con pelo
cano, bigote y barba blanca, limpio y bien cuidado en su ropaje, no vestía una larga y
vieja túnica como las que en los cuentos de magia se acostumbra describir, más bien
parecía un viejo ermitaño bien aliñado.
- Bien niños, comencemos nuestro recorrido, lo primero que les voy a mostrar son mis
utensilios de trabajo, los magos también debemos modernizarnos. Miren, ésta es una
bolsa de semillas, ésta es una regadera, éste un poco de abono, que en realidad es mi
polvo mágico para las plantas, que está hecho a base de desperdicio, pero de plantas,
frutas y todo aquello que en el bosque se puede encontrar, por acá esta la pala, el pico,
mi removedor de tierra, unas palitas pequeñas, mis cubetas para el agua, en fin, todos mis
artefactos para hacer magia.
Tal parecía que ese viejo nos estaba tomando el pelo, enseñarnos cosas que ya
conocíamos y hasta habíamos usado no era nada nuevo, los tres estábamos todavía más
sorprendidos. Pasaban estas y otras dudas por la mente de los tres pequeños.
- ¿Y dónde está su bola de cristal mágica y sus brebajes, sus pociones, todo lo que dicen
los libros de magia que utilizan ustedes? Preguntó Luis
- Pues los tienen ante sus ojos, no hay más.
Por más que alargaban el cuello los niños, no lograban ver nada propio de un
mago, ni bolas de cristal, ni botellas con pócimas, nada, ¿sería posible que hubiese
guardado todo para que no viéramos sus artefactos para la magia? pensaban los niños.
- Señor mago, dijo Luis, ¿es cierto que usted ayuda a la gente cuando lo vienen a ver por
algún problema?
- Si, es cierto, yo he ayudado a mucha gente a salir de sus problemas con la magia del
consejo, pues como ustedes verán, no soy rico y no puedo hacer que las cosas se
conviertan en oro, es más valioso un consejo cuando se le valora.
- ¿Es cierto que también le hace daño a las gentes que lo molestan?
- No, lo que pasa es que la gente que viene a que le haga magia, muchas veces pretende
que la haga rica, sin que ello represente ningún esfuerzo para ellos, y sin más ni más, rico
tesoro, son los consejos que les puedo dar, ellos se sienten desilusionados y heridos en lo
más profundo de su ser y creen que uno les hace mal de esa forma.
- ¿Y cómo es que puede transformar a las personas en otras personas o a las personas en
animales y a los animales en personas? Preguntó Goyo
- Es muy fácil transformar a una persona en otra persona muy diferente porque como les
he dicho, un consejo cuando se sabe apreciar y valorar hace que modifiques tu manera de
ser con las demás personas o puede hacerte más trabajador o más flojo o más sincero o
quizá más mentiroso, todo depende de la forma que sea tomado el consejo, que
generalmente se da para mejorar las condiciones de vida de cada quien y de esa forma tu
cambias a una persona en otra. Lo de los animales en personas es muy diferente, pero se
puede lograr, haciendo que los animalitos, cuando son pequeños, se les dé un buen trato,
para que ellos tengan en muchas ocasiones sentimientos más humanos, que muchas
personas pero no es que en verdad se transformen en humanos. Y lo de humanos en
animales, es solo la consecuencia del trato que se recibe dentro de la sociedad,
rechazando a todos aquellos que se van a volver en contra de la misma sociedad,
comportándose muchas veces peor que muchos animales, pero de los más salvajes, y eso
no es provocado por ningún mago. Pero miren, les enseñaré algo de mi magia y verán que
dentro de cada uno de ustedes hay también un mago escondido que está ansioso de que
lo dejen salir.
Y diciendo esto, se dirigió a unos frascos que tenía colocados en una tabla expuesta
al sol.
- ¿Ustedes han visto una bolsa con semillas, no es cierto? Preguntó el mago
- ¡Si, es cierto! Los tres niños respondieron al unísono.
- Pues vean ahora la magia, esa semilla que ustedes no le dan mucha importancia, se va a
transformar poco a poco en otra cosa muy diferente, vean este primer frasco y díganme
qué ven.
- ¡Una semilla!
- ¿Ahora en este segundo frasco qué es lo que ven?
- ¡Una plantita pequeña!
- Pues bien, vean ahora todos los demás frascos, pero observen con mucha calma cada
uno y en el orden en que van para que después me digan cuál es la diferencia en cada
uno de ellos, cuando hayan terminado de observar esos frascos, vean todos los demás
pero observen cada uno y en el orden en que van, para que después vayamos al jardín.
Cada uno de los niños fue pasando frente a los frascos y viendo como se iba
modificando, esa insignificante semilla en una hermosa y robusta planta y la cual creaba
tan hermosas flores y muchas más semillas.
- Cuando las plantas ya están grandecitas se les pasa a una macetita como la que ustedes
pueden encontrar en aquellas tablas, ahora vean esas macetas una por una con mucha
calma. Dijo el mago.
Así como con los frascos los niños pasaron lentamente al frente de las macetas.
- Finalmente miren detrás de ustedes y observarán árboles de todos los tamaños,
pequeños y grandes trasplantados en los alrededores de mi cabaña y lo más
sorprendente es que de aquella semilla que he cuidado con mucho cariño ha crecido y
ahora ellos son el pago a mis cuidados, cuando están grandes como aquellos del fondo,
me dan para poder comer de los frutos que da cada uno, esa es una verdadera magia y en
la cual mi único ayudante es la naturaleza tan sabia y hermosa.
Los niños fascinados por aquella explicación se miraban contentos.
- ¡Es cierto que eres un gran mago, sabio y bueno! Emocionado dijo Pancho.
- Soy grande solo porque la naturaleza me lo permite, y gracias a ella soy sabio, porque me
enseña qué puedo hacer para que rinda mejor la tierra, y poder aprovechar todo lo que
tengo a mi alcance, sin causarle daño alguno, si se dan cuenta el agua del río es cristalina y
no la contamino con nada, esta misma agua es la que seguirá bajando por el río y al final
del camino llegará a sus casas.
- ¿Quieres decir que nosotros tomamos de esta agua? Preguntó sorprendido Goyo.
- Así es todas las ciudades del mundo necesitan de los bosques, que es donde se capta el
agua cuando llueve, el agua se filtra por la tierra y forma pequeños ríos subterráneos que
se juntan, en algunos lugares brota el agua por las paredes de los montes, seguramente
ustedes han oído hablar de los ojos de agua, pues bien es la forma en que sale el agua
filtrada y en algunos otros lugares se unen esos ríos subterráneos y salen por alguna parte
del monte como ríos.
- ¿Por qué ahora que nos has enseñado tanto no nos permites algunas semillas para llevar
esa magia a la ciudad y enseñarla a todos nuestros compañeros en la escuela y en nuestra
colonia? Intervino Goyo.
- ¡Es una magnífica idea!, todos nosotros queremos ver un lugar con armonía, donde haya
un equilibrio entre el dar y el recibir sin intereses de ninguna especie.
- Muy bien, aquí les entrego algunas semillas a cada uno, es importante que las cuidan
con mucho cariño y dedicación porque de ello depende que les dé un fruto dulce o un
fruto amargo, como la vida misma.
Los tres niños tomaron las semillas y las guardaron en unos papeles que el mismo
mago les había regalado para que no se maltrataran.
- Empieza a oscurecer y tienen un camino largo que recorrer, es hora de que se vayan a
sus casas, y espero con todo el corazón que vengan a visitarme otro día, pues alguien
como yo necesita también de la alegría de los niños y de su hermosa presencia, de su
inocencia que alimenta mi espíritu y alegra mi corazón, gracias por venir a mí.
Y diciendo esto los niños emprendieron su camino de regreso a sus casas, sonriendo
felices con la dicha de haber encontrado a un gran mago, a un verdadero mago de los que
ya no hay porque se ha ido perdiendo el espíritu de humanidad poco a poco.
La tarde seguía cayendo poco a poco y hacía que aquel paisaje que se iba
quedando atrás se fuera borrando entre las sombras de los árboles como si fuese
desapareciendo al pasar ellos.
Nadie comentó nada, el silencio reinaba entre los tres, más sin embargo, en su
rostro se veía una alegría inmensa que hacía pensar que meditaban felices aquellos
momentos con el mago.
Al llegar a su casa, cada uno después de despedirse, buscó entre las cosas de la
despensa algún frasco vacío para poner la semilla que les había dado el mago y así lo
hicieron. Esa noche para ellos fue la noche del mago ya que gracias a él aprendieron
muchas cosas nuevas, pero también cambiaron su forma de pensar, comprobando ellos
mismos aquellas palabras sabias que les habían motivado a tomar esa actitud.
Y así es como ellos descubrieron lo sencillo que es el ser mago y lo feliz que se puede
sentir uno de lograr cosas buenas.
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