Texto de Luis Pineda Villaseñor para presentar el

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Texto de Luis Pineda Villaseñor para presentar el
Texto de Luis Pineda Villaseñor para presentar el número 7 de la revista
Escrito por Luis Pineda Villaseñor
El Puro Cuento es una publicación periódica que toma la estafeta y continúa una larga tradición
editorial mexicana especializada en la forma literaria que le da nombre.
Esta revista es un caso singular en su género por su estricta independencia, ya que no recibe
ningún tipo de apoyo por parte de instituciones nacionales o extranjeras, de estado o privadas.
Su director Carlos López y el consejo de redacción cumplen a cabalidad con los señalamientos
que hace Roberto Calasso en su libro de ensayos La locura que vine de las ninfas: «Los
griegos no consideraban a la locura como una patología, sino como posesión divina, una forma
de conocimiento y una posibilidad de felicidad. En el primer ensayo de este libro se devela el
origen de la posesión primigenia, la erótica, provocada por las ninfas, de cuyo súbito y delirante
rapto son presas los hombres».
Para Calasso, la posesión no es exclusiva del mundo antiguo y, más allá de lo erótico, es un
fenómeno perenne que se experimenta en los aspectos más elementales de la vida. Calasso,
escritor y editor, está poseído por la literatura; lo mismo le sucede a Carlos López, la
locura-posesión divina por la ninfa de las letras lo atraviesa de arriba abajo.
En el citado libro de ensayos, el texto final es titulado «La edición como género literario». En él
advierte Calasso los riesgos de emprender la aventura editorial y los compara a los de
dedicarse a la ruleta o a las cocotte; señala que es una vía fácil para lograr la ruina económica.
¿Por qué, entonces, ser editor o, lo que es peor, escritor-editor? Puede ser explicable si se
invoca de nuevo a la locura-posesión-fatal que provoca la ninfa de los libros, por el deseo
irrefrenable y compulsivo de poder crear, de poseer siendo poseído por el conocimiento para
acceder a la felicidad que sólo el arte puede proveer. Sin embargo, simultáneamente es
imprescindible correr el riesgo de ser rechazado por la ninfa para terminar perseguido y
destruido por el atrevimiento ilícito.
Entro en materia al hacer unas breves reseñas de algunos de los cuentos que hoy nos ocupan;
irremediablemente se me han colado algunos términos de la jerga literaria, por lo que pido una
disculpa anticipada. En el número 7 de El Puro Cuento colaboran:
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Escrito por Luis Pineda Villaseñor
Gustavo A. Ponce: «No estaba muerto andaba por ahí...»
El autor, homónimo del tristemente célebre personaje de manejó los dineros del Distrito
Federal, que los acrecentó en mesas de black jack en Las Vegas, desde el título de su cuento
evoca una canción cubana, lo que le confiere intertextualidad y anticipa un mito previamente
conocido. Sólo que
los compañeros de
cantina de
Maíz —el
protagonista— se enteran:
«—Les cuento que se murió el Maíz.
—Yo propongo que nos echemos un trago a su salud —dijo Manía— y si después ya no
aparece nos echamos otro, y si ya no aparece, también.
—Salud, pues —dijimos todos, y brindamos por la vida, pasión y muerte de Maíz».
Este cuento, narrado en primera persona por un sobrino del protagonista y también compañero
de libaciones, destaca por la profusión de nombres propios y apodos que acompañan las cinco
generaciones que influyen y dan sentido al relato, obligan a una lectura cuidadosa, pero no
enturbian su comprensión. Por el contrario, ayudan a pintar el ambiente de contrastes en que
vive este marginado. Y lo es porque es culpable de ser pobre, pero de familia rica, bebedor
hasta el delirio, y en sus periodos lúcidos enamorado de los libros y narrador obsesivo,
enamoradizo y amante padre de familia, comunista y revolucionario convencido, que hace su
propia lucha contra el imperialismo yanqui en las mesas de cantina. Se asume guatemalteco y
en realidad es salvadoreño, aunque desprecia esta última nacionalidad y aborrece ser llamado
con el gentilicio de guanaco. Esta ambigüedad lo va acercando al lector y lo hace entrañable.
Es la historia de un sobreviviente del medio hostil que lo margina. Es su marginalidad la que lo
transforma en central. Y nunca le arrebata la sonrisa.
Lauro Cruz: «De vuelta al Zócalo en 8 minutos»
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Escrito por Luis Pineda Villaseñor
Desde el inicio nos cautiva el relato en primera persona de un escritor que se asume como
«mundialmente desconocido», recorre cafés en donde se reúne con otros enfermos del mismo
mal. Por supuesto, es pobre y para colmo de males atraviesa por una largo periodo de soledad,
que se acompaña de una gran ansiedad por tener un encuentro sexual con alguna mujer. De
modo inesperado, cree ser requerido como pareja erótica de una exuberante dama, la que lo
cita en un café cercano al Zócalo de la ciudad de México, pero le impone la condición de que
sea impecablemente puntual. El relato entra en un alud de situaciones cotidianamente
adversas y, al estilo de la tragedia, el protagonista comete un error casi fatal. La ironía ácida,
que no el humor, empapa el relato de su frenético viaje en el metro. Con una prosa ágil nos
contagiamos del vértigo, acompañamos la ansiedad y los enormes sufrimientos que le
acontecen. El final tiene una doble vuelta de tuerca que hacen vibrar el relato.
Gustavo Mejía Pérez: «Acerca de las ventajas de ser mediocre»
De corte ensayístico, ironiza sobre el tema de la mediocridad, a la que parodia alternando citas
eruditas con notables lugares comunes. Distingue la mediocridad de la cobardía, la mesura y la
modestia. Concluye que la mediocridad es una aberración que debe ser evitada. Destaca el
narrador mutante, que es una primera persona encubierta, a veces, por una falsa tercera,
recurso que le permite hacer una confesión final que avergüenza al protagonista.
Molly Giles: «Asunción»
Mary —la protagonista—, una mujer adulta que viaja por la sierra de Chiapas en un estrecho
automóvil rentado, invita a viajar a su hija y su yerno que viven en el extranjero y son una
pareja mal avenida. Mary es atacada por un agudo malestar digestivo, es víctima de una
diarrea fulminante y muere en el trayecto; o así lo creen su hija y su yerno, quienes, asqueados
por las condiciones miserables del deceso, buscan la forma de deshacerse del cadáver. No, no
es otra gastada historia en la que el muerto relata o resucita. En este cuento se cumple
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cabalmente la propuesta de Ricardo Pligia: «La historia secreta, la verdadera, se construye con
lo no dicho, lo sobrentendido y la alusión». Sí, las verdaderas intenciones de Mary apenas se
insinúan.
Isaí Moreno, «Los ojos de Amira Bibanovic»
La protagonista, Amira, narra la historia de su accidente automovilístico que la ha llevado a una
terapia intensiva en donde se debate con una muerte inminente. No puede hablar porqué está
entubada y su respiración la maneja una máquina. Sólo se comunica con los ojos y los
párpados. Evoca a su abuela y a su madre, que sufrieron igual que ella el terrible accidente de
ser mujeres, por lo que nunca se les permitió hablar y manifestarse; sólo tuvieron derecho a
mirar y escuchar. La riqueza y oportunidad de las metáforas, las comparaciones y el lenguaje
de evocación poética crean la atmósfera que rodea estos angustiosos momentos. Finalmente,
Amira toma una decisión que nos afectará a todos, incluido tú, lector.
Nino Gallegos, «Trópicos subterráneos»
Historia de amor y soledad que rebasa el tiempo real y se inscribe en un tiempo propio —el de
los sueños— de un él, su kafkiano protagonista, de quien conoceremos su nombre muy
avanzado el relato; se trata de Amancio y lo apodan El Solo y ama por fuerza su soledad. La
historia está narrada con un lenguaje poético que evoca las sensaciones oníricas en las que
vive el protagonista, que propone que la frontera de los sueños y la realidad están custodiadas
por una frágil dialéctica que discurre entre la cordura y la demencia.
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Escrito por Luis Pineda Villaseñor
Gerardo Gutiérrez, «El infierno»
Relato vertiginoso que con humor ácido se apega al postulado de Julio Cortázar: «En el cuento
se gana por knockout». Esta historia nos manda a la lona en el primer round.
Juan Antonio Rosado, «La importancia del condimento»
En este relato típicamente posmoderno, narrado en primera persona, el tiempo del relato está
fragmentado; destacan la ambigüedad y las paradojas del protagonista, y aparecen narradores
adicionales, intratextuales.
Al autor no le interesa definir con claridad la naturaleza de la condición anormal que manifiesta
su personaje, que bien puede tratarse de un esquizofrénico o quizá un discapacitado por algún
padecimiento congénito de naturaleza neuropsiquiátrica o tal vez atraviese por una condición
transitoria de demencia como resultado del acoso de una realidad adversa en extremo que le
obliga a crearse una realidad alterna. O simplemente el ayuno, el hambre y la monotonía a las
que está sometido lo han transformado. No tiene nombre, su familia lo llama cerdo. Las
anécdotas que se narran tienen la aparente inocencia de poder ser de la vida cotidiana, pero al
protagonista le provocan consecuencias exageradas, extraordinarias y se narra cómo pierde
progresivamente el contacto con la realidad. Se invoca a la monotonía —en un intratexto, de
corte ensayístico, característico de la fusión de géneros posmoderna— como el enemigo que
opaca la existencia y por lo tanto debe ser evitado. Las adversidades que sufre el protagonista,
al acumularse, lo lanzan a un estado delirante. Los lectores no podemos permanecer
indiferentes al agresivo tono del relato.
Patricia Conde, «Ceci n´est pas une pipe»
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Escrito por Luis Pineda Villaseñor
Cuento vertiginoso, posmoderno, metaficcional, en el que una pesadilla debe escribirse antes
de las doce del día o se convertirá en realidad. El tiempo apremia, la realidad y el yo se
fragmentan. La epifanía de su final deja vibrando al lector.
Luis Pineda Villaseñor
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