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Ellen G. White
y la comunicación social
Samuel Gil Soldevilla
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© 2009, Samuel Gil Soldevilla
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Ellen G. White y la comunicación social
Ellen G. White y la comunicación social
Samuel Gil Soldevilla
Seminario Adventista Español
Sagunto, Valencia
Introducción
Resulta complicado decir algo nuevo, o por lo menos original, de Ellen G. White. Además
de sus palabras, de sus testimonios, de sus escritos; mucha tinta y papel se ha empleado, y
decenas de libros se han redactado comentando cada una de sus facetas. Se ha
argumentado a favor y en contra; se ha razonado y discutido; se ha alabado y despreciado.
Quizás, ha sido la profeta del Señor que más miradas analíticas y escépticas ha debido
soportar desde su llamado, y desde dentro y fuera de las filas eclesiales. Pero he ahí una
mensajera con un mensaje que dar al mundo, consciente de sus limitaciones y al mismo
tiempo del gran poder de Dios. Precursora de una reforma integral en el estilo de vida, en
la parte física, espiritual y mental. Desde la honestidad, dedicación y sencillez, ha
conseguido llegar al corazón de un pueblo adventista y más allá, siendo reconocida por su
trabajo y fidelidad a Dios hasta por aquellos ajenos a la obra religiosa.
Mediante el siguiente trabajo, pretendemos acercarnos al aspecto más comunicativosocial de Ellen G. White. Asomarnos a sus escritos, entender su mensaje e interpretar
aquellas expresiones y consejos que se dirigen hacia el área más pura de la comunicación.
En primer lugar, justificaremos la importancia del tema porque sin comunicación,
no hay conocimiento. Una vez introducido, nos adentraremos en la aptitud
comunicadora de Ellen G. White y, sin detenernos en exceso, observaremos su
crecimiento y recorreremos algunos de los testimonios que sobre los discursos de esta
oradora en demanda se escribieron. Seguidamente, analizaremos el comienzo y la
necesidad de la obra publicadora, la importancia que tiene para Dios al presentarlo en
visión a Ellen G. White, y las benditas consecuencias de esto. Más tarde, acogiéndonos a
algunas citas de Ellen G. White, saltaremos hacia el valor que ella dio a las relaciones
sociales mediante las cuales poner en contacto al cristianismo con el mundo. Por último,
afrontaremos la importancia de comunicar… y comunicar bien en función a algunos claros
consejos a la hora de presentar el mensaje. Como conclusión, un llamado a las filas de
la proclamación del evangelio desde las cuales, acompañados por la protección y
seguridad del cielo, anunciar que Cristo viene.
Debido a la limitación en la extensión del trabajo, recogemos y comentamos de
manera breve y concisa las citas que se han creído más oportunas y que resumen el asunto
de la manera más completa y apropiada.
Justificando la comunicación
En realidad, todo comienza en el Edén. Una tierra perfecta y de delicia para Dios y los
hombres, pero el pecado produjo la separación entre los hombres y Dios. Estos perdieron
su inocencia, comenzaron a vivir ajenos a su Creador y como consecuencia, sufrieron una
degeneración que los incapacitó para un regreso, por su iniciativa personal, a una relación
normal con su Hacedor. El hombre del principio y de hoy, por su propia decisión vive
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alejado de su Padre; pero Dios no puede quedar en silencio. Así, el Creador busca un
medio para hacerle saber al hombre sus planes.
Sin un medio de comunicación, desaparecido el original, directo y personal, el
conocimiento es imposible. Dios buscó distintos medios de comunicación para hacerse
entender por el hombre, pero todos ellos con algo en común: el Espíritu Santo llamando al
hombre, preguntando, respondiendo. Uno de estos medios será el profetismo. ¿Por qué?,
porque es el medio idóneo para todos los hombres de todas las épocas, por la incapacidad
del hombre de soportar la presencia de Dios, porque Dios desciende hasta el hombre,
utiliza su lenguaje y, respetando la personalidad de aquellos escogidos, pondrá en los
mensajes su sello de autoridad. Así se forma uno de los primeros sistemas de
comunicación: Dios tiene un representante en medio de sus hijos que recibe el
mensaje de Dios y lo transmite al pueblo, lo guía, orienta, reprende y dirige. El
hombre colabora en el plan de salvación, y de forma genérica, cada creyente auténtico
es un profeta entre los no creyentes, un embajador del Reino de Dios en toda
circunstancia.
Por tanto, hablamos de comunicación porque esta hace posible que el hombre
conozca la salvación. Sin sacrificio de Cristo no hay salvación, pero sin comunicación de
ese sacrificio no hay conocimiento de la oportunidad de vida que se extiende ante
nosotros. Tanto el uno como el otro son necesarios, y Ellen G. White, como creyente
auténtica y además escogida por Dios, será una mensajera que animará a los cristianos a
servirse de los medios que nos rodean, para que el mensaje de la salvación que es en
Cristo penetre la vida de cada ser humano. Desarrollamos a continuación el planteamiento
que Ellen G. White nos transmite de la comunicación y cómo este se plasma también en
su vida.
Ellen G. White, una comunicadora vibrante
Nacida en 1827, Ellen G. White ayudaba activamente durante su infancia en los
quehaceres del día a día. A los nueve años, fue golpeada por una piedra que le tiró una
compañera y estuvo inconsciente tres semanas. En los años posteriores sufrió grandemente
como resultado del golpe y no pudo continuar sus tareas. Sus problemas respiratorios
parecían ser fatales; tan quebrantada estaba su salud que raras veces estuvo en disposición
de asistir a la escuela. La educación de Ellen G. White fue muy limitada,
aproximadamente tres años, y a todos les parecía que esa niñita anteriormente
prometedora no podría vivir mucho. Ella misma dijo: «Era menuda y endeble, sin trato
social y naturalmente tan tímida que me era muy penoso encontrarme entre personas
desconocidas.» (Notas biográficas de Elena G. de White, pág. 76).
A pesar de este comienzo nada promisorio, el Señor la escogió como mensajera y sin
duda su mano la sostuvo, la inspiró y la dirigió desde que ella avanzó por fe. Pero
conocemos mucho acerca de sus escritos, de las palabras que su pluma firmó y sin
embargo, su comunicación no solo se plasmó en páginas, sino que su voz regaló mensajes
poderosos avalados por el Espíritu de Dios. Analizamos en este momento y desde el
principio de su llamado, los setenta años de servicio público de Ellen G. White que
revelan un registro asombroso e imprevisto.
Tras aceptar su primera visión, Ellen G. White fue movida por un sentido del deber,
capaz de hablar solo en un susurro, ella comenzó a comunicar «a los demás» lo que Dios
le había revelado. Después de cinco minutos su «voz resonó clara y firme», y habló «con
completa facilidad y soltura durante cerca de dos horas» (Notas biográficas de Elena G.
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de White, pág. 78-80). Cuando terminó, reaparecieron sus regulares problemas vocales
hasta la siguiente vez que volvió a compartir su mensaje ante el público. Con cada nueva
“restauración” de la fuerza y la soltura vocal, ella se sintió poco a poco más segura que
estaba siguiendo la senda del deber.
Ellen G. White llegó a ser uno de los principales oradores por parte de los adventistas
como de los no adventistas. Demandada desde las sesiones de la Asociación General hasta
los retiros campestres de costa a costa, las personas llenaban los auditorios por miles –en
Groveland (Massachussets), el verano de 1876 se llegó a las veinte mil personas– y con
gran aprecio eran escuchados sus sermones, tanto de temática estrictamente religiosa
como de temperancia, mucho antes de que hubiera sistema público de megafonía.
Edwards describió en una ocasión su «voz de contralto con un maravilloso poder
persuasivo… siempre podíamos oírla… no estoy seguro si era su voz lo que persuadía o el
poder de las palabras que hablaba… todos podían oír siempre… ya fuese un auditorio de
10.000 personas al aire libre o un corazón solitario en la intimidad de su propio cuarto».
(A Rhetorical Analysis of Speaking of Mrs. Ellen G. White, pág. 514).
Son muchos los testimonios que confirman a esta voz enérgica y a Ellen G. White
como comunicadora vibrante, pero por la limitación en la extensión del presente artículo
los resumimos utilizando una nota de «La historia biográfica norteamericana de hombres
eminentes del estado de Michigan, que han triunfado por su esfuerzo propio»:
«… Como oradora, la Sra. White es una de las más exitosas de (…) los últimos veinte
años. Ha fortalecido sus órganos vocales por su constate uso hasta el punto de darle a su voz
una rara profundidad y potencia. Su claridad y firmeza de articulación son tan grandes que,
cuando habla al aire libre, frecuentemente se la oye con nitidez a una milla de distancia. Su
lenguaje, aunque sencillo, siempre es vigoroso y elegante. (…) por horas mantiene
hechizados a grandes auditorios sin una señal de impaciencia o cansancio. El tema de sus
discursos siempre es de carácter práctico, y gira principalmente sobre deberes hogareños, la
educación religiosa de los niños, la temperancia y temas semejantes. En ocasiones de
reavivamientos, ella siempre es el orador más efectivo.» (Citado en: SHAW, Horace. A
Rhetorical Analysis of the Speaking of Mrs. Ellen G. White: A Pioneer Leader and
Spokeswoman of the Seventh-day Adventist Church. Tesis doctoral. East Lansing
(Michigan): Michigan State University, 1959, p. 28; WHITE, Arthur L. Messenger to the
Remnant, Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1969, pág. 114).
Comienzos de la obra de publicaciones
«Tengo un mensaje para ti. Has de imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre las
gentes. Aunque al principio sea pequeño, cuando las gentes lo lean, te enviarán recursos para
imprimirlo y tendrás éxito desde el principio. Se me ha mostrado que de este modesto
comienzo brotarán raudales de luz que han de circuir el globo.» (Testimonios selectos, tomo
1, pág. 126).
Esta fue la sorprendente revelación que recibió del cielo para su esposo James White
en noviembre de 1848. Un mensaje claro, directo pero complicado. Hoy en día nos
puede parecer sencillo porque la obra se está haciendo y tanto la tecnología como la
realidad que vivimos es portadora de facilidades en este sentido, pero a mediados del siglo
XIX, ¿cómo de un pequeño grupo de adventistas, sin recursos económicos ni grandes
intelectuales, podrían hacer brotar raudales de luz por todo un mundo incrédulo? A pesar
de las circunstancias, el Señor:
«…dio instrucciones a su pueblo de que debía hacerse todo esfuerzo posible para enviar
al mundo, desde las prensas, los mensajes de invitación y amonestación. Serán alcanzados
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por nuestras publicaciones algunos a quienes no se llegaría de ninguna otra manera. De
nuestros libros y periódicos han de brillar rayos de luz que iluminen el mundo con respecto a
la verdad presente.» (Testimonios selectos, tomo 8, pág. 87).
Meses después de la revelación, en el verano de 1849, James White comenzó la
publicación de la primera revista: The Present Truth (La Verdad Presente). Fue en sus
inicios una revista quincenal de ocho páginas que no pudo ser impresa regularmente. Para
el primer número de la revista se imprimieron mil copias, y los últimos números contenían
artículos de la pluma de Ellen G. White, presentando puntos de vista proféticos del futuro
de la iglesia y dando notas de amonestación y consejo. Así fue el modesto comienzo de la
obra publicadora.
Dos años más tarde, en 1851, apareció el primer libro de Ellen G. White, un trabajo
que abarcaba unas 64 páginas titulado: A Sketch of the Christian Experience and Views
of Ellen G. White (Una reseña de la experiencia cristiana y las visiones de Ellen G.
White). Este primer documento y su suplemento (1854) se encuentran ahora en las páginas
11-127 del libro Primeros escritos. Los inicios de los periódicos Review and Herald en
1850 y de Youth’s Instructor en 1852, la compra de una prensa manual, luego la
publicación de los periódicos en Rochester (Nueva York) durante los años 1852-1855,
fueron días extremadamente activos y fatigosos. El dinero escaseaba. La enfermedad y
las privaciones contribuyeron a traer angustia y desaliento. Pero habría días más brillantes
por venir, y en 1855 los creyentes adventistas en Michigan, invitaron a la familia
White a Battle Creek y prometieron construir una pequeña casa publicadora.
Desde entonces, la obra de la página impresa ha crecido pese a las adversidades del
camino, y según las estadísticas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a fecha 31 de
diciembre de 2006:
• Se poseen 63 casas publicadoras.
• La literatura para evangelización y autorizada para la venta supera los 6193 libros.
• Se distribuye su literatura en más de 359 idiomas.
• Se traduce en 885 lenguas sus publicaciones y trabajos orales.
• Unas ventas de 172.343.230 dólares.
• Y como resultado directo de esta literatura que imparte el evangelio se registraron
53.089 bautismos.
No podemos sino afirmar que de ese modesto comienzo han brotado raudales de luz
que circundan el globo.
Necesidad de la obra de publicaciones
Ellen G. White no dejó de hacer hincapié en el ministerio de la página impresa y en la
necesidad de despertar en lo que atañe a la obra que puede ser cumplida por la difusión de
libros bien editados. A continuación, comentamos algunas de las muchas citas que
podemos encontrar a través de las cuales Ellen G. White procuraba por un desarrollo
amplio y eficaz de esta obra:
«Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras
publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera –que
consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con
ellas– es una obra buena.» (El colportor evangélico, edición ampliada, pág. 14.).
«Los libros y periódicos son los medios dispuestos por el Señor para mantener
constantemente el mensaje para este tiempo delante de la gente. En cuanto a iluminar y
confirmar a la gente en la verdad, las publicaciones harán una obra mayor que el solo
ministerio de la palabra hablada.» (Servicio cristiano, pág. 181.).
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Ellen G. White y la comunicación social
De manera clara los escritos de Ellen G. White dotan a la obra publicadora de la
importancia que merece y resaltan el valor de hacer que la gente conozca la verdad a
través de este medio.
«Un mensajero celestial estaba en nuestro medio, y pronunció palabras de advertencia y
de instrucción. Nos hizo comprender con toda claridad que el Evangelio del reino es el
mensaje por cuya falta el mundo perece, y que este mensaje, contenido en nuestras
publicaciones ya existentes y en aquellas que aún han de aparecer debería hacerse circular
entre la gente de cerca y lejos.» (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 317).
El mensaje no es invención o promovido por Ellen G. White o su marido, sino por el
Espíritu de Dios y sus mensajeros celestiales.
«Hemos permanecido como adormecidos en lo que atañe a la obra que puede ser
cumplida por la difusión de libros bien preparados.» (Joyas de los testimonios, tomo 3,
págs. 311-312.).
«Miembros de iglesia, despertaos a la importancia de la circulación de nuestras
publicaciones, y dedicad más tiempo a esta obra.» (Southern Watchman, 20 noviembre
1902.).
«Despertad, vosotros que creéis en la verdad para este tiempo. Os incumbe el deber
actual de proveer todos los medios posibles para sostener a quienes comprenden la verdad,
para que la proclamen.» (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 312.).
¡Adormecidos, despertad! No hay palabras más expresivas y claras para definir una
situación de tibieza y de falta de movimiento. Ante esto, Ellen G. White vuelve a incidir
en el hecho de trabajar para la proclamación de la palabra mediante los medios disponibles
de su época.
«En estos días de intenso viajar, son mucho mayores que en el tiempo de Israel las
oportunidades de relacionarse con hombres y mujeres de todas clases y de muchas
nacionalidades. Las avenidas de tránsito se han multiplicado por millares. Dios ha preparado
maravillosamente el camino.» (Obreros Evangélicos, pág. 365).
«Tenemos ahora grandes facilidades para esparcir la verdad, pero nuestros hermanos
no están portándose a la altura de los privilegios que les fueron dados.» (Testimonies for
the Church, tomo 4, pág. 391.).
El camino ha sido preparado por Dios, las facilidades abren el camino a la predicación
de la salvación que es en Cristo y hemos de darnos cuenta que los instrumentos del cielo
están a nuestra entera disposición. Si bien en la época de Ellen G. White los avances en
comunicación pasaban por la imprenta, producción de prensa, cartas… y ella hablaba de
eso como facilidades, ¿cuánto más ahora, en plena era de la información, nuestro
comportamiento ha de estar a la altura? Si debía haber un momento en el que tener una
ventana en cada casa del mundo, hoy ha llegado con la realidad digital que nos permite
llegar sin mucho esfuerzo hasta los hogares más remotos. No hay excusa posible y el
camino de la comunicación global nos permite completar una obra encomendada por
el mismo Cristo poco antes de su ascensión: «…id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» (Mateo
28: 19). Si actualizamos las palabras de Ellen G. White, nos daremos cuenta de que se nos
anima a usar todos los medios disponibles, las ventajas de hoy, las redes sociales, los
blogs, los foros, canales cristianos, etc. Su mensaje debe cobrar hoy mucho más sentido y
ha de ser nuestro compromiso. «…levantar el edificio, a fin de que vaya creciendo para ser
un templo santo en el Señor, bien coordinado en Cristo Jesús.» (Efesios 2: 21).
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Samuel Gil Soldevilla
Las relaciones sociales y la comunicación personal
A Ellen G. White le inquieta la idea de que abandonemos nuestra misión de proclamar al
mundo la vida que encontramos en Cristo, que nos perdamos en asuntos que nos alejan de
una comunicación con nuestros prójimos. Por eso insiste e incide repetidamente en este
punto básico pero que con facilidad pasamos por alto:
«Mediante las relaciones sociales, el cristianismo se pone en contacto con el
mundo. Todo aquel que ha recibido la iluminación divina debe alumbrar la senda de
aquellos que no conocen la Luz de la vida.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 127).
«Jesús empezó la obra de reforma poniéndose en una relación de estrecha simpatía
con la humanidad. […] Jesús veía en toda alma un ser que debía ser llamado a su reino.
Alcanzaba el corazón de la gente yendo entre ella como quien desea su bien. […] Se
encontraba con ella en sus ocupaciones diarias y manifestaba su interés en sus asuntos
seculares.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 124-125).
Necesitamos relacionarnos, ponernos en estrecho contacto con nuestro entorno, con
aquellas personas que nos rodean. Esta es la única forma de comunicar y comunicar bien.
Hemos de adquirir una posición humilde, de empatía con cada alma; porque Cristo así nos
lo enseñó, porque es el camino a través del cual aproximar el reino de Dios al mundo
necesitado.
«No hemos de renunciar a la comunión social. No debemos apartarnos de los demás.
A fin de alcanzar a todas las clases, debemos de tratarlas donde se encuentre.» (El
Deseado de todas las gentes, pág. 126).
«Siendo sociables y acercándoos a la gente, podréis atraer la corriente de sus
pensamientos más fácilmente que por el discurso más capaz.» (Obreros evangélicos, pág.
201).
«Perdemos mucho por falta de simpatía y sociabilidad los unos con otros. (…) El
debido cultivo de los elementos sociales de nuestra naturaleza es lo que nos hace
simpatizar con nuestros hermanos y nos proporciona felicidad en nuestros esfuerzos por
beneficiar a otros.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 459).
El cristianismo no es solo vivencia, también es convivencia. A lo largo de muchos
años hemos creído que debíamos apartarnos de la sociedad, respirar simplemente de y en
nuestra burbuja, pero nuestra naturaleza es una naturaleza social, que necesita de la
relación con la gente. Esta será la única manera de elevar a las personas de los
pensamientos de lo cotidiano a lo espiritual y eterno: el contacto con ellas, el trato
constante, el crecimiento y beneficio como resultado de la interactuación social. El
pensamiento que encierra detrás el hecho de que somos seres sociales trasciende lo que
podemos entender. Porque si tenemos elementos sociales en nuestra naturaleza, Dios, que
nos creó a su imagen y semejanza, también los tiene; y por tanto Dios es un Dios social,
que “necesita” al hombre, y eso, es maravilloso. Es tan social que Cristo, la imagen de
Dios, convive con el hombre y le comunica las buenas nuevas de la salvación, las noticias
verdaderas de que la paz ha llegado mediante la sangre de su cruz. Cristo es tan social que
nos enseña mediante su ejemplo el contacto personal que hemos de buscar y tener los unos
con los otros.
«Hay que entrar en íntimo contacto con el pueblo por medio del esfuerzo personal. Si
se dedicara menos tiempo a sermonear, y más al servicio personal, se conseguirían
mayores resultados.» (El Ministerio de curación, pág. 133).
«El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto
debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo.» (Lecciones
prácticas del Gran Maestro, pág. 210).
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Ellen G. White y la comunicación social
«Fue por medio del contacto y la asociación personales cómo Jesús preparó a sus
discípulos. […] No sermoneaba, como hacen los hombres hoy. […] El ejemplo de Cristo, al
vincularse con los intereses de la humanidad, debe ser seguido por todos los que predican
su Palabra y por todos los que han recibido el Evangelio de su gracia.» (El Deseado de todas
las gentes, pág. 126).
Las palabras no pueden ocupar la mayor parte del tiempo, sino la acción y la
responsabilidad íntima de ofrecer el máximo beneficio a tu hermano.
«No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde
estén.» (Lecciones prácticas del Gran Maestro, pág. 210).
No podemos estar sentados en los bancos de nuestras iglesias esperando que se llenen.
Ahí entra la comunicación que da lugar al conocimiento de la salvación.
Consejos para presentar el mensaje
La escritora que analizamos era abierta en sus expresiones y con claridad nos presenta
continuamente consejos que hemos de recordar y tenerlos presentes en la preparación y
presentación de un mensaje público. Además de las lecciones que a continuación vemos,
Ellen G. White prestó especial atención a «La voz, su educación y uso correcto», siendo
este el título de una recopilación de temas escritos por ella misma, pero que por falta de
espacio no nos paramos a comentar.
«Las palabras veraces y sinceras de un hijo o una hija de Dios, dichas con sencillez
natural, abrirán la puerta de corazones que habían estado durante mucho tiempo cerrados.»
(Joyas de los testimonios, tomo 2, pág. 402).
Comunicar bien no es comunicar con pomposidad y pedantería. No podemos llenarnos
la boca de palabras en apariencia plenas de energía, pero en realidad vacías de sentido.
Hablar de corazón a corazón es transmitir aliento de vida.
«La enseñanza de la Biblia merece nuestros pensamientos más frescos, nuestros
mejores métodos y nuestro más ferviente esfuerzo.» (La educación, pág. 186).
«Se debe pedir sabiduría a Dios, y se deben hacer planes para dirigir las reuniones de
manera que sean interesantes y atrayentes.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 458).
«No debemos amoldarnos a las costumbres del mundo, sino sacar el mejor partido de
las facilidades que Dios ha puesto a nuestro alcance para presentar la verdad a la gente.»
(Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 534).
Ellen G. White nos anima a hacer uso de los medios actuales que estén a nuestro
alcance y conviertan la presentación de la verdad en una presentación atractiva. No hemos
de permitir quedarnos en la obsolescencia de algunos recursos técnicos mientras tenemos
tantos otros que podemos utilizar para alcanzar a más almas.
«Jamás debe presentarse un discurso sin presentar a Cristo y Cristo crucificado como
fundamento del evangelio.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 527).
Este ha de ser el centro del mensaje, la temática principal, el eje entorno al cual gire la
totalidad del discurso, «Cristo y Cristo crucificado».
Conclusión
Sin quitar ni añadir palabras, esta fue –en vida– y es –todavía por sus escritos– la misión
de Ellen G. White que nos transmite de su propia pluma:
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Samuel Gil Soldevilla
«Esta es mi obra: dar al pueblo la luz que el Señor me da. He sido comisionada para
recibir y comunicar sus mensajes. No he de aparecer delante de la gente con otro puesto
que el de mensajera que tiene el mensaje.» (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 241).
Ser una comunicadora de las verdades y revelaciones divinas con el fin de que nuestro
conocimiento en el Señor pueda aumentar. A través de Ellen G. White, Dios se ha
preocupado de dar a su pueblo palabras de aliento que infundan una guía para la acción
social, personal y relacional con el mundo.
«La iglesia necesita nuevos hombres para comunicar energía a sus filas, hombres
para estos tiempos, aptos para contender con sus errores, hombres que inspire un celo
renovado a los desfallecientes esfuerzos de los pocos obreros, hombres cuyos corazones
estén encendidos con el amor cristiano, y cuyas manos estén ávidas de realizar la tarea
del Maestro.» (El colportor evangélico, pág. 7).
Los tiempos no son fáciles y el pueblo de Dios requiere de hombres y mujeres que
permitan que no se haga su voluntad sino la del Señor, que quien rija y dirija sus vidas sea
el Creador.
«En esa obra junto a las almas que perecen, tendréis la compañía de los ángeles.
Miríadas y miríadas de ángeles están listos para colaborar con los miembros de
nuestras iglesias para comunicar la luz que Dios impartió generosamente para preparar
un pueblo para la venida de Jesús.» (Testimonios selectos, tomo 5, pág. 223).
No estamos solos en nuestro cometido de comunicar y predicar al mundo. Las fuerzas
celestiales nos amparan y acampan y se mueven junto a los que deseen servir a Dios.
Dios nos da la oportunidad de ser partícipes en la salvación de los demás, ser
colaboradores de la mayor tarea que pueda ser encomendada. Dios nos llama a ser
comunicadores de su perfecta voluntad y con su ejemplo y palabras nos enseña. Las
instrucciones de Dios dadas a través de Ellen G. White deben hacernos meditar y
esforzarnos decididamente para poner en práctica y desarrollar nuestras capacidades
comunicativosociales. Así acercaremos la verdad al mundo, así seremos siervos fieles,
cuya fe y trabajo en esta tierra han traído ilusión y esperanza para el mundo venidero. Dios
te invita a ser su boca, sus pies y sus manos entre las personas desconsoladas, Dios desea
tu compromiso con su obra, tu compromiso con la comunicación porque Él es el camino,
la verdad y la vida.
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