Una noche en Belen

Transcripción

Una noche en Belen
Lluvia de Rosas
Una noche en Belen
La gente agolpada de forma poco habitual, en la tranquila Belén, intentaba ubicarse en algún sitio. El censo decretado
por el Emperador, había congregado a los descendientes de David, que venidos desde los más inescrutables rincones
de Israel, buscaban un lugar para descansar. Eran tantos y estaban tan apresurados, que en medio del día que moría
lentamente, llegaba la noche amenazante para los visitantes circunstanciales que buscaban alojamiento. En esa
persistente búsqueda, el NO había caído una y otra vez, sobre el matrimonio de María y José.Era un NO que se
asociaba a la noche. Un NO de puertas cerradas para los visitantes, pues, "en la posada no había lugar para ellos", y en
medio de tantos NO, con la sensación de abandono, y orfandad que producen. Surge la pregunta; ¿quién velará por
nosotros? Pues, este inhóspito recibimiento presagiaba un rechazo. Ante el multiforme NO del hombre a Dios, se
aproxima el eterno SI de Dios que avanza presuroso entre las situaciones humanas que obstaculizan su realización. El SI
eterno desembarcó en el si temporal de María y José, encontrando un hueco con forma de hogar, en donde recalar para
quedarse con nosotros. Cálidamente preparado por Dios desde la eternidad en María.La noche, lentamente y en forma
imperceptible, comenzó a ser invadida por una luz peculiar, que no tiene su origen en la que refleja la luna. Los pastores
que cuidaban "por turnos el rebaño" se pusieron en camino, atraídos por aquel espectáculo maravilloso, pudiendo
comprobar con sorpresa, que la luz venía de un establo. Y era tan potente, que la estrella que se había posado sobre el,
parecía una vela mortecina a punto de extinguirse.A mediada que los intrigados pastores se aproximaban, crecían los
interrogantes sobre lo que estaban presenciando, ¿qué habrá dentro de la cueva que produce esa luz potente?Los
pastores al entrar en aquel recinto sagrado sintieron, como Moisés, que la tierra que pisaban era santa. La luz
misteriosa la irradiaba el Niño. Era una luz tan amable, con un fulgor comparable al del sol, en el que la pobreza del
establo había cobrado un brillo sin igual. Su Madre era en aquel establo la Luna, invadida por la acción de su Hijo,
irradiaba una luz tan dulce como su rostro. En medio del silencio sagrado, María y José recordaban lo anunciado por el
profeta Isaías: "En medio de la noche brilló una gran Luz…".Los rostros en torno al Niño se llenaron de asombro y
admiración. Las voces endebles de los hombres fueron socorridas por los coros angélicos que glorificaban a Dios. A
medida que los pastores iban llegando, se arrodillaban, y se decían suavemente uno a otro, "venid adoremos al
Niño".La noche no pudo contener tanta Luz, de esta Gloria da testimonio la Iglesia. En medio de la noche de los
tiempos, " brilla una gran luz ". Adoremos al Señor con un silencio lleno de esperanza que embargue nuestro corazón.
Venid amigos, adoremos al Señor.Para todo peregrino que no entra en el establo, la pregunta que éste suscita
permanece sin respuesta. Todos los que observan Belén desde fuera no comprenden su Eterna Belleza.Tal vez
podamos acercarnos humildemente a su Verdad, y adorar al Niño con los magos y pastores, contemplando el rostro
dulce de su Madre y la nobleza sutil que se desliza en la mirada de José, su custodio. Al encontrarlo en el pesebre
podemos intentar inclinarnos ante él, para beber de su secreto gozo, de su verdad inefable y de su silencioso
encanto."La noche no interrumpe tu historia con el hombre, la noche es tiempo de salvación" Autor: Diacono Jorge Novoa
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Generado: 21 December, 2016, 20:38

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