NIEVE Algunas personas tienen la extraña capacidad de poder oler

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NIEVE Algunas personas tienen la extraña capacidad de poder oler
NIEVE
Mercedes Villalba sobre las fotos de Ángeles Peña en Huye con velocidad y desaparece, Ruby, Abril del
2013.
Algunas personas tienen la extraña capacidad de poder oler la nieve. La única a la que conozco y a
la que le pude preguntar sobre el fenómeno me dijo que no puede oler nada más, no distingue las
flores ni el olor de las panaderías a la madrugada, no sabe si las medias están sucias o limpias. Pero
la nieve, sobretodo la nieve formándose en el cielo segundos antes de empezar a caer, la detecta
enseguida. Dice que es como una sensación afilada y crujiente en la nariz. Y nunca falla, siempre
que la siente empieza a nevar. Lo que me hace dudar sobre el orden de causa y consecuencia del
fenómeno y preguntarme si en lugar de particularidad olfativas esta persona no tendrá superpoderes
meteorológicos.
En las fotos de Ángeles Peña se puede oler este presagio de nieve: crujiente, afilado. Como las
esquinas de las piedras que habitan la montaña. Afilado, brillante, frío. Y un vacío de gente que
hace que den ganas y miedo de gritar: ganas de encontrar a alguien y miedo de la avalancha que le
sigue al grito. Es un olor que languidece en el fondo del papel blanco, tan suave como la hoja de un
libro viejo que opaca los colores y suaviza las texturas de árboles, lagos congelados y montañas
lejanas. Pero sobretodo de la nieve, personaje principal de esta serie de fotos. Que Ángeles haya
elegido este papel, casi trasparente y opaco, para imprimir las fotos sigue con la corriente del título
de la muestra “Huye con velocidad y desaparece”: huye y desaparece la nieve en la copa de los
árboles y la cima de las montañas, llevándose con ella el paisaje que hace dos minutos era blanco y
de repente es piedras, ramas, tierra mojada. Y también huyen las fotos que del paisaje pasan al rollo
de la cámara que ella abre, arriba de la montaña, para exponer a la luz y que el sol se lleve el pedazo
de imagen que elija. Me dice Ángeles que los paisajes que compone la nieve sobre la montaña son
casi efímeros, como las dunas de un desierto, me imagino, que se vuelan y acumulan para
desesperación de los perdidos. Y que ella camina, con su cámara, sus lentes y tabla de snowboard
enterrando los pies en la nieve hasta que los encuentra, momentáneos y hermosos, para congelarlos
en su cámara a cambio de congelarse los pies. Algunos los ve desde la ventanilla de un auto: de
lejos de una manera y de cerca de otra; otros los encuentra abajo suyo donde en algún momento
hubo un lago.
Así avanza Ángeles, cargada de bártulos, alejándose de su grupo de amigos para entrar a una
montaña que en su desaparecer amenaza con enterrar a los descuidados, a la caza de estos paisajes.
Así nos trae estas fotos que, como la carretera que se descubre de repente rodeada de nieve,
languidecen sobre un fondo blanco casi efímero del papel.

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