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Yo acuso
Fue un día sin fecha, un mes que no tenía nombre, un año sin primavera, un siglo sin recuerdos, cuando el Juez Universal, cansado de escuchar tantas quejas, golpeó sobre el estrado y
dijo:
- Si queda alguien más que pase y será el último. Una anciana envuelta en sucios harapos
que estaba sentada al final del salón, con dificultad se incorporó y sin levantar la mirada del
piso, se acercó al magistrado.
Era un despojo sobreviviente de una destrucción casi total.
- Su nombre- preguntó el Juez-.
A lo que contestó la anciana:
- Yo soy la que por milenios lució feliz y radiante. Todo era maravilloso, todos eran mis hijos
amados. Hombres, mujeres, plantas, animales, pájaros que volaban en libertad. Y el equilibrio
perfecto del Universo nos daba paz y seguridad.
Yo soy la tierra, la Madre Tierra y vengo a acusar a la humanidad, a mis hijos amados que los
cegó la locura de la soberbia y la vanidad.
Quiero que todos sepan la razón de mi triste destino, la destrucción y la soledad. Por el
continuo abuso del hombre que todos lo contaminan, con gases, aerosoles, humo, componentes químicos, basura que por años no se extinguirán, están enrareciendo la atmósfera y está
desapareciendo toda la riqueza y belleza natural, mi destino es una triste y eterna oscuridad.
Por eso esta madre desesperada suplica que los culpables sean juzgados para que la
destrucción no continúe.
En ese momento se acercaron unos niños que llorando decían:
- Por favor queremos vivir sanos y felices, disfrutar de todo los que disfrutaron los que vinieron
antes, de todo lo que la tierra les daba.
- De un cielo luminoso – dijo uno de los niños-.
- De abundante vegetación y agua, exclamó otro.
- Y todo lo necesario para vivir sanos y felices – dijo una niña-.
El mayor de todos casi gritando agregó:
- Lo exigimos, es nuestro derecho no pueden dejarnos un planeta contaminado y desierto.
Los chicos se abrazaron a su madre la Tierra llorando y reprochando a los mayores, lo que
estaban haciendo con el planeta que también a ellos les pertenecía.
- Por eso pido juesticia a los culpables – dijo la Tierra -.
- Si justicia, justicia, gritaban los presentes.
El gran Jurado se retiró a deliberar, mientras en la sala esperaban, en silencio, la sentencia.
Al fin volvieron el Juez y sus colaboradores.
De pie frente al magistrado rodeados por los chicos está la Tierra.
El juez también se quedó parado y con voz grabe dijo:
- No hace falta juzgar a los culpables, ellos ya tienen su castigo, padecer las consecuencias
del daño que han hecho y el repudio de quienes tendrán que seguir soportando esas consecuencias. Pero ustedes pequeños, ahora son los que tienen que proteger a su madre la
Tierra, tratando de no cometer los mismos errores que ya cometieron los arrepentidos seres
humanos. Desde hoy en adelante serán ustedes los que lucharán para que la tierra no sufra
más daños ecológicos- Si, si prometemos que lo vamos a hacer – respondieron los niños-.
- Gracias, muchas gracias- dijo la Tierra-.
- Hijos míos empecemos a poner las cosas en orden, para que con la colaboración de todos
podamos salvar lo que queda.
De repente el salón se iluminó con una luz radiante que entraba por la puerta. Todos miraron
hacia atrás para saber que ocurría.
¡Oh sorpresa! Una voz sonora, no escuchadas jamás por los humanos dijo:
- Adelante, adelante, no todo está perdido traten de salvar el Planeta, yo soy el Rey Sol,
centro del Universo y dado de vida, porque mis rayos permiten que todo crezca y se reproduzca donde el aire es puro y la tierra está sana.
Aplausos, risas, abrazos y una promesa se luchar para proteger la tierra y todo lo que en ella
hay, fue el final de esta sesión, mientras el sol con sus rayos iluminaba el rostro de cada uno
de los presentes, como diciendo:
Mi energía les ayudará a cumplir lo que han prometido.

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