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MEDITACIONES SOBRE AUDI FILIA, FILIA DEL PADRE MAESTRO SAN JUAN DE ÁVILA (XI). En tercer lugar, San Juan nos dice a quién debemos oír y cómo debemos inclinar nuestro oído para escuchar a Dios y rechazar las tentaciones del demonio. A. POSITIVAMENTE. 1. A la palabra de Dios: “Toda la Sagrada Escritura”. San Juan de Ávila traza el camino adecuado para que el alma pueda sacar todo el provecho posible del ver y del oír. Es menester mantener un cierto equilibrio entre el ver y el oír. De forma que el entendimiento de las cosas sublimes no rompa la humildad necesaria para que el alma pueda inclinar su oído, es decir, su razón, y pueda oír la palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura. Ahora bien, algunas cosas no se pueden entender de forma adecuada si no es partiendo de la escucha de la Palabra de Dios. Y, habiendo oído esta Palabra de Dios, el cristiano pueda remontarse hacia las cimas de la abstracción y situarse en ellas. Esta manera de proceder, partir siempre de la escucha de la Palabra de Dios, significa que el entendimiento no se pierde en complicados razonamientos que llevarían al alma a la confusión y a la desorientación. Y no lo hace porque, habiendo oído la Palabra de Dios, se muestra siempre con la suficiente humildad para no salirse de ella. Para que este sea el camino, es necesario que el acercamiento a la Sagrada Escritura, a la Palabra de Dios, no se haga de forma individual y aislada, lo que tendría como resultado el fruto del conocimiento de cada cual y daría origen a tantas interpretaciones como personas se acercaran a la Sagrada Escritura; el acercamiento, el oír lo que dice la Sagrada Escritura, debe hacerse en el seno de lo que determina la Iglesia Católica, y también en unidad con lo que los santos y santas, inspirados por el Espíritu de Dios, hacen de ella; de otra forma, ¿dónde quedaría la unidad, querida por Dios, de la Iglesia Católica? ¿cómo se podría entender con espíritu humano lo que se habló con Espíritu divino?. Por lo tanto, el oír la Palabra de Dios supone comunión con toda la Iglesia Católica y tratar de explicar en lenguaje humano lo dicho por Dios con Espíritu divino. Ahora bien, para el Padre Maestro, la intensidad de la escucha no es la misma para todas las palabras de la Sagrada Escritura. Uno debe estar más atento e inclinar su oído con mayor devoción y humildad a las palabras del Verbo de Dios, hecho carne, para así seguir, en fidelidad, la voz del eterno Padre cuando dijo: “Este es mi Hijo amado, escuchadle”1. Así pues, debemos oír con mucha mayor atención las palabras de Jesucristo que, sin lugar a dudas, son mucho más provechosas, para los cristianos que las otras dichas desde la creación del mundo y las que se han de decir, hasta el final de este mismo mundo. 1 Mc. 9,7 2. A la enseñanza de la Iglesia Católica, cuya cabeza es el Papa. San Juan de Ávila afirma, con rotundidad, que la Iglesia Católica, cuya cabeza en la tierra es el romano Pontífice, es columna y fundamento de la Verdad, porque en ella está el Espíritu de Dios que ni engaña ni puede ser engañado. Entonces, para los cristianos de todos los tiempos, es necesario oír lo que enseña la Iglesia Católica y permanecer en santa comunión con su enseñanza, porque fuera de ella no se puede oír de forma plena y auténtica lo que dice la Palabra de Dios, y se corre el riesgo de fomentar la propia soberbia. Cuando uno se aparta de la Iglesia Católica y se deja arrastrar por el torrente de su propia soberbia, se parece al ruido del viento que pronto pasa y pronto se olvida. San Juan de Ávila nos aconseja cerrar nuestros oídos a toda doctrina o enseñanza ajena a la Iglesia. No se puede comprender como algunos han dejado el camino que conduce hacia Dios lleno de grandísimos santos y santas, y han escogido un camino mucho menor y mucho mas lleno de soberbia y desvergüenza de aquellos que, habiéndose alejado de la sana doctrina de la Iglesia, pretenden ser ellos mas creídos que tantos y tantos santos y santas que han oído la Palabra de Dios llenos de sabiduría divina, dice San Juan. ¡Extraordinaria llamada de atención la que hace el Padre Maestro para aquellos que, en su soberbia, se empeñan, en cualquier tiempo, en poner en peligro la unidad y la comunión más profunda de la Iglesia Católica!