Guía para trabajar Valores con afiliadas/os

Transcripción

Guía para trabajar Valores con afiliadas/os
Guía para trabajar
Valores con
afiliadas/os
Presentación
Esta guía está destinada a quienes trabajen el tema “valores” en las seccionales de IPLIDO.
Provee un marco teórico y metodológico para el desarrollo de actividades sobre ese tema.
Propone actividades que pueden ser tenidas en cuenta como recursos para el trabajo en el marco de un
taller. No es una guía exhaustiva de recursos, ni un manual.
Esperamos que les sirva como inspiración.
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Fundamentación
Distintas disciplinas han pensado los valores a lo largo de la historia de la humanidad, y mostrado distintas perspectivas para su análisis: antropológicas, religiosas, psicológicas, filosóficas, pedagógicas. Este
material no pretende un recorrido exhaustivo sobre estas definiciones y planteos. En esta Guía, solo se
presentarán algunas ideas acerca de los valores que sirvan como marco para el trabajo con afiliados
y afiliadas, adultos interesados en pensar el tema de los valores en relación con sus propias familias.
Algunas ideas-guía acerca de los valores:
• Son creencias que orientan nuestras acciones.
• Están detrás de las normas y reglas y, a veces, entran en conflicto entre sí.
• Responden a necesidades últimas y profundas.
• Atraen la estimación y adhesión de personas y comunidades.
• Son contextuales y situados en una época y comunidad particular.
Los valores no se aprenden por consignas ni por órdenes, se aprenden en la convivencia.
Los modelos de las personas significativas (padres, madres, abuelos/as u otros) son entonces más importantes que los discursos y las reglas escritas. Se trata de pasar por experiencias en donde los valores
se vivan y se muestre cómo hacen mejor nuestras vidas y la de los que nos rodean.
En los últimos tiempos se habla mucho de que ‘no hay valores’ especialmente cuando se trata de la interacción con adolescentes. Jóvenes padres, a la hora de criar a sus hijos, se encuentran confundidos,
no identifican valores positivos en su crianza, ni saben qué deberían hacer. Reconocen la sobreestimulación de los medios, televisión, radio, Internet, celulares y el consumismo que promueven, pero pueden
no darse cuenta que esa misma sobreestimulación también provoca cambios en ellos como padres y
madres.
Podríamos argumentar entonces que, más que falta de valores, lo que se necesita es un ‘darse cuenta’,
reconocer los valores que sí tenemos, cuáles queremos reforzar o promover.
Pensar en los valores, en las formas de convivencia, puede ser un modo de dar una vuelta más de espiral
en el arte de mejorar la calidad de nuestra valiosa vida humana.
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Cuando nos detenemos en las características de los adolescentes nos damos cuenta que, en esencia,
no han variado a lo largo de la historia, pero sí ha cambiado el lugar de los adultos. Es la primera vez en
la Historia que los adultos viven queriendo ser o parecer adolescentes; la adolescencia se transformó en
modelo ideal para la publicidad que apunta al consumo. A la vez, desde los inicios del siglo XX y como
efecto no planificado de, entre otras, las dos Guerras Mundiales, los viejos modelos de autoridad han
sido puestos en discusión. Los adultos no parecen poder resolver las grandes crisis que enfrenta nuestro
planeta, ni las humanitarias, ni las ecológicas. En Latinoamérica en particular, la caída de las largas y
sangrientas dictaduras, puso en entredicho la validez y legitimidad de las autoridades políticas. En todo
el globo hay una puesta en entredicho de la autoridad de maestros/as y profesores; de padres y madres:
se han puesto en discusión los modelos que se creían inamovibles de la educación tanto escolar como
familiar.
Hay mayor aceptación de la diversidad en torno a los modelos de familia, que convive con
un ‘reclamo’ de ciertos sectores de la sociedad por volver a la familia y la escuela ‘de antes’,
a una época donde se ejercía y reconocía la autoridad de otra manera. Sin embargo, los
cambios históricos y sociales hacen que esto no sea posible ni deseable. No hay un lugar
en el pasado a dónde volver, sino que hay que buscar una construcción posible para el presente y el futuro.
Se ha acortado la distancia entre generaciones; no solo pueden comprarse y desear la misma ropa o los
mismos objetos (teléfonos celulares, computadoras, Mp3, entre otros); sino que son aliados para criticar a los docentes y directivos. Esto puede confundir mucho a los y las adolescentes. Algunos padres y
madres actualmente, renuncian al rol paternal, es decir, no se animan con los límites y tampoco están
seguros de si tienen valores que valga la pena compartir con sus hijos e hijas.
En la dimensión familiar, el proceso de crecimiento y desarrollo de los hijos se transforma en un reto para
la sensibilidad y la inteligencia de los padres. Al entrar a la adolescencia, comienza una etapa de cambios
profundos y complejos: los chicos y chicas estrenan facultades y ponen a prueba su capacidad, cambian
su percepción del mundo y avanzan en el camino de descubrirse a sí mismos.
Es una etapa difícil para todos. La comunicación, que antes fluía, puede toparse ahora con silencios y
reservas. Su mundo ya no se limita a la escuela y a la familia, conocerá nuevos modelos con los que se
identificará; la aceptación de sus compañeros y amigos cobra importancia. También hay un cambio que
puede desequilibrar el modo habitual de funcionar de la familia hasta ese momento: pasan de necesitar
la mirada aprobatoria de los padres a requerir la de su grupo de pares. Es común que en esa etapa se
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cuestionen roles, valores y creencias que antes aceptaban, también se requerirá más libertad para establecer relaciones y compromisos nuevos.
Sin embargo, los jóvenes siguen necesitando límites firmes, estímulo y reconocimiento.
Ahora bien, también es cierto que esta es una época de reconocimiento de derechos. Los derechos
de los niños, niñas y adolescentes han permitido un gran avance en materia de reconocimiento de la
necesidad de buenos tratos en la crianza, de instituciones sociales que velan por estos buenos tratos, de
mejora de las condiciones de vida. Se ha logrado que niños y niñas tengan voz en la justicia, que puedan
opinar sobre sus vidas. Pero al repetirse mucho en la sociedad la idea de la necesidad de ‘escuchar a
los chicos’, nos encontramos con que padres y madres no saben a qué se refiere esta escucha. A veces
parecen actuar como si escucharlos quisiera decir ‘hacerles caso en todo’. Como si los chicos supieran
todo y no necesitaran ser criados.
Se trata, nada más y nada menos, que de tener una escucha atenta adulta que nos permita descubrir
sus necesidades y sus posibilidades y nos dé la oportunidad de contenerlos y desafiarlos, permitirles y
prohibirles, ampliar el horizonte de lo posible y establecer límites, confiar en ellos y discutirles, transmitir
cosas valiosas, pero siempre dispuestos a someter a juicio (propio y ajeno) el valor de lo que transmitimos.
Conocer algo de la psicología evolutiva de las distintas edades ayudara en el proceso de la crianza; comprender como pasan del ¿por qué? de los años de la escolaridad primaria al ¿por qué no?, que plantean
los adolescentes.
Este ‘¿por qué no?’ nos exige a los adultos pensar y repensarnos y, sobre todo imaginar e inventar condiciones y propuestas concretas para que ellos puedan construir
criterios y valores con independencia de las presiones del entorno, ofrecer espacios
de discusión significativos que les permitan ejercer el derecho de no sentir que sobran sino que hacen falta.
Ahora bien: cuando hablamos de las familias, coincidimos con los autores que lo hacen en plural, para
reconocer que hay una gran diversidad de maneras de constituirse, organizarse y funcionar como grupo
familiar.
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“Cada familia, como las personas que la componen, es diferente, única e irrepetible. Por tanto, no hay
recetas válidas para todas. Cada grupo familiar enfrenta el reto de educar a partir de su propia situación,
de sus condiciones de vida, de su historia y de su proyecto.
Las familias tienen costumbres y maneras de ser que han heredado y otras que han elegido conscientemente. Lo que al interior de nuestro grupo está prohibido o está permitido, debe ser adecuado a nuestra
forma de vida, pero también a nuestros objetivos y aspiraciones como personas y como padres.
A los chicos los educa observar cómo se tratan su papá y su mamá, qué tareas comparten y cuáles no,
cómo plantean y resuelven sus desacuerdos, cómo se relacionan con sus propios padres y hermanos,
con sus vecinos, con sus compañeros de trabajo. La forma en que muestran su afecto, expresan sus
emociones, defienden sus derechos y asumen sus compromisos.
(…) Si queremos ser buenos educadores, tenemos que aceptar la invitación que nos hacen nuestros
hijos a ser coherentes con los valores que predicamos, a buscar la congruencia entre lo que pensamos,
sentimos, decimos y hacemos.
Libertad y responsabilidad son inseparables. (…)
Los valores, las normas de conducta, los métodos educativos, no son decisiones que se tomen sobre la
marcha, aunque a veces así ocurre. Cuando ese es el caso, las medidas carecen de la fuerza que dan
la convicción y la constancia.
Necesitamos tiempo y compromiso para definir y jerarquizar nuestros valores, para establecer la relación
entre ellos y las conductas que esperamos de nuestros hijos; para generar normas claras que encaucen
la conducta familiar.
Las familias, como las personas que las integran, crecen y cambian. Desde que los hijos llegan, y más
tarde, al ritmo en que ellos se desarrollan, se modifican las demandas y necesidades, varían los horarios,
los espacios y los acuerdos que entre los integrantes de la familia se hacen para poder convivir.
Cambian las necesidades económicas, la forma como distribuimos nuestro tiempo y las tareas de la vida
cotidiana. Asimismo se modifica el modo en que cada uno de los miembros de la familia entiende las
reglas y el orden que hemos establecido para convivir.
Hay que estar atentos para reconocer cómo cambian nuestros hijos y sus necesidades. Esto permite
hacer oportunamente los ajustes requeridos para adecuarnos a las nuevas circunstancias, cuidando de
no renunciar a nuestros valores.”
Fuente: Familias Valiosas - Ideas para fortalecer valores entre padres e hijos
Unicef y British Council - Edición Conjunta, 2005
Podemos decir entonces que los valores están por detrás de nuestras respuestas, si hemos reflexionado
acerca de ellos y tenemos convicción.
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Metodología
Objetivos
Apuntamos a que las actividades que se realicen permitan una reflexión sobre sí mismo/a a cada uno/a
de los/las participantes. La idea es que cada participante pueda pensar su vida, su modo de instrumentar
los valores, reconocer los valores que subyacen a sus acciones.
No se intenta impartir la ‘verdad’ sobre los valores, ni referir a valores únicos que todos debieran compartir. Por el contrario, se apunta a discutir los valores que intenta imponer la sociedad de consumo, a comprender la dificultad que existe para consensuar acerca de los mismos en las sociedades, así como en la
pareja y en la familia. Se busca ofrecer una experiencia de sentir, pensar, hacer en relación a los valores.
Cualquiera de las actividades que se propongan, tendrá como fin entonces compartir ideas y experiencias, intercambiar, revisar la propia posición.
Reconocer que en toda comunidad, grupo, familia conviven
diferentes valores.
Reconocer el valor del respeto por las diferencias para la
construcción de una convivencia social armónica.
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Características de la facilitación de
una actividad en relación a valores
Para facilitar una actividad de este tipo, se requieren ciertas características en el rol:
• Tener una escucha activa.
• Poder tomar lo que dice el otro.
• Poder aceptar discrepancias, desacuerdos y desafíos.
• Poder sostener un clima de confianza e intimidad.
El taller
Se pueden utilizar distintas metodologías, pero sugerimos el formato taller porque creemos que es la más
adecuada para trabajar el tema valores.
Un taller es un espacio donde se trabaja, donde se producen cosas. Traducido a una experiencia pedagógica, es una forma de enseñar y aprender mediante la realización de ‘algo’ conjuntamente. El taller
posibilita:
• La participación
• La cooperación
• La reflexión
• La comunicación
• El registro del propio sentir
Es un lugar de producción, donde se conjugan tres componentes:
• Alguien con la intencionalidad de enseñar algo.
• Alguien con cierta intencionalidad de aprender.
• Contenidos o conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes.
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Es fundamental que en este espacio se puedan poner en cuestión las propias posiciones y maneras de
pensar y de hacer, en el intercambio con los otros.
El taller requiere una planificación: tener claro qué se quiere lograr, elegir las técnicas y actividades adecuadas a ese fin, y seleccionar un modo de evaluar la actividad.
Las técnicas elegidas deben proponerse facilitar la construcción de un conocimiento crítico, que permita
tomar decisiones fundamentadas para intervenir y transformar nuestra vida cotidiana. También se debe
considerar la consistencia entre las dinámicas elegidas y los contenidos que se quieren procesar (por
ejemplo, si el valor es la escucha, la actividad podría fomentar momentos de escucha sin hablar, etc.).
Se trabaja entonces desde lo que los y las participantes traen, que es mucho más pertinente, probablemente, que lo que traemos los coordinadores. No hay ninguna estrategia pedagógica comparable a hacer
pasar a una persona por esa experiencia. El mismo estímulo puede producir en unos una fascinación
maravillosa, y en otros, una incomodidad espantosa. Sin embargo, atravesarlo, transitarlo, permite a
cada uno reconocerse cómo es. Se puede ver cómo cada uno siente diferente, apreciar la diferencia
como lo que nos hace humanos, sin calificarlo como mejor o peor, poniendo en práctica el valor del respeto por las diferencias.
La idea no es dar una clase magistral donde se explique qué y cuáles son los valores, sino ofrecer un espacio para la reflexión a través de dinámicas lúdicas y participativas, que inviten a pensar en los propios
valores y cómo se ponen en juego en la vida cotidiana.
El taller tiene 3 momentos: el inicio o la presentación, el desarrollo y el cierre y evaluación.
1 El objetivo del inicio es presentar a las personas que participan y los objetivos del encuentro.
Es importante crear un ambiente distendido y un clima que favorezca la participación y la conexión
entre los y las participantes. Es central garantizar que no se juzgarán los dichos ni opiniones, que
se respetarán las diferencias y que es un encuentro para la reflexión y aprendizaje conjunto.
2 En el desarrollo se trabaja a partir de lo que sabe el grupo sobre el tema; se promueve el
análisis, reflexión e implicación personal a partir de las técnicas y actividades elegidas. En el cierre,
se realiza una síntesis de lo trabajado, se repasan las conclusiones y las propuestas de acción
planteadas a nivel individual y grupal.
Es conveniente utilizar una actividad que dé cierre al encuentro y facilite la despedida, con una
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palabra, una frase o actividad elegida especialmente.
3 Se pueden hacer distintos tipos de evaluaciones.
Un modelo de evaluación posible, es aquel que busca entender qué sienten y piensan los/las participantes en relación con sus propias vivencias:
• cada uno dice una palabra que resuma lo que sintió en el taller.
• los / las participantes que quieran hacen una pregunta que les queda después de pasar por el
taller.
Otra forma de evaluar, es consultar qué piensan acerca de las actividades desarrolladas en el taller:
• Qué evalúan como positivo del taller / qué les parece que se podría mejorar.
Otra evaluación es aquella que indaga acerca del proceso personal que los/las participantes hicieron. Esta se sugiere hacerla de modo individual, por escrito:
• ¿Qué siento que aprendí hoy?
• ¿Qué pasos puedo dar en mi vida personal para enriquecer los valores en mi familia?
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Actividades
Orientadoras
1- El circo de la mariposa
Ver la película ‘El circo de la mariposa’ (corto dirigido por Joshua Weigel).
Es una película de 20 minutos acerca de la vida y la diferencia.
Puede utilizarse para trabajar los valores de la diversidad, la diferencia, los estereotipos, el potencial
único de todas las personas. Las sociedades y las personas ‘diferentes’ en la Historia.
Es un buen recurso para sugerir ver luego en familia.
Un minuto de silencio para registrar las impresiones.
Se le pide a cada persona que comparta una frase o una pregunta que la película le sugiera.
Para verla online: http://www.youtube.com/watch?v=WPey7ace294&feature=related
2- Ronda de posiciones
Se coloca en una mesa en el centro una frase que refleje un valor que provoque controversia, por ejemplo:
La violencia es la solución a los problemas.
Las mujeres son las únicas que pueden ocuparse bien de los niños pequeños.
La responsabilidad de traer el dinero a la casa es del varón.
El grupo se coloca en ronda alrededor de la mesa, dejando espacio entre esta y el círculo de personas.
El/la facilitador/a lee la frase y en el momento las personas deciden a qué distancia de la mesa ubicarse,
en el radio de la ronda, ejemplificando con su posición cuán de acuerdo están con la frase. Cuanto más
lejos de la mesa, más desacuerdo muestran.
Una vez que todos se ubicaron (esto debe hacerse casi sin pensar, todos a la vez) se da la opción de
hacer un movimiento, es decir, cambiar de lugar repensando la posición personal.
Antes de la siguiente frase, se vuelve a la ronda, a la posición neutral.
Este ejercicio sirve para reflexionar acerca de la influencia de los valores y posiciones de las demás
personas sobre las propias; así como acerca de las diferencias y la dificultad o facilidad que cada uno
tiene para aceptarlas. Permite pensar sobre los propios valores y notar la importancia de darse una oportunidad para reflexionar sobre ellos. También es útil para diagnosticar rápidamente dónde está ubicado
el grupo en relación a sus valores.
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3- La influencia del origen
Cada participante se toma un momento para pensar en su forma de ser. Busca una característica que
considere valiosa y la asocia con alguien de quien le viene.
Luego, en ronda, cuenta al grupo qué característica es y de quién le viene. Por ejemplo:
- Soy perseverante, como mi abuelo materno.
- Soy muy trabajadora, como la tía que me crió.
Luego en grupo se reflexiona sobre cómo aprendimos esos valores de las personas referentes, y cómo
influyen en nuestras vidas cotidianas, y en nuestra relación con los demás.
4- La influencia del medio
En grupo se analizan publicidades gráficas o audiovisuales y se busca qué valores promueven.
Se puede también organizar en subgrupos.
Cada grupo construye una lista con los valores encontrados.
Se copian en un afiche o pizarrón para ponerlos en común, y luego se discute acerca de si son los mismos valores que queremos para nuestras familias.
Se puede conversar sobre cómo contrarrestar o balancear los valores que promueven los medios de
entretenimiento masivo:
• Ver la televisión junto a los chicos y chicas para ofrecer una mediación adulta a los estímulos.
• Conversar en familia sobre los programas, películas, publicidades, videos musicales, juegos que se
ven, y descubrir los valores que promueven.
• Ofrecer espacios de interacción familiar fuera de pantallas, videojuegos, televisión.
Recordemos que...
Los adolescentes transitan una etapa especialmente influenciable, ya que comienzan a sentirse refractarios a los modelos que les presentan sus padres y están permeables a las influencias sociales.
Muchas veces no notan cuánto son influidos por sus ídolos, los medios o grupo de pares, ni las técnicas
de marketing que se utilizan para influirlos con relación a las modas y el mercado.
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5- Modelos e influencias
Discutir en pequeños grupos y luego en debate general las siguientes frases (temas sugeridos):
“Los ídolos actuales de los adolescentes tienen una influencia negativa en sus vidas.”
“La televisión no impone modelos sociales sobre los adolescentes, sino que copia y refleja sus
hábitos, lenguaje y comportamiento.”
“Los adolescentes de hoy no tienen buenos modelos adultos a quien admirar.”
“Los ídolos de los adolescentes deberían mostrar responsabilidad social.
6- Decir y actuar
Analiza qué valores se refuerzan con las siguientes conductas:
¿Qué valores le enseñás a tu hijo cuando...
... le hacés la tarea?
... comparten labores domésticas?
… pretendés acelerar un trámite ofreciendo dinero a un funcionario?
... mentís delante de él o inventás un pretexto para llegar tarde?
... cumplís lo que prometes?
... resuelven juntos un problema a través del diálogo?
7- Huellas de la historia
Reflexioná sobre tu propia formación, sobre el origen de tus principios:
• ¿Qué valores te enseñaron tus padres y cuáles querés transmitir a tus hijos?
• ¿Qué conductas, tradiciones o costumbres de tu familia de origen no quisieras que tus hijos aprendieran?
• ¿Qué valores sentís que no te inculcaron pero te parecen importantes en la formación de tus hijos?
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8- Priorizando valores
Se le pregunta a todo el grupo:
¿A quién le enseñaron de chico que nunca hay que mentir?, que levanten la mano.
Seguidamente, pedir que levanten la mano quienes no mintieron nunca.
Ideas para la reflexión:
La realidad es que todos mentimos alguna vez, mentiras ‘blancas’, mentiras ‘piadosas’, omisiones. Esto
no significa que no tengamos el valor de la honestidad como algo central, sino que en determinadas circunstancias, priorizamos un valor sobre otro.
Por ejemplo, se está priorizando el valor piedad sobre el valor verdad.
Reconocer estos valores que a veces se ponen en contradicción, puede abrir a una interesante conversación con nuestros hijos e hijas.
9- Péndulo
Reflexionar sobre la siguiente afirmación:
“El autoritario no está seguro de su autoridad, por eso tiene que imponerla una y otra vez; el permisivo no
está seguro de sus afectos, por eso no se atreve a arriesgarlos”.
Preguntar: ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo? ¿Tu inclinación natural es ser autoritario o permisivo?
¿Qué hacés para contrarrestar esta tendencia?
10- Texto para pensar
Quisiera ser un televisor <Tomado de Mendivi, Gerardo (comp.), Huellas perdidas. Antología de lecturas para docentes,
edición del compilador, México, 1992, p. 36>
Me gustaría ocupar su lugar para poder vivir lo que vive un televisor en mi casa:
Tener un cuarto especial para mí.
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Congregar a todos los miembros de la familia a mi alrededor; ser el centro de atención, al que todos
quieren escuchar, sin ser interrumpido ni cuestionado; que me tomen en serio cuando hablo.
Sentir el cuidado especial e inmediato que recibe la televisión cuando algo no le funciona.
Tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque venga cansado del trabajo.
Que mi mamá me busque cuando está sola y aburrida, en lugar de ignorarme.
Que mis hermanos se peleen por estar conmigo.
Divertirlos a todos aunque a veces no les diga nada.
Vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado.
No es mucho, sólo lo que vive cualquier televisor todos los días.
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Fuentes
• Ander Egg, “El taller, una alternativa para la renovación pedagógica”, Magisterio del Rio de la Plata,
Buenos Aires, 1991.
• “De talleres y talleristas”, capítulo del Manual de Capacitación Sexualidad y Salud en la adolescencia,
editado por UNICEF, FEIM. Pueden consultar una versión digital en:
www.unicef.org/argentina/spanish/ resources_10856.htm
• Maturana Humberto, “El Sentido de lo Humano”, Editorial Dolmen-Granica, Santiago, 1997.
• Maturana Humberto, “Transformación en la Convivencia”, Editorial Dolmen-Granica, Santiago, 2000.
• Ser Humano, Programa Troquel de Educación Integral, Editorial Troquel, Bs. As., 2000.
• Martiña Rolando, “Qué hacemos con los chicos: educación convivencial: un programa para adultos,
Editorial Bonum, Bs. As. 1999.
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