ponencia en pdf - Seminario de narrativa y periodismo

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ponencia en pdf - Seminario de narrativa y periodismo
Seminario de Periodismo Cultural: los suplementos literarios y su versión digital | Santander, junio de 2014 | www.periodismocultural.es
LA SOMBRA DEL CIPRÉS,
UN SUPLEMENTO CULTURAL NACIDO EN
TIEMPOS DE CAMBIOS
Angélica Tanarro
En primer lugar quiero agradecer a la Fundación Santillana
la invitación a participar en este Seminario por el que me
consta que han pasado muchos de los más destacados
profesionales del Periodismo cultural y, por tanto la ocasión
de compartir estas jornadas con los responsables de los
principales suplementos culturales de la prensa diaria de
nuestro país. En este momento, el suplemento al que
represento La Sombra del Ciprés de El Norte de Castilla
(diario de Valladolid, España) es el más joven de los que
participamos en este seminario y desde luego uno de los más
jóvenes, si no el más, de los suplementos de la prensa diaria
española.
Por eso mi intervención tendrá dos partes: una en la que
presentaré un suplemento que lógicamente es aún
relativamente poco conocido fuera del ámbito de
distribución del periódico y una segunda en la que trataré de
responder a las cuestiones que se han venido planteando y
que están en el origen del seminario. Aunque probablemente
en esta primera parte ya se respondan de alguna manera las
cuestiones de la segunda.
La Sombra del Ciprés nace como tal el 28 de noviembre de
2009. El sábado próximo saldrá su número 176. El nombre
del suplemento es ya una declaración de intenciones y un
homenaje. Sé que para la mayoría de este auditorio no tengo
por qué explicar que este nombre hace referencia a La
Sombra del Ciprés es alargada, que es el título de la primera
novela de Miguel Delibes, escritor vallisoletano
estrechamente vinculado al periódico en el que fue
caricaturista, crítico de cine y director. Su familia sigue
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vinculada al consejo de administración, el periódico forma
parte del patronato de la fundación que lleva su nombre y
administra su legado y su recuerdo, su sombra podríamos
decir en este caso, es también una fuente de inspiración en el
trabajo.
El nombre también tiene que ver también con un fuerte
vínculo del periódico --que como saben es decano de la
prensa española y este año estamos de aniversario,
cumplimos 160 años-- con la cultura desde sus inicios. En le
periódico llevamos a gala el que tres premios Cervantes
hayan estado estrechamente vinculados a él. Me refiero a
Francisco Umbral que comenzó en Valladolid su carrera
periodística, al propio Miguel Delibes y a José Jiménez
Lozano que, como el anterior, también lo dirigió. Se puede
recordar a título de anécdota que Umbral publicó su primer
artículo en prensa en El Norte el 21 de marzo de 1957
cuando aún firmaba Francisco Pérez y se titulaba Tres
actitudes de la lírica española contemporánea. Más tarde
cuando Delibes accede a la dirección del periódico pacta con
él una colaboración periódica para el suplemento cultural
que él impulsó titulado Las Artes y Las Letras y después
simplemente Artes y Letras. Suplemento en el que también
colaboraron los entonces jóvenes Jiménez Lozano o Julián
Marías, aparte del poeta experimental Francisco Pino,
también vallisoletano.
Se puede decir por tanto que el tradicional vínculo de la
prensa escrita diaria con la información cultural y su papel
como mediador han tenido en este medio un paradigma.
Sin embargo se daba también el hecho contradictorio de que
en los últimos años, más o menos coincidiendo con los
principios de los noventa el suplemento cultural había
dejado de publicarse.
Sin embargo a pesar de que la cultura en los medios
informativos atravesó en épocas aún no muy lejanas una
especie de travesía del desierto (he trabajado en varios
medios de comunicación y me he topado en más ocasiones
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de las deseadas con la famosa frase: la cultura no vende),
desde mi llegada a la sección de Cultura del diario que
represento constaté que había un público que echaba de
menos el suplemento y reclamaba su existencia. Lo cual
viene a constatar algo que incluso causa extrañeza en los
colegas dedicados a las secciones de política o Economía.
Este tipo de contenidos tiene un público fiel y a ese público
nos dirigimos, eso sí, sin perder la esperanza de captar
lectores, incluso entre aquellos a los que les cuesta llegar a
las páginas de Cultura, no digamos ya a algo en principio más
especializado como es el suplemento.
Hay que decir en justicia que La Sombra del Ciprés se debe al
impulso inequívoco del actual director del diario Carlos
Aganzo, hombre procedente del ámbito de la Cultura, poeta
como saben además de periodista, y que, desde el principio
de su gestión, se marcó como objetivos el impulso de los
contenidos culturales del periódico, conectando así con esa
tradición de la que hablaba anteriormente.
Nuestro objetivo digamos urgente era recuperar el tiempo y
el espacio perdidos durante la ausencia de un suplemento
específico de artes y letras y satisfacer la demanda de ese
público que lo venía reclamando. Un público fiel al papel, hay
que decirlo, y aquí entro ya, siquiera muy tangencialmente,
en el tema del seminario. Por eso nuestra preocupación se
centró en un primer momento en ese formato tradicional
dejando para una segunda fase la traslación de contenidos al
formato web.
En este sentido quiero además llamar la atención sobre un
hecho importante: el suplemento nace en un momento de
crisis no ya de la prensa diaria en general sino muy
especialmente de este tipo de contenidos más
especializados. Un momento en que algunos medios se
planteaban y se plantean reducir o suprimir directamente
los suplementos literarios.
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(Julio Aguilar se refería en un artículo en Letras Libres de
2009 justo la época en la que comenzó La Sombra del Ciprés
a la desaparición de suplementos emblemáticos en la prensa
internacional como los del Washington Post o el diario
mexicano La Reforma, por citar ejemplos extranjeros). Y
numerosas son las publicaciones y estudios que hablan de la
reducción de los espacios par a la cultura en los medios. Mi
propia investigación de se centró precisamente en los
cambios que se venían detectando –aun antes de que la crisis
económica hiciera su aparición y a la que se suele culpar del
fenómeno— en las secciones de cultura invadidas lenta pero
sistemáticamente por la información de espectáculos que
hasta ese momento había sido solo una parte de sus
contenidos y no la de apertura precisamente. Y se detenía
también en el estudio del fenómeno nunca baladí del cambio
de nomenclatura de estas secciones donde incluso la palabra
cultura parecía molestar (en las versiones web de los diarios
cuesta incluso encontrar la pestaña con ese rótulo) y era
sustituida por otras menos sospechosas de elitismo, y esto lo
digo lógicamente con ironía como, “Ocio” o “Vida”, etc.
En este sentido, pues, El Norte de Castilla ha jugado a la
contra y quiero pensar que en parte el éxito del suplemento
y digo éxito con toda la humildad y por otra parte el realismo
necesario en estos casos procede precisamente de esa
apuesta inequívoca por una información cultural sin
complejos, que no pide perdón por el hecho de existir y que
considera más necesarios que nunca esos contenidos que
dan un paso más en la profundización de los temas que
abordan, que invitan digamos a una reflexión frente a la
vorágine y la velocidad con que son consumidos y
sustituidas las noticias y más aún en las páginas web de los
diarios lo que inevitablemente lleva a una cierta
superficialidad.
Por resumir las características del suplemento que me
propongo presentar pues soy consciente de que el ámbito de
difusión de mi periódico hace que muchos de ustedes no lo
conozcan diré que esa territorialidad es uno de sus
componentes.
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La combinación de la relevancia nacional de los contenidos
con su especial significación local y regional es uno de sus
objetivos y señas de identidad. Aunque aquí me apresuro a
puntualizar que huimos de cualquier localismo estrecho o
acotaciones territoriales o apellidos localistas que en cultura
territorio de lo universal por excelencia no tienen ningún
sentido. Por ejemplificar ese vínculo lógico en un periódico
regional hablaría de sus primeras portadas. La del el primer
número que fue un homenaje a la trayectoria de una actriz
como Concha Velasco, vallisoletana como saben, y que en el
momento de la salida de La Sombra del Ciprés iniciaba una
gira nacional coincidente con su setenta cumpleaños. Ya en
el número dos se hacía patente el vínculo que al principio
mencioné con el autor de la novela que le da nombre y
recordaba el treinta aniversario de la publicación de Un
mundo que agoniza el libro en el que Miguel Delibes junto a
su hijo Miguel pronosticaban algunos desastres
medioambientales que desgraciadamente se fueron
cumpliendo. Y en esos primeros números fueron desfilando
por la primera página figuras literarias como Torrente
Ballester, Claudio Rodríguez o Jaime Gil de Biedma cuyo
décimo aniversario de su muerte coincidió también con esos
primeros pasos de “La Sombra”.
Afortunadamente, la Comunidad cuenta con instituciones
culturales de peso a nivel nacional, la Semana Internacional
de Cine de Valladolid, la Orquesta Sinfónica de Castilla y
Léon, por no hablar de los Museos de Arte Contemporáneo o
el Museo Nacional de Escultura.
Y en el estricto campo de la literatura hablar de escritores
vinculados a la región es hablar de una nómina de premios
nacionales, algunos de cuyos miembros con colaboradores
del suplemento.
Aunque un vistazo a las portadas del tiempo que lleva en la
calle dará idea de que esta mirada al territorio es solo una
pequeña parte de su contenido.
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Otra de las características principales, a mi juicio, de esta
publicación es la introducción –junto a los contenidos
informativos e interpretativos propios de un suplemento
que acoge críticas, análisis y tratamiento en profundidad de
los temas elegidos— de piezas de creación literaria más
genuinas, piezas desligadas no ya de la actualidad sino
incluso de ese deber de enjuiciar, divulgar o exponer la obra
ajena. Si la actualidad manda en el tema elegido para la
portada, que tiene un desarrollo detenido en las primeras
páginas del suplemento, este dedica su contraportada a este
tipo de contenidos creativos en los que se alternan dos
escritores también de relevancia nacional y originarios de la
región como son Gustavo Martín Garzo con su sección
titulada Días felices y Jesús Ferrero y sus artículos sobre
Mitologías. El género del diario también está presente de la
mano del escritor y editor Adolfo García Ortega, cuya “Otra
Galaxia”, que es el título de su sección, nos acerca su
particular cuaderno de bitácora cultural.
Siempre refiriéndome a los contenidos de periodicidad fija, a
medio camino entre la divulgación y la creación literaria
enmarcaría las colaboraciones, entre otras, del músico y
etnógrafo Joaquín Díaz.
Un ámbito que marca también una de las señas de identidad
de La sombra son las secciones temáticas. Algunas
presentes desde el comienzo del suplemento y otras que se
han ido sucediendo en esta aún corta, pero intensa,
trayectoria. Por ejemplo, la denominada Arte en Movimiento
al cuidado del especialista en motor del diario Santiago de
Garnica y dedicada a desvelar las relaciones tan estrechas
que el mundo de la fabricación del automóvil tuvo desde el
comienzo con los movimientos artísticos de vanguardia y el
diseño de alta calidad. O la más reciente sección titulada La
Dama Inquieta en la que el escritor Ramón Mayrata desvela
aspectos muchas veces ignorados sobre la relación de
grandes escritores, cineastas y artistas con el mundo de la
magia y el esoterismo. Una sección por cierto que hizo el
viaje contrario al que suele ser habitual del papel a la web,
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porque fue inspirada por un blog especializado en el tema,
que mantiene el autor con gran éxito.
Por lo que se refiere a uno de los territorios más genuinos de
este tipo de publicaciones el de la crítica literaria, discurre
por dos caminos paralelos y complementarios. Por una parte
el de las críticas y reseñas como se entienden normalmente
dedicadas a las novedades literarias, aunque eso sí tratamos
de no caer demasiado en el vértigo de la más rabiosa
novedad. Y por otro el de las lecturas muy personales de
colaboradores que aúnan su condición de críticos o más bien
diría de lectores críticos, con un importante bagaje
intelectual, con la de escritores. Me refiero por ejemplo a la
sección Un ángulo me basta, del poeta Fermín Herrero, que
agrupa varios títulos en torno a un tema más o menos
definido y en el que caben tanto lecturas del pasado como de
libros de reciente aparición. O la del también escritor pero
sobre todo crítico especializado en poesía Miguel Casado,
cuya Tienda de fieltro rescata autores o libros del pasado que
en su momento tuvieron un papel destacado bien por el
momento político, social o cultural en el que surgen y cuya
importancia sigue vigente hoy en día.
Resumiendo, creo que la pluralidad es una característica. Y
no solo en estas páginas sino en general en todo el
suplemento, una cierta pluralidad de planteamientos, en el
sentido de acoger autores muy distintos, procedentes de
grupos literarios incluso dispares, puestos a dialogar en sus
páginas.
Y llegamos así a un capítulo que me parece esencial en este
repaso a las señas de identidad del suplemento: el diseño,
aspecto que fue por cierto el protagonista del primer premio
nacional que obtuvo el suplemento. Y no solo el diseño sino
su organización espacial, la forma en que el contenido se
ofrece al lector es fundamental para nosotros. Y no es una
originalidad por supuesto, pero también se cuida mucho el
orden en que las distintas secciones se ofrecen, como se
acompañan y se potencian unas a otras. La paginación de
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cada número se hace desde este punto de vista
minuciosamente.
Recuerdo una entrevista en la que le preguntaron al escritor
John Banville, reciente premio Asturias de las Letras, por qué
parecía que en sus novelas no ocurría nada, y el contestó que
en sus novelas la forma era el argumento. Pues bien eso creo
del suplemento en el que por supuesto pasan muchas cosas,
pero que en cierta media la forma es parte de su argumento.
Y es una forma pensada, en principio, para el papel.
Y aquí cruzo ya a la segunda parte de esta ponencia y en el
tema del futuro de estos suplementos en la red. Como
expliqué hasta ahora nuestros esfuerzos han estado
dirigidos al soporte tradicional del periódico. Digamos que el
grueso de los lectores del suplemento está en el papel. Y
nuestra idea era consolidarlo antes de lanzarnos a otro tipo
de soportes. En realidad hasta ahora la demanda del
suplemento en la red viene de potenciales lectores que viven
en lugares a los que no llega el suplemento, ya que aparte de
Castilla y León solo se encuentra en algunos kioscos del
centro de Madrid. Para este tipo de lectores habilitamos una
suscripción en papel solo para el periódico del sábado que es
el que incluye el suplemento. Y en la red está la opción de
Kiosco y +, herramienta que permite descargarse la versión
del suplemento tal y como aparece en papel, total o
parcialmente.
Pero obviamente el tema planteado va mucho más allá.
Evidentemente nada impide (aparte de cuestiones
presupuestarias o de medios) que formalmente los
contenidos culturales de los suplementos puedan adaptarse
a los nuevos soportes y a la forma en que estos son
consumidos (y empleo el verbo con toda intención) por los
receptores. ¿Perderán solemnidad? ¿Perderán credibilidad?
¿Perderán profundidad? Creo que son cuestiones que se
plantean en este Seminario. Pero también se podría
preguntar ¿no lo habían perdido antes?
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Cuando los defensores a ultranza del periodismo en la red
expresan con rotundidad la idea de que lo verdaderamente
importante no es el soporte sino la calidad de los contenidos,
yo en principio no puedo estar más de acuerdo. La calidad de
los contenidos periodísticos ha de preservarse sea cual sea
el canal por el que la información, el análisis y la opinión
llegue al lector/receptor. Bien, pero –y ahora hablo de los
periódicos en general—con el miedo a perder pie en el
tsunami que se estaba gestando con la velocidad de
transmisión de contenidos en Internet ¿los periódicos en
general no tiraron suficientes piedras contra su tejado y han
sido en parte responsables de la confusión, dando cabida a
fuentes dudosas, poniendo al mismo nivel el trabajo de los
profesionales con el de cualquier aficionado o testigo capaz
de usar un móvil para transmitir una fotografía, o dando
cobertura a contenidos que no siempre ofrecían las
garantías del periodismo serio, por no decir de elevar a la
categoría de debate lo que no dejaba de ser una cháchara de
bar, global sí, pero una cháchara al fin y al cabo, por no
hablar de los comentarios insultantes realizados de forma
anónima sin ningún tipo de consecuencias. Y por no hablar
tampoco de la política del gratis total y las marchas hacia
delante y hacia atrás en este capítulo.
Lo que voy a decir a continuación puede parecer una
obviedad pero en la práctica no lo es tanto: será difícil que
nos respeten si no mostramos nosotros los primeros respeto
por nuestro trabajo, marcando las diferencias entre lo que es
una actividad profesional que requiere unos conocimientos,
una especialización, una responsabilidad y la ponemos al
mismo nivel que una opinión que puede ser muy respetable
pero que no tiene esas condiciones.
En el tema de la crítica literaria se plantea con claridad este
tema. De un tiempo a esta parte han proliferado los blogs de
aficionados a la lectura, de letraheridos con inquietudes (y lo
digo con todo el respeto) que han conseguido el favor de los
internautas. Bien el fenómeno puede incluso enriquecer el
panorama. Pero ante este tipo de fenómenos la crítica
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“profesional” no tiene por qué sentirse acomplejada, y dar
un paso atrás, que en mi opinión es lo que creo que ha
pasado en ocasiones. Los medios, con tal de que no se les
tachara de ser conservadores o incluso retrógrados, se han
lanzado a la piscina sin mirar si tenía agua y sobre todo sin
calibrar si estaban disparando contra ellos mismos. Y en esto
llovería sobre mojado, porque la crisis de la crítica literaria y
su sustitución por meras reseñas o comentarios había
empezado –también en otros campos como la crítica de
arte— con anterioridad al fenómeno Internet. Desde el
momento en que se abre un debate sobre si una crítica
negativa puede tener sentido hoy en día, es que algo está
pasando. Y ahora es difícil encontrar un crítico con una
influencia como la que aún conservan algunos nombres
quizá más en la tradición anglosajona del periodismo que
pueden tumbar un libro o auparlo al éxito total con una mala
o buena crítica
En cualquier caso, la crítica profesional para entendernos y
los blogs de lecturas son fenómenos que pueden convivir de
forma paralela, siempre y cuando haya elementos de juicio
para distinguir cuándo una opinión procede de un aficionado
y cuando procede de una persona que puede mostrar una
cualificación, un currículo y sobre todo un prestigio ganado
durante una trayectoria profesional. Prestigiar la marca me
parece una vía fundamental para avanzar en la jungla de la
red. Y también para poner un poco de orden en un ámbito
lleno de ruido. Por otra parte, el hecho de que una opinión
favorable a un título se “retuiteada” hasta la saciedad y
llegue a cientos o miles de personas puede ser muy
conveniente en determinados productos con vocación de
bestsellers, pero es improbable que otro tipo de
publicaciones sin esa vocación se planteen siquiera esa
posibilidad. Porque su público o no está en las redes o si lo
está las utiliza de un modo diferente: más como canales de
información que de participación apresurada. Yo misma que
confieso, ya con cierta culpabilidad, con ese complejo de
culpa de que antes hablaba, que no soy muy activa en las
redes sociales, sobre todo por una cuestión de tiempo, las
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utilizo por ejemplo para anunciar los contenidos o el tema de
portada del suplemento en la víspera de su salida a los
kioscos. Es decir trato de llevar a un público atento a las
redes hacia el suplemento de papel.
Por lo que se refiere a la información cultural, la comparo
con la situación del teatro en España: siempre está en crisis,
se habla de él como de un enfermo crónico pero siempre
sobrevive. Y sobrevive porque hay un público que la
demanda. La cuestión es cómo atendemos a ese público.
En nuestro caso. Tenemos claro que el suplemento de papel
tiene todo el sentido. No solo el suplemento, los periódicos
siguen pagando la nómina de sus trabajadores con el dinero
que aporta la edición en papel, y esto no debe perderse de
vista. Pero incluso desde el punto de vista del lector, cuando
algunos contenidos llegan a la web, a través de los blogs de
los que hacemos el suplemento, algunos lectores hablan del
fenómeno de la extensión. Para un lector tradicional, incluso
para algunos muy acostumbrados ya a la lectura en pantalla,
los artículos del suplemento son demasiado largos para
leerlos fuera del papel, sobre todo si su extensión excede la
de una pantalla. Consideran que el papel establece una
especie de contrato de extensión, según el cual el lector sabe
de antemano a qué longitud de artículo se está enfrentando.
No deja de ser una opinión curiosa que nos ha llegado
recientemente de un lector cualificado.
Pero no podemos poner puertas al campo sobre todo si
queremos captar a lectores en las generaciones más jóvenes
antes de que estén perdidos definitivamente para la causa.
Con ellos es especialmente necesaria una labor de
información, de desbroce, de adquisición de criterios. Una
vez más la clave, como en tantas otras penurias de la vida
cultural española está en la educación y el panorama no
parece precisamente muy halagüeño en este sentido.
Coexistencia. Esa es por el momento la única receta que se
me ocurre. Porque lo que es cierto es que la web ofrece
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ventajas no solo en cuanto a la inexistencia de límites
espaciales, sino también la posibilidad de ofrecer de un
mismo contiendo no solo versiones multimedia sino
diferentes niveles de lectura.
También me pregunto qué pasaría si en un futuro
desapareciera pro completo el papel, como algunos vaticinan
aunque yo no lo vea tan claro. Pues creo que la cuestión
seguiría siendo la misma. Habría que delimitar espacios
acotados para la reflexión, para la especialización, para el
desarrollo detenido de los temas, incluso con un sentido
como el que expresé al principio de estas líneas,
publicaciones plurales pero con argumento.
Como conclusión diría que el pensamiento, que muchas
hemos echado de las redacciones, por cuestiones como las
prisas o el pensar que haría huir a nuestros lectores, no tiene
por qué alejarse del mundo web.

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