LA GRAN SALVACIÓN DE DIOS

Transcripción

LA GRAN SALVACIÓN DE DIOS
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LA GRAN SALVACIÓN DE DIOS
Por Ricardo Vivas Arroyo
PREMISAS NECESARIAS
Con el gran respeto que merece todo aquel que con corazón sincero busca a Dios de corazón, el
presente estudio plantea algunos de los conflictos doctrinales que han turbado a muchos creyentes
respecto a su Salvación, para lo cual es necesario estar de acuerdo en las siguientes bases, que nos
permitan examinar esta controvertida doctrina:
La Santa Biblia es la Palabra de Dios, la máxima autoridad en esta tierra, revelada por el único Dios
verdadero.
Dios no es más grande que su Palabra ya que al ser ésta la revelación de sí mismo, en ella está su
esencia, su poder, su plan y sus maneras.
La Biblia tiene todo el consejo del Dios perfecto para la criatura que puso como corona de su
creación, no tiene una sola contradicción, y por lo tanto, toda doctrina que emana de ella, debe
resistir el análisis de la propia Palabra; si alguna doctrina pretende basarse en ella, pero contradice
alguna de sus partes, por pequeña que sea la contradicción, necesariamente la doctrina tiene algún
error, pero nunca la Biblia (Pr. 30:5-6, Dt. 12:32, Dt. 4:2, Sal. 19:7-11, Ap. 22:18).
Ninguna doctrina puede establecerse a partir del Antiguo Testamento, la doctrina pura y sin mácula
sólo puede establecerse del Nuevo Testamento, y en todo caso, ilustrarse por la rica simbología del
Antiguo Testamento, tal y como lo menciona el apóstol San Pablo en varios lugares (Ro. 15:4, 1 Co.
10:11, He. 3:5-6; 8:5, Col. 2:17, He. 10:1, etc.), por lo que podemos decir con seguridad, que el
Antiguo Testamento es el material didáctico con el que Dios ilustra las verdades espirituales del
Nuevo Testamento.
El apóstol Pablo le dijo a su discípulo Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí
oíste.” (2 Ti. 1:13). No le dijo: “Retén las palabras”, o “Retén las sanas palabras”; le dijo: Retén la
forma o el esquema de ellas, es decir, no mires las verdades sueltas, considéralas como parte de un
todo; una verdad a medias puede convertirse en un error, las verdades sueltas que sé enfatizan sin
buscar el balance de la propia Escritura, dan lugar a herejías o doctrinas erróneas. Cada verdad
menor forma parte de una verdad mayor; no debemos ser especialistas en verdades menores y dar
sólo parte del mensaje de Dios; la Biblia es la verdad que compendia todas las verdades en una forma
integral, ordenada y perfecta. Así que debemos ser obreros aprobados que no tengan de qué
avergonzarse porque trazan bien la Palabra de verdad (2 Ti. 2:15).
Un contratista sabe que para construir un edificio es necesario conocer muy bien, tanto los planos
generales como los planos de detalles constructivos. Un peón, tal vez sepa abrir zanjas, pegar hileras
de ladrillos muy derechas y armar varillas, pero no tiene la idea completa del edificio. El que conoce
los planos generales y los de detalle sabrá porqué la profundidad de la zanja, la razón del diámetro y
número de varillas de cada trabe o loza y cada detalle del proyecto. El apóstol Pablo tenía los planos
completos de la Iglesia, de manera que podía trazar bien los detalles de cada verdad con la visión del
conjunto, era un perito arquitecto del edificio que es la Iglesia, la casa del Dios vivo (1 Co. 3:10-11).
Así, bajo esas premisas, nuestro corazón debe estar dispuesto a dejarse convencer por las propias
Escrituras Sagradas, la bendita Palabra de Dios, creyendo fervientemente que la inspiración del
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Espíritu Santo fue necesaria para que los hombres de Dios la escribieran (2 P. 1:20-21), y es
indispensable para ser guiados a toda la verdad que está en ella (Jn. 14:25-26; 16:12-15).
Finalmente y basados en los dos preceptos básicos que nos da el apóstol Pablo que dijo: “Hágase
todo para edificación.” (1 Co. 14:26, Ro. 14:19) y: “Haced todo para la gloria de Dios.” (1 Co.
10:31), estudiemos todo lo que la Biblia nos enseña en relación a la gran Salvación que Cristo ganó
para que el hombre la disfrute, sin distraernos o cerrarnos a ellos.
DOS CORRIENTES
La doctrina de Arminio1 ha convencido con sus argumentos a muchas iglesias cristianas y a multitud
de creyentes, usando 85 textos de la Biblia para respaldarlos, que parecen contundentes para
establecer que la Salvación que Cristo logró por medio de su perfecto sacrificio, puede perderse bajo
ciertas circunstancias. Por ejemplo, y especialmente los textos de la epístola a Los Hebreos, capítulos
6 y 10:
Hebreos 6 en sus versículos del 4 al 8 nos dice que es imposible ser renovado para arrepentimiento, si
es que uno que es cristiano ha recaído, queriendo crucificar de nuevo para sí mismo al Hijo de Dios,
exponiéndole a vituperio. Dice IMPOSIBLE, esto deja sin opción al creyente que cae. Creo que no
hay vuelta de hoja. En el capítulo 10 los versos 26 al 31, con fuerza hace las siguientes
aseveraciones: “El que pecare voluntariamente...”, “el que afrentare al Espíritu de gracia...”, “no
queda más sacrificio por el pecado...”. Compara al que infringe la ley de Moisés y sus consecuencias,
con el salvo que peca voluntariamente, dice que este último será digno de mayor castigo.
Concluyendo que el que ya es salvo y falla voluntariamente, se pierde sin remedio, no puede ser
renovado para arrepentimiento, no tiene más que esperar aquel hervor de fuego que ha de devorar a
los adversarios, y aún subraya: “¡Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo!” ¿No parecen muy
claras estas Escrituras, que ni siquiera se pueden discutir?
La doctrina Calvinista2, en cambio, utiliza 36 textos que llevan a una conclusión totalmente contraria,
asegurando que la Salvación que Cristo logró es segura e incondicional. Por ejemplo, dice que en
Juan 3:16, asegura que todo aquel que cree en Jesucristo tiene vida eterna, tan sólo por creer.
También argumentan que el mismo Señor Jesucristo aseguró que si él nos da vida eterna no
pereceremos jamás, y nadie nos arrebatará de su mano, ni de la mano de su Padre que es mayor que
todos (Jn. 10:27-30); y te dicen: dice JAMÁS y NADIE PUEDE. Si alguien pudiera hacerlo, sería
mayor que Dios; si cualquiera que ha creído en Cristo se perdiera, el diablo, el pecado y el mismo
hombre serían más grandes que Dios.
Sin embargo, si nos cerramos en uno de los dos extremos, estamos aceptando que en la Biblia hay
contradicciones, y por lo tanto estaríamos defendiendo una postura más que la verdad. ¿Por qué no
mejor dejamos que la propia Biblia nos revele qué lugar tienen ambos aspectos en la Salvación y ella
misma nos resuelve este aparente conflicto?
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.- Jacobo Arminio (1560 - 1609) Teólogo holandés que se opuso a la doctrina de la predestinación presentada por Calvino y anteriormente
por San Agustín. Su tesis fue abrazada principalmente por los grupos cristianos metodistas y posteriormente por los pentecosteses de
inicios del siglo XX.
2
.- Seguidor de la doctrina de Juan Calvino (1509 - 1564), Teólogo francés que entre sus principales reformas, revivió las enseñanzas de San
Agustín respecto a la predestinación y al valor de la gracia. Sus enseñanzas son base de la doctrina fundamental de la salvación de las
iglesias bautistas principalmente.
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Daré varios ejemplos de estas aparentes contradicciones, y si tienes paciencia, podremos encontrar,
con ayuda del Espíritu Santo, cuál es el lugar de cada una de ellas en la fe que fue una vez dada a los
santos.
Con esto en mente vamos a contrastar 1 Jn. 1:8-10 con 1 Jn. 3:9. Mientras que en la primera cita
llama mentiroso al cristiano que dice que no peca, en la segunda se asienta que el que es nacido de
Dios no puede pecar, sencillamente porque es nacido de Dios. Observa bien que están escritas en la
misma carta del apóstol Juan.
Antes de resolver esta aparente contradicción veamos otra.
Los siguientes textos, declaran sin lugar a duda que los cristianos ya son perfectos: Col. 2:10, 1 Co.
2:6, He. 10:14, Fil. 3:15.
Sin embargo, estos otros pasajes aseguran que aún no lo somos: Fil. 3:12, 1 Co. 13:9-10, Fil 1:6.
Leamos un texto que causa mucha inquietud a los que piensan que la Salvación es condicional y que
se puede llegar a perder en función de las obras, por ejemplo:
“Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como hiere el aire:
antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo
venga a ser reprobado.”(1 Co. 9:26-27).
El apóstol Pablo considera la posibilidad de que, si no se cuida, podría ser reprobado o eliminado por
Dios, no importando que él fuera quien enseñó el Evangelio a muchos.
Antes de dar una respuesta de mayor fondo, quiero que notes que el apóstol está hablando de una
competencia en un estadio, en la cual hay un premio y exhorta a todos los creyentes a correr de tal
manera de obtenerlo, es entonces cuando explica lo que él hace para asegurarse de no quedar
descalificado o eliminado de la competencia. La palabra griega Adokinos traducida como reprobado,
o eliminado como traduce la versión 1960, significa literalmente: “Sin opción al premio”. Para
abundar un poco más leamos otra Escritura de la misma epístola en el capítulo 3 los versículos 11 al
15:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno
edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno
será manifestada; porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno
cual sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida, él empero será salvo, mas así como por fuego.”
Nota que la Salvación no está en juego, sino las recompensas, y el fuego al que se refiere el pasaje no
es el del infierno sino el fuego del Tribunal de Cristo en aquel día. El oro, la plata y las piedras
preciosas representan las operaciones del Padre, los ministerios del Hijo y los dones del Espíritu
Santo (1 Co. 12:4-6), manifestándose con libertad en el creyente dócil; el fuego no quema estos
materiales, sino que los hace brillar más. En cambio la madera, el heno y la hojarasca; que a mismo
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peso que las anteriores, ocupan mucho más volumen, prefiguran en orden, el esfuerzo humano por
agradar a Dios (vida natural, la madera prefigura humanidad), la religiosidad que pretende ganar
buena opinión de los demás aparentando un nivel espiritual que no se tiene, y la carnalidad o vida
pecaminosa del creyente, que es basura, hojarasca que arde rápidamente. Estos tres materiales son
combustibles, el fuego revelará lo auténtico de lo aparente; lo que es resultado de la gracia o
producto de las habilidades naturales del hombre. En el cielo estarán muchos creyentes salvos pero
sin galardones, pero otros recibirán recompensas y alabanza de Dios.
En Hebreos 10, el tema central es santificación, es decir, el proceso por el cual se deja la niñez para ir
a la madurez espiritual y se heredan cada vez mayores bendiciones. Veamos por ahora los versos 34
al 39 y notemos cómo los hebreos sabían que su herencia reservada en los cielos, una vez heredada
era permanente, por eso el apóstol los exhorta: “No perdáis, pues, vuestra confianza que tiene grande
remuneración de galardón.” Así que debemos saber que se trata de perder o de ganar premios, y no
de perderse o de salvarse uno; lo consistente con toda la Biblia es que el alma que retrocede pierde
galardones y el alma fiel tiene ganancia de ellos4.
Pero creo que debemos buscar más a fondo para recibir la revelación que resuelva de raíz estos
antagonismos. No se trata de estar de acuerdo con Arminio y en desacuerdo con Calvino o viceversa,
sino de conocer la esencia misma de la Salvación, de manera que las aparentes contradicciones
desaparezcan.
Creo que los dos teólogos tenían y tienen razón en sus enseñanzas, ambas son parte de la Verdad,
pero es necesario conocer el esquema al que pertenecen, ya que ambas doctrinas emanan de las
Sagradas Escrituras.
TRES CONCEPTOS BÁSICOS DE DOCTRINA
Primero quiero repasar tres conceptos sencillos del Evangelio que todos los Cristianos deben conocer
bien, ya que son leche espiritual no adulterada (1 P. 2:1). A partir de ellos podemos crecer en el
conocimiento de la Gran Salvación que Dios realizó para el hombre; también se conocen como los
rudimentos de la doctrina de Cristo, muy necesarios para aspirar a la perfección (He. 6:1-3). ¿Cuáles
son? Empezaré por ver qué es la Justificación, luego repasaremos la Santificación y por último la
Glorificación.
Ø ¿Qué es la Justificación? Sabemos que es un término legal que declara la inocencia de una
persona que ha sido juzgada, es la absolución de culpa o la declaración de justicia en alguien
que fue sometido a juicio. Sabemos que al momento de recibir al Señor Jesucristo como
Salvador, fuimos justificados por la fe y recibimos paz para con Dios por medio de Él (Ro
5:1); Dios nos atribuyó la justicia de Cristo, porque Él ocupó nuestro lugar y llevó nuestro
castigo hasta las últimas consecuencias. No debemos nada ante el tribunal divino, estamos
absueltos porque sus demandas han sido satisfechas por nuestro sustituto; fuimos hechos
justicia de Dios en Él, porque se Él se hizo pecado por nosotros (2 Co. 5:21).Es un asunto
legal resuelto, que ha sido dictaminado, tiene la sentencia del Padre como Juez; ya fuimos
justificados y no podemos ser condenados por nadie, Romanos 8:33-34, pregunta: ¿Quién
condenará? Dios es el que justifica por la muerte de su Hijo inocente, ratificada por su
resurrección y defendida eficazmente por su posición actual de intercesor a la diestra del
Padre.
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.- "Preservación" como dice la versión 1960, no es la mejor traducción, es más preciso "Ganancia" como traduce la versión 1909
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Dios nos declaró justos, es un hecho consumado, ya somos justos legalmente hablando, forma
parte de nuestro pasado, ya fuimos librados de la culpa o pena eterna del pecado que es
la muerte eterna, y hemos recibido una posición que se nos ha asignado como hijos de Dios.
Col. 2:13 asegura que al perdonar Dios nuestros pecados, nos dio vida juntamente con Cristo
por gracia.
Ø ¿Qué es la Santificación? Significa ser separado para Dios; Él santificó objetos, como el
Tabernáculo y sus muebles; substancias como el aceite y el incienso; días, como el sábado y
las fiestas solemnes; y personas, como los levitas y los sacerdotes. Creo que algunos han
confundido el ser santos con ser impecables, pero son cosas diferentes, Dios es santo e
impecable porque es perfecto; en cambio el hombre al recibir a Cristo es santo, porque se ha
convertido en propiedad de Dios, pero no es impecable porque se encuentra al inicio de un
camino lleno de cambios llamado Santificación, cuya meta es llegar a ser semejantes a Él.
Subrayo, cuando alguien recibe a Cristo como su Salvador personal, es declarado santo
mediante el perdón de sus pecados, la Justificación lo hizo santo porque lo separó para Dios,
sin embargo, hay muchas cosas que no cambiaron instantáneamente, las cuales irán
transformándose mediante el proceso de Santificación, es decir, Dios nos declaró santos al
justificarnos, y nos está haciendo corresponder a esa declaración mediante la Santificación,
transformándonos en la medida en que nos sometemos a Él cada día, hasta lograr que nos
parezcamos más y más al modelo que es Cristo (2 Co. 3:17-18).
Santificación es un proceso de purificación mediante la impartición progresiva de la
naturaleza santa de Dios, tiene que ver principalmente con el diario caminar cristiano. Es
comparada con el crecimiento de una planta que es cultivada hasta que da fruto (Ro. 6:2223), es un llamado a seguir un camino de limpieza evitando la inmundicia (1 Ts. 4:3-7), Dios
por sus promesas ofrece al creyente sus recursos todopoderosos para huir de la
contaminación de la carne y del espíritu, y perfeccionar la Santificación en el temor del Señor
(2 Co. 7:1).
Queda claro entonces que la Santificación es diferente a la Justificación: Mientras que la
primera te da una posición, la Santificación te somete a un proceso para aprender a caminar
en justicia, es el desarrollo del justificado hacia la madurez espiritual, para dar el fruto de
justicia que Dios espera. “La vida del justo (el que ha sido justificado) es como la luz de la
aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). Es el proceso de
edificación o crecimiento del creyente hasta alcanzar la estatura del varón perfecto, es dejar
de ser niño fluctuante para ser un cristiano maduro y estable. (Ef. 4:13-16). De la
Santificación depende nuestra herencia, galardones y recompensas, no de la Justificación.
La Justificación nos da el derecho de entrada al Reino de Dios, la Santificación nos permite
tener herencia en él, al llevarnos a disfrutar de lo que hay dentro de la Salvación. Dios nos
quiere llenos de frutos de justicia que le glorifiquen (Fil. 1:6-11). El que comenzó (con
Justificación) la buena obra en nosotros, está perfeccionándonos continuamente
(Santificación) hasta aquel día. El creyente recibe así libertad para elegir, ya no entre lo bueno
y lo malo, sino más bien entre lo bueno y lo mejor, para dar mayor alabanza y gloria sólo a
Dios.
Ø Veamos ahora lo que es la Glorificación, la Biblia nos enseña que es una obra reservada para
ser manifestada en plenitud hasta que Cristo venga. Filipenses 3:20 y 21 declara que cuando
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Él retorne seremos partícipes de un cuerpo a la semejanza de su gloria, o glorificado;
incorruptible como el que el Señor Jesucristo recibió al resucitar. Romanos 8:23 al 25 y 1ª de
Corintios 15:42 al 44, también nos hablan de este evento futuro de Glorificación: se levantará
con gloria... Esa es nuestra esperanza...
Quiero mencionarte antes de abundar más en el tema, una clave para identificar de cual de estos tres
aspectos que forman la Salvación tan grande que menciona Hebreos 2:3, se trata en cualquier parte
de las Escrituras donde quieras estudiar. La Justificación concierne a nuestro pasado, porque ya
fuimos justificados al momento en que recibimos a Cristo en nuestro corazón. La Santificación tiene
que ver con nuestro presente, porque cada día estamos siendo transformados por la gracia de Dios.
La Glorificación en cambio se relaciona con nuestro futuro, porque nuestra esperanza es que en
aquel día seremos manifestados juntamente con Él en gloria al resucitar físicamente, veamos un
esquema que lo ilustra claramente:
La Justificación es una declaración legal que nos libró de la culpa o pena del
pecado, que era nuestra condenación eterna; así que es un asunto resuelto y
forma parte de nuestra historia.
SALVACIÓN
La Santificación se da cuando cada día Dios nos libra del poder del pecado,
si es que nos sometemos en fe para caminar en su gracia; es un asunto
presente y condicional, ya que nos permite ser vencedores y por lo tanto
herederos; o ser vencidos y perder la herencia que nos dejó, si es que
desperdiciamos la gracia que está a nuestra disposición para Santificación (2
Co. 6:1, He. 12:15, 1 Co. 15:10).
La Glorificación es futura porque en aquel día especial de su retorno, nos
librará para siempre de la presencia del pecado al vestirnos de
incorrupción y llevarnos a disfrutar de su gloria celestial.
El apóstol Pablo asegura todo lo anterior cuando dice en 2 Co. 1:10 que confía que “Dios nos libró,
nos libra y nos librará de tan gran muerte.”
EL DISEÑO DEL HOMBRE
Vayamos al principio, cuando Dios diseñó al hombre: Génesis 1:26 muestra que Dios habla en plural
de sí mismo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza...” Dios
diseñó al hombre como un ser trino, esa es su imagen en nosotros. En el verso 27 lo confirma al
mencionar que la creación del hombre fue a su imagen, pero sin volver a mencionar su semejanza. En
el capítulo 2 verso 7, describe el siguiente paso: le dio forma a su cuerpo físico del barro, y por
último dice: “Y fue el hombre en alma viviente.” Así que somos trinos como Él, somos espíritu, alma
y cuerpo; nos creó (espíritu), nos formó (cuerpo), y nos hizo (alma), como también lo dice en Isaías
43:7 “para gloria mía los crié, los formé y los hice."
Dios también previó en el huerto del Edén provisión para cada una de las tres áreas del hombre, en el
capítulo 2 verso 9 muestra que Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno
para comer, sustento para el cuerpo; también el árbol de vida en medio del huerto, alimento para el
espíritu, y además, el árbol de la ciencia del bien y del mal, para nutrir el alma. Nota cómo Dios no le
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prohibió al hombre comer del árbol de la vida, sino únicamente del árbol de la ciencia del bien y del
mal (versos 16 y 17); el comerlo le traería muerte (en hebreo muwth que significa separación y no
aniquilación). Cuando el hombre, inducido por la mujer, comió del fruto prohibido, no murió
físicamente, ni mentalmente, murió espiritualmente, es decir, su relación con Dios fue rota, estaba
separado de Él. Ahora observa la sentencia final en el capítulo 3 versículos 22 y 23:
“Y dijo Jehová Dios, he aquí el hombre es como uno de nosotros sabiendo el bien y el mal: ahora, pues,
porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre: Y sacólo
Jehová del huerto del Edén para que labrase la tierra de la que fue tomado.”
Nos damos cuenta que el hombre alimentó primero su alma en vez de su espíritu, al desobedecer
perdió el derecho de comer el sustento para su espíritu... y además, si Adán hubiera probado del
árbol de la vida hubiera recibido vida eterna. La eternidad es un asunto de naturaleza, no de
obras. La Salvación es entonces recibir la naturaleza divina de Cristo dentro de nosotros. La cruz del
Calvario es el árbol de la vida, y lo que el apóstol Juan escribió en su primera carta capítulo 5 versos
11 al 13, muestra que el fruto del árbol de la vida es Cristo mismo, por lo que al recibirle en nuestro
espíritu tenemos vida eterna, porque la vida está en Él. Con razón el Señor dijo en Juan 6:57:
“Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por
mí.”
La Salvación es un asunto de naturaleza, sí, de naturaleza divina, recibirle a Él es ser engendrado de
Dios (Jn. 1:4-5). Nacer de nuevo es nacer de genes divinos, es resucitar espiritualmente, por lo tanto
es más que ser restaurado a la posición original que tenía Adán antes de pecar, porque si así fuera,
entonces más tarde o más temprano nos volveríamos a perder; mas ahora al comer del árbol de la
vida vamos a vivir para siempre, porque tenemos vida divina. ¡Aleluya!
¿Si no fuera así, que ventaja tendría el creer en Cristo respecto a vivir en la ley? La ley reformaba al
hombre poniendo un freno a sus inclinaciones al mal, la gracia en cambio regenera, nos da una vida
espiritual (Jn. 3:5-6). Lo nacido del Espíritu, espíritu es, al ser salvo fuimos hechos hijos de Dios,
renacidos, regenerados, la semilla sembrada en nuestro ser es su Palabra incorruptible, así que su
naturaleza fue implantada en nuestro espíritu y en ella está la vida indestructible del Hijo de Dios (1
P. 1:23), estábamos muertos en nuestros pecados y nos dio vida (espiritual) juntamente con Cristo al
perdonarnos (Col. 2:13).
Podrás preguntarte, pero, ¿y qué de mis arranques de ira y de las mentiras que aún digo?; ¿qué será
del hermano que aún fuma, del chismoso, del que sigue siendo mundano, del envidioso y del
desobediente? Sabes bien que en todas las iglesias los pastores lidian con gente así y los hay peores,
que se vuelven a la porquería de su pecado. El apóstol Pedro al referirse a los apóstatas usa una
comparación muy dura cuando dice:
“Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino, que después de haberlo conocido volverse atrás del
santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su
vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2 P. 2:20-22).
No perdamos el concepto de naturaleza, porque eso es lo que Pedro usa: Los perros, por naturaleza
disfrutan comer lo que vomitaron, así el hombre natural disfruta el pecado que sabe que le hace
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daño, como el alcohol, el cigarro o la fornicación. Si lavas a un puerco sabes bien que su naturaleza
le llevará de nuevo a solazarse en el lodo. Lo que el apóstol Pedro ilustra con el verdadero
proverbio, es que la ley sólo logra cambios externos en las personas, aún hoy en las iglesias hay gente
reformada por la ley, religiosos que sin haber nacido de nuevo pretenden por su propio esfuerzo
agradar a Dios sin lograrlo. Ahora, si en nuestro espíritu ya recibimos a Cristo, tenemos su naturaleza
perfecta y santa, y si como hijos de Dios fallamos, no lo disfrutamos como antes, podemos pecar,
pero eso provocará en nosotros gran pesar, porque hemos recibido una naturaleza diferente.
EL PROCESO
Ahora bien, aunque el cristiano recién nacido ya tiene un espíritu perfecto, en su alma es un bebé en
Cristo, y por lo tanto, sus primeros pasos implican entrar en un conflicto, porque a su naturaleza
adámica le fue añadida la divina; recuerda que “el que se une al Señor un espíritu es con Él” (1 Co.
6:17); a partir de ese momento en su alma se librará una batalla entre las dos naturalezas (1 P. 2:11).
La epístola a los Gálatas 5:16-17, dice que estas dos fuerzas jalan en sentidos opuestos y nuestra
voluntad puede ser cautivada por aquella fuerza a la que nos sometemos (Ro. 6:16). Lo mismo
entendemos en Romanos 7:14 al 25, hay un conflicto en el cristiano carnal, quiere pero no puede
agradar a Dios y por ello se siente miserable. Sin embargo en el capítulo 8, el apóstol nos da la
solución, debemos mortificar la carne por medio del Espíritu y no por esfuerzo propio, es decir,
someter la naturaleza adámica por la nueva naturaleza del Cristo que está en nuestro espíritu (Ro.
8:13).
Insisto, si Cristo está en nuestro espíritu ya somos perfectos en él (He. 10:14 y 12:23), Cristo es la
imagen de Dios en él, el modelo a copiar a nuestra alma; es entonces cuando nuestra alma está en
posibilidad de ser perfeccionada mediante el proceso de Santificación, en la medida que nos
sometemos a Él, podrá ser llevada de la niñez a la madurez espiritual, superando por la gracia de
Dios y paulatinamente, todos esos problemas. Sin Justificación no puede haber Santificación.
Abre tu Biblia en 1 de Co. 3, y lee los primeros tres versículos, nota que el apóstol se refiere a los
hermanos de Corinto como cristianos carnales; tenían celos, pleitos y divisiones; eran niños en Cristo;
salvos, pero andaban como hombres naturales, eran bebés que “ensuciaban pañales” y hacían
“berrinches”. Justificación les había dado una posición en la familia como hijos, pero Santificación
les iría dando una edad espiritual en el alma.
En mi familia la edad de cada uno de mis hijos es diferente, pero en mi corazón todos tienen una
misma posición de hijos. En manera similar, aunque todos los nacidos de nuevo somos hijos de Dios
al recibir a Cristo, nuestra edad espiritual es diferente, lo cual no depende sólo del tiempo que
llevamos de ser cristianos, sino además de nuestra docilidad para recibir la Santificación. Esto último
lo afirmo porque en Hebreos 5 del 11 al 14, San Pablo declara que por el tiempo que llevaban de ser
cristianos, ya deberían ser maestros, sin embargo, seguían siendo niños, a los cuales aún les tenía que
dar biberón porque no podían comer vianda sólida, reservada para los que han madurado. No los
condenó, los exhortó a ocuparse de su Salvación para ir adelante a la excelencia (He. 6:1-3).
Gálatas 4 del 1 al 3, explica que el cristiano bebé no difiere en nada del siervo (hombre natural sujeto
a la ley), ya que no puede ejercer sus derechos como heredero, y tiene que estar bajo tutores y
cuidadores hasta dejar la niñez. Así que el asunto no es si eres salvo o no, sino si eres bebé (alma
carnal) o has madurado (alma espiritual), y por lo tanto ya puedes ejercer tus derechos de hijo
maduro.
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Ahora podemos entender que todos los textos de la Escritura que hablan de Salvación en tiempo
pasado, se refieren a la Justificación, todos los que se refieren a la Salvación en tiempo presente
tienen que ver con Santificación, y los que la mencionan en tiempo futuro tratan de la Glorificación.
¿Qué hace Dios con los hijos que no quieren obedecer? ¿Cuáles medidas ejerces si tu hijo, después
de varias amonestaciones persiste en su necedad? ¿Lo matas acaso? ¿Le haces una transfusión de
sangre para que ya no lleve la tuya? ¿Deja acaso de ser tu hijo? ¡No, mil veces no! La Biblia dice:
“Castiga tu hijo en tanto que hay esperanza, mas no se excite tu alma para destruirlo.” (Pr.. 19:18).
En la epístola a los Hebreos 12: 5 al 13, el apóstol muestra cómo la disciplina del Padre Celestial
sobre nosotros es una muestra de su amor; Dios azota a todo aquél que recibe por hijo, sólo los
bastardos están fuera del castigo. Él sabe que necesitamos ser disciplinados, porque es una manera de
recibir su Santificación, de lograr un fruto apacible de justicia. Los que somos ejercitados en el
castigo, somos librados de cojear y salir por lo tanto del camino, de que nuestras rodillas queden
paralizadas y nuestras manos permanezcan caídas, serán restauradas por la corrección. No somos
bastardos, no somos pseudo cristianos, no somos como perros o puercos, religiosos cambiados sólo
por fuera.
Sí, es verdad que como afirma el apóstol:
“Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo, el Señor juzgará a su pueblo.” (He. 10:30-31).
Con ello nos asegura que si bien nunca nos vamos a perder, no por eso podemos hacer lo que sea,
primero porque tenemos una naturaleza divina que ahora nos llama hacia las cosas del espíritu, y
segundo, porque como sus hijos, él nos santificará por todos los medios de la gracia, incluyendo el
castigo, si es necesario (1 P. 1:6). ¿Recuerdas cómo vimos que Él nos creó a su imagen? Pero ¿Y
qué de su semejanza? Ésta se realiza en la medida en que nuestra alma se somete a su Santificación.
En tu espíritu está Cristo como el modelo perfecto para que tu alma sea transformada a su
semejanza, más madurez es más semejanza con Cristo. Romanos 8:29 muestra que la hechura de
Dios es el proceso de transformación de nuestra alma a la imagen de su Hijo, y en 2ª de Corintios 3:
17 y 18, menciona que somos transformados (metamorfosis en griego) de gloria en gloria, al mirar a
cara descubierta la gloria del Señor, y esto es por el Espíritu del Señor que está en nuestro espíritu.
Así que el creyente debe caminar mirando adelante, al blanco, olvidando lo que queda atrás, a fin de
alcanzar (por Santificación) aquello para lo cual fue alcanzado por el Señor (por Justificación), el
premio de la soberana vocación en Cristo Jesús (Fil. 3:13-14). El cristiano no camina por temor del
infierno, sus motivos son celestiales, va por la herencia, premios, galardones, recompensas, coronas y
por el trono mismo; porque quiere ser coheredero juntamente con Cristo, aunque esto le signifique
sufrimiento como cristiano. ¡Vale la pena! (Ro. 8:16-18 y 2 Co. 4:15-18).
UNA ILUSTRACIÓN MARAVILLOSA
En 1ª de Tesalonicenses 5:23, dice:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
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Este es el propósito de la Salvación, que tanto nuestro espíritu, como alma y cuerpo, sean
perfeccionados para cuando el Señor regrese. En nuestro espíritu ya somos perfectos, porque el
Cristo perfecto que está en los cielos mora en él; en nuestra alma estamos siendo perfeccionados, en
la medida en que nos sometemos humildemente a la voluntad de Dios, y en nuestro cuerpo seremos
perfeccionados, cuando Cristo retorne y resucitemos, y lo corruptible sea vestido de incorrupción y
lo mortal sea absorbido por la vida, para de esa manera seamos librados de la presencia del pecado (1
Co. 15:51-58).
Somos templo o tabernáculo de Dios (2 Co. 6:16, 2 Co. 5:1-6, 2 P. 1:13-15), el apóstol Pedro habla
de su muerte como el dejar su tabernáculo. De hecho, cuando Cristo tomó cuerpo para hacerse un
hombre, la Biblia dice en Juan 1:14, que: “Aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros.”
Literalmente en griego dice: tabernaculó entre nosotros.
Dios mandó a Moisés construir el Tabernáculo con el propósito de morar en él en medio de su
pueblo, entre las tiendas de Israel (Ex. 25:8, 2 Co. 6:16). Dentro del material didáctico que Dios nos
dejó en el Antiguo Testamento, el Tabernáculo ilustra por lo menos tres cosas: el cielo, como morada
de Dios, la iglesia, como morada de Dios en la tierra, y nuestro ser, ya que somos los verdaderos
lugares de habitación de Dios en forma individual, sobre la cual peregrinamos rumbo a nuestro
Canaán espiritual que Dios nos ha prometido en los cielos.
Tanto Moisés como el Tabernáculo que edificó conforme al mandamiento de Dios, son también
excelentes figuras de Cristo en relación con el creyente, tal y como lo explica He. 3:1-6, al decir que
es un testimonio fiel que ilustra la obra de Cristo sobre su casa, “la cual casa somos nosotros”.
El Tabernáculo tenía tres partes tal y como nosotros fuimos diseñados: El lugar Santísimo, el lugar
Santo y el Atrio. Aquí tenemos una figura de nuestro ser. El lugar Santísimo, de nuestro espíritu; el
lugar Santo de nuestra alma y el Atrio, parte exterior del Tabernáculo, de nuestro cuerpo. Leamos
Hebreos capítulo 9 del verso 1 al 12.
Como aquí lo dice, en el lugar Santísimo sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año con la
sangre del sacrificio, el día de la expiación, y de acuerdo a Levítico 16, la sangre debía ser rociada
siete veces sobre el propiciatorio o asiento de misericordia. Pues bien, el día en que fuimos salvos,
Cristo, el Sumo Sacerdote, entró a nuestro espíritu no con sangre de machos cabríos ni de becerros,
sino con su propia Sangre y al rociarla en nosotros obtuvo eterna redención; noten que dice, UNA
SOLA VEZ y dice ETERNA REDENCION. Esto es definitivo y permanente.
El siguiente cuadro nos muestra la figura del tabernáculo y las diferentes cosas que hemos visto hasta
ahora:
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EL
HOMBRE
ES
UN SER
TRINO
ESPIRITU
PROVISION
PARA
CADA AREA
OBRA DIVINA
DE LA
GRAN
SALVACION
ARBOL DE
LA VIDA
JUSTIFICACION
(Pasado)
LIBERACION DE:
EFECTO EN
CADA
FIGURA DEL TABERNACULO DE MOISES
BAUTISMOS
AREA
LA PENA ETERNA
DEL PECADO
(MUERTE
ETERNA)
NOS DA UNA
POSICION
DE HIJOS
L. SANTISIMO.
EN CRISTO
(NUEVO
(OFICIO UNICO)
(TEKNION)
NACIMIENTO)
L. SANTO.
AFECTOS
IINTELECTO
ALMA
CUERPO
ARBOL DE LA
CIENCIA DEL
BIEN Y DEL
MAL
TODO ARBOL
DELICIOSO Y
BUENO PARA
COMER.
SANTIFICACION
(Presente)
GLORIFICACION
(Futuro)
EL PODER DEL
PECADO.
NOS HACE
MADURAR
(ESTERILIDAD
= MUERTE)
COMO HIJOS
(HUIOS)
DE LA
PRESENCIA
DEL PECADO.
(MUERTE FISICA)
NOS RESERVA
LA
RESURRECCION
INCORRUPTIBLE
(OFICIO DIARIO)
EN ESPIRITU
VOLUNTAD
(
SANTO (VIRTUD
PARA VENCER)
LIMPIEZA EN
CONDUCTA Y
SERVICIO)
(CUERPO EN
SACRIFICIO
VIVO)
EN AGUA
(TESTIMONIO DE
ESPERANZA)
ATRIO
No es casualidad que siete veces en la epístola a Los Hebreos declara que el sacrificio de Cristo fue
hecho una sola vez, dándonos en cada caso una razón por lo que fue así. El siete en la Biblia
significa perfección. La palabra griega Xafax que se utiliza en esos pasajes, significa: “Sin necesidad
de repetición”, “definitivo” o “suficiente”. Con un solo sacrificio logró lo que los sacrificios levíticos
nunca pudieron, fue único porque fue perfecto (He. 10:1-10).
El Nuevo Testamento declara que hay doce cosas eternas que fueron logradas con el único y perfecto
sacrificio de Cristo. El doce en la Biblia es número de fundamento o establecimiento. 1ª de Pedro
1:2 dice que, “Él nos eligió según su presciencia, para obedecer y ser rociados con la Sangre de
Jesucristo.” La Justificación vino porque fuimos rociados con su Sangre en nuestro espíritu; en ella
está la vida, así que al hacerlo nos impartió su naturaleza divina, es por eso que nos declara dioses
porque somos sus hijos (Jn. 10:34-35).
Otra figura de lo que Cristo es en nuestro espíritu regenerado, es el Arca del Pacto o de la Alianza,
en la que se guardaban tres tesoros que Dios le había dado al pueblo de Israel: Las tablas de piedra
con la ley, la urna de oro con Maná y la vara de Aarón que reverdeció, los cuales quedaban ocultos
por un cuarto tesoro: una cubierta con dos querubines de oro puro, llamada el Propiciatorio (He.
9:4). Cristo es el Arca en donde están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento de Dios (Col. 2:3), Él está en nuestro espíritu como la perfecta provisión celestial para
nuestra vida, cuatro tesoros maravillosos que se mencionan en 1ª de Corintios 1:30-31:
“Mas de Él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y
santificación, y redención: Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.”
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Cristo está en tu espíritu, por lo tanto éste es perfecto, ya que es uno con el Señor; y entonces
podemos comprender lo que el apóstol Juan declara en su primera epístola, que:
“Como Él es, así somos nosotros en este mundo.” (1ª Jn. 4:17).
En nuestro espíritu, Cristo, la Sabiduría de Dios, está prefigurada por la vara de Aarón que en una
noche reverdeció y fructificó, representa la resurrección de nuestro espíritu a un nivel superior de
vida: divina; Cristo la Justificación, es simbolizado por el maná escondido, porque Él es el pan vivo
que descendió del cielo para dar vida al mundo (Jn. 6:47-51). La Santificación puede estar
representada por las tablas de la ley, ya que fueron puestas en nuestro corazón como un estándar,
para que sean transcritas a nuestra alma y formen en nosotros el carácter de Cristo (He. 10:16)
Finalmente Cristo nuestra Redención, se muestra en el propiciatorio, donde su Sangre fue rociada
para lograr eterna Redención para todos los que creen en Él.
Efesios 2:9 asegura que ahora mismo estamos sentados en lugares celestiales juntamente con Cristo,
lo cual es verdad, se ha dado en nuestro espíritu que es uno con el de Cristo.
Con razón el apóstol Pablo en varias ocasiones declaró que servía a Dios con su espíritu (Ro. 1:9, Fil.
3:3). Los textos que declaran que ya somos perfectos, en realidad sólo se ha cumplido en nuestro
espíritu, y de los otros que aparentemente se contradicen al decir que aún no lo somos, aplican a
nuestra alma que aún no lo es.
Leamos nuevamente Hebreos 9 para notar que a diferencia del lugar Santísimo, en el lugar Santo el
Sacerdote ministraba diariamente, tenía que poner incienso sobre los panes de la proposición, poner
incienso sobre las brasas del Altar de oro, para que desprendiera el perfume exclusivo y santo a Dios;
y también debía reponer el aceite de las siete lámparas del Candelero, recortar sus mechas y
recogerlas con las tenazas de oro sobre los platillos de oro, para que permanecieran brillando y no
produjeran humo.
Nuestra alma sometida al proceso de Santificación, requiere el ministerio diario de Cristo el
Sacerdote, en sus tres áreas principales: Intelecto, Sentimientos y Voluntad. El intelecto está
representado por la Mesa de los Panes; Los sentimientos por el Altar del Incienso, y la voluntad por
el Candelero de Oro. El pan representa la Palabra de Dios para sustentar la mente, revelada por la luz
del Espíritu Santo, ya que el Candelero estaba frente a la mesa con sus siete lámparas hacia adelante;
el incienso tipifica la adoración, alabanza y acción de gracias. El aceite para las lámparas también
prefigura al Espíritu Santo actuando sobre nuestra voluntad rendida a Él. Así es como nuestro
carácter madura, cada día somos perfeccionados hasta llegar a ser semejantes a Cristo.
El Atrio es figura de nuestro cuerpo, el él los sacerdotes efectuaban los sacrificios cada mañana y
cada tarde sobre el Altar de bronce, no sin antes lavarse las manos y los pies en la Fuente de bronce
(Ex. 30:18-21).
La Fuente de Bronce prefigura la disciplina de la Palabra de Dios, porque fue fabricado con el bronce
pulido de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del primer tabernáculo (Ex. 38:8) y la
Palabra de Dios es representada por un espejo (Stg. 1:23-25, 2 Co. 3:18); también lo es por el agua
que contenía, ya que la Palabra de Dios nos limpia o purifica (Jn. 15:3, Ef. 5:26). Siendo el cuerpo
nuestro medio de expresión, las manos prefiguran lo que hacemos y los pies como nos conducimos.
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Para la limpieza de nuestras obras y de nuestra conducta, la disciplina de la Palabra es necesaria (Tit.
3:14).
Ambas cosas: lo que hacemos y cómo nos conducimos, deben ser frutos de la semilla sembrada en
nosotros, y nuestro cuerpo es la herramienta para realizar lo que nos es propuesto por Dios. El Señor
va a juzgar en aquel día lo que hayamos hecho como creyentes a través de nuestro cuerpo, sea bueno
o malo (2 Co. 5:10).
El Altar de Bronce para los Sacrificios, prefigura la autodisciplina a la que debemos someternos, es
decir, negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle es una decisión personal (Mt.
16:24). Romanos 12:1 nos exhorta a “presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es nuestro culto racional”; lo cual nos permitirá experimentar la buena voluntad de Dios
agradable y perfecta. 1ª de Corintios 6:20, dice que Él nos compró por precio y espera que le
glorifiquemos con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu, los cuales son suyos. El apóstol Pablo nos
compara a los atletas, que para competir en el estadio, se preparan concienzudamente y mucha
disciplina, saben que sus adversarios hacen lo mismo y para asegurar el triunfo deben esmerarse,
absteniéndose de muchas cosas. El apóstol dice que él ponía su cuerpo en servidumbre para no
quedar descalificado en la carrera cristiana (1 Co. 9:26-27). La autodisciplina es necesaria, la carne
debe estar crucificada en el Altar para que Cristo se manifieste en nuestro cuerpo mortal (2 Co. 4:1012).
Los textos que parecían ser contradicciones son sólo aparentes, estábamos confundidos y hasta
espantados, nos daban más miedo del diablo que temor de Dios, pero al ubicarlos correctamente, en
realidad nos aseguran como hijos, y aun su castigo y disciplina nos muestran que no somos bastardos
(He. 12:7-11). Ya no hay necesidad de volver a crucificar a Cristo exponiéndole a vituperio, porque
con una sola ofrenda perfecta logró lo que muchos sacrificios y las obras de la ley nunca lograron
(He. 10:1-2, 12-14). Si la Salvación sólo nos hiciera regresar a la condición original de Adán antes de
pecar, al pecar de nuevo nos volveríamos a perder sin esperanza, entonces Cristo sería autor de
condenación y no de Salvación, pues una vez perdidos de nuevo ya no tendríamos esperanza (He.
6:4-6), a menos que Cristo muriera nuevamente cada vez que falláramos (He. 9:24-26), sería
necesario que Cristo padeciera muchas veces desde el principio del mundo, en cambio, con el único y
perfecto sacrificio que hizo de sí mismo, destruyó al pecado como naturaleza, agotó todos nuestros
pecados como obras y nos dio vida juntamente con Él, es decir, su naturaleza divina, somos hijo de
Dios.
Es obvio entonces, que en Hebreos 10:26-31, el apóstol no se refiere al fuego del infierno, sino al de
la disciplina amorosa pero justa del Padre para con sus hijos, a fin de librarlos de los adversarios que
aún tiene en su carne. Si el creyente no mortifica con autodisciplina a su hombre viejo, entonces Dios
lo refinará en el horno de aflicción, tal y como le pasó a Israel para prefigurar tal verdad (Is. 1:2427), Dios los limpió de sus escorias y quemó a sus adversarios para que ellos fueran restaurados en
justicia. Él nos limpia de las cosas que nos estorban y que Él llama sus adversarios...
Dios le dijo a la iglesia de Pérgamo, que si no se arrepentía, vendría a ella y pelearía contra los
Nicolaítas que había entre sus miembros (Ap. 2:16). Dios no la desechó, sino que le advirtió que la
purificaría de sus adversarios que había en ella. Por eso es que también aquel hombre de Corinto que
se atrevió a tomar a la mujer de su padre fue entregado a Satanás, para destrucción de su carne, a fin
de que su espíritu fuera salvo en el día del Señor (1 Co. 5:5). El propósito no era que Satanás se lo
llevara al infierno, sino que aquella pasión carnal que lo dominaba, fuera quemada por la aflicción
ocasionada por el mismo diablo, y entonces, arrepentido, fuera restaurado; tal como pasó, pues fue
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recibido nuevamente en la comunión de su iglesia y sus ministros, y bajo su protección el diablo no
podría tener ventaja alguna sobre él (2 Co. 2:6-11).
Aún hay mucho más respecto a este filete espiritual que hemos saboreado hoy, la Biblia nos enseña
que tenemos cinco sentidos en el cuerpo para relacionarnos con el reino material que nos rodea;
cinco sentidos en el alma con los cuales nos relacionamos con nuestros semejantes y somos
conscientes de nosotros mismos. Estos diez sentidos los tienen todos los seres humanos; pero los
cristianos, al nacer del Espíritu, tienen cinco sentidos espirituales para relacionarse con Dios y su
reino celestial. Lo que es todo un extenso estudio que podremos disfrutar en otra ocasión.
También tenemos siete anhelos o instintos físicos, como el hambre, la sed, el sueño, el sexo, etc; siete
anhelos en el alma como el de supervivencia, de expresión, de seguridad, de lealtad, etc; y siete más
en el espíritu. Todo esto es muy importante conocerlo, para poder colaborar con Dios en nuestra
Santificación. Como es de esperarse, estos son otros bocados de vianda firme que requieren de
mucho tiempo y corazón abierto para digerirlos (He. 6:4-6).
Además debemos saber que dentro de los rudimentos del Evangelio, o las siete doctrinas del
comienzo enumeradas en Hebreos 6:1-2, se menciona la doctrina de bautismos, la cual nos enseña
que hay uno para cada área de nuestro ser, es decir, tres bautismos, y en fin, hay mucho más que
forma parte de la gran Salvación que Dios nos ha provisto en nuestro Señor Jesucristo, que es
necesario conocer para caminar hacia la madurez.
ENTENDIENDO LA GRACIA
Cuando un cristiano está viviendo en pecado, pende sobre él el castigo de Dios, que puede llegar al
extremo de la muerte física prematura (Hch. 5:5). Dios en su infinita misericordia ha provisto la
opción de que el creyente pueda probarse a sí mismo, y después acercarse al trono de la gracia para
comprobar su fidelidad y justicia, al recibir por medio de su Sangre el perdón de sus pecados y la
limpieza de su maldad (He. 4:15-16 y 1 Jn. 1:9, 5:16); en especial esto es una bendición que
recibimos al tomar Santa Cena, porque el apóstol Pablo aclara:
“Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen. Que si nos
examinásemos a nosotros mismos cierto no seríamos juzgados. Mas siendo juzgados, somos castigados del
Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” (1 Co. 11:30-32).
Discernir el cuerpo de Cristo es entender por qué murió y qué ganó para nosotros, así que después
de examinarnos, podemos apropiarnos de la provisión que nos permita evitar el fuego del juicio. El
apóstol dice al respecto:
“Por lo tanto pruébese cada uno a sí mismo y coma así del pan y beba de la copa.” (1 Co. 11:28).
No dice que dependiendo de cómo nos encontremos comamos o no, sino que comamos y bebamos,
para recibir la gracia de Dios que nos permita recibir lo que necesitamos, el perdón, la sanidad, el
poder, la libertad, la paz, etc, etc. No se requiere volver a crucificar al Señor, sólo se requiere
recordar por qué fue crucificado; celebramos el memorial de su muerte expiatoria que trae frescura y
revelación a nuestro ser. Ni el pan ni el vino tienen poder, como tampoco el aceite de la unción o el
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agua del bautismo; son únicamente tipos de cosas espirituales. Si aplicas por fe la Sangre de Cristo
sobre tu pecado, evitarás que sea tratado por el fuego del juicio.
Así que Santa Cena es un medio de gracia que Dios nos proveyó, si al participar de los elementos no
disciernes el cuerpo del Señor, entonces llevarás el castigo por tu pecado, pero nunca te condenará
con el mundo, aun en el caso que dicho castigo llegara a ser muerte física, lo que te impediría seguir
heredando tesoros celestiales al dormir en el Señor prematuramente. Recordemos que los tesoros
celestiales se hacen en la tierra y se disfrutan en el cielo, lo que heredemos ahora corresponderá a la
gloria que disfrutaremos por la eternidad.
Santa Cena no es un termómetro que nos indique la espiritualidad de los hermanos, porque al
comprender que es un medio de gracia, todos deben tomarla, para recibir lo que les falta para
caminar como vencedores. Santa Cena nos fue dada para tener días gloriosos de restauración, de
sanidad y de victoria.
Si has comprendido, ha sido quitada por el Espíritu Santo una venda religiosa de tus ojos, para
conocer la gran Salvación que Él ganó y sobre todo a tu amado Salvador, para amarlo, temerlo y
servirlo como nunca antes. Para que digas como yo ahora: ¡Anhelo más de Él! ¡Amo y respeto más
que nunca su bendita Palabra!
Finalmente quiero invitarte a leer Hechos 17:28, donde San Pablo menciona que en Él vivimos y nos
movemos y somos. Cuando dice que en Él vivimos, se refiere a nuestro espíritu viviendo en el
Espíritu de Dios, porque el espíritu es el que da vida; recuerda que el Salmo 104 dice: “Quitas tu
Espíritu, dejan de ser; envías tu Espíritu y recréanse.” Nos movemos, se refiere al cuerpo, que es
nuestro medio de manifestación. Y somos, se refiere al alma, ya que es donde radica nuestra
personalidad; el alma es lo que somos. Sí, en Él vivimos, nos movemos y somos.
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