Tiempo de Crear - Polaridades evangélicas

Transcripción

Tiempo de Crear - Polaridades evangélicas
Resumen comentado del Libro:
“Tiempo de Crear - Polaridades evangélicas”,
Benjamín González Buelta, sj
Editorial SAL TERRAE, Santander 2009
Trabajo desarrollado por Victor Roca Buiza, Economista, de la CVX Perú, sobre temas
de Espiritualidad Laical, como participante del Programa Magis III de la CVX
Lima, abril de 2010
INTRODUCCIÓN
El libro propone una manera de vivir nuestra espiritualidad en el contexto actual,
marcado por el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, En este mundo
desbocado estamos invitados a crear con Dios nuestro futuro. Para ello se nos invita a
contribuir con la labor creadora de Dios desde las fronteras de nuestra realidad.
Para ello la manera que nos propone es acoger y tratar de integrar en nuestra vida las
polaridades evangélicas, las dos alas del espíritu, las que, en su tensión, nos ayudan a
nuestro proceso de conversión y seguimiento.
Las dos alas del Espíritu nos ayudarán a volar hacia el cielo de todos se encuentran
en integrar la utopía y lo germinal; la profecía y la sabiduría; la eficacia y la gratuidad;
lo comunitario y lo personal; la mística y la ascética y, finalmente, la contemplación y el
discernimiento.
Así, con nuestras alas integradas nos invita a vivir el proceso de creatividad evangélica
para ayudar a nuestro papá Dios a crear desde el abismo y el caos, encontrando lo
nuevo que hace Dios hoy y cuál es mi colaboración exacta.
Desde la contemplación iremos discerniendo cuál es la mejor manera de integrar estas
polaridades para encontrar las rutas hacía la vida plena para todos.
RESUMEN GENERAL DEL LIBRO
Crear con Dios nuestro futuro
En nuestro mundo desbocado los cambios suceden tan rápido y tan radicalmente que
tenemos la sensación de perder la comprensión y el control de lo que está constitución
de lo que está sucediendo. En nuestro mundo roto las personas viven una vida
fragmentada con pocas certezas y muchas contradicciones. Lo sólido del pasado se
vuelve líquido. En este contexto nuestro desafío es crear, colaborar en la creación de
un mundo más humano, un cosmos no amenazado, desde la opción preferencial por
los últimos.
Renunciar a esta vocación creadora es renunciar a nuestra esencia. Somos creadores
a imagen y semejanza de Dios y nuestra acción creadora de un mundo más humano
se convierte en nuestra palabra de Dios, aunque sea una pobre expresión del Dios
humilde y maravilloso.
Permanecer y crear en las fronteras
La transición de la modernidad a la posmodernidad es la gran frontera que estamos
transitando. Dentro de ésta existen otras muchas fronteras concretas, que nos van
configurando a nosotros y a la nuestro mundo. El Espíritu de Dios actúa precisamente
en todo el espesor y ambigüedad de la realidad para encaminarla a la plenitud.
Es necesario echar raíces hondas en las realidades fronterizas alimentándonos del
Don de Dios que corre por los veneros escondidos de las realidades extremas y
fragmentadas. A imagen de Dios que se encarnó en Jesús en una realidad pobre llena
de angustia, cuando decaía la esperanza.
En esta época de grandes cambios y desafíos Dios continúa creando a través de
nuestras personas frágiles y situaciones confusas duras. El Reino de Dios se
construye desde dentro de nosotros, desde nuestro barro, dialoga con nuestra libertad
impredecible, asumiendo nuestros aciertos y errores.
Las dos alas del Espíritu
Contemplando a Jesús es necesario discernir constantemente como, creativamente
vamos integrando las polaridades aparentemente contradictorias para lograr nuevas
síntesis integradoras que lleven el Reino a las fronteras de nuestro mundo.
Nos sentimos hijos de una iglesia que es instrumento real de la transformación
social, con sus compromisos concretos dentro de las posibilidades limitadas de sus
instituciones, pero al mismo tiempo nos lleva mucho más allá de lo que logra realizar,
pues la iglesia es un signo de la bondad salvadora de Dios para todos los pueblos
unidos en un mismo proyecto creador.
Nos arraigamos en una frontera precisa, en una tierra que debemos amar como Dios
la ama. El Reino surge como algo germinal, que pareciera insignificante, como un
grano de trigo en las manos arrugadas del campesino que la sostiene, pero que lleva
dentro la Utopía, el pan compartido de la mesa familiar. Así, en la fiesta final se
encontrarán todos nuestros esfuerzos incontables de siglos con Dios, que nos acoge a
todos sin exclusión, junto con toda la creación. Así, al final de la historia se habrán
concertado todos los gestos en una misma danza, y todas las sonrisas y cantos en
una misma melodía.
Es desde la utopía que vemos con claridad lo que se aparta de la vida plena a la que
Dios nos invita a todos. Desde el fuego ardiente del dolor decimos nuestra palabra
ardiente de profeta que denuncia lo destructor, que se presenta en apariencia como
sensato y bueno, o permanece oculto erosionándolo todo. Al mismo tiempo, percibe
los brotes pequeños de la reconciliación definitiva que crece entre nosotros, y lo
anunciamos con júbilo, invitando a otros que se comprometan con la vida nueva. Pero
la vida del profeta puede entrar en conflictos desgarradores, los ritmos de Dios pueden
ser diferentes de los de nuestras impaciencias, y el proceso del Reino tiene sus calles
anchas y sus sendas escondidas. El sabio ayuda al profeta a integrar en su persona
todas esas situaciones hostiles, acogiendo el gozo de lo que ya encontramos de vida
verdadera tanto personal como comunitariamente, y de permitirlo crecer en nosotros
de tal forma que llene del sabor del Reino nuestra persona.
Dios nos invita a trabajar con Él para transformar de manera concreta la realidad que
nos muestra el profeta. El amor cristiano busca ser eficaz transformando a las
personas y creando nuevas estructuras uniéndose al trabajo de Dios. Pero, al mismo
tiempo, sólo es posible evangélicamente eficaces si nuestro compromiso no pasa a
Dios, a los demás y a nosotros mismos facturas económicas, afectivas o de cuotas de
poder. El amor cristiano es gratuito, no lleva cuentas, pone a Dios y a su Reino en el
centro de la vida, y confía su amor y sus esfuerzos al misterio de la fecundidad divina.
Realizamos un trabajo por el Reino en una relación intensa con los demás en medio
de nuestro pueblo en camino. Sólo podemos crear la reconciliación de todas las cosas
si nosotros empezamos a vivir ya una existencia reconciliada. Nos unimos en
comunidades y todo tipo de organizaciones no solo para ser más eficaces, sino,
simplemente para ser personas. Pero, al mismo, tiempo, no puede haber verdaderas
comunidades si casa uno de los miembros no es una persona que vive su
originalidad irrepetible en plenitud.
En la hondura del proceso de creatividad evangélica subyace una experiencia
mística, esto es un profundo encuentro con Dios y la conciencia de esa experiencia.
Cerramos los ojos para encontrar a Dios en nuestra intimidad –mística de ojos
cerrados- y los abrimos para encontrarlo en la interioridad de toda persona y de toda
situación –mística de ojos abiertos-. El saborear esa presencia de eternidad nos invita
a estar disponibles para Dios totalmente: física, psicológica y espiritualmente. Ésta es
la ascética que nos da la apertura y libertad para acoger la vida nueva que nos llega
inagotable de Dios.
Un camino de creatividad evangélica: ¿Qué hace Dios de nuevo y cuál es mi
colaboración exacta?
En la contemplación de la persona de Jesús nos abrimos nuestro cuerpo y nuestro
espíritu a un don impredecible más allá de todos nuestros cálculos. Todos nuestros
sentidos se van afinando cada vez más para percibir el estilo de Dios, su manera de
crear la vida definitiva entre nosotros. En particular contemplamos como cada día
miraba la cara de su pueblo para ver cómo el Padre actuaba para unirse al gozo o al
dolor de crear con Él.
Con esa misma mirada miramos nuestro mundo hoy donde Dios continua creando
incesantemente el futuro de vida para todos. Ninguna persona ni situación están
excluidas de su compasión infinita. Así la novedad de Dios, escondida en la historia,
nos saltará a la vista y llegará a nuestra piel en los abrazos y en los golpes.
Entonces, ¿cuál es la colaboración justa y precisa que Dios me propone para
colaborar con su novedad? Habrá distintas respuestas yo tengo que encontrar la mía,
la que respeta plenamente lo que soy, con mis posibilidades y mis límites, la que Dios
propone a mi originalidad irrepetible en cada momento preciso: lo máximo que puedo
realizar, sin querer invadir el terreno de otras personas que aportan su originalidad y
sin opacar mi propio aporte.
La contemplación y el discernimiento deben estar dialogando constantemente, pues si
la contemplación me revela lo que Dios hace de nuevo, el discernimiento me permite
descubrir la propuesta de Dios para mí, libre de adherencias de mis propias
expectativas y necesidades. Así el don de Dios y lo real entran dentro de nosotros a
través de las mismas sensaciones y dan comienzo a un diálogo en nuestra intimidad,
poblada por las experiencias y habilidades de nuestro propio itinerario, hasta que brilla
la intuición como un relámpago en nuestro firmamento interior, y el corazón lo acoge y
hace suya. Luego, poco a poco, lo iremos implementando en la historia, en diálogo con
otras personas, concertadas desde la misma fuerza que nos llega a todos
incesantemente desde el Señor de la historia, quien no se impone sino que trabaja en
medio de nuestra libertad y fragilidad.
APRECIACIÓN DEL TEXTO
El libro plantea una integración creativa de polaridades evangélicas las que, aunque
pueden en apariencia ser antagónicas, integrándoles desde nuestra singularidad
pueden ayudarnos a colaborar con la laborar creadora de Dios en la historia.
Las polaridades que plantea son la utopía y lo germinal; la profecía y la sabiduría; la
eficacia y la gratuidad; lo comunitario y lo personal; la mística y la ascética.
Propone que esta colaboración en la laborar creadora del Señor la desarrollemos
especialmente en las fronteras de nuestro mundo, esto es en aquellos lugares o
situaciones dónde haya caos, la vida surja con más fuerza o esté amenazada. Pero
no hay receta. Cada uno debe encontrar su frontera particular a dónde el Señor lo
invita a florecer y dar fruto: las fronteras del ateísmo, de la marginación extrema o la
investigación en la búsqueda de nuevos caminos para la sociedad. Para ello se debe
integrar la contemplación con el discernimiento de modo de conocer ¿cuál es mi
colaboración exacta en cada momento?
El libro me da esperanza, pues transmite una visión esperanzadora del proyecto del
Reino, desde la situación actual, marcada por el paso de la modernidad a la
posmodernidad. Me ayudado a pedir humildemente su Espíritu para pedir vivir con
confianza éstas polaridades. Ha conocer un poco más las deficiencias y los acentos
que pongo en ellas en mi camino de seguimiento. Me siento más animado vivir la
contemplación de Cristo que me lleve a discernir los llamados de hoy.
Algunos énfasis más personales:
Qué significa vivir la ascesis en nuestra vida cotidiana. Qué ayuno se nos pide hoy, a
qué sencillez estamos invitado. Por ejemplo, a los silencios y tiempos de calma de
calidad. A encontrar tiempos de gratuidad y abandono, en donde prescinda de las
imágenes y del control que intento tener sobre las cosas y proyectos. También a
continuar encontrando espacios para trabajar mis heridas por dónde, a veces, se cuela
el mal espíritu y no me deja avanzar.
Cuáles son esos símbolos nuevos que muestran mejor hoy la propuesta a nuestro
Dios amoroso de siempre. Cómo hacemos que nuestros espacios sagrados puedan
incorporar las novedades del mundo de hoy para colmarlas de la santidad de Dios.
Cómo acogemos y hacemos nuestros el grito de nuestros actuales profetas, como
siempre tan poco comprendidos.
Cómo continuamos expandiendo sin temor mi singularidad en el Proyecto del Reino.
Para ello, la comunidad en CVX es un espacio privilegiado de discernimiento y
acogida.
Un abrazo,
Victor

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