Art. Maria Antonieta Dorantes Gómez

Transcripción

Art. Maria Antonieta Dorantes Gómez
¿marginadas entre
los marginados?
Género y Equidad
SITUACIÓN DE CALLE:
LAS NIÑAS EN
Maria Antonieta Dorantes Gómez
M
uchas de las condiciones de vida de las mujeres dentro de nuestra sociedad, son discriminatorias. La invisibilidad bajo la que el sistema social
las presenta nos pretende mostrar su carácter natural y a - histórico. Se
dice que las mujeres desde las primeras sociedades humanas se han dedicado a
las labores de cuidado y servicio de la familia, dado que ellas son las que procrean
a los hijos y por ende su actividad “natural” es cuidarlos. De la misma forma que
se pretende naturalizar estas condiciones, que implican que las mujeres deban
subordinar sus intereses a los de su familia, se hace lo mismo con otras cuestiones
como: la doble jornada, la violencia bajo sus múltiples modalidades, la marginación de la educación, la exclusión de los ámbitos de poder, etc.
La perspectiva de género tiene como objetivo mostrar aquellas situaciones
de discriminación hacia la mujer que se conciben como naturales. Dentro de
la sociedad existen múltiples prácticas en las que las mujeres reciben un trato
discriminatorio apelando a justificaciones biológicas; estas prácticas se pretenden
encubrir, señalándose como cuestiones naturales, por ejemplo, abuso sexual o
responsabilidad de las actividades domésticas.
La perspectiva de género ubica estas condiciones como parte de un ejercicio de
poder y plantea la posibilidad de construir espacios en los que se cuestionen estas
prescripciones y se prepondere la equidad de género. Si se parte de la premisa de
que estas condiciones tienen un origen social y no son intrínsecas a una naturaleza
femenina, es posible transformarlas, un primer paso es la identificación de mecanismos bajo los que operan (Fernández, 1992). La identificación de los mecanismos a través de los cuales el sistema social establece condiciones de discriminación
y ejercicio de poder hacia las mujeres es un tema que es preciso abordar, a fin de
construir nuevos modelos de intervención que fomenten la equidad de género.
La equidad de género se refiere al establecimiento de condiciones justas para
varones y mujeres que recuperen la diferencia. El concepto de diferencia históricamente se ha trabajado a partir del establecimiento de oposiciones dualistas, que
crearon subcategorías de alteridad. Bajo este contexto la diferencia se sustenta en
relaciones de dominación y exclusión, de tal forma que ser diferente llegó a significar “ser menos que”, “valer menos que”(Braidotti, 2000).
En la historia europea moderna, un ejemplo de esto lo constituyen los regímenes totalitarios y fascistas que utilizaron el concepto de raza para justificar la
violencia contra los judíos.
Profesora de tiempo completo de la carrera de Psicología de la FES Iztacala. Licenciada en
Psicología y Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Maestra y Doctora
en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Integrante del Programa Institucional
de Estudios de Género de la FES Iztacala.
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Las diferencias de sexo se han utilizado para justificar prácticas que establecen
significaciones, lugares, privilegios y condiciones propios de mujeres y varones.
La manera en que la diferencia se ha utilizado para justificar la discriminación, el
trato desigual y opresivo es un punto que merece ser estudiado para implementar
acciones que favorezcan la equidad de género.
Dentro de nuestra sociedad, existe una serie de construcciones que establecen
espacios, significaciones, atribuciones, privilegios y restricciones en función del género de las personas. Estas construcciones se establecen a través de la delimitación
de roles de género, que son los encargados de marcar los lugares, significaciones,
actitudes, conductas y pensamientos que corresponden a un varón o a una mujer.
La disyuntiva es que estos roles no se establecen en condiciones de equidad; lo
que es permitido a los varones es prohibido o castigado para las mujeres.
El sistema social es el encargado de establecer estos estereotipos, que a través
de las diferentes instituciones sociales (familia, escuela, iglesia, Estado, etc.), van
conformando identidades en los individuos. Estos mecanismos de socialización
están en función de intereses económicos y políticos que buscan mantener bajo
su dominio a una gran cantidad de seres humanos.1 Cuando las personas no se
dan a la tarea de cuestionarlos y pretenden encajar sus vidas y las de otros a estos
patrones pueden surgir múltiples malestares sociales y personales.
Un claro ejemplo
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Una visión desde la perspectiva de género sobre el trabajo con niñas en situación
de calle nos permite identificar estos mecanismos sociales que se establecen, a
partir de la diferencia sexual. Conocer los mecanismos sociales de discriminación de género constituye un elemento importante que interviene en el proceso
de recuperación de los niños y niñas en situación de calle; la sensibilización, en
perspectiva de género, permite incidir en cambios que mejoren las condiciones
de vida de los niños y niñas en situación de calle.
Los estereotipos de género que socialmente se establecen se reproducen dentro de la estructura social de la vida de los niños y niñas en situación de calle. Las
investigaciones realizadas en torno a su estructura nos demuestran que la vida
en grupo de estos infantes se puede caracterizar por la realización de una serie
de rituales que pretenden fortalecer la cohesión, la aceptación y la permanencia
dentro del grupo.
A pesar de las particularidades de su estructura, es posible también identificar la
reproducción de estereotipos de género que asignan significaciones, lugares, privilegios y restricciones en función de ser mujer o varón. Estas diferencias se estructuran bajo un marco jerárquico que asigna valores diferentes a varones y mujeres.
Una investigación realizada por Hernández (2005) acerca de las concepciones
sobre la masculinidad en niños, nos muestra como éstos realizan actividades y
tienen creencias acordes con los estereotipos de género, por ejemplo, entre los
varones persiste la noción de fuerza y valor para enfrentar situaciones de riesgo
por el hecho de ser “hombres”.
Esto los lleva a realizar actividades como: consumir drogas, participar en peleas callejeras o tener relaciones sexuales sin protección; asimismo siguen preservando la idea de casarse con mujeres vírgenes a fin de formar familias, dado que
consideran como “prostitutas” a las niñas que viven con ellos en la calle.
Por su parte una gran mayoría de niñas se perciben como objetos sin valor que
pueden ser utilizadas o violentadas por cualquier persona; también se espera que
los niños sean más fuertes, valientes, se arriesguen más y sean los proveedores, al
mismo tiempo que las niñas siguen reproduciendo los patrones de cuidado hacia
los demás y las de ser objeto sexual.
Los mecanismos que el sistema social utiliza para discriminar a las mujeres incluyen la asignación de lugares, de significados y de valores jerárquicos. Las mujeEn este trabajo nos concentraremos en la discriminación hacia las mujeres sin que esto signifique
que son las únicas que la padecen.
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res son consideradas diferentes a los varones, esta diferencia se transforma en una
condición de valor. Ser mujer de acuerdo con los estereotipos sexuales significa:
• Valer menos que: las mujeres son consideradas menos valiosas que los varones.
Ser mujer significa socialmente valer menos que, ser inferior o presentar una
carencia. Dentro del imaginario colectivo se plantea que las mujeres son menos racionales, más emotivas, débiles y frágiles. Esto es particularmente importante al considerar la situación de los niños y niñas en condición de calle,
al comparar las condiciones de ambos se observa como dentro de la misma
marginalidad, las niñas viven en una situación de mayor desventaja.
Una gran cantidad de estas niñas son consideradas como objetos para
satisfacer los deseos de los varones, son prostituidas, son utilizadas para
“cuidar de los otros” y son objeto de diferentes tipos de violencia. Las mujeres,
dentro de estos contextos a causa de su “vulnerabilidad” deben ser supuestamente protegidas por un varón, esta protección es sólo una pantalla que
encubre los múltiples abusos de que son objeto.
• Ser víctimas de violencia: la mirada social bajo la que son consideradas las niñas es distinta a la de los niños. La marginación y exclusión está marcada por
el género, dado que las condiciones para las mujeres representan un mayor
peligro y vulnerabilidad. Dentro de la estructura social en la que viven los
niños y niñas en situación de calle se reproduce la estructura jerárquica que
caracteriza a nuestro sistema social; existen prácticas en las que los niños que
poseen mayor fuerza y arrojo ejercen violencia física y sexual hacia las niñas.
Dentro de esta escala jerárquica las niñas en situación de calle son las
que se ubican en lugares inferiores, por lo tanto sus derechos son transgredidos con mayor impunidad, a pesar de que cuentan con Derechos
Humanos inalienables como: protección, educación, amor, respeto, etc.
No obstante, la marginación en la que viven posibilita que sus derechos se
transgredan y que los transgresores resulten impunes; la violencia que se
ejerce contra ellas puede tomar diversas formas y es mantenida oculta y sin
sanción en virtud de su condición de marginación.
La perpetuación de estos mecanismos es lo que contribuye a fortalecer las
condiciones de discriminación e inequidad de género. La construcción de nuevas
condiciones de equidad de género debe partir de la identificación, por parte de
varones y mujeres, de la manera en que estos estereotipos sexuales han afectado
su identidad como seres humanos. Dentro de este trabajo un lugar fundamental
lo ocupa el desarrollo de propuestas psicológicas que fomenten el empoderamiento de las niñas a fin de construir identidades más saludables.
Es importante que los programas de atención para niños y niñas en situación
de calle, consideren la manera en que dentro de la estructura social bajo la que
viven estos niños y niñas está presente la discriminación de género. Recuperar esta
diferencia entre las condiciones de los niños y las niñas permitirá establecer mecanismos más idóneos para lograr el mejoramiento de su calidad de vida.
El acercamiento al tema de las condiciones de vida de las niñas que viven en situación de calle desde la perspectiva de género, nos brinda pautas para comprender la forma en las que las prácticas, las condiciones, la utilización del lenguaje
dentro de la vida en situación de calle, crea sujetos con una identidad sexual,
varones y mujeres, enmarcados dentro de relaciones de dominación.
Las diferencias entre niños y niñas en situación de calle se traducen en prácticas de exclusión, discriminación, asimetría y violencia. Los mecanismos a través
de los cuales las diferencias se trastocan en discriminaciones están inscritos en el
lenguaje, en las prácticas y en establecimiento de condiciones diferenciadas; condiciones en las que las niñas son marginadas entre los marginados.
La discriminación hacia las niñas se inscribe en la invisibilidad de estas prácticas, en la constitución de mitos sociales que marcan significaciones atribuidas a
las niñas que viven en situación de calle.
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Una de las vías para la deconstrucción de este sistema es la denuncia; es la puesta
en marcha de investigaciones que den cuenta de estas condiciones y que cuestionen su carácter natural. Esto permitirá hacer visibles estas prácticas, cuestionar su
carácter natural e inofensivo, así como proponer acciones tendientes a crear condiciones de equidad de género. La denuncia es un primer paso que debe ser seguido
por el planteamiento e implementación de nuevas formas de relación basada en la
equidad de género.
Referencias
BRAIDOTTI, R. Sujetos nómades. Corporización y diferencia sexual en la teoría
feminista contemporánea. Paidós. Buenos Aires. 2000.
HERNÁNDEZ, Azucena. Representación social del género masculino en un grupo de
niños y jóvenes que viven en la calle, en la ciudad de México., en: Salud mental. Vol. 8.
No. 6. 2005.
FERNANDEZ, Ana María. Las mujeres en la imaginación colectiva. Una historia de
discriminación y resistencias. Paidós. Buenos Aires. 1992.
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