Fuerza de choque, ¿para qué? 1

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Fuerza de choque, ¿para qué? 1
Fuerza de choque, ¿para qué? 1 Por Gazir Sued (Doctor en Filosofía) Anuncian en primera plana “Desmantelan Fuerza de Choque”. Las razones no sorprenden a nadie. Nemesio Canales lo advertía: “...ya no hay motivo para alarmarnos y alborotarnos cada vez que a uno de la policía se le va la mano y tiene la desgracia de estropear a alguien (...) Una macana sólo sirve para pegar, y si hemos autorizado al policía para que la use, esto es, para que pegue (…) y se aficione a pegar ­hasta premiado con un sueldo­ no nos debe extrañar que le pegue y machaque al lucero del alba.” En nuestro Estado de Ley, esa es la función tácita de la “fuerza de choque” (División de Operaciones Tácticas de la Policía de Puerto Rico). La corpulencia de sus miembros no se debe a inofensivos criterios estéticos, ni sus armas y armaduras son meros accesorios cosméticos. Tampoco sus actitudes expresamente antisociales son simples antipatías personales, aunque de la actuación hostil pueda sospecharse una realidad oculta, la de experiencias infantiles traumáticas; la posibilidad de que tras los episodios de violencia se revele la transferencia inconsciente de rechazos, menosprecios y maltratos; que sus crueldades los confiesen víctimas de abusos y violaciones. En vez de atender sus traumas psicológicos, el Estado los reconoce beneficiosos para sí, los recluta y los pone a su disposición. Niños abusados convertidos en hombres abusadores y maltratantes; juegan a agredir; gozan dolerle al prójimo y alardean del poder de hacerlo. A la ciudadanía comprometida con los valores de una sociedad democrática, ni la musculatura ni el mal carácter de la policía le interesa, le inspira respeto o le intimida. Desde esta posición, según es intolerante con la brutalidad policial, debería ser radicalmente crítica de las condiciones psico­sociales que la posibilitan. La predisposición anímica a la violencia, instigada por el Estado de Ley, libera las riendas de la conciencia moral y convierte la brutalidad y la agresión sádica en valores encomiables, y “hasta premiados con un sueldo”. La “fuerza de choque” no es una institución democrática sino una maquinaria de producción de comportamientos inhumanos y de prácticas sociales deshumanizantes. La mera existencia de este cuerpo represivo pone de manifiesto la fragilidad moral del Estado de Derecho y la precariedad política del sistema democrático que lo regula. La ciudadanía debería procurar su extinción, y legislar para abolirla… 1 Publicado en El Nuevo Día, jueves, 2 de diciembre de 2010.

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