Margarita Naseau, educadora y catequista
Transcripción
Margarita Naseau, educadora y catequista
MARGARITA NASEAU, EDUCADORA Y CATEQUISTA Eblerino Diez Llamazares, c.m. PRÓLOGO Después de veinticuatro años de servicio en la Parroquia de San Vicente de Paúl de Gijón, de veintitrés de profesor de Religión y Moral Católica en el Instituto de Bachillerato “Doña. Jimena” de la misma ciudad, de nueve años de acompañar a las Hijas de la Caridad de la Provincia Canónica de Gijón y de cuarenta y tres años de miembro de la Congregación de la Misión (Paúles), creí necesario hacer un alto en mi activismo pastoral y dedicar dos años a ponerme al día, con la exigencia de una licenciatura. Siempre tuve claro, nunca pensé en otra opción, que aquello en lo que yo debía perfeccionarme, era en Catequesis, ya que quería volver a la actividad parroquial. Aunque había tenido dos compañeros en San Pío X, para nada influyó en mi, su paso por el Centro. Lo que determinó que me matriculara en San Pío X, es que para hacer Catequesis debía hacerlo con los especialistas en la materia: los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de la Salle), con quienes realicé algunos cursillos sobre la materia (Hermano Medina) en Tejares, con diploma incluido, que aun conservo, en mis años de Teología en Salamanca. Tuve también claro desde antes de matricularme, que mi reflexión-investigación de final de bienio debía versar sobre Margarita Naseau. ¿Por qué esta reflexión o investigación sobre Margarita Naseau? Porque me parece que esta joven, que en expresión de San Vicente, fue quien enseñó el camino a las demás (Hijas de la Caridad), es poco conocida, menos analizada y no muy tenida en cuenta a la hora de hacer Proyectos puntuales de servicio al pobre, u opciones de vida que nos lleven a caminar con los excluidos de esta hora, como lo hizo ella en el siglo XVII. Es tan única su itinerante decisión de irse de pueblo en pueblo a enseñar lo que ella aprendió casi sola, que su historia además de llamativa, es contagiosa. Quiero que su vida la conozca todo el mundo. Fue en su tiempo, y hoy también puede serlo, paradigma, modelo para todo aquel cristiano, que desde su fe en Cristo quiere comprometer su ser y hacer sirviendo a sus preferidos: los pobres. Quienes se atrevan a seguir hoy, su estilo, su talante, a encarnar su manera de servir a los sin nombre, sin esperanza, a los malheridos a la vera del camino, serán un testimonio tan fuerte, que convencerán a todos los escépticos y crearán un movimiento de solidaridad, que nos hará a todos más generosos y más positivos. Así se cumplirá el deseo de Jesús: que todos seamos hermanos. Consta el trabajo de cuatro capítulos. El primero narra su biografía, corta en años, pero servicios. ambiente que generosa El en segundo, el socio-religioso en desarrolla su se existencia. El tercero, habla de Margarita como profeta para las Hijas de la Caridad. El cuarto y último, analiza todo aquello que le convierte en un ser singular. Y qué resonancias o a qué compromisos puede llevar a la familia vicenciana hoy, y a todo aquel, cristiano o no, que ha hecho una opción preferencial por los pobres. Termino con una conclusiónresumen, que hace una valoración de la protagonista, que sin pretenderlo, arrastra a un servicio comprometido con los pobres de esta hora. Sé que escribo esta tesina bajo la fascinación de un ser único, aunque sea de carne y hueso como todos. San Vicente de Paúl, dijo de Margarita Naseau a las primeras Hijas de la Caridad en julio de 1642: “Todo el mundo la quería, porque no había nada que no fuese digno de amor en ella.” ( 1 ). Escuchar algo tan hermoso, es sentir la alegría de que algunas personas, tal vez muchas, seguramente todas, han sido y son, continuadoras de la acción creadora de Dios. Seres humanos que con su quehacer amoroso han ayudado a otros a disfrutar de la vida, esta oportunidad con la que Dios nos obsequia a todos desde el instante de nuestra concepción. Dios nos engendra para la felicidad. Margarita Naseau, vivió este deseo divino de dicha para toda criatura hasta el final. San Vicente de Paúl, nos lo narra así: “Su caridad era tan grande que murió por haber hecho dormir en su cama a una pobre muchacha enferma de la peste. Contagiada de aquel mal, dijo adiós a la hermana que estaba con ella, como si hubiese previsto su muerte y se marchó a San Luis, con el corazón lleno de alegría y de conformidad con la voluntad de Dios.” ( 2 ). Al escribir este prólogo me vienen a la memoria aquellas palabras que el evangelio de Lucas pone en labios de Jesús: “Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿Un profeta? Eso sí, y más que un profeta; pues se refiere a Juan esta profecía: Mira que mando a mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino (Malaquías 3, 1; Éxodo 23, 20). Os aseguro que, entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.” ( 3 ). Palabras hermosas que el Maestro de Nazaret dedica agradecido a quien le preparó el terreno para su misión mesiánica. Como vemos y veremos, no son menos elogiosas las palabras de San Vicente de Paúl, para quien le mostró con el testimonio de su vida, cómo tenía que rematar su obra más original, y tal vez, más querida: las Hijas de la Caridad. En las Constituciones y Estatutos de la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el apartado que nos habla de los orígenes de la Compañía, leemos: “Es entonces cuando se presenta Margarita Naseau (1594 – 1633), sencilla campesina, para emplearse en aquellas tareas más humildes que no podían desempeñar las damas de las cofradías. Con un amor del todo evangélico se hace la sierva de los más abandonados. Vicente de Paúl dirá mas tarde: “Margarita Naseau, de Suresnes, es la primera hermana que tuvo la dicha de mostrar el camino a las demás... aunque no tuvo casi ningún maestro o maestra más que a Dios.” Su ejemplo es comunicativo... Y así nace, imperceptiblemente, como ocurre con las cosas divinas, la Compañía de las Hijas de la Caridad.” ( 4 ). Margarita, aparece una vez más, como no podía ser de otra manera, como la piedra angular de ese gran edificio al servicio de todos los excluidos, la Compañía, que sigue fiel a la Divina Providencia en su caminar por este tercer milenio, como lo fue en el siglo XVII. Su amor, en palabras del Señor Vicente, es creativo hasta el infinito. El Vaticano II, dice que si queremos renovar adecuadamente la vida religiosa, tenemos que hacer dos cosas: por una parte, volver a las fuentes de toda vida cristiana y a la inspiración de los fundadores; y por otra, adaptarse a la cultura de este tiempo, siendo sensibles a los signos de los tiempos. ( 5). Si hay que volver a las fuentes, Margarita es el hontanar. Abundando en los porqués de mi reflexión-investigación sobre esta joven, encuentro que “Vita Consecrata”, nos pide recordar a tantos testigos de la fe, dignos de ser celebrados e imitados por sus testimonios llenos de vida y cargados de esperanza y que han engrosado las filas de institutos religiosos y sociedades de vida apostólica; algunos han sido fieles a su vocación-misión hasta el heroísmo. Margarita no fue martirizada por la brutalidad de un verdugo. Murió mártir de la caridad, como nos recordó San Vicente mas arriba, por atender a una joven apestada que la contagió su enfermedad. (6). El 2 de febrero de 1983, escribe Sor Lucía Roge , a las Hijas de la Caridad: “Es cierto que no está canonizada, pero su vida, como la de los Apóstoles, fue una vida totalmente entregada al Señor. Nunca volvió la vista atrás para recuperar lo entregado. Y en esa entrega llegó hasta el extremo.” (7) Desde muy joven entendió que su vida debía estar al servicio de los otros y así fue hasta que a los 39 años en que el carro de fuego de la peste la arrebató, como a Elías, hasta la morada del Cielo. Quiero terminar este prólogo con esta cita de Félix López en su obra: “La Sor/presa de los pobres.” Esta cita, que transcribo a continuación, está inspirada en el capítulo primero de las Reglas Comunes de las Hijas de la Caridad, sirvientas de los pobres enfermos: “Un estilo nuevo está naciendo... Es una idea revolucionaria, pero hasta que no se ofrezca como realidad costará implantar en la Iglesia. No hay precedentes en estos tiempos... Servidoras de Dios con traje seglar. No será una orden religiosa. No serán contemplativas. No habrá clausura. No se harán votos, serán siervas de los pobres... Y se empieza a derramar el carisma... <<Tendréis por monasterios las casas de los enfermos... Por celda una habitación de alquiler. Por capilla, la iglesia de la parroquia. Por claustro, las calles de la ciudad o las salas de los hospitales. Por clausura, la obediencia. Por reja, el temor de Dios. Por velo, la santa modestia" ( 8). Y en principio, no hace falta nada más...” ( 9 ). Margarita, puso en práctica, esta forma nueva de entender la vida consagrada. Con toda certeza, podemos afirmar, que es un estilo nuevo de servir al Cristo que sufre en el pobre y en el enfermo. Ella, Margarita, abrió una senda en la Iglesia del siglo XVII a la sombra de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac. Los tres, siempre fieles a lo que cada día les iba sugiriendo la Divina Providencia, encarnada en el pobre concreto. _________________________________________________________ ( 1 ) SVP, Obras Completas, Sígueme, Salamanca, 1972, IX, p. 90. ( 2 ) SVP, IX, p. 90. ( 3 ) Lc 7, 26 – 28. ( 4 ) Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Constituciones y Estatutos, Fareso, Madrid, 2004, p. 18. ( 5 ) Vaticano II, PC., Nº 2. ( 6 ) Juan Pablo II, Vita Consecrata, Nº 86. ( 7 ) ROGÉ, Lucía, Superiora General de las Hijas de la Caridad, Carta-Circular, 2 de febrero de 1983, p.2. ( 8 ) SVP, IX, pp. 1178 – 1179. ( 9 ) LÓPEZ, Félix, La Sor/presa de los pobres, historia de las Hijas de la Caridad, CEME, Salamanca, 1983, pp. 64 – 68.