Danos hoy el pan nuestro de cada día - biblioteca-sud

Transcripción

Danos hoy el pan nuestro de cada día - biblioteca-sud
“Danos hoy el pan nuestro de cada día”
Élder D. Todd Christofferson
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Charla fogonera del SEI para jóvenes adultos • 9 de enero de 2011 • Universidad Brigham Young
Jesús nos enseña a nosotros, Sus discípulos, que debemos acudir a Dios cada día por el pan, la ayuda y el sustento, que necesitemos ese día en particular. Esto va de
acuerdo con el consejo de “orar siempre, y no desmayar;
que nada debéis hacer ante el Señor, sin que primero oréis al Padre en el nombre de Cristo, para que él os consagre vuestra acción, a fin de que vuestra obra sea para el
beneficio de vuestras almas” (2 Nefi 32:9).
La invitación del Señor de buscar el pan de cada día de
la mano de nuestro Padre Celestial, nos habla de un Dios
amoroso, consciente aun de las pequeñas necesidades
diarias de Sus hijos y deseoso de ayudarlos, uno a uno. Él
dice que podemos pedir con fe a ese Ser “quien da a todos
abundantemente y sin reproche, y [nos] será [dado]”
(Santiago 1:5). Eso, por supuesto, es sumamente reconfortante, pero aquí está en juego algo que es más importante
que tan sólo la ayuda para salir adelante día a día. Al procurar y recibir diariamente el pan divino, crecen nuestra fe
y confianza en Dios y Su Hijo.
Nosotros los adultos mayores; incluyendo los padres, los líderes de la
Iglesia, sus profesores o amigos; solemos instarles a planificar para el
futuro. Les alentamos a continuar sus
estudios y formación profesional
como preparación para la vida de los
años venideros. Les instamos a sentar
las bases para el matrimonio y la
familia y a actuar de acuerdo con esos planes. Les advertimos que piensen en las posibles consecuencias futuras al
decidir lo que hacen hoy (por ejemplo, lo que publican en
internet). Les aconsejamos que piensen en cómo medirán
el éxito en su vida y después establezcan los patrones y las
prácticas que les conduzcan a ese éxito.
Todo esto nos lleva a un curso sabio y prudente en la
vida; y en lo que diré esta noche, no minimizo en modo
alguno la importancia de pensar y planificar con antelación. Una planificación y preparación cuidadosas son la
clave para un futuro gratificante; pero no vivimos en el
futuro, vivimos en el presente. Es en el día a día que concretamos nuestros planes para el futuro; es con el día a
día que alcanzamos nuestras metas. Es un día a la vez que
criamos y cuidamos a nuestra familia. Es un día a la vez
que superamos nuestras imperfecciones. Perseveramos
en la fe hasta el fin un día a la vez. Es la acumulación de
muchos días bien vividos lo que resulta en una vida plena
y una persona santa. Así que me gustaría hablar con ustedes acerca de vivir bien día a día.
Acudir a Dios diariamente por nuestras necesidades nutre la fe
Recordarán el gran éxodo de las tribus de Israel desde
Egipto y los cuarenta años que pasaron en el desierto antes de entrar en su tierra prometida. Esta masiva hueste
de más de un millón de personas tenía que ser alimentada. Sin duda, esa cantidad de personas en un lugar, no
podría subsistir por mucho tiempo sólo de la caza de animales; y su estilo de vida seminómada no era propicio
para sembrar ni criar ganado en cantidad suficiente. Jehová resolvió el problema brindando Su pan diario desde
el cielo: el maná. Esta partícula comestible que aparecía
sobre la tierra cada mañana era algo nuevo y desconocido. De hecho, el nombre maná proviene de palabras que
significan: “¿Qué es esto?” Por medio de Moisés, el Señor
instruyó al pueblo a recoger a diario lo suficiente para ese
día, excepto en la víspera del día de reposo, cuando debían recoger suficiente para dos días.
Al principio, a pesar de las instrucciones específicas de
Moisés, algunos trataron de recoger más de lo suficiente
para un día y guardar el resto:
“Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana.
“Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos
dejaron de ello para el otro día, y crió gusanos y hedió”
(Éxodo 16:19–20).
Sin embargo, según lo prometido, cuando en el día sexto recogían el doble de lo que era la cantidad diaria, éste
no se dañaba:
“Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo que
Moisés había mandado, y no se pudrió ni hubo en él gusano.
Acudir a Dios para lo que es necesario cada día
En Lucas se registra que uno de Sus discípulos le pidió a
Jesús: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). Jesús entonces le dio
un modelo de oración conocido como el Padrenuestro.
Igual se registra en Mateo como parte del Sermón del
Monte (véase Mateo 6:9–13).
En el Padrenuestro está la petición: “Danos hoy el pan
nuestro de cada día” (Mateo 6:11) o “El pan nuestro de
cada día, dánoslo hoy” (Lucas 11:3). Pienso que nos resulta fácil reconocer que tenemos necesidades diarias en las
que queremos la ayuda de nuestro Padre Celestial para
atenderlas. Para algunos, en algunos días, es literalmente
el pan, es decir, los alimentos necesarios para mantenerse
con vida ese día. También podría ser fuerza espiritual y
física para enfrentar un día más con una enfermedad
crónica o una lenta y dolorosa rehabilitación. En otros
casos, puede tratarse de necesidades menos tangibles,
como lo relacionado con las obligaciones o actividades
propias de ese día: enseñar una lección o presentar un
examen, por ejemplo.
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“Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es día de reposo para Jehová; hoy no lo hallaréis en el campo.
“En los seis días lo recogeréis; pero el séptimo día es
día de reposo, en el cual no se hallará” (Éxodo 16:24–26).
Una vez más, sin embargo, algunos no podían creer sin
ver y fueron a buscar maná en el día de reposo.
“Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo rehusaréis
guardar mis mandamientos y mis leyes?
“Mirad que Jehová os dio el día de reposo, y por eso os
da en el sexto día pan para dos días. Quédese, pues, cada
uno en su lugar, y nadie salga de su lugar en el séptimo
día” (Éxodo 16:28–29).
Parece que incluso en la antigüedad, como hoy en día,
había algunas personas que no podían resistirse a ir de
compras en el día de reposo.
Al brindar un sustento diario, un día a la vez, Jehová
trataba de enseñar la fe a una nación que en un período
de unos 400 años había perdido gran parte de la fe de sus
padres, les enseñaba a confiar en Él, a “elevar hacia [Él]
todo pensamiento, no [dudar], no [temer]” (D. y C. 6:36).
Él proporcionaba lo suficiente para un día a la vez. Salvo
en el sexto día, no podían guardar maná para el próximo
día o los siguientes. En esencia, los hijos de Israel tuvieron
que caminar con Él ese día y confiar en que Él les otorgaría
una cantidad suficiente de alimentos para el próximo día
al día siguiente, y así sucesivamente. De esa forma, Él
nunca estaría muy lejos de sus pensamientos ni de sus
corazones.
Por cierto, debemos notar que cuarenta años de maná
no tenían como intención ser un subsidio de desempleo.
Una vez que las tribus de Israel estuvieron en condiciones
de valerse por ellas mismas, se les requirió hacerlo. Después de haber cruzado el río Jordán y haberse preparado
para la conquista de Canaán, comenzando en Jericó, las
Escrituras indican que “al otro día de la Pascua comieron
del fruto de la tierra [es decir, de la cosecha del año anterior]…
“Y el maná cesó al día siguiente desde que comenzaron
a comer del fruto de la tierra, y los hijos de Israel nunca
más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la
tierra de Canaán aquel año” (Josué 5:11–12).
Asimismo, cuando suplicamos a Dios por el pan nuestro de cada día, por la ayuda que en el momento no podemos proveernos, aún debemos ser diligentes en hacer y
proveer lo que sí esté a nuestro alcance.
ofrecí esa oración muchas veces con gran sinceridad y el
más fervoroso deseo, la respuesta al final era: “No”. Finalmente, aprendí a orar como lo hizo el Salvador: “Pero
no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Busqué la ayuda del Señor en cada pequeño paso del camino
hacia una resolución final.
Hubo momentos en que había agotado todos mis recursos, cuando no tenía a dónde ir ni a quién recurrir en
ese momento, cuando simplemente no había otro ser
humano a quien llamar para que me ayudara a cumplir
con las exigencias que enfrentaba. No habiendo otra alternativa, más de una vez caí ante mi Padre Celestial rogando Su ayuda con lágrimas; y Él me ayudó. A veces no
era más que un sentimiento de paz, una sensación de
seguridad de que las cosas se resolverían. Tal vez no podía
ver cómo o cuál sería el camino, pero Él hizo que yo supiera que directa o indirectamente Él abriría un camino. Las
circunstancias podrían cambiar, una idea nueva y útil
podría venir a la mente, algunos ingresos u otros recursos
imprevistos podrían aparecer en el momento justo. Sin
saber cómo, habría una solución.
A pesar de que sufrí en ese entonces, ahora, al mirar
atrás, estoy agradecido de que no se me presentó una
solución rápida al problema. El hecho de verme obligado a
recurrir a la ayuda de Dios casi a diario durante un periodo
de muchos años me enseñó realmente a orar y a recibir
respuestas a la oración, y me enseñó de una manera muy
práctica a tener fe en Dios. Llegué a conocer a mi Salvador
y a mi Padre Celestial de una forma y a tal grado que no
podría haber ocurrido de otra manera o me hubiera llevado más tiempo lograrlo. Aprendí que el pan de cada día es
un bien muy preciado; que el maná de hoy en día puede
ser tan real como el maná tangible del relato bíblico.
Aprendí a confiar en el Señor con todo mi corazón; a caminar con Él día a día.
Solventar los grandes problemas en pequeños
bocados diarios
Pedir a Dios nuestro pan de cada día, en lugar del pan
semanal, mensual o anual, es también una manera de
centrarse en las partes más pequeñas y manejables de un
problema. Para atender algo muy grande, quizás tengamos que tomarlo en pequeños bocados diarios. A veces
todo lo que podemos manejar es un día (o parte de un
día) a la vez. Les daré un ejemplo que no se halla en las
Escrituras.
Un libro que leí hace poco, titulado Lone Survivor [El
sobreviviente solitario], narra la trágica historia de un
equipo de cuatro hombres de las fuerzas especiales de la
Marina de los Estados Unidos que estaban en una misión
secreta en un sector remoto de Afganistán hace cinco
años. Cuando unos pastores, dos hombres y un niño, los
descubrieron involuntariamente, estos militares bien entrenados tenían la opción de matarlos o dejarlos ir; sabiendo que si los dejaban vivir, revelarían la ubicación del
equipo y serían atacados de inmediato por las fuerzas de
Al Qaeda y los talibanes. No obstante, dejaron ir a los ino-
Confiar en el Señor: Las soluciones pueden llegar
con el tiempo
Un tiempo antes de que se me llamara como Autoridad
General, me enfrenté a una dificultad económica personal
que duró varios años. No vino como consecuencia de las
malas acciones o la mala intención de nadie; sólo fue una
de esas cosas que a veces nos sobrevienen en la vida. La
gravedad y el apremio de este problema eran fluctuantes,
pero nunca desaparecieron del todo. En ocasiones, este
infortunio llegó a amenazar el bienestar de mi familia y el
mío, y pensé que iríamos a la ruina financiera. Oré para
que alguna intervención milagrosa nos librara. Aunque
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centes pastores, y en el tiroteo que siguió, sólo el autor,
Marcus Luttrell, sobrevivió contra más de 100 atacantes.
En su libro, Luttrell relata el entrenamiento extremo y
la resistencia necesaria para calificar para las fuerzas especiales de la Marina de los Estados Unidos. En el grupo
de Luttrell, por ejemplo, de los 164 hombres que comenzaron, sólo 32 terminaron el entrenamiento; resistieron
semanas de esfuerzo físico casi constante, dentro y fuera
del agua fría del océano; nadaron, remaron y cargaron
botes inflables, corrieron por la arena, hicieron cientos de
flexiones y extensiones de codo al día, llevaron troncos
entre obstáculos, etc. Estaban en un estado de agotamiento casi permanente.
Me impresionó algo que un oficial de alto rango dijo al
grupo al comenzar la fase final y más exigente del entrenamiento.
“Primero que nada”, dijo, “no quiero que cedan a la
presión del momento. Cuando estén realmente sufriendo,
simplemente aguanten, acaben el día. Entonces, si aún se
sienten mal, piénsenlo largo y tendido antes de que decidan retirarse. Segundo, tómenlo un día a la vez. Una [fase]
a la vez.
“No dejen que sus pensamientos se precipiten, no empiecen a planear irse porque les preocupa el futuro y lo
que podrán aguantar. No piensen en el dolor del mañana.
Sólo vivan el día, y tendrán una maravillosa carrera por
delante”1.
Por lo general, es bueno tratar de anticipar lo que viene y prepararse para afrontarlo. A veces, sin embargo, el
consejo de este capitán es sabio: “Tómenlo un día a la vez
… No piensen en el dolor del mañana. Sólo vivan el día”.
Preocuparse por lo que viene o pudiera venir, puede resultar debilitante; puede paralizarnos y hacernos desistir.
En los años cincuenta, mi madre sobrevivió a una cirugía radical contra el cáncer, y aunque esto de por sí ya era
bastante difícil, siguieron a la cirugía docenas de dolorosos
tratamientos de radiación, en lo que ahora se considerarían condiciones médicas primitivas. Ella recuerda que su
madre le enseñó algo en ese tiempo que le ha ayudado
desde entonces: “Yo estaba tan enferma y débil, que le
dije un día: ‘¡Oh madre, no puedo soportar 16 tratamientos más de esos!’. Ella dijo ‘¿Puedes ir hoy?’ ‘Sí’. ‘Bueno,
cariño, eso es todo lo que tienes que hacer hoy’. Eso me
ha servido muchas veces cuando recuerdo tomar un día o
una cosa a la vez”.
El Espíritu nos guía para saber cuándo mirar hacia adelante y cuándo sólo deberíamos ocuparnos de ese día, de
ese momento. Si le pedimos, el Señor nos dirá por el Espíritu Santo cuándo nos es conveniente aplicar en nuestra
vida el mandamiento que dio a Sus antiguos apóstoles:
“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el
día de mañana traerá su afán por sus propias cosas. Basta
el día para su propio mal” (3 Nefi 13:34, véase también
Mateo 6:34).
Necesitamos el “pan de cada día” de Dios para
alcanzar nuestro potencial
He sugerido que pedir y recibir el pan de cada día de la
mano de Dios desempeña una función vital para aprender
a confiar en Dios y sobrellevar los retos de la vida. También necesitamos una porción diaria de pan divino para
convertirnos en lo que debemos ser. El arrepentirnos,
mejorar y llegar en el debido momento a “la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13), como
Pablo lo expresó, es un proceso paso a paso. La incorporación de nuevos hábitos sanos en nuestro carácter, o la
superación de malos hábitos o adicciones, suele implicar
un esfuerzo hoy seguido de otro mañana, y luego otro, tal
vez por muchos días, incluso meses y años, hasta lograr la
victoria. Pero podemos hacerlo porque podemos recurrir
a Dios por nuestro pan diario, por la ayuda que necesitamos cada día.
Ésta es la temporada de las resoluciones de Año Nuevo, y deseo citar las palabras del presidente N. Eldon Tanner, quien fuera consejero de la Primera Presidencia: “Al
reflexionar en el valor de esforzarnos por ser mejores,
propongámonos disciplinarnos a fin de seleccionar detenidamente las resoluciones que tomemos, de considerar
el propósito que nos haya llevado a hacerlo y, por último,
asegurarnos de que nos mantendremos firmes, sin permitir que ningún obstáculo se interponga. Al comenzar cada
día, recordemos que es posible mantenernos fieles a un
propósito por el término de un día; al hacerlo, será cada
vez más fácil hasta convertirse en un hábito”2.
Hace más de un año, el élder David A. Bednar se refirió
a la constancia en las prácticas cotidianas sencillas; como
la oración familiar, el estudio de las Escrituras y la noche
de hogar; como cruciales en la edificación de familias que
logran alcanzar el éxito. El esfuerzo constante en pasos
diarios aparentemente pequeños es un principio clave en
el logro de toda gran obra, inclusive en el progreso en la
senda del discipulado. Como ilustración, el élder Bednar
comparó los hechos cotidianos con las pinceladas individuales de una pintura que, en conjunto y con el tiempo,
producen una obra de arte. Él dijo:
“En mi oficina tengo un hermoso cuadro de un campo
de trigo. La pintura se compone de una vasta colección de
pinceladas, ninguna de las cuales sería interesante o impresionante si estuviera aislada. De hecho, si uno se acerca al lienzo, todo lo que se aprecia es una masa de pinceladas de pintura amarilla, dorada y marrón que aparentemente no tienen relación ni atractivo alguno. Sin embargo, al alejarse gradualmente del cuadro, todas esas pinceladas individuales se combinan, y juntas producen un
magnífico paisaje de un campo de trigo…
“…Así como las pinceladas se complementan entre sí y
producen una obra maestra impresionante, nuestra constancia en acciones pequeñas puede llevarnos a alcanzar
resultados espirituales significativos. ‘Por tanto, no os
canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los
cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes’ (D. y C. 64:33)”3.
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El presidente Ezra Taft Benson al hablar del arrepentimiento dio este consejo:
“En nuestros esfuerzos por asemejarnos más a [Cristo],
debemos tener cuidado de no desanimarnos y perder las
esperanzas. El llegar a ser como Cristo es un proceso de
toda la vida y, con frecuencia, requiere un progreso y un
cambio lentos, casi imperceptibles. En las Escrituras encontramos ejemplos notables de hombres en cuya vida se
produjeron cambios drásticos, en forma instantánea, como Alma hijo; Pablo en el camino a Damasco; Enós, que
oró todo el día, aun hasta después de bien entrada la noche; y el rey Lamoni. Estos ejemplos asombrosos acerca
del poder de cambiar aun a grandes pecadores nos dan la
seguridad de que la Expiación puede alcanzar incluso a los
que están sumidos en la más profunda desesperanza.
“Pero debemos tener cuidado cuando hablamos acerca
de esos ejemplos maravillosos, porque, si bien son reales
y extraordinarios, son la excepción más que la regla. Por
cada Pablo, por cada Enós y por cada rey Lamoni, hay
cientos y miles de hombres y mujeres cuyo proceso de
arrepentimiento es mucho más sutil e imperceptible. Día a
día se van acercando más al Señor, sin siquiera darse
cuenta de que están forjándose una vida cuyas cualidades
se asemejan a las divinas. Esas personas llevan una vida
sencilla de bondad, servicio y determinación…
“No debemos perder la esperanza, ya que ésta es un
ancla para el alma del hombre. Satanás quiere que nos
despojemos de esa ancla para que nos desanimemos y
nos rindamos. Pero no debemos perder la esperanza. El
Señor está complacido con cada esfuerzo, incluso los diarios y minúsculos, por los que tratamos de ser más como
Él”4.
‘¿Quién es?’, preguntó Harold malhumorado, sin levantar
la vista.
“‘Su obispo’, respondió Tom. ‘He venido a conocerlo y
a pedirle que asista con su familia a nuestras reuniones’.
“‘No. Estoy muy ocupado’, fue la respuesta desdeñosa.
Nunca levantó la vista. Tom le dio las gracias por escuchar
y se fue. La familia se mudó sin que Harold asistiera nunca
a las reuniones.
“Años después, un tal hermano Gallacher llamó por
teléfono a la oficina del élder Thomas S. Monson y pidió
una cita para verlo.
“‘Pregúntele si se llama Harold G. Gallacher’, le dijo el
élder Monson a su secretaria, ‘y si vivía en Vissing Place,
casa Nº 55, y tenía una hija llamada Sharon’. Cuando la
secretaria así lo hizo, Harold se sorprendió de que el élder
Monson recordara tales detalles. Cuando los dos se vieron
al poco tiempo, se abrazaron. Harold dijo: ‘He venido a
pedir disculpas por no levantarme de la silla ni dejarle
pasar aquel día de verano hace tantos años’. El élder
Monson le preguntó si estaba activo en la Iglesia. Con una
sonrisa irónica, Harold respondió: ‘Ahora soy el segundo
consejero del obispado de mi barrio. Su invitación a ir a
capilla y mi respuesta negativa me atormentaron tanto
que tomé la determinación de hacer algo al respecto’”5.
Las elecciones diarias tienen consecuencias eternas
Pensar en nuestro pan de cada día nos mantiene al
tanto de los detalles de nuestra vida, de la importancia de
las pequeñas cosas que ocupan nuestros días. La experiencia enseña que en un matrimonio, por ejemplo, un
flujo constante de gentileza, ayuda y atención sencillas
hacen mucho más para mantener vivo el amor y alimentar
la relación que un gesto ocasional y ostentoso. Eso no
quiere decir, hermanos casados, que a su esposa no le
gustaría algún artículo nuevo y hermoso para vestir o de
vez en cuando algún otro regalo que exprese, con signos
de exclamación, lo que sientan por ella (por supuesto,
dentro de los parámetros de su reducido presupuesto). Es
que una expresión constante y diaria de afecto, tanto en
palabras como en acciones, es más significativa a largo
plazo.
Asimismo, en las decisiones diarias podemos evitar que
ciertas influencias insidiosas entren en nuestra vida y se
alojen en nosotros. En una conversación informal que el
élder Neal A. Maxwell y yo tuvimos hace algunos años con
un líder del sacerdocio en una conferencia de estaca, notamos que uno puede evitar la mayoría de la pornografía
e imágenes pornográficas con sólo tomar buenas decisiones. En general, es una cuestión de autodisciplina no ir
adonde probablemente haya pornografía, físicamente o
en el ciberespacio. Reconocimos, no obstante, que debido
a que lamentablemente la pornografía es tan penetrante,
ésta podría asaltar casi por sorpresa a una persona que
esté ocupada en sus propios asuntos. “Sí”, observó el
élder Maxwell, “pero puede rechazarla inmediatamente.
Él no tiene que invitarla a entrar y ofrecerle un asiento”.
Así es con otras influencias y hábitos (la apariencia desali-
Procurar la ayuda del Señor al servir a otros
Recuerden que no sólo debemos pensar en nosotros
cuando buscamos una medida diaria de pan divino. Si
hemos de llegar a ser más como el Maestro, Aquél que
vino no “para ser servido, sino para servir” (Marcos
10:45), buscaremos Su ayuda al estar al servicio de nuestro prójimo día a día.
El presidente Thomas S. Monson vive este principio
mejor que nadie que yo conozca. En su corazón siempre
hay una oración para que Dios le revele las necesidades y
los medios para ayudar a las personas a su alrededor en
cualquier día o momento del día. Un ejemplo del tiempo
cuando era obispo ilustra el hecho de que incluso un poco
de esfuerzo puede, con la ayuda del Espíritu, producir
mucho fruto. Cito de la biografía del presidente Monson,
To the rescue [Al rescate]:
“Uno a quien [el presidente Monson] ayudó fue Harold
Gallacher. Su esposa e hijos estaban activos en la Iglesia,
pero Harold no. Su hija Sharon le había preguntado al
obispo Monson si podría ‘hacer algo’ para traer a su padre
de vuelta a la actividad. Como obispo, sintió un día la inspiración de visitar a Harold. Era un día caluroso de verano
cuando llamó a la puerta de Harold, que tenía una parte
de tela metálica. El obispo podía ver a Harold sentado en
su silla, fumando un cigarrillo y leyendo el periódico.
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ñada, el descuido en la conducta, el lenguaje abusivo y
profano, la crítica cruel, la postergación, etc.), nuestra
atención cada día para evitar los inicios de tales cosas,
puede protegernos de despertar algún día futuro y darnos
cuenta de que, debido a la falta de atención, algún mal o
debilidad ha echado raíces en nuestra alma.
En realidad, no hay muchas cosas en un día que sean
totalmente insignificantes. Incluso lo mundano y repetitivo puede ser pequeño, pero ladrillos significativos que con
el tiempo, establecen la disciplina, el carácter y el orden
necesarios para realizar nuestros planes y sueños. Por lo
tanto, al pedir en oración su pan de cada día, consideren
atentamente sus necesidades, tanto lo que les pueda faltar como contra lo que deban protegerse. Al retirarse a
dormir, piensen en los éxitos y fracasos del día y en lo que
hará que el día siguiente sea un poco mejor. Y agradezcan
a su Padre Celestial el maná que Él ha puesto en su camino que les ha sostenido durante el día. Sus reflexiones
aumentarán su fe en Él al ver Su mano ayudándoles a sobrellevar algunas cosas y a cambiar otras; podrán regocijarse en un día más, un paso más hacia la vida eterna.
“Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá
sed jamás…
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene
vida eterna.
“Yo soy el pan de vida.
“Vuestros padres comieron el maná en el desierto y
están muertos.
“Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que
de él coma no muera.
“Yo soy el pan vivo que ha descendido del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que
yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”
(Juan 6:35, 47–51).
Les doy mi testimonio de la viva realidad del Pan de Vida, Jesucristo, y del infinito poder y alcance de Su expiación. A final de cuentas, es Su expiación, Su gracia, lo que
es nuestro pan de cada día. Debemos acudir a Él diariamente, para hacer Su voluntad cada día, para llegar a ser
uno con Él, así como Él es uno con el Padre (véase Juan
17:20–23). Los bendigo para que a medida que se lo pidan, su Padre Celestial les dé el pan de cada día, en el
nombre de Jesucristo. Amén.
Jesucristo es el Pan de Vida
Por encima de todo, recuerden que tenemos a Aquél
de quién el maná fue un ejemplo y un símbolo, el mismo
Pan de Vida, el Redentor.
Notas
1. Marcus Luttrell con Patrick Robinson, Lone Survivor: The Eyewitness Account of Operation Redwing and the Lost Heroes of
SEAL Team 10, 2007, pág. 124.
2. Véase N. Eldon Tanner, “Lo haré hoy”, Liahona, marzo de 2003, págs. 27–28.
3. Véase David A. Bednar, “Más diligentes y atentos en el hogar”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 19–20.
4. Véase Ezra Taft Benson, “Un gran cambio de corazón”, Liahona, marzo de 1990, pág. 7.
5. Véase Heidi S. Swinton, To the Rescue: The Biography of Thomas S. Monson, 2010, págs. 160–161.
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Nosotros fuimos la generación más grandiosa
ÉLDER L. TOM PERRY
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Charla fogonera del SEI para jóvenes adultos • 6 de marzo de 2011 • Universidad Brigham Young
sado por todos los cambios; hemos adquirido experiencia
al obtener conocimiento de algunos de los fundamentos
básicos que todavía son de gran valor y constituyen un
cimiento sobre el cual edificar; mientras que ustedes sólo
pueden leer al respecto. Quiero hablarles de algunos de
esos fundamentos que nunca se deben desechar ni descartar.
Siempre me siento intimidado
cuando me levanto y veo a este
hermoso y apuesto grupo de jóvenes adultos. Es aún más inquietante
saber que hay decenas de millares
de ustedes reunidos en congregaciones alrededor del mundo.
Hagan que su generación sea la más grandiosa
Ustedes son el futuro de la Iglesia
Hace unos años un autor muy conocido describió a algunos de los hombres y mujeres de mi época como “la
generación más grandiosa”. El autor, Tom Brokaw, explicó:
“Esos hombres y mujeres llegaron a ser adultos durante la Gran Depresión, cuando la desesperación económica
azotaba la tierra como una plaga. Habían visto a sus padres perder sus negocios, sus granjas, sus empleos, sus
esperanzas. Habían aprendido a aceptar un futuro que se
desplegaba día a día. Entonces, justo cuando un destello
de recuperación económica empezaba a asomarse, estalló
la guerra en Europa y en Asia. Esa generación fue convocada a las armas y se le dijo que se entrenara para la guerra. Dejaron sus haciendas…, sus empleos en la ciudad…,
su lugar en las líneas de ensamblaje… y sus posiciones en
Wall Street; abandonaron los estudios o pasaron directamente de la toga y el birrete al uniforme militar…
“Empezaron tarde y con grandes reveses, pero no protestaron. En esa época de su vida en la que los días y las
noches debían estar llenos de aventuras inocentes, amor y
lecciones del mundo cotidiano; peleaban, a menudo mano
a mano, en las condiciones más primitivas… Surcaban los
aires todos los días, cielos llenos de terror, y zarpaban al
mar sobre aguas hostiles muy lejos de las costas de su
patria…
“Cuando terminó la guerra, los hombres y las mujeres
que habían participado… se unieron en breves y gozosas
celebraciones, y luego empezaron inmediatamente a reconstruir su vida y el mundo que querían tener. Eran maduros para su edad, fortalecidos por lo que habían pasado, disciplinados por su… capacitación y sacrificios. Se
casaron en números sin precedentes y engendraron otra…
generación… Permanecieron fieles a sus valores de responsabilidad personal, deber, honor y fe”1.
Cuando yo tenía la edad de ustedes, tenía sus mismos
anhelos. Esperábamos con ilusión el romance, los estudios, la vida profesional y el matrimonio. En vez de eso,
nos llamaron y nos enviaron a los cuatro rincones de la
tierra a participar en una guerra terrible para proteger
nuestros derechos básicos de disfrutar de la libertad de
pensar, actuar, congregarnos y gobernar amparados por la
ley. Nuestro servicio no era sólo para nosotros, era una
Con el rápido correr de los años, recordarán esta época
como uno de los periodos más emocionantes de su vida.
Tengo gran confianza en los jóvenes adultos de la Iglesia.
Cuando me preparaba para presidir en el Área Europa
Central, recibí una de las revelaciones más claras que
jamás he recibido.
Una noche de insomnio, recibí la impresión de que los
jóvenes adultos eran el futuro de la Iglesia en Europa y
que debía concentrarme en ellos, y eso terminó siendo
uno de los periodos más gratificantes de mi largo ministerio. En los últimos años se han obtenido algunos resultados muy satisfactorios al haber escuchado las ideas y las
preocupaciones de ustedes.
Juntos hemos aprendido a ayudarles a traer muchos
amigos a adorar junto con ustedes. He visto el ferviente
poder espiritual de los jóvenes adultos de la Iglesia; conozco su capacidad; he visto cómo se fortalecen unos a
otros y traen a sus amistades al conocimiento del evangelio restaurado de Jesucristo.
Ustedes son jóvenes y yo soy viejo. Nos separan muchos años. Cuando yo tenía la edad de ustedes usaba una
regla para sacar mis cálculos en la clase de contabilidad.
Les voy a dar una demostración de cómo funciona. Yo
hablo a un ritmo de 140 palabras por minuto cuando doy
un discurso. Si muevo la parte deslizante de la regla hasta
el número de palabras que hablo, veo cuánto durará mi
discurso. Para mí esto es mucho más rápido que una calculadora moderna. Pero para estar a la par de la mente
brillante de ustedes, para casi todos los cálculos he tenido
que mantenerme al día con los aparatos modernos.
Para estar al ritmo de ustedes, he tenido que hacer
muchos cambios con el fin de seguir de cerca a la tecnología de vanguardia. He aprendido a usar el comptómetro,
una tarjeta perforada 1401, una computadora con almacenaje de disco 360, una computadora portátil y una de
mano, un Blackberry, un iPod, un iPhone y ahora tengo un
iPad. A esos agréguenle Facebook, Twitter, blogs y YouTube. ¡Consideren lo que significa para un anciano de 88
años tratar de mantenerse a la par de ustedes!
Qué prueba tan grande es para mi generación observar
y tratar de vivir con lo que ustedes están desarrollando.
Pero nosotros les llevamos una ventaja, pues hemos pa6
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contribución a las generaciones venideras. Seguimos adelante de buena gana, y se requirió gran valor para ello.
Aunque no me adjudico el título sólo a mí, soy uno de
los sobrevivientes de la denominada “generación más
grandiosa”. Al mirar al futuro, y al mirar al futuro de ustedes, ruego que den un paso hacia adelante y asuman sus
responsabilidades de preservar el noble legado de nuestro
pasado. Ruego que en un día futuro a ustedes se les conozca como “la generación más grandiosa”.
La guerra de ustedes será muy diferente. Soy muy
consciente de que sus desafíos serán mucho mayores que
los nuestros. Nosotros sabíamos quién era el enemigo en
el campo de batalla porque nos disparaba. Hoy el enemigo
es mucho más siniestro, pues no siempre nos da una batalla frontal, sino que se esconde en casi todo aparato conocido por el hombre. Su plan es sembrar una idea malévola
acá y un mal pensamiento allá y así alejarnos de las virtudes que nos ha enseñado nuestra gloriosa historia. Con su
astuto plan, él ha creado maneras de debilitar nuestra fe
cristiana.
Esta noche quiero hablarles del fundamento de la fe
cristiana que se debilita en todo el mundo.
torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta
os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo
de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la
cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un
fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).
Nefi nos recordó: “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de
Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que
nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la
remisión de sus pecados… [y] aquella vida que está en
Cristo… porque la senda verdadera consiste en creer en
Cristo” (2 Nefi 25:26–28).
¿Tenemos un fundamento para apoyar esa afirmación?
Los símbolos del sacrificio de Cristo han perdurado a través de todas las épocas
El hecho mejor grabado de toda la historia es el relato
de la misión de nuestro Señor y Salvador en la tierra, la
cual se profetizó desde los inicios de la era del hombre en
la tierra.
Veamos sólo un ejemplo. En Moisés, capítulo 5, leemos:
“Y sucedió que, después que yo, Dios el Señor, los hube
expulsado, Adán empezó a cultivar la tierra, y a ejercer
dominio sobre todas las bestias del campo, y a comer su
pan con el sudor de su rostro, como yo, el Señor, le había
mandado; y Eva, su esposa, también se afanaba con él…
“Y Adán y Eva, su esposa, invocaron el nombre del Señor, y oyeron la voz del Señor que les hablaba en dirección
del Jardín de Edén, y no lo vieron, porque se encontraban
excluidos de su presencia.
“Y les dio mandamientos de que adorasen al Señor su
Dios y ofreciesen las primicias de sus rebaños como
ofrenda al Señor. Y Adán fue obediente a los mandamientos del Señor.
“Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo
mandó.
“Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es
lleno de gracia y de verdad.
“Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el
nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el
nombre del Hijo para siempre jamás” (versículos 1, 4–8).
Y así se instituyó en la tierra el sacrificio como ordenanza del Evangelio, para ser practicada y efectuada por la
autoridad del sacerdocio, como símbolo del sacrificio venidero del Hijo del Hombre, quien daría Su vida por los
pecados del mundo.
La ordenanza siempre se disponía de manera tal que
especificara los puntos del sacrificio que haría el Señor
cuando viniera en el meridiano de los tiempos. Para la
ofrenda de la Pascua, por ejemplo, se escogía a un cordero macho de un año, sin mancha ni defecto, se derramaba
la sangre y se tenía cuidado de no romper ningún hueso,
Fortalezcan la fe en el Salvador
Ustedes tienen una función que cumplir en la tarea de
ayudar a los hijos de nuestro Padre en los cielos a regresar
a sus cimientos cristianos mediante el desarrollo de la fe
en el Salvador y en Su camino.
“El Papa Benedicto XVI se lamentó por el debilitamiento de las iglesias de Europa, Australia y los [Estados Unidos. Él dijo:] ‘Ya no hay evidencia de la necesidad de Dios,
y aún menos de Cristo… Las iglesias conocidas como tradicionales parecen estar muriendo’”2.
Nos hemos alejado de la adoración tradicional. Ahora
hay más gente que afirma ser más bien espiritual que
religiosa: si una enseñanza les conviene, la aceptan y llega
a formar parte de su fe; si no, desarrollan su propia fe
hecha por los hombres. Ahora la fe y la espiritualidad se
consideran productos de consumo. El materialismo impera y ha reemplazado a Dios. Debemos alzar la voz en oposición a esas tendencias peligrosas destinadas a destruir la
fe de la humanidad.
En el Libro de Mormón se nos advierte una y otra vez
contra el reemplazo de nuestra confianza en Dios con
cosas que no duran, y se declara que muchos nefitas, en
una época en la que se estaban alejando de la fe, “se volvieron orgullosos, envaneciéndose su corazón por motivo
de sus enormes riquezas; por tanto, se hicieron ricos a sus
propios ojos, y no quisieron hacer caso de las palabras de
[los profetas], para andar rectamente ante Dios” (Alma
45:24).
Mis jóvenes amigos, al ver que la fe cristiana se debilita
en la sociedad, la fe de ustedes debe hacerse aún más
firme y más segura. Helamán declaró: “Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el
diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el
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todo ello simbolizando la forma en que moriría el Salvador.
Me asombra el que la ofrenda del sacrificio haya continuado a través de todas las eras, desde Adán hasta la época del Salvador. Aunque la humanidad pasó por muchos
periodos de apostasía, permaneció clara en la mente de
ellos la esperanza de que el Señor expiaría los pecados de
la humanidad mediante Su Hijo Unigénito y de que la sangre expiatoria [de Jesucristo] haría posible la inmortalidad.
En general, la práctica de ofrecer sacrificios terminó
cuando el Salvador vino a la tierra, y se instituyó la Santa
Cena para recordar a Sus seguidores que Él había venido y
había realizado Su ministerio terrenal. En Lucas 22:19–20
leemos:
“Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo
partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
“Asimismo, tomó también la copa, después que hubo
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi
sangre, que por vosotros se derrama”.
Una vez más, me asombra que este recordatorio haya
perdurado como práctica de muchas formas y maneras,
aun a través de los oscuros periodos de apostasía, a lo
largo de las generaciones hasta el tiempo de la restauración del Evangelio, cuando de nuevo estuvo el poder del
sacerdocio en la tierra para efectuar la ordenanza sagrada
y salvadora.
En todos los periodos de la historia escrita, hallamos el
constante recordatorio de la misión de nuestro Salvador.
Él vino a la tierra como alguien que tenía doble nacionalidad, una de Dios y una de los hombres. Así, Él podía realizar Su grande y ennoblecedor sacrificio por todos nosotros
mediante Su expiación. ¿Podría haber pruebas más firmes
que el estudiar las doctrinas de todas las épocas de que Él
es Jesús el Cristo, el Salvador del mundo? Él nos ha dado
Su evangelio para guiarnos y dirigirnos en nuestra estadía
terrenal.
mundo respondan al llamado y vengan a probar el fruto
del árbol, encuentren que es sano y bueno”3.
El gran mensaje que llevamos al mundo es que el
evangelio de nuestro Señor y Salvador se ha restaurado de
nuevo en la tierra. Su Iglesia está otra vez en la tierra con
el poder y la gloria del Santo Sacerdocio.
A los que son ordenados se les da el poder de actuar
por Él como agentes Suyos para traer las doctrinas, las
ordenanzas, los principios y los poderes para atar en la
tierra como se hará en los cielos. Ésta es la Iglesia del Salvador. Él dirige los asuntos de Su Iglesia a través de Sus
profetas escogidos. Los profetas, a su vez, enseñan el
Evangelio a los demás y testifican que Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Esta época es la dispensación del
cumplimiento de los tiempos de la que han hablado los
profetas desde el principio del tiempo; es la época del
cumplimiento de todo lo que se ha registrado, tal como lo
han dicho los profetas del Señor y como se ha grabado en
las Santas Escrituras. Ésta no es una iglesia nueva, sino
una iglesia restaurada al mundo en este día.
Ustedes son la generación que el Señor ha guardado
para estos días. Salieron de las aguas del bautismo con un
convenio y una promesa al Señor de representarlo al ayudar a la gente a desechar sus caminos mundanales y a
regresar a las bendiciones que se nos prometieron si le
seguimos y vivimos Su evangelio. Pueden ayudar a los
hijos de su Padre Celestial a regresar a la fe cristiana y a
tener fe en Él y regresar a Su camino.
Lo que ustedes pueden hacer
Quizá se pregunten: “¿Qué puedo hacer?”. Hace unos
meses, en un discurso en la reunión sacramental, nuestro
presidente de estaca sugirió cuatro cosas que podemos
hacer para traer a los demás de regreso:
Primero: La oración diaria. Me gusta lo que dice el Bible Dictionary: “En cuanto aprendemos la verdadera relación que tenemos con Dios (o sea, que Dios es nuestro
Padre y nosotros somos Sus hijos), entonces la oración se
vuelve natural e instintiva de nuestra parte (Mateo 7:7–
11). Muchas de las llamadas dificultades con la oración
surgen porque olvidamos esa relación. La oración es el
acto mediante el cual llegan a concordar la voluntad del
Padre y la de Sus hijos. La finalidad de la oración no es
cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y
para otras personas las bendiciones que Dios ya está dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de
recibirlas. Se requiere algo de trabajo o esfuerzo de nuestra parte para obtener las bendiciones. La oración es una
forma de trabajo, y es el medio señalado para obtener la
mayor de todas las bendiciones”4.
El presidente Thomas S. Monson dijo:
“A los que están al alcance de mi voz y que estén pasando desafíos y dificultades grandes y pequeñas, la oración brinda fortaleza espiritual… La oración es el medio
por el cual nos acercamos a nuestro Padre Celestial, que
nos ama. Hablen con él en oración y después escuchen
para recibir la respuesta. Los milagros se llevan a cabo por
medio de la oración…
Muestren al mundo la veracidad del evangelio de
Jesucristo
El presidente David O. McKay dijo:
“La responsabilidad de demostrar al mundo que el
evangelio de Jesucristo resolverá sus problemas descansa
en los hombres que lo afirman… Yo creo… que todo problema del mundo se puede resolver mediante la obediencia a los principios del evangelio de Jesucristo…
“La solución a los grandes problemas del mundo se
halla aquí, en la Iglesia de Jesucristo. Se han hecho amplias previsiones no sólo para las necesidades individuales,
sino también para las naciones y los grupos de naciones…
Reconozco que parece que nos adjudicáramos una sabiduría superior, pero no es así. Es sólo la aplicación del plan
de Dios a los problemas del mundo. Ustedes que poseen
el sacerdocio tienen más responsabilidad hoy de la que
jamás ha tenido la Iglesia, ya que viven en este momento
creativo de la historia del mundo. Y repito: si afirmamos
tener la verdad, todo Santo de los Últimos Días queda
obligado a vivir de tal forma que cuando los pueblos del
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“Recuerden orar con fervor”5.
Hagan sus oraciones diarias y ayuden a otros a regresar
a su fe cristiana alentándoles a arrodillarse y orar a Dios.
Segundo: El estudio diario de las Escrituras. ¿Existe
algún testigo más firme de Jesucristo que los testimonios
que hallamos en el Libro de Mormón? 233 de los 239 capítulos mencionan al Salvador. ¿No es asombroso?
Asegúrense de estudiar a diario las Escrituras, luego
ayuden a otros a regresar a su fe cristiana alentándoles a
estudiar también las Escrituras diariamente.
Tercero: Ser dignos de ir al templo. Algunos de ustedes
han ido al templo y otros no. Conviene entender lo que se
requiere para obtener una recomendación. Entendemos
claramente el proceso por el cual acudimos a un juez en
Israel y le confirmamos que somos dignos de tener una
recomendación para el templo vigente, y luego vivimos las
normas requeridas para poseer esa recomendación.
Vivan de tal forma que su ejemplo recto ilustre la forma de vivir para ser dignos de merecer las bendiciones del
templo.
Cuarto: Actos diarios de servicio. Recuerden las palabras del rey Benjamín: “Y he aquí, os digo estas cosas para
que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os
halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al
servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17). El Señor literalmente contesta nuestras oraciones mediante el servicio
que damos a los demás.
Sean un ejemplo del servicio cristiano y ayuden a otros
a regresar a su fe cristiana alentándoles a salir y servir a
sus semejantes.
sufrido daños considerables. Un grupo nos ofrecimos para
reparar y revocar esas capillas durante nuestro tiempo
libre a fin de que volvieran a usarlas en sus servicios cristianos.
“No entendíamos el idioma. Todo lo que podíamos
hacer era el trabajo de reparación. Buscamos a los clérigos
que no habían podido ministrar durante la guerra y les
instamos a volver al púlpito. Fue magnífico verles experimentar de nuevo la libertad de practicar sus creencias
cristianas.
“Lo que ocurrió cuando nos íbamos de Nagasaki para
volver a casa no lo olvidaré jamás. Cuando subíamos al
tren que nos llevaría a los barcos, muchos de los otros
marines comenzaron a hacernos burla. Se despedían de
las novias que habían hecho y se reían de nosotros diciendo que nos habíamos perdido el pasarlo bien en Japón por
haber perdido el tiempo reparando paredes.
“Mientras se mofaban de nosotros, aparecieron por
detrás de una pequeña subida que había cerca de la estación unos doscientos cristianos de las iglesias que habíamos reconstruido, y cantaban ‘Con valor marchemos’. Nos
llenaron de regalos y se quedaron junto al ferrocarril; y,
cuando el tren se puso en marcha, ellos y nosotros estiramos las manos y nos tocamos los dedos en despedida.
No podíamos hablar, ahogados por la emoción, agradecidos por haber podido ayudar un poco a restablecer el
cristianismo en un país después de la guerra”6.
Elévense a un nuevo nivel de compromiso
Sé que Dios vive. Sé que todos somos Sus hijos y que Él
nos ama. Sé que Él envió a Su Hijo al mundo para que
fuese el sacrificio expiatorio por todo el género humano; y
los que acepten Su Evangelio y le sigan tendrán la vida
eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios. Sé
que Él dirigió la restauración del Evangelio de nuevo sobre
la tierra mediante el ministerio del profeta José Smith. Sé
que la única alegría y felicidad duraderas que tendremos
durante nuestra experiencia terrenal la hallaremos al seguir al Salvador, al obedecer Su ley y guardar Sus mandamientos.
Esta noche, mis jóvenes amigos, les extiendo el reto de
elevarse a un nuevo nivel de compromiso para llegar a ser
“la generación más grandiosa”, al ayudar a los hijos de
nuestro Padre Celestial a regresar a la fe cristiana y al firme fundamento religioso tan necesario para disfrutar de
paz mental y verdadera felicidad en este periodo de probación terrenal.
Que el Señor les bendiga con valor, audacia, entusiasmo y el deseo de restaurar de nuevo la fe en el evangelio
de nuestro Señor y Salvador. Él vive. Éste es mi testimonio
para ustedes en Su santo nombre; en el nombre de Jesucristo. Amén.
“Con valor marchemos”
Cuando yo tenía la edad de ustedes, tuve una experiencia que me ayudó a entender la importancia del servicio. Hace diez años se relató esa experiencia en el video
Testigos Especiales de Cristo. Esta noche quiero compartirla con ustedes de nuevo:
“Hubo un suceso en mi vida que a menudo me ha recordado el regocijo que se desprende del preguntarse:
‘¿Qué haría el Salvador en esta situación?’.
“Llegué con los primeros infantes de marina que arribaron a las costas de Japón tras firmarse el tratado de paz
al fin de la Segunda Guerra Mundial. El entrar en la devastada ciudad de Nagasaki fue una de las experiencias más
tristes de mi vida. Gran parte de ella estaba totalmente
destruida. Todavía había muertos sin enterrar. Como tropas de ocupación, y establecido el cuartel general, nos
pusimos a trabajar.
“La situación era deprimente y algunos deseamos
hacer algo más, por lo que pedimos permiso al capellán de
división para reconstruir las capillas cristianas. Debido a
las restricciones existentes durante la guerra, esas iglesias
casi habían dejado de funcionar y sus edificios habían
Notas
1. Tom Brokaw, The Greatest Generation, 1998, págs. xix–xx.
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2. Noelle Knox, “Religion Takes a Back Seat in Western Europe”, USA Today, 11 de agosto de 2005,
http://www.usatoday.com/news/world/2005-08-10-europe-religion-cover_x.htm.
3. David O. McKay, Gospel Ideals, 1953, pág. 5.
4. Bible Dictionary, “Prayer” [Oración].
5. Thomas S. Monson, “Sé lo mejor que puedas ser”, Liahona, mayo de 2009, págs. 68–69.
6. L. Tom Perry, transcrito de Testigos Especiales de Cristo, DVD, 2003.
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Llegar a saber y conocer
ROSEMARY M. WIXOM
Presidenta General de la Primaria
Charla fogonera del SEI para jóvenes adultos • 1 de mayo de 2011 • Universidad del Estado de Utah
Mi testimonio empezó a crecer. Aprendí que defender mis
normas era una decisión que debía tomar yo, como también lo era esforzarme académica y espiritualmente.
¿Quién era yo en realidad? Durante esos años, a veces
me sentí derrotada y fracasada, y alguna que otra vez
saboreé la esperanza y el éxito. Fue un duro proceso pasar
de añorar amargamente mi casa —sí, amargamente— a
disfrutar ampliamente de la independencia. Era como
Ammón y sus hermanos, quienes experimentaron a la vez
“congojas… aflicciones… [e] incomprensible gozo” (Alma
28:8). Ahora me doy cuenta de que precisaba abandonar
la comodidad de mi hogar para progresar y aprender estas
lecciones de la vida. No es de extrañar que este valle Cache, esta universidad y este campus me parezcan tan
hermosos; ya que fue aquí donde comencé a conocerme a
mí misma, y en el proceso de llegar a conocerme, empecé
a conocer al Salvador. Y ustedes, ¿qué cosas han llegado a
saber en la vida y dónde las han aprendido?
Es acerca del proceso de “llegar a conocer o saber” que
deseo hablarles esta noche.
Estoy agradecida por estar aquí en
Logan, Utah, en la Universidad del
Estado de Utah. Esta noche, cuando
mi esposo Jack y yo pasamos por el
cañón Sardine de camino a este valle,
en cierta forma me sentía como si
estuviera regresando a casa. Permítanme decirles por qué.
Aquí fue donde empecé a saber y a conocer por
mi propia cuenta
Hace años, en un bello día otoñal, estábamos cargando
el auto familiar con todas nuestras pertenencias, porque
mi hermana gemela y yo íbamos a empezar a asistir a la
universidad y mi madre nos iba a traer a Logan en el auto
para que estudiáramos aquí en la Universidad del Estado
de Utah. Habíamos visto fotografías de este hermoso
campus. En algunas de ellas se veían árboles que crecían
inclinados. Nos dijeron que no hay mucho viento en Logan, que los árboles crecen así por naturaleza, así que
estábamos muy entusiasmadas. Metimos en el auto toda
la ropa y los zapatos que teníamos, y lo atestamos de comida hasta que quedó literalmente repleto. Apenas podíamos ver por las ventanas. Yo sentía como si tuviera mariposas en el estómago a media que llegábamos al valle.
Nos aguardaba una gran aventura.
Uno podía percibir en el campus el entusiasmo de los
estudiantes que descargaban sus pertenencias de los autos y las llevaban a sus habitaciones y apartamentos. Ésa
era la primera vez que mi hermana y yo íbamos a vivir
fuera de casa y nos sentíamos adultas mientras colgábamos la ropa en el armario y organizábamos nuestro cuarto. Teníamos dos carteles en la pared. En uno decía:
“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en
tu propia prudencia” (Proverbios 3:5). En el otro, que nos
había dado nuestro hermano mayor, decía: “Los labios
que prueben licor jamás probarán los míos”.
Una vez vaciado el auto, mi hermana y yo estábamos
en la acera que está enfrente de Moen Hall, con las últimas cosas que habían quedado en el asiento trasero. Allí,
sosteniendo unos frascos de duraznos envasados, nos
despedimos de nuestra madre. Al perder de vista el auto,
nos percatamos de nuestra realidad. Nos miramos la una a
la otra y con lágrimas rodándonos por las mejillas nos
dijimos: “¿Qué hemos hecho? ¿En qué estábamos pensando? ¿Cómo es posible que lo que antes pensábamos
que era una aventura ahora nos parezca tan aterrador e
intimidante?”. No tenía idea de que en los años siguientes, en este campus, yo tomaría decisiones que definirían
el resto de mi vida. Aquí fue donde descubrí que tenía mis
propias creencias y tuve que defender mi fe. Hice amistades perdurables. Mis oraciones se volvieron más sinceras.
Encuentren un sitio donde puedan llegar a conocerse a ustedes mismos
Al partir de la presencia de nuestro Padre Celestial y de
nuestro cómodo hogar en la existencia preterrenal para
venir a esta tierra, vinimos preparados para aprender y ser
probados; pero una vez aquí en la tierra, quizás pensemos: “¿Qué hemos hecho?”. Estamos siguiendo un camino; estamos viviendo el plan de nuestro Padre Celestial: el
plan de salvación, la plenitud de este Evangelio. ¡Y es un
plan de felicidad! José Smith dijo que el plan de salvación
es “uno de los mejores dones que del cielo ha venido al
género humano”1.
La experiencia de la vida terrenal que antes pensábamos que era una aventura, en ocasiones puede resultar
aterradora e intimidante y ¡absolutamente ardua! El velo
nos impide recordar lo que una vez sabíamos. Ahora andamos por fe, pero lo hacemos con el conocimiento de
que, con la ayuda del Señor, podemos llegar a saber lo
que una vez sabíamos. Nuestro Padre Celestial nos ama
muchísimo. Fuimos creados no sólo con el propósito de
regresar a Él, sino de llegar a ser como Él. Ahora estamos
aprendiendo nuevamente lo bien que lo conocíamos.
Brigham Young dijo: “Todos ustedes conocen bien a Dios,
nuestro Padre Celestial… pues no hay ningún alma que no
haya vivido con Él en Su morada año tras año [en la existencia preterrenal]; y aunque ahora se esfuercen [en esta
tierra] por conocerle, la verdad es que han olvidado lo que
ya sabían”2.
Lo conocíamos allá, pero sólo si nos esforzamos lo llegaremos a conocer aquí. No estamos solos en la búsqueda, pues Él declaró: “Estaré a vuestra diestra y a vuestra
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siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis
ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros” (D. y C.
84:88).
Alma llegó a conocer al Salvador y luego enseñó al
pueblo en las aguas de Mormón. Él les predicó “el arrepentimiento y la redención y la fe en el Señor” (Mosíah
18:7). Fue allí donde los del pueblo concertaron un convenio bautismal de “ser testigos de Dios en todo tiempo, y
en todas las cosas y en todo lugar… para que [tuvieran]
vida eterna” (Mosíah 18:9). Crecieron en la fe, aprendieron a observar el día de reposo, a trabajar con sus propias
manos para su sostén y “anduvieron rectamente ante
Dios, ayudándose el uno al otro temporal y espiritualmente” (Mosíah 18:29; véanse los versículos 20–29).
Seguimos leyendo: “Y ahora bien, aconteció que todo
esto se hizo en Mormón, sí, al lado de las aguas de
Mormón, en el bosque inmediato a las aguas de Mormón;
sí, el paraje de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque
de Mormón, ¡cuán hermosos son a los ojos de aquellos
que allí llegaron al conocimiento de su Redentor…!” (Mosíah 18:30).
En estos versículos, ¿por qué se nos conduce a las
aguas de Mormón pasando por entre todo el entorno
circundante? ¿Cómo nos hace sentir esta descripción con
respecto a ese paraje de las aguas de Mormón? Tal vez
debiéramos considerar nuestro entorno y la función que
cumple en nuestra búsqueda de llegar al conocimiento de
nuestro Redentor.
Ahora es el momento. Si aún no lo han hecho, éste es
el momento de buscar el paraje donde puedan llegar al
conocimiento de su Redentor. ¿Dónde están sus aguas de
Mormón? ¿Cuán bello les resulta ese lugar?
A fin de encontrar ese hermoso lugar, tal vez quieran
hacerse estas preguntas.
to, el cual Consolador llena de esperanza y de amor perfecto” (Moroni 8:26).
Mormón estaba describiendo lo que el Salvador describe de esta manera: “…recibirás mi Espíritu, el Espíritu
Santo, sí, el Consolador, que te enseñará las cosas apacibles del reino” (D. y C. 36:2).
En el libro de Alma aprendemos la manera en que los
hijos de Mosíah llegaron a conocer las impresiones del
Espíritu Santo. Dice así:
“Habían escudriñado diligentemente las Escrituras para
conocer la palabra de Dios.
“Mas esto no es todo; se habían dedicado a mucha
oración y ayuno” (Alma 17:2–3).
Entonces salieron a enseñar. Eran jóvenes comunes y
corrientes con un valor extraordinario gracias al Espíritu
Santo y al deseo de conocer la palabra de Dios.
Ammón dijo: “Y mora en mí parte de ese Espíritu, el
cual me da conocimiento, y también poder, de conformidad con mi fe y mis deseos que están en Dios” (Alma
18:35).
El padre de Lamoni sintió el Espíritu por medio de las
enseñanzas de Aarón y dijo: “Daré cuanto poseo; sí, abandonaré mi reino a fin de recibir este gran gozo” (Alma
22:15).
Tanto Lamoni como su padre sintieron las impresiones
del Espíritu Santo cuando se les enseñaba el plan de salvación. En la actualidad, los misioneros, llenos de la inspiración del Espíritu Santo, imparten ese mismo mensaje en
todo el mundo. Pregunto a los que han servido misiones:
¿Recuerdan haber sentido la fuerza del Espíritu cuando se
ponían de pie y testificaban de la veracidad del evangelio
de Jesucristo?
Una misionera dijo de camino al aeropuerto: “Tengo
miedo de regresar a casa. ¿Qué pasará si no siento el Espíritu tan intensamente como en la misión?”.
Le dije: “Si invitas la inspiración del Espíritu Santo a tu
vida y vives digna de recibirla, siempre estará contigo”.
1. Llegar a conocer al Espíritu Santo
Pregunta número 1: ¿Cómo llegaré a conocer las impresiones del Espíritu Santo?
Un adolescente tuvo una experiencia durante su tierna
infancia, cuando tenía menos de tres años. Lo adoptó una
familia miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días, por lo que su entorno cambió de manera drástica. Dejó su anterior hogar en Europa Oriental y
se vino a vivir al este de los Estados Unidos: una tierra con
una familia nueva, un idioma nuevo y sentimientos nuevos. Los domingos, su nueva familia lo llevaba a la guardería de la Iglesia. Fue allí en la capilla, al final del pasillo,
en ese cuarto de la guardería, donde sintió, donde llegó a
conocer una seguridad y un amor que no había sentido
antes. Fue la primera vez que tuvo la experiencia de reconocer realmente el Espíritu. Ahora en su adolescencia, de
vez en cuando recorre aquel pasillo hasta ese mismo cuarto de la guardería para oír los sonidos, ver el lugar y sentir
el Espíritu que una vez sintió allí. Qué bella es esa guardería a los ojos de ese joven que allí llegó al conocimiento de
las impresiones del Espíritu Santo.
Mormón nos dice: “…por motivo de la mansedumbre y
la humildad de corazón viene la visitación del Espíritu San-
2. Llegar a saber de la veracidad del Libro de
Mormón
Pregunta número 2: ¿Cómo puedo llegar a saber que el
Libro de Mormón es verdadero?
En un devocional en BYU–Idaho en junio de 2004, el
élder Clayton M. Christensen, profesor de Administración
de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad de Harvard, habló sobre la decisión que tomó
para averiguar si el Libro de Mormón era verdadero. A
continuación citaré sus palabras en tercera persona. Después de graduarse de BYU, recibió una beca para estudiar
en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y allí fue donde
llegó a la conclusión de que “no sabía si el Libro de
Mormón era verdadero. Hasta ese entonces lo había leído
siete veces y cada vez que lo terminaba, se había arrodillado a orar y le había pedido a Dios que le dijera si era
verdadero, pero no había recibido respuesta alguna. Al
reflexionar en por qué no había recibido una respuesta, se
dio cuenta de que siempre lo había leído por asignación,
bien sea porque se lo habían mandado sus padres, un
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instructor de BYU, su presidente de misión o un maestro
de seminario, y su objetivo había sido terminar el libro. Sin
embargo, esta vez necesitaba desesperadamente saber
por sí mismo si el Libro de Mormón era verdadero. Hasta
ese punto de su vida se había apoyado en la creencia de
muchas de las doctrinas de la Iglesia y por la confianza que
tenía en sus padres, porque él sabía que ellos tenían la
certeza de que era verdadero, y confiaba en ellos. Pero a
su llegada a Oxford, por primera vez en su vida necesitaba
desesperadamente saber si era verdadero ”.
La Universidad de Oxford es una de las más antiguas
del mundo. Él vivía en un edificio que se construyó en
1410; dijo que era “de bella apariencia, [pero] terrible
para vivir en él. Había un pequeño lugar en la pared donde
se había excavado un hueco no muy grande para poner un
calefactor. Él había decidido dedicarse cada noche, de las
11:00 a las 12:00 de la noche, a leer el Libro de Mormón
para averiguar si era verdadero”. Dijo que “dudaba si le
iría a dedicar tanto tiempo, ya que su programa académico de econometría aplicada era muy exigente, y tenía
pensado terminar el programa en dos años, mientras que
la mayoría lo terminaba en tres, y no estaba seguro de
poder dedicar una hora diaria a ese estudio. Pero lo hizo”.
“Comenzó a las 11:00 de la noche, se arrodilló al lado de la
silla y del calefactor y oró en voz alta. Le dijo a Dios cuán
desesperado estaba de saber si ese libro era verdadero, y
le dijo que si Él le revelaba que lo era, entonces estaba
dispuesto a dedicar su vida a edificar Su reino. Le dijo al
Señor que si no era verdadero, también necesitaba saberlo con certeza para entonces dedicar su vida a averiguar
cuál era la verdad. Luego se sentó en la silla y leyó la primera página del Libro de Mormón y cuando terminó de
leerla, se detuvo, pensó en lo que había leído y se preguntó a sí mismo: ‘¿Pudo un charlatán haber escrito esto
con el ánimo de engañar a la gente o fue en realidad escrito por un profeta de Dios? ¿Qué trascendencia tiene esto
para mí?’… Entonces dejó el libro, se arrodilló a orar y
volvió a decirle a Dios en voz alta: ‘Por favor, dime si este
libro es verdadero’. Después volvió a sentarse en la silla,
tomó el libro nuevamente, pasó la hoja y leyó la siguiente
página, se detuvo al final e hizo lo mismo. Y así lo hizo
durante una hora, noche tras noche, en aquel cuarto frío y
húmedo del Queen’s College de Oxford.
“Cuando llegó a los capítulos finales de 2 Nefi, una noche, cuando ofreció su oración, se sentó en la silla y abrió
el libro, de pronto el cuarto se llenó de una sensación
bella, cálida y amorosa que le rodeó, permeó su alma y lo
envolvió con un sentimiento de amor que jamás se imaginó que podría sentir. Y empezó a llorar, y… no… cesó de
hacerlo, pues al mirar a través de las lágrimas las palabras
del Libro de Mormón, veía en esas palabras una verdad
que jamás se imaginó que podría llegar a comprender. Él
vio las glorias de la eternidad y lo que Dios le tenía reservado por ser uno de Sus hijos. No quería dejar de llorar.
Ese espíritu permaneció con él toda la hora; y cuando
oraba y se sentaba con el Libro de Mormón al lado del
[calefactor] cada noche, ese mismo espíritu regresaba y le
cambió el corazón y la vida para siempre”.
Hoy en día, él recuerda el conflicto que vivió al “duda[r] si iría a dedicar una hora diaria, aparte de estudiar
econometría aplicada, para averiguar si el Libro de
Mormón era verdadero”, y dice que “de toda la formación
que ha adquirido, aquél fue el conocimiento más útil que
haya obtenido jamás”.
Ahora le encanta regresar a Oxford. Dice que la “mayoría de la gente que hay allí son alumnos o turistas que
han ido a ver una hermosa universidad”, pero a él le encanta “volver porque es un lugar sagrado y puede ver las
ventanas del cuarto donde vivió”, y pensar: “Ése es el lugar donde descubrí que Jesús es el Cristo, que es mi Redentor viviente y que José Smith fue el profeta de la restauración de la Iglesia verdadera”.
El élder Christensen dijo a los alumnos de BYU–Idaho:
“Algunos de ustedes ya saben por sí mismos que ésta es la
Iglesia de Dios, pero a quienes aún dependan del testimonio de otras personas, les invito a apartar una hora cada
día y averiguar por sí mismos si es verdadera, pues eso les
cambiará el corazón como cambió el mío”3.
En Juan 5:39 leemos: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
El élder Bruce C. Hafen dijo: “Podemos tener la vida
eterna si la deseamos, pero sólo si no hay nada que queramos más”4.
Para llegar a conocer la verdad, hay que esforzarse.
Cuanto mayor sea el esfuerzo que hagamos, mayor será la
recompensa. Moroni dijo: “Y cuando recibáis estas cosas,
quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas
cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera
intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo” (Moroni
10:4).
3. Llegar a conocer el plan de nuestro Padre Celestial
Pregunta número 3: ¿Cómo llegaré a conocer el plan
especial que mi Padre Celestial tiene para mí?
Cada uno de nosotros toma decisiones durante el camino de regreso al Padre Celestial. Su plan es un plan de
felicidad. José Smith dijo: “La felicidad es el objeto y [el]
propósito de nuestra existencia”5. Nuestro Padre Celestial
quiere que sintamos gozo. Cada uno de nosotros está
trazando su propia ruta; somos diferentes; nuestras personalidades, nuestros talentos y atributos físicos y emocionales varían; algunos proceden de Dios; muchos provienen de la disciplina personal. Nuestros deseos pueden
conquistar nuestras debilidades.
He aquí un ejemplo: A una niña de segundo grado se le
diagnosticó una discapacidad de aprendizaje por deficiencia de la memoria visual. El psicólogo de la escuela dijo:
“Dada su incapacidad para recordar y memorizar, siempre
será la última de su clase”. Sus padres decidieron no decirle nada acerca de su discapacidad especial. Por el mero
hecho de querer sacar buenas notas, tuvo que esforzarse
para lograr lo que la mayoría alcanza fácilmente. Estaba
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rodeada de buenos amigos que sacaban buenas notas, lo
cual contribuyó a su motivación. Tardó más en aprender
las tablas de multiplicar en el tercer grado, y las ciudades
capitales de los Estados Unidos en el quinto grado. En la
secundaria se inscribió en clases avanzadas y siguió adelante. Sus horas y horas de estudio eran una prueba de su
dedicación. En la actualidad es enfermera de una unidad
de cuidados intensivos coronarios, ¡y es muy buena! Ella y
su Padre Celestial tenían un plan.
Otro relato: Hace como un año estaba visitando una
clase de las Mujeres Jóvenes y la maestra nos pidió que
anotáramos nuestras diez prioridades en una lista. Yo lo
hice sin demora y confieso que lo primero que me vino a
la mente fue: “Número 1: limpiar el cajón de los lápices de
la cocina”. Al terminar las listas, la líder de las Mujeres
Jóvenes nos pidió a todas que las compartiéramos. Abby,
que recientemente había cumplido 12 años, estaba sentada a mi lado. Ésta fue la lista de Abby:
1. Asistir a la Universidad de Utah.
2. Ser decoradora de espacios interiores.
3. Servir en una misión en la India.
4. Casarme en el templo con un ex misionero.
5. Tener cinco hijos y una casa.
6. Mandar a mis hijos a la misión y a la universidad.
7. Ser una abuelita cariñosa.
8. “Consentir” a los nietos.
9. Aprender más del Evangelio y disfrutar de la vida.
10. Volver a vivir con mi Padre Celestial.
¿Pueden creerlo? Yo digo: “Gracias, Abby, por enseñarme a tener una visión del plan que nuestro Padre Celestial tiene para cada uno de nosotros”. Uno se traza un
plan y lo vive lo mejor que puede. Habrá desvíos, puede
que se caiga un puente, quizás en ocasiones la carretera
esté bloqueada o puede que nos extraviemos y perdamos,
pero podemos volver al camino.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “Si algo no sale
del todo como lo habían planeado, siempre pueden mejorarlo, supérenlo, aprendan de ello” 6. Tal vez piensen que
no hay manera de regresar. El adversario sonríe ante esa
idea. Yo les aseguro que sí hay manera de regresar. El
Salvador dijo: “Mi brazo está extendido todo el día” (2
Nefi 28:32), y también: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y
mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del
hombre” (Moisés 1:39). Me gusta creer que Dios trabaja
aún más arduamente que nosotros para llevarnos a todos
de regreso.
Él espera que hallemos nuestra posición en Su plan y
hagamos todo lo posible por vivirlo mediante la obediencia a los mandamientos y permaneciendo en lugares santos. Si la exaltación es nuestra meta definitiva, nuestro
plan por alcanzarla motivará cada decisión que tomemos.
No caminamos solos. Él nos ama y nos conoce personalmente; Él participa en cada detalle de nuestra vida, y a
veces podemos sentir Su mano sobre nuestro hombro al
andar en el camino.
4. Llegar a conocer al Padre y al Hijo
Número 4: ¿Cómo llegaré a conocer al Padre y a Su
Hijo amado?
El propósito de nuestra existencia es llegar a conocer al
Padre y al Hijo.
Cuando el Salvador oró al Padre, dijo: “Y ésta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Laman y Lemuel “no conocían la manera de proceder
de aquel Dios que los había creado” (1 Nefi 2:12). C. S.
Lewis dijo: “Mientras uno sea orgulloso, no es posible
conocer a Dios”7. El adversario desea que no lleguemos a
conocer a Dios y que estemos abatidos, confusos y rodeados de ruido, distracciones y de todo lo que nos impida
tener esos momentos apacibles cuando buscamos personalmente al Señor. Otro de los instrumentos que utiliza
Satanás es que participemos en cualquier cosa al extremo.
Sólo nosotros podemos apartar el tiempo suficiente para
conocer al Señor.
Cuando somos humildes, sumisos o mansos, nos acercamos a Él. Francis Webster, un pionero de la compañía
de carromatos de Martin de 1856 que anduvo por el desolado camino de Wyoming, dijo en defensa del grupo:
“…todos los que… veníamos tenemos el conocimiento
cierto de que Dios vive porque llegamos a conocerle en
medio de nuestras aflicciones”8.
Llegamos a conocer al Salvador cuando lo invitamos a
nuestra vida. Estamos más deseoso de perdonar y más
dispuestos a servir, cuando Él forma parte de nuestra vida.
Cuando tenemos un corazón abierto y receptivo, llegamos
a ser más como Él. Es entonces cuando descubrimos que
ha estado todo el tiempo con nosotros; tenemos paz; las
pruebas ya no son cargas, sino bendiciones, pues han preparado el camino que nos ha conducido hacia Él.
“Nos gloriamos en las tribulaciones”, dijo Pablo, “sabiendo que la tribulación produce paciencia;
“y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
“y la esperanza no avergüenza, porque el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:3–5).
C. S. Lewis llama “hombres nuevos” a quienes han llegado a conocer a Cristo. Él dijo: “Los hombres nuevos
están esparcidos aquí y allá por todas partes de la tierra…
De vez en cuando nos topamos con ellos. Sus voces y rostros difieren de los nuestros: son más fuertes, más serenos, más felices y más radiantes. Ellos empiezan donde la
mayoría abandonamos… Ellos no atraen la atención hacia
sí mismos. Tendemos a pensar que somos bondadosos
con ellos, cuando en realidad ellos son bondadosos con
nosotros. Nos aman más que los demás, pero nos necesitan menos… Por lo general, parecen disponer de mucho
tiempo, y nos preguntamos de dónde lo sacan…
“…Llegar a ser hombres nuevos implica despojarnos de
lo que ahora llamamos ‘nosotros mismos’ para llegar a
Cristo. Su voluntad debe ser la nuestra, así como también
Sus pensamientos deben ser los nuestros”9.
El proceso de llegar a saber y conocer por nosotros
mismos
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El llegar a conocer al Espíritu Santo, el llegar a saber de
la veracidad del Libro de Mormón, el llegar a conocer el
plan que nuestro Padre Celestial tiene para cada uno de
nosotros y el llegar a conocer al Padre y al Hijo, constituyen un hermoso proceso.
Existe un modelo que se repite en cada deseo de llegar
a conocer. ¿Pueden verlo?
Nefi definió el modelo cuando dijo: “¿No recordáis las
cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros
corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis,
guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro
os serán manifestadas estas cosas?” (1 Nefi 15:11).
¿Perciben el proceso?
Nefi dice que éste incluye:
•Tener un corazón humilde.
•Pedir con fe; solicitar la ayuda del Señor por medio de
la oración.
•Actuar con diligencia para guardar los mandamientos
y hacer la voluntad del Señor.
•Reconocer la mano del Señor; así es cómo se les dará
a conocer. El ver la mano del Señor en su vida, es la confirmación de Su amor. Mientras más reconozcan la mano
de Él en su vida, en mayor medida Él formará parte de
ella. Así es como llegan a conocer al Salvador que una vez
conocieron.
En las aguas de Mormón las personas acrecentaron su
fe por medio de la oración . Mediante la diligencia, actuaron y aprendieron a observar el día de reposo, a trabajar
con sus manos y a servirse el uno al otro mediante la ayuda espiritual y temporal mutua. Los hijos de Mosíah escudriñaron las Escrituras y se entregaron a mucha oración y
ayuno. Ellos pagaron el precio para llegar a saber y conocer.
Me impresionó que el élder Christensen orara en voz
alta y le prometiera al Señor que, si le revelaba la veracidad del Libro de Mormón, él dedicaría su vida a edificar el
reino. Él fue diligente y, gracias al sacrificio que hacía cada
noche, llegó a saber.
Abby elaboró un plan y lo está viviendo con diligencia.
Su meta de volver al hogar del Padre Celestial confirmará
sus decisiones diarias. Ella está llegando a saber que el
Señor tiene un plan para ella.
Llegar a saber y conocer por nosotros mismos es algo
muy personal y podemos experimentarlo muchas veces a
lo largo de la vida. Es el proceso para llegar a recordar lo
que una vez sabíamos. Sepan que ustedes ya lo conocen a
Él, y si alguna vez dudan si Él los conoce, sólo pregunten.
La canción de la Primaria “La oración de un niño” empieza
así: “Padre Celestial, dime ¿estás ahí? ¿Y escuchas siempre
cada oración?”10. ¡Les testifico que sí! ¡Él está ahí y nos
escucha! El Señor nos enseña cuando se lo pedimos.
Arrodíllense y pregunten en voz alta: “¿En verdad soy Tu
hijo o Tu hija? ¿Me amas?”. Y entonces escuchen. El
hecho de preguntar implica humildad; preguntar es un
acto de fe.
Para llegar a saber, a los 14 años, José Smith preguntó
con fe en un hermoso lugar en Nueva York, en el poblado
de Palmyra, en una arboleda sagrada. Él dijo: “Vi a dos
Personajes, los cuales en realidad me hablaron… había
visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no
podía negarlo” (José Smith—Historia 1:25). “Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él,
éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros
damos de él: ¡Que vive!” (D. y C. 76:22).
Junto al sepulcro en Jerusalén, después del día de reposo y cuando empezaba a amanecer el primer día de la
semana, María Magdalena y la otra María fueron recibidas
por dos ángeles en un bello paraje de un jardín. Los ángeles les dijeron:
“No temáis vosotras, porque sabemos que buscáis a
Jesús, el que fue crucificado.
“No está aquí, porque ha resucitado” (véase Mateo
28:1–6, notas al pie de la página 2a, 3a y 5a, referentes a
la Traducción de José Smith).
Al llegar a conocer al Salvador resucitado, Jesucristo,
llegamos a saber que por medio de Su Expiación Él aliviará
todo dolor. Ante toda preocupación Él trae consuelo y
solaz. Él puede llevar nuestras cargas y brindar paz cada
vez que nos sentimos incapaces y cada vez que deseamos
cambiar.
El presidente Ezra Taft Benson dijo: “Cuando crucemos
el velo, nada nos sorprenderá más que el darnos cuenta
de lo bien que conocemos a nuestro Padre y de lo familiar
que nos resulta Su rostro”11. ¡Lo conocemos!
Mis aguas de Mormón están aquí, en la Universidad del
Estado de Utah. Este campus es bello a mis ojos, pues aquí
es donde empecé a llegar a conocer a mi Redentor. Dichosamente soy testigo del Padre Celestial y del Salvador. Por
el poder del Espíritu Santo sé que Ellos viven. Cada uno de
ustedes es de gran valor para Ellos. Ustedes los conocían
bien antes de venir a la tierra. Mientras anden por la senda, manténganse firmes. Les aguarda el abrazo del Padre
Celestial. Los amo y oro por ustedes, Sus hijos. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 217.
2. Brigham Young, véase Sacerdocio Aarónico, Manual 1, 1994, pág. 108.
3. Clayton M. Christensen, “Decisions for Which I’ve Been Grateful” (Devocional de la Universidad Brigham Young–Idaho, 8 de
junio de 2004), http://www.byui.edu/Presentations/Transcripts/Devotionals/2004_06_08_Christensen.htm.
4. Bruce C. Hafen, “La Expiación: Todo por todo” Liahona, mayo de 2004, pág. 98; cursiva en el original.
5. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312.
6. Thomas S. Monson, “Joy in the Journey,” en Awake, Arise, and Come unto Christ: Talks from the 2008 BYU Women’s Conference 2009, pág. 3.
7. C. S. Lewis, Mere Christianity, 1980, pág. 124.
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8. Francis Webster, citado en Gordon B. Hinckley, “Nuestra misión salvadora”, Liahona, enero de 1992, pág. 66.
9. Lewis, Mere Christianity, págs. 223–224.
10. “La oración de un niño”, Canciones para los niños, pág. 6.
11. Ezra Taft Benson, “Jesus Christ—Gifts and Expectations,” in Speeches of the Year, 1974; 1975, pág. 313.
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A los solteros de la Iglesia
KRISTEN M. OAKS
Devocional del SEI para jóvenes adultos • 11 de septiembre de 2011 • Universidad Brigham Young
Esta noche es una ocasión importante para quienes saldrán a
llevar el estandarte de Jesucristo al
mundo en los últimos días. No será
una tarea fácil.
Quisiera empezar con una cita
de la hermana Margaret Nadauld,
y parafrasear sus palabras para
aplicarlas tanto a los hombres
como a las mujeres: “El mundo tiene suficientes hombres
y mujeres que son duros; necesitamos hombres y mujeres
que sean delicados. Hay suficientes hombres y mujeres
que son groseros; necesitamos hombres y mujeres que
sean amables. Hay suficientes hombres y mujeres que son
rudos; necesitamos hombres y mujeres que sean refinados. Hay suficientes hombres y mujeres que tienen fama y
dinero; necesitamos más hombres y mujeres que tengan
fe. Hay suficiente codicia; necesitamos más abnegación.
Hay suficiente vanidad; necesitamos más virtud. Hay suficiente popularidad; necesitamos más pureza”1. Y yo agregaría que ustedes son las personas que abastecerán de
esas virtudes a un mundo que está muy necesitado.
Por causa de que me casé a los 53 años, a veces me
considero una referencia para los adultos solteros. Fui
participante del programa de jóvenes adultos solteros, de
adultos solteros y de adultos solteros mayores. Les tengo
un aprecio especial porque he recorrido algunos de los
senderos que ustedes ahora recorren, he enfrentado algunas de las dudas que ustedes ahora enfrentan, y les
tengo una empatía y un respeto tremendos.
Mi objetivo esta noche es testificarles de las verdades
que aprendí durante mi período de soltería, verdades que
considero eternas, eternas verdades que los protegerán
del desaliento, de la posible apostasía individual y que les
recordarán sus obligaciones ante nuestro Padre Celestial.
Verdad número uno: El Señor nos ama, contesta las
oraciones y, lo que es más importante, se deleita en bendecir a quienes guardan Sus mandamientos, pero lo hace
en Su propio tiempo y a Su propia manera. El Señor está
obligado a cumplir lo que nos promete. Todos tenemos un
origen divino. En la tierra, nacimos en familias y, si guardamos los mandamientos, regresaremos a vivir en familias
eternas. Para lograr esa meta, tenemos que recordar
siempre a Jesucristo y guardar Sus mandamientos. Cada
día es importante para ustedes, porque la forma en que
decidan pasar su tiempo determinará qué clase de persona llegarán a ser. Sean la mejor persona que puedan ser.
Basándome en mi propia experiencia, también les aconsejo que se preocupen más por convertirse en discípulos de
Cristo que por casarse. La luz que emanen atraerá a otros
hacia ustedes —la luz atrae a la luz—, y las bendiciones
que el Padre Celestial les tiene reservadas serán más maravillosas de lo que puedan imaginar. Disfruten este tiem-
po, esta oportunidad de crecer y de conocer su religión, a
fin de que puedan vivir “de una manera feliz” (2 Nefi 5:27;
véase también Alma 50:23), así como los nefitas, y lleguen
a ser un pueblo del convenio. Cuanto más nos entregamos
a las Escrituras, más se nos protege de la tentación, de la
pornografía y de la maldad. Cuanto más asistimos a la
capilla y al templo y servimos en nuestros llamamientos,
más fuertes nos volvemos y más felices llegamos a ser.
Verdad número dos: No nos salvamos de forma aislada. Esta vida no se trata solo de mí. Se nos coloca en la
tierra para bendecir a quienes nos rodean, para que actuemos como agentes de rectitud y, como nos indicará el
élder Oaks, para estar “anhelosamente consagrados a una
causa buena” (D. y C. 58:27) a fin de promover la superación de todos los que nos rodean.
Como serví una misión en Sendai, Japón, quiero contarles un breve relato sobre la reciente catástrofe. Una
hermana japonesa conducía su automóvil cuando sintió el
terremoto y el agua del maremoto engulló el auto. Con
agilidad mental, gracias a que la ventanilla del vehículo
estaba abierta, y por conocer a fondo el terreno, logró
salir del auto y empezó a subir hacia un lugar seguro. Lo
primero que pensó fue: “Sálvate y apúrate”.
Luchando por alcanzar un sitio seguro, divisó otro vehículo que tenía las ventanillas cerradas, selladas por la presión del agua. En su interior distinguió a unos niños pequeñitos y a una abuela que sin duda iban a ahogarse
porque no podían escapar. El instinto natural le apremiaba a que siguiera corriendo si deseaba sobrevivir. No había tiempo. Tenía que salvarse a sí misma. Entonces una voz
le llenó la mente, diciendo: “Eres miembro de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. Volvió la
vista al automóvil, y recordó quién era ella y lo que debía
hacer. Reaccionó sin demora: agarró un escritorio que
flotaba por allí, quebró la ventanilla del auto, sacó a la
familia a un lugar seguro y la ayudó a hallar refugio antes
de seguir rumbo a su propia casa.
Hermanos y hermanas, un maremoto asolador nos envuelve, no de torrenciales aguas asesinas, pero sí uno
igual de peligroso y letal. Vivimos en una sociedad infestada de enseñanzas falsas, ideas mundanas y degradación
moral. Se nos ha enseñado la verdad, y estamos bajo convenio. Es hora de ser valientes. En Mosíah 4:10 se nos
señala que no basta con sólo creer en la verdad sino que
tenemos que actuar de acuerdo con ella para ayudar a
quienes se encuentran en nuestras comunidades y nuestros vecindarios y entre nuestros amigos y familiares, sean
de nuestra religión o no. Las palabras del rey Benjamín
nos amonestan: “…si creéis todas estas cosas, mirad que
las hagáis” (Mosíah 4:10).
Como conversa de esta Iglesia, testifico que con frecuencia nos rodean, sin que lo sepamos, personas con
hambre de escuchar las verdades del Evangelio —como
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fue mi caso—, y las palabras que ustedes digan resultarán
dulces para aquellos a quienes tengan que instruir; sus
palabras tienen la facultad de bendecir y cambiar vidas.
Verdad número tres: Nuestra responsabilidad es llegar
a ser los mejores discípulos de Cristo que nos sea posible.
En cierta ocasión, llena de preocupación y de frustración
por estar soltera y estar aumentando en edad , acudí a un
líder del sacerdocio y le pedí una bendición para fortalecerme. Las palabras pronunciadas en esa bendición me
acompañan hasta este día, y con el paso del tiempo me
parecen cada vez más certeras. Todavía las puedo repetir:
“Si no logras soportar las dificultades y los reveses de la
vida de soltera, nunca podrás sobrellevar las dificultades y
los reveses de la vida de casada”. Allí sentada, estaba algo
perpleja. Aquellas palabras me llamaban a hacer que mi
vida fuera extraordinaria sin importar la situación ni la
dificultad que enfrentase. Si hacía que mi vida de soltera
fuera feliz, ello determinaría la felicidad que sentiría como
mujer casada, y yo quería un futuro feliz. Me di cuenta de
que era capaz no sólo de soportar las cosas difíciles sino
también de ver el lado más positivo en cada situación. Mi
actitud se tornó mucho más positiva. La vida es un desafío, siempre lo será —estemos casados o solteros—, y yo
quería estar a la altura de ese reto. Testifico, porque lo he
vivido en carne propia, que el Señor siempre nos está
preparando para que recibamos más felicidad y bendiciones. Lo único que tenemos que hacer es dar nuestro mejor esfuerzo y confiar en Él de todo corazón.
Verdad número cuatro: Aprendan a distinguir los susurros del Espíritu en la vida. El Espíritu Santo habla con una
“voz suave y apacible” (1 Reyes 19:12; 1 Nefi 17:45; D. y C.
85:6), un susurro que las tradiciones y bulliciosas distracciones del mundo pueden atenuar fácilmente o incluso
silenciar. Como miembros de la Iglesia verdadera, ustedes
tienen exigencias y expectativas únicas.
La elección que tiene un fiel Santo de los Últimos Días
no es sencillamente seguir adelante, tratar de ser feliz y
edificar una vida plena. Como hombres y mujeres del convenio, nuestra meta es seguir adelante y cultivar un testimonio fuerte así como un corazón cariñoso y compasivo
que nos preparen para nuestra función de padres en las
eternidades. Teniendo ese fin en mente, hablo también
sobre algunas de las trampas y posibles piedras de tropiezo en el camino.
Hablando a las hermanas: conozco las frustraciones
que muchas de ustedes sienten debido a que anhelan ser
esposas y madres. A ustedes les digo: no dejen que el
esperar esas bendiciones les agobie. Nunca se enojen ni se
amarguen porque no reciben las bendiciones en el momento en que las desean. Yo desperdicié muchas horas
preocupándome. Nunca desperdicien ni un minuto de
esta preciada vida, prepárense para el futuro, avancen,
estudien, fórmense y prepárense para el oficio o la profesión que les permita mantenerse a ustedes y a su futura
familia.
También les hago una advertencia. En mis días sólo el
seis por ciento de las mujeres no se casaba, y era poco
común que una mujer tuviera un posgrado o que se incor-
porase a la fuerza laboral. Ahora es muy distinto. Un porcentaje mucho más grande de ustedes no se casará mientras vaya a la universidad, y puede que logren posgrados y
que tengan excelentes oportunidades profesionales. Algunas de ustedes seguirán solteras, pero con frecuencia
me entero de que hay jovencitas que desean primero
realizarse en su profesión y recién después convertirse en
esposa y madre.
En esto expreso mi opinión personal. Basándome en mi
propia experiencia, por ser una mujer que tiene un doctorado y que tuvo una extraordinaria carrera profesional en
la que viajó por el mundo, con sinceridad puedo decir que
no importa cuán emocionante o gratificante sea una profesión, ustedes nunca deben sabotear su felicidad eterna
al sacrificar el matrimonio en favor de una oportunidad de
trabajo. Si el amor verdadero llega en un momento que
parezca inoportuno, consideren las consecuencias a largo
plazo y busquen la guía del Espíritu Santo. El matrimonio y
la condición de madre pueden ser tan satisfactorios y maravillosos como ustedes lo determinen. El Señor les preparará la vía para que puedan sopesar sus aspiraciones con
las bendiciones del matrimonio. Los honores del mundo y
el éxito empresarial ofrecen poca retribución cuando se
comparan con el dichoso afecto de la familia y los hijos.
Por otra parte, digo a las que estén en situación de soltería: cuenten con el Señor, disfruten de cada oportunidad
y deléitense en la vida que tienen. Las mujeres nacieron
para cuidar y nutrir, y nos rodean oportunidades para
hacerlo: en nuestros llamamientos eclesiásticos, familias,
vecindarios y comunidades. Disfruten de esas oportunidades.
A los varones les digo: vivimos en un mundo que enseña que los estudios y la estabilidad económica deben anteponerse al matrimonio. El Señor enseña lo contrario. En
el período previo al matrimonio, veo asimismo que muchos de ustedes gustan viajar, jugar videojuegos, salir con
amigos y comer gratis. Hombres, las hermanas necesitan
que ustedes sean lo más valientes posible. Esto es verdad
y deseo que lo escuchen: En el plan del Señor, los que se
casen progresarán a un nivel que nunca han imaginado.
Ésa es una promesa.
Verdad número cinco: Todos los solteros deben mantenerse activos en la Iglesia. Puede que a veces piensen
que en una Iglesia que se centra en la familia no hay un
espacio para ustedes, pero nada es menos cierto que eso.
Cada quien tiene su valor. Nunca se olviden de que el plan
de salvación se aplica plenamente a todos, tanto solteros
como casados. Ustedes no están solos. En palabras de la
hermana Julie Beck: “No luchamos en una guerra en el
cielo para estar solteros eternamente. No nos inscribimos
sólo en una parte del programa. Nos inscribimos en el
plan entero, para hacer convenios, para sellarnos eternamente y para tener posteridad en las eternidades. No
abandonamos los principios verdaderos mientras esperamos nuestras bendiciones”2.
Hermanos y hermanas, no estamos solos en la espera.
El Señor está al tanto de nosotros; nos conoce individualmente; Él no sólo escucha nuestras oraciones sino que
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conoce nuestras angustias, nuestros temores, nuestras
pruebas, nuestros triunfos. Él está a nuestro lado. Basta
con que lo llamemos para que Él esté con nosotros.
Tener fe no significa estar henchido de gozo y convicción en todo momento. Tener fe quiere decir seguir adelante con persistencia y creer que la bendición y el consuelo están por venir, y yo les testifico que sí están por
venir. El Señor desea que nos acerquemos a Él, y en Su
momento y a Su manera, Él se acercará a nosotros.
El Señor los ama tanto que ha enviado a uno de Sus
apóstoles para hablarles esta noche. Les pido que oren
por el élder Oaks. Pidan que puedan entender sus palabras y que las puedan recordar y se percaten de que
hemos entrado en una nueva era; una era en la que nuestro Padre Celestial cuenta con que todos nosotros sepamos en qué creemos y defendamos lo que creemos y actuemos conforme a lo que consideremos sagrado.
Los amo. Sé que somos miembros de la verdadera Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y lo
digo en el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase Margaret D. Nadauld, “El regocijo del ser mujer”, Liahona, enero de 2001, pág. 18.
2. Julie B. Beck, citada en Kristen M. Oaks, A Single Voice, 2008, pág. 33.
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La verdad y la tolerancia
ÉLDER DALLIN H. OAKS
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Devocional del SEI para jóvenes adultos • 11 de septiembre de 2011 • Universidad Brigham Young
buscan la verdad. Reconozco sus obras rectas y sus deseos
justos. Como Apóstol del Señor Jesucristo, procuro ayudarles a tomar decisiones correctas en un mundo que se
polariza más y más entre la fe y la incredulidad, entre el
bien y el mal.
Las impactantes noticias de los últimos dos meses
acerca de robos y engaños a gran escala en las sociedades
civilizadas dan indicios de que hay un vacío moral en el
que muchas personas poseen poco sentido sobre el bien y
el mal. El mes pasado, los masivos disturbios y saqueos en
Inglaterra, y las trampas en los exámenes estatales ampliamente difundidas que hicieron los maestros de primaria y secundaria en Atlanta, Georgia, hacen que muchos se
pregunten si estamos perdiendo el cimiento moral que el
mundo occidental obtuvo de su herencia judeocristiana3.
Mis queridos jóvenes hermanos y
hermanas, Kristen y yo nos sentimos
privilegiados de estar con ustedes en
esta significativa ocasión. Nos hallamos reunidos hoy, 11 de septiembre,
cuando se cumple el décimo aniversario de un suceso que ha afectado profundamente nuestra vida y nuestra
forma de pensar y lo seguirá haciendo
por muchos años más. Es algo relacionado con las Torres
Gemelas.
He sentido la inspiración de hablarles esta noche acerca de otro conjunto de gemelos: los conceptos gemelos de
la Verdad y la Tolerancia. No se han escogido estos temas
porque sean inquietudes exclusivas de los jóvenes adultos; como los son las salidas en pareja, el juntarse para
pasar el rato y el matrimonio; los cuales describí ante esta
audiencia hace unos años. Mi enfoque de la verdad y la
tolerancia les invitará a considerar y enseñar estos dos
temas gemelos porque son vitales para la nueva generación, de la que ustedes son los miembros mayores.
Cuídense del relativismo moral
Está bien que nos preocupemos por nuestro cimiento
moral. Vivimos en un mundo donde cada vez hay más
personas de influencia que enseñan y actúan con la creencia de que no hay un bien y un mal absolutos; que toda
autoridad y toda regla de comportamiento constituyen
decisiones que hace el hombre y que pueden anteponerse
a los mandamientos de Dios. Muchos cuestionan incluso
que hay un Dios.
La filosofía del relativismo moral, que sostiene que cada quien es libre de determinar por sí mismo lo que es
bueno y malo, se está convirtiendo en el credo extraoficial
de muchas personas en los Estados Unidos y en otras naciones occidentales. En su grado extremo, las perversidades que antes se localizaban y ocultaban como una llaga,
ahora se legalizan y exhiben como un estandarte. Persuadidos por esta filosofía, muchos de los de la nueva generación —jóvenes y jóvenes adultos— están atrapados en
los placeres autocomplacientes, las perforaciones y los
tatuajes paganos de las partes del cuerpo, el lenguaje
soez, la vestimenta atrevida, la pornografía, la deshonestidad y la indulgencia sexual degradante.
Existe un alarmante contraste entre las generaciones
jóvenes y las anteriores en cuanto a la creencia fundamental en el bien y el mal. De acuerdo con los datos de
encuestas de hace dos décadas el “79 por ciento de los
estadounidenses adultos [creían] que ‘existen pautas claras sobre lo que es bueno y malo que se aplican a todos
independientemente de la situación’”4. En cambio, un
sondeo más reciente entre estudiantes universitarios indica que “tres cuartas partes piensan que las diferencias
entre el bien y el mal son relativas”5.
Muchos líderes religiosos enseñan la existencia de Dios
como Legislador Supremo, por cuya acción cierto comportamiento es absolutamente correcto y verdadero, mientras que otro comportamiento es absolutamente incorrec-
Creemos en la verdad absoluta
Primero: la verdad. Creemos en la verdad absoluta, lo
que incluye la existencia de Dios y del bien y del mal, como se han establecido en Sus mandamientos. Nosotros
cantamos:
Aunque cielo y tierra dejaran de ser,
la verdad, la esencia de todo vivir,
Seguiría por siempre jamás1.
En palabras del presidente Joseph F. Smith:·“Creemos
en toda la verdad, pese al asunto que se refiera. Ninguna
secta o denominación religiosa del mundo posee un solo
principio de verdad que no aceptemos o que rechacemos.
Estamos dispuestos a recibir toda verdad, sea cual fuere la
fuente de donde provenga, porque la verdad se sostendrá, la verdad perdurará”2.
La existencia y la naturaleza de la verdad es una de las
preguntas fundamentales de la vida mortal. Al gobernador
romano Pilato, Jesús le dijo que Él había venido al mundo
“para dar testimonio de la verdad”. “¿Qué es la verdad?”,
le respondió ese incrédulo (véase Juan 18:37–38). Anteriormente el Salvador había declarado: “Yo soy el camino,
y la verdad y la vida” (Juan 14:6). En la revelación moderna Él declaró: “La verdad es el conocimiento de las cosas
como son, como eran y como han de ser” (D. y C. 93:24).
Mis jóvenes hermanos y hermanas, sabemos que la
existencia de Dios y la existencia de la verdad absoluta son
fundamentales para la vida sobre esta tierra, bien sea que
se crea en ello o no. También sabemos que existe el mal y
que algunas cosas son simple, grave y perpetuamente
incorrectas. Ustedes, a quienes me dirijo, evitan el mal y
20
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to y falso6. Los profetas de la Biblia y El Libro de Mormón
predijeron esta época cuando los hombres serían “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4) y, de
hecho, cuando negarían a Dios ( véase Judas 1:4; 2 Nefi
28:5; Moroni 7:17; D. y C. 29:22).
Ante estas difíciles circunstancias, los que creemos en
Dios y en la consiguiente verdad del bien y del mal absolutos, tenemos el desafío de vivir en un mundo ateo y cada
vez más inmoral. En esta situación, todos nosotros —y en
particular ustedes los de la nueva generación— tenemos
el deber de levantarnos y hablar para afirmar que Dios
existe y que hay verdades absolutas establecidas por Sus
mandamientos. Al actuar así, los Santos de los Últimos
Días nos apoyamos sobre la verdad que cantamos en el
himno que cité anteriormente:
Mas eterno será el pilar de verdad,
Y su firme baluarte jamás caerá,
Para siempre tendrá gran poder7.
Al dirigirme a una audiencia de jóvenes dedicados, sé
que algunos de ustedes estarán preguntándose por qué
estoy hablando de algo que les resulta obvio y que piensan que es obvio para los demás. Recuerden los resultados
de la encuesta que mencioné, que indican que tres cuartas partes de los estudiantes universitarios creen que las
diferencias entre el bien y el mal son relativas.
He escogido hablar sobre la verdad porque los maestros en las escuelas, academias y universidades están enseñando y practicando la moralidad relativa. Esto está
moldeando las actitudes de muchos jóvenes estadounidenses que van ocupando los puestos de maestros de
nuestros hijos y los formadores de actitudes públicas a
través de los medios de comunicación y del entretenimiento popular. Esta filosofía del relativismo moral es una
negación de lo que millones de creyentes cristianos, judíos
y musulmanes sostienen como fundamental, y esa negación genera serios problemas para todos nosotros. Lo que
los creyentes deben hacer al respecto, da pie al segundo
de mis temas gemelos: la tolerancia.
nuestra cultura y valores del Evangelio, y lo que no podemos adoptar. De esta forma, la diversidad incrementa las
probabilidades de conflictos y exige que seamos más
conscientes de la naturaleza de la tolerancia. ¿Qué es la
tolerancia, cuándo se aplica y cuándo no?
Ésta es una interrogante más difícil para los que afirman la existencia de Dios y la verdad absoluta, que para
aquellos que creen en el relativismo moral. Mientras uno
tenga menos fe en Dios y menos valores morales absolutos, menores serán las ocasiones en que las ideas o prácticas de los demás le presente a uno el reto de ser tolerante. Por ejemplo, un ateo no tiene que decidir qué tipos de
obscenidades o blasfemias, y qué ocasiones en las que se
practiquen, pueden tolerarse y cuáles deben confrontarse.
Las personas que no crean en Dios ni en la verdad absoluta en asuntos morales, pueden verse a sí mismas como las
personas más tolerantes. Para ellos, casi cualquier cosa
está bien. “Usted hace sus cosas y yo hago las mías”, es el
argumento popular. Este sistema de creencias puede tolerar casi cualquier conducta y persona. Desafortunadamente, algunos de los que creen en el relativismo moral parecen tener dificultades para tolerar a quienes insisten que
hay un Dios que debe respetarse y ciertas verdades morales absolutas que deben observarse.
Tres verdades absolutas en cuanto a la tolerancia
No diré nada más sobre la tolerancia o la intolerancia
de los no creyentes. Me dirijo a una audiencia de Santos
de los Últimos Días que creen en Dios y en la verdad absoluta. ¿Qué significa la tolerancia para nosotros y para
otros creyentes, y cuáles son nuestros desafíos particulares al ejercerla?
Comenzaré con tres verdades absolutas. Las expreso
en mi condición de Apóstol del Señor Jesucristo, pero creo
que la mayoría de estas ideas las comparten todos los
creyentes.
Primero, ante Dios todas las personas son hermanos y
hermanas y han sido enseñadas en sus diversas religiones
a amar y hacer el bien el uno al otro. El presidente Gordon
B. Hinckley expresó este concepto a los Santos de los
Últimos Días: “Cada uno de nosotros (de diversas denominaciones religiosas) cree en la paternidad de Dios, aunque
podamos diferir en nuestras interpretaciones de Él. Cada
uno de nosotros forma parte de una gran familia, la familia humana, en calidad de hijos e hijas de Dios, por lo tanto, de hermanos y hermanas. Debemos esforzarnos más
por edificar el respeto mutuo y una actitud de indulgencia
con tolerancia del uno por el otro, sin importar las doctrinas y filosofías que podamos sostener”8.
Noten que el presidente Hinckley hablaba sobre el
“respeto mutuo”, así como de tolerancia. Hablando en
BYU una década más tarde, el erudito musulmán, Dr. Alwi
Shibah, de Indonesia, expresó esa idea en estas palabras:
“Tolerar algo es aprender a vivir con eso, aun cuando
piense que es incorrecto y completamente malo… Pienso
que debemos ir más allá de la tolerancia, si hemos de lograr armonía en nuestro mundo”.
La tolerancia
Se define la tolerancia como una actitud amistosa y
justa hacia las opiniones y prácticas poco comunes o hacia
las personas que las sostienen o practican. Tenemos una
mayor necesidad de tolerancia, toda vez que los medios
de transporte y comunicación nos han acercado a todos a
pueblos e ideas diferentes. Cuando yo era un adulto joven, hace 60 años, la mayoría de los estadounidenses sólo
podía enterarse sobre las grandes diferencias entre culturas, valores y pueblos por medio de libros y revistas. Hoy
en día, vemos tales diferencias en la televisión, internet y
muchas veces en relaciones interpersonales directas en
nuestros vecindarios y supermercados.
Esta mayor exposición a la diversidad, por un lado enriquece, y por otro complica nuestra vida. Nos enriquece
el contacto con pueblos diferentes, al recordarnos la maravillosa diversidad de los hijos de Dios. Pero las diferencias en culturas y valores plantean el desafío de identificar
aquello que podemos adoptar que sea congruente con
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Apoyándose en las enseñanzas del Corán, el Dr. Shihab
continuó: “Debemos respetar esa dignidad divina de cada
ser humano, incluso de nuestros enemigos, ya que la meta
de toda relación humana, sea religiosa, social, política o
económica, debe ser la cooperación y el respeto mutuo”9.
La convivencia dentro de un clima de respeto mutuo
hacia las diferencias, es un desafío en el mundo actual. Sin
embargo, y aquí expreso una segunda verdad absoluta, el
vivir con las diferencias es lo que el evangelio de Jesucristo nos enseña que debemos hacer.
Jesús enseñó que el reino de los cielos es semejante a
la levadura (véase Mateo 13:33). La levadura se esconde
en la masa hasta que toda queda leudada, es decir, es
elevada por su influencia. Nuestro Salvador también enseñó que Sus discípulos tendrán aflicción en el mundo,
que sus números y dominios serán pequeños (véase 1 Nefi
14:12) y que serán aborrecidos porque no son del mundo
(véase Juan 17:14). Pero ésa es nuestra función. Somos
llamados a vivir con otros hijos de Dios que no comparten
nuestra fe ni nuestros valores, y que no tienen las obligaciones que hemos asumido por convenio. Así fue que al
término de Su ministerio, Jesús oró al Padre: “No ruego
que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”
(Juan 17:15). Debemos estar en el mundo, pero no ser del
mundo.
Puesto que se manda a los seguidores de Jesucristo a
ser como levadura —que no se les quite del mundo sino
que permanezcan en él—, debemos procurar la tolerancia
de aquellos que nos aborrecen por no ser del mundo.
Como parte de ello, algunas veces tendremos que desafiar
las leyes que afectarían nuestra libertad de practicar nuestra fe, apoyándonos en los derechos constitucionales del
libre ejercicio de la religión. Como lo dijo un abogado que
representa una escuela luterana en un caso que está ahora ante la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, la preocupación principal es “la habilidad que las
personas de todo credo tengan de desarrollar su relación
con Dios y con los demás, sin que el gobierno tenga que
estar vigilándolos”10. Por eso necesitaremos comprensión
y apoyo, incluso de ustedes, cuando tengamos que defender la libertad religiosa.
También debemos practicar la tolerancia y el respeto
hacia los demás. Como enseñó el apóstol Pablo, los cristianos deben “[seguir] lo que conduce a la paz” (Romanos
14:19) y, en lo posible, “[tener] paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Por consiguiente, debemos estar
alerta para reconocer lo bueno que veamos en todas las
personas, y en muchas opiniones y prácticas que difieren
de las nuestras. Como enseña el Libro de Mormón:
“…todo lo que es bueno viene de Dios…
“…de manera que todo aquello que invita e induce a
hacer lo bueno, y a amar a Dios y a servirle, es inspirado
por Dios.
“Tened cuidado…, de que no juzguéis… que lo que es
bueno y de Dios sea del diablo” (Moroni 7:12–14).
Esta actitud hacia las diferencias producirá tolerancia y
también respeto.
Nuestra tolerancia y respeto hacia los demás y sus creencias no nos lleva a abandonar nuestro compromiso con
las verdades que comprendemos y los convenios que
hemos hecho. Ésta es una tercera verdad absoluta: Nosotros no abandonamos la verdad ni a nuestros convenios.
Somos enviados a ser combatientes en la guerra entre la
verdad y el error. No hay terreno neutral. Debemos defender la verdad, aun cuando practiquemos la tolerancia y
el respeto hacia las creencias e ideas que difieran de las
nuestras y hacia las personas que las sustenten.
Si bien debemos ejercer la tolerancia y el respeto hacia
otras personas y sus creencias, incluso hacia su libertad
constitucional para exponer y defender sus posturas, no
se nos requiere respetar ni tolerar la conducta incorrecta.
Nuestro deber para con la verdad exige que busquemos
librarnos de algunas conductas que son incorrectas. Es
fácil visualizarlo cuando ello implica conductas extremas
que la mayoría de los creyentes y no creyentes reconocen
como malas o inaceptables. Por ejemplo, todos debemos
deplorar el asesinato y otras actividades terroristas, aun
cuando las realicen extremistas en nombre de la religión.
Asimismo todos debemos oponernos a la violencia y al
robo.
La moneda de dos caras: la tolerancia y la verdad
Resulta mucho más difícil definir la naturaleza y el grado de lo que debemos tolerar en aquellas conductas menos extremas, donde aun los creyentes no concuerdan en
si son malas o no. Por ello, una reflexiva mujer SUD me
escribió acerca de su preocupación porque “la definición
que da el mundo de ‘tolerancia’ parece tender a usarse
cada vez más para justificar estilos de vida inicuos”. Ella
preguntó cómo definiría el Señor la “tolerancia”11.
El presidente Boyd K. Packer hizo una inspirada introducción a este tema. Hace tres años, ante una audiencia
de alumnos de instituto, él dijo:“La palabra tolerancia no
se sostiene sola. Precisa de un objeto y una respuesta
para que pueda considerársele una virtud… La tolerancia
es muy demandada pero rara vez correspondida. Estén
atentos de la palabra tolerancia. Es una virtud muy inestable”12.
Esta inspirada advertencia nos recuerda que para las
personas que creen en la verdad absoluta, la tolerancia a
la conducta es como una moneda de dos caras. En una
cara están la tolerancia o el respeto, pero en la otra está
siempre la verdad. No pueden poseer o utilizar la moneda
de la tolerancia sin ser consciente de las dos caras.
Nuestro Salvador aplicaba este principio. Al dirigirse a
la mujer sorprendida en adulterio, Jesús habló las palabras
consoladoras de la tolerancia: “Ni yo te condeno”. Luego,
al despedirla, Él dijo las imperiosas palabras de la verdad:
“Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Todos debemos edificarnos y fortalecernos con este ejemplo sobre el expresar tanto la tolerancia como la verdad: amabilidad en la
comunicación, pero firmeza en la verdad.
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acciones descorteses. Pero nuestro compromiso con la
verdad tiene su propia lista de requisitos y su propia lista
de bendiciones. Cuando hablamos “verdad cada uno con
su prójimo” (Efesios 4:15) y “[hablamos] la verdad en
amor” (Efesios 4:15), como enseñó el apóstol Pablo, estamos actuando como siervos del Señor Jesucristo y estamos haciendo Su obra. Los ángeles estarán con nosotros y
Él enviará de Su Santo Espíritu para guiarnos.
En este tema delicado, debemos primero determinar si
debemos conversar con nuestros compañeros sobre la
verdad que sabemos sobre su comportamiento. En la mayoría de los casos, esa decisión dependerá de cuán directamente estemos afectados por ello de forma personal.
Las obscenidades que se dicen constantemente en
nuestra presencia, constituyen una causa adecuada para
manifestar el hecho de que nos resulta ofensivo. Las obscenidades que expresen los incrédulos en nuestra ausencia quizás no sean una ocasión para que confrontemos a
los ofensores.
Sabemos que la cohabitación [o concubinato] es un pecado grave, en el que los Santos de los Últimos Días no
deben involucrarse bajo ninguna circunstancia. Si se practica en nuestro entorno, puede tratarse de una conducta
privada o algo que se nos pida tolerar, auspiciar o facilitar.
En el balance entre la verdad y la tolerancia, puede dominar la tolerancia cuando esa conducta no nos involucra
personalmente. Pero si la cohabitación nos involucra de
forma personal, debemos regirnos por nuestro deber
hacia la verdad. Por ejemplo, una cosa es ignorar pecados
graves que se cometan en privado, y otra muy distinta es
que se nos pida que los auspiciemos o los aprobemos
implícitamente, por ejemplo, al alojarlos en nuestro
hogar.
En cuanto a la observancia del día de reposo, los Santos de los Últimos Días saben que se nos enseña a guardar
ese día en forma diferente a muchos otros cristianos. La
mayoría de nosotros se aflige al ver los centros comerciales repletos y otras actividades comerciales en el día de
reposo. Quizás debamos explicar nuestra creencia de que
guardar el día de reposo, que incluye el tomar la Santa
Cena, nos restaura espiritualmente y nos hace mejores
para el resto de la semana. Podemos manifestar gratitud a
otros creyentes por el hecho de tener en común asuntos
fundamentales, porque cada uno de nosotros cree en Dios
y en la existencia de la verdad absoluta, aun cuando difiramos en nuestras definiciones de esos principios fundamentales. Por lo demás, debemos recordar la enseñanza
del Salvador de que debemos evitar la contención (véase
3 Nefi 11:29–30) y que nuestro ejemplo y predicación
sean “la voz de amonestación, cada hombre a su vecino,
con mansedumbre y humildad” (D. y C. 38:41).
En todo esto no debemos emitir juicios sobre nuestros
semejantes o compañeros en cuanto al efecto final de sus
comportamientos. Ese juicio es del Señor, no nuestro. Aun
Él se abstuvo de emitir un juicio final en la mortalidad
sobre la mujer sorprendida en adulterio. La tolerancia
exige que nos abstengamos igualmente de juzgar a los
demás.
Cómo hacer frente a las obscenidades, la cohabitación (concubinato) y la violación del día de reposo con la verdad y la tolerancia
Consideremos cómo aplicar ese ejemplo a otros comportamientos. Otro juicioso miembro SUD escribió:
“En Mosíah 18:9 Alma nos dice que al bautizarnos
hacemos convenio de ‘ser “testigos” de Dios en todo
tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar que estuvieseis…’ ¿Qué significa este pasaje en nuestros días y cómo
lo pueden aplicar los Santos de los Últimos Días?
“Por vivir en el campo misional, escucho a menudo
cómo se toma el nombre de Dios en vano y tengo conocidas que me cuentan que conviven con su novio. He visto
que la observancia del día de reposo está casi obsoleta.
¿Cómo puedo cumplir con mi convenio de ser un testigo
sin ofender a estas personas?”13.
Las obscenidades, la cohabitación y la violación del día
de reposo son excelentes ejemplos para ilustrar cómo los
Santos de los Últimos Días pueden equilibrar los deberes
encontrados que tienen para con la verdad y con la tolerancia en esas difíciles circunstancias.
Comenzaré por nuestra conducta personal, incluyendo
la enseñanza de nuestros hijos. Al aplicar las demandas, a
veces en conflicto, de la verdad y la tolerancia a estos tres
comportamientos y otros más, no debemos ser tolerantes
con nosotros mismos. Debemos regirnos por las demandas de la verdad. Debemos ser fuertes en guardar los
mandamientos y nuestros convenios, y debemos arrepentirnos y mejorar cuando fallemos.
El presidente Monson nos enseñó en la conferencia en
que fue sostenido como profeta: “Mis jóvenes amigos,
sean fuertes… Hoy día, la cara del pecado muchas veces
lleva la máscara de la tolerancia. No sean engañados;
detrás de esa fachada está la congoja, la desdicha y el
dolor. Ustedes saben lo que es bueno y lo que es malo, y
ningún disfraz, no importa cuán atractivo sea, puede cambiar ese hecho. El carácter de la transgresión sigue siendo
el mismo. Si los que supuestamente son sus amigos los
instan a hacer algo que ustedes saben que es malo, sean
ustedes los que defiendan lo correcto, aunque tengan que
estar solos”14.
Asimismo, nuestro deber para con la verdad es primordial en lo referente a la enseñanza de nuestros hijos y
de otros a quienes tenemos el deber de enseñar, como en
los llamamientos de la Iglesia. Desde luego, los esfuerzos
por enseñar principios sólo dan fruto por medio del albedrío de otros, por lo que se debe actuar con amor, paciencia y persuasión.
Hablaré ahora de las obligaciones hacia la verdad y la
tolerancia en nuestras relaciones personales con compañeros que dicen obscenidades en nuestra presencia, que
conviven con una pareja fuera del matrimonio o que no
observan el día de reposo debidamente. ¿Cómo debemos
reaccionar y comunicarnos con ellos?
Nuestro compromiso con la tolerancia implica que ninguna de esas conductas, ni ninguna otra que consideremos como apartadas de la verdad, deben causar jamás
que reaccionemos con comunicaciones llenas de odio ni
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miento humano, a fin de insistir en nuestro derecho consagrado en la constitución de ejercer nuestra religión,
ejercer el derecho al voto en asuntos públicos y de participar en elecciones y debates en la palestra pública y en
las cortes de justicia. Al proceder de este modo, los ángeles nos acompañarán. También debemos unir nuestro
esfuerzo al de otros creyentes, a fin de preservar y fortalecer la libertad de defender y practicar nuestras creencias
religiosas, sean cuales fueren. Por este motivo debemos
andar juntos por la misma senda para asegurar nuestra
libertad de poder seguir caminos diferentes, cuando sea
preciso, de acuerdo con nuestras creencias independientes. Guiados por los cielos en esta causa justa, nuestras
palabras serán dulces y serán acogidas en el corazón de
muchos.
Segundo, cuando los creyentes procuren fomentar sus
posiciones en el debate público, en sus métodos y en su
defensa deben ser siempre tolerantes en cuanto a las
opiniones y posiciones de los que no comparten sus creencias. No debemos contribuir al extremismo que divide a
nuestra sociedad. Como creyentes, siempre debemos
expresarnos con amor y mostrar paciencia, comprensión y
compasión por nuestros adversarios. Los cristianos deben
cumplir el mandamiento de amar a su prójimo (véase Lucas 10:27), deben perdonar (véase Mateo 18:21–35) y
hacer el bien a aquellos que les ultrajan (véase Mateo
5:44), deben recordar siempre la enseñanza del Salvador
de “bendeci[r] a los que [n]os maldicen, hace[r] bien a los
que [n]os aborrecen, y ora[r] por los que [n]os ultrajan y
[n]os persiguen” (Mateo 5:44).
Como creyentes debemos formular nuestros argumentos y posiciones de forma tal que contribuyan al análisis y
al ajuste razonables, que son esenciales para el gobierno
democrático en una sociedad pluralista. Por esos medios
contribuiremos al civismo que es imprescindible para preservar nuestra civilización.
Tercero, los creyentes no deben desalentarse ante la
acusación frecuente de que están tratando de legislar la
moralidad. Muchos ámbitos de la ley se basan en la moralidad judeocristiana y esto ha sido así por siglos. Nuestra
civilización se basa en la moralidad y no puede existir sin
ella. Como lo declaró John Adams: “Nuestra Constitución
fue concebida únicamente para un pueblo moral y religioso. Es totalmente inadecuada para el gobierno de otro
[tipo de pueblo]”15.
Cuarto, los creyentes no deben retraerse de procurar
leyes que preserven las condiciones públicas o políticas
que les ayuden a practicar las exigencias de su fe, donde
estas condiciones o políticas sean igualmente favorables
para la salud, la seguridad o la moral públicas. Por ejemplo, si bien las creencias religiosas están en el trasfondo
de muchas leyes penales, y algunas relacionadas con la
familia, tales leyes tienen una larga historia de idoneidad
en las sociedades democráticas. En los sitios donde los
creyentes son mayoría, éstos deben ser considerados con
los puntos de vista de las minorías.
A los Santos de los Últimos Días a veces se nos acusa
de ser petulantes e intolerantes hacia los demás, espe-
Cuatro principios de la verdad y la tolerancia al
procurar acciones gubernamentales
Habiendo analizado el equilibrio entre la verdad y la tolerancia en nuestra conducta personal y en la relación con
nuestros compañeros, prosigo ahora con otro aspecto que
es más complejo. Cuando, motivados por su fe, los creyentes entran en el debate público para tratar de influir
en la promulgación y administración de leyes, ellos deben
aplicar algunos principios diferentes.
Como jóvenes adultos, quizás se estén preguntando
por qué les estoy hablando acerca de los principios que
debemos seguir cuando procuramos acciones gubernamentales, tales como las que podría tomar el poder legislativo. Ustedes podrán decir: “Ése es un asunto que concierne a las Autoridades Generales de la Iglesia”. Les describo estos principios, jóvenes adultos, porque ustedes
son miembros actuales y futuros líderes de la Iglesia de
Jesucristo y tendrán que decidir sobre este tipo de temáticas más pronto de lo que piensan. Es preciso que comprendan cómo nuestro accionar en el debate público está
regido por el balance entre la verdad y la tolerancia.
Los minutos finales de mi discurso no alcanzarán para
tratar apropiadamente el tema de si deberíamos procurar
la creación de leyes que impongan o influyan en algún
comportamiento que consideremos deseable por motivo
de nuestra creencia en Dios y en Sus mandamientos, y
cómo deberíamos hacerlo. Me limitaré, por tanto, a describir cuatro principios primordiales que deben regir tales
esfuerzos.
Primero, cuando los creyentes en Jesucristo llevan sus
opiniones de la verdad al debate público, deben procurar
la inspiración del Señor para ser selectivos y sabios al escoger los principios verdaderos que desean fomentar por
medio de acciones legislativas o ejecutivas. Por lo general,
deben abstenerse de procurar leyes o acciones administrativas que favorezcan creencias que son particulares de
los creyentes, tales como el imponer actos de adoración,
aun por implicación. Los creyentes pueden ser menos
cautos al procurar acciones gubernamentales que sirvan a
principios más amplios que la mera facilitación del ejercicio de sus creencias, tales como leyes relacionadas con la
salud pública, la seguridad y la moral.
En todo caso, como defensores de la fe, los creyentes
pueden y deben procurar leyes que preserven la libertad
religiosa. Junto con el aumento del relativismo moral, en
los Estados Unidos se está experimentando una preocupante disminución de la estima pública por la religión.
Aunque antes formaba parte de la vida del país, la religión
ahora causa desconfianza en la mente de muchos. Para
ellos se ha convertido en algo que debe probar su legitimidad como parte de nuestra vida pública. Algunas voces
influyentes incluso cuestionan el alcance de la protección
que nuestra constitución debe brindar al libre ejercicio de
la religión, aun al derecho de practicar y predicar principios religiosos.
Éste es un asunto vital en el que debemos unirnos las
personas que creemos en un Ser Supremo que ha establecido en forma absoluta el bien y el mal en el comporta24
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cialmente cuando representamos una mayoría o cuando
otros son mayoría y nuestras creencias nos hacen contrariarlos. Seguramente los Santos de los Últimos Días tenemos que ser más sabios y diestros para explicar y defender nuestras opiniones y al ejercer nuestra influencia
cuando la tenemos.
Éste es el espíritu de la moneda de dos caras de la verdad y la tolerancia. El presidente Thomas S. Monson ha
brindado un excelente ejemplo del ejercicio de esas virtudes gemelas. A lo largo de su vida ha sabido abordar a
miembros y líderes de otros credos religiosos y coordinar
esfuerzos cooperativos con ellos en materias de interés
común y en el hermanamiento y la preocupación cristianos que superan cualquier frontera confesional16.
Por último, el espíritu del equilibrio que debemos tener
entre la verdad y la tolerancia se aplica en estas palabras
del presidente Gordon B. Hinckley: “Acerquémonos a
aquellos en nuestras comunidades que no son de nuestra
fe. Seamos buenos vecinos, amables, generosos y misericordiosos. Participemos en buenas causas en la comunidad. Puede haber situaciones, habrá situaciones, en las
que estén en juego serios asuntos morales y donde no
podemos ser flexibles en materia de principios. Pero en
tales casos, podemos mostrar cortésmente nuestro desacuerdo, sin ser desconsiderados. Podemos reconocer la
sinceridad de aquellos cuyas posiciones no podemos aceptar. Podemos hablar de principios, en vez de personas
influyentes”17.
3:17; 33:7). En una revelación el Señor agregó esta parábola para la Sión actual: “…edificad una torre para que
uno… sea el atalaya,” para ver “al enemigo cuando todavía
est[é] lejos;” y dé la advertencia para salvar la “viña de la
mano del destructor” (D. y C. 101:45, 54).
Les he hablado, como uno de esos atalayas, sobre el
tema que el Espíritu me ha asignado. Les aseguro que mi
mensaje es verdadero. Si tienen dudas al respecto, o si
tienen inquietudes en cuanto a la aplicación de estos principios en su propia vida, les exhorto a que procuren la guía
de la misma fuente.
En cuanto al tema más amplio que los ateos de nuestros días tanto revuelven, ¡yo proclamo mi conocimiento
de que Dios vive! Sus creaciones dan testimonio de Su
existencia y Sus siervos escuchan y proclaman Su voz. La
revelación moderna enseña que algunos tienen el don de
“saber que Jesucristo es el Hijo de Dios… que fue crucificado por los pecados del mundo” y a otros les es dado
“creer en las palabras que aquéllos” (D. y C. 46:13–14).
Como uno que sabe, les invito a creer en mis palabras.
Testifico de Jesucristo, el Señor de la viña. Él es nuestro
Salvador y Él se acerca a cada uno de nosotros con la invitación permanente a recibir Su paz, al aprender de Él y
andar en Su camino (véase D. y C. 19:23):
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar.
“Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso
para vuestras almas.
“Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo
11:28–30).
En el nombre de Jesucristo. Amén.
El don de saber y el don de creer
Concluyo con esta convicción y este testimonio:
La Biblia enseña que una de las funciones de un profeta es ser un “atalaya” para advertir a Israel (véase Ezequiel
Notas
1. “¿Qué es la verdad?” Himnos, Nº 177.
2. Véase Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio, 1978, pág. 1.
3. Véase “Anarchy in the UK”, The Economist, 13 de agosto de 2011, pág. 14; Patrick Jonsson, “Is the US a Nation of Liars?” The
Christian Science Monitor, 25 de julio de 2011, pág. 20.
4. Stephen L. Carter, The Culture of Disbelief: How American Law and Politics Trivialize Religious Devotion, 1993, pág. 225.
5. “Campus Confidential”, The Wall Street Journal, 5 de julio de 2002, pág. W11.
6. Véase, por ejemplo, John Paul II: The Encyclicals in Everyday Language, tercera edición, editado por Joseph G. Donders, 2005,
págs. 210–213; Harold Kushner, Who Needs God, 1989, págs. 83–84.
7. “¿Qué es la verdad?” Himnos, Nº 177.
8. Gordon B. Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 665.
9. Alwi Shihab, Building Bridges to Harmony Through Understanding, ponencia en un foro en la Universidad Brigham Young, 10
de octubre de 2006, http://speeches.byu.edu/reader/reader.php?id=11324.
10. Eric Rassbach, citado en William McGurn, “Religion and the Cult of Tolerance,” The Wall Street Journal, 16 de agosto de
2011, pág. A11.
11. Correspondencia a Dallin H. Oaks, 14 de mayo de 1998.
12. Boyd K. Packer, “Be Not Afraid”, discurso pronunciado en el Instituto de Religión de Ogden, 16 de noviembre de 2008, pág.
5; véase también Bruce D. Porter, “Defending the Family in a Troubled World,” Ensign, junio de 2011, págs. 12–18.
13. Correspondencia a Dallin H. Oaks, 22 de diciembre de 1987.
14. Thomas S. Monson, “Ejemplos de rectitud”, Liahona, mayo de 2008, pág. 65.
15. John Adams, de un discurso dirigido a los oficiales de la milicia de Massachusetts, 11 de octubre de 1798, en The Works of
John Adams, Second President of the United States, editado por Charles Francis Adams, 10 tomos, 1856, Tomo. IX, pág. 229.
16. Véase Heidi S. Swinton, To the Rescue: The Biography of Thomas S. Monson, 2010, especialmente los capítulos 25 y 28, y las
págs. 462–463.
17. Gordon B. Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 662.
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Las verdades más dignas de ser conocidas
PRESIDENTE BOYD K. PACKER
Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles
Devocional del SEI para jóvenes adultos • 6 de noviembre de 2011 • Universidad Brigham Young
con esa generación. Yo asimilaba cada palabra que él decía.
En Doctrina y Convenios se da un mandato a los Doce:
“Los doce consejeros viajantes son llamados para ser llamados los Doce Apóstoles, o sea, testigos especiales del
nombre de Cristo en todo el mundo”2.
Yo he tenido un insaciable deseo de dar testimonio del
Padre y de Jesucristo. Cristo dijo: “Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais”3. He ansiado decirles lo que
sé sobre lo que hizo Cristo y quiénes son el Padre y el Hijo.
Sé que las palabras que trasmite el don del Espíritu
Santo pueden llevarlos al conocimiento de “la verdad de
todas las cosas”4. Toda verdad es digna de ser conocida.
Algunas verdades son más útiles, pero hay verdades que
son más dignas de ser conocidas.
Me siento muy agradecido por las
bendiciones que les permiten verme y
oírme a lo largo y ancho de la tierra.
Pero estoy más agradecido por el don
del Espíritu Santo, un milagro que no
requiere transmisión satelital y que me
permite verlos en mi imaginación.
Ustedes son muy apreciados. Esperamos con ansias el día en que podamos pasarles las llaves
del reino.
En vez de tomar apuntes, presten atención a las impresiones que reciban mientras analizamos un tema muy
sagrado. Si lo único que recuerdan después de esta noche
son mis palabras, habrán pasado por alto el significado de
esta presentación.
Algunos han venido con interrogantes y están buscando guía. Otros se preguntan cómo se extraviaron del sendero del Evangelio y cómo pueden regresar. Aunque hablo
a todos, me dirijo más encarecidamente al que anda buscando.
Las experiencias nos ayudan a comprender el
amor de nuestro Padre Celestial por Sus hijos
Le he preguntado a misioneros jóvenes: “¿Saben qué
significa la palabra padre?”. Ellos dicen que por supuesto
lo saben. Respeto sus respuestas, pero muy dentro de mí
pienso: “Ustedes saben muy poco”. Ellos saben lo que
significa la palabra padre, pero su conocimiento es inmaduro.
Para los que están casados y tienen un hijo, la palabra
padre adquiere un nuevo significado, la palabra padre
cobra un sentido más claro.
Quizás llegará el día en que un doctor les diga: “Creo
que su hijo no sobrevivirá”. Finalmente, aprenderán sobre
el Padre Celestial y sobre ustedes mismos.
Teníamos nueve años de casados cuando oímos por
primera vez esas palabras del doctor: “Creo que su hijo no
sobrevivirá”. Como padres, miramos a nuestro pequeño
bebé e hicimos lo único que podíamos hacer. Se le dio un
nombre y recibió una bendición de su padre en el hospital.
Oramos, tuvimos fe y dijimos en voz alta: “Hágase Tu voluntad”.
Pasaban las horas y los días. Los médicos y las enfermeras seguían atendiendo a nuestro hijo.
Por fin, oímos las palabras del doctor: “Creo que su hijo
sí sobrevivirá”.
Como padres, crecimos en comprensión y fortaleza, y
nos acercamos más el uno al otro y al Padre.
Trece años después, en un hospital mucho más grande,
sucedió lo mismo con nuestro décimo hijo. Se le dio un
nombre y una bendición de padre en el hospital. Oramos,
tuvimos fe y una vez más dijimos en voz alta: “Hágase Tu
voluntad”.
Las horas pasaron lentamente. Otra vez fuimos muy
bendecidos. Él viviría. Las lecciones aprendidas años atrás
se volvieron a repetir.
Buscar y aceptar guía
He visto a las Autoridades Generales que me antecedieron ir avanzando en los puestos del apostolado y luego
graduarse del otro lado del velo, tantas personas extraordinarias. El presidente Harold B. Lee me dijo que debía
relacionarme con los mayores y aprender de sus experiencias. He seguido ese consejo.
De Henry Wordsworth Longfellow:
Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
que podemos sublimar las nuestras,
y al partir, dejar atrás
huellas en las arenas del tiempo.
Huellas por las que quizás otro que navegue
por el solemne océano de la vida,
un hermano náufrago desolado,
al verlas, vuelva a recobrar la esperanza1.
Esas “huellas en las arenas del tiempo” permanecerán
siempre visibles para guiarlos.
Cuando era un joven miembro del Quórum de los Doce, después de nuestra reunión semanal caminábamos
desde el templo a nuestras oficinas. Yo me quedaba atrás
con el élder LeGrand Richards, quien de joven había quedado discapacitado por un accidente y andaba más lento
que los demás.
Los otros hermanos decían: “Eres muy bondadoso por
cuidar al élder Richards”, y yo contestaba: “¡Ustedes no
saben por qué lo hago!”.
Mientras caminábamos, yo escuchaba. Él recordaba al
presidente Wilford Woodruff. Tenía 12 años la última vez
que lo escuchó hablar. El élder Richards era un eslabón
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Esas experiencias les enseñarán qué significa ser padre
y madre. Sabrán que darían su vida porque ese pequeño
viva para experimentar la vida mortal. Comenzarán a
comprender a nuestro Padre Celestial y entonces sabrán
en verdad el significado de las palabras padre y madre.
Muchas veces he anhelado mitigar el sufrimiento de un
niño o quitar la pena o el dolor de un ser amado, sólo para
darme cuenta de que no podía hacerlo. Pero aprendí que
el hecho de que yo lo haría si pudiera, surtió un gran efecto en mi relación con el Señor.
pensé que jamás la necesitaría. Pensé que la justicia nos
serviría igualmente a ambos”.
“Es la justicia que exige que usted pague el contrato o
sufra la pena”, respondió el acreedor. “Esa es la ley. Usted
estuvo de acuerdo y así es como debe ser”.
Allí estaban: uno demandaba justicia y el otro rogaba
misericordia. Ninguno quedaría satisfecho, excepto a costa del otro.
“Si usted no perdona la deuda no habrá misericordia”,
contestó el deudor.
“Pero si lo hago, no habrá justicia”, fue la respuesta.
Parecía que ambas leyes no se podían cumplir. La misericordia no puede robar a la justicia6. Son dos ideales
eternos que parecen contradecirse mutuamente. ¿No hay
forma en que se pueda cumplir la justicia al mismo tiempo
que la misericordia?
¡Hay una forma! La ley de la justicia puede ser satisfecha al mismo tiempo que se cumple la de la misericordia;
pero se necesita alguien que interceda. Y eso fue lo que
sucedió.
El deudor tenía un amigo que fue a ayudarle. Él conocía muy bien al deudor y sabía que era hombre falto de
previsión; sabía que era imprudente haberse metido en
ese aprieto; no obstante, quería ayudarlo porque lo amaba. Intercedió con el acreedor y le hizo una oferta:
“Yo le pagaré la deuda si usted libera al deudor de su
compromiso para que pueda mantener sus posesiones y
no tenga que ir a la cárcel”.
Mientras el acreedor meditaba la oferta, el mediador
agregó: “Usted demandó justicia y, aun cuando él no puede pagarle, lo haré yo. Usted habrá recibido justicia y no
puede exigir más, pues no sería justo”.
El mediador le dijo entonces al deudor: “Si yo pago tu
deuda, ¿me aceptarás como tu acreedor?”.
“Claro que sí”, exclamó el deudor. “Tú me salvas de la
prisión y eres misericordioso conmigo”.
“Entonces”, dijo el mediador, “tú me pagarás la deuda
a mí y yo estableceré las condiciones. No será fácil, pero
será posible. Yo proporcionaré la manera y no será necesario que vayas a la cárcel”.
Así fue que el acreedor recibió su dinero. Se le trató
justamente sin necesidad de romper el contrato. Al deudor, a su vez, se le había dado misericordia. Ambas leyes
habían sido cumplidas. Debido a que hubo un mediador,
la justicia se había cumplido y la misericordia quedó totalmente satisfecha.
A menos que haya un mediador, a menos que tengamos un amigo, el peso total de la justicia deberá recaer
sobre nosotros sin atenuantes, ni preferencias. El pago
total de cada transgresión, por pequeña o grande que sea,
se nos exigirá hasta el más alto grado.
Hay un Mediador, un Redentor, que está dispuesto y
puede satisfacer las exigencias de la justicia y extender
misericordia a los penitentes. “He aquí, él se ofrece a sí
mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazón quebrantado y
de espíritu contrito; y por nadie más se pueden satisfacer
las demandas de la ley”7. Todos comparecerán un día
Reconocer nuestra necesidad de un Mediador
Existe un enigma en las Escrituras acerca de la justicia y
la misericordia. Estos dos principios parecen estar en conflicto; de ello hablé en otra ocasión, al enseñar algo parecido a una parábola5. Escuchen atentamente.
Había una vez un hombre que deseaba mucho adquirir
cierto objeto; parecía ser más importante que cualquier
otra cosa en su vida. Para cumplir su deseo, se endeudó
mucho.
Se le había advertido de que no debía endeudarse de
tal forma, y particularmente se le había prevenido acerca
de su acreedor. Pero parecía muy importante tener lo que
deseaba de inmediato; estaba seguro de que podría pagarlo más adelante. Por tanto, firmó un contrato por el
cual habría de pagar la deuda dentro de un determinado
tiempo. No se preocupó mucho acerca del hecho, ya que
la fecha del pago parecía estar muy lejana; tenía lo que
deseaba en ese momento, y eso era lo único que le importaba.
Su acreedor quedó relegado en el olvido; de vez en
cuando realizó algunos pagos simbólicos, pensando que
en realidad el día del ajuste final, el día en que tendría que
devolver todo el dinero, nunca llegaría. Pero, como siempre, ese día llegó al cumplirse la fecha establecida en el
contrato. La deuda no había sido pagada
y su acreedor apareció y exigió el pago total. Solamente entonces comprendió que su acreedor no sólo tenía el
poder de quitarle todo lo que poseía, sino de enviarlo a la
cárcel.
“No puedo pagarle porque no tengo el dinero para
hacerlo”, confesó.
“Entonces”, dijo el acreedor; “haremos que se cumpla
el contrato, tomaremos sus posesiones y usted irá a la
cárcel. Usted estuvo de acuerdo con eso; fue su elección.
Usted firmó el contrato y ahora se debe poner en vigor”.
“¿No puede mostrar misericordia? No podría extenderme el plazo o perdonarme la deuda?”, suplicó el deudor. “¿Arreglar alguna forma para que pueda mantener
mis propiedades y no ir a la cárcel? Seguramente usted
cree en la misericordia. ¿No la tendrá conmigo?”.
El acreedor contestó: “La misericordia siempre favorece sólo a uno, y en este caso solamente le servirá a usted.
Si soy misericordioso, quedaré sin mi dinero. Lo que demando es justicia. ¿Cree usted en la justicia?”.
“Creía en la justicia cuando firmé el contrato”, dijo el
deudor. “Entonces estaba de mi lado, porque pensé que
me protegería. Entonces no necesitaba misericordia, ni
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ante Él “para ser juzgados en… el día del juicio, según sus
obras”8, “porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”9.
Mediante Él se extiende la misericordia a cada uno de
nosotros sin ofender la eterna ley de la justicia. La misericordia no se extenderá automáticamente; se hará mediante convenio con Él y de acuerdo con Sus términos, Sus
generosos términos.
Debemos arrepentirnos, para que Su misericordia surta
efecto. Todas nuestras transgresiones se agregan a nuestra cuenta y algún día, si no la saldamos adecuadamente,
si no nos arrepentimos, cada uno será reprobado y condenado.
Quizás se sientan inferiores en cuerpo y mente y estén
turbados o apesadumbrados por el peso de una cuenta
espiritual que está “vencida”. Cuando se enfrentan a ustedes mismos en esos momentos de tranquila meditación
(que muchos de nosotros tratamos de evitar), ¿hay cuentas sin saldar que les preocupen? ¿Tienen algún remordimiento? ¿Continúan de una forma u otra siendo culpables
de algo pequeño o grande?
Con demasiada frecuencia, recibimos cartas de personas que han cometido trágicos errores o están cargadas.
Suplican: “¿Podré ser perdonado? ¿Podré cambiar alguna
vez?”. La respuesta es ¡Sí!
Pablo enseñó a los corintios: “No os ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la
salida, para que podáis soportar”14.
El Evangelio nos enseña que por medio del arrepentimiento nos podemos librar del tormento y de la culpa.
Salvo aquellos, esos pocos, que luego de haber conocido
la plenitud optan por la perdición, no existe hábito ni
adicción, no hay rebelión, transgresión ni ofensa, grande o
pequeña, que esté exenta de la promesa del perdón total.
Sea lo que sea que haya pasado en sus vidas, el Señor ha
preparado una vía de regreso, si escuchan las impresiones
del Santo Espíritu.
Algunos sienten un apremio incontenible, una tentación recurrente, que quizás se convierta en hábito y luego
en adicción. Tenemos la tendencia a cometer ciertas
transgresiones y pecados, y también a justificarnos de que
no somos culpables porque hemos nacido así. Quedamos
atrapados y de ahí provienen el dolor y el tormento que
sólo el Salvador puede sanar. Ustedes tienen el poder
para detenerse y ser redimidos.
El arrepentimiento hace desaparecer la culpa y la
desilusión
Todos tenemos una deuda espiritual, que se incrementa de una u otra forma. Si van pagando sobre la marcha,
tienen poco de qué preocuparse. Pronto comenzarán a
adquirir disciplina y sabrán que vendrá el día de ajuste de
cuentas. Aprendan a pagar su cuenta espiritual a intervalos regulares, en vez de dejar que crezcan los intereses y
las multas.
Debido a que están en prueba, se espera que cometan
errores. Supongo que habrán hecho algunas cosas en su
vida de las que se lamentan, de las que no pueden excusarse y menos aún, enmendar; por lo que llevan una carga. Ahora es el momento de usar la palabra culpa, la que
puede manchar como tinta indeleble y no es fácil de quitar. Un hijastro de la culpa es la desilusión, el pesar por las
bendiciones y oportunidades perdidas.
Si se debaten bajo el peso de la culpa, no son muy diferentes del pueblo del Libro de Mormón de quien el profeta dijo: “Y por motivo de su iniquidad, la iglesia había empezado a decaer; y comenzaron a dejar de creer en el
espíritu de profecía y en el espíritu de revelación; y los
juicios de Dios se cernían sobre ellos”10.
A menudo tratamos de resolver el problema de la culpa diciéndonos unos a otros y a nosotros mismos que no
importa. Pero en lo más profundo de nuestro ser no lo
creemos. Tampoco nos creemos a nosotros mismos cuando lo decimos. Pero bien lo sabemos: ¡Claro que importa!
Los profetas siempre han enseñado el arrepentimiento. Alma dijo: “Y he aquí, viene para redimir a aquellos
que sean bautizados para arrepentimiento, por medio de
la fe en su nombre”11.
Alma dijo con claridad a su hijo descarriado: “Mas el
arrepentimiento no podía llegar a los hombres a menos
que se fijara un castigo, igualmente eterno como la vida
del alma, opuesto al plan de la felicidad”12.
La vida mortal tiene dos propósitos básicos. El primero
es recibir un cuerpo, que si queremos, será purificado y
exaltado, y vivirá por siempre. El segundo propósito es ser
probados. En la prueba, ciertamente cometeremos errores, pero, si queremos, podemos aprender de nuestros
errores. “Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a
él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”13.
Satanás ataca a las familias
El presidente Marion G. Romney me dijo una vez: “No
les hables sólo para que entiendan, háblales para que no
malentiendan”.
Nefi dijo: “Porque mi alma se deleita en la claridad;
porque así es como el Señor Dios obra entre los hijos de
los hombres. Porque el Señor Dios ilumina el entendimiento”15.
Así que, ¡escuchen atentamente! Hablaré claramente,
como alguien que ha sido llamado y que tiene el deber de
hacerlo.
Ustedes saben que hay un adversario. Las Escrituras lo
definen en estos términos: “esa antigua serpiente, que es
el diablo, el padre de todas las mentiras”16. Él fue arrojado en el principio17 y se le negó un cuerpo mortal. Él ahora ha jurado frustrar “el gran plan de felicidad”18 y se ha
convertido en enemigo de toda rectitud. Él centra su ataque en la familia.
Ustedes viven en una época en que el flagelo de la
pornografía azota al mundo. Es difícil eludirlo. La pornografía se concentra en esa parte de la naturaleza de ustedes por la cual tienen poder para procrear.
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Ceder ante la pornografía lleva a problemas, divorcio,
enfermedades y dificultades de todo tipo. Ninguna parte
de ello es inofensiva. El coleccionar, ver o distribuir pornografía de cualquier forma, es como llevar una serpiente
de cascabel en la mochila. Les expone inevitablemente al
equivalente espiritual de la mordedura de la serpiente con
la inyección del mortal veneno. Como está el mundo, uno
puede comprender que ustedes pueden estar expuestos a
eso casi inocentemente, a verla o leerla sin darse cuenta
de las terribles consecuencias de ello. Si ése es su caso, les
amonesto a detenerse. ¡Deténganse ya!
El Libro de Mormón enseña que todos “los hombres
son suficientemente instruidos para discernir el bien del
mal”19. Eso les incluye a ustedes. Ustedes saben lo que es
correcto y lo que es incorrecto. Cuídense de no cruzar esa
línea.
Si bien, la mayoría de las faltas pueden confesarse al
Señor en privado, algunas transgresiones requieren más
que eso para obtener el perdón. Si sus faltas han sido graves, acudan a su obispo. En los demás casos, será suficiente la confesión cotidiana, silenciosa y personal. Pero recuerden que la gran mañana del perdón puede que no
venga inmediatamente. Si al principio tropiezan, no desistan. El superar el desánimo forma parte de la prueba. No
desistan. Y como he aconsejado anteriormente, una vez
que hayan confesado y abandonado sus pecados, no miren hacia atrás.
El Señor siempre estará allí. Él está dispuesto a sufrir y
pagar la deuda si ustedes están dispuestos a aceptarlo
como su Redentor.
Su sufrimiento fue diferente al de otras personas antes
o después de Él, pues tomó sobre sí mismo todo el castigo
que jamás se haya impuesto sobre la familia humana.
¡Imagínense! Él no tenía deuda por pagar, no había cometido ningún mal. No obstante, la suma de toda la culpa, la
tristeza y el pesar; el dolor y la humillación; todos los tormentos mentales, emocionales y físicos que el hombre ha
conocido, todo lo sufrió Él. Sólo ha habido Uno en los anales de la historia que fue enteramente libre de pecado,
facultado para responder por los pecados y las transgresiones de toda la humanidad y sobrevivir el dolor que
acompañó a ese rescate.
Él ofrendó Su vida y, en esencia, dijo: “Porque soy yo
quien tomo sobre mí los pecados del mundo”21. Fue crucificado. Murió. Ellos no pudieron quitarle la vida. Él consintió en morir.
El perdón total es posible
Si han tropezado o se han extraviado por algún tiempo,
si sienten que el adversario los tiene cautivos, pueden
avanzar con fe y dejar de ir de aquí para allá en el mundo.
Hay quienes están prestos para guiarlos de regreso a la
paz y la seguridad. La gracia misma de Dios, tal como se
promete en las Escrituras, viene “después de hacer cuanto
podamos”22. El poder hacer esto, es para mí, la verdad
más digna de ser conocida.
Les prometo que esa radiante mañana vendrá. Entonces “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”23
volverá nuevamente a su vida, como un amanecer, y ustedes y Él, “no [se] acordar[án] más de [sus] pecado[s]”24.
¿Cómo lo sabrán? ¡Lo sabrán!25.
Esto es lo que he venido a enseñar a quienes están en
dificultades. Él mediará y resolverá el problema que ustedes no puedan resolver, pero ustedes deben pagar el precio. Sin esto no sucederá. Él es un líder bondadoso, en el
sentido de que Él siempre pagará el precio necesario, pero
desea que ustedes hagan su parte, aunque sea dolorosa.
Amo al Señor, y amo al Padre que lo envió. Podemos
poner ante Él nuestra carga de desilusión, pecado y culpa;
y bajo Sus generosas condiciones, cada monto de la cuenta se puede marcar como “pagado completamente”.
“Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Esto es, continúa
Isaías, “Si queréis y escucháis”26.
El sufrimiento del Salvador fue por nuestros pecados
Como mortales, quizás no podemos, de hecho no entendemos plenamente cómo Él llevó a cabo Su sacrificio
expiatorio. Pero por ahora el cómo no es tan importante
como el porqué de Su sufrimiento. ¿Por qué lo hizo por
ustedes, por mí y por toda la humanidad? Lo hizo por
amor a Dios el Padre y a toda la humanidad. “Nadie tiene
mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos”20.
En Getsemaní, Cristo se apartó de Sus apóstoles para
orar. ¡Lo que allí ocurrió supera nuestra capacidad de
comprensión! Pero sabemos que realizó la Expiación. Estuvo dispuesto a tomar sobre sí mismo las faltas, los pecados y la culpa, las dudas y los temores de todo el mundo. Sufrió por nosotros para que no tengamos que sufrir.
Muchos mortales han sufrido tormento y padecido una
dolorosa y terrible muerte, pero Su agonía superó a todos
ellos.
A mi edad he experimentado el dolor físico y ¡no es divertido! Nadie parte de esta vida sin haber aprendido algo
sobre el sufrimiento. Pero el tormento personal que yo no
puedo aguantar es cuando me doy cuenta de que he ocasionado sufrimiento a otra persona. Es entonces cuando
percibo algo de la agonía que sufrió el Salvador en el
Jardín de Getsemaní.
Venid a Él
El versículo “aprende sabiduría en tu juventud; sí,
aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de
Dios”27, es una invitación acompañada de la promesa de
paz y protección del adversario. “Ninguno tenga en poco
tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra,
en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza”28.
No esperen que todo transcurra sin obstáculos en sus
vidas. Aun para los que viven como debe ser, a veces es
justo lo contrario. Enfrenten cada dificultad de la vida con
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optimismo y confianza, y tendrán la paz y la fe para sostenerse ahora y en el futuro.
Les digo a los que aún no tienen todas las bendiciones
que deseen y necesiten, que creo firmemente que no se
les negará ninguna experiencia ni oportunidad que sean
esenciales para la redención y salvación de ustedes, quienes viven fielmente. Permanezcan dignos, tengan esperanza, sean pacientes y persistan en la oración. Las cosas
tienen solución. El don del Espíritu Santo guiará y dirigirá
sus acciones.
Si tú eres uno de los que lucha con la culpa, la desilusión o la depresión como resultado de errores cometidos
o bendiciones que aún no llegan, escucha las enseñanzas
esperanzadoras que se hallan en el himno de cierre: “Venid a Él”29, que cantará el coro al término de la reunión.
Con mis hermanos del apostolado proclamo ser un testigo especial del Señor Jesucristo. Ese testimonio se reafirma cada vez que siento en mí o en los demás el efecto
purificador de Su sagrado sacrificio. Mi testimonio y el de
mis hermanos son verdaderos. Conocemos al Señor. Él no
es un extraño para Sus profetas, videntes y reveladores.
Para finalizar, sé que son la juventud de la Iglesia y entiendo que no son perfectos, pero están avanzando por
ese sendero. Sean valientes. Sepan que cada persona que
tiene un cuerpo tiene poder sobre los que no tienen30. A
Satanás le fue negado un cuerpo; así que cuando confronten tentaciones, sepan que pueden superar todas esas
tentaciones si ejercen el albedrío dado a Adán y a Eva en
el jardín, y que se ha transmitido hasta esta misma generación.
Invoco una bendición sobre ustedes para que tengan
una vida plena y puedan hallar paz. Y si miran hacia delante con esperanza y el deseo de hacer lo que el Señor desea que hagan; esto es todo lo que se requiere. En el nombre de Jesucristo. Amén.
NOTAS
1. “El salmo de la vida”, Henry Wadsworth Longfellow, “El poder de la palabra”, 3 de noviembre de 2011, sitio web:
http://www.epdlp.com/texto.php?id2=856.
2. Doctrina y Convenios 107:23.
3. Juan 14:7.
4. Moroni 10:5.
5. Véase Boyd K. Packer, “El Mediador,” Liahona, octubre de 1977, págs. 42–44; véase también “El Mediador Jesucristo”, Liahona, abril de 2011, págs. 57–58 o Principios del Evangelio, 2009, págs. 68–71.
6. Véase Alma 42:25.
7. 2 Nefi 2:7.
8. Alma 33:22.
9. 1 Timoteo 2:5.
10. Helamán 4:23.
11. Alma 9:27.
12. Alma 42:16.
13. 1 Juan 1:10.
14. 1 Corintios 10:13.
15. 2 Nefi 31:3 .
16. 2 Nefi 2:18.
17. Véase Doctrina y Convenios 29:36–38.
18. Alma 42:8.
19. 2 Nefi 2:5.
20. Juan 15:13.
21. Mosíah 26:23.
22. 2 Nefi 25:23.
23. Filipenses 4:7.
24. Jeremías 31:34.
25. Véase Mosíah 4:1–3.
26. Isaías 1:18–19.
27. Alma 37:35.
28. 1 Timoteo 4:12.
29. Véase “Come unto Him,” Hymns, núm. 114.
30. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 211.
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