La búsqueda de lo desconocido

Transcripción

La búsqueda de lo desconocido
La búsqueda de lo desconocido
Escrito por Jiddu Krishnamurti
Valor sugerido VERDAD/Autoindagación
Interlocutor: Nuestra mente sólo conoce lo conocido. ¿Qué hay en nosotros que nos impulsa a
encontrar lo desconocido, la realidad, Dios?
Krishnamurti: ¿Nos impulsa nuestra mente hacia lo desconocido? ¿Hay en nosotros un impulso
por lo desconocido, por la realidad, por Dios? Por favor, considérelo seriamente. Esta no es
una pregunta retórica; descubrámoslo realmente. ¿Existe en cada uno de nosotros un impulso
interno por encontrar lo desconocido? ¿Existe? ¿Cómo puede uno encontrar lo desconocido?
Si no lo conoce, ¿cómo puede encontrarlo? ¿Existe un deseo vivo por la realidad, o es
meramente un deseo de expandir lo conocido? ¿Entiende lo que quiero decir? He conocido
muchas cosas que no me han dado felicidad, satisfacción, alegría, mayor felicidad, mayor
vitalidad, lo que fuere. ¡Puede lo conocido, que es mi mente –porque mi mente es lo conocido,
la consecuencia del pasado-, puede esa mente buscar lo desconocido? Si no conozco la
realidad, lo desconocido, ¿cómo puedo buscarlo? Debe, por cierto, venir, yo no puedo ir tras
ello. Si voy tras ello, estoy persiguiendo algo que es lo conocido, algo que ha sido proyectado
por mí.
Nuestro problema no es el de saber qué es lo que en nosotros nos impulsa a encontrar lo
desconocido. Eso está bastante claro: es nuestro propio deseo de estar más seguros, de ser
más permanentes, más estables, más felices, de escapar del tumulto, del dolor, de la
confusión. Ese es nuestro impulso obvio. Cuando existe ese impulso, ese apremio, ustedes
encontrarán un escape maravilloso, un refugio extraordinario en el Buda, en Cristo, en los
lemas políticos y en todas esas cosas. Eso no es la realidad, no es lo desconocido, lo
incognoscible. De modo que el impulso por lo desconocido debe llegar a su fin, la búsqueda de
lo desconocido debe terminar, lo cual implica que debe haber comprensión de lo conocido
acumulativo, que es la mente. La mente tiene que comprenderse a sí misma como lo conocido,
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Escrito por Jiddu Krishnamurti
porque eso es todo lo que conoce. Uno no puede pensar en algo que no conoce; sólo puede
pensar en algo que conoce.
Nuestra dificultad está en que la mente no prosiga avanzando en lo desconocido; eso puede
ocurrir tan sólo cuando la mente se comprende a sí misma y comprende cómo todo su
movimiento proviene del pasado y se proyecta a través del presente hacia el futuro. Es un solo
movimiento continuo de lo conocido. ¿Puede ese movimiento llegar a su fin? Puede hacerlo
sólo cuando la mente comprende su propio mecanismo, cuando se comprende a sí misma en
su funcionamiento, en sus modalidades, sus propósitos, sus búsquedas, sus exigencias –no
sólo las exigencias superficiales, sino los profundos impulsos y motivos internos-. Esta es una
tarea sumamente ardua. Simplemente en una reunión o en una conferencia o leyendo un libro,
no van ustedes a descubrir. Por el contrario, ello requiere de una vigilancia constante, una
constante percepción de cada movimiento del pensar, no sólo cuando están despiertos, sino
también cuando duermen.
Tiene que ser un proceso total, no un proceso parcial, esporádico.
Además, la intención debe ser la correcta. O sea, tiene que cesar la superstición de que
interiormente todos deseamos lo desconocido. Es una ilusión pensar que todos buscamos a
Dios; no es así. Nosotros no tenemos que ir en busca de la luz. Habrá luz cuando no haya
oscuridad, y no podemos encontrar la luz por medio de la oscuridad. Todo lo que podemos
hacer es eliminar esas barreras que crean la oscuridad, y el eliminarlas depende de la
intención. Si las eliminan a fin de ver la luz, entonces no están eliminando nada, sólo están
sustituyendo la oscuridad por la palabra luz. Aun el mirar más allá de la oscuridad implica huir
de la oscuridad.
Tenemos que considerar no qué es lo que nos impulsa, sino por qué hay en nosotros tal
confusión, tal agitación, tal lucha y antagonismo, todas las cosas estúpidas de nuestra
existencia. Cuando estas cosas no existen, cuando hay luz, no tenemos que buscarla. Cuando
la estupidez ha desaparecido, hay inteligencia. Pero el hombre que es estúpido y trata de
volverse inteligente, sigue siendo estúpido. La estupidez nunca puede ser transformada en
sabiduría; sólo cuando cesa la estupidez hay sabiduría, inteligencia. El hombre que es estúpido
y trata de volverse inteligente, sabio, nunca podrá serlo, es obvio. Para saber lo que es la
estupidez, uno debe investigarla, no superficialmente, sino de manera plena, completa,
profunda: debe investigar todas las diferentes capas de la estupidez y cuando la estupidez
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Escrito por Jiddu Krishnamurti
llega a su fin, hay sabiduría.
Por lo tanto, es importante averiguar, no si existe algo más, algo más grande que lo conocido y
que nos impulsa hacia lo desconocido, sino ver qué es lo que en nosotros está causando
confusión, guerras, diferencias de clase, esnobismo, búsqueda de renombre, acumulación de
conocimientos, escape por medio de la música, del arte, de tantas maneras. Es importante, por
cierto, ver estas cosas como son y volvernos a nosotros mismos tal como somos. A partir de
ahí podemos proseguir. Entonces resulta relativamente fácil desprenderse de lo conocido.
Cuando la mente se halla en silencio, cuando ya no se proyecta hacia el futuro deseando
alguna cosa, cuando está realmente quieta, profundamente en paz, lo desconocido se
manifiesta. No tenemos que buscarlo. No podemos invitarlo. Sólo podemos invitar aquello que
conocemos. Ustedes no pueden invitar a un huésped desconocido; sólo pueden hacerlo con
alguien a quien conocen. Pero no conocen lo desconocido, la realidad, Dios, o como quieren
llamarlo. Ello debe venir. Puede venir sólo cuando el campo es el apropiado, cuando la tierra
ha sido labrada; pero si uno la labra a fin de que aquello venga, jamás lo tendrá.
Nuestro problema no es cómo buscar lo incognoscible, sino comprender los procesos
acumulativos de la mente, la cual es siempre lo conocido. Esa es una tarea ardua, exige
atención constante, una constante percepción alerta en la que no haya sentido alguno de
distracción, de identificación, de condena; consiste en estar con lo que es. Sólo entonces la
mente puede hallarse en silencio. Ninguna cantidad de meditación, de disciplina, puede
aquietar la mente en el verdadero sentido de la palabra. Sólo cuando la brisa cesa, el lago se
aquieta. Uno no puede aquietar el lago. Nuestra tarea no es la de perseguir lo incognoscible,
sino la de comprender la confusión, al alboroto, la desdicha que hay dentro de nosotros.
Entonces “aquello” surge misteriosamente a la existencia; y en eso hay alegría, felicidad.
Krishnamurti, Jiddu (1996). La libertad primera y última, Editorial Planeta, México
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