hoy quiero hospedarme en tu casa

Transcripción

hoy quiero hospedarme en tu casa
Domingo 31 T.O. (C)
03..11.2013
HOY QUIERO HOSPEDARME EN TU CASA
LA SORPRESA
Llega de día, llega de noche.
Se le espera por la puerta, llega por la ventana.
Le buscamos con alegría, llega con su cruz.
Estamos de guardia, nos llama de dentro.
Rastreamos huellas, llega por senderos nuevos.
Llega en abundancia
y más todavía en la pobreza.
Llega cuando triunfamos
y nos acompaña en los fracasos.
Llega cuando es deseado
y se presenta cuando no se le espera.
Llega en el silencio y en el áspero y abrasador viento.
Llega también en la multitud y el ruido.
Llega para dormirnos y para despertarnos.
Llega a través de todas las caras que encontramos
a lo largo del día en nuestro camino.
Llega en el desierto de manantiales inciertos,
en las estepas de desconocidos pozos,
en los bosques frondosos en que nos perdemos,
en las altas cumbres que hollamos,
y en los valles que nos dan vértigo.
Llega a cada instante.
Llega en cada lugar.
Allí donde estamos, está.
Fiel a tu palabra
ya estás esperándonos.
Ulibarri, Fl
HOY COMIENZA UNA ERA
Hoy comienza una nueva era,
las lanzas se convierten en podaderas,
de las espadas nacen arados
y los oprimidos son liberados.
“Entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto un hombre
llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir
quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Para
verlo se adelantó corriendo y se subió a una higuera, porque tenía que pasar por
allí. Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo:
–Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver aquello murmuraban
todos:
– ¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!
Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor:
– Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le
he estafado dinero le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
– Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también él es hijo de
Abraham. Porque este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a
salvarlo.”
Lc 19,1-10
Dios no es un pelele
Cuando Zaqueo subió a la higuera para ver a Jesús, probablemente no
pensaba en las consecuencias de su acto de curiosidad. Jesús se invita a comer
con él –una irrupción nada suave, por cierto, en la escena de su vida– y Zaqueo
toma una resolución que afecta vitalmente a su bolsillo. Y la toma
conscientemente, como que se “pone en pie” para dar más énfasis a su
decisión. Y Jesús la subraya con esta alegre noticia: “Hoy ha entrado la
salvación a esta casa”. Lo del dinero ha sido solamente una parte y un signo
del todo: Zaqueo ha cambiado radicalmente.
Es cierto que, en la intención del evangelista Lucas, este relato cubre
diversas funciones catequéticas: Jesús llama a todos; el dinero es un signo
fundamental de conversión; los pobres son un punto central para Jesús; en
adelante ya no importa ser hijo de Abraham por la sangre sino serlo por la fe y
la vida; los pecadores son los primeros y principales llamados de Jesús, etc. Es
tal la acumulación de elementos catequéticos de este relato, que no se pueden
abarcar y menos asimilar en una sola mirada. Pero el hecho central está ahí
delante, y caliente: un hombre duro que ha dado un giro de ciento ochenta
grados a su vida en el transcurso de un encuentro con Jesús. Hecho
sorprendente. Se ve que hablaron cara a cara, persona a persona, una
conversación en que cada uno se dio entero al otro. Y pasó lo que pasa
siempre: que la fe lleva en su entraña una fuerza explosiva de cambio; que
Jesús es un compañero dinámico, crítico y creativo; que estar con Dios de
verdad no es un acto de cortesía, sino que levanta la piel y las entrañas; que la
oración mete dinamita dentro del cuerpo; que quien trata frecuentemente con
Dios, cara a cara, se encuentra con consecuencias imprevisibles... Esto es lo
que pasa, y hay que hacer la prueba, y gritárselo luego a todos... Cuando la
suerte estaba echada; cuando los cálculos hacían prever el futuro y el final;
cuando los cauces estaban marcados; entonces, precisamente entonces, ocurre
lo imprevisible: una energía interior que explota, unos muros que se caen, unos
límites que quedan rotos, un horizonte sin fronteras y un camino nuevo, el giro
total de una vida...
¿Qué fue de Zaqueo después? ¿Qué rumbo tomó aquel hombre
acostumbrado al negocio sucio? ¿A dónde se orientó aquel hombre mal visto
por unos y mirado como traidor por otros? Helo ahí: un hombre cambiado que
ha encontrado su identidad y su felicidad, un horizonte nuevo ante sus ojos y él
caminando erguido, unos valores nuevos que le hierven en el corazón... ¡Dios
no es un pelele!
Sugerencias para orar
a) Evocar. Evocando, recordamos agradecidamente el encuentro -o los
encuentros- con el Señor que han marcado nuestra vida. Recordamos
agradecidamente los signos de su presencia -invisible pero actuante- que
nos acompaña envolviéndonos, tanto en la soledad como en la solidaridad.
El recordar "nos hace", "nos da vida": deshaciéndonos unas veces y
rehaciéndonos otras, como a Zaqueo, a Pablo, a la Samaritana, a María
Magdalena...
b) Invocar. Invocando, anticipamos esperanzadamente la presencia del Señor
que va viniendo a nuestra vida tanto en la espera como en la entrega.
Invocando, abrimos las puertas de nuestro corazón para que Él venga
cuando quiera y como quiera. Invocando, anhelamos y pedimos -con
palabras o sin ellas- ese encuentro con Él, ese toque suyo una y muchas
veces, para ser más de Dios y de los hermanos pequeños.
c) Aprender. Leyendo, mirando, contemplando las historias de encuentros
evangélicos -y las nuestras propias- con Él, aprendemos que nuestra vida
nace de Dios. Aprendemos que la ambigüedad de nuestra historia -con sus
tentaciones y apariciones- se aclara, poco a poco, desde Él. Aprendemos a
ser personas, hijos, hermanos.
d) Dejarse llevar. Dejarse llevar hacia aquellos lugares de la historia en los
que Aquél que nos ha salido al paso brilla por su ausencia. Dejarse llevar
hacia esos lugares en los que percibimos su paso y hemos disfrutado de su
presencia. Dejarse llevar siempre hacia el corazón del mundo. Dejarse
llevar, como Zaqueo, a casa, a la propia interioridad...
ZAQUEO
RECIBE CUANDO DA SU CORAZÓN (BIS).
Cuando Jesús a él se dirigió,
vivió Zaqueo una inmensa alegría.
pues, sin saberlo, de tiempo esperaba
aquel encuentro que iba a cambiar su vida.
Cuando Jesús entraba en Jericó
acompañado de la multitud,
vio que un hombre llamado Zaqueo,
se esforzaba por verlo pasar.
Pronto la gente empezó a murmurar
porque Jesús hablaba a un pecador.
Y la respuesta que a todos Jesús dio
fue un bello gesto de amor y de confianza.
Era Zaqueo un hombre muy rico,
y era odiado por los que él explotaba.
Pero, en el fondo de su corazón,
tenía sed de sincera amistad.
El gesto aquel a Zaqueo cambió:
el egoísta se hizo compasivo,
siguió su vida por otros senderos
porque en su casa entró la salvación.
HOY QUIERO HOSPEDARME EN TU CASA
Y QUIERO QUE DESDE HOY SEAS MI HERMANO,
EL HOMBRE SOLO ES RICO EN LA POBREZA,
TE CREÍA UN CAPRICHO MÁS
Te creía un dios cualquiera
de esos que salen al mercado,
crean impacto, conquistan a la gente
y en poco tiempo quedan olvidados.
Te creía un payaso cansado
que se contenta con alegrar a niños y simples,
y que crea oasis de fiesta
porque la vida de cada día
sigue siendo triste e injusta.
Te creía antiguo y bonachón,
señor de paredes y de cuadros
que mira pero no habla;
pastor que sigue manejando la honda
en tiempos de las armas letales.
Te creía poca cosa...
No daba importancia a tu compañía ni a tu palabra.
Eras la visita de cumplido
para después del compromiso.
Eras el postre de una buena comida,
el complemento sentimental
de la razón y de la ciencia...
¡Te creía un capricho más!
Pero eres un Dios de vida e ilusiones.
No es inofensivo acercarse a ti.
No es una cortesía inocente dejarte entrar,
abrirte la puerta, enseñarte la casa
y darte asiento en el salón.
¡Huésped inquieto y peligroso,
tierno y guasón, inteligente y eficaz!
Zaqueo firmó un cheque en blanco.
Yo te creo, Dios.
Te creo capaz de dar la vuelta a la cabeza,
al corazón y a la vida,
a todas las vidas de todos las personas.
Capaz de reformar todos los planes
y desviar todas las rutas.
De abrir nuevos caminos.
De ofrecer horizontes inéditos.
Yo te creo capaz de fijarte en quien está en la higuera;
de invitarte a comer por sorpresa;
de hospedarte en casa de un pecador;
de repetir, hoy, la historia.
No te hagas rogar.
Mírame como Tú sabes,
e invítate a comer en mi casa.
Ulibarri, Fl.

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