Palabras de agradecimiento de Mons. Willy Pino, Obispo de

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Palabras de agradecimiento de Mons. Willy Pino, Obispo de
Palabras de agradecimiento de Mons. Willy Pino, Obispo de
Guantánamo-Baracoa, al final de la Misa de la Dedicación
-Baracoa, 15 de agosto del 2012Ya hemos tenido la oportunidad, en esta celebración, de darle repetidas gracias a nuestro Buen Dios por el regalo que
nos ha hecho de una iglesia restaurada. Pero también debemos agradecer a muchas otras personas más.
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Gracias al Nuncio Apostólico, Mons. Bruno Mussaró, Representante del Papa Benedicto XVI en Cuba, por sus
palabras, su apoyo y cercanía.
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Mi gratitud para con mis hermanos obispos, de quienes tengo mucho que aprender: Mons. Dionisio, Arzobispo de
Santiago y Presidente de nuestra Conferencia; Mons. Juan, Arzobispo de Camagüey; Mons. Emilito, Obispo de
Holguín; Mons. Domingo, Obispo de Cienfuegos; Mons. Petit, Obispo auxiliar de La Habana, y Mons. Peña,
Obispo Emérito de Holguín.
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Agradecimiento a los sacerdotes, religiosas y diáconos, los aquí presentes y los ausentes. A todos nuestra gratitud,
especialmente a aquellos que trabajan o trabajaron pastoralmente durante años en estas comunidades y que he
mencionado en mi homilía de hoy. Dios les premiará todos sus desvelos en bien de las almas.
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Gracias a los hermanos de otras iglesias e instituciones fraternales que han querido compartir nuestra alegría.
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Gracias a las autoridades del país, la provincia y de Baracoa, algunas de las cuales nos honran con su presencia:
Caridad, Iríbar, Emilio, Dennis, Maresma, Eudis, Marlenis, Reinier, Cruz Danis, Tony y Anita. Siempre
agradecimos su preocupación por la buena marcha de esta obra.
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Agradecidos estamos con las instituciones que nos ayudaron: la Alcaldía y la Diócesis de Bérgamo, aquí
representada por Mons. Maurizio Gervasoni, a Kirche in Not, Adveniat, la Diócesis de Colonia y el PDHL de
Alina y Aurora. Gracias también por las ayudas de personas y matrimonios amigos.
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Gracias además a los ingenieros Esteban, Olide, Sucarino, Delmis y los arquitectos Niria, Raúl y Saro. Creo que
cumplimos bastante bien sus indicaciones.
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Gracias, por supuesto, a los obreros de esta maravilla, fijos o eventuales, cuyos nombres también quiero mencionar
y les ruego ir contando mentalmente (33): Carlos, Leonel, Julio, Kiko, Chachi, Darromán, Luis García, Leovito,
Jonás, Miguel Ángel, Rubildo, Motorola, Félix, Reuder, Yoiri, Segundo, Yunier, Alex, Pequeño, Campos, Yarine,
Luis Cecilia, Wilson, Alex Basulto, Gilito, Rodolfo, Franklin, Víctor Manuel, Kendry, Manolo, Quiroga, Iván y
Dariel. ¡Gracias, muchachos!
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Y en nombre de toda esta brigada, no quiero olvidar las gracias para Fresia y Eugenio Legrá, que brindaron sus
casas como hospedaje de ellos. Ni tampoco dejar de agradecer a las cocineras que los atendieron: Aida, Vilma,
Yaíma y Alba así como a Jorge, suministrándoles los alimentos.
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Gracias al incansable Liobis, buen iniciador de esta difícil obra y aquí representado por su esposa Caridad e hijos.
Uno de ellos, Karel, entrará al Seminario el próximo mes.
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Gracias al fiel y milagroso Hipi, también presente con Mercedes, su media naranja. ¡No sé qué hubiera pasado con
esta obra si él no entra en la escena!
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Mil gracias para con los que se ocuparon de las meriendas de cada día, muchos de ellos de la siempre dinámica
Tercera Edad. Su visita diaria era muy bien recibida. No olvido a José Palmero que cada día se aparecía con un rico
cafecito para los obreros.
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Gracias a Rayner por las fotos que fue tirando, día a día, mientras la obra avanzaba.
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Gracias a los que se ocuparon de los temas económicos: Emilín, Tomás y Castillo.
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Gracias a los choferes: Joseíto “el primero”, Silvestre, Pepito, Juan Alberto y Alejandro. ¡Mil gracias!
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Nuestro reconocimiento y gratitud a las empresas, operadores de equipos y demás personas que molestamos en la
compra y el traslado de materiales y escombros: Pedro Cremé, Alexei, Reuder, Cristóbal, Marla, Paula, Tatiana,
Robert, Juancito Boutros, Arnaldo, Martínez, Alexis, Viquillón, Luis Mario, y Leopoldo. Gracias a los eléctricos, a
los del pararrayos y a los técnicos del sonido. Gracias a nuestra escuela vecina por prestarnos hoy su local como
sacristía.
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Gracias especiales a Duany y a todo su equipo por la carpintería; a Israel, el de los escudos de la fachada y la
restauración del Via Crucis; al jardinero Pedro Ochoa; a los cristaleros Vladimir, Frank y Carlos; a los marmolistas
Miguel, Roberto, Reinier y Carlos por las bellezas que hoy contemplamos; gracias a Adriel y Juan por las bellas
rejas que construyeron; y gracias a los Padres Salesianos de Santiago de Cuba por regalarnos esta bella imagen del
Sagrado Corazón.
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Unas gracias muy grandes al P. Paquito ¡POR TANTAS COSAS! Y sobre todo, por su persona. El se ha
enamorado de estas comunidades de Baracoa, La Playa, Jamal y Cabacú, y por eso ha venido una guagua de su
comunidad de Camagüey para llevárselo en cuanto termine la Misa… Ellos han querido traerle de regalo al P.
Valentino un precioso cuadro del Papa Juan Pablo II, creador de esta Diócesis de Guantánamo-Baracoa, que se lo
entregan ahora.
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Gracias a los artistas Casanova e Isoleris por restaurarnos el crucifijo del altar y a Carlos Hernández por pintarnos
ese bello cuadro del bautismo de Jesús.
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Gracias a Abel Lobaina por su pintura baracoesa que él mismo entregará a continuación a Mons. Bruno para que
nos haga el favor de hacerla llegar al Papa Benedicto XVI en nombre del pueblo y la Iglesia de Baracoa.
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Muchísimas gracias al P. Quin, de buena memoria en esta parroquia. Él se propuso mandar a hacer y regalarnos los
tres vitrales del altar y lo logró. Lo que pasa es que, por el momento y como ustedes ven, son invisibles. Ya están
hechos (¡y son preciosos!) pero habrá que esperar unos días porque no ha podido enviarlos aún a Cuba. ¡Así que
nos quedan sorpresas pendientes para los próximos días!
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También agradecer al creador Sergio Dávila que nos hizo los otros dos bellos vitrales: el de la fachada y el de la
Capilla del Santísimo, que quiso donar a esta comunidad.
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Gratitud permanente con el P. Fernando Hería y a su comunidad por el regalo del bello sagrario estrenado hoy y
que, según la frase ocurrente del P. Jean, “es tan lindo que dan deseos de arrodillarse aunque todavía no tenga el
Santísimo dentro”.
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Gracias, en Santo Domingo, al P. Esquivel y a Carlos, a Emilia, Julio y Oscarito, manos derechas en resolver
muchas cosas para el arreglo de esta iglesia. Las gracias a Santiago Cuadra por estas lámparas y por las muchas
bisagras inoxidables para puertas y ventanas que nos regaló. También recordamos a Juan Carlos Marte, el
carpintero que nos hizo esos bancos donde están ustedes sentados.
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Cada hora, cada media hora, cada vez que suenen las campanas, daremos gracias al P. José Abellán, de la parroquia
de Santa Ana de Elda, en Alicante, por el regalo del reloj de la torre-campanario así como el lindo mosaico de la
Virgen de la Caridad colocado en la pared exterior.
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Y una vez más también, gracias al P. Luis Manenti y sus colaboradores por conseguirnos las campanas que ha
estrenado nuestra iglesia durante este año.
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Gracias, en Bérgamo, al orfebre Franco Blonmer y su familia por regalar a esta comunidad un precioso relicario
que contiene parte de la vestimenta del Papa Juan XXIII y que ha sido colocado en la capilla de la Cruz de la Parra.
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Gracias por todas sus gestiones y, sobre todo por su cariño, para el matrimonio de Ramón y Julia así como para
Oscar Beltrán, representante de Azulev, que nos gestionaron este bello piso nuevo que da la impresión de ser
antiguo, que hoy estamos estrenando.
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Gracias al Dr. Eusebio Leal y sus colaboradores, especialmente a Cary, Maité, Odilio y Hanoi por ayudarnos en
las gestiones aduaneras de los bancos, del reloj y de las lozas del piso.
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Especial gratitud para con los que comenzaron a soñar esta obra hace muchos años atrás, con nuestro obispo
emérito, Mons. Carlos, al frente. Pienso, igualmente, en el arquitecto Paradiso, Carlitos Lamas, Omar López, Diego
Bosch, Floirián, la fallecida Marta Loras y otros más.
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Y unas gracias especiales para esta gran comunidad de Baracoa y a su párroco, el también grande, y no sólo de
tamaño, P. Valentino, que hoy nos reciben con los brazos abiertos. Gracias al excelente coro con jóvenes de
Baracoa, Jamal y Cabacú. Muchos de ustedes ayudaron a bajar las tejas del techo y lavarlas, a fundir las placas, a
botar escombros, a limpiar, etc. Gracias por tantos ejemplos.
Queridos hijos: Esta obra que hoy concluye nos ha dejado muchas lecciones. Sólo señalo una: Cuentan de un caracol
que emprendió su lentísima subida a una mata de cerezas en día de primavera. Al verlo, unos gorriones estallaron a
carcajadas y le dijeron: “Tú eres tonto, ¿no sabes que en la primavera todavía no hay cerezas?”. Y les caracol, sin
detenerse, les respondió: “No importa, ya las habrá cuando yo llegue”.
Dios nos ha querido enseñar que lo importante no son las cerezas ni la primavera sino el tronco del árbol que nos
propongamos ir subiendo día a día, con paciencia, aunque todavía no veamos las cerezas ni haya pasado la
primavera…
Esta obra la pusimos, desde su comienzo, en las manos de Dios. Todavía no había cerezas, o sea, todavía no teníamos
todo el cemento que hacía falta, ni todo el dinero, ni todas las cabillas, ni toda la madera, ni toda la cal. Había también
gorriones… Pero teníamos lo más importante: ¡nuestra confianza puesta en Dios! Sabíamos que si él nos había
ayudado en otras ocasiones, nos ayudaría también en ésta.
Por lo tanto, no dudo en afirmar que fue Él quien hizo esta obra y nosotros sólo fuimos sus ayudantes. Nosotros, como
enseñó a decir Jesús, “sólo hicimos lo que teníamos que hacer” (Lc. 17, 10). Muchas gracias.

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