Espiritualidad ecológica - Instituto Miguel Raspanti

Transcripción

Espiritualidad ecológica - Instituto Miguel Raspanti
1
ESPIRITUALIDAD ECOLOGICA FRANCISCANA
Coloquio Internacional “El Cosmos, albergue de todos los vivientes”
Instituto Mons. Raspanti - julio de 2015Lic. Fray Luis Antonio Scozzina ofm
Director del Centro Franciscano de Estudios y Desarrollo Regional
Campus UCA Rosario
INTRODUCCION
En el inicio del ministerio como Obispo de Roma el Papa Francisco nos proponía que:
“la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una
dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar
toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como
nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el
entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno,
con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a
menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón.(….). En el fondo, todo está confiado a
la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sean custodios de
los dones de Dios”
1
Quiero iniciar esta reflexión con este texto de la homilía del Papa Francisco para
señalar como su ministerio está atravesado por la preocupación de recuperar para la
antropología cristiana y para la espiritualidad una dimensión fraterna-materna expresada en la
categoría existencial del “cuidado”. Esto es lo que va desarrollar en la reciente Encíclica
“Laudato Si´” con la propuesta de una “ecología integral”.
En esta presentación voy a prescindir del texto papal, sólo quiero señalar que la
encíclica se abre con la alabanza “Alabado seas, mi Señor” y cierra con la oración cristiana
con la creación “Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas”. Bien podríamos decir, que
inspirado en el “Cántico de la criaturas” el Papa Francisco repropone una nueva espiritualidad
humana y cristiana para toda la humanidad.
San Francisco de Asís escribió "El cántico de las criaturas” en torno a 1226, en
dialecto de Umbría, cuando ya había iniciado su camino de pobreza radical. Es una expresión
de alabanza a Dios a través de las criaturas y puede decirse que es uno de los primeros
documentos ecologistas.
En él, San Francisco de Asís habla del "hermano sol”, el "hermano viendo”, la
"hermana agua”, y la "hermana madre tierra”. Su primera frase es "Alabado seas mi Señor, en
todas tus criaturas.
Quiero ofrecerles una lectura de la experiencia de la bondad de Dios a partir de los
escritos de San Francisco recuperando algunas de sus oraciones y exhortaciones que mejor
manifiestan su experiencia vital.
Luego, explicitaré desde la mirada contemplativa la lógica del don y el nuevo modo de
estar y con-vivir con la hermana creación. Finalmente ofrece los principios ecológicos
franciscanos y las opciones prácticas en la relación con los hermanos y con la “hermana
madre tierra”.
1. LA EXPERIENCIA FRANCISCANA DE DIOS BONDAD
1
Papa Francisco, Homilía comienzo ministerio petrino, Solemnidad de San José, 2013.
2
1.1. “Solo Dios es bueno”
Vivir la experiencia de Dios como “sumo bien, bien total” es entrar en el espacio de la
gratuidad que se funda en el encuentro con el “Dios bueno”, el “gran limosnero”, diría San
Francisco. La condición humana vivida desde el don de la fe posibilita una nueva manera de
mirar toda la realidad: “el universo surge del don gratuito de Dios”. Desde esta perspectiva es
posible ir más allá de la ley del precio, del intercambio, de la ventaja, que se impone en
nuestra cultura mercantilista y consumista, es una invitación a vivir en la “lógica del don”, el
don de la creación y de la redención.
Nada nos pertenece, toda la vida es un bien recibido, llamado a ser compartido y
restituido. Es la experiencia de que el Amor no es amado, y que la respuesta del seguidor de
Jesús encuentra su plenitud en la donación de sí mismo al Padre y en el servicio gratuito a los
hermanos.
Para San Francisco, la plenitud humana llega a su máxima realización en el encuentro con
la bondad de Dios, en el encuentro con el “bien pleno” capaz de satisfacer a saciedad todo
deseo: “Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos agrade
y deleite, sino nuestro Creador y Redentor y Salvador, el solo verdadero Dios, que es el bien
pleno, el todo bien, el total bien, el verdadero y sumo bien; que el solo bueno (Lc.18.19),
piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo, verdadero, santo y recto; que es el
solo benigno, inocente y puro…”
2
Testimoniar a todos que El es “el solo bueno” es la razón última del envío: “vayan por el
mundo”: “Alabadlo porque es bueno y ensalzadlo con vuestras obras; pues por esto os envió
al mundo entero, para que de palabra y con las obras deis testimonio de su voz y hagáis
saber a todos que no hay omnipotente sino él”.
3
La oración de San Francisco es de gratitud al Dios bueno, así lo manifestará en las
Alabanzas al Dios Altísimo: “Tú eres el trino y uno, Señor Dios de los dioses; tu eres el bien,
el todo bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero” ; y en la paráfrasis del Padre nuestro:
“Que estas en los cielos en los ángeles y en los santos; iluminándolos para amar, porque tú,
Señor, eres la luz inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres amor; habitando en ellos
y colmándolos para gozar de la eterna bienaventuranza, porque tú, Señor, eres el bien sumo,
eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.”
4
5
En definitiva, sólo a Dios le corresponde la alabanza y el reconocimiento de toda bondad:
“y el mismo altísimo y sumo, el solo Dios verdadero, posea, a él se le tributen y él reciba
todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las acciones de
gracias y la gloria, porque suyo es todo bien, y sólo él es bueno (Lc.18.19)”.
6
1.2.
2
Vivir “sin nada propio” porque “a El pertenecen todos los bienes"
Rnb 23,9
3
CtaO 8-9
4
AlD 3
5
ParPn 2
6
Rnb 17,18
7
Cf. Rb. 1,1; Adm 11,2-3; Rnb 17,17
7
3
Cuando se da el reconocimiento que, “a El pertenecen todos los bienes”, la experiencia
de la fraternidad se vive como espacio de manifestación de los dones: “Dichoso aquel siervo
que no se enaltece por el bien que el Señor dice y hace por medio de él, que por el que dice y
hace por medio de otro”.
8
Vivir en el espacio del don es vivir “sin nada propio”, es vivir en la acogida del otro en su
originalidad y peculiaridad. Es allí donde se establece una relación paciente y pacífica con el
prójimo que le permite aceptarlo en su fragilidad: “Y sea cual sea el pecado que una persona
cometa, si el siervo de Dios, no teniendo caridad, se turba y se aíra por ello, atesora para sí
culpas. /El siervo de Dios que no se aíra ni se turba por cosa alguna, vive rectamente, sin
nada propio.”
9
La experiencia de la bondad de Dios lo lleva establecer el vínculo con el otro en su
bondad y valorar el bien del otro, el don del hermano: “y el Señor me dio hermanos .
Reconocer al otro en su bondad y en su amabilidad: “Por lo tanto, todo el que envidia a su
hermano por el bien que el Señor dice o hace en él, comete un pecado de blasfemia, porque
envidia al Altísimo mismo, que es quien dice y hace todo bien”.
10
11
San Francisco en su itinerario penitencial participa en el misterio Trinitario y vive la
identificación con el “Amado”. Asumir el itinerario kenótico del Hijo es para él actualizarlo
en la experiencia histórica de identificación con los últimos, con los menores. Vivir
“menores con los menores” es su forma de comprender el seguimiento de Jesucristo pobre y
crucificado. “Desde la contemplación del misterio de la encarnación, de Jesús que se hace
“siervo” (cf. Fil 2, 6-11) […] llamados a estar en el mundo como “menores con los menores
de la tierra” (Shc 30), “sometidos a toda humana criatura por Dios” (Rnb 16,6). San
Francisco está profundamente convencido de la fecundidad misionera de la pobreza, de la
humildad, de la minoridad, por ser éste el movimiento del Hijo del hombre que se encarnó
para darnos vida. El corazón del hombre no se abre al don de Dios, objeto último de la
misión, con el prestigio, la fuerza o la potencia de los medios humanos, sino con la potencia
irresistible del amor ofrecido gratuitamente.”
12
1.3.
En permanente ex-propiación
Para San Francisco el mayor pecado es el de la apropiación, porque no reconoce al Dios
dador de todo bien:
“Come, en efecto, del árbol de la ciencia del bien el que se apropia su voluntad y se
enaltece del bien que el Señor dice o hace en él…”. No se trata de una actitud fundada en el
rigorismo ascético sino en la valoración de los bienes que “El solo bueno” obra y realiza en
cada hermano: “y no gloriarse ni gozarse en sí mismos, ni exaltarse interiormente de las
13
8
Adm 17,1
9
Adm 11,2-3
10
Cf. Test.14
11
Adm 8,3
12
Rodríguez Carballo, J. “Hace lo que El os diga” 49, Carta del Ministro general a los hermanos jóvenes, Roma 2007
13
Adm 2,3
4
palabras y obras buenas, y hasta de ningún bien que Dios hace, dice y obra alguna vez en
ellos,…”
14
Vivir en la expropiación libera al seguidor de Jesús de la tentación del “aparecer”, del
vivir del prestigio y de la búsqueda de la fama, de la gloria: En la Admonición 5,5-8 Francisco
advierte:
“Pues, aunque fueras tan sutil y sabio que tuvieras toda la ciencia y supieras interpretar
toda clase de lenguas y escudriñar sutilmente las cosas celestiales, de nada de ello puedes
gloriarte;/ porque un solo demonio supo de las cosas celestiales y sabe ahora de las terrenas
más que todos los hombres, incluso en el caso de que existiera alguno que hubiese recibido
del Señor un conocimiento especial de la suma sabiduría./ Asimismo, aunque fueras el más
hermoso y el más rico de todos los hombres, e hicieras maravillas tales como poner en fuga a
los demonios, todas estas cosas te son contraproducentes, ninguna de ellas te pertenece y de
ninguna de ellas puedes gloriarte. En esto, sin embargo, sí podemos gloriarnos: en nuestras
flaquezas y en llevar diariamente a cuesta la santa cruz de nuestro Señor Jesucristo”.
La clave de la expropiación como actitud fundamental del discípulo se funda en la certeza
de que todo es don de Dios. Toda actividad que pretenda centrarse en el poder humano
termina en la auto-afirmación del yo, en la propia glorificación. La aceptación de su
vulnerabilidad y fragilidad es el camino que lleva al discípulo a la comunión y a la plenitud de
vida.
1.4.
El que vive “sin propio” restituye
San Francisco vive inmerso en la bondad y de allí brota su permanente alabanza y
gratitud: “Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, todo bien, sumo bien, bien
total, que eres el solo bueno (Lc.18.19), haz que te restituyamos toda alabanza, toda
gloria, toda gracia, todo honor, toda bendición y todos bienes. Hágase. Hágase.
Amén.”
15
Como fruto de la experiencia de Dios nace el gesto de la devolución, expresado como
restitución: “Y restituyamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos
que todos son suyos, y démosle gracias por todos ellos, ya que todos los bienes de él
proceden”. Por ello, para el discípulo que vive esta experiencia, la restitución lo libera de la
posesión y lo hace disponible a la solidaridad y al compartir los bienes. “Cuando van por el
mundo... Den a todo el que les pida; y a quien les quita lo suyo, no se lo reclamen…”.
16
17
La experiencia de la bondad fontal del Dios bueno, le permite vivir en la dicha de la
permanente restitución y acción de gracias por todos los bienes creados. Estas son algunas de
las admoniciones que Francisco dirige a sus seguidores para que vivan en el espacio de
gratuidad, manifestando permanentemente su gratitud:
14
Rnb 17,6
15
AlHor 11
16
Rnb 17,17
17
Cf. Rnb 14,1-6
5
“Dichoso el siervo que restituye todos los bienes al Señor Dios, porque el que
se reserva algo para sí, esconde en sí mismo el dinero de su Señor Dios, y lo que creía tener
se le quitara”.
“Y dichoso quien nada retiene para sí, restituyendo al césar lo que es del
césar, y a Dios lo que de Dios”.
“Y son vivificados por el espíritu de las divinas letras aquellos que no atribuyen al
propio yo toda la letra que saben y desean saber, sino con la palabra y el ejemplo la restituye
al altísimo Señor Dios, de quien es todo bien”.
“Dichoso el siervo que atesora en el cielo los bienes que el Señor le muestra, y no
ansía, con la mira puesta en la recompensa, darlos a conocer a los hombres,”21
18
19
20
“Para San Francisco la pobreza está unida a la restitución. A propósito, son
significativos algunos episodios referidos por las primeras biografías , en los que se destaca
de modo evidente que para Francisco dar un manto a los pobres no es otra cosa que
restitución, entendida como justicia: confiesa sentirse ladrón si no devolviese esa prenda a
quien es más pobre que él. También en sus escritos Francisco invita a menudo a “restituir
todo bien a Dios”, y a dar gracias al Señor: en efecto, también el agradecimiento y la
oración de alabanza son una forma de restitución.
22
La restitución es una buena clave para vivir en minoridad las actividades de asistencia a
los pobres y a los necesitados: no se trata de beneficencia que nos hace sentir un escalón más
arriba respecto a nuestros hermanos, sino simplemente de la devolución de los bienes, que
son de Dios, a aquellos representantes elegidos suyos que son los pobres .Como ya hemos
dicho a propósito del reconocimiento que el bien es de Dios, tampoco aquí se trata de gestos
virtuosos, sino sencillamente de verdad. Si el bien procede de Dios, a Él y a los hermanos
hay que restituirlo, por justicia, antes que por caridad”23
En definitiva, la restitución de los bienes como acogida del don es participación plena en
el misterio del amor trinitario que se manifiesta en la total donación del Hijo para que todos
participen de la plenitud de la vida: “Por consiguiente, nada de ustedes retengan para
ustedes mismos, para que entero los reciba el que todo entero se les entrega”.
24
2. MIRADA CONTEMPLATIVA DESDE LA GRATUIDAD
La experiencia fundante de San Francisco, su modo existencial de relacionarse con Dios y
con la creación desde la “lógica del don”, le permitirá tanto a la espiritualidad como al
pensamiento filosófico-teológico proponer: “presupuestos válidos para una antropología
relacional y una ética de sencillez, de la moderación y de la frugalidad como respuesta a la
explotación y dilapidación del medio ambiente. Para la sensibilidad franciscana no se trata
18
Adm 18,2
19
Adm 11,4
20
Adm 7,4
21
Adm 28,1
22
Cf. 2 Celano 87;92
23
Tomado del subsidio para la formación permanente sobre el Cap.IV de las CC.GG. OFM, “Peregrinos y extranjeros en
este mundo”, p.88 Roma 2008
24
CtaO 29
6
de conocer y de interpretar la realidad, sino también de actuar. Además, la vida es un
sacramento y todo lo que existe es un regalo. Esto postula el respeto de los recursos
naturales, su uso moderado y sobrio, gozar también de las pequeñas cosas de cada día,
evitando lo superfluo y el derroche como signos de incultura… …. Desprendimiento
voluntario de cosas, sencillez de vida y alegría por el don de la existencia son actitudes de
reverencia por la creación y modelo de convivencia.”
25
La originalidad de la experiencia de Dios de San Francisco ofrece a la espiritualidad
cristiana actual y la teología de la creación recuperar una dimensión integral de la
antropología cristiana reproponiendo una nueva clave ética y existencial, así lo formula J. A.
Merino, en su libro sobre ecología en clave franciscana: “El convencimiento sentido y vivido
en la espiritualidad franciscana es el reconocimiento y la celebración de la gratuidad de la
vida y del mundo como don.”
26
Desde ese reconocimiento de la gratuidad de la existencia, la vida se transforma en
celebración, fraternidad y gratitud. Quien logra descubrir el mundo y todo lo que hay en él
como gracia y gratuidad, no puede ser un agente destructor, depredador ni corruptor del
mundo natural.
La valoración de la singularidad y de la diversidad permite una mirada no sólo ética sino
también contemplativa de la creación. Francisco de Asís simpatizaba con todas las criaturas,
ciertamente, pero sobre todo por razones teológicas. En su Cántico del hermano sol canta al
Señor a través de todas las criaturas, pues son señales de él. De este modo Francisco no sólo
disfrutó de la naturaleza, sino que, unido a ella vital y afectivamente, celebró asombrado las
maravillosas obras del Creador.
Uno de los rasgos más sobresalientes de la espiritualidad de San Francisco es su agudo
sentido de la presencia de Dios en la creación y en la historia del hombre. Cada ser, cada cosa,
es un don de Dios. Exhorta a sus hermanos a que no se atribuyan nada a sí mismos, a que no
guarden nada para ellos, a que den gloria a Dios en cualquier momento y lugar por las
maravillas que Dios ha hecho en ellos y en el universo. “Y restituyamos todos los bienes al
Señor Dios altísimo y sumo, reconozcamos que todos son suyos, y démosle gracias por todos
ellos ya que todo bien de Él procede” .
27
El pensamiento bonaventuriano sobre la naturaleza y los seres vivos, desde una ontología del
amor, nos encamina hacia ellos con una conducta humana y reverencial, de comunión y
hermandad. El hombre es mediación entre la naturaleza y el espíritu, un microcosmos donde
la materia y el espíritu se armonizan en una síntesis admirable, pero no acabada. El hombre no
puede dominar ni manipular la creación, sino que la preside. El hombre y la naturaleza se
armonizan en un mismo proyecto teológico cosmológico y existencial.
El franciscanismo es un modo peculiar de ver y de relacionarse con Dios, ciertamente;
pero es también un modo concreto y específico de ser de estar en el mundo y de tratar a las
criaturas. Esto se articula en un hermanamiento universal, en donde la relación con las cosas,
25
Tomado del subsidio para la formación permanente sobre el Cap.IV de las CC.GG. OFM, “Peregrinos y extranjeros en
este mundo”, p. 63-4 Roma 2008.
26
Merino, J. A., Francisco de Asís y la ecología, Madrid 2008
27
Rnb 17,17-18
7
con las plantas y con los animales, son personalizadas. Se podrá, pues, hablar de un verdadero
y propio “humanismo franciscano” cuando el contacto con el mundo es vivido desde una ética
de la responsabilidad, que apunta a la consecución de la paz no sólo en el campo social e
interhumano, sino también ambiental, dando así a la paz una expresión universal.
Si el consumismo actual se ha convertido en un estilo de vida y en sed insaciable de devorar
todo: cosas, objetos, personas, valores, libros, tiempo, ideas, imágenes, es urgente y necesario
lograr una ascesis de la vida como forma de libertad y responsabilidad. La austeridad y la
frugalidad se convierten así, no sólo en un modo concreto de vivir algunas dimensiones de la
pobreza evangélica, sino también en virtudes ecológicas y solidarias.
“En la tradición franciscana: Duns Escoto, a diferencia de Tomás de Aquino, sostiene
que en el estado de inocencia no existía el derecho de propiedad, ni por ley natural ni por ley
divina; sólo después del pecado original se ha vuelto necesario distinguir lo que es mío de lo
que es tuyo . La propiedad privada se coló sólo en un segundo momento, como consecuencia
necesaria del pecado, como un medio para evitar males mayores, que podrían afectar a los
más débiles por la ausencia del derecho de propiedad (es interesante notar que se dice
expresamente que con el derecho de propiedad se protege al más débil de la prepotencia del
más fuerte). Es evidente el fuerte impacto, incluso social, de tal doctrina, que insiste en el
destino universal de los bienes y en la “hipoteca social” que grava sobre el derecho de
propiedad y que está fuertemente en sintonía con el más reciente magisterio social de la
Iglesia.
28
Podemos observar, además, que esta convicción, referida a los bienes proceden de Dios,
no sólo afirma la opción de vivir sin nada propio, sino que convierte tal opción un gesto de
verdad, más que una virtud ascética: el franciscano no se siente un héroe que renuncia a lo
que es suyo, cumpliendo un gesto excepcional de particular virtud, sino que sabe reconocer
humildemente la verdad de las cosas, porque en realidad sólo Dios es el verdadero
propietario de todo bien y nosotros sólo podemos tomar nota. Y, como sucede a menudo,
también en este caso la humildad consiste sencillamente en la verdad.”
29
“San Francisco, en su modo de estar en el mundo, no posee ni domina la creación, sino
que está junto a ella y la trata como hermana, pues toda surgió de las mismas manos del
Padre Dios .Pero si puede reverenciar, respetar, ser hermano y ver en todas las criaturas el
amor del Creador, es porque vive con radicalidad la pobreza, la no-apropiación. La pobreza
libera al amor de todo deseo de posesión y propicia la fraternidad.
El reto para nosotros consiste en cómo vivir hoy día nuestra espiritualidad ante la gran
crisis ecológica en la estamos sumergidos, cómo traducirla en ética, en estilo de vida
humanizante y restaurador, e incluso en acción política que ataje las causas que producen el
deterioro del medio ambiente”.
30
28
29
Cf. Juan Duns Escoto, Ordinario, IV, distinctio 15, quaestio 2, n.3-9
Tomado del subsidio para la formación permanente sobre el Cap.IV de las CC.GG. OFM, “Peregrinos y extranjeros en
este mundo”, p.86 Roma 2008.
30
Tomado del subsidio para la formación permanente sobre el Cap.IV de las CC.GG. OFM, “Peregrinos y extranjeros en
este mundo”, p. 62 Roma 2008.
8
3. PRINCIPIOS DE UNA ECOLOGÍA FRANCISCANA
31
La visión franciscana de la vida es teocéntrica y al mismo tiempo global. Cada ser vivo o no
vivo constituye por una parte una subjetividad (y no simplemente un objeto) y posee un valor
interno, una misión. Por otra parte es un ser relativo, es decir, en permanente relación con su
Creador y con los otros seres.
a.- El sacramento del mundo: criaturas como transparencia
Uno de los rasgos más sobresalientes de la espiritualidad de San Francisco es su agudo
sentido de la presencia de Dios en la creación y en la historia del hombre. Cada ser, cada
cosa, es un don de Dios. Exhorta a sus hermanos a que no se atribuyan nada a sí mismos, a
que no guarden nada para ellos, a que den gloria a Dios en cualquier momento y lugar por las
maravillas que Dios ha hecho en ellos y en el universo.
Todo nos habla de Dios, nos remite a Dios. El universo, en su unidad como en su
diversidad, es un sacramento de Dios, una “escalera” que nos lleva hacia el creador. (Cf.
2C 165; LM 9,1). “El mundo entero es sombra, camino, vestigio, es el libro escrito desde el
exterior”, escribe Buenaventura (Hexaem. 12, n.14). Para San Francisco, como para
Buenaventura, Dios está en todas partes y al mismo tiempo en ninguna... En cada cosa y en
cada acontecimiento Dios está presente; “Dios está íntimamente presente en sus criaturas”
(Buenaventura, De scientia Christi, q.2,ad 11) La tierra es sagrada.
De ahí procede este amor inaudito que Francisco transmite a los seres y a las cosas. Él ha
entrado en comunión fraterna y respetuosa con todo lo que vive y con todo lo que es. Esta
visión estética y religiosa es contraria a las concepciones puramente científicas y materialistas
del mundo en sus diversas formas.
b.- El universo es un todo
Francisco tiene una visión integral de la vida. El universo creado en la armonía y para la
armonía se asemeja a una gran familia cuyos elementos son independientes en su variedad y
forman una única fraternidad universal. Esta concepción de la unidad del mundo está
profundamente enraizada en la visión bíblica de la creación.
Por consiguiente, el hombre debe extender la ética y la justicia a la naturaleza, a todos los
pueblos que habitan la tierra, al menos en interés del hombre mismo ya que destruyendo el
medio ambiente destruye su propio hábitat. Los bienes de la creación no se reducen a los
estrictos intereses económicos del hombre; están destinados a la armonía universal de todos
los seres. “Vio Dios todo cuanto había hecho, y he aquí que estaba muy bien” (Gn.1,31). El
adjetivo “bien” debe ser entendido aquí en su sentido global, omnicomprensivo, es decir,
ontológico, moral, vital, estético, y no únicamente en el sentido exclusivo del bien económico.
c.- Respeto a la diversidad
31
Fr. Ambrose Van Si; en: La visión franciscana del trabajo en favor de la justicia, la paz y la integridad de la
creación, subsidio de la Oficina OFM de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, Roma 1999
9
Para Francisco, cada cosa y cada ser humano posee su propio valor intrínseco, una
individualidad que hay que respetar y amar. Buenaventura y Duns Scoto desarrollarán este
concepto de singularidad de cada cosa en su doctrina de la individualización y siguiendo el
ejemplo de su Padre considerarán a cada ser de este mundo en su subjetividad fecunda de
interioridad, en su “haeceitas”, es decir, en aquello que hace que un ser sea lo que es y no otra
cosa. La última razón de esta singularidad, inscrita en cada ser, se sitúa, dice Duns Scoto “en
la voluntad misma de Dios”. La diversidad de las criaturas nos remite así a lo infinitamente
Otro que es Dios.
Una espiritualidad ecológica franciscana nos pone ante el desafío permanente de
sobrepasarnos a nosotros mismos para entrar en la comunidad universal de todos los seres.
Nuestra vida, asumida en sus complejas relaciones con el universo, ensanchará nuestro
sentido de responsabilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás. Esto exige una actitud
inclusiva hacia todos los seres que encontramos en nuestro camino, incluidos los del mundo
natural, y, al mismo tiempo, una mirada contemplativa y de asombro ante la diversidad y la
singularidad misteriosa de cada uno de ellos. Inclusividad sin apropiación alguna, solidaridad
pero con profundo respeto de la diversidad.
Existen tres opciones prácticas que corresponden, más o menos, a estos tres principios.
1.- Opción por la vida y la interdependencia vital
a) Todo ser tiene derecho a la vida. Una tórtola salvaje, una pequeña flor
insignificante, una pobre mujer que sufre, un anciano, hombre ciego, todos han sido llamados
a la existencia y participan en la misma aventura de amor. Francisco tenía predilección por las
más pequeñas y las más humildes entre las criaturas.´Recoge del camino a los gusanillos para
que no los pisoteen’
32
En la tierra, como el hombre y los animales que la habitan, tiene derecho a la
regeneración; está sometida a la ley del sabbat, el tiempo del descanso necesario para la
renovación de la vida . Todo franciscano es un profeta de la vida. En el nombre del Dios vivo
denuncia la cultura de la muerte y busca salvaguardar la calidad de la vida -de cualquier
vida- y convertirse en el desierto del mundo, siempre y en todas partes, en signo de la
regeneración y de la esperanza” .
33
34
b) También está atento a la interdependencia de los seres. Ningún ser vive de y para
sí mismo. La supervivencia de los hombres, en particular, de los pobres, depende de la
supervivencia de la tierra y de la calidad de vida de todo el universo y viceversa. San
Francisco es consciente de los dones de la tierra, por medio de los cuales el hombre se
alimenta. “Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre Tierra, la cual nos sustenta y
gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas” (Cántico de las Criaturas).
32
2Cel 165
33
Cf Lv 25, 1-7; 19, 9-10
34
Ambrose Van Si; en “La visión franciscana del trabajo en favor de la justicia, la paz y la integridad de la creación”,
subsidio de la Oficina OFM de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, Roma 1999
10
El monocultivo dirigido a las necesidades únicamente del mundo industrializado, y la
explotación ilimitada de la tierra, causa la muerte a la tierra misma y también a los pobres que
se ven sistemáticamente despojados de sus fuentes de vida. Miles y miles de “sin tierra”, que
mueren de hambre, y miles y miles de hectáreas de bosques destruidos en Brasil y en otras
partes de nuestro planeta son las consecuencias nefastas de esta política económica unilateral.
2.- Opción de vivir sin propio (1R 1,1)
De manera lapidaria, Francisco exhorta a sus hermanos a tener una vida sencilla, pobre, en el
espíritu del don de sí: “Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos”(CtaO 29), y a
practicar en la vida cotidiana la renuncia a todo lo superfluo y a contentarse con lo
estrictamente necesario.
Esta pobreza franciscana no es solamente individual. También es social y conlleva una
dimensión profética. Renunciando a la propiedad y tomando la opción de vivir pobre entre los
pobres, Francisco rechaza el sistema económico y político de su tiempo. Su opción de vivir en
pobreza se traduce, en la práctica, en opción por los pobres. Esta opción contrasta, por una
parte, con la mentalidad feudal centrada en la posesión de las tierras y en la explotación de los
campesinos. Y, por otra parte, con la sociedad de consumo introducida por la nueva clase
social, la burguesía.
Para San Francisco la apropiación es un verdadero obstáculo para el amor fraterno; suscita en
nosotros la voluntad de dominio sobre los demás. La tentación de dominar la tierra nos lleva a
la dominación de los demás, sobre todo de los pobres y los desamparados. La acumulación de
las riquezas por parte de algunos lleva como consecuencia el empobrecimiento, e incluso, la
destrucción de los demás.
3.- Ser artesanos de la paz
El respeto a la vida y a la diversidad de cualquier ser significa también responsabilidad
por la paz. Francisco no olvida que la paz entre los hombres no es más que un aspecto de la
reconciliación universal entre el hombre y la tierra y entre ésta con su Creador. Añade un
párrafo sobre el perdón entre los hombres en su Cántico de las Criaturas: “Loado seas, mi
Señor, por aquellos perdonan por tu amor”. Conscientes de que las armas no restablecen
nunca la paz, y de que causan no solamente la muerte de los seres humanos, sino también la
destrucción radical del medio ambiente, los hermanos van por el mundo denunciando todo
atentado contra la integridad de la creación y, a través de la no-violencia, siendo testigos de la
misericordia de Dios y artesanos de la reconciliación universal.
Concluyo esta reflexión con el comentario de Leonador Boff , “en Occidente fue Francisco
de Asís quien mejor expresó esta ética amorosa y cordial. Él unía las dos ecologías, la
interior, integrando sus emociones y deseos, y la exterior, hermanándose con todos los seres.
Comenta Eloi Leclerc, uno de los mejores pensadores franciscanos de nuestro tiempo:
35
«En vez de hacerse rígido y cerrarse en un soberbio aislamiento, Francisco se dejó despojar
de todo, se hizo pequeño. Se situó con gran humildad en medio de las criaturas, próximo y
hermano de las más humildes entre ellas. Confraternizó con la propia Tierra, como su humus
original, con sus raíces oscuras. Y he aquí que “nuestra hermana y Madre-Tierra” abrió
35
Cf. Boff, L. en Koinonía, 2014
11
ante sus ojos maravillados el camino de una hermandad sin límites, sin fronteras. Una
hermandad que abarcaba a toda la creación. El humilde Francisco se hizo hermano del Sol,
de las estrellas, del viento, de las nubes, del agua, del fuego, de todo lo que vive, y hasta de la
muerte».
Ese es el resultado de un amor esencial que abraza a todos los seres, vivos e inertes, con
cariño, ternura y amor. El ethos que ama funda un nuevo sentido de vivir. Amar al otro, sea
el ser humano, sea cada representante de la comunidad de vida, es darle razón de existir. No
hay razón para existir. El existir es pura gratuidad. Amar al otro es querer que él exista
porque el amor hace al otro importante. «Amar a una persona es decirle: tú no podrás morir
jamás» (G. Marcel); “tú debes existir, tú no puedes irte».
Cuando alguien o alguna cosa se hacen importantes para el otro, nace un valor que moviliza
todas las energías vitales. Por eso cuando alguien ama, rejuvenece y tiene la sensación de
comenzar la vida de nuevo. El amor es fuente de suprema alegría.
Juan Pablo II, en el discurso pronunciado ante los líderes religiosos36, decía: “Alabamos a
Dios por la belleza del cosmos y de la tierra, “jardín” maravilloso que confió al hombre para
que lo cultivara y conservara. Conviene que los hombres recuerden que se encuentran en un
“huerto” del inmenso universo, creado por Dios para ellos”.
Oración por nuestra tierra
Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura
todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu
amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz,
para que vivamos como hermanos y
hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta
tierra
que tanto valen a tus ojos.
36
Fragmento del Discurso, Asís, 24 de enero de 2002
Sana nuestras vidas para que seamos
protectores del mundo y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente
unidos
con todas las criaturas en nuestro amino
hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los
días.
Aliéntanos, por favor,
12
en nuestra lucha por la justicia, el amor
y la paz.

Documentos relacionados