Homilía en conmemoración del 40 aniversario de

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Homilía en conmemoración del 40 aniversario de
Homilía en conmemoración del 40 aniversario de la ordenación
sacerdotal del P. Michael Johannes Marmann
Iglesia de la Adoración - Monte Schoenstatt – 6 de junio de 2003: Mons. Dr. Peter
Wolf
Querido Padre Marmann,
queridos familiares e invitados de nuestro homenajeado, querida Familia de
Schoenstatt, queridos hermanos y hermanas:
Quien lee las novelas sobre sacerdotes publicadas en los últimos años llegará a la
conclusión de que en realidad desde hace décadas no se puede contar con una versión
exitosa de esta profesión. En la literatura moderna, el sacerdote aparece tan sólo como
una figura fracasada o trágica, que tiene que hacer lo imposible en medio de un mundo
olvidado por Dios y de estructuras discrepantes. Tanto más, me parece digno y justo que
hoy, con sincera alegría, nos reunamos con el P. Michael Marmann y que, llenos de
gratitud, celebremos el cuarenta aniversario de su ordenación sacerdotal. Con placer he
recibido la invitación para pronunciar en este día la homilía conmemorativa durante la
liturgia. No deberá ser una laudatoria sobre su persona, sino una reflexión bíblica de lo
que ha marcado su vida de sacerdote. Lo haré basándome en textos bíblicos que él y sus
cohermanos han elegido y que nosotros acabamos de escuchar.
Sacerdocio vinculado al servicio de los Profetas
Puede sorprender que primero se haya elegido un texto de un profeta. Es un fragmento
del profeta Jeremías, cuya actividad transcurre 600 años antes del nacimiento de Cristo.
Él intervino, valoró y exigió la alianza con Dios en un tiempo muy agitado, en el que
fuertes influencias paganas amenazaban en Israel la fe en Dios y donde no pocos habían
olvidado la alianza con Yahvé. Profetas no son en primer lugar gente que predice el
futuro, sino quienes llaman de parte de Dios. Son los grandes buscadores de huellas, que
deben ayudar al pueblo elegido a encontrar a Dios y a permanecer en la huella de la
alianza. Son los sismógrafos que señalan las desviaciones del camino de Dios y
amonestan. Tienen la tarea de interpretar la historia del pueblo. Deben contribuir a que
el pueblo elegido permanezca en la huella que comenzó y preparó la voluntad salvífica
de Dios. Jesús y la joven Iglesia se fundan en esta tradición. Jesús está en la tradición de
los profetas y no en la de los sumos sacerdotes. Él está en una línea con Juan Bautista,
con Elías y Jeremías, o con cualquier otro profeta. El conocido profesor de Antiguo
Testamento Alfons Deissler (Friburgo), siendo nosotros estudiantes de teología, nos
puso una y otra vez convincentemente ante los ojos esta orientación fundamental bíblica
del sacerdocio del Nuevo Testamento.
Hace años participé en las bodas de oro sacerdotales de un conocido sacerdote del
Movimiento Litúrgico. Él predicó lleno de alegría por ser un liturgista. Él comprendía
su ser sacerdote totalmente desde este enfoque de la liturgia. Yo pensé espontáneamente
que nuestro Padre y Fundador no predicaría de ese modo acerca de su ser sacerdote. No
cabe la menor duda: Él celebró la liturgia todos los días. Nos la dio a conocer con gran
amor. Pero, si tengo presente su ser sacerdote, no pienso primero en la Eucaristía que
celebró todos los días de madrugada, sino en su obrar como hombre de la palabra, en
sus conferencias, en sus ejercicios espirituales, en sus conversaciones en el
acompañamiento espiritual de cada uno y de la comunidad. Él está como Jesús
totalmente en la línea profética y no en la tradición del culto y de la liturgia de
sacrificio.
También nuestro homenajeado tiene de nuestro Padre tal equilibrio interior de su
servicio sacerdotal. Él no es sólo sacerdote durante la celebración de la liturgia, sino
durante todo el día y todos los años de su actividad. Esto incluye: los años de su trabajo
en la asistencia pastoral en la parroquia, el tiempo del doctorado, el tiempo como
Director del Movimiento y como Superior General de nuestra Comunidad de Padres.
Quiero recordar especialmente los esfuerzos hechos durante muchos años por la Alianza
de Amor para nuestro pueblo que selló en 1984 el Movimiento de Schoenstatt de
Alemania. Eso fue en el fondo un compromiso profético, por completo, en la línea de la
actualización profética de la voluntad de Dios de sellar una alianza. Lo que recién
escuchamos del profeta Jeremías sobre el anuncio de una nueva alianza, en estos años
encontró eco cuando el P. Michael Marmann era nuestro Director del Movimiento en
Schoenstatt. Con gratitud y alegría, hoy también podemos recordar que esa actividad
profética no quedó sin dar frutos. No pocos vieron dentro de este contexto, con fe en la
Divina Providencia y agradecimiento, el hecho de que poco después de esta Alianza de
Amor cayese el muro [de Berlín]. Para comprender el sacerdocio en la línea profética,
encaja también que el P. Marmann haya vivido y hecho realidad su sacerdocio y su vida
totalmente en unión a nuestro Fundador. Al fenómeno de la profecía en el Antiguo
Testamento pertenece que en torno a los grandes profetas se hayan reunido alumnos.
Éstos se hacían dependientes y querían cooperar a que el mensaje profético de su
profeta fuese escuchado por el pueblo. Querían ponerse abnegadamente al servicio de
un profeta y su mensaje. En este sentido, el P. Marmann se sabe obligado al carisma de
nuestro Padre y Fundador. Para ello invirtió mucho años de su vida y aportó con
abnegación su talento y sus capacidades. El servicio en la dirección de la Comunidad de
los Padres de Schoenstatt tiene también que ser comprendido en esta línea. En breve se
cumplirán doce años desde que a nuestro homenajeado le fue confiado este cargo por el
Capítulo General de los Padres de Schoenstatt.
En la certeza paulina de que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que
le aman.
La segunda lectura para el aniversario sacerdotal de hoy es de la Epístola de San Pablo a
los Romanos. Son palabras de la experiencia de la vida del apóstol. Él expresa la
creciente certeza: "Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que
le aman." Es una perspectiva que Pablo le quiere ofrecer a cada cristiano. Vale para todo
aquel que ha sido llamado, seamos o no sacerdotes. Según Pablo, Dios cuando llama
tiene preparados muchos dones de la gracia y diferentes misiones. Pero, según su
parecer, lo más grande es siempre el amor. Esta es y sigue siendo la medida con la que
tenemos que medir nuestra vida y nuestra vocación. En este contexto nuestro Fundador
dice: "Nuestra vocación es el amor." Quien ama a Dios no precisa preocuparse
angustiosamente de la realización de su vida. No tiene que girar alrededor de sí mismo
ni dedicarse sólo a hacer carrera. Puede abandonarse con toda confianza a Dios y a su
conducción. El P. Marmann hizo también suya esta manera de vivir y pensar. Es la
postura orientada hacia la vida de la fe en la Providencia que hemos aprendido de
nuestro Padre y Fundador. A esto también apostó él en las fases más oscuras de una
larga y agitada historia de fundación. Nuestro homenajeado hace 40 años también eligió
una frase que habla de amor. El lema de su ordenación sacerdotal es una frase que una
vez le escribió Juan de la Cruz a Teresa de Ávila: "...¡Y donde no hay amor, poned
amor, y vais a ganar amor!" Puede ser que sea como una clave para la confianza
múltiple que se le dispensó a nuestro Padre Marmann en los años pasados. Aquí él
buscó una y otra vez el diálogo y a muchos que se encontraron con él les profesó cariño.
Nuestro "estar juntos" y nuestras comunidades viven de esto. El lema de ordenación es
también como una clave para el servicio de la reconciliación y del a menudo oculto
servicio a la unidad que surgió de él en estos años como Presidente de nuestro Consejo
Internacional.
Confiando en la oración sacerdotal de Jesús
La preocupación por la unidad se refleja también en la elección del Evangelio de hoy
que se refiere al discurso de despedida de Jesús. Es la oración sacerdotal del Señor por
los suyos al final de su vida. En el sitio donde los otros evangelistas informan sobre la
institución de la Eucaristía, el Evangelio según San Juan da a conocer la oración de
Jesús por la unidad de los suyos. En esta elección suena otra vez el deseo de unidad que
para el Padre Marmann a llegado a ser cada vez más importante. El servicio como
Presidente del Consejo Internacional es en primer término un servicio a la unidad de la
Familia y esto con la impotencia que nuestro Padre pensó para el presidente de este
gremio de nuestro Movimiento Internacional. También en lo referente a un "estar
juntos" con otros movimientos y comunidades espirituales la unidad va a estar siempre
ligada a un servicio abnegado y no va a poder basarse en derechos y exigencias. Es
bueno saber que el esforzarse por la unidad está contenido en la propia comunidad y en
la Iglesia por la oración del Señor. Me alegro de que el desarrollo de los últimos años
haya traído una creciente cercanía y una característica común entre nuestro movimiento
y otras comunidades espirituales. Para no pocos fundadores, fundadoras y personas
dirigentes de órdenes y otros movimientos espirituales nuestro Padre Marmann figura,
con su nombre y su persona, para Schoenstatt y un desarrollado "estar juntos". Hasta en
el ámbito de las comunidades espirituales dentro de la Iglesia evangélica no pocos
vinculan con su persona, el anhelo del Señor por la unidad de lo suyos. Me alegro por
este desarrollo, que tiene su origen en la oración de Pentecostés del Santo Padre en la
Plaza de San Pedro en el año 1998 y en la visita posterior de Chiara Lubich y Andrea
Riccardi aquí en Schoenstatt. Desde entonces hemos sido admitidos en una corriente
más grande para la unidad de la Iglesia y para el compromiso por ella en el espíritu de la
Confederación Apostólica Universal, tal cual la asumió nuestro Fundador, como visión
de San Vicente Pallotti.
Para concluir, permítanme todavía relacionar la oración sacerdotal en un segundo
sentido con la ordenación sacerdotal de la que en este momento celebramos juntos su 40
aniversario. El Nuevo Testamento no nos entrega ninguna liturgia de ordenación. La
joven Iglesia precisó tiempo hasta que pudo poner en claro qué cargos y estructuras
necesitaría para emprender el camino hacia un gran futuro. Aún no está decidido qué es
lo que en la Iglesia venidera diferenciará el cargo de un obispo, de un sacerdote y de un
diácono. Pero algo se perfila prematuramente y se refleja en la oración sacerdotal del
Evangelio de hoy. Es la certeza de que el Señor ora por aquellos que deben asumir la
responsabilidad de la proclamación. Y es la idea de la misión, de la que nos hace
partícipes Jesús, tal como Él mismo tuvo participación en la misión de su Padre.
A este Padre le rezó Jesús: "Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por
aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí." Antaño me agradaba preparar a
mis estudiantes para la ordenación con esta frase de la oración sacerdotal, tratando de
que descubriesen el significado que tiene para mí la ordenación. Es la grata certeza de
que el Señor ha orado por mí. Hasta en la actualidad, la ordenación es administrada por
la oración y la imposición de manos. En este gesto del obispo ordena, el candidato a
ordenarse debe experimentar muy personalmente: El Señor ha rogado por ti y por
aquellos que, por medio de tu palabra, creerán en Él. O como dice refiriéndose a Pedro
en el Evangelio según San Lucas: "Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no
desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos." La ordenación
sacerdotal es en el fondo la oración del Señor para aquellos que Él envía. Gracias por
haber pronunciado hace 40 años su Adsum [¡aquí estoy!]. Y gracias porque Jesús, el
Sumo Sacerdote, rezó por usted. Hoy lo felicitamos por eso, llenos de gratitud junto con
todos los que evidentemente se alegran y tienen interés de que usted sea sacerdote.
Amén

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