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Septiembre 23 Gracia especial y gracia común
Jehová Dios dijo a la serpiente: … pondré enemistad entre ti y la mujer,
y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar. Génesis 3.14–15
Ayer consideramos tres atisbos de gracia. Reservé para hoy lo que comúnmente
se llama el ‘protoevangelio’, o la primera proclamación del evangelio de la gracia,
es decir, Génesis 3.15. Ocurre cuando Dios pronuncia su juicio sobre la serpiente,
y se presenta en dos partes.
En primer lugar, Dios anuncia que pondrá enemistad entre la serpiente y la mujer, la cual continuará en el futuro para convertirse en hostilidad entre la familia
de la serpiente (ver Juan 8.44) y de descendencia de Eva (evidentemente haciendo referencia a su simiente espiritual).
En segundo lugar, Dios anticipa que esta era de prolongado conflicto culminará
en sufrimiento, aunque más para Satanás que para la descendencia de Eva, porque ya se prevé un único vencedor. Dios dice: ‘te herirá en la cabeza’, es decir que
le dará un golpe letal a la serpiente, en tanto que a esta le dice: ‘tú le herirás en el
calcañar’. Es decir que el vencedor también será herido.
Esta victoria decisiva aunque dolorosa sobre el diablo es la que se alcanzó en
la cruz, cuando Jesucristo desarmó y destronó a los principados y potestades y
triunfó sobre ellas (Colosenses 2.15). Su victoria nos hace libres de la esclavitud
de Satanás y sin duda es el acto más espléndido de la gracia especial de Dios.
Mientras tanto, la gracia común de Dios se dispensa a todas las personas. Por
ejemplo, Eva quedó embarazada y dio a luz a Caín, y dijo: ‘por voluntad de
Jehová he adquirido varón’ (Génesis 4.1). ¿‘Por voluntad de Jehová’? ¡En realidad
ella y su esposo acababan de ser expulsados de su presencia (3.22–24)! ¿Por qué
podía ella declarar que había recibido su ayuda en este nacimiento? La respuesta
es que, si bien la gracia especial de Dios ofrece salvación a los creen, su gracia
común se extiende a toda la humanidad en la provisión de vida, salud y todo lo
necesario para la subsistencia.
Para continuar leyendo: Apocalipsis 12.1–9
276 | La caída

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