Unidad 1 compl Maingueneau

Transcripción

Unidad 1 compl Maingueneau
DISCURSO DE SABER, COMUNIDAD DE SABIOS
Para el sentido común, es decir para la mayoría de los miembros
de la comunidad científica, los géneros del discurso científico son
cómodos “medios” mediante los cuales un grupo o algunos individuos
que pertenecen a un campo disciplinar “expresan” sus pensamientos,
trasladan los resultados de sus investigaciones al conocimiento del
público. De hecho, esa es una concepción reduccionista; es más
pertinente razonar en términos de “institución discursiva”, es decir,
hacer jugar la relación en ambos sentidos: por un lado, los géneros
discursivos en uso en las comunidades científicas son instituciones
discursivas, dispositivos de comunicación verbal institucionalizados,
pero por otro lado permiten que esas comunidades se constituyan como
tales: los géneros discursivos específicos de esas instituciones no
surgen como un “suplemento” que expresaría de la manera más
apropiada los contenidos de pensamiento preexistentes de agentes ya
constituidos; son a la vez el producto de esos agentes y la condición de
su identidad. No se puede disociar las normas de organización de los
discursos y las normas de organización de los hombres.
[…]
[Cuando] se consideran las condiciones efectivas de producción
y de circulación de los discursos de saber 1 , ello permite prestar atención
a ciertos aspectos de la comunicación científica que suelen pasar
desapercibidos o que son indebidamente minimizados por los
lingüistas. Me refiero en particular a la cuestión de las comunidades de
expertos que están asociadas a ese tipo de publicaciones, y más
precisamente a las revistas, que constituyen el vector esencial de la
producción textual científica. Poco importa aquí que esas revistas sean
en papel o electrónicas. Además de las revistas identitarias, que
1
Empleo este término más que el de “ciencia”, que en francés [y en español] no suele
incluir a las ciencias humanas y sociales, y menos aún a la filosofía o los estudios
literarios. Sí utilizaré en ocasiones el adjetivo “científico” también en este sentido
amplio.
publican sobre todo textos que se encuadran en un determinado
“posicionamiento” teórico, existen revistas que podríamos denominar
compartidas, las más prestigiosas, en las que publican miembros de
todo el espectro de la disciplina. Es a través de estas últimas que la
disciplina exhibe y reactualiza sin cesar su identidad.
Como se ve, hemos operado una doble reducción de la
perspectiva: de los hombres de saber a las comunidades asociadas a las
disciplinas, del discurso de saber a uno de sus géneros, la revista
“compartida”. Doble reducción que se propone dar cuenta del
funcionamiento efectivo de esta producción: los individuos solo pueden
intervenir en su propio nombre si están inscriptos en las comunidades
que los legitiman, a ellos y a sus enunciados, y la investigación pasa
esencialmente por un determinado tipo de publicación. Como lo
recordaba Michel de Certeau al comienzo de los años 1970: “cada
disciplina guarda su ambivalencia de ser la ley de un grupo y la ley de
una investigación científica” (1975: 69); debemos entonces pensar “la
relación entre un lugar (una agrupación, un ámbito, una ocupación,
etc.), unos procedimientos de análisis (una disciplina) y la construcción
de un texto (una bibliografía) (1975: 64).
Partiré de una distinción habitual en el análisis del discurso
francófono: la distinción entre discursos cerrados y discursos abiertos
(Maingueneau 1992: 120). En efecto, podemos distribuir los géneros
discursivos entre dos polos 2 : los géneros “cerrados” en los que los
locutores y los destinatarios tienden a coincidir cuantitativa y
cualitativamente; esa es en particular la situación de la mayor parte de
los géneros del discurso científico, para los cuales el público es de
hecho el grupo de aquellos que escriben textos de los mismos géneros.
Para los discursos “abiertos”, en cambio, existe una enorme diferencia
cualitativa y cuantitativa entre la población de los productores y la
población de los receptores. El caso de la prensa masiva o del discurso
político son claros ejemplos de esto: las poblaciones de productores son
2 No me refiero aquí a las conversaciones, que quedan fuera de esta problemática.
1
grupos muy restringidos y con una identidad fuerte, que se dirigen a
poblaciones muy amplias de receptores, cuya caracterización social es
en general muy distante de la suya. Esta distinción se refiere a los
géneros más que a los tipos de discurso (político, científico...). Hay, por
ejemplo, géneros del discurso filosófico que se dirigen a un público de
no-filósofos, por ejemplo los manuales de escuela secundaria. En lo que
concierne al discurso de saber propiamente dicho, el carácter más
cerrado es característico de las ciencias exactas y naturales; y esto es
menor cuando se abordan las ciencias sociales. Pero hay que desconfiar
de todo reduccionismo: incluso dentro de las ciencias denominadas
“blandas” puede haber textos “cerrados”, que se dirigen exclusivamente
a lectores-potenciales autores.
Una disciplina de saber, en la que los géneros son en su mayor
parte “cerrados”, se asocia a lo que denomino (Maingueneau 1984) una
“comunidad discursiva” específica, término que se aplica sobre todo a
los productores de textos encuadrados en “posicionamientos”
ideológicos (un periódico, un partido político, una escuela científica...)
que coexisten en un mismo campo. Los miembros de esas comunidades
comparten un cierto modo de vida y adhieren a las mismas normas 3 .
Esta noción tiene ciertos puntos en común con la noción de “discourse
community” introducida por John Swales (1990), en la que se incluirían
típicamente las comunidades vinculadas con las diversas disciplinas
científicas. Las “discourse communities” se distinguen de las “speech
communities” 4 (Hymes 1974), en que reclutan a sus miembros a través
3. Desde mi concepción (Maingueneau 1984, 1987) la noción de “comunidad
discursiva”» es solidaria de la de “formación discursiva”. La hipótesis subyacente es
en efecto que no podemos contentarnos con oponer las formaciones discursivas en
términos puramente de contenidos ideológicos o de estructuración textual: los modos
de organización de los hombres y de sus discursos son indisociables, las doctrinas son
inseparables de las instituciones que las hacen emerger y las mantienen.
4. Para Hymes, “una comunidad de habla se define, tautológica pero radicalmente,
como una comunidad que comparte el conocimiento de las reglas para la realización y
la interpretación del habla. Se comparte el conocimiento de al menos una forma de
habla, y también de sus patrones de uso. Ambas condiciones son necesarias.” (1974:
de la persuasión y, frecuentemente, por una formación apropiada o por
la obtención de diplomas; ponen en relación a personas distantes en el
espacio y desarrollan su propio vocabulario (Swales habla de
“sociorhetorical grouping”). A diferencia de Swales, la comunidad
discursiva es, desde mi punto de vista, antes que nada un grupo de
productores de textos, y no solamente un conjunto de individuos que
mantienen un lazo social a través de los textos, es decir, abonándose a
una misma revista e intercambiando mensajes; es por eso que, desde mi
perspectiva, el ejemplo prototípico que estudia Swales -los 320
miembros del “Hong Kong Study Circle” (un grupo de aficionados a las
estampillas de Hong Kong repartidos por el mundo entero)- no
constituye un ejemplo de comunidad discursiva. 5
Ubiquémonos en una situación en que todas las disciplinas
serían transnacionales y sus revistas más prestigiosas fueran
anglófonas. Ese prestigio se traduce para los autores en términos de
aumento de notoriedad 6 que, al acrecentar la visibilidad de sus
51).
5. En el planteo de Jean-Claude Beacco (1999: 14) la noción de comunidad discursiva
también es menos restrictiva que la mía; en efecto, él distingue: a) Las comunidades
discursivas con dominante económica (empresas, administraciones…). No todos sus
miembros tienen el derecho de producir ciertos géneros de texto; la distinción entre
comunicaciones interna y externa es aquí patente. b) Las comunidades discursivas
“con dominante ideológica que son productoras de valores, opiniones y creencias”
(partidos políticos, asociaciones…). Producen numerosos textos proselitistas. c) Las
comunidades del espacio mediático, que difunden y confrontan conocimientos,
opiniones, valores, organizando un mercado de textos; están fundamentalmente
vueltas hacia su exterior y comparten rasgos tanto de las comunidades ideológicas
como de las económicas. d) Las comunidades con dominante científica y técnica que
producen conocimientos, productoras de textos “cerrados”. Sin embargo, me parece
preferible restringir la comunidad discursiva a los grupos cuya finalidad esencial es
producir textos: desde ese punto de vista, una empresa o una administración no serían
una comunidad discursiva, pero el mundo de la televisión sí. Ya no retomaré más
adelante esta discusión, que no es decisiva para este artículo.
6. En los años ’60, W. O. Hagstrom desarrolló una interesante teoría de la actividad
científica que se apoya en el postulado de que los investigadores están gobernados por
el deseo de notoriedad, deseo que es explotado por la propia comunidad científica
2
investigaciones, favorecen su carrera. La comunidad de
lectores/productores de una disciplina o de una sub-disciplina se ha
mundializado, es decir que su público lector está constituido por
individuos con pertenencias lingüísticas, religiosas y étnicas, y
tradiciones intelectuales... de lo más diversas. Se puede suponer sin
temor a equivocarse que los lectores de una revista mundial tenderán a
no tener otro background de conocimientos compartidos más que el
conocimiento de las producciones y de la historia de la disciplina
misma a la que pertenecen.
En la medida en que se trata de revistas científicas
“compartidas”, las más prestigiosas, es sobre ellas que se ejerce con
mayor fuerza el control colectivo: los autores están entonces en
posición de debilidad si pretenden imponer por la fuerza un desvío de
las normas de las revistas. Para escribir sus artículos, deben construir la
figura de un lector modelo que podríamos llamar “mundial”, figura que
también está interiorizada en el “editor” y los miembros del “advisory
board”, cuya función es evaluar los textos a publicar. Cada miembro del
comité de lectura interioriza la imagen de ese lector modelo poco
especificado que le sirve de punto de referencia para sus críticas. Como,
por lo demás, pertenecer al comité de lectura es fuente de notoriedad y
de poder, y sus miembros lo saben, deben legitimar ese lugar que
ocupan identificándose con un sobredestinatario particularmente
exigente.
La noción de “sobredestinatario” fue introducida por Bachtin
(1979/1984: 336-337) para designar a un tercero virtualmente presente en
la interaccción verbal y que se superpone al destinatario: “el autor de un
enunciado, de manera más o menos consciente, presupone un
sobredestinatario superior (el tercero) a quien se le asigna una
comprensión activa absolutamente exacta, ya sea ubicado a una distancia
metafísica o en un tiempo histórico lejano […]. En diversas épocas, bajo
una percepción del mundo diversa, ese sobredestinatario […] toma una
para sus propios fines de acrecentar el conocimiento. En este vasto “mercado” los
sabios intercambiarían sus descubrimientos por notoriedad (Hagstrom, 1965).
identidad ideológica concreta variable (Dios, la verdad absoluta, el juicio
de la conciencia humana imparcial, el pueblo, el juicio de la Historia, la
ciencia, etc.)”. En consecuencia, “un autor no puede jamás entregarse por
completo y librar toda su producción verbal a la sola voluntad absoluta y
definitiva de los destinatarios actuales o próximos […] y siempre
presupone (con un grado mayor o menor de conciencia) una instancia de
comprensión activa que puede ser diferida en diversas direcciones. Todo
diálogo se desarrolla, podríamos decir, en presencia de un tercero,
invisible, dotado de una comprensión activa y que se sitúa más allá de
todos los participantes del diálogo (los interlocutores) (Bachtin 1979-1984:
337). Esta noción también permite evitar una reducción de la situación de
enunciación a la situación de comunicación: el destinatario no se reduce a
la persona empírica presente en la situación. Sophie Moirand (1988: 458)
ha retrabajado precisamente este concepto para estudiar los discursos
científicos: en su planteo, el tercero al que se refiere Bajtin aparece como
una especie de arquetipo del especialista de la disciplina en la que se
encuadra el autor o aquella de la que pretende formar parte.
Los escritores de las revistas mundiales están condicionados a
redactar sus textos en función de ese sobredestinatario, ya que prevén que
su manuscrito deberá recorrer una serie de obstáculos antes de alcanzar la
publicación. Su interés es anticiparse a la evaluación que ellos piensan que
realizarán los miembros del comité de lectura y adecuarse por adelantado a
los usos que están en vigor en la revista, tal como se infieren de la lectura
de los números ya publicados. De ello se desprende un cierto número de
estrategias de defensa anticipadas, por ejemplo:
- la introducción de un máximo de referencias a los autores de la disciplina
y, si es posible, a aquellos que son más destacados –lo cual no hará sino
fortalecer la posición eminente que estos ya ocupan. Así, al aportar un
máximo de referencias autorizadas dentro de la disciplina, el escritor
legitima su pertenencia o su ingreso al campo en cuestión;
- la eliminación de los elementos de saber enciclopédico, evocados directa
o indirectamente, que serían extraídos de un patrimonio cultural que, se
supone, no será compartido por un público mundial;
- la evitación de formas de escritura que se alejarían de las rutinas
comúnmente aceptadas en la disciplina. Esto puede involucrar fenómenos
3
muy locales, como los juegos de palabras [y] puede involucrar también los
modos de organización textual.
[…]
Esas estrategias de adecuación no son una cuestión de
psicología individual; no son el resultado de espíritus rutinarios, sin
originalidad: se desprenden de la manera misma en que funciona el
dispositivo de producción y de puesta en circulación de los textos
pertenecientes a este género discursivo. Ciertamente, sucede cada tanto
que un autor se niega a someterse por adelantado y propone su texto sin
preocuparse de las normas dominantes; pero se expone entonces a ser
rechazado o a aceptar largas negociaciones, y no pocas
transformaciones de su escrito. Lo que no deja de descorazonar a los
audaces, que son de cualquier modo escasos: la relación de fuerzas no
juega a favor del autor individual, ya que nadie por sí solo está en
condiciones de influir sobre una revista mundial.
Swales, John M. (1990) Genre analysis, English in academic and research
settings. Cam-bridge: Cambridge University Press.
Traducido y adaptado de Maingueneau, Dominique (2002)
« Discours de savoir, communautés de savants »
En : Konrad Ehlich (Hg.) Mehrsprachige Wissenschaft
– europäische Perspektiven. Disponible en :
http://www.euro-sprachenjahr.de/Maingueneau.pdf
Referencias
Bachtin, Mikhail (1979/1984) Esthétique de la création verbale, trad. fr.
Paris: Gallimard
Certeau, Michel de (1975) L’Ecriture de l’histoire. Paris: Gallimard
Hagstrom, Warren O. (1965) The Scientific Community. New York: Basic
Books
Hymes, Dell (1974) Foundations in sociolinguistics: an ethnographic
approach. Philadelphia: University of Pennsylvania Press
Maingueneau, Dominique (1984) Genèses du discours. Liège: Mardaga
Maingueneau, Dominique (1992) « Le tour ethnolinguistique de l’analyse
du discours ». En: Langages n°105, 114-125
Moirand, Sophie (1988) Une histoire de discours. Paris: Hachette
4

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