presencia militar de Asturias en la guerra de Cuba

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presencia militar de Asturias en la guerra de Cuba
PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
(CECEL)
BOLETIN DEL
REAL INSTITUTO DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N° 158
A Ñ O LV
O V IE D O
Julio
D iciem b re
2001
CONSEJO DE PUBLICACIONES
Director:
J o s é L u is P é r e z
de
C a stro
Subdirector:
J u a n I g n a c io R u iz
de la
Peñ a S olar
Director del Boletín de Letras:
I s i d r o C o r t in a F r a d e
'
Presidente de la Comisión Ia (Lingüística, Literatura y Tradiciones):
E m il io B a r r i u s o F e r n á n d e z
Presidente de la Comisión 2a (Historia, Geografía, Antropología,
Folklore y Etnografía):
Ju s t o G a r c ía S á n c h e z
Presidenta de la Comisión 3a (Artes, Arquitectura y Urbanismo):
In m a c u l a d a Q u in t a n a l S á n c h e z
Presidente de la Comisión 4“ (Derecho, Ciencias Sociales y Económicas):
R afael A
nes
Á lvarez
Director del Boletín de Ciencias y Presidente de la Comisión 5a
(Ciencias de la Naturaleza y Tecnología):
M
a t ía s
M
ayor
L ópez
Conservador de la Biblioteca:
R a ú l A r ia s
del
V
alle
Secretaria General:
O lga C a sa r es A
bella
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No se mantendrá correspondencia sobre trabajos no aceptados para su publicación.
PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
(CECEL)
BOLETIN DEL
REAL INSTITUTO DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N° 158
A Ñ O LV
O V IE D O
Julio
Diciembre
200 0
I .S .S .N . 0 0 2 0 - 3 8 4 X
D e p ó s it o L e g a l: A s . 4 3 - 1 9 5 8
Im p rim e: G r á fic a s S u m m a , S . A . L la n era ( A s tu r ia s )
SUMARIO
Págs.
C a n tero s a stu ria n os en el B ier zo en lo s sig lo s X V I al X V III. S era fín B o d e ló n ...........
7
San Salvador d e Priesca. Propuesta m etod ológica de análisis co m p ositivo y m etrológico.
F ra n c isc o J o s é B o rg e C o r d o v illa ..................................................................................................
23
La aventura co lo m b in a según R am ón d e Cam poam or: el p oem a ép ic o « C o ló n » (1 8 5 3 ).
J o s é L u is C a m p a l F e r n á n d e z ..........................................................................................................
43
M o tiv a cio n es p oéticas d e Jesús Arango. J o sé Luis C a m p a l F e r n á n d e z .................................
63
L é x ic o asturiano en la obra de Terreros y Pando. Isa b e l E c h e v a rría I s u s q u iz a ..............
83
L o s se ñ o r ío s astu rian os en tiem p o d e F elip e II. M a ría Á n g e le s F a y a .................................
109
La p ropiedad rú stica en A stu rias en lo s añ os treinta seg ú n el registro d e la p ropiedad
exp rop iab le (1 9 3 3 ). F ra n c isc o F eo P a r r o n d o .........................................................................
123
R am ón P é r e z d e A y a la , em b a ja d o r en L ondres: a lg u n o s m a te r ia le s in é d ito s. J o s é
R am ón G o n z á le z .....................................................................................................................................
149
El parque del C erillero en Gijón: el primer parque infantil de Asturias. F ra n cisco J a v ie r
G ra n d a A l v a r e z .....................................................................................................................................
165
La p resen cia m ilitar de A sturias en la guerra de Cuba. F ra n c isc o R a m o s O liv e r ...........
183
D aniel Z u loaga y las artes decorativas de finales del siglo X IX y principios del sig lo X X .
A b ra h a m R u b io C e l a d a ....................................................................................................................
201
L o s ex cla u stra d o s d e A stu rias en 1854. E rn esto Z a ra g o za P a s c u a l ....................................
229
L as ja m b a s d e Santa E u lalia de M orcín , una n u eva in terpretación crítica. J o s é M a llo
F e r n á n d e z - A h ú ja ..................................................................................................................................
237
C am p oam or y «C larín»: d o s escritores am igos. J o sé M a M a rtín e z C a c h e r o ...................
255
In m em oriam . J o sé L u is M aya G o n zá lez (1 9 4 9 -2 0 0 1 ). M ig u el Á n g e l d e B la s C o rtin a .
265
M em oria d e la Secretaría G eneral. C urso 2 0 0 0 - 2 0 0 1 .................................................................
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BOLETÍN DEL REAL INSTITUTO
DE ESTUDIOS ASTURIANOS
ANO LV
JULIO-DICIEMBRE
NUM. 158
CANTEROS ASTURIANOS EN EL BIERZO
EN LOS SIGLOS XVI AL XVIII
SERAFIN BODELON
Antonio Ampudia nació en la feligresía de Santa María Magdalena,
anexa a la parroquia de San Román de Cué, en Parres, pueblo no lejos de
Llanes, junto a Carcedo, de un centenar de casas por aquellos tiempos. Parres
limita por el oeste con Póo y por el este con Porrúa. Fue maestro de carpinte­
ría y cantero. Trabajó en la reconstrucción de la torre de la iglesia de San
Esteban de Toral junto a Bembibre, así como en la de Santibáñez, no lejos de
la anterior localidad. Estas localidades estaban situadas a la vera de la vía
romana denominada Via Nova, construida en época Flavia a fines del siglo I
d.C., como demuestran los miliarios hallados en las proximidades. Esto ocu­
rría por el año 1678. En las obras antedichas trabajó juntamente con el astu­
riano Juan Pérez y con el cántabro Juan Gómez de Velasco.
Pedro Barredo nació en Llanes, villa fundada por Alfonso IX a inicios del
siglo XIII. Tenía la villa de Llanes por entonces unos tres mil habitantes y su
municipio cerca de diez mil. Ilustres personajes habían nacido en la villa.
Entre ellos Juan Pariente de Llanes, protector del príncipe Enrique en el siglo
XV. Don Pedro Junco de Posada, obispo de Salamanca muerto en 1602, había
sido muy amigo del Brócense, Pedro Sánchez de las Brozas, ilustre gramáti­
co de la Universidad salmantina, autor de la famosa Minerva. Otro ilustre 11anisco había sido Baltasar de Valdés, obispo de Gaeta en el reino de Nápoles
en la primera parte del siglo XVII en tiempos de Felipe III. Entre 1683 y 1685
Pedro Barredo trabajó en la iglesia de San Nicolás en Molinaseca, población
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SERA FÍN BO DELÓ N
a una legua al este de Ponferrada. Es la Sicca Molina de los documentos
medievales del Tumbo documental del cercano monasterio benedictino de
San Pedro de Montes, segunda fundación de San Fructuoso en tiempos visi­
góticos. Surgió y creció la villa, a orillas del Meruelo, bajo el impulso e
influencia del Camino de Santiago. La villa fue donada por la Corona a la
nobleza por los servicios prestados en tiempos de Alfonso VII el Emperador
en el siglo XII. En el siglo XIII perteneció a los monasterios cistercienses de
Sandoval, a orillas del Esla, y de Carrizo, a orillas del Orbigo. En el XIV, por
trueque, pasó a depender del también monasterio cisterciense de Carracedo, a
orillas del Cúa. Pedro Barredo oró ante la imagen gótica de la virgen que se
venera en la villa y ante la imagen románica de Santa Apolonia. Su calle Real,
entre el puente romano y el pétreo crucero, con el palacio de Doña Urraca, la
mansión de los Balboa y otras casas blasonadas, aún conserva el mismo sabor
jacobeo de tiempos pasados, cuando en la villa trabajaba el asturiano Pedro
Barredo. Trabajó junto con Domingo Martínez y Juan Fernández. Juntos
pasearon por la calle real y traspasaron múltiples veces el añoso puente sobre
las aguas cristalinas del Meruelo. El en solitario construyó en 1693 la sacris­
tía de la iglesia de San Nicolás, así como el osario existente debajo de la torre.
Juan de Caso nació en Andines, parroquia de San Juan de Villanueva, en
el municipio de Ribadedeva en el oriente de Asturias. Andines está situada a
orillas del río Deva, término que significa en celta divino; ese río separa hoy
Cantabria de Asturias. Está Andines a cuatro kilómetros de Panes, donde se
sitúa el cruce de caminos para Cabrales y para la Liébana. Tenía el pueblo
unos quince vecinos por entonces y unos ochenta habitantes. Trabajó Juan de
Caso en Villar de las Traviesas, no lejos de Bembibre, en 1664 en la cabece­
ra de la capilla mayor de la iglesia. Cobró por tal trabajo 460 reales. El tam­
bién asturiano Domingo de la Huerta fue su ayudante en este trabajo, que él
contrató como maestro de cantería.
íñigo de Cué nació en Barro, pueblo costero junto a Llanes. Su parroquia
se llama Santa María de los Dolores, que comprende los lugares de Balmori,
Barro, Niembro y el barrio del Acebo con un total de unas ciento treinta casas
por entonces. Está la iglesia parroquial de hermosa factura en un precioso
lugar, que al subir la marea se convierte en bellísima península. En el siglo
XVII Barro aún pertenecía al monasterio benedictino de San Salvador de
Celorio, del que se desligó formando parroquia en 1788. Iñigo de Cué vivió
muchos años en el Bierzo. Se casó en Cacabelos con Dominga Yebra; y en
Cacabelos hizo testamento en 1659. Era Cacabelos una villa muy pujante des­
cendiente de la antigua ciudad celta de Bérgida y del oppidum romano lla­
mado Bergidum Flavium, cuyas murallas aún pueden contemplarse a mitad de
CA N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS XVI A L X VIII
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camino entre Pieros y Villadecanes, unos dos kilómetros al oeste del río Cúa
que pasa por Cacabelos. Lastimosamente Bergidum fue destruida por Alfonso
III por el apoyo que esta ciudad milenaria prestó a su hermano Vermudo el
Ciego. En el año 179 d. C. allí se dedicó un ara a las Ninfas; allí en el 224 d. C.
se consagró un ara votiva a Júpiter Dolicoenus con símbolos astrales, la luna
creciente, símbolos geométricos y dos rosas de seis pétalos. Ése era sin duda
el lugar más venerable de aquellas tierras bercianas en la época celta y roma­
na. Y ese lugar llamado Bergidum dio nombre al Bierzo, a través de formas
intermedias bien documentadas corno Bergido, Berizo, Bergo. Una legua
aguas abajo del río Cúa se halló un ara consagrada al dios indígena Bodo, dios
celta de la guerra (bodi = victoria en celta). Pero en el siglo XII renace de sus
cenizas el burgo de Cacabelos bajo el impulso del arzobispo compostelano
Gelmírez, impulsor también de la Historia Compostelana. Tuvo en la Edad
Media numerosos hospitales como el de San Juan, San Lázaro, Santiago y el
de Inés Domínguez, que aún existían en tiempos de Iñigo de Cué. Muy cerca,
en Villadecanes, se desarrolla la segunda parte de la novela Todas las noches
amanece del escritor villafranquino Ramón Carnicer; en tal novela Cacabelos
recibe el nombre de Manzanedo, sin duda por la abundancia de tal producto
en tan rica vega. Con la pax romana en tiempos imperiales los habitantes de
Bergidum bajaron al llano y construyeron mansiones a lo largo del río y
pusieron en explotación hermosas huertas y ricos viñedos; la Arqueología ha
rescatado alguna de esas mansiones, como la de La Edrada, junto al cemen­
terio de Cacabelos. El desmántelamiento del ancestral Bergidum tiene mucho
que ver con la reconstrucción de Cacabelos, desde que el obispo compostela­
no Gelmírez ordenó reconstruirla en el siglo XII. En el Museo Municipal de
la villa, sito en los bajos del actual Ayuntamiento, pueden verse múltiples
muestras de la época romana en este municipio y alrededores. Iñigo de Cué
entre 1651 a 1654 llevó a cabo trabajos diversos en Cacabelos para particula­
res; por ejemplo un molino, una cocina y una azotea para Antonio Teixeiro.
Hizo un lagar y un gallinero para Antonio de Losada Velasco. En 1654 traba­
jaba en la iglesia de Cortiguera, granja del monasterio de Carracedo todavía
cien años antes. El licenciado villafranquino Páez y su esposa Beatriz de
Ribadeneira compraron a Esteban Guerra, abad del monasterio de Carracedo,
el lugar y territorio de Cortiguera por 630 ducados en 1565. Así se pudo cons­
truir el refectorio y el claustro principal de dicho monasterio. Trabajó en
Cortiguera juntamente con Bartolomé de Alba. En 1655 realizó trabajos en la
iglesia de Nuestra Señora de la Edrada en Cacabelos, iglesia hoy ya desapa­
recida. También realizó tareas varias en el monasterio de Carracedo en fechas
diversas, probablemente en el claustro y en el refectorio, construidos precisa­
mente por aquellas fechas.
Juan Fernández del Campo, maestro cantero, nació en Llanes. Se casó en
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SERA FÍN BODELÓ N
Ponferrada con Juana Gago. El Codex Calixtinus, compuesto en el siglo XII
por orden del obispo compostelano Gelmírez para ensalzar sus glorias y
engrandecer su arzobispado, había denominado a Ponferrada Ponsferratus
con adjetivo masculino. Y es que pons, -ntis en latín era masculino; y así
escribe Ovidio pons roboreus, es decir, puente de madera de roble, puente
seguro. También la documentación del Cartulario de Carracedo, todavía en el
siglo XII, escribe super Pontem Ferratum in flumine quod dicitur Sil, en un
documento de 1177; por tal documento el ultrapirenaico abad de Carracedo
Gualterio (hoy sería Walter) compró «uno molendino», es decir, un molino
pero hidráulico, aguas arriba del puenteferratum. También en el siglo XIII la
documentación expresa el topónimo de fonna masculina; y así en una dona­
ción de Alfonso IX del año 1209 se hace constar Ponteferrato. Todavía en el
siglo XVI, al describir su famoso viaje, Bronseval escribe la expresión en
género masculino, haciendo constar ut Pontem Ferratum tenderemus (= para
dirigirnos a Ponferrada); pero seguidamente anota formas afrancesadas de la
denominación castellana correspondiente y escribe Pontferade, así como la
lingüísticamente más próxima Pontferrada.
Pero la tradición popular acabó enviando al femenino el afamado puen­
te, que a fines del siglo XI había fundado el borgoñón Osmundo, obispo de
Astorga, con el fin de acortar en unos pocos kilómetros el camino de
Santiago, que antes discurría por la mozárabe población de Santo Tomás de
las Ollas, la fuente de la Azufre, la románica Compostilla y la vetusta
Columbrianos. En Ponferrada trabajó Juan Fernández del Campo en la
demolición y reconstrucción de diez arcos en el claustro del monasterio de
San Agustín. En tal edificio monacal, antes de ser derruido en los años
sesenta del siglo XX, todavía estudió quien ésto escribe. Se llamaba enton­
ces Instituto Enrique Gil y Carrasco, como hoy se sigue llamando; el nom ­
bre no lo cambiaron, pero el edificio sí: es hoy un moderno mamotreto,
como los que pusieron de moda en la segunda parte del siglo XX, aniqui­
lando nobles edificios de los siglos XVI y XVII tanto públicos como priva­
dos, seglares y religiosos, civiles y monacales. Desapareció la piedra para
dejar paso al ladrillo: las fábricas del rojizo elemento no debían pararse y
los contratistas tenían que seguir construyendo, para seguir forrándose; así
el contubernio de los bancos 3>- capitales seguiría aumentando, casi en la
misma proporción que la miseria ajena. Juan Fernández del Campo trabajó
después en Molinaseca, en donde junto con el también asturiano Domingo
M artínez construyó la cúpula de la bóveda sobre el presbiterio de la iglesia
de San Nicolás. Cobró trescientos ducados por sus trabajos en la villa del
M eruelo entre 1682 y 1684. Trabajó también en la torre de San Nicolás
hasta la altura del campanario.
Hermosearon sin duda la villa que cobró importancia a lo largo de aquel
CA N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS X VI AL XVIII
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reluciente siglo. Un siglo y medio antes, el viajero Bronseval, secretario del
abad de Claraval Edme de Salieu y su séquito, pasaron por Molinaseca el 17
de junio de 1532. A Bronseval Molinaseca le pareció un villorrio, pues escri­
bió villagium quoddam vocatum Moline. La belleza de la Molinaseca actual
debe mucho a los asturianos, como Juan Fernández del Campo, que allí tra­
bajaron en el siglo XVII sin duda. Es también el constructor de la escalera de
la iglesia de San Roque en Matachana, menos de una legua al suroeste de
Bembibre. A escasa distancia de Matachana está Castropodame, donde hubo
minas de oro en época romana, donde trabajó población indígena; precisa­
mente apareció un ara con epígrafe dedicado a la diosa Mandica, diosa de los
caballos. Lucio Pompeyo Materno, un romano al frente de las minas, dedicó
tal ara. Es la inscripción 5669 del Corpus Inscriptionum Latinarum, volumen
dos. Se encontraba Juan Fernández del Campo en un lugar industrioso de ya
larga tradición en el pasado. Y a menos de una legua de M atachana estuvo el
solar de la ciudad romana de Interamnium, única ciudad, entre Asturica
(Astorga) y Bergidum, citada por Tolomeo, en el mapa más antiguo de la
Península Ibérica. Nada queda hoy de Interamnium, cuyos materiales debie­
ron ser reutilizados en el pasado por los canteros para construir templos y
mansiones. Trabajó también en 1684 en las canteras que nutrían el granito
para surtir la construcción de la iglesia de Santa María en Campo, localidad
próxima a Ponferrada, donde abundan las mansiones solariegas de viejas
sillerías pétreas bien talladas. Quizás su sobrenombre de «Campo» se deba a
su intenso trabajo en esta iglesia, donde con tanto entusiasmo trabajó. Diez
años más tarde trabaja en la construcción de la citada iglesia de Campo,
saliendo de dicha localidad en dirección al puente del Boeza, paso obligado
para el Camino de Santiago, ponte pessimo et periculosissimo, al decir de
Bronseval en su Peregrinado Hispanica. Juan Fernández del Campo contra­
tó por 2.040 reales la construcción de la torre de la iglesia de Santa Marina de
Montes; pero falleció en 1697 sin lograr finalizar este último trabajo.
Francisco González, nació en Hontoria, en la parroquia de Nueva, que
abarca Hontoria, Villaormes y Cardoso, no lejos de Llanes. En calidad de
maestro de obras contrató, por treinta y nueve mil reales, la construcción de
la iglesia de Santa Eufemia en Peranzanes, en el valle de Fornela en el alto
Cúa; Peranzanes y el valle de Fornela dependían del monasterio de San
Andrés de Espinareda. San Andrés había sido un monasterio dúplice hasta
fines del siglo XI; hasta entonces se rigió por la Regla que San Fructuoso
había escrito en Compludo en el siglo VII; pero en tiempos del abad Don
Gutierre, tras el Concilio de Coyanza, Espinareda comenzó a regirse por la
Regla de San Benito y dejó de ser un monasterio dúplice, es decir, para hom­
bres y mujeres; ello explica que allí se refugiara Jimena Moniz, amante de
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SERA FÍN BODELÓN
Alfonso VI, madre de Teresa condesa de Guimaráes, que dio a luz a Alfonso
Enriques, el primer rey de Portugal. Para la construcción de Santa Eufemia de
Peranzanes el monasterio de Espinareda aportó la cantidad de tres mil reales.
Cerca de Peranzanes, al noroeste, estaba el castro celta romanizado de Chano,
próximo a las fuentes del nacimiento del Cúa; la Arqueología ha rescatado
objetos varios de época prerromana y romana; lo más interesante son los tesorillos del siglo I a. C.; uno con siete denarios ibéricos y otro con veintiocho
con inscripciones en íbero alusivas a sus cecas, que son: Segóbriga (provin­
cia de Cuenca) Turiazo (hoy Tarazona), Bolskan, Arsaos y Arecorata. Alguna
de estas monedas fueron expuestas en la exposición titulada Astures, celebra­
da en Gijón hace un lustro. Ello demuestra una actividad comercial, que aún
no ha cesado hasta hoy, entre los fornelos de hace más de dos mil años y otros
puntos lejanos de la Península Ibérica.
Los fornelos siempre disponían de dinero: junto con los lugareños de
Burbia y Vega, eran los fornelos los únicos que pagaban en metálico al
monasterio de San Andrés de Espinareda sus foros y arrendamientos; los
demás pagaban en especie por carecer de dinero. Se dedicaban en el pasado a
la arriería y a vender de forma ambulante productos por Asturias y por el
Bierzo, mientras las mujeres cuidaban los rebaños. Esa capacidad para el
comercio, que les venía de muy lejos como vimos, les permitió disponer de
dinero. Un solo ejemplo al respecto: Blas López García, de Peranzanes,
adquirió en el siglo XIX, durante el período de la Desamortización, tres foros
en el valle por 127.555 reales, y los otros dos foros en Asturias, en Tineo e
Ibias respectivamente. No lejos de Peranzanes, en dirección sur siguiendo el
curso del Cúa, está Cariseda, que derivó de Carisii sedes, es decir, el asenta­
miento de Carisio; allí estableció su campamento Carisio, después de la bata­
lla de Bergida, el año 25 a. C. cuando perseguía a los astures que huían de su
fortaleza hacia el Mons Vindius o Cordillera Cantábrica. Y cerca de
Peranzanes, en dirección norte, el Cúa recibe al pequeño riachuelo llamado
Trayecto, que nace junto el puerto del mismo nombre de Trayecto; todavía a
mediados del siglo XIX por allí pasaron a caballo de Asturias a León José
María Quadrado y Parcerisa, recolectando fuentes y datos para su magna obra
Recuerdos y bellezas de España. Venían del monasterio de Corias en Cangas
del Narcea y se dirigían al monasterio benedictino de San Andrés de
Espinareda, para proseguir por el Bierzo. Era lógica la importancia de
Peranzanes en los pasados siglos, siendo el lugar de paso entre el alto Bierzo
y las tierras de Larón y Degaña, Tormaleo y de las tierras regadas por el Ibias.
Lógico es también que allí trabajasen asturianos como Francisco González.
Junto a Peranzanes, en Trascastro, pudo contemplar Francisco González una
romería a mediados de agosto; allí se bailaron danzas típicas, en corro, aga­
rrados de la mano y dando pequeñitos saltos con gracia y elegancia, al soni­
CA N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS XVI AL X VIII
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do, ya del pandero y de la flauta, ya del tambor y de la gaita; y no sólo baila­
ban los fornelos y fornelas; danzaban también con muchas gracia mozos y
mozas venidos de allende el puerto del Trayecto desde las brañas de Larón y
de Degaña, desde Tormaleo y las aldeas del valle del Ibias.
Juan González, maestro cantero, natural de Llanes. En 1655 está traba­
jando en Bembibre en la ermita del Ecce Homo, junto con Tomás González.
Nació en Bembibre a orillas de la Vía Nova, que unía Asturica Augusta, hoy
Astorga, con Braceara Augusta, hoy Braga. La Via Nova había sido construi­
da en la segunda parte del siglo I d. C., para dar salida al oro de Las Médulas
hacia Roma. Antes de construirse la Via Nova en tiempo de los Flavios, sólo
había, viniendo de la Maragatería, el viejo camino celta, más tarde Camino de
Santiago medieval o Camino francés, que desde Foncebadón bajaba a
Molinaseca y de aquí llegaba a Ponferrada por el puente del Boeza. Todavía
en tiempos napoleónicos, los franceses dividieron en dos sus fuerzas para per­
seguir de cerca a los ingleses: un destacamento por el puerto de Manzanal
para llegar a Ponferrada por Bembibre, y otro destacamento por el puerto de
Foncebadón para llegar a Ponferrada por Molinaseca. En el Museo local de la
villa de Bembibre abundan los vestigios romanos, entre los que destacan los
miliarios hallados en los alrededores de Bembibre entre el Manzanal y el
monte Arenas; estos miliarios indicaban en la vía las distancias, como hoy los
mojones de nuestras carreteras.
Era Bembibre el Bene Vivere (= bien vivir) de los tiempos medievales.
Conservaba entonces todavía el castillo, asiento y residencia de los señores de
la villa, afamada por dar título a la novela histórica y romántica El Señor de
Bembibre de Enrique Gil y Carrasco. Aún en el siglo XVIII Jovellanos citó el
castillo de los señores de Bembibre. En junio de 1792 pasó Jovellanos por
Bembibre en una calesa tirada por caballos bien enjamelgados. Y tras citar el
castillo, habla de viñedos a la derecha del camino y de huertas y linares a la
izquierda. Hoy hay viñedos, pero no hay linares y del castillo nada queda.
Afortunadamente sí está aún el Ecce Homo donde trabajó el asturiano Juan
González. Y la celebración del Cristo, o Ecce Homo, es la festividad princi­
pal de Bembibre a mediados de septiembre. Por tal trabajo cobró la cantidad
de mil reales. Juan González también trabajó en Cubillos, una legua al norte
de Ponferrada, donde finalizó las paredes de la iglesia parroquial de San
Esteban, iniciadas por Santiago Gamallo, quien no pudo acabarlas. Era
Cubillos una población importante desde fines de la Edad Media. Ya en 1336
mantuvo en solitario un pleito contra el rico monasterio de Carracedo por
unos pastos entre Cubillos y San Andrés de Montejos; el Adelantado mayor
de Asturias y León falló contra Cubillos, que tuvo que renunciar al coto de
Montejos (el Montelios, o monte del Sol, de los documentos bercianos en
14
SERA FÍN BODELÓN
lengua latina). La Justicia alegó que Montelios había sido una donación de
Alfonso VII al abad San Florencio en 1127. En esta ocasión Cubillos no pudo
contra el poderío de Carracedo, pero le sucedió en esta pugna Ponferrada; el
pleito sólo se solucionó en el siglo XVI con la compra por parte de Ponferrada
del coto de Montejos por 278.000 maravedíes.
Pedro González, maestro de cantería nació en Llanes; era hermano de
Juan González. Trabajó con Santiago Gamallo y con su hermano Juan
González en Cubillos entre 1682 y 1705.
Pedro González Noriega, maestro arquitecto de cantería, nació en la
parroquia de Pendueles, cuyo patrón es San Acisclo; hay, además de la igle­
sia parroquial, tres ermitas particulares, asentadas en casonas de indianos. Por
el este limita con Colombres y por el oeste con Vidiago. A mediados del siglo
XVIII tenía Pendueles algo más de medio centenar de casas, repartidas entre
las aldeas de Buelna, Pendueles, Candanos y Santiuste. Tenía la parroquia
entonces unos sesenta vecinos, dos centenares y medio de habitantes. Pedro
González Noriega trabajó en 1744 en varias obras en la iglesia de Chano, en
la Fornela en el alto Cúa en el Bierzo. Cobró por tales trabajos la cantidad de
mil reales. Hemos citado, a propósito de Peranzanes, el castro celta y romano
de Chano, cerca de las fuentes donde nace el Cúa; allí lleva a cabo excava­
ciones arqueológicas actualmente la Junta de Castilla y León y hasta el pre­
sente se han encontrado ya notables restos, que hablan de la importancia de
La Fornela en época celta y en tiempos romanos, pese a la escabrosidad del
terreno en el valle del alto Cúa. En Faro, casi entrando en el puerto de
Trayecto, que abre el paso hacia Degaña en Asturias, Pedro González Noriega
contempló los ya derruidos restos del otrora pequeño pero floreciente ceno­
bio de San Ciprián, que dio origen a la aldea, como granja del poderoso
monasterio benedictino de San Andrés de Espinareda; ahora se aprovechaban
de nuevo para otras construcciones las piedras del cenobio de Faro, del siglo IX.
Todo fenece, pero nada desaparece, todo se renueva, debió pensar tal vez
Pedro González Noriega, evocando los palacios y casas solariegas de hidal­
gos e indianos, las capillas e iglesias de Pendueles, Vidiago y Colombres.
Pero este valle de Fornela estaba menos abierto al cosmopolitismo de las gen­
tes de otras tierras. No en vano un decreto o privilegio de Juan II, en favor de
Espinareda, había prohibido en 1427 que «ningún justicia, adelantado ni
merino, entrara en los cotos del monasterio»; y la recóndita y escarpada
Fornela pertenecía a la jurisdicción de San Andrés de Espinareda.
Francisco Gutiérrez Escandón, maestro de cantería, nació en el munici­
pio de Ribadedeva en el oriente de Asturias. Limita este municipio con los de
CA N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS XVI AL X VIII
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Peñamellera y Llanes, con la provincia de Santander y el mar Cantábrico. Su
río principal desemboca en la ría de Tinamayor, que separa las dos provincias:
Asturias y Cantabria. Da nombre al municipio el río Deva, que significa en
celta «divino», «sagrado». Y el río Santiuste separa a Ribadedeva del muni­
cipio de Llanes. Ribadedeva tenía a fines del XVII unos trescientos cincuen­
ta vecinos y una población aproximada de mil quinientos habitantes, reparti­
dos en numerosos pueblos: Noriega, Pimiango, San Roque, San Juan,
Villanueva, Porquerizo, Colombres, Santa María, Los Santos Mártires. En
1691 Francisco Gutiérrez Escandón se encuentra trabajando para el hospital
de Cerezal, dependiente del convento de Santa María Magdalena de Cerezal
de Tremor; era éste un convento de la tercera orden regular franciscana insta­
lado en el valle del Tremor en el Bierzo, a mitad de camino entre Brañuelas
y Bembibre; allí Francisco Gutiérrez Escandón contrató una casa para la hos­
pedería por dos mil reales y pico. En 1707 construyó la sacristía de la iglesia
de El Valle y Tedejo. Las posesiones del convento de Cerezal no debían ser
nada desdeñables, ya que Francisco Alonso Cordero compró bienes del con­
vento por 562.000 reales en la desamortización de 1841; y su hermano
Santiago Alonso Cordero, Presidente de la Diputación de Madrid, compró
seis fincas trigueras del convento en Rodanillo. Era Cerezal de Tremor impor­
tante lugar hospitalario para quienes seguían la ruta a través del puerto del
Manzanal por la Vía Nova romana, en vez de entrar en el Bierzo por
Foncebadón y el Camino Francés.
Domingo de la Huerta, maestro de cantería, nació en Cubas de Agua,
cerca de Ribadesella. Junto con el también asturiano Juan de Caso, contrató
la cabecera de la iglesia parroquial de Villar de las Traviesas, no lejos de
Bembibre. Allí trabajó desde 1664.
Domingo Martínez, maestro de obras, nació en Llanes. Junto con Juan
Fernández, también natural de Llanes, construyó la cúpula de San Nicolás de
Molinaseca, una legua al este de Ponferrada. Allí trabajó en 1683 y 1684.
Juan Menéndez, fue un maestro de cantería nacido en Asturias. A princi­
pios del siglo XVIII era vecino de Cubillos, una legua al norte de Ponferrada.
En 1707 trabajaba en la construcción de la capilla mayor de la iglesia de San
Esteban de Cubillos, porque su techumbre amenazaba con caerse; los traba­
jos en madera de castaño debían imitar la iglesia parroquial de San Cristóbal
de la localidad. Cobró 250 reales por este trabajo.
Pedro de Palacios, maestro de carpintería, había nacido en Avilés. Avilés
tenía por entonces unos mil vecinos con una población de seis mil habitantes.
16
SERA FÍN BODELÓN
Tenía varias calles hermoseadas con arcos de piedra y suelo de limpio empe­
drado; por allí gustaba Pedro Palacios pasear, al resguardo del viento y las llu­
vias insistentes del mar Cantábrico. Tenía también Avilés una amplia plaza de
más de cien metros de largo, donde solía ir a jugar Pedro Palacios de niño; y
también a participar en las peleas entre los niños de Galiana contra Sabugo, o
de Sabugo contra Rivero, los tres barrios que entonces conformaban la villa.
La plaza al sur limitaba con el grandioso convento de San Francisco que
poseía una suntuosa fachada; y a la orilla norte de la plaza estaba el
Ayuntamiento, elegante edificio de pétrea sillería elevada sobre arcos; tan
noble edificio guardaba el Fuero de Avilés, precioso documento expedido por
Alfonso VI y confirmado por Alfonso VII en 1155 en castellano antiguo.
Tenía Avilés otros hermosos edificios, como Santo Tomás de Canterbury, San
Nicolás de Bari, el convento de la Merced, o el Hospital de peregrinos que se
estaba construyendo por orden de Don Pedro de Solís. Al norte de San
Nicolás estaba la capilla de los Alas, pequeña, cuadrada y de gótica portada.
En San Nicolás se encontraba el hermoso panteón del avilesino más célebre,
Don Pedro Menéndez de Avilés, adelantado de la Florida. Y suntuosas resi­
dencias palaciegas, como el palacio del marqués de Ferrera y el palacio de
Camposagrado, hablaban del glorioso pasado de la villa. Todo este conjunto
arquitectónico había despertado en Pedro de Palacios el ansia de ser cons­
tructor. Era entonces la población una importante villa que disponía de cáte­
dra de latín, matemáticas, náutica y francés. Se celebraban en la villa unas
ferias muy importantes en agosto: empezaban el día de San Roque y finaliza­
ban el día de San Agustín, patrono de la villa; pero el día de más actividad
comercial era el día de San Bartolo, el veintitrés de agosto; precisamente ese
día, un tratante que había venido de Arganza le habló de la posibilidad de tra­
bajar en su pueblo donde querían construir una iglesia. Y allí que se fue nues­
tro personaje avilesino a cumplir sus sueños. Pedro de Palacios es uno de los
asturianos que más actividad constructora desplegó en el Bierzo.
Junto con el también asturiano Alonso Ruiz, llevó a cabo la armadura de
la iglesia parroquial de Arganza. Había una mina de oro, abandonada desde
época romana, entre Arganza y Cueto. Y una villa romana existió junto a la
iglesia de Cueto, donde apareció una lápida con un epígrafe latino que dice:
«Claudio Sergio a la zoela Claudia Accula». Decían los nativos de Arganza
que Claudio Sergio era el romano que dirigía la explotación aurífera; y que
Claudia Accula era la hija de un trabajador zoela que se desplazó desde Aquae
Flaviae, hoy Chaves, para trabajar aquí; Claudia era el nombre romano que le
puso su marido tras desposarse con ella; y Accula era su nombre indígena, el
que le habían puesto los zoelas. Cosas como estas acuciaban la curiosidad de
Pedro de Palacios, que ya había oído en Asturias muchas noticias sobre teso­
ros de época romana y de tiempos de los moros. En 1590 realizó su trabajo en
C A N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS XVI A L X VIII
17
Arganza, legua y pico al norte de Cacabelos. Después trabajó en el monasterio
de Carracedo, menos de una legua hacia el sur a orillas del Cúa; allí en 1591
construyó el pulpito y las rejas de la capilla mayor y varias laterales. Cobró en
Carracedo tres reales diarios. Acababa Carracedo de tener una intensa activi­
dad constructora: Esteban Guerra, dos veces abad trienal, finalizando su
segundo mandato en 1565, había construido el claustro central en bello estilo
gótico, así como el refectorio de muy elegantes arquerías pétreas también en
estilo gótico. Para ello el monasterio hubo de vender sus posesiones de
Cortiguera y de San Andrés de Montejos. Se construyó también una nueva
sacristía. Ahora el monasterio tenía treinta y cinco monjes; pero estaba dis­
puesto a incrementar tal número de forma considerable: en una década pensa­
ban aumentar en una decena; a razón de un novicio por año pasaría a ser
monje. Y también el monasterio, mostrando riqueza y poderío, acababa de
rodear con una gran cerca sus posesiones de huertas y praderías en Carracedo.
Se hablaba ya de construir un nuevo claustro para dar acceso a la hospedería
de peregrinos. También el monasterio producía hombres de letras, como fray
Diego Sánchez Maldonado, o como fray Jerónimo Llamas; han llegado hasta
nosotros en el siglo XX sus retratos con la pluma de ave en la diestra y un per­
gamino o un libro en la mano izquierda, hoy en el Museo San Marcos de León.
Pedro de Palacios se casó con Ana Diez, vecina de Villafranca e hija del
maestro de carpintería Santiago Ares, que hizo el maderamen de la capilla
mayor de la iglesia de Pobladura por catorce ducados. La boda tuvo lugar en
1591 en Villafranca, ya entonces llamada «la pequeña Compostela»; adorna­
ban la villa tres iglesias románicas y dos góticas y varios conventos menores.
El virrey de Nápoles, Don Pedro Álvarez de Toledo, construía en la villa un
gran palacio castillo señorial, que prometía ser lo más impresionante y nunca
visto. También sufraga los gastos de una gran iglesia colegiata, digna fábrica
para una catedral, en el solar en donde había estado antes Santa María de
Cluníaco, origen de la villa. En 1593 trabaja Pedro de Palacios en Cacabelos,
donde estableció su domicilio. Era Cacabelos ya entonces una villa poderosa
por sus productos de huerta y sus viñedos; además se vanagloriaba y enso­
berbecía con un pasado glorioso, pero ya fenecido y lejano en demasía; se
decían descendientes de la céltica Bergida, de la romana Bergidum Flavium,
y herederos de los descendientes de la villa romana de La Edrada; desde
Bergidum, la antecesora de Cacabelos, se había controlado el oro de las
Médulas, nada menos que 20.000 libras de oro al año (según Plinio, Naturalis
Historia, XXXIII, 78), 300 millones de toneladas de tierras removidas, treinta
y cuatro millones de litros de agua al día fluyendo por canales y acueductos
hacia las Médulas, una de las obras cumbres de la ingeniería romana según
Lewis y Jones; por eso ellos se creían con el derecho a seguir siendo ricos a
costa de los pueblos vecinos; su arrogancia llegó a tanto que a mediados del
18
SERA FÍN BODELÓ N
XVII Cacabelos se atrevió a entablar juicio con el monasterio de Carracedo
por los pastos y la leña de la Dehesa de Carracedo, que Cacabelos pretendía
monopolizar; pero el monasterio de Carracedo, que tenía industrias siderúrgi­
cas en Chana desde 1245, no estaba dispuesta a renunciar a la leña de sus
dehesas. Y en 1667 llegó por fin la concordia y Cacabelos se compromete a
compartir pastos y leña con los vasallos del abad de Carracedo, que habitaban
en San Martín de Carros, Sorribas, Carracedo y Narayola. Allí Pedro de
Palacios llevó a cabo la armadura de la cubierta de la iglesia parroquial de
Santa María de la Plaza. En 1595 es llamado para tasar las obras de la iglesia
parroquial de Camponaraya, construida por el maestro de carpintería
Domingo de la Vega. Era Camponaraya un rico priorato de Carracedo; junto
con Narayola, Camponaraya siempre reivindicó a Carracedo los foros cuartos
y quintos, en una tensión que fue siempre creciente; hasta que ya casi en los
mismos albores de la Desamortización, enviaron hacia el monasterio al prior
de Camponaraya casi muerto sobre un asno, tras una gran paliza. Por enton­
ces Pedro de Palacios aprendió aquella canción que dice: «Camponaraya
Naraya/ y a su lado Narayola/ un pouquiño más arriba queda la Válgoma
sola/. Camponaraya Naraya/ y a su lado Narayola/ ten cuidado rapacina/ non
vayas o baile sola».
Pedro de Palacios también en 1595 contrató obras en la iglesia de Pieros,
donde llevó a cabo la sacristía y obras de carpintería en la capilla. En 1596
está en Moreda, localidad cercana a Vega de Espinareda a orillas del Cúa; al
lado queda Sésamo, que evoca el cuento de «ábrete Sésamo»; no en vano
muy cerca queda el castro de Peña Piñera, a 1069 metros de altitud y el tramo
final a picacho sobre la llanura que se extiende ante el Cúa; supo Pedro de
Palacios por los vecinos del lugar, que allí había una cueva llena de leyen­
das, a la que llamaban «El callejón de los moros»; allí hay pinturas rupestres
de estilo esquemático antropomórficas y geométricas de más de cinco mil
años de antigüedad; allí se encontró un hacha del Bronce Medio; allí hay res­
tos de una fortificación castreña que se remonta al siglo V a. C. En Moreda
Pedro de Palacios construyó el cuerpo central de la iglesia parroquial. Y por
noventa ducados construyó la obra de carpintería de la sacristía de la iglesia
de Valtuille de Arriba, a mitad de camino entre Cacabelos y Villafranca.
Construyó también el maderamen de la iglesia del Santo Espíritu del priora­
to de Magaz de Abajo, junto con fray Esteban de la Peña, prior de dicha casa.
En el año 1600 construyó las puertas de la iglesia de San Justo de Villabuena,
localidad donde había muerto del rey Vermudo II el Gotoso y donde hubo un
monasterio medieval arrastrado por las aguas del Cúa hacia 1520. Este tra­
bajo en Villabuena, que fue el último de la vida de Pedro de Palacios, lo rea­
lizó en colaboración con Pedro de Miranda, natural del valle de Penagos en
Cantabria.
C A N T ER O S A STU RIA N O S EN EL BIERZO EN LOS SIGLOS X VI A L XVIII
19
Juan Pérez, nació en la parroquia de San Salvador de Fuentes, cerca de
Villaviciosa; allí hubo un pequeño cenobio, cuyos orfebres forjaron una pre­
ciosa cruz, hoy famosa por haber ido a parar al Metropolitan Museum de
Nueva York. Tenía la parroquia de Fuentes unas cincuenta casas, repartidas
entre varias aldeas: Ceceñes, Migoya, Tisario, Las Vegas y Fuentes. La parro­
quia, haciendo honor a su nombre, posee seis fuentes de exquisitas aguas.
Juan Pérez trabajó en 1678 en la construcción de la torre de la iglesia parro­
quial de Santibáñez de Toral, en las proximidades de Bembibre. Colaboraron
con Juan Pérez en este trabajo Antonio de Ampudia y Juan Gómez de
Velasco. Y antes de 1683 trabajó, por 7.500 reales, en la capilla mayor y en
la sacristía de la iglesia parroquial de El Valle y Tedejo.
Pedro de Pría, nació en la parroquia de San Pedro de Pría, cuatro leguas
al oeste de Llanes. La parroquia de Pría tenía unas veinte casas a fines del
siglo XVII, con unos mil habitantes que poblaban las aldeas siguientes:
Belmonte, Cueres, Garaña, Llames, La Pesa, Piñeres, Silviella y Villanueva.
Además de la iglesia parroquial de San Pedro, había siete capillas particula­
res en otras tantas casonas de hidalgos. Linda Pría al oeste con Collera, al este
y sur con Nueva y por el norte brama en invierno el mar Cantábrico, más
suave y apacible en verano, ya verdoso ya azulado, según los caprichos del
cielo y las nubes. En 1683 Pedro de Pría tasó las obras que habían realizado
Juan Pérez y Juan Gómez de Velasco en El Valle y Tedejo, lugares no lejanos
del convento franciscano de La Cerezal de Tremor. Por ese año de 1683 vivía
en Molinaseca, lo que sugiere que tal vez estuviera realizando trabajos diver­
sos en esa localidad berciana a orillas del Meruelo, que ha sabido conservar
en sus calles hasta hoy el añejo sabor de aquellos tiempos.
Alonso Ruiz, nació en Avilés; fue carpintero y maestro de carpintería,
junto con Pedro de Palacios, también natural de Avilés y de quien antes
hemos hablado, trabajó en la iglesia parroquial de Arganza. Juntos compar­
tieron juegos infantiles en la plaza mayor de Avilés; juntos disfrutaron corre­
rías y aventuras por Sabugo, por Rivero y por Galiana. Y juntos decidieron
venirse a Arganza un día de San Bartolomé durante las ferias de Avilés. Era
Arganza famosa localidad otrora, donde Enrique Gil y Carrasco sitúa la mora­
da y palacio de Doña Beatriz, la protagonista femenina de la novela histórica
y romántica El Señor de Bembibre. Por sus trabajos en Arganza en 1590
Alonso Ruiz y Pedro de Palacios cobraron la cantidad de 156 ducados, que
era bastante dinero por aquellos tiempos.
SERA FÍN BODELÓN
20
Fuentes:
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SAN SALVADOR DE PRIESCA.
PROPUESTA METODOLÓGICA DE ANÁLISIS
COMPOSITIVO Y METROLÓGICO
FRANCISCO JOSÉ BORGE CORDOVILLA
1. INTRODUCCIÓN
La aplicación de la metodología gráfica de análisis de carácter experi­
mental que vamos a describir, al grupo de edificios del ciclo arquitectónico
desarrollado en Hispania en la Alta Edad Media, conocido comúnmente como
«Arquitectura Prerrománica Asturiana», ha de permitir llegar a conclusiones
en dos campos, principalmente:
1) Formular las reglas concretas o «modelos compositivos», a través de
los cuales los «maestros de fábrica» que proyectaron estos edificios, y pudie­
ron conducir su ejecución, establecieron la organización arquitectónica de los
mismos, de acuerdo con los cánones artísticos de armonía, simetría y propor­
ción en aquel tiempo vigentes.
2) Establecer la filiación doctrinal y artística de tales reglas, de ser ello
posible, dentro del contexto hispano, y de los conocimientos de que actual­
mente se dispone acerca de cuáles eran entonces las pautas y modelos, que
pudieron alumbrar la técnica y el arte de construir.
Sin embargo, para poder llegar mediante la aplicación de esta metodolo­
gía experimental, que actúa sobre la propia construcción de modo gráfico, es
imprescindible partir de una premisa básica, cuya ausencia supone la total
anulación de la validez de las conclusiones que pudieran obtenerse, y que por
otra parte, resulta obvia: ha de aplicarse sobre un edificio que cierta o proba­
blemente pertenezca a la época de referencia de modo completo, o a una parte
del mismo de originalidad certificada. Esta premisa, constituye a la vez la
mayor limitación de aplicación de nuestro método, pues si bien en muchas
ocasiones se puede certificar la autenticidad de la planta (aunque frecuente­
mente con destrucciones o añadidos), ello resulta menos frecuente en los alza­
dos, debido, cuando menos, al inevitable hecho de la sustitución de las cubier­
24
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
tas (con cambios asociados en la pendiente de los tejados, vuelos de los m is­
mos, e incluso en los muros de las naves), y otras veces a arrasamientos o des­
trucciones masivas de dichos alzados, por incendios, etc.
Para estudiar el grado de originalidad de un edificio, la principal discipli­
na, dentro de aquellas de las que se sirve la Historia, de la que podemos auxi­
liamos, es la arqueología por la vía de la excavación estratigráfica (plantas), y
de lo que ha venido en llamarse últimamente «arqueología muraría» (alzados).
En este trabajo, por tanto, procederemos a:
1) Descripción de la metodología, su formulación, fuente de los conoci­
mientos que la sustentan y su contexto histórico.
2) Aplicación al edificio que nos ocupa, en este caso, la iglesia altomedieval asturiana de San Salvador de Priesca, que se encuadra dentro de mode­
los basilicales típicos de época de la monarquía asturiana.
2.1) Determinación previa del ámbito de aplicación del modelo: des­
cripción de las partes originales de la iglesia conservadas en planta y alzado,
partes perdidas (se pueden formular hipótesis de reconstrucción), añadidos.
2.2) Obtención de la estructura compositiva de la planta.
2.3) Obtención de la estructura compositiva de los alzados.
2.4) Observaciones y conclusiones.
2.5) Aproximación a un estudio metrológico.
3) Hipótesis de reconstrucción ideal del edificio, basada en la aplicación
de la metodología anterior:
3.1) Descripción de la metodología informática empleada.
3.2) Resumen gráfico descriptivo de conclusiones de aplicación del
método, en planta y alzado.
3.3) Argumentación de la hipótesis de reconstrucción de la decoración
pictórica.
3.4) Imágenes de «síntesis informática», obtenidas de un «sólido 3D»,
que muestran la reconstrucción interior y exterior del edificio, en función de
las conclusiones obtenidas a través de la intervención arqueológica.
Por último señalar que este trabajo por su carácter experimental, de fija­
ción de pautas metodológicas y aplicación a un caso práctico, tiene un senti­
do totalmente abierto, con vocación de perfeccionamiento y adición de todas
aquellas sugerencias que se puedan formular por aquellos a quienes pueda
interesar la aplicación de este instrumento de análisis a futuros estudios.
2. DESCRIPCIÓN DE LA METODOLOGÍA
Esta metodología de análisis gráfico ya fue aplicada por nosotros en su
día al templo altomedieval asturiano de San Pedro de N ora1. Se fundamenta
SAN SA LVA D OR DE PRIESCA
25
en un doble proceso inductivo-deductivo, que se aplica simultáneamente, en
función de los siguientes planteamientos:
a) La composición arquitectónica deriva de unos conceptos previos,
relacionados con la idea final de «armonía», o «impresión de belleza y de uni­
dad con el entorno que ofrece la construcción acabada».
A partir de esta premisa, optamos por aplicar a estos edificios algún sis­
tema gráfico que permita el análisis sobre los mismos de la posible presen­
cia de estos conceptos, lo que permitirá, mediante el análisis e interpretación
de los resultados, encuadrarlos en un contexto histórico-artístico determina­
do. Básicamente se trata de crear una cuadrícula dividida jerárquicam ente en
una serie de unidades que se van obteniendo por sucesiva división, y que
conduce a la obtención del sistema de proporciones vigente en el edificio, el
que sea.
b) Aparecen definidos por el tratadista romano Vitrubio2, los siguientes
conceptos referidos a los cánones que en su época regían el sistema de com ­
posición arquitectónica de los edificios: la Ordenación, «apropiada com o­
didad de los miembros de un edificio, y una ordenación de todas sus pro­
porciones con la simetría, se regula por la cantidad (pósotes)», que es «una
conveniente dimensión por módulos»; la Disposición, «apta colocación y
efecto elegante en la disposición del edificio en orden a la calidad», sus
especies son tres, la Icnographia, planta dibujada que después se traslada al
terreno, Ortografía o dibujo frontal del alzado, y Scenografía; o dibujo
sombreado y en perspectiva; Euritmia, que es «el gracioso aspecto, y apa­
riencia conveniente en la composición de los miembros del edificio»;
Simetría, «conveniente correspondencia entre los miembros de la obra, y la
armonía de cada parte con el todo». Además, existe en dicho autor, la refe­
rencia a varias metodologías análogas a la que hemos aplicado sin ninguna
consideración apriorística: la composición arquitectónica por cuadrangulación y triangulación. Estos métodos eran aplicados por los maestros anti­
guos para obtener la planta o «Ichonographia» del edificio, y su alzado u
«Ortographia». Las fuentes de estos procedimientos de traza están en la
matemática y geometría pitagóricas, y en su desarrollo por los filósofos pla­
tónicos y neoplatónicos ya en época romana, y ha sido, en el ámbito astu­
riano, estudiado y aplicado a los edificios del ciclo de la m onarquía asturia1 A D Á N Á L V A R E Z , G. E.; BORGE CO RDOVILLA, F. J.; D ÍA Z G A R C ÍA , F.; M ARTÍNEZ
FA ED O , L.; M O RENO F E R N Á N D E Z, J.: «Propuesta de reconstrucción arquitectónica de la ig le­
sia prerrománica de San Pedro de Nora (Asturias)», IV C on greso de A rq u eología M edieval
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y Sanz. B iblioteca Alta Fulla, Barcelona 1993, Libro I, pp. 8-13.
26
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
O
na por Lorenzo A nas Paramo . Sin embargo nosotros nos centraremos en
buscar la posible relación entre este cuerpo de conocimientos y nuestros
edificios, mediante esta «herramienta» metodológica que hemos estableci­
do como instrumento de análisis.
Por tanto, asumimos, sin ningún apriorismo ideológico, un sistema neutro
de análisis gráfico: la cuadriculación total del edificio para ir obteniendo por
proporción sus partes, y comprobar posteriormente que el sistema de propor­
ciones obtenido tiene relación con una evolución en el tiempo del sistema com­
positivo «clásico» que aparece en el tratado de Vitrubio, anterior en casi ocho­
cientos años a nuestros edificios, pero que comparte con ellos varios aspectos:
un mismo sistema de medidas -el romano- y un parecido horizonte técnico,
cultural y artístico, evolucionado siempre a partir de la herencia romana.
3. APLICACIÓN A SAN SALVADOR DE PRIESCA
Se trata de una manifestación típica del modelo basilical del ciclo cons­
tructivo asturiano, aunque, en lo que a nosotros respecta, su análisis compo­
sitivo ha revelado la presencia de peculiaridades y recursos de traza que la
diferencian de otros edificios del modelo basilical, a nuestro juicio menos
evolucionados.
3.1 Ambito de aplicación
Se puede considerar original la totalidad de la planta del cuerpo principal
de la iglesia, esto es, excluyendo los anexos laterales actuales: sacristía y
cabildo cerrado al sur, así como el saliente al norte, que alberga el altar del
s. XVIII, y que sustituye a la antigua habitación lateral norte4. Basamos esta
afirmación en dos hechos:
1) Un mismo zócalo perimetral se configura como parte inferior de los
muros en todo el perímetro del cuerpo de la iglesia.
2) Los contrafuertes, todos de la misma factura, que articulan la totali­
dad de los muros en dicho perímetro.
3 A R IA S PÁ RA M O , L.: «Geom etría y proporción en la arquitectura prerrománica asturiana: la ig le­
sia de San Julián de los Prados». C orso d i cultura sull' a rte ravennate e bizan tin a (Ravenna, 6-12
abril 1992). U niversità degli studi di Bologna, Instituto di antichità ravennati e bizantine - Ravenna
1992, pp. 11-62.
4 Para una perspectiva global de carácter arqueológico sobre San Salvador de Priesca y los dem ás
ed ificio s del ciclo A ltom edieval asturiano: GARCÍA DE C ASTR O V A L D É S , C.: A rqu eología
C ristian a d e la A lta E d a d M edia en A sturias, R.I.D.E.A., O viedo, 1995, pp. 4 3 3-441.
SAN SALV A D O R DE PRIESCA
27
Esto no excluye que algunos de estos espacios aparezcan hoy profunda­
mente alterados en su fisonomía actual, en especial el pórtico occidental (comu­
nicación de los recintos laterales con las naves y agrandamiento de huecos de
acceso), y los muros de las naves laterales (apertura de puertas de acceso a
dichas naves), según se desprende de la reciente intervención arqueológica5.
Asimismo, los alzados de la iglesia pueden considerarse esencialmente
originales en cuanto a la configuración unitaria del pórtico y naves dentro del
cuerpo del edificio, y relación proporcional en altura con las naves laterales,
con las reservas puestas de manifiesto en la introducción en cuanto a las reno­
vaciones de los tejados. Los huecos de iluminación (claristorio de la nave cen­
tral y ábsides), presentan la ubicación común en estos edificios, y, salvo prue­
ba en contrario, han de considerarse originales.
Los planos sobre los que hemos aplicado nuestro procedimiento son los
publicados por García de Castro6, y se corresponden con los elaborados por
Menéndez Pidal para su restauración.
3.2 Obtención de la estructura compositiva en planta.
Se aplicará la retícula, sobre un plano en planta, al cuerpo del edificio
establecido como «original» en el apartado anterior. Comprenderá el ábside
tripartito, el cuerpo de naves, y el antecuerpo occidental tripartito. Comprende
las siguientes fases:
Io) Trazado de líneas rectas sobre la parte externa de los paramentos, a
lo largo de todo el perímetro que acabamos de definir. Establece un rectángu­
lo (ligeramente trapezoidal hacia los pies del edificio), ABCD, que compren­
de en sus interior, la totalidad del cuerpo del mismo.
2o) Se toman los lados largos, AC y BD, y se dividen en dos, trazando
una perpendicular por su centro (línea EF). Esta línea se sitúa justamente en
el centro de la arquería central de la nave central.
3o) Se repite la operación, esta vez sobre cada uno de los «cuadrados»
obtenidos en el punto anterior. Los rectángulos ahora delimitados ABGH e
IJCD, contienen exactamente el cuerpo absidal tripartito y el antecuerpo occi­
dental. Además entre ellos queda limitado otro rectángulo, que contiene el
cuerpo de naves del edificio.
4o) Repitiendo dentro de cada uno de los «rectángulos» la misma opera­
ción, por sucesivas divisiones, obtenemos:
5 A D Á N Á L V A R E Z , G. E.: San S alvador de Priesca. M em oria A rqu eológica, cam pañ a 1997.
Principado de Asturias, Consejería de Cultura, 1997.
6 G A R C ÍA D E C A STR O V A L D É S, C.: op. cit., pp. 767-68.
28
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
- Una unidad a la que denominaremos «módulo», compositivo, y que se
repite 8 veces dentro de ABCD.
- Una unidad inferior, que se repite 4 veces en el módulo (y que deno­
minaremos «1/4 de M»), y por tanto 32 veces en la longitud total del cuerpo
del edificio. Esta última es especialmente significativa, por ejemplo, se veri­
fica que: 4 x 1/4M = ancho intercolumnio; 1 x 1/4M = ancho pilastra nave =
ancho muro nave.
5o) El siguiente paso es llevar a cabo de nuevo las operaciones anterio­
res, esta vez partiendo de los lados cortos del rectángulo originario AB y CD.
De la primera división, en dos partes iguales, se obtiene el eje largo del edi­
ficio. De la segunda, la división entre naves centrales y laterales. En sucesi­
vas subdivisiones, obtenido 1/4M, se verifica que: 3 x 1/4M = luz de la nave
lateral = luz del pórtico lateral; 7 x 1/4M= luz de la nave central = luz del
pórtico central.
3.3 Obtención de la estructura compositiva en alzado.
Por el mismo procedimiento de formulación de una retícula mediante
sucesivas subdivisiones, se obtiene una trama reticular de dimensión mínima
«1/4M» y máxima «M», que contiene el alzado de la totalidad del edificio
conservado. Son de destacar algunas dimensiones observadas:
- A una altura de 1 x M=4 x 1/4M, se encuentra la linea de imposta de
donde parten la totalidad de los arcos del edificio. Igualmente, a una altura de
3 x 1/4M, se encuentran la totalidad de los capiteles de los arcos torales de
entrada a las tres capillas absidales.
- El alzado de la nave central hasta el durmiente del tejado, alcanza 1.5
veces su ancho, es decir: 2 x M (ancho) x (1 + 1/2) = 3 x M (alto).
- Los arcos de triunfo de los ábsides laterales están inscritos en un rec­
tángulo de alto igual al ancho (3 x 1/4M) más 2/3 de dicho ancho (3 x 1/4M
+ 2 x 1/4M). Del mismo modo, el arco central, que tiene un ancho doble de
los laterales (6 x 1/4M), presenta un alzado igual al de los laterales más 1/2M
(5 x 1/4M + 2 x 1/4M), restando también 1/2M hasta el ápice del tejado de
la nave lateral. Por tanto, la distancia de la clave del arco de triunfo lateral al
ápice del tejado de la respectiva nave es un módulo (2 x 2 x 1/4M), y de la
clave del arco del ábside central a dicho ápice, o sea al claristorio, la mitad
(2 x 1/4M).
- El alzado del ábside central, hasta la durmiente del tejado, es de 2 M
(ancho) + 1/2 M, o sea que es igual al ancho de dicho cuerpo más una cuarta
parte. Como fácilmente puede calcularse, la relación de la altura de este cuer­
po con la de la nave central es de 1/2 M (por diferencia de 3M - (2+l/2)M .
SAN SALV A D O R DE PRIESCA
29
- De igual modo, el alzado de los ábsides laterales iguala el de las naves
laterales, y alcanza hasta el durmiente del tejado, M (ancho) + 3/4M, o sea, el
ancho de dicho cuerpo más sus 3/4 partes. La relación de los ábsides laterales
con el central en cuanto a alzado es de 3/4M (diferencia de 2M+1/2M menos
M+3/4M).
3.4 Conclusiones históricas del análisis compositivo
En virtud de lo obtenido a través de la aplicación de la retícula, podemos
establecer que existe una relación entre el cuerpo de conocimientos de época
romana, vigentes en época posterior, como veremos, y nuestro edificio. Entre
otros, podemos citar:
1) Vigencia de los conceptos Vitrubianos de Ordenación, Simetría, y dis­
tribución en módulos de medida:
- En planta (Icnografía), en sentido E-O, se observan las siguientes pro­
porciones y ritmos: 2 x M (ábsides): 4 x M (naves); 2 x M (pórtico); en sen­
tido N-S, 1 x M (ábside, nave y pórtico lateral N.): 2 x M (ábside central, nave
central, pórtico central): 1 x M (ábside, nave y pórtico lateral S).
- En alzado (Ortografía), la nave central y el pórtico central conforman
visualmente una unidad espacial (desde el exterior), que representa la máxi­
ma elevación del edificio, y que tiene, en conjunto un alzado que se aproxi­
ma mucho al prescrito por Vitrubio como altura de las salas oblongas (que es
igual a la mitad del ancho más el largo), que resulta (8 x 1/4 M + 18 x 1/4M)
/ 2 = 13 x 1/4M, siendo realmente de 14 x 1/4M. Las naves laterales alcanzan
una altura total de 9 x 1/4M, formando su alzado una progresión de 4 x 1/4M
+ 3 x 1/4M (hasta el durmiente del tejado) + 2x 1/4M (alto total). En la nave
central se observa algo similar siendo en este caso la progresión: 8 x 1/4M
(=ancho) + 4 x 1/4M (hasta el durmiente) + 2 x 1/4M (alto total). La relación
de los cuerpos expuestos, en alzado, conforma los siguientes ritmos: 2 x 1/4M
(Nave central - ábside), 3 x 1/4M (ábside central - ábsides y naves laterales),
5 x 1/4M (nave central - naves y ábsides laterales).
2) Presencia de conceptos no detectados por nosotros en Vitrubio, pero
sí, y esto es lo más significativo, en una época más cercana a nuestros edi­
ficios, como es la de la elaboración de las Etimologías de S. Isidoro de
Sevilla (S. VII), donde se menciona, al hablar de las partes de los edificios,
que «el antiguo módulo de la altura de las columnas era la tercera parte de
la altura de los edificios»7. Esto, ocurre en Priesca, donde 4 x 1/4M (altura
7 S A N ISIDO RO D E SEVILLA: E tim ologías. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1951,
Libro X V , cap. VIII, p. 378.
30
FR A N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
pilar) x 3 = 12 x 1/4M, que es el alto de la nave central hasta el durmiente
del tejado. Este mismo hecho ha sido constatado por Lorenzo Arias en otros
edificios del ciclo asturiano8 .
3)
Compositivamente, este edificio se revela más complejo que otros,
considerados como «señeros», de la llamada «última etapa» de la arquitectu­
ra prerrománica asturiana. Si lo comparamos por ejemplo con San Salvador
de Valdediós, observamos lo siguiente:
- En planta, Valdediós representa un ejemplo clásico de templo asturiano
de traza regular sobre un doble cuadrado (longitud = 8 x M, ancho = 4 x M).
Los ritmos que se observan, en sentido E-O, son: 2 x M (ábsides), 4 x M
(naves), 2 x M (antecuerpo occidental). En Priesca, la medida de la que se
parte en longitud, no llega al doble cuadrado. Como se señala en el apartado
4.2, dicha longitud se ha acortado, reduciendo cada «M» en 1/4M, aproxima­
damente (con un error de 4 cms. en cada «M»). Esta reducción se ha llevado
a cabo proporcionalmente a cada espacio compositivo del edificio, de modo
que se consigue establecer la división espacial del mismo en un espacio más
corto, con menor coste de materiales y trabajo, y logrando a la vez un edifi­
cio más esbelto. El uso de estos recursos, que no se observan en edificios más
simples, como Nora, y sí, por ejemplo, en Santullano (donde se lleva a cabo
una reducción proporcional semejante para introducir el transepto), revela un
esplendor en el uso de recursos matemáticos a la hora de plantear el edificio,
que alejan la etapa a que pertenece el mismo de la supuesta «decadencia» de
modelos y recursos que predica la doctrina historiográfica hasta ahora vigen­
te. Recientes trabajos revelan como también es falsa la supuesta «decadencia»
decorativa de estos edificios (Priesca y Gobiendes)9.
- En alzado, se remite a tipos intermedios entre Valdediós o Liño (alto
nave = ancho total = 4 x M), y Santullano (alto nave = ancho nave = 2 x M).
Se trata de modelos compositivos, en nuestra opinión, independientes de
«etapa» artística alguna que quiera considerarse dentro del ciclo asturiano,
pues se dan simultáneamente en edificios prácticamente contemporáneos
entre sí.
3.5 Aproxim ación a un estudio m etrológico de los edificios del
«Prerrománico Asturiano»: Aplicación a San Salvador de Priesca.
En este apartado, dada la conexión establecida con un cuerpo de conoci­
mientos compositivos antiguos -Vitrubianos-, aplicaremos de nuevo una
8 ARIA S PÁR AM O , L.: op. cit., pp. 28-30, 42, 46.
9 G AR CIA D E C A STR O V A L D É S, C.: op. cit., ver nota 4.
31
SAN SA LVA D OR DE PRIESCA
metodología empírica, para intentar poner en relación las medidas del edifi­
cio y de las divisiones modulares que del mismo hemos establecido, con el
sistema de medidas romano, vigente en el mismo contexto histórico de dicho
cuerpo de conocim ientos. Para ello, convertimos, m ediante una hoja de
cálculo, las dimensiones más significativas del edificio y de sus divisiones
modulares en metros, a las diferentes unidades del sistema romano: passus
(1.479 mts.), gradus (0.739 mts.), palmipes (0.3697 mts.), pes (0.2957 mts.),
a fin de ver la posible correlación entre unidades métricas romanas y unida­
des compositivas del edificio. Se han utilizado sólo las unidades romanas de
mayor tamaño, siendo conscientes de la importancia que pudieron tener, a la
hora de la ejecución material del edificio otras unidades menores como el pal­
mus (0.0747 mts.), digitus (0.0187 mts.), etc., sobre todo para redondear
medidas mayores y ejecutar piezas de pequeño tamaño. También hay que
decir, que un estudio de parecidas características ha sido realizado por L.
Arias, en función de un muestreo estadístico sobre medidas recogidas en
varios edificios del ciclo asturiano (San Julián de los Prados, San Pedro de
Nora, Santa María de Naranco), y su reducción por redondeo a palmipes.
Los resultados obtenidos por nosotros, los resumimos en los siguientes
cuadros:
Cuadro (1). M edidas generales:
L O N G IT U D
ANCHURA
M ETROS
17.57
11.22
P A SSU S
11.88
7.59
GRADUS
23.78
15.18
P A L M IP E S
47.53
30.35
PES
59.42
37.94
Cuadro (2). D ivisiones modulares:
M ODULO
1/4 M O D U L O
M ETROS
2.80
0.70
PA SSU S
1.90
0.47
GRADUS
3.80
0.95
P A L M IP E S
7.59
1.90
PES
9.49
2.37
Cuadro (3). Parte del edificio (longitud):
PÓRTICO
NAVES
ABS. CENTRAL
ABS. LATERAL
METROS
MÓDULO
1/4 MODULO
PASSUS
GRADUS
PALMIPES
PES
4.46
8.78
4.46
4.46
1.59
3.13
1.59
1.59
6.36
12.53
6.36
6.36
3.02
5.94
3.02
3.02
6.03
11.89
6.03
6.03
12.06
23.76
12.06
12.06
15.08
29.71
15.08
15.08
Cuadro (4). Parte del edificio (anchura):
PÓRTICO
NAVE CENTRAL
NAVE LATERAL
ABS. CENTRAL
ABS. LATERAL
METROS
MÓDULO
1/4 MODULO
PASSUS
GRADUS
PALMIPES
PES
5.67
5.67
2.84
5.67
2.84
2.02
2.02
1.01
2.02
1.01
8.09
8.09
4.05
8.09
4.05
3.83
3.83
1.92
3.83
1.92
7.67
7.67
3.84
7.67
3.84
15.34
15.34
7.68
15.34
7.68
19.17
19.17
9.60
19.17
9.60
32
FR A N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
Observaciones:
- Como se verá, el módulo se adapta compositivamente en anchura, de
modo prácticamente perfecto, no ocurriendo así en longitud. Ello se debe al
hecho (comentado en el apartado 4.2.), de que se ha utilizado un recurso com­
positivo que reduce el módulo en longitud a, muy aproximadamente, 3/4 de su
propia anchura, con lo que existe un «M'», igual a 3/4M (ver también fig. 1).
- Las medidas correspondientes a las dimensiones generales del edificio
(cuadro 1), se corresponden aproximadamente con un número exacto de las uni­
dades romanas, así por ejemplo, el largo del edificio son 11.88 passus, o lo que
es lo mismo 11 passus, 4 pies y 1 palmo, es decir unidades grandes que se
redondean con el empleo de otras más pequeñas al final del proceso de medida.
Del mismo modo, resultan directamente equivalentes a las unidades «grandes»,
los principales espacios compositivos del edificio, así por ejemplo (cuadros 3
y 4), el pórtico y los ábsides miden 3 passus de longitud, la mitad que las naves,
que miden 6 passus, y lo mismo se observa para el ancho de dichos espacios.
- Las medidas correspondientes a las unidades compositivas en que se
divide el edificio (cuadro 2), serían de fácil aplicación para la división com­
positiva del espacio general, en función de la Icnografía realizada previa­
mente sobre el plano. Así por ejemplo, el módulo (2.8 mts.), arroja una medi­
da equivalente a 1.9 passus, o sea a 1 passus más 4 pies y 2 palmos, unidades
que son fáciles de medir sobre el terreno, incluso mediante procedimientos
muy rudimentarios. Estas unidades modulares también servirían de auxilio a
la hora de trasladar al terreno espacios compositivos que no se reducen direc­
tamente a unidades «grandes», así por ejemplo, el ancho del ábside central, es
de 6 x 1/4M, y cada 1/4M equivale a cerca de 2 palmipes, o lo que es lo
mismo 2 pes 1 palmo y 2 dedos.
4. HIPÓTESIS DE RECONSTRUCCIÓN IDEAL DEL EDIFICIO.
4.1 Descripción de la metodología informática empleada.
Se ha utilizado la tecnología informática dos finalidades:
1) Representación gráfica de los planteamientos metodológicos desarro­
llados en el apartado 2. Se ha utilizado un soporte informático «Amiga 1200»,
y un programa de dibujo vectorial. Se analiza en el apartado 4.2.
2) Se ha realizado una reconstrucción tridimensional del edificio «pri­
mitivo» (reconstrucción ideal), que sirve para ilustrar las conclusiones de la
excavación arqueológica, mediante imágenes de síntesis a través de técnicas
de «ray tracing», de aquellas partes del edificio cuyo planteamiento se modi­
fica en función de las conclusiones de dicha excavación.
SAN SALVA D OR DE PRIESCA
33
4.2 Resumen gráfico de la metodología de análisis (fig. 1).
En la parte superior, se representa la Icnografía o planta del edificio, con
la división compositiva de los espacios en función de la cuadrícula modular
obtenida en el apartado 2. Se añade la propuesta de reconstrucción de las
habitaciones laterales en planta, interpretadas como sendos pórticos al N. y S,
de acceso al presbiterio de la iglesia. La longitud de las mismas se establece
tomando como referencia los restos conservados en el muro oeste de la actual
sacristía. Delimitan en total un espacio tendente al cuadrado, de longitud (NS) 4 x 1/4M, y anchura (E-O) 5 x 1/4M.
Hay que comentar el hecho de que el módulo, en planta, presenta distin­
to ancho (4 x 1/4M), que longitud (3 x 1/4M). Ello se debe a que al aplicar el
procedimiento de obtención descrito en 2.2., el módulo obtenido resulta real­
mente rectangular. Esto se debe, en nuestra opinión, a la aplicación de un
recurso compositivo, consistente en «acortar» el edificio, reduciendo propor­
cionalmente unidades modulares a cada cuerpo compositivo del mismo. A
efectos de nuestra representación gráfica, debido a problemas con el progra­
ma informático, nos hemos visto obligados a llevar a cabo una simplificación
consistente en hacer equivaler la medida 0.71875 (1/4M) x 3=2.15625, con la
real de 0.5490625 (1/4M') x 4= 2.19625, cometiendo por tanto un error de 4
cms. en cada módulo (32 cms. en el total del edificio), que consideramos poco
representativo.
En la parte inferior, sobre la misma trama de división modular, se ha
representado la Ortografía o alzado frontal del edificio, al que se incorporan
las reconstruidas habitaciones laterales mencionadas en la planta. Alcanzarían
un alzado, dependiente del de las naves laterales, igual a su anchura, es decir
5 x 1/4M, hasta la base del tejado.
4.3 Fundamentación de la hipótesis de reconstrucción de la decoración
pictórica.
En este edificio, hemos planteado por primera vez (en un trabajo nuestro),
el concepto de «reconstrucción ideal global», que incluye, dentro de ciertos
límites, la reconstrucción hipotética de la decoración pictórica interior. Dicho
trabajo se ha realizado dibujando a mano alzada en el ordenador cada panel,
mediante un programa de dibujo adecuado, sin «escaneado» en ningún caso,
sino copiando de las reproducciones de la bibliografía y de fotografías propias.
Como el vehículo de dicha reconstrucción es informático, interesa principal­
mente la reconstrucción de los motivos pictóricos (en menor medida de los
materiales, de los que sólo es reproducible la textura), lo que condiciona la
34
FR A N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
bibliografía utilizada, que es básicamente la obra de Helmut Schlunk y Magín
Berenguer10, tanto en lo referido a Priesca como en conceptos generales y
algún motivo o tema tomado de otros edificios. Debido al carácter de «recons­
trucción ideal», que necesariamente ha de tomar nuestro trabajo sobre todo en
este aspecto, debido a la pérdida de gran parte de las pinturas, los «límites» que
nos hemos dado para reconstruir adoptan la fórmula de «grados de libertad»,
que nos hemos concedido, como único modo de llevar a término el trabajo, por
las circunstancias antes expuestas. Estos criterios generales son:
- Se han ubicado en su lugar exacto del edificio los temas conservados,
a los que se han restituido los colores en su aspecto hipotético primitivo, sin
añadir, por el contrario, motivos perdidos de los mismos.
- En los lugares donde se han perdido las pinturas, se ha optado por
representar el tema análogo en ubicación, conservado en otra parte del edifi­
cio, por principio tanto de analogía como de simetría.
- En los lugares donde no es posible la analogía dentro de las pinturas
conservadas en Priesca, y solo en estos casos, se ha recurrido a reproducir
temas de otros edificios, elegidos según un doble criterio: contemporaneidad
de ejecución y analogía de ubicación.
Procederemos a una descripción pormenorizada, organizando las pintu­
ras por zonas.
4.3.1 Nave central
De los tres campos en que se organizaba la decoración pictórica de sus
muros laterales, se conservan restos de los dos superiores, con diferente ubi­
cación en los muros N. y S.
En el muro S. se conserva un panel del campo superior, situado en el claristorio, entre las ventanas11. Se ha restituido dicho panel con sus colores ori­
ginarios, algunos en hipótesis. En los demás paños del claristorio, en ambos
muros, se ha reproducido el mismo motivo, pues de haber habido otro, cree­
mos que éste sería semejante al conservado: representaciones de arquitectu­
ras fingidas.
En la zona intermedia, se conserva en la parte E. del muro S. una repre­
sentación de dos paneles cuadrados iguales, configurados por un marco de pin­
tura roja, y enmarcados a su vez, por el E. por un motivo decorativo conven­
cional (meandros afrontados), y por su parte inferior por una sucesión de zóca­
10 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO N SO , M.: La pin tu ra m ural astu riana de los sig lo s IX y
X, ed. facsím il, Principado de Asturias, Consejería de Educación Cultura y Deportes, Siero 1991,
pp. 150-160.
11 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO NSO , M.: op. c i t , p. 152 y fig. 160.
SAN SALV A D O R DE PRIESCA
35
los en perspectiva. Estos zócalos constituyen un motivo arquitectónico que
combina a su vez con (al menos una se conserva) pilastras trazadas del mismo
modo que el marco, y que servirían para compartí mentar los recuadros y sepa­
rar los motivos figurativos de su interior. De estos motivos se conserva el situa­
do más al E. en el compartimento izquierdo del primer panel, tratándose de una
figura sentada en un trono, que mira hacia la derecha. Dado que el panel está
dividido en dos partes iguales del modo antes expuesto, en el compartimento
derecho cabría otra figura análoga a la del izquierdo. En el siguiente panel,
hacia el oeste, el marco lo constituye una franja alternada de triángulos rojos y
amarillos, y en los lados horizontales respectivos, dos listas de estuco. Existe
en su interior otra representación figurativa, consistente en una figura torpe­
mente dibujada, de cabeza redonda, pintada en rojo, largo cuello, manos uni­
das sobre el vientre, que viste una túnica larga, muy amplia en su parte infe­
rior. Según indica Schlunk, dadas las dimensiones de los paneles, cabrían en el
muro en total unos cinco paneles semejantes en tamaño, lo que trasladado a
19
nuestra reconstrucción informática, hemos podido constatar como cierto . En
la misma zona, en el muro N., se conservan parcialmente otros dos paneles,
que Schlunk juzga como 2o y 3°a partir del oeste (es decir 3o y 4o a partir del
E. que son los situados a continuación del Io y 2o contados desde el E. del muro
S.), y que conservan, al menos en su parte inferior, el mismo marco a base de
una banda roja que sus homólogos del muro S, siendo, la separación entre
ambos, a base un doble marco de motivos decorativos, el exterior de recuadros
que enmarcan losanges, y el interior a base de motivos romboidales. De las
io
representaciones figurativas, ya no se distingue nada .
Si unimos las dos representaciones, tomando como hipótesis de trabajo
la simetría de la representación desde el panel central del muro (el 3o), hacia
ambos lados, y la analogía de los motivos de la representación de ambos
muros (al menos de los motivos constitutivos del marco arquitectónico-decorativo de las representaciones figurativas), llegamos a la reconstrucción de la
pintura de los muros de la nave central, que sigue este orden, de E. a O.: 1)
panel compartimentado en 2 partes por motivo arquitectónico de pilar o
columna, con figura sentada representada en la primera de ellas (muro S); 2)
panel con marco interior de triángulos, con figura humana (muro S); 3) panel
con doble marco de losanges y motivos romboides, que sería el central, no
conservándose la representación, posiblemente figurativa, de su interior
(muro N.); 4) panel análogo, al menos en el motivo del marco, al panel 2, sin
poder precisar su contenido; 5) panel análogo al panel 1, sin poder asegurar
su contenido, aunque en nuestra opinión, no sería descabellado pensar tam­
12 SC H LU N K , H. Y BE R EN G U E R ALO N SO , M.: op. cit., pp. 153-54, fig. 161, Lám. 42.1.
13 SC H LU N K , H. Y BE R EN G U E R ALO N SO , M.: op. cit., p. 154, fig. 162.
36
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
bién en una representación de escribas sentados. Todo el conjunto conserva­
ría el motivo arquitectónico de la sucesión de zócalos en la parte inferior, y
marco perimetral a base de una lista de color rojo.
Como mera hipótesis14, podría pensarse en que la nave central albergó,
en las pinturas de su campo central, una representación pintada de los cuatro
evangelistas, figurados posiblemente por sus símbolos en los paneles 2o y 4o
de los muros N. y S (de creer en esta hipótesis, la representación conservada
correspondería a S. Mateo), utilizando los «escribas» sentados (4 en cada
muro, en los paneles extremos), como motivo decorativo, al igual que en las
basas talladas de S. Miguel de Liño.
La zona inferior, que corresponde a la arquería, se decoraría con la típi­
ca arquivolta enmarcada en rojo, decorada en su interior con discos radiales,
con o sin pétalos estilizados entre ellos, con otros discos mayores en las enju­
tas de los arcos. Hemos tomado la representación directamente de la conser­
vada en la arquería figurada conservada en el ábside norte. Los intradoses de
las arquerías se decorarían con las clásicas bandas de guirnaldas, surgiendo
del interior de vasos, compuestas bien de ramos, o más esquemáticamente de
series de semicírculos de colores enlazados. Este tema decora siempre este
lugar en los ejemplos conservados, y según los criterios de restitución adop­
tados al principio, lo hemos tomado de San Salvador de Valdediós.
Por último, el muro hastial de la nave, que es el del arco triunfal, se divi­
diría en tres campos: el inferior, correspondiente al arco, con representación
de arquivolta decorada y discos colaterales de mayor tamaño. El intermedio
formado por un marco externo de color rojo, y otro interno de mayor grosor,
dividido en cuadrados que albergan en su interior, alternativamente, otros de
menos tamaño, albergando en su interior un amplio espacio rectangular que
conserva la representación de una figura sentada, de aspecto solemne, que
mira hacia su izquierda, ataviada con larga túnica y cubriendo su cabeza con
una especie de gorro, o corona, que se adorna con lo que parecen dos grandes
y airosas plumas, simétricas15. Por su situación en el extremo derecho de la
representación, podría pensarse, en hipótesis, en dos figuras afrontadas, situa­
das en ambos extremos, y otra, o incluso varias, en la parte central, pero tam­
bién cabrían otras muchas posibilidades, ya que en primer lugar, no sabemos
qué puede ser lo representado. Hemos optado, por tanto, por representar úni­
camente la figura conservada.
Por encima de esta representación Schlunk menciona la posibilidad de
14 Para una valoración general de las pinturas de Priesca: SC H LU N K , H. Y BE R EN G U E R A L O N ­
SO, M.: op. cit., pp. 158-160. N os adherimos a la m ención de los autores en el sentido de em itir
nuestras interpretaciones e hipótesis con las mayores reservas.
15 SC H LU N K , H. Y BER EN G U E R ALO N SO , M.: op. cit., p. 155, fig. 164.
SAN SA LVA D OR DE PRIESCA
37
que se situase otra de igual tamaño. Nosotros, realizadas observaciones sobre
el terreno, no somos de esa opinión, sino que pensamos que el marco antes
mencionado existe sobre esta representación, y por tanto no habría lugar para
otra, rematando la decoración del muro en su parte superior con un motivo
que desconocemos, aunque tal vez cabría pensar en el típico «vaso» con flo­
res pendientes simétricamente hacia los lados (Santullano). Hemos optado
por no representar nada.
4.3.2 Naves laterales
La hemos dividido, hipotéticamente, en tres campos, de los cuales se
conserva el superior. Hemos adoptado esta hipótesis añadiendo dos campos
debajo del conservado (zócalo inferior y motivo decorativo convencional),
debido a que, al menos en tres casos investigados -Santullano, Bendones y
San Salvador de Valdediós-, se conserva un zócalo de paneles pintados (que
se correspondería con el campo inferior), que llega en Santullano y Valdediós
hasta la altura del plano superior del dintel de las puertas conservadas en las
naves laterales, teniendo situado sobre él, un motivo a base de algún elemen­
to arquitectónico convencional (campo intermedio), en el caso de Santullano
y Valdediós, casetones pintados a imitación de los de las bóvedas romanas (p.
ej. en la basílica de Magencio y Constantino, Roma, s. III-IV). En los citados
edificios, sobre este segundo campo se sitúa otro muy estrecho, que abarca ya
hasta el durmiente del tejado, compuesto por un motivo de imitación de cor­
nisa de tejado (Santullano), o por una alternancia de bandas verticales rojas y
amarillas (Valdediós). En Priesca, pensamos que la mayor altura de las naves
laterales debido a la presencia de las habitaciones laterales forzó la adaptación
de las pinturas, no sirviendo los motivos utilizados en Santullano o Valdediós
debido a su natural estrechez, y siendo sustituidos por los conocidos motivos
arquitectónicos de origen romano, que se adaptaban mejor al mayor espacio
a cubrir. Se trata de dos representaciones de edificios distintos, repitiendo
temas presentes en Santullano, muy esquematizados, que se repetirían alter­
nativamente a lo largo de todo el muro de las naves laterales. Para el plano
intermedio hemos adoptado el criterio de representar un motivo decorativo
«neutro», que repite el marco de cuadrados de la representación del muro has­
tial de la nave central, sin renunciar a que haya podido ser cualquier otro, por
ejemplo, los citados casetones presentes en Santullano y Valdediós.
4.3.3 Abside central
La bóveda del ábside central, conserva restos de decoración pictórica
semejante en el tema a los de los ábsides principales de Santullano y
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE C O R D O V ILLA
38
Valdediós. Para restituir los colores y la parte perdida de los temas, hemos
acudido a las pinturas del ábside central de este último edificio, más cercano
geográficamente, y que presentan análoga disposición a las del de Priesca16.
En los arcos laterales de la arquería ciega, hemos optado por pintar las
tradicionales arquivoltas decoradas con discos y pétalos, con otros discos
mayores dispuestos en las enjutas de los arcos, debido a su presencia en
Santullano17, y al carácter de «restauración ideal» de nuestro trabajo, aunque
no queda rastro alguno de ellas. También hemos restituido completamente las
arquivoltas de los arcos del muro E., testero, de la arquería ciega, que se con­
servan parcialmente, así como el motivo decorativo de círculos y óvalos sobre
fondo rojo que ocupaba el resto de los espacios, análogo al de Santullano,
Lillo y Valdediós18. En el tímpano, bajo el arco central, hemos restituido la
cruz entre discos, de la que sólo se conservaban el «alfa» y «omega» que pen­
dían de sus brazos, copiándola de la cruz situada en el mismo lugar en
Valdediós19 .
4.3.4 Absides laterales
De las pinturas de las bóvedas, quedan restos suficientes, que han permi­
tido su restitución completa20 .
Se ha restituido completamente la arquería ciega figurada en los muros
laterales, basándose en los restos conservados, que dan una idea suficiente de
sus colores y disposición21.
Por último, se ha reconstruido tomando como referencia los restos con­
servados en el ábside lateral norte, el motivo que formaba la arquivolta deco­
rada del arco del muro testero, conformado por corazones dispuestos unos
99
sobre otros en forma de arco .
4.4 Reconstrucción «3D». Imágenes de síntesis.
El sólido «3D» es una traslación a la «realidad virtual» del mundo infor­
16 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO NSO , M.: op. cit., p. 157, lám s 19.1 y 40.2.
17 SC H LU N K , H. Y BE RENG UER ALO N SO , M.: op. cit., p. 17.
Tam bién A R IA S PÁRAM O , L. «Recursos geom étricos de dibujo, com p osición y proporción en
la pintura mural de la iglesia prerrománica de San Julián de los prados (O viedo)». R evista del
A rch ivo E spañ ol de A rqu eología, n° 65, CSIC, Madrid 1992, p. 204, fig. 17.
18 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO NSO , M.: op. cit., p. 156, láms. 166-68.
19 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO N SO , M.: op. cit., láms. 34 y 37.2.
20 SC H LU N K , H. Y BE RENG UER ALO N SO , M.: op. cit., p. 158, figs. 171-72, lám. 42.2.
21 SC H LU N K , H. Y BE RENG UER ALO N SO , M.: op. cit., pp. 157-58, figs. 169-170, lám. 42.3.
22 SC H LU N K , H. Y BERENG UER ALO N SO , M.: op. cit., p. 158, figs. 173-74.
SAN SA LVA D OR DE PRIESCA
39
mático, de un edificio o sólido real, de modo que resulte factible trabajar
sobre él de un modo que no podríamos llevar a cabo sobre el edificio real.
El empleo de esta técnica nos permite visualizar un edificio que ya no
existe, o que existe reformado, del modo en que aparecería en su estado ori­
ginal, aplicando las conclusiones obtenidas en el trabajo previo de investiga­
ción. Permite realizar tanto imágenes estáticas, como «animaciones», que
pueden constituir auténticas «visitas virtuales». Todo ello se realiza situando
un «punto de vista» del observador (cámara), y un «objetivo», o lugar a donde
se dirige dicho punto de vista, que según lo dicho anteriormente, pueden
encontrarse ambos fijos en un punto, o evolucionar según una trayectoria pre­
viamente definida, configurando así la visita23. Siguiendo la primera de las
alternativas mencionadas, se han realizado 3 imágenes:
1) Con una cámara panorámica, situada al suroeste del edificio primiti­
vo, mirando en diagonal hacia el mismo. Su finalidad es obtener una visión
general de la construcción, con los revocos primitivos, ausencia de puertas en
las naves laterales (sur), y habitaciones laterales reconstruidas (fig. 2).
2) Cámara interior, situada a la altura de un observador normal, en la
nave lateral sur, mirando hacia el noroeste. Permite observar la ausencia de
comunicación existente, en hipótesis, entre las naves laterales y sus corres­
pondientes antecuerpos, así como el primitivo acceso a la nave central,
mediante vano adintelado, más estrecho que el arco actual del s. XVII (fig. 3).
3) Cámara situada en el umbral de la puerta (desaparecida) de comuni­
cación de la estancia central del antecuerpo occidental con la nave central.
Mira hacia el cuerpo absidal. Su finalidad es mostrar la impresión general del
edificio primitivo, con su equipamiento litúrgico y decoración: hipotéticos
canceles, altares, pinturas, etc. (fig. 4).
23 BO RG E C O R D O V ILLA , F. J.; M ORENO FERNÁNDEZ, J.; GARCÍA DE C A STR O V A L D É S,
C.; RÍOS G O N Z Á L E Z , S.; PÉREZ V Á Z Q U E Z , C.; JO VE G Ó M E Z , P.; M O N T E S
F E R N A N D E Z , V.: A rqu itectu ra Virtual de la A lta E dad M edia en A stu rias. A plicación infor­
m ática interactiva para punto de información en el Aula Didáctica del Prerrománico Asturiano,
La Cobertoria, Lena, Asturias. Inédito. La m etodología descrita en el presente trabajo constituyó
la base para la reconstrucción informática de los ed ificios objeto de análisis en la aplicación
(Santa Cristina de Lena, Santa María de Naranco, San M iguel de Liño), realizándose las «visitas
virtuales» de los m ism os, a través de las técnicas descritas en el presente apartado.
40
FRA N CISCO JO SE BO RGE CO R D O V ILLA
SAN SALVADOR DE PRIESCA
Fig. 1.
SAN SALV A D O R DE PRIESCA
Fig. 2.
Fig. 3.
41
42
FRA N CISCO JO SÉ BO RGE CO R D O V ILLA
Fig. 4.
LA AVENTURA COLOMBINA SEGUN RAMON DE
CAMPOAMOR: EL POEMA ÉPICO «COLÓN» (1853)
JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ
Cuando Ramón de Campoamor y Campo-Osorio (Navia, 24 de septiem­
bre de 1817- Madrid, 12 de febrero de 1901) acometió la composición de su
extenso poema épico Colón corrían los años cincuenta del siglo XIX y ya le
orlaba las sienes una aureola de poeta antirromántico que profesaba un armo­
nioso escepticismo en materia religiosa; un escritor resueltamente inclinado a
las divagaciones filosófico-morales, a la defensa del alcance trascendental del
discurso poético, a convertir a la idea y su universalización en el eje sobre el
que gravite todo el peso del poema; a una superación, en definitiva, de las
representaciones idealistas en literatura alejadas de una apoyatura racional.
Azorín, que con el poeta asturiano pasó de la alabanza a la descalificación
agria, dijo de Campoamor que era un «rimador trivial que no tenía ni dos
adarmes de idealidad en la cabeza»1.
En el momento de aparición de su Colón, Campoamor tenía circulando
en el mercado, con excelente acogida de público, cuatro entregas poéticas:
9
^
A
Ternezas y flores en 1840, Fábulas orijinales y Ay es del alma en 1842, y
la primera edición de las Doloras5, en 1846, libros que, con sustanciales
modificaciones, reuniría al año siguiente en un tomo bajo el título Obras poé­
ticas de Cam poamor6. Criado literariam ente en el regazo de un
Romanticismo si no tardío, ya en vías de ello, las primeras colecciones de
poesías campoamorinas responden a dichas enseñanzas, de las que paulatina­
mente se irá desprendiendo, influido sin duda por su afición a la filosofía
1 Citado por TRAPIELLO , Andrés: L os nietos del Cid. La nueva E dad d e O ro de la literatu ra e sp a ­
ñ ola (1 8 9 8 -1 9 1 4). Barcelona, Editorial Planeta, 1997, p. 178.
2 Madrid, L iceo Artístico y Literario, 1840. El título original de esta ópera prima fue P o esía s d e D.
Ram ón C am poam or.
3 Madrid, Establecim iento Tipográfico, 1842.
4 Madrid, Imprenta de don Ignacio B oix, 1842.
5 Madrid, 1846.
6 Madrid, Imprenta y Librería de La P ublicidad, 1847.
44
JO SÉ LUIS CA M PA L FERN Á N D EZ
especulativa y un aprovechamiento pedagógico de lo literario en cuyo arrai­
go burbujea la sombra neoclásica. Con todo, y aún a costa de contradecir al
autor, resabios románticos los hallamos en casi todo el conjunto de su pro­
ducción poética. Este Romanticismo inicial de Campoamor debe aquilatarse
en unos parámetros diferenciadores, ya que compartimos el juicio de José
María de Cossío, quien refiriéndose al primer libro de poesía campoamorino,
es de la opinión de que aunque «es formalmente romántico (...), dentro de tal
movimiento tiene una personalidad que le aleja de los grandes temas pasio­
nales y que le hace mostrar un equilibrio difícil en el torbellino de la poesía
de los jóvenes de aquellos años»7.
A mediados del siglo XIX, Campoamor también había escrito, estrenado
o publicado otras tantas piezas teatrales, tales son los casos de: El Castillo de
Santa Marina (1838) , Una mujer generosa (1838) , La fineza en el querer
(1840)10 o El hijo de todos (1841)11. Y entre medias, Campoamor había dado
igualmente a las prensas la primera parte de una novela inacabada que rotuló
Los manuscritos de mi padre (1842) , así como su Historia crítica de las
1^
Cortes Reformadoras en 1845 y, al año siguiente, el ensayo Filosofía de las
ley e s1A, no habiendo desperdiciado el tiempo a esas alturas en su carrera polí­
tica, siempre bajo el signo de los conservadores moderados y monárquicos,
pues en 1845 se le elige diputado con carácter suplente por la circunscripción
asturiana; en 1846 está ya como auxiliar en el Consejo Real, y desde 1847
ejerce como gobernador civil (jefe político, según la terminología de la
época), primero de Castellón de la Plana, en 1848 de Alicante, y de Valencia
a partir de 1853, tras haber sido cesado de su último cargo dos años antes con
la caída en desgracia del gobierno de Ramón María de Narváez.
Así pues, queda medianamente despejado que cuando Campoamor
redacta e imprime su pormenorizada visión de la gesta colombina ha recorri­
do un trecho nada desdeñable en su trayectoria profesional, por lo que no cabe
imputarle que su empeño fuera una obcecación que respondiera a veleidades
juveniles o arrebatos inconsecuentes con las líneas que trazará en su famosa
Poética15, que aunque esté datada en 1883, recoge postulados que el vate
naviego venía madurando y practicando desde bien atrás.
0
Q
1 SJ
7 CO SSÍO , José María de: Cincuenta años de p o esía española. Madrid, Espasa-Calpe, 1960, t. I,
pp. 286-287.
8 Madrid, Imprenta Romeral, 1838.
9 Madrid, 1838.
10 Madrid, 1840.
11 Madrid, 1841.
12 Madrid, 1842.
13 Madrid, Imprenta de Uzal y Aguirre, 1845.
14 Madrid, Imprenta de don Ignacio B oix, 1846.
15 Madrid, Librería de V ictoriano Suárez, 1883.
LA A V E N T U RA C O LO M BIA N A SEG ÚN RAM ÓN DE C A M PO A M O R
45
No estamos, tampoco, ante el primer proyecto ambicioso de Campoamor
en cuanto a la envergadura numérica de sus versos, ya que en Ayes del alma
había insertado una leyenda de más de 1.500 versos titulada “El alma en
pena”, una obra de mocedad en la que el inexperto autor se preguntaba si la
voluntad está o no guiada por fuerzas superiores, lo que él designa, en la
entrada del poema, como «providencia superior». Unánimemente considera­
da como un despropósito, pues se la llega a tildar incluso de «engendro», se
trata, como indica José María de Cossío, de una leyenda «derivada de las
románticas, pero a las que Campoamor quiere dar una transcendencia simbó­
lica y filosófica lejos de la intención puramente narrativa de aquéllas»16.
Apunta ya el poeta hacia unas cotas de gravedad que, años más tarde, ensa­
yará en niveles más complejos y rebuscados en dos poemas simbólicos de
superior extensión: El drama universal17 y El licenciado Torralba18; el pri­
mero se publicó en 1869 y pasaba de los seis mil versos, el segundo salió casi
veinte años después, en 1888, y es para el crítico Víctor Montolí la «más uni­
taria y conseguida»19 de sus incursiones en el poema de gran calado. Así
pues, “El alma en pena” fue el precedente, nada lustroso, del Colón que
Campoamor empezó a escribir, a finales de la década de los 40, en las pose­
siones alicantinas de la familia de su esposa doña Guillermina O ’Gorman, así
como en las suyas de la dehesa de Matamoros, y al que daría término en
Valencia, la ciudad en la que habría de publicarse la primera edición en 1853.
Si bien desde un punto de visto emocional Colón marca distancias con
respecto a lo que a esa altura de siglo podía observarse en la escena literaria,
temáticamente el dilatado poema campoamorino no inaugura ninguna moda,
pues la aventura colombina había sido cantada, previamente, por autores de
mayor o menor relevancia. Al año siguiente del Descubrimiento, un lírico ita­
liano llamado Giuliano di Dominico Dati publicó lo que los italianos llaman
un “poemetto”, un poema en 68 octavas reales, datado el 15 de junio de 1493,
y al que puso por título: La lettera dell’isole che ha trovato nuovámente il Re
di Spagna. Casi cien años después, en 1589, el poeta sevillano Juan de
Castellanos daría a la luz, usando también el metro de la octava, su inacaba­
ble poema Elegías de varones ilustres de Indias, que rozaba los cien mil ver­
sos; ese mismo año, Giulio Caesera Stella publicó en Roma Columbeis. En las
postrimerías del siglo XVI vendría Lope de Vega a convertir la llegada de
Colón a tierras americanas en eje central de su obra teatral El Nuevo Mundo
16
17
18
19
V id. supra nota 7, p. 288.
Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1869.
Madrid, Librería de Fem ando Fe, 1888.
M O NTOLÍ, Víctor: “Introducción”, en CAM PO AM O R, Ramón de: A n tología p o ética . Madrid,
Cátedra, C olección “Letras hispánicas”, 1996, p. 71.
r,
46
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
descubierto por Cristóbal Colón20. De idéntica centuria es otra aportación ita­
liana, el Nuevo M undo, de Giovanni Giorgini. Del siglo XVIII tendríamos el
poema colombino de Madame de Boccage, y en 1807 se imprime en
Filadelfia una composición del otro lado del Atlántico: La Columbiada, de
Joel Barlow, que es refundición de un texto anterior del mismo autor. Ya en
el XIX, merecerían siquiera mencionarse tres composiciones: la Columbiade
(1826), de Bernardo Bellini, el poema en 8 libros original de Lorenzo Costa
Cristóforo Colombo (1846) y el poema en verso libre de 40 cantos titulado
Colón (1863) y firmado por el poeta brasileño Manuel de Araujo PortoAlegre. Tras Campoamor, la obsesión por los albores del encuentro america­
nista no va a cesar, y podríamos traer a colación dos ejemplos bien disímiles:
uno es La Colombiada, canto modernista de 1912 de Ciro Bayo, y, en nues­
tros días, un poema de más de cinco mil jocosos versos rimados consonánticamente en bable, firmado por Julián Burgos Pascual y titulado Afayu el nueu
mundiu (1992)21.
La primera edición del Colón de Campoamor la compuso con aplicación,
y a expensas del propio autor, la imprenta valenciana de José Ferrer de Orga,
en un volumen en cuarto sin prólogo ni dedicatoria, un libro de 244 páginas,
de las cuales el texto del poema ocupa de la primera a la 183, dedicándose el
resto a un documento histórico y a un índice descriptivo en el que, octava por
octava o por grupos de estancias, va indicándose el contenido de las mismas.
El texto histórico incorporado por Campoamor y que intenta servir de apoyo
a la comprensión de la gesta llevada a cabo por el marino genovés, es un
extracto, suponemos que realizado por el asturiano, de la obra Vida y viajes
de Cristóbal Colón, original del escritor romántico Washington Irving, apare­
cida en Boston en 1821 y cuya primera traducción castellana data de 18331834. La edición príncipe de Colón se completaba con un retrato a plumilla
de Campoamor, obra de Rafael Montesinos, y un mapa del itinerario dibuja­
do por Teodoro Blasco Soler, al que se le dotó del explicativo epígrafe:
«Derrotero del primer viaje del descubrimiento de la América por Cristóbal
Colón con las distancias en que se hallaban cada día y los puntos en que pasa
la acción de los cantos del poema».
Pese a que haya sido definido, entre otros por Donald L. Shaw, como un
«desafortunado intento de escribir composiciones épicas»22, la epopeya de
Campoamor obtuvo un eco lector nada desfavorable, y será ésta una hazaña
20 Según G rislow M orley y Courtney Bruerton debió de escribirse entre 1596 y 1603. Vid. “P rólogo”
de Joaquín de Entrambasaguas, en LOPE DE V EG A, Félix: El N uevo M undo. Madrid, Instituto
de Cultura Hispánica, 1962, p. VII.
21 M ieres, Casa de Cultura Teodoro Cuesta, C olección “Tem a de M ieres”, 1992.
22 SH AW , Donald L.: H istoria de la literatura española: El siglo XIX. Barcelona, Ariel, 1973, p. 107.
LA A V E N T U RA C O LO M BIA N A SEGÚN RA M Ó N DE CA M PO A M O R
47
heroica versificada destinada, como ha manifestado el hispanista francés
Robert Pageard, al «público burgués de la edad de plata del reinado de Isabel
II»23. Que la aureola del Colón campoamorino no se agota en su primera sali­
da, que no fue sólo la atención debida a una mera novedad, lo atestiguan las,
por lo menos, tres ediciones, además de la primigenia, que conoció durante el
siglo XIX: una hecha en Barcelona por la Librería Española en el mismo año
de 185324, y dos en Madrid, en 185 925 y 18 8226, y en ambas se incluía un pró­
logo firmado en el mes de agosto de 1859 por Severo Catalina, al que poste­
riormente se suelen referir casi todos los estudiosos campoamorinos, pese a
que sea un texto de retorcido retoricismo y salpimentado de comparaciones
exorbitadas. La edición barcelonesa del mismo año de 1853, tan próxima a la
primera de Valencia, habla bien alto de que el largo poema histórico-filosófico gustó y fue demandado, como prueba, por ejemplo, que diversos fragmen­
tos del mismo fueran reproducidos por los periódicos literarios de la época.
La edición de 1859, en tamaño octavo, prescindió del mapa y el com­
pendio de Irving se reprodujo sin señalar su fuente, lo cual será norma a repe­
tirse en las ediciones que le sigan. Esta edición de 1859 constituía el primer
tomo de la “Biblioteca de El Estado”, periódico cuya dirección ostentaba
Campoamor desde 1855, y, según se indica en la última página del librito, lo
«reciben gratis los suscriptores y (...) no se pone a la venta». Ya en el siglo
XX, los lectores no se olvidaron de esta apetencia épica de Campoamor, pues,
por ejemplo, se reeditó en varias ocasiones, bien en tomo independiente o
conjuntamente con las otras dos epopeyas que salieron luego de su pluma (las
citadas El drama universal y El licenciado Torralba)', sabemos de ediciones
españolas del Colón de 191127, 19 1528, 194 129 y 199230, y de una mexicana
^1
de 1978 . Estas insistencias impresoras, y no citamos las antologías de la
obra de Campoamor en las que se reproducen diversos fragmentos del poema
23 PA G EA R D , Robert: “Sobre dos poem as épicos colom binos”, en C A M PO A M O R , Ramón de y
B A Y O , Ciro: C o ló n /L a colom biada. O viedo, Grupo Editorial Asturiano, 1992, p. 13.
24 Barcelona, López Editor, Librería Española, C olección “Diam ante”, n° 7, 1853, 181 p.
25 Madrid, Imprenta de Luis García, 1859, 248 p.
26 Madrid, Luis Navarro Editor, 1882, 284 p.
27 Barcelona, Casa Editorial M aucci, 1911, 414 p. |S e incluyen también El dram a u n iversal y El
licen cia d o T o rra lb a ].
28 Barcelona, Casa Editorial M aucci, 1915, 416 p. [Se incluyen también El dram a u n iversal y El
licen cia d o T o rra lb a ].
29 V alencia, Pascual Aguilar Editor, C olección “Biblioteca selecta”, n° 35, Imprenta de José Ortega,
1941, 177 p.
30 O viedo, Grupo Editorial Asturiano, 1992, 426 p. [Se acompaña el poem a cam poam orino de La
C o lo m b ia d a , de Ciro Bayo. El Colón de Campoamor va de la página 83 a la 249. Todas las citas
del poem a de Cam poam or se hacen por esta edición],
31 M éxico, Porrúa, C olección “Sepan cuantos...”, n° 329, 1 9 7 8 ,4 4 8 p. [Se incluye también El dram a
un iversal y El licen ciado T orralba [.
48
JO SÉ LUIS CA M PA L FERN Á N D EZ
colombino, vendrían a demostrar que el público no desamparó al poeta en sus
tentativas mayores, tal y como apunta ya en su prólogo de 1859 el académi­
co Severo Catalina: «Desapareció a los pocos meses, pues de las librerías
pasó a las de los particulares, sin que un solo ejemplar quedase a la venta». El
éxito en la venta del libro no fue paulatino, sino casi diríase que inmediato si
nos atenemos a lo que escribe el conde de Ripalda en un artículo del Diario
Mercantil de Valencia, correspondiente al 18 de noviembre de 1853: «Un
libro, hoy día que se escriben tantos libros, a nadie llama la atención. Versos
en un tiempo en que sobran tantos, y casi todos insulsos, menos. ¿En qué con­
siste, pues, que todos se pregunten cuándo y dónde se vende el poema del
señor don Ramón de Campoamor Descubrimiento del Nuevo Mundo por
Colón?» . En el mismo artículo, cifraba su acierto, y consecuentemente su
aceptación, en la conjunción de lo poético con lo histórico, en que lo hecho
hasta el Colón de Campoamor no reunía el deleite con la instrucción, es decir
que no aplicaba el axioma latino “delectando pariterque monendo (deleitando
a la vez que instruyendo)”, del que ya hiciera uso el poeta Horacio. De otra
parte, resulta cuando menos curioso el trocamiento que lleva a cabo el conde
de Ripalda del título puesto por Campoamor por el de Descubrimiento del
Nuevo Mundo por Colón, que al responsable del artículo debió de parecerle
más solemne porque respondería mejor y más ajustadamente a las altas cir­
cunstancias del proyecto. La epopeya campoamorina siempre llevó por título
el escueto patronímico del protagonista: Colón, seguido del subtítulo “Poema”,
sin aditamento alguno.
Otros estudiosos van a recelar del triunfalismo popular en cuestión de
ventas que se le atribuyó al Colón. Andrés González Blanco, tras citar las
palabras de Severo Catalina antes aludidas, se pregunta en su monografía
sobre Campoamor si realmente mereció «tan buena acogida» , y aunque no
responde directamente, lo que a renglón seguido apostilla nos basta y sobra
para adivinar su criterio: «No sé quién ha dicho que es un poema ilegible».
Otro de los biógrafos de Campoamor, Marciano Zurita, aunque en principio
acepta de regular grado que la venta del poema hubiese prosperado entre su
auditorio habitual, pues, dice, «nada de particular tendría que así fuese, dada
la justa fama de su autor»34; aunque lo dé de paso, seguidamente fundamen­
ta su tesis de que no cuajó entre las capas lectoras, y lo hace así: «Lo que sí
32 Citado por A LM ELA Y V IV ES, Francisco: “Don Ramón de Campoamor, gobernador civil de
V alencia”, en: R evista Valenciana de F ilología, V alencia, tom o V, 1955-1958, p. 214.
33 G O N ZÁ L EZ -B LA N C O , Andrés: C am poam or (B iografía y estu dio crítico). Madrid, Sáenz de
Jubera, 1911, p. 268.
34 ZUR ITA , Marciano: C am poam or (Estudio biográfico). Barcelona, A gen cia M undial de Librería,
s.f., p. 115.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEG ÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
49
podemos afirmar es que (...) el poema no fue leído con el deleite con que fue­
ron leídas las Doloras y mucho menos aprendido y recitado de memoria como
algunas de éstas. Y no se arguya diciendo que un poema no es muy asequible
a ello; en su totalidad, así es, ciertamente; pero en estrofas aisladas, el caso
varía, y El diablo mundo, de Espronceda, constituye un ejemplo elocuentísi­
mo»35. Sea como fuere, la novedad literaria ofrecida por Campoamor, y que
en ese siglo tendría su antecedente en algún romance histórico de parejo asun­
to escrito por el Duque de Rivas, es más que probable que satisfaría el deseo
del hombre decimonónico de transponer las limitaciones de su horizonte vital
y mental, ansiando verse reflejado, de algún modo, en la azarosa biografía del
marino genovés.
Salvando las particulares obviedades espacio-temporales, el poema campoamorino responde en su concepción y planteamiento al sentido etimológi­
co de la epopoiia griega, que hace referencia a un relato versificado de accio­
nes heroicas, y que en el caso del Colón campoamorino no soslaya las pre­
tensiones elucubradoras de raíz filosófico-teologal, que sustituyen a la visto­
sidad paisajística. La recreación subjetivista en el colorismo del medio natu­
ral, propia de otras escuelas que el poeta asturiano considera superadas para
entonces en su ideario, se suple con la densidad de pensamiento. En El per­
sonalismo (Apuntes para una filosofía)36, obra dos años posterior a Colón,
Campoamor se cuestiona, entre otras probabilidades, «para qué nacen, crecen,
viven y mueren los universos»37. Y en la Poética nos dirá que, a su entender,
la poesía no es más que la «representación rítmica de un pensamiento, por
medio de una imagen, expresado en un lenguaje que no se pueda decir en
prosa ni con más naturalidad ni con menos palabras»38. Por consiguiente, el
recipiente apropiado para «una obra que había de constar de pensamientos
magníficos»39, como dijo de ella Catalina, no podía ser otro que el de la epo­
peya transcendental, que es un armazón que complementa a las otras opcio­
nes estróficas del poeta asturiano y que se incardina perfectamente en el
esquema poético interno de la práctica campoamorina, como detalló ya en
1887 José Verdes Montenegro, cuando escribió que «la epopeya transcenden­
tal es la más elevada concepción sintética del universo: una colección de
doloras enlazadas para formar pequeños poemas y éstos a su vez englobados
y como informados por una síntesis suprema»40.
35
36
37
38
39
40
Ibídem.
Madrid, Imprenta y Est. de M. Rivadeneyra, 1855.
El P erso n a lism o , en O bras C om pletas. Madrid, Felipe G onzález, 1901, p. 8.
P o ética . Madrid, Victoriano Suárez, 1883, p. 109.
C A T A L IN A , Severo: “P rólogo”, en: Colón. Vid. supra nota 25.
V ER D ES M O NTENEG RO , José: C am poam or (Estudio litera rio ). Madrid, Victoriano Suárez,
1887, p. 35.
50
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
La narratividad conceptual y doctrinaria que subyace en el trasfondo del
poema, que la aproxima al apólogo medieval en sus atribuciones de ortodo­
xia religiosa, el hecho de que Campoamor, más preocupado por los elemen­
tos históricos, deseche buena parte de los ornamentos propios del género poé­
tico, dará lugar a que le resulte conflictivo el sostenimiento continuado de un
ritmo e interés parejos a lo largo de todos los cantos. La epopeya que intenta
Campoamor es de tal calibre que, al decir de estudiosos como Montolí, «peca
de diversidad de intenciones y falta de unidad»41. El uso que hace el autor de
la célebre travesía oceánica como reactivo de asuntos colaterales o secunda­
rios, bien histórico-mitológicos, bien sentimentales o metafísicos, bien de
ortodoxia religiosa, le obligan indefectiblemente a tomar direcciones varias, a
bifurcarse o a interrumpir los puntos de desarrollo principales. Los apartados
digresivos acaban lastrando la buscada fluidez narrativa pues su cripticismo,
cuando no su grisura, sustituye por una cansina abulia la hipotética hondura
que se supone albergarían tales reflexiones filosóficas; tiende Campoamor a
la acumulación reiterativa de variaciones poco estilizadas sobre una misma
idea centrífuga, y eso frena la impetuosidad de la epopeya, pues parece que­
rer llegar a la solemnidad a través de la morosidad, equiparando lentitud con
profundidad filosófica. Esto podría explicar por qué Juan Valera calificó en su
día al asturiano de «metafísico a la ligera».
Campoamor definió su Colón como «la más aeriforme, por no decir la
más valenciana de las epopeyas»42. ¿Qué quiso dejar por sentado el autor
asturiano con tal afirmación? Pensamos que semejante autocrítica no se avie­
ne muy bien a un verso como éste del que echa mano, que si por algo se carac­
teriza no es por ser etéreo. Estamos ante un decir no propiamente lírico, un
verso que trata de equiparar llaneza y desviejamiento del lenguaje poético
(descargarlo de lastres y decires anticuados) con altisonantes construcciones
sintácticas y forzados hipérbatos retorizantes que, en las partes más densas,
aprisionan la materia en una horma diríase que neoclásica. La luminosidad
mediterránea tampoco parece colarse mucho por los ventanales del edificio
épico que quiere levantar Campoamor, si exceptuamos alguna metáfora deli­
cada («los recuerdos son besos sin ruido»43), y donde sí que abundan las sen­
tencias44 y frases lapidarias («toda fama es un crimen si es sangrienta»45), así
41
42
43
44
Vid. supra nota 19, p. 70.
El P ersonalism o, p. 344.
Colón, p. 131.
Afirma Ruiz A guilera que son «poquísimas las octavas que no rematen en alguna sentencia o
dicho que revela al autor filósofo; pero sentencias y conceptos no traídos por los cab ellos, que
entonces se descubriría el artificio, sino espontáneos, oportunos y reclam ados por el objeto a que
se aplican» (RUIZ AG U ILER A , Ventura: “Colón. Poema épico, por D. Ramón Cam poam or”, en:
El C oliseo, Madrid, n° 13, 1 de Enero de 1854, p. 5).
45 Colón, p. 120.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEGÚN RA M Ó N D E CA M PO A M O R
51
como juegos fónicos («al león de Venecia, no vencido,/ vencimos unas naves
genovesas»46). Por todo ello, no deja de ser una lisonja sin demasiado funda­
mento la afirmación lanzada por el conde de Ripalda, de que la versificación
del Colón de Campoamor era «dulce, armoniosa, fácil»47. Uno de los glosa­
dores del Colón campoamorino, el literato Ventura Ruiz Aguilera, nos dice,
sin embargo, que «no hay que esperar en [esta] obra la afectación e inverosí­
mil refinamiento de voces, giros e imágenes; ni menos que se sujete a la estrechez del vocabulario poético de los académicos» .
¿Qué pudo atraerle a Campoamor de Cristóbal Colón? es una pregunta
que muy bien cabría hacerse. Quizá fuera que el flamante gobernador de
Valencia advirtiera en la figura histórica del Almirante de la mar Océana unas
levísimas concomitancias con él en lo que se refería al ejercicio del poder y
aceptación social de sus respectivas trayectorias. Un hombre como Colón que
atesoró en sí tanta admiración, y que fue objeto de ensañamiento y envidias
con su posterior infortunio, sería perfectamente válido para trazar, a través de
él, una síntesis de sus propios interrogantes y aspiraciones como hombre deci­
monónico que es Campoamor.
Los contenidos de Colón los organiza el poeta alrededor de 16 cantos en
octavas reales, un metro que sanciona de una forma incuestionable la orien­
tación culta del poema campoamorino. En él se contabilizan 476 octavas, lo
cual hace un total de 3.808 versos de arte mayor rimados consonánticamente,
y en los que, por despiste o falta de revisión, se cuela un desajuste en la rima
de timbre, como bien pronto se percató de ello su biógrafo Andrés González
Blanco49. En la sexta octava del canto VII, el acento de la última palabra del
segundo verso «columbran» no encaja con la de los versos correspondientes,
el cuarto y sexto, «derrumban» y «zumban», carentes del sonido vibrante /r/.
No todos los cantos reciben una distribución paritaria de octavas, pues
frente a las 66 octavas del último canto o las 75 del canto noveno, nos topa­
mos con las 13 del sexto canto o las 9 del penúltimo. El estiramiento o del­
gadez vienen impuestos por la materia abordada: el más extenso se dedica a
relatar la Historia de España desde los íberos hasta la rendición de Granada,
mientras que, por el contrario, el más escuálido se ciñe al fallecimiento del
personaje llamado Ñuño.
En la epopeya campoamorina sólo se habla del primero de los cuatro via­
jes de Colón, del que partiendo del onubense puerto de Palos el 3 de agosto
de 1492 alcanzó el 12 de octubre las costas americanas de la isla de
46
47
48
49
C olón, p. 115.
Vid. supra nota 32, p. 216.
Vid. supra nota 4 4 , p. 5.
Vid. supra nota 33, p. 273.
52
JO SÉ LUIS C A M PA L FERN Á N D EZ
Guanahani, en las Bahamas, luego bautizada como San Salvador. Le interesa
al autor naviego presentarnos tanto un viaje tan universal como el del genovés, como la aprehensión de enseñanzas de tipo moral que van robusteciendo
las convicciones más íntimas a la vez que estimulando los sentidos. La mag­
nitud del viaje en su doble vertiente (real y mental, histórica y alegórica) no
parece admitir dudas, y es la que hace proclamar a José Ortega Munilla, como
a buena parte de los comentaristas campoamorinos que se han ocupado de
ella, que en esta obra de Campoamor lo que tenemos es a «las dudas y zozo­
bras de la humanidad navegando por el océano de la vida»50.
Entre las lecturas posibles de Colón, una sería la de considerarlo una
apuesta por el personaje visionario que le da la espalda a las voces que tratan
de quitarle de la cabeza sus planes, pero también la de ver en él una denuncia
de las intrigas y complots palaciegos que hubo de sufrir y de los que
Campoamor deja constancia fehaciente en varias estancias del poema.
Mismamente, la valoración del matrimonio regio no puede ser más contrapuntística. De la Reina Isabel, además de un retrato físico estereotipado y adapta­
do a los cánones en boga («blanco su cutis, rojos sus cabellos», «Del cielo azul
sus ojos son destellos»51), habla el poeta naviego de su rectitud ética:
Dulce en la paz, es en guerrear constante.
A la firm eza y la bondad propensa,
como en torno de un astro gira amante
cuanto siente junto a ella y cuanto piensa.
Sirve con humildad, manda arrogante.
Por el contrario, del monarca Fernando las apreciaciones son en extremo
negativas, como advertimos en los versos siguientes:
Calculador, sagaz, taimado y frío,
será mucha su fe, grande su maña;
pero aunque algunos me apelliden loco,
su alteza nuestro rey me gusta poco .
El Cristóbal Colón de Campoamor es una figura en ascensión continua, un
perfil que debe servir de modelo a sus lectores del XIX, como dice el conde de
Ripalda, «para promover la constancia en las empresas, para crear hombres gran­
50 ORTEG A M U N ILL A , José: D iscursos leídos ante la R eal A cadem ia E spañ ola... Madrid,
Imprenta de Sucesores de Rivadeneyra, 1902, p. 19.
51 C olón, p. 123.
52 Ibídem.
53 Ibídem.
LA A V E N T U RA CO LO M BIA N A SEG ÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
53
des y eminentes»54, de los que parecía estar necesitada la sociedad española, que
anunciaba ya la culminación de su decadencia progresiva. Las marcas del Colón
campoamorino son la constancia y el empecinamiento a ultranza, la seguridad en
aquello que defiende y el coraje ante la adversidad. Palpita aquí un Colón idea­
lista imbuido de razonamientos intuitivos, un hombre predestinado a perpetuar­
se. Estamos ante un personaje literario sabedor de su lugar en el siglo que le ha
tocado vivir, que reconoce que se le ha arrinconado por ser un desclasado:
Yo he sido por ser pobre despreciado,
y por loco pasé siendo instruido.55
El epíteto más repetido por Campoamor en la construcción del retrato
colombino es el referido a la locura que perciben en el marino genovés sus
detractores, y a cuyo lado coloca frecuentemente la cualidad de la inteligen­
cia, conformando ambas, locura e inteligencia, una unidad antitética pero soli­
daria. En todo momento y circunstancia, este Colón es consciente de su valía,
cree firmemente que sus ideas están maduradas y asentadas en presupuestos
rigurosamente científicos, y así se vanagloria de ello cuando debe convencer
a los Consejos de Sabios de Salamanca a los que es convocado:
Probé allí de mi ciencia el fundamento
por la opinión de sabios escritores,
por pruebas naturales abundantes
y por la fe de doctos navegantes 56
Sin embargo, los conocimientos geográficos de Colón no debieron ser
muy copiosos, ya que procedían, al decir de sus biógrafos, de pocos libros,
como los de Marco Polo o el Imago mundi, de Petrus Alliacus. Ya en el mar,
cuando a Colón le surjan problemas preocupantes como la declinación de la
aguja de marear, los sorteará con soluciones que le dictaba el sentido común
y la perspicacia, pero a los que la ciencia no había todavía dado respuesta
empírica, pues se desconocían, por ejemplo, las teorías copernicanas sobre el
sistema solar. Washington Irving cuenta la incidencia del siguiente modo:
«Colón apuró su ciencia e ingenio para buscar razones con que mitigar aquel
terror [el de los marinos]. Les dijo que no apuntaba la aguja exactamente a la
estrella polar, sino a cierto punto fijo e invisible. La variación no la causaba,
por consiguiente, falacia alguna de la brújula, sino el movimiento de la estre54 Vid. supra nota 47, p. 215.
55 C olón, p. 116.
56 C olón, p. 119.
54
JO SÉ LUIS C A M PA L FERN Á N D EZ
lia misma, que como los demás cuerpos celestes sufría sus cambios y revoluciones, describiendo cada día un círculo alrededor del polo» . Campoamor
recoge así dicha anécdota histórica:
Colón, el trece al acabarse el día,
vio declinar un tanto hacia el norueste
la aguja de marear. ¿Por qué sería?
Colón explica esta virtud celeste
por un error feliz que él se fingía.58
Este apego científico no constituye impedimento para que, ante las com­
plicaciones, el Colón campoamorino acuda a su religiosidad tradicional, soli­
citando el socorro y amparo de los principios teologales, bien cuando la tri­
pulación se le inquieta, bien cuando la travesía se demora más de lo previsto,
bien cuando las señales de bonanza no se confirman. En esos casos de revés,
Campoamor, fiel a su adscripción católica, mete en escena la intervención de
las fuerzas malignas, cual pudiera ser su intromisión en las sucesivas defrau­
daciones en el avistamiento de tierra, y que hace exclamar al cantor de la
gesta colombina:
¿Acaso un mago con furor violento
nos va la tierra convirtiendo en viento?59
La formación científica de Colón ve reforzadas sus lagunas o decaimientos
con el auxilio religioso, que nunca rehuye e incluso busca, como es el caso de
las visiones con que es favorecido; en las puertas del Descubrimiento, toda la
marinería entona una oración mañana, preludio de la buenaventura, tal y como
nos lo traslada Campoamor en la décimosegunda octava del penúltimo canto:
Cuando las sombras ¡qué piedad! miraron
los marineros, con acento amante
una Salve a la Virgen entonaron,
clara luz del perdido navegante.
Y con pruebas que a todos admiraron,
prometió aquella noche el Almirante
realizar su fantástica quimera:
¡de tantos sueños realidad primera/60
57 IR VING , W ashington: Vida del A lm irante don C ristóbal Colón. Madrid, Istmo, 1990, p. 75.
58 C olón, p. 173.
59 C olón, p. 209.
60 Colón, p. 219.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEGÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
55
La modelización literaria de Colón es de tal perfeccionismo que
Campoamor elude hacer siquiera mención a la hipótesis, al parecer veraz, que
se dio en los días finales de la travesía y que el historiador Michel Lequenne
ha plasmado de la siguiente forma: «El 6 de octubre, una discusión, contada
muy brevemente y lamentablemente suprimida en el resumen de Las Casas,
enfrenta a Pinzón con Colón. El primero quiere virar oblicuamente hacia el
suroeste, aparentemente hacia las tierras auríferas prometidas por Colón,
quien, por su parte, quiere seguir con rumbo oeste para encontrarse en
Cipango, temiendo no encontrar antes unas tierras intermedias. Se impone la
autoridad del Almirante y se continúa todo derecho. No obstante, a la maña­
na siguiente, los vuelos rasantes de las aves le fuerzan a ceder y pone rumbo
oeste-suroeste»61. De este lunar en la agudeza de Colón preconizada por
Campoamor no queda más rastro en nuestro poema que unos ambiguos ver­
sos que para nada afectan al crédito del Almirante:
La ciencia de los prácticos se admira,
f-\0
porque discrepa la distancia andada.
Los episodios del poema no poseen una contigüidad cronológica estricta,
y eso determina que la versificación de los avatares y tópicos de la travesía
colombina se concentre principalmente en los cantos primero, cuarto, sépti­
mo, décimotercero y décimocuarto. El poema se inicia sin preámbulo alguno
en el mismo embarque portuario de la expedición, a fin de introducir directa­
mente al lector en lo que va ser el núcleo temático. Campoamor empieza aquí
por transgredir la jerarquización estructural en este tipo de composiciones con
miras elevadas, ya que coloca la invocación inicial no en el pórtico del primer
canto, sino al final de éste.
El canto I resulta estilísticamente de notable esmero formal, y en él domi­
na una voz que, desde la suspensión dramática, va interpretando la inquietud
o la curiosidad del auditorio sin alterar con su posicionamiento la relativa flui­
dez del período métrico. Va dándonos relación de la tripulación, así como de
las cabezas visibles que poseen alguna clase de influencia en las decisiones
de Colón, destacando el nombre de los hermanos Pinzón, pues, como señaló
en su día Manuel Ballesteros, «la ayuda de los hermanos Pinzón fue decisiva
para el nuevo Almirante, ya que los marineros se enrolaron por el prestigio de
tan duchos y acreditados hombres de mar» . Los marinos de Campoamor (en
61 LEQ UENNE, Michel: C ristóbal Colón, Alm irante de la m ar Océana. Madrid, Aguilar, 1992, p. 59.
62 C o ló n , p. 209.
63 B A L L E ST E R O S G A IB R O IS, Manuel: H istoria de A m érica. Madrid, E d icion es P egaso, 1952,
p. 175.
56
JO S É LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
los que quizá quiso dibujar el poeta al común de la ciudadanía de su siglo) son
débiles de carácter, se muestran siempre temblorosos y temerosos de Dios,
desvalidos ante lo desconocido, que ven el cielo como una cima y el mar casi
como sima sepulcral, seres iletrados que están muy preocupados por la
corrección moral de la aventura oceánica, el que ésta pueda ofender a la
Divinidad y, en consecuencia, ser castigados.
En el cuarto canto se recrea, en tono alegórico y un tanto descabellado,
la anécdota que nos refiere Washington Irving en su monografía: «Al pasar
por entre las islas vieron el levantado pico de Tenerife arrojar de sí volumi­
nosas llamas y encendido humo. El equipaje -prosigue Irving- observó ate­
rrado aquella erupción, siempre pronto a espantarse de cualquier fenómeno
extraordinario y a convertirlo en desastrosos agüeros»64. Campoamor pone de
manifiesto la superstición popular alimentada por las bipolaridades religiosas,
muy sugestionable y predispuesta a ver en el Teide la morada del maligno. La
cuarta octava del canto dice literalmente:
Cierto es que Satanás el Teide anima,
porque apoyado en su ancha cordillera,
se alza más... y hasta el cielo se sublima,
de nieve y fuego orlada su cimera.
Y el monstruo alzado así, desde su cima,
su lava, como negra cabellera,
con majestad horrible hasta su falda
suelta gentil por la marmórea espalda,65
En el canto VII, el poeta opone las álgidas esperanzas de Colón con el
abatimiento de la marinería al menor indicio de problema, la incertidumbre
ante lo que pueda sobrevenirles les paraliza. Escribe Campoamor nada más
iniciarse el canto y el periplo crucial de la travesía:
Se arroja al mar Colón con alegría;
pero la tropa, a quien el miedo altera,
de nuevo el mar a trasponer se lanza
¡sin placer, sin valor, sin esperanza/66
El canto XIII se basa en las señales que, desde el 19 de septiembre,
empiezan a acumularse sobre una hipotética cercanía de las costas, y cómo las
64 Vid. supra nota 57, p. 73.
65 C olón, p. 104.
66 C olón, p. 135.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEG ÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
57
expectativas defraudadas, van excitando los ánimos de la tripulación, que
amenaza con amotinarse. Campoamor ubica las maquinaciones para acabar
con la vida de Colón el día 10 de octubre, pese a que la historiografía sitúa
estas tentativas en torno al día 23 de septiembre. Irving se refiere en nota a pie
de página sobre la fecha del altercado de mayor gravedad en el viaje colom­
bino, y escribe: «No hay autoridad en qué fundar tal aseveración, ni en la his­
toria de su hijo Fernando, ni en el obispo Las Casas; y ambos tuvieron pre­
sentes los papeles del Almirante»67. Por su parte, Campoamor capta el
embrión de revuelta de la siguiente forma:
De su temor en el fatal exceso
Roldán la chusma amotinar procura,
y en un corrillo bárbaro y sin seso
hablando de Colón, así murmura:
- “Si impidiese tenaz nuestro regreso,
lanzadle al mar en premio a su locura;
que el hecho ocultará, más que el humano,
con discreción eterna el Océano ”- . 68
El relato principal, en el que se da cuenta de los pasos dados por el
Almirante hasta alcanzar el Nuevo Mundo, se detiene para intercalar profecías,
narraciones alegóricas o ficticias fábulas sentimentales, que corren desigual
suerte. Eso ocurre, por ejemplo, con la historia entrecruzada de Zaida, Ñuño
y el marinero Rodrigo de Triana. La presencia de tríos con voluntad cabalís­
tica la diseminará Campoamor en buena parte del desarrollo de su epopeya:
tres son las carabelas que componen la expedición, tres los protectores que
avalan el proyecto de Colón ante la Corte (principalmente, fray Antonio de
Marchena, Luis de Santángel y la marquesa de Bobadilla); tres los reinos a los
que brinda Colón su aventura; tres las virtudes teologales (Fe, Caridad,
Esperanza) que se debaten contra las tres mensajeras del Mal (Idolatría,
Envidia, Ignorancia), etc.
Los escalones de la curiosa narración sentimental de Zaida, que
Campoamor pone de su propia cosecha, se nos transmiten a lo largo de cua­
tro cantos no correlativos, y que son el segundo, el octavo, el undécimo y el
décimoquinto. En el canto segundo, y por boca de Zaida, conocemos su bio­
grafía hasta que se incorpora a la nao capitana. En el canto octavo, registra
Campoamor las desavenencias entre el amor de Zaida y Rodrigo de Triana y
los crecientes celos del infortunado Ñuño, un personaje que se pinta desdi67 Vid. supra nota 57, p. 84.
68 Colón, p. 210.
58
JO S É LUIS C A M PA L FERN Á N D EZ
chado y de insanas cavilaciones, que le llevan primero a planificar el asesi­
nato de su oponente y luego a retarlo a un duelo a muerte. El amor de unos y
la desolación del otro quedan así sintetizadas en el arranque de la segunda
octava del susodicho canto:
Zaida feliz, Rodrigo venturoso,
pasan las noches de su amor gozando;
mientras que Ñuño, a veces rencoroso,
su amor entre las sombras va espiando.
Tiernos aquellos dos, y éste celoso.69
Introduce Campoamor, para afianzar la alternancia enfrentada de ánimo,
un motivo romántico como el de la luna, que va cambiando, siguiendo las
modulaciones psicológicas de cada carácter. Sin salimos del canto octavo, del
astro sin luz que es la luna leemos:
Parece un ser que con nuestra alma siente
unas veces sombrío, otras risueño:
para todo infeliz numen doliente;
para todo el que ríe astro halagüeño:
maga que al triste y al alegre asiste,
70
alegre como luz, cual sombra triste.
En el canto XI aflora en toda su intensidad romántica la alianza de Eros
y Thanatos, el amor doloroso llevado hasta sus últimas consecuencias, nubla­
do en su razonamiento, que no admite soluciones intermedias. Ñuño reta a
Rodrigo de Triana, y se explica:
“¡Morir quiero, o matar! Mi hado enemigo
hará feliz mi estrella maldecida,
si dejar con mis celos hoy consigo
este dolor de soportar la vida.
Quiero mataros o morir, Rodrigo,
para curar de mi dolor la herida:
pues ignoro en mi loco devaneo
71
si es que mataros o morir deseo ”.
69 C olón, pp. 143-144.
70 C olón, p. 144.
71 C olón, pp. 186-187.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEGÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
59
El duelo no se consuma, gracias a la intercesión de Colón, quien propo­
ne que nada es el amor sin gloria, por lo cual emplaza a los contrincantes a
ganarse el corazón de Zaida mediante algo parecido a la casualidad disfraza­
da de favor divino, ya que quien primero aviste tierra firme, de él será el triun­
fo amoroso:
Y al que - “tierra”- ¿oh placer! grite el primero,
mis preces y el amor lo harán dichoso.
¡Dios premie al más feliz o más certero!12
La historia triangular se cierra en el canto XV con la muerte espectacu­
lar de Ñuño, haciendo, así pues, coincidir el final de la travesía con el final
del antagonismo amoroso, y cuyos escabrosos pormenores no nos ahorra el
poeta, que aquí se viste de cronista:
De un vértigo de muerte poseído
cayó Ñuño del árbol de mesana,
cuando rival de Dios favorecido,
- “¡Tierra!”- grito Rodrigo de Triana.
Del alta punta con fragor caído
Ñuño, dando a su mal muerte temprana,
pegado al puente, que con rabia oprime,
rota una sien desesperado gime.
La desgraciada caída o suicidio de Ñuño da pie a una escena de reconci­
liación última, perdón del pecado capital de la envidia y despedida melodra­
mática, con lo que se da por cerrada la pugna codiciosa. No será ésta la única
narración amorosa del Colón. Frente al carácter irreal y más o menos legen­
dario de la primera, hallamos la verídica del Almirante con doña Beatriz
Enríquez, que se rastrea en dos cantos, el quinto y sexto. En ellos,
Campoamor retiene la desventurada relación del marino con la dama cordo­
besa, y aún fuera de esos emplazamientos, el recuerdo de Beatriz acude a pri­
mer plano cuando las disputas entre los rivales Ñuño y Rodrigo de Triana
amenazan con desembocar en desgracia. Se produce, entonces, un trasvase
psicológico, y por boca del Almirante se da una receta contra el mal de amor
que talmente parece que es la que él quisiera aplicarse:
72 C otón, p. 189.
73 C olón, p. 125.
60
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
“Tened siempre presente en la memoria
que para el mal de amor, la vida andando,
es médico excelente la paciencia,
el tiempo insigne, y sin igual la ausencia”.74
Al final de ese canto, la aparente resignación se troca dolor al reconocer
lo baldía de la existencia sin amor, y la omnipresencia de Beatriz despeja
cualquier incógnita:
¿ Qué quedaría en mi doliente seno
si este amor se extinguiese?... ¡Nada! ¡Nada!
Ñuño tiene razón, Beatriz querida.
¡Ay! ¡para qué es sin el amor la vida!”? 5
Las recapitulaciones históricas surgen como consecuencia de hechos
mínimos que Campoamor imagina pudieron darse en el transcurso de la sin­
gladura oceánica. Así, el pavor que experimenta la marinería el 11 de sep­
tiembre ante la contemplación del mástil flotante de un navio, induce automá­
ticamente a Colón a mitigar el derrotismo leyéndoles a sus hombres un manual
de la Historia de España, que ocupa todo el canto noveno; una serie de seña­
les físicas acaecidas el 13 y el 15 de septiembre da entrada en el poema a la
leyenda de la Atlántida, protagonista del canto X; la observación, el 18 de sep­
tiembre, de las formas de las nubes, provoca, por analogías de éstas con perfi­
les humanos, toda una revista de Historia Universal, a lo que se dedica el canto
duodécimo. Estos tres cantos constituyen para Andrés González Blanco una
losa en el devenir poemático. Oigamos lo que tiene que decir: «El canto IX es
el anuncio de lo más intolerable del poema. Colón se pone a explicar la histo­
ria de España a sus tripulantes, y a veces con frases acertadas, otras con tono
de trivialidad aplastante, va pasando revista a todos los sucesos principales de
nuestra historia. No se comprende esta insufrible coaligación de relatos que no
afectan para nada al nervio del poema», y acto seguido lanza el crítico su
retumbante e inquisitiva pregunta: «¿Tenía acaso el poeta escrita una Historia
de España en octavas, que emulase a la del P. Isla en pareados y no quiso des­
perdiciar la ocasión de colocarla aquí?»76. Más de un siglo después de impre­
sas estas aseveraciones, Robert Pageard las viene a refrendar cuando estima
que «toda la cultura histórica trivial, de la época de Isabel II, en su relación con
la Antigüedad y la Edad Media, se refleja en estas partes adventicias»77.
74
75
76
77
Colón, p. 187.
Colón, p. 190.
Vid. supra nota 33, p. 274.
Vid. supra nota 23, p. 16.
LA A V E N T U R A C O LO M BIA N A SEG ÚN RA M Ó N DE C A M PO A M O R
61
Por lo que respecta al mito de la Atlántida, que González Blanco moteja
no
de «inverosímil» , y Catalina consideraba en su ditiràmbico prólogo «el
canto más transcendental [en el que] se descubre plenamente un filósofo razo­
nando en octavas reales», el inciso cosmogónico en el que se zambulle
Campoamor, abriendo otro paréntesis en el relato de los acontecimientos ads­
critos al viaje colombino, creemos que no es otro alarde de historiografía o
historia mitológica, sino una alegoría bien traída al poema para exponernos
una visión teocéntrica del mundo y del hombre, teoría circular de retorno a los
orígenes intangibles, una visión no exenta de galimatías metafísicos o seudofilosóficos. Una de las octavas más apropiadas a esto que decimos, y repeti­
da por más de un crítico por su sentido canónico del verso filosofador exhi­
bido aquí por el autor asturiano, es la vigésima de este canto X, en la que una
visión que se identifica como el Numen, se dirige así a Colón:
De otro ser nuestro ser reminiscencia
la muerte hace invisibles, no destruye;
pues el yo, nuestra vida, nuestra esencia
de ser en ser transfigurándose huye.
Volviendo hacia su origen la existencia,
desde éste a aquél purificada fluye;
siguiendo así con invariable anhelo
su eterna ley: la reversión del cielo.79
Esta premisa está, del mismo modo, muy presente en la función del viaje.
Para Campoamor queda fuera de cualquier cuestionamiento que la grandeza
de Colón reside en su afán evangelizador, en redimir a los indígenas de sus
equivocadas creencias. En el último canto, por boca de la Caridad, una de las
virtudes teologales, se lee:
El Dios que os impondrá nuestra milicia,
en virtud ha erigido la paciencia;
mayor que su rigor es su justicia;
mayor que su justicia es su clemencia.
Por él, arrepentida la malicia,
hermana vuelve a ser de la inocencia.8()
Indicar, para concluir nuestro recorrido por la visión campoamorina de la
78 Vid. supra nota 76.
79 Colón, p. 179.
80 C olón, p. 246.
62
JO SÉ LUIS CA M PA L FERN Á N D EZ
gesta de Colón, que la iconografía indigenista pre-colombina no puede estar
más mediatizada por el ortocentrismo católico. La imposición lingüístico-cultural que se persigue con la llegada a las nuevas tierras de América, y a la que
Campoamor no recrimina, había quedado patente unas octavas más arriba:
- “¡Salve!” - (...) “raza sin ventura,
tímido Abel de la hermandad humana.
Alza tu frente al sol de la cultura,
de entre el mar que tu espíritu empantana,
ya tu placer cantando ya tu pena
en la lengua inmortal de Juan de Mena.
”Hijos del sol, de Dios siempre olvidados,
en eterna ignorancia embrutecidos,
seréis de vuestros bosques arrancados
a la vez ilustrados y nacidos.
Ejemplos de valor nunca igualados,
modelos de prim or siempre sentidos,
sobre vos echarán a manos llenas
la ruda Esparta y la gentil Atenas.
o i
81 C olón, p. 245.
MOTIVACIONES POETICAS DE JESUS ARANGO
JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ
1.
El territorio de la literatura en lengua asturiana ha sido atravesado
durante el siglo XX por personalidades de primer orden, y para ello no hace
falta más que pensar en nombres como Pepín de Pría, Femán-Coronas o
Constantino Cabal, por aludir a tres poetas de alcance y proyección en las
generaciones que les tomaron el relevo, poetas de indudable influjo y, al
mismo tiempo, portadores de concepciones distintas del hecho lírico. Pero el
último siglo también ha estado habitado por una numerosa pléyade de poetas
o hacedores de versos no tan brillantemente inspirados, escritores menos
dotados, reverenciadores de moldes ya acuñados y popularizados, pero en
modo alguno merecedores de olvido, autores de hechuras nobles que honra­
ron en sus modestas contribuciones el crédito de sus maestros. Entre éstos
ocupa su lugar el cabraniego Jesús Arango Alvarez.
Oriundo de Torazo, donde viene al mundo el 8 de mayo de 1869, Jesús
Arango permanecerá entre los suyos hasta el 20 de julio de 1945. Sobre las
dificultades con las que se encontró Arango a la hora de procurarse una edu­
cación superior nos habla “Españolito”, quien afirma que «la modestia con
que vivían sus padres, labradores, le impidieron seguir estudios más allá de
la instrucción primaria, y ésta, deficientemente. Dotado de inteligencia clara
y vocación al estudio -prosigue “Españolito”- , habría podido conquistar
posición y brillo con alguna carrera que esas precarias circunstancias le
impidieron seguir»1. Hubo de procurarse el sustento, tras su matrimonio,
como nos informa Xurde Blanco, abriendo, con la ayuda de un tío paterno,
«casa y tienda, llagar y panadería, nel llugarín de La Obra, asitiáu a la sali­
da de Santolaya pa L ’Infiestu, y tan afayaízu pal casu que desiguida nomarálu 7 conceyu consumeru»2.
Republicano de las primeras horas y católico confeso, llegará en 1906 a
1 Suárez, Constantino “Españolito” : E scritores y artistas asturianos. Tomo I. Madrid, Imprenta
Sáez H erm anos, 1936, p. 386.
2 Prologuillo (p. 7) a Versos y proses, de Jesús Arango (1997).
64
JO SÉ LUIS CA M PA L FER N Á N D EZ
concejal del Ayuntamiento de Cabranes, alcanzando a los tres años la Alcaldía
y ocupando después el puesto de secretario del Ayuntamiento. Más tarde
pasará a hacerse cargo de la Secretaría del Juzgado Municipal de su concejo
natal, lugar del que será retirado tras las elecciones de febrero de 1936 y res­
tituido en el mismo al finalizar la guerra civil española en el frente del Norte.
El nombre de Jesús Arango está estrechamente ligado al nacimiento,
desarrollo y extinción del primer periódico fundado, junto a otros tres inquie­
tos precursores del periodismo local, en el concejo de Cabranes. Aparece El
Eco de Cabranes un 25 de mayo de 1906 y deja de editarse otro día 25, esta
vez de julio de 1914. Las aspiraciones de la nueva publicación venían expues­
tas ya en su primer número, y como ocurría en otros periódicos similares de
su época desparramados a lo largo y ancho del Principado, lo que se buscaba
era «la defensa y fom ento de los intereses del concejo», tal y como rezaba su
cabecera. A tenor de la recapitulación que de sus contenidos ha hecho
Emiliano Pérez Junco, no fue El Eco de Cabranes una publicación contenta­
diza o que rehuyera el poner el dedo en la llaga; todo lo contrario, ya que sus
páginas acogieron artículos y versos que «denunciaron la falta de carreteras
y caminos vecinales, la situación de los centros de enseñanza, cementerios,
luz eléctrica, servicio de correos, puesto de la Guardia Civil, teléfono, fari
macia, respeto a la autoridad urbana (...), falta de lavaderos» .
En El Eco de Cabranes ejerció Jesús Arango la dirección de 1909 a 1914,
asumiendo la propiedad del periódico en su última etapa. Y en El Eco de
Cabranes colaboró Arango de forma continuada, bien con sus prosas y poe­
sías, o elaborando, siempre en bable, charadas, adivinanzas y fuga de letras,
entretenimientos muy en boga en las publicaciones de ámbito local o comar­
cal en la Asturias de finales del XIX y principios del XX. En El Eco de
Cabranes saltaría a la palestra pública la vocación poética de Jesús Arango,
mantenida en la estricta intimidad de su círculo de amistades, tal y como nos
revela “Españolito”4. En este periódico dará a luz un copioso número de com­
posiciones en verso asturiano, unas veces con su propio nombre y otras bajo
del pseudónimo “Lín de Lón”, que emplea por vez primera hacia 1907, alter­
nando esta nueva firma con la de Jesús Arango, que va a reservar para com­
posiciones de asunto más elevado, como serán, por ejemplo, la conmemora­
ción del centenario de la Guerra de la Independencia contra Napoleón o la
inauguración de una escuela. La práctica totalidad de la producción poética de
Jesús Arango, unas 44 piezas de dispar extensión y alcance, se encuentra
recogida en el volumen Versos y proses, editado por la Academia de la
Llingua Asturiana en enero de 1997.
3 Pérez Junco, Emiliano: C abranes. N otas sobre historia, vida y arte d el concejo. Gijón, 1990, p. 219.
4 V id. nota 1.
M O T IV A CIO N ES POÉTICA S DE JESÚS A R AN G O
65
2.
Las poesías que conocemos de Jesús Arango tienden a organizarse en
períodos sencillos, genuinamente narrativos si bien no escasean los momen­
tos más propiamente líricos y con abundante presencia de diálogo entre dos o
más personajes; a veces, estas poesías dialogadas son pequeños cuadros escenificables de personajes que se enzarzan en discusiones en espacios típica­
mente asturianos como un “chigre”, si son hombres, o en las inmediaciones
de la fuente, si se trata de mujeres.
Las poesías de Lín de Lón son composiciones en versos generalmente o
de arte menor o endecasílabos, con rima asonante y estructura arromanzada;
piezas de verso expresivo y poco digresivo, verso con retranca que no esca­
motea ni las animosas exclamaciones de júbilo, ni la sorna agresiva, ni las
enumeraciones, bien de personas, lugares o acontecimientos, enumeraciones
que se erigen en una especie de plegaria cívica de afirmación. El de la enu­
meración acumulativa es un recurso muy querido por Arango, y puede rela­
cionarse, por ejemplo, con el mundo de la botánica o la zoología. En “Dos
romeríes y dos mayordomos”, escribe:
(...) les roses, claveles,
El xarmín, la madreselba,
El roble, el pumar, el fresnu,
Y hasta la misma salguera5;
en “ ¡Quién fora páxaru!”, leemos:
Yo quixera, mas que home, ser ñerbatu,
Esternín, reitán, tordu ó xilgueru6;
y una muestra más, perteneciente a “Pa que se entretenguen” :
Mandomos Dios unes plagues
De mosques, pulgues, mosquitos,
Tábanos, chinches, calbarres,
Aviéspares, moscardones.1
Otro recurso del que suele echar mano el poeta de Cabranes es el de la
anáfora o repetición de una o varias palabras al comienzo de versos consecu­
tivos. He aquí dos pruebas, entresacadas de “Coses”:
5 Arango, Jesús: Versos y proses. U viéu, Academ ia de la Llingua Asturiana. C olección “Librería
facsim ilar”, n° 34, 1997, p. 43.
6 Ibídem, p. 56.
7 Ibídem, p. 65.
66
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
1)
Onde se esconde 7 xilgueru,
Onde canta la cigarra,
Onde non hay más mormuros.8
2)
Co la sonrisa ena cara,
Con verxinidá en los cuerpos,
Co la santidá en so alma...9
Jesús Arango parece entender la poesía como un ejercicio ético de com ­
promiso con el devenir del marco social en el que se inscribe, esto es, el
Cabranes de principios de siglo, y entroncando de ese modo muy bien con el
patrón que inspira la mayoría de las publicaciones periódicas del momento,
que se constituyen en defensoras de los intereses morales y materiales de una
zona concreta. La escritura poética sería, pues, un foro donde compartir las
buenaventuras o desdichas propias y ajenas, y hacerlas extensivas al lector,
para que se reconozca en ellas y participe de su sentido. La conjunción en su
persona del versificador y el hombre público, bien como concejal o como
alcalde, dará una proyección distinta a sus desvelos y pretensiones literarias.
Es evidente que hay un destinatario inequívoco en las composiciones de
Jesús Arango, ya sea éste un receptor individual o colectivo. Así las cosas, va
a concederle el escritor principalísimo lugar a la educación, pilar de cualquier
clase de progreso de los pueblos. Cuando se inaugure el Centro de Recreo e
Instrucción de Torazo, proclamará:
Emprencipiase otra era
De adelantu, de progresu,
De unión, de vida, de juerza.
Diyos que tenemus centru
De estrución; que ye una escuela,
Onde 7 amor al conceyu
Será la lición prim era}0
A la relativa destreza versificadora de Jesús Arango, habría que sumar una
distendida vena sarcástica que encuentra más de una vez en las comparaciones un
buen caldo de cultivo para la función que pretende darle a sus trabajos poéticos,
8 Ibidem, p. 73.
9 Ibidem.
10 Ibidem, p. 74.
M O T IV A CIO N ES POÉTICA S DE JESÚS A R A N G O
67
los cuales adoptan en varias ocasiones el molde de carta recibida o enviada, o el
cruce de cartas. En sus poesías, el propio autor acostumbra a ser protagonista, co­
partícipe o hilo conductor de las historias o sucesos que comenta y enjuicia.
3.
En las piezas de Arango asistimos a una exaltación de cuanto atañe a
su territorio de actuación, así como de las épocas pretéritas. El retrato del
aldeano cabraniego, al margen de su sexo, deambula por sus textos, en los que
se advierte una inclinación natural a la exageración y ridiculización de lo que
se sale de este contexto campesino para rubricar más si cabe la esplendidez
de todo aquello que reside en el seno del pueblo. Sobre su afición a la com ­
paración desproporcionada, puede tomarse como ejemplo una que aparece en
su poema “Dos romeríes y dos mayordomos”, en el que dos mayordomos,
José y Casimiro, disputan sobre cuál de dos festejos patronales se lleva la
palma; en un momento dado dice uno de los personajes:
Hubo volador tirau
El día de la foguera
Qu ’anque fa i quince dies hoy,
Non baxo’l cañutu á tie r r a l
Acerca de la supremacía de la horma tradicional, tiene Arango dos poe­
sías correlativas, una titulada “La moza de antaño” y la otra “La moza de
hogaño”, en las que coloca en la misma balanza el aspecto, indumentaria,
actitudes y catadura moral de la mujer soltera de ayer y de la de hoy, saldán­
dose el examen con clara ventaja para la mujer del pasado. El autor valora a
cada una por separado, pero mientras que en el poema dedicado a la mujer de
antaño no hace entrar en escena a la mujer de su tiempo, cuando le toca el
turno a ésta, trae a colación a la primera para que en la confrontación salga
malparada la mujer actual. A la mujer antigua la dibuja empleando diminuti­
vos afectivos mientras que con la mujer actual todo son reproches. De la moza
de antaño, escribe el autor cabraniego:
Va descalza de pié y pierna,
Gasta refaxu amariellu,
Un gran xugón de nascote
Y dengue sin un remiendu.
La camisa y el faldón
Son de tela de lo güeno,
Que filen mientras conceyen
11 Ibidem, p. 44.
68
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
Allá nes noches de inviernu.
Lleva rosetes de plata
y apretadín el piscuezu,
guapu corru de corales,
que da mil glories el velu }2
Por el contrario, de la moza de hogaño, a la que tilda de «señorita» en con­
traposición con la «moza descalza antigua», anota inconveniencias tanto en la
forma de vestirse, que afecta incluso a su salud, como en lo relativo a su con­
ducta, dominada por la holgazanería y el desaseo. Sobre la vestimenta, leemos:
La camisa non tien mangues,
Yo non sé por qué razón,
Lo que sé que encima va
Un malditu apertador,
Col que facen dos mil trampes
(...)
De una rapaza el polmón. 13
A propósito de lo segundo, Arango se muestra implacable, y escribe:
Llevántase hácia les once
Salga que non salga el sol,
Y sin llavase y peñase
Sin rezar una oración
Salen cantando el flu, flu,
Desde el cuarto al corredor.
¿Trabayar?... ¡Eso está duru!
¿Ir á la llende?... ¡Qué non!
¿Poner el pote?... ¡Eso quiá!u
Este rechazo del tiempo actual no es circunstancial o anecdótico, pues la
falta de modales atribuida a las gentes contemporáneas de Lín de Lón reapa­
rece en poesías como la titulada “Blasfemia”, en la que, siendo como era
Jesús Arango un autor creyente, se lamenta de la ineducación de quienes jura­
mentan en falso, por falta de un modelo paterno que inculque otros procede­
res. Dice el escritor:
12 Ibidem, p. 23.
13 Ibidem, p. 24.
14 Ibidem, p. 25.
M O T IV A CIO N ES POÉTICAS DE JESÚS A RA N G O
69
Hoy blasfemia el rapazucu
Groserucu y sin prudencia;
Blasfemia el padre y el fíyu,
La xente joven y vieya;
El mozu non ye valiente
Nin se conóz so presencia,
Non siendo que diga á voces
Una horrorosa blasfemia, 15
Pero Jesús Arango, lejos de anatematizar violentamente a estos personajillos, lo que hace es suministrarles alternativas:
En llugar de echar pecaos
Por qué non dicís pugeta
Concho, coime, contra, puño
Caramba, cónxaru, estepa;
Si estáis muy enfadaos,
Decí, rediéz, rechaqueta,
Recanastos, reculliestros
Refuño, remalatesta. ]6
El equivalente masculino a la moza de antaño, lo encontramos en el
romance “Jueyes seques”. Al mozo lo caracterizan aquí, aparte de una indu­
mentaria determinada, atributos como el coraje extremo y la fuerza bruta
como medio de disuasión, además de una galantería infalible. Veámoslo:
Si daba yo un ixuxú
En castañeu del corberu,
Retemblaben toes les riegues
Como al ruxíu de un barrenu;
Cuando camín del mercau
Algún me perdía'l respetu,
De la primer molleyada
Daba tres güeltes y... al suelu.
¿ Y c o les moces? ¡Sandiez!
Entrando yo en un conceyu
Con escarpinos de bota
La montera encima un güeyu,
15 Ibidem, p. 19.
16 Ibidem.
70
JO SÉ LUIS CA M PA L FER N Á N D EZ
Con castañueles de lazos
Y un garrote de salgueru,
Non quedaba una siquiera
Que al tiempu cerrar un güeyo
Cuando yo la pizcañaba
(...)
Me dixera: yes gran mozu, 17
4.
Temáticamente, la poesía de Lín de Lón, además de tener al concejo
de Cabranes por motivación insustituible, se suele centrar en asuntos relacio­
nados, por ejemplo, con la política, la emigración, el cortejo, las fiestas popu­
lares, la petición del “aguilandu”, las felicitaciones para el nuevo año, la
carestía de la vida, la pérdida irreparable de los seres queridos, la hermosura
de las mozas cabraniegas, la vejez o el propio periódico que acoge sus com­
posiciones, un argumento este último que no va a ser, en el caso de Arango,
como veremos, algo insustancial o pasajero.
En numerosos poemas que no tienen a El Eco de Cabranes por asunto
protagonista, aparecen, no obstante, explícitas alusiones a éste. Sobre el alum­
bramiento de El Eco de Cabranes habla ya Jesús Arango en su pieza más
veterana, titulada “Ya vieno lo que faltaba”, en la cual se señala que el perió­
dico es un instrumento imprescindible para el progreso vecinal, al tiempo que
nexo solidario que favorece el entendimiento y la comprensión; la prensa
como altavoz de modernidad que vacuna e inmuniza contra las carencias y
abusos que puede imponer un poder absolutista, representado en las comuni­
dades rurales por el caciquismo. Defiende Jesús Arango su concepto de la
prensa escrita como punto de encuentro en el que sacar a la luz tanto las
demandas como las enhorabuenas, y todo ello en un clima de consenso y de
no agresión. El Eco de Cabranes, como pide el autor en los primeros versos,
habrá de ser:
(...) un papelín
18
Que mos únia en cuerpu y alma.
En la poesía “Non volvíamos tener otra quimera” nos traslada la avidez
del pueblo por disponer de la información que le brinda la salida del nuevo
periódico, y cómo se le van al voceador los ejemplares de las manos por el
número tan elevado de peticiones que, al no bastar la cantidad que lleva para
que les toque a todos los compradores, llega a poner en serios apuros al ven­
17 Ibidem, p. 59.
18 Ibidem, p. 13.
M O TIV A CIO N ES POÉTICAS DE JESÚS A R A N G O
71
dedor callejero, un muchacho minusválido que «venía sin madreñes ni escar­
pines,/ en mangues de camisa y sin montera»'9. Así traza el lance el poeta:
Estaba ya el rapaz tou temblorosu,
Seguru que i rompin una costiella,
Pes tantu amenuzaben los pedios,
Que imposible tocayos un siquiera.
Arreciaben los gritos y quexíos,
Y garrando al rapaz pe la culera,
Fui tantu el alborotu que allí armaren
90
Que contalo non puedo anque quisiera.
El material de que se abastecerá el periódico, esto es, las quejas y denun­
cias, tratará Lín de Lón de recabarlo entre sus mismos convecinos. En la poe­
sía “Intervieu”, se lo reclama así a unos parroquianos:
Lo que si quiero é saber
Si tenés delguna quexa
Del gobiernu, del estau,
Del municipiu, la escuela,
Del xuzgau, del celador,
Del fiscal de satisferia,
De toos los empleaos
Sin raparu, sea quien sea.21
En la composición titulada “A El Eco”, Jesús Arango aborda el caso de
un colaborador esporádico cuyas cartas son desatendidas por la dirección del
periódico no publicándolas, lo cual provoca el recelo en el animoso informa­
dor, quien, mediante un símil recolector, avisa al responsable de El Eco de
Cabranes de que cuando precise de ayuda no llame a su puerta:
Mas cuida de la cosecha,
Porque el añu ye muy grande
Y bien puede resultar
Que en Xineru tengues fame.
A mín si me pides torta
Ya diré que Dios te ampare 22
19
20
21
22
Ibidem, p. 14.
Ibidem.
Ibidem, p. 48.
Ibidem, p. 21.
72
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
La censura con que se topan los periodistas que critican las deficiencias
de su entorno está resueltamente delineada, en tono burlón, en la poesía “Mas
que me quiten el riestru”. En ella, el director de El Eco de Cabranes aleccio­
na de esta manera a uno de sus redactores:
— Non fales de Ayuntamientu,
Dexa al Juzgau como está,
Dexa que se fundía el pueblu,
Dexa que falte xusticia,
Dexa que ardía el conceyu;
De religión non te acuerdes,
¿ Qué entiendes de malu ó güenu ?
De pulítica ¡chitón!
Non siendo la de to güelu.
Pero Jesús Arango tiene muy presente las carencias de su concejo, como
queda expuesto en los siguientes versos de otra composición:
(...) non tenemos
Agua que beber siquiera;
Equi que tou son caleyes,
Que non hay casa de escuela,
Nin juente, ni abrevaderu,
Nin mercau, nin carretera,
Y si queremos llovamos
Pa ’s istir á alguna fiesta
Hay que meter el focicu
Metanos en cualquier riega...24
5.
Lín de Lón alude también en sus piezas rimadas a los infundios y ataques
de que es objeto, en su calidad de alcalde y director de El Eco de Cabranes,
por parte de ciudadanos que persiguen su descrédito. Así, se pregunta:
¿ Que soy de xente muy probe,
Y ye grande mió ignorancia
Pa dirixir un conceju
Y una revista ilustrada?25
23 Ibidem, p. 28.
24 Ibidem, p. 50.
25 Ibidem, p. 63.
M O TIV A CIO N ES POÉTICA S DE JESÚS A R AN G O
73
A las acusaciones infamantes, responde el autor con aspereza negándoles,
a los que le difaman, el pan y la sal. En “Son el pecau los rapaces”, escribe:
En riqueza... ¡probetinos!
En talentu... calabazes;
En autoridá... dos crios,
(...)
En fin, que soes dos mazcayos
Desdeñu de aquestos valles,
Ruindá de los nuestros pueblos
Y discreitu de Cabranes.
En el campo de la política, denuncia Arango el engaño caciquil, las
corruptelas y falsas promesas en la compra del voto con tal de acceder a la
poltrona. En “Cartes son cartes”, un candidato no tiene empacho alguno en
encomendarle a un hipotético partidario que haga campaña a su favor, encar­
gándole esto:
Diyos á los tus vecinos
Que to de dayos mil coses:
Puertu de mar pa Torazu;
Ramal á toes les parroquies,
Y ya nunca volverán
97
A pagar contribuciones.
s
Para subrayar la ausencia de honorabilidad en la forma de obtener un
cargo público para su propio beneficio, esencia del caciquismo, el escritor
cabraniego les añade, a quienes de tal forma actúan, el baldón suplementario
de la infidelidad conyugal, como así ocurre en una composición que Arango
le envía a un emigrante de Buenos Aires, donde el poeta exclama:
El domingo de pascua jue á Villares
A beber sidra á casa 7 compañeru,
Y anque él tá casau y tién seis fiyos,
Agachaba el ala del sombreru
Y dicia el tunante á les mocines
90
Q u’estaba libre quintes y solteru.
26 Ibidem, p. 62.
27 Ibidem , p. 29.
28 Ibidem , p. 31.
74
JO SÉ LUIS CA M PA L FERN Á N D EZ
Para atajar y anular los perjuicios de la politiquería profesional, que
busca su propio aprovechamiento en detrimento del bien general, Jesús
Arango va a demandar inteligencia y honestidad:
Llevemos al Municipiu
Hombres úf’arraigu y mollera,
Pa que rigien el conceyu
OQ
Con bon tinu y gran prudencia.
6.
La emigración y su problemática retienen, igualmente, el interés ver­
sificador de Lín de Lón. En “Á miós amigos de Sevilla” se plasma el alboro­
zo que suscitan en la comunidad local las noticias que se reciben de los hijos
del concejo que se encuentran fuera de la región ganándose el sustento, pero
que, incluso así, no se descuelgan del cotidiano discurrir de su terruño.
Cuando el autor recibe las cartas, abandona todo lo que tiene entre manos. Así
va a reflejarlo el arranque del poema en cuestión:
Tire i la morciella al gatu,
Di el tocín á los rapaces,
Azoté la torta en poyu,
Y echando mano á les gafes,
Lleo y lloro al mesmo tiempu
Al vevos tan entusiastes
Por un pueblu que vos quier,
Por vuestru queriu Cabranes.
La emigración forzada genera una escasez de hombres para los casa­
mientos y para cubrir los puestos políticos y administrativos, tradicional­
mente ocupados por los varones. Ello da pie a que en otra pieza, en la que se
está dirigiendo a un cabraniego emigrado, diga Lín de Lón no sin cierta soca­
rronería:
Non te extrañe leer mañana ’n Eco
Qu ’está ’Iguna muyer de concejal
Y al llau de la mesa de xusticia
To tía Nela faciendo de Fiscal.
11
29 Ibidem, p. 51.
30 Ibidem, p. 16.
31 Ibidem, p. 30.
M O TIV A CIO N ES POÉTICAS DE JESÚS A RA N G O
75
En otras ocasiones, la distancia impuesta por la emigración se agranda
hasta lo indecible cuando tiene lugar el fallecimiento de una madre y el hijo
se encuentra lejos, en tierra cubana. Tal ocurre en “A Xil de la Tenada ó D.
P.”, una poesía lastimera y acongojada planteada desde unas miras funda­
mentalmente cristianas:
Llegué hasta el campusantu,
Más... imposible entrar;
Sedárense les pates
Y quixo darme un mal.
Miós güeyos, eren juentes,
Mió corazón, un mar,
Mió alma abandonóme,
Al cielo yendo á dar.
Ellí preguntó entonces
Al gran Dios de verdá
Por los seres querios
Que fuxieren de acá.
La cara alegre de la emigración no la puede otorgar más que el regreso
de los que se fueron, aspecto éste que refleja Lín de Lón en la última de sus
colaboraciones en verso para El Eco de Cabranes:
¡Qué gustu da velos
Llegar entusiastes,
Al ñerín d ’amores
Que un día dexaren!
¡Cuantos tiernos besos
Ruxen en sos cares/33
7.
Otro de los núcleos temáticos de la poesía de Jesús Arango se con­
centra en las piezas en las que se habla de la hora final, de la muerte. La pér­
dida de los hijos propios causa una dolorosa herida que se cristaliza lírica­
mente en una de las composiciones más emblemáticas de Jesús Arango:
“Anxelinos de más, fiyos de menos”, escrito, por lo que en él leemos, cuan­
do acaba de perder a su cuarto hijo:
32 Ibidem, p. 22.
33 Ibidem, p. 84.
76
JO S É LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
Abrieren i la puerte
Tres hermaninos...
Y ya tien cuatro fiyos
Allá xuntinos.34
En este delicado y sentido susurro respingante que constituye en sí todo el
poema, queda de la siguiente forma atrapado el instante de la muerte infantil:
— Verdá ye q u ’en sos llabios
Hay risadines,
Y paez que sos güeyos
Dan miradines;
Pero é lo ciertu,
Que tien la ’Imina viva
S
Y el cuerpu muertu.
'X
La muerte está igualmente presente en “Noche de difuntos”, un texto
donde el autor se duele del pronto olvido y la falta de respeto entre los vivos
hacia los definitivamente ausentes:
Al ver q u e’n l ’aldea
Están tan contentos,
Como cualquier día
Que non ye 7 de muertos,
En sin acordase
Que ’n los cementerios
Reposen los fiy os,
Los padres, los güelos,
Pa los que non tienen
Nin dos padrenuestros
(Y eso que y e ’l día
De orar por los muertos);
Al pensar les coses...
Lloraren mios güellos
Y lloren agora
Que lo estoy diciendo.
Qué apriesa, qué apriesa
Dexamos á ’quellos
34 Ibidem, p. 68.
35 Ibidem, p. 67.
M O TIV A CIO N ES POÉTICA S DE JESÚS A R A N G O
77
Que fa i pocu tiempu
Tantu quixemos,36
8.
El paso del tiempo y su incidencia en la decadencia física, unido al
bajo índice y calidad de vida en la Asturias de principios de siglo, es otra de
las preocupaciones que apremian a Jesús Arango. En “Jueyes seques” expre­
sa sus temores del siguiente modo:
Ya me voy quedando vieyu,
Pos vo cumplir cuarenta años
El mes que naz el felechu;
Ya el pelu va siendo blancu
Y fa i pliegues el pelleyu
Y mios dientes ya non ruquen
De la boroña, el corteyu?1
Los cantos emocionados a su concejo natal son tema reincidente en las
colaboraciones en verso de Lín de Lón. En “Vivia Cabranes y El Ecu ’ desta­
ca en clave desmesurada la sana convivencia de los cabraniegos, la fecundi­
dad de sus tierras, la belleza femenina o cómo la muerte no es recibida con
lágrimas entre sus moradores:
(...) aquesti conceyu
Onde ’n jam ás hubo enfados,
Onde el hombre nunca é vieyu;
Onde facen competencia
Les muyeres al luceru;
Onde ’n jam ás hubo peste,
Y si dalgún cae enfermu,
Sáquensei los regolvinos
Y va riyéndose al cielu;
Onde se dan les coseches
Venga como venga el tiempu,
Y sobre tou he seguru
Que nunca falta felechu?8
Las piezas en las que los autores, al acabar un año, hacían votos por la
36 Ibidem, pp. 82-83.
37 Ibidem, p. 59.
38 Ibidem, p. 32.
78
JO S É LUIS C A M PA L FERN Á N D EZ
prosperidad y salud de los semejantes fueron muy socorridas entre poetas del
XIX como Tiadoru Cuesta, cuya obra admiraba decididamente Jesús Arango.
El cabraniego intenta lo propio en piezas como “¡Felicidaes!”, datada en la
Nochebuena de 1906, y en la que escribe:
Deseo pa todos
Añu venideru,
De muncha cosecha,
De munchu dineru,
Y que antes de nada
Llibrés el pelleyu
De la güadañona
Que siega el piscuezu.
'I Q
Años después, cuando efectúe el recuento de 1911 y 1912, extraerá con­
clusiones desesperanzadas, que se reducen a grandes males como la altanería
y los conflictos armados. Lín de Lón se manifiesta en estos términos:
Siguirá siendo el orgullu
El viciu de los mortales,
Presumiremos de Obispos
Siendo probes sacristanes;
Siguirán siendo les guerres
Les causes de nuestros males,
Y en llugar de fe r preseos
P a ’lprobe sembrar les fabes,
Faranse grandes cañones
Que suelten certeres bales
Pa matar á tantos fiyos
Y fe r llorar tantes madres.40
9.
La belleza femenina de las jóvenes de Santolaya es sublimada por el
autor mediante metáforas consabidas y comparaciones de índole religiosa y
moral que enaltecen la planta de las muchachas. En la pieza titulada “Ye de
Santolaya”, se dice de la protagonista:
39 Ibidem , p. 26.
40 Ibidem, p. 70.
M O T IV A CIO N ES POÉTICAS DE JESÚS A R A N G O
79
Con esafrente de virgen,
Con esos güeyos de santa,
Con tos colores de rosa,
Con tos dentinos de nacar,
Con los llabios de coral,
Y de cera esa garganta,
Con esi seno benditu
Del que cuelga una medalla
Y estando un pocu escotau
Vese blanquín como ñ a ta 41
En otra composición, “Cartes ensin cerrar”, la contemplación en una
romería de bellas muchachas cabraniegas le impele a una enumeración topo­
nímica de sus procedencias que tiene no poco de letanía ensimismada:
Ellí estaba la hermosura
De Camás y de Pinera.
De Torazo y Santa Olaya,
De Pandenes y Arboleya,
De los Villares, Poreñu,
Les Voñiqueres, la Sienra,
De Carabañu y Arriondo,
De Viñón y de Valguena.42
La mujer hermosa, con la ayuda de la sidra, empuja a los varones, en los
versos de Jesús Arango, a olvidar incluso su compromiso matrimonial. En
“Camín de la feria” leemos:
Una moza sandunguera
Con piernes como pegollos
Que subió aquesta escalera,
¿ Sabes si me quedrá ’miu ?
— ¿ Querete á tí calavera ?
¿Non sabes q u ’estás casau?
— Non me acordaba siquiera,43
Esa mujer digna de alabanza se corresponde siempre con la muchacha en
41 Ibidem, p. 33.
42 Ibidem , pp. 17-18.
43 Ibidem, p. 42.
JO SÉ LUIS C A M PA L FER N Á N D EZ
80
edad de merecer. La otra, la mujer casada y madre o abuela, no se lleva buena
ración del pastel lírico. A la mujer propia la moteja Lín de Lón de «doña
Desgustos»44, las escenas entre consuegras descuellan por su impiedad, y en
un momento dado, en otra composición, dice el poeta del género femenino lo
siguiente:
Y si una muyer ye güeña,
Cien serán... endemoniaes.45
10.
Lín de Lón trae a sus versos diversas romerías, como las de Naveda,
Villanueva o Madieu. La celebración de las ferias las aprovecha Jesús
Arango para detenerse en la tonada y exaltar el valor vivificante de la canción
asturiana:
Porque morrió la tristeza
Y sobre tou cuando Inacio
Y Manuel de la tienda,
Se ponen xunta un tonel
A cantar la “Madalena ”,
Xuro que non queda un hombre
Que no azote la montera 46
También para explayarse sobre la riqueza de la cabaña ganadera. En el
mismo poema declama con orgullo:
Xatos, pasaben de ochenta;
Vaques de lleche, quinientes;
Pollinos... unos noventa;
De güés y caballeríes,
Xuro que perdí la cuenta 41
A renglón seguido, nos aporta datos sobre la cuantía de las transacciones
que allí tienen lugar:
Yo compré dos xatos pintos
AO
En mil doscientos cuarenta.
44
45
46
47
48
Ibidem,
Ibidem,
Ibidem,
Ibidem,
Ibidem.
p.
p.
p.
p.
53.
70.
41.
17.
M O T IV A CIO N ES POÉTICA S DE JESÚS A RA N G O
81
Finalmente, indicar que, como hombre de temperamento cívico pero
arraigadamente religioso aunque sin tender a los extremos, Lín de Lón no
pudo dejar pasar la ocasión de elevar sus versos a la Virgen del Carmen, pro­
tectora de su Torazo natal, de la que también encontramos referencias en otras
composiciones de tema variopinto. En “A la mió santina”, nos describe el
poeta cómo era la procesión patronal en su pueblo:
Delantre diben ramos
Sobre 7 costazu
De les moces más guapes
Que tien Torazu;
Y los cofrades
Diben alredor tuyu
Rezando salves.49
49 Ibidem, p. 45.
LÉX ICO ASTU RIANO EN L A O BRA DE TERRERO S Y
PANDO
ISABEL ECHEVARRÍA ISUSQUIZA
En la historia de la dialectología asturiana ha de haber un lugar para la
contribución de Esteban de Terreros y Pando (1707-1782). Antes que las
observaciones asturianas de Gaspar Casal (1762) y que el diccionario de
Carlos González de Posada (1788) vieran la luz1, mucho antes que el propio
'y
Jovellanos , Esteban de Terreros y Pando vertió en el caudal de su obra lexi­
cográfica un interesante acervo de regionalismos, entre los que las voces astu­
rianas ocupan un lugar que merece destacarse.
La vocación lexicográfica de Terreros, a quien debemos uno de los dos
grandes diccionarios españoles del siglo XVIII3, había nacido con su expe­
riencia como traductor del Espectáculo de la Naturaleza4, proyecto en el que
1 Gaspar Casal registró algunos asturianismos (abedu l, arador, arfueyu, bígaru , cierzu , corrim ientu, p a p a s, teya , x istra) en su H istoria N atural y M édica d el P rin cipado de A stu rias, Madrid, 1762
(O viedo, Diputación Provincial, 1959). G onzález de Posada, etim ologista y corresponsal de
Jovellanos, publicó un D iccion ario de algunas voces d el d ia lecto astu riano (1788) y o tro s p a p e ­
les, (U niversidad de O viedo, Biblioteca de F ilología Asturiana), en el que acoge una serie de acer­
tadas propuestas etim ológicas para sus asturianismos (en apu rrir, apuñar, a ta rrecer, can ciella,
fe so r ia , iguar, lla drales, llosa, oricio, percebes, p iesllo , traenta, trech orio, vesperteyu , am oriar,
bruna, m oíl, vaño, arm entío, b u tie llo ...). De ambos ha tratado García Arias (1995), quien advier­
te sobre la ausencia de «un trabajo de conjunto que muestre la importancia que para nuestros ilus­
trados del sig lo XVIII tiene la lengua de Asturias».
2 Sobre Jovellanos y los orígenes de la dialectología asturiana, vid. D el R ío (1943) y también
Sánchez (1985).
3 Esteban de Terreros y Pando, D iccion ario castellan o con las voces de cien cias y a rtes y sus
co rresp o n d ien tes en las tres lenguas fran cesa, latina e italiana, Madrid, Viuda de Ibarra y Benito
Cano, 4 vols., 1786-1793 (Madrid, Arco, 1987, ed. facsim ilar de la primera; en adelante, utiliza­
rem os la sigla D C para citarlo — las otras abreviaturas em pleadas se encuentran en la bibliografía
final, ordenadas alfabéticam ente— ). Es, com o se sabe, obra publicada postum am ente, que
Terreros ya había concluido cuando, en 1767, tuvo lugar la expulsión de España de los jesuítas.
4 N oel Pluche, E spectácu lo de la N atu raleza o C on versaciones a cerca de las p a rticu la rid a d es d e la
h isto ria natural, que han p a re c id o m ás a p ro p ó sito p a ra exercitar una cu rio sid a d útil, y fo rm a r
la razón a los Jóven es L ectores. E scrito en el Idiom a Francés p o r el A b a d M. [sic] Pluche, y tra ­
du cid o a l C astellan o p o r el P. E stevan de T erreros y Pando, M aestro de M ath em aticas en el R eal
84
ISA BEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
comenzó a trabajar en 17485, y que contiene las semillas de su monumental
Diccionario Castellano, tal y como declara el autor en el prólogo de esta obra
(DC, I: XI), donde dice que su «primera determinación» para acometer una
empresa tan ardua, «fué, habiendo traducido el Espectáculo de la Naturaleza,
formar una especie de índice o vocabulario de las voces que busqué con sumo
cuidado en las artes y en la naturaleza para este efecto, porque teniendo allí uno
como tesoro de voces, no se quedasen como sepultadas en sola aquella obra».
La versión al español de la obra del abate Pluche puso a Terreros en con­
tacto con las problemáticas relaciones léxicas onomasiológicas inter e intralingüísticas. Así, cuando Pluche observa que «el [fruto] que se llama en París
la reyna Claudia, se llama en Tours el Albaricoque verde, en Rúan el verdebueno, en Virri la Ciruela delphina», Terreros añade en nota: «En España hay
este mismo abuso, variando los nombres de frutas, y aun de otras muchas
cosas, en casi todas sus Provincias; y lo que es peor, los Diccionarios, y
Autores incurren en lo mismo» (Espectáculo, III: 149).
La necesidad de clarificar conceptos y denominaciones obligó a Terreros
a deslindar la información dialectal, y le permitió también ver en el interior
de tal aparente confusión la razón de ser de la riqueza idiomàtica, cuyo testi­
monio es uno de sus intereses, ya en el Espectáculo. Nuestro autor ilustró su
traducción con 1.500 «notas eruditísimas en que aclara, aumenta y corrige los
defectos, y aun tal vez los excesos de esta», dice su editor, Miguel de Manuel
(DC, IV: VIII). Pero la función de estas notas es, en buena parte, de naturale­
za lingüística: el propio Terreros advierte que «El motivo de haberlas puesto
ha sido, o aclarar la materia de que se trata, o añadir alguna noticia condu­
cente para la mayor utilidad de esta Obra, o extensión, e inteligencia de nues­
tro Idioma; [...]» (Espectáculo, I, s.p., «Prólogo del traductor»). Abundan las
observaciones que sólo añaden datos dialectales, innecesarios para la com­
prensión cabal del texto: como, por ejemplo, cuando en él Pluche escribe
Sem inario d e N obles de la C om pañía de Jesús de esta Corte. D edicado a la R eyna Nuestra Señora
Doña María Bárbara. En Madrid: En la O ficina de Joachin Ibarra, 1753-1755; en adelante,
E spectácu lo. Citarem os por la 2a edición de la obra (1757-1758), que es la del ejem plar más com ­
pleto — le falta el tom o X IV — de los dos que pueden consultarse en la biblioteca del Sem inario
D iocesan o de Vitoria. Una valoración de la importancia científica de esta traducción de Pluche, en
paralelo con la traducción de la obra del conde de Buffon, que años después em prende José Clavijo
y Fajardo, se encuentra en G óm ez de Enterría, 1998: 278-279; vid. asim ism o F. Sánchez Blanco,
1999: 202-206.
5 A sí consta en carta fechada el 7 de febrero de ese año (D C , IV: VIII). C onocem os datos funda­
m entales de la vida del jesuita, de su formación e incluso de sus m étodos de trabajo, gracias al pró­
logo del D C , a la lectura del m ism o diccionario, y a la biografía trazada por uno de los editores de
su obra en el últim o tom o, M iguel D e Manuel (vid. Á lvarez de Miranda, 1992: 562), quien la ela­
boró con las noticias sobre su vida y escritos que le proporcionó «el Abate D on M anuel de
Calahorra, residente en Forli, uno de sus más íntim os am igos», aumentadas con docum entos e x is­
tentes en la B iblioteca Real (D C , IV: IV).
LÉ X IC O A ST U R IA N O EN LA OBRA DE TER R ERO S Y PA N D O
85
«...comer en su amable compañía la bellota»; a lo que Terreros apostilla:
«Landes llaman a las bellotas en las Montañas» (Espectáculo, IX: 77). Todas
estas notas, algunas muy complejas, se transformaron en artículos del diccio­
nario, como se ha de ver cuando se expongan los textos sobre asturianismos.
Fray Martín Sarmiento, quien ha merecido «más que ningún otro el títu­
lo de precursor de la dialectología peninsular», según Á. del Río (1943: 212)6,
debió constituir modelo y estímulo para Terreros. Sarmiento conocía de pri­
mera mano el léxico asturiano, pues había vivido en Asturias algunos meses:
«Del léxico asturiano nos ha guardado una buena colección de voces de las cua­
les hoy no tenemos noticia. Donde había algo que observar, en donde había alguna
curiosidad, allí estaba él, el primero. Él sabe de los vaqueiros de alzada, a él no se le
escapa ni una palabra que sea curiosa; cualquier hierbecilla, cualquier animalejo, le
interesa; ya sus costumbres, ya su nombre, ya las leyendas que haya sobre él. Todo
lo pregunta» (Pensado, 1960: 22)7.
Sarmiento es citado expresamente en algunos artículos del DC, como
camarina, largo texto lleno de noticias históricas, geográficas y lingüísticas
que concluye así:
«[...] en Bayona le conservan el nombre de camariñas con solo la diferencia de
llamarse asi a las fruticas, y camariñal, y camariñeira al arbusto. El Latín Ros marinus no le será impropio, por parecerse mucho al romero la planta, la cual tengo en mi
poder, y la debo, como también la noticia, a mi favorecedor el eruditísimo P. Fr.
Martín Sarmiento, Benedictino» (DC, I: 353)8.
6 Vid. el trabajo fundamental de J. L. Pensado — editor y m áxim o especialista en la obra de Fray
Martín— , especialm ente, 1960: 28-30, donde se halla el relato de la trayectoria investigadora e
intelectual del fraile, sus viajes a G alicia (com enzados en 1755) y sus proyectos lingüísticos con
los que, sin duda, hay que relacionar el de Terreros.
7 Las palabras asturianas citadas por Sarmiento y estudiadas por Pensado (1978) son abedu l, alforxones, bastra n ca , bígaru , bodon es, hurón, caram iello, catach o, codoxo, lloria, m acona, m angre,
o cle, p ica to sta , sa llo , sistra.
8 Y s.v. carquexa (D C , I, 366) señala: « [ ...] Galicia abunda de esta planta, y allí con especialidad
conserva el sonido de la x com o es: otros dicen Carqueixa con el m ism o: en Castilla suelen darle
el gutural de j , y escribir C arqueja: en León le llaman C arqu ésia. El Rmo. P.M . Fr. M artín
Sarm iento, M onje Benedictino, bien conocido por su singular erudición, ha extendido el nombre,
y b eneficencia de esta planta, com unicándola sabia y jenerosam ente a m uchos» Sarm iento publi­
có una D iserta ció n so b re las E ficaces Virtudes y Uso de la P lanta llam ada Carquesa, con ocida
en G a licia con el N om bre de C arqueixa (Pensado, 1972: 13 y 14). Terreros cita a Sarm iento tam­
bién en el «Prólogo» de su diccionario {D C , I: X IX ), relacionando sus obras con las de Feijoo,
M ayans y Flórez, com o representantes de prácticas ortográficas novedosas y racionales, asunto del
interés de nuestro autor, al que consagra algunas páginas (D C , I: X IX -X X X III). Ya en el
E spectá cu lo (V: 229), en nota a propósito del p e z torpedo: «V ease el S.R .P.M . Fr. Martín
Sarm iento, t.I D em ostr. del Theat. Crit. Ap. D isc. XXII».
86
ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQUIZA
La posible dependencia con respecto a Sarmiento se ve en otras voces y
acepciones, y se indicará cuando corresponda (vid. infra). Pero la información
asturiana de Terreros hubo de tener otras fuentes: se cita en el Espectáculo (II:
229-230) a don Francisco Fernández de Soelmonte, «persona de erudición tan
singular, como útil»9, que constituyó uno de sus contactos con Asturias, aun­
que no podamos saber si fue informante lingüístico él mismo.
Como bien se sabe, el Diccionario de Autoridades (1726-1739) había
puesto sobre los dialectalismos10 una decidida atención, muy novedosa con
respecto a los otros diccionarios académicos europeos. El florentino y el fran­
cés identificaron más estrictamente lengua materna y lengua literaria11, en
tanto que la Española dictaminaba que «las voces provinciales se pondrán
aunque sea sin autoridad siendo común y corriente su uso en la provincia»
(vid. Alvar Ezquerra, 1993a). Hay en Autoridades un total de 55 voces / acep­
ciones asturianas12, de las que Terreros incluye en el D C las siguientes: alza­
da (2a ac.), arándano, halagar, boquera (s.v. boquerón), cachopo, caramiello, calderón (3a ac.), castañedo, firm a (2a ac.), fisga (2a ac.), foya, nadal y
penedo. El resto, o bien no se encuentra en el DC (por ejemplo, la 3a ac. de
alindar en Autoridades, es asturiana y no está en Terreros), o está presente en
Terreros sin localizar:
«ARGOMA, arbusto pequeño; sumamente espinoso, y sin cultura alguna, mui
común en los montes, y que echa una multitud de flores amarillas: este arbusto se roza
9 Se encuentra en una nota a la voz maná'. « ... yo tengo en mi poder un pedazo de panal de esta
m iel, con que m e favoreció Don Francisco Fernández de S oelm onte, persona de erudición tan
singular, com o útil, que le hizo traher de Asturias: su color tira a dorado, y su sabor es el más
agradable".
10 Vid. Alvar Ezquerra, 1993a: 179-80. Sobre los regionalism os en los diccionarios del español, a
lo largo de su historia, vid., además, Alvar Ezquerra, 1993b: 226-228, 1996 y 1997. D eben leer­
se asim ism o los estudios específicos de Alvar López (1995) sobre Nebrija, Lope Blanch (1990)
y Eberenz (1 992) sobre Covarrubias, o S eco (1988) sobre el léxico hispanoam ericano.
11 Vid. Salvador Rosa, 1985: 103 y G ili Gaya, 1963: 14. En palabras de L. F. Lara (1997: 73), refe­
ridas a los primeros diccionarios académ icos europeos, «las formas dialectales o, en general, la
variación lingüística, que siempre ha sido la realidad concreta de las lenguas, se ocultaron, se
negaron o se las venció con la im posición de una variante sobre las dem ás. Los diccionarios
m onolingües, por ello, las tomaron muy poco en cuenta y generalm ente para calificar su barbarismo o su grosería».
12 Según el recuento de Salvador Rosa (1985: 122), llevan la marca A stu rias en A u toridades las
siguientes voces: alb ed ro , alin dar, alm adía, apostal, aradu ra, árgom a, argom ón , arreb o lla rse,
a rren dar, arrojar, aven a, halagar, boqu era, brañas, cabu llero, cach opo, calderón , cañ ada,
ca ro zo , castañ edo, d errota, desyu n cir (s.v. desuncir), en sareyar, estadoñ o, /a r r o p e a (s.v. a rr o ­
p ea ), firm a , fisg a , fo y a , nantar, rebollo (s.v. arrebollarse), teto.
En A stu ria s y otros lu gares se localizan: ah ogador, aforar, albérch iga, alu gar, a provecer,
a rrien do, a rrin car, nébedo -da, borona, can, capiello, castro, cucas (s.v. encucar), en cucar, filio ,
g ram ar, hórreo, m elgach o (s.v. lija), orbayar, orbayo, pen edo, p o rta r, taca, tacas.
LÉX ICO A STU RIA N O EN LA OBRA DE TER RER O S Y PA N D O
87
para estiércol, mantillo, &c. Lat. Planta aculéis hirsuta, y otros Tilia', pero esto se
toma por el tillo, árbol, V. y Larr. en la voz otacusta.
ARGOMAL, lugar inculto y lleno de argomas. Lat. Locus plantis, aculéis hirsutis, plenus» (D C , I: 145).
«ARGOMA, s.f. Arbolillo, que genéricamente se llama Texo: tiene el tronco
gruesso, y las ramas cubiertas de espinas. Es voz usada en Asturias, donde se valen
de las puntas de esta planta quando están tiernas y verdes, las quales picadas y mez­
cladas con nabos y otras espécies sirven para pasto del ganado mayor. Lat Tilia, ae.»
{Autoridades, I: 387).
Terreros elimina la localización asturiana que Autoridades proporciona
de esta voz cantábrica, y nótese que, además, la utiliza en la definición de
magostar:
«MAGOSTAR, dicen en algunas partes de las montañas a lo que en otras partes
llaman m araguar, y es asar en el monte muchas castañas con argomos, o broza, de
modo que chasquean muchas por no estar mordidas, y el aire que encierran las revien­
ta dando un estallido [...]» (DC, II: 495).
Así, en el caso de árgoma, quizá Terreros suprime la restricción de
Autoridades porque sabe que la difusión del término es mayor, pues llega al
menos hasta Vizcaya, cuya habla románica occidental él conoce bien13.
Asturianismos en Terreros
El propósito de este trabajo es destacar el léxico asturiano que se halla en la
obra de Terreros, para lo cual extractaré los textos del DC y aquellas notas del
Espectáculo en las que se encuentre este vocabulario dialectal, más cuantioso que
el que ofrece Autoridades, e independiente además del diccionario académico14.
13 Según el D C E C H (s.v.), «el área del vocablo va desde V izcaya al Norte de Portugal» En Asturias,
á rgom a o á rgum a designa el «U lex europaeus» y la «G enista hispánica» (García Arias, 1977:
729); hay en esta región otras variantes fonéticas y semánticas, pues también puede designar el
'tojo' y 'toda clase de plantas bajás silvestres' (Neira-Piñeiro, 1989: 48). Las hablas montañesas
conocen árg o m a o árgum a com o nombre de diversas plantas silvestres, espinosas y de flor ama­
rilla, abundantes en los m ontes (Sánchez Llam osas, 1982: 43). La difusión de árgom a y deriva­
dos puede rastrearse también en la toponim ia de Galicia, León, Burgos, Á lava y occidente vizca­
íno (vid. Echevarría Isusquiza, 1999: 226-227).
14 He de advertir que Terreros no siempre respeta las localizaciones hechas por él m ism o en el
E spectá cu lo en los artículos correspondientes del D C , y se notará también que incluso en el texto
del D C hay numerosas inconsistencias. Por ejem plo, una voz o acepción asturiana puede apare­
cer en una entrada com o equivalente dialectal del lema, pero luego no tener entrada propia en el
D C (v.gr., sa rd o , que solo aparece s.v. bárago).
88
ISA BEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
1) alcohor 'alcohol'
« A l c o h o l , mineral parecido al antimonio, solo que es mas blando, y en lugar de
puntas tiene como unos pequeños brillantes. [...] En la Mancha le llaman Alcol, en
las Encartaciones de Vizcaya Alcahor, y en Asturias, y León, Alcohór» (DC, s.v., 2a
ac., I: 65)15.
2) alforjón
«En este Trigo hay suma variedad. [...] Con esta confusion, y variedad produ­
cen, aun los Diccionarios mas exactos, y completos; que los demas se quitan de este
inconveniente con el silencio. Por lo que mira á los muchos informes particulares, que
he tomado de personas proporcionadas, é inteligentes en materia de plantas, lo único
que he podido averiguar es, que en Asturias hay una planta con flores blancas, y las
demas señas dichas, á que llaman en algunas partes, á lo menos de aquella Provincia,
Fluxión, y en otras Alforjon. Los Jabalíes la apetecen mucho: por lo demás no se hace
el menor uso, ni de ella, ni de su simiente, ó grano» (Espectáculo, IV: 66, nota a trigo
sarraceno).
«ALFORJON, especie de grano, ó trigo, V.» (DC, I, 70)16.
3) almangre 'maná'
«España abunda de maná, principalmente en Andalucía, la Mancha, y Asturias,
y se halla en las jaras, y otros árboles: es suave, purgante, y parecido en el color al
azúcar. En Andalucía le llaman Maná. En el Viso, y de la parte de acá de Sierra
Morena, en que hay suma abundancia, le llaman Mangla. En Asturias Almangre. Y
en Canarias, donde también se halla, le dan el nombre de Mangria. Las Abejas sacan
del maná, con suma brevedad, una especie de miel, que en sentir de muchos es la más
esquisita: yo tengo en mi poder un pedazo de panal de esta miel, con que me favore­
ció Don Francisco Fernández de Soelmonte, persona de erudición tan singular, como
útil, que le hizo traher de Asturias: su color tira a dorado, y su sabor es el más agra­
dable» (Espectáculo, II: 229-230).
15 H oy se registran en las hablas asturianas las variantes alco l / a rc o l (N eira-Piñeiro, 1989: 35).
16 Pensado (1978: 173) muestra que Sarmiento cita la voz asturiana alforjon es /alforxon es en el
C a tá lo g o d e Voces y F rases de la Lengua G allega, s.v. tarrelos y ta rre lo : « T arrelos. N u eces de
tierra de una especie de alcaravea que así llamaron en el Ferrol. V éase en los Papeles C astellanos,
quixones, que es el p ie de gallin a y caucalis o muy parecida la palnta; y las nueces en asturiano
a lforjon es».
H oy sólo se registra alfurxon 'cierta planta de bulbo pequeño com o una avellana' en el occidente
asturiano (vid. Pensado, 1978: 174; Neira-Piñeiro, 1989: 36).
LÉ X ICO A STU RIA N O EN LA OBRA DE TE R R ERO S Y PA N D O
89
«MANÁ es un azúcar ó especie de miel natural que destilan en la Calabria las
hojas del fresno. [...] Esta especie de Maná, según muchos, solo la destila el fresno.
Como quiera, hai en España y otras partes semejante licor, que se quaja en los tillos,
álamos y otras plantas, aunque varían algo el nombre: en las faldas de la parte de acá
de Sierra Morena le llaman Manglcr, en Asturias, Almangre\ en Canarias Mangria\ y
en Andalucía le conservan el nombre de Maná; sea lo que fuere estos licores, el de
Calabria es cierto que purga la bilis en vez de que la miel la aumenta: en Méjico hai
un Maná que le comen como al queso. V. el Dicc. de Trev. el Esp. t.2.p. 299.» (DC,
s.v., 3a ac„ II: 506)17.
4) arbello 'guisante'
«GUISANTES, especie de legumbre. [...] En Castilla les dán también otros
nombres: en la Montaña les llaman arbejones', en Asturias arbellos\ en otros parajes
arbejos, altramuces, &c y en tierra de Segovia les llaman pitos: nombre que dán en
otras partes á los guisantes silvestres, V. Pitos» (DC, II, 252)18.
5) atrevidas 'alpargatas de cuero'
«ATREVIDAS, llaman en las cercanías de Oviedo á las alpargatas de cuero, á
que en otras partes llaman abarcas, y en otras zatas» (DC, I: 187).
6) bedul 'abedul'
«El Abedul, ó Bedul (en cuyo lugar traduce el Italiano el Brezo, planta muy dese­
mejante al Abedul) se llama en Latín Betulla, ó Betula, ó según algunos, Semyda. En
Galicia le llaman Bidueyro, ó Biduo, ó Bidulo: en Trento Bedolo, y en Francés
Bouleau: algunos equivocan con el Alamo blanco. Este Abedul es el palo nefritico,
antiguo Español, de cuyas virtudes escribe largamente Balduino. En mi poder tengo
17 M aná figura en A u toridades con la explicación primera, pero no trae este diccionario las otras
distinciones ni las formas dialectales. Sarmiento ofrece otra variante asturiana, m an gre: «C ójese
en Sierra M orena en los pies de las jaras (ms. jarras) y llaman m angla, de m an-hu o m an-há, y en
Asturias m angre. El mejor es el de fresno, y aún mejor el del orno o cornabu do gallego. [...]»
( C o n jetu ra s, s.v. m aná, apud Pensado, 1978: 188). Según Pensado ( íbidem ), la palabra aparece
citada también en los P ensam ientos C rítico B otánicos, escritos en 1754, donde d ice que la pala­
bra andaluza y asturiana llega a su conocim iento a través del botánico Cristóbal V élez. Puede
contrastarse, por tanto, con el informante y proveedor de Terreros, que com unica a nuestro autor
otra variante. H oy, alm an gri 'pan de polen que alimenta a las larvas de las abejas' en Sistiem a;
m angre 'sustancia apropiada para la fabricación de la miel' fue registrado por Rodríguez
Castellano en el bable de occidente (Neira-Piñeiro, 1989: 385, 514 y 234).
18 El bable oriental con oce arveyu y arveyo, el central, arveyu y arviyw, y el occidental, arveyu ,
arvech u (Teverga), arveyu s - arveju s (Neira-Piñeiro, 1989: 51, s.v. guisante).
90
ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
algo de la corteza de este Arbol: es aceitosa, y lisa, arde como una tea, y antiguamente
se escribia en ella» (Espectáculo, III: 9, nota a abedul).
«El Italiano traduce Ontano, en Latin Alnus; pero este es el alamo negro, distin­
tísimo del Abedul o Betulla. Veanse los Diccionarios de las Artes y las Ciencias, de
la Crusca, Nebrija, &c. El Alamo negro en Francés es Tremble, y su Latín Tremulus\
y de ningún modo Bouleau, cuyo Latin es Betula, ó Betulla, que es el que aqui se tra­
duce. Es verdad, que en este árbol hay suma confusion en los Diccionarios, y que dán
motivo á la equivocación, la qual corrige despues de algún modo la traducción
Italiana, fol. 191, llamando Betula al mismo árbol» (Espectáculo, IV: 234, nota a
Abedules, ó Betúllas»).
«ABEDUL, Fr. Bouleau. Lat. Bétula, ó Betulla, en Galicia Bidueiro, y también
se le dá el nombre de Semida. [...]» (DC, I: 3).
«BEDÚL, en Asturias lo mismo que abedul, V.» (DC, I: 235)19.
7) beza 'alberja'
«BEZA, llaman en Asturias á la alberja, V.» (DC, I: 243).
8) blancal 'clase de trigo'
«En Asturias, y León Blancal. [...]» (Espectáculo, IV: 93, nota a «el [trigo]
Candeal»).
«CANDEAL, ó Candiál, especie de trigo, que hace el pan mui blanco. [...] En
Asturias, y León le llaman Blancál. Espect. t. 4. Al pan que se saca de este trigo, se
le da el mismo nombre, V. Pan» (DC, I: 334).
19 Según Pensado (1978: 168-173), la historia y difusión de la palabra a bedu l «está muy ligada a
Sarmiento»: consagró al árbol y a su nombre un trabajo en cuatro pliegos que titula S obre la
Betula o B idueiro, fechado el 4 de agosto de 1759, pero desde m ucho antes se preocupó de la
palabra y a ella dedica un apartado en sus P ensam ientos C rítico-B otánicos, que redactaba por
abril de 1754, núms. 200 a 225 (Pensado, íbidem ). Sarmiento enumera los nombres gallegos que
co n o ce para la betu la clásica (bidu eyro, bidulo, biduo, bido, bidro, bedul, abedu lo y bed o lo ) y
señala su área geográfica; la de abedu l comprendería Asturias y León. Tam bién tiene referencias
de su em pleo en las montañas de Soria, así com o la solución catalana b ed o llo (sic) y los parale­
los rom ánicos bouleau (francés) y bedollo (italiano). Adem ás halla citado en el L ibro de M on tería
del Rey Don A lon so el topónim o burgalés Canal de la Bedul: «En solo ese libro tropecé con esa
voz; y de poco acá la estam pó el Rvmo. Mtro. Terreros en su traducción del E spectácu lo de la
N atu raleza, a quien com uniqué yo la noticia de que al bouleau francés correspondía el castella­
no abedu l y el gallego bidu eyro» (apud Pensado, 1978: 171).
Con estas palabras queda claro que si el mérito de ofrecer por primera vez impresa la palabra a b e ­
dul, hoy corriente, corresponde a Terreros, su fuente es Sarmiento.
LÉ X ICO A STU RIA N O EN LA OBRA DE TERR ER O S Y PA N D O
91
9) bringa 'vara'
«BRINGA, llaman en Asturias á aquellos palos que en los cestos afirman las
costillas, corriendo horizontalmente, y enlazándolas unas con otras.
b r i n g a s , se llaman en las Montañas aquellas briznas fuertes, y magras de la
carne, V.» (DC, I: 274)20.
10) cadoces 'gobios'
«En Asturias llaman á los Gobios, Cadoces, ó Cadores: y también se llaman
Albures» (Espectáculo, V: 99).
«CADOCES, en Asturias, los peces llamados comunmente Gobios. Esp. t. 5.
También se les dá en otras partes el nombre de Cadóres, ib.» (DC, I: 304).
«GOBIO, pez blanco de rio. Fr. Goujón, gardón. Lat. Gobio, gárdio,góbius. It.
Laschia, ó chiozzo. También le llaman en Cast. albur, y cadoce. Las especies de
gobios son muchas; y también se halla en el mar: á uno mui pequeño le llaman en Lat.
frustum, y guía: y á otro, que se halla en Venecia, le llaman allí albero, ó mennola,
en Roma fravolino,los Franceses vandoise, y los Latinos jáculus, y piscis argentinus»
(DC, II: 223)21.
11) cainzo 'zarzo'
«CAINZO, en Asturias, lo mismo que barago, ó zarzo» (DC, I: 307).
12) cañada de agua 'cubo de agua'
«SELLA DE AGUA, en Galicia es lo mismo que cubo de agua, y en Asturias le
llaman Cañada de agua» (DC, III: 457)22.
13) chapuzo 'cierto pájaro'
«CHAPUZO, llaman en Asturias á un pajaro, que tiene el buche blanco, y en lo
20 Blinga y blim ba 'mimbre' en el occidente asturiano (Neira-Piñeiro, 1989: 235). Los vocabularios
m ontañeses recogen brin ga 'brizna de leña' (G onzález Cam puzano, 1920: 10; L ópez Vaque,
1988: 6 3 -6 4 ) y 'espina' (Penny, 1969: 337). Sobre el origen de esta voz y relación de paralelos
rom ánicos, vid. D C E C H (s.v. brenca).
21 Tanto g o b io com o a lbu r se encuentran en A u toridades (IV: y 56 y I: 173) — sin relacionar ambas
v o ces entre sí— , no así la forma asturiana.
22 En el bable occidental se registran cañaí/a'medida de vino equivalente a nueve cuartillos' y canada 'vasija para ordeñar' (Neira-Piñeiro, 1989: 419 y 82).
92
ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
demás es parecido al zamarúco, no solo en el color, y magnitud, sino con particularidád en el modo de hacer, y colocar el nido, y sacár los polluelos, V. Zamaruco»
(DC, I: 412).
14) cierno 'meollo de planta'
«En Asturias, y León le llaman Cierno al meollo, ó corazon de la planta»
(Espectáculo, II: 153)23.
15) esculancio 'lución, clase de culebra'
«ESCULANCIO, en Asturias, lo mismo que enanago. V.» (DC, II: 88)24.
16) fariña y Jarrapa 'torta de maíz'
«En Asturias les llaman en unas partes Fariñas, y en otras Farrapas»
(Espectáculo, IV: 97, nota a «boronas, polentas, toda especie de tortas, y puches»).
«FARIÑA, llaman en Asturias á la torta, ó polenta cocida al fuego, y entre ceni­
zas: comúnmente es de maíz. [...] También le llaman farrapa, y en la Montaña tortuja» (DC, II: 148)25.
\%) fluxión 'cierta planta y grano'
«Fluxión, nombre que dán en Asturias á una especie de planta, y al grano que
produce» (DC, s.v, 4a ac., II: 174)26.
19)fueyas 'hojas que envuelven la espiga del maíz'
«Concho le llaman en las Montañas a estas hojas, ó túnicas; y en Asturias
Fueyas» (Espectáculo, IV: 98).
23 El D C no localiza ciern o (y s.v. m eollo no figura ciern o): «CIERNO , en los arboles, ó madera, lo
m ism o que m eollo, V .» (D C , I: 428).
Ciernu en O viedo, y ciern o -u en el bable occidental, tienen el sentido «cerne, parte más dura y
sana de la madera de ciertos árboles, principalmente, que está envuelta por el ságam u » (NeiraPiñeiro, 1989: 95).
24 Se encuentra esta denom inación, con distintas variantes (escu lanciu , esglan cio, isgulanciu, esgulanciu, esgolanciu ), en el occidente asturiano (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 215, s.v. luico, lución).
En el oriente y centro se em plean otros nombres.
25 En el bable central se hallan ambas denominaciones: fa riñ es, fa rr a p e s 'harina de m aíz cocida con
agua'; en el oriental, ja r r o p a s (Neira-Piñeiro, 1989: 171).
26 Vid. supra, s.v. alforjón.
LÉ X ICO A ST U R IA N O EN LA OBRA DE TERR ER O S Y PA N D O
93
«CONCHO, llaman en las Montañas, y Costas de Cantabria á las hojas, ó túni­
cas a modo de conchas, que envuelven la espiga del maíz; en Asturias les llaman fueyas. [...]» (DC, I: 480-481)27.
20) ganzo 'brezo viejo'
«HUZ, plur. Huces, arbustos, que se hallan en Galicia, y Asturias a las orillas de
los ríos, lagunas, &c. y en lugares montuosos, son de cosa de 6 pies de altos, copu­
dos, de hoja parecida a la del tejo. Hai huces a que llaman blancales por tener la
madera blanca, y de ellos hacen cucharas, &c. como del boj; y otros a que llaman
mourales, que en el lenguaje de aquellas Provincias es lo mismo que negros: algunos
les llaman hurces. El mismo nombre de huz, plur. huces dan también al brezo, y al
lugar cubierto de brezos, llaman granda, y al brezo viejo ganzo, y ganzal, o ganzar al
lugar poblado de brezos viejos» (DC, II: 318)28.
21) granda 'lugar cubierto de brezos'
«HUZ, plur. Huces, arbustos, que se hallan en Galicia, y Asturias a las orillas de
los ríos, lagunas, &c. y en lugares montuosos, son de cosa de 6 pies de altos, copu­
dos, de hoja parecida a la del tejo. Hai huces a que llaman blancales por tener la
madera blanca, y de ellos hacen cucharas, &c. como del boj; y otros a que llaman
mourales, que en el lenguaje de aquellas Provincias es lo mismo que negros: algunos
les llaman hurces. El mismo nombre de huz, plur. huces dan también al brezo, y al
lugar cubierto de brezos, llaman granda, y al brezo viejo ganzo, y ganzal, o ganzar al
lugar poblado de brezos viejos» (DC, II: 318)29.
22) horrio 'hórreo'
«HORREO, especie de granero, V. f...] El horreo era un granero á modo de un
suelo de casa, colocado sobre cuatro colunas, ó pilastras para conservar el maíz, y el
trigo: todavía usan en Asturias, y en las Montañas estos graneros con nombre de
horrios, y se trata de ellos en el Codigo y Dijesto: son mui útiles, para preservar el
grano de ratones, y otros insectos.
27 Fueya en el bable central. Por ejem plo, en Lena se distingue/w^ya 'hoja de un árbol', de h oja 'hoja
de libro'. En el occidente asturiano se registra el derivadof u e y o / fu y a sco para designar «cada una
de las hojas que envuelven la mazorca del maíz» (Neira-Piñeiro, 1989: 194).
28 En Teverga, ga n zo y uz resultan, generalm ente, sinónim os para 'brezo' (Neira-Piñeiro, 1989: 69).
29 En el bable de occidente, gran da 'brezal medio quemado que se mantiene en pie después de incen­
diar el monte'; en Sistiem a, 'monte donde abunda el brezo' y también ganzo. Otras acepciones o cci­
dentales son 'ladera de una montaña por donde pasta el ganado' y 'terreno pedregoso y pobre, gene­
ralmente cubierto de monte bajo' (Neira-Piñeiro, 1989: 185; vid. D C E C H , s.v. gán dara).
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ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
HORRIO. V. Horreo» (DC, II: 309)30.
23) humero 'aliso', y aliso 'olmo' y 'cierta hierba o mata'
«ALISO, árbol grande, que da una baya mayor que la pimienta [...]. En Asturias,
y León le llaman huméro, por el mucho humo que causa su leña. También llaman
Aliso á cierta hierba, ó mata. Fr. Alisier. Lat. Alysum, i, lotus, ti, celtis, tis, V. Quer,
Flor. Esp. t. 2. Asimismo llaman Aliso al olmo, V. y Sejourn.» (DC, I: 74)31.
24) ibrar (el agua) 'torcer (el curso de un arroyo)'
«IBRAR el agua, en algunos Lugares de la Montaña, Asturias, &c. es lo mismo
que quebrarla; esto es, que empapado yá un terreno que se riega, se quiebra, ó tuerce
el arroyo por donde venía, y se hace correr inútilmente ácia otra parte. De aquí se saca
que echar el agua á ibre, es lo mismo que desperdiciarla; con que la voz ibre viene a
equivaler a desperdicio, quiebra o torcimiento» (DC, II: 319)32.
25) jillo 'pucelana, clase de arcilla'
«Cierta especie de barro, ó betún muy tenáz, y pegajosos. [...] En los Puertos de
Mar usan mucho de esta especie de betún, ó tierra, para fabricar los muelles. Y en
Asturias abunda en muchos parages muy amados de los helechos, si bien no arraygan
en ella, (pues no presta jugo á las plantas) sino en una capa de tierra buena, que tiene
casi siempre encima de sí. En todo aquel terreno de Asturias la dán el nombre de
Gillo; y es por lo común, colorado, ó blanquizco» ( Espectáculo, III: 130, nota a [tie­
rra] de pucelana»).
«PUCELANA, cierta especie de barro que participa de betún mui tenaz, y pega­
joso. [...] En los puertos de mar se usa mucho de esta especie de arcilla, que es
sumamente tenaz, y sirve para fabricar los muelles. En tierra de Asturias le llama
Jillo, y es por lo común colorado, y blanquizco. Esp, tom. 3.» (DC, III: 237-238).
30 Nebrija recogía «orrio en las montañas: horreum», según lo cual parece voz regional del norte y
noroeste, com o indica A u toridades, IV: 180 (vid. D CE CH , s.v. hórreo ). L os bables conocen las
variantes horriu, horrio, horro, hurro, etc. (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 196).
31 H um ero 'aliso', con las variantes fonéticas homeru, humiru y hum eiro, se encuentra en el bable
de occidente, donde se registra asim ism o alisu 'olmo' (Neira-Piñeiro, 1989: 197 y 36).
32 Carecem os de testim onios asturianos actuales de este verbo, que sí se halla en el vocabulario
montañés de Saiz Barrio (1991), según el cual, las hablas de esta región conocen ib ra r 'quebrar,
torcer', e ibru 'quiebra, torcedura'.
L ÉX ICO A ST U R IA N O EN LA OBRA DE TE R R ER O S Y PAN D O
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26) junta-conjunta 'cierta planta'
« J u n t a - c o n j u n t a , llaman en Asturias á una planta, que sube como una tercia,
y su zumo tiene la propiedad de pegar, como la cola mas fuerte, cualquiera cosa: de
modo, que dicen de ella, que echada en la olla de carne hecha pedazos, y añadida la
hierba, sale la carne entera; causa porque la han dado el nombre de junta-conjunta»
(DC, s.v. junta, II: 400).
27) llondra o londra 'nutria'
«O Nutra, ó Nutria, y en Asturias Llondra, ó Londra. (Espectáculo, V: 246, nota
a «lodras»).
« n u t r i a , animal anfibio que vive de los peces. [...] También la llaman en Cast.
Nutra, y Lodra, y en Asturias Londra, y Llondra, Esp. t. 12.» (DC, II: 682)33.
28) lleira y lleirón
«LLEIRA, llaman en Asturias á un pedregal de piedra menuda.
LLEIRON, llaman en Asturias á un pedregal de piedra suelta, ó que no se le
halla cabo, V. Arrecife» (DC, II: 468)34.
29) mantequera 'clase de pera'
«En Asturias, y León le llaman Mantequera» (Espectáculo, I: 131, nota a «[peraj
Mantecosa»).
«MANTECOSA, especie de pera mui suave. Fr. Beurre. It. Zuccherina. Esp. t.
I. También se llama en Asturias y León Mantequera, t. 3, p. 161.» (DC, II: 520)35.
30) martiniega 'clase de ciruela'
«En Asturias las llaman Martyniega; y los Hortelanos Franceses, que lo han sido
33 Terreros reúne asim ism o otras formas, aunque no las localiza: « l o d r a . V. Nutra. Fr. loutre. Lat.
Lutra. It. L o n tra » (D C , II: 472); « L l o n d r a , l o d r a , l o n d r a . V. Nutra» (D C , II: 469). Los bables
em plean diversas denom inaciones: llondria, llondru, llon tria, llón triga, lo n d ra , con otras varian­
tes fonéticas (Neira-Piñeiro, 1989: 250). Todas representan otras tantas adaptaciones de la voz
griega al latín provincial: n u n t r a > lu n tr a o l u n d r a , según el D C E C H (s.v. n u tria).
34 Los derivados del latín gle r a tienen cierta vitalidad en los bables, donde hallam os la habitual
diversidad fonética y también m orfológica (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 217). El vocalism o de las
formas registradas por Terreros las muestra com o occidentales.
35 Corresponde a m an teigu eras «[peras] amarillas, anchas por su base, de pulpa suave, casi pasto­
sa» (N eira-Piñeiro, 1989: 268).
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en Francia, y há muchos años que lo son en España, les llaman D am asco [...]»
(Espectáculo, IV: 6, nota a «ciruelas amarillas, ó de Cataluña, ó de dama»).
«CIRUÉLA, fruta conocida, con su hueso, y cubierta de carne. Fr. Prune [...] Hai
ciruelas de innumerables especies, amacénas, de Reina, de Fraile ú oblonga, ciruela
de Monja, verdales, de flo r, m irableas de perla, y gordas, cascabelillos, ciruela albaricoque, de Santa Catalina, Imperiál, del Paraíso, Em peratriz, ó endrina violada,
endrina Italiana, endrina real, la pintada, la Reina Claudia, las bruñólas, las gordas
de Provenza, las de Tours, ciruelas de dama, ó de Cataluña, que son las que en
Asturias llaman m artiniegas, y los Jardinéros Franceses, que están en España, dam as­
cos, de dam a m oscateél, de dama roja, [...]» (DC, I: 437)36.
31) mayal 'instrumento para desgranar trigo'
« m a y a l , llaman en Asturias á un instrumento compuesto de dos palos largos
desiguales unidos con una correa, de modo que el uno da vuelta sobre el otro para
desgranar el trigo, centeno, &c. dando el golpe para hacer saltar el grano, y haciendo
veces de trillo» (DC, s.v., 2a ac., II: 547)37.
32) morueca 'montón de piedras'
«MORUECA, llaman en Asturias á un montón de piedras sueltas. Lat. Acervus.
V. Monton» (DC, II: 623)38.
33) narbasso 'caña del maíz'
«A la caña, ó pié del Maíz llaman en Asturias Narbasso» (Espectáculo, IV: 98).
«NARBASSO, llaman en Asturias á la caña del maiz. Fr. Tige. Esp. t. 4.» (DC,
II: 647)39.
36 M artin iega 'variedad de castaña tardía' se registra en Sobrescobio (Neira-Piñeiro, 1989: 90).
37 Esta acepción aparece en el D RAE (s.v., 2a ac.) sin marca dialectal. En bable se registran otras
formas, com o m achi, en Sistiem a, o m anar, también en el occidente asturiano (Neira-Piñeiro,
1989: 229). El gallego m allo 'instrumento para majan el m aíz, etc.', lo docum enta Sarm iento por
vez primera (D C E C H , s.v. m ajar).
38 M uruecas 'montón de piedras' se encuentra asim ism o en el occidente vizcaíno y en Ayala, Alava
(vid. Echevarría Isusquiza, 1999: 54), y corresponde a las formas bables m erueca y m urueca
'cim ientos de un edificio', 'ruina', y m uruecu 'montón de piedras, sobre todo el formado en las fin ­
cas cuando se despiedran' (Cano G onzález, 1982: 334 y 349; Neira-Piñeiro, 1989: 244 y 524).
39 Se registra en Asturias, con algunas variantes fonéticas narvasu / ñarvasu / nervasu, etc. y sem án­
ticas, aunque el sentido básico parece el citado: 'caña del m aíz em pleada para forraje' (NeiraPiñeiro, 1989: 246). El D C E C H (s.v. cándido, en nota) propone la etim ología h (i)erbasu . Es tam­
bién v o z m ontañesa, com o el propio D RA E indica (y vid. Saiz Barrio, 1991: 180 y L ópez Vaque,
1988: 217).
L É X IC O A ST U R IA N O EN LA O BRA DE TER RER O S Y PA N D O
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34) pedresa 'variedad de cereza gorda y dura'
«PEDRESAS, llaman en Asturias á las cerezas gordas y duras á que en Castilla
llaman de costal, y toman el nombre de pedra que es el que dan allí á la piedra, por
razón de su dureza, y el nombre costal le toman porque se transportan sin daño algu­
no en costales» (D C , III: 76)40.
35) pera de dona
« D o n a , ó p e r a d e d o n a , en Asturias llaman asi á una pera excelente de carne
mui blanca, que se coje á principios de Septiembre» (DC, s.v. dona, 2a ac., I: 700).
36-39) pera de señora, pera de doncella, boca húmeda penachera y verdinal
«PERA, fruta conocida. [...] Hai peras de multitud de especies, de la
Magdalena, de San Juan, de San Miguel, moscateles, doradas, cermeñas [...] &c. Esp.
tom. 4.C.I. Algunas de estas especies no han venido á España, y muchas de las que
han venido conservan el nombre extranjero. De todos estos que damos aquí han infor­
mado los jardineros de España: A la Cuisa-M adama llaman en Asturias de Señora; á
la vinosa, pera de doncella', á la petitoin, peruyo; y á la de cam panilla le llaman boca
húmeda penachera; y á la Bergam ota, verdiñal » (DC, III: 93).
40) percebes 'cierto pescado o marisco'
« G u s a n o m a r i n o . Fr. Am as de tuyaux, ou on loge de vers m arins : en el Océano
llaman asi á una especie de marisco compuesto de cañutos duros, que encierran cier­
tos gusanos marinos, y tienen una como tapita, á modo de uña pequeña, [...]. En
Portugal, y Galicia les llaman longueirons, y algunos les dán el nombre de percebes,
ó porcebes', y aunque en varias partes de Asturias se halla también el nombre de p e r ­
cebes, se entiende por otro pescado, V. (DC, s.v. gusano, II: 253)41.
41) peruyo 'especie de pera pequeña'
«PERUYO, nombre que dan en Asturias á una especie de pera. Fr. Petit-oin»
(DC, III: 1l l) 42.
40 En Cabranes, p e d re sa 'variedad de cereza agostiega muy dura'; y 'variedad de cerezas pequeñas
y tardías', en el occidente (Neira-Piñeiro, 1989: 534 y 94).
41 Neira-Piñeiro (1989: 269) registran la variante p erceb e con el sentido del castellano.
42 Frente al fem enino peru ya 'pera pequeña silvestre', 'de mala calidad', más difundido en los bables,
el m asculino p eru y o registrado por Terreros, se da en el occidente de Asturias: p ru yo / p eru y o
'pera silvestre' (N eira-Piñeiro, 1989: 268).
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ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
42) petar 'golpear'
«PETAR, en Asturias es lo mismo que dar un golpe» (DC, III: 117)43.
43) pisllado 'cerrado'
«PISLLADO, en Asturias, lo mismo que cerrado ; y así para decir que una puer­
ta está cerrada, dicen que está pisllada. Lat. Clausum. V. Cerrado» (DC, III: 147).
44) pivotantes 'nabos o raíces madre'
«PIVOTANTES, llaman en Asturias, y León á los nabos, ó raices madres, que
bajan perpendiculares en los árboles. V. Nabos» (DC, III: 149).
45) raigana o raigaña 'peña arraigada en la tierra'
«A estas piedras grandes llaman Penedo en Asturias, y á las que están arraygadas, ó asidas á la tierra, llaman Raigañas.» (Espectáculo , VI: 165, nota a «peñasm\44
COS )
.
«RAIGANA, llaman en Asturias á la peña que está como arraigada en la tierra.
Lat. Saxum térra fixum. Esp. t.6. p. 165.» (DC, III: 274).
46) ratina 'ratón de río' y 'almizcle de ratón de río'
«RATINA, llaman en Asturias á unos ratones que se crian en las aguas frescas,
ó arroyuelos de los montes, viviendo en ellos tan naturalmente como las ranas en los
charcos, y saliendo también del agua como ellas, y que en nada se diferencian de los
ratones comunes, sino en esta propiedad, y en que su pelo, pellejo, y excremento son
un verdadero almizcle. Lat. Mus aquaticus odoratus. También le llaman alm izclero.
r a t i n a , el almizcle de la ratina. Lat. Muscus» (DC, III: 287).
47) regoldano
«REGOLDANO, llaman los Botánicos, ó Arbolistas de Asturias al chupón ó
43 Una de las acepciones de este verbo en el occidente asturiano es 'golpear a la puerta’ (NeiraPiñeiro, 1989: 271).
44 R aigañ o 'relativo a la raíz' o 'arrancado de raíz', referido, en general, a las plantas leñosas y árbo­
les (N eira-Piñeiro, 1989: 549).
LÉX ICO A ST U R IA N O EN LA OBRA DE TER R ERO S Y PA N D O
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arbolito silvestre. También se llama Regoldano el castaño que lleva las castañas
regoldanas. V. Castaño» (D C , III: 322)45.
48) reo 'trucha muy grande' y 'salmón que ha desovado'
«Salmonetes se llaman los salmones medianos. Quando todavia no han entrado
en el Mar, y son mas pequeños, se llaman Esguines; y á las Truchas salmonadas se
les dá el nombre de Reos» (Espectáculo , V: 105).
« R e o , llaman á la trucha asalmonada. [...] En Asturias les llaman Reos á las tru­
chas mui grandes; y también les llaman Reos á los salmones que desovaron y vuel­
ven al mar, habiendo perdido mucho del gusto de su carne, y se dejan llevar del agua
con la cola adelante» (DC, s.v., 4a ac., III: 344)46.
49) roza 'monte bajo'
«ROZA, ROZADERO, ROZADOR, lo mismo que sallo, o escardillo. Véase.
[•••]
ROZA, llaman en Asturias a aquellos arbolitos arbustos o matas, que se cortan
de tiempo en tiempo. También les llaman rozo y matas. En otras partes les llaman
roza sólo cuando están cortadas. Lat. Runcatum.
ROZO. V. Roza» (D C , III: 399-400)47.
50) saltón 'gusano pequeño de algunos alimentos'
«Estos Gusanitos, que son los mas pequeños que se crian en el queso, en las
habas, ó en la fruta, se llaman Mittes en el Idioma Latino, y esto mismo en el Francés,
con que conservo aqui el mismo nombre, si bien en algunas Provincias de España los
llaman Saltones, como en Asturias, y aun aqui en la Corte» (Espectáculo, I: 18, nota
a «el más pequeño Gusano, el mas delicado M itte»)4S.
45 Terreros había utilizado regoldano en el texto de la traducción del E spectácu lo (III: 192), con la
acepción que en el D C dará com o asturiana: «Los M anzanos se ingieren: lo primero, sobre el
plantón, ó árbol silvestre, que proviene de chupones, ó hijuelos, que brotan al pie del árbol, ó
salen de la pepita. Lo segundo, sobre una especie de plantón, á que llaman chupón fem enino, ó
salvage regoldano [ ...] » A u toridades (V: 549) solo trae regoldana 'castaña silvestre'.
46 A u to rid a d es ( s.v., 4 a ac., V: 576) registra la Ia ac., no la asturiana.
47 Las hablas asturianas conocen aún las acepciones señaladas por Terreros: roza, rozu o 'monte
bajo' y 'terreno abundante en rozu' (Neira-Piñeiro, 1989: 313).
48 El D C (III: 4 2 9 ) no localiza saltón y s.v. cresas (3a ac., I: 547) localiza saltón sólo en Madrid.
10 0
ISABEL ECH EV A RRÍA ISUSQ UIZA
51) sardo 'zarzo'
«BARAGO, llaman en las Costas de Cantabria a un zarzo, que ponen encima del
fogón para curar las castañas y dejarlas de este modo común, que le da en Castilla el
nombre de pilongas. En Asturias llaman a este bárago sa rd o » (D C , I: 216)49.
52) trucha marina 'trucha dorada'
«TRUCHA, pez de agua dulce, y de varias magnitudes, tiene unas pintas como
estrellas encarnadas por todo el cuerpo. [...] También hai truchas de color de plata
perfecta, y de color de oro, á las cuales llaman en Asturias truchas marinas. V. Baila»
(DC, III: 720)50.
53) trullón, nasa y manga (tipos de nasa)
«Quando la Nasa se hace de mimbres, se llama en Asturias Trullón; y quando se
hace de costillas de palo tostado de Abellano, Roble, &c. se llama Nasa: su boca es
algo aplastada, y tal vez redonda; en medio forma una cintura delgada; luego se buelve á ensanchar, y despues á disminuir. Si estas redes son de hilo, las llaman (en el
mismo Principado) Mangas» (Espectáculo , V: 103, nota a «las Nasas, que se han
puesto alrededor del Molino, ó el Trasmallo, ó Mangas, que están á la entrada del rio
mas pequeño»),
«TRULLON, llaman en Asturias á un medio butrón, ó medio cono que usan en
los cañares para pescar, y viene á ser una especie de nasa» (DC, III: 721)51.
54) uz 'brezo'
«HUZ, plur. Huces, arbustos, que se hallan en Galicia, y Asturias á las orillas de
los ríos, lagunas, &c. y en lugares montuosos, son de cosa de 6 pies de altos, copu­
dos, de hoja parecida á la del tejo. Hai huces a que llaman blancales por tener la
madera blanca, y de ellos hacen cucharas, &c. como del boj; y otros á que llaman
m ourales, que en el lenguaje de aquellas Provincias es lo mismo que n egros : algunos
les llaman hurces. El mismo nombre de huz, plur. huces dan también al brezo, y al
49 Es asturianism o con ocid o, difundido en todas las comarcas del bable, con algunas variantes fon é­
ticas com o serdu o sordu (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 319).
50 Parece la hoy llamada, en el occidente de Asturias, trucha m ariega , «variedad de trucha grande,
de carne asalm onada, que vive alternativamente entre el río y el mar» (Neira-Piñeiro, 1989: 353).
51 En el bable occidental, trutsón 'nasa larga y estrecha utilizada para pescar truchas' (Neira-Piñeiro,
1989: 581).
LÉ X ICO A ST U RIA N O EN LA OBRA DE TER R ERO S Y PAN D O
101
lugar cubierto de brezos, llaman granda, y al brezo viejo ganzo, y ganzal, o ganzar
al lugar poblado de brezos viejos» (D C , II: 318)52.
55) zancado 'trucha grande' y 'salmón hembra'
ZANCADO, llaman en las Asturias á las truchas grandes; pero otros le dan con
mas propiedad este nombre al salmón, ó como algunos quieren, á la salmona que á su
tiempo no volvió al agua salada, sino que se quedó en agua dulce contra lo regular
que ejecutan; otros dicen que zancado, se llama el salmón viejo que por estregarse
contra las peñas, pierde la virtud y buen sabor. Fr. Insipide, fa d e. Lat. Salmo saxis
attritus, ideoque insulsus (DC, III: 843)53.
Otros asturianismos
Otras voces asturianas — cuya área de difusión puede ser mayor— se
encuentran en el DC, aunque carecen de esa localización: algunas veces se
hallan sin restricción alguna, otras, presentan una vaga indicación de su geo­
grafía restringida («en algunas partes», «en muchas partes», etc.); y pueden
aparecer, asimismo, con localización diferente (por ejemplo, «las Montañas»):
1) bardal 'zarzal, matorral'
«BARDAL, el seto, o balladar cubierto con bardas. [...] No obstante, en algunas
partes llaman en España bardal, plural bardales, al conjunto de muchas zarzas y espi­
nos, que no corona las paredes de una huerta como las bardas» (DC, I: 221).
La acepción marcada por Terreros se halla en el occidente de Vizcaya,
52 N o vienen en A u toridades, que sí trae urce (VI: 397), sin localizar la voz, ubicada por Terreros
en Galicia: «U RCE, lo m ism o que brezo. V. En Galicia especialm ente es nombre com ún el de
urce, tom ado de ulex, cis, Lat. que le dan m uchos con Plinio» (D C , III, 741; también s.v. brexo,
D C , I: 273).
El D C E C H (s.v .) confirm a que u rce es, en efecto, «palabra de los dialectos occid en tales», la cual
co n o ce una variante asturiana y gallega uz, em pleada también en el B ierzo, y aquí tom a a
Sarm iento com o fuente: «B ierzo uz (m ontés, a lb a r y n egral, Sarm. C aG . 1 4 3 v )...» La distinción
entre h uces m o u rales y b lan cales corresponde a a lb a res y n egrales en Sarm iento, pero, clara­
m ente, la inform ación de Terreros, en este caso, no procede del benedictino. Según NeiraPiñeiro (1989: 3 5 6 y 69, s.v. brezo) las formas asturianas uz, ucia y ucis son occidentales; en
Teverga se registran uz-ganzu, a veces sinónim os, aunque algunos hablantes distinguen ganzu
(m acho, flor blanca) y uz (hembra, flor azul). El vocalism o de m ou ral corresponde asim ism o al
bable de occidente.
53 Bable actual zancáu 'salmón hembra' (Neira-Piñeiro, 1989: 598). La última acepción, no asturia­
na, es la que figura en A u toridades (VI, 554).
102
ISA BEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
hablas montañesas y en Asturias, donde bardal / bardial también bardayu)
vale como 'zarzal', 'bosquizal'54.
2) calce 'canal del molino'
«CAZ, CAUCE, canál que se hace junto á molinos, haceñas, &c. [...]: en las
Montañas de Santander dicen calce» (DC, I: 387).
En Autoridades (II: 60) figura calce 'llanta de hierro' y, como término
náutico, 'palo en el árbol mayor', pero no en su acepción dialectal más corrien­
te, que trae Terreros como montañesa. El DRAE la localiza en Álava y en
Burgos, y el DCECH añade algunos datos asturianos y maragatos, además de
identificarla con el vasco vizcaíno kaltze. Si sumamos los testimonios, con­
firmamos que desde Álava y norte de Burgos, llega por el occidente de
Vizcaya a las hablas montañesas, en las que calci, calce o calcera tiene el sen­
tido citado en el DC (vid. Echevarría Isusquiza, 1999: 170). El asturiano
calce, calci 'cauce, caz' (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 76) prolonga esta área can­
tábrica.
3) calero 'calera', 'horno para calcinar'
«CALERA, horno en que se hace la cal, echando piedra caliza en él, y dándole
fuego por algún tiempo. Fr. [...] Esp. t. 9.
CALERO, en muchas partes de España, lo mismo que calera.
CALERO, el que cuida de la calera. [...]» (DC, I: 315).
«Calero dicen en muchas partes, y es aquel hoyo en que se cuece la cal, o se cal­
cinan las calizas» (Espectáculo, IV: 83, nota a «calera»).
Autoridades (II: 66) distingue claramente calera 'horno', de calero 'ope­
rario'. Según advierte Terreros, calero 'horno' es regional: puede hallarse
desde el occidente vizcaíno y hablas montañesas hasta Asturias (vid.
Echevarría Isusquiza, 1999: 395-397).
4) esguines 'salmonetes pequeños'
«Salmonetes se llaman los salmones medianos. Quando todavia no han entrado
en el Mar, y son mas pequeños, se llaman Esguines; y á las Truchas salmonadas se
les dá el nombre de Reos» (Espectáculo, V: 105, nota a «salmonetes»).
54 Vid. N eira-Piñeiro, 1989: 61 y Echevarría Isusquiza, 1999: 228.
L ÉX ICO A STU RIA N O EN LA OBRA DE TE R R ER O S Y PAN D O
103
« e s g u i n e s , ó esguinos, salmones, que no han salido aún del agua dulce, V.
Salmón. También llaman esguines á los peces de salmón, y trucha: su carne es entre
colorada, y blanca, y sabe á salmón, y trucha» (DC, II: 90).
El DCECH (s.v. esguín) indica que la primera documentación de esta voz
es Terreros (DC), y también señala que «parece ser voz asturiana» Se halla la
voz en el bable de Lena, sólo en la frase «venir como el esguín del río», es
decir, 'desnudo', 'pobre' (Neira-Piñeiro, 1989: 163).
5) mofo 'musgo'
«O musgo, ó mofo» (Espectáculo, II: 199, nota a «moho, que es una especie de
planta»).
«Mofo, dicen en algunas Provincias; es una hierba verdadera, que viene de su
semilla, y no del polvo, y la humedad, como han pensado algunos» (Espectáculo, III:
161, nota a «el Musgo o Moho que se cria al pie de los arboles»).
Los bables conocen mofo 'musgo' (también 'moho'), al menos en las áreas
central y occidental de la región (vid. Neira-Piñeiro, 1989: 237 y 244).
6) panoya 'mazorca de maíz'
«Panoja dicen en algunas partes, y Panoya en otras» (Espectáculo, IV: 97, nota
a «espiga, ó panocha»).
Es la forma astur-leonesa del castellano panoja (vid. DCECH, s.v. panoja)
7) espurrir 'estirar, extender'
«ESPURRIR, en León, y otras partes de España, lo mismo que estirar o exten­
der, V. Dícese de las piernas o cosa semejante.
ESPURRIDO, part. pas.» (DC, II: 105).
Se encuentra en Cantabria, Palencia, León y Asturias, según el DCECH
(s.v. apurrir).
Asimismo, deben extenderse a Asturias otras voces identificadas como
montañesismos por Terreros y que son también típicamente asturianas: por
ejemplo, escacho 'espina', esquilar 'trepar' (DC, s.v., 2a ac., II: 106), esquilo
'ardilla', magostar 'asar castañas' y magosta 'montón de castañas' (DC, II: 495)/^
ISABEL ECH EV A RRIA ISUSQ UIZA
104
Recapitulación
Terreros registra algunos asturianismos bien conocidos (bedul, arbello,
fueya, peruyo, sardo...), junto con formas y acepciones que hoy parecen
desusadas o que, por su corto alcance, han escapado a las descripciones del
léxico actual (caínzo, chapuzo, pisllado, jillo...); añade, asimismo, un testi­
monio histórico valioso a otras formas cuya documentación es rara (alforjón,
esguines).
A menudo la localización asturiana no es exclusiva: «en Galicia y
Asturias» (s.v. huz), «en Asturias y León» (s.vv. aliso, candeal o candial,
cierno, mantecosa), «en Asturias y en las Montañas» (s.vv. horreo, ibrar
-«algunos lugares de la Montaña, Asturias, & c»-). De este modo, Terreros se
muestra consciente de que la difusión de las palabras y acepciones así acota­
das es más amplia. Y, en sentido inverso, hallamos localizaciones menores
que fragmentan el espacio asturiano según la más corta vigencia de algunas
voces: «en las cercanías de Oviedo» (DC, s.v. atrevidas, I: 187); «en algunas
partes, á lo menos de aquella Provincia» (Espectáculo, IV: 66); «en varias
partes de Asturias» (DC, s.v. gusano marino, II: 253). Quizá la anotación de
la existencia de varias acepciones y denominaciones en la provincia es testi­
monio implícito de la diversidad interna de las hablas de la región, caso de
zancado 'trucha grande' y 'salmón hembra'. A este respecto, creo que en el
conjunto destacan las formas y acepciones occidentales: lo son alforjón, uz,
almangre, petar 'golpear', esculancio, granda, ganzo 'brezo'; es occidental el
vocalismo de moural (uces mourales) y lleira, y la nasal palatal de cañada (en
cañada de agua).
Terreros contempla el vocabulario asturiano en el conjunto de la dialec­
tología castellana, pues así se puede deducir de artículos como gobio 'pez
blanco de río', donde señala que «también le llaman en Cast. albur y cadoce»
(DC, II: 223): téngase en cuenta que cadoce 'gobio' lo localiza en Asturias.
Otros ejemplos son los siguientes:
«GUISANTES, especie de legumbre. [...] En Castilla les dán también otros
nombres: en la Montaña les llaman arbejones; en Asturias arbellos; en otros parajes
arbejos, altramuces, &c y en tierra de Segovia les llaman pitos: nombre que dán en
otras partes á los guisantes silvestres, [...]» (DC, II: 252).
« T r u c h a s o l i v a c e s , llaman á las que no llegan á tener una cuarta de largas f... ].
A la trucha asalmonada le llaman también en Cast. Reo. V.» (DC, s.v., 2a ac., III: 720)55.
55 Y s.v. reo aparece com o palabra asturiana (vid. supra).
LÉ X ICO A ST U R IA N O EN LA OBRA DE TERR ER O S Y PAN D O
105
Si esta concepción contraría nuestra apreciación actual de la especifici­
dad y autonomía del dialecto asturiano con respecto al de Castilla, pone de
relieve otro hecho no menos cierto, que es la comunidad evidente entre las
hablas centrales peninsulares. A los ojos de nuestro autor, Castilla es un
marco de referencia lo suficientemente amplio como para acoger conjunta­
mente las voces segovianas y las asturianas. Tal vez, el hecho de que Terreros
proceda de Las Encartaciones (Trucíos, occidente de Vizcaya), comarca cas­
tellana que prolonga la peculiaridad lingüística de las hablas montañesas56, le
hace ver en lo asturiano un eslabón más de la continuidad léxica que puede
en
rastrearse desde el castellano montañés hasta Galicia .
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56 Vid. Echevarría Isusquiza, 1998a y b, y 2000.
57 Sobre la articulación de las hablas asturianas, creo que deben leerse al m enos los trabajos de J.
Neira Martínez (1989) y J. Martínez Álvarez (1996).
106
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LOS SEÑORÍOS ASTURIANOS EN TIEMPO DE FELIPE II*
MARÍA ÁNGELES FAYA
Vamos a hablar de los señoríos y vamos a hablar de Asturias en tiempo
de Felipe II. Comenzando por la primera cuestión, debemos decir que el tema
de los señoríos no es fácil de entender si partimos de la estructura del Estado
actual; resulta más, en cambio, si partimos de la situación política y del repar­
to del poder en el mundo medieval, época en que nace esta institución.
La característica principal del señorío es la jurisdicción, conjunto de pre­
rrogativas de derecho público ejercidas por un señor sobre un núcleo de
población, los vasallos. El señor tiene amplias facultades, que condicionan de
modo importante la vida de los hombres a él sujetos. En primer lugar, tiene
potestad normativa, es decir, puede promulgar ordenanzas que regulen la vida
municipal; en segundo lugar, posee poderes administrativos en virtud de los
cuales puede nombrar los cargos concejiles; en tercer lugar, el señor tiene
importantes atribuciones judiciales: ante él se apela tanto en las causas civi­
les como en las criminales y además su delegado, el alcalde mayor, cuando va
a visitar el lugar puede actuar en primera instancia al igual que los jueces ordi­
narios del concejo. En último lugar, inherente a las facultades públicas el titu­
lar de la jurisdicción tiene derecho a exigir tributos siempre que se basen en
la costumbre inmemorial y no sean impuestos nuevos.
Pero debemos decir que los señoríos que nacen en su mayoría en plena
época feudal van a perdurar en España durante todo el Antiguo Régimen por
lo que fueron evolucionando y adquiriendo características un poco distintas a
las originarias; sobre todo, hay que resaltar que el aumento del poder real en el
Estado moderno va a significar, entre otras cosas, el frecuente recurso de los
hombres de señorío ante los tribunales reales y, por tanto, un cierto amparo en
su lucha contra los señores. Este es el marco teórico en el que se desenvuelve
el régimen señorial en el siglo XVI; pero en la práctica hay situaciones muy
variadas, como ahora veremos refiriéndonos a los señoríos asturianos.
* C onferencia impartida en el RIDEA en el año 1998.
11 0
ÁNGELES FAY A D ÍAZ
Por otro lado, contextualizamos nuestro tema en la época de Felipe II por
lo que tendremos que referirnos a algunos aspectos de su política económica
para explicar los cambios importantes habidos durante su reinado en el régi­
men señorial de toda la Corona castellana y, por supuesto, en el de Asturias
en los que nos vamos a centrar. Felipe II, objeto de especial interés en este año
en el que se conmemora el IV centenario de su muerte, debido a los proble­
mas financieros derivados de su ambiciosa política exterior va a recurrir a una
creciente presión fiscal y a diversos expedientes para conseguir dinero, tales
como venta de alcabalas, venta de cargos municipales, venta de baldíos de los
pueblos, venta de villazgos y jurisdicciones. Nosotros nos referiremos con­
cretamente a uno de estos expedientes, la desvinculación y posterior venta de
señoríos de la Iglesia que, previa licencia papal, llevó a cabo a partir del año
1574. Analizaremos este recurso extraordinario del que la Corona va a sacar
mucho dinero, y de las consecuencias que va a tener sobre la magnitud del
propio régimen señorial, así como sobre las partes implicadas: las institucio­
nes eclesiásticas y los pueblos de señorío.
Comenzando el análisis de los señoríos asturianos debemos decir, en pri­
mer lugar, que hemos podido contabilizar en la Asturias de mediados del siglo
XVI 59 enclaves dependientes de las instituciones eclesiásticas con unos 9.000
vecinos u hogares, que vienen a representar aproximadamente un 20% de la
población asturiana de ese momento que estimamos en unos 45.000 vecinos.
Algo más del 80% de los vasallos eclesiásticos dependen de la mitra ovetense
que con 15 concejos y 13 cotos (además de otros 3 en tierras leonesas) dispo­
ne de un estado señorial importante, sólo superado en la corona castellana en
cuanto a estados eclesiásticos por los de los arzobispos de Toledo y Santiago.
El grueso de las jurisdicciones de obispalía -tal como puede verse en el mapa
anexo- están situadas en la zona central de Asturias, donde debemos destacar
por su extensión concejos como Langreo, Quirós, Teverga, Llanera o Las
Regueras; aunque también hay que mencionar en la zona occidental el amplio
concejo de Castropol y Grandas que, situado entre los ríos Eo y Navia, se
extendía tanto hacia la costa como hacia el interior y tenía unos 950 km cua­
drados. Aparte del señorío episcopal varios monasterios tienen en conjunto un
16% de la población de señorío eclesiástico en unos 23 cotos de carácter mar­
cadamente rural y diseminados por toda la geografía asturiana. Los cenobios
asturianos no poseen la potencia económica ni el número de vasallos que otros
coetáneos castellanos y gallegos; el titular con más vasallos es el monasterio
de Corias con poco más de 500. Algunos cotos del Cabildo Catedral y de las
Órdenes Militares cuentan en total con poco más del 2% restante.
En cuanto a los señoríos laicos, aunque aún están escasamente estudia­
dos, podemos decir que hay en este siglo en Asturias aproximadamente unos
LOS SEÑ O RÍO S A STU RIA N O S EN TIEM PO DE FELIPE II
111
47 núcleos de población, generalmente cotos de pequeña extensión, excepto
los concejos de Allande y Cerredo y Degaña, que superan los 100 km cua­
drados. A falta de datos sobre población de los cotos nobiliarios podemos
conocer su superficie que está en torno a unos 925 km cuadrados. En defini­
tiva, sobre la base de la extensión y si incluimos los señoríos eclesiásticos
podemos decir que aproximadamente un 30% del territorio actual de Asturias
dependía del régimen señorial, porcentaje de los más bajos en España y que
contrasta con el 90% de su vecina Galicia.
Conviene destacar que mientras que el origen de los señoríos eclesiásti­
cos deben situarse, al menos en su gran mayoría, en donaciones reales, gene­
ralmente de los siglos XI al XIII, respecto a las jurisdicciones laicas hay datos
que nos permiten afirmar que algunas fueron tomadas de manera ilícita.
Algunos caballeros asturianos, so pretexto de comenderos de malaterías y de
instituciones eclesiásticas, terminaron apropiándose de la jurisdicción de
algunos lugares. Los Miranda son un ejemplo del comportamiento violento de
la nobleza asturiana aún en el s. XVI; una averiguación realizada a fines de la
centuria por el Consejo de Hacienda acusa a esta familia, entre otros actos a
lo largo del siglo, de haber usurpado la jurisdicción de varios cotos; el juez
averiguador enviado llega a calificar a Diego Fernández de Miranda, titular
de la casa en ese momento, como «gente de la más perversa traza del mundo».
Igualmente el gobierno de los señoríos laicos debió caracterizarse por
frecuentes abusos; sabemos que los Miranda, en contra de la costumbre, impu­
sieron nuevos tributos a sus vasallos y, al menos en algunos de sus cotos,
reservaron comunales para sus ganados y exigieron la quinta parte de la cose­
cha que en ellos cultivaban los vasallos; las cargas señoriales eran importan­
tes; así por ejemplo, en el de Villanueva y La Mata debían dar una marrana
cada vecino y dos vacas y un yantar entre todos y por Navidad un carro de
leña cada uno y unos troncos grandes entre todos; también debían sembrar y
coger el pan de sus tierras y segar y recoger la hierba de sus prados. Abusos
también los de D. Antonio de Quiñones; los vecinos de Cerredo y Degaña le
llevan a pleito porque, en contra de la costumbre inmemorial, les prohíbe
cazar y pescar, no les deja roturar en el monte y arrienda los pastos a vaque­
ros y forasteros con gran perjuicio de los vecinos.
De cualquier modo, tenemos más información sobre la práctica de
gobierno en los señoríos eclesiásticos y es a la que nos vamos a referir.
Debemos distinguir básicamente dos situaciones. La primera es la existente
en los señoríos dependientes de la mitra, donde el obispo permite la partici­
pación de sus vasallos en la elección de oficios y en la gestión municipal; el
caso extremo se da en el concejo de Castropol donde se puede decir que hay
un verdadero autogobierno de la villa ganado a lo largo del tiempo en lucha
contra los obispos. Del mismo modo, los derechos señoriales exigidos por la
112
Á NG ELES FAYA D ÍAZ
mitra son en general de pequeño monto, limitados en muchos concejos y
cotos a las penas de cámara derivadas de sus facultades judiciales.
Aunque la situación de algunos cotos monásticos es parecida a la descri­
ta, no obstante es más frecuente un mayor control de la vida municipal por
parte de los monasterios; los cargos son nombrados directamente sin inter­
vención de los vasallos, al mismo tiempo que los gravámenes que éstos deben
satisfacer son más pesados. Por consiguiente, la conflictividad es mayor, sien­
do que además algunos monasterios aumentan las cargas de sus vasallos. Así
lo hicieron, al menos, los cenobios de San Vicente de Oviedo y de Belmonte.
Los cotos de Entralgo, Riera de Bimenes y Santo Tomás de Priandi testifican
ante el juez averiguador que a partir de 1548 ante las peticiones -m ás bien
presiones- del abad de San Vicente habían consentido pagar derechos seño­
riales cada vez mayores con la finalidad de que «no les hiciera malos trata­
mientos»; pero en 1579, fecha de la averiguación, ya le habían movido pleito
ante los tribunales reales. Por su parte, el monasterio de Belmonte llevaba en
el coto de su nombre las penas de cámara, la vigardadura del vino y los mos­
trencos (o derechos sobre los animales perdidos) e imponía vedados de caza
y pesca; además debía servir cada vasallo anualmente con una marrana, un
carnero, un cesto de pan y un madero grande para la lumbre; algunos debían
también segar y recoger la yerba de los prados del monasterio, mientras el
resto le llevaban una carga de leña. Aparte del importante peso de los gravá­
menes a que estaban sometidos los vasallos de Belmonte los conflictos entre
señor y vasallos se centran en este siglo en torno al tamaño de la marrana y a
la forma de pagar el carnero: los vasallos quieren que sea en dinero y el
monasterio en especie, ya que era consciente de la devaluación que se estaba
produciendo en este siglo debido al alza de los precios.
Aunque las cargas que exigen otros monasterios son de menor cuantía que
las del monasterio de Belmonte, debemos decir que la mayoría de ellos aún
solicitan de sus vasallos prestaciones de trabajo en su hacienda o también aca­
rreo de materiales para servicio de la casa señorial, servidumbres especial­
mente odiosas para los hombres de señorío. La pervivencia de estas semas,
generalmente poco frecuentes en el siglo XVI, en el que muchos servicios ya
se habían conmutado a especie o dinero, es una prueba del arcaísmo de las
relaciones señoriales entre los monasterios y sus vasallos, hecho que ocurre no
sólo en Asturias sino en toda la corona de Castilla. Sabemos que pedían corveas la abadía de Covadonga y los monasterios de Obona y Villanueva de
Oseos; asimismo el de Valdediós que exigía a los vasallos del coto donde esta­
ba enclavado ocho días de trabajo al año para recoger el pan y vendimiar el
vino de sus heredades y viñas, así como que le ayudasen en las obras del
monasterio. Muchas veces -lo que era más grave- no estaba determinado el
número de días que debían servirles: así la abadía de Arbás pedía le abrieran
LOS SEÑ O RÍO S A STU RIA N O S EN TIEM PO DE FELIPE II
113
camino en invierno limpiándolo de nieve; lo mismo hacía el monasterio de
Corias con sus vasallos de Leitariegos, mientras a los del coto de Corias les
exigía acarreo de materiales y hasta mediado el siglo vendimiar y arcar las
cubas de vino del monasterio; desde esa fecha no hacen estos servicios pero,
en cambio, le llevarán presentes voluntarios por valor de unos 40.000 mrs.
Los presentes voluntarios al señor debieron tener cierta importancia en
Asturias; D. Diego de Sandoval, corregidor del Principado, considera que, por
este motivo, el valor de los vasallos asturianos es grande
«por la costumbre antigua en que están en este Principado de acudir por su
voluntad sin ser competidos los vasallos a sus señores con las cosas que aquí se
crían como terneros, cabritos, cecinas, pan cocido, mantecas y frutas en tan
gran cantidad que sustentan abundosamente sus casas y parentelas... y esto
guardan entre sí como ley inviolable, teniendo por menos no hacerlo diciendo
que sus padres y antepasados tenían esta orden y que no ha de faltar por ellos».
Quizá sus palabras sean algo exageradas y los presentes voluntarios no
sean tan generales como dice, aunque es difícil saberlo porque no siempre
aparecen registrados en los documentos; también debemos dudar de su grado
de voluntariedad ya que, en muchos casos, sin duda se los daban para tener el
favor del señor o, al menos, para evitar que les tratase mal.
Para terminar el análisis del gobierno de los señoríos debemos decir que el
hecho de que los derechos inherentes a la jurisdicción sean de poca cuantía en
los señoríos episcopales nos lleva a deducir cierto paternalismo del obispo con
sus vasallos, un régimen señorial benévolo, pero no podemos decir lo mismo
-com o creo que pudimos demostrar- de muchos monasterios y, menos aún, de
algunos señores laicos. Desde luego que un factor importante de esta diferente
situación es que, mientras los señoríos de la mitra son meramente jurisdiccio­
nales, ya que las propiedades del obispo en sus señoríos son escasas, los monás­
ticos, en cambio, son a menudo solariegos; es decir, el señor posee además de
la jurisdicción la propiedad de toda o la mayor parte de la tierra, por lo que per­
cibe de sus vasallos tanto derechos señoriales como rentas por vía de arrenda­
miento y foro. Para los monasterios es muy importante la posesión de la juris­
dicción sobre sus vasallos porque necesitan de la coacción de la justicia para
poder cobrar de ellos sus rentas territoriales y sus diezmos; es el argumento
básico que van a esgrimir para que no se les quiten sus jurisdicciones cuando
Felipe II decide llevar a cabo la venta de los señoríos de la Iglesia.
La desvinculación de estos señoríos se inicia en Asturias en el año 1579
y va a afectar a todo tipo de instituciones eclesiásticas, salvo a las Ordenes
Militares, tal como decía la bula papal. Felipe II tras la suspensión de pagos
114
Á NG ELES FAYA D ÍAZ
de 1575 se va a concertar con sus acreedores, hombres de negocios genoveses y castellanos, de pagarles parte de la deuda contraída con ellos en vasallos
de la Iglesia; reconociéndoles una deuda de casi 7 millones de ducados. Para
agilizar las ventas y poder cobrar pronto, el proceso lo van a iniciar estos
acreedores pidiendo la desmembración de lugares eclesiásticos e, incluso,
buscándoles comprador. A Asturias va a venir Alonso de Camino, un acree­
dor de segunda categoría que había prestado algún dinero para pagas y ropas
de los soldados de la guerra de Flandes, pero que además había comprado los
derechos a cobrar en vasallos de otros hombres de negocios. Este personaje,
natural de Trasmiera y regidor de Medina del Campo, llega a Asturias a fines
de 1578 y consigue con prontitud y habilidad encontrar compradores para la
mayoría de los señoríos asturianos; a continuación solicita al Consejo de
Hacienda que se desvinculen los lugares y que inmediatamente se dé posesión
de ellos a estos compradores.
La demanda de jurisdicciones va a ser importante. Solicitan la compra de
señoríos personas de la nobleza asturiana y de la oligarquía urbana de Oviedo
que desean el prestigio que da el ser señor de vasallos y la promoción social
que supone; esto no quiere decir que entre sus intenciones no esté también el
lograr un beneficio económico Desde luego que las élites asturianas, que eran
propietarias de tierras y vivían de sus rentas, se dedican tanto a acaparar cargos
municipales como a comprar señoríos, porque los municipios aún conservan
importantes atribuciones en el Antiguo Régimen y el poder que adquirían al
controlarlos era fundamental para sus intereses económicos. Sabemos que
algunos señores que llegaron a tomar posesión quisieron resarcirse del dine­
ro invertido rápidamente y para ello cometieron diversos abusos, entre ellos
aumentar las cargas señoriales e, incluso, usurpar comunales. Pedro Canteli,
cura de Bimenes, dice que los que estaban comprando eran
«personas poderosas, robadores de hacienda de pobres y tiranos crueles que
decían que los habían de desollar como a cabritos y estrujar como la viga estru­
ja la uva».
Este cura manifiesta una clara animadversión y combatividad contra el
régimen señorial; según él mismo nos cuenta, se negó a besar la mano a
Gabriel de Lorenzana, escribano de Oviedo, nuevo señor de Riera de Bimenes,
por lo que fue perseguido por sus criados y hubo de refugiarse en la iglesia;
cuenta de él que decía a los vecinos que les iba a trasquilar como a ovejas y
que deberían darle la quinta parte de lo que labrasen en los comunales.
De cualquier modo, aunque algunos compradores llegaron a tomar pose­
sión muchas de estas compras van a quedar en meras intenciones. Y es que la
mayoría de los pueblos de señorío van a solicitar su propia compra y van a
LOS SEÑ O RÍO S A STURIA N OS EN TIEM PO DE FELIPE II
115
redimirse; la Corona incluso permitió a los pueblos comprarse por el tanto
donde ya había tomado posesión un comprador con la condición de que fue­
sen en un plazo de cuatro meses a contar desde la toma de posesión. Al rey le
interesa que sean los vecinos los que se compren y que los señoríos de la
Iglesia no pasen a señorío de un particular. Los pueblos, por su parte, toman
esta decisión, en primer lugar, porque desean liberarse de sus señores y ser del
rey; además se suelen quejar de que hay menos justicia que en los lugares de
realengo, a veces por abusos del señor y otras muchas por desgobierno y des­
cuido -situación que favorecía en este caso los desmanes de las élites locales-.
En ambos casos acarrea frecuentes molestias, pleitos y gastos a los vasallos.
Los pueblos de señorío tenían conciencia de que el régimen señorial había
condicionado su vida de modo negativo, pero además de un nuevo señor se
esperaban lo peor; tienen miedo a las vejaciones y extorsiones que les podría
hacer quien les comprase. En algunos casos deciden su tanteo tras una breve
- y m ala- experiencia con un nuevo titular. Incluso algunos concejos de rea­
lengo deciden ayudar a la compra a cotos limítrofes o enclavados en su tér­
mino por las molestias que les podría acarrear la cercanía de una jurisdicción
señorial; así hace el concejo de Siero con el coto de Mieres de Limanes, el
concejo de Lena con el coto de Loredo, el concejo de Laviana con el de
Entralgo y el concejo de Cangas de Tineo con los de Corias y Brañas; y tam­
bién lo intentan -aunque, en este caso, sin éxito- los concejos de Salas,
Parres, Nava y Grado con los cotos de Cornellana, Arriondas, San Bartolomé
de Nava y Belmonte, respectivamente. Del mismo modo, algunos monaste­
rios proponen ayudar a sus vasallos en la compra porque consideran les trae­
ría grave daño que los comprasen personas poderosas; tal es el caso de Corias
que le aterra la compra de sus cotos por el caballero Arias de Omaña y trata
así de impedirlo; e igual le sucede al monasterio de Cornellana con García
Doriga. Estas actitudes son buena prueba de la impopularidad del régimen
señorial y de que la posesión de la jurisdicción no es una cuestión baladí sino
algo importante. Por esta razón los pueblos se embarcarán en unos pagos
superiores a sus posibilidades económicas, como ahora veremos, mientras los
antiguos titulares -so b re todo los m onasterios- alegan el perjuicio que les
traería la pérdida de la jurisdicción para cobrar sus rentas y tratan por todos
los medios a su alcance de impedirlo: contradicen las ventas, alegando las
razones del daño que les traería e, incluso, ofrecen dinero al rey para evitar la
pérdida de sus señoríos; aunque no podemos constatar que los monasterios
asturianos hubiesen pagado, sí sabemos que lo hicieron otros castellanos.
Van a ser desvinculados en Asturias entre 1579 y 1584 todos los señoríos
del cabildo catedral y los de la mitra, salvo la villa de Noreña, por expresa
petición del obispo; pero de los monasterios sólo se desmembrarán las juris­
dicciones de Corias y San Vicente de Oviedo. El rey va a ser sensible a las
116
Á NG ELES FAY A D ÍAZ
quejas y protestas de los monasterios y les va a dejar generalmente los luga­
res donde estaban enclavados los monasterios o donde tenían importantes
intereses económicos. La venta de señoríos eclesiásticos alcanza en Asturias
a unos 8.200 vecinos (casi el 90% de todos los vasallos de la Iglesia), por­
centajes que son muy superiores a los de las enajenaciones realizadas en otras
regiones españolas, como en las dos Castillas y sobre todo en Galicia.
En Asturias solo tres cotos pasarán a señorío de un particular: Olloniego,
comprado por Rodrigo Bemaldo de Miranda, regidor de la ciudad de Oviedo;
Carrandi adquirido por Gonzalo Ruiz de Junco, alférez mayor del concejo de
Colunga y Bárcena por Diego García de Tineo, señor y mayorazgo de la casa
de Tineo. Los concejos y cotos restantes pasarán a la condición de realengo.
Aunque hay que precisar que la ciudad de Oviedo, asfixiada por jurisdicciones
eclesiásticas y con la finalidad de ampliar su término municipal, comprará el
concejo de Llanera y varios cotos cercanos a ella (Naranco, Cagigal, Cerdeño,
Bendones y Paderni) con unos 826 vecinos en total, que van a quedar como
vasallos de ella. Hay que destacar también que el extenso concejo de Castropol
se va a disgregar: los 41 lugares que le componían se van a redimir en solita­
rio o por grupos, constituyéndose inicialmente 16 nuevos concejos.
Haciendo balance podemos decir que, tras las desvinculaciones y ventas
llevadas a cabo en Asturias y debido a la redención generalizada de los vasa­
llos asturianos, el régimen señorial va a disminuir de modo importante en
Asturias; solo el 10% de los asturianos seguirán sometidos al mismo (ver
mapa anexo). Este porcentaje va a ser el más bajo de toda la Corona de
Castilla; influye también que en Asturias, a diferencia de lo que sucedió en
Castilla, no se va a enajenar el realengo ni en el s. XVI ni posteriormente, por
la oposición de la Junta General del Principado que alegará el vínculo regio,
el mayorazgo fundado por Juan I en Asturias.
Para terminar, tenemos que referirnos a los problemas a que tienen que
enfrentarse los pueblos redimidos. Estos hicieron un asiento con la Corona; el
rey a cambio del pago de su rescate les concedía las mismas facultades de
gobierno que había tenido su antiguo señor; les otorgaba la exención que limi­
taba la intervención del corregidor y suponía una amplia autonomía de
gobierno, ya que el concejo lograba importantes atribuciones en materia judi­
cial, tanto en primera instancia -com petencia de los jueces ordinarios del con­
cejo- como en apelaciones de cuantía menor a 10.000 mrs -generalm ente
competencia del regimiento de la villa-; solamente en los casos criminales y
en los civiles de 10.000 mrs arriba deben ir ante los tribunales reales. Pero
debemos decir que lo que realmente sucedió es que tanto las dificultades del
pago del rescate como el nuevo estatuto de concejo exento va a llevar a los
pueblos redimidos a situaciones verdaderamente trágicas.
LOS SEÑ O RÍO S A STU RIA N O S EN TIEM PO DE FELIPE II
117
La Corona había arbitrado formas para que los pueblos que se redimie­
ran pudiesen pagar: echar sisa en los mantenimientos, vender o hipotecar bie­
nes municipales, tomar el dinero prestado o repartir la deuda entre los veci­
nos. Dada la escasez de propios de los pueblos éstos recurrirán básicamente a
las dos últimas fórmulas: constituyen censos y, posteriormente, reparten el
dinero entre los vecinos para poder hacer frente a los intereses y amortizar el
capital. Pero dadas las dificultades que van a tener para pagar muchos pue­
blos serán ejecutados en sus bienes a petición de los acreedores y del propio
Alonso de Camino al no cumplir con los plazos convenidos.
Problema añadido fue que los repartimientos van a ser a menudo injustos
y, por tanto, motivo de conflictos dentro de los nuevos municipios. El rey
había ordenado que pagaran todos los vecinos -incluidos nobles y clérigosy que se hicieran en proporción a la cantidad de los bienes que cada uno tuvie­
ra, y que debían participar también, los forasteros con hacienda en el conce­
jo; pero estas normas no se van a respetar y los pobres se quejarán a menudo
de que se repartió igual al pobre que al rico, que algunos grandes hacendados
no quieren pagar e, incluso, que los que controlan el gobierno municipal les
cobran de más, se quedan con el dinero recaudado y no cumplen con los
pagos convenidos. Este problema fue muy grave en Langreo; el común y los
pobres de este concejo recurrirán al rey para que les ampare ante las injusti­
cias que ocurren en los repartimientos y dicen que ellos «pensaron de se liber­
tar» pero lo que realmente pasó es que
«quedaron de esclavos de los ricos para siempre ya que como tienen la justicia
de su mano los tienen sojuzgados». «Hasta que no nos degüellen, terminan
diciendo, no nos dejaran y se querrán servir de nosotros como de negros como
ya lo hacen que si no queremos servirles para todo lo que nos an menester nos
mandan dejar la tierra donde nacieron nuestros agüelos y padres».
Del mismo modo, los pobres de Campos se quejarán de los injustos repar­
timientos que les hacía la villa de Tapia; su apoderado Diego Fernández de
Casariego consigue que un juez real vaya a hacer unos repartimientos más jus­
tos, pero va a ser por ello objeto de las iras de esta villa, que primero le prende
y luego le embarga sus bienes y le destierra; irá a la Corte a quejarse de su situa­
ción personal. Su lamento en la petición de amparo real es muy elocuente:
«Pecador de mi desterrado de mi tierra y de mis labranzas y de mi pobreza
como quedáis a tan perdida en poder de mis enemigos y mis hijas y mi mujer
como quedáis a tan desconsoladas».
Este es un ejemplo entre otros de las frecuentes represalias de los que
118
ÁNGELES FAYA D ÍAZ
acaparan el poder en los concejos exentos a todo aquel que se oponga a sus
dictados e intereses.
Y
es que el estatuto de lugar exento dificulta la actuación de las justicias
reales, especialmente del corregidor; el fuerte poder de los concejos exentos
hace prácticamente impune las actuaciones de los ricos de los pueblos, que
consiguen por diversas vías controlar el gobierno municipal por lo que las
injusticias serán tremendas. Aunque estos concejos van a redactar nuevas
ordenanzas que les traigan paz y quietud interna, no obstante los conflictos
entre los vecinos serán terribles y las luchas se van a exacerbar muy espe­
cialmente en torno a la fecha de las elecciones.
En esta coyuntura, algunos poderosos consiguen imponerse e, incluso, en
algunos lugares el cargo de alcalde mayor, con un importante poder ya que
irán ante él las apelaciones de los jueces ordinarios; se imponen como perso­
nas de autoridad apoyándose en parte de los vecinos unidos a ellos por lazos
de clientelismo; por esta vía es como Diego Fernández de M iranda consigue
se le nombre alcalde mayor de Santibáñez de Teverga, pero no es el único que
va a tener poder. También van a ejercer un señorío de hecho los Argüelles en
Morcín, los Caso en Abedul, el conde de Ribadeo en Castropol y la abadía de
Arbás en sus anteriores lugares jurisdiccionales; situación que se explica ade­
más por la pobreza en que quedaron los pueblos, que les dificulta la defensa
de su jurisdicción frente a los poderosos.
Pero aparte de estas situaciones paraseñoriales, podemos decir que en
general tras la redención se produce una oligarquización en los concejos
exentos similar a la que ya existía en los pueblos de realengo; anteriormente,
el control de la vida municipal por unos pocos había estado frenada un tanto
por la presencia de un señor; la situación de exención va a beneficiar a los más
ricos, mientras muchos pobres por las dificultades del pago del rescate pier­
den sus propiedades y deben irse del concejo. El Consejo de Hacienda, ante
las quejas de muchos pueblos asturianos, llegará a abrir una investigación a
comienzos de los años noventa contra Alonso de Camino a quien se va a cul­
par de muchos de los problemas de los nuevos pueblos. Y aunque es cierto
que cobró de más a muchos de ellos, exigiéndoles más dinero que el que había
convenido con los primeros compradores, también lo es que consiguió de la
Administración que el precio de cada vasallo asturiano se contabilizara a
12.000 mrs, tal como estaba convenido para Galicia -«dada la pobreza de la
tierra»- y no a 16.000 mrs, como se hizo en Castilla y Andalucía. Desde luego
que Alonso de Camino no fue ni mucho menos el único responsable de las
situaciones trágicas que acaecieron en los pueblos redimidos tras las ventas.
Podemos concluir diciendo que los que realmente cargaron a sus espal­
das las deudas contraídas por Felipe II fueron, por un lado, las instituciones
LOS SEÑ O RÍO S A STU RIA N O S EN TIEM PO DE FELIPE II
119
eclesiásticas, ya que la indemnización que les dio la Corona por las jurisdic­
ciones desvinculadas fue pequeña y su valor en el mercado era mucho mayor;
además hay que tener también en cuenta las dificultades que tendrán en el
futuro para cobrar sus rentas. Por otro lado, como pudimos ver, los pueblos
también serán muy dañados, especialmente las categorías sociales más desfa­
vorecidas; un testigo de la averiguación contra Alonso de Camino considera
que los concejos redimidos
«están destruidos y asolados y los lugares se van despoblando y el concejo de
Langreo que tenía mil vecinos faltan más de la tercera parte y las haciendas
propias no bastan a pagar los réditos de los censos con que se van consumien­
do de manera que no queda con que pagar los principales si no es con la misma
jurisdicción».
En cambio, la beneficiada fue la Corona que sacó en Asturias unos 79
millones de mrs con las ventas realizadas; dada la escasa indemnización que
se dio a la Iglesia ese dinero le salió solamente a un 0,26% de interés. De cual­
quier modo, debemos decir que las dificultades de pago de los pueblos astu­
rianos fueron menores que las que tuvieron los castellanos, más castigados
por la presión fiscal de la Corona y el abuso de expedientes extraordinarios;
esta insaciable necesidad y continua petición de dinero a los pueblos por parte
de Felipe II para sus objetivos políticos de carácter hegemónico y confesional
es básica para entender la profunda crisis que va a sufrir el corazón de la
Corona desde fines del s. XVI. Ello dificultará que muchas villas y pueblos
redimidos puedan liberarse de la deuda contraída para el pago de la exención
y les llevará a tener que recurrir, tras graves y largas dificultades, a venderse
a un señor. En Asturias, al contrario, solo un pequeño coto (el de Arriondas)
termina recurriendo a su autoventa, aunque también es cierto que, al menos
algunos lugares, siguen arrastrando la deuda aún a mediados del siglo XVIII.
Estas son las consecuencias de la desvinculación y venta de señoríos de la
Iglesia, que fueron parecidas en el resto de la Corona de Castilla que en
Asturias. En total de los 155.000 vasallos eclesiásticos que había en toda la
Corona el rey desvinculó de la Iglesia solo unos 57.500 (el 37%), únicamente
los suficientes para pagar la deuda reconocida a sus acreedores. Felipe II tendrá
escrúpulos de perjudicar a la Iglesia y no va a utilizar la bula papal de modo
completo sino únicamente en poco más de la quinta parte de lo que le permitía.
Incluso, se va a arrepentir, al final de su vida, de los daños causados a la Iglesia
y en su testamento manda a su hijo que le devuelva sus señoríos. Pero ya era
demasiado tarde; la restitución era imposible por el tiempo que había pasado y
la aún más difícil situación financiera de los últimos años de su reinado.
SEÑORIOS
EN ASTURIAS
A FINES DEL S. XVII
120
ÁNGELES FAYA D ÍAZ
JURISDICCIONES ECLESIASTICAS A MEDIADOS DEL S. XVI
LOS SEÑ O RÍO S A STURIA N OS EN TIE M PO DE FELIPE II
121
LA PROPIEDAD RÚSTICA EN ASTURIAS EN LOS AÑOS
TREINTA SEGÚN EL REGISTRO DE LA PROPIEDAD
EXPROPIABLE (1933)
FRANCISCO FEO PARRONDO
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene por objeto fundamental el conocimiento de la
estructura de la propiedad de la tierra en Asturias a comienzos de los años
treinta partiendo del manejo de la información facilitada por el Registro de la
Propiedad Expropiable (en adelante RPE) de 1933 que se conserva en la
biblioteca del antiguo IRYDA en Madrid. Esta fuente recoge únicamente la
relación de propiedades potencialmente expropiables según las bases de la
Reforma Agraria republicana, siendo considerada como una fuente muy
valiosa para el estudio de la gran propiedad en su conjunto y especialmente
para el de las propiedades de la nobleza, pero de un interés menor para la
pequeña y mediana salvo que hubiese estado los doce años anteriores en
arrendamiento. Esta característica justifica que los estudios basados en la uti­
lización del RPE se centren mayoritariamente en la mitad sur peninsular aun­
que es también interesante para la España Atlántica.
La realización del inventario corrió a cargo de los registradores de la pro­
piedad y se hizo por circunscripciones regístrales, municipios, propietarios y
en éstos, parcela a parcela, ofreciendo casi siempre datos sobre edad, estado
civil y origen de cada propietario, nombre o paraje de la finca, superficie,
aprovechamiento y lindes, fecha y forma de adquisición, gravámenes y causa
de la posible expropiación según la base 5a de la Ley de 15 de septiembre de
1932. La fiabilidad de esta fuente es abundante. Solamente las dudas sobre la
no inscripción de fincas en algunas zonas, sobre las causas de inscripción1 y
sobre la imprecisión en los usos del suelo reducen su fiabilidad y eficacia.
1 A lgunas zonas carecen de datos en el RPE, deficiencia que debió afectar m enos a las grandes pro­
piedades (fácilm ente investigables por el Instituto de Reforma Agraria o denunciables) y en mayor
124
FRAN CISCO FEO PARRO N DO
II. LA SUPERFICIE EXPROPIABLE EN ASTURIAS
La superficie expropiable en Asturias ascendía a más de 14.273'5756 ha2
repartidas entre 40 municipios3. Casi dos tercios de la superficie total expro­
piable se localizaban en Cangas del Narcea ( 64'80%) afectando a 9.250' 11 ha.
Le seguía muy de lejos Grado con 2.551 '71 ha. (17'87%). Entre ambos muni­
cipios acaparaban el 82'67% de las posibles expropiaciones. El resto de los
concejos se verían afectados en escasa medida: 311 ha. en Llanes, 296 en
Mieres, 188 en Siero, algo más de cien hectáreas en Luarca, Ribadesella,
Villaviciosa y Gijón. Se aproximaban al centenar de hectáreas expropiables
términos como Navia, Oviedo, Tineo, etc. En cambio, en Muros no llegaba a
una hectárea la superficie inscrita en el RPE y en Cabranes, Coaña, Colunga
y Laviana era inferior a la decena de hectáreas.
Estas cifras absolutas se traducen en porcentajes mínimos de superficie
afectada: poco más de 1'35% a nivel provincial pese a registrarse bienes en
cuarenta de los setenta y ocho concejos. En veintiséis términos no llega al 1%
de la superficie municipal, en otros nueve no llega al 2%, en Caravia y Mieres
lo sobrepasa mínimamente y solamente en Grado y Cangas del Narcea afec­
taba a algo más de la décima parte de la superficie municipal respectiva. Estos
datos se explican parcialmente por la escasez de grandes propiedades priva­
das (al menos del tamaño que aparecen en la España seca aunque la intensi­
dad de aprovechamientos aconseje matizar los límites de «pequeña, mediana
y gran propiedad»), por quedar exentos los bienes comunales y los terrenos
dedicados a explotaciones forestales. Conviene asimismo recordar que el
tamaño medio de las explotaciones rústicas asturianas no sólo era muy peque­
ño sino uniforme ya que el prototipo de casería estaba compuesta por super­
ficies que oscilaban entre 2'5 y 3'5 ha. (García Fernández, 1976) ya que el sis­
tema de cultivo intensivo que se practicaba, y que absorbía plenamente el tra­
bajo de una sola familia, no consentía unidades de explotación de dimensio­
nes mucho mayores. Todos los autores anteriores y posteriores coinciden con
estas cifras4.
m edida a las fincas sistem áticam ente en arriendo por ausencia de docum entos que lo probasen,
cam bio de arrendatarios, etc. Esto hizo que muchas fincas se inscribiesen en una causa aunque
pudiera verse afectada por varias de cara a la expropiación. C onviene recordar que el RPE sólo
tuvo vigen cia hasta que fué anulado por la ley de 1 de agosto de 1935.
2 A esta cifra habría que añadir la correspondiente a algunas parcelas localizadas en los con cejos de
Luarca, Ponga y T ineo cuya superficie no se m enciona en el RPE.
3 H em os incluido en el m unicipio de O viedo las 70 ha registradas en Trubia.
4 Por ejem plo, a finales de los años treinta se estimaba la extensión de una casería pobre de m onta­
ña en 3'5 ha (Prieto Bances, 1941-1942); Maceda Rubio (1983) apunta que el tamaño de la exp lo­
tación m edia era de 3'4 ha en 1959 y Ferrer Regales (1961) la cifra entre 3 y 5 ha para el oriente
costero asturiano.
\25
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TR E IN T A
CUADRO I.-SUPERFICIE MUNICIPAL INSCRITA EN EL R.PE.
M unicipio
H ecáreas
% municipal
N° p arcelas
H a/parcela
BIMENES
33'9234
C ABRANES
3'3267
CA ND A M O
81 '9112
C A NG AS DE ONIS
77'9431
C ANG AS DEL NARCEA
9250'H ll
CARA VIA
26'6581
CASTROPOL
11'9048
COANA
6'3499
COLUNGA
2'1455
CUDILLERO
40'6391
EL FRANCO
28'3452
GIJON
1017840
GRADO
25517190
LANGREO
77'6471
LA V IA N A
6'3000
LUARCA
+130'0382
LLANERA
42'8270
LLANES
311' 1394
MIERES
296'3489
MUROS
0'2565
NAVA
19*0841
N A V IA
98'6461
OVIEDO
97'3257
PEÑAMELLERA BAJA
30’1305
PILONA
21'9019
PONGA
S.D
PRAVIA
64'3011
PROAZA
447536
RIBADEDEVA
64'9396
RIBADESELLA
115’3 156
RIBERA DE ARRIBA
12'4481
SA N TIRSO DE ABRES
26’1628
SANTO ADRIANO
23'8339
SARIEGO
40'0684
SIERO
188'6606
TAPIA
74'4856
TINEO
+90'0000
VEGADEO
24’1559
VILLA VICIOSA
110'9220
V ILLAYON
45'1209
TOTAL
+ 14273'5756
ro s
0'08
1'12
0'36
11 '18
2'00
0'09
0'09
0'02
0'40
0'36
0'56
11'56
0'93
0'04
+0'36
0'39
119
2'03
0'03
0' 19
1'57
0'52
0'36
0'07
133
11
114
376
+1181
30
27
11
4
+34.
119
02
+378
53
2
343
85
1257
56
1
17
+ 181
115
164
16
0'25
0'30
071
0'20
5'89
0'88
0'44
0'57
0'53
0'85
0'23
0'99
0'40
1*46
3' 15
0'37
0'50
0'24
5'29
0'25
1'12
0'36
0'84
0*18
1*36
S.D
S.D.
S.D.
0'64
'58
1’85
1'36
0'57
0'83
1'06
1'57
0'90
353
3
109
196
16
36
52
+85
9
0*18
14'91
0'59
0'58
077
072
0'54
077
0'29
0'25
+4
S.D.
97
147
+60
+6304
0'24
075
Fuente: R .P .E . y elab oración propia.
1'13
+0'16
0'29
0'40
0'34
+ 1'35
44
'45
1'46
126
FRA N CISCO FEO PARR O N D O
En el RPE se incluyen además algunas fincas urbanas, especialmente en
los grandes predios rústicos (como los de la marquesa de Argüelles en Llanes,
de Tomás Botas en Grado, del marqués de Hoyos en Ribadedeva o de los her­
manos Llano Ponte en Luarca), generalmente destinadas a vivienda de los
colonos, corrales, hórreos, molinos, establos, pajares, etc. A veces incluso
aparecen caseríos enteros como los tres incluidos en la propiedad de Areces
en Cangas del Narcea y las dos brañas existentes en el predio del conde de
Toreno en Tineo.
III. PARCELACIÓN
En más de 6.304 parcelas se dividía la superficie susceptible de expro­
piación, lo que da una media de 2'2 ha/parcela, pero conviene tener presente
que la media real es muy inferior ya que carecemos de datos de parcelación
en algunas grandes propiedades como las de José Ramón Areces en Cangas
del Narcea (2.290 ha), de Tomás Botas en Grado (2.399 ha), del marqués de
Hoyos en Ponga, del conde de Toreno en Tineo, del marqués de Santa Cruz
del Marcenado en Siero y Villayón... La ausencia de datos en algún propieta­
rio (ya sea de superficie total o de número de parcelas) resta fiabilidad a las
cifras de parcelación y tamaño medio de las fincas en algunos términos, en los
que hemos excluido a los propietarios de los que faltaba algún dato. En cual­
quier caso, se confirma el microfundismo parcelario que caracterizaba al
medio rural asturiano en los años treinta y que en buena medida sigue pervi­
viendo hoy. La media de superficie por parcela era en 1933 de 1*46 ha. ya que
quedaban al margen 5.005 ha. sin datos de parcelación. Dejando al margen
Ponga y Tineo (sin datos), 31 municipios no llegaban a la hectárea por parce­
la de media (la mínima era de 18 áreas en Pravia y Peñamellera Baja) mien­
tras siete la superaban, aunque dos de ellos (Nava y Piloña) aún estaban por
debajo de la media provincial, otro (Langreo) la igualaba, y sólo cuatro la
superaban: 3'15 ha/parcela en Laviana, 5'29 en Mieres, 5'89 en Cangas del
Narcea y 14'91, el máximo, en Proaza. Estos tamaños elevados conviene
matizarlos ya que ocultan la realidad. En Proaza los datos se refieren a un solo
propietario (Asunción Pardo-Pimentel) y en Cangas de Narcea y Mieres exis­
ten grandes desequilibrios en función del tamaño de los predios y así en el pri­
mero de los concejos las propiedades del conde de Toreno dan una media de
más de seis hectáreas/parcela (por la inclusión de extensas zonas de monte)
mientras que las de un mediano propietario como Manuel Rodríguez (21 ha.)
apenas dan una media de 18 áreas/parcela. Algo semejante se puede apuntar
en Mieres con las 257 ha. de Amparo Bernaldo de Quirós divididas en 18 fin­
cas, mientras el resto de los propietarios tienen un predio mucho más frag­
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TR E IN T A
127
mentado. Otro indicador es el número de parcelas de algunos propietarios:
1064 el conde de Toreno en Cangas del Narcea, 925 la marquesa de Argüelles
en Llanes, más de trescientas Luis Menéndez en Luarca, 292 la condesa de
Mendoza Cortina en Cangas de Onís, etc.
IV CAUSAS DE EXPROPIACIÓN
1.- Grandeza: Los grandes de España tenían obligación de declarar todas
sus propiedades con independencia del tamaño, régimen de tenencia, locali­
zación, etc. Un total de 7.41978 ha aparecen inscritas como pertenecientes a
la Grandeza, más de la mitad de las registradas, por la inclusión de las pro­
piedades del conde de Toreno en Cangas de Narcea y Tineo5. También afec­
tó esta causa a las propiedades de la marquesa de Argüelles en Llanes y
Ribadesella, del duque de Alba en Tineo6, del marqués de Hoyos en
Peñamellera Baja, Ponga
y Ribadedeva7, y de la marquesa de Canillejas y
o
Gaztañaga en Llanes . Como las tierras de los grandes de España se expro­
piarían sin indemnización (por un decreto de 24 de agosto de 1932) sus due­
ños tratan de incluirlas en otras causas. El conde de Toreno las apunta en la
causa trece (tamaño) y en grandeza, la marquesa de Argüelles en la causa diez
y otras (algunas de sus fincas no mencionan su pertenencia a un grande de
España) e incluso afirma que su inclusión es dudosa, el duque de Alba no las
declara, etc.
2.- Causa 13: Unas 9.319'32 ha. se inscriben en este apartado, por las
aportaciones del conde de Toreno (7028'85 ha.) y de José Ramón Areces
(2290'21 ha.) básicamente localizadas en el concejo de Cangas del Narcea en
el denominado coto de Llamas del Mouro, dentro del cual existían antes una
casa solariega y veintiséis casas más que formaban tres caseríos habitados por
colonos aunque en 1933 solamente pertenecían a Areces la casa solariega, dos
casas más y tres cuadras. Sorprende la no inclusión en este apartado de Tomás
Botas y de las Alas Pumariño, dueño de 2399'54 ha. en Grado, quien viéndo­
5 Entre los nobles con el título de «Grandes de España», el conde de Toreno era el vigésim o pro­
pietario rústico de España y sus p osesiones ascendían a 7.100 ha (Carrión, 1973) de las que 7.028
radicaban en Asturias.
6 El duque de A lba era el cuarto propietario de la grandeza española con un total de 34.455 ha en
toda España, solam ente superado por las propiedades de los duques de M edinaceli, Peñaranda y
Villaherm osa.
7 El marqués de H oyos ocupaba el puesto 36 entre los grandes de España por el tamaño de su patri­
m onio rústico, poseyendo un total de 3.051 ha de las que una m ínim a parte radicaba en el oriente
asturiano.
8 La marquesa de Canillejas y Gaztañaga era dueña de 2.822 ha en toda España, de las cuales 7'65
ha estaban en Llanes.
128
FRA N CISCO FEO PARRO N D O
se afectado por esta causa y por la 12 inscribe sus fincas en este último apar­
tado. Estos tres grandes propietarios acaparan más de 11.700 hectáreas. En
cambio aparece inscrito en la causa 13 María Dolores González Villarin,
dueña únicamente de 25 áreas 65 centiáreas en Muros, superficie que nos
hace sospechar que se trata de un error del registrador o de una pérdida de
hojas de inscripción de otras fincas a nombre de esta propietaria.
A efectos de aplicar esta causa 13 al Principado, la Junta Provincial
Agraria, en su sesión de 28 de julio de 1933, decide mantener los límites míni­
mos marcados a nivel nacional de 400 de pastos. En cambio, para las tierras
dedicadas a cultivos herbáceos en secano se divide Asturias en tres zonas en
función de «las diferentes necesidades de los términos municipales y de la
importancia del probable Censo de Campesinos»: central (municipios de los
partidos judiciales de Siero, Oviedo, Gijón, Avilés, Pravia, Mieres, Pola de
Lena y Belmonte) con 300 ha. como superficie a partir de la cual debía expro­
piarse a cada propietario (como la media española), la occidental (términos de
los partidos judiciales de Luarca, Castropol, Tineo y Cangas del Narcea) donde
se elevaba a 325 ha., y la oriental (concejos de los partidos judiciales de
Llanes, Cangas de Onís, Infiesto, Laviana y Villaviciosa) en la que se marca­
ba un límite de 350 ha. como mínimo. Para las superficies con frutales en plan­
tación regular se adopta la cifra de 100 ha. en la zona central (como la media
española) y 125 en el oriente y occidente provinciales (BIRA, n° 17, 1933).
3.- Causa 12: Aproximadamente la cuarta parte de los propietarios ins­
critos en el RPE lo son en Asturias por la causa doce (arrendamiento siste­
mático durante los doce años anteriores) afectando a un porcentaje ligera­
mente inferior de la superficie registrada: 2.76976 ha. De ellas casi 2.400 ha.
pertenecían a Tomás Botas y radicaban en Grado. El resto eran propiedades
pequeñas o medianas salvo las 143'44 ha. de Amparo Navia-Osorio SánchezArjona repartidas entre los términos de Oviedo y Grado. La explotación indi­
recta se vio agravada por el proceso desamortizador y por la compra de terre­
nos por los indianos al elevar los precios de las tierras y los intereses pagados
por los colonos, lo que impidió toda capacidad de ahorro al campesinado.
Estos aspectos, unidos al importante crecimiento demográfico regional, forzó
a una fuerte emigración temporal o definitiva, especialmente hacia América
(principalmente Cuba y Argentina)9. Algunos propietarios señalan que las
causas de inscripción son, a la vez, la doce y la diez, y otros alegan que no
está clara la obligatoriedad de su inscripción por llevar menos de doce años
arrendada. En este último caso parece detectarse un cierto temor a la denun­
cia con la consiguiente expropiación sin indemnización. Este temor puede
9 Entre 1835 y 1934, se cifra la em igración asturiana hacia A m érica en unas 330 .0 0 0 personas, lo
que representa el 40% de la población astur en este últim o año (Ojeda y San M iguel, 1985).
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TR E IN T A
129
deberse a los cambios en la tenencia indirecta producidos a lo largo del siglo
XIX, tras el proceso desamortizador: «el foro, fórmula habitual de cesión de
las explotaciones en el Antiguo Régimen, cedió su lugar a contratos de arren­
damiento de duración limitada, por un tiempo oscilante entre dos y diez años,
y lo más frecuentemente por un periodo de cuatro años. A medida que avan­
zamos hacia finales del siglo, la duración de los arriendos se acorta hasta lle­
gar a prevalecer los establecidos por dos años, finalizados los cuales el con­
trato se sometía a revisión, sin que fuera frecuente el cambio de llevador, aun­
que sí debía serlo la subida de rentas a cada renovación» (Maceda Rubio,
1983). Parece probable que algunas inscripciones «dudosas» pueden deberse
a que las fincas llevan más de doce años en arriendo pero con varias revisio­
nes de contrato y rentas. Esta causa se anuló en la ley de 1 de agosto de 1935
salvo para las fincas que se viesen afectadas por la causa trece.
Para la creación de los Jurados mixtos de la Propiedad Rústica, centrali­
zados comarcalmente en Luarca, Oviedo e Infiesto (según la zonificación ante­
riormente apuntada), se solicita a las entidades interesadas que faciliten infor­
mación sobre sus afiliados, datos que nos sirven para precisar un poco más la
relación propietarios/arrendatarios en el medio rural asturiano en 1933. Los
propietarios se integraban en dos agrupaciones: la Junta Provincial de
Ganaderos de Asturias con 870 socios propietarios (100 en la zona occidental,
485 en la central y 285 en la oriental) y la Asociación de Terratenientes de
Asturias con 293 socios (76 en la zona occidental, 144 en la central y 73 en la
oriental). Los arrendatarios asociados a sindicatos ascendían a 15.177 en toda
Asturias: 9.335 en la zona central, 3.937 en la oriental y 1.905 en el occiden­
te. Las cifras reales eran ligeramente mayores por quedar al margen las agru­
paciones locales de la Alianza de Labradores de San Tirso de Abres y de
Muñalén (Tineo) por no presentar la documentación completa, y los Sindicatos
Agrícolas católicos de Pendueles, Barros, Vidiago, Toribia, Laviana, San
Roque del Aceval, Naves, Llanes e Infiesto, y el Sindicato Agrícola y Caja
Rural de Ahorros y Préstamos de Cangas de Onís (en el oriente provincial) por
ser sociedades mixtas de propietarios y arrendatarios. En cualquier caso, exis­
te una relación de trece arrendatarios sindicados por cada propietario, ligera­
mente superada en la zona central donde la relación casi llegaba a quince/uno.
Las asociaciones de arrendatarios mayores (más de doscientos socios
cada una) se distribuían de la siguiente manera: cuatro en la zona central
(Gijón con 929 asociados, Salas con 740, San Martín de Luiña con 460 y
Avilés con 360), otras cuatro en la zona oriental (Llanes con 416 socios,
Ribadesella con 290, Villaviciosa con 230 y Nava con 220) y dos en el occi­
dente provincial (Quintaniella con 294 socios y Otur-Santiago con 204). En
cambio, en Mortera de Palomar eran únicamente dos los socios arrendatarios
y en Santibáñez de Murías diez.
130
FRA N CISCO FEO PARRO N D O
4 - Causa 10: Afecta a las tierras llamadas campaneras o de ruedo, no apa­
rece en el primitivo proyecto de la Reforma Agraria, elaborado por la
Comisión jurídica asesora, ni tampoco en el proyecto presentado a las Cortes
por el Gobierno provisional de la República. Tras varios proyectos queda
redactada definitivamente: «las situadas a distancia menor de dos kilómetros
del casco de los pueblos de menos de 25.000 habitantes de derecho, cuando su
propietario posea en el término municipal fincas cuya renta catastral exceda de
la cantidad de 1.000 pesetas, siempre que no estén cultivadas directamente por
sus dueños». Como ha señalado Pascual Carrión, esta medida afectaba a
muchos miles de propietarios de toda España (significó el pasar de unos diez
mil a ochenta mil afectados en todo el territorio español) y fue una de las cau­
sas de que la reforma tuviese muchos enemigos sin necesidad por lo que no
duda en calificarla como un error (Carrión, 1973). Esta opinión había sido
apuntada por el notario Pedro Requena (1933) porque afecta a una gran canti­
dad de fincas de escasa superficie, pertenecientes, en la mayor parte de los
casos a pequeños y medianos propietarios que en principio iban a quedar al
margen de la reforma porque ésta pretendía una redistribución centrada funda­
mentalmente en tierras de gran extensión superficial. Para Requena, este apar­
tado 10 produce «más perjuicio que beneficio para la misma Reforma Agraria»
porque el número de fincas afectadas es considerable, si tenemos en cuenta la
extensión que se da al ruedo, la renta que se fija como límite, y el número de
pueblos que comprende al quedar excluidos solamente los de más de 25.000
habitantes10. Estas circunstancias retrasarían las tareas de ocupación de las
grandes fincas aptas para realizar asentamientos verdaderamente importantes
de colonos. Además la base segunda indicaba que solamente se podían hacer
asentamientos en catorce provincias (las andaluzas, extremeñas, Ciudad Real,
Toledo, Albacete y Salamanca) por lo que Requena afirma que se van a inven­
tariar muchas fincas que no se redistribuirán en varios años y propone el apla­
zamiento de la aplicación de este apartado 10 (Requena, 1933b). Las objecciones de Pedro Requena y Pascual Carrión parecen estar escritas específica­
mente para el Principado de Asturias ya que el apartado diez incluye casi las
tres cuartas partes de los propietarios inscritos y poco más de la décima parte
de la superficie expropiable: 1.811 '23 ha. Se trata de pequeños y medianos pro­
pietarios en su inmensa mayoría, varios de ellos con menos incluso de una hec­
tárea, que como apuntaban Carrión y Requena poco iban a aportar a la mejora
del campesinado asturiano a cambio de retrasar la posible aplicación de la ley
a los grandes propietarios y de ganarse numerosos enemigos para la ley. La
10 En Asturias, según el cen so de 1930, sólo superaban esta cifra cin co m unicipios (O viedo, G ijón,
M ieres, Langreo y Siero) por lo que el resto de las localidades se deberían incluir com o posibles
afectadas por el apartado 10.
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑO S TR E IN T A
131
propia redacción de este apartado hace que casi un tercio de la superficie ins­
crita por esta causa sea considerada de obligatoriedad dudosa por sus dueños
y/o por los registradores. La ley de 1 de agosto de 1935 deja fuera del objeti­
vo de reforma agraria las fincas inscritas por este motivo.
5.- Otras causas: En seis propietarios inscritos en el RPE no aparece
mencionada la causa de inscripción, afectando a un total de 68'39 ha, repre­
sentando un porcentaje insignificante en el total de la superficie registrada.
V. LOS PROPIETARIOS
Un total de 96 propietarios (APENDICE I) estaban incluidos en el RPE
en Asturias aunque los afectados superaban ligeramente el centenar por estar
varias fincas a nombre de dos o más personas: matrimonios, padres e hijos,
varios hermanos, etc.
La inmensa mayoría (79) de los inscritos lo son únicamente en un solo
término, ocho propietarios en dos municipios, siete tenían bienes en tres tér­
minos y dos en cuatro concejos. Estas dos últimas eran Manuela Armada de
los Ríos con bienes en Candamo, Grado, Oviedo y Pravia, y Fernanda Dosal
Sobrino, condesa de Mendoza Cortina, con propiedades inscritas en Cangas
de Onís, Llanes, Peñamellera Baja y Ribadedeva.
CUADRO II.- PROPIETARIOS AFECTADOS SEGUN TAMAÑO
< 1 ha......................................9
1-5 ha......................................12
5-10 ha......................................13
10-25 ha......................................37
25-100 ha......................................3
100-250 ha......................................4
250-500 ha......................................2
1000-2500 ha......................................2
> 2500 ha......................................1
sin datos......................................1
Fuente: R .P .E . y elab oración propia.
La nobleza acaparaba más de 7.759'90 ha, más del 54'36% de la superfi­
cie inscrita en el Principado, repartida entre diez propietarios que aparecen en
el propio RPE con su título nobiliario. El reparto entre ellos era muy desigual
ya que Alvaro Queipo de Llano y Fernández de Córdoba, conde de Toreno,
sobrepasaba las siete mil hectáreas repartidas entre Cangas del Narcea y Tineo,
lo que equivalía al 49'24% de toda la superficie expropiable en Asturias. El
132
FRA N CISCO FEO PARR O N D O
conde de Toreno11 aparece inscrito en el R.P.E. por dos causas: ser Grande de
España y causa trece (gran propietario). Las 6.938'85 ha. que poseía en Cangas
del Narcea estaban divididas en 1.064 parcelas que había heredado en 1894.
Alega que parte la cultivaba él mismo (lógicamente se refiere a que la explo­
taban administradores bajo su supervisión más o menos directa) y otra parte la
llevaban en arrendamiento varios vecinos de Caldevilla de Ario. Sobre esta
propiedad cargaba un censo de 28.500 pesetas al 2% a favor de Modesta de
Llano Valdés, vecina de Pola de Allande. El propio conde de Toreno era dueño
de otras noventa hectáreas, aproximadamente, en el concejo de Tineo, hereda­
das el 31 de enero de 1890, que incluían las brañas de Besapié y Ribadales, con
cabañas, bravos y mansos, pastos para el ganado vacuno y cabrío y prados en
el centro. Las causas de su inclusión son las mismas que para las posesiones
que tenía en Cangas, si bien el tamaño señalado excluiría la causa trece. Su
inclusión en el RPE parece deberse a una denuncia y la imprecisión del tama­
ño tal vez se debe a esto y a que las fincas tinetenses del conde de Toreno no
figuraban inscritas en el Registro de la Propiedad de esta localidad.
Algo semejante parece deducirse del otro propietario de fincas en Tineo e
inscrito en el RPE: Jacobo Stuart y Falcó, duque de Alba, uno de los grandes pro­
pietarios rústicos de España. Este noble, de 50 años, sí tenía inscritas las fincas en
el Registro de la Propiedad de Tineo pero no las declaró para la elaboración del
RPE y se estaba investigando su propiedad, teniendo abierto un expediente pose­
sorio desde el 19 de abril de 1869. Posiblemente una denuncia y su condición de
Grande de España fueron el motivo de su inclusión en la fuente aquí manejada.
Aparecen citadas cuatro fincas sin mencionar su tamaño en tres de ellas12.
Propietarios importantes eran asimismo la marquesa de Argüelles (María
Josefa Argüelles Díaz), dueña de 31373 ha. en los municipios de Llanes13 y
Ribadesella, y el marqués de Santa Cruz del Marcenado (José M. NaviaOsorio) con 231 '28 ha repartidas entre Sariego, Siero y V illayón14.
Propietarios medios-grandes eran José Hoyos y Vinent (marqués de Hoyos)
con unas setenta hectáreas entre Peñamellera Baja, Ponga y Ribadedeva, y
11 Había nacido en Madrid, tenía 68 años y estaba viudo. Había sido diputado a Cortes por Cangas,
secretario del Congreso, teniente de alcalde de Madrid, etc.
12 Incluyen un labrantío, campa y monte en Carbonizo (M irallo) de cinco días de bueyes, y tres fin ­
cas de las que no se cita superficie: un prado de río, un huerto en las proxim idades de la casa
Rectoral de M irallo y un castañedo en la cuesta del río.
13 El marqués de A rgüelles era de origen llanisco y obtuvo el título nobiliario en 1897 por sus ser­
vicio s com o coronel en La Habana. A su hija María Josefa, nacida en Cuba, le había sido con ce­
dida por A lfonso XIII en 1925 la Grandeza de España.
14 El título de marqués de Santa Cruz del Marcenado fué otorgado en 1679 a Sebastián V igil de
Q uiñones, quien ya poseía diversos cotos repartidos por todo el Principado, destacando el que da
nombre al título en Siero y el de A nleo en el occidente (A nes, 1981). En 1872 era el quinto mayor
propietario rústico provincial (Erice, 1981). Participó activamente en el proceso de industrializa­
ción de Asturias y fue diputado por Luarca.
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TR EIN TA
133
Fernanda Dosal Sobrino (condesa de Mendoza Cortina)15 que poseía sesenta
y cinco en el oriente provincial (Cangas de Onís, Llanes, Peñamellera Baja y
Ribadedeva). El resto de la nobleza inscrita en el RPE en Asturias eran pro­
pietarios con una superficie mucho más reducida: el marqués de Casa Valdés16
era dueño de 19'83 ha. en Pravia, el marqués de Santa María del Villar17 tenía
11 '95 ha. en El Franco, la condesa de Santa Engracia poseía un patrimonio
rústico de 11,35 ha. en Llanes y Peñamellera Baja, y la marquesa de
Canillejas y Gaztañaga tenía 7'65 ha. en Llanes18.
Desde mediados del XIX se produce en Asturias, como en el resto de
España, un aumento notable de los títulos nobiliarios diferenciándose entre la
«vieja nobleza», de títulos antiguos y cuya preeminencia económica se basa fun­
damentalmente en la propiedad de la tierra, y la «nueva aristocracia» ennobleci­
da recientemente como premio a sus aportaciones políticas, industriales, finan­
cieras o comerciales. Desde 1845 hasta finales del reinado de Alfonso XIII se
concedieron en España 214 nuevos marquesados, 167 condados, 30 vizcondados
y 28 baronías, una parte importante de las cuales recayeron en el Principado
(Erice, 1980). En Asturias, contrasta la antigüedad de títulos como el de los con­
des de Toreno y Revillagigedo, marqueses de Camposagrado, de Santa Cruz del
Marcenado, de Canillejas... con otros concedidos muy posteriormente a antepa­
sados de personas inscritas en el RPE como el marquesado de Casa Valdés o el
condado de Mendoza Cortina. Algunos de estos nuevos nobles participaron acti­
vamente en la industrialización asturiana. Es el caso expuesto anteriormente del
marqués de Canillejas, del marqués de Argüelles o del de San Feliz.
Además de los títulos nobiliarios inscritos en el RPE como tales hay una
amplia gama de propietarios emparentados con la nobleza por lazos de paren­
tesco y cuyos apellidos controlaron la vida asturiana durante siglos. Es el caso
de Amparo Bemaldo de Quirós Muñoz, dueña de 257'32 ha en Mieres en
1933. Los Bernaldo de Quirós poseían el mayor patrimonio territorial de Lena
15 El condado de M endoza Cortina fue concedido por A lfonso XII en 1876 a Francisco M endoza
Cortina, natural de Pendueles (Llanes), agricultor y financiero que alcanzó una gran fortuna a
m ediados del siglo X IX en M éjico. A su regreso fue diputado y senador por Asturias, donando
grandes cantidades para obras de beneficencia y cultura en el oriente asturiano.
16 El marqués de Casa V aldés estaba casado con Manuela Armada de los Ríos, también inscrita
com o gran propietaria en el RPE y familiar de los condes de R evillagigedo.
17 El m arquesado de Santa María del Villar databa de 1702. En 1933 lo ocupaba el abogado D iego
Quiroga Losada, uno de los precursores en la promoción turística en España.
18 Su padre, M anuel de Vereterra y Lombau, fué senador vitalicio por Asturias y uno de los caci­
ques locales en la Restauración (Girón, 1981) y uno de los grandes inversores en la industria astu­
riana de finales del XIX y principios del XX (Fernández García, 1983) siendo accionista del
Banco Asturiano, del Ferrocarril V asco-Asturiano, de azucareras y cerveceras, etc (Erice, 1980).
Se casó con la marquesa de Gaztañaga, hermana del conde de R evillagigedo, cu yos antepasados
habían sido diputados provinciales desde 1836. Las hermanas Vereterra poseían 307 ha en la pro­
vincia de Madrid (Mata O lm o et al., 1985).
134
FRA N CISCO FEO PARRO N D O
a mediados del siglo XIX, años en los que fijan su residencia en Oviedo
siguiendo la tradición de la nobleza regional que desde el siglo XVII se tras­
ladan mayoritariamente a la capital del Principado. Este proceso se acentúa a
finales del siglo XIX cuando las grandes casas venden parte de sus propieda­
des consiguiendo la liquidez necesaria para reorientar sus inversiones hacia
otros sectores productivos, y la congelación de los arrendamientos rústicos
movió a los propietarios, absentistas la mayor parte, a vender sus tierras a los
llevadores en cantidades importantes durante los años veinte y primera mitad
de los treinta del siglo XX (Rodríguez Gutiérrez, 1984), razón que puede con­
tribuir a explicar la reducida superficie afectada por la Ley de Reforma
Agraria de 9 de septiembre de 1932.
Buena parte de las tierras vendidas por los Bernaldo de Quirós fueron
adquiridas por Antonio Sarri Oller, industrial y comerciante catalán afincado
en Oviedo, negocios que permiten su enriquecimiento e ingreso en la nueva
burguesía provincial (accionista de fábricas de quesos y mantecas, de navie­
ras, empresas elécticas...), que posteriormente obtuvo el título de marqués de
San Feliz, lo que unido a su riqueza y a la adquisición de importantes canti­
dades de tierra en Langreo, Lena y Aller le permiten la integración con la
vieja aristocracia regional. Su descendiente, Antonio Sarri Fernández-Valdés,
sin duda con el título nobiliario aunque no se inscriba como tal en el RPE,
aparece como dueño de 13'84 ha. en Langreo en 1933 y en 1948 aún poseía
105 ha. en Lena (Rodríguez Gutiérrez, 1984).
Tampoco aparecía inscrito con su título nobiliario (marqués de Torres de
Mendoza) Emilio María de Torres y González Amao, dueño de casi quince hectá­
reas en Llanera y secretario particular de Alfonso XII, monarca que le había con­
cedido el título nobiliario mencionado y le había nombrado caballero de Montesa.
Otra parte importante de los propietarios inscritos mantenían lazos de
parentesco con la nobleza: es el ejemplo de María Mendoza Dosal dueña de
poco más de diez hectáreas en Llanes, Peñamellera Baja y Ribadedeva, térmi­
nos en los que también era propietaria su hermana Fernanda, condesa de Santa
Engracia, y prima de Fernanda Dosal Sobrino, condesa de Mendoza Cortina,
y asimismo propietaria en estos concejos y en el vecino de Cangas de Onís.
Los lazos de parentesco afectan también a los hermanos Rita y Vicente
González-Regueral Álvarez-Arenas19 con más de 63 ha. en Langreo en 1933 y
19 A m bos eran hijos de Salustio G onzález-Regueral, ingeniero que participó en la construcción de
numerosas carreteras en la provincia y en el ferrocarril G ijón-León, especialm ente en el acceso a
Pajares. Fue diputado por Luarca, Laviana y O viedo y senador. S e casó con María del Carmen
Alvarez-A renas y Vereterra, con la que tuvo dieciseis hijos, de los cuales V icente, inscrito en el
RPE, fué también ingeniero de Cam inos, diputado por Gijón e Infiesto y desde 1903 senador pro­
vincial. Estaba casado con Concepción Bailly, también inscrita en el RPE, y en 1905 le fue con ­
cedido el título pontificio de marqués de Santa María del Carrizo.
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑO S TR E IN T A
135
algunos de sus descendientes de este último (González-Regueral Bailly) apare­
cen una década después como grandes hacendados en Aller y Lena. El círculo
se cierra con María Concepción Bailly Bemaldo de Quirós, dueña en 1933 de
2'14 ha. en Colunga y que en décadas posteriores aparece como gran propieta­
ria en Lena y Quirós (Rodríguez Gutiérrez, 1989). Dado que la política de estas
familias ha sido vender fincas a lo largo del último siglo no parece descabella­
do que ocultasen algunas propiedades y no las inscribiesen en el RPE.
Otra de las grandes propietarias era Manuela Armada y de los Ríos (casa­
da como hemos apuntado anteriormente con el marqués de Casa Valdés),
dueña de 12973 ha. repartidas entre Candamo, Grado, Pravia y Oviedo. Los
Armada de los Ríos eran parientes del marqués de San Esteban del Mar y
conde de Revillagigedo, y propietarios de amplios patrimonios en Lena y
Mieres que venden durante los años cincuenta y que posiblemente debieran
haber inscrito en el RPE. Algo semejante parece deducirse de la pervivencia
de propiedades importantes hacia 1960 como las del marqués de Santa Cruz
en Navia y Villayón, del marqués de Ferreras en Coaña, de los Cienfuegos
Jovellanos en Taramundi, de la marquesa de Gaztañaga en Boal e Illano, del
conde de Revillagigedo en Gijón... (Maceda Rubio, 1983).
Algunos propietarios tradicionales es posible que también mantuviesen
lazos de parentesco con la nobleza ya que sus apellidos van asociados al poder
en Asturias durante siglos. Son los casos de Manuel Castropol, de las herma0C\
ñas Fernández-Vallina Navia y de su madre Concepción Navia Blanco y de
Amparo Navia-Osorio y Sánchez-Arjona, parientes más o menos lejanos del
marqués de Santa Cruz del Marcenado. Concepción Navia y sus hijas eran
dueñas «proindiviso con el marqués de Santa Cruz y otros herederos» de die­
cisiete hectáreas en el concejo de Navia. Por su parte, Amparo Navia-Osorio
era prima de dicho marqués y había emparentado con los Sánchez-Arjona,
familia con varios títulos nobiliarios y propiedades en Extremadura (Rosique,
1988). También se pueden incluir en este grupo a los hermanos Alvaro, María
de los Remedios e Isabel Llano Ponte y Santa Cruz propietarios en Luarca
(ninguno de los tres declara poseer título nobiliario pero Isabel aparecerá
varios años después como marquesa viuda de Santa Cruz del Marcenado,
María Remedios como marquesa de San Muñoz y Alvaro como marqués de
Ferrera) (Alonso López et al., 1968).
Otra proporción importante de los inscritos en el RPE eran unos años
antes diputados. Es el caso de Manuel Argüelles Arguelles (por el distrito de
20 C oncepción N avia era esposa de Antonio Fernández-Vallina, natural de A nleo (N avia), em igran­
te a Cuba donde se enriquece con el com ercio textil. A su regreso a Navia es elegid o alcalde, crea
escuelas, carreteras, matadero público... y en 1886 es elegid o diputado provincial. Sus cuatro
hijas aparecen inscritas com o propietarias en Navia y su esposa C oncepción en el vecino
Villayón.
136
FRA N CISCO FEO PARRO N D O
Infiesto en el que aparece como propietario su hermano Alvaro mientras él
poseía 15'7 ha. en Caravia); de Enrique Arias y García de la Noceda (por el
distrito de Avilés-Pravia, siendo dueño de 14'4 ha. en este último concejo, en
el que también aparece como propietaria su hermana Consuelo); de José
María Saro Bernaldo de Quirós (diputado por Llanes-Cangas de Onís, siendo
propietario de tierra en el primer término al igual que su hermano Francisco);
de Vicente Trelles González (por el distrito de Luarca-Castropol, poseyendo
casi cinco hectáreas en el primer concejo), del abogado y escritor Fernando
Alvarez Cascos (diputado provincial y concejal en Luarca durante la dictadu­
ra de Primo de Rivera)... Otros propietarios eran hijos de antiguos diputados
provinciales como los hermanos Labra Martínez (dueños de más de veinti­
cinco hectáreas en Oviedo e hijos de Rafael José de Labra y Vereterra, dipu­
tado por Llanes a comienzos de los años veinte y emparentado con los mar­
queses de Canillejas); de Nicandro Cancio (propietario en Castropol y Tapia)
y de los Menéndez de Luarca (con superficies importantes en este concejo
costero) descendientes de otro diputado por el distrito de Luarca-Castropol;
de Javier Cavanilles Peón y María Cavanilles Riva, hermano e hija de Benito
Cavanilles Peón, diputado por Villaviciosa, término en el que poseían casi
setenta hectáreas según el RPE...
Menos abundante es la información sobre otros propietarios inscritos.
Amalia Aurre Prieto e hijos aparecen como dueños de 52'76 ha en el munici­
pio de Gijón. Son la esposa e hijos de Manuel Nieto de la Fuente, abogado,
presidente de la Diputación Provincial y propietario importante en los muni­
cipios de Oviedo, Quirós, Proaza, Lena, Grado y Carreño, fincas que heredó
o adquirió en los años finales del siglo XIX y dos primeras décadas del XX
(Rodríguez Gutiérrez, 1989). Es posible que en algunos de estos términos se
hubieran tenido que inscribir en el RPE.
En otras ocasiones se trata de antiguos inversores industriales como Angel
González Posadas, accionista de la Sociedad Industrial Asturiana Santa Bárbara
y de la Sociedad Importadora de Lubricantes en 1895 y de Hulleras de Riosa en
1914 (Erice, 1981) y que adquiere en 1917 algo más de once hectáreas en
Cangas de Onís, si bien su madre y hermanos eran propietarios anteriormente
en el concejo de Mieres y residentes como él en Campomanes (Lena). No fal­
tan banqueros como el indiano Vicente Trelles quien a su regreso de América
funda en 1895 una banca en Luarca, o comerciantes como Tomás Botas y de las
Alas Pumariño, descendiente de una de las principales familias propietarias de
grandes almacenes ovetenses desde finales del siglo XIX21 y de compradores
21 Juan Botas, adem ás de com erciante, fue promotor y consejero del Banco Asturiano, la Sociedad
Industrial Asturiana y la Com pañía de N avegación V asco-Asturiana, vicepresidente de la
Diputación Provincial, alcalde de O viedo y presidente de la Cámara de Com ercio.
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TRE IN T A
137
de fincas en la desamortización y propietarios tradicionales (De las Alas
Pumariño). También aparecen inscritos miembros de conocidas familias como
Ramona Polo y Martínez-Valdés, dueña de más de dieciseis hectáreas en
Llanera, hermana de Carmen Polo y cuñada, por tanto, de Francisco Franco; e
incluso políticos e intelectuales como Vidal Alvarez-Buylla Sampil, abogado y
escritor de Mieres (concejo en el que era dueño de casi diez hectáreas, cuya
causa de inscripción no aparece en el RPE) que presidió la Juventud
Republicana y organizó en esta localidad la conjunción republicano-socialista.
CUADRO III.- SUPERFICIE SEGÚN ORIGEN DE LOS PROPIETARIOS
314'2867 HA.
EXTRANJERO
CUBA
347882
FRANCIA
07600
ARGENTINA
7.111'9696
OTRAS PROVINCIAS
MADRID
68'3388
VALLADOLID
50*3187
LUGO
22'4903
LA CORUÑA
127301
LEON
2.784'9659
ASTURIAS
OVIEDO
2.449'4993
PRAVIA
279'1549
MIERES
158'8408
AVILES
130'4059
LUARCA
118'5475
NAVIA
93'6332
LENA
81 ' 1860
LLANES
79'8206
VILLAVICIOSA
76'4022
TAPIA
717584
CANGAS DE ONIS
307584
RIBADESELLA
21 '9019
PILONA
2V6652
CUDILLERO
CANGAS DEL NARCEA
21 '0450
163998
EL FRANCO
137200
CARREÑO
12'2711
NAVA
CASTROPOL
9'6205
7'0617
SANTO ADRIANO
6*2851
PARRES
GRADO
61318
COAÑA
4'1782
3'3267
CABRANES
Fuente: R .P .E . y elab oración propia.
138
FRA N CISCO FEO PA RR O N D O
Una vez que la desamortización elimina o reduce las propiedades del
clero, solamente aparece una institución inscrita en el RPE en Asturias, el
Real Colegio de San Patricio de Nobles Irlandeses, propietario de 3 '2171 ha.
en Llanes.
La mayoría de los propietarios había nacido en alguno de los municipios
asturianos pero la mayor parte de la tierra era propiedad de foráneos22. Un
53'35% (7.616'13 ha) de la tierra inscrita pertenecía a personas que nacieron
fuera del Principado. En el extranjero habían nacido María Josefa Argüelles
Díaz, marquesa de Argüelles, natural de La Habana y dueña de 314'73 ha.
entre los concejos de Llanes y Ribadesella; Emilio Torres Arnao dueño de
14'95 ha. en Llanera y nacido en Francia; José Valdés y Mathieu, marqués de
Casa Valdés, que nació en París y era propietario de 19'83 ha. en Pravia; y
Juana Varela Alvarez-Lavarejos, natural de Buenos Aires y con un patrimo­
nio rústico de 0'76 ha. en el concejo de Oviedo.
Mucha mayor importancia tenían las superficies de naturales en Madrid:
7.111 '96 ha, prácticamente la mitad de la superficie registrada. Se trata gene­
ralmente de pequeños propietarios de menos de una veintena de hectáreas con
la excepción del conde de Toreno que acapara la casi totalidad de tierras de
este grupo.
La superficie de nacidos en otras provincias españolas era escasa: 153'87
ha. repartidas entre cinco propietarios: dos en Lugo (Antonia Couto Casas y
el matrimonio Manuel Parga Núñez-Adelina Rapa Álvarez, del municipio
colindante de Ribadeo y con 50 ha. repartidas entre Vegadeo y San Tirso de
Abres), uno en León (Visitación Jove y Piñán, dueña de 12'7301 ha. en
Grado), otro en La Coruña (Manuela Consolación González-Valdés LópezDóriga, natural de El Ferrol y propietaria de 22'49 ha. en Gijón) y otros dos
en Valladolid (Asunción y Juan Pardo Pimentel y Velarde, con 68'33 ha.
repartidas entre Nava, Proaza y Santo Adriano).
El resto de los propietarios habían nacido en Asturias, siendo naturales
de Oviedo y Pravia los dueños de más de un tercio de la superficie inscrita en
el RPE provincial con 2.784'96 y 2.449'49 ha. respectivamente, cifras debidas
en gran parte al nacimiento de Tomás Botas de las Alas Pumariño en la capi­
tal (prácticamente 2.400 ha.) y de José Ramón Areces Aguirre en Pravia
(2.290 ha.). En esta última localidad nació otra importante propietaria:
Manuela de la Paciencia Armada y de los Ríos, dueña de casi 130 ha. entre
Candamo, Grado, Oviedo y la propia Pravia. En la capital del Principado
nacieron otros propietarios de la nobleza y burguesía asturiana, entre los que
destacaba José María Navia-Osorio y Castropol, marqués de Santa Cruz del
22 N o aparece m encionado el lugar de nacim iento del marqués de H oyos, del duque de A lba y de la
marquesa de Canillejas, aunque es probable que fuese fuera del Principado.
LA PRO PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TREIN TA
139
Marcenado, con un patrimonio rústico inscrito en el RPE de más de 230 ha.
repartidas entre Sariego, Siero y Villayón.
El resto de los municipios participaba en mucha menor medida del naci­
miento de importantes propietarios inscritos en el RPE, si bien los naturales
de Mieres poseían 279 ha. expropiables, los de Avilés 158'84, los de Luarca
130'4 ha, los de Navia 118, etc.
VI. SISTEMA DE ADQUISICIÓN DE LAS PROPIEDADES Y CARGAS
QUE TENÍAN
La mayor parte de los propietarios inscritos en el RPE declaran que habí­
an accedido a la propiedad por vía de herencia en los años finales del siglo
XIX o en el primer tercio del XX, fenómeno que afectaba también a la mayor
parte de la tierra gracias a la inclusión en este grupo de las propiedades del
conde de Toreno. La vía de herencia se ve más representada en los propieta­
rios tradicionales y especialmente en la nobleza si bien algunos de sus miem­
bros adquieren parcialmente tierras con las que ampliar su patrimonio rústi­
co. Es el caso del marqués de Santa Cruz del Marcenado quien hereda en
1915 un octavo de sus propiedades (de su padre) y compra el resto a sus her­
manos para mantener intacto el patrimonio paterno23. El marqués de Hoyos
compra en junio de 1929 un monte de 18 kilómetros de circunferencia en el
puerto de Borondanes, en Taranes (Ponga) que suma a sus posesiones ante­
riores. Igualmente Fernanda Dosal, condesa viuda de Mendoza Cortina, rea­
liza varias compras en la primera década del siglo XX para aumentar las here­
dadas en 1893 y 1895. En estos últimos casos se trata de títulos nobiliarios
recientes que aún estaban aumentando su patrimonio rústico en un momento
en que la vieja nobleza tendía a reducirlo e invertir en actividades más renta­
bles. Otros herederos, como Eduardo López-Casariego en Tapia, José María
y Francisco Saro en Llanes, Vicente Trelles en Luarca o Asunción del Valle
en Ribadesella, también adquieren tierras en este periodo.
En otras ocasiones se trata de propietarios que adquieren todas sus pose­
siones por compra, como ocurre con José Ramón Areces que se hace con
23 El sistem a de herencias era muy com plejo y así, María C oncepción Navia B lanco poseía «proind iviso con el señor marqués de Santa Cruz y otros herederos» 17 ha en V illayón heredadas en
1921. Sus hijas A ntonia, Leopoldina, María de la Cabeza y María del Pilar Fernández-Vallina
Navia eran dueñas de «pleno dom inio» de algunas fincas en Navia, compartían otras entre sí y
eran dueñas de varias fincas más que usaría en «usufructo vitalicio» su madre. Las hermanas
M anuela C onsolación y María Paz G onzález-V aldés López-D óriga eran dueñas por separado de
fincas que habían heredado en 1902 de sus padres mientras algunas que procedían de su herma­
no Víctor (heredadas en 1930) eran propiedad conjunta.
140
FRA N CISCO FEO PARR O N D O
2.290 ha. en Cangas del Narcea en mayo de 1910 proindi viso con su esposa
Carmen Saavedra; y como Tomás Botas que había adquirido 2.399 ha. en
Grado en 1920. Otros compradores adquieren superficies mucho más reduci­
das pero importantes en el medio rural asturiano: Timoteo Balbín compra en
1922 casi veinte hectáreas en Piloña; Ángel González Posadas 11' 19 ha. en
Cangas de Onís en 1917 con fondos procedentes de sus negocios industriales
y ferroviarios; Víctor Ochoa casi treinta hectáreas entre 1898 y 1925 en los
concejos de Coaña, El Franco y Navia, etc.
Otras formas de adquisición de fincas apenas aparecen representadas.
Las propiedades del duque de Alba en Tineo estaban sujetas a expediente
posesorio; 15'36 ha. de Manuela Alonso las había recibido en 1911 como
pago de dote (otra forma de herencia); Francisca Concha Bravo había obteni­
do 21 '66 ha. en Cudillero en 1927 por «disolución de sociedad»; Emilio
Iglesias y Rosa García habían accedido a la propiedad por «adjudicación en
subasta» y, por último, Josefa Villa Cueto sumó a sus posesiones heredadas
en el concejo de Villaviciosa las «adquiridas en pago de gananciales» en 1931
en Llanes y Ribadesella.
Varias propiedades inscritas se hallaban gravadas con cargas que reducían
su rentabilidad. Estos gravámenes son importantes en el caso de las tres hipo­
tecas (del Banco Hipotecario de Gijón, del Banco de España y de Valentín
García Corujedo) que pesaban sobre las 2.399 ha. de Tomás Botas y que no
parecen deberse a problemas económicos de este emprendedor comerciante
ovetense sino a posibles préstamos para la adquisición de esta importante
superficie rústica o para alguna inversión comercial. También estaba hipote­
cado el monte adquirido por el marqués de Hoyos en Ponga a favor de
Francisco Álvarez Sampedro y de Francisco Antonio de Poo en garantía de
6.250 pesetas. El referido monte tenía además servidumbre de pasto para doce
vacas a favor del conde de Peñalba. Las 6.938 ha. del conde de Toreno en
Cangas del Narcea estaban gravadas con un censo de 28.500 pesetas al 2% a
favor de Modesta de Llano Valdés, vecina de Pola de Allande. Un censo de
1.320 reales anuales pesaba sobre parte de las propiedades de Manuel Rey
Velarde en Navia; otro censo consignativo sobre las de Amparo Navia-Osorio
en Oviedo; Nicandro Cancio García-Armero tenía gravadas sus propiedades
en Tapia con un foro de 3.846 litros a los herederos de Asunción Rodríguez
Trelles, y las de Castropol con rentas vitalicias de 750 pesetas anuales,
redim ibles al 5% a favor de cada una de sus hermanas Concepción y
Presentación, y de 250 pesetas anuales, también redimibles al 5% a favor de
su hermano Ramón. Antonia Couto debía pagar 60'28 litros de trigo anuales
al conde de Altamira y, por último, Enrique Arias tenía unas cargas de 13
litros 40 celemines de escanda a favor de Emilio García Corujedo, de tres
pesetas a Dolores Montes y de quince pesetas a Casa Valdés. Se mezclan, por
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS A ÑOS TRE IN T A
141
tanto, antiguos censos o foros (pagables en gran medida en especies o rentas
bajas) con hipotecas modernas sobre predios mayores a los que acudían gran­
des propietarios como el conde de Toreno, el marqués de Hoyos o el comer­
ciante Tomás Botas.
VIL USOS DEL SUELO
El RPE ofrece también datos sobre los usos del suelo de las fincas ins­
critas aunque con bastantes imprecisiones (varios aprovechamientos en la
misma parcela por pequeña que ésta sea) lo que unido a la excesiva parcela­
ción dificulta enormemente la realización de un análisis detallado. Pese a ello,
vamos a realizar un muestreo con varios propietarios de distintos concejos y
superficies que nos permiten justificar la existencia de unos usos del suelo
muy complejos y variados.
De las 2.290 ha. de José Ramón Areces en Cangas de Narcea, 1909 eran
consideradas como «terrenos incultos que nada producen», 376 ha. estaban
cultivadas y dedicadas a cereales, prados y verduras, y otras 4 ha. eran de
bosque o paseo. Un coto formaban también las propiedades de Tomás Botas
en Grado destinadas a tierras de labrantío, prados y montes y en su perímetro
se incluían veintiocho casas, un molino y nueve corrales. Usos del suelo muy
variados aparecen asimismo en las propiedades de Luis Menéndez de Luarca
que a su vez incluían varias casas y hórreos de sus llevadores pese a lo cual
no las inscribe en la causa de arrendamiento sistemático. Usos diversos, aun­
que con una clara vocación ganadera, tenían las aproximadamente noventa
hectáreas del conde de Toreno en el concejo de Tineo incluyendo las brañas
de Besapié y Ribadales con cabañas para bravos y mansos y pastos para gana­
do vacuno y cabrío y prados en el centro a los que se cortaba la hierba.
El policultivo era la nota dominante en todas las caserías asturianas y esto
se confirma en el análisis detallado de algunos propietarios inscritos en el
RPE. Es el caso de las superficies de Vicente Trelles González dueño de 4'97
ha. en Luarca, superficie en la que se incluían varias casas, un hórreo, un
molino, unas canteras y una gran variedad de aprovechamientos agrarios: 0'58
ha. de huerta, 0'69 de labor, 0' 18 de prado, 0'92 de huerta-labor-prado, 0'78 de
labor-prado, 1'30 de prado-monte, 0'08 de monte de castaños y 0' 13 ha. de
monte de pinos.
El policultivo iba, en buena medida, unido a la economía de subsistencia
pero también al microfundismo parcelario, fenómeno que se constata perfec­
tamente en el caso de Manuel Rodríguez, dueño de 21'01 ha. en Cangas del
Narcea divididas entre 117 parcelas. De éstas, cincuenta se destinaban a labor
con una superficie total de 5'90 ha., otras cuarenta parcelas eran de prados
142
F RAN CISCO FEO PARRO N D O
ocupando 4'55 ha., cinco fincas compartían labor y prado en l'Ol ha., otra par­
cela se aprovechaba conjuntamente de labor y roza teniendo una superficie de
O'Ol ha., dos fincas se dedicaban a prado y roza sobre 0'94 ha., diecisiete fin­
cas eran montes de roza y ocupaban 8'59 ha. (más de un tercio de la superfi­
cie de este propietario), otra parcela de 10 a. se destinaba a erial, y por últi­
mo, otra finca era de monte (0'85 ha.). La pervivencia de aprovechamientos
conjuntos labor-roza y prado-roza en parcelas tan reducidas nos indica el
carácter arcaico de muchas explotaciones rurales asturianas y que seguían
produciéndose roturaciones lentas pero constantes. En cambio, otras propie­
dades parecían intuir perfectamente las posibilidades de transformación.
Vicente González-Regueral quien tenía dos parcelas en Langreo, una de cin­
cuenta hectáreas destinada a pasto y arbolado y la otra de tres hectáreas,
rodeada por el río Nalón, la vía férrea, la carretera de Sama a Mieres y una
escombrera de Duro Felguera, «destinada a labor y susceptible de ser urbani­
zada» según declara el propietario.
VIII. CONCLUSIONES
Del análisis del RPE se deduce la poca importancia de la «gran propie­
dad expropiable» en Asturias en los años treinta del siglo XX. Esta propiedad
estaba además muy parcelada. La tradicional nobleza provincial y la nueva
burguesía (comerciantes, industriales, indianos, profesiones liberales) apare­
cen como principales propietarios pero mientras los primeros heredan la
mayoría de sus predios los segundos compran tierras como vía de acceso a la
aristocracia, proceso que completan con la ocupación de cargos políticos, con
matrimonios mixtos nobleza tradicional-burguesía y frecuentemente con la
obtención de títulos nobiliarios de reciente creación. El RPE permite también
reafirmar el tradicional policultivo del medio rural asturiano.
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TRE IN T A
143
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146
FRA N CISCO FEO PARR O N D O
APÉNDICE I.- PROPIETARIOS INSCRITOS EN EL R.P.E. EN ASTURIAS
Propietario
ALONSO MARTINEZ Y MARTIN, Manuela
ALVAREZ CASCOS, Femando
ALVAREZ DEL MANZANO, Vicente
ALVAREZ-BUYLLA SAMPIL, Vidal
AMADOR DE LOS RIOS, Rafaela
ARAMBURU DIAZ, Eloísa
Municipio
Ha./a./ca.
GRADO
15-36-32
CASTROPOL
36-77
RIBERA DE ARRIBA
12-44-81
MIERES
9-82-06
CUDILLERO
11-46-33
RIBADESELLA
28-61-22
SIERO
24-82-52
VILLAVICIOSA
17-64-69
ARECES AGUIRRE, José Ramón
CANGAS DEL NARCEA 2290-21-00
ARGUELLES ARGUELLES, Alvaro
PILOÑA
2-85-34
ARGUELLES ARGUELLES, Manuel
CARAVIA
15-71-00
ARGUELLES DIAZ, MaJosefa (marquesa de Argüelles) LLANES
253-24-31
RIBADESELLA
60-49-54
ARIAS GARCIA DE LA NOCEDA, Consuelo
PRAVIA
95-40
ARIAS GARCIA DE LA NOCEDA, Enrique
PRAVIA
14-43-78
ARMADA Y DE LOS RIOS, Manuela
CANDAMO
62-85-99
GRADO
42-85-95
OVIEDO
1-99-30
PRAVIA
22-02-01
AURRE PRIETO, Amalia e hijos
GIJON
52-76-35
BAILLY BERNALDO DE QUIROS, MaConcepción
COLUNGA
2-14-55
BALBIN SANCHEZ, Timoteo
PILONA
19-04-85
BERNALDO DE QUIROS MUÑOZ, Amparo.
MIERES
257-32-83
BLANCO PARDINES, Concepción
RIBADESELLA
8-58-81
BOTAS Y DE LAS ALAS PUMARINO, Tomás
GRADO
2399-54-59
CANCIO GARCIA-ARMERO, Nicandro
CASTROPOL
1-91-66
TAPIA
54-29-33
CASTROPOL DE LLANO, Manuel
EL FRANCO
57-00
CAVANILLES PEON, Javier
VILLAVICIOSA
51-27-61
CAVANILLES RIVA, María
VILLAVICIOSA
17-59-64
COCINA FAYA, José y ALVAREZ RON, V.
NAVA
12-27-11
CONCHA BRAVO, Francisca
CUDILLERO
21-66-52
CORTES GUTIERREZ, Antonio
BIMENES
33-92-34
CANGAS DE ONIS
25-06-06
LLANES
12-77-44
COUTO CASAS, Antonia
SAN TIRSO DE ABRES
26-16-28
DIAZ CANEJA Y CORTINA, Cándida
GIJON
12-81-02
DIAZ SAMPIL, Sergio
MIERES
1-91-00
DIAZ VACEIRO, Femando
LLANES
6-28-51
DOSAL SOBRINO, Fernanda (condesa de Mendoza Cortina) CANGAS DE ONIS
41-68-50
LLANES
12-60-51
PEÑAMELLERA BAJA.
11-27-45
LA PR O PIED A D RÚ STICA EN LOS AÑOS TR EIN TA
147
Ha./a./ca.
Municipio
13-00
RIBADEDEVA
7-06-17
SANTO ADRIANO
FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Ángel José
19-05-13
CANDAMO
FERNANDEZ Y GONZALEZ RIO, Marcelino
10-88-13
NAVIA
FERNÁNDEZ VALLINA NAVIA, Antonia
1-02-68
NAVIA
FERNÁNDEZ VALLINA NAVIA, Leopoldina
20-19-00
NAVIA
FERNÁNDEZ VALLINA NAVIA, MaCabeza
15-41-80
NAVIA
FERNÁNDEZ VALLINA NAVIA, MaPilar
4-06-19
PRAVIA
GARCIA GARCIA, Rosa
27-29-02
MIERES
GONZÁLEZ PALACIO, Dorotea e hijos
11-19-75
CANGAS DE ONIS
GONZALEZ POSADAS, Angel
25-65
M
UROS
GONZALEZ VILLARIN, Ma Dolores
10-94-81
CARA
VÍA
GONZALEZ-CUTRE POSADA, Mariano
8-52-76
VILLAVICIOSA
GONZALEZ-CUTRE POSADA, Paz
10-80-53
LANGREO
GONZÁLEZ-REGUERAL ÁLVAREZ-ARENAS,Rita
53-00-00
GONZÁLEZ-REGUERAL ÁLVAREZ-ARENAS,Vicente LANGREO
22-49-03
G1JON
GONZALEZ-VALDES LOPEZ-DORIGA, Manuela
13-72-00
GIJON
GONZÁLEZ-VALDÉS LÓPEZ-DÓRIGA, MaPaz
1-12-29
GRADO
GURDIEL DIAZ MIRANDA, Consuelo
11-11-90
PEÑAMELLERA BAJA
HOYOS Y VINENT, José (marqués de Hoyos)
S.D.
PONGA
RIBADEDEVA
58-40-93
VILLAVICIOSA
12-00-60
IGLESIAS LLANEZA, Emilio
12-73-01
GRADO
JOVE Y PINAN, Visitación
11-35-14
OVIEDO
LABRA MARTINEZ, Rafael Ma
7-86-89
OVIEDO
LABRA MARTINEZ, Rita
6-99-19
OVIEDO
LABRA MARTINEZ, Rosario
20-19-23
TAPIA
LÓPEZ-CASARIEGO VILLAMIL, Eduardo
LLANERA
11-61-66
LOPEZ DEL VALLADO SUAREZ, MaAsunción
6-30-00
LAVIANA
LLANES ALONSO, Félix
LLANO PONTE Y SANTA CRUZ, Alvaro,
15-94-98
LUARCA
María de los Remedios e Isabel
RIBADESELLA
3-87-35
MARTINEZ NORIEGA, Manuel et al
3-73-66
MENDOZA DOSAL, Fernanda (condesa de Santa Engracia) LLANES
7-62-00
PEÑAMELLERA BAJA.
3-61-17
LLANES
MENDOZA DOSAL, María
PEÑAMELLERA BAJA
11-70
RIBADEDEVA
6-40-03
LUARCA
109-11-38
MENENDEZ DE LUARCA SECADES,Luis et al.
7-51-06
MONTES MIRANDA, José Ramón y Rafaela
CUDILLERO
PRAVIA
2-99-49
VILLAYON
17-73-92
NAVIA BLANCO, MaConcepción
NAVIA-OSORIO CASTROPOL, José
40-06-84
(marqués de Sta Cruz del Marcenado)
SARIEGO
163-83-54
SIERO
Propietario
148
FRA N CISCO FEO PARRO N D O
Propietario
NAVIA-OSORIO SANCHEZ-ARJONA, Amparo
OCHOA OLABARRIETA, Candida
OCHOA OLABARRIETA, Eduardo
OCHOA OLABARRIETA, Rodrigo
OCHOA OLABARRIETA, Victor
OCHOA PEREZ, Victor
PARDO PIMENTEL Y VELARDE, Asuncion
PARDO PIMENTEL Y VELARDE, Juan
PARGA NUNEZ, Manuel y RAPA ALVAREZ, Adelina
POLO Y MARTINEZ-VALDES, Ramona
PRIETO FERNANDEZ, Ramon
QUEIPO DE LLANO Y FERNANDEZ DE CORDOBA,
Alvaro (conde de Toreno).
Municipio
VILLAYON
GRADO
OVIEDO
COAÑA
NAVIA
NAVIA
NAVIA
NAVIA
COAÑA
EL FRANCO
NAVIA
PROAZA
SANTO ADRIANO
NAVA
VEGADEO
LLANERA
CASTROPOL
Ha./a./ca.
27-38-17
75-08-85
68-36-05
39-00
1-02-18
51-18
34-66
60-62
1-78-17
15-82-03
15-82-98
44-75-36
16-77-22
6-81-30
24-15-59
16-25-46
9-62-05
CANGAS DEL NARCEA 6938-85-61
TINEO
aprox. 90-00-00
QUIROGA LOSADA, Diego (marqués de Sta. Madel Villar) EL FRANCO
11-95-49
REAL COLEGIO DE SAN PATRICIO DE
NOBLES IRLANDESES
LLANES
3-21-71
REY VELARDE, Manuel
NAVIA
32-81-38
RODRIGUEZ MENGUEZ, Manuel
CANGAS DEL NARCEA
21-04-50
SARO BERNALDO DE QUIROS, Francisco
LLANES
47-26
SARO BERNALDO DE QUIROS, José Ma
LLANES
1-72-15
SARRI FERNANDEZ-VALDES, Antonio
LANGREO
13-84-18
STUART, Jacobo (duque de Bervick, Liria y Alba)
TINEO
S.D.
SUAREZ SUAREZ, Mariano
COAÑA
4-17-82
TORRES GONZALEZ-ARNAO, Emilio
LLANERA
14-95-58
TRELLES GONZALEZ, Vicente
LUARCA
4-97-46
TUERO TUERO, MaCarmen
CABRANES
3-32-67
VALDES CAMARINO, Enrique
GRADO
5-00-89
VALDES Y MATHIEU, José (marqués de Casa Valdés)
PRAVIA
19-83-24
VALLE PEREZ, Asunción del
RIBADESELLA
13-35-02
VARELA ALVAREZ-LAVAREJOS, Juana
OVIEDO
76-00
VERETERRA ARMADA, MaRosario
(marquesa de Canilleias y Gaztañaga)
LLANES
7-65-72
VILLA CUETO, Josefa
LLANES
5-81-50
RIBADESELLA
39-62
VILLAVICIOSA
3-86-90
Fuente: R .P .E . y elab oración propia.
RAMON PEREZ DE AYALA, EMBAJADOR EN LONDRES:
ALGUNOS MATERIALES INÉDITOS.
JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ
1.
Bien como consecuencia de una decisión meditada, o bien, y esto es
lo más probable, como resultado del trasvase de sus energías intelectuales
hacia labores más directamente comprometidas con las difíciles circunstan­
cias de la realidad española del momento, lo cierto es que Ramón Pérez de
Ayala cierra en 1928 el amplio y fecundo periodo de creación literaria que
había iniciado, como joven poeta modernista, en el Oviedo de finales del siglo
XIX. La publicación del relato Justicia es así, desde nuestra perspectiva
actual, la vuelta de llave que, en la clausura de lo ya realizado, de lo ya cum­
plido, liquida la etapa propiamente literaria del escritor. Pero la renuncia de
Ayala a la literatura como actividad pública no es consecuencia de un agota­
miento repentino de su capacidad creativa, ni es producto de un simple can­
sancio vital1. Por el contrario, el escritor se embarcará con entusiasmo, y
comprometiendo todas sus capacidades, en la puesta en práctica de sus aspi­
raciones cívico-políticas, lentamente maduradas en el transcurso de años de
reflexión -pública y privada- sobre la realidad de la sociedad española (sin
que eso signifique minusvalorar lo que de cívico y político tiene toda su lite­
ratura, que es mucho).
Su actitud crítica frente a la dictadura de Primo de Rivera y ante la con­
nivencia monárquica, le llevará a formar parte, en calidad de cofundador, de
la Agrupación al Servicio de la República, en la que comparte programa y
tareas con Ortega, Marañón y Machado, por citar tres de sus más conocidos
miembros. De lo que es, antes que nada, agitación ideológica y formación de
opiniones, pasará muy pronto, desde los primeros días del triunfo del nuevo
régimen, a desempeñar cargos relevantes con más directa responsabilidad en
1 Hablo de actividad literaria pú blica, pues el autor siguió escribiendo poesía hasta el final de su
vida (son los textos agrupados bajo el título de “El sendero ardiente” en la edición de O bras co m ­
p le ta s que preparó José García Mercadal para Aguilar) aunque esto fue, más bien, labor de inti­
midad.
150
JO SÉ RA M Ó N G O N ZÁ LEZ
la defensa de lo que en esos momentos iniciales se veía como la culminación
práctica de un ansiado proyecto y la posibilidad de ensayar una nueva realidad española que superase deficiencias seculares. Será así, sucesiva y simul­
táneamente, embajador de la República ante la corte británica, director del
Museo del Prado y diputado a Cortes por Asturias. Son años de actividad
constante, en los que parece preciso apurar hasta el límite todas las posibili­
dades de actuación o representación que las nuevas circunstancias abren ante
él. Su más destacado papel en la España republicana será, sin embargo, el que
desempeñe como diplomático, participando así en lo que fue el destino común
de muchos intelectuales del momento, a quienes el poder político recurrió en
un intento de renovar ante la opinión pública de las diferentes naciones occi­
dentales la imagen del país. La vida de Ayala en Londres -q u e nos es bien
conocida gracias a la magnífica labor de investigación desarrollada por
Agustín Coletes y Florencio Friera-, estará marcada por su rápida y exitosa
incorporación a los círculos más influyentes -políticos y económ icos- de la
capital y por su buena acogida en el mundo social londinense (que era, en su
mayor parte, monárquico).3 En este respecto, se puede asegurar que, más allá
de las burlas o polémicas que las volátiles circunstancias de la política espa­
ñola propiciaban (y de las que ambos estudiosos hacen amplia mención),
Ramón Pérez de Ayala desempeñó con dignidad, y en ocasiones con brillan­
tez, la difícil labor de representar ante una monarquía los intereses de una
joven República que, por ser joven y por ser república, concitaba un amplio
abanico de reacciones renuentes que iban desde una tibia reticencia hasta el
abierto temor o la franca hostilidad. Como ha demostrado convincentemente
Agustín Coletes, Ayala se entregó a fondo durante sus primeros años como
embajador y se granjeó un útil respeto y una admiración más que estimables.
Como buen hombre de mundo, el escritor supo estar en todas partes, dándo­
se a conocer y participando en cuantos foros tuvo a su disposición. Sus inter­
venciones públicas, muy numerosas como corresponde a un embajador acti­
vo, le sirvieron muy frecuentemente para plantear y defender tesis republica-
2 Para un adecuado conocim iento de las labores públicas de Pérez de A yala durante estos años es
necesario acudir a los m onum entales trabajos de Florencio Friera: P érez de A yala, testig o de su
tiem po (Gijón, Fundación A lvargonzález, 1997) y P érez de A yala en su tiem po p o lític o (ejemplar
m ecanografiado en la B iblioteca Pública de O viedo con depóstito legal A S -3356-90).
3 M e refiero al libro G ran B retaña y los E stados U nidos en la vida de Ram ón P érez de A yala
(O viedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1984), en el que Agustín C oletes Blanco ofrece un
m inucioso y porm enorizado estudio, resultado de una amplia investigación doctoral. En lo que se
refiere a los trabajos de Friera, véase la nota anterior. Por otra parte, quiero agradecer al Profesor
C oletes su am able disposición: él fue lector, en su m om ento de este manuscrito y a él le debo estí­
m ulo y aliento y también, de forma m ucho más concreta, la corrección de algún error que se había
d eslizado en el texto. Las inexactitudes que, a pesar de todo, aún perm anezcan son, sin em bargo,
só lo mías.
R A M Ó N PÉREZ DE AYA LA , EM BA JA D OR EN LO N DR ES
151
ñas y suavizar las posibles reacciones de su auditorio ante las preocupantes
noticias que, de vez en cuando y muy mediatizadas por los medios de comu­
nicación británicos, llegaban de Madrid. El entusiasmo de Ayala fue, en los
primeros años de su embajada, incuestionable; como igualmente incuestiona­
ble fue el progresivo desencanto ante el cariz que los acontecimientos iban
tomando en España y su posterior aproximación, tras el triunfo del Frente
Popular, el abandono de su puesto de embajador y el comienzo de la guerra
civil, a la causa de Franco (apoyo activo, pero que, no obstante, convendría
valorar como reservado; sobre todo a la luz de lo que sin duda fue un nuevo
desencanto y el alejamiento definitivo de toda actividad pública). La evolu­
ción de Ayala que hemos apuntado puede rastrearse indirectamente a través
de sus escritos y discursos políticos, que muestran, durante los dos últimos
años de su embajada, una mayor tibieza en la defensa de la política española.
Pero sea cual sea el arco de esa variación natural, y sea cual sea la valoración
última que nos merezca esta etapa, es sólo a través de los textos conocidos,
no siempre abiertamente políticos, como podemos imaginar lo que fue la ver­
dadera actividad de Ayala durante sus años de embajador. Y así, casi al tras­
luz de lo escrito, podemos ver, y valorar en su justa medida, lo que fue el
desempeño una misión que, si tenía mucho de convencional, rutinario y pro­
tocolario, era también delicada tarea de siembra, minuciosa labor de proyec­
ción de una visión de España que aspiraba a superponerse sobre los tópicos
dominantes. Pérez de Ayala trató en todo momento de convencer a sus inter­
locutores británicos de que cualquier gesto de reconocimiento y respeto hacia
lo español, hacia los españoles y su cultura, hacia su papel en el mundo, era
un acto de necesaria justicia (y ello independientemente de cuál fuera el régi­
men político instaurado en España porque se trataba de normalizar relaciones
entre los dos estados, superando las posibles dificultades provenientes de la
particular coyuntura). Creo, por tanto, que la publicación de algunos textos
desconocidos redactados durante esa etapa de su vida puede contribuir a una
apreciación mas ajustada (aunque no necesariamente diferente de la que
Coletes y otros proponen) de lo que fue la experiencia de Pérez de Ayala
durante su etapa de embajador en Londres.
2.
Los textos que recupero son un pequeño conjunto de autógrafos que
se conservaban en la biblioteca de Don Bartolomé March (trasladada parcial­
mente, tras su fallecimiento, a la Fundación que lleva su nombre en Palma de
Mallorca), y que formaban parte de la importante colección “Gómez
Porrero”.4 Se trata, en concreto, de cinco discursos y una carta dirigida a un
4 D ebo agradecer a D. Bartolom é March y a Doña Ma D olores V ives, bibliotecaria encargada a la
sazón de custodiar tan importante legado bibliográfico, la gentileza con la que me franquearon,
hace ya m uchos años, las puertas de la biblioteca en Madrid y la excelen te disposición que m os­
traron al permitirme consultar y fotografiar los textos que aquí recojo.
152
JO SÉ RA M Ó N G O N ZÁ LEZ
tal “Mr. Smith” (ésta última se identifica en el encabezamiento como un
artículo publicado en el Daily Telegraph londinense, el 27 de mayo de 1935).
Están escritos a lápiz, son de letra de Ayala y todos ellos vienen precedidos
de un breve párrafo introductorio, incorporado por el coleccionista, que los
identifica muy latamente, sin grandes precisiones temporales. Uno de ellos, el
de mayor relevancia política -se pronunció con motivo de celebrarse el cuar­
to aniversario de la República- ha sido publicado anteriormente en su inte­
gridad, por lo que he preferido no reproducirlo de nuevo.5 Los otros cuatro, y
la carta sobre los gitanos, son desconocidos. El primero, incompleto (pues
falta al menos una página), fue pronunciado, según el encabezamiento, en
1934, con motivo de la Fiesta de la Raza (el 12 de octubre). En él desliza
Ayala algunas importantes reflexiones sobre la evolución histórica -valoran­
do en su devenir tanto el aspecto individual, la participación del sujeto excep­
cional, como el aspecto colectivo- y sobre la noción de raza, destacando,
sobre todo, su intento de desvincular los conceptos de pueblo o nación de
cualquier base biológica que sirva como disculpa para el “fetichismo étnico.”
En el texto es posible descubrir -aún sin que haya una mención directa, pues
se trata de un discurso diplom ático- una respuesta personal, una toma de pos­
tura ante ciertas ideas que ya por aquellos años habían encontrado en
Alemania un rico caldo de cultivo.6
Los otros tres discursos están directamente relacionados con los viajes
que Pérez de Ayala realizó al País de Gales, y a la ciudad de Cardiff (el pri­
mero no lleva fecha, pero la mención a la Conferencia de Londres -1 9 3 2 -,
celebrada “hace dos años”, sugiere que debemos fecharlo en 1934; los dos
siguientes fueron con toda seguridad escritos en 1935, pues así lo señala una
anotación a lápiz en el primero de ellos, como se indica en la reproducción de
los textos). Es obligado señalar que son discursos muy de circunstancias, den­
tro de lo que es el día a día de una embajada, pero en los que Ayala no deja
de introducir algunas de las ideas-vector de su reflexión política y social (la
preeminencia de los factores económicos y comerciales, la valoración negati­
va de la ociosa aristocracia española, en pleno contraste con la nobleza
emprendedora e industrial de Gran Bretaña...).
5 Lo hace C oletes, en la obra citada, págs 407-410.
6 La reflexión sobre las cuestiones raciales toma un nuevo auge durante esos años, en relación direc­
ta con la instrumentalización política de lo que eran, en un principio, cuestiones antropológicas.
D e hecho es un asunto recurrente en m uchos de los intelectuales del m om ento. Por poner un sólo
ejem plo que pertenece al m ism o ámbito geográfico que Ayala, recuérdese el artículo “Eugenesia
y racism o”, que el asturiano Fernando V ela incluyó en su libro El fu tu ro im perfecto, publicado en
Madrid, en 1934 (en E diciones Literatura, y dentro de la PEN C olección ). V ela rechaza también
la noción de raza com o concepto operativo para definir la identidad nacional, pero frente a la pro­
puesta de A yala, que habla de comunidad lingüística, éste adopta un criterio histórico.
RA M Ó N PÉREZ DE AYA LA , EM BA JA D OR EN LO N DR ES
153
La carta, finalmente, no es más que un borrador (el nombre del destina­
tario es casi ilegible y no lleva firma ni despedida) pero demuestra bien a las
claras que el escritor se tomaba muy en serio su papel de informador sobre la
realidad española, tratando de deshacer tópicos establecidos (aunque no deja­
ra de caer en otros).7 Creo que estos materiales, en su conjunto, ayudan a
redondear la visión actual de lo que fue el trabajo y la labor desempeñada por
nuestro embajador en Londres durante los difíciles años de la II República.
Texto 1
Encabezamiento: Autógrafo del discurso pronunciado en Londres en el año
1934, por nuestro embajador, en la expresada capital, Don Ramón Pérez de Ayala,
con ocasión de la fiesta de la Raza.
Texto:
Grande y única es la ocasión que aquí nos convoca y congrega. Comoquiera que
todos los aquí reunidos tenemos conciencia más o menos precisa de esta ocasión, o
lo que es igual, como todos alentamos en el mismo espíritu, las palabras a través de
las cuales esta ánima colectiva trasparezca y se exprese han de ser por necesidad tan
reflexivas cuanto breves. Este no es un banquete como tantos otros banquetes; no es
meramente un formalismo social que encierra y disimula una realidad deglutiva y
nutricia. Buena prueba de ello es que hoy mismo y en incontables agrupaciones urba­
nas de las diversas naciones del mundo, ya en banquetes, ya en solemnidades de dise­
ño [sic], se atrae recíprocamente, se funde y confunde en una emoción máxima lo que
yo llamaría, no comunidad, sino comunión hispánica, extendida y bien enraizada
sobre todo el haz de la tierra. Antes de decir una palabra más, permitidme que me
detenga, casualmente, en una palabra que acaba de salir de mis labios; me refiero a lo
hispánico. Para aludir a la hermandad de pueblos que se segregaron de la península
más occidental de Europa, compuesta por Portugal y España, hay quienes emplean el
calificativo de ibérica, otros la de hispánica, y por último otros, la de latina. Esta pos­
trera es a todas luces inadecuada, por demasiado lata, difusa y equívoca. En cuanto a
las denominaciones de hispánica e ibérica, las juzgo equivalentes, si bien me inclino
hacia la primera porque en el orden histórico -siglos y siglos- fue conocida antes y
más continuamente nuestra península como Hispania que como Iberia. Esto es todo.
7 El hecho de que el apellido “Sm ith” sirva com o denom inación para el hombre com ún (para cual­
quiera) hace posible considerar la carta com o un artículo que adopta el género -ta n frecu en te- de
la respuesta epistolar. A falta de confirm ación, la cuestión sigue abierta.
154
JO SÉ RA M Ó N G O N ZÁ LEZ
Comenzaré diciéndoos que esta fiesta no es como otra cualquiera, sino que en muy
cortos años desde su fundación ha adquirido un carácter universal y ecuménico, algo
así como las olimpiadas en la antigüedad. Si no, fijaos bien y recordad si en la comu­
nidad de las naciones hay otra celebración semejante, a fecha fija, como no sea algu­
na festividad religiosa milenaria; la navidad y la pascua, por ejemplo. Todas las
demás son fiestas familiares, parroquiales o nacionales, pero no universales y ecu­
ménicas. La fiesta fue instituida el 12 de Octubre, el día en que Colón descubrió
América, consumando así la unidad de nuestro universo habitable, para nuestra raza
y para las demás. Por eso esta fiesta de la raza fue bautizada muy sagazmente, muy
cuerdamente, como la fiesta de la raza, sin otra añadidura. Porque nosotros, hispáni­
cos, cuando decimos “raza”, sabemos a que atenernos, y no nos equivocamos.
Sabemos que la raza, en cuanto fetichismo étnico, es una superstición pueril.
Jamás en las crónicas de nuestra civilización occidental, hasta hace cosa de
sesenta años, se habló de raza, sino de pueblos y naciones. Era, y es, una nación, el
conjunto de hombres que vive bajo la misma ley. Era y es un pueblo (que también se
llamó gens o gente) el conjunto de hombres que se entienden con la misma habla. Y
así, podrá, y puede, haber un pueblo compuesto de varias naciones, y una nación
compuesta de varios pueblos. Así se entendió en Grecia; así en Roma; así en Europa,
hasta hace poco, así nos entendemos nosotros, el gran pueblo hispánico, formado de
tantas y tan ilustres naciones. Mucho cuidado con eso de la raza. Repito que hasta
hace muy poco no se llamó raza a las distintas familias humanas, ni siquiera se apli­
có a los animales, pues en ellos se hablaba de géneros, especies y también familias,
pero jamás se dijo la raza de los leones o de los pingüinos. La palabra viene desde
que comenzaron a cultivarse ciertas especies zoológicas con fines lucrativos o depor­
tivos, y de ahí se extendió al uso (abusivamente, en mi dictamen) para clasificar,
escindir y enajenar en grupos irreductibles la totalidad homogénea del género huma­
no, hijos todos así mismo de Dios. Nosotros los hispánicos no podemos entender de
esa suerte el concepto de raza. Aún fijándonos en su sentido actual de origen, aplica­
do a la zoología, cuando decimos, de un toro, caballo, morueco o cara (y aún de las
plantas), un buen ejemplar de su raza, significamos un producto de hibridación en que
ha colaborado la liga de sangres múltiples. Pues igual en los pueblos y naciones ela­
borados y trabajados por la civilización occidental. No hay razas puras. La raza es
únicamente la lengua. Por encima de las diferencias somatológicas (color, estatura,
disposición de miembros) entre individuos, que estudian los antropólogos, hay una
unidad indestructible que ha engendrado, a través de generaciones, el habla común.
El idioma a la larga determina una estructura especial, un funcionamiento típico, del
cerebro humano. Y esa tipicidad y unanimidad de sentido fundamental de la vida
entre los millones de individuos que hablan la misma lengua es lo que se llama psi­
cología colectiva y social. Porque en último término (no lo olvidemos) la historia uni­
versal no es sino la historia del desarrollo del cerebro humano. Todo lo que es histó­
rico ha brotado en la corteza cerebral, bien en su aspecto de genialidad creativa indi­
RA M Ó N PÉREZ DE AYA LA , EM BA JA D O R EN LO N DRES
155
vidual, bien en el aspecto de psicología popular colectiva; en suma, como aptitud para
la organización progresiva de la sociedad y del mundo. Y así observamos en la his­
toria ciertas épocas críticas de transformación, en que bajo un aparente desorden o
confusión actúan y colaboran a alta tensión, así la psicología colectiva, insatisfecha
de lo presente y esperanzada hacia mejores soluciones venideras, como los más pode­
rosos cerebros individuales, afanosos y tensos en hallar las más fecundas y apacibles
vías de éxodo y tránsito. El más ciego habría observado que atravesamos una de esas
épocas. El futuro está latente en los factores reales de la actualidad, puesto que nada
sale de la nada. Y esos factores del futuro histórico, insisto, no pueden ser otros que
aquellos que se nutren de sustancia cerebral permanente, la psicología colectiva de las
grandes unidades raciales, engendradas por la misma habla, y la genialidad organiza­
tiva de algunos cerebros individuales, siendo esto último lo aleatorio y secundario. Y
así, en cuanto afecta a la civilización occidental, los dos grandes factores de la orga­
nización futura del mundo son la raza anglosajona y la raza hispánica. Quedan otros
dos factores; el oriental, representado por el Japón, y el eslavo, incorporado en Rusia.
De estos no tengo por qué hablar, pues no estoy haciendo una exposición de la filo­
sofía de la historia. Se me preguntará, quizás ¿y el resto de Europa? Respondo: como
quiera que el nuevo mundo se compone exclusivamente de esas dos razas idiomáticas, el resto de la cultura europea habrá de afluir y canalizarse necesariamente en esos
dos grandes caudales, sin perder por eso nada de su nobleza, autonomía, magnitud ni
eficacia. Más de cincuenta millones de seres humanos integran nuestra raza, y se
extienden y ocupan más de la séptima parte del globo. Si esta fiesta ecuménica tiene
algún sentido, y bien claro, no puede ser otro sino que, mediante esa comunión perió­
dica, nuestra unidad se corrobora más y más y se vaya definiendo aumentativamente
la conciencia de la terrible, de la inconmensurable responsabilidad de la raza hispá­
nica, en esta época maravillosa, para con el mundo del mañana; un mañana de siglos;
si la raza hispánica ha de ser mediatizada y subsirvienta o por el contrario una de las
razas gobernantes. Esto - os habréis dado cuen-[...].8
Así pues, de todo lo insinuado, más bien que explanado, parece deducirse evi­
dentemente que, por lo que afecta a la contribución de las naciones hispánicas en la
inevitable reorganización del mundo, se manifiestan dos elementos distintos, aunque
inseparables; de un lado esas mismas naciones diversas que componen el pueblo his­
pánico, lo que antes he denominado psicología social (que no étnica), la masa, el
volumen humano de habla hispánica, que gravita sobre la tierra; y de otro lado, el
cerebro individual de los hombres representativos de aquellas naciones, cuya misión
8 A quí falta al m enos una página en el original. D e hecho, lo que sigue lleva una numeración d ife­
rente (se interrumpe en el número 13, y com ienza de nuevo en el 1). Podría pensarse, entonces,
que se trata de dos fragmentos de discursos diferentes, pero creo que existe una evidente conti­
nuidad tem ática y argumental. Adem ás, ambos aparecen bajo un único encabezam iento, lo que
viene a sugerir que el discurso se escribió en dos m om entos diferentes (de ahí la distinta numera­
ción ) y que, lam entablem ente, se perdió la página, o páginas, finales de la primera parte.
156
JO SÉ RA M Ó N G O N ZÁ LEZ
consiste en arbitrar ideas, conceptos, fórmulas, con las cuales, por estar sustantivada
en ellas la psicología colectiva respectiva, se estimula y alcanza finalmente esa incon­
trastable reorganización universal. Tales dos elementos, podríamos calificarlos tam­
bién, empleando el vocabulario de los escolásticos, como la causa eficiente (que se
corresponde con la psicología colectiva) y la causa ocasional (que se corresponde con
la aptitud organizadora del cerebro individual en el hombre representativo). Y si
empleamos un vocabulario más moderno, podríamos decir que la psicología colecti­
va viene a ser como el motor de un automóvil y el hombre individual representativo
como la chispa, la puesta en marcha y la conducción. Aquí se halla reunido un con­
cilio de estos hombres representativos. Mejor y más alta representación, en un
momento y lugar dados, lo considero imposible. Todos ellos están adornados con las
gracias desusadas y difíciles: inteligencia, cultura, tacto y simpatía, cualidad esta últi­
ma sin la cual todo talento es menguado o frustrado. Esta declaración, que en ocasio­
nes similares no pasa de encomio protocolario e inane, es por raro caso, en esta
coyuntura, una verdad casi excusada por ser palmariamente notoria. Y se da, además
la singular fortuna de que la más alta jerarquía en el cuerpo diplomático en la corte
de Santiago [sic], el decanato, la ocupa un representante del pueblo hispánico.9 ¡Y
quién! Un hombre singular, en quien aquellas gracias antes mentadas, la inteligencia,
cultura, tacto y simpatía están elevados al cubo. Creo que la psicología colectiva del
propio pueblo se siente más reciamente a medida que el individuo acierta a com­
prender más hondo la psicología colectiva de los otros pueblos, lo cual, como he
dicho, no es sino la capacidad ingénita para pensar y expresarse con eficacia en una
lengua. Dios mismo, en el momento de establecer el cristianismo como religión uni­
versal, comenzó por infundir a través del Espíritu Santo a los apóstoles el don de len­
guas, en la Pentecostés. También sobre la mente de nuestro ilustre decano, Su
Excelencia Diego de Oliveira, ha flotado la lengua de fuego de la Pentecostés. Lo cual,
aun siendo tanto, no sería bastante, para una misión de grave responsabilidad históri­
ca, en donde se exige antes más (la misma enunciación del hecho lo declara) no ya sólo
sentido histórico -que éste se encuentra latente y fatal en cada individuo, sépalo o no,
quiéralo o no- sino extensa información histórica, como subsuelo de una clara con­
ciencia histórica. Y todos sabéis que el señor Diego de Oliveira es un eminente histo­
riador, de reputación internacional. Por eso, al brindar esta solemnidad hispánica a
todos los pueblos hispánicos, aquí tan insignemente representados, siento honor especialísimo, y lo que vale más, una especie de venturosa dicha, de orden intelectual y
afectivo, al personalizar este homenaje fraterno, en cuanto voz articulada de mi nación,
de mi gobierno y el de este Círculo, a nuestro egregio chairman, huésped de honor, en
la figura, no ya individual, sino nacional, de S. E. el señor Diego de Oliveira, concre­
ción de un país, no ya grande sino enorme, colmado de todo orden de riqueza espiri­
9 Ayala traduce “Saint Jam es” por Santiago, pero esa equivalencia, aunque posible, resulta inade­
cuada. La corte inglesa es la de San Jaime (y así se suele traducir).
RA M Ó N PÉREZ DE AYA LA , EM BA JA D OR EN LO N DRES
157
tual y material, actual y sobre todo potencial, un auténtico paraíso terrenal (puesto que
el paraíso mítico, y ahora afectivo, como todo, como el sol, siguen la trayectoria y se
desplazan hacia Occidente). Por tanto, ¡arriba las copas, en homenaje íntimo y paladi­
no, en la comunidad de los pueblos hispánicos, proyectados aquí en esa proa elevada
y aguda, que es su excelencia el Embajador del Brasil; pero además, arriba los cora­
zones, sursum corda, colegas, amigos, conciudadanos y consanguíneos en hispanidad!
Texto 2
Encabezamiento: Autógrafo de uno de los discursos pronunciados en Inglaterra
por Don Ramón Pérez de Ayala, siendo Embajador de España en la expresada nación.
Texto:
Todos os dais cuenta de que en mi breve carrera oratoria de cinco minutos por
muy deprisa que vaya la palabra no es posible ir muy lejos. Me ceñiré por tanto a
esbozar algunos puntos generales. Me parece advertir que las cámaras de comercio
han adquirido en todos los países, hacia fines del pasado siglo y durante el presente,
importancia práctica mayor que las cámaras parlamentarias; como que en muchas
partes se pregona que el parlamentarismo está llamado a desaparecer. Como no soy
profeta, no me atrevo a decir nada. Los que han desaparecido son los profetas des­
pués del antiguo testamento. Digo los profetas del futuro, porque los profetas que ase­
guran, después de pasadas las cosas, que ellos ya las habían anunciado, de esos abun­
dan en todos los tiempos. Uno de estos profetas os recordará que en efecto las cáma­
ra parlamentarias han desaparecido de varios países. Y podría añadirse que en esos
mismos países las cámaras de Comercio, u otros organismos semejantes, lejos de
desaparecer afirman y extienden sus funciones. Por otra parte, junto al hecho induda­
ble de la desaparición de unas pocas cámaras parlamentarias observamos la aparición
de una especie de superparlamento internacional: la Liga de Naciones. Ignoro cuál
será el destino del nuevo superparlamentarismo, pues repito que no soy profeta.
También, en lo económico y comercial, se observa la tendencia hacia algo así como
un supercameralismo. La conferencia internacional económica de hace dos años en
Londres fue la tentativa de una cámara de comunes universal. Siendo yo, como todos,
buen profeta del pasado, puedo permitirme el lujo de decir ahora que aquella confe­
rencia estaba destinada al fracaso. Quizás por prematura. En esta materia, yo perso­
nalmente coincido con el criterio del gobierno británico, a saber; que antes de llegar­
se a una organización universal económica es necesario proceder previamente a tra­
vés de un tejido orgánico en forma de acuerdos comerciales bilaterales. Ocurre que la
naturaleza respectiva de las economías nacionales de Gran Bretaña y España se com­
158
JO SÉ RAM ÓN G O N ZÁ LEZ
plementan en beneficios mutuos, sin que pueda preverse ningún impedimento o com­
petencia, sustanciales e irreductibles. En ninguna otra parte como las márgenes del
canal de Bristol, en la región del sur de Gales y en Cardiff señaladamente, se puede
adquirir la certidumbre de esto que digo. El nombre de la ciudad de Cardiff es tan
popular en España como en Gran Bretaña el nombre de la ciudad de Jerez: allí por el
carbón, aquí por el vino: dos fuentes de calor, vida y alegría, la una para uso externo
y la otra para uso interno, pero no deben ir la una sin la otra. Considero superfluo
echar a volar unas cuantas cifras, que demuestran los vínculos económicos entre
Cardiff y España. Baste señalar las siguientes circunstancias: de las importaciones
totales de frutas de España a Gran Bretaña, Cardiff representa un 7 %; de las de hie­
rro de Bilbao, Cardiff representa el 39 % de la compra inglesa, y el 85 % de la com­
pra de hierro español proveniente de nuestra zona marroquí. Recíprocamente, de la
exportación de carbón británica, Cardiff representa un 22,50 %, y de este total lo que
sale para España hace un 42 %, o sea un 9 % de la exportación total británica. Esto
significa que la base del comercio entre Cardiff y España lo constituyen primeras
materias y el mayor incremento de este comercio da por resultado que las industrias
metalúrgicas de Gales trabajen plenamente y que de otra parte las empresas de trans­
porte, metalurgia etc., que en España utilizan carbón inglés, den todo su rendimien­
to. Y volviendo a la anterior alusión a los acuerdos bilaterales, estáis al tanto de que
no hace mucho visitó España una comisión comercial británica y está para llegar otra
comisión española, con el propósito ambas de asentar el cuadro básico para un acuer­
do entre los dos países. Confío que este acuerdo llegará [ilegible] con aprobación y a
la entera satisfacción de todos vosotros.
Texto 3
Encabezamiento: Autógrafo de uno de los discursos pronunciados en Inglaterra
por Don Ramón Pérez de Ayala, siendo embajador de España en la expresada nación.
[sobre el encabezamiento, escrito a lápiz y con letra de Ayala, aparece lo
siguiente: Discursos pronunciados en Cardiff en 1935 ]
Texto:
Se me ha sugerido que el Marqués de Bute juzgaba oportuno en esta ocasión que
yo pronunciase unas palabras en español.10 Es una gentileza delicada, como de quien
10 Los m arqueses de Bute pertenecen a una antigua fam ilia nobiliaria, de origen escocés, que acce­
dió al marquesado a principios del siglo XIX. Han sido una de las principales fuerzas econ óm i­
cas y políticas de la ciudad de Cardiff a lo largo de los últim os doscientos años. D ueños del cas­
tillo de la ciudad (que en los años cuarenta de este siglo pasó finalm ente a propiedad m unicipal),
donaron lo terrenos para la construcción del centro cívico y com ercial y el fam oso parque Cathay,
al que A yala se refiere en otro de sus discursos.
RA M Ó N PÉREZ DE AYA LA , EM BA JA D OR EN LO N DR ES
159
viene, y esta gentileza, además, tiene un doble carácter, igualmente amable y cum­
plido. Primero, porque, por muy bien que hablemos un idioma extranjero -y yo hablo
unos pocos irremediablemente mal, pero no orgullosamente mal, como decía un
diplomático lusitano que debían hablarse las lenguas extrañas- digo que por muy bien
que hablemos un idioma extranjero, las emociones más íntimas, como las que he
experimentado desde mi llegada [a] Cardiff y señaladamente después de haber oído
a Lord Bute, no aciertan a comunicarse en la plenitud de su intensidad cordial y finu­
ra púdica de matices sino en aquellas voces y sentencias que por primera vez fueron
sembradas en nuestra alma blanca desde los labios rosa de nuestra madre. ¿Qué
mayor, pues, ni más delicada gentileza cabe que consentirnos, y aun mejor, invitar­
nos a decir lo que sentimos con la lengua materna? Pues sí; cabe quizás un punto
superior de amabilidad y cumplido, y es lo que más puede halagarnos: y es, solicitar
que hablemos nuestra lengua porque se comprende nuestra lengua. Tal es el caso del
Marqués de Bute con quien varias veces he hablado en español y puedo asegurar que
sí lo habla a las mil maravillas, como asimismo con familiares. Y este es el caso tam­
bién de no pocos de quienes me escucháis, si bien de esto no tengo prueba directa,
pero sí referencia fidedigna. Me siento vivamente honrado, y ruboroso a la par, no ya
sólo por las palabras del Marqués de Bute, sino, encima, porque esta distinguida per­
sonalidad ha sido seleccionada para proponer el brindis a mi salud. El marqués de
Bute es el digno titular actual (y como decimos en España: “por muchos años”) de
una larga, secular línea de antecesores, ilustres por la sangre y eminentes por su celo
y eficacia en todo linaje de actividades nobles. Esto parece superfluo venir a decirlo
aquí, en Cardiff donde nadie lo ignora, y la única excusa de que yo me permita repe­
tir lo archisabido es daros a entender que yo tampoco puedo por menos de estar ente­
rado. Lo que me parece admirable tanto en la casa de Bute como en otras familias de
la aristocracia británica de sangre, es que apenas iniciado el gran movimiento indus­
trial del siglo XIX, que había de transformar las jerarquías sociales, no consideraron
indigno ni plebeyo asociarse a él (como otras aristocracias continentales opinaban)
sino que se apresuraron a colaborar, a la cabeza del pueblo y con tanto ahínco como
clarividencia, en aquel impulso renovador y constructivo que había de dar por resul­
tado la magnífica solidez y riqueza fabulosa del Imperio británico del pasado y el pre­
sente siglo. La conducta de la aristocracia británica de sangre, el advenimiento de la
burguesía como clase gobernante, ha sido ejemplar; y si hubiera que citar nombres,
bastaría el del 2o Marqués de Bute. Pero no hay sólo la aristocracia de sangre. La aris­
tocracia consiste, radicalmente, en la facultad y el deber de hacer más y mejor que los
demás, aunque volviendo al tema antes aludido, las aristocracias continentales ima­
ginaron que un título hereditario equivalía a un privilegio para no hacer nada y un
derecho a la ociosidad perpetua. Pues si eso es la aristocracia, puesto que así comen­
zó siendo, y no parece que pueda ser otra cosa, se deduce que, además de la sangre,
hay otras aristocracias, no menos necesarias en la prosperidad y buen gobierno de las
naciones; como son la aristocracia industrial y la aristocracia de la inteligencia. Todas
JO SÉ RA M Ó N G O N ZÁ LEZ
160
ellas se concentran en la persona del Marqués de Bute, y si bien todas las respeto y
estimo, confieso que hacia la que siento más afinidad es hacia la aristocracia del
entendimiento. Por eso, séame permitido prescindir ocasionalmente del aspecto del
Marqués de Bute como gran señor y como magnate económico para detener la aten­
ción en su inteligencia callada, perseverante, infatigable en las investigaciones histó­
ricas, de donde confío que, andando el tiempo, saldrá una obra monumental que resis­
ta los embates del tiempo, como corresponde al nombre de Bute que campeará en su
frontispicio. Al hacer votos porque así sea, quiero, en conclusión, deciros cómo entre
vosotros y hablándoos en español me he sentido como en casa propia; cuánto admi­
ro el trabajo útilísimo que estáis llevando a cabo con éxito aumentativo; cuán de cora­
zón os agradezco la idea de haberme traído a Cardiff, y el número de festividades en
tan corto plazo, y a este efecto quiero que destaque individualmente el nombre del
secretario Sr. Griffin, que ha tomado sobre sí el empeño de los nada fáciles prepara­
tivos y me hace la cortesía, para mí dichosa, de darme albergue bajo su techo. A guisa
de colofón, cometo la audacia de que habiéndome vosotros invitado una vez ahora me
invito yo para otra segunda visita, menos vertiginosa y más holgada, en que podamos
hablar largamente de lo que más nos interesa al Instituto Ibero Americano y a mí, de
las cosas materiales y las cosas del espíritu que han de fructificar mediante esta rela­
ción de corazones y lenguas anglo-hispánica. Correspondo levantando mi copa por la
prosperidad del Instituto y asocio este brindis con la mención de Lord Bute y de Mr.
Griffin.
Texto 4
Encabezamiento: Autógrafo de uno de los discursos pronunciados en Inglaterra
por Don Ramón Pérez de Ayala, siendo embajador de España en la expresada nación.
Texto:
En situaciones como ésta en que me hallo el huésped dice siempre que hace
tiempo venir [sic] a visitar el sitio donde está invitado y que por fin se le ha propor­
cionado el placer de dar satisfacción al deseo. Es muy difícil averiguar cuándo dice
el huésped lo que siente y cuándo se trata de una cortesía obligada. Por lo que a mí
se refiere, vais a daros cuenta muy pronto de si hablo o no sinceramente. Yo he naci­
do en Asturias. Entre Asturias y el país de Gales existe más que semejanza un para­
lelismo extraordinario. Gales es la Asturias de Gran Bretaña, así como, viceversa,
Asturias es el Gales de España. Por lo pronto, el paisaje: el de aquí parece espejo o
proyección del de allá, y lo recíproco; como hube de observar hace un año, en una
excursión en automóvil que hice por el Norte de Gales. Si la superficie, o fisonomía
R A M Ó N PÉR EZ DE A Y A LA , EM BA JA D OR EN LO N DRES
161
de la tierra son hermanas, en ambas partes, las entrañas profundas están compuestas
de las mismas sustancias minerales. Asturias es el centro de la producción carbonífe­
ra de España. De aquí que las vicisitudes económicas de Gales y de Asturias pudie­
ran representarse en el mismo gráfico, y las circunstancias favorables así como las
crisis adversas nos afectan por igual a los asturianos y a los galeses. Si el subsuelo, y
el suelo y aun el cielo son semejantes en los dos países, otro tanto ocurre con la raza,
puesto que en Asturias existe una gran proporción de sangre celta; y esto determina
cierta afinidad temperamental entre la psicología galesa y la asturiana, con su com­
plejo de obstinación, ironía y lirismo. Estoy convencido de que, entre todos los espa­
ñoles, quienes mejor pueden comprender a un Lloyd George son los asturianos. El
parecido no se detiene aquí, sino que se prolonga en la historia. La base de nuestra
historia asturiana, como de la vuestra, son romanas y son cristianas [sic]. Asturias fue
la cuna de la reconquista cristiana de la península, como Gales de Gran Bretaña.11 Sin
duda Dios, por amor a la simetría, creó al mismo tiempo y en la misma forma a Gales
y Asturias. Hasta hay detalles providenciales. En la antigua monarquía española, el
heredero de la corona llevaba el título de Príncipe de Asturias. Ambos principados, el
de Gales y el de Asturias fueron instituidos casi coetáneos, y, para decir la verdad, el
de allá a imitación del de aquí, si bien los príncipes de Asturias nunca fatigaron tanto
a la historia como los de Gales, según puede verse en las viejas crónicas inglesas y en
las comedias de Shakespeare. Presumo que ya estáis convencidos de que al comen­
zar expresando un viejo deseo de venir a Cardiff no era una frase protocolaria de cor­
tesía. Ahora bien, si mucho esperaba antes de venir, confieso que la realidad ha sobre­
pasado a la esperanza. Podéis estar orgullosos de vuestra ciudad y que vuestro orgu­
llo corra parejas con la admiración que al visitante inspira. La fuerza de una nación
es, en último término y literalmente, fuerza motriz. Gales ha proporcionado la fuerza
motriz al Imperio Británico. Tres imperios occidentales han existido: el romano, el
español, y el británico. Pero el imperio no es sólo dominio político, sino principal­
mente construcción, edificación. La grandeza de un imperio se mide por las obras
imperecederas que deja a la posteridad. Roma, en el viejo mundo, y España, en la
península y América, han dejado monumentos que parecen eternos. Pues bien, la
grandeza imperial y la monumentalidad constructiva del Imperio británico se perci­
be, quizás mejor que en ninguna otra parte, en vuestra ciudad de Cardiff. Considero
superfluo ir enumerando todos los edificios públicos cuya contemplación me ha cau­
sado maravilla. Baste citar ese cónclave impresionante de construcciones en torno a
Cathay Park, en donde se aúnan dos cualidades estéticas que rara vez van juntas: la
grandeza y el refinamiento. Como quiera que una ciudad es obra y reflejo del carác­
ter de sus habitantes, la grandeza y el refinamiento no podían por menos de ser cua­
11 En el intento de ganarse la simpatía del auditorio, Ayala incurre en evidentes inexactitudes h is­
tóricas -c o m o é s ta - que, sin embargo, resultan de gran eficacia para lograr una identificación
em ocional.
162
JO SÉ RA M Ó N G ON ZÁ LEZ
lidades características de los ciudadanos de Cardiff, como me lo habéis demostrado
con la cálida hospitalidad de que me hacéis objeto y que me tiene hondamente con­
movido. En nombre de mi mujer y por cuenta propia, le doy Señor Alcalde como
cabeza visible de esta gran ciudad las gracias más cordiales por vuestro espléndido
recibimiento y la seguridad de que de esta visita nos llevamos imágenes y emociones
inolvidables.
Texto 5
Encabezamiento: Autógrafo de un artículo sobre gitanos, de Don Ramón Pérez
de Ayala, publicado en el periódico londinense Daily Telegraph, el 27 de mayo de
1935.
Texto:
Mi querido Mr Smith:
Después de hablar con Vd. he releído lo que sobre los gitanos escribí hace años,
publicado en el volumen II de “las Máscaras” (en dos ensayos; “Pastora Imperio” y
“La tradición y los gitanos”) que me complazco en enviarle dedicado. Hallo que de
entonces acá apenas puedo añadir nada sobre los gitanos de España. Creo que la nota
característica de los gitanos españoles es una cierta distinción natural o aristocracia
física, junto con un instinto estético para la danza, que se manifiesta en un estilo pro­
pio e inimitable. Quizás esta aristocracia natural del tipo gitano es la razón de que la
aristocracia social española no haya desdeñado (desde el siglo XVIII, como puede
Vd. ver en mi libro) descender a convivir de vez en cuando con la gitanería. Y vice­
versa, quizás cierta afectación de maneras de los gitanos sea influencia social a la cual
en alguna ocasión hubo de aproximarse. Entiéndame bien que cuando hablo de este
contacto ocasional de las clases altas españolas con los gitanos no me refiero a todos
los gitanos sino solamente a ciertas individualidades representativas de esta raza:
toreros, cantadores y bailarinas. Hay una especie de diversión española que se llama
“la juerga” y consiste en un espectáculo coreográfico privado, por lo general en la
sala reservada de algún restaurant, en que el público es un grupo de amigos (party)
pertenecientes a la burguesía o aristocracia, en suma a las clases pudientes, y los acto­
res son guitarristas, cantadores y bailarinas, gitanos, ya auténticos ya simulados. Estas
“juergas” suelen celebrarse pasada la media noche. La música gitana, o “cante jondo”
(deep singing; deep en el sentido de emoción profunda) constituye dentro de este arte
una de las manifestaciones más originales y patéticas, con una técnica sobremanera
difícil y muy rica de cadencias, timbre y color. La música moderna española, desde
Albéniz se ha nutrido bastante del sentimiento del canto gitano y ha seguido con fre­
RA M Ó N PÉREZ DE A YA LA , EM BA JA D OR EN LO N DRES
163
cuencia su exquisita línea rítmica. Pero lo esencial es la distinción natural y refinado
manierismo de los gitanos. Este hecho evidente ha entrado por los ojos de todos los
extranjeros que ha [sic] penetrado en España, desde Jorge Borrow, autor de “La
Biblia en España” y “Zincali, o los gitanos en España”, quien tradujo al “caló” (len­
gua de los gitanos) uno de los evangelios. Por el contrario, algunos escritores extran­
jeros que no conocen España imaginan la mujer gitana como la mujer fatal, irresisti­
ble, agitándose de continuo por una pasión volcánica que se expresa en actitudes pro­
vocativas. Pero lo cierto es que, en cuanto a la forma exterior, la mujer gitana es
esclava de unos pocos cánones o leyes de estilo, y yo hasta diría que sus ademanes
son académicos; y en cuanto al temperamento es de extraordinaria honestidad. Se
casan muy jóvenes y permanecen fieles al marido legítimo. Apenas si se conoce el
caso de la amorosa venal o de la curiosa de experiencias amatorias, entre las gitanas
españolas. Recíprocamente, el caso de la pasión funesta y trágica de un hombre no
gitano (payo, en caló) por una gitana, como ocurre con don José, de Carmen, es tam­
bién de excepción, y cuando el caso se da la pasión no suele ser producto de la fasci­
nación pavorosa y artes diabólicas de la mujer, sino que es estimulada e irritada por
una coquetería frívola, que nunca se compromete (repetiría el concepto, coquetería
académica), y por la pasividad temperamental de las gitanas. Este es mi parecer, aun­
que quizás esté equivocado.
EL PARQUE DEL CERILLERO EN GIJÓN: EL PRIMER
PARQUE INFANTIL DE ASTURIAS
FRANCISCO JAVIER GRANDA ÁLVAREZ
Introducción
En las primeras décadas del siglo XX, los escasos espacios verdes destina­
dos al público solaz existentes en la ciudad de Gijón se localizan en el interior de
la trama histórica o en sus inmediaciones. Se trata, por lo general, de pequeños
paseos arbolados que seguían manteniendo el aire de los salones isabelinos, mani­
festado tanto en un trazado clásico, en el que la disposición del arbolado (gene­
ralmente álamos, olmos y plátanos de sombra) generaba una o varias calles para
el paseo, como en el amueblamiento y ornamentación, principalmente a base de
bancos y farolas de fundición de gusto clasicista. El secular Campo Valdés y los
decimonónicos paseos del Velódromo, Juan Alvargonzález y de San José, res­
ponden claramente a este modelo1. Estos últimos forman parte del cinturón verde
que sustituyó a los baluartes que rodeaban la villa de Gijón desde 1837. En efec­
to, en 1868, la llegada del Sexenio Revolucionario propició que la cerca levanta­
da con motivo de la guerra carlista, tras revertir a manos del Municipio, fuese
demolida, apareciendo en su lugar un rosario de espacio vegetales destinados a la
mejora del ornato y salubridad públicos (SENDÍN GARCÍA, 1995)2.
1 En 1884, la Corporación local aprueba la conversión de los terrenos del antiguo foso de la fortifi­
cación localizados a poniente de la villa en parque público, procediéndose al plantío de arbolado
en los m ism os, dando lugar a la aparición del Paseo del Velódrom o (transformado en parque infan­
til a com ien zos de la segunda década de este siglo, según el proyecto del jardinero municipal
Sam uel Granda) y a los Jardines de Juan Alvargonzález (notablem ente mejorados, en las m ism as
fechas, también por el citado floricultor). Archivo Municipal de Gijón (en adelante A .M .G ) Exp
Ord Num 112 de 1884.
2 C onviene reseñar que esta mancha verde no es continua ni uniforme; hacia la parte más occid en ­
tal de la ciudad preindustrial (la más alejada del centro), allí donde el precio del suelo y las ex p ec­
tativas de lucro ante su posible enajenación eran m enores, la superficie dedicada al esparcim iento
público es m ayor y prácticamente continua (Paseos del Velódrom o, Juan A lvargonzález y San
José). Por el contrario, en las zonas en las que el suelo liberado tras la dem olición de las murallas
era potencialm ente más caro por su proximidad al centro de la ciudad, las zonas verdes que apa­
recen (las plazas de Cápua, Evaristo San M iguel y Los Cam pinos de B egoña) son más exiguas y
están separadas por m anzanas de viviendas destinadas a la burguesía local.
166
FRA N CISCO JA V IER G RA N D A Á LV A R EZ
Como se deduce del párrafo anterior, en el Gijón primisecular había otros
espacios verdes destinados al esparcimiento público. Se trataba de una serie
de recoletas plazas que, a lo largo de la centuria pasada habían sido ajardina­
das al modo de los square ingleses. Tal era el caso de la setecentista Plazuela
o
del Infante (hoy Seis de Agosto), los Jardines de la Reina o la Plaza de
Evaristo San Miguel. Mención aparte merece el que desde el último cuarto del
siglo diecinueve, venía siendo el espacio de ocio público más popular de la
villa, el paseo y los jardines de Begoña. Si bien es cierto que la existencia del
Campo de Begoña data de finales del siglo XVIII, por aquel entonces se tra­
taba de un altozano irregular, poco arbolado y frecuentemente embarazado
por las arenas procedentes del Arenal de San Lorenzo. Será a lo largo del siglo
XIX, y tras sucesivas reformas, cuando se conforme como un típico salón
burgués, para uso y disfrute de la clase social dirigente4. Como señala Quirós
Linares refiriéndose a este tipo de espacios “se hacen, ante todo, para satisfa­
cer las necesidades de ocio, relación y lucimiento de la burguesía que contro­
la de forma creciente el poder municipal” (QUIRÓS LINARES, 1991). De
este modo, el Paseo de Begoña va adquiriendo el papel de principal espacio
de relación social y esparcimiento, al aire libre, de la villa. Esta función pri­
mordial del Paseo de Begoña como escenario natural donde escenificar las
saludables prácticas sociales de la época, no es exclusiva del mismo, sino que
es consustancial al resto de los espacios verdes de la ciudad, pues como ati­
nadamente apunta Jorge Uría, “los paseos, eran meras prácticas de sociabili­
dad; ocasiones de encuentro y oportunidades de mirar y ver, y ser vistos”
(URIA, 1996). También hay que reseñar que los distintos espacios vegetales
cumplían una destacada función higiénica como ámbitos propicios para la
descongestión y aireación de la abigarrada e insalubre trama urbana.
A pesar de lo expuesto anteriormente, mediada la primera década del
siglo en curso, en la ciudad aparece una zona verde cuyo origen y funciones
difieren notablemente de las del resto de las zonas ajardinadas existentes en
la localidad hasta ese momento. Se trataba del Parque Infantil del Cerillero,
en el barrio de La Calzada, creado por iniciativa de la Sociedad Cultura e
3 Q uizás sea esta plaza, a caballo entre la antigua Carretera de Castilla y la principal arteria viaria
de la población, la calle Corrida, la que mejor responda al m odelo inglés, tanto por las trazas pai­
sajistas del diseño de sus jardines, com o por la presencia de un referente escultórico que actuaba
a m odo de nodo vertebrador del espacio (la estatua de Jovellanos obra de M anuel Fuxá), com o por
hallarse albergado el conjunto, durante más de una década, por una ornamental verja de hierro fun­
dido, que acentuaba el carácter reservado del lugar.
4 En 1875, el paseo se am plia hacia el m ediodía y levante sobre el espacio liberado tras el derribo
de la cerca, dando lugar a la creación de Los Cam pinos y del parque propiamente dicho. A la vez
que se mejoran los jardines, el espacio edificado circundante se renueva con la aparición de una
serie de equipam ientos pensados para satisfacer las necesidades culturales, espirituales y recreati­
vas de la burguesía local.
EL PA R Q U E D EL C ER IL LER O EN G IJÓ N : EL PRIM ER PA R Q U E IN FA N TIL DE A ST U R IA S
\
Higiene de dicho vecindario5. En efecto, dentro del conjunto de actuaciones
promovidas por esta sociedad popular, encaminadas a la mejora de la salubri­
dad y el ornato de esta distante e industriosa zona, estaba la de crear un par­
que, donde la población infantil pudiera desarrollar sus actividades lúdicas
fuera del pernicioso y malsano ambiente de la calle6. No buscaban los miem­
bros de este colectivo cultural habilitar un marco natural agradable para a las
relaciones sociales, sino propiciar un lugar “donde el niño pueda entregarse a
sus juegos sin peligro alguno, aspirar aires puros, cultivar la imaginación y el
amor a lo bello” (REVISTA CULTURA E HIGIENE N° 166 DE 1915). Se
trataba, en definitiva, de sustanciar, de dar forma a una obra de pedagogía
social, por ello, no es de extrañar que el parque sea visto por sus inspiradores
como una prolongación de la escuela, como un templo al aire libre, un labo­
ratorio de salud y vida”.
I. Origen del Parque Infantil del Cerillero
Como anteriormente se ha comentado, en febrero de 1913, en el fabril y
populoso barrio de La Calzada7, se crea, a imitación de lo ocurrido en otros
puntos de la ciudad (como en el vecino barrio del Natahoyo un año antes), una
asociación obrera con el ánimo de fomentar las mejoras urbanas y culturales
para dicha barriada. Como publica el número 150 de la Revista Cultura e
Higiene de ese año, entre las primeras iniciativas que la nueva sociedad deci­
de poner en marcha para el progreso del vecindario, está la de crear una zona
5 En diciem bre de 1903, un grupo de obreros de las barrios gijoneses del H umedal y del Llano, con s­
cientes de las graves carencias tanto en el plano material com o cultural de estos populosos encla­
ves, deciden constituir una sociedad, al objeto de procurar todas las mejoras posib les para sus con ­
v ecin os, recurriendo para ello a la difusión de la cultura y de las prácticas de h igiene, tanto públi­
ca com o privada, más elem entales. A sí se m aterializó la primera Sociedad Popular de Cultura e
H igiene de Gijón. La idea de transformar o al menos mejorar la situación de la clase obrera por
m edio de la educación popular, prendió con rapidez en los am bientes fabriles gijoneses, y así, fue­
ron surgiendo en los distintos barrios asociaciones de Cultura e H igiene, com o la de la Calzada,
fundada en febrero de 1913. Un año antes había com enzado su actividad la R evista Cultura e
H igiene, publicación semanal, auténtico vehículo de difusión del ideario higienista de la sociedad.
6 Tal y com o recoge el número 166 de la Revista Cultura e H igiene de 19115, entre los proyectos
que la asociación de la Calzada pretendía llevar a efecto para la higienización com pleta del barrio
estaban “la dotación de aguas potables en abundancia, crear un cam po de experim entación agrí­
cola en las inm ediaciones del parque, poblar de árboles la zona y desarrollar el proyecto de casas
baratas e h igiénicas para obreros”. A sí m ism o, plantean la necesidad de fundar una mutualidad
cultural y aumentar la biblioteca del centro y darle carácter público.
7 C om o señala Ramón Alvargonzález, con el retomo de los capitales americanos llegaron nuevas
im plantaciones industriales a la ciudad que encontraron un asiento propicio en el barrio de La
Calzada, toda vez que el vecino del Natahoyo había agotado el suelo apropiado para ello. D e tal suer­
te que en 1899 aparece la primera gran industria del barrio, la Algodonera, un año después Gijón
Fabril y en 1901, Trefilería G ijonesa y la Fábrica de Sombreros. (ALVA R G O N Z Á LE Z, 1977).
168
FRA N CISCO JA V IER G RAN D A Á LV A R E Z
verde que sirva, al tiempo, para recreo de sus socios (más de cien en aquel
momento) y como parque infantil. La asociación, pese a lo corto de su presu­
puesto (según su presidente Dalmacio Pérez, contaban con un fondo mensual
de 47 pesetas con el que debían hacer frente al pago del alquiler de la casa
social, sostenimiento de las escuelas nocturnas y organización de conferen­
cias. CULTURA E HIGIENE N° 167 de 1915) no ceja en su empeño, y dos
años después, fructifican las gestiones encaminadas a la adquisición de un
terreno donde organizar una “fiesta de las flores”, paso previo para su poste­
rior conversión en jardín público8. Los referidos predios (800 metros cuadra­
dos) fueron cedidos gratuitamente a la sociedad por dos de los más destaca­
dos valedores de la misma, los empresarios Félix Costales y García
Jovellanos y José Menéndez Alvarez, estrechamente vinculados al barrio9.
F ig. 1. L a d ir e c tiv a d e la s o c ie d a d C u ltu ra e H ig ien e d e la C a lz a d a en 1915.
8 En septiem bre de 1913, la Sociedad de Cultura e H igiene, al objeto de educar a la población infan­
til en los postulados higienistas y en el aprecio hacia la naturaleza, prom ueve la celebración en
Gijón de la primera Fiesta del Arbol. El acto, celebrado en el Coto de San N icolás, con sistió en el
plantío sim bólico de varios cientos de plantones de eucaliptos por parte de un nutrido grupo de
escolares del m unicipio. Según se desprende de la lectura de la revista de la sociedad de aquel año,
en el ánim o de los organizadores de esta singular iniciativa estaba el de llegar por este m edio (la
celebración de las fiestas del árbol o de las flores) a la implantación de los primeros jardines de
infancia de la villa.
9 Don F élix C ostales formó parte de varias corporaciones m unicipales y era uno de los m iembros
más destacados del empresariado local, participando en diversas entidades vinculadas a la so c ie­
dad financiera Crédito Industrial Gijonés, tales com o Seguros El Alba o la Fábrica de Sombreros.
Por su parte, José M enéndez A lvarez fue diputado regional, y así m ism o, activo inversor indus­
trial, destacándose por el patrocinio de varias viviendas para obreros en la ciudad (BA R R IO
A LO N SO , 1982).
EL PA R Q U E D EL C ER IL LER O EN GIJÓN: EL PRIM ER PA R Q U E IN FA N TIL D E A STU R IA S
J
59
Así mismo, decisiva debió ser la contribución, en el aspecto económico,
de Santiago Nájera Alesón, notorio miembro de la burguesía local, y solícito
benefactor de Cultura e Higiene (de la cual fue presidente honorario).
Una vez conseguido el solar donde asentar el parque, y bajo la supervi­
sión del maestro jardinero Pedro González Somonte, son los propios socios
los encargados de la preparación del mismo (sometiéndose a duras jornadas
de trabajo que daban comienzo “a las cuatro de la mañana y finalizaban a las
doce”). A pesar de lo apuntado anteriormente, nos inclinamos a pensar que la
dirección efectiva del diseño del jardín debió llevarla el joven Samuel
González Granda (futuro jardinero municipal, y por aquellas fechas a sueldo
en el establecimiento de Pedro Somonte), habida cuenta de que en 1916 será
nombrado director del Parque Infantil. Muy notable fue también la participa­
ción del jardinero donostiarra afincado en Gijón Pedro Múgica, uno de los
más reputados floricultores que trabajaban en la región, quien al enterarse del
proyecto ofreció desinteresadamente las plantas, árboles y arbustos necesa­
rios para la ornamentación del parque. El señor Múgica, entendiendo el carác­
ter didáctico que se pretendía imprimir a esta zona verde, se preocupó de
acompañar al listado de las distintas especies que ofrecía sus correspondien­
tes nombres científicos, al objeto de que la sociedad pudiera preparar las
correspondientes etiquetas identificativas (CULTURA E HIGIENE, N° 154
F ig. 2. Im a g en d e una b r ig a d a in fan til p a rtic ip a n d o en la c o n stru cció n d e l f u tu r o p a r q u e d e l
b a rrio .
170
FRA N CISCO JA V IER G RA N D A Á LV A REZ
de 1915)10. De otro modo, la participación de los más pequeños del barrio en
los trabajos del parque debió ser verdaderamente entusiasta, llegando a for­
marse cuadrillas infantiles de horticultores como la que recoge la imagen.
Del diseño propiamente dicho de este nuevo espacio de recreo infantil
sabemos muy poco, al no existir documentación cartográfica que nos permi­
ta conocer de primera mano la arquitectura del mismo. Tan sólo podemos
hacernos una idea vaga e imprecisa, tomando como base la crónica periodís­
tica de la inauguración. Según señala el corresponsal del diario El Noroeste,
constaba de dos largos paseos y de un amable jardín. Teniendo presente las
prácticas habituales que se seguían en el trazado de este tipo de espacios en
la ciudad en aquellos momentos, nos lo imaginamos modelado geométrica­
mente siguiendo las pautas del jardín francés. Intuición que el propio repor­
tero parece corroborar cuando resalta en su crónica los preciosos y artísticos
macizos” 11. Por otra parte, las reducidas dimensiones del parque, hacen muy
poco probable que se recurriese a un modelo de trazado más consumidor de
espacio como el paisajista, la otra tipología más utilizada en la arquitectura de
los espacios verdes públicos.
La inauguración prevista inicialmente para el domingo 27 de junio fue
pospuesta por causa de la lluvia, celebrándose finalmente dos días después,
coincidiendo con la festividad de San Pedro. El acto oficial fue presidido por
el concejal Matías Alvarez Tejera, en representación del Alcalde, acompaña­
do por el Teniente Coronel León Gil del Palacio, por el cura párroco de Jove
y por los organizadores del evento. Así mismo estaban representados todas las
asociaciones de Cultura e Higiene de la villa, el Ateneo Obrero, las Escuelas
de la Caridad, así como otras entidades y personajes destacados de la vida
local. Los discursos elogiosos, coincidentes todos en la importancia de inau10
gurar el “Primer Parque Infantil de Asturias” , marcaron el desarrollo de un
acto que fue seguido, tal y como recoge la prensa, “por todos los niños de La
Calzada, la mayoría de aquel vecindario y muchísimas personas de Gijón,
para lo cual la Compañía de Tranvías aumentó el servicio de coches de la
10 Estos dos jardineros, son sin duda, los más prestigiosos de cuantos trabajaban en la localidad,
acreditados tanto por sus actuaciones públicas com o por sus trabajos para particulares. A m odo
de ejem plo señalarem os que Pedro M úgica ocupó el puesto de Jardinero Jefe en las ciudades de
Vitoria y San Sebastián, renunciando a este cargo en 1897 para fijar su residencia en G ijón. En
la villa trabajó para la Junta de Obras del Puerto com o responsable de la dirección y manteni­
m iento de los Jardines de la Reina. A sí m ism o, Pedro G onzález Som onte fue el responsable de la
conservación de los jardines públicos entre 1909 y 1911. Ver A .M .G Exp Ord N° 366 de 1908 y
3 46 de 1911.
11 Diario El N oroeste del 30 de junio de 1915.
12 A sí se recoge en el discurso pronunciado durante la inauguración del Parque infantil por el direc­
tor de la R evista Cultura e H igiene, Francisco Suárez Acebal, publicado en el número 166 del
citado semanario. En el m encionado texto se dan algunas de las claves para entender la filosofía
que sustentaba la obra: pedagogía social, afán moralizador y educación higienista.
EL PA R Q U E D EL C ER IL LER O EN G IJÓN: EL PRIM ER PA RQ U E IN FA N TIL D E A ST U R IA S
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línea del Musel” 13. El protocolo oficial dejó paso a la actuación de los alum­
nos de la Academia Musical del profesor Maya, y a un numeroso coro de
niños que entonaron un “Himno a la Flor”. Así mismo, el conocido poeta
local “Pachín de Melás”, recitó unos versos compuestos para la ocasión (“Ya
tenéis vuestru xardín/ onde reblincar con gana/ ya tenéis flores y árboles/ que
sol, mar, y brisa baña...”). La concurrida fiesta terminó con una verbena popu­
lar amenizada por los alumnos del profesor Maya.
II. Las funciones del Parque Infantil: de la pedagogía social al
compromiso higienista
La materialización de este espacio de ocio y solaz infantil en un alejado
suburbio de claro contenido social proletario, constituye una auténtica nove­
dad, no sólo en la ciudad de Gijón, sino en todo el ámbito regional, siendo
ésta una de las razones que coadyuvan a distinguirlo del resto de los espacios
verdes públicos y a darle notoriedad. En efecto, gracias a la labor llevada a
cabo por Cultura e Higiene, La Calzada tiene el privilegio de haber sido el pri­
mer barrio gijonés, al margen del centro urbano, en disponer de un parque
infantil. Desde la perspectiva temporal, este hecho cobra mayor relevancia si
cabe, sobre manera, si se tiene en cuenta que en la ciudad, la política munici­
pal orientada a que cada barriada tuviese su propia zona verde se produce,
fundamental aunque no exclusivamente, a comienzos de la década de los
ochenta, con las primeras corporaciones de la etapa democrática14.
Sin duda, el aspecto más significativo y por el que este equipamiento
adquiere su mayor relevancia, es por el carácter pedagógico que sus promo­
tores quisieron imprimirle. Según se desprende de la lectura de la Revista
Cultura e Higiene, el parque, además de un agradable lugar de recreo infantil
fuera del malsano ambiente de las calles, es entendido como una escuela al
aire libre donde fomentar los valores positivos propios del higienismo, “un
libro abierto, escrito por la naturaleza, que hablará a los sentidos, al alma, al
corazón de los niños, infundiéndoles la idea de la sociabilidad, formándoles
en la conciencia de lo bueno, lo útil y lo bello, y dándoles normas de con­
ducta...”. La idea de que fuesen los propios niños los que participasen en los
trabajos preparatorios para la construcción del parque, y que fuesen ellos los
encargados de las labores de mantenimiento y cuidado del mismo, refleja el
13 Diario El C om ercio del 30 de junio de 1915.
14 Al hilo de lo señalado, tenem os presente el precedente del frustrado Plan de Reform as Urbanas de
1937, redactado por el arquitecto municipal Fernández Omaña, en el que se consideraba la nece­
sidad de crear parques en diversas barriadas de la ciudad (A LV A R G O N Z Á LE Z ET ALT; 2000).
172
FRA N CISCO JA V IER G RAN D A Á LV A R E Z
viejo axioma cristiano del papel moralizador y socializador del trabajo (resul­
ta curioso comprobar como en ese punto, el enfoque progresista de la clase
obrera se aproxima mucho a las tesis interesadas fomentadas desde el paternalismo industrial). En palabras de Francisco Suárez Acebal, el parque debe
servir para “enseñar a los muchachos aquellos deberes de solidaridad y aque­
llas obligaciones de cooperar a la formación, al fomento y a la defensa de
todos los elementos de riqueza social”. Se trata en definitiva, de que los niños
del barrio, a través de su compromiso con el jardín, pudieran asumir una serie
de valores sociales y morales positivos, tanto para su propio desarrollo indi­
vidual como para el de la colectividad a la que pertenecen. Del mismo modo,
en el pensamiento de los impulsores de este parque obrero está presente su
utilidad como agente activo en la lucha contra la temida enfermedad del pro­
letariado urbano, la tuberculosis, pues como señala el director técnico del
mismo, Samuel Granda, los jardines obreros estaban destinados a ser “un pre­
servativo contra la tuberculosis y el alcoholismo” 15.
Las referencias al respeto y amor hacia la naturaleza y el papel de ésta
como pieza fundamental en la educación de la infancia y de la juventud
(explícitas en las actividades de esta sociedad obrera), traslucen claramente la
asunción de los postulados krausistas. De otro modo, esta zona verde no cons­
tituye solamente un lugar apropiado para la educación del alma, sino que tam­
bién es un marco espléndido para el desarrollo físico de los jóvenes, asunto
éste al que la literatura higienista de la época presta mucha atención, tal y
como se desprende de la lectura de las páginas del boletín de la sociedad. Por
ello, no parece excesivo resaltar que, el objetivo último a alcanzar es la edu­
cación integral del individuo, lo cual pone de manifiesto la sensibilidad y el
acercamiento a lo que comúnmente se ha denominado renovación pedagógi­
ca promovida desde las filas institucionistas, y que años más tarde fructifica­
rá en la “Nueva Escuela”. En ese sentido parece oportuno señalar que el pre­
sidente de Cultura e Higiene de La Calzada en el periodo de referencia, don
Dalmacio Pérez, alternaba su labor al frente de la sociedad con la de “maes­
tro de niños” en la vecina parroquia de Veriña.
Si tenemos en cuenta todas estas consideraciones, se entenderá que los
aspectos estéticos referidos al diseño del parque pierdan importancia, y que
por ello sean omitidos o minimizados en los escritos de la entidad sobre el
mismo. Hasta tal punto se valora la función pedagógica que, un año después
de inaugurada esta zona de ocio, se llega a proponer la reducción del espacio
15 Extractado de la conferencia pronunciada por el jardinero Samuel Granda desde la tribuna de
Cultura e H igiene de La Calzada, en defensa de “los Jardines Obreros”. Cultura e H igiene, N° 205
de 1916.
EL PA R Q U E D EL C ER IL LER O EN G IJÓ N : EL PRIM ER PA R Q U E IN FA N TIL DE A STU R IA S
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73
ajardinado para transformarlo en una suerte de escuela agrícola infantil16.
Teniendo presente lo comentado en los párrafos anteriores, creemos que el
calificativo de “Primer Parque Infantil de Asturias” cobra todo su significado.
III. El declive del primer jardín proletario de Asturias y su evolución
posterior
La virtualidad de esta experiencia pedagógico-social en la región, fue, a
pesar de la ilusión y el abnegado trabajo llevado a cabo por los numerarios de
Cultura e Higiene del barrio de La Calzada, cuando menos efímera. Esta
pequeña isla verde, acosada tanto por el hacinamiento y la insalubridad pro­
pios de un suburbio proletario en expansión, como por la falta de recursos
monetarios para hacer frente a su conservación, no llegó a dar los frutos anhe­
lados, y apenas cinco años después de su multitudinaria y jubilosa inaugura­
ción, el estado en que se encontraba el parque es calificado por los propios
socios como lam entable17.
Ante esta penosa situación, la sociedad decide acudir al socorro munici­
pal, solicitando de la Corporación local los medios materiales necesarios para
poder atender a su conservación o en su caso, que el jardín pasara a formar
parte de la red de espacios verdes públicos gijoneses. En respuesta a la misi­
va de la asociación, en noviembre de 1921, el Ayuntamiento acuerda hacerse
cargo del Parque Infantil de La Calzada. El compromiso alcanzado entre las
partes no debió ser todo lo efectivo que se presumía, pues dos años después,
en enero de 1923, Cultura e Higiene se pone en contacto con el Consistorio
para denunciar el deplorable estado de abandono en que se halla el parque, y
en vista de que durante esos dos años “nadie se ocupó de él”, solicitar que
vuelva a sus manos al objeto de “atenderlo en la medida de sus posibilidades”.
Poco tiempo después, desde el Ayuntamiento se accedía a la petición18.
La precaria situación económica de este colectivo cultural obrero no per­
mitía allegar los fondos necesarios para la adecuada conservación del espacio,
por lo que el estado del mismo no mejoró sustancialmente en este periodo,
sino que llegó a alcanzar un estadio de degradación considerable. Hasta tal
punto debió ser así que, en 1926, desde Cultura e Higiene se insta a los res­
ponsables municipales a que sean ellos quienes, nuevamente, se responsabili­
16 “El parque infantil, lo que es en la actualidad un vistoso jardín, se irá convirtiendo en una escu e­
la al aire libre donde los niños aprendan agradables trabajos de cultivo de toda clase de plantas”.
R evista Cultura e H igiene N° 196 de 1916.
17 A .M .G Exp Ord N° 433 de 1921.
18 El que fuera secretario municipal Fem ando D iez Blanco, así lo recoge en sus N otas S obre la
Evolución P ro g re siva d e G ijón en un Cuarto de Siglo. 1922-1947.
174
FR A N CISCO JA V IER G RAN D A Á LV A R E Z
cen del mantenimiento de la citada zona verde, o que aportasen el peculio
necesario para hacerlo desde la asociación. En esta ocasión la respuesta del
Pleno local no fue favorable, alegando que “no debe tomar a su cargo la con­
servación de fincas ni servicios de propiedad particular” 19.
El devenir de este espacio vegetal es, a partir de este momento una incóg­
nita, habida cuenta de la inexistencia, en el Archivo Municipal gijonés, de
referencias documentales sobre el mismo. Sabemos, eso sí, que en los años
treinta el parque tomó la denominación no oficial de Calixto de Rato y Roces,
en honor a éste benemérito e ilustrado médico, socio de Cultura e Higiene y
benefactor del barrio20.
Desconocemos el momento concreto en el que el parque pasó definitiva­
mente a manos del municipio, aunque no parece descabellado aventurar que
debió acaecer en la inmediata posguerra. Por lo que respecta al aspecto del
jardín, poco podemos aportar, salvo la intuición de que su estado de degrada­
ción debió acentuarse con el paso del tiempo, como, por otra parte, ocurrió
con el resto de los espacios verdes públicos de la ciudad, toda vez que los
esfuerzos se concentraron casi exclusivamente en la creación y posterior con­
solidación de un gran pulmón verde sobre las ciénagas de la desembocadura
del río Piles, el Parque de Isabel la Católica.
F ig 3. E n la im a g en p u e d e a p r e c ia r s e e l d e p lo r a b le e s ta d o d e a b a n d o n o en e l q u e se
e n c o n tra b a e l “P r im e r J a rd ín P ro le ta rio d e A s tu r ia s ” a fin a le s d e la d é c a d a d e lo s
cin cu en ta. F o t (A rc h iv o d e l a u to r).
19 A .M .G Exp Ord N° 13 de 1926.
20 El doctor higienista Calixto de Rato, aparte de directivo de Cultura e H igiene de La Calzada y
fundador de las Escuelas de la Caridad de dicho barrio, fue destacado colaborador en la obra
A stu rias de Fermín Canella y O ctavio Bellm unt, así com o presidente del M onte de Piedad.
EL PA R Q U E D EL C E R IL LER O EN GIJÓN: EL PRIM ER PARQ U E IN FA N TIL DE A ST U R IA S
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Hasta 1964 no se vuelven a tener noticias de este espacio. En efecto, en
ese año, desde el Ayuntamiento se proponen un conjunto de medidas para la
ordenación, principalmente del tráfico rodado, de aquella barriada, presen­
tándose un estudio para la remodelación de la llamada “Plaza de La Calzada”,
que incluía la parte ajardinada. Sin embargo, la falta de fondos en las arcas
municipales impiden acometer el citado proyecto, quedando pendiente su eje­
cución. La obra, presupuestada en 263.400 pesetas, será llevada a efecto en
1969 con cargo al presupuesto municipal, siendo la Sección de Parque y
Jardines la encargada de su materialización. Será en ese momento cuando el
Parque del Cerillero recobre la fisonomía de un verdadero espacio verde,
dotándose de una zona de juegos infantiles, así como de un mobiliario propio
de este tipo de espacios (8 bancos de piedra “modelo Gijón” y varias farolas).
También se llevarán a cabo nuevas plantaciones y la pavimentación de las
partes del mismo que todavía eran de barro21.
F ig 4. A s p e c to d e l P a rq u e In fan til tra s su re m o d e la c ió n en 1 9 6 9
21 A .M .G Exp Ord N° 1146 de 1964 y 1944 de 1969.
176
FR A N CISCO JA V IER G RA N D A A LV A REZ
Poco tiempo después, el parque será ampliado notablemente con la ane­
xión del solar que lo limitaba hacia levante, con lo que el pequeño jardín primisecular adquiere las dimensiones que tiene en la actualidad. El menciona­
do predio fue cedido desinteresadamente para tal fin por el doctor Carlos
Prieto Alvarez Buylla, otro de los destacados benefactores del barrio . El tra­
zado de la nueva parcela se ajusta a los criterios propios del periodo desarrollista, caracterizados tanto por el mal gusto estético como por la profusa uti­
lización del cemento en detrimento de las superficies verdes, como por otra
parte, se venía haciendo en el resto de los espacios verdes de la ciudad23. En
el caso que nos ocupa, el diseño es muy sencillo, formado casi exclusiva­
mente por una serie de parterres rectangulares, dispuestos para albergar plan­
tas de temporada y pequeños arbustos, completándose el conjunto con un cie­
rre perimetral a base, fundamentalmente de plátanos de sombra. Así mismo,
la zona de juegos infantiles se amplía y cambia de ubicación, situándose en
uno de los extremos de la nueva parcela.
En 1974, desde el vecindario se promueve un homenaje a los doctores
Calixto de Rato y Carlos Prieto, por su contribución al progreso social y mate­
rial del barrio, homenaje que se sustanció en la colocación de sendos bustos
de bronce en honor a estos venerables facultativos, realizados por el escultor
Francisco González Macías24. Para hacer frente a las obras de acondiciona­
miento del entorno en el que iba a ser colocado el monumento a Carlos Prieto
que los propios vecinos sufragaban, los representantes de la comunidad se
ponen en contacto con el Consistorio para solicitar que los gastos derivados
de dichas actuaciones, corriesen a cuenta del erario municipal. Aceptando la
propuesta, el Ayuntamiento elabora un proyecto consistente en un “enlosado
de piedra irregular caliza, con bordillos laterales y tres escalones de piedra
labrada y jardincillos con arcos de hierro para su defensa y arbustos decorati­
vos”, presupuestado en 69.700 pesetas25. De este modo, se completaba la
ornamentación de este renovado espacio de solaz.
22 El D octor Carlos Prieto, quien “consagró su vida a la M edicina y a los económ icam ente más débi­
les”, fue persona muy querida y respetada en la comunidad, com o lo aprueba el hecho de que una
de las calles del barrio lleve su nombre desde 1959. Abundando en esta idea, hay que reseñar que
en 1974, un año después de su fallecim iento, el parque fue ornamentado con un busto suyo, c o s­
teado por suscripción popular. Diario El Com ercio del 17 de septiem bre de 1974.
23 A m odo de ejem plo se podrían citar las desafortunadas actuaciones llevadas a cabo en el P aseo y
Jardines de B egoña a lo largo de los años sesenta y setenta que, supusieron la pérdida de gran
parte de los plantíos históricos y del valioso mobiliario de gusto clasicista que los ornamentaba.
24 A .M .G Exp Ord N° 5512/18. A sí m ism o, el diario El Com ercio del 17 de septiem bre de 1974 se
hace eco del em otivo acto de inauguración del busto dedicado al doctor Prieto.
25 A .M .G Exp Ord N° 2431 de 1973.
EL PA R Q U E D EL C ER IL LER O EN G IJÓ N : EL PRIM ER PA R Q U E IN FA N TIL DE A ST U R IA S
J
77
F ig 5. P la n o d e 1 9 7 2 en e l q u e p u e d e a p re c ia rs e la s tra z a s d e l p a r q u e tra s su a m p lia ció n .
A d v ié r ta s e la p r e s e n c ia d e una p a n e r a con la qu e se p r e te n d ía d a r un to q u e d e tip ism o a
e s ta r e n o v a d a zo n a v e r d e (fin a lm en te la c ita d a co n stru cció n n o lle g ó a e s ta r p r e s e n te en e l
26
p a rq u e).
F ig 6. D e ta lle d e l p r o y e c to d e c o lo c a c ió n d e l b u sto d e C a r lo s P r ie to A lv a r e z - B u ylla.
Desde la colocación de la ornamentación escultórica en 1974, y hasta el año
1991, no tenemos constancia de que se hubiesen llevado a cabo actuaciones de
importancia en el parque. En el año anteriormente citado, el Ayuntamiento
aprueba una partida de 2.200.000 pesetas, con las que costear una serie de mejo­
26 En el año señalado, un vecin o de la parroquia de Veriña ofreció al A yuntam iento un hórreo y una
panera para que dispusiera de ellos a conveniencia, con la única condición de que fuese el propio
Consistorio quien corriese con los gastos de desm ontaje y transporte. La C om isión M unicipal
ju zg ó interesante el ofrecim iento y accedió a hacerse cargo de los inm uebles, al objeto de utili­
zarlos com o elem entos ornam entales en sendas zonas verdes (la panera sería ubicada en el par­
que del C erillero y el hórreo en el del Llano). En 1974, una vez efectuados los estudios técnicos
relativos al em plazam iento de dichas construcciones, el donante se retracta y retira su ofreci­
m iento. A .M .G Exp Ord N° 6272/2.
178
FRA N CISCO JA V IER G RA N D A Á LV A R E Z
ras tales como la instalación del riego automático, la sustitución de una fuente de
chorro continuo por una de caño, y la renovación del césped del parque27. Así
mismo, en julio de ese año se acuerda el traslado del busto del doctor Carlos
Prieto al vecino Parque del Lauredal, donde todavía permanece28.
F ig 7. P la n o d e l P a rq u e In fan til en 1996, a n te s d e p r o c e d e r a su ú ltim a re form a. L a
c o m p a r a c ió n co n e l f e c h a d o en 1972 n o s p e r m ite c o m p r o b a r co m o la e s tru c tu ra d e l e s p a c io
s e m a n tien e p r á c tic a m e n te in a ltera d a . L a ú n ica m o d ifica c ió n a d e s ta c a r e s la in te g ra c ió n en
e l p a r q u e d e una p e q u e ñ a c a lle que, en lo s se te n ta s e p a r a b a e l ja r d ín p r im ig e n io d e la p a r te
a ñ a d id a con p o s te r io r id a d 29.
Apenas un lustro después, en 1996, bajo la dirección técnica de los
Servicios Municipales, se realiza la última intervención en este espacio, en
forma de un ambicioso proyecto de reforma, orientado básicamente, hacia la
puesta en valor de los elementos naturales del mismo, y en el que la presen­
cia del agua adquiere un papel muy destacado. Sin duda, el objetivo preten­
dido por los redactores del proyecto es el de modificar radicalmente la mor­
fología de un espacio que se mantenía inalterado desde principios de la déca­
da de los setenta, generando un jardín de nueva planta. Como anteriormente
se ha apuntado, la presencia del agua en forma de un río que con un discurrir
casi horizontal, disecciona el espacio para alimentar un pequeño estanque, es
fundamental en el trazado del parque, habida cuenta de que no sólo se utiliza
como un mero recurso ornamental, sino que adquiere especial notoriedad
como elemento vertebrador de la composición, al separar nítidamente los
ámbitos destinados al paseo, la estancia y el juego.
27 A .M .G Exp Ord N° 5192/6.
28 A .M .G Exp Ord N° 4852/4.
29 El plano fechado en 1996 procede del archivo de la S ección de Parques y Jardines del
Ayuntam iento de Gijón; caja sin numerar.
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Del mismo modo, y sobre la base del mantenimiento del arbolado exis­
tente, se reordena la disposición de la masa arbórea y se introducen nuevas
especies vegetales de gran valor ornamental, tales como liquidambares y
robles americanos, especialmente apreciados por su atractiva coloración oto­
ñal, lo que sin duda introduce un vistoso matiz cromático que ayuda a suavi­
zar el contraste con las frías superficies de hormigón abundantes en la zona
destinada a la circulación peatonal. Así mismo, la utilización de plantas y
arbustos perennifolios, algunos de ellos de gran vistosidad como el laurel
variegado, el naranjo de Méjico o algunas variedades de hebea, tanto tapi­
zando los alcorques como en los parterres, contribuye, en buena medida, a
aumentar la sensación de frondosidad y calidez del parque.
F ig 8. D e ta lle d e l e s ta d o a c tu a l d e l re fo rm a d o P a rq u e Infantil. A d v ié rta se , a l f o n d o d e la
im a g en la p r e s e n c ia d e d o s p a lm e ra s , una ca n a ria y una w a sh in g to n ia , d e la s d o n a d a s p o r
P e d r o M á g ic a en 1915. T am bién p u e d e a p re c ia rs e , en p r im e r térm in o , uno d e lo s e je m p la re s
d e liq u id a m b a r a m e r ic a n o q u e h erm o sea n e l p a rq u e d e s d e su re form a. F o t A u tor.
180
FR A N CISCO JA V IER G RA N D A Á LV A R E Z
F ig 9. L a u tiliz a c ió n d e l a g u a co m o re cu rso o rn a m en ta l y ele m e n to d e fin id o r d e a m b ien tes,
e s una d e la s c a r a c te r ís tic a s qu e d eterm in a n la a rq u ite c tu ra d e l n u evo P a rq u e d e l C e rille ro .
F o t A u to r
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ESQUEMA INTERPRETATIVO DEL ARBOLADO DEL PARQUE
DEL CERILLERO
j g
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182
FR A N CISCO JA V IER G RAN D A Á LV A R E Z
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LA PRESENCIA MILITAR DE ASTURIAS EN LA GUERRA
DE CUBA
FRANCISCO RAMOS OLIVER
1. PREÁMBULO
La lectura de las colaboraciones aparecida en el número 156 del “Boletín
del Real Instituto de Estudios Asturianos” (julio-diciembre 2000) bajo el títu­
lo genérico de “Asturias y el 98”, me animó a presentar para su posible publi­
cación un pequeño trabajo de investigación que llevé a cabo en 1998 y que
en diciembre de ese mismo año me sirvió de base para una conferencia que
pronuncié en el Centro Asturiano de Madrid, atendiendo a la amable invi­
tación de su Presidente D. Cosme Sordo y del recientem ente fallecido
Presidente Adjunto Profesor D. Rutílio Martínez-Otero, sensible pérdida
para todos y a cuyo recuerdo van dirigidas estas letras.
Trataré de exponer, sin ánimo de ser exhaustivo dada la lógica brevedad
del trabajo y dando de alguna forma continuidad a las colaboraciones que tra­
tan de la formación de los batallones de voluntarios “Covadonga” y
“Principado” 1, las vicisitudes de los voluntarios asturianos, los de acá y los de
allá, en la guerra de Cuba, sin dejar de recordar, aunque sea brevemente, las
de aquéllos que lucharon bajo el nombre de Asturias en las fuerzas regulares
cualquiera que fuera su lugar de nacimiento y en las filas del Regimiento de
Infantería “Príncipe” n° 3 de guarnición en Oviedo.
2. INTRODUCCIÓN
La isla de Cuba es el territorio americano que durante más tiempo formó
parte de España, pues nuestra presencia en ella abarca desde el primer viaje
de Colón en 1492 hasta la firma del tratado de París en 1898.
1 El tem a se trata en las colab oracion es d e A llen d e V aquero, C. “C uba, la p e r la d e A v ilé s
A n es
Á lv a rez, R. “A s tu r ia s a n te la g u e rr a d e C u ba
C an ella G utiérrez, E. y C am pal F ernández,
J. L. “L a m ilic ia a stu ria n a en la g u erra d e C u b a ” y Fernández A v e llo , M . “A stu ria s y e l 9 8 ”.
184
FRA N CISCO RAM OS O LIV ER
El origen del Ejército en Cuba data de 1515 con la llegada a la isla de
“hombres de armas” formando pequeñas unidades sueltas. Felipe II ordenó la
construcción de los castillos del Morro y de la Punta en La Habana y con la
llegada de los borbones se organizaron las fuerzas de la capital en un batallón
de infantería, una compañía de caballos ligeros y otra para el servicio de arti­
llería. En general, la defensa de las posesiones de ultramar estaba basada en
guarniciones de tropas veteranas en las principales plazas y el refuerzo con
otros cuerpos, normalmente metropolitanos, en tiempo de guerra; también
existía una milicia colonial, mal armada y preparada.
Siguiendo esta norma, la isla de Cuba fue reforzada en varias ocasiones
y devueltas las tropas a su destino una vez pasada la alarma. Como ejemplo
se puede citar que el Regimiento de Infantería “Asturias” n° 31 estuvo de
guarnición en La Habana en los años 1771 a 1774, con motivo de la “Crisis
de las Malvinas”. Este Regimiento, heredero del Tercio de Asturias y hoy
basado en El Goloso (Madrid), tiene su origen en el Principado y su primer
Coronel fue D. Alvaro de Navia-Osorio y Vigil de la Rúa, Vizconde del
Puerto y tercer Marqués de Santa Cruz de Marcenado, nacido en Puerto de
Vega el 19 de diciembre de 1684.
Cuando el 6 de junio de 1762 una escuadra británica puso sitio a La
Habana, el Capitán General, Conde de Riela, llegó a la conclusión que era
necesaria la participación de la población en la defensa, para lo que movilizó
a todos los varones entre 14 y 60 años y propuso la creación de una milicia
disciplinada dotada de organización permanente, uniforme, equipo e instruc­
ción. Desde entonces, cuando no bastaban las tropas regulares se organizaban
milicias voluntarias, dando lugar al nacimiento de los Urbanos Voluntarios,
de la Milicia de Color y de los diversos cuerpos de voluntarios.
Siguiendo un orden cronológico, se ofrecen al lector las acciones reali­
zadas por personajes y unidades relacionados con Asturias en la larga y cruen­
ta guerra de Cuba, así como las relaciones que entre ellos se producen en
algún momento de sus vidas.
3. LA GUERRA DE LOS 10 AÑOS (1868-1878)
Cuba fue el escenario de tres guerras insurreccionales: la Guerra de los
Diez Años o Guerra Grande (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y
la Guerra de Cuba o Guerra de la Independencia (1895-1898). La más impor­
tante, y sin duda más conocida, es esta última, que propició la intervención de
los EE.UU. y la pérdida de la isla para España.
En realidad, se puede considerar que fueron tres fases de una misma gue­
rra y en muchos aspectos, la última es una prolongación de la de los Diez
LA PRESEN CIA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U E R R A D E CU B A
185
Años. Los principales protagonistas, las formas de combatir, la organización
de las fuerzas, las ideas estratégicas, casi todo es una repetición de lo ocurri­
do entre 1868 y 1878.
El 10 de octubre de 1868, con el llamado “Grito de Yara” dado por Carlos
Manuel de Céspedes, da comienzo la insurrección cubana, cuando España,
tras el triunfo de la revolución del mes anterior, estaba regida por un gobier­
no provisional. Los diez años que dura la guerra se desarrollan en su mayor
parte durante el Sexenio Revolucionario (1868-1876), que abarca la regencia
del general Serrano, el reinado de Amadeo I de Saboya y la Ia República, para
finalizar en el reinado de Alfonso XII. Durante este tiempo, España hubo de
hacer frente simultáneamente a la 3a Guerra Carlista (1871-1876) y a la
Guerra Cantonal (1873-1874). Los cambios políticos y la coincidencia con
otras dos guerras, hizo que el esfuerzo militar para combatir la insurrección
estuviese supeditado a la situación en la Península.
En el momento de iniciarse aquella, el ejército español en la isla estaba
compuesto por 8 regimientos de infantería, 4 batallones de cazadores, 2 regi­
mientos de caballería, algunas unidades de artillería e ingenieros y un regi­
miento de milicias blancas con 2 secciones de milicias de color, que en total
sumaban unos 10.000 hombres, a todas luces insuficientes para dominarla.
Hubo que recurrir a los procedimientos mencionados anteriormente: envío de
fuerzas desde la Península y movilización del Cuerpo de Voluntarios.
Durante los diez años que duró la contienda llegaron a Cuba entre
174.940 y 210.416 hombres (los investigadores no se ponen de acuerdo en
una cifra), de los cuales unos 56.700 lo fueron encuadrados en 57 batallones
de infantería, 4 regimientos de caballería y unidades de artillería y de inge­
nieros, y unos 153.700 hombres como reemplazos individuales. Gracias a
estos envíos, el número de hombres en Cuba llegó a alcanzar los 90.000, aun­
que el de disponibles para operar no superó los 70.000.
Los primeros 4 batallones expedicionarios procedentes de la Península
embarcan por Orden de 16 de enero de 1869 y por otra de 9 de febrero del
mismo año se forman compañías a 125 plazas en los cuerpos de la Península
y se organizan batallones de voluntarios procedentes de licenciados y paisa­
nos. En total 13 batallones, uno de los cuales recibe el nombre de “Voluntarios
de Covadonga”.
Este Batallón, que se organiza por iniciativa de la Diputación del
Principado, embarca en Santander rumbo a Cuba donde desembarca en
diciembre de 1869. En junio de 1872 lo encontramos dando guarnición a la
“trocha” de Júcaro a Morón al mando del teniente coronel D. Tomás García
Romero.
En este año el estado militar de la insurrección podía calificarse de pre­
cario, pues desde 1870, con la llegada de los refuerzos peninsulares y la loca­
186
FRAN CISCO RAM OS O LIV ER
lización de la insurrección en Camagüey y Oriente, la iniciativa en las opera­
ciones era del Ejército español.
El teatro de operaciones había sido dividido en demarcaciones depen­
dientes de un centro m ilitar que servía de base a una colum na y se habían
creado las guerrillas, llevando a cabo una constante persecución de las parti­
das insurrectas que a mediados de 1872 habían quedado reducidas a una cuar­
ta o quinta parte de sus efectivos.
El Batallón “Covadonga”, cuyo nombre a partir del 16 de marzo de 1873 es
“Voluntarios Asturianos” después de su fusión con el Batallón de “Voluntarios de
Santander” y de absorber parte del personal del disuelto Batallón de “Voluntarios
de Cádiz”, organiza durante este año el centro “San Nicolás”, donde construye un
fuerte, un depósito de víveres y municiones y una enfermería.
El 9 de diciembre se produce un relevo en el mando del Batallón que pasa
a ostentarlo el Teniente Coronel D. Gabino Sampietro Ralla.
El 27 de este mismo mes el Batallón parte hacia Puerto Príncipe, donde
llega el día 30, participando en 1874 en las acciones de Jim aguayú en las
que encuentra la muerte Ignacio Agramonte, alma de la insurrección en
Camagüey.
Sin embargo, es en este año cuando los insurrectos, que habían aprove­
chado para reorganizarse la escasa actividad de los españoles, decidieron lle­
var la guerra hacia occidente invadiendo Las Villas, lo que consiguen el día 5
de enero de 1875 al cruzar la “trocha” de Júcaro a Morón.
En dicha región, las fuerzas españolas estaban dedicadas principalmente
a guarnecer las ciudades, por lo que los insurrectos pudieron atacar muchos
poblados, lo que les proporcionó un buen acopio de armas, municiones y
caballos, principalmente de los depósitos del cuerpo de voluntarios.
La consolidación de este cuerpo, del que ya se ha hecho mención ante­
riormente, se plasmó en 1869 a raíz de una reunión celebrada en el teatro
Tacón de La Habana. Sus primeros hombres se reclutaron entre los emplea­
dos y trabajadores de patronos peninsulares que actuaban como una guarni­
ción cívica, cerca de sus trabajos, lo que les permitía atenderlos.
Estos voluntarios eran denominados “Voluntarios del Comercio” porque
los financiaban los comerciantes de La Habana y los grandes plantadores de
caña de la parte occidental de la isla; sus unidades más importantes radicaban
en la capital y en las principales ciudades. Durante la Guerra de los 10 Años,
el número de voluntarios se elevó a 50.000, encuadrados en batallones de
infantería, regimientos de caballería y unidades de artillería e ingenieros.
Muchos de ellos de origen asturiano como D. Ramón Argüelles Alonso, que
se alista en 1869 como voluntario en el 7o Batallón de “Voluntarios de La
Habana” y que volveremos a encontrar a lo largo de estas páginas. En la gue­
rra de 1895 a 1898 fueron 84.117 los voluntarios alistados.
LA PR ESEN CIA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U ER R A DE C U B A
187
El valor militar de estos voluntarios era escaso y aunque en ocasiones
participaron en operaciones su papel principal fue el de prestar el servicio de
guarnición en las poblaciones y fortalezas y servir como guías de las unida­
des regulares por su conocimiento del terreno.
Dependían de las autoridades militares pero no percibían ningún sueldo
a pesar de costearse ellos mismos el vestuario y equipo. Si bien la fuente de
su reclutamiento era la masa de comerciantes españoles radicados en la isla,
la oficialidad se nutrió de las clases altas de la sociedad hispano-cubana lo que
le dio un aire elitista que contrastaba con la mentalidad más abierta de la ofi­
cialidad del ejército peninsular. Como consecuencia de ello y debido también
a la presencia permanente de un gran contingente de voluntarios en la capital
de la isla, en ocasiones se convirtieron en un grupo de presión al servicio de
las opiniones más exaltadas del partido españolista, hasta el punto de provo­
car la dimisión en 1871 del General Dulce como Capitán General.
También, desde 1869, se contrataron mercenarios capaces de participar
en la guerra con total dedicación, con lo que se trataba de resolver uno de los
mayores problemas: la falta de aclimatación de los soldados, que recién lle­
gados a la isla caían diezmados por la fiebre amarilla, el paludismo, la virue­
la, la disentería, el tifus y tantas otras enfermedades. Una de las unidades que
encuadraban a este tipo de combatientes fue la llamada “Cazadores de
Valmaseda”, mandada por el entonces Coronel D. Valeriano Weyler Nicolau,
futuro Capitán General de la isla durante la última guerra.
Entre 1868 y 1874 se crean en la isla 18 batallones de voluntarios movi­
lizados y otras tantas compañías de libertos, una por batallón, nutridas por
esclavos.
En cuanto al ejército permanente en la isla, por orden de la Capitanía
General de 25 de abril de 1874 los 8 regimientos de infantería de línea se reor­
ganizan en 16 batallones independientes, uno de los cuales, el número 12,
desdoblado del regimiento de Nápoles, recibe el nombre de “Asturias” . Un
año más tarde, por orden de 19 de marzo de 1875, los batallones “Nápoles” y
“Asturias” se reúnen de nuevo para formar el Regimiento de Infantería de
Línea “Nápoles” n° 4.
El cruce en enero de 1875 de la “trocha” de Júcaro a Morón por Máximo
Gómez, obliga al Capitán General D. José Gutiérrez de la Concha, Marqués
de La Habana, a proporcionar al Brigadier Zea, Comandante General de Las
Villas, fuerzas procedentes de oriente y centro, entre ellas el Batallón de
“Voluntarios Asturianos”, que por orden de 11 de marzo de 1874 había absor­
bido parte del personal del disuelto Batallón de “Voluntarios francos de La
Mancha”.
En julio de 1875 se encuentra en Trinidad (Las Villas) al mando del
Teniente Coronel D. Alvaro Suárez Valdés, que había nacido en Grado 35
188
FRAN CISCO RAM OS O LIV ER
años antes, participado en la expedición a Méjico del General Prim y en la
guerra de Santo Domingo y que ya como general va desempeñar un impor­
tante papel en la guerra de 1895 a 1898. Durante los meses de octubre y
noviembre participa en las acciones de Potrero de Cancio, Rasmero, Loma del
Derrumbe, Resvalosa y Loma Mala y en las operaciones en Remedios.
El 2 de febrero de 1876 se hace cargo del mando del Batallón el Teniente
Coronel D. Tomás García Baquero, continuando a lo largo del año tomando
parte en las operaciones llevadas a cabo en Las Villas.
Al mismo tiempo, con la finalización de la Guerra Carlista en febrero de
1876, la lucha contra la insurrección cubana entra en su última fase por el
momento: por Real Orden de 29 de mayo de 1876 se envían 20 batallones y
por Orden del 2 del mismo mes y año, se aumentan a 8 las compañías de los
batallones de cazadores. El 3 de noviembre desembarca en La Habana el
General D. Arsenio Martínez Campos, para llevar a cabo una política de
atracción de los insurrectos y de humanización de la guerra, respaldado por la
superioridad militar de los españoles y la división y desmoralización de los
“mambises”.
Las operaciones en Las Villas habían obligado a Máximo Gómez y a
Maceo a repasar la “trocha” de Júcaro a Morón hacia el este y al consecuen­
te desplazamiento de fuerzas a Camagüey y Oriente. El Batallón de
“Voluntarios Asturianos” embarca en Casilda, al sur de Trinidad, a bordo del
“Cienfuegos” el 19 de enero de 1877, rumbo a la Bahía de Guantánamo, lle­
gando a Caimanera el 23 del mismo mes.
Durante el año 1877, encuadrado en la Ia Brigada de la Ia División y ope­
rando en la 5a de las zonas militares en las que el General Martínez Campos
había dividido el Teatro de Operaciones, participó con gran actividad en las
operaciones de limpieza que van a propiciar la firma de la “Paz de Zanjón” el
10 de febrero de 1878.
El 30 de mayo de este año, bajo el mando accidental del Comandante D.
Juan Gracia Rada, es disuelto en Mayarí Arriba el Batallón de “Voluntarios
Asturianos” que con el nombre de “Covadonga” había llegado 8 años antes.
No regresa el Batallón a la Península formando cuerpo, pues gran parte de su
componentes fijan su residencia en la isla constituyendo un claro ejemplo de
emigración por medio de las fuerzas militares enviadas a Cuba.
4. LA GUERRA DE CUBA (1895-1898)
La “Paz de Zanjón” no soluciona el problema de fondo de la insurrección
cubana. La resistencia española en la aplicación de los acuerdos da lugar a un
rebrote de la guerra en agosto de 1879, la llamada “Guerra Chiquita” que duró
LA PR ESEN C IA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U ER R A D E C U BA
189
escasamente un año y que fue sofocada sin dificultad por el General
Polavieja.
Entre 1880 y 1895 Cuba es un constante motivo de preocupación para los
gobiernos que se van sucediendo, alternativamente presididos por Cánovas y
Sagasta, que temen el rebrote de la guerra. Los proyectos de reformas se suce­
den y sólo algunos ven la luz, aunque su aplicación práctica dista de ser inme­
diata, lo que contribuye a acelerar e impulsar el movimiento independentista
de la isla.
A pesar de todo y para tratar de reducir el déficit que el presupuesto de
Cuba había acumulado durante la guerra, la reducción de unidades regulares,
la disolución de las guerrillas y milicias blancas y de color y la rebaja del
haber mensual de los voluntarios había llevado a la isla a las cotas más bajas
de su estado de defensa. En este ambiente general se produce el 24 de febre­
ro de 1895 el levantamiento que va a ser el origen de la definitiva guerra sepa­
ratista o de la independencia de Cuba.
La insurrección sólo triunfa en oriente con el llamado “Grito de Baire”,
pequeña localidad situada a 75 km. de Santiago de Cuba. Pero Cuba está inde­
fensa: el ejército permanente contaba con 7 regimientos de infantería, 1 bata­
llón de cazadores, 2 regimientos de caballería, un batallón de artillería, otro
de ingenieros y tres tercios de la guardia civil, todos ellos con plantillas muy
reducidas que sumaban unos 15.900 hombres; las fuerzas auxiliares y de
voluntarios estaban sin organizar. A pesar de que el General Calleja, Capitán
General de Cuba, considera que dispone de suficientes fuerzas, el Gobierno
envía desde la Península 7 batallones que embarcan en marzo de 1895.
Sagasta dimite y Cánovas sustituye a Calleja por Martínez Campos, que
al mando de una segunda expedición de 7.252 hombres, desembarca en
Santiago de Cuba el 17 de abril, llegando a La Habana el 24.
Su plan inicial consistía en la declaración del estado de sitio en oriente,
conceder el perdón a cuantos se acogieran al indulto, designar tres bases de
operaciones (Santiago, Bayamo y Holguín) y distribuir entre ellas las fuerzas
de que disponía. Ordenó la máxima movilidad a las fuerzas y no dar descan­
so al enemigo, dejando de guarnición en las grandes poblaciones a las unida­
des de voluntarios que son reorganizadas.
Simultáneamente con Martínez Campos, llegan a la isla los hermanos
Maceo, José Martí y Máximo Gómez. Martí queda nombrado jefe de la insu­
rrección, Gómez comandante en jefe y Antonio Maceo jefe militar de Oriente.
Su táctica consiste en hacer económicamente imposible que España pro­
siga la lucha, para lo que no dudan en destruir las fuentes de riqueza del país,
provocando su ruina momentánea. Era el precio de la independencia.
Durante los primeros meses de guerra no hay importantes acciones, sino
encuentros y escaramuzas. Sin embargo, el 19 de mayo en Dos Ríos cae aba­
190
FRAN CISCO RAM OS O LIV ER
tido José M artí y el 19 de julio en Peralejo cae muerto el General Santocildes
y a punto está de caer prisionero el propio Martínez Campos. Los refuerzos
siguen llegando a la isla y entre ellos el 16 de septiembre pone el pie en La
Habana el primer batallón del Regimiento de Infantería “Asturias” n° 31
mientras que el del “Príncipe” n° 3 lo hace en Caimanera el 6 de diciembre,
iniciando una gloriosa campaña que va a finalizar tres años después. No va a
ser tratada en esta ocasión, pero sí quiero dejar constancia de que supieron
cumplir con su deber llevando el nombre de Asturias con honor y heroísmo.
El 22 de octubre de 1895, Antonio Maceo parte de Mangas de Baragua
(Santiago de Cuba) al mando de la denominada “Columna de Invasión” que
tres meses después, el 22 de enero de 1896, va alcanzar Mantua, el pueblo
más occidental de Cuba, sin que los españoles puedan evitarlo, extendiendo
la insurrección a toda la isla.
El General M artínez Campos dimite y es nombrado Capitán General
D. Valeriano Weyler Nicolau, Marqués de Tenerife, que el 10 de febrero
desembarca en La Habana. Por los generales Sabas Marín y Suárez Valdés, al
que hemos conocido de teniente coronel al mando del batallón de
“Voluntarios Asturianos” en 1875, es informado de la gravedad de la situa­
ción en Cuba.
Para remediarla, traza su plan de campaña que, en esencia, consiste en
dividir la isla en tres zonas mediante dos “trochas”, la Mariel-Majana, entre
Pinar del Río y La Habana, y la Júcaro-Morón, entre Las Villas y Camagüey,
para, a continuación, proceder de oeste a este a la limpieza de las zonas occi­
dental y central y en sentido inverso la oriental. Para ello, reorganiza las fuer­
zas a sus órdenes, tanto regulares como de voluntarios y solicita refuerzos.
El 29 de febrero, poco después de la llegada de Weyler a La Habana, lo
hace el primer batallón del Regimiento de Infantería “Covadonga” n° 40, que
había embarcado en Cádiz el día 15 a bordo del vapor “León XIII” con 1.029
hombres, pasando a prestar sus servicios en la línea Mariel-Majana. Muy casti­
gado por las enfermedades, es relevado al poco tiempo. Este Batallón, de nom­
bre entrañablemente asturiano, participa, lo mismo que el “Asturias”, en las
operaciones que en Pinar del Río y Las Villas se desarrollan a lo largo de los
años 1896 y 97. Volveremos sobre ellos más adelante, pues quiero ahora inci­
dir en lo que constituye el núcleo de este trabajo: los voluntarios asturianos.
Quizás uno de los rasgos más sobresalientes de la Guerra de Cuba es el
esfuerzo realizado por toda la Nación para defender la soberanía en la Gran
Antilla. En un principio, el refuerzo de las unidades de la isla se organizó a
base de nuevas unidades expedicionarias y reemplazos; la tropa estaba for­
mada por voluntarios civiles o veteranos y soldados sorteados entre todas las
unidades de una región, las clases procedían de varios cuerpos y los oficiales
los nombraba el Ministerio. No podía haber más variedad. El General
LA PR ESEN C IA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U ERR A D E C U BA
191
Azcárraga, Ministro de la Guerra, decidió cambiar el sistema y enviar fuerzas
encuadradas e instruidas en los cuerpos activos entre los que se encontraban
los regimientos “Príncipe”, “Asturias” y “Covadonga”.
La gran cantidad de hombres que la guerra demandaba, hizo necesario
llamar a filas a los que disfrutaban licencia ilimitada, los excedentes de cupo
y los que estaban en situación de reserva, proceder a alistamientos extraordi­
narios de voluntarios, al indulto de prófugos y desertores y al adelanto del lla­
mamiento de quintas. Incluso se volvió a autorizar a empresas y particulares
para que presentasen voluntarios con destino a ultramar: este es el caso del
Batallón “Principado de Asturias” que veremos más adelante.
En la isla también se completan y organizan unidades regulares y de
voluntarios. Una de estas últimas es el Batallón de “Voluntarios Urbanos de
La Habana” que se forma en enero de 1896 costeado por comerciantes veci­
nos de la capital, el más importante de los cuales, D. Ramón Argüelles
Alonso, al que ya hemos conocido como voluntario alistado en 1869 en el 7o
Batallón de “Voluntarios de La Habana”, es nombrado jefe del mismo, con el
empleo de coronel, el 29 de enero de 1896.
Don Ramón Argüelles había nacido en Garaña, cerca de Llanes, el 23 de
septiembre de 1834, haciendo el número cinco de nueve hermanos en una
familia de labradores y con 16 años emigra a Cuba donde ya se encontraban
dos hermanos mayores Vicente y Joaquín.
Especialmente dotado para los negocios y de espíritu emprendedor, con
35 años de edad es ya presidente de la Sociedad Anónima Banco del
Comercio, de los Ferrocarriles Unidos de La Habana y Almacenes de Regla,
del ferrocarril de Cienfuegos a Santa Clara, accionista del Diario de la Marina
y consejero del Banco de España; es propietario de fincas e “ingenios” y,
sobre todo, de una gran fortuna.
El 16 de enero de 1869, ya casado con Da. Rosario Díaz y Díaz Pimienta,
de noble familia descendiente de un capitán general de Felipe IV, ingresa en
la 6a Compañía del 7o Batallón de La Habana, donde presta sus servicios y es
recompensado con la Cruz Blanca del Mérito Militar. El 8 de enero de 1870
es nombrado teniente de la 3a Compañía del 4o Batallón y el 7 de abril mere­
ció “Bien de la Patria” por acuerdo de las Cortes Constituyentes.
A petición propia, causa baja en el cuerpo el 30 de marzo de 1871, rein­
gresando el 12 de marzo de 1874 como voluntario en la Compañía “Guías del
Capitán General” ; es nombrado alférez supernumerario el 8 de mayo y el 2 de
septiembre alférez para activo. Contribuye con su peculio particular para el
sostenimiento de la Compañía.
En 1876 es declarado “Benemérito de la Patria”, en 1877 enviuda y en
1879 asciende a teniente supernumerario. En 1882 causa baja a petición pro­
pia dedicándose por entero a sus negocios y a la política como dirigente del
192
FRAN CISCO RAM OS O LIV ER
partido de la Unión Constitucional, de tendencia españolista, hasta que el 29
de enero de 1896, un mes antes de la llegada del General Weyler a Cuba, es
nombrado Coronel del Batallón de “Voluntarios Urbanos” que prácticamente
ha creado y organizado a su costa. Era este un Batallón de unos 2.000 hom­
bres distribuidos en 12 compañías, que prestaban servicios de guarnición y
fortalezas. Su bandera es donada por los comerciantes de Barcelona y entre­
gada en una solemne ceremonia en la Catedral de La Habana.
Pero vamos a dejar en este punto a D. Ramón y su batallón; más adelan­
te los retomaremos. Volvamos ahora a la Península para ver qué estaba suce­
diendo en Asturias por esas fechas.
Por Real Orden, de 18 de abril de 1896 se autoriza la organización en
Oviedo de un batallón de voluntarios con el nombre de “Principado de
Asturias” patrocinado y costeado por una junta patriótica de carácter privado
que, presidida por el Obispo de Oviedo Fray Ramón Martínez Vigil, obtiene
en breves días por suscripción popular voluntaria más de 500.000 pesetas.
Con este dinero se adquieren 1.000 correajes, las cometas, la bandera y los
banderines, 12 camillas y las bolsas individuales de curación además de otro
equipamiento.
Según la Real Orden, el Batallón se organiza sobre la base de 1.000 pla­
zas, de las que inicialmente sólo se cubrirán 576, dando preferencia a los
voluntarios de Asturias, mientras que los oficiales, sargentos, cabos y corne­
tas serán destinados por el Ministerio de la Guerra, debiendo presentarse en
Oviedo entre el 5 y el 10 de junio.
Es nombrado jefe el Teniente Coronel D. Eustaquio González, que es
relevado antes de embarcar por D. Francisco Sánchez-Manjón del Busto,
nacido de padres asturianos en Guantánamo (Cuba), que viaja al frente del
batallón el 21 de septiembre de 1896 en tren especial hasta Gijón, donde el
mismo día embarca, en medio de una despedida apoteósica, en el vapor
“Ciudad de Cádiz” con rumbo a Cuba. El 5 de octubre desembarca en Gibara,
lugar próximo al de desembarco de Cristóbal Colón en 1492, viaje para el que
es socorrido con 9.000 pesetas para atender posibles gastos. Mientras el
Batallón desembarcaba, Eloy Gonzalo llevaba a cabo en Cascorro su heroica
gesta. El día 6 parte el Batallón para el distrito de Auras, quedando encua­
drado en la División de Holguín, junto a los batallones de La Habana núme­
ros 1 y 2 y el 2o de Infantería de Marina.
Pues bien, ya tenemos a nuestros protagonistas en el Teatro de
Operaciones: el Batallón “Príncipe” en Guantánamo y los Batallones
“Asturias” y “Covadonga” luchando contra Maceo en Pinar del Río, donde
dos asturianos, los generales D. Alvaro Suárez Valdés, del que ya tenemos
noticia, y D. Julián Suárez Inclán desempeñan un importante papel. El pri­
mero, Comandante General de la Ia División y Gobernador Militar de Pinar
LA PR ESEN CIA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U E R R A DE CU BA
193
del Río, cae herido en el combate reñido en las lomas de Lajas, asciende a
Teniente General y regresa a España, para ocupar el puesto de Capitán
General de Aragón. En el periodo entre guerras había sido gobernador militar
de Oviedo después de serlo de Santiago de Cuba.
El segundo nace en Avilés el 7 de enero de 1848; oficial de Estado
Mayor, participa en 1866 en los sucesos del cuartel de San Gil (Madrid),
donde gana una Cruz Roja al Mérito Militar y el Regimiento “Asturias” n° 31
la Cruz Laureada de San Fernando.
Académico de la Historia y diputado en Cortes por el distrito de Pravia,
en 1895 está en Cuba con el empleo de coronel y después de ocupar destino
en el Estado Mayor, manda una columna de operaciones en Pinar del Río. El
16 de marzo de 1896 asciende a general de brigada y pasa a mandar la Ia
Brigada de la División de Operaciones al N. y E. de Pinar del Río. En enero
de 1897 recibe el mando de la División pero poco después regresa a la
Península aquejado de fiebres palúdicas. Desempeñó importantes cargos mili­
tares y políticos.
Mientras tanto, otro de nuestros protagonistas el Batallón “Principado de
Asturias” sale de operaciones el día 22 de octubre de 1896 y tiene su bautis­
mo de fuego en Sabana Calderón, combatiendo los días 29 y 30 en río
Guabaceiabo. El 2 de noviembre embarca en Gibara a bordo del vapor
“Manuela” con rumbo a Puerto Padre, emprendiendo a continuación las ope­
raciones por la jurisdicción de Holguín, para combatir los días 11 y 12 de
diciembre en Vázquez y Tinajitas y el 26 en Sabana Becerra y Curamagüey.
Muerto Maceo el 7 de diciembre como consecuencia de un encuentro en
Punta Brava, cuando acababa de rebasar por mar la “trocha” Mariel-Majana,
con una columna del Batallón San Quintín -hoy encuadrado en el Regimiento
“Príncipe” n° 3 - mandada por el comandante Cirujeda, la situación era la
siguiente: Máximo Gómez en las provincias centrales presionado por Weyler
contra la “trocha” de Júcaro-Morón; en las provincias orientales, al Este de la
“trocha”, Calixto García, incomunicado con Gómez, mantenía viva la insu­
rrección en esta zona.
Mientras el Batallón “Principado de Asturias” se dedica a la escolta de
convoyes durante los primeros meses de 1897, Weyler declaraba pacificadas
las provincias occidentales y Calixto García trataba de cruzar la “trocha”
mientras esquivaba las columnas españolas que iban a su encuentro.
El Batallón, que tiene diversos encuentros con el enemigo durante los
meses de marzo y abril, queda, como consecuencia de la reorganización de la
División de Holguín de 1 de abril, encuadrado en la 2a Media Brigada de la
Ia Brigada, junto con el Batallón “Córdoba”.
En este mismo mes, Calixto García recibe un importante alijo de armas
en la playa de Bañes, zona de acción del Batallón: 2.480 rifles, un cañón de
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12 cm, otro de dinamita, un colt automático, 2.500.000 cartuchos, 3.000 para
el de dinamita, 15.000 para el colt, 3 Tm. de explosivo y 140 cajas de medi­
camentos. Como consecuencia, Weyler destituye al general de la División por
no haber construido en Bañes un fuerte, según él había ordenado, y nombra
para sustituirlo al General D. Agustín Luque y Coca.
En los días finales de abril, el Batallón embarca en Gibara y desembarca
en Punta Negra, operando sobre Bañes y Bijarú. En junio cae enfermo el
Teniente Coronel Sánchez-Manjón, Jefe del Batallón, estando éste en Fray
Benito. El 2 de julio recibe un reemplazo de 96 soldados que llegan en el
vapor “Méjico” y el 26 de septiembre sufre la muerte del 2o teniente D. Luis
Trinchán en el transcurso de un encuentro con los mambises. Finaliza en 1897
operando en la zona de Gibara.
Pero mientras los batallones operaban sin descanso, el 8 de agosto es ase­
sinado en el balneario de Santa Águeda D. Antonio Cánovas del Castillo,
Presidente del Gobierno y principal valedor de la acción del general Weyler
en Cuba. Aunque éste presiente su próximo relevo, continúa con los prepara­
tivos de la ofensiva de otoño-invierno en la provincia de Santiago de Cuba,
en la que operan los batallones “Príncipe” n° 3 y “Principado de Asturias” y
a la que va a ser trasladado desde Las Villas, donde lo dejamos luchando con­
tra Máximo Gómez, el Batallón “Asturias” n° 31, que cubrirá la zona GuamoCauto, en la que ya en 1898 va a sostener duros combates que le causarán sen­
sibles bajas.
Por su parte, los insurrectos tampoco permanecen inactivos: Máximo
Gómez trata de romper el cerco a que estaba sometido desde meses atrás sin
conseguirlo. Calixto García, al no poder socorrer a su compañero por impe­
dírselo la “trocha” Júcaro-Morón, idea una operación de prestigio y diversión:
el asedio de Victoria de las Tunas, llamada así en recuerdo de un combate vic­
torioso para las fuerzas peninsulares en la guerra anterior.
El 12 de agosto de 1897, al frente de 5.000 hombres, Calixto García ataca
los escasamente defendidos 11 fortines españoles, que resisten durante 15
días esperando unos refuerzos de la División de Holguín, a la que pertenece
el Batallón “Principado de Asturias”, que no llegaron por deficiencias en lo
que hoy denominaríamos sistema de mando y control.
Sólo se rindió un fortín, cuyos defensores, soldados y voluntarios, fueron
macheteados. La posesión de Victoria de las Tunas no reportaba nada a los
insurrectos por lo que la abandonaron tras arrasarla. Poco después fue de
nuevo ocupada por los españoles.
Pero el 9 de octubre, tal y como se preveía, se produce el relevo del
General Weyler por el General D. Ramón Blanco y Erenas, Marqués de
Peñaplata, que toma el mando de la isla el 31 del mismo mes.
Las instrucciones dadas por el General Blanco son las de renunciar a la
LA PR ESEN CIA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U ERR A D E C U BA
195
ofensiva y limitarse a batir las partidas que maniobraban todavía, o pudiesen
surgir, en las provincias ya pacificadas. Como consecuencia, paraliza el plan
de operaciones que Weyler estaba preparando en la parte oriental de Cuba.
En 1898 la guerra y la historia van a sufrir un nuevo giro. El día 15 de
febrero en la bahía de La Habana se hundía el acorazado estadounidense
“Maine” como consecuencia de una explosión de cuya autoría EE.UU. culpa
a España. La tan temida intervención norteamericana se hace realidad y la
guerra parece inevitable, afectando a la isla de Puerto Rico, que en paz y fiel
a España, estaba escasamente guarnecida.
El 12 de abril de 1898, el Batallón “Principado de Asturias” compuesto
por 2 comandantes, 13 oficiales, 637 de tropa y 27 caballos, embarca en
Gibara rumbo a Puerto Rico para reforzar la guarnición de la isla, donde per­
manece, al mando del Teniente Coronel D. Eustaquio González, su primer
jefe en Oviedo, hasta el 21 de septiembre, fecha en la que a bordo del “San
Francisco” regresa a la Península y es disuelto en Oviedo. Un mes después se
arría la Bandera española en Puerto Rico.
En los dos años que ha durado su existencia pierde 204 de sus hombres,
la mayor parte por enfermedad, lo que pone de manifiesto el enorme y gene­
roso sacrifico de los asturianos en esta guerra.
Pero volvamos al mes de abril. Por un Real Decreto del día 14, se forma
una junta presidida por el Almirante Chacón para, mediante suscripción
nacional, recaudar fondos con destino a la guerra con EE.UU. que el día 21
queda oficialmente declarada.
En la revista “Blanco y Negro” del 7 de mayo se informa de la marcha de
la cuestación: la abre S.M. la Reina Regente con 1.000.000 pts; con 80.000 y
50.000 pts. respectivamente, contribuyen S.M. la Reina Isabel II y S.A. la
Infanta Isabel; diversos miembros de la nobleza y las finanzas aportan canti­
dades que oscilan entre las 500.000 y 50.000 pesetas; pero el mayor donativo
lo hace el asturiano D. Ramón Argüelles Alonso al que hemos dejado en enero
de 1896 como coronel del Batallón de “Voluntarios Urbanos de La Habana”,
que en noviembre recibe de la Reina Regente, a propuesta de Weyler, el título
de Primer Marqués de Argüelles y que en 1897 asume la presidencia del
Centro Asturiano de La Habana, benemérita institución fundada el 2 de mayo
de 1886 y que en 1893 contaba ya con 7.500 socios. Pues bien, D. Ramón hace
un donativo de 10.000.000 pts. equivalentes a unos 4.000 millones de pesetas
de hoy. ¿Generosidad extraordinaria o enormes intereses económicos?
El batallón a sus órdenes, al declararse la guerra hispano-norteamericana, se integra en la 5a Brigada de Defensa de La Habana y una vez terminada
aquélla y firmado el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, es disuelto
el 31 de este mismo mes. D. Ramón regresa a España donde muere dos años
después.
196
FRAN CISCO RAM OS O LIV ER
Sólo nos queda recordar aquí las últimas vicisitudes en Cuba de los bata­
llones “Príncipe” n° 3, “Asturias” n° 31 y “Covadonga” n° 40. El primero, ter­
mina la guerra en Guantánamo, donde embarca los enfermos graves en el
vapor “San Ignacio de Loyola” y el resto de la fuerza en el “Leonora” y el
“Ciudad de Cádiz”; el segundo en La Habana, donde embarca para la
Península en el “Miguel Gallart” el 18 de diciembre de 1898, desembarcando
en Santander el 7 de enero de 1899; el 18 de febrero, en Cádiz, lo hace el
“Covadonga” desde los vapores “Neustria” y “Alfonso XIII” en los que ha
viajado desde su embarque en Cayo Carenas el día 31 de enero.
5. CONCLUSIÓN
Sirvan estas líneas de homenaje y reconocimiento para con aquellos
héroes que nacidos en Asturias lucharon en Cuba, o que nacidos en cualquier
otro lugar de España o de Cuba lo hicieron bajo Bandera española en unida­
des que llevaban los nombres de Asturias y Covadonga, y que con enorme
generosidad supieron cumplir con su deber en una larga y cruenta guerra,
hecha en condiciones adversas, en la que dejaron en muy alto lugar el nom­
bre de España y Asturias, sin olvidar a los que en el bando opuesto empeza­
ron la guerra como españoles de Cuba y la terminaron como cubanos.
Unos y otros entregaron su vida por ideales e intereses opuestos y paga­
ron por ello un alto precio. La guerra le costó a España 1.554.447.449 pese­
tas de la época, unos 600.000 millones de pesetas de hoy, pero mucho mayor
fue el coste humano: desde el comienzo de la guerra en 1895 hasta el 30 de
junio de 1898 fueron enviados a Cuba 192.688 hombres, de los cuáles mue­
ren unos 50.000, la mayor parte por enfermedades. La contribución de
Asturias fue la pérdida de alrededor de un millar de sus hijos. Para ellos nues­
tro recuerdo, respeto y reconocimiento.
LA PR ESEN CIA M ILITA R DE ASTURIA S EN LA G U E R R A DE C U BA
197
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FRA N CISCO RAM OS O LIV ER
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LA PR ESEN C IA M ILITA R DE A STURIA S EN LA G U ER RA DE C U B A
199
DANIEL ZULOAGA Y LAS ARTES DECORATIVAS
EN LA ASTURIAS DE FINALES DEL SIGLO XIX
Y PRINCIPIOS DEL XX
ABRAHAM RUBIO CELADA
Las artes decorativas conocerán un período de esplendor a finales del
siglo XIX, debido a un conjunto de factores coincidentes. Por un lado, el auge
de la industria asestaba un duro golpe al trabajo artesano, lo que hará que
tomen conciencia del problema diversos grupos de intelectuales, artistas y
artesanos, reivindicando la obra salida de las manos antes que de las máqui­
nas. En este sentido, se desarrollarán movimientos por toda Europa, siendo el
más conocido el de Arts and Crafts en Inglaterra. Aunque en España el fenó­
meno está más diluido, también surgirán voces como las de la Institución
Libre de Enseñanza, con Francisco Giner de los Ríos al frente, preocupándo­
se por recoger noticias y objetos de artesanía de las distintas regiones espa­
ñolas. También la estudiaron en distintas publicaciones1. Por otra parte, un
sector social emergente, el burgués, requería para su comodidad y disfrute
decoraciones agradables a los sentidos, novedosas al mismo tiempo, y que
reflejaran su elevada posición.
La revalorización de etapas históricas pasadas como la Edad Media, con
sus estilos románico y gótico, o el Renacimiento en que el trabajo artesanal
había alcanzado las cotas más altas, sirvieron de modelo a imitar para los nue­
vos artesanos del cambio del milenio, preocupándose el Estado de su forma­
ción, creando las Escuelas de Artes y Oficios2. Un factor a añadir en el desa­
rrollo de las artes decorativas de estos momentos en Asturias es la abundancia
de dinero en la región, debido a los intercambios comerciales, a la minería, a
la industria, y a la afluencia de capitales de Ultramar, gracias a los indianos.
1 A la Institución Libre de Enseñanza pertenecía D om ingo Orueta, que publica en su boletín.
2 En la R.O. de 5 de noviem bre de 1886 se propone com o objetivo de las Escuelas de Artes y
O ficios: «instruir maestros de taller, contramaestres, maquinistas y artesanos. Y crear y promover
la instalación de talleres de pequeñas industrias».
202
A BRAH A M RU BIO CELA D A
Por último, a finales del siglo XIX, un estilo artístico, el Modernismo,
hace su aparición en Occidente. Tal vez, en la historia del arte, no haya habi­
do otro tan propicio a la incorporación en sus diseños del trabajo artesanal,
pero con la particularidad, de que éstos son hechos partiendo de la idea origi­
nal de un artista que busca integrarlos en un ambiente determinado, creando
una decoración única.
En Asturias, el Modernismo se desarrollará ampliamente, siendo una de
las pocas zonas de España donde podemos ver, por ejemplo, cerámicas en este
estilo aplicadas a la arquitectura3. Contamos con algunas publicaciones del
momento, como la referida a la Exposición de 1899 en Gijón, así como con
estudios pormenorizados recientes, para trazar un esbozo de las industrias
relacionadas con la decoración en la Asturias del cambio de siglo.
EL VIDRIO
Con respecto a la fabricación de vidrio, Asturias contaba con una de las
fábricas más importantes en España en esos momentos: «La Industria». Su
producción de vidrios planos, así como de botellas, se elevaba a varios miles
de piezas diarias, con talleres de decoración a la rueda y al ácido4.
El catálogo de 1898 de la Industria permite apreciar la variedad de for­
mas producida, las diferentes decoraciones, las piezas de uso corriente y las
más exquisitas, con altos precios sólo asequibles a las clases más adineradas.
Entre los artistas locales que trabajaron en la fábrica de vidrios destaca el
grabador Ulpiano Alonso. Éste, debido a la crisis de la Industria, acaba insta­
lándose por su cuenta, fabricando pequeñas piezas grabadas al ácido5. Otro
especialista en decorar vidrio fue Rufino Prendes, quien tenía un estableci­
miento en Gijón. Utilizaba un método inventado por él. Algunos de sus tra­
bajos tuvieron como destino las oficinas de El Noroeste y el café Helvetia 6.
3 Más adelante, estudiarem os algunas de las realizaciones del ceram ista Daniel Z uloaga (18521921) en distintas ciudades asturianas. Estudió en la Escuela de Sèvres incorporando a sus cerá­
m icas los estilos de moda en Europa.
4 1899. « G ijón ...». Pág. 140. Alrededor de esta fábrica, fundada a m ediados del s. X IX por A n selm o
Cifuentes, Mariano Pola y Luis Truan, florecieron pequeños talleres que compraban obra elabora­
da en la Industria, para decorarla y revenderla. R especto a la evolución de los productos de la fábri­
ca, tanto de formas com o de decoraciones, es im prescindible la consulta del catálogo: «A rte e
Industria en G ijón (1844-1912). La fá b ric a de vidrios de Cifuentes, P ola y C ia». 1991.
5 E. Marcos Vallaure, «El p erso n a l y la produ cción de la In du stria» en V V .A A ., 1991. «A rte...».
Pitarch, A.J., y D alm ases, N ., 1982. «A rte...». Pág. 280: (U lpiano A lon so fabrica) «... cristal y
vidrio grabado al ácido, en blanco y rojo o en azul y blanco... piezas menudas: cajas de guantes,
copas y vasitos, siempre decorados por el m ism o procedimiento".
6 1899. « G ijón ...». Pág. 166.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
203
Otra fábrica de vidrio, aunque fundada más tarde, ya a finales de los años 20,
fue «La Bohemia Española». Se dedicó al vidrio y al cristal, con una produc•
7
ción de miles de piezas diarias .
Relacionada con la producción de vidrio está la fabricación de vidrieras,
que en el estilo modernista se utilizarán profusamente en las decoraciones,
tanto de exteriores como de interiores, en grandes puertas acristaladas, sepa­
rando espacios. En las iglesias construidas en estos años se prodigan las
vidrieras, como en los Jesuitas de Gijón, San Juan el Real de Oviedo, la igle­
sia de Santo Tomás de Avilés, la capilla de la Fábrica de Mieres... Las dos pri­
meras fabricadas por Maumejean y las dos segundas por el taller Granda
Buylla. Otros talleres, no asturianos, como la Veneciana de Zaragoza, hicie­
ron la vidriera para la Escuela de Industrias de Gijón8.
EL METAL
De los metales utilizados como complemento de la arquitectura, sobresa­
le el hierro, con importantes fábricas de fundición. En la de Mieres se hacían
columnas, rejas, balcones... En la de Domingo Orueta se fabricaban hierros
forjados y estampados, y nos interesa especialmente, ya que Daniel Zuloaga
diseñará para realizar en su fábrica una lámpara de hierro destinada al come­
dor del ingeniero en Gijón (Ver fig. 1). Se trata de un diseño ecléctico, donde
se mezclan el estilo neorrenacentista y el modernista9.
La idea de hacer una lámpara a modo de farol se la había dado Orueta.
Este, al recibir los bocetos de Daniel, contesta: «Muy bonitos y aceptados. De
preferencia el número 2 al número 1. No conviene alumbrado de arco porque
la corriente que alumbra a mi casa es alterna y los arcos alternos hacen
ruido»10. Otra fábrica, la de Laviada y Cia, también produce objetos de bron­
7 M orales Saro, Ma C. 1989. «E l M odernism o...». Pag. 141. A gradezco a Lourdes Vaquero, direc­
tora del m useo Cerralbo, la ayuda que me prestó en la búsqueda de bibliografía sobre el m oder­
nism o en Asturias.
8 Morales. 1989. Op. cit., Pp. 147 y 148.
9 Escrito a tinta, junto a los bocetos: «apunte ligerísim o que podría hacerse en hierro forjado -cla ro
está que estudiándolo y resolviendo el farol con la vase principal que seria el arco voltaico o reci­
piente de vidrio que existe en el com ercio y que ahora no recuerdo bien.
Este otro apunte más ligero tendría la bentaja de que los cristales son planos y están al alcance de
todos y en todas coloraciones y sus hierros podrian ser de aquellos calados com o el en cage que
existen en las herm osos verjas de Pamplona Toledo Burgos Salam anca S egovia, etc...y que todo
es estudiarlo y que V com o yo lo podem os hacer con fuerza de voluntad». A rchivo M useo
Zuloaga de S egovia.
10 Carta de D om ingo Orueta, fechada en Gijón 14 de enero de 1909. D oc. 663-b de la tesis d octo­
ral de Ma Jesús Quesada Martín. 1984, presentada en la Universidad C om plutense de Madrid. Las
siguientes referencias a esta tesis las expresaré com o Quesada, 1984, y el D oc. correspondiente.
204
A BRAH A M RU BIO CELA D A
ce, además de hierro fundido y dulce esmaltado. En el Archivo del Museo
Zuloaga de Segovia he encontrado una tarjeta de esta fábrica, agradeciendo
las indicaciones para esmaltar hierro dadas por Daniel Zuloaga (Ver fig. 2).
También se utilizó, además de los citados anteriormente, el latón que,
junto con el hierro, sirve para fabricar camas en la firma de Truan y Trelles,
así como en la fábrica de los señores Acebal y Rato. En la primera se hacen
desde las más económicas hasta las doradas de gran precio y en la segunda,
camas de plegar e inglesas11.
LA MADERA
El trabajo de la madera en Asturias tiene gran importancia, por los
muchos bosques y arraigo en la tradición, formando parte de los inmuebles a
los que caracteriza con sus barandillas, aleros y miradores. Asimismo, desta­
ca el mobiliario, sobre todo en castaño y roble. A finales del siglo XIX evo­
luciona con los estilos imperantes, siendo demandada en las nuevas edifica­
ciones como las casas de indianos, no sólo en exteriores, sino jugando «...un
papel decisivo en... (la) decoración de interiores. En zócalos, artesonados,
pasamanos y pavimentos, estos últimos sobre todo, se observan en ocasiones
verdaderas obras de ebanistería fina a modo de taraceas de maderas nobles»12.
Los indianos adinerados que regresaron a Asturias amueblaron sus casas
recurriendo muchas veces al extranjero: Villa Excelsior «...estaba decorada
con muebles traídos de Londres y París...» «De la capital gala venían muchos
1^
de los muebles para la casa (Granda) en Grado" . Otras veces acudían a casas
de muebles asturianas. En Villa Mercedes, procedían «los muebles, de la pres­
tigiosa Casa Viena de Oviedo-la preferida por la mayoría de los emigran­
tes..."14. La casa de Miguel Llano «...estaba tan bien decorada, que costó lo
mismo amueblarla que edificarla. Los muebles procedieron de la conocida
firma del Río en Oviedo»15.
En la Exposición Regional de Gijón, se mencionan destacados talleres de
ebanistería. «El más antiguo es el de Sr. D. Juan Antonio Muñiz, que lo fundó
el año 56, al regresar de Cádiz,... En él se construyó el hermoso estuche para
guardar la bandera que la provincia de Asturias regaló al acorazado «Pelayo».
También goza de mucho crédito el taller de D. Tomás del Río, así como el de
11
12
13
14
15
1899. «G ijón ...». Pp. 161 y 162.
Á lvarez Quintana, C., 1986. «E m igración...». Pág. 555.
M eneos, E. y Bojstad, A., 1998. «La gran aventura...». Pág. 54 y pág. 101.
M eneos. 1998. Op. cit. Pág. 38.
M eneos. 1998. Op. cit. Pág. 138.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
205
don Rodolfo Espiniella, establecido en la calle de la Muralla, de cuyos talle­
res salieron magníficas obras de arte»16.
Domingo Orueta, mencionado antes, ya había encargado un diseño del
mobiliario a Liberty de Londres cuando conoce a Daniel Zuloaga. Después
cambia de opinión argumentando: «Respecto a la mesa y las sillas digo lo
mismo que respecto a los muebles ya citados. Si compro sillas y mesa como
las del comedor del Sr. Ocharán, necesito gastar cosa de 1.500 pesetas y por
ese precio, y aún por bastante menos, puedo yo hacer aquí una mesa y las 12
sillas y dos sillones que necesito si Vd. me envia un dibujo de la mesa bien
detallado y otro de las sillas, pues tengo aquí un excelente ebanista que me ha
hecho cosas perfectamente acabadas; quizás tan bien como los muebles de
Maple que tengo en mi casa»17.
LA CERÁMICA
La abordaremos desde dos puntos de vista: Uno referido a su uso mue­
ble, ya sea como mero objeto decorativo o funcional, y otro aplicado a la
arquitectura18. Respecto al primero, cuenta Asturias con algunas fábricas,
sobre todo de loza industrial, paralelas a otras que funcionan en España en
esos momentos.
La fábrica de loza «La Positiva», en Gijón, a finales del siglo XIX, pro­
duce baldosines, pavimentos, mosaicos,... al igual que la fábrica de loza y
mosaicos «La cruz de Ceares», con productos destinados a la construcción,
como remates, ménsulas, balaustradas,...
«La Cerámica Asturiana», establecida en San Claudio, produce princi­
palmente teja y baldosín industrial. En la misma línea se encuentra la fábrica
«Viuda e hijos de Guisasola en Lugones». Esta última fábrica levanta en la
Exposición Regional de Gijón un pabellón de cerámica en estilo m udéjar19.
«La fábrica de loza de San Claudio», que de 1901 a 1920 forma la
Sociedad Senén Ma Ceñal y Cía, hace loza industrial de gran calidad, utili­
zando materias primas importadas. Con una producción de «100.000 piezas
al mes», utiliza procedimientos variados en la decoración: pintura a mano,
16 1899. « G ijón ...» Op. cit. Pág. 169.
17 Quesada. 1984. D oc. 603-b.
18 En uno y otro aspecto, relacionarem os a Daniel Zuloaga con Asturias. En una primera etapa,
cuando instala su taller en una dependencia de la fábrica de Vargas en S egovia (1893 -1 9 0 6 ) y en
una segunda, cuando convierte en taller de cerám ica la iglesia rom ánica desam ortizada de San
Juan de los Caballeros en Segovia.
19 M orales. 1989. Op. cit. Pp. 134 y 135. D e algunas de estas fábricas deben proceder las típicas
cresterías en barro cocid o que coronan m uchos de los ed ificios de Asturias.
206
ABRAH A M RUBIO C ELAD A
estampación, calcamonías, difuminados con aerógrafo,... La loza blanca, sin
decorar, era la más abundante. Mejoró su calidad, con el tiempo, y gozó de
• ■
gran prestigio .
La fábrica de loza «La Asturiana» fue fundada en Gijón en 1876 por
Mariano Suárez Pola. Las formas y decoraciones se corresponden con las
lozas industriales de otras fábricas españolas, como Pickman, a su vez influi­
das por la loza industrial inglesa. Además de piezas blancas se decoran pie­
zas a mano, simplemente fileteadas o con sencillas decoraciones florales, así
como los típicos estampados de estilo romántico con jardines, flores y ramas,
pájaros, escenas taurinas, o motivos estilizados repetidos... en violeta, casta­
ño, azul, negro... También se ponían iniciales por encargo en letra inglesa,
gótica, de adorno, enlazada y con corona. Algunas piezas resultan especial­
mente interesantes, como los bustos de los propietarios de la fábrica, que
recuerdan los bustos de la fábrica de Alcora en el XVIII, el plato conmemo­
rativo de «DON GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS», o el retrato de
Mariano Suárez Pola por Carlos Deissinger21.
En la cerámica aplicada a la arquitectura se debió recurrir a los talleres
de fuera de Asturias: levantinos, andaluces, aragoneses y castellanos.
A finales del XIX surge una corriente en arquitectura relacionada con el
color, conseguido por medio de los esmaltes cerámicos. En España, uno de sus
seguidores es Velázquez Bosco, cuyas ideas serán recogidas por otros arqui­
tectos, como los que trabajan en Asturias en estos momentos. Los estilos neorrenacimiento y neomudejar son muy apropiados para esas decoraciones, aña­
diéndose a ello la importancia dada a la cerámica en estilo modernista.
Es frecuente encontrar en las fachadas de las ciudades asturianas azule­
jos monocromos esmaltados, generalmente biselados. A veces, aparecen fajas
en otro color que articulan la estructura de los distintos pisos, pero normal­
mente no llevan decoración pictórica. Estas cerámicas pervivirán hasta el
decenio 1930, encontrándolas también en muchas casas de indianos, como en
Villa Auristela (en forma de ajedrezado), las Torres, Villa Radis, Casa de
Ivo,... Otro de los lugares donde suele aparecer la cerámica esmaltada es en
las cúpulas, tanto de casas de indianos, Villa Excelsior en Luarca del arqui­
tecto Manuel del Busto, como en edificios urbanos, c/ Principado, 5 en
Oviedo, del mismo arquitecto22.
20 V V .A A ., 1994. «La fábrica...». Pp. 26 a 49. En el archivo del M useo Zuloaga de Segovia se con­
serva una tarjeta de esta fábrica, impresa en rojo, azul y negro: «Senén Ma Ceñal / Gestor de la /
Sociedad Fábrica de loza / S. Ma Ceñal y Compañía / (S. en C.) / España O viedo / Imp. LA CRUZ/".
21 Buelga Buelga, M ., 1991. «La Asturiana, fábrica de loza, de Mariano Suárez Pola» en «A rte ...».
Pp. 265 - 320.
22 A propósito de la cerám ica en relación con la casa indiana, Álvarez Quintana, escribe: «Alrededor
de 1900 la cerám ica inicia una incorporación lenta en la arquitectura dom éstica colonial. A zulejos
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
207
Con respecto a la cerámica aplicada con decoración pictórica, encontra­
mos en Villa Anita un ejemplo talaverano de estilo neorrenacentista de Ruiz de
Luna , (Ver fig. 3). En el mirador, vemos ferronerías rodeando un tondo con
cabeza de guerrero de perfil, a los lados grutescos y en el piso bajo candelieri
en tonos predominantes azul y amarillo 24. En esta misma casa encontramos
otros ejemplos de decoración cerámica: azulejos monocromos biselados blan­
cos y azules, azulejos industriales formando composiciones repetidas de cua­
tro en cuatro, y hasta tejas de tipo árabe sobre el mirador, esmaltadas en ama­
rillo y azul. En el interior encontramos cerámicas con escenas del Quijote.
Un ejemplo de cerámica importada valenciana se encontraba en la derri­
bada estación del Vasco, en Oviedo «Entre los dos andenes, se extendían un
total de 29 grandes paneles publicitarios de azulejería (aproximadamente 360
x 135 cm. cada uno), provenientes de la fábrica valenciana de Juan Bautista
Molins Valencia Industrial, creados entre los años 1906 -fecha de la inaugu­
ración de la estación- y 1930...»25. Sin duda, una obra que hoy sería única en
España, y que daba idea clara de los productos ofertados en la Asturias de
principios de siglo: SOMBRERERÍA ALBIÑANA, MANTEQUERÍAS
ARIAS, JABÓN LAGARTO Y VASCONIA, GENERAL ELECTRIC,...
La fábrica Valencia Industrial, fundada por Antonio Bayarri, se especia­
lizó en «...una producción más refinada elaborada con pasta blanca calcárea...
utilizan como procedimientos decorativos el relieve, la arista y, especialmen­
te, el entubado... En este tipo de decoración cerámica, la empresa Valencia
Industrial de Antonio Bayarri fue sin duda la pionera en España"26.
Entre las cerámicas que llegan a Asturias, sin duda, las que ofrecen un
producto más original y de diseño, son las de Daniel Zuloaga27. No sabemos
23
24
25
26
27
coloreados, a v eces incluso ornamentados con m otivos figurativos o geom étricos diferentes, se
introdujeron, bien com o revestim iento de fachadas o cúpulas -c o n especial interés y objeto prác­
tico, aparte del supuestam ente decorativo, en estos clim as costeros y húm edos, bien para el inte­
rior en pavim entos y zócalos de baños, aseos y cocinas. Una vez más otro material era importa­
do, en esta ocasión del sur y levante español, afamada y tradicional región productora de cerám i­
ca». Á lvarez Quintana. 1986. Op. cit. Pág. 539.
Álvarez Quintana se refiere a V illa Anita com o uno de los ejem plos para “...entender mejor el
intensivo uso de este
m aterial...”. Á lvarez Quintana, C., 1991. Indianos y arqu itectu ra en
A sturias. 18 7 0 - 1930. Pág. 376. El artista que firma esas cerám icas, Juan Ruiz de Luna, pro­
pietario de la fábrica Nuestra Señora del Prado en Talavera de la Reina, es uno de los ceram is­
tas que ayudarán al renacim iento de la tradición cerám ica española, siguiendo el cam ino que
m uchos años atrás habían abierto otros artistas com o los Zuloaga.
Firmada y fechada: «J. RUIZ / DE / L U N A / TA L A V ER A / A Ñ O 1926/".
Perla de las Parras, A ., 1995. «Sistem as...» Pp. 107 y 108.
El autor del artículo se encargó del arranque de los azulejos en 1990.
Pérez Cam ps, J., 1992. «La C erám ica...». Pág. 243.
M orales Saro, Ma C., 1981. «O viedo...». Pág. 251. «En algunas memorias de proyectos y en la
correspondencia mantenida por los arquitectos con ciertos talleres, se observa una preferencia por
realizar los encargos a los talleres de Zuloaga...".
208
ABRAH A M RU BIO CELAD A
exactamente las primeras relaciones de Zuloaga con Asturias, pero conoce­
mos diversos contactos entre el ceramista y personajes asturianos. En sus pri­
meros años de estudios en Sévres, una de las técnicas decorativas que apren­
dió fue la pintura sobre vidrio, y ya en la Moncloa, realizó decoraciones de
este tipo, según consta en declaraciones de su hijo Juan28. La fábrica de
vidrios de Gijón montó su Pabellón en la Exposición de Minería del Retiro
madrileño en 1883, en la que también lo hacían los hermanos Zuloaga, que a
su vez habían decorado el Palacio de Velázquez con sus cerámicas. Una de las
decoraciones de la fábrica, los retratos fotográficos sobre vidrio, debieron
interesar especialmente a Zuloaga, ya que posteriormente los hará en cerámi­
ca junto con Joaquín Castellarnau, científico y amigo de Alfredo Truan, con
quien compartía la pasión por la microfotografía: «Sus fotogramas han lla­
mado la atención de los diatomólogos de Europa, y ya que su modestia no le
permite estar por ello orgulloso, justo es que lo estemos sus amigos. Cuando
las notabilidades científicas de la culta Alemania le buscan para colaborador
9Q
y le alaban, ¿sería justo que nosotros callásemos?» .
Otra conexión podría ser el pintor asturiano Ignacio Suárez Llanos, casa­
do con Teodora, hermana de Daniel Zuloaga, que además fue su maestro en
el arte de la pintura. En el Museo Zuloaga de Segovia se expone un retrato de
Daniel cuando tenía 19 años pintado por Suárez Llanos30.
Una interesante relación con un artista asturiano, aunque más tardía, es la
que mantiene con el escultor Sebastián Miranda. Daniel Zuloaga le enseñará
los procedimientos técnicos cerámicos y cómo hacer los moldes, proporcio­
nándole también el barro. El resultado serán una serie de figuras en pequeño
tamaño, a las que Miranda llama “muñequitos”, entre ellas el retrato de cuer­
po entero de Daniel. El ceramista aparece con una larga bata blanca y con un
o1
jarrón en una mano (Ver figura 4). Otras figuras documentadas que hizo con
28 En un nota del Archivo Zuloaga de Segovia, Juan cuenta com o su padre se arruinó haciendo
vidrio en el horno con ocid o com o la Tinaja en la M oncloa.
29 Castellarnau, J. Ma, 1888. «Fotom icrografía» en El C arbayón, 17 y 18 de diciem bre. Tam bién en
Castellarnau, J. Ma, 1888. «Fotom icrografía», C rónica científica, vol. XI (núm s. 256, 10 de julio).
R ecogid o en «Apuntes para la Historia de la Fotografía asturiana» en H istoria d e la fo to g ra fía
espa ñ o la 1839-1986. Sevilla, 1986. Adem ás en Truyols Santoja, J., 1991. «La obra científica de
Alfredo Truan Luard» en A rte e Industria en Gijón. Castellarnau fue gran am igo de Daniel
Zuloaga, interesándose también por la cerámica, aprendiendo este arte en su taller.
30 Zamora Canellada, A ., 1998. «M useo...». Pág. 46. Ficha del catálogo: «Ignacio Suárez-Llanos
(1 8 3 0 -1 8 8 1 ). / Daniel Zuloaga, joven. /» Ignacio Suarez - Llanos. En0 «(Enero) 1871» / Ó leo
sobre lienzo / N° Invent0.: 177 «.
31 La escultura m ide 37 cm de altura y se encuentra en colección particular .En una carta fechada
en Madrid a 26 de octubre (de 1920) le escribe Sebastián Miranda: «Si no le causa extorsión, traí­
gase en el auto una blusa o blusón largo de los que Vd. usa para la pose. N o se olvid e tam poco
el cacharrito, y si tiene una figura en barro ya cocido, pero sin esmaltar, para ensayar la policro­
mía». Las cartas han sido publicadas por Quesada. 1985. Op. cit. Pp. 198-200.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
209
la ayuda del ceramista fueron: Mujeruca con un mantón, Gitana sentada,
Paleta con un mantón, Maja y Modistilla.
Las primeras noticias de la obra de Daniel Zuloaga en Asturias lo rela­
cionan con el arquitecto Luis Bellido en 1899. Éste escribe a Marcos Vargas,
de la fábrica de loza la Segoviana, para que le mande dos platos(Ver figura 5)
que había diseñado Daniel Zuloaga: «Muy Sr. mió; he tenido ocasión de ver
dos platos adquiridos en esa fábrica por mi padre, Dn Joaquin Bellido, ins­
pector del Cuerpo de Caminos, y deseo si es posible me envien otros iguales
para lo que se los describiré lo mas claramente posible. Son iguales en tama­
ño y forma; esto es circular, y de unos 35 cents de diámetro (próximamente).
El fondo es claro ó blanco, sobre él se destaca en colores, en uno el escudo de
los Reyes Católicos, y en otro el de Carlos V. La cenefa del primero lleva ade­
mas de un adorno, una F y una Y, hacia la parte superior, y abajo los yugos
cruzados de aquel escudo. El segundo lleva cenefa de rosetas solamente. Creo
que con estas explicaciones comprenderá V. cuales son, y solo me resta rogar­
le me haga el envió á la mayor brevedad, pues me urge recibirlos.
Si la referencia de mi padre no fuera a V. suficiente, puede adquirirlas de
los Sres ingenieros de esa provincia que todos me conocen. Sírvase enviarme
con los objetos pedidos su factura para girarle el importe enseguida" .
Bellido contesta a Zuloaga que le han gustado los platos, así como las mues­
tras de azulejos de los que hará propaganda en Oviedo. En octubre de 1899 le
encarga 80 piezas de cerámica para colocar en un zócalo de madera del come­
dor de D. Fernando Alvargonzález de Gijón33. En agosto de 1901 Bellido le
hace dos encargos: Uno es un tímpano y unos frisos en una cornisa de made­
ra de una fachada, a 15 m. de altura, y otro unas fajas de azulejos para tres
miradores34. En 1902 Luis Bellido le hace de nuevo varios encargos:
- 40 azulejos de 20 x 20 para decorar un zócalo de madera pintado en
verde de estilo modernista. Gijón.
- Azulejos pequeños de color verde para una chimenea. Gijón .
32 Carta fechada en O viedo, el 20 de enero de 1899. A rchivo del M useo Zuloaga en Segovia. Los
platos de la figura 5 pertenecen a la colección Eleuterio Laguna. Sus fotografías me han sido faci­
litadas por A ngel Escorial.
33 Quesada. 1984. D oc. 109.
"...N ecesito 80 piezas de las dim ensiones 0,21 x 0,11 es decir de 0 ,2 0 y 0 ,1 0 aparente y m edio
centím etro alrededor para sujetar en el rebajo de madera. Son para decorar un friso superior de un
zócalo de nogal que estoy haciendo en un comedor. ...El estilo cuanto más m oderno mejor, pues
en molduraje y dem ás no me sujeté sino a hacer algo original".
34 Quesada. 1984. D oc. 187. Podría tratarse de la Sociedad Constructora Gijonensa. Este m ism o año
de 1901 está en G ijón, pues escribe a Gregorio Arnanz, que trabaja en su taller de la Segoviana,
el 8 de febrero de 1901: «...trabajo m ucho y estoy cansado y deseando llegar a casa». Quesada.
1984. D oc. 137.
35 Quesada. 1984. D oc. 183 (Gijón 28 de mayo de 1902), D oc. 184 (Gijón 7 de junio de 1902).
210
A BRAH A M RU BIO CELA D A
Bellido se queja a Zuloaga del alto precio de su cerámica, y argumenta:
«...a menos que se trate de casas especiales, pues este pueblo es difícil para
aclimatar el arte por la gran falta de cultura que aquí reina y si se les asusta
con los precios no vamos a hacer nada»36.
'XI
- Fachada en la c/ Uria, Oviedo . Se trata de dos miradores.
Encargada por Nicolás Ribero, hizo la decoración en cerámica de la Casa
del Marqués de la Vega de Anzo en 190238. Es una obra compleja con piezas
curvas que forman pilastras, ángulos que forman un círculo, y azulejos de
varias medidas.
Con el arquitecto Mariano Marín no sabemos de ninguna obra hecha
antes de 1902, pero, a juzgar por lo siguiente, parece que han entablado rela­
ciones mucho antes: «...La estatua de Herrero con los azulejos resulta precio­
sa y muy modernista. Creo que irá a verle a Vd. porque está entusiasmado con
su trabajo. El amigo Valle, el de la caricatura, ha hecho un cuadrazo de dos
marinos mirando el horizonte, grandioso y soberbio y Pallarás empezó a
seguir su camino, casi opuesto al que seguía antes. Mencia sigue la escuela
del hermano con ese juicio y orden de siempre...»39
Con Miguel Laguardia, arquitecto municipal historicista de gran presti­
gio en el Oviedo historicista de finales del siglo XIX, hace Zuloaga dos obras
en 1902. Una, la casa del Sr. Campomanes, y otra la casa de la c/ Rosal, n°
1540. Esta última ha sido reproducida en varias ocasiones, debido a su deco­
ración cerámica espectacular, que ocupa toda la fachada41. El propietario A.
San Román le encarga la obra, sirviendo de intermediario a veces entre el
arquitecto y Zuloaga, enviando indicaciones y medidas sobre la fachada42
(Ver fig. 6). El coste de la casa ascendió a 6.142,25 ptas, recibiendo San
Román el 31 de octubre de 1903 la última partida de cerámica43. Tanto San
Román, por culpa de la elevada cuenta, como Laguardia por los defectos téc­
36 Quesada. 1984. D oc. 189 (Gijón 22 de octubre de 1902).
37 Quesada. 1985. Pág. 118. «Carta de Luis B ellido 15 -II-19 0 2/5-III-1902. Carta de M iguel López
de Gijón 2 1 -III-1902".
38 Quesada. 1984. D oc. 191. Copia de una carta de Daniel enviada por Fernando Luis D iez y fecha­
da el 21 de octubre de 1902 en O viedo. «Rem ito a vd talón P.V. porte debido, con cajas ... que
contienen la obra de miradores, encargo del Sr. Ribero, para el Sr. Marqués de la V ega de Anzo".
39 Quesada. 1984. D oc. 205. Fechada en Gijón 3 de noviem bre de 1902.
40 Quesada. 1985. Para la primera, «carta de Luis D iez de O viedo 18-IX -1902» y para la segunda,
«cartas de San Román 26-111-1902, 23-V III-1902, 23-IX -1902, 5-X -1 9 0 2 , 2 5-X -1902, 29-X I1902".
41 En 1981, M orales Saro se pregunta: «N o sabem os con certeza la procedencia de las decoraciones
de la casa del Rosal 13, aunque por su carácter específicam ente modernista probablemente per­
tenece a los m ism os talleres». (Se refiere a Maumejean, más con ocid os por sus vidrieras).
M orales, Op. cit. Pág. 251.
42 A rchivo M useo Zuloaga. Carta de A. San Román, fechada en O viedo, a 23 de agosto de 1902.
43 "Factura de la obra del Sr. D. A. San Román 28 de abril de 1903». Quesada. 1984. D oc. 221.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
211
nicos y estéticos de las cerámicas mandadas por Zuloaga, quedaron descon­
tentos. Es verdad que el resultado estético no presenta una unidad rotunda,
debido, por un lado, al diseño neorrenacentista de Laguardia y al eclecticis­
mo de Zuloaga que quiere ser modernista sin acabar de abandonar el neorrenacimiento. Pero el resultado final es espectacular y una obra única en España
dentro de la cerámica modernista aplicada a la arquitectura (Ver fig. 7). La
técnica empleada por Zuloaga es el entubado. Las pastas son blancas, de tipo
caolínico, cocidas a unos 1200° C en la fábrica La Segoviana. Además de las
decoraciones pintadas en tonos pasteles, destacan en el piso superior cuatro
pilastras con relieves, así como una columna en el piso inferior y otra en el
superior. Predominan los elementos modernistas en la decoración pintada:
Flores estilizadas, tallos ondulantes que se entrecruzan, cabezas con coronas
de flores, pavos reales,... así como dos grandes paneles alegóricos en el piso
inferior: El de la izquierda reproduce un telégrafo (alude a las comunicacio­
nes) y el de la derecha presenta un caduceo con las alas de Hermes, el men­
sajero de los dioses griegos (en alusión al comercio). De esta manera, la ico­
nografía presenta en la fachada la actividad económica del dueño de la casa.
Con el arquitecto Manuel del Busto, formado en Madrid, y que llega a
Asturias en 1902, hará Zuloaga una obra importante en marzo de 1903. Se
trata de la casa de D. Celestino García López en la c/ Cabrales, 18 esquina c/
Rectoría de Gijón (Ver fig. 8). Manuel del Busto le dice que la casa es
Renacimiento moderno, necesitando 4 enjutas enteras y 8 medias, disponien­
do de libertad para hacer el diseño. Además, en el piso tercero, sobre las ven­
tanas, realiza una serie de tímpanos con un diseño floral. La técnica es idén­
tica a la utilizada en la c/ Rosal, 15. En las enjutas del piso bajo, Zuloaga hace
dos modelos de bustos de perfil, uno masculino y otro femenino, dentro de un
tondo, rodeado éste a su vez de decoración floral estilizada. Es muy intere­
sante el de la mujer, tomado del artista modernista Mucha, que lo había publi­
cado en la revista de París, La Plume, en 189944. La obra aparece firmada en
la fachada que da a Cabrales en la media enjuta de la derecha, y en la media
enjuta de la izquierda45. Las cerámicas del remate no son de Zuloaga, ya que
el último piso se reformó posteriormente.
44 La Plum e, 1 - abril - 1899, París. Zuloaga ya había utilizado este m odelo en un portal m adrile­
ño de la c/ Barquillo, que realiza con el arquitecto Jesús Carrasco en 1900. Rubio Celada, A.,
1999 «In n ovacciones...». También lo utiliza com o m otivo decorativo en un gran plato, del que se
conocen al m enos dos ejem plares, uno en colección particular madrileña, y otro en posesión de
Carlos Arnanz, hijo de G regorio Arnanz, que trabaja con Zuloaga en su taller de la Segoviana. En
1902 realiza la decoración de una casa construida por Manuel del Busto en A vilés. Quesada.
1985. Op. cit. Pág. 116. «Carta de Manuel del Busto del 15-X -1902 / 2 2 -X -1902».
45 Enjuta derecha: «Cerám ica / DAN IEL ZU L O A G A ». Enjuta izquierda «B U S T O / AR Q TO /
M O N TOTO / M. S .AS".
212
A BRAH A M RUBIO CELA D A
En 1903 Zuloaga hace también dos obras para Luis Bellido, en Pola de
Siero. El propietario de una de las casas es Gregorio Gil Escalera, y la otra es
la torre de un chalet46.
En 1904, de nuevo con Mariano Marín, decora la casa de Don Pedro
Alonso, en la c/ Corrida, 35 (antes 53) (ver fig. 9). Se trata de dos frisos sobre
las ventanas del piso segundo, en que repite un ave estilizada, dos paneles
sobre las ventanas del piso tercero con pavos reales y un tondo con las ini­
ciales entrelazadas del dueño, en el remate de la fachada. Mariano Marín le
escribe: «Están ya colocados en gran parte, los pavos reales resultan bonitos
y la faja también... Los pavos reales, como están más bajos, se ven muy
bien»47. Para García de la Cruz, arquitecto municipal de Gijón, hace una obra
en 1904. El encargo lo hace a través del representante de Zuloaga, Julián
Suárez Llanos, y estaba realizado ya en Junio de ese año: «Recibi tu muy
grata del 25 de mayo de la que retiré un talón del pedido que te hice anterior­
mente por el encargo del Sr. Cruz.
Llegó todo perfectamente y gustaron mucho»48.
En 1906, en Oviedo, decora casas construidas por Mariano Marín y Eugenio
Ribera. En este mismo año debió realizar alguna obra con Marín: «...los panneaux gustaron mucho, sobre todo a la esposa del propietario, que es pintora y no
de las peores, se lo digo porque parece que en su carta manifiesta estar algo sen­
tido con sus pavos de la calle corrida, que son, por cierto, de los pavos más sim­
páticos que hay en dicha calle. Como Vd., pido a Dios que podamos poner
muchos metros en alguna obra de importancia, pero aquí son muy modestos y
huyen de toda la vanidad mundana que no dé el 6% de renta. Y sobre todo ahora
que han salido mal aquí muchos negocios y se están tirando los pelos...»49.
En 1907 hace la decoración cerámica para unos miradores en Gijón, obra
del arquitecto Miguel García de la Cruz50.
46
47
48
49
50
En M orales, 1989. Op. cit. aparece citada en la pág. 72. En Quesada, 1985 la cita con la única
referencia «D ecoración de la casa de D. C elestino García López en el P aseo M arítim o», presen­
tando com o docum entación: «Cartas de Manuel del Busto desde A vilés del 18-1-1903, 8 -II-1903,
19-11-1903, 12-III-1903, 4 -X I-1903, 27-X II-1903, 20-1-1904». Por esta última carta sabem os que
el coste de la cerám ica fue de 1.567 pesetas.
Quesada. 1985. Op. cit. Pág. 120.
A rchivo M useo Zuloaga. Segovia. (Gijón, 27 de febrero de 1904). El importe de la cerám ica fue
de trescientas pesetas. La suciedad que hoy día presentan estas cerám icas no permiten apreciar la
gran calidad de la que nos habla Mariano Marín.
Quesada. 1984. D oc. 312 (Gijón 7 de junio de 1904).
Quesada. 1984. D oc. 405. Marín es el arquitecto con el que más parece intimar Zuloaga. En otra
carta (D oc. 300) se percibe también esta relación: «El am igo V alle está en París pensionado.
Ultim am ente hizo caricaturas muy notables.
A ver cuando vuelve por aquí para ir a Jove, que ahora hay allí callos picantes para merendar...».
En esta relación parece que también entraba el pintor Evaristo V alle, pues no es la primera vez
que le manda noticias de él.
Quesada, 1985. Op. cit., Pág. 122. «Carta M iguel G. de la Cruz. 26-V -1907".
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
213
En 1908, recibe Zuloaga el encargo de la decoración cerámica del come­
dor de Domingo Orueta, en Gijón. Se conserva una larga correspondencia
entre ellos, conectando en su interés por el neorrenacimiento, al que ven como
la encarnación del estilo español. En estos años Zuloaga ya ha llegado a una
estética clara, abandonando paulatinamente el modernismo y encaminándose
hacia un regionalismo inspirado en la estética del 98. Orueta quiere «... un
comedor de roble y cerámica», dejando claro desde el principio que detesta
«...con toda (su) alma esa cosa que llaman modernista», por lo que desecha
un proyecto de decoración que había pedido a Liberty, sobre todo cuando
recibe el de Zuloaga: «El proyecto de Vd. me ha gustado muchísimo, pero
muchísimo. Desde luego he de decorar el comedor como Vd. me propone».
Además del comedor, proyecta una chimenea de madera y cerámica en una
galería de la planta principal, un muro sólo de cerámica en la planta baja, y
azulejos para una fachada o milana. La zona más espectacular es la del come­
dor, del que se conservan bocetos, incluyendo los muebles y la lámpara51.
Uno de los bocetos para este comedor está expuesto actualmente en el Museo
Zuloaga de Segovia . Es una acuarela y tinta sobre papel, cuadriculada para
poder ser traspasada a la cerámica. Representa un busto femenino de perfil
dentro de una láurea sostenida por sirenas, inspirado en el altar de los Reales
Alcázares de Sevilla hecho por Niculoso Pisano. La chimenea presentaba en
su frente superior una decoración neorrenacentista, que se repetía también en
los zócalos, en forma de paneles rectangulares inspirados en la obra de
Niculoso Pisano de la Iglesia de Santa Paula en Sevilla, así como en el altar
de la Visitación del Alcázar de Sevilla, del mismo autor. Sobre esta decora­
ción corría un zócalo de madera saliente, para poder colocar en él cerámicas
antiguas de la colección de Orueta, que también se interesaba por otras face­
tas del arte: «... tengo una escopeta que fué del Rey D. Francisco de Asís, con
un escudo en plata repujada y adornada con oro en relieve, que es una mara­
villa de arte. Está firmada Zuloaga Arcabucero de S.M."53. Es muy probable
que la escopeta a que se refiere Orueta sea la presentada por Eusebio Zuloaga
a La Exposición Universal de Londres de 1851: “...cupo la honra a mi buen
padre Eusebio Zuloaga de obtener la medalla de honor, por una escopeta cin­
celada de oro y plata encargada por el Rey Francisco, cónyuge de Isabel II”.54
Los bocetos que le manda Daniel entusiasman a Orueta, que le recomienda
51 La lámpara ya la hem os citado en el apartado dedicado al hierro. Estos bocetos así com o la num e­
rosa docum entación presentan un especial interés, dado que esta obra de decoración integral ya
no existe, al m enos en su ubicación original.
52 Zamora Canellada, A ., 1998. “ M useo...” Acuarela con el N°. Invent0 527.
53 Z uloaga le contesta que el autor es su padre Eusebio Zuloaga.
54 A rchivo del M useo Zuloaga. Conferencia de Daniel Zuloaga en la Universidad Popular de
Segovia.
214
A BRAH A M RU BIO CELA D A
«Esmerese en ella porque la ha de ver mucha gente»55. El 25 de agosto de
1909, la obra está terminada, aunque falta la instalación de algunas partes:
«Quedo en el encargo de proporcionarle cuanto trabajo pueda, y aseguro a
Vd. que cuando la obra esté lista , ha de venir a verla mucha gente.
Le enviaré buenas fotografía de todo».
En 1911, Julián Suárez Llanos, después de un viaje de tres años a
América, le escribe desde Gijón: «El arquitecto de este Ayuntamiento me pre­
gunta que en cuanto podrías dar el metro cuadrado de baldosas corrientes,
blancas y de color»56.
Francisco García Nava escribe a Zuloaga pidiéndole presupuesto sobre
teja de reflejo metálico para cubrir una cúpula. Tal vez se trata de su proyec­
to de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Gijón en 19 1357.
En 1913, Zuloaga recibe el encargo del arquitecto Julio Galán, con el que
ya había trabajado en la Coruña, para la decoración cerámica del chalet de José
ro
María Vázquez, en la Avenida de Galicia, en Oviedo. (Ver fig. 10). El arqui­
tecto le pide: «La ornamentación de los sobrehuecos A y friso B la quisiera
figurando unos pájaros blancos, como gaviotas volando sobre un fondo azula­
do o verdoso; las fajas de azulejos C de hojas o flores estilizadas en tono gene­
ral verde sobre un fondo blanco y las tiras D en un solo color verde. En la cons­
trucción predominarán los colores rojos de la cubierta de teja plana, verde en
las maderas de aleros y huecos de carpintería, gris algo verdoso en los enfos­
cados y blanco amarillento... en la piedra artificial». Daniel Zuloaga, con estas
indicaciones, le manda unos bocetos (Ver fig. 11). Julio Galán le pide que haga
una serie de correcciones, eliminando las olas bajo las gaviotas, así como el
agua en el fondo de los sobrehuecos A, y convirtiendo el fondo blanco en azul
del hueco B. Julio Galán argumenta: «la explicación de suprimir el agua, es
que se da la particularidad de que en este pueblo no hay ni río, y no me pare­
ce apropiado poner agua en la decoración, aquí donde no la hay más que para
55 D aniel se esmerará en la obra, y pondrá un gran entusiasm o, dado que es uno de sus primeros
encargos tras la instalación de su taller en la iglesia de San Juan de los Caballeros de S egovia.
56 A rchivo M useo Zuloaga. Segovia.
57 Quesada. 1984. D oc. 863.
"Los datos de la cúpula que deseo cubrir con teja de esm alte m etálico, cubierta de baldosa esm al­
tada, cuyo m odelo se dará, sin solapas visibles, para formar superficie com pacta; baldosa o teja
ligeram ente curva, para adaptarse a la expresada superficie... resulta una superficie a cubrir de 230
metros cuadrados.
Le suplico, al calcular el precio, tenga en cuenta la gran superficie para hacer posible la aplica­
ción de un sistem a por el que tengo interés".
58 C onvertido después en el Sanatorio Miñor, y hoy sede de la Fundación Gustavo Bueno.
M orales. 1981. Op. cit., Pp. 189 y 190: «Se trata... de un ejem plo de residencia cam pestre o
suburbana, en los que hem os com entado ya la mayor acentuación de las fórmulas y estilos más
pintorescos y ligados al paisaje. En estas obras prestaba el arquitecto una gran atención a las artes
decorativas, encargándose una serie de frisos con pájaros blancos y dem ás elem entos cerám icos
a los talleres de Zuloaga".
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D ECO RATIVA S
215
beber, aunque esta sea en abundancia». También suprime el friso con decora­
ción vegetal, debido a la falta de presupuesto, ya que al dueño le parece caro
el incremento de precio por la cerámica, que solo consintió ascendiera a 1.000
ptas.59 Daniel Zuloaga acepta las condiciones, modificando sus bocetos.
En 1914 hizo Zuloaga en cerámica el rótulo para «Mantequilla Arias» en
Oviedo60.
En 1919 hará Daniel Zuloaga la última obra conocida en Asturias, de
nuevo para Domingo Orueta.. Le encarga la decoración cerámica del vestíbu­
lo y una fuente para su chalet, ya desaparecido, de Gijón (Ver fig. 12). Uno
de los bocetos se refiere posiblemente a un zócalo, con decoración neorrenacentista de roleos y grutescos, rematado por una banda de ochos, motivo que
también aparece en la fuente para adosar a la pared, además de peces y rose­
tas inspirados en la cerámica persa. Orueta le hace el encargo por carta, empe­
zando: «Tengo sumo gusto en reanudar nuestra grata correspondencia de
1909 sobre la cerámica de esta casa»61.
Como en la anterior ocasión, el intercambio de cartas es grande, deta­
llando minuciosamente medidas y motivos decorativos. También le encarga
Orueta bancos y unos azulejos para armar unas jardineras de madera, aunque
añade: «tiene Vd. unos precios que tumban de espaldas y siempre confio en
que me tratará bien» . «El número total de jardineras es de ocho, y se nece­
sitan, por tanto, ochenta azulejos ... de 20 centímetros de lado como los que
ha enviado Vd. ... Hacen falta también 16 azulejos de 15 centímetros de lado
para dos jardineras más pequeñas...»63.
Orueta quedó muy complacido con la cerámica mandada por Daniel
Zuloaga. Hay que destacar, en estos trabajos cerámicos, la gran importancia
dada a los bocetos acuarelados, por los que Orueta sentía verdadera pasión,
pidiendo a Daniel se esmerase en ellos, ya que él los conservaría como autén­
ticas obras de arte, entendiendo que la cerámica de Daniel se oponía totalmente
a la que hacían otras fábricas, de carácter industrial, y que lo que importaba
verdaderamente era el carácter único de la obra, la creación artística.
59 A rchivo M useo Zuloaga. Segovia: «M ucho le agradecería que viera usted la manera de hacer esta
pequeña obra por esa cantidad, ante la seguridad de que, por mi parte, será tenido en cuenta su
sacrificio para otras ocasiones.
Por de pronto puedo com unicarle que para otras dos obras, una de las cuales le encargaré muy
pronto, tengo proyectados elem entos de cerámica".
60 Quesada. 1985. Op. cit., Pág. 132. «Encargado por el propietario A ngel Arias. Carta de A. Arias
del 2 -II-1 9 14".
61 Archivo Museo Zuloaga. Segovia. Agradezco a Alonso Zamora, director del M useo Zuloaga de
Segovia, las facilidades dadas para consultar y reproducir los documentos que figuran en este artículo.
62 En esta m ism a carta, Orueta com enta con Zuloaga acerca de su hermano Ricardo Orueta, histo­
riador del Arte: «M il gracias por los elogios que tributa Vd. a mi hermano Ricardo, que es un
entusiasta del arte, com o Vd. y que lo admira a Vd. por cierto...» (Gijón 23 de agosto 1919).
63 A rchivo M useo Zuloaga. S egovia. Carta del 24 de septiembre de 1919.
216
ABRAH A M RU BIO CELA D A
BIBLIOGRAFÍA
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n° 117. Oviedo.
ÁLVAREZ QUINTANA, C., 1986. «Emigración astiana a ultramar y urarquitectura.
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mica valenciana. Tomo IV. Valencia.
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ZAMORA CANELLADA, A., 1998. Museo Zuloaga, Segovia. San Juan de los
Caballeros. Segovia.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D ECO R ATIVA S
217
F ig u ra 1. B o c e to s d e lá m p a ra s d e h ie rro y c r ista l p a r a e l c o m e d o r d e D o m in g o O r u e ta en
G ijón.
1909. D a n ie l Z u loaga.
L á p iz y tin ta s o b r e p a p e l. 3 0 ,5 x 2 3 ,8 cm.
A r c h iv o M u seo Z u loaga. S eg o via .
218
ABRAH A M RU BIO CELA D A
F ig u ra 2. T a rjeta d e la F á b ric a d e h ierro «[A V IA D A y C O M P IA S. E N C".
A r c h iv o M u seo Z u loaga. S eg o via .
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
F ig u ra 3. F a c h a d a d e V illa A n ita en B oal.
C e rá m ic a s d e R u iz d e Luna. T a la vera .
F irm a d a y f e c h a d a en 1926.
2 19
220
ABRAH A M RU BIO CELA D A
F ig u ra 4. E scu ltu ra d e D a n ie l Z u lo a g a .
1920. H ech a p o r e l e s c u lto r S eb a stiá n M ira n d a .
A r c illa fe rr u g in o s a d e c o lo r rojo. 3 7 cm d e a ltu ra.
C o lec ció n p a rtic u la r.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D ECO R ATIVA S
F ig u ra 5. P a re ja d e p la to s. P a sta b la n c a a rtificia l.
D a n ie l Z u lo a g a . E p o c a d e la F á b rica d e V a rg a s( 1 8 9 3 -1 9 0 6 ).
3 5 cm d e d iá m etro .
C o le c c ió n E leu terio L agun a. S eg o via .
221
222
ABRAH A M RUBIO CELA D A
F ig u ra 6. C a rta d e A .. San R om án , con e l e n ca rg o a D a n ie l Z u lo a g a d e la d e c o r a c ió n c e r á ­
m ica d e la c a sa d e la c / R osal, 15 en O vied o .
F e ch a d a en 2 3 d e a g o sto d e 1902.
2 7 x 2 1,1 cm.
A r c h iv o M u seo Z u loaga. S eg o via .
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
223
F ig u ra 7. F a c h a d a co n d e c o r a c ió n c e rá m ic a m o d e rn ista d e D a n ie l Z u lo a g a en la c / R o sa l,
15. O viedo.
A r q u ite c to M ig u el L a g u a rd ia . 1902.
224
A BRAH A M RU BIO CELA D A
F ig u ra 8. D e ta lle d e la d e c o r a c ió n ce rá m ic a d e la c / C a b ra le s, 18 en G ijón . F irm a d o « c e r a ­
m ic a / D A N IE L Z U L O A G A ». A r q u ite c to M a n u el d e l B u sto. 1903.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D EC O R A TIV A S
225
F ig u ra 9. F a c h a d a con d e c o r a c ió n c e r á m ic a m o d e rn ista d e D a n ie l Z u lo a g a en la c / C o rrid a ,
53. A r q u ite c to M a ria n o M arín . 1904.
226
A BRAH A M RU BIO CELA D A
F ig u ra 10. C h a le t d e D o n J o sé M a r ía V ázqu ez en la A v e n id a d e G a lic ia en O v ie d o , con
d e c o r a c ió n c e r á m ic a d e D a n ie l Z u lo a g a . P o ste r io r m e n te f u e e l S a n a to rio M iñ o r y a c tu a l­
m e n te F u n d a ció n G u sta v o Bueno. A r q u ite c to J u lio G alán . 1913.
D A N IEL ZU LO A G A Y LAS A RTES D ECO RATIVA S
F ig u ra 11. B o c e to s p a r a e l c h a le t d e don J o sé M a r ía V ázqu ez.
1913. D a n ie l Z u loaga.
L á p iz y a c u a re la s o b r e p a p e l. 13,2 x 1 8 ,8 cm .
A r c h iv o M u seo Z u loaga. S eg o via .
227
228
A BRAH A M RU BIO CELAD A
F ig u ra 12. B o c e to s p a r a la c a sa d e D o m in g o O ru e ta en G ijón .
1919. D a n ie l Z u loaga.
L á p iz y a c u a re la s o b r e p a p e l. 1 0 9 x 4 8 cm.
A rc h iv o M u seo Z u loaga. S eg o via .
LOS EXCLAUSTRADOS DE ASTURIAS EN 1854
ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL
Entre la documentación del Archivo Histórico Nacional, de Madrid, Sec.
Hacienda Leg. 4223 se halla la lista de exclaustrados elaborada entre 1848 y
1853 por la «Junta de Clases Pasivas» por orden alfabético de apellidos indi­
cando a qué orden pertenecían, pero sin indicar el lugar de residencia. Ahora,
entre la documentación del mismo archivo, pero de la sección de Consejos,
Leg. 12036, de donde publicamos la lista de Exclaustrados y monjas de las
diócesis de León y A storga\ y Los exclaustrados con cargo remunerado en
'y
Galicia , hemos hallado la Relación de los exclaustrados que se hallan ocu­
pados en parroquias y otros destinos, en el obispado de Oviedo. Año de 1854,
o sea 19 años después de la exclaustración general de 1835, lo que nos hace
suponer que bastantes habrían ya fallecido.
Publicamos aquí la dicha lista, distribuida tal como está en el original:
Nombres y apellidos
Religión
Destino
Provincia
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Bernardo
Dominico
Bernardo
Dominico
Franciscano
Benedictino
Franciscano
Franciscano
Franciscano
Benedictino
Bernardo
Dominico
Franciscano
Párroco
Ecónomo
Párroco
Ecónomo
Párroco
Ecónomo
Párroco
Párroco
Párroco
Párroco
Párroco
Párroco
Párroco
Oviedo
León
Oviedo
Id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
Id.
José Lucas Fernández
José González
Sebastián Fonseca
Antonio González
José Noriega
Antonio Caravera
Domingo González Trellos
Manuel de la Campa
Francisco Solú
Remigio Hevia
Prudencio González
Ramón Suárez
Indefonso Corugedo
1 En A rch ivo s Leoneses, núm. 87 y 88 (1990) 349-370.
2 En C om postellanum (en prensa).
230
ERN ESTO ZA RA G O ZA PA SCU A L
Nombres y apellidos
Religión
Destino
Provincia
D. Buenaventua López
D. Juan Canal
D. José Sariego
D. José de la Vega Solú
D. Carlos Ildefonso Gutiérrez
D. Antonio Fuente
D. Leandro Obín
D. Albito Tuñón
D. Pedro Sánchez
D. Francisco Pando
D. Marcos Valles
D. Gerardo Peláez
D. Floyrán (sic) Vázquez
D. Apolinar Suárez
D. Enrique Perera
D. Cándido Llamedo
D. José Fernández Tresguerres
D. Francisco Fernández
D. José Díaz
D. Ramón Pananos
D. Plácido Menéndez
D. Atilano González
D. Pedro Carbajal
D. Andrés de Diego
D. José Orbón
D. Manuel Alonso
D. Juan Torga
D. Bernardo Galán
D. Gregorio Colunga
D. Joaquín Campal
D. Toribio Penanes
D. Francisco Fernández
D. Fernando Rubín
D. Ramón Ablanedo
D. Fernando Campomanes
D. Bernardo Llera
D. Francisco Venta
D. Isidro Díaz
D. Fernando Menéndez
Benedictino
Franciscano
Franciscano
Carmelita
Benedictino
Franciscano
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Franciscano
Bernardo
Bernardo
Benedictino
Dominico
Dominico
Dominico
Dominico
Bernardo
Dominico
Dominico
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Franciscano
Franciscano
Franciscano
Dominico
Benedictino
Carmelita
Franciscano
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Dominico
Benedictino
Benedictino
Párroco
Vicario
Párroco
Párroco
Ecónomo
Párroco
Ecónomo
Ecónomo
Vicario
Vicario
Ecónomo
Ecónomo
Vicario
Párroco
Ecónomo
Párroco
Párroco
Ecónomo
Vicario
Párroco
Párroco
Ecónomo
Párroco
Vicario
Párroco
Ecónomo
Ecónomo
Ecónomo
Vicario
Párroco
Párroco
Párroco
Ecónomo
Párroco
Párroco
Vicario
Ecónomo
Párroco
Párroco
Id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
Id.
Id.
id.
Id.
id.
id.
Id.
Id.
Id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
Id.
Id.
id.
id.
id.
231
LOS EX CLA U STRA D O S DE ASTURIA S EN 1854
Nombres y apellidos
Religión
Destino
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Dominico
Benedictino
Dominico
Franciscano
Franciscano
Bernardo
Franciscano
Mercedario
Franciscano
Bernardo
Capuchino
Franciscano
Franciscano
Dominico
Ecónomo id.
Ecónomo id.
Párroco
id.
Párroco
id.
Párroco
Id.
Ecónomo Id.
Ecónomo id.
Párroco
Id.
Ecónomo id.
Párroco
id.
Ecónomo Id.
Beneficiado id.
Simplista Id.
Simplista Id.
José Suárez
Joaquín Alvarez
Evaristo Rubio
Juan Pando
Félix Areces
Felipe Sopeña
Fructuoso Rodríguez
Rosendo del Rivero
Manuel Alcedo
Anselmo Villoria
Manuel Armayor
Bernardo Olay
Lorenzo Madariaga
José González Sánchez
Provincia
V ICA RIA DE SAN M ILLÁ N
Nombres y apellidos
Religión
Destino
Provincia
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Bernardo
Benedictino
Benedictino
Benedictino
Bernardo
Benedictino
Beneficiado
Beneficiado
Beneficiado
Ecónomo
Ecónomo
Ecónomo
León
Id.
Id.
Id.
id.
id.
Francisco Viejo
Diego Morales
Matías Diez
Angel Macías
Basilio Alonso
Atilano Calleja
Oviedo, 16 de diciembre 1854
(Firmado:) Ignacio, Obispo de Oviedo
Se trata pues de la relación enviada por el entonces obispo de la Diócesis
Ovetense, Ignacio Díaz Caneja, a la Junta Central de Clases pasivas.
Por esta lista vemos cómo el número de exclaustrados con destino en la
Diócesis Ovetense era de 72, entre los cuáles había 25 benedictinos, 19 fran­
ciscanos, 14 dominicos, 10 bernardos, 2 carmelitas, un mercedario y un capu­
chino. Prevalecen los benedictinos, sin duda porque teniendo tantas parro­
quias dependientes de las abadías de San Juan de Corias, Ntra. Sra. de Obona,
San Salvador de Celorio, San Pedro de Villanueva, San Vicente, San Pelayo
y Ntra. Sra. de la Vega de Oviedo en Asturias, generalmente se les respetó el
232
ERN ESTO ZA RA G O ZA PA SC U A L
derecho de preferencia a ocupar sus antiguas parroquias. Estos religiosos
colocados y más los no colocados, formaron la clase marginada de los
exclaustrados del siglo XIX, que sin embargo tanto trabajaron pastoralemnte
entre los fieles que se les habían confiado.
A estos exclaustrados hay que añadir las monjas que tenían derecho a
pensión por haber profesado antes de 1835. No tenemos las listas de todas las
comunidades, pero sí las de las benedictinas de San Pelayo y Vega de Oviedo,
las cuáles damos a continuación, tomadas del libro de gradas general de la
Congregación de Valladolid, existente en el Archivo de San Payo de Santiago
de Compostela (Ms. E-7, ff. 321r-325r):
SAN PELAYO DE OVIEDO
Nombre y apellidos
Recepción de hábito
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
15 de julio 1764
25 de setiembre 1773
29 de mayo 1775
13 de julio 1791
13 de julio 1791
16 de noviembre 1791
2 de julio 1798
2 de julio 1798
24 de febrero 1799
20 de octubre 1800
3 de julio 1800
15 de enero 1805
26 de octubre 1802
20 de diciembre 1806
21 de febrero 1816
21 de febrero 1816
27 de enero 1817
27 de enero 1817
27 de enero 1817
29 de diciembre 1817
29 de diciembre 1817
7 de febrero 1824
7 de abril 1825
7 de abril 1825
7 de octubre 1828
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Rosa Niciba
María del Riego
Teresa Uría
Teresa García
Vicenta Martínez, organista
María Gertrudis Cienfuegos
Ventura Menéndez
María Castañán
Manuela Cienfuegos
Plácida Valdés
María de la O Uría
Josefa González Cienfuegos
Micaela de la Buelga
Josefa Benita Cienfuegos
Ángela Ramos
Manuela Uría
Gentrudis Tuñón
Escolástica de la Huelga
Isidora San Pedro
Veremunda Campo
Ramira de Junco, organista
Josefa Anselma García
Rosalía Campo
M. Carmen Menéndez, organista
María Carmen Miranda
LOS EX CLA U STRA D O S DE ASTURIA S EN 1854
233
M O N JA S LEG AS
Nombre y apellidos
Recepción de hábito
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
24 de enero 1764
6 de julio 1769
30 de junio M i l
8 de abril 1783
16 de enero 1826
16 de enero 1826
Catalina González
Teresa Fernández
Benita Teresa Díaz
Paula Alvarez
Benita Villamil
Florentina Crespo
M O N A ST ER IO DE LA VEGA DE OV IEDO
Nombre y apellidos
Recepción de hábito
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
1 de enero 1762
4 de julio 1762
20 de agosto 1766
3 de octubre 1764
26 de noviembre 1766
26 de agosto 1769
7 de julio 1772
7 de mayo 1774
18 de julio 1774
25 de agosto 1774
9 de setiembre 1776
8 de noviembre 1781
25 de setiembre 1783
19 de noviembre 1783
6 de octubre 1784
4 de enero 1786
10 de diciembre 1786
6 de julio 1790
14 de febrero 1792
27 de agosto 1798
18 de octubre 1800
18 de octubre 1800
3 de agosto 1801
3 de agosto 1801
10 de octubre 1807
Dña.Teresa Menéndez
Dña. Ignacia González
Dña. María Alfonsa San Pedro
Dña. María Agustina Fuentes
Dña. María Manuela San Pedro
Dña. Andrea de Torres
Dña. Lorenza Hernández, música
Dña. Josefa Bermúdez, música
Dña. Micaela Sánchez
Dña. Josefa Antonia Arizmendi
Dña. Antonia de Salas
Dña. Plácida Benita Salas
Dña. María Gertrudis Pola
Dña. Benita Palacio
Dña. Ma Victoria Blanco, música
Dña. Escolástica Teresa Cónsul
Dña. Inés Josefa Menéndez
Dña. Florentina Velarde
Dña. Antonia Palacio
Dña. María Infanzón
Dña. Vicenta Mestas
Dña. Ramira Suárez
Dña. Nicolasa Cañedo
Dña. Bonifacia San Pedro
Dña. Antonia Menéndez Pola
234
ERN ESTO ZA RA G O ZA PASC U A L
Nombre y apellidos
Recepción de hábito
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
Sra.
24 de octubre 1816
11 de setiembre 1817
17 de noviembre 1817
22 de abril 1821
30 de julio 1825
30 de julio 1825
26 de febrero 1829
26 de febrero 1829
4 de junio 1829
15 de abril 1830
10 de julio 1830
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
Cándida Puy Rubín y Granda
Ma del Pilar Riesgo
Vicenta Zarracina
Ma Asunción Miraballes
Gertrudis Bárbara Castrillón
María Valvanera Sánchez
María Benita Atija
Ma Dolores Castrillón
Plácida Vidal
Escolástica Noval Camino
Bonifacia Banciella
M O N JA S LEG AS
Nombre y apellidos
Recepción de hábito
Dña.
Dña.
Dña.
Dña.
4 de julio de 1762
3 de julio de 1776
19 de octubre 1807
14 de enero 1817
Antonia Monjoya
María Antonia González
Teresa Cuella
Ángela Vara
He aquí pues el panorama de los exclaustrados colocados en la obispado
de Oviedo y de las benedictinas ovetenses que formaban, juntamente con los
exclaustrados sin cargo, lo que se llamaban las clases pasivas con derecho a
pensión por haber tomado el hábito antes de 1835 y haber sido en este año
expulsados de sus casas e incautadas las rentas de las mismas, con la prome­
sa del Gobierno de darles una pensión para su mantenimiento mientras no
pudiera hallar acomodo en alguna tarea pastoral remunerada.
Desde luego el panorama sería completo si tuviéramos los datos de los
que tenían derecho a la dicha pensión, tanto monjes y frailes como monjas,
pero no nos ha sido posible hallarlo, pues aunque, como hemos dicho al prin­
cipio, tenemos las listas alfabéticas de las clases pasivas no conocemos cuá­
les de ellos vivían dentro del obispado de Oviedo.
Esperamos que esta cata sobre documentación inédita sirva para llamar
la atención por la inexistencia - a pesar de la estupenda obra del P. M.
González Revuelta, La exclaustración (1833-1840), Madrid 1976- de estu­
dios regionales sobre las actividades pastorales de los exclaustrados del siglo
XIX. No hablo de las implicaciones y repercusiones económicas de la desa­
LOS EX CLA U STRA D O S DE A STURIA S EN 1854
235
mortización a raíz de la exclaustración general de 1835, porque sobre el tema
económico se han ido publicando un poco por todas partes diversos estudios
parciales, sino del potencial humano y cristiano y la labor pastoral de los
exclaustrados -n o exenta de dificultades por mor de la mentalidad y las diver­
sas opiniones políticas de este colectivo desposeído y por lo tanto comprensi­
blemente reaccionario- llevaron a cabo, principalmente en las parroquias, en
pro de la elevación del nivel del conocimiento y práctica de la religión y de
la moralización de los pueblos.
LAS JAMBAS DE SANTA EULALIA DE MORCÍN, UNA
NUEVA INTERPRETACIÓN CRÍTICA
JOSÉ MALLO FERNÁNDEZ-AHÚJA
La revisión de ciertos documentos bibliográficos, clásicos en la biblio­
grafía asturiana, nos ha llevado a la reinterpretación de una inscripción de
Ciríaco M. Vigil,1 en concreto su mención a las jambas norte y sur de Santa
Eulalia de Morcín. El estudio del que ahora nos ocupamos se basa en la
corrección de un error que es fácilmente apreciable en una visita al lugar, y
sólo se explica por desconocimiento de Ciríaco Miguel Vigil de la pieza in
situ, cuyo calco y noticia obtuvo a través de F. Selgas, y éste a su vez a través
de un dibujo existente en el Diccionario Histórico de Martínez Marina. Así
pues, sin otra referencia que la epigráfica, ésta sí, correcta, ambas jambas fue­
ron introducidas en su Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática, con­
tribuyendo, según nuestra opinión, a la difusión de un error sistemático de
interpretación2.
Las piezas estudiadas por Ciríaco Miguel Vigil se limitaban a la descrip­
ción de los fragmentos que contenían las inscripciones ADMI SSA ES y
EREN: T: NAM (Vigil), de difícil interpretación, prescindiendo de la parte
superior de las actuales jambas, puesto que carecen de inscripciones epigráfi­
cas. El calco de las piezas que se conserva en su Asturias Monumental,
Epigráfica y Diplomática3 se limita a unas líneas muy vagas que en nada
recuerdan al original conservado en la iglesia de Santa Eulalia de Morcín. Se
1 M IG UEL VIGIL, C.: A stu rias M onumental, E pigráfica y D iplom ática. Imprenta H ospicio
Provincial. O viedo, 1887. Pág. 442.
2 Es importante diferenciar los dos problemas que trataremos en este estudio. En primer lugar se
referirá la divergencia de los dibujos de V igil con los realmente conservados en las jam bas de
Santa Eulalia de M orcín, problema que no tiene mayor dificultad en su análisis que la mera com ­
probación visual. En segundo lugar trataremos la hipótesis de la posible función com o barroteras
de las piezas que ahora com ponen la portada oeste de Santa Eulalia, problem a que tam poco trató
V igil ni autores posteriores, reconociendo de antemano los riesgos de datación y determ inación
funcional, debido al estado de conservación y la colocación arbitraria, no original de las piezas.
3 M IG UEL VIGIL, C.: Op. cit.
238
JO SÉ M ALLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
olvida pues de su descripción formal acertada, puesto que sólo conocía las
inscripciones a través de terceros, es decir, no describe los dos fragmentos
superiores de carácter anepigráfico, en concreto, discos solares, lacerías,
hexágonos... todos ellos diferentes entre sí y de talla muy distinta a la parte
inferior de las jambas (figs. 1 y 2).
Posteriormente, otros autores tampoco aluden a la posible función de ele­
mentos de anclaje asociados a un iconostasio. Tampoco M anzanares4 en su
Contribución a la epigrafía asturiana hace referencia a estas jambas, y más
recientemente, César García de Castro5 reinterpreta las inscripciones, sustitu­
yendo el ADMI SSAES de Ciríaco Miguel Vigil por ADM PS SAL, más
correcta con la realmente existente. Ahora bien, es preciso reconocer la difi­
cultad en el análisis epigráfico y formal de tal inscripción, puesto que cierta­
mente su estado es fraccionario6 y su disposición evidentemente no es la ori­
ginal. No trataremos este asunto epigráfico, pues, como veremos, su interpre­
tación es sumamente compleja, y por otro lado, no aporta especialmente nada
al análisis iconográfico y formal del conjunto. Es decir, nos limitaremos a
interpretar los datos artísticos, señalando aquellos que permitan la atribución
a una tipología muy distinta, como veremos, de la primitivamente abordada,
es decir, simples elementos de relleno aprovechados para las jambas de la por­
tada de Santa Eulalia.
La iglesia de Santa Eulalia de Morcín no aparece en ninguna de las dona­
ciones de las diversas colecciones de documentos de la monarquía asturiana.
Es por lo tanto un caso especial dentro de las fundaciones de la primera mitad
del siglo X en Asturias. Su fundación corresponde pues a un tal Ascarico7,
4 M A N Z A N A R E S, J.: C ontribución a la epigrafía asturiana. Tabularium artis Asturiensis: publi­
cación n° 15. O viedo, 1960.
5 G AR CÍA D E C A STR O , C .A rq u e o lo g ía cristian a d e la alta e d a d m edia en A stu rias. R .I.D .E.A .
O viedo, 1995.
6 “...en m al hora torpem ente m utilada p o r m al entendida reedificación, que d estru yó toda la c a p i­
lla m ayor, en cuyo a rco y p a re d es había inscripciones de m érito. H oy só lo se con servan d e l e d i­
fic io prim itivo , el lien zo de p a re d de la fa ch a d a p rin cip a l y p a rte de las laterales, la p u erta de
en trada con n otable arco de m edio punto, la lápida de con sagración y una g ra c io sa y c a la d a ven ­
tana". Jesús S. R odríguez en A stu rias de Bellm unt y Canella. V ol III. Gijón. 1900.
7 EDIEG O SA N T O S, F.: Inscripcion es m edievales de A sturias. Consejería de Educación, Cultura,
Deportes y Juventud. Principado de Asturias. Servicio de publicaciones. O viedo. 1994. Pág. 182.
ACCIPE SC E D S V O TA C V M V L A SC A Q DO N A
ASC A R IC O A R C D C N O D EO V E N E SORORI SVE
EM ERITENSIS EVLALIE EAD EM IN HONORE FACTAM
[........................... ] EPO SV B ERA CENTIES N O B E N A
[........................... ] ET Q V A R T A IN TEM PORE C V R SU S SA C R A
TAM
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
239
arcediano8, según se desprende de la lápida fundacional, hoy incorporada al
interior de la iglesia. En este sentido, tampoco es ajena la controversia, pues­
to que la datación es incompleta, faltando de la lápida la esquina inferior
izquierda, donde se encontraría la cifra de las decenas y el nombre del obis­
po. Por otro lado, es dudosa la interpretación de Marcos Martínez9 cuando
afirma que la cifra en cuestión sería trigésima (año 896) justificada según este
autor en la presencia del diácono Ascarico como testigo en el testam ento10 de
Gundisalvo archidiácono (año 896), hijo de Alfonso III, como también figu­
ra en un documento de Alfonso III del año 899 un presbítero llamado
Ascarius, basándose en documentos de dudosa autenticidad, estableciendo
una coincidencia tanto nominal como temporal. En este sentido, y prescin­
diendo de la simple comparación, es notable la adscripción de los arcedianos
al entorno de la corte, hecho que posiblemente haya favorecido la fundación
de Santa Eulalia, al no ser una fundación real al menos en primer término,
pero que posiblemente haya contado con el beneplácito de la monarquía,
puesto que, como veremos, el equipamiento artístico permite suponer una
filiación al entorno de la corte11. No compartimos tampoco la tesis de
Manzanares cuando sitúa la pieza en el año 876 en virtud del parecido de la
tipografía con el ara del Naranco (año 848). Si bien es cierto que 20 años antes
de la fecha por nosotros propuesta pudo haber existido un Ascarico diácono,
pensamos, como después desarrollaremos, que, por el tipo de talla, los moti­
8 Sobre la discutida cuestión del arcedianato en la alta edad m edia debem os citar y seguir la op i­
nión de Fernández Conde recogida en su obra El libro de los testam en tos, Rom a 1971: ‘‘la f ig u ­
ra d e l arced ia n o está ausente d el gobiern o y organización de la iglesia o veten se hasta fin a le s del
sig lo X I ” (pág. 156); aunque no es descartable su existencia, com o lo constata la presencia del
arcediano Dam undus arcidiaconus en el Testamentum regis A defonsi (812 a.D .) S. G.
Larragueta: C olección d e docu m en tos de la catedral d e O viedo, 1962, la copia más antigua de las
con ocid as sobre este testam ento y de la cual Fernández Conde considera auténtica en cuanto a su
contenido (pág 122. Op. cit)\ en este sentido el título de arcediano que se otorga a G undisalvo es
según el m ism o autor una interpolación del obispo Pelayo, lo cual no im plica la falta de veraci­
dad en el citado docum ento del 812 y tampoco en la lápida de consagración de Santa Eulalia,
im probable recom posición del obispo Pelayo.
9 M ARTÍN EZ, M.: Inscripción fu n dacion al de Santa Eulalia de M orcín. En B .I.D .E .A n° X X X ,
1957.
10 FLORIAN O, A.C.: C artulario d el m onasterio de C om ellan a. En B.I.D.E.A n° VII, 1949 (extraído
del Libro de los testam entos P . 23 v°. A, Testamentum Gundisalvi Archidiaconi).
11 RISCO, M.: E spaña S agrada. T om o X XXVII. Apéndice 15. Pág. 354.
La devoción a santa Eulalia en Asturias parece haber tenido su origen en el traslado de sus restos
desde Mérida, según la tradición, por el rey S ilo a la corte de Pravia y posteriorm ente por A lfonso
II a la prim itiva catedral ovetense:
[...] [Silo] m isit in capsellam argenteam, quam ipse facere jusserat, & quartam partem cunabuli
ipsius virginis ibi invenit, quod cum beatae virginis Eulaliae secum in Asturiis territorio Praviae
aduxit, & in E cclesiam Sancti Joannis A postoli & Evangelistae, & Sanctorum A postolorum Petri
& Pauli, & Andreae, quam ipse fundavit, eam posuit. [...]. Post aliquantos autem annos A defonsus
Rex Castus ad E cclesiam Sancti Salvatoris O vetensis Sedis, quam ipse fecerat, memoratam virginem Eulaliam & praedictam cunabuli partem transtulit [...].
240
JO SÉ M ALLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
vos, la procedencia de la pieza, el parecido del tipo de letra no viene dado por
ser una copia del Naranco, sino porque ambas pertenecen a un sustrato simi­
lar, copiándose en ambas piezas un tipo de letra similar, cuyo origen son las
inscripciones visigodas, no estando pues demostrada la relación de causalidad
que ofrece Manzanares puesto que, como veremos, se trata probablemente de
una pieza importada, cuyo texto pudo haber sido con toda probabilidad gra­
bado fuera de Asturias. Tampoco podemos admitir como segura la interpreta­
ción de García de Castro12 de cifrar la fecha desaparecida entre QUATER
DENA y SECIES DENA en relación a tres parámetros, la longitud del texto
desaparecido, el obispo de la consagración y la dudosa existencia de arcedia­
nos a finales del siglo IX 13. Optaremos entonces por fechar ambas jambas, en
tanto que equipamiento original de la iglesia de Santa Eulalia (no la fecha de
su talla, como posteriormente veremos), como también lo es la inscripción
fundacional a inicios del siglo X, en las postrimerías del reinado de Alfonso
III, pero dejando abierta la interpretación cronológica, en tanto que de nada
sirve aventurar hipótesis que avalen una u otra tesis.
Antes de comenzar el estudio de las jambas de Morcín y su posible fun­
ción original como barroteras, hay que precisar ciertas ideas. No podemos
negar los graves problemas de datación y contextualización. Lo más sencillo
y coherente sería asignar ambas jambas a la fecha de consagración, a inicios
del siglo X, pero esto sólo se sostendría en virtud del paralelismo paleográfico con la inscripción fundacional. Si bien es cierto que la grafía es similar, no
pertenece a la misma mano, aunque sí probablemente al mismo periodo. El
estado de conservación de las piezas no permite la reconstrucción del texto
original completo, que posiblemente nos ayudaría en su análisis. Por lo tanto
tampoco se puede asegurar este término. Si, por otro lado, analizamos desde
el punto de vista estilístico ambas piezas, norte y sur, vemos que las piezas
inferiores parecen tener trazas de ser importadas, con un texto de grafía simi­
12 G A RCÍA D E C A STR O , C.: Op. cit. pág. 130
13 Aún no siendo el objeto de este estudio datar la fecha de fundación de Santa Eulalia, es preciso
al m enos hacer una pequeña aproxim ación auxiliar. En primer lugar, la no inclusión de TER
D E N A ob ed ece según García de Castro a un sim ple problema espacial de inserción de las letras,
por otro lado, no exactam ente iguales en todas las líneas, pero adem ás hay que tener en cuenta
que en las líneas precedentes la letra varía su tamaño dentro de la m ism a línea, luego, es al m enos
adm isible la cifra señalada por nosotros. En segundo lugar afirma que el obispo de la consagra­
ción no debe ocupar tam poco un número determinado de caracteres, descartando así al obispo
H erm enegildo, restando sólo G om ello II, Placino y O veco, aceptando los dos últim os por las
decenas 4 y 6 y porque no se discute su existencia com o en el caso del primero. Por últim o, la
historiografía eclesiástica no descarta la presencia de arccedianos en estas fechas, aunque sí son
raros. A sí Fernández Conde señala la existencia de arcedianos en los “ep iscop ios” visigod os, ade­
más de otros citados en docum entos dudosos. (La iglesia de A stu rias en la alta E d a d M edia,
I.D .E .A , 1972. Pág. 97.
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
241
lar a las inscripciones visigodas anteriores al siglo X. Además, veremos en
nuestro análisis que, en el caso de ser una pieza autóctona, guardarían al
menos un paralelo técnico con las piezas superiores, lo cual no es así. No obs­
tante todo lo dicho, y siendo un problema ajeno a nuestra disciplina, el pro­
blema epigráfico y la contextualización temporal no modifican el juicio fun­
cional de ambas piezas, que es el propósito principal de este estudio.
Descripción de las piezas
Las piezas que trataremos a continuación se disponen en la portada oeste
de la iglesia14, con la decoración hacia el interior, formando un conjunto de
varios sillares rematados en un simple capitel sin decoración y arco apuntado,
que denotan una filiación ajena al periodo de la monarquía asturiana y por
tanto una organización no original de las piezas.
Jamba norte. Se divide en tres piezas, dos en piedra caliza y un tercer
sillar de arenisca, independientes y diferenciadas:
a) pieza superior (32 cm x 22 cm x 19 cm) (fig.5)
Presenta decoración de entrelazo circular con hexágono en el centro y
lazo de Salomón seccionado en su parte inferior, ambos tratados con simple
línea de punzón. Además en las enjutas se pueden reconocer tres rombos de
doble linea análogos a los visibles en la jamba sur. El borde derecho aparece
recorrido por una simple línea vertical de encuadre (el izquierdo parece sec­
cionado).
b) pieza intermedia (15 cm x 22 cm 19 cm). Pieza de arenisca empleada
con toda probabilidad para peraltar las jambas. No tiene decoración.
c) pieza inferior (145 cm x 22 cm xl9cm ). Presenta decoración vegetal
de hojas de vid enlazadas a través de volutas en forma de palmeta, que reco­
rre toda la placa, análogo a modelos visigodos. En su parte superior aparece
la inscripción EREN T NAM enmarcada en una cartela de línea simple
(fig.3). Al igual que sucede en Santa Cristina de Lena, el texto sirve de cierre
superior a la barrotera. La decoración es únicamente observable en el tercio
superior puesto que el resto de la pieza aparece deteriorado, faltando grandes
fragmentos de material. En su borde exterior presenta una acanaladura de 112
cm x 3,5 cm y 1,5 cm de profundidad, frenada en la parte superior. El pie (no
podemos hablar de basa) aparece sin tallar, tal como sucede en la jam ba sur,
preparada para su fijación al suelo, (fig.6)
14 Á L V A R E Z Benxa, B.: L am inarium de Aller, Riosa y M orcín. C olegio de Aparejadores de
Asturias. O viedo. 1988. Pág. 185
242
JO SÉ M A LLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
Toda la pieza aparece con restos de pintura azul, evidentemente de fecha
posterior, puesto que se observa en las partes deterioradas y perdidas de la
jamba.
Jamba sur. Análogamente a la norte se divide en tres bloques indepen­
dientes, dos de piedra caliza y un sillar de arenisca.
a) pieza superior (49 cm x 23 cm x 17 cm). La decoración se basa en tres
figuras discoideas: un motivo de cestería con centro hexagonal, análogo al de
la jam ba norte pero muy deteriorado, disco de radios curvos dextrógiro de doce
brazos15y roseta hexapétala, el primero tallado a punzón y los otros dos a bisel.
La pieza está recorrida en su extremo izquierdo por una línea vertical, posi­
blemente existente en el borde derecho, hoy deteriorado. En las enjutas vuel­
ven a aparecer rombos de doble trazo y clavo en el centro. El disco central apa­
rece separado del resto por una línea horizontal muy simplificada, (fig.7)
b) pieza intermedia (17 cm x 23 cm x 17cm). Se trata de otro bloque de
relleno de arenisca.
c) pieza inferior (132 cm x 23 cm x 17 c m). Contiene el resto de la ins­
cripción epigráfica ADM PS SAES , que Vigil leyó: ADMI SSAES enmar­
cada en una cartela rectangular (fig 4). La decoración vegetal vuelve a repe­
tir el modelo de la jam ba norte aunque las dimensiones de las hojas son un
tanto mayores. Los restos de esta decoración recorren todo el pilar, siendo
aún visible el remate final de uno de los zarcillos, tangente a una línea doble
incisa que da paso a una talla completamente lisa que termina en otra línea
doble, rematando la pieza la piedra sin tallar y excediendo el plano de los
motivos tallados, lo cual nos hace suponer que continuase en un plano supe­
rior, quizás formando la basa del pilar original, hoy completamente repicada
para para ser encastrada en el pavimento, según las huellas que se pueden
apreciar en Priesca (40 cm x 26 cm) o en ejemplos em eritenses16. En la parte
superior de la pieza se aprecia con dificultad el comienzo de la entalladura,
similar a la existente en la jam ba norte. El color azul se repite, pero no es
significativo puesto que se ha aplicado a posteriori a la totalidad de la pieza
fragmentada (fig.8)
El tipo de talla es completamente distinto en ambos fragmentos, superior
e inferior. Mientras que en el superior se trabaja a punzón, consiguiendo un
relieve plano, sin vacíos respecto al plano del fondo (es decir, sin sobreelevación o, en todo caso, rehundido), en los sillares inferiores el relieve aparece
15 Un esquem a sim ilar de disco de doce brazos levógiro se puede ver en la pieza fragmentada de la
estela de Caravia.
16 CR U Z V ILLA L Ó N , M.: M érida visigoda. La escultura arqu itectón ica y litú rgica. Diputación
provincial de Badajoz. Badajoz, 1985. Pág. 184.
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
243
netamente resaltado sobre el fondo, logrando mayor volumetría y porque ade­
más se trabaja mucho más el bulto, un trabajo más laborioso.
Las piezas inferiores de contacto con la linea de suelo de ambas jambas
al estar repicadas no permiten un análisis más profundo, pudiendo haber reci­
bido decoración, hoy no conservada, quizás por haber sido preparadas para su
sujeción17, al igual que parecen indicar las huellas de la barrotera conserva­
das en Priesca.
Hay pues notables problemas de datación, de interpretación y estilísticos,
pero sin embargo, existe una serie de datos que nos permiten afirmar y deter­
minar su vinculación a la tradición visigoda, principalmente por su elaborada
talla, hoy degradada, los motivos, y porque sobre todo, no hay paralelos for­
males similares en la tradición asturiana, siendo más bien éste otro ejemplo
de posible reutilización, teniendo además en cuenta las dimensiones, un tanto
alejadas de las de otros ejemplares asturianos o emeritenses (sobre todo en la
profundidad de la pieza, que sugiere claramente una primitiva función de
p ila r). En este sentido, podría preguntarse si su emplazamiento es el original.
A este respecto diremos que no, que su tipología clara de barrotera implica un
uso como tal, no es lógico suponer que la acanaladura tenga un uso significa­
tivo en la función de jamba. En este sentido se podría objetar que tal pieza, de
uso frecuente en el sur peninsular pudiera haber sido importada como com­
plemento a la portada, como verdadera jamba, algo que no podemos sostener,
porque la portada no corresponde al momento que tratamos, con una tipolo­
gía (el arco apuntado) no acorde con el periodo que nos atañe.
Es interesante no descontextualizar las barroteras de Morcín con otras
existentes en Asturias, especialmente aquellas que parecen haber sido fabrica­
das con elementos reutilizados, quedándonos hoy el iconostasio completo, o
simplemente los fragmentos, lo cual, al ser piezas ya de por si reutilizadas
generan problemas de datación y estilo, puesto que no concuerdan con las
fechas de las edificaciones a las que iban destinadas, y en nuestro caso con­
creto, no podemos seguir una línea cronológica de evolución de los elementos
iconográficos que las componen. Las piezas que tendremos en cuenta (y de las
que desde luego no nos extenderemos al estar suficientemente tratadas, y por­
que además, no son todas reutilizaciones, sino copia asturiana de motivos visi­
godos, pero que guardan relación con nuestro estudio) son las siguientes:
17 SEL G A S, F.: La b a sílica de San Julián de los P rados. Madrid, 1916. “P ara m an ten erse esta b le
[las barroteras de Santianes de Pravia] tenía m edio m etro de tizón hin cado en el suelo, que fu e
d estru id o a l a rra n ca rle de su sitio cuando se reedificó la capilla m a yo r en e l sig lo XVII".
Existen adem ás precedentes de pilares em eritenses con un tratamiento idéntico, es decir, cuya
ranura no continúa en toda la longitud del pilar-barrotera, sino que la base perm anece sin acana­
ladura y sin tallar, sin decoración, para ser directamente enterrada en el suelo, sin lecho, com o
sucede en Priesca. CR U Z VILLALÓ N, M.: Op cit.. pág. 184.
244
JO SÉ M ALLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
Medidas (alto, ancho, profundidad) en cm
Avilés
La Frecha18
Santianes
Santa Cristina de Lena
Santa Eulalia de M orcín19
Priesca20
101
27,5
92
93
145
132
93?
39
30
49
23
22
23
40
5,5
17 (cada parte del cancel)
12,5 (parte central)
19 (jamba norte)
17 (jamba sur)
26 (según las huellas en el suelo
y columna)
Todas ellas presentan varias coincidencias que es importante resaltar,
pero es necesario admitir dos ideas previas: a) las coincidencias no son nece­
sariamente debidas a su empleo como barroteras, sino por ser motivos alta­
mente repetidos en el arte visigodo y b) no se puede descartar del todo la elec­
ción de los motivos con un programa iconográfico (muy sencillo pero exis­
tente) previo. Estas dos ideas se repiten en Santa Eulalia de Morcín.
Ahora bien, existe otro problema, la coexistencia de formas tipológica­
mente indígenas con los modelos visigodos. Si bien en el resto de ejemplos
mencionados existe cierta duda sobre su procedencia, o sobre su origen como
copias sobre elementos visigodos, creemos que aquí el problema se agudiza,
ya que, si bien parecen ser barroteras, no están tratadas de la misma manera
la parte superior e inferior de las jambas. En la parte superior se trata de un
relieve más basto en su concepción lineal, más primitivo, trazado a línea, a
punzón, con escaso trabajo de relieve.
Respecto a las piezas inferiores pensamos entonces que pudieron perte­
necer al grupo del iconostasio, tal vez como barrotera, por cuanto la pieza
norte presenta acanaladura claramente apreciable (en la sur aún quedan res­
tos), acorde en medidas con otros ejemplos de acanaladura para inserción de
pestañas. En este sentido, cabe señalar la relación con el grupo de barroteras
91
de Liño , con unas medidas para el anclaje de las pestañas que oscila entre
los 3,5 cm y los 4,5 cm de ancho, y una profundidad de 1-2 cm, siendo simi­
lares a las establecidas para el caso de Santa Eulalia. En las piezas superiores,
18 C a tá lo g o d e las sa la s de A rte P rerrom án ico del M .A.P. O viedo, 1961.
19 La m edida de longitud de Santa Eulalia corresponde a la m edida de las piezas inferiores, desde
la cartela con la inscripción hasta el piso, pero se ha de tener en cuenta a la hora de comparar con
el resto de los ejem plos que la m edida real disminuiría 25-30 cm al estar enterrada la parte infe­
rior en el suelo, dando entonces una medida similar a Lena.
20 ESC O RTELL PO N SO D A . M.: G uía catálogo d el M .A.P. O viedo, 1974 Lám. 98
21 G A RCÍA DE C A STR O , C: Op. cit. Pág. 228
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
245
el entrelazo de seis puntas presente en ambas (muy deteriorado en la sur) nos
hace suponer que los tres motivos se prolongarían, es decir, ambos fragmen­
tos se completarían con lo que le falta del otro, pero no en uno solo , sino en
dos, puesto que el entrelazo de seis puntas de repite en ambos (norte y sur),
formando una secuencia de roseta-disco solar-lacería-nudo de Salomón.. Es
este entrelazo uno de los motivos que no concuerda con la tradición visigoda,
pero que enlaza con la cultura indígena, presente, sin duda en un país que ten­
dría recientes sus tradiciones, que la romanización no pudo erradicar. Existen
pues muchos paralelos indígeneas, como es el caso de la estela de La
Doriga22, de la cual es una copia exacta este motivo. En la jam ba sur siguen
apareciendo motivos discoideos de referencia solar. En este caso no podemos
afirmar un parentesco exclusivo con lo asturiano, pero sí es asturiano el tra­
tamiento, y sobre todo la idea. Por otro lado, los arcaismos están más presen­
tes en Morcín que en otros ejemplos coetáneos, con un disco no simplificado,
abundando en demasía los brazos y no abstrayendo su esencia plástica Una
combinación exacta aparece en un fragmento de barrotera procedente de San
9^
Miguel de Liño , donde vemos un disco solar dextrógiro y una roseta en
hexágono. En el mismo Liño se repite este esquema en la rosca de los arcos
de la tribuna, al igual que en el friso de San Pedro de la Nave. Una combina­
ción tal la encontramos en mármoles visigodos, como los hallados en las
excavaciones del jardín de Pachu24, donde los discos solares, mejor tratados,
aparecen bordeados con una línea sinusoidal, tal como la que aparece en Liño,
o la que recorre los fragmentos de celosía ramirense conservados en el Museo
Arqueológico. A este respecto podríamos matizar que se trata de una inter­
vención ya exclusivamente asturiana, eligiendo modelos compositivos visi­
godos, conocidos por otras placas similares, pero simplificando su talla. Esto
es así por una razón obvia; si bien la mayoría de los ejemplos citados son rea­
provechamientos, la fecha, a pesar de los problemas de datación ya expuestos
(el margen de error no debería ir más allá de Alfonso III) nos indica que se
trata de una fundación tardía, pobre, como el caso de Santo Adriano de
Tuñón, por lo cual es necesario suplir el vacío con elementos económicos.
Esto no obsta para que la perfección de Lena o Santianes se reelaborase. En
este sentido, todo ello formaría un conjunto, pero no se trata de una obra ex­
novo, sino que se reinterpreta el modelo de cancel reutilizado, quizás porque
no se podían permitir ya modelos nuevos, como sucede en Liño, donde el con­
junto es homogéneo y se cierra conceptualmente en sí mismo, de ahí quizás
la voluntad de incorporar mayores logros figurativos. Como decimos, la ico­
22 G O N ZÁ L EZ , J. M.: Un fra g m en to de la estela de Cornellana. En B .I.D .E .A n° 13, O viedo 1951.
23 ESCO RTELL P O N SO D A , M.: Op. cit. Lám. 83.
24 F E R N Á N D E Z BU E LT A , J. M.: Ruinas d el O viedo prim itivo. En B .I.D .E .A . n° IV, O viedo 1948.
246
JO SÉ M ALLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
nografía de esta parte concuerda perfectamente con otros motivos asturianos,
como es el caso del mosaico de Andallón , donde aparecen motivos de nudos
de Salomón de doble y triple lazo, datado en el siglo IV d. C.26, motivo de
sobra conocido en todo el mundo romano.
En el caso de Santa Eulalia, se refuerza pues la pretensión de lograr una
obra digna, acorde con la liturgia del rito visigodo, una necesidad que se mul­
tiplica en todos lo ejemplos de patrocinio regio, aunque en este caso se trate
de dignidades eclesiásticas, como se supone la fundación de Santa Eulalia27.
Esta idea se refuerza con el hecho de ser piezas preparadas ex profeso, dise­
ñadas con un fin propio al iconostasio, ya que ambas, norte y sur, comparten
un elemento, el entrelazo de centro hexagonal, lo cual nos hace suponer que
ambas continuarían en toda su longitud (hasta alcanzar los 99-110 cm de las
inferiores, prescindiendo de la parte enterrada), completándose con lo que a
la una le falta de la otra, en virtud de lograr una mayor profusión decorativa,
pero siempre guardando cierto decoro en la interpretación simétrica, tal como
aparece en el resto de piezas visigodas. No se trata pues de un empleo arbi­
trario de formas indígenas o romanas, sino la adaptación de estas al modelo
visigodo, por lo que entendemos que estas piezas sí han sido labradas ex pro­
feso, pese a la escueta información que nos aportan, y que ambas se encuen­
tran fraccionadas por necesidades de la ordenación de la portada. Estamos
pues ante un caso de máximo reaprovechamiento, similar a otros ejemplos del
arte de la monarquía asturiana, pero también de cohesión con las ideas pro­
piamente asturianas, es decir, no se trata de una mera copia, sino de interpre­
tación de modelos visigodos.
Es más, la procedencia indígena, como elemento ad hoc, se ratifica
haciendo un seguimiento de otros ejemplos como en las dovelas de Liño,
donde vuelve a aparecer la roseta hexapétala junto con un disco solar, la
misma combinación que aparece en Santa Eulalia, lo cual corroboraría nues­
tra hipótesis, ya que la dovela, como elemento con uso determinado ha debi­
do ejecutarse para el monumento. Otra cuestión sería afirmar con rotundidad
que tales iconogramas han sido formulados expresamente para Santa Eulalia
pudiendo haber sido empleados en otra construcción previa (¿cual?), pero
optamos por afirmar que, al igual que la dovela precedente, o la barrotera de
cancel de Liño28 han sido talladas ad hoc. Así pues, la conjunción de estilemas visigodos y astures no es un elemento casual en Morcín.
25 G O N ZÁLEZ, J. M. Un m osaico rom ano en Andallón. BCM P n° 2.. O viedo. 1960
26 FE R N Á N D E Z O CH O A, C. A stu rias en la época romana. Universidad Autónom a de Madrid,
pág. 361 y ss.
27 DIEGO SA N T O S, F.: Op. cit.
28 ESCO RTELL PO N SO D A , M.: Op. cit. Lám. 83.
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
247
No se trata pues de un burda suma de varios elementos arbitrariamente
dispuestos, sino de una obra de gran visión estética, pese a los problemas de
reconstrucción a los que nos enfrentamos. Siguiendo con esta idea, y siempre
teniendo en mente que se trata de una iglesia de fundación no áulica, es lógi­
co pensar que los medios fuesen más limitados. Es aquí donde coincide la tra­
dición romano-indígena con la tradición visigoda, tradición por otro lado neta­
mente romanizada. Como ya hemos dicho, la tradición local se suma a la
importación de mármoles visigodos con un nexo, la sintaxis de los estilemas
locales y la composición foránea, con un precedente de referencia claro, Lena.
Ante la ausencia de un modelo asequible de iconostasio, o porque tampoco se
precisaba una innovación tal (no olvidar que el iconostasio de Santa Cristina
de Lena es ya un elemento reutilizado) se opta por reutilizar, opción distinta a
los modelos del Naranco, donde la presencia áulica es más fuerte, favorecien­
do un arte autónomo. Así las cosas, si en Santa Cristina de Lena se emplean
iconogramas circulares, basados en cruces y rosetas a bisel, en Santa Eulalia
sucede otro tanto. La base del ordenamiento es pues la línea vertical, segmen­
tada en círculos más o menos tangentes, idea presente tanto en Morcín como
en Santianes, donde alcanza su mayor complejidad, conformando una filigra­
na de círculos secantes. Ahora bien, no podemos afirmar que los signos de las
barroteras de Liño o de Morcín pertenezcan a una tradición exclusivamente
clásica, sino que se acercan más bien a posturas formales más arcaicas, con
elementos presentes en numerosas estelas romanas, es decir (y este sería un
estudio más dilatado), vemos conjugado en Morcín unas ideas poco matizadas
en el resto del arte asturiano, es decir, la pervivencia de formas romanas, pero
no a través de la vía clásica o bajorromana, sino a través del sustrato ya exis­
tente en la tradición asturiana. No hace falta pues ir muy lejos para comprobar
cómo el mismo tratamiento de lacería aparece en la estela de Doriga, el nudo
de Salomón, o simplemente la lacería presente, con el mismo tipo de talla en
la estela de Valduno29 o el nudo central del mosaico de Veranes.30
De esta manera se cumple el propósito estético-formal, reconstruir una
pieza de similares características a Lena, Santianes o al fragmento de Avilés;
se suman así dos funciones, una estética, de simetría y orden, junto a una fun­
ción simbólica, las vides del fragmento inferior. Así, aún tratándose de una
iglesia de patrocinio particular, no contradice la formulación de crear una obra
digna, equiparable a otras similares de Oviedo o del resto de la provincia.
Así, en Santa Eulalia vemos un caso de decoración netamente astur en
cuanto a su concepción estilística. La filiación con lo tardorromano no deja de
29 G O N ZÁ L EZ , J. M.: La estela de Valduno. En Bidea VII. O viedo, 1949.
30 FE R N Á N D E Z O C H O A , C.: Op. cit. Pág. 371.
248
JO SÉ M A LLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
manifestar la persistencia de modelos apegados a la tradición, enmascarados
en parte en las grandes construcciones áulicas donde, a pesar de ser obra de
talleres locales, el referente iconográfico no deja de ser foráneo. Como ya
hemos mencionado, las rosetas hexapétalas y los discos de radios curvos no
dejan de ser un motivo recurrente en todo el norte peninsular31, mientras que
la presencia de lazos de Salomón pertenece a un ámbito distinto. Esto no es
óbice para que lo visigodo recurra también a técnicas de cestería (Quintanilla
de las viñas, San Miguel de Escalada) o que se emplee en construcciones astu­
rianas como en Santa María del Naranco o en celosías de Valdedios. Es decir,
existe una clara filiación local, proveniente de un rico substrato indígena y
romano, pocas veces mencionado, una vía directa, no exclusivamente a través
del arte visigodo, que, por otra parte, toma su esencia del mundo romano sur
peninsular y el en cual se repiten de nuevo rosetas y discos de aspas curvadas.
Por lo que se refiere a la secuencia iconográfica de las jambas (barroteras), la vid constata un elemento de clara significación eucaristica. Su función
no es pues marginal. Aún partiendo de la hipótesis del reaprovechamiento, no
deja de ser clara la función dentro del conjunto del iconostasio, lo cual sería
una prueba más de su función como barrotera. El nivel significativo no es
menospreciable, y no ocupa por tanto un lugar marginal. El motivo de la vid
es el único elemento32 icònico presente en los iconostasios mencionados,
junto con la hiedra, y motivos vegetales, cuyas raíces se hunden en la signifi­
cación báquica del vino como renovación, el triunfo sobre la muerte, símbo­
lo de la inmortalidad del alma que reciben los fieles que participan de la euca­
ristía. De esta manera la vid no se puede disgregar del marco arquitectónico
al que se restringe, el grupo cancela-barrotera, sino que cobra una dimensión
sintáctica dentro del iconostasio, una neta iconografía eucaristica que se repi­
te en los grandes conjuntos reseñados. La importancia relativa dentro de estos
conjuntos no deja de ser variada, debido a la procedencia diversa de las pie­
zas. Así, en Lena, la presencia de los racimos de uvas es determinante en la
composición del iconostasio, una presencia simbólica pero a la vez estética
como muestra la voluntad de presentar los zarcillos a modo de espiral, círcu­
los perfectos que rellenan las enjutas. Sin embargo, en Santianes, donde
encontramos la pieza mejor elaborada en cuanto a talla, la intención es más
31 M AR CO SIM Ó N, F. L as estelas decoradas de los C onventos C aesarau gu stano y cluniense.
Zaragoza, 1978.
PEREIRA M E N A U T , G.: Corpus d e inscripciones rom anas d e G alicia. I P rovin cia d e A Coruña.
C on sello da cultura galega. Santiago. 1991
32 Es interesante hacer notar la presencia de elem entos vegetales en el sarcófago de Ithacio (s. VI)
saliendo de dos vasijas, lo m ism o que sucede en el intradós de los arcos de Santullano.
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
249
ornamental, más sintética y abstracta, pero no se prescinde de la vid, circuns­
crita a los márgenes.
En el caso que nos ocupa, la vid es el eje central decorativo. Esto es qui­
zás debido a que en origen se pudo haber tratado de una pilastra, que precisa
un tratamiento más unitario, menos abigarrado para lograr mayor monumentalidad, mientras que las otras piezas se tratan más bien con detalle orfebrístico. Se repite un motivo muy preciado en lo visigodo, la línea sinusoidal
vegetal que recorre una serie de motivos bien vegetales bien animalísticos o
abstractos, sinuosidad que encontramos también en ejemplos asturianos como
en la citada barrotera de Liño, Priesca o Santianes, por citar algunos.
La comparación con modelos emeritenses (pilastras reaprovechadas en el
aljibe de la alcazaba de Mérida, Museo Arqueológico) no deja lugar a dudas
de su procedencia, en una cronología que podría oscilar entre el siglo VI-VII,
con la referencia de Lena, del siglo VII, pero siempre dejando abiertos los
márgenes, debido a los problemas de datación frecuentes en buena parte de
las piezas visigodas.
Vemos que no se trata de una disposición aleatoria de motivos, sino una
calculada operación sintáctica de simetría y orden. La repetición de motivos
circulares o vegetales enlazados a través de círculos tangentes es algo muy
preciado en las construcciones visigodas (capiteles y friso de San Pedro de la
Nave, Quintanilla de las Viñas, el aljibe de Mérida). Así, en el caso de Santa
Eulalia, la talla de los motivos se ordena en vertical, a través de una línea que
recorre toda la pieza, muy simple, con rombos en las enjutas, elemento que
enriquece un tanto la sobria composición, dándole mayor movimiento y deco­
ración. Es posible pensar (en tanto que no podemos hablar de los conjuntos
reseñados como obras ex novo), que el ordenamiento de las cuatro piezas haya
tenido cierta concordancia con Santianes o Lena, es decir, dejar el centro del
cancel-barrotera preparado para la incorporación de los motivos circulares, en
tanto que los vegetales se marginan a los extremos. Es difícil conocer el
emplazamiento original de estas dos piezas superiores, pero no cabe duda de
su filiación a las ideas ya vistas en otras obras, es decir, motivos de doble tra­
dición, pero que por su talla simplificada podemos afirmar que se trata de pie­
zas locales, pero que no se sustraen a las corrientes visigodas que vemos en
otros ejemplos asturianos. A decir verdad, se nos podría recordar que existen
en artes similares precedentes, en concreto nos referimos a la tradición longobarda como la lacería presente en el relieve de la Adoración de los magos
en Dalmacia, pero que, desde luego, no es un motivo recurrente en la España
visigoda.
250
JO SÉ M ALLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
Conclusiones
Existen pues ejemplos referenciales que permiten constatar una función
propia de barrotera, hipótesis admisible por tres secuencias: a) la fecha de
datación de Santa Eulalia, enmarcada en el contexto áulico de Alfonso III y
la liturgia que precisa de tales elementos, b) los motivos icónicos de raigam­
bre visigoda, comparables tanto con los asturianos de los siglos IX-X como
con los procedentes de más allá de la cordillera, tanto en su tratamiento for­
mal como temático y c) por las circunstancias de su disposición y las eviden­
cias de los elementos de anclaje al iconostasio. Además, podemos constatar
tal función en cuanto al análisis tipológico, iconográfico y funcional, acorde
en dimensiones con otros ejemplos asturianos, teniendo siempre en cuenta
que las variaciones responden a que no existe sólo un modelo referencial, de
ahí los cambios en las dimensiones o los programas iconográficos. Los moti­
vos de interpretación eucarística, las rosetas, comunes a otros conjuntos de
iconostasio, creemos que permiten asignar estas piezas a una función com­
pletamente distinta de la que ahora cumplen.
Parece por tanto evidente que en Santa Eulalia existió una iglesia prerrománica, quizás ligada al entorno de la corte. De su planta no sabemos nada,
pero sí de su equipamiento y liturgia, pudiendo incluirse, con ciertas reservas,
en el catálogo de las obras auspiciadas bajo el reinado de Alfonso III.
LAS JAM BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
F ig u ra s 1 y 2. L a s ja m b a s n o rte y su r segú n e l d ib u jo o rig in a l d e V igil
251
252
JO S É M A LLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
F ig u ra s 3 y 4. P ie z a in fe rio r d e la s ja m b a s n o rte y su r (p ie za c en e l te x to ) ta l c o m o se
en cu en tran en la a c tu a lid a d
LAS JA M BA S DE SAN TA EU LA LIA DE M ORCÍN
F ig. 5. J a m b a n o rte. D e ta lle d e lo s elem en to s d e la c e r ía
253
Fig. 6. J a m b a n orte. D e ta lle d e la in s c r ip ­
ció n E R E N T N A M
254
JO S É M A LLO FERN Á N D EZ-A H Ú JA
F ig 7. J a m b a sur. D e ta lle d e la s ro s e ta y
d is c o so la r. C a s i b o r r a d a se a p re c ia la
la c e r ía d e c e n tro h ex a g o n a l
F ig 8. J a m b a sur. D e ta lle d e la in sc rip c ió n
y ele m e n to s v e g e ta le s . A D M P S S A E S
CAMPO AMOR Y «CLARÍN»: DOS ESCRITORES AMIGOS
JOSÉ Ma MARTÍNEZ CACHERO
Debió de producir conmoción no pequeña en la república literaria -quiero decir: las tertulias, las redacciones, las instituciones culturales (como el
Ateneo de M adrid)- la rotunda afirmación clariniana -artículo «Los poetas en
el Ateneo» (primera parte), publicado en El Día (Madrid, 30 de marzo de
18841- a propósito de la situación de nuestra lírica, despachada así:
«(...) al contar los poetas líricos por los dedos, comenzando por el pulgar, no
paso del que llaman del corazón, o sea el dedo del medio. ¿Nada más que tres
poetas? Nada más. Y si vamos a tomar a rigor el concepto, dos y medio. ¿Quién
son? Campoamor y Núñez de Arce los enteros, el medio (y un poco más)
Manuel del Palacio».
Conocemos, por ejemplo, la reacción (digamos que resignada) de Valera,
comunicada en carta a Menéndez Pelayo2:
«La disputa entre Clarín y Manuel del Palacio me aflige por los dos. En España
se considera tan poco a los hombres de letras, que es un dolor que ellos mismos,
en vez de ensalzarse, se arrastren por los suelos. Pero, después de este previo
sentimiento, me parece que Clarín tiene razón y Manolito no. Es vanidad, a mi
ver, monstruosa darse por ofendido de que sólo le tengan por medio poeta.
Cuánto más ofendidos pudiéramos estar usted, Ferrari, Velarde y yo, que, sin
duda, no somos para Clarín ni décimos ni céntimos de poetas.
Y sin embargo, nosotros no tenemos contra Clarín la menor queja. Cada cual es
libre de evaluar nuestra poesía_como se le antoje».
1 Las partes segunda y tercera del artículo salieron en los números correspondientes al 13 y 27 de
abril del m ism o año; posteriorm ente fueron recogidas todas ellas en el libro Serm ón p erd id o
(C rítica y sátira), 1885; pp. 1-50 de la segunda edición.
2 M anifestada años más tarde: carta número 302, fechada en San Ildefonso el 2 1 -V III-1889,
E p isto la rio d e V alera y M enéndez P elayo (1877-1905), pp. 424-425. Madrid, 1946.
256
JO SÉ Ma M A RTÍN EZ C A C H ER O
La alusión a Manuel del Palacio («Manolito») se debe a que éste no acep­
tó con tranquilidad la medición clariniana, pese a las matizaciones con que
Alas trató de explicarse: «Al no contarle como poeta entero, no es mi propó­
sito mortificarle. (...) Ser algo menos que un Campoamor, (...) no debe parecerle mal al popular autor»3, y se enzarzó con el crítico en una desagradable
polémica4.
Cabe preguntarse si una tan excluyente reducción en la nómina poética
de la época de la Restauración se correspondía, cualitativamente, con la rea­
lidad y a semejante pregunta anticipa Clarín su contestación considerando el
caso de Z orrilla, vivo a la sazón y poeta todavía en ejercicio. Recuérdese que
é l y Campoamor eran rigurosamente coetáneos como nacidos en 1817 y por
ello les cogió de lleno la explosión del Romanticismo en la que uno y otro
intervinieron, quedando su obra marcada para siempre pero como el tiempo
no pasa en balde ocurrió que al cabo de varias décadas y llegados a la época
que nos ocupa, la poesía última y penúltima de Zorrilla resulta no muy dis­
tinta en temas, forma y espíritu a la que le hiciera famoso, lo cual no sucede
con la de su colega ya que el Campoamor de las Doloras, por ejemplo, pre­
senta una apariencia y un fondo harto distintos a Ternezas y flores o Ay es del
alma, libros colocados en los comienzos de su carrera; así pues, lo que en
Zorrilla es una supervivencia, en Campoamor es una marcha hacia adelante.
Junto al reconocimiento entusiasta de los méritos que posee el autor del
Tenorio está asimismo el de que sus versos «no son de estos años» y conven­
drá recordar al respecto un principio según el cual cada tiempo tiene su lite­
ratura, una evidencia sobre la que volvería Clarín tiempo después al escribir:
«Cuando Espronceda todavía era leído con avidez y Zorrilla tenía admiradores,
Campoamor ya escribía, y nadie apenas se fijaba en él. Pasó el tiempo, y
Campoamor enterró, no sólo la actualidad de Espronceda (no su gloria), sino la
del mismo Zorrilla, que aún vive: y es que Zorrilla era un poeta sin anteojos;
entre su mirada de águila, de la juventud, y el mundo exterior, no había crista­
les; al llegar la vejez, cansada la vista y sin gafas, la visión de la realidad se hace
turbia, confusa, apagada. Y en tanto, Campoamor se venga del tiempo, sonrien­
do discretamente a los fenómenos detrás de sus antiparras de viejo verde»5.
Ninguno de los cultivadores de la poesía no incluidos en la reducidísima
nómina clariniana (como Emilio Ferrari y José Velarde, invocados por Valera
3 Sermón, pp. 11-14.
4 La ha contado N arciso A lonso Cortés en Jornadas, pp. 68-73, Valladolid, 1920. Más reciente­
mente, José Luis G ordillo Courciéres, Vida de M anuel d el P alacio con M a d rid a l fon do, pp. 233243, V alencia, 2000.
5 F olleto Literario VII, M useum, p. 19. Madrid, 1890.
C A M PO A M O R Y «CLARÍN»: DOS ESC RITO R ES AM IG O S
257
en su queja), presenta una característica singular que los asemeje al caso
Z orrilla y no es de nuestra incumbencia discutir aquí si sus presuntos valores
merecían alguna mayor consideración. Campoamor y Núñez de Arce eran los
poetas que desde años atrás venían mereciendo la alta valoración dada no sólo
por nuestro crítico pues, cada uno a su modo, encarnaban en sus versos el
espíritu de una literatura surgida con la revolución de 1868 -«Cam poam or
(afirmaba Leopoldo Alas) es el literato más revolucionario de España a pesar
de que milita en las filas de un partido conservador»- y continuaban repre­
sentando una novedad efectiva en nuestra poesía. Ambos eran personajes ilus­
tres, metidos a veces en las lides políticas y hasta ocupando por ello cargos,
académicos de la Lengua, aplaudidos y respetados, con imitadores uno y otro;
una pareja de colegas cuando la vida española parecía sustentarse sobre la
existencia de parejas por antonomasia como lo eran, junto a los poetas,
Cánovas y Sagasta en la política, Calvo y Vico en el teatro, «Frascuelo» y
«Lagartijo» en la tauromaquia. Clarín, que admiraba y elogiaba a los dos,
parecía inclinarse más por Campoamor, si llegase la comprometida hora de
declarar las preferencias, puesto que le reputaba único e inimitable.
Historia de una amistad
De 1817 (día 14 de septiembre), nacimiento en Navia de Ramón de
Campoamor y Campoosorio, a 1852 (día 25 de abril), nacimiento en Zamora
de Leopoldo Enrique García-Alas y Ureña van treinta y cinco años, diferen­
cia cuantitativamente importante pues supone -d e acuerdo con lo sostenido
por algunos teóricos del método de las generaciones- un espacio temporal
suficiente para la aparición de dos promociones intermedias; en nuestro caso,
entre el inicial romanticismo de Campoamor y el realismo-naturalismo de
Alas. Sin detenerse ahora en mayores precisiones, lo cierto es que la proce­
dencia literaria de uno y otro resulta harto distinta y únicamente la singulari­
dad del poeta Campoamor hace posible la efectiva convivencia literaria de
ambos; convivencia hubo también en lo personal, base de una amistad de la
cual ofrezco seguidamente alguna noticia.
Comienza el repertorio en el verano de 1878 (junio-julio) cuando Alas,
vecino de Madrid, se dispone a viajar a Oviedo para pasar las vacaciones con
su familia y se despide antes de los amigos que tenía en la villa y corte,
Campoamor entre ellos:
«Me voy, me voy de Madrid. Pero antes quiero despedirme de los amigos. D.
Ramón de Campoamor, Director de beneficencia y sanidad, vive, como cuenta
en uno de sus poemas, en la plaza de las Cortes ./En un gabinete de regular con-
258
JO S É M a M A RTÍN EZ CA CH ERO
fort, pero que no tiene nada de particular, yace el poeta sobre cómoda butaca y
(con zapatillas) en un cojín que no es oriental. Campoamor no tiene en su alco­
ba cachivaches ni chucherías; poeta subjetivo, vive para adentro y no necesita
cosméticos y aperitivos para su inspiración. Si necesitase del mundo exterior
para sentirse poeta, ¿cómo podría vivir ahora en este Madrid prosaico, insignifi­
cante, triste, inaguantable? /Tuve el honor de oír el primer canto de un poema
que aún no está concluido. El amor y el río Piedra será, por lo que de él conoz­
co, una de las más hermosas poesías del autor. Un desertor, que prefiere la muer­
te a la ausencia, invita a su amada, una molinera, a abandonar sus lares; y río
abajo se van los amantes, no sin que ella, por despedida le dé un beso a la rueda
del molino. ¿A dónde van? A matarse. No pueden vivir juntos y prefieren morir.
Pero no mueren. ¿Qué es de ellos? No lo sé; dice el autor que al cabo se hastían
de su amor; hasta tal punto que un dia en que dormían debajo de una espesura,
el desertor dio un beso en los cabellos a la desertora.
- Y nada más? Y nada más; lo juro”
¿Será así el amor efectivamente? Tampoco lo sé. Según las noticias, al pobre
desertor le fusilan después. No cabe duda de que esto es verosímil; porque así es
la disciplina»6.
Alas, doctorado ya en Derecho, se ganaba la vida con su trabajo en
diversas publicaciones periódicas madrileñas -aún no había sacado ningún
libro- y preparaba la oposición a la cátedra salmantina de “Elementos de
Economía Política y Estadística», próxima a celebrarse; contaba con la am is­
tad de Campoamor en grado no corriente y esto le autorizaba a visitarle en
su domicilio.
Tal vez se hubieran conocido en el Ateneo, socios que frecuentaban la
entidad. Alas, lector en su biblioteca, y Campoamor, tertuliano y protagonis­
ta de las lecturas poéticas allí celebradas. Pero anterior en fecha a la visita
citada, un libro de don Ramón, la decimotercera edición de Doíoras y
Cantares (Madrid, 1875), había sido comentado por Alas (bajo el seudónimo
de «Zoilito») en el semanario El Solfeo1: un artículo donde se llama al poeta
«genio rebelde a toda medida y compás", donde se insiste en la debatida cues­
tión del pesimismo de esa poesía, donde se matiza una posible semejanza con
el alemán Heine. Complacido en atender el fondo de las composiciones reco­
gidas en dicho libro, Clarín no trata ahora de sus aspectos formales y advier­
te que «es excusado detenerse a hablar al pormenor de las Doloras y decir
todos los elogios que merecen por razón de su forma».
6 Artículo «Correo de Madrid», R evista de Asturias, O viedo, número X X V (5-V II-1878), p. 298.
7 Núm ero 61, 3 1 - X - 1875.
C A M PO A M O R Y «CLARÍN»: DOS ESCRITO R ES A M IG O S
259
Lo que sigue en la crítica clariniana relativo a la obra de Campoamor es
un conjunto de testimonios de variada extensión, favorables aunque no libres
de algún reparo. Llegó a existir entre ellos una confianza (intimidad, si se
quiere) que explica las numerosas alusiones -d e mano de A las- como
«hablando conmigo», «yo he visto», «al mismo Campoamor le he oído» o
afirmaciones como «yo, que sé lo que D. Ramón me aprecia» o «es uno de
los literatos a quien más leo, a quien más trato, a quien más quiero, a quien
más admiro»; semejante confianza le permitiría revelar algún secreto (llamé­
moslo así) de su amigo -com o que «la tranquilidad de Campoamor depende
del más despreciable gacetillero» que haya podido censurarle-, o le autoriza
incluso a reconvenirle porque algo ha escrito mal don Ramón que, olvidado
de sí mismo, ha caído bajo la férula de Cánovas: «la influenza del estilo canovista ha cogido a don Ramón, y este modelo de prosistas olvida, por defender
lo absurdo, la construcción castellana, y cae de cabeza en anfibologías y sos­
tiene tesis disparatadas»8.
Un reducido número de cartas cruzadas entre Campoamor y Clarín añade
nuevas muestras amistosas: son tres de Clarín -escritas en ¿1871?, desde
O viedo- y cuatro de C am poam or-desde Madrid: 1883, 1884, 1885 y 1896-,
referidas las del primero al mismo asunto familiar (la colocación de su her­
mano Adolfo) y de asunto variado las de su corresponsal; de cierta extensión
las del crítico y breves las del poeta, quien limita a unas pocas líneas tanto el
pésame por el fallecimiento de los padres de Alas como la felicitación por el
primer tomo de La Regenta que «me parece superior a todas las obras de
todos esos novelistas con las cuales se suele Vd. entusiasmar. El estilo es pin­
toresco y animado; el plan, aunque lleno de incidentes, es claro; y el objetivo
tal vez es más trascendental de lo que Vd. se haya propuesto»9.
Asentado el catedrático Leopoldo Alas en Oviedo y en su Universidad
desde el curso 1883-84 -«de Oviedo no pienso salir (a no ser por temporadas)
en algunos años. Hago una vida de hombre bueno que me sienta muy bien.
Mi mujer y mi hijo (seis meses), mi casita con luz, aire, techos altos y vistas
a la nieve de Morcín; por café, la casa de mis padres, que ambos viven; en el
casino, billar; en la cátedra, algún discípulo listo, y libros de Vds. y trabajo
mío. No es mal lote», le confesaba a G aldós- y compartiendo Campoamor su
8 «Palique», M a d rid Cóm ico, 11-1-1890; p. 80 de Clarín, O bra olvidada, ... Madrid, Ediciones
Júcar, 1973.
9 Las cartas de Clarín fueron dadas a conocer por Ricardo de la Fuente Ballesteros, «A lgunas car­
tas dirigidas a Cam poam or (... y Clarín)», B1DEA O viedo, número 142, 1993, pp. 6 6 7 -6 7 0 .// Las
de Cam poamor, por D ion isio G am allo Fierros, «Campoamor ... escriben a D on Leopoldo A las»,
La E stafeta L iteraria, Madrid, número 2, 1944, p. 3; «(Tres) cartas a Clarín (de Campoamor):
pésam e por la muerte de su padre (y de su madre) y reacción ante el primer tom o de La Regenta",
M agister, O viedo, número 3, 1985, pp. 292, 293 Y 294.
260
JO SÉ M* M A RTÍN EZ CA C H ER O
vecindad m adrileña con las temporadas veraniegas en la dehesa de
Matamoros (provincia de Alicante), la relación directa entre ambos sería en
adelante sólo epistolar, con la excepción que suponían los viajes a Madrid y
las consiguientes visitas del autor de La Regenta al autor de las Doloras como
ocurrió en 1886, fruto de cuya estancia salió el primero de los Folletos
Literarios, Un viaje a Madrid; su capítulo cuarto está dedicado a contar la
visita hecha a Campoamor y esboza una impresión sobre el todavía no publi­
cado poema campoamorino Los amores de una santa pero lo que importa más
en este capítulo quizá sea la descripción del cuarto de estancia y trabajo (todo
en una pieza) del poeta, quien
«recibe en el gabinete contiguo a su alcoba, y unas veces recibe con un traje
ancho, de tela ligera, que le da cierta semejanza lejana, muy lejana con una oda­
lisca; y otras veces recibe en mangas de camisa, con un brazo extendido, espe­
rando que el criado se lo introduzca en la manga de la camisa; y así, sin darse
cuenta de su postura, discute con Platón, insulta a Aristóteles, desprecia al divi­
no Herrera o hace la apología de cualquier poetastro a quien en el fondo de su
alma desprecia de todas veras. Campoamor debe de escribir de pie, arrimado a
un armario, o sentado en una butaca y con el papel sobre las rodillas. No le
conozco mesa de escritorio. Lee mucho y escribe poco»10.
Era muy deficiente el estado del teatro de Vetusta ("nuestro Coliseo de la
plaza del Pan") pues «amenazaba ruina y daba entrada gratis a todos los vien­
tos de la rosa náutica» (La Regenta, capítulo XVI) y merecía por ello el más
prosaico nombre de «la catarrera"; cuando en 1890 está ya muy avanzada la
construcción en otro lugar de la ciudad de su sustituto, un grupo de cinco con­
cejales propone a la corporación que se le dé el nombre de Campoamor, pro­
puesta que defendió Leopoldo Alas alegando que «asignado el nombre de
Jovellanos a otros teatros, siendo de muchos desconocido el de Candamo
(Bances Candamo, el dramaturgo calderoniano del XVII) y careciendo ahora
Asturias de autores dramáticos de cierta talla (...), se impone en la ocasión
presente la necesidad de acudir a un poeta lírico y como entre ellos descuella
en grado eminente el ilustre asturiano Ramón de Campoamor, de aquí el pen­
samiento de adscribir su nombre al coliseo en construcción honrando así los
merecimientos de tan insigne coterráneo»11.
El último viaje madrileño de Alas fue en noviembre de 1897, invitado
por el Ateneo para explicar unas lecciones sobre Teorías religiosas de la filo ­
10 F olleto Literario 1, Un viaje a M adrid, pp. 41-42. Madrid, 1886.
11 R ecogida la propuesta en el libro de Actas del Ayuntam iento de O viedo, sesión del 10 de mayo
de 1890.
C A M PO A M O R Y «CLARÍN»: DOS ESCRITO R ES A M IG O S
261
sofía novísima; pasó en Madrid casi mes y medio. El éxito fue considerable:
asistencia de público, noticias en la prensa, nuevas amistades. Para entonces
Campoamor, viudo, que apenas escribía y publicaba, muy decrépita su salud,
era ya la ruina dolorosa que vio y contó Rubén Darío en una de sus crónicas
para La Nación, de Buenos Aires.
Clarín, crítico elogioso de Campoamor (con reparos)
Desde el artículo de 1875 en El Solfeo (desde antes quizá) Clarín segui­
ría atentamente la marcha de la obra campoamorina en sus colaboraciones
periodísticas, alguna un tanto precipitada, y tenía el propósito, no cumplido,
de escribir un estudio más ordenado y largo» que iba a titularse simplemente
Campoamor.
Empiezo el repaso por lo que no son versos y así tendremos, en primer
lugar, una breve mención del teatro, que no parece fuera santo de su devoción
pues lo reputaba “falso y conceptuoso» aunque admitía las posibilidades
representables de Cuerdos y locos y afirmó que la pieza A sí se escribe la
Historia «estaba cuajada de bellezas» .
Del ensayo El ideísmo proclamaba que «es, principalmente, un alarde de
original y portentosa fantasía, aplicada a materias (la Metafísica) en que no
suele haber muy brillantes lucubraciones de esta admirable y consoladora
facultad del alma"(13). Más le llamaba la atención la Poética, libro del que se
ocupó en dos ocasiones, correspondientes a su primera (1883) y segunda edi­
ción (1890). Polo opuesto a la debida a Aristóteles, tan ordenadamente distri­
buida, Campoamor no pretendió «rigor didáctico, ni sigue la materia por pasos
contados, sino saltando de un asunto a otro, como le viene en antojo, dejando
muchos, repitiendo bastantes"; una peregrina mezcla de seriedad y burla esta
obra de Campoamor pues «ofrece al lado de profundas verdades (...) pequeñas
paradojas para que no se crea aquello, ni siquiera porque él lo crea, sino por
gracioso alarde de ingenio»14. Otras cosas encuentra Alas en el libro que mere­
cen su aplauso: «rasgos de profundísima intención: reglas seguras (...) ; esa
singular enseñanza que da de vez en cuando al crítico que anda el poeta que
vuela». Por todo ello, concluye Clarín, «es (libro) más útil que otros muchos
que tratan igual asunto con apariencia de sistemáticos y metódicos. Y sobre
todo, es más sencillo, más ameno, de más calor y más vida»15.
12
13
14
15
Serm ón,
Serm ón,
Serm ón,
Serm ón,
p. 46.
p. 255.
pp. 142 y 137-138.
pp. 147-148 y 150.
262
JO S É M a M A RTÍN EZ CA C H ER O
Años más tarde vuelve complacidamente a la Poética, cuya segunda edi­
ción presenta modificaciones y novedades que no deben caer en saco roto y
resalta el hecho de que este libro ofrece la feliz conjunción en su autor de un
poeta y un crítico notables -«Campoam or ha sido el primer poeta español de
nuestros días que se ha hecho acompañar siempre, o casi siempre, de un crí­
tico, que era él mismo. Esto, que fuera de España es tan frecuente (...),16- , lo
cual le permite interpretarse a sí mismo hasta caprichosamente. De semejan­
te actitud son ejemplo unas cuantas aseveraciones con las que su comentaris­
ta está en desacuerdo y antes de mostrarlo alude a los «mil y mil elogios» que
dedicó a la obra de Campoamor, compatibles con «poner reparos a algunas de
sus afirmaciones (contenidas en la Poética)» como las tres siguientes: a), que
«el arte supremo sería escribir como piensa todo el mundo» (Museum, 24),
peligrosa afirmación que Clarín corrige con esta sensatísima variante, casi
verdad de Pero Grullo: «el arte supremo sería escribir como escribiría todo el
mundo..., si supiera escribir lo que piensa... como se debe escribir» (idem,
26); b), la postura campoamorina sobre la llamada crítica analítica, entendida
como «censura de los defectos de ejecución» (idem, 30) y mal vista por el
poeta de las Doloras censurado en ocasiones por los críticos (Clarín entre
ellos) en razón del uso no pertinente de ciertos consonantes en sus versos, crí­
ticos a quienes Campoamor pedía que dejaran «esas simplezas (...) y elevar el
entendimiento a una crítica elevada, examinando si mis asuntos son buenos,
los planes regulares, el desempeño feliz y el fin de la obra trascendental
(idem., 39), postura no compartida por Alas para el que siempre contaron en
el enjuiciamiento de la obra literaria los aspectos formales; c), ni Campoamor
está conforme con la crítica satírica, practicada (según cree) por gentes de
entendimiento corto y alma pequeña, como lo fuera el dómine Hermosilla, ni
Clarín lo está con el rechazo de su colega a un procedimiento legítimo y
medio el más eficaz que cumple con «la necesidad de llamar tontos a los ton­
tos, de burlarse de los ingenios hueros y desengañar al público» (idem, 47).
El examen clariniano, aunque largo, no ha pasado de las primeras páginas de
la Poética y su remate queda pendiente y prometido para otra ocasión que no
llegará a producirse.
A la obra en verso de Campoamor dedica nuestro crítico atención reite­
rada, lo mismo a determinados poemas que a conjuntos de ellos, y siempre o
casi siempre el elogio preside sus opiniones. Entre los poemas sueltos comen­
tados figuran: Los buenos y los sabios -«portento de poesía cuyo protagonis­
ta, Juan Soldado, «es el santo sin talento, sin cultura, casi sin conciencia de su
11
santidad» y «su triste y poética historia arranca lágrimas» en quienes la leen - ;
16 Museum , p. 17.
17 La literatu ra en 1881, p. 154. Madrid, 1882.
C A M PO A M O R Y «CLA RÍN »: DOS ESCRITO R ES A M IG O S
263
Cómo rezan las solteras -para Alas, «un alarde de penetrante, vivo y fresco
18
ingenio, de aguda observación y de estilo incomparable» - o Los amores de
una santa -donde personajes mayores y menores, determinadas situaciones,
las cartas que se dirigen los amantes (Carmela y Pablo), la originalidad y pro­
fundidad de los pensamientos sustentadores y su expresión «precisa, rápida»
son algunos de los logros más destacados.
Conjuntos de poemas campoamorinos en volumen fueron también obje­
to del comentario clariniano como es el caso de los Pequeños Poemas, que
son «la poesía de lo pequeño, de lo pequeño a los ojos de los distraídos, del
vulgo, de los poco delicados» y por ello puede establecerse una analogía - la
establece C larín- con el alemán Juan Pablo Richter, quien «tenía la pasión de
lo pequeño, de lo olvidado, de lo insignificante»19; dentro de esta especie
caben el «puro simbolismo de sus ideas y sentimientos", la «expresión dra­
mática de una psicología profunda y perspicaz, de una observación fina,
valiente»20; por el tono y estilo hay Pequeños Poemas dramáticos, lírico-dramáticos y épico-líricos. El crítico formula algún reparo respecto de la forma
pues Campoamor «debiera desterrar de sus poemas ese cúmulo de consonan­
tes vulgarísimos, esas asonancias molestas y esos giros prosaicos (los adver­
biales y las oraciones de gerundio, en que tan lamentablemente abunda) que
en nada favorecen a sus poesías»21. Disconforme Alas con la definición de la
Humorada debida a su inventor -«un rasgo intencionado»-, ejemplifica para
mostrar cómo bastantes de las composiciones así denominadas no cumplen
con semejante intencionalidad, cuestión si se quiere baladí pues importa más
su contenido, donde destaca ciertamente el humor.
Como resultado de estos y otros comentarios aquí no recogidos se obtie­
ne una visión panorámica de la poesía campoamorina de mano de Leopoldo
Alas en la que hacen acto de presencia aspectos como: la aproximación, posi­
ble en la práctica, de la lírica al Naturalismo, aparente antinomia a la que
Campoamor daría solución satisfactoria en poemas como Los buenos y los
sabios; el ensalzamiento de lo pequeño y supuestamente insignificante o vul­
gar como material apto para su tratamiento poético; su condición de humo­
rista, que tantas veces se manifiesta caprichosa en esas salidas u ocurrencias
que sorprenden muy mucho a los lectores; la condición de pensador que, en
la práctica, se descubre en las digresiones ya a su cargo ya en boca de sus per­
sonajes: «No es un filósofo que se haya dedicado a hablar en verso para que
le oigan, ni un poeta que se haya dedicado a filosofar para que le llamen pro­
18
19
20
21
Serm ón, p. 49.
S olos d e Clarín, pp. 270 y 268. Madrid, 1891; cuarta edición.
Serm ón, p. 18.
Solos, p. 276.
264
JO SÉ Ma M A RTÍN EZ CA C H ER O
fundo y trascendental (vocablo inoportuno), es todo un poeta filósofo»22. Un
poeta, finalmente, en la estimación de Leopoldo Alas, por quien diríase que
no pasa el tiempo pues a la altura de 1881, con sesenta y cuatro años, «no
decae, ni se vuelve chocho, como dicen y desean sus enemigos; sus defectos
no se acentúan, los peligros de su manera no le arrastran a donde llevan de
cabeza a sus imitadores; Campoamor, poeta, no envejece, cambia»23.
Final
Una larga amistad en el tiempo, intensa y cordial, fue la que unió al poeta
Campoamor y a su crítico Leopoldo Alas pese a cualesquiera diferencias -d e
edad, temperamento, ideología- que pudieran afectarla. Murió don Ramón el
12 de febrero de 1901 y meses después (13 de junio) fallecía don Leopoldo;
éste, ya envejecido (pese a su edad: no había cumplido los cincuenta años) y
enfermo, se sobrepuso a todo y quiso expresar públicamente el dolor que sen­
tía, participando en la velada necrológica homenaje al amigo muerto (teatro
Campoamor, Oviedo, 27 de febrero) con una sentidísima peroración que con­
movió a los oyentes:
«Según rezaba el programa, debía estudiar en su discurso los Pequeños Poemas;
pero fuéranle ustedes con programas al famoso crítico. (...) ¿De qué habló
Clarín? Pues sencillamente de todo menos del tema de su peroración. Habló de
todas las cosas, pero sin orden ni concierto, según se iban enredando, como cere­
zas, y siempre precipitado, ingenioso, cáustico, haciendo reír y haciendo pensar,
jugando con los pensamientos, derrochando amenidad»24.
22 Serm ón, pp. 39-40.
23 N ueva cam paña, p. 19. Madrid, 1887.
24 Es el testim onio del canónigo del cabildo ovetense M axim iliano Arboleya, uno de sus oyentes,
recogido en el artículo «A lm a religiosa de Clarín. (Datos íntim os e inéditos), R enovación Social,
O viedo, 1926, números 46 a 49.
IN MEMORIAM. JOSÉ LUIS MAYA GONZÁLEZ
(1949-2001).
MIGUEL ÁNGEL DE BLAS CORTINA
El día 21 de junio último moría en Barcelona el arqueólogo José Luis
Maya tras meses de animoso enfrentamiento a su irremediable enfermedad.
Aunque nacido en Albacete, su madre que le sobrevive era de Ablaña,
siempre se consideró asturiano por ascendencia y vínculos vitales. Afincado
con su familia en Oviedo en 1961 cursó parte del bachillerato inferior en el
ovetense Colegio Hispania y los cursos superiores en el de Santo Domingo, a
pocos minutos de su domicilio; después, inclinado hacia las humanidades
estudió Filosofía y Letras, sección de Historia, en la Universidad ovetense,
finalizando la etapa normativa de la licenciatura en 1971.
Interesado en general por la Antigüedad, y en particular por las tempra­
nas civilizaciones orientales, hubo de ser el contacto con la arqueología aca­
démica y su atención a la arqueología ibérica y a la de Asturias, el factor
determinante de su futuro profesional. Alumno pues de Prehistoria y de
Arqueología clásica, asignaturas del primer año en una especialidad de
Historia que por entonces, rala en medios humanos y materiales, era poco más
que un primer boceto, conoció en las aulas al Dr. José Manuel González
(1907-1977) que ya había dado a la luz su catálogo de los castros en Asturias.
Fue en una excursión estudiantil en el otoño de 1968 cuando tuvimos
nuestras primeras charlas mientras ascendíamos al Picu la Pomará, en la
parroquia de Villoria (Laviana). La excursión, dirigida por el profesor
González, respondía a su peculiar estilo: reunión a hora temprana del domin­
go elegido en la plaza ovetense de Porlier, desde donde partían los autobuses
“El Carbonero” que cubrían la línea Oviedo-Pola de Laviana, para desde esta
última localidad caminar hasta Entrialgo y emprender caleya arriba el ascen­
so a La Pomará. En aquella visita a uno de esos castros inexcavados y de
estructura apenas inteligible en su soterramiento arrancó nuestra relación, que
iría después haciéndose más estrecha y afectiva, con J. M. González.
A menudo excursionista solitario, desde los años últimos de mi bachille­
rato, a la búsqueda de cavernas inexploradas, vestigios romanos y medievales
266
M IG U EL Á N G EL DE BLAS CO R TIN A
o puentes antiguos..., encontré en Maya, como siempre le llamamos, al camarada que pronto se incorporó, con tanto o mayor enstusiasmo que el mío, a
aquellas desordenadas y alegres caminatas. La extensión de los recorridos y
la brevedad de los días invernales nos habituaron a las visitas bajo la luz cre­
puscular o ya en franca oscuridad, condiciones que aportaban un regusto de
misterio a la exploración de los caserones rurales y de las iglesias solitarias
en el campo. Disfrutamos con tales hábitos de más de una inesperada carrera,
perseguidos por perros más desconcertados que furiosos, de mojaduras y ate­
rrizajes en barrizales. En el ámbito de los intereses enjuego entraban también
las cuevas, exploradas a la luz del acetileno, y sus restos de pinturas y graba­
dos de filiación paleolítica, vestigios que alimentaron proyectos de estudio,
sumando topografías, fotos y calcos, que a la postre nunca llegarían a cuajar
en obra impresa.
Las salidas con José Manuel González al campo durante el curso acadé­
mico y las frecuentes tertulias arqueológicas en su casa tuvieron una influen­
cia definitiva en nuestra decantación hacia ámbitos de estudio menos difusos.
Siguiendo el orden de antigüedad en la licenciatura fuimos orientándonos
hacia un campo concreto de trabajo, optando Maya, el primero en tal orden,
por la cultura castreña.
Rematado el último curso de Historia en Oviedo se encontró, a fines del
verano de 1971, con una imprevista oportunidad laboral en Cataluña. Eran
aquellos los años iniciales del desbordamiento del alumnado en las universi­
dades como fruto del “desarrollismo” económico de los años cincuenta y del
subsiguiente incremento demográfico. La versión española del baby boom dio
lugar entre otros efectos a la creación de nuevos centros universitarios y a la
improvisación de un profesorado que en muchos casos acababa de abandonar
los bancos de las aulas. Se inaguraba aquel octubre de 1971 el Colegio
Universitario de Lérida como filial de la Universidad Autómoma de
Barcelona, centro en el que merced a E. Ripoll Perelló, quien fuera Profesor
agregado de Prehistoria en la universidad ovetense en el cuso 1969-1970,
encontraría José Luis Maya su primer destino docente.
Precariamente asentado en la ciudad catalana, hubo de compatibilizar su
propia adaptación a la docencia con la puesta a punto de la Memoria de licen­
ciatura sobre los castros de Asturias, leída en Barcelona en 1972 y basamen­
to de su posterior Tesis doctoral defendida también en la Autónoma en 1975,
trabajo que se sustanciaría en La cultura material de los castros asturianos,
libro aparecido en 1988. En aquellos primeros años de los setenta supo ade­
más encontrar un resquicio de ánimo y más esfuerzo para concurrir en Madrid
a las oposiciones al cuerpo de directores de museos arqueológicos, tarea en la
que le faltó la benévola complicidad de algún sector del tribunal. El título de
doctor y las urgencias docentes propiciaron su paso al departamento de
IN M EM O RIA M : JO SÉ LUIS M AYA G O N ZÁ LE Z (1949-2001)
267
Prehistoria de la Autónoma barcelonesa, en Bellaterra, donde ya profesor
numerario cumplió gran parte de su carrera docente e investigadora; una últi­
ma oposición le llevó a la Universidad Central de Barcelona donde ejercía.
Pese a las premuras de los intensos y difíciles primeros años y de su dedi­
cación al universo castreño logró, sin embargo, adentrarse en la arqueología
ilerdense con la paulatina revisión de yacimientos y de materiales que pronto
condensaría en su Lérida prehistórica, editada en 1977.
Hasta entonces su contacto con la arqueología de los castros se había
limitado a los fondos museísticos y a los materiales dispersos en colecciones,
a los testimonios bibliográficos y al reconocimento externo, topográfico, de
los poblados, de modo que su primera excavación castreña en un medio no
hollado fue la que compartimos en 1978 en el castro de Larón (Cangas del
Narcea), enrocado en la vertiente meridional de la Sierra del Rañadoiro. Fue
ésta, en cierta medida, la continuidad de la colaboración que habíamos man­
tenido durante años, expresada en algún breve artículo juvenil como los apa­
recidos en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, revista que aún
contó con alguna colaboración suya posterior.
La identificación por José Manuel González de la Campa Torres, en
Gijón, como emplazamiento hasta entonces ignoto de un castro marítimo,
animó una campaña exploratoria que Maya acometería en 1979, tanteo que
vino a determinar su posterior vínculo con el proyecto arqueológico de Gijón
que promoviera el finado arqueólogo gijonés M. Fernández- M iranda y en el
que las investigaciones en la Campa constituían un objetivo principal.
Dos yacimientos afrontados en los primeros años de arqueólogo confor­
marían los ejes de referencia de toda su posterior vida profesional: por un lado
la Campa, atendida con campañas estivales a lo largo de dos decenios, por
otro el poblado ilerdense de Genó. Ambas estaciones arqueológicas fueron
objeto de sendas monografías en las que se reúnen junto a su trabajo personal
las tareas de los especialistas implicados en los frentes abiertos por la inves­
tigación. Próximas en el tiempo, Genó: un poblado del Bronce Final en el
Bajo Segre (Lleida) aparecería en Barcelona en 1998, mientras que El castro
de la Campa Torres. Período prerromano, lo haría en Gijón en mayo de 2001,
en un emotivo acto de presentación (y ya de irremediable despedida) en el que
el esforzado coraje de José Luis Maya no podía disimular los estragos de una
dolencia voraz.
La publicación de esta obra postrera con su aire de ciclo cumplido no es
más, sin embargo, que la apariencia enmascaradora de la tarea inacabada, la
evidencia de la brusca interrupción del camino que, para un hombre perma­
nentemente activo y apenas rebasada la cincuentena, con una vida sobria,
ordenada y de tenaz trabajo, todos preveíamos tan fructífero como largo.
268
M IG U EL Á N G EL DE BLAS CO RTIN A
J o s é L u is M a y a en e l
p u e r to d e L u a rc a tr a s su
p r im e r a v is ita a l c a s tro
d e C o a ñ a en la
p r im a v e r a d e 1 9 6 9
(fo to g r a fía d e M ig u e l
A. d e B las).
MEMORIA DEL CURSO 2000-2001
El curso 2000-2001 de estudios, investigaciones y actividades del Real
Instituto de Estudios Asturianos se abrió oficialmente en sesión pública y
solemne celebrada el día 9 de noviembre, con la lección inaugural impartida
por don Antonio Gallego Gallego, quien pronunció la conferencia titulada La
música en los poetas asturianos. De Campoamor a Víctor Botas.
El Instituto agradece especialmente la asistencia de los familiares de los
poetas.
ALTAS Y BAJAS DE MIEMBROS
Nuevos miembros numerarios
Durante este curso ha sido recibido como miembro de número perma­
nente don Agustín Hevia Ballina, en el área de conocimiento de la Comisión
2a (Historia, Geografía, Antropología, Folklore y Etnografía).
Por otra parte, en el Consejo General de 17 de octubre se han realizado
las votaciones para cubrir las tres plazas de miembros de número permanen­
te convocadas previamente. Han resultado elegidos don Francisco Javier
Barón Thaidigsmann, don Florencio Friera Suárez y don Ramón Rodríguez
Alvarez, que procederán a la lectura de sus discursos de ingreso a lo largo del
próximo curso académico.
Nuevos miembros correspondientes
A propuesta de la Junta Permanente, el Consejo General ha acordado
dejar en suspenso los nombramientos de nuevos miembros correspondientes
mientras continúe en estudio la reforma de la ley 7/1988 que rige el RIDEA.
Bajas producidas
Hemos de lamentar la irreparable pérdida de varios miembros del
RIDEA.
Miembros eméritos: el 7-10-2000 ha fallecido don Ignacio de la Concha
270
M EM ORIA DEL C U RSO 2000-2001
Martínez y el 24-10-2000, don Magín Berenguer Alonso, ex secretario gene­
ral del Instituto.
Miembros correspondientes: el 1-2-2001, don Rafael Lapesa Melgar; el
18-6-2001, don Luis Airones Peón, y el 26-6-2001, don Francisco Serrano
Castilla.
Quede constancia de las más sinceras condolencias por parte de todos los
miembros y personal del RIDEA.
ACTIVIDADES Y RECURSOS
En cumplimiento de los fines que la ley marca al Instituto, éste ha conti­
nuado cultivando la investigación, fomento, promoción y difusión de la cul­
tura asturiana:
Publicaciones, proyectos de investigación sobre Asturias, conferencias
propias y en colaboración con otras entidades e instituciones culturales, informatización y puesta a disposición los fondos de la biblioteca, catalogación de
los archivos que pertenecen al Instituto, cesión del patio y de la galería del
palacio Conde de Toreno para diversas exposiciones y actividades, etc.
Pasamos a exponerlo de forma pormenorizada:
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ASTURIANA:
Continúa el segundo año del Atlas corológico de la flo ra asturiana, pro­
yecto de investigación dirigido por don Matías Mayor López, que cuenta con
el becario don Luis Carlón. Finaliza el próximo curso con la publicación por
el RIDEA de los resultados del estudio.
PUBLICACIONES:
Es la actividad más desarrollada por el Instituto en su afán de difundir y
dar a conocer los distintos aspectos de la cultura asturiana. Resumimos a con­
tinuación las publicaciones del RIDEA durante este curso:
Discurso de ingreso como miembro numerario permanente: don
Agustín Hevia Ballina pronuncia su discurso de ingreso el día 10 de octubre,
con el título “Los archivos de la iglesia, memoria viva de la comunidad cris­
tiana, testigos de la vida y de la historia”, siendo contestado por el miembro
de número don Francisco Javier Fernández Conde.
M EM ORIA D EL CU RSO 2000-2001
271
Colección Fuentes y Estudios de Historia de Asturias
N° 21 -O rígenes Hispanogodos del Reino de Asturias, de don Armando
Besga Marroquín, el 20 de noviembre. Realizó la presentación don Juan
Ignacio Ruiz de la Peña, subdirector del Instituto.
N° 22.-D . Agustín González Pisador, obispo de Oviedo, de don Juan José
Tuñón Escalada, el 13 de diciembre. Presentó al autor don Feo. Javier
Fernández Conde.
N° 23 -Pobreza y beneficencia en Asturias en la 2a mitad del s. XVIII, de
doña Lidia Anes Fernández, el 31 de enero. La presentación la realizó el
director del RIDEA, don José Luis Pérez de Castro.
N° 24 -E l Registro de Corias, de don Alfonso García Leal, el 15 de
enero. Presentado por doña Ma Josefa Sanz y don Perfecto Rodríguez.
N° 25 -L a form ación de la red parroquial de la diócesis de Oviedo, de
don Miguel Calleja Puerta, el día 14 de febrero. Presentado por don Juan
Ignacio Ruiz de la Peña.
N° 26 -E l título “abad de Covadonga ”, dignidad en la catedral de
Oviedo: aportación a un centenario, de don Justo García Sánchez.
N° 21 -Patrim onio histórico y cultural del concejo de Sariego, de don
Florencio Friera Suárez. Ha sido presentado en Vega de Sariego el 20 de julio
por el alcalde de Sariego, don Javier Parajón, y por doña Ma Josefa Sanz en
representación del RIDEA. Ha colaborado en esta edición la Fundación de la
Caja Rural de Asturias.
Serie biográfica
N° 1 -M elquíades Alvarez: un liberal en la Segunda República, de don
Luis Iñigo Fernández. El autor ha sido presentado por don Reiniero A.
Saavedra, secretario general de la Fundación Melquíades Alvarez, y por don
Manuel Alvarez Buylla.
Publicaciones periódicas
El Boletín de Ciencias n° 46, bajo la dirección de don Matías Mayor
López, y los Boletines de Letras n° 155 y 156, bajo la dirección de don Isidoro
Cortina Frade, se encuentran ya a disposición del público.
Conferencias publicadas
Dentro del ciclo Asturias fin de Siglo, la conferencia El sector lácteo:
consideraciones, actitudes y perspectivas, dictada por don Francisco
Rodríguez.
Homenaje a Mon con la conferencia Alejandro Mon, un bicentenario,
impartida por don Gonzalo Fernández de la Mora.
272
M EM ORIA D EL C U RSO 2000-2001
CONFERENCIAS IMPARTIDAS:
Otra actividad cotidiana en el Instituto es la celebración de conferencias
sobre distintos aspectos que interesan a Asturias. Durante el curso 2000-2001
se han impartido las siguientes:
18/10/2000.-Planías medicinales y aromáticas de Cuba y Asturias, por
doña Natalia Bolívar, invitada del miembro numerario del RIDEA don Matías
Mayor.
09/11/2000-L a música en los poetas asturianos. De Campoamor a
Víctor Botas, lección de inauguración del curso académico del RIDEA
2000/2001, impartida por don Antonio Gallego.
Conmemoración del centenario del fallecimiento de Campoamor; coor­
dinado por don José Luis Pérez de Castro y don José Ma Martínez Cachero:
22/11/2000.-Cam poam or político, por don Manuel Lombardero.
25/01/2001.-L a aventura colombina según Ramón de Campoamor: el
poema épico “Colón” (1853), por don José Luis Campal.
El ciclo finalizará en el próximo curso académico.
Ciclo Jubileo 2000, coordinado por doña Ma Josefa Sanz:
16/11/2000.-L as reliquias de Oviedo. Religión y poder, pronunciada por
don Miguel Calleja.
12/12/2000.-L a s reliquias de Oviedo y sus localizaciones: el Monsacro
y la Catedral ovetense, pronunciada por doña Ma Pilar García Cuetos.
19/12/2000.-Peregrinación y reliquias: la ruta León-Oviedo, por doña
Ma Josefa Sanz, que clausura el ciclo.
Ciclo Asturias fin de Siglo, coordinado por don Rafael Anes:
30/11/2000.-EI sector lácteo: consideraciones, actitudes y perspectivas,
pronunciada por don Francisco Rodríguez como clausura del ciclo.
Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Mon, en colabora­
ción con el Ayuntamiento de Oviedo, Cajastur y la consejería de Hacienda del
gobierno del Principado de Asturias:
26/02/2001 .-Colocación de placa conmemorativa en la casa donde nació
y falleció D. Alejandro Mon y Menéndez, en el n° 20 de la hoy llamada calle
Mon, de Oviedo.
Conferencia en el RIDEA: Mon reformador, pronunciada por don
Gonzalo Fernández de la Mora y Mon.
14/06/2001 .-Conferencias en Cajastur: La fam ilia Mon en la historia
de Asturias, por don Manuel de Abol-Brasón; Alejandro Mon en la p olíti­
M EM ORIA D EL CU RSO 2000-2001
273
ca, por don Miguel Artola; Alejandro Mon en la economía asturiana, por
don Germán Ojeda; El Alejandro Mon que recuerdo, por don Fabián Estapé
(17-7-01).
El ciclo finalizará en el próximo curso académico.
Ciclo etnografía y folklore asturiano (III), coordinado por don José Luis
Pérez de Castro:
01/03/2001-L o s viejos en los pueblos de Asturias: expresión de un cam­
bio y de una crisis, por don Adolfo García.
08/03/2001—El género fem enino en la toponimia de la montaña asturia­
na, por don Julio Concepción, conmemorando a su vez el día de la mujer tra­
bajadora.
15/03/2001-E l tejo: el árbol de la vida, por don Ignacio Abella.
22/03/2001.-C artas desde América: el valor de la correspondencia para
el estudio de la etnografía, por don Joaquín López.
29/03/2001 -Folklore, historia y mito en los inicios de la Reconquista
asturiana, por don José Manuel Gómez Tabanera.
05/04/2001.-L a tradición allerana en su poesía popular, por don
Joaquín Fernández.
19/04/2001 -E l traje popular en la mujer asturiana: complementos, por
don José Luis Pérez de Castro, clausurando el ciclo.
La mayor parte de las conferencias sobre Etnografía y folklore asturia­
no ciclos (I), (II) y (III) se publicarán en un solo volumen en el próximo
curso.
Ciclo Clarín visto en su centenario (1901-2001), coordinado por don
Agustín Coletes Blanco:
10/05/2001.-La crítica literaria de “Clarín”, ¿un sermón perdido?, por
don José Ma Martínez Cachero.
17/05/2001.-L a huella inglesa en “Clarín”, por don Agustín Coletes .
31/05/2001.-A nte “Clarín ”: Ramón Pérez de Ayala y Leoplodo Alas, por
don José Ramón González, de la universidad de Valladolid.
4/06/2001 -Lectura fem inista de “La Regenta”, por doña Ma del Carmen
Bobes.
7/06/2001.-M i “Regenta” veinte años y un “Q uijote” después, por don
John Rutherford, de la universidad de Oxford.
11/06/200¡ . - “C larín” entre Madrid y Asturias (1872-1882), por don
Jean-Fran9ois Botrel, de la universidad de Rennes.
13/06/2001.- “Clarín”, autor de aromas, por doña Juana G. Peliz
Nadaya.
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El ciclo de conferencias sobre el Centenario de la Basílica de Covadonga
se celebrará en el próximo curso académico.
EXPOSICIONES Y COLABORACIONES:
Las dependencias del palacio Conde de Toreno, patio, galería y salón de
actos, al igual que en cursos anteriores, han estado a disposición de otras enti­
dades e instituciones sin ánimo de lucro, con las que hemos colaborado acti­
vamente en la realización de actividades.
Así, han utilizado estos recursos:
• El 19 de octubre, en el salón de actos.-Presentación del proyecto para
Asturias La mujer en la empresa. El trabajo mercantil de las mujeres,
dentro de la iniciativa NOW de la Unión Europea. Este acto ha sido orga­
nizado por la Fundación Universidad de Oviedo en colaboración con el
Instituto de la Mujer de la consejería de Presidencia del Principado, con la
consejería de Trabajo y Promoción de Empleo y con los programas NOW
y Fondo Social Europeo de la Unión Europea.
• Del 20 de noviembre al 13 de enero, en el patio.-La Asociación Belenista ha
tenido expuesto su belén emblemático en el patio del palacio Conde de Toreno.
• Del 24 de noviembre al 1 de diciembre, en el patio v salón.-El día 24 la
Dirección General de Servicios Sociales ha presentado en el salón el calen­
dario solidario Cooperación al desarrollo-12 puntos de vista, presentado
por el consejero de Asuntos Sociales y los pintores contemporáneos astu­
rianos que han colaborado, entre los que podemos destacar a Melquíades
Alvarez, Legazpi, Mayte Centol, Kely Méndez Riestra, Ramón Rodríguez
y Ricardo Mojardín. Los cuadros han estado expuestos en el patio.
• El 14 de diciembre, en el salón de actos.-Presentación del libro La histo­
ria de la Cruz Roja en Asturias, publicación que recoge la labor realiza­
da por la institución benéfica desde su fundación en 1874 en Oviedo hasta
la fecha presente. Ha intervenido en el acto el secretario de la oficina auto­
nómica de Asturias, don Juan Carlos González Alvarez.
• Del 15 de diciembre al 15 de enero, en la galería v salón.-El día 15 se pre­
senta la exposición fotográfica organizada por Médicus Mundi 30 años de
compromiso con los países del sur, con motivo del 30 aniversario de esta
institución en Asturias. Ha intervenido doña Isolina Riaño, presidenta de
Medicus Mundi Asturias.
• El 23 de enero, en el salón de actos.-Presentación de conclusiones de las
Jornadas sobre el plan de drogas para Asturias: la integración social en
drogodependencias, acto organizado por el Servicio de Coordinación del
Plan de Drogas de la consejería de Salud y Servicios Sanitarios del
Principado. Ha coordinado el jefe del servicio, don Félix Ferreiro.
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El 27 de febrero, en el salón de actos.-X I curso de experto universitario
en protocolo y cerem onial, organizado por el Vicerrectorado de
Posgraduado de la Universidad de Oviedo.
El 26 de marzo, en el salón de actos-L a Dirección General de Medio
Ambiente del Principado ha invitado a don Wilson Torres Espinosa, vice­
presidente mundial del programa Hombre y Biosfera, MAB de la UNESCO,
a impartir la conferencia Las reservas de la biosfera en el marco inter­
nacional. Don Víctor Vázquez, director general, le ha presentado, aprove­
chando para agradecer la reciente entrada en la reserva de la biosfera de dos
espacios asturianos: el Parque Natural de Somiedo y la Reserva Natural
Integral de Muniellos.
La Red M undial de Reservas de la Biosfera ha recibido este año el pre­
mio Príncipe de Asturias de la Concordia; que simboliza el esfuerzo de los
hombres para preservar el entorno natural. El RIDEA felicita a todos los
que participan en este proyecto.
Del 23 de abril al 3 de junio, en el patio.-Exposición Ecosistemas mundos
frágiles. Pensada especialmente para escolares, con fotografías de José
Luis González Grande y el patrocinio de la Fundación Caja Madrid, esta
exposición invita a conocer los distintos hábitats con las especies animales
autóctonas de cada lugar. Se pretende sensibilizar a pequeños y mayores
con el mundo de la naturaleza y sus valores. Han pasado por el patio del
palacio muchos escolares de toda Asturias.
Del 3 al 5 de mayo, en el patio v salón de actos.-La UE, coincidiendo con
el Año europeo de las lenguas, presenta el proyecto KELTIC Encuentro de
lenguas y culturas, coordinado por la consejería de Educación y Cultura
del Principado. Esta exposición ha tenido varios escenarios, entre ellos el
palacio Conde de Toreno.
El 30 de mavo. en el salón de actos.-Presentación del libro Yo, que maté
de melancolía al pirata Francis Drake, del autor Gonzalo Moure, edito­
rial Anaya. Este acto ha contado con la intervención previa del director del
RIDEA.
Del 4 al 18 de junio, en el patio.-Exposición Pachín de Melás. Alma
Asturiana (Emilio Robles Muñiz), organizada por la Dirección General de
Cultura del Principado para conmemorar la XXII Selmana de les Lletres
Asturiones.
Del 19 de junio al 4 de julio, en el patio.-Exposición España, frontera sur,
organizada por la Dirección General de Asuntos Sociales con fotografías
del premio Pulizzer don Javier Bauluz, clama por la declaración universal
de los derechos humanos, mostrando la dura realidad de los inmigrantes en
su peregrinaje hacia un mundo mejor. Ha sido inaugurada por el presidente
del Principado de Asturias, don Vicente Álvarez Areces.
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D O N A C IO N E S E INTER C A M BIO S
En este curso el Instituto agradece la donación económica de Alsa Grupo
y las importantes colaboraciones en las actividades por parte de la Fundación
Hidroeléctrica del Cantábrico, Ayuntamiento de Oviedo, Obra Social Cajastur
y Fundación Caja Rural de Asturias.
Referente a publicaciones, el Instituto ha recibido para su biblioteca y
entregado de su fondo editorial gran cantidad de libros. Así hemos de agra­
decer donaciones del Servicio de Publicaciones del Principado, Ayuntamiento
de Oviedo, Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico, Fundación Municipal de
Cultura del Ayuntamiento de Gijón y del colegio de Arquitectos de Asturias,
entre otros. El RIDEA ha enviado sus publicaciones al ITAE, Biblioteca
Jovellanos de Gijón, Archivo Histórico Regional, Museo Arqueológico, Aso­
ciación “Amigos de Cudillero”, Asociación Hispánica de Literatura Medieval
de la Universidad de Barcelona, Indice Histórico Español, etc.
Como es habitual, se continúa y amplía el número de centros de estudio
y de universidades con los que el Instituto mantiene intercambio de publica­
ciones, especialmente con los Boletines del RIDEA. Con ello nuestra biblio­
teca ya cuenta con un número considerable de revistas de estudios locales que
no se encuentran en otras bibliotecas; igualmente al enviar nuestra revista se
contribuye eficazmente a la difusión de la cultura asturiana por todo el
mundo. Este año se ha puesto especial énfasis en el intercambio del Boletín
de Ciencias de la Naturaleza, ampliando considerablemente su difusión.
No podemos finalizar este apartado sin hacer una breve mención al
Archivo de las minas Figaredo, ya que con la agradecida ayuda de expertos
de la Dirección General de Cultura se ha comenzado a ordenar y acondicio­
nar, esperando que esté disponible para su estudio el próximo curso y poner a
disposición de estudiosos este valioso fondo.
ADMINISTRACIÓN Y SERVICIOS
Después de la informatización de las oficinas y de la biblioteca, el
Instituto ha mejorado la oferta de servicios a la comunidad asturiana.
La inversión más importante de este curso ha sido la adquisición de
armarios compactos para el almacén, destinados a albergar los libros editados
por el Instituto. Se ha adquirido igualmente una fotocopiadora y un proyector
de transparencias, a utilizar en conferencias. También, motivado por el próxi­
mo cambio de moneda, se ha adquirido un ordenador y un programa infor­
mático contable más ajustado a las necesidades presupuestarias del RIDEA.
Con relación a la conservación de la sede del Instituto, se ha procedido a
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la pintura y acondicionamiento de las ventanas posteriores, galería del primer
piso, escalera y patio sito en la planta baja del palacio.
Biblioteca y archivo.-Continúa la becaria de la biblioteca completando
los fondos en la base de datos ABSYS, atendiendo al público y catalogando
y archivando los ejemplares entrantes. Se espera poder contar con esta plaza
para el próximo curso. La becaria del archivo del RIDEA divide su tarea entre
la catalogación y ordenación del archivo de la Casa de Valdecarzana y el antes
mencionado de Minas de Figaredo, quedando en ambos casos mucha labor
por delante.
Edición de publicaciones.-El constante aumento de publicaciones que
vieron la luz este curso ha traído consigo una gran actividad en la secretaría
general, ordenando los ejemplares y con la venta y distribución de publica­
ciones, una vez presentadas las obras. Se continúa con el catálogo actualiza­
do en internet (www.iberlibro.es), en espera de poder contar el RIDEA con
página web.
Seguiremos intentando colaborar a mantener viva la cultura asturiana en
sus diversos y múltiples temas: historia, ciencias naturales, literatura, etno­
grafía y folklore de esta tierra, usos y costumbres de sus gentes, etc., median­
te el estudio e investigación continuados desde todos los ámbitos y lugares
posibles. Continuaremos con la difusión de éstos y otros estudios e investiga­
ciones para que permanezcan y perduren.
PRECIO DE SUSCRIPCIÓN ANUAL:
España, 20 € . Extranjero, 24 € .
NÚMERO SUELTO:
España, 12 € . Extranjero, 15 € .
DIRECCIÓN:
Palacio Conde de Toreno
Plaza de Porlier, n° 9-1°
Teléf: 985 10 64 80 - Fax: 985 10 64 81
33003-0viedo
e-mail: [email protected]
CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN Y CULTURA
REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
REAL
INSTITUTO
DE ESTUDIOS
ASTURIANOS
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9 770020 384008

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