Suertudo ¡Vives en Querétaro!

Transcripción

Suertudo ¡Vives en Querétaro!
Suertudo ¡Vives en Querétaro!
Por: Javier Salinas Rivera
«Cuando en el transcurrir de los siglos los pergaminos se pierden, las piedras hablan»”.
La cantería de sus construcciones canta y las risueñas aguas, de sus fuentes nos narran historias.
Sarbelio Moreno Negrete
Nos gritan: «¡Vuestra literatura no será bella!
¡No lograremos las sinfonías verbales de los
armoniosos balanceos y de las cadencias
tranquilizantes!» ¡Por supuesto! ¡Qué suerte!
Hagamos valerosamente lo feo en literatura y
matemos por doquier la solemnidad! ¡Vamos! No adoptéis esos aires de sumos sacerdotes al escucharme! ¡Es necesario escupir
cada día sobre el altar del arte! Nosotros
entramos en los dominios ilimitados de la
intuición. Después del verso libre, he aquí
finalmente las palabras en libertad.
Filippo Tommaso Marinetti. Manifiesto técnico
de la literatura futurista. 1912.
¿Se le puede llamar Historia al Hoollywood
Babylon de Kenneth Anger? Yo diría que sí. Más
directa y menos pretenciosa que la de Foucault.
Contada a través de las historias que le han
tocado ver a un individuo; desde su contexto y
bajo una óptica muy particular. La cultura del
escándalo y el glamour; escrita por el director de
culto, que lleva tatuado en su pecho el nombre
de Lucifer.
Los actuales historiadores abusan de cierta
terminología, para mi gusto, desgastada.
No existe coloquio donde no se aborden los
estudios comparativos entre lo que —ellos—
llaman, tradición y modernidad. Se habla de
una transición entre el pasado —aún— vigente, y la avalancha de innovación, que casi
siempre nos sorprende; de dicha simbiosis,
se supone que se desprende la realidad actual: el presente.
Para mí, es el aburrimiento el mayor motor. Lo
que mueve al mundo.
Caín, por aburrimiento se reveló ante Dios,
sus padres, las leyes, y asesinó a su hermano;
Pericles, discípulo de Anaxágoras, seguramente por fastidio, guió al pueblo ateniense
a las inútiles batallas contra los persas. Por
ocio, Eumulpo y Gitón emprendieron su viaje
a través de la Roma pagana. Luciano en su
Historia verdadera, nos cuenta que llegó de
un salto, desde el océano hasta la luna. El
mismo sentimiento, inspiró al doctor Spock
abandonar Vulcano. Y por la misma causa, el
Cholo ha recorrido casi toda la república; de
Chiapas a Sonora, de Tijuana hasta Cancún,
de Veracruz a Nayarit. Y el Escarchas —por
el mismo tedio— se mantiene tan colocado
como puede y con cualquier tipo de droga;
desde hace ya casi una década.
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc
Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc…
Otra vez el puto tren, la vieja idea del progreso mexicano. Otra vez el puto frío a pesar de
ser verano. Otra vez el mismo hedor a meados, mierda y solventes, a mariguana, tlalpeño y chaqueta. Otro día en la ciudad.
El suelo comienza a cimbrar, el Chc Chc de
los durmientes se convierte un zumbido
fuerte; y el Escarchas logra despertar. El ojo
del invidente cíclope, alcanza a asomarse por
encima de la pretina de su pantalón; recostado sobre el tupido bello de su abdomen bajo.
Escarchas tiene una erección. Suavemente
va brotando una lágrima del cristal babeante
—que en las páginas porno de origen gringo,
llaman Pre–Cum— con la misma consistencia y aspecto del pegamento uhu. Abre los
ojos estirando sus brazos y mira por primera
vez la luz del sol; le ciega y lo acaricia al mismo tiempo. El estómago le arde. Es gastritis,
es hambre, es la cruda y fueron las monas;
o tal vez fue la salsa reciclada de los tacos
de tres pesos, en la parada de autobuses del
cerrito (prolongación Corregidora Norte).
Junto a él, aún duermen el Cholo, un tipo sureño de unos 23 años, moreno, de aproximadamente 1.65 de estatura; huérfano, según se
sabe; ladrón de oficio, drogadicto consumado
y heteroflexible, presume haber viajado por
toda la república. Weritzio, un tipo de unos
cuarenta años que nunca logró superar su
etapa adolescente, hijo bastardo de la clase
media queretana, quien prefirió las drogas,
los raves, las tocadas y la calle, a la estabilidad que vivió en su casa; dice que puede ver
el futuro, lee el Tarot y la mano. Otra víctima
del aburrimiento. También está la Nenis, una
chica morena que apenas alcanza los veinticinco años, originaria del Estado de México,
pero radicada en Lomas de Casa Blanca, desde los trece años; una mole humana, la Paris
Hilton del escuadrón de la muerte, «bacinica
de mecos», como ellos le llaman. Acompañada siempre por su tesoro, un perrito chihuahueño pirata, que siempre va cargado en
los brazos.
El primer momento del día —desde hace
años— lo ocupa siempre para reflexionar,
recapitular e intentar recordar el itinerario
vivido el día anterior, mientras se fuma el
primer toque, que por costumbre siempre se
guarda en un zapato. Así, cuando sus compañeros despierten, el Escarchas ya estará
drogado, para mantener el estatus decadente
de su personaje, el que construyó hace años.
Me encontré con él hoy en la tarde, en el
centro de la ciudad. Donde se hallan los personajes más bizarros, el glamur decadente de
la cotidianidad. Nos saludamos y me invitó
a fumar. Caminamos hasta una banca en el
jardín de la Alameda y discretamente encendimos un toque dentro de su Hiter dorado,
descarapelado.
—¿Cómo has estado, cabrón?
—Bien wey ¿Y tú?
—Chido.
—Como que te vez, no sé, como que más
cachetonsito ¿No?
—¡Vete a la verga! Culero.
—No, no te ves mal.
—Pendejo ¡Me estás diciendo gordo!
—No, te ves bien. Como que embarneciste,
pero no estás gordo.
—Es que dejé la cocaína, y también las tachas; ya casi no bebo cerveza; y me olvidé de
la anorexia. Soy un ñoño. Y tú ¿Qué pedo?
—Anoche nos tumbó la tira y me bajaron 100
varos. Como a las doce o una de la mañana,
bueno, ya era hoy, o sea, hoy como a la una
de la mañana. En la madrugada, pues. Pinches puercos.
—Ajá…
—Sí wey, si te contara ¡No mames!
—Pues cuéntame wey, no hay pedo, sirve
que cotorreamos un rato.
—Va. Pues no mames ¿Conoces al cholo?
—¿Cuál de todos?
—El cholo, un moreno que es de Chiapas.
—Ah… ¿Un wey que dice que es cholo, pero
ni es cholo, solo porque se tatuó tres puntos
por abajo del ojo, como en el pómulo?
—Sí, ese güey.
—Sí, pues lo conocí la últimas vez que te vi
güey.
—Ah… pues resulta que me lo ando tirando.
Pero nadie sabe, pues es bien machín.
—Según él.
—Bueno, pues él sabe que me dedico al
talón, y pues es bien loquillo, le gusta un
chingo la piedra.
—Como a todos.
—Sí, pues por eso no puedo caerle al cantón,
porque es bien ratero. Anoche le robó a los
jotos con los que vivo, lo llevé a la casa y se
robó la tableta de la pinche Josefa, güey; y
dice el pinche chillón de Mago, que también
a él se le perdió un anillo de oro, que disque
le costó ochocientos pesos. Pero ese pendejo
está loco, como ya está ruco, se la pasa inventando historias pendejas para embarrar a
los demás. Y ahora me dijeron que tengo que
llevarles, hoy, mínimo 500 pesos, si no, no
me van a dejar entrar a la casa ni por mis cosas. ¡Vale verga! Me marcaron hace rato y me
dijeron que si no les llevo las cosas o el varo,
que ni me pare, porque me van reventar.
—Güey, pero estás seguro que sí fue ese wey
el que se robó las cosas. A lo mejor y es puro
choro, porque ya no hayan como abrirte del
cantón.
—Güey pues la neta sí, cambiamos la pinche
tableta por unas duras con el aguileño. Pero
yo no me la robé wey, andábamos cotorreando en la casa un rato, y antes de que llegara
la Mago, de la estética; nos movimos para
que no la fueran hacer de pedo. Y ya cuando
andábamos otra vez en la calle, el cholo saco
la tableta de la cangurera de su sudadera, y
pues ni modo de regresar con ella, me dijo
que la fuéramos a empeñar por unas piedras.
Y la neta, ya sabes que andando en la loquera, todo vale verga.
—¡Ja, ja, ja! ¡Qué mierda eres! Pero a ver, me
estás haciendo bolas güey, si vez que ando
pacheco y se me va el pedo, mejor cuéntame
desde el principio.
—¡Cabrón! lo que pasa es que ya te estás
quedando en el viaje, por tanta pendejada
que lees. Bueno, pues ayer que bajé a talonear como a las dos de la tarde quería ver si
pillaba al maestro de la Cuauhtémoc, un puto
que anda en su camioneta blanca, a ver si me
invitaba el bajón y las chelas. Y ya sabes, a
cambio, yo dejo que él me vaya agarrando la
verga mientras maneja.
—¿Quién? ¿El puto anciano que te da asco?
Uno que dices que siempre te quiere besar.
—Sí, ese güey. Pues no lo vi, apenas venía
llegando, bajándome del camión, y así cómo
a ti, lo topé —al cholo— iba todo acelerado,
caminando hacia San Pancho y me dijo que
si le prestaba diez varos, para que completara su lata de pvc. Le dije que sí pero que
las mojara; me dijo que sí, sirve que taloneábamos juntos para un pisto. Fuimos por la
lata y luego caminamos al Gómez Morín para
robarnos el papel de baño, para mojar nuestras monas.
—Sí, a huevo, a demás eso no es robo, es para
el servicio público. Pero lo de la tableta…
—Aguanta, deja te cuento.
—Si hombre, síguele ¿Y dónde se drogaron,
pues?
—¡Huy!, en casi todas partes, güey. Primero jalamos para la Alameda, pues está ahí
enfrente. Agarramos una banca y abrimos la
lata discretamente, agujeré con mis llaves la
tapilla de bloqueo y nos mojamos la primera, como desesperados, pero discretamente,
muy callados y luego platicando pendejadas,
ya sabes. Después que nos pegó; caminamos
hasta la salida de la esquina de Pasteur y
Zaragoza, en la calzada de los monas, donde
siempre está lleno de indígenas limpiaparabrisas, que todo el día se la pasan tirados,
inhalando en el pasto, o por fuera, en la banqueta y en el camellón. Donde siempre huele
a mierda. La neta a mí no me gusta estar ahí,
porque te quemas bien gacho con los clientes. Pero ese güey ahí cotorrea con todos. Ni
pedo.
—Y tú muy dócil, cabrón.
—Pues es que la neta es bien chido ese wey.
—¿Es bien chido, o te gusta y te lo andas
clavando? Pues la neta a mí ese güey me
da asco, es un pinche farol, que dice que es
sicario. El otro día después de que me lo presentaste, me lo topé como a la semana. Y se
la pasó contándome cuanta mamada. Lo que
cuentan todos. Me dijo que había llegado de
Monterrey, porque lo andaban buscando los
z para matarlo, se cansó de trabajar con ellos
y se fugó, según él, antes de que lo chingaran.
Esa vez armamos un pisto y me lo llevé a cotorrear a las vías, abajo del puente que divide
El Tepe de La Trini. También me dijo que se
dedicaba a robar en los vagones del tren, y
ya de relax a pedir dinero en los semáforos y
los camiones como falso migrante. Me cagó
la madre, pues me contó muy indignado que
«la pinche gente ya casi no da y que le cagaba que le dieran comida, fruta y botellas
de agua, sobre todo los putos universitarios
de mierda» ¿Cómo lo ves? Pinche imbécil,
cuando yo sea Gobernador Constitucional del
estado de Querétaro, voy a correr a la chingada a toda esa bola de miserables que han
emigrado a la ciudad.
—¡Ja,ja! eres un pinche fascista güey. No
mames, pues ahí amanecí hoy, hace rato.
Bueno, ahí amanecimos con otros güeyes. Un
pinche vagabundo alto, que trae una maleta
de chorizo cargando, como de militar. Está
bien pirado, dice que tiene poderes y no sé
qué pedo.
—¡Ah, ya! el Weritzio. Jajaja ¡Qué Horror!
güey.
—¿Lo conoces?
—Claro, desde hace años. Lo conocí más o
menos en el año dos mil, cuando conocí los
raves, que de veras eran raves. Se armaban
en el casco de una ex hacienda, muy cerca del
Zoológico Wamerú, rumbo a Bernal. Ahí conocí las tachas, los ácidos y otras pendejadas.
—Bueno, pues estaba ese güey y una vieja
bien puta, que a webo se la quería mamar al
cholo, pero el wey la mandó bien a la verga. Y
contaba la morra, que luego se arma su lata
y se anda ahí entre las vías buscando a los
disque migrantes para que se la cojan, y ya
drogados, entre todos se la dan.
—¡Wow! Toda una discípula de Anabel
Chong.
—¿Qué es eso wey? Ya vas a empezar con tus
mamadas
—¿Qué es qué?
—Esa mamada de Anabel Chong.
—Güey, pues es la actriz porno que estipuló el reglamento del Gang–Bang; es cuando
una mujer u hombre es foyada/o en grupo,
siempre deben ser grupos de cinco, no más.
Aunque se coja a 600 en una sola exposición,
deben ser grupos de cinco. Se la van metiendo de uno en uno, haciendo fila por un tiempo estipulado que también está claramente
determinado, no recuerdo si son tres minutos, o menos, el punto es que todos deben de
foyarla al mismo tiempo, luego eyacularle
encima y después largarse para que pasen
otros cinco.
—Vaya, tú sí que sabes de la industria del
porno.
—Pues algo güey, recuerda que ya te había
contado, que cuando tenía como entre 14 y 17
años, siempre me mamó la idea de convertirme en una estrella porno. Del porno casero,
del improvisado, en lugares públicos y con
gente real.
—Huy amigo, si yo hiciera lo mismo con mis
experiencias en la putería.
—Deberías, recuerda que no siempre serás
joven, ahora vas por la vida con la verga dura
para todos lados, aún eres delgado, y bueno,
cuando te arreglas no te vez tan mal. Pero en
unos cinco o diez años todo esto se va terminar, y lo sabes.
—Espero morirme antes.
—Al paso que vas…
—Bueno, ya deja de juzgarme, culero. Mejor
te sigo contando.
—¡Ja, ja, ja, va! con esto de la mota, sabes que
siempre es divagar.
—Luego le dije que nos moviéramos de ahí.
Nos pusimos a talonear en Zaragoza, por el
Mercado Escobedo. Conseguimos para un
alcohol. La neta, a mí no me gusta pistear
en la calle. Además, hacía ya una semana
que no veía a ese güey, y traía unas ganas de
comérmelo. Así que le dije que fuéramos a
mi casa a bebernos el Tlalpeño, además allá
estaba más relax, y era muy temprano para
andar en la calle, con el puto solazo encima.
Así, podríamos escuchar rolas en el dvd y
echarnos un palito. Bueno, eso no se lo dije.
Pero yo lo sabía y él también; esas cosas
entre machines no se dicen, sólo se hacen.
Se hacen cuando uno ya está pedo y después
no se comentan. Así, como si nunca hubiera
sucedido nada.
—¡Qué hueva!
—¿Qué hueva, qué?
—Todo. Tú, Él. Su relación oculta. El sexo.
Todo. ¡Qué weba!
—¡Pendejo! Bueno, luego nos fuimos caminando a la casa, ahí, en la Niños héroes. Llegando pusimos unas rolas de Cartel de Santa,
que son las que él le gustan, en un mp4 que
trae canciones y videos. Es bien cagado güey,
pero le encantan esos cabrones. Se siente
muy machín igual que ellos. Sus rolas siempre hablan de que son bien putos y se cogen
a todas la viejas y no sé qué. Pero bien que
me da las nalgas el cabrón. Así han de ser
todos esos vatillos, a los que les laten esas
rolas. Luego le agarré un poco de mota a la
Josefa, nos armamos un churrito y, ya sabrás,
con las monas y el Tlalpeño, pues arrancamos chido la loquera. Estábamos sentados
en el sillón y la neta ya tenía la verga dura.
Le puse mi mano sobre su verga y el güey ya
también la tenía dura, me aventó la mano y
me dijo que me calmara, pero como siempre, insistí. Cuando acordamos ya teníamos
el pantalón abajo y nos estábamos besando
todo el cuerpo. Lo demás ya te lo sabes. Me la
mamó, se la mamé y los dos nos cogíamos a
ratos.
—¿Güey, al menos lo metiste a bañar?
—No güey, ya con la calentura ni lo pensé.
Además, capaz que se ofende si le digo y luego se me cotiza ¡No mames!
—¡Qué asco, cabrón! Ose que, como quien
dice, lo agarraste en su jugo,
—Ya ni me digas wey, que aparte, lo hicimos
a pelo.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡No mames, wey!
—Bueno, luego terminamos y nos limpiamos
los mecos con mi playera vieja de los Gallos,
nos vestimos y me dijo que nos fuéramos.
Así, como si nunca hubiera sucedido nada.
—¡Wow! ¡Cuánta practicidad! Eso me gusta.
Que no te pregunten nada después de eyacular; que no te hablen, y menos que te toquen.
—Te digo, no está tan culero traerlo de
fundita. Luego caminamos otra vez para el
centro, pasamos por los andadores a saludar
a la pandilla jipi. Esos pinches mugrosos que
venden sus baratijas en el suelo. Pero siempre se consigue cotorreo con esos cabrones.
Estando ahí, después de saludarlos, fue
cuando el pinche cholo sacó de la bolsa de su
sudadera, estampada con hojillas de mariguana, la tableta de la jota esa, y nos tendimos en corto, a un picadero que se encuentra
muy cerca del Jardín Guerrero. Nos dieron
seis piedras por la tableta, y ahí mismo nos
las chingamos. En realidad nos duró poco el
gusto, ya sabes que allí siempre está plagado
de drogadictos, que a huevo te están pidiendo una fumada; y se las terminas dando, por
lástima, porque sabes que mañana puedes
estar tú así, o simplemente para que dejen de
estar cagando el palo. Hasta da un chingo de
tristeza güey, ahí luego te topas de todo: profesionistas, universitarios, morritos de secundaria, putas viejas y hasta discapacitados.
Todos por el mismo fin. La bendita droga.
—Esa es la realidad, Escarchas. Así es Querétaro y sus al rededores, a lo mejor todo
México y el mundo en general. Una de las
cosas más importantes que aprendí de las
Crónicas marcianas de mi Ray Bradbury, es
que la humanidad es una mierda en todas
partes. Apesta todo lo que toca. No importa a
dónde vaya.
—Pues será el sereno, güey. El pedo es que
de ahí nos fuimos, ya eran como las nueve de
la noche. Pasamos al templo de la cruz, a cotorrear con el escuadrón y ahí fue donde se
nos pegó la dichosa Nenis, se andaba dejando manosear por los alcohólicos vagabundos
detrás de unos puestos de basura religiosa,
en unas bancas. Mientras la gente se comía
sus tamales y buñuelos. Pasaban familias,
abuelos con sus nietos y parejas besándose,
hasta me acordé un poco de mi familia. En
corto nos movimos, para fumar otro toque,
que habíamos conseguido a cambio de unas
monas. Caminamos por un costado de la iglesia hasta el estacionamiento de la deportiva
que está por detrás.
—Es el crea, güey. Ahí es donde voy al
soccer.
—Pues esa madre. Donde está como un mirador, pero enfrente, en unas jardineras; ahí
nos topamos al otro fenómeno, al Weritzio.
Al parecer todos ya se conocían, era como
si esa reunión hubiera sido planeada por
todos, menos yo. La puta seguía enseñando
las chiches, cayéndose de peda; el otro wey
estaba preparando un cóctel de las bebidas a
medias, que se encuentra por las calles. Afuera de los bares pepena botellas con restos
de cerveza, tequila, whisky, vodka, Red Bull
y refrescos de todos sabores. Y el cholo —mi
cholo— bien calladito pegado a su mona,
yo andaba bien viajado wey. Después nos
pusimos a tomar esa mamada, y el pendejo
del Weritzio comenzó a mal vibrarnos con
sus pinches historias del futuro. De golpe, el
cholo me dijo que nos fuéramos a la Alameda
para talonear a las vestidas; pero ya sabes
que yo de noche aquí ya no me paro.
—¿Desde la putiza que te metieron, cuando
te fumaste toda la piedra? Jaja recuerdo que
te encontré todo jodido de la cara, y con la
clavícula dislocada. Me acabé mi pomada de
árnica en tus golpes. Culero, me debes una.
No ves que esa la ocupo para mis lesiones en
los entrenamientos.
—Sí, güey. No mames, mega putiza que me
metieron, pero ya me perdonaron lo del varo,
solo que no puedo pasearme de noche por
ahí. Pues ya ves que puteaba y tiraba mierda
a la vez. Hay que tener doble trabajo, en Querétaro la vida es muy cara, las rentas, sobre
todo en el centro son muy elevadas, y no se
diga la comida.
—Pero a ver, a qué te vienes de tu rancho,
güey.
—Güey, no sabes lo que es vivir en un lugar
así, lleno de pendejos que se creen narcos
sólo porque escuchan banda.
—Me lo imagino.
—Bueno pues ya andaba muy loco, y fuimos
a la Alameda, apenas cruzamos el camellón
que conecta con San Pancho y en corto, llegaron dos patrullas: una camioneta y un coche.
Haz de cuenta que ya nos estaban cazando, y
pues no nos quisieron llevar, a pesar de que
andábamos ya bien locos. Nos dieron por
vagabundos; pero al único que basculearon,
fui yo. Y me sacaron los únicos cien varos
que llevaba; los había guardado, incluso
soporté no comprarme otra piedra, porque
los necesitaba para comprarme un desodorante y unos rastrillos, wey. Ni pedo, ahora
voy andar todo apestoso, bueno ni tanto; en
cualquier descuido me meto a una farmacia
Guadalajara y me clavo uno. Pero ya no quiero hacer eso, wey; ya quería empezar a hacer
las cosas bien, ya vez que ya te había dicho.
—Cada que te veo me lo dices, amigo. Aunque, no veo qué tiene de malo ser así. Es una
circunstancia solamente, como las demás. Y
bueno, si no te hubiera agarrado la tira, seguro te agarraban los putos, con eso de que
ya está bien regulada la prostitución, en esa
parte del centro.
—Sí, ya está muy cabrón. De ahí nos movimos caminando hasta el parque de Álamos,
enfrente del Bambaata hay un pastito bien
chingón, ya eran pasado de las dos de la
mañana cuando llegamos. El Weritzio quería
que nos metiéramos a dormir a una de las
alcantarillas de Bernardo Quintana, abajo
del puente de Bolaños, el que va para tu casa
güey. Pero el cholo y yo no quisimos, y para
colmo ese wey —el cholo— se había emputado conmigo, porque no le había dicho que
traía esos cien pesos. Nos estuvimos drogando tirados en el pasto, mirando las luces
de los coches que se reflejaban en las copas
de los pirules viejos, hasta que nos fuimos
quedando dormidos, al menos yo. De repente
se escucharon los gritos de la Nenis, andaba
ya toda mojada —la pobre pendeja— y les
estaba mentando la madre a unos piperos
del municipio que andaban regando las
jardineras, y los muy hijoeputas, se burlaban
mientras apuntaban con la manguera, empapándonos a todos del agua tratada. Serían si
acaso las cinco de la mañana, con el pinche
friazo.
—¡Ja, ja, ja, ja!
—No te burles, güey. Luego nos fuimos caminando hasta las vías del tren, ahí abajo del
puente de la bajada del cerrito, la que conduce hasta el centro; y otra vez, ya cansado
y con los pies hinchados, doloridos y apestosos, me quedé dormido, a ratos, por el ruido
del tren, hasta que, supongo que me venció
por completo la loquera. Después, ya con
el sol en la cara y el ruido de los camiones,
así sin más, me desperté. Me fumé un toque
y me desafané de esa pandilla. He andado
pendejeando por aquí, a ver si me hago un
servicio al menos de unos cien varitos. No sé
qué voy hacer güey, todo está valiendo verga
aquí.
—Y por qué no te regresas a tu rancho, güey.
—¿Qué? ¿Volver al Marqués? Ni muerto,
cabrón. Prefiero seguir aquí cogiendo con
viejitos y chupando vergas, que volver a un
puto rancho. Allá solo hay de dos: trabajar
en una puta fábrica, de obrero o de vigilante,
pinches empleos jodidos y mal pagados. O
peor aún, en la milpa, que nunca da nada y
no sale dinero. Y bueno ¿Tú a dónde ibas?
o ¿Qué pedo, de dónde vienes? ¿Por qué te
encontré aquí?
—Pues según yo, iba a entrenar, pero hasta
llegar acá me acordé que hoy es miércoles.
Hoy no hay entrenamiento, y me fui a pendejear a la biblioteca pública; hay unos libros,
que te cagas. Pero me harté, ya iba en camino
para mi casa. Pero qué bueno que te encontré, necesitaba distraerme un poco.
—Pues ya sabes dónde ando siempre. Buscando qué hacer, en la putería, en la loquera,
en el centro, en Querétaro.
Luego de despedirme del Escarchas, caminé
hacia la parada de autobús. De momento,
apareció arrastrándose como anciana reumática, la unidad. Un camión horrible y destartalado de color verde pistache que decía
en el frente «Ruta 33» y comenzó a juntarse
la banda del noroeste, de un cerro llamado
Bolaños. La gente se amontonó, pero logré
alcanzar lugar, al lado de una adolescente
gorda, quien acomodaba sus guantes de box
en una maleta. Eran de color rosa con blanco.
Las bocinas reventaban con el tema más culero de la década de los noventas «Bien, bien
buena» del General, retumbaba en mis oídos,
como una especie de conjuro afroamericano
vomitando pendejadas sobre el mismo beat.
¿Cómo es que nos llegó hasta México toda
esa basura del sur?
En la parada del Cerrito se atascó el camión,
como siempre. Lo bueno es que el viaje se
recorta con el chofer que siempre va emputado. Un tipo moreno de unos treinta años,
de cuerpo flaco pero con una barriga —muy
parecida a la del Bastardo Amarillo de las
novelas gráficas de Frank Miller— que se le
ha ido formando por su mala postura, por las
tortas y la Coca–Cola ¡El güey maneja de la
verga! Así es esto del transporte urbano, una
mamada eso del Red q. Sobre todo para mi
barrio, aparte de que cobran sus $8.50, sólo
trabajan tres camiones por día y pasan cada
media hora, muy Kitsch. De muy mal gusto.
Aprovechando las fumadas que me había
dado en el parque, me puse a pensar en el
trayecto, sobre el sin–sentido que tiene estar
aquí de nuevo, contándoles todos estos chismes tan irrelevantes. Se supone que debería
escribir un ensayo serio sobre la ciudad, sobre las relaciones rizomáticas; que por cierto, ahora mismo corro a investigar en google
lo que eso significa —sólo espero encontrar
abierto el Ciber Angie— sé que Wikipedia
me dará la respuesta. Pero ¿Cómo hacerlo? si
estoy asqueado de la intelectualidad, como
los primeros cubistas.
Hablar otra vez sobre los estudios queretanos que siempre abordan los temas más
tediosos: que si los conductos del agua en
Hércules; o la tabacalera de la avenida del
57; la historiografía queretana en la época
colonial; la educación en el Porfiriato, la
Virgen del Pueblito, Cayetano Rubio y sus
riquezas; Semana Santa y los encapuchados
monjes que van pisando tachuelas, el ecoturismo de la Sierra Gorda, el Padrón del siglo
xix; las fiestas patronales en los barrios; y no
sé cuanta pendejada más. Me parece que eso
es lo que forma la integridad, la unidad, la
identidad y cohesión del Querétaro Señorial.
Pero ¿Cómo abordarlo? ¿Cómo lograr algo
tan grandioso, tan sublime e inútil para la
realidad actual? Para el presente de una ciudad en crecimiento, que se encuentra entre
la tradición y la modernidad. ¿Cómo? Si sólo
soy un humanista mediocre, mal agradecido
y drogadicto, que nunca se va lograr titular.
Un Escarchas cualquiera de esta nueva gran
ciudad.
Reseña
Javier Salinas Rivera (1984)
Licenciado en historia, egresado de la maestría
en estudios históricos de la facultad de filosofía
de la Universidad Autónoma de Querétaro. Escritor experimental y docente..

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