Suertudo ¡Vives en Querétaro!
Transcripción
Suertudo ¡Vives en Querétaro!
Suertudo ¡Vives en Querétaro! Por: Javier Salinas Rivera «Cuando en el transcurrir de los siglos los pergaminos se pierden, las piedras hablan»”. La cantería de sus construcciones canta y las risueñas aguas, de sus fuentes nos narran historias. Sarbelio Moreno Negrete Nos gritan: «¡Vuestra literatura no será bella! ¡No lograremos las sinfonías verbales de los armoniosos balanceos y de las cadencias tranquilizantes!» ¡Por supuesto! ¡Qué suerte! Hagamos valerosamente lo feo en literatura y matemos por doquier la solemnidad! ¡Vamos! No adoptéis esos aires de sumos sacerdotes al escucharme! ¡Es necesario escupir cada día sobre el altar del arte! Nosotros entramos en los dominios ilimitados de la intuición. Después del verso libre, he aquí finalmente las palabras en libertad. Filippo Tommaso Marinetti. Manifiesto técnico de la literatura futurista. 1912. ¿Se le puede llamar Historia al Hoollywood Babylon de Kenneth Anger? Yo diría que sí. Más directa y menos pretenciosa que la de Foucault. Contada a través de las historias que le han tocado ver a un individuo; desde su contexto y bajo una óptica muy particular. La cultura del escándalo y el glamour; escrita por el director de culto, que lleva tatuado en su pecho el nombre de Lucifer. Los actuales historiadores abusan de cierta terminología, para mi gusto, desgastada. No existe coloquio donde no se aborden los estudios comparativos entre lo que —ellos— llaman, tradición y modernidad. Se habla de una transición entre el pasado —aún— vigente, y la avalancha de innovación, que casi siempre nos sorprende; de dicha simbiosis, se supone que se desprende la realidad actual: el presente. Para mí, es el aburrimiento el mayor motor. Lo que mueve al mundo. Caín, por aburrimiento se reveló ante Dios, sus padres, las leyes, y asesinó a su hermano; Pericles, discípulo de Anaxágoras, seguramente por fastidio, guió al pueblo ateniense a las inútiles batallas contra los persas. Por ocio, Eumulpo y Gitón emprendieron su viaje a través de la Roma pagana. Luciano en su Historia verdadera, nos cuenta que llegó de un salto, desde el océano hasta la luna. El mismo sentimiento, inspiró al doctor Spock abandonar Vulcano. Y por la misma causa, el Cholo ha recorrido casi toda la república; de Chiapas a Sonora, de Tijuana hasta Cancún, de Veracruz a Nayarit. Y el Escarchas —por el mismo tedio— se mantiene tan colocado como puede y con cualquier tipo de droga; desde hace ya casi una década. Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc Chc… Otra vez el puto tren, la vieja idea del progreso mexicano. Otra vez el puto frío a pesar de ser verano. Otra vez el mismo hedor a meados, mierda y solventes, a mariguana, tlalpeño y chaqueta. Otro día en la ciudad. El suelo comienza a cimbrar, el Chc Chc de los durmientes se convierte un zumbido fuerte; y el Escarchas logra despertar. El ojo del invidente cíclope, alcanza a asomarse por encima de la pretina de su pantalón; recostado sobre el tupido bello de su abdomen bajo. Escarchas tiene una erección. Suavemente va brotando una lágrima del cristal babeante —que en las páginas porno de origen gringo, llaman Pre–Cum— con la misma consistencia y aspecto del pegamento uhu. Abre los ojos estirando sus brazos y mira por primera vez la luz del sol; le ciega y lo acaricia al mismo tiempo. El estómago le arde. Es gastritis, es hambre, es la cruda y fueron las monas; o tal vez fue la salsa reciclada de los tacos de tres pesos, en la parada de autobuses del cerrito (prolongación Corregidora Norte). Junto a él, aún duermen el Cholo, un tipo sureño de unos 23 años, moreno, de aproximadamente 1.65 de estatura; huérfano, según se sabe; ladrón de oficio, drogadicto consumado y heteroflexible, presume haber viajado por toda la república. Weritzio, un tipo de unos cuarenta años que nunca logró superar su etapa adolescente, hijo bastardo de la clase media queretana, quien prefirió las drogas, los raves, las tocadas y la calle, a la estabilidad que vivió en su casa; dice que puede ver el futuro, lee el Tarot y la mano. Otra víctima del aburrimiento. También está la Nenis, una chica morena que apenas alcanza los veinticinco años, originaria del Estado de México, pero radicada en Lomas de Casa Blanca, desde los trece años; una mole humana, la Paris Hilton del escuadrón de la muerte, «bacinica de mecos», como ellos le llaman. Acompañada siempre por su tesoro, un perrito chihuahueño pirata, que siempre va cargado en los brazos. El primer momento del día —desde hace años— lo ocupa siempre para reflexionar, recapitular e intentar recordar el itinerario vivido el día anterior, mientras se fuma el primer toque, que por costumbre siempre se guarda en un zapato. Así, cuando sus compañeros despierten, el Escarchas ya estará drogado, para mantener el estatus decadente de su personaje, el que construyó hace años. Me encontré con él hoy en la tarde, en el centro de la ciudad. Donde se hallan los personajes más bizarros, el glamur decadente de la cotidianidad. Nos saludamos y me invitó a fumar. Caminamos hasta una banca en el jardín de la Alameda y discretamente encendimos un toque dentro de su Hiter dorado, descarapelado. —¿Cómo has estado, cabrón? —Bien wey ¿Y tú? —Chido. —Como que te vez, no sé, como que más cachetonsito ¿No? —¡Vete a la verga! Culero. —No, no te ves mal. —Pendejo ¡Me estás diciendo gordo! —No, te ves bien. Como que embarneciste, pero no estás gordo. —Es que dejé la cocaína, y también las tachas; ya casi no bebo cerveza; y me olvidé de la anorexia. Soy un ñoño. Y tú ¿Qué pedo? —Anoche nos tumbó la tira y me bajaron 100 varos. Como a las doce o una de la mañana, bueno, ya era hoy, o sea, hoy como a la una de la mañana. En la madrugada, pues. Pinches puercos. —Ajá… —Sí wey, si te contara ¡No mames! —Pues cuéntame wey, no hay pedo, sirve que cotorreamos un rato. —Va. Pues no mames ¿Conoces al cholo? —¿Cuál de todos? —El cholo, un moreno que es de Chiapas. —Ah… ¿Un wey que dice que es cholo, pero ni es cholo, solo porque se tatuó tres puntos por abajo del ojo, como en el pómulo? —Sí, ese güey. —Sí, pues lo conocí la últimas vez que te vi güey. —Ah… pues resulta que me lo ando tirando. Pero nadie sabe, pues es bien machín. —Según él. —Bueno, pues él sabe que me dedico al talón, y pues es bien loquillo, le gusta un chingo la piedra. —Como a todos. —Sí, pues por eso no puedo caerle al cantón, porque es bien ratero. Anoche le robó a los jotos con los que vivo, lo llevé a la casa y se robó la tableta de la pinche Josefa, güey; y dice el pinche chillón de Mago, que también a él se le perdió un anillo de oro, que disque le costó ochocientos pesos. Pero ese pendejo está loco, como ya está ruco, se la pasa inventando historias pendejas para embarrar a los demás. Y ahora me dijeron que tengo que llevarles, hoy, mínimo 500 pesos, si no, no me van a dejar entrar a la casa ni por mis cosas. ¡Vale verga! Me marcaron hace rato y me dijeron que si no les llevo las cosas o el varo, que ni me pare, porque me van reventar. —Güey, pero estás seguro que sí fue ese wey el que se robó las cosas. A lo mejor y es puro choro, porque ya no hayan como abrirte del cantón. —Güey pues la neta sí, cambiamos la pinche tableta por unas duras con el aguileño. Pero yo no me la robé wey, andábamos cotorreando en la casa un rato, y antes de que llegara la Mago, de la estética; nos movimos para que no la fueran hacer de pedo. Y ya cuando andábamos otra vez en la calle, el cholo saco la tableta de la cangurera de su sudadera, y pues ni modo de regresar con ella, me dijo que la fuéramos a empeñar por unas piedras. Y la neta, ya sabes que andando en la loquera, todo vale verga. —¡Ja, ja, ja! ¡Qué mierda eres! Pero a ver, me estás haciendo bolas güey, si vez que ando pacheco y se me va el pedo, mejor cuéntame desde el principio. —¡Cabrón! lo que pasa es que ya te estás quedando en el viaje, por tanta pendejada que lees. Bueno, pues ayer que bajé a talonear como a las dos de la tarde quería ver si pillaba al maestro de la Cuauhtémoc, un puto que anda en su camioneta blanca, a ver si me invitaba el bajón y las chelas. Y ya sabes, a cambio, yo dejo que él me vaya agarrando la verga mientras maneja. —¿Quién? ¿El puto anciano que te da asco? Uno que dices que siempre te quiere besar. —Sí, ese güey. Pues no lo vi, apenas venía llegando, bajándome del camión, y así cómo a ti, lo topé —al cholo— iba todo acelerado, caminando hacia San Pancho y me dijo que si le prestaba diez varos, para que completara su lata de pvc. Le dije que sí pero que las mojara; me dijo que sí, sirve que taloneábamos juntos para un pisto. Fuimos por la lata y luego caminamos al Gómez Morín para robarnos el papel de baño, para mojar nuestras monas. —Sí, a huevo, a demás eso no es robo, es para el servicio público. Pero lo de la tableta… —Aguanta, deja te cuento. —Si hombre, síguele ¿Y dónde se drogaron, pues? —¡Huy!, en casi todas partes, güey. Primero jalamos para la Alameda, pues está ahí enfrente. Agarramos una banca y abrimos la lata discretamente, agujeré con mis llaves la tapilla de bloqueo y nos mojamos la primera, como desesperados, pero discretamente, muy callados y luego platicando pendejadas, ya sabes. Después que nos pegó; caminamos hasta la salida de la esquina de Pasteur y Zaragoza, en la calzada de los monas, donde siempre está lleno de indígenas limpiaparabrisas, que todo el día se la pasan tirados, inhalando en el pasto, o por fuera, en la banqueta y en el camellón. Donde siempre huele a mierda. La neta a mí no me gusta estar ahí, porque te quemas bien gacho con los clientes. Pero ese güey ahí cotorrea con todos. Ni pedo. —Y tú muy dócil, cabrón. —Pues es que la neta es bien chido ese wey. —¿Es bien chido, o te gusta y te lo andas clavando? Pues la neta a mí ese güey me da asco, es un pinche farol, que dice que es sicario. El otro día después de que me lo presentaste, me lo topé como a la semana. Y se la pasó contándome cuanta mamada. Lo que cuentan todos. Me dijo que había llegado de Monterrey, porque lo andaban buscando los z para matarlo, se cansó de trabajar con ellos y se fugó, según él, antes de que lo chingaran. Esa vez armamos un pisto y me lo llevé a cotorrear a las vías, abajo del puente que divide El Tepe de La Trini. También me dijo que se dedicaba a robar en los vagones del tren, y ya de relax a pedir dinero en los semáforos y los camiones como falso migrante. Me cagó la madre, pues me contó muy indignado que «la pinche gente ya casi no da y que le cagaba que le dieran comida, fruta y botellas de agua, sobre todo los putos universitarios de mierda» ¿Cómo lo ves? Pinche imbécil, cuando yo sea Gobernador Constitucional del estado de Querétaro, voy a correr a la chingada a toda esa bola de miserables que han emigrado a la ciudad. —¡Ja,ja! eres un pinche fascista güey. No mames, pues ahí amanecí hoy, hace rato. Bueno, ahí amanecimos con otros güeyes. Un pinche vagabundo alto, que trae una maleta de chorizo cargando, como de militar. Está bien pirado, dice que tiene poderes y no sé qué pedo. —¡Ah, ya! el Weritzio. Jajaja ¡Qué Horror! güey. —¿Lo conoces? —Claro, desde hace años. Lo conocí más o menos en el año dos mil, cuando conocí los raves, que de veras eran raves. Se armaban en el casco de una ex hacienda, muy cerca del Zoológico Wamerú, rumbo a Bernal. Ahí conocí las tachas, los ácidos y otras pendejadas. —Bueno, pues estaba ese güey y una vieja bien puta, que a webo se la quería mamar al cholo, pero el wey la mandó bien a la verga. Y contaba la morra, que luego se arma su lata y se anda ahí entre las vías buscando a los disque migrantes para que se la cojan, y ya drogados, entre todos se la dan. —¡Wow! Toda una discípula de Anabel Chong. —¿Qué es eso wey? Ya vas a empezar con tus mamadas —¿Qué es qué? —Esa mamada de Anabel Chong. —Güey, pues es la actriz porno que estipuló el reglamento del Gang–Bang; es cuando una mujer u hombre es foyada/o en grupo, siempre deben ser grupos de cinco, no más. Aunque se coja a 600 en una sola exposición, deben ser grupos de cinco. Se la van metiendo de uno en uno, haciendo fila por un tiempo estipulado que también está claramente determinado, no recuerdo si son tres minutos, o menos, el punto es que todos deben de foyarla al mismo tiempo, luego eyacularle encima y después largarse para que pasen otros cinco. —Vaya, tú sí que sabes de la industria del porno. —Pues algo güey, recuerda que ya te había contado, que cuando tenía como entre 14 y 17 años, siempre me mamó la idea de convertirme en una estrella porno. Del porno casero, del improvisado, en lugares públicos y con gente real. —Huy amigo, si yo hiciera lo mismo con mis experiencias en la putería. —Deberías, recuerda que no siempre serás joven, ahora vas por la vida con la verga dura para todos lados, aún eres delgado, y bueno, cuando te arreglas no te vez tan mal. Pero en unos cinco o diez años todo esto se va terminar, y lo sabes. —Espero morirme antes. —Al paso que vas… —Bueno, ya deja de juzgarme, culero. Mejor te sigo contando. —¡Ja, ja, ja, va! con esto de la mota, sabes que siempre es divagar. —Luego le dije que nos moviéramos de ahí. Nos pusimos a talonear en Zaragoza, por el Mercado Escobedo. Conseguimos para un alcohol. La neta, a mí no me gusta pistear en la calle. Además, hacía ya una semana que no veía a ese güey, y traía unas ganas de comérmelo. Así que le dije que fuéramos a mi casa a bebernos el Tlalpeño, además allá estaba más relax, y era muy temprano para andar en la calle, con el puto solazo encima. Así, podríamos escuchar rolas en el dvd y echarnos un palito. Bueno, eso no se lo dije. Pero yo lo sabía y él también; esas cosas entre machines no se dicen, sólo se hacen. Se hacen cuando uno ya está pedo y después no se comentan. Así, como si nunca hubiera sucedido nada. —¡Qué hueva! —¿Qué hueva, qué? —Todo. Tú, Él. Su relación oculta. El sexo. Todo. ¡Qué weba! —¡Pendejo! Bueno, luego nos fuimos caminando a la casa, ahí, en la Niños héroes. Llegando pusimos unas rolas de Cartel de Santa, que son las que él le gustan, en un mp4 que trae canciones y videos. Es bien cagado güey, pero le encantan esos cabrones. Se siente muy machín igual que ellos. Sus rolas siempre hablan de que son bien putos y se cogen a todas la viejas y no sé qué. Pero bien que me da las nalgas el cabrón. Así han de ser todos esos vatillos, a los que les laten esas rolas. Luego le agarré un poco de mota a la Josefa, nos armamos un churrito y, ya sabrás, con las monas y el Tlalpeño, pues arrancamos chido la loquera. Estábamos sentados en el sillón y la neta ya tenía la verga dura. Le puse mi mano sobre su verga y el güey ya también la tenía dura, me aventó la mano y me dijo que me calmara, pero como siempre, insistí. Cuando acordamos ya teníamos el pantalón abajo y nos estábamos besando todo el cuerpo. Lo demás ya te lo sabes. Me la mamó, se la mamé y los dos nos cogíamos a ratos. —¿Güey, al menos lo metiste a bañar? —No güey, ya con la calentura ni lo pensé. Además, capaz que se ofende si le digo y luego se me cotiza ¡No mames! —¡Qué asco, cabrón! Ose que, como quien dice, lo agarraste en su jugo, —Ya ni me digas wey, que aparte, lo hicimos a pelo. —¡Ja, ja, ja, ja! ¡No mames, wey! —Bueno, luego terminamos y nos limpiamos los mecos con mi playera vieja de los Gallos, nos vestimos y me dijo que nos fuéramos. Así, como si nunca hubiera sucedido nada. —¡Wow! ¡Cuánta practicidad! Eso me gusta. Que no te pregunten nada después de eyacular; que no te hablen, y menos que te toquen. —Te digo, no está tan culero traerlo de fundita. Luego caminamos otra vez para el centro, pasamos por los andadores a saludar a la pandilla jipi. Esos pinches mugrosos que venden sus baratijas en el suelo. Pero siempre se consigue cotorreo con esos cabrones. Estando ahí, después de saludarlos, fue cuando el pinche cholo sacó de la bolsa de su sudadera, estampada con hojillas de mariguana, la tableta de la jota esa, y nos tendimos en corto, a un picadero que se encuentra muy cerca del Jardín Guerrero. Nos dieron seis piedras por la tableta, y ahí mismo nos las chingamos. En realidad nos duró poco el gusto, ya sabes que allí siempre está plagado de drogadictos, que a huevo te están pidiendo una fumada; y se las terminas dando, por lástima, porque sabes que mañana puedes estar tú así, o simplemente para que dejen de estar cagando el palo. Hasta da un chingo de tristeza güey, ahí luego te topas de todo: profesionistas, universitarios, morritos de secundaria, putas viejas y hasta discapacitados. Todos por el mismo fin. La bendita droga. —Esa es la realidad, Escarchas. Así es Querétaro y sus al rededores, a lo mejor todo México y el mundo en general. Una de las cosas más importantes que aprendí de las Crónicas marcianas de mi Ray Bradbury, es que la humanidad es una mierda en todas partes. Apesta todo lo que toca. No importa a dónde vaya. —Pues será el sereno, güey. El pedo es que de ahí nos fuimos, ya eran como las nueve de la noche. Pasamos al templo de la cruz, a cotorrear con el escuadrón y ahí fue donde se nos pegó la dichosa Nenis, se andaba dejando manosear por los alcohólicos vagabundos detrás de unos puestos de basura religiosa, en unas bancas. Mientras la gente se comía sus tamales y buñuelos. Pasaban familias, abuelos con sus nietos y parejas besándose, hasta me acordé un poco de mi familia. En corto nos movimos, para fumar otro toque, que habíamos conseguido a cambio de unas monas. Caminamos por un costado de la iglesia hasta el estacionamiento de la deportiva que está por detrás. —Es el crea, güey. Ahí es donde voy al soccer. —Pues esa madre. Donde está como un mirador, pero enfrente, en unas jardineras; ahí nos topamos al otro fenómeno, al Weritzio. Al parecer todos ya se conocían, era como si esa reunión hubiera sido planeada por todos, menos yo. La puta seguía enseñando las chiches, cayéndose de peda; el otro wey estaba preparando un cóctel de las bebidas a medias, que se encuentra por las calles. Afuera de los bares pepena botellas con restos de cerveza, tequila, whisky, vodka, Red Bull y refrescos de todos sabores. Y el cholo —mi cholo— bien calladito pegado a su mona, yo andaba bien viajado wey. Después nos pusimos a tomar esa mamada, y el pendejo del Weritzio comenzó a mal vibrarnos con sus pinches historias del futuro. De golpe, el cholo me dijo que nos fuéramos a la Alameda para talonear a las vestidas; pero ya sabes que yo de noche aquí ya no me paro. —¿Desde la putiza que te metieron, cuando te fumaste toda la piedra? Jaja recuerdo que te encontré todo jodido de la cara, y con la clavícula dislocada. Me acabé mi pomada de árnica en tus golpes. Culero, me debes una. No ves que esa la ocupo para mis lesiones en los entrenamientos. —Sí, güey. No mames, mega putiza que me metieron, pero ya me perdonaron lo del varo, solo que no puedo pasearme de noche por ahí. Pues ya ves que puteaba y tiraba mierda a la vez. Hay que tener doble trabajo, en Querétaro la vida es muy cara, las rentas, sobre todo en el centro son muy elevadas, y no se diga la comida. —Pero a ver, a qué te vienes de tu rancho, güey. —Güey, no sabes lo que es vivir en un lugar así, lleno de pendejos que se creen narcos sólo porque escuchan banda. —Me lo imagino. —Bueno pues ya andaba muy loco, y fuimos a la Alameda, apenas cruzamos el camellón que conecta con San Pancho y en corto, llegaron dos patrullas: una camioneta y un coche. Haz de cuenta que ya nos estaban cazando, y pues no nos quisieron llevar, a pesar de que andábamos ya bien locos. Nos dieron por vagabundos; pero al único que basculearon, fui yo. Y me sacaron los únicos cien varos que llevaba; los había guardado, incluso soporté no comprarme otra piedra, porque los necesitaba para comprarme un desodorante y unos rastrillos, wey. Ni pedo, ahora voy andar todo apestoso, bueno ni tanto; en cualquier descuido me meto a una farmacia Guadalajara y me clavo uno. Pero ya no quiero hacer eso, wey; ya quería empezar a hacer las cosas bien, ya vez que ya te había dicho. —Cada que te veo me lo dices, amigo. Aunque, no veo qué tiene de malo ser así. Es una circunstancia solamente, como las demás. Y bueno, si no te hubiera agarrado la tira, seguro te agarraban los putos, con eso de que ya está bien regulada la prostitución, en esa parte del centro. —Sí, ya está muy cabrón. De ahí nos movimos caminando hasta el parque de Álamos, enfrente del Bambaata hay un pastito bien chingón, ya eran pasado de las dos de la mañana cuando llegamos. El Weritzio quería que nos metiéramos a dormir a una de las alcantarillas de Bernardo Quintana, abajo del puente de Bolaños, el que va para tu casa güey. Pero el cholo y yo no quisimos, y para colmo ese wey —el cholo— se había emputado conmigo, porque no le había dicho que traía esos cien pesos. Nos estuvimos drogando tirados en el pasto, mirando las luces de los coches que se reflejaban en las copas de los pirules viejos, hasta que nos fuimos quedando dormidos, al menos yo. De repente se escucharon los gritos de la Nenis, andaba ya toda mojada —la pobre pendeja— y les estaba mentando la madre a unos piperos del municipio que andaban regando las jardineras, y los muy hijoeputas, se burlaban mientras apuntaban con la manguera, empapándonos a todos del agua tratada. Serían si acaso las cinco de la mañana, con el pinche friazo. —¡Ja, ja, ja, ja! —No te burles, güey. Luego nos fuimos caminando hasta las vías del tren, ahí abajo del puente de la bajada del cerrito, la que conduce hasta el centro; y otra vez, ya cansado y con los pies hinchados, doloridos y apestosos, me quedé dormido, a ratos, por el ruido del tren, hasta que, supongo que me venció por completo la loquera. Después, ya con el sol en la cara y el ruido de los camiones, así sin más, me desperté. Me fumé un toque y me desafané de esa pandilla. He andado pendejeando por aquí, a ver si me hago un servicio al menos de unos cien varitos. No sé qué voy hacer güey, todo está valiendo verga aquí. —Y por qué no te regresas a tu rancho, güey. —¿Qué? ¿Volver al Marqués? Ni muerto, cabrón. Prefiero seguir aquí cogiendo con viejitos y chupando vergas, que volver a un puto rancho. Allá solo hay de dos: trabajar en una puta fábrica, de obrero o de vigilante, pinches empleos jodidos y mal pagados. O peor aún, en la milpa, que nunca da nada y no sale dinero. Y bueno ¿Tú a dónde ibas? o ¿Qué pedo, de dónde vienes? ¿Por qué te encontré aquí? —Pues según yo, iba a entrenar, pero hasta llegar acá me acordé que hoy es miércoles. Hoy no hay entrenamiento, y me fui a pendejear a la biblioteca pública; hay unos libros, que te cagas. Pero me harté, ya iba en camino para mi casa. Pero qué bueno que te encontré, necesitaba distraerme un poco. —Pues ya sabes dónde ando siempre. Buscando qué hacer, en la putería, en la loquera, en el centro, en Querétaro. Luego de despedirme del Escarchas, caminé hacia la parada de autobús. De momento, apareció arrastrándose como anciana reumática, la unidad. Un camión horrible y destartalado de color verde pistache que decía en el frente «Ruta 33» y comenzó a juntarse la banda del noroeste, de un cerro llamado Bolaños. La gente se amontonó, pero logré alcanzar lugar, al lado de una adolescente gorda, quien acomodaba sus guantes de box en una maleta. Eran de color rosa con blanco. Las bocinas reventaban con el tema más culero de la década de los noventas «Bien, bien buena» del General, retumbaba en mis oídos, como una especie de conjuro afroamericano vomitando pendejadas sobre el mismo beat. ¿Cómo es que nos llegó hasta México toda esa basura del sur? En la parada del Cerrito se atascó el camión, como siempre. Lo bueno es que el viaje se recorta con el chofer que siempre va emputado. Un tipo moreno de unos treinta años, de cuerpo flaco pero con una barriga —muy parecida a la del Bastardo Amarillo de las novelas gráficas de Frank Miller— que se le ha ido formando por su mala postura, por las tortas y la Coca–Cola ¡El güey maneja de la verga! Así es esto del transporte urbano, una mamada eso del Red q. Sobre todo para mi barrio, aparte de que cobran sus $8.50, sólo trabajan tres camiones por día y pasan cada media hora, muy Kitsch. De muy mal gusto. Aprovechando las fumadas que me había dado en el parque, me puse a pensar en el trayecto, sobre el sin–sentido que tiene estar aquí de nuevo, contándoles todos estos chismes tan irrelevantes. Se supone que debería escribir un ensayo serio sobre la ciudad, sobre las relaciones rizomáticas; que por cierto, ahora mismo corro a investigar en google lo que eso significa —sólo espero encontrar abierto el Ciber Angie— sé que Wikipedia me dará la respuesta. Pero ¿Cómo hacerlo? si estoy asqueado de la intelectualidad, como los primeros cubistas. Hablar otra vez sobre los estudios queretanos que siempre abordan los temas más tediosos: que si los conductos del agua en Hércules; o la tabacalera de la avenida del 57; la historiografía queretana en la época colonial; la educación en el Porfiriato, la Virgen del Pueblito, Cayetano Rubio y sus riquezas; Semana Santa y los encapuchados monjes que van pisando tachuelas, el ecoturismo de la Sierra Gorda, el Padrón del siglo xix; las fiestas patronales en los barrios; y no sé cuanta pendejada más. Me parece que eso es lo que forma la integridad, la unidad, la identidad y cohesión del Querétaro Señorial. Pero ¿Cómo abordarlo? ¿Cómo lograr algo tan grandioso, tan sublime e inútil para la realidad actual? Para el presente de una ciudad en crecimiento, que se encuentra entre la tradición y la modernidad. ¿Cómo? Si sólo soy un humanista mediocre, mal agradecido y drogadicto, que nunca se va lograr titular. Un Escarchas cualquiera de esta nueva gran ciudad. Reseña Javier Salinas Rivera (1984) Licenciado en historia, egresado de la maestría en estudios históricos de la facultad de filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro. Escritor experimental y docente..