Proyecto educativo - Blog de Anna Boyé

Transcripción

Proyecto educativo - Blog de Anna Boyé
SOCIEDADES MATRIARCALES
Sociedades matriarcales
Anna Boyé
!
Introducción
Siempre he sentido la necesidad de entender el por qué de las graves discriminaciones que sufre la
mujer en el mundo. Y en esta búsqueda por el conocimiento he encontrado sociedades matriarcales
donde las mujeres organizan el trabajo, gestionan la economía, el cumplimiento de la ley y
gobiernan. Sociedades en las que su inteligencia es respetada por todos y son admiradas por la
valentía que muestran a la hora de tomar decisiones en la comunidad.
Se trata de comunidades en las que matriarcado no significa lo contrario de patriarcado, si no otra
manera más igualitaria de organizar la sociedad y la vida. En ellas, la madre es la fuerza que educa y
socializa a los hijos, la que transmite el respeto a los mayores y a los niños. La que dirige a la familia
e instituye la ley, pero no rige un poder coercitivo que obliga, sino una autoridad maternal
reconocida por todos, que aconseja y que estructura la sociedad.
Siempre he pensado que la única forma de cambiar los valores estereotipados de una sociedad, es
desde la educación. Porque los niños y las niñas son tímidos e insoslayables proyectos de futuro.
Mostrar el mundo de las sociedades matriarcales en las escuelas, aportaría una visión más poliédrica
del mundo, más singular y más justa acorde con la verdadera historia de la humanidad. Una historia
que nos han contado sesgada en su profundidad. Sería además una manera de incidir sobre la
discriminación y maltrato que ha sufrido y sufre la mujer.
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Me siento bien realizando acciones que fomenten una visión más equilibrada e igualitaria de las
personas. Donde nosotras y ellos formemos un conjunto que sume riqueza a nuestra vida. Que cada
uno sepamos aportar y equilibrar la feminidad y la masculinidad que cada sexo tiene y desarrollar
ambos valores, desde el corazón. Ellos, cuidadores de la familia y prudentes en las decisiones que
configuran las estructuras sociales. Ellas, generosas empresarias y promotoras de valores humanos
en la política, que darán seguridad y amor a las nuevas generaciones. Ellos, cómplices de ellas; ellas,
cómplices de ellos, en un todo holístico que nos dignifique.
Expondré a continuación datos sobre el trabajo de campo realizado en las sociedades matriarcales a
las que he viajado -bijagós, mosuo y juchitecas-. Analizaré elementos comunes y diferencias entre las
sociedades matriarcales y nuestra sociedad patriarcal.
En el año 2005 inicié tres viajes: a la isla de Orango Grande, en el archipiélago de las Bijagós, en
Guinea Bissau (bijagós); China, en la provincia de Yunnan (mosuo) y a Juchitán, en el estado de
Tehuantepec (poderosas mujeres de Juchitán), México.
Mi intención era verificar realidades diferentes a las mías, saber si había algún lugar en el mundo
donde las mujeres gobernaran o tuvieran un rol social relevante.
Me preparé para viajar sola, muy lejos, a comunidades aisladas, y, a veces, de difícil acceso.
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Viajes y algunos datos del trabajo de campo
1. Bijagós. Guinea Bissau.
!
Pienso en aquellos días que visité a los bijagós, en la isla de Orango Grande, frente a las costas de
Guinea Bissau. Allí las mujeres tienen toda la autoridad, se organizan en asociaciones que gestionan
la economía, el bienestar social y la ley. Son ellas las que imponen sanciones, dirigen, aconsejan,
distribuyen y se las respeta como dueñas absolutas de la casa y de la tierra. Sólo se recurre a los
hombres para el barbecho de los campos, la caza del mono y la pesca. La población vive en chozas
de barro rojo y techo de paja, sin luz eléctrica ni agua corriente.
El archipiélago de las Bijagós, con palmerales, sabanas arbustivas, gran cantidad de aves acuáticas
migratorias, tortugas, hipopótamos y cocodrilos es un lugar paradisíaco. El tiempo se desvanece en
la observación de la gente. En nuestro diálogo cotidiano (yo vivía en una choza en la selva, en casa
de Quinta, la presidenta de la asociación de las mujeres de Etiogo), me impresionaba la falta de
importancia que concedían al paso de las horas.
Sentadas en la puerta de las chozas las mujeres se afanaban en la selección de la semilla de cajou, y
charlaban. Una gran calma lo invadía todo. Las familias poseían pequeños huertos para el uso
propio, y terrenos comunales que cultivaban las mujeres. La mujer es la encargada de seleccionar y
decidir la siembra, la recolectora de los frutos del árbol del cajou, que utilizará para hacer el vino de
la palma. Se recurre a los hombres para la caza, la pesca o la fuerza bruta. En Etiogo no concedían
demasiada importancia a la acumulación, el alimento era para el consumo cotidiano. Solo el vino de
la palma se almacenaba para consumir todo el año.
Conversando un día con Quinta le pregunté si podía comprar más tierra para su huerto me
respondió que allí no hacía falta adquirir nada porque podía adueñarse de todo el terreno que
quisiera, “el terreno virgen es de quién lo cultiva”, sentenció con toda tranquilidad.
Las baloberras (sacerdotas) son las encargadas de transmitir la sabiduría de los antepasados, en el
rito de iniciación al mundo adulto. Durante esta ceremonia ellas juran dirigir a la familia, organizar
el trabajo, procurar el bienestar y acreditar la ley. Es sorprendente esta cultura matriarcal en la que,
como
cuenta
Neto,
sentado
con
un
grupo
de hombres en la playa y bebiendo vino de la palma: “Ella es más fuerte e inteligente, y aunque a
nosotros nos gustaría mandar y organizar, no nos sentimos con capacidad para ser el jefe de familia.
Es la tradición, la costumbre de nuestros antepasados. Siempre ha sido así…”. Y concluye: “Hay que
conseguir buena pesca porque, de lo contrario, ellas se enfadan y nos agarran por los genitales hasta
hacernos perder la energía…”
A veces me pregunto por qué ha sobrevivido esta sociedad. Sin duda el aislamiento geográfico del
archipiélago de las Bijagós, la extrema pobreza del país que dificulta el acceso a las islas , las guerras
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civiles, la corrupción de los gobiernos de la capital, y durante la época de colonización portuguesa, la
inestimable sabiduría de la reina bijagó,
Pampa Kanyimpa (1910), que mantenía apartados a los portugueses con pactos y regalos, fueron
factores determinantes de la poca difusión de la sociedad patriarcal, que por otra parte, configura el
resto del país.
En las sociedades donde las mujeres gobiernan, el culto a los antepasados, a la tradición, a lo
autóctono y a la figura de la madre son valores centrales. Al margen del archipiélago de las Bijagós,
Guinea Bissau es un país africano patriarcal, de mayoría musulmana, en el que es habitual que los
hombres tengan más de una mujer.
2. Mosuo. China.
!
Hay un lugar a orillas del lago Lugu, en el que las hijas son bien recibidas. Un regalo que hace a la
familia más grande y poderosa. Entre las provincias de Yunnan y Suchuan, vive una pequeña
comunidad, los mosuo, en la que la mujeres administran los bienes, ordenan el trabajo y gobiernan.
La matriarca distribuye según la inteligencia, habilidad y fuerza de cada uno los quehaceres del
grupo. No existe la figura del marido. Ellas se unen por amor con hombres que las visitan de noche.
Los padres no tienen ninguna responsabilidad sobre los hijos, que vivirán siempre en el clan
materno educados por sus tíos.
Asistí durante las fiestas de Año Nuevo a “La Ceremonia de las Faldas” en casa de la familia Jia, de
la etnia mosuo. El ritual de iniciación al mundo adulto de la mujer. Kizuyuki subida al cuerpo de un
cerdo secado al sol, que simboliza la prosperidad, es vestida por su madre con una falda blanca, una
casaca roja y oro, cinturón de colores y una peluca de algodón negra con adornos de perlas y flores.
Más tarde sentada la matriarca sentada a su lado aconsejará a su nieta: “Ten buen corazón, no
discutas, respeta a los mayores y estudia que por el bien de la familia todo es fácil”. Mañana todo
será diferente. Kizuyuki sabe que tendrá una habitación para ella sola, donde con el tiempo recibirá
las visitas de amor y tendrá su propia responsabilidad con la familia.
Conviví durante un mes con los “mosuo”, dormí en sus sencillas casas de madera, a veces en
situaciones precarias pues las temperaturas por la noche disminuían mucho y hacía frío. Fuí
agasajada con té de mantequilla y panecillos de maíz, arroz, verduras. Ellas alrededor del fuego
sagrado de los antepasados me explicaban historias de sus costumbres, su sentir. Al principio eran
muy tímidas, sentían vergüenza de ser fotografiadas, se resistían a mis preguntas con una sonrisa, y
se escabullían.
En el Lago Lugo, en China, a veces conversaba con Yaremina (matriarca de la familia que visitaba a
menudo), de mi vida, mi familia, de mi hijo. Ella, preparaba el té, y me ofrecía pan de arroz, mientras
me escuchaba. Un día le conté que en nuestra sociedad el hombre es capaz de torturar a una mujer,
incluso, acabar con ella. Yaremina me miró fijamente y pareció incapaz de entender que algo así
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pudiera ocurrir. Creo que en la mente de una, solo cabe aquello que ha vivido o quizá otras
experiencias semejantes. Lo diferente, a veces, es imposible de comprender.
La matriarca es una figura maternal querida por todas y todos. Se la respeta por su sabiduría y la
autoridad que poseen se basa en ella. Dentro de la familia a una mujer matriarca se la escoge en
función de sus cualidades y competencias, no por su edad y otras consideraciones de carácter
hereditario o permanente. Este poder no es buscado ni especialmente querido, se vive como una
forma natural de ser y estar.
A veces mientras conversábamos con Yaremina (a mi lado siempre, Li, el joven traductor de la
provincia vecina) y yo le preguntaba si era feliz. Ella me señalaba las estrellas y reía... y así compartía
con Yaremina unos momentos de gran belleza.
Leo en el libro “La semejanza del mundo” de Mercedes Fernández Martorell, antropóloga de la
UB : “La teoría de la semejanza plantea que actualmente las interrelaciones entre todos los pueblos
del mundo están marcadas por los medios tan fluidos que hemos producido para comunicarnos y
que esta circunstancia podría propiciar y hacer viable la complicidad de especie”.
Ahora pienso que todos somos iguales en nuestras capacidades, en nuestros cuerpos, en nuestra
alma, pero diferentes en la contemplación, en la historia, en la bondad de nuestros corazones, en la
sutileza de nuestro pensamiento.
Sólo, me digo, que hay algunas permanencias en nuestro paisaje diario: el sol, la luna y las estrellas (y
recuerdo, con esto, a Yaremina). El sol que nos rescata de la oscuridad negra de la noche. La luna
compañera de viaje que, con seductoras ocultaciones, nos envía mensajes y nos abre al
conocimiento. Y las estrellas que nos hablan de otras esferas. Y por fin otra vez nosotros
acompañados de otros. Los otros, los semejantes, los amigos, ellos: civilizaciones y culturas, ciegos
ejércitos, diminutas partículas que configuramos redes sociales.
3. Juchitán. México.
!
En Juchitán, al sur de México, en el istmo de Tehuantepec, el comercio y los negocios están en
manos de las mujeres, indias zapotecas, que controlan la vida económica de la ciudad. Poseen
costosos trajes artesanales y joyas de oro que heredan de madres a hijas. Son reconocidas en todo
México por su inteligencia, valentía, habilidad y audacia. Aquí, los hombres apenas se notan. Sin
embargo, en Juchitán de Zaragoza conviven bajo el mismo techo un matriarcado y un patriarcado.
Juchitan significa “lugar de las flores”. El municipio está situado en un llano. Al norte la Sierra
Madre. Atraviesa la ciudad el río de los Perros. Tiene agua potable y alumbrado público. La gente
se gana la vida en el campo, cultivando sorgo y frijoles; la pesca ribereña del camarón y en alguna
fábrica de refrescos o pinturas. Aunque también está el turismo, atraído por sus fiestas y sus
mercados. Frida Kahlo, cuya madre era de la región, lucía con frecuencia en sus autorretratos el
traje y las joyas tradicionales de la zona.
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En la ciudad viven 78.493 habitantes. De los cuales 37.936 son hombres y 40.557 mujeres. Y ellas,
desde que se tiene memoria, disfrutan de una autoridad y una independencia insólitas en una cultura
patriarcal como es la mexicana.
Conviven un matriarcado y un patriarcado: “Eso sí, en lucha diaria” afirma la socióloga juchiteca
Marina Meneses. Cada género tiene su propio territorio. En Juchitán las mujeres tienen su espacio:
el comercio, la organización de las fiestas y “velas” (fiestas populares), la casa y la calle. Los hombres
el suyo: el campo y la pesca, la política y la cantina. Y destaca la existencia de una economía de
subsistencia en la que el hombre aporta la materia prima y la mujer se ocupa de comercializar los
productos en el mercado. Se trata de una economía en la que el prestigio se basa en la reciprocidad y
la confianza entre mujeres.
Son ellas las que organizan los sistemas de tandas o créditos, para conseguir dinero, joyas y trajes de
artesanía. “Nos dedicamos al comercio como una forma de afirmarnos ante la vida, para sentirnos
productivas, útiles y creativas. Y para que te respeten por lo que eres capaz de dar”, explica Marina.
“Por eso aquí la mujer se cuida mucho, es orgullosa y ha creado una orden social de seguridad. Y la
base de su fuerza está en el desarrollo de las estructuras matriarcales que todavía persisten”.
Rogelia Martínez, luchadora social, me acompañó siempre en mi búsqueda por conocer. Ella me
explicaba, me presentaba a sus amigas y establecía vínculos de ayuda. Con ella me sentía
comprendida, ayudada y fortalecida ante cualquier situación. Rogelia me hablaba de la figura de la
madre como fuerza que educa el espíritu de las mujeres, que las hace fuertes y nobles, valientes y
trabajadoras. Y de la importancia social que tiene en el conocimiento de los valores que nos
acompañan siempre.
En Juchitán, las mujeres apadrinaban niños pobres de las montañas, éstos no perdían a sus familias
de origen, sino que compartían con “otra mamá” sus vidas, una nueva madre que les daba casa,
comida y educación. Otra vez esta figura generosa de la madre que da vigor social.
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Matriarcado
Veo necesario analizar el término matriarcado. Cito primero al diccionario de la Real Academia
Española: “Es una organización social, tradicionalmente atribuida a algunos pueblos primitivos, en
que el mando residía en las mujeres. Predominio o fuerte ascendiente femenino en una sociedad o
grupo”.
Ahora el diccionario de Etnología y Antropología de Pierre Bonte y Michael Izard: “Los términos
patriarcado y matriarcado no son simétricos en principio más que léxicamente: el “matriarcado”
designa una organización social basada en la filiación matrilineal y no en el poder de las mujeres.
Pero se convierten poco a poco en semánticamente comparables, adquiriendo “matriarcado” el
sentido a la vez de “derecho materno”, concepción de la maternidad considerada como apta para
fundar un estatuto (desarrollada por Bachofen), y de dominio de las mujeres, noción que remite a
una teoría del poder que les concede un papel institucional similar al que los hombres tienen en la
organización patriarcal”.
La palabra matriarca deriva de la palabra latina mater (madre), y de la palabra griega
arché que tiene varios significados: poder, dominio, origen, comienzo. Por este motivo matriarcado
tiene diferentes traducciones: “al comienzo estaba la madre”, “proveniente de la madre”, “principio
materno”, “dominio de la madre”.
Estructura de la sociedad matriarcal:
El matriarcado en general se basa en una cultura de economía agraria. Los campos y la casa son
propiedad del clan y son administrados por la madre como jefa del clan. Es la administradora de
todas las propiedades del clan, la casa comunitaria y las tierras, así como de los ingresos procedentes
del trabajo de todos los miembros del grupo. Procura el bienestar del grupo del que es responsable.
El clan es matrilineal: Los hijos están emparentados con la madre y llevan sus apellidos. Las
propiedades se heredan de madres a hijas. En el caso de los mosuo, el hermano mayor ayuda a
educar a los hijos de la hermana y es el delegado del clan hacia el exterior.
Allí el hombre tiene que ejercer dos roles diferentes. El de tío en el clan propio, donde es respetado
por todos y se ocupa de la educación de los sobrinos, y el de padre en la familia de la mujer a la que
ama, donde no es libre de hacer lo que quiere. El hombre habita siempre en el clan de la madre, no
posee casa propia. En el caso de la etnia bijagó la mujer escoge al hombre cuando llega a la
pubertad, y es ella, la que toma la iniciativa en todas las decisiones. El día que se cansa de su marido
le dice que se vaya, y se quedará con la casa, la tierra y los hijos.
En un matriarcado el clan es matrilocal: Sus descendientes viven con la madre en la casa del clan. La
madre organiza el trabajo de todo el grupo. Tiene poder de aconsejar, no tiene el poder de ordenar.
Su consejo es aceptado de una manera natural y voluntaria, no tienen ningún mando coercitivo. Se
basa en el respeto a las necesidades familiares y el respeto a cada miembro del grupo. Son
sociedades familiares de consenso.
Las jefas o las reinas no pueden ordenar tributos. Sus cargos son honoríficos. La mujer es la
sacerdota o realiza las ceremonias en veneración a los antepasados, cree en la reencarnación. La
muerte no es ningún final, sino un estado de transición hacia el mundo de los espíritus y de la luz.
Es común la adoración y el respeto hacia las fuerzas de la naturaleza: la tierra, el agua, los ríos, los
animales. Los mosuo del Lago Lugu, rinden homenaje a la diosa Gamu de la montaña, que les
protege. El cosmos es femenino. Esta creencia se manifiesta en la realización de fiestas estacionales
que vuelven cíclicamente. Están relacionadas con la siembra, el crecimiento y la cosecha, después
con los mercados.
En los matriarcados que he visitado el hombre es una figura querida y respetada. Ellos parecen
felices de contar con ellas en las cuestiones difíciles de organización social, gestión y decisión. Y ellas
que no les dejan pasar hambre, que les aconsejan; ellas, contentas de compartir su vida con hombres
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que las ayudan en las tareas, que las reconocen en sus funciones, en su sabiduría y que corresponden
a su amor.
En el caso de Juchitán se vive un matriarcado y un patriarcado a la vez. Expongo algunos datos
relacionados con este aspecto matriarcal. Juchitán de Zaragoza es una sociedad agraria
caracterizada por la celebración cíclica de fiestas relacionadas con la cosecha. Fiestas populares
donde la generosidad y la reciprocidad tiene la función social de nivelar diferencias económicas e
impedir la jerarquía, que estaría ligada al ejercicio del poder. De las comerciantes más ricas se
espera mayor colaboración. De esta forma se establece una red de ayuda mutua y apoyo. Estas
“velas” (fiestas populares) están relacionadas con costumbres animistas zapotecas, que adoraban
animales y plantas. De ahí la “vela lagarto”, “vela ciruelo”... Las Velas permiten que se realice una
constante redistribución de la riqueza.
En Juchitán la herencia se determina por linea materna y paterna. La herencia depende del sexo: la
hija hereda los bienes de la madre (joyas de oro y vestidos de artesanía) y el hijo los bienes del padre.
La casa es un lugar común que sea “la casa de mi mamá”, incluso cuando los títulos de propiedad
están a nombre del padre. Generalmente se deja en herencia, muy matriarcalmente, a la hija menor.
¿Cómo es posible que en un país tan patriarcal como México subsista una sociedad donde el
comercio y los negocios estén en manos de las mujeres, en una región geográfica y económicamente
clave en el comercio mundiales? En Juchitán las mujeres se identifican como mujeres y la figura de la
madre es el centro de la sociedad. Ella es la impulsora de los valores económicos que dinamizan la
comunidad. De los valores sociales y espirituales que inculca en cada hija. Su fuerza y capacidad de
decisión es respetada por todos. La cultura de esta pequeña ciudad está centrada en ella.
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Reflexiones
Mi meta es mirar hacia nuestra sociedad e identificar semejanzas. Rasgos comunes y diferencias con
estas otras sociedades matriarcales. Una frase me da vueltas en la cabeza “En mi casa manda mi
mujer”, un comentario muchas veces oído en boca de los hombres. Profundizo. Me parece como si
una identidad colectiva yaciera subsumida en ella.
¿Y si mirara de otra manera? ¿Y si focalizara la atención en la fuerza de los valores escondidos no
analizados como formas de poder? Y recurro a la frase “En mi casa manda mi mujer”. Y me
pregunto: ¿Qué querrá decir que en casa mande tu mujer? ¿Será que ella gobierna el espacio físico y
moviliza a cacharros, ropa y artefactos? ¿O bien su poder transciende y penetra en un mundo
simbólico, donde con habilidad infinita se desliza? Ella, que unas veces es transgresora y lo
revoluciona todo y, otras, justo lo contrario.
Analizo algunos aspectos de la historia de las mujeres en Grecia. Aidos y sophrosine eran las
virtudes femeninas más valoradas en la ciudad griega. Aidos era la modestia muy cercana a la
vergüenza sexual; sophrosine significaba la discreción y dignidad. Una mujer respetable debía ser
prácticamente invisible.
El espacio doméstico era un lugar de producción agrícola y artesanal, sobre todo en relación con los
tejidos. El trabajo de la casa implicaba largos procesos de elaboración y transformación de las
materias primas: moler el grano, cocer el pan, cocinar, limpiar y preparar las fibras textiles para
poder hilarlas y tejerlas. Sin embargo no era considerado importante. El trabajo textil era una
sustancial contribución a la economía de la casa y de la sociedad. Las ropas eran una forma de
acumulación de riqueza. Podían ser vendidas. La imagen de Penélope en el telar es el ejemplo del
ideal femenino, y su derecho a tejer y tejer no es discutido por nadie, es una forma de resistir. El
hilado era el proceso más largo de la elaboración textil. Había que procesar el lino o la lana para
transformarla en hilo.
Sin duda la tradición aristotélica con sus desgraciadas argumentaciones: “Pues la hembra es hembra
por una cierta impotencia: por no ser capaz de cocer esperma a partir del alimento en su último
estadio, a causa de la frialdad de su naturaleza…Las menstruaciones son esperma no puro, sino
necesitado de elaboración… por eso al mezclarse el esperma impuro con el semen se produce la
reproducción”, asestó una puñalada mortal, de la que todavía no nos hemos recuperado.
Y reflexiono: ¿Bajo qué perspectivas vemos? ¿No deberíamos alejarnos para ver mejor la
panorámica? ¿Estudiar y estudiarnos a través de la invisibilidad, de lo no valorado ni establecido, a
través de lo despreciado? Quizá para que todo pueda volver a ser.
Recurro a “Le droit maternel” de Bachofen para mirar al pasado con precisión: “Le principe
maternel est un principe d’universalité et comme la vie de la nature ignore toute restriction. Du
principe maternel est issui l’universelle fraternité de tous les hommes La famille fondée sur le droit
maternel conserve ce caractère typique, universel, que est à l’originede tout d’eveloppement, et qui
distingue la vie de la matière de celle de l´esprit… Cet aspect du principe maternel-tellurique, que
régit les Etats gynécocratiques, il a même touvé une reconnaissance juridique. C’est sur lui que se
fonde la principe de liberté et d´égalité universelles, où nos retrouverons souvent un trait
fondamental des peuples gynécocratiques.”.
Si la historia de las mujeres transita por su invisibilidad en la vida diaria. Debemos partir de aquí
para conocer como nos comportamos ahora y como somos. Qué patrones de comportamiento
repetimos: los buenos y los malos. Aquellos que nos hacen virtuosas y sublimes o los que nos
denigran.
Debemos mirar otros horizontes y estudiar la historia de otras culturas para discernir sobre la
construcción de los roles sociales de hombres y mujeres en todos sus aspectos y diversidades. En
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este paseo por las sociedades matriarcales me gustaría abrir horizontes al pensamiento, pensar en “lo
posible”, nuestro futuro.
Y debemos establecer miradas muy próximas para el análisis más profundo. Hurgar en la historia
cercana que es la que nos desvelará la verdad. Observarnos a nosotras y observarlos a ellos en una
actitud de alerta. Una crítica constante de nuestros actos nos hará más sabias y sabios. Un análisis
de nuestras palabras nos dará luz sobre el comportamiento y el hábito. Con esto podremos urdir
una estrategia para ver y vernos, para que afiancemos las similitudes con ellos y señalemos las
diferencias. Y juntos dibujemos un especie más igualitaria.
Otro dato a analizar minuciosamente en todas las culturas y en la mía propia es, sin ninguna duda, la
figura de la madre. La fuerza y el gobierno de las madres. Lo que nos iguala a todos y todas. El dato
común, más allá de las diferencias, tanto en las sociedades matriarcales como en las patriarcales
Sé que deberé mirar, a veces. en la oscuridad de lo “no dicho” y lo “no establecido” para saber lo que
está sucediendo y lo que sucedió. Desmenuzar las paradojas con las que hilamos nuestra historia,
con las que aún nos movemos en la cotidianidad. Constatar lo que perdimos, mirar en las
sociedades matriarcales donde todavía “somos” y rescatar del olvido lo que “aún podemos ser”.
Porque en esta lucha por encontrar el camino dignificaremos a toda la especie humana. Nosostras y
ellos en un conjunto armónico. En una sola lógica. En un solo sentir. En un solo horizonte.
(Los textos han sido publicados en el Magazine de la Vanguardia así como en revistas
internacionales como el prestigioso “Courrier International” y recogidos en el libro “Matriarcats”,
proyecto en el que la Regidoría de la Dona del Ayuntamiento de Barcelona colaboró en el 2006.)
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Proyecto educativo
El proyecto matriarcados quiere acercarse al mundo de los chavales mediante tres documentales de
25 minutos cada uno. La etnia bijagó “La isla de las mujeres”, en Guinea Bissau, los mosuo “La tierra
de las hijas”, en China y “Las poderosas mujeres de Juchitán”, en México; y el libro Matriarcados
donde se explica la vida de las personas que conforman estas sociedades.
Se trata de acercar a los niños y niñas y a todos los jóvenes, estas culturas matriarcales. Y también
hacerles reflexionar sobre estas comunidades y la nuestra, analizar las similitudes y las diferencias. Y
finalmente elaborar material didáctico que estimule su comprensión del mundo.
I.
¿En nuestra sociedad que roles tienen asumidos los hombres y las mujeres en la vida familiar y
social? Compáralos con la sociedad matriarcal de Orango Grande. ¿Qué rol tiene la madre en
las sociedades matriarcales y que rol ejerce en la nuestra? ¿Encuentras diferencias? ¿Quienes
son las Baloberras? ¿Qué labor desempeñan? ¿Por qué crees que han sobrevivido estas
sociedades matriarcales? ¿Compara la figura de las mujeres en la política? Analiza el maltrato
hacia las mujeres.
II. Analiza el concepto de autoridad de los mosuo y compáralo con la idea de autoridad de nuestra
sociedad. Describe la relación de padre-hijo en esta sociedad. Analiza la manera de amar de las
mujeres mosuo.
III. Define el carácter de la mujer juchiteca. ¿Qué espacios domina? ¿Para qué sirven las velas
(fiestas) en Juchitán? ¿En que se diferencia el carácter del hombre y de la mujer en esta ciudad?
¿Cómo son educadas las muxes (transexuales)? ¿En que tipo de sociedad vives tú: patriarcal o
matriarcal? ¿Por qué?
La profundidad de las cuestiones se definirán en relación a la edad de los estudiantes. Se pueden
crear tres tipos de fichas. Y en las clases de los más pequeños jugar con pinturas y dibujos sobre los
personajes de las fotos: las mujeres y los hombres de esta comunidad. Incidir en el color de la piel, de
las plantas de las manos y de los pies. Acercarnos a los bailes, al mercado, mirar los vestidos y la
ornamenta, las costumbres y los hábitos, la religión y señalar su situación en un mapa.
En el caso de las aulas de bachillerato o módulos de grado medio y superior, se puede inducir a una
reflexión más seria sobre la estructura que gobierna nuestra sociedad y otras sociedades,
comparándolas con las estructuras sociales de estas sociedades matriarcales. Sopesar las figuras de
la mujer y del hombre en ambas... La finalidad siempre será la del conocimiento de algo nuevo, la
crítica social y la reflexión serena.
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Bibliografía
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-Mead, Margaret, “Experiencias personales y científicas de una antropóloga”, ediciones Paidos,
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-Juliano, Dolores, “Las que saben”, Edición Horas y Horas, Madrid, 1998
-Baring, Anne, Cashford, Jules, “El mito de la diosa”, Ediciones Siruela, 2005
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-Lagarde y de los Ríos, Marcela, “Para mis socias de la vida”, Horas y Horas, Madrid 2005
-Rivera Garreta, María Milagros; “La diferencia sexual en la historia”, publicaciones de la
Universidad de Valencia, 2005
-Heródoto, “Historia”, Cátedra Letras Universales, Madrid, 1999, 2006
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