pauliceia desvairada
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pauliceia desvairada
PAULICEIA DESVAIRADA VISÔES DO PERÍMETRO Dionisio González La relación que se inculca a los hombres hacia sus propios excrementos suministra el modelo de relación que existe para con todas las basuras de la vida. Hasta ahora se las ha ignorado regularmente. Sólo bajo el signo del moderno pensar ecologista nos estamos viendo obligados a recoger nuestras basuras en la conciencia.1 Entre la rua Tabapua y la avenida Pedroso de Morais en la ciudad de Sao Paulo se encuentra desde el año 72, fecha en que abandonó el psiquiátrico, habitando una isla de desechos y plásticos del diámetro de una piscina infantil -ocupa en realidad el espacio de una rotonda, en este caso detrítica y rebujalO Condicionado. Este homeless afrobrasileño, natural de Salvador de Bahía, se ocupa, invariablemente, de escribir, desde una neurótica prosificación, como el opugnador de un régimen omnicontemplativo, sobre la vigilancia: Unidades matemáticas do universo todo, laconicamente, avisaráo á humanidade, que ha um erro congenito, de uma unidade na matemática.2 1 2 Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Siruela,, Madrid, 2003. O “Condicionado” 3P 22-10-1999+3(c). ¿No proclama este anciano envuelto en un subdelirio del matematismo el error que Virilio define como accidente ínsito al hecho de la velocidad y la extravasación dromológica? ¿No proclama, en realidad, desde su personación y perpetuación de ese microespacio público - este bello y estático indigente sin pesaje camuflado en su mundo de caseína y celulosa- que toda, no ya vestimenta sino actitud es plástica, y que esa imagen, en realidad todas las imágenes, no son sino el registro de un accidente anterior? ¿No procura, contradictoriamente, desde su rígida disidencia, adoptar el disfraz moldeable del recauchutado para operar, desde la anonimia de ese oscurantismo negro y alquitranado del plástico, contra la aceleración desde un efecto total de frenado? De cualquier modo si, como sostiene Virilio, todo desarrollo tecnológico encierra un lado negativo, dada la necesidad de dominio del poder a través de la alta velocidad y dicha velocidad, a su vez, cuando se desprograma provoca el accidente, el amasijo, la parva y el siniestro, ¿no es precisamente esa negativa a la movilidad, esa detención espacio temporal de estatuaria, el milagro de la detección absoluta del accidente; una actitud minúscula de escudo antimisilístico? En todo caso, si el accidente precede a la imagen ¿Cuál es la función del arte?: ¿la mostración del suceso y, por tanto, la retardación o, bien, la precedencia y, por tanto, lo contingente? Es previsible, de este modo, que asistamos a la exaltación imaginal de la explosión del transbordador espacial Columbia y su diseminación y la de sus siete tripulantes por los estados de Tejas, Luisiana y Arkansas. Es previsible porque la cultura de la imagen es unitaria; porque se arroga los valores estéticos de la superficialidad. Parece que el acontecimiento sólo tuviera lugar en la accidentalidad, en el preciso instante del impacto, de la siniestralidad, de la eclosión, de la sonorización y luminosidad de lo abyecto. Nadie parece atender a la gran estructura inmersa del iceberg; únicamente desde la distancia y la perversión de una mirada sublimada atendemos a la dramaturgia de la escena, a la colusión de los hechos. La noticia es la venta de la “actualidad” y ésta es siempre una noche de estreno. Lo sorprendente es que este narrador indigente, en otro de sus textos, atraviesa el espacio calipédico (aquel que procura una generación de hijos hermosos) y se destoca como eugenista, pese a ser, seguramente, eliminado por sus propias teorías teniendo en cuenta su “naturaleza disgénica”: Sou da opinao, que os mais velhos, deveriao eliminar toda a parte da juventude que eles consideram indigna do progresso. Eles farao e controlarao a natalidade, deixassem nascer so aqueles que eles considerassem dignos de tudo que eles fizeram. Para um mundo melhor3. Sorprende esta estética fascista de los cuerpos y las mentes a no ser que responda a un natural desistimiento, o sea; a la autoinmolación en aras de una sociedad que se regiría por la introducción de cobayos humanos y la exclusión de los marginados. Dado que éstos, los exinscritos, ya habitan los “no lugares”, O Condicionado, como el vagabundo de Un hombre sin Pasado de Aki Kaurismäki, tiene el disfraz burlesco del hombre invisible y pernocta, al igual que él, en el detrito redituado, en containers o, bien, entre la guarnición y los bastimentos arquitecturales de las barreduras y los desperdicios que estos contienen. La otra sedimentación, la del ser fragmentado o clástico, es la procedente de la clandestinidad de los reclutas agrícolas o temporeros. Estos resumen otro fragmento social de hombres invisibles, es decir; provenientes de una inmigración ilegal y que conforman una subclase de género temporario, que 3 “O Condicionado” 1P. 12-9-1999+3 (c). habitan la anonimia a la espera semiesclavista de sus empleadores y que pernoctan en el hacinamiento y el modelo arquitectural del plástico o la cuadra, dado que aún son cuadrilla gavia o negrería.4 Es ésta la sociedad de la favela, el contenedor, la exclusa y el metro, de las cloacas, los sumideros, las oquedades de la cochambre y la bafea, de la motilidad de las arquitecturas portables, de la horrura y los crematorios. El homeless contemporáneo habita un territorio heteróclito que comprende la trasparencia y, por tanto, la vigilancia de los soportales de los cajeros automáticos que terminan alfombrando el espacio del desclasado, ocupando un espacio de estanqueidad de invernadero, una celda panóptica a la que acuden sin posibilidad transaccional. Dicho territorio comprende, igualmente, un estuco de cartón que se moldea a los cuerpos a base de orines y de humedad ambiental. El cuerpo es, por tanto, seducido por la celulosa y la palabra impresa;5 es seducido en la manera en que la palabra se despreocupa de su valor intrínseco (la comunicación) y parece desconvenir en la excentricidad, por tanto; en la ausencia del centro, en la ex-inscripción y los márgenes. De este modo, los retales se apergaminan sobre el cuerpo del indigente, del invisible infraheroico, condicionando su singularidad, su descentrismo a la rémora detrítica del consumo, o sea; que terminan protegiéndose de los accidentes ambientales desde el empacamiento común a la cadena productiva; a una cadena, refleja, especular, de la venalidad, datándose con fechas de caducidad propias, lamentablemente, a los productos lácteos. Son, sin duda, los alienígenas de la mendicidad; los que cayeron ante el desequilibrio de ingresos y recursos llamado: zanja del desarrollo. 4 Recordemos el salvajismo racista que estalló en febrero de 2000 en El Ejido. Ver Nicholas Bell, Europa organiza la clandestinidad, Le Monde Diplomatique, edición española., año VII, nº 90. 5 Dos fotografías de la serie Level´s of sound que realicé en el 2000 llevaban por encabezamiento: La palabra es la inscripción del cuerpo en un espacio de signos y La palabra viste y prestigia como un abrigo. Otro género indigente de invisibilidad, al menos de ocultamiento, es el hombre topo. Aquí podríamos hablar de subgénero dado que toda su existencia se presume subsumida, subterránea, subvertida. The Mole People, los habitantes del subway, aquellos indigentes que viven una existencia contraminada de túneles en el subsuelo de las ciudades y en distintos niveles: Algunos indigentes viven sobre las pasarelas tendidas a poca distancia del rugido ensordecedor de los trenes subterráneos o dentro de agujeros excavados en la base de los andenes donde esperan los viajeros, aunque la mayoría han instalado sus viviendas lejos de las vías en servicio.6 El mismo metro, en definitiva, cuya apertura como medida cautelar evitó en Madrid, ante las bajas temperaturas del pasado invierno, la muerte por congelación de los sin casa que ocuparon las distintas estaciones como dormitorios preventivos. Pero estas cavernas contemporáneas que fagocitan el tiempo del metrónomo en las grandes urbes o metrópolis -metro es el apócope de metropolitano- esconden en sus inextricables nerviaciones y niveles de túneles a delincuentes, toxicómanos, inadaptados, enfermos mentales, grafiteros y también a seres desprotegidos, sin medios, que acuden a la oscuridad para evitar la mirada abierta, para enterrarse en vida bajo un sistema al que no logran incorporarse por ser disgénicos, diferentes o improductivos. El metro es, al margen de un transporte que desatasca las grandes superficies urbanas, una estructura arquitectónica para no competitivos. En suma (y volvemos al inicio): para inmovilistas, para aquellos que reaccionan ante la velocidad, ante la dromología viriliana desde la parálisis. En definitiva, como O Condicionado, un individuo del no retorno, un sin tierra, un favelado, si entendemos por favela un asentamiento irregular carente 6 Estas personas mueren de sida y de sobredosis, pero también de simples catarros que degeneran en neumonías o tuberculosis, de hipotermia y diabetes o de las secuelas de una agresión física. Su esperanza de vida bajo tierra es de tres a cinco años. Jennifer Toth, Bajo el asfalto, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000. de servicios públicos y promovido, entre tantas otras consideraciones de carácter social, por el no autogobierno de un país, en este caso de Brasil, ante una situación de creciente subordinación (endeudamiento) en el organigrama del sistema económico internacional. Esa esterilización en el espacio del debate económico es concomitante a la esterilización de espacios herméticos y deprimidos en las laderas de las megalópolis o en sus propios epicentros y, a su vez, es concomitante a movimientos sindicados como el MST (Movimiento de los Sin Tierra). Como la enfermedad brasileña parece a todas luces una enfermedad social, dado que hay cierta imposibilidad de trasladar toda una creciente tecnología moderna a empleos de escasa renta productiva, se ha puesto en marcha una campaña de correo electrónico para las favelas de Río, digitalización financiada por un crédito de 1,5 millones de dólares del Banco Interamericano de Desarrollo. El portal, como no, que pretende llevar Internet a 20 favelas de esta ciudad y lograr un volumen de 40.000 operaciones de correo electrónico por mes, se llama Viva Favela. Un Viva Zapata de la digitografía y la modernización que se instalará como un resquicio de trasparencia y transacción a las únicas estructuras no panópticas de habilitación que aún se mantienen en el planeta. Si los cálculos matematizan un accidente social de albergue de tres millones de personas sobre una ciudad de seis -cuyo emblema protagónico, el Cristo de Corcovado, parece ser el único icono de vigilancia de la penalidad en una estructura social controlada por bandas de narcotraficantes- parece lejano el momento de la desintoxicomanía, quizá de ese atmoterrorismo7, en este caso psicotrópico, que señalase Sloterdijk. Pese a todo, al menos Rocinha, un barrio favelado en el que se hacinan más de 200.000 personas, ya se instaló en el ciberespacio; un panespacio virtual 7 Peter Sloterdijk, Temblores de aire en las fuentes del terror, Pre-terxtos, Valencia, febrero 2003. instalado en una arquitectura de la retajadura y la suprafusión del retal, esa arquitectura de la cibercepción,8 que define Roy Ascot, se instaurará entonces con su interfaz en la conciencia del no visible, del clandestino. ¿Puede, por fin, el desclasado prolongarse mediaticamente desde el desplazamiento? ¿Anulará esto su singular condición de parálisis y frenado? ¿Adquiere el sin tierra, el estático, el asentado críptico de su santuario impenetrable del hábitat y el crimen, una elasticidad que lo destapará y lo asimilará a un capitalismo integrista de la conciencia y el desplazamiento? ¿Entonces que será de O Condicionado y de los favelados de Brasilia Teimosa, en la periferia de Recife, donde las chabolas están construidas en palafitos sobre el agua? ¿Qué será de todos los barrios de chabolas de America Latina, las poblaciones de Chile, los “barrios” de Venezuela y Ecuador, las “villas miseria” de Argentina y las “barriadas” de Perú? ¿Será éste el sintagma de una oración telemática, el conciliábulo global, será un cibercafé, por precario moblaje que tenga? De momento, esta iniciativa está conectada a Internet por ondas de radio ya que estas Human Hives9 no disponen de redes telefónicas. De entrada, anoten: www.rocinha.com.br . Ya anteriormente, en la tercera visita de Juan Pablo II a Río de Janeiro, sucedió una lógica alteridad del espacio profanando los santuarios favelados como medidas extremas de protección, incluida la toma de 29 barriadas populares; 20.000 agentes policiales y 6.000 soldados, con su natural conformación del asentamiento humano, desplegaron sus posiciones analizando las posibles ofensivas (analizando en términos de táctica y estrategia) que pudieran emprenderse desde la contra-figura de la trasparencia contra la trasparencia en sí. Es decir; ¿No suponen las favelas, en cuanto que 8 9 Ver en Ars Telematica, L´angelot, Claudia Giannetti, ed., Barcelona, 1998. Dionisio González, Human Hive, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla, 2001 son asentamientos irregulares e impenetrables, esos espacios sociales insubordinados y disolventes de la luz; esos pequeños fragmentos de oscuridad en donde no pueden operar las instituciones y los cuerpos ejecutores del panoptismo? ¿No existe, pues, por lógica, la posibilidad de una ofensiva desde el camuflaje y la sepultura social sin tabulación ni ordenamiento clasificatorio, contra el ejercito de la Luz? Incluso la posición de los cuerpos militares y policiales, preventivos, pero a su vez ejecutores primarios, en casos definitivos, de los ordenamientos de la penalidad, no sólo prevén movimientos de intervención directa, como pudiesen ser francotiradores apostados en los cerros o en la siniestralidad redituable del emporio del detrito, sino que prevén el riesgo de “balas perdidas” provenientes de enfrentamientos entre moradores de barrios vecinos. Un total de 43 calles y avenidas de Río de Janeiro quedaron estancas al paso de vehículos para que circulase el único vehículo estanco y panóptico por definición: el Papamóvil. Su estanqueidad lo protege de atentados; su visibilidad lo provee de un escaparatismo supremo. En realidad, dada la jerarquía del Pontífice y su capacidad de captación de masas, 1,5 millones de fieles le estaban observando, transfiere al vehículo de una trasmisión de visualidad total, dado que en él se percibe a la figura en tiempo real y en lugar original, pero también en tiempo diferido y en un lugar informacional. Panóptico, vitrina, para una contemplación planetaria, de todos los correligionarios o no del representante católico de Dios en la tierra. De hecho, el automóvil papal es único en cuanto a diseño, único en cuanto que su traslado es meramente presencial y que su tecnología es más antibalística que motorizada. Pero también es parte de ese sistema ideológico: el ultraliberalismo terrorífico10 (que postula Viviane Forrester y que de modo endémico contagia segregacionismo) dado que abarca no ya un territorio geográfico planetario sino inmaterial y físico. El transporte papal es panplanetario, su telex se amplia con precisión orbital, su escaparate televisual necesita del mismo canal de distribución que genera las diferencias de forma abstracta, probablemente ya involuntaria. El mundo es víctima de un sistema asolador y enardecido por el lucro, de una distribución social de ganancias, que a su vez reditúa con su basura los soportales de los, entre tantos otros, 3.905 asentamientos de favelas que hay en Brasil. De vuelta a Sao Paulo, la ciudad de O Condicionado, a una de las grandes megalópolis del planeta, una urbe que supera los 17 millones de habitantes y donde los distritos más alejados concentran una población con apenas ingresos en áreas sin ordenación urbanística, pero donde hay espacios del centro que se hipertrofian territorializados por poblaciones de rentas precarias. Poblaciones bien asesoradas jurídicamente para okupar inmuebles en abandono o edificios vacíos generando las llamadas favelas verticales: Auténticas torres del gigantismo cuya visión externa recuerda a un enjambre. Paráfrasis humanas añadidas a ventanas inacabadas neocimentadas o desestructuradas por una polución medioambiental aquiescente, general y pasiva, sin marcos ni cristales, símiles en sus alzados a la gemelaridad de la terrodestrucción. Si acaso ésta es una demolición ética mas que constructiva, pero el efecto de desafío es el mismo, la misma visualidad segregada en un caso por estentórea prosificación del capitalismo y en el otro caso por esa prosificación de los contrapoderes de la dictadura del absolutismo y la especulación. No por casualidad cerca de la mayor favela vertical de Sao Paulo se encuentra una réplica igualmente colosal del Empire State. 10 Viviane Forrester, Una Extraña dictadura, Anagrama, Barcelona, 2001. Pero este precedente se reitera, de forma espectacularmente simbólica, en un prexcelso proyecto de erección urbanística: El proyecto de verticalización de los barrios de favelas de Cingapura. Una propuesta del gobierno municipal seleccionada en el concurso de buenas prácticas patrocinada por la Unesco en Dubay en 1996. Sus servicios pretenden reducir y prevenir el delito, el acceso a las comunicaciones, el uso y generación de energía, el abastecimiento de agua potable, la gestión residual, la vivienda y el acceso a la financiación de la misma, y, claro está, una ordenación territorial y normativa. Todos los sin tierra, los sin ley, los tapados, los invisibles al sistema quedan, por fin, catalogados, es decir; que se les prescribe un cierto tipo de moralidad, dado que se les abastece de un uso de su espacio predefinido, lo que Foucault definía como historia de los espacios que a su vez es la historia de los poderes. Una suma de tácticas para una geografía minimizada del habitat. La idea de la verticalización (edificios residenciales en altura) no es otra que el realojo de poblaciones de alta densidad chabolista en el mismo terreno que ocupaban, institucionalizando su contexto y regularizando la propiedad de la tierra. En suma, dado que no hay espacios para crear redes viarias ni otros servicios, se construye hacia arriba y no se desaloja al inquilinato, se le dota de ciudadanía y no se le expulsa a áreas del extrarradio donde tendrían más dificultad para acceder a sus puestos de trabajo. La ciudad, que ya en sí esta estratificada en niveles exagerantes, en un desequilibrio constructivo provocado por la aceleración (léase apogeo de los años 50 y desestructuración de las grandes zonas rurales) accede así a esos pequeños cuerpos constituidos de forma desreglada y que influyen, de manera notable, en las decisiones de poder. Si en la ciudad de Sao Paulo hay 380.000 familias viviendo en zonas marginadas, parece lógico que el primer problema con el que se esté enfrentando este proyecto es la falta de interés por convertirse en comunidad legal de determinadas barrios dominados por grupos criminales. De momento ya se han regenerado 51 áreas degradadas. Esta resistencia del topo a la erectilidad constructiva no es otra que la persistencia a pequeños estadios aglutinantes de un urbanismo independiente y asentable en microesferas insertas en la base de un desprendimiento de distribución ordenante y automática. Son barriadas que actúan como contrapanópticos alejadas desde su compresión y su hacinamiento a un sistema de vigilancia coactiva, pesquisidora y policial. El chabolismo actúa contra el estado como un sistema insurreccional contra la mirada. En suma; la acción del amotinamiento contra las tropas de choque militares y la entrada posterior de la infraestructura de la demolición: tractores y palas mecánicas. Estas epopeyas micoinjertadas urbanísticamente - desde una ideología natural de contrapanoptismo, de recuperación de los espacios oscuros, de los agujeros negros y la noche diferida y en constante perpetuación- viven hoy la contradicción del alzamiento, del levantamiento insurrecto contra el levantamiento constructivo. En definitiva, un crecimiento en expansión horizontal sujeto a las leyes del ocultamiento grupal contra un crecimiento vertical sujeto a las leyes de la visibilidad y la notación individual. Existe también el problema, al menos hasta la fecha, de que la clase dirigente se haya acercado a la ciudad ilegal, no con la intención de estudiar su desregulación creativa o su concentración diaspórica, sino de una forma “clientelar”, no incorporando una política de vivienda sino una política propagandística que potencia un desarrollo cuanto menos conflictual. La transformación, la reforma, desde una visión parcial del retal y la urdimbre, hacen que la visión urbanística del municipio vea estas barriadas como una arquitectura rebujal, bricolada y piojenta, excluyendo toda posibilidad de debate estético; cuando lo cierto es que esta arquitectura de vertedero, de reciclaje, adquiere valores calourbanos e identitarios. La configuración de espacios contenedores (resueltos desde la revalidación del material del vertedero) junto a la gestión y el tratamiento de residuos, son dos de las mayores preocupaciones urbanísticas. Precisamente esa vertibilidad arquitectural (expuesta a derrumbes y corrimientos de tierra) o la carencia de fosas sépticas, es decir; la progresión residual y excrementicia, hacen de estas zonas, lamentablemente, nuevas zonas cero susceptibles no a un aéreoterrorismo, sino a un terrorismo legalizado de la demolición: de las palas de choque y el desalojo. Decía Sloterdijk: Quién no quiera admitir que es un productor de basura y que no tiene ninguna otra posibilidad para ser de otra manera se arriesga a perecer asfixiado un día en su propia mierda11. Si estamos de acuerdo con Sloterdijk, que somos hijos de una cultura anal pese a que tengamos una relación perturbada hacia la propia mierda, como entender que unos tres mil millones de personas en el mundo carezcan de retretes con cisterna sino es por la carencia de agua en países como Etiopía o la escalofriante realidad de que más de mil millones de habitantes en todo el planeta viven en chabolas y que esta cifra se duplicará en tan sólo 20 años. Es lógico pensar que esa relación perturbada hacia nuestros propios excrementos debe modificarse en ciudades como el Cairo (donde viven 16 millones de personas que generan 10.000 toneladas de basura al día). A lo largo de toda la India las mujeres se dirigen hacia los campos antes de que despunte el alba; es una forma de deposición desde la difuminación que proporciona la noche, un deseo de esfumación de toda necesidad excretora. 11 Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica. Siruela, Madrid, 2003, p. 242. La deyección es otro modo natural individualizante y exhaustivo de deserción de la mirada, es una habilidad cotidiana inmersa en tácticas disolventes. En este punto, habría que convenir con Joseph Jenkins en que debemos convertir los desechos humanos en abono, como detalla y explica en su Manual del Estiércol Humano - Guía para Convertir las Heces Humanas en Abono-, donde subraya que Defecar en nuestra agua potable es quizás una de las costumbres más curiosas de nuestra cultura, y de la que menos se habla12. Estos hábitos de reinserción del detrito son los mismos que los de la reutilización de la basura. Esta labor de recolección de la basura la ejecutan en el Cairo los Zabbaleen, expertos en eliminación de desechos y en su clasificación y posterior reciclado a materia prima. Basura y heces no son sino la misma pesadilla excogitable; un sueño de erupción volcánica, de un magma excrementicio y totalizante que se densifica lentamente, pero con consistencia terminal, en las periferias de nuestras ciudades contribuyendo a crear un espacio sincrético de alteridad atmoemocional. Un vínculo simbólico de la ultratiranía aleatoria de una vocación política no realista y especulativa; un vínculo simbólico del estrago del excedente; un signo claro de debilitación de Occidente en torno a una conjetura real del accidente. Es la intoxicación estructural de un mundo mediáticamente patofóbico y ambientalmente microbiano. ¿Cómo sino interpretar que en poblaciones como Sambhaji Nagar II, una ONG india haya construido un edificio evacuatorio de varias plantas para unas 500 familias vecinales? Los retretes (subvertidos), al fin y al cabo, son junto a las criptas (subyacidas), los espacios retirados, ocultos, con un sentido de apartamiento nuclear de la mirada. Retrete viene de retirado, del sujeto que se 12 Joseph Jenkins, The Humanure Handbook. A Guide to Composting Human Manure. Jenkins Publishing, Grove City, EEUU. toma un corto retiro al evacuatorio, a la garita, al excusado. Excusado, por tanto, excluido voluntario del poder omnicontemplativo de la mirada pesquisidora. Esta verticalización de la letrina múltiple es la misma que ha llevado a Pele a alquilar un nicho en la novena planta de un edificio funerario que se contempla desde el estadio del Santos; la misma que lleva a la verticalización de la favela a un deseo de control escaparatista para los espacios reclusos. Favela, escusado y nicho son las únicas figuras de resistencia espacial a la mirada porque encierran un deseo de enterramiento, de clausura, de tácticas anticorrectivas del hábitat. Cierto ilegalismo por derecho y no por infracción. La sociedad necesita un establecimiento futuro y cierto de sus sujetos para no sentirse atentada. Una sociedad estable sería aquella que registrase el ADN de todos sus in-dividuos en un macroordenador, con una pantalla gigante de visualización inmediata (la velocidad es sinónimo de poder) tal como en el pseudofilm Minority Reports. ¿Qué extraña ejecución babélica, de ventanal saledizo y emergente, termina generando edificios de pisos funerarios o evacuatorios como edículos superpuestos en una función de habitar (que es poseer) de un modo no visivo, privado e intimo, dado que su mostración calificaría tales espacios de obscenos? Sin duda, una actuación exhibicionista si tenemos en cuenta que su expansión vertical, en cierto modo, transgrede su contexto natural, con lo que podríamos decir que estos edificios adquieren un valor de posesión por violación ya que rompen la norma o, al menos, la habitual expansión horizontal que tanto para la muerte como para la micción ocupan segmentos simbólicos con la canalización y el enterramiento depuratorios. La favela vertical es, sin embargo, una edificación por territorialización, por extensión. En suma, reproduce, en un ámbito okupacional en altura, los mismos hábitos de la barriada, donde los pasillos y la zona comunitaria interpretan los gestos y acciones de la red viaria y los apartamentos no dejan de ser barracas, chabolas subdivididas, que dejan pasar la luz desde el mirador pero que aún mantienen dentro de ese espacio okupado irregularmente, no ilegalmente (ya que este tipo de toma de espacio por parte de los sin techo no es un delito), carencias en los sistemas de comunicaciones, en el abastecimiento de agua potable o en la gestión y tratamiento de residuos. Problema extensible no sólo a ciudades brasileñas como Río de Janeiro, Sao Paulo o Recife, por ejemplo en Kingston (Jamaica) sólo un 18 por ciento de los habitantes tiene acceso a las alcantarillas. Y del mismo modo, no sólo en Brasil hay servicios de asesoramiento para okupas, también se encuentran en Inglaterra (Advisory Service for Squatters) o en Francia (Droit Au Logement), por situarnos en Europa, otra cosa es que se regularice el estado de propiedad de la tierra. Mientras, el mundo deviene detrítico y requiere una planificación alternativa para la generación de una arquitectura del balizamiento, del señalamiento evacuatorio o funerario. Jacques Fresco un ingeniero, industrial y diseñador prepara para la localidad de Venus en Florida, una ciudad sin ruidos, polución y crimen, una utopía higienista llamada Venus Project: un prototipo fundamentado en alta tecnología y en nuevos recursos de energía cuya edificabilidad se comprende a través de materiales inteligentes, de materiales de autogestión, de nanocubos. Parece, por tanto, obligatorio potenciar la venustidad de las ciudades, protegerlas de agentes indeseados de edificabilidad irregular y mantenimiento desreglado. Parece, igualmente, correcto pensar en experiencias globales que asimilen los intersticios en una magnitud que totalice la experiencia cognitiva y perceptiva y borren la huella de toda terrenidad obscena. Terrenidad que no es sino la sintomatología de una invaluable discontinuación fragmentaria. Lo cierto es que detrás de este deseo pompático, de cognición desconocida y gobiernos supranacionales, se esconde un concepto inconcesible de los derechos más elementales. Un mundo sin crimen es un mundo calipédico y eugenésico, un mirador de voluntades mayúsculas, cuyo exceso de normatividad elimina la falla social y la suma total de los sujetos disgénicos. Habría que hacerse esa pregunta de Philip K. Dick, sobre sí: ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?, que dio pie a la película de Ridley Scott: Blade Runner, entre otras cosas porque retrata: una metrópolis deshumanizada, un desorden ecológico y una manipulación biogenética a la par de una involución hacia un totalitarismo policial. Habría también que preguntarse de que manera alternar materiales de autogestión, (los highest quality products, materiales sensibles y aislantes) con los interiores de los envases de tetrabric como la más tecnificada solución chabolista para el aislamiento de poblados informales, tal es el caso del Salobral en la autovía de Andalucía al sur de Madrid. Era Kant quién esgrimía que lo sublime terrible cuando es absolutamente innatural deviene bizarro. Hay más obscenidad en el exceso de sublimidad que en el esqueleto enmagrecido de un edificio de pozos ciegos y letrinas. Habría que inquirir sobre el deicidio como tema recurrente en la arquitectura contemporánea y sobre las consideraciones que Derrida hace sobre la conquista del cielo… ese logro de un punto de observación (rosh: cabeza, jefe, inicio) significa darse un nombre; y con esta grandeza, la grandeza del nombre, de la superioridad de una metalengua, pretende dominar a las restantes estirpes, a las otras lenguas: colonizarlas. Pero Dios desciende del cielo pronuncia una palabra: Babel… y con ella condena a los hombres a la multiplicidad13. Parece claro que la no ejecución de cualquier Babel posible ha posibilitado una historia de la arquitectura y a su vez una historia constructiva de la marginalidad. Con lo cual ese anhelo primigenio de ciudad y torre observatorio, como símbolos mayestáticos de dominación y poder hegemónicos, han sido sucedientes y cíclicos intentos de ordenación supranacional y de pujanza imperialista. El Venus Project, sin admitirlo, es un proyecto para una Babel prospectiva que anularía la alteridad, la extrañeza, la diferencia y la multiplicidad de lenguas. Es la ambición prominente de un modelo único frente al cumplimiento deconstructivo de no apegarse a tradición alguna; utopía frente a heterotopía14. Cuando surge algo que tiene aguante, y que realmente representa un cambio básico, echa raíces y se establece. Su período de fealdad y revolución quedará atrás. No tendrá que cambiar…La verdadera revolución dejará de ser 13 14 Jacques Derrida, No escribo sin luz artificial, Cuatro ediciones, Valladolid, 1999, p. 138. Ver: Gianni Vattimo, La sociedad transparente, Paidós, Barcelona, 1990, p. 155-172. revolucionaria y fea y se convertirá en hermosa. Lo hará por nuestra percepción de ello.15 Hablar de Cidade de Deus, Paraisòpolis o Novo Mundo nominalmente, como formas designativas de estas barriadas faveladas, no es una contradicción sino una configuración hecha conforme a la medida de su significatividad estética. Si el Proyecto Cingapura tenderá a anular parte de estas territorializaciones ilegales, porque no proponer alternativas a esa supresión. Un programa de vivienda que esta decidido a modificar tan profundamente las dramáticas condiciones de vida de 380.000 familias; que no puede permitirse un indeseado fracaso, dada la necesidad de aprovechamiento con éxito de los recursos financieros internacionales, ¿No requeriría también de un espacio para la memoria? ¿Si aún sigue en pie la casa de Wittgenstein y en el último minuto se suspendió la demolición no debería existir un proyecto de viabilidad museal de la favela; un recuerdo explícito a la manera del museo de AUSCHWITZ; una forma planificada de la percepción de los contrapanópticos y los túneles contraminados? ¿No tendríamos que plantearnos la recuperación de estos espacios de la memoria histórica reciente? Algunos barrios chabolistas, como Mahakan Fort, a punto de su demolición, en la isla de Rattanakosin en Tailandia, tienen casi cientocincuenta años. ¿No son, por tanto, epopeyas, símbolos de la dromocracia que sostiene Virilio? Es decir, no deberíamos conservar como patrimonio ideológico una práctica arquitectural del retal y el pastiche de modo que fuesen selenosis indicadoras del desencuentro de los parias con una economía política de la velocidad. Y si bien es cierto que, desde sus pequeñas barricadas, muchos barrios chabolistas se protegen de los gobiernos y de los ayuntamientos cada noche en previsión a su derribo. Indicaba Enzesberger: 15 Chris Rodley, David Cronenberg por David Cronenberg, Alba Editorial, Barcelona 1997, p. 111. cuanto más intensamente se defiende y cuanto más se amuralla una civilización frente a una amenaza exterior, menor será lo que finalmente quede por defender.16 Parece, por tanto, que mientras crezcan en los extrarradios y en las laderas, de forma inguinal, los barrios chabolistas nada tendrán que temer, exceptuando el crecimiento especulativo del terreno o la planificación de una autovía, pero si éstos están asentados en los epicentros de las grandes ciudades se encontrarán en su fase cancerosa, dado que para los ayuntamientos supondrán una arquitectura caquéctica que se implosionará en su ranciedad irrespirable y, lo que es peor, que funcionarán a modo de espejos indicativos y apológicos de una sociedad ultraliberalista ahogada en la guarnición de su propio exceso. Si como algunos politólogos sostienen en el futuro sólo habrá una ideología y ésta será el ultraecologismo, no debieran caer en la cesantía estas estructuras redituables y constructivas del reciclaje, pero la mítica Babel avanza y la planificación urbana tenderá al siempre peligroso modelo único. Hasta un favelado como O Condicionado desde su natural precedencia se pregunta cuanto tardarán los mercaderes en gestionar materiais com as prestacoes necessarias para a construcao de novos universos.17 16 17 Hans Magnus Enzensberger, La gran migración, Anagrama, Barcelona, 1992, p.74. O Condicionado, Gestas-páginas autógrafas. Sp.6-11-1999+2.