Política organizacional
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Política organizacional
Perfiles y Rasgos Por: Horacio Andrade Política organizacional Un tema sobre el que se ha investigado y escrito relativamente poco, sobre todo si se le compara con otros que han acaparado la atención de los estudiosos del management durante los últimos años, es el del papel que juegan el poder y la política en las organizaciones. La aparente falta de interés no es fácil de entender dada la importancia que este aspecto reviste para las empresas, y las repercusiones que tiene en el clima laboral, la toma de decisiones y el desempeño de las personas y equipos, entre otras cuestiones. Trátese de Costco, Ericsson, Alestra, Acciones y Valores o cualquier otra empresa, independientemente de su giro, sector o tamaño, siempre encontraremos en ella el ingrediente político, mismo que invariablemente va a afectar, para bien o para mal, a la vida de la organización y de sus integrantes. Una de las definiciones de “política” que da la Real Academia es la de “arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado”. En este sentido, como dijera Aristóteles, todos los seres humanos somos animales políticos, porque todos tenemos metas y echamos mano de ciertos medios para alcanzarlas. En las organizaciones, además de los fines o metas comunes que se persiguen, establecidos por la misma empresa, hay intereses personales o grupales que algunas veces están subordinados a los primeros, pero otras muchas prevalecen sobre ellos. La política incluye el arte de alcanzar ambos, y en el énfasis que se ponga sobre uno u otro radicará su efecto benéfico o perjudicial para la organización. En otras palabras, puede hacerse política para lograr ciertos objetivos “legítimos”, por llamarles de alguna manera, o para satisfacer ambiciones que no buscan precisamente el beneficio común. Los medios y los fines Como en cualquier sistema político, las formas en las que se pueden alcanzar los fines en las organizaciones son muy variadas y pueden ser utilizadas con ética o con la intención de manipular, presionar o imponer algo a los demás. En buena medida, todo dependerá del tipo de poder que se utilice para lograr lo que se desea: el de recompensa (basado en la capacidad de la persona para premiar a otras), el coercitivo (sustentado en el miedo), el legítimo (otorgado por la propia organización o por las otras personas), el de referencia (derivado de la capacidad de influencia de la persona) y el del experto (apoyado en el reconocimiento que se le da a la persona por sus conocimientos, habilidades o experiencia). Las tácticas de la política en la organización son bien conocidas porque se dan también en otros contextos: retener o manipular la información, hacer cabildeo, lograr alianzas, dividir para vencer, generar dependencias, traficar con influencias, hacer favores que serán cobrados posteriormente, atacar abierta o veladamente, ganarse a los poderosos, negociar “en lo oscurito” y muchas más que en las organizaciones se dan, se quiera o no reconocer. La política también tiene mucho que ver con el grado en el que se cumplen los lineamientos establecidos por la organización y se actúa de manera institucional, o se aplican discrecionalmente, favoreciendo a ciertas personas o grupos a costa de los demás. Muchas veces, lo que está en el papel no tiene nada que ver con lo que se hace en la realidad. El factor político es inevitable en la organización como lo es en cualquier grupo humano (empezando sin duda por el familiar). El que este factor beneficie o perjudique al sistema dependerá de cómo se le use y para qué. En la medida en que las reglas del juego estén claras y se cumplan, y en la que exista una sólida cultura sustentada en valores compartidos y practicados, será más probable que la política se oriente al logro de los objetivos comunes y no al de los intereses personales.